EL POLITIKOM
PRINCIPIOS FILOSÓFICOS
DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL DE LA PLENITUD DE LAS NACIONES DEL SIGLO XXI.
UNA INTRODUCCIÓN A LA POLÍTICA DEL FUTURO
Un hombre puede
decirle a una montaña: “Apártate”, y la montaña se apartará, pero el Poder
de hacer que se mueva una cordillera entera y deje paso a un Nuevo Mundo
está en las manos de muchos hombres juntos (C.R.)

PRÓLOGO
La Civilización no es una entelequia, ni
es un capricho de la Naturaleza; no surge de la Nada, ni la espontaneidad
precede su nacimiento y expansión. Los pueblos con origen en la Filosofía
Política del Cristianismo sabemos que la
Formación del Hombre a la imagen y semejanza del Dios Creador del Universo es
un acto de elevación de la materia al espíritu, el efecto final del cual es
engendrar en el ser humano un hijo de Dios, y como tal el Hombre es heredero de
la naturaleza de una Inteligencia sin límites que desde Dios se extiende por
todos los pueblos para hacer posible una Convivencia Universal entre todos,
implicando en su desarrollo todos los conceptos naturales al Espíritu del
Creador.
La Existencia en el seno de una
Civilización abierta a la Vida sin límites en el Tiempo implica a su estructura
en una Relación entre Seres con Origen en muy diferentes Culturas que, en razón
de su Convivencia, se acogen al deber de ser herederos de este Derecho por el
cual todos los seres devienen Hermanos y en cuanto tales se organizan en una
Sociedad de Plenitud de Naciones en el Espíritu de la Paz, la Libertad y la
Justicia, cuya Raíz es el Amor del Creador por su Creación.
El fruto del Acto Creador, el horizonte al
que mira su Creación de Vida a su Imagen y Semejanza, es el nacimiento de una
Civilización Política, ordenada sobre bases Filosóficas en cuanto eje de las
relaciones entre las diferentes manifestaciones que les son naturales al
espíritu de inteligencia y al alma creativa de los Ciudadanos que componen
dicha Sociedad Universal.
Somos civilizados por una Ley de leyes que
le da a la Sociedad un cuerpo, del que la Ley deviene su Espíritu.
La Ley, pues, está inscrita en nuestra
Creación desde sus mismos Orígenes. Aun sin conocimiento de su Letra el ser
nacido para vivir su inteligencia a la imagen y semejanza de la Inteligencia Divina
nace con esa Ley, crece en esa Ley, porque ha sido creado para amarla con la
fuerza del instinto, en primer lugar, y con la del pensamiento, finalmente.
“No matarás, no robarás, no adulterarás,
no envidiarás, no cometerás perjurio, adorarás a Dios tu Creador …” es un
Decálogo que impregna la Creación entera y gobierna el comportamiento de toda
Criatura desde el mismo día de su nacimiento en el Universo. Esta Ley no
escrita se halla en el código moral de los primeros pueblos que habitaron la
Tierra, cual la Antropología nos descubre; no es menos cierto que con el paso
del Tiempo ese código moral universal genéticamente inscrito fue dando paso a
la ley del más fuerte, ley en el origen de todos los males del mundo cuando
condujo a la sociedad más avanzada de su tiempo, la Mesopotámica, nacida de la
Edad de oro del Neolítico, a creerse con el derecho a usar la Fuerza para
expandirse e integrar en su Civilización a los pueblos todavía viviendo en
condiciones de pre-civilización.
Observamos en la Biblia, es decir, en la Historia
del Israel bíblico, esa misma degeneración que condujo a los Antiguos a
pervertir el Derecho Natural Divino y reducirlo a la Razón del interés del
Individuo.
Habiendo Dios dispuesto que el interés
universal privase sobre el individual, de manera que toda la actividad de la
sociedad tuviese en este horizonte su estrella polar a través de su navegación
por los siglos, el individuo halló la forma de pervertir el Derecho Divino,
reducirlo a nada y convertir la sociedad en un infierno de miseria y maldad.
Esta batalla en progreso, quiso Dios
reproducir en un pueblo concreto la raíz y naturaleza del mal que aqueja al
mundo desde que la Fuerza que procede del Metal, sea Oro o Hierro, y no de la
Inteligencia según el Espíritu del Creador, devino el Principio Moral de la Política, es decir, del Cuerpo Social de
las Relaciones Humanas.
El Cristianismo abrió una Revolución en
ese mundo antiguo en ruta hacia su destrucción trayendo a escena el principio
Filosófico en el origen de la Creación: El Amor de Dios por su Creación.
Esta fue la verdadera Revolución Jesucristiana. No puede triunfar el Derecho si el Amor,
Origen de la Fraternidad entre las Naciones, es negado por Intereses de grupos
de Poder que en su demencia e ignorancia se levantan para erigir una Estructura
Cerrada, monolítica, fundada en pro del
Establecimiento de Privilegios Teocráticos encubiertos bajo una capa Política, y
que como tal demandan por parte del pueblo una adoración incondicional hacia sus
Líderes.
Es de entender que bajo esta Estructura el
Enemigo Público Número uno es la Ley.
Y de aquí que, levantada esta Estructura
sobre la sangre de Abel, el Poder
Político tenga como objetivo vital hacerse con el poder del Gobierno para
abolir la Ley y sustituir el Derecho Natural por un sistema de Derecho Temporal
cuya única visión de futuro es la preservación de ese status de Privilegios de
quien está por encima, y más allá del Bien y del Mal, es decir: de la Justicia.
La Revolución Jesucristiana que el Hijo de Dios puso en marcha trajo con ella una hoja de ruta.
Desde el Mundo Antiguo a nuestro Mundo
existía un Abismo cubierto por Tinieblas de Ignorancia. En medio había un
océano de sangre. Abrir un Camino por ese océano era cosa de Dios.
Creador del Género Humano Dios debía
intervenir en el Presente para hacer que las aguas del Pasado se apartasen y
dejasen que el Futuro de aquel Mundo cruzase hacia el Nuestro.
Dios intervino. La Ley Natural se hizo
Cristiana.
Hoy existe Civilización porque la Sociedad
de las naciones europeas recibió el espíritu de la Ley de Cristo en tanto en cuanto Raíz de su Moral Legislativa. La
ausencia de esta Raíz como Fundamento de la Ley se halló en la Caída de todos
los intentos de los pueblos del Mundo Precristiano a la hora de formar una
Civilización Políticamente estable.
La Moral Natural, en el Cristianismo de Jesús,
se hizo Divina. E impregnó el cuerpo social de las naciones con el espíritu de
la Ley de Cristo, de este modo dotando a las primeras naciones cristianas de la
fuerza histórica requerida para edificar en el Tiempo una Civilización conforme
a los Principios del Espíritu, de cuya Fuente beben todos los Pueblos de la
Creación el Agua del Derecho Universal.
El Derecho Natural tiene por Fin el
Derecho Universal. Y viceversa, el Derecho Universal es la cuna del Derecho
Natural.
Obvio es decir que si a un árbol le
arrancamos las raíces el árbol se secará y morirá. Asimismo si a la
Civilización nacida en Europa, extendida al Nuevo Mundo y desde ambas orillas a
las cuatro esquinas del mundo, le arrancamos las raíces cristianas que han
hecho posible el crecimiento del Árbol de las Naciones que Hoy existen, este
Árbol comenzará a perder su fuerza, y alienado de su espíritu acabará por
pudrirse
El Siglo XX vivió la esquizofrenia
colectiva lógica y natural al efecto puesto en acción por el intento sangriento
de extirpar el Cristianismo de la Civilización Mundial que sobre el Cristianismo se formó, alzó cuerpo y estuvo dando de
comer de su fruto a todas las naciones del mundo. La esquizofrenia colectiva
anticristiana de las fuerzas políticas, económicas y científicas, de la Europa
que sin el Cristianismo no hubiese levantado
cabeza tras el paso del caballo de Atila, produjo y dirigió el Capítulo de
su Historia conocido como las Guerras Mundiales. Se vio, sin embargo, que el
Espíritu de Cristo es Invencible y su Civilización, aunque atacada por todos
desde todos los frentes imaginables e inimaginables, está más allá de cualquier
posibilidad de Caída.
La Crisis que sufre el Siglo XXI tiene su
raíz en la negación de las fuerzas sociales a reconocer, de facto, el Hecho
histórico de haber sido el Anticristianismo de las dialécticas del Siglo XIX la
causa de la esquizofrenia fratricida vivida por el Siglo XX. Cabe preguntarse
si es necesario volver a vivir semejante esquizofrenia a fin de reconocer esta
Realidad. La Respuesta tiene ya Voz: NO necesitamos ver con los ojos lo que ya
hemos vivido en la carne de nuestros padres..
Cuando la Evolución llega a su término, en
efecto, comienza la Revolución.
Aún hay quienes creen que la Evolución no
ha acabado, y piensan que el Hombre no es sino un puente entre el Homo Sapiens
y una nueva Especie. Los efectos de la esquizoide moral del anticristianismo
siguen pariendo sentencias lapidarias contra el Futuro del Género Humano. Y
esto teniendo sobre la mesa la Historia de las Revoluciones vividas por nuestra
Civilización desde la Caída del Imperio Romano a la del Tercer Reich.
El Hombre es el Fin de la Creación y el
Principio de una Nueva Criatura que vive en él: “Un hijo de Dios”, ese hijo
que, siguiendo en todo el grito del espíritu de Cristo, invoca a su Creador
diciendo: “Padre”
Imposible, pues, proceder a la Revolución de
este Siglo, que la plenitud de las naciones pide a gritos, sin moverse en la
Historia dentro del Espíritu de la Ley de Cristo, superior en todo a las leyes
civiles, Ley de la que se derivan todos los códigos morales de valor universal
sin los cuales el Derecho Humano sería una entelequia fundada exclusivamente en
la Fuerza de las Armas.
Efectivamente, el mundo está aún edificado
sobre la Fuerza Fratricida de Gobiernos cainitas, tal cual se ve en las guerras
actuales, siempre prestos a sacrificar a Abel con tal de seguir manteniendo
esos Gobiernos sus status de “divinidades”
ante quienes todos los “ciudadanos” deben doblar sus rodillas.
Inútil, por cansino, sería recopilar la
gama de teorías teocráticas, ideológicas, económicas y monárquicas inventadas
para disfrute personal. El nivel de inteligencia que hemos alcanzado nos
permite a todos recorrer esa gama y emitir un juicio sobre la malignidad o
benignidad de sociedades ancladas en religiones e ideologías ya muertas, de las
que el hedor que se propaga por las naciones es la causa de la Crisis Global
que amenaza no ya al Género Humano de extinción, sino a toda vida sobre la faz
de la Tierra.
El Pensamiento, la Palabra, es el único
instrumento que tenemos a nuestra disposición para radiografiar los males del
sistema global y proceder a crear las acciones necesarias requeridas para
eliminar esas causas. Esto de nuestro lado.
Pero del lado Divino tenemos con nosotros
la Voluntad Invencible de quien habiendo dicho DIOS: “Hagamos al Hombre a nuestra imagen y
semejanza”, Dios se ha mantenido Fiel a su Palabra y, a pesar de las Tragedia
de las Naciones durante los Seis Mil años que han pasado desde la Primera
Guerra Fratricida de los Hombres, no ha abandonado jamás su
Proyecto de Elevación Universal del Género Humano a la Condición de
los Pueblos creados antes de la Creación de nuestra Tierra para gozar de la
Ciudadanía Sempiterna de su Reino.
Es en este Espíritu que este Libro abre
sus capítulos.
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