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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 

 
 

LA SAGRADA BIBLIA

EL LIBRO DE LOS SALMOS DEL REY DAVID

Libro Primero. 11-20

11
Absoluta confianza del justo en el Señor
 Al maestro del coro. De David.
   
1
Yo confío en Yavé. ¿Cómo, pues, decís a mi alma: “Vuela al monte (como) pájaro?
2
Pues he aquí que entesan los impíos (su) arco, ajustan a la cuerda sus saetas, para tirar en las tinieblas sobre los de recto corazón.
3
Si los fundamentos se destruyen, ¿qué podrá hacer el justo?”
4
Está Yavé en su santo palacio, tiene Yavé en los cielos su trono; sus ojos contemplan (la tierra habitada), sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres.
5
Yavé prueba al justo y al impío, y su alma aborrece al que ama la violencia.
6
Lloverá sobre los impíos carbones encendidos, fuego y azufre, y huracanado torbellino será la parte de su cáliz.
7
Porque justo es Yavé y ama lo justo, y los rectos contemplarán su faz.
   
12
 
Deprecación Contra los Impíos.
Al maestro del coro. A la octava. Salmo de David.
   
1
Salva tú, ¡oh Yavé! porque no hay piadosos,
2
ya no hay fieles entre los hijos de los hombres.
3
Engaña cada uno a su prójimo, hablan con labios fraudulentos y con doblado corazón.
4
Extermine Yavé todo labio fraudulento, toda lengua jactanciosa;
5
a los que dicen: “Con nuestra lengua dominaremos; nuestros labios son con nosotros: ¿quién es nuestro amo?”
6
Por la opresión de los pobres, por los gemidos de los menesterosos, ahora mismo voy a levantarme, dice Yavé, y les daré la salvación por la que suspiran.
7
Las palabras de Yavé son palabras limpias, son plata depurada en el crisol, siete veces purgada de tierra.
8
Tú, Yavé, nos guardarás, tú nos protegerás para siempre de esta generación.
9
Paséanse en torno los impíos, prevalecen insolentes sobre los hijos de los hombres.
 
13
 
El justo, en peligro, implora el auxilio
Al maestro del coro. Salmo de David.
   
1
¿Hasta cuándo, por fin, te olvidarás, Yavé, de mí?
2
¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?
3
¿Hasta cuándo tendré yo preocupaciones en mi alma y pesares diariamente en mi corazón? ¿Hasta cuándo mis enemigos prevalecerán sobre mí?
4
¡Mírame, respóndeme, Yavé, Dios mío! Alumbra mis ojos, no me duerma en la muerte.
5
Que no pueda decir mi enemigo: “Le vencí.” Mis enemigos se regocijarían si yo cayese.
6
Pero yo espero en tu piedad. Mi corazón se alegrará en tu salvación; cantaré a Yavé, que me colmó de bienes.
   
14
 
Seguridad del justo en el castigo de los impíos
Al maestro del coro. De David.
   
1
Dice en su corazón el necio: “No hay Dios.” Se han corrompido, hicieron cosas abominables, no hay quien haga el bien.
2
Se inclina Yavé desde los cielos hacia los hijos de los hombres para ver si hay algún cuerdo que busque a Dios.
3
Todos se han descarriado y a una se han corrompido; no hay quien haga el bien; no hay ni uno solo.
4
¿No saben todos los obradores de iniquidad que comen mi pueblo como el pan, que no invocan a Yavé?
5
Temblarán con temor grande, pues Yavé está con la generación justa.
6
Queréis frustrar los consejos del desvalido, pero Yavé es su refugio.
7
¿Quién otorgará desde Sión la salvación a Israel? Al hacer retornar Yavé a su pueblo, se alegrará Jacob, se gozará Israel.
   
15
 
Condiciones de pureza del que ha de estar ante el Señor
   
1
Yavé, ¿quién es el que puede ser huésped de tu tabernáculo, quién podrá residir en tu monte santo?
2
El que anda en integridad y obra la justicia, el que en su corazón habla verdad,
3
el que con su lengua no detrae, el que no hace mal a su compañero ni a su prójimo infiere injuria.
4
El que menosprecia con sus ojos al reprobo, pero honra a los temerosos de Yavé; el que, jurando en daño suyo, no se retracta;
5
el que no da a usura su dinero y no admite cohecho para condenar al inocente. Al que tal hace, nadie jamás le hará vacilar.
   
16
 
El justo espera en el Señor aun para después de su muerte
 Miletam. De David.
   
1
Guárdame, Yavé, pues a ti me acojo.
2
Yo dije a Yavé: “Mi Señor eres tú, no hay dicha para mí fuera de ti”.
3
Cuanto a los santos que están en la tierra, “son mis príncipes en los que tengo mi complacencia”.
4
Multiplican sus dolores los que siguen a otros dioses; no derramaré yo sus libaciones de sangre y no pondré sus nombres en mis labios.
5
Yavé es la parte de mi heredad y mi cáliz; tú eres quien me garantiza mi lote.
6
Cayeron para mí las cuerdas en parajes amenos, y es mi heredad muy agradable para mí.
7 Bendeciré a Yavé, que es quien me aconseja; aun de noche me reprenden mis ríñones.
8 Tengo siempre a Yavé ante mí; porque está a mi diestra, no me moveré.
9 Por eso se alegra mi corazón y jubila mi lengua, y aun mi carne descansa segura,
10 pues no abandonarás mi alma al seol ni permitirás que tu fiel vea la fosa.
11 Tú me enseñarás el sendero de la vida, la hartura de alegría ante ti, las delicias a tu diestra para siempre.
   
17
 
Confianza del justo en el juicio del Señor
 Plegaria. De David.
   
1
Oye, Yavé, lo justo; atiende a mi grito suplicante; presta oído a mi plegaria, (proveniente) no de labios dolosos.
2
Que mi juicio salga de tu presencia y vean tus ojos lo que es recto.
3
Tú has sondeado mi corazón, lo visitaste de noche, me has pasado por el crisol, sin encontrar en mí malicia. Mi boca no ha cometido transgresión.
4
Respecto a las acciones humanas, conforme a las palabras de tus labios, yo me he guardado de procedimientos de violencia.
5
Afirma mis pies en tus senderos, para que mis pasos no titubeen.
6
Yo clamo a ti, pues tú me responderás, ¡oh Dios! Inclina hacia mí tu oído, escucha mis palabras.
7
Haz ostentación de tu magnífica piedad, tú que salvas a los que a tu diestra se acogen de los adversarios.
8
Guárdame como la niña de tus ojos, escóndeme bajo la sombra de tus alas.
9
Ante los malos, que pretenden oprimirme; ante mis enemigos, que furiosos me rodean.
10
Cierran su duro corazón y hablan jactanciosamente con su boca.
11
Ya me cercan sus pasos, clavan sus ojos para echarme por tierra.
12
Parecen leones ávidos de desgarrar, cachorros de león que acechan en la madriguera.
13
Álzate, Yavé; vete a su encuentro; derríbalos; con tu espada salva mi alma del impío,
14
de los mortales, por tu mano, Yavé; de los mortales que tienen el mundo por lote en esta vida. Que tu tesoro llene su vientre, que se sacien los hijos y dejen el sobrante a sus pequeñuelos.
15
Yo en justicia contemplaré tu faz, y me saciaré, al despertar, de tu imagen.
   
18
 
Canto Triunfal de David
Para el maestro del coro. Del siervo de Yavé, David, que dirigió a Yavé las palabras de este cántico cuando le hubo librado Yavé de las manos de todos sus enemigos y de la mano de Saúl.
   
1
Dijo, pues:
2
Yo te amo, Yavé, fortaleza mía.
3
Yavé es mi roca, mi ciudadela, mi libertador, mi Dios, mi roca, a quien me acojo; mi escudo, mi fuerza salvadora, mi asilo.
4
Alabándole, invoco a Yavé, y de mis enemigos seré salvo.
5
Ya me rodeaban las olas de la muerte y me aterrorizaban los torrentes de Belial;
6
me aprisionaban las ataduras del seol, me habían sorprendido las redes de la muerte.
7
Y en mi angustia invoqué a Yavé y lancé hacia mi Dios el grito. El oyó mi voz desde su palacio, y mi clamor llegó a sus oídos.
8
Conmovióse y tembló la tierra, vacilaron los fundamentos de los montes, se estremecieron ante Yavé airado.
9
Subía de sus narices humo, y de su boca fuego abrasador, carbones por El encendidos.
10
Abajó los cielos y descendió, negra nube tenía bajo sus pies.
11
Subió sobre los querubes y voló; voló sobre las alas de los vientos.
12
Hizo de las tinieblas un velo, formando en torno  a sí su tienda: calígine acuosa, densas nubes.
13
Ante el resplandor de su faz, las nubes se deshicieron: granizo y centellas de fuego.
14
Tronó Yavé desde los cielos, el Altísimo hizo sonar su voz.
15
Lanzóles sus saetas y los desbarató, fulminó rayos y los consternó.
16
Y aparecieron arroyos de aguas, y quedaron al descubierto los fundamentos del orbe ante la ira increpadora de Yavé, ante el soplo del huracán de su furor.
17
Y extendió desde lo alto su mano, y me cogió, me sacó de la muchedumbre de las aguas.
18
Me arrancó de mi poderoso enemigo, de los que me aborrecían y eran más fuertes que yo.
19
Querían asaltarme en día para mí fatal, pero fue Yavé mi fortaleza,  
20
y me sacó a lugar holgado, salvándome, porque se agradó en mí.
21
Me ha remunerado Yavé según mi justicia, conforme a la pureza de mis manos me ha pagado.
22
Porque yo he guardado los caminos de Yavé, y no me había impíamente apartado de mi Dios,
23
pues tenía ante mí todos sus juicios y no apartaba de mí sus estatutos,
24
sino que con El fui íntegro y me guardé de la iniquidad.
25
Y me retribuyó Yavé conforme a mi justicia y según la limpieza de mis manos a sus ojos.
26
Con el piadoso muéstrase piadoso, íntegro con el íntegro,
27
sincero con el sincero, y sagaz con el perverso astuto.
28
Pues tú salvas al humilde y humillas los ojos altaneros.
29
Pues tú haces lucir mi lámpara, ¡oh Yavé! tú, mi Dios, que iluminas mis tinieblas.
30
Gracias a ti puedo embestir a un tropel de enemigos; y con mi Dios traspaso la muralla.
31
Irreprochable es el camino de Dios, acrisolada es la palabra de Yavé.
32
Porque ¿qué Dios hay fuera de Yavé? ¿Qué roca fuera de nuestro Dios?
33
Es el Dios que me ciñó de vigor e hizo irreprochable mi camino;
34
que me igualó mis pies a los del ciervo y me ha reafirmado sobre las alturas;
35
que adiestró mis manos para la batalla y mis brazos para entesar el arco de bronce.
36
Tú me entregaste tu salvador escudo, tu diestra me fortaleció y tu solicitud me engrandeció.
37
Me hacías correr a largos pasos, sin que se cansaran mis rodillas.
38
Perseguía a mis enemigos, y los alcanzaba, y no volvía sin haberlos desbaratado.
39
Los machacaba sin que pudieran resurgir; caían bajo mis pies.
40
Me ceñiste de fortaleza para la guerra, sometiste a los que se alzaban contra mí.
41
Obligaste a mis enemigos a darme la espalda, a los que me odian los exterminaste.
42
Vociferaban, pero nadie los libraba; clamaban a Yavé, pero no los oía,
43
y los dispersaba cual polvo cara al viento, y cual lodo de las plazas los hollaba.
44
Me libraste de las sediciones del pueblo y me pusiste a la cabeza de las gentes; pueblos que no conocía, me servían.
45
Al oír hablar me obedecían. Los extraños me lisonjeaban.
46
Los extranjeros palidecían y salían temblorosos de sus fuertes.
47
¡Viva Yavé y bendita sea mi Roca, sea ensalzado Dios, mi Salvador!
48
E1 Dios que me otorga la venganza y me somete los pueblos.
49
E1 que me libra de mis enemigos, el que me hace superar a los que se alzan contra mí, el que me libra del hombre violento.
50
Por eso te alabaré, ¡oh Yavé! entre las gentes, y cantaré salmos en tu honor.
51
El que da grandes victorias a su rey, el que hace misericordia a su ungido, a David, y a su descendencia por siempre.
   
19
 
Los cielos cantan la gloria del Señor, cuya Ley es perfectísima
 Al maestro del coro. Salmo de David
   
1
Los cielos pregonan la gloria de Dios,
2
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
3
El día transmite el mensaje al día, y la noche a la noche pasa la noticia.
4
No son discursos ni palabras cuya voz deje de oírse.
5
Su pregón sale por toda la tierra, y sus palabras llegan hasta los confines del orbe. Puso en ellos una tienda para el sol,
6
el cual, semejante al esposo que sale de su tálamo, se lanza alegre, como valiente, a recorrer su camino.
7
Sale de un extremo de los cielos, y su curso llega hasta sus confines, y nada se oculta a su calor.
8
La Ley de Yavé es perfecta: restaura el alma; el testimonio de Yavé es fiel: hace sabio al simple.
9
Los preceptos de Yavé son rectos: alegran el corazón; los mandatos de Yavé son limpios: esclarecen los ojos.
10
El temor de Yavé es puro: permanece por siempre; los juicios de Yavé son verdad: del todo justos.
11
Son más estimables que el oro acrisolado, más dulces que la miel, que el jugo de los panales.
12
También tu siervo es iluminado por ellos, y en guardarlos halla gran provecho.
13
¿Quién será capaz de conocer los deslices? Limpíame de los que se me ocultan.
14
Retrae también a tu siervo de los movimientos de soberbia, no se adueñen de mí; entonces seré irreprochable y purificado del gran pecado.
15
Séante gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón. ¡Yavé, mi Roca y mi Redentor!
   
20
 
Deprecación por el Rey que va a la Guerra
 Al maestro del coro. Salmo de David.
   
1
¡Óigate Yavé en el día de la angustia,
2
protéjate el nombre del Dios de Jacob!
3
Envíete su auxilio desde su santuario, sosténgate desde Sión!
4
¡Acuérdese de todas tus oblaciones y encuentre suculento tu holocausto! Selah.
5
¡Que El te otorgue según tu corazón y cumpla todos tus designios!
6
¡Que podamos cantar tu victoria, y en el nombre de nuestro Dios enarbolemos la bandera! ¡Que Yavé cumpla todas tus demandas!
7
Ahora sé que otorga Yavé la victoria a su ungido, que le responde desde su santo cielo con las proezas salvadoras de su diestra.
8
Estos en carros, aquéllos en caballos, pero nosotros nos acordamos del nombre de Yavé, nuestro Dios.
9
Ellos vacilaron y cayeron, pero nosotros nos alzamos y resistimos.
10
Salvad al rey, ¡oh Yavé! ¡Respóndenos en el día que te invocamos!
   

C.R.Y&S