TERCERA
PARTE
.
LA
IMMACULADA CONCEPCIÓN
1
Como se
desprende automáticamente de la Creación del universo acorde a la Historia Divina
de Jesucristo, la potencia intelectual de todo hombre para interpretar la
Palabra que Dios sella es absoluta e infinitamente nula. La imbecilidad propia
de la Razón Sola, clamada por los siervos de Satán, llamados padres de la Reforma
y divinos de Westminster, se corrió de la esquizofrenia protestante y
calvinista a las ciencias, haciendo de los Newtones y
los Einsteines, amén de todos los ideólogos y filósofos
anticristianos de los siglos modernos, verdaderos idiotas ocultando bajo la máscara más atroz, la de
las guerras mundiales, la maldad que procede
de quien en su orgullo se cree más listo que Dios y en su omnipotente ignorancia más sabio que el
Creador del Universo, atreviéndose desde esa Ignorancia Suprema a dictarle
leyes al Universo.
Nadie puede entrar
en la Mente de Dios excepto quien nace en la Mente de Dios.
Tres Mil Quinientos
Años desterrados del Conocimiento de la Verdadera creación de los Cielos y de la
Tierra confirman lo expuesto.
Desde esa Ignorancia
inconquistable por la Razón Humana los sabios de sus propios bolsillos, haciendo
de las iglesias las minas de oro de las que extraer de los pueblos el alma del Hombre
a la Imagen y Semejanza del Hijo de Dios, vinieron diciendo que Dios se alzó en
Cólera delante del Acontecimiento de la Caída del reino de su hijo Adán en respuesta
lógica a quien se creyó un dios y actuó como soberano absoluto, a sus pies la
vida y la muerte de todos sus súbditos; ejemplo maligno universal que los reyes de la Tierra cultivaron en sus
casas, haciendo del espíritu de su dios y padre, Satán, causa legal para declarar
divina esa Inmunidad, que ellos llaman Constitucional o Parlamentaria, contra las
leyes de la Civilización. Meta inmunda que vemos al presente expuesta en la Guerra de la
Tercera Roma, la hija del Imperio de Bizancio, heredera del Imperio Romano,
llamado a su Destrucción desde la Muerte
de Cristo, como se verá en los próximos años para gloria de Dios y bien de
todas las naciones de la Tierra.
La Cólera de
Dios ante el cadáver de su hijo Adán era natural. Pero sobre esta impresión para idiotas sin inteligencia hay que entender que
los ojos de Dios estaban puestos en la visión de su Verdadero Enemigo. Era su Creación
entera la que acababa de recibir un
jaque mate.
Yavé Dios lo
había dado todo como Padre a fin de corregir la conducta de su hijo Satán. No
había servido de nada. Tanto cuanto más Amor
puso sobre la mesa, tanto más Odio recogió. Ya nada podría ser igual. La Muerte
había entrado en su Creación y era al Creador a quien le tocaba vestirse de Guerra sin Cuartel por la
Libertad y la Vida de su Mundo. Cualquier otra consideración debía ser abandonada. Por esto
dictó sentencia con la frialdad de quien no conoce ni a Adán ni a Satán. El Traidor
como el Transgresor, ambos habían levantado la bandera de la Guerra contra el Espíritu
de Dios y ambos debían morir.
Nadie, absolutamente
nadie está sobre la Ley. La Inmunidad respecto a la Ley es la puerta abierta a
la Ruina del Estado y la Civilización que consagra semejante Delito contra la
Igualdad y la Libertad de todos los ciudadanos. El simple Hecho de considerar Constitucional
la Inmunidad del Gobernante es un paso hacia la locura que, permaneciendo,
conduce a la Guerra civil y a la Guerra Mundial, preámbulo de la Destrucción de
toda vida.
Dios no podía
admitir, bajo ningún concepto semejante delirio. Su Sentencia fue Santa, Buena y
Justa. Pero más allá de esta Justicia Inmaculada, Incorruptible e Inmarcesible,
Dios debía mirar cuál sería el Futuro de la Creación.
Esa Bestia había
acorneado ante. Mientras su Reino y Civilización permaneciesen fundados sobre
los mismos presupuestos en el origen de las Rebeliones de los hijos de Dios, el
problema seguiría creciendo. Como Creador y como Padre, Dios debía hundir en el Abismo semejante perspectiva. Este
y no otro era el verdadero estado de la Mente Divina cuando sentenció a la víctima como al homicida a vivir el Castigo de los que sus delitos
les había hecho merecedores.
¿Qué medidas
tomó el Señor Dios, Creador del Cosmos?
Desde luego
nadie las vio. Dios selló su Mente incluso a los ojos de su Hijo Unigénito. De
hecho vemos entrar a Este en nuestra Historia cabalgando el Caballo de la Guerra,
su Manto cubierto de la Sangre que en su Guerra contra la Serpiente del Edén se
disponía a cosechar.
El Silencio
de Dios Padre fue absoluto. La frialdad
con la que Dios entrego el Género Humano a su Enemigo, recogiendo Satán la
corona de Adán, fue más gélida que el Hielo que cubrió la Tierra al final del
Primer Día. Tan poderoso fue ese Silencio que creyendo ser su fuente la
impotencia para cumplir su Sentencia: “Un
hijo de Eva te aplastará la cabeza”, aquel hijo de Dios se presentó delante
del Creador del Cosmos, como veos en el libro
de Job, como quien se burla de un enemigo vencido.
Según la opinión
de aquella Bestia, el jaque mate de la
Muerte a Dios era invencible.
Frío como el
Hielo de los Abismos a la burla de
aquella Bestia, Dios mantuvo el Sello sobre su Mente, cuya Naturaleza nosotros podemos
ver, como quien se quita el velo de los ojos de la mente, una vez glorificado
Dios por la Victoria del Rey, nuestro Jesucristo.
En verdad a quien
le tocaba directamente esta Guerra entre la Muerte y el Creador era a su Hijo
Jesús. La Experiencia de su Padre con la Ciencia del Bien y del Mal era infinita.
Su Hijo Jesús no había vivido jamás la
experiencia de un Mundo sujeto a la Ley de la Muerte.
Desde la Razón
sola de Satán el as que esperaba contar en la manga se basaba en la Tentación
que la experiencia podía suponerle al Rey de reyes y Señor de señores del Imperio
de Yavé Dios, su Padre. Este, Yavé Dios,
no tenía ninguna Duda sobre la Respuesta de su Hijo Jesús a la Guerra que se le
había declarado abiertamente al Espíritu Santo. “Dos Personas, un único Espíritu”.
El Espíritu que vive en el Padre, vive en el Hijo.
De todos modos la Creación entera tenía que
ver esta Verdad, vivirla. Dios no podía permitir que la Redención fuese considerada un Indulto por
el que se establece una Amnistía sobre Acontecimientos Futuros desde una posición de Inmunidad frente
a la Ley Universal que sostiene la Vida entera de todos los Pueblos precisamente
en la Igualdad de todos los seres, sea siervo, hijo o hermano del propio Dios,
delante de la Justicia.
El Espíritu Santo
es la Fuente de la Ley, y cultivando la abominación que Dios siente contra la Corrupción
y su fruto, la Guerra, Yavé Dios acabaría por levantar su Brazo contra toda
vida. Dios debía devolver el jaque mate
a la Muerte, y lo que es más grande, darlo con su Rey.
Observamos
en el episodio de Job que la confianza del Diablo, Satán, la Serpiente Antigua,
respecto a su victoria sobre el hijo del Hombre, el hijo de Eva, era absoluta.
Habiendo sido él quien le abrió a la Muerte la puerta a nuestro Mundo, en su
Ignorancia sobre la Naturaleza del Espíritu de Dios, y basándose en su Interpretación
de la Ley de la Venganza, cual Bestia que era, y mientras más se hunde el ser en
la Corrupción más Bestia se deviene, el Fratricida se olvidó que Dios, antes
que Creador y Padre, es el Señor del Infinito y de la Eternidad. Yavé Dios es Creador
del Cosmos.
Cierto, la
Ley establece que de un hijo de Dios cualquier
otro hijo de Dios puede ser llamado por su Padre para tomar hacer Justicia y vengar la Muerte de su
hermano. Dios, al parecer del Diablo, se había atado las manos al decir que un
hijo de Eva sería el Vengador de la Sangre de su padre Adán. ¡Cómo imaginar que el hijo de Dios elegido entre
los hermanos del muerto sería el Unigénito en persona, como quien dice: “el Niño
de su Padre”.
Escrita la
Ley “un hijo de Eva te aplastará la cabeza”, la elección de un hijo de Dios, “no
de nuestra creación”, quedaba totalmente excluida. Tanto más la posibilidad de la Elección del Todopoderoso
Primogénito de Yavé Dios, ese mismo Dios ante cuya presencia la Bestia osó
adelantarse como quien se burla de su víctima en su propia cara. Y sin embargo Dios
lo anunció: “Una Virgen concebirá y dará luz a un hijo que será llamado Dios
con Nosotros, padre sempiterno, príncipe de la Paz”. Palabra Divina que nos abre la puerta
al Misterio de la vida de los Profetas.