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INTRODUCCIÓN GENERAL A LA BIBLIALA BATALLA FINAL POR LA SALVACIÓN DE LA PLENITUD DE LAS NACIONES DEL GÉNERO HUMANO
PRIMERA PARTE I
ANTIGUO
TESTAMENTO
La Biblia
tal cual la conocemos se basa en un Principio Universal Supremo, que comprende
en su cuerpo literario el espíritu de la Ley, el alma Moral de la Sociedad y la
razón Metafísica de la Historia en cuanto Movimiento del Género Humano en el
Tiempo y el Espacio, y por extensión: de la Creación entera. Este Principio es
la Biblia. Sea en cuanto Religión aplicada a la Humanidad en tanto que Ser: el
Cristianismo; sea en cuanto Acto aplicado a una Raza en tanto que elegida: el
Judaísmo, la Biblia es el Principio inconmovible que mantiene la Historia
Universal en evolución constante desde el Caos y la Anarquía a la Armonía y el
Derecho Natural a la Inteligencia del Ser de Dios nuestro Creador.
El Hombre es
anterior a todo libro escrito, y como Ayer igualmente Mañana el Hombre puede
sobrevivir sin libro alguno. Pero la Civilización no puede subsistir sin la
Biblia; la Civilización es el fruto de la Biblia.
Antes de
Cristo no hubo Civilización.
La
Civilización comienza con el Cristianismo, y es en el Cristianismo y durante su
proceso de crecimiento y edificación que la Civilización se fue formando hasta
devenir consciente de su Ser.
Por
supuesto, esta declaración debe parecerle una negación a los historiadores institucionales,
y, por ende, a todo el que ha sido habituado a creer en ideas y enseñanzas programadas
para anular su Juicio Objetivo; pero lo cierto es que antes de Cristo las
sociedades se basaron en un principio de Fuerza Animal Bruta sin conexión
alguna con la Naturaleza de lo que es la Civilización.
Todos los
progresos del Mundo Antiguo tuvieron una única realidad, el Poder.
Todos los
progresos habidos durante los días de los imperios antiguos tuvieron
exclusivamente el Poder como meta. Ahora bien, la Civilización es todo lo
contrario a dicha meta.
La
Civilización es un espacio de convivencia para pueblos procedentes de distintos
orígenes entregados a compartir la Existencia en el Tiempo a la luz de una
misma Ley Universal.
No vemos que
este Sentido haya tenido arte ni parte en los imperios del Mundo Antiguo; y,
concediendo, podemos admitir que la Idea encontró en el Imperio de Ciro su
primer exponente, idea que Alejandro intentó rescatar y César Augusto quiso
materializar.
El fracaso
estuvo en la propia semilla. No se puede imponer la Civilización por la Fuerza.
La Civilización, en tanto en cuanto Espacio de Convivencia en la Paz y en la
Libertad, implica la Fraternidad entre las naciones, y jamás el Concepto de
Superioridad de Raza que animó a los imperios antiguos y ha seguido viajando
por los siglos hasta desembocar en la Ideología que la Alemania Nazi importó
del Fascismo inherente a la Concepción Darwinista de una Humanidad dividida en
Débiles y Fuertes.
La
Concepción darwinista sobre una especie humana dual no fue sino la resurrección
de la antigua ideología imperialista que dividió a la Humanidad es esclavos y
libres, y desde esa base forjó su ley de fuego y hierro. Evidentemente, al
Mundo Británico de los días de Charles Darwin esta resurrección de la Vieja
Ideología de la dualidad Esclavos-Libres en su forma Fuerte-Débiles le venía a
su Imperio, basado en el Fuego y el Hierro, como anillo al dedo, y de él hizo
la Ciencia Anglosajona su Nuevo Evangelio. La Alemania de la primera parte del
Siglo XX no hizo sino aplicarse el cuento.
Alemania
vivió durante el período de entreguerras mundiales una generación de genios y
sabios de la talla de Werner von Braun, Heisenberg, Plank, Konrad Lorenz,
Einstein, y un largo etcétera, creyentes acérrimos todos, y uno por uno, de la
Teoría Fascista Dual de Darwin, Teoría que exponía al pueblo Alemán a aplicarse
la conclusión debida: el Alemán, vista su Inteligencia, era la Raza Fuerte
llamada a dominar el mundo, y si para ello tenía que aplastar al Débil, el
Débil sería aplastado, sin misericordia ni piedad.
Malignidad
que, en efecto, se puede ver en el Credo Nazi, pero en ningún momento
incongruencia. Hitler y su generación pusieron en obras lo que el Credo
Darwinista sostuvo con palabras.
La Historia
de la Civilización, por consiguiente, es la Historia de la Civilización
Cristiana. La Igualdad de todos los hombres sobre la que se fundó la Sociedad
Cristiana es la Roca sin cuyo Fundamento no existe Civilización. Llamar
Civilización al Imperio Asirio, al Babilonio, al Medo, al Romano, es un
ejercicio de estupidez tan vasto que no merece pérdida de nuestro tiempo.
Dicho esto,
si desde el principio de su Historia el Cristianismo estuvo sujeto a proceso de
persecución y destrucción, por lógica la Civilización tenía que estarlo. Como
lo estuvo. A nadie se le oculta que la destrucción del Imperio Romano corrió
paralela al intento de la destrucción de la Civilización Cristiana en su
Infancia Ontológica. Desde los días de Arrio y de Atila, desde los días
de Mahoma hasta Stalin, la Civilización y el Cristianismo han crecido y se han
desarrollado en lucha desgarradora constante contra una sucesión imparable de
fuerzas destructoras, externas e internas, consecuencias de las cuales fueron
revoluciones y guerras mundiales, el fin de cuyo proceso debía ser la
Destrucción del Cristianismo y su Civilización.
Tenemos que
felicitarnos por la Victoria. El Cristianismo y la Civilización siguen en pie.
Y aunque al presente se quiera separar Civilización y Cristianismo, en base a
razones subjetivas, el hecho es que esas fuerzas dejarán de existir y el
Cristianismo y su Civilización consumarán su proceso de creación en la Adhesión
de todas las naciones al Reino de Dios.
Así pues,
desde la Semilla que en Abraham y sus padres comenzó a echar raíces en la
Historia, hasta el Nacimiento del Verdadero Fundador de la Civilización en la
Tierra, nuestro Jesucristo, un Mundo de animales y bestias racionales buscó la
eternidad de su Sociedad Salvaje basando su victoria en el Poder de la Fuerza
Bruta. Pero el salto de una Sociedad Animal-Racional a la Civilización
Espiritual-Ontológica sólo puede basarse en el Poder de Aquel Creador del
Universo que creó al Hombre a su Imagen y Semejanza a fin de establecer entre
la Creación y Dios una Sociedad basada en el Ser en tanto en cuanto sujeto de
Deber y de Derecho. Es decir, engendrar en el devenir de lo Humano un hijo de
Dios.
Este
Proceso, expuesto a su fracaso apocalíptico desde los orígenes de la Historia
Universal escrita, cual se refleja en la Biblia, es el que viene a ser
retomado- Redención mediante- con el Nacimiento de Jesús, y en la Muerte de
Cristo se abre a toda la Humanidad, extendiendo Jesucristo con su Resurrección
lo que se hizo a título individual al dominio universal. Es decir, visto que
desde su Nacimiento el Cristianismo, en la Persona de su Fundador, como acabo
de decir, ha estado sometido a constante presión destructora, su fruto: la
Civilización (Cristiana por en cuanto sin el Cristianismo jamás se hubiera
producido el salto de la Sociedad Animal-Político-Racional a la Civilización
del Derecho; y precisamente porque éste era el Fin del Cristianismo que Dios
puso sobre la faz de la Historia al hacerse hombre su Hijo), la Civilización
Cristiana ha sido objeto de constantes ataques destructivos, desde fuera como
desde dentro. Pero mientras exista la Biblia el Cristianismo seguirá su
evolución histórica hasta unir la Plenitud de las Naciones del Género Humano en
un Único Reino Universal, cuya Corona reposa en la Cabeza del Hijo Unigénito de
Dios. Este es el Fin de la Historia: la Glorificación del Hijo de Dios.
Dada esta
Meta se entiende que Dios y su Libro hayan sido objetos de persecución y
exterminio por parte de todos los poderes ciegos que tuvieron y tienen en la
Unificación del Género Humano en un sólo Cuerpo su enemigo público número uno.
La
Coronación del Hijo Unigénito de Dios como Rey Universal Sempiterno es una
Declaración de Abrogación de todas las Coronas de la Creación: Pasada y
Presente, y un Manifiesto de Libertad por el que la Obediencia Debida de todo
Ciudadano del Reino de Dios a los Poderes establecidos queda abolida en
Exaltación Omnipotente del Poder de Aquel en cuyas Manos nuestro Creador ha
dispuesto que estén todas las cosas, las del Cielo y las de la Tierra: por la
Eternidad.
La Biblia
es, ante todo y sobre todo, la Crónica de una Revolución Universal que le
afecta a la Creación entera y establece la Historia del Futuro de la Eternidad
desde un Principio Nuevo. Desde el Prólogo mismo de la Biblia, La Creación del
Universo, Dios se manifiesta su Autor y expone la Fragilidad de su Libro a los
ojos de un Mundo cuya Ignorancia sobre las Causas de la Revolución del Reino de
Dios, que en la Biblia encuentra su Prehistoria, era tan grande como inmensa la
diferencia entre la Inteligencia del Creador y su Criatura.
En efecto,
el “animal racional”, en su versión política o en su versión filosófica, es una
criatura impotente frente al abismo que separa la Razón Humana de la
Inteligencia Divina. Y sin embargo el Hombre fue creado para alcanzar la
Inteligencia sin límites a imagen y semejanza de la Naturaleza de la
Inteligencia de su Creador. Pero privado de esta elevación su Historia
tenía, por lógica, que escribir en las páginas del Universo la Crónica de una
Guerra Civil Perpetua cuyo Fin, por ley, habría de conducirnos a todos al
Apocalipsis.
La Biblia
es, por consiguiente, la Crónica de la Fundación del Reino Universal de Dios,
Padre e Hijo, en el Espíritu Santo, (Antiguo Testamento), y el Establecimiento
de la Civilización bajo cuya Bandera y Estandarte Cristianos el Mundo se
encuentra en este momento en tensión final: Obediencia a la Corona del Hijo de
Dios o Rebelión contra la Voluntad de Dios, su Padre (Nuevo Testamento).
En el camino
la Historia Universal es reflejada en una Familia, la de Noé, que se hace Tribu
en Abraham el Hebreo, y se desarrolla hasta devenir Nación, la Judía, en cuyos
hijos e hijas todo lo bueno y todo lo malo encontró cuerpo a fin de que en su
carne y en su sangre la Humanidad, como se lee, recibiéramos un Curso Divino
sobre la Ciencia del bien y del mal, cuyo desconocimiento ocasionó la ruina
temporal de nuestro Género.
Desde el
conocimiento de esta Ciencia del Bien y del Mal se entiende la naturaleza del
ataque de la Razón contra la Fe, y su interés en reducir a fábula el Libro de
los Orígenes del Género Humano.
Mi trabajo
en Prehistoria y Fundación del Reino de Dios fue entrar en la
Historia de esa Familia, Tribu y Nación Hebrea a la luz de la Historia
Universal rescatada de su tumba por la Arqueología, contra cuya Historia la
Razón, antes de la Arqueología, se lanzó con la furia de una bestia depredadora
dispuesta a devorar página por página cada uno de los libros de las Sagradas
Escrituras. La necesidad es obvia. Aun cuando la dialéctica de la Razón del XIX
contra la Veracidad Histórica de la Biblia ha sido desmantelada por la
Arqueología, enfangado el Siglo XX en el Apocalipsis de su destrucción total,
los Historiadores del XXI aún no han deshecho lo que la Razón hiciera, y sigue
circulando en el mundo la montaña de sentencias sin fundamentos científicos que
los profetas del Socialismo y del Evolucionismo escribieron contra el
Cristianismo.
Aun cuando
no lo crean, ellos pasarán, ya están pasando: “Pero mi Palabra no pasará
jamás”.
FUNDACION
DEL REINO UNIVERSAL
La segunda
parte del Libro de Dios, el Evangelio, trata de la Batalla entre la Vida y la
Muerte, del Cielo contra el Infierno, y glorifica la Victoria del Espíritu
Santo contra el espíritu Maligno; de Cristo sobre el Diablo.
Dice el
Libro de Dios en su tercera parte que llegado el Día Anunciado le ordenó Dios a
todos sus hijos presentarse ante su Trono y deponer sus coronas, a sus pies. De
lo que se lee se ve que unos lo hicieron y otros se negaron, y en consecuencia
los Rebeldes que no lo hicieron fueron perseguidos, destronados y arrojados del
Cielo.
De la
lectura del Nuevo Testamento se desprende que mientras los Príncipes Fieles
persiguieron a los Rebeldes, Dios llamó a su Primogénito, le dio a conocer la
Doctrina del Reino de los Cielos e inmediatamente le envió a nuestro mundo,
donde se encarnó en María, la Virgen de Nazaret, y nació bajo el reinado de los
Herodes en Belén de Judá durante los días del censo universal decretado por
Octavio César Augusto, sobre cuya historicidad hay mucho que decir ... a su
tiempo.
Ignorante y
desconocedor de las medidas revolucionarias que su Padre había proyectado y
empezaban a materializarse a raíz de su Encarnación, el Hijo de Dios descubrió
a Cristo durante el episodio que Él mismo vivió en el Templo, a la edad de los
doce años aproximadamente. En Cristo descubrió Jesús el Pensamiento de Dios, y
lo que es más importante, descubrió el Origen del Espíritu Santo, que estaba en
su Padre, Único Dios Verdadero e Increado que conocieron el Infinito y la
Eternidad.
Se desprende
de la lectura del Nuevo Testamento que Dios le descubrió a su Hijo tanto la
identidad del verdadero Enemigo de su Reino cuanto la Naturaleza de la
Revolución que únicamente y nadie más que Cristo Jesús, el Rey Mesías, el
heredero de todas las promesas escritas en el Antiguo Testamento, nacido del
espíritu de Yavé: “espíritu de inteligencia y sabiduría, de entendimiento
y fortaleza, de consejo y temor de Dios”, podía y debía abrir.
Estando sin
embargo sujeto por su Origen a la estructura del Mundo Antiguo, y porque de
entre todos los príncipes del Cielo Jesús era el Rey de reyes, también a Él le
tocaba obedecer y sujetarse al decreto de Abolición del Imperio que su Padre
dictó y estuvo en la causa de la Batalla en el Cielo, de la que habla en Su
Libro, el Apocalipsis. Al igual que lo hicieron los Príncipes del Cielo,
también el Rey de reyes y Señor de señores debía poner su Corona a los pies de
Dios Padre.
Y así fue;
Jesús, el Primogénito de los hijos de Dios, puso su Corona a los pies del Trono
de su Padre.
De manera
que sujeto a la condición de los particulares que bajo riesgo y cuenta propia
emprenden una revolución sin contar con más fuerza que el amor a la Verdad,
también Jesús fue atrapado por los poderes reaccionarios de este mundo, y,
consecuentemente, entregado a los jueces de Cristo para que fuera contado entre
los malhechores por enemigo de la Nación al caso.
EL
MISTERIO DE CRISTO.
Pero lo que
no sabía nadie, porque nadie podía saberlo, era que al regresar a su Mundo
Jesucristo lo hizo como Rey Todopoderoso a imagen y semejanza de su Padre, y
Glorificado de esta manera llevaba a la Casa de Dios una Nueva familia, su
propia Familia, a nacer, pero que estaba en Su Esposa: la Iglesia Católica,
engendrada para unir a todo el Universo en una misma Religión, y dar luz a una
Descendencia nacida para unir todo su Reino en una misma Inteligencia.
He aquí el
Misterio del Espíritu Santo, que es Cristo: La Cabeza es Cristo Jesús; el
Tronco es la Iglesia Católica, y los Miembros los Hijos de Dios. Aquí está el
espíritu de Inteligencia:
“Tengo por
cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con
la gloria que ha de manifestarse en nosotros; porque la expectación ansiosa de
la creación está esperando la manifestación de los hijos de Dios, pues las
criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por razón de quien las
sujeta, con la esperanza de que también ellas serán libertadas de la
servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los
hijos de Dios”.
¿Cómo puede,
pues, decir la Iglesia Ortodoxa que el Espíritu Santo no procede del Hijo,
siendo el Nombre Nuevo de Jesús: Cristo, y siendo este Cristo Jesús la Cabeza
del Espíritu Santo hecho Hombre, y siendo la iglesia su Cuerpo, cómo puede
moverse el Cuerpo sin la Cabeza o vivir sin recibir todo de su Cabeza?
Y lo que es
objeto de Juicio contra los siervos de Dios: ¿Cómo podrá la Cabeza moverse
libremente si el Cuerpo está dividido y se niega a seguir la dirección marcada
por la Mente de Dios?
Pero esta
División de las iglesias, por la que el Cuerpo y la Cabeza habían de entrar en
Conflicto y por el Cuerpo ser denigrada la Cabeza, ya había sido dada por
descontada en razón de los acontecimientos que la Necesidad de la Muerte de
Cristo vino a poner sobre la mesa de la Historia. La Liberación del Diablo en
el Año Mil, (su consecuencia primera: la División entre Oriente y Occidente en
el 1054), venía dictada por la Necesidad de mostrarle Dios a todos sus hijos
que la Destrucción de quien fuera antes Príncipe del Imperio del Paraíso,
miembro de la Casa de Dios, vendría dada como efecto de su absoluta negación a
someterse a la Civilización del Reino de Dios, contra la que se conjuró al
precio de ser desterrado por la Eternidad.
Habiendo
sido liberado en el Año Mil y conociendo a Dios bien hubiera podido Satán doblar
sus rodillas, reconocer su Error y en razón de ser sólo eso, una Criatura,
pedirle Misericordia al Creador, hasta que su Arrepentimiento hubiese movido el
Corazón de Dios a Perdón. Contrariamente a lo que se hubiese podido esperar de
una Criatura tomada del Polvo y revestida de Inmortalidad Indestructible por el
Poder del Señor y Dios de la Eternidad, el Diablo, la Serpiente Antigua, el
Dragón, cuya Cabeza fue Satanás, se mantuvo en su Conjura a eternidad contra el
Reino de Dios. Una Rebeldía a eternidad que Dios ya había visto pero contra la
que no se podía hacer nada, excepto profetizarle a las iglesias las
consecuencias de esta Necesidad de Liberación del enemigo de Cristo, que por
lógica buscaría dividir las iglesias para conducir a las naciones cristianas
desde la guerra civil, la Guerra de los Treinta Años, a la Guerra Mundial
de Gog y Magog, Stalin contra Hitler, de la que confiaba obtener
el Diablo la Destrucción del Cristianismo y, por tanto, humillar a Dios ante su
Creación al no poder consumar su Voluntad de Conducir la Plenitud de las
Naciones al Encuentro de su Reino.
Así acaba la
Biblia; así cerró Dios su Libro.
Su Hijo
hecho Hombre selló con su sangre su Contenido hasta el Día en que la
Expectación de la Creación se consumase y el Nacimiento del Primogénito del
Testador, sobre el que escribiría su Nombre Nuevo, Cristo, y el Nombre de su
Dios, Yavé, y el Nombre del Monte de Dios, Sión,
nacido para Heredar el Espíritu de Inteligencia, viniese a Luz, y la Puerta
quedase abierta para que todo el mundo entrase y viese el Contenido del Libro
contra el que los sabios de las naciones se levantaron para negar su Origen Divino
II
EL
SILENCIO DE DIOS
La Historia
del Género Humano sin el conocimiento del Antiguo Testamento es imposible
siquiera de conceptuar.
Cuando al
principio del siglo XIX se rechazó la historicidad de los
libros veterotestamentarios se hizo pensando en la ausencia de los
documentos que avalasen la existencia de los personajes y países bíblicos.
Amparados en aquella ausencia las escuelas intelectuales del XIX arremetieron
contra el Cristianismo en forma cada vez más violenta hasta desembocar, de la
mano del anticristianismo científico-cultural del XIX, en las masacres
mundiales y regionales del XX acometidas por los Estados Bolcheviques contra
las iglesias de las naciones donde instaló el Comunismo su imperio de terror y
muerte. El Socialismo nació para destruir al Cristianismo y con él enterrar la
Historia del Género Humano bajo la Cultura de la Bestia que asolara el XX.
El final del
XIX trajo de la mano una revolución arqueológica por la cual los personajes y
ciudades y países bíblicos salieron de sus tumbas para dejar por verdaderos
necios a todos aquéllos pseudo sabios de finales del XVIII y principios
del XIX que usaron la ausencia de dichos Documentos como palanca contra el
Cristianismo. Con todo, la Cosecha Anticristiana y Anticivilizadora se
había hecho, las mieses estaban prestas, los segadores en sus sitios a la
espera de la orden de la Batalla. A semejanza de un campo capaz de dar dos
cosechas en un mismo año, el Siglo XX dio dos cosechas de Destrucción Total.
Si el
Socialismo del XIX fue teórico, el Socialismo del XX fue práctico, y bajo su
práctica decenas y decenas de millones de seres humanos fueron privados de la
vida a la manera que se recoge la mies: aplastando la Bestia Socialista bajo
sus patas todo lo que se le puso en el camino.
El
Socialismo Bolchevique, o Comunismo, y el Socialismo Nacionalsocialista, o
Nazismo, siendo hijos de la misma madre putativa, el Ateísmo del XIX, las dos
bestias fratricidas asesinas se lanzaron la una contra la otra hasta
hacer del mundo una cuba donde las naciones, como viñas, fueron pisoteadas a la
salud del Socialismo del Siglo XX, y del vino bebieron todas las naciones, que,
emborrachadas de sangre, comieron carne humana hasta hartarse.
Sumido el
Siglo XX en el mundo del Infierno Socialista, la Revolución Arqueológica de
finales del XIX quedó aparcada, y la Ciencia de la Historia, aterrorizada por
su Objeto a tiempo real, se perdió en alguna parte de la Nada, para volver a
luz en la carne de un mutante sin capacidad intelectual ni carácter científico
alguno que, bajo el nombre de Novela Histórica, quiso suplir la tarea de los
Historiadores de la Segunda Parte del XX, y usar el escándalo y las lagunas sin
solución, como minas de oro.
El amor a la
Verdad que implica la existencia misma de la Mente Científica, después de las
Dos Grandes Guerras, fue enterrado, y puesto en su lugar el amor a la fama
dorada de los Nobeles, los Medallones Académicos y demás bagatelas cavernícolas
con las que satisfacer la mente de “los sabios” de la Ciencia de la Posguerra.
A estas
alturas, y a pesar del Anticristianismo heredado de la Ciencia del XX, en este
Siglo XXI únicamente los analfabetos vocacionales desconocen la Cronología
Histórico Poli-Milenaria del Mundo en el que vivimos. A falta de sabios los Mass Media se han impuesto el deber de suplir la ausencia
de Conocimiento de la Verdad Histórica con imágenes estereotipadas creadas para
el Control del Orden en el Caos que caracteriza el Nuevo Pragmatismo del
Ateísmo del XXI. Un Ateísmo sin Moral ni Conciencia que lenta pero sin pausa va
imponiendo su Nuevo Orden Mundial Fratricida a caballo de la Razón del
Bestialismo que la caracterizó a lo largo y ancho del siglo XX. Como aquel
Pilatos de los evangelios, el Científico se lava las manos sobre los efectos de
inventos tecnológicos supuestamente nacidos para luchar contra los problemas de
un Planeta aquejado de Muerte Biológica. A diferencia de aquel Platos, el científico
del Siglo XXI se lava las manos en la sangre sin color del Geocidio que
apadrina mediante pandemias, epidemias y guerras genocidas. Contra este Orden
Mundial sin Futuro en el Origen del Universo: el Espíritu del Cristianismo del
Siglo XXI sienta su Base en el Conocimiento Histórico de la Memoria del Género
Humano, plataforma sobre la que todo el Edificio del Futuro se alza en la
Verdad, madre de la Justicia, cuya hija, la Paz, es la única Casa donde la
Prosperidad de las Naciones encuentra su “tierra de leche y miel”. Y todo lo
que sea fundar el Futuro del Siglo XXI sobre bases pragmáticas es luchar contra
la muerte biológica de la Tierra escondiendo la cabeza en la arena.
El Antiguo
Testamento es la Plataforma Histórica Universal sobre la que replantearse la
Concepción de la Ciencia no como un instrumento para la Evolución de la Guerra
y la Imposición de Paz a cambio de pérdida de Libertad, que es el objetivo y
fin de la Política del Orden Global del XXI.
¿Para qué
quiero la Paz si no soy libre? ¿Puede ser la democracia la cobertura para una
justificación de una Dictadura en razón de una necesidad para combatir el caos
que observamos en el mundo? ¿No es mejor morir libres que vivir esclavos, ya de
una ideología, ya de un grupo de intereses, sea de quien sea?
El Antiguo
Testamento es ante todo y sobre todo la Lucha de la Libertad del Hombre en
tanto que Género, representado por la Casa de Adán y la Nación de Israel,
contra las fuerzas dictatoriales de los grupos monárquicos que existieron por
todo el planeta desde la Caída del prime reino que conoció la Tierra, “cuya
corona bajó del Cielo”.
Y a este
punto de la Historia tenemos que dirigirnos si queremos comprender esta Lucha,
pues es desde esta superficie que comienza la andadura de Adán en la Historia
de la Tierra. A medida que avancemos ya descifraremos en términos históricos
cada paso que recoge el Antiguo Testamento, con objeto de situarlo en relación
a la Historia Universal en tanto que Evolución desde la materia al espíritu.
Así pues, el
Valor del Antiguo Testamento, escalómetro respecto
al cual referir la Sucesión de los Imperios desde el Tercer Milenio a.C. hasta
nuestra Era, es de primer orden. Porque su desconocimiento precede a la
esclavización de la Memoria de la Humanidad a los intereses de ciertos grupos
de Poder, su Conocimiento es el principio de la Liberación del Hombre en tanto
que Ser respecto a las cadenas mentales que vistiéndose de progreso, pretenden
sumir bajo las botas del imperio de sus intereses grupales la Libertad más
sagrada que existe, ¡la Libertad del espíritu! No en vano el Socialismo
del Siglo XXI tiende por ley a la lobotomización de
la Memoria del Ser Humano mediante la amputación de la Educación religiosa.
¿Qué más asesino que ese ateo que bajo el imperio del progreso es capaz de
masacrar por millones a quienes presentan un Plan de Futuro diametralmente
opuesto? ¿No ha sido el Ateísmo Científico quien ha conducido al Planeta
al límite de su existencia biológica mediante su Radiografía Termonuclear de la
Tierra? ¿Qué más manipulable que un analfabeto bíblico?
Desde el
Cuarto Milenio antes de Cristo el Género Humano vivió una epopeya irrepetible
que, por su Consumación en el Nacimiento del Cristianismo, resuelve la
existencia de las naciones en el seno de una Comunidad Universal unida en un
mismo Espíritu. Desde Jesús a nuestros días el Futuro del Género Humano ha
dependido del espíritu cristiano para avanzar desde la Caída de la Civilización
Clásica a nuestra generación, superando por el camino tragedias que, de no
haber impregnado Dios al Hombre de su Pasión por la Libertad, jamás hubiera
podido darse nuestro Siglo.
Es en este
contexto que las iglesias, sin distinción, pues Dios a todas las dejó bajo “la
ley de la fe que se corrompe”, para tener de todas misericordia en la
Obediencia a su Voluntad Unificadora Presente, bajo esa ley todas las iglesias,
sin excepción, han dejado escritas páginas de errores incalificables en el
Libro de la Vida. Y sin embargo, quien esté libre de pecado que tire la primera
piedra.
De todos los
errores de las iglesias el Derecho del Individuo a interpretar la Biblia es el
más grande y el núcleo y el seno donde echaron dientes y uñas todas las
herejías de los primeros siglos, su consecuencia fatal más palpable la División
del Reino de Dios en la Tierra, efecto de cuya División, ajustando el hecho al
Decreto: “Todo reino en Sí dividido será destruido”, la Muerte, el Diablo y el
Infierno esperaron cosechar la Destrucción del Cristianismo de la Mano de aquél
que pusiera la Primera Piedra. Ahora bien, ¿dónde está quién puede leer en la
Omnisciencia del Dios Increado y decir: Yo puedo interpretar la Palabra de
Dios? Y con todo, esta demencia es la que implica el Derecho a la
Interpretación de la Biblia. La Biblia no se interpreta: la Biblia se vive. Fue
a causa de ese “derecho” de los teólogos Judíos que la Nación bíblica de Israel
fue reducida a escombros y sus supervivientes desterrados de la heredad de sus
padres a sufrir la Pena que firmaron contra sus hijos: “Caiga Su sangre sobre
nosotros”.
¿Cómo
interpretar lo que está claro como el agua?
La
Interpretación por “la Razón sola” de la Biblia implica en la mente del
intérprete una carencia total de inteligencia en aquel a quien se le
“interpreta”.
La Biblia es
Luz, no existe en el Libro de Dios un solo pasaje oscuro o parte tenebrosa del
que emane confusión.
La Biblia es
Verdad. Quien escribe es el Dios de la Eternidad y del Infinito, quien lee es
polvo de estrellas.
La Biblia es
Vida: El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios; el Espíritu
Santo vive en el Padre y del Hijo y procede de Dios, Padre e Hijo al Hombre.
Jesús es la
Cabeza de Cristo, Cristo es la Cabeza de las Iglesias, Dios es la Cabeza de
Cristo Jesús.
Todo lo que
esté de más y todo lo que esté de menos es enmendarle la plana a Dios. ¿Y dónde
está el necio que se atreverá a ponerle el dedo en la boca a Dios? ¿Celulario?
¿Calvino? ¿Lutero?
El Antiguo
Testamento fue escrito para su Hijo por el Dios de la Sabiduría de la mano de
sus Siervos los Profetas. Siendo Dios Padre quien le habló a su Hijo a través
de sus Profetas: era imposible que hombre alguno, habiendo Dios retirado su
Espíritu del hombre, sin excepción, lo mismo del Judío que del Gentil, pudiera
comprender el Pensamiento y la Palabra del Creador de los Cielos y de la Tierra.
Y habiendo quedado demostrado en la Cruz que sin el espíritu de Inteligencia
nadie puede comprender a Dios, siendo la Fe la Gracia por la que sin Hablar la
Lengua de Dios el Hombre entiende a Dios en el Amor a Cristo, y precisamente
porque se escribió: “pero la creación espera ansiosa la manifestación de los
hijos de Dios”, esto es, la Descendencia de Cristo, siendo quien escribía hijo
de Dios, de la Descendencia de Abraham, no habiéndose manifestado la
Descendencia de Cristo, siendo para esta Descendencia que se escribiera el
Nuevo Testamento, el deseo de Comprender era universal en el Cristianismo, y la
desolación por la imposibilidad de entrar en la Mente Divina fue el principio y
origen de la Interpretación, que, prosperando, dividió a la Casa de Dios en la
Tierra y la ha expuesto al Juicio del Dios que dijo: “Toda Casa en Sí dividida
no subsistirá”. Y habiendo sido Dios quien dijo “Haya Luz”: y hubo Luz, y
firmado con su sangre del Decreto contra la División de su Reino y Casa en la
Tierra, esto es, las iglesias, quien interpreta la Biblia a la luz de su Razón,
ése trabaja para el Diablo, pues todo el que es de Dios, aún sin conocer la
Mente de Dios, permanece en Dios.
Ahora bien,
el Decreto siendo Omnipotente es Maravilloso, y previendo la Obra del Diablo en
los Celularios y Luteros , diciendo “en Sí”
dejó la puerta abierta a la Obediencia en la Unificación; de esta manera en su
Omnisciencia Todopoderosa señalando la naturaleza del Futuro en su Testamento.
El Antiguo
Testamento es, pues, ante todo y sobre todo el Discurso a la luz del día de
Dios para su Hijo. Pues la Caída del Género Humano provocó un Cataclismo en la
Creación que debía ser combatido por Dios. Y pues que el Espíritu de Dios es el
enemigo “de la generación de aquéllos hijos rebeldes” que se alzaron contra Su
Ley, y utilizaron al hombre como hacha con el que declararle la guerra al
Espíritu Santo de Dios, a fin de derribar la Ley: “aquella generación malvada y
perversa” esperó tentar al Hijo de Dios con el fruto de la Ciencia del bien y
del.
La Muerte,
el Diablo y el Infierno usaron al hombre como peón y la Tierra como campo de
batalla.
Siguiendo la
reglas del Encuentro a Muerte entre el hijo de Eva y el hijo de la Muerte, Dios
le habló a su Hijo utilizando por Tinta la sangre de los Profetas. El objetivo
supremo del Discurso era elevar públicamente y para siempre delante de toda la
Creación la Naturaleza del Espíritu Santo de Dios. De aquí que se escribiera: “El
Verbo se Hizo Hombre.”
Y si digo
que la elevación se hizo pública y para siempre pensando en quien no ha
entendido aún que el Espíritu Santo es el Ser del Dios Vivo, y que habiendo
sido puesto en tela de juicio esta Naturaleza por aquélla “generación malvada,
rebelde y perversa” de entre los hijos de Dios “no de esta creación”, fue por
esta Duda que entró el Infierno en la Creación. La Maldad de aquélla
“generación infernal” fue llevada al extremo de Tentar al Hijo de Dios con la
fruta de la Ciencia del Bien y del Mal, es decir: la Guerra.
El Hombre
devino un simple instrumento, un hacha de Guerra en las manos de una generación
de “dioses” conjurados en Rebelión ad eternum contra
el Espíritu Santo; y dado que no pudieron llevar a Dios directamente a poner
entre su Espíritu y sus hijos, “no de esta creación”, un Muro de Separación,
una Ley de Impunidad Específica en razón de la cual el Poder devenía un Olimpo
de “dioses” más allá del Bien y del Mal, es decir, más allá de la Justicia, ésa
“generación homicida y diabólica” quiso conseguir, ganando para su Causa al
Hijo de Dios, lo que no pudieron conseguir atacando directamente a Su Padre.
El Hombre,
usado como un Hacha de Guerra para fines infernales, no pierde esta condición
durante el transcurso de los tiempos de la Biblia. Durante todo el
tiempo Veterotestamentario el ser humano sigue siendo un Instrumento.
Y lo será, sin excepción, durante todo el tiempo del Nuevo Testamento
igualmente.
Pero si en
el caso del Maligno y sus “dioses infernales” el Hombre es un instrumento para
la perdición de la Creación entera; en el caso de Dios el hombre se convierte
en instrumento al servicio de su Creador a la manera que lo es un soldado al
servicio de su Rey, de esta manera engendrando Dios en el Hombre primero
Profetas y luego Apóstoles, “los primeros” como “los últimos” todos al servicio
del mismo Señor, y todos, lo mismo “los últimos” como los “primeros”, sujetos a
la ley que rige la relación Señor-Siervo, donde el Señor manda y el Siervo
obedece, consistiendo todo el trabajo del Siervo en hacer lo que se le dice.
Todos pues,
lo mismo “los primeros”, los Profetas, como “los últimos”, los Apóstoles,
estuvieron sujetos, esclavizados, a la misma Ley de Silencio. Ley de Silencio
que había de permanecer hasta el Final de la Guerra de Dios contra el Infierno,
cuando Dios extendería la Libertad sobre sus hijos, de la Descendencia de
Cristo, y su Inteligencia cubriría, de la Mano de su Padre, toda la Tierra.
Concluyendo:
la Tierra, donde el Futuro de la Creación fue puesto en juego, ha sido, como se
ha visto en la División de las iglesias, el campo de batalla elegido por
quienes le declararon la Guerra a Dios a la salud de la transformación de la
Casa de sus hijos en un Olimpo de dioses, todos ellos más allá de la Justicia,
todos ellos bajo una Ley de Impunidad eterna en razón de la cual las Naciones
pasarían a ser peones en el Tablero de la Existencia, con las que “los nuevos
dioses” podrían jugar a la Guerra para matar el tiempo, concibiendo nacimientos
y muertes de imperios sin pagar jamás el precio por sus crímenes.
Fue contra
esta Idea Infernal que se alzó Dios en Cólera ante el cadáver de su hijo
pequeño Adán, cólera que los “intelectuales de la ciencia” condenaron,
demostrando de esta manera su Ignorancia suprema cuando de lo que se trata es
del pensamiento de Dios, ¿o acaso pretenden maldecir la Justicia de Dios por
Incorruptible?
A esta pregunta tendrá que responder la
Ciencia en este Siglo, y según la respuesta cada cual se juzgará a sí mismo, y
cada cabeza tendrá su parte, quien con el Diablo sueñe con la Guerra como un
derecho Natural del Poder, al Infierno, “la muerte es su parte”; quien con Dios
aborrece ese Derecho y firma el Decreto de Dios contra la Ciencia del Bien y de
Mal, amando la Ley, sin Excepcionalidad, sobre todas las cosas, sobre su cabeza
y para su gozo la vida eterna está dispuesta.
Sobre la
marcha iremos entrando en los pormenores de la Guerra del Reino de Dios contra
el Infierno, siempre teniendo en mente que la Tierra es su Campo de Batalla
desde la Caída de Adán. Olvidar esta realidad es letal y conduce al primer paso
en falso en dirección a la perdición de la propia inteligencia cuando se
confunde la Cólera de Dios ante el cadáver de su hijo Adán con el Juicio de un
Juez Implacable y sin Misericordia.
Aun siendo
un hijo de Dios, Satán, el transgresor, Dios descargó el peso total de la
máxima pena dispuesta contra quien hizo del Ser Humano un instrumento al
servicio de una causa no humana : Tentar del Hijo de Dios con el Fruto del
Árbol Maldito: ¡la Guerra!
Todo el
Antiguo Testamento es una acción de suspense, en cuya trama la creación entera
guarda el aliento a la espera de la Respuesta del Hijo de Dios. ¿Comería el
Hijo de Dios, o no comería? En definitiva, ¿encontraría el Hijo de Dios
agradable la Idea de la transformación de la Casa de “los dioses” en un Olimpo
más allá del Bien y del Mal?
III
EL
NUEVO TESTAMENTO
“La Ignorancia
es la Madre del Cordero” dice el proverbio. De esta forma la Sabiduría pone sus pies en el suelo. La Ignorancia fue
la Causa de la Perdición del Primer Hombre y su mundo. Prototipo de Adán, según leemos en el Libro de
Dios, del Conocimiento del Rey y Señor Jesucristo, Cabeza de nuestro Mundo, será
desde esta proyección del Futuro al
Pasado que debemos comenzar a reinterpretar la naturaleza de la Ignorancia del
rey y señor del Edén.
Prototipo de
Adán, dice Dios en su Libro, con el fin de hacernos ver en el Primer Hombre un hijo de Dios “a imagen y
semejanza” del Modelo Universal del Ser de los hijos de Dios, es decir, Jesucristo.
Cuando leemos “hagamos al Hombre a nuestra imagen y semejanza” entendemos que de
un lado le habló Dios a su Hijo, y del otro siendo el Hijo quien habló, por lo
que dice Dios “El Verbo se hizo carne”, se comprende que el Hijo le hablaba a
sus hermanos “no de nuestra creación”, entendemos que el Fin era el que está
escrito: “Jesús, hijo de David, hijo de Abraham, hijo de Adán, hijo de Dios”.
Creado el Hombre para ser “un hijo de Dios” entre hijos de Dios, y habiéndonos
dado Dios a ver, oír y tocar a ese Prototipo Universal a cuya imagen y
semejanza somos creados todos, la inteligencia se abre a la Sabiduría Divina para
comprender que el Hombre fue creado en el Espíritu de la Verdad, siendo para él
la Palabra de Dios “la Verdad”, tal cual vemos en su Hijo, en quien la Mentira
es Inconcebible tanto más cuanto habiendo sido elevado a la Naturaleza Divina
no existe para un hijo de Dios mayor gloria y tesoro que vivir en el espíritu de
la Verdad. La Palabra del Hijo de Dios es Ley porque la Palabra de Dios es ley.
Creados a “su Imagen y Semejanza” la Vida del Hombre está en la Palabra.
La Palabra
es Dios, Dios es la Verdad, la Verdad vive en el Hijo de Dios, el Hijo de Dios
es la Verdad a imagen y semejanza de cuyo Espíritu es creado y formado todo
hijo de Dios, sea de esta creación o “no
de nuestra creación”.
Únicamente existe
un Dios, cuyo Espíritu vive en las dos Personas Increadas: YAVÉ DIOS PADRE UNIGÉNITO Y JESUCRISTO DIOS
HIJO UNIGÉNITO. Este Dios es el ESPÍRITU SANTO por obra y gracia de quien en MARÍA
se encarnó “el Rey de reyes y Señor de señores” del Imperio de Dios. Este
Espíritu Eterno vive en el Padre y en el Hijo. No hay División entre Dios y su
Hijo porque el Espíritu del Dios Señor del Infinito y la Eternidad, Creador del
Cosmos, “de la Luz y de las Tinieblas”, vive en YAVÉ DIOS y su HIJO JESÚS. El
Origen de la Caída del rey del Edén, padre de Abraham padre de David, padre de
Cristo estuvo en su naturaleza de hijo de Dios a la Imagen y Semejanza de su Rey y Señor JESÚS. La Mentira era inconcebible
en el Hombre antes de la Caída. La Palabra del Hombre, la palabra de todo hijo
de Dios es Ley cuya Fuente es el propio DIOS. En DIOS la Ley es la Verdad. Creer,
por tanto, en la palabra de aquel hijo de Dios, de nombre Satán, que vino a
decirle que era la Voluntad de Dios que comiese del Fruto Prohibido, era para Adán,
el hombre sobre cuya cabeza “la corona que bajo del Cielo” se posó, creer en la
Palabra de un hijo de Dios era creer en Dios, quien le había enviado para
anunciarle que una Era acababa y comenzaba otra; la vieja, durante la cual el
ser humano estuvo bajo la tutela de los hijos de Dios, “no de nuestra creación”,
los dioses de la Antigüedad, deba paso a una Nueva Era en la que el hombre pasaba
a escribir la Historia de su Futuro. Hijo de Dios, el rey del Edén, era llamado
a extender el Imperio de los Cielos en
la Tierra hasta los confines del mundo, para lo cual era investido del Todopoder Natural a quien siendo hijo de Dios es Dios entre
los hombres. Todo hombre quedaba sujetado a su Voluntad, que desde ese momento
pasaba a ser Voluntad del Dios de los dioses. Cualquier resistencia a su Voluntad del rey del a la Tierra pasaba a ser desde
aquel momento consideraba Rebelión a la Corona del Rey y Señor de los Cielos: a
cuya Corina Divina se sujetaba exclusivamente su Voluntad. Elevado a la condición
de los reyes del Imperio de DIOS, el rey de la Tierra no podía ser juzgado por
nadie y heredaba Poder Absoluto para extender el Imperio de los Cielos en la Tierra:
el Fin justifica los Medios.
La Astucia
de aquella Serpiente, hijo de Dios, de nombre Satán, era Veneno Maligno y Perverso por en cuanto
manipulando la Ignorancia del Hombre sobre la existencia de la Mentira, y su Fe
Divina en la Verdad en tanto en cuanto la Gloria Inmarcesible por el Creador extendida sobre
toda su Creación, nexo y puente que une a todas las criaturas a su Creador, Fuente
de su Existencia, al Hombre no le cabía en el Ser que las Ley fuese aborrecida por un hijo de Dios, cuya vida existe
en la Palabra, por la cual todo Ser es Animado de Vida Eterna e Inteligencia a
la imagen y semejanza del Hijo de Dios, nuestro JESUCRISTO.
Ignorancia hubo
en la Transgresión del Primer rey de los hombres porque no concebía la idea de
una Rebelión contra el Espíritu Santo de la Verdad, por cuya Divinidad la
Verdad deviene fuente de la Ley Universal a la Luz de cuya Justicia y Gracia
vive toda la Creación. Adán, hijo de Dios, libre de la Tutela de “los dioses”,
devino el mismo “un dios” con Poder Absoluto para convertir a todas las familias de la Tierra
al Imperio del Cielo. Mentira que se extendió por todos los continentes una vez
el Pecado se hizo norma y ley entre los reyes de los pueblos. Mentira que hizo
creer a los pueblos antiguos que ser “un dios” es el fin de la existencia humana.
Mentira Maligna y Homicida que ha permanecido hasta nuestros días en religiones
supranacionales conservando el Medio del Homicidio para la consecución del Fin,
las otras adorando a hombres como dioses; o en sus formas ideológicas Genocidas
modernas en las que el Fin justifica el Medio, y la oposición a ese Medio a
considerar como declaración de guerra.
Tal fue el
Veneno que aquella Serpiente, llamada Satán, inyectó en el Género Humano.
Contra cuyo Veneno nos dio Dios a su Hijo, en quien vimos que siendo el Todopoderoso
Señor que al Principio abrió su Boca y “así se hizo”, porque Él estuvo al
Principio, y como al Principio estando ya entre nosotros abría su Boca y “así se
hacía”, delante de todos los hombres para que todos los hombres fuésemos
salvados por la Visión de sus Obras, “no por la Razón”, y por las Obras entendamos
que El fue quien dijo “HAYA LUZ”. Y por las Obras creemos. Y sin las Obras
nadie hubiese creído en el Hijo de Dios, quien siendo “Dios Verdadero de Dios
Verdadero” contrariamente a lo que hizo, por la parte de la carne, su padre “Adán”, delante de la Ley de su Padre
es decir, de su Palabra, aún siendo quien es, “DIOS HIJO UNIGÉNITO”, dobló sus rodillas y prefirió la Muerte antes
de alzarse contra la Sabiduría de DIOS
PADRE UNIGÉNITO. Resultando de su Obediencia de parte de Dios en persona la Declaración
de Ignorancia en el Primer Hombre, a la par que la Declaración de Inocencia en Dios
en la Causa de su Caída. Contra cuya Declaración de Inocencia de Dios, su Padre,
en la Guerra Abierta contra su LEY, se alzó aquel mismo Satán, en los días de
la Apertura de nuestra Civilización al Nuevo Mundo, sembrando en Alemania y Suiza
la Cizaña Maligna de la División de las iglesias, entrando, a la manera que el
Diablo en Judas Iscariote, en hombres de carne y hueso, con nombre y apellidos,
los fundadores de la Reforma Anticristiana a cuya gloria y salud se inmolaron
las naciones europeas en la llamada Guerra de los Treinta Años.
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