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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 

 
 

LA SAGRADA BIBLIA

EL LIBRO DE LOS SALMOS DEL REY DAVID

Libro Tercero.73-80

 
Vanidad de la dicha de los impíos
   
Salmo de Asaf.
   
1
¡Ciertamente Dios es bueno para el hombre recto, para los limpios de corazón!
2
Estaban a punto de deslizarse mis pies, por nada resbalaban mis pasos,
3
pues tuve envidia de los insensatos viendo la paz de los impíos.
4
Pues no hay para ellos tormentos; están sanos y rollizos.
5
No tienen parte en las humanas aflicciones y no son atribulados como los otros hombres.
6
Por eso la soberbia los ciñe como collar, y los cubre la violencia como vestido.
7
Sus ojos se les saltan de puro gordos y dejan traslucir los antojos del corazón.
8
Motejan y hablan malignamente, y altaneramente declaran sus propósitos perversos.
9
Ponen su boca en el cielo, y su lengua se agita por la tierra.
10
Por eso el pueblo se vuelve tras ellos, y se sorben a boca, llena esas aguas.
11
Y dicen: “¿Lo sabe acaso Dios, lo conoce el Altísimo?”
12
Helos ahí: son impíos, pero tranquilos constantemente aumentan la fortuna.
13
En vano, pues, he conservado limpio mi corazón y he lavado mis manos en la inocencia;
14
y fui flagelado de continuo y castigado cada mañana.
15
Pero si dijere: “Hablaré como ellos,” renegaría de la generación de tus hijos.
16
Púseme a pensar para entender esto, pues era cosa ardua a mis ojos;
17
hasta que penetré en el misterio de Dios y puse atención a sus postrimerías.
18
Ciertamente los pones tú en resbaladero y los precipitas en la ruina.
19
¡Cómo en un punto son asolados! Acaban, y son consumidos por el espanto.
20
Son como sueño del que se despierta; y tú, Señor, cuando despertares, despreciarás su apariencia.
21
Cuando se exacerbaba mi corazón y sentía un aguijón en mis riñones,
22
es porque era un necio y no sabía nada; era para ti como un bruto animal.
23
Pero yo estaré siempre a tu lado, pues tú me has tomado de la diestra
24
Me gobiernas con tu consejo y al fin me acogerás en gloria.
25
¿A quién tengo yo en los cielos? Fuera de ti, en nada me complazco sobre la tierra.
26
Desfallece mi carne y mi corazón; la roca de mi corazón y mi porción es Dios por siempre.
27
Porque los que se alejan de ti perecerán; arruinas a cuantos te son infieles.
28
Pero mi bien es estar apegado a Dios, tener en el Señor Yavé refugio para poder anunciar todas tus obras (en las puertas de la hija de Sión).

74

 
La desolación del templo destruido
   
 Maskil de Asaf.  
   
1
¿Por qué, ¡oh Dios!, nos has rechazado para siempre? ¿Por qué arde tu furor contra las ovejas de tu redil
2
Acuérdate de tu comunidad, que desde antiguo adquiriste, la que redimiste como tribu de tu heredad; del monte Sión, en que pusiste tu morada.
3
Dirige tus pisadas hacia estas ruinas sin fin. El enemigo lo ha saqueado todo en el santuario.
4
Rugían tus enemigos en el lugar de tu asamblea y pusieron allí por trofeos sus enseñas.
5
Parecían como gente que alza el hacha en medio de tupido bosque.
6
Y hasta las esculturas a una destruyeron con hachas y martillos.
7
Prendieron fuego a tu santuario y echaron a tierra y profanaron la morada de tu nombre.
8
Decían en sus corazones: “Destruyámoslos de un golpe.” Han quemado todos los lugares de asamblea de Dios en el país.
9
Ya no vemos señales prodigiosas a favor nuestro; ya no hay ningún profeta, ni nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo.
10
¿Hasta cuándo, ¡oh Dios!, insultará el opresor y sin cesar blasfemará tu nombre el enemigo?
11
¿Por qué retraes tu mano y retienes tu diestra en el seno?
12
Pues Dios es ya de antiguo mi rey, el que obra salvaciones en la tierra.
13
Con tu poder dividiste el mar y rompiste en las aguas las cabezas de los monstruos.
14
Tú aplastaste la cabeza del Leviatán y le diste en pasto a las fieras del desierto.
15
Tú hiciste brotar fuentes y torrentes y secaste ríos caudalosos.
16
Tuyo es el día, tuya es la noche; tú estableciste la luna y el sol.
17
Tú marcaste los límites a la tierra; tú fijaste el verano y el invierno.
18
Acuérdate de esto: el enemigo blasfema de Yavé, y un pueblo insensato ultraja tu nombre.
19
No entregues a las fieras el alma de tu tortolilla, no tengas por tanto tiempo en olvido a tus afligidos.
20
Mira a tu alianza, pues está la desdichada tierra llena de violencias.
21
Que no se vea confuso el afligido, y el pobre y el menesteroso alaben tu nombre.
22
Álzate, ¡oh Dios!, y defiende tu causa. Acuérdate de los ultrajes que continuamente te hace el insensato.
23
No olvides los gritos de tus enemigos, el tumulto siempre creciente de los que se alzan contra ti.

75

 
Dios, juez de los enemigos de su pueblo
   
 Al maestro de coro. Al tasjet. Salmo de Asaf. Cántico. 
   
1
Dámoste gracias, ¡oh Dios!, dámoste gracias;
2
invocamos tu nombre y narramos tus proezas.
3
Cuando me tome el tiempo (oportuno), juzgaré justamente.
4
Aunque la tierra vacile con todos sus habitantes, yo afirmaría sus columnas. Selah.
5
Yo dije a los arrogantes: "No os ensoberbezcáis, y a los impíos: No irgáis vuestra cabeza.
6
No levantéis en alto vuestras frentes, no habléis con erguida cerviz".
7
Ciertamente, ni de oriente ni de occidente, ni del desierto ni de las montañas (vendrá la salvación).
8
Pues Dios es quien juzga, y a unos humilla y ensalza a otros.
9
Pues tiene Yavé en su mano el cáliz del espumoso vino lleno de mixtura, y lo derrama sobre unos y otros; beberán hasta las heces, beberán todos los impíos de la tierra.
10
Mientras que yo siempre cantaré y entonaré salmos al Dios de Jacob.
11

Yo quebrantaré toda la fuerza de los impíos, y se acrecentará el poder de los justos.

   

76

 
Canto triunfal después de la victoria
   
Al maestro del coro. A las cuerdas. Salmo de Asaf. Cántico.
   
1
Dios se da a conocer en Judá,
2
grande es su nombre en Israel.
3
Tiene en Salem su tabernáculo, su morada en Sión.
4
Allí rompe los rayos del arco, el escudo, la espada y todo aparato bélico.
5
Eras resplandeciente y majestuoso, más que los montes eternos.
6
Los fuertes de corazón fueron despojados, durmieron su sueño, y no encontraron los hombres de guerra sus manos.
7
A tu amenaza, Dios de Jacob, quedaron pasmados carros y caballos.
8
Eres terrible, y ¿quién puede mantenerse ante ti frente a la violencia de tu cólera?
9
Desde los cielos, tú haces oír la sentencia, y la tierra se estremece y calla.
10
Cuando se levanta Dios para juzgar, para salvar a todos los oprimidos de la tierra. Selah.
11
Aun el furor del hombre redunda en tu alabanza, y de los salvados de la cólera te ceñirás.
12
Haced votos a Yavé, vuestro Dios, y cumplidlos; cuantos están en derredor traigan dones al Terrible,
13
pues Él abate el coraje de los príncipes y es terrible a los reyes de la tierra.

77

 
Los antiguos portentos, consuelo del pueblo elegido
   
Al maestro del coro. Para Iditún. Salmo de Asaf.
   
1
Yo alzo mi voz a Dios y clamo,
2
alzo mi voz a Dios y El me escucha.
3
En el día de mi tribulación yo busqué al Señor, y se alzaban a El mis manos sin descanso por la noche.
4
Me acuerdo de Dios y gimo; medito, y languidece mi espíritu. Selah.
5
Tú mantienes abiertos los párpados de mis ojos, y me siento turbado y sin palabras.
6
Pienso en los días antiguos, recuerdo los años lejanos.
7
Medito por la noche en mi corazón, reflexiono e inquiero en mi espíritu:
8
“¿Acaso el Señor (nos) rechazará por los siglos y no volverá a sernos de nuevo favorable?
9
¿Cesó para siempre su piedad? ¿Se acabó lo que prometió para generaciones y generaciones?
10
¿Se ha olvidado Dios de hacer clemencia? ¿Cerró airado su misericordia?” Selah.
11
Me digo: “Mi dolor es éste: que se ha mudado la diestra del Altísimo.”
12
Me acuerdo de las obras portentosas de Yavé, recuerdo tus antiguas maravillas.
13
Medito en todas tus obras y reflexiono sobre tus hazañas.
14
¡Oh Dios!, santos son tus caminos. ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?
15
Tú eres el Dios que obras prodigios; tú mostraste tu poder entre los pueblos;
16
con tu brazo rescataste a tu pueblo: a los hijos de Jacob y de José.
17
Viéronte las aguas, ¡oh Dios!, viéronte las aguas y se turbaron, y temblaron los mismos abismos.
18
Arrojaron las nubes las aguas, y dieron los nublados su voz, y tus saetas se dispararon.
19
Estalló tu trueno en el torbellino, alumbraron los relámpagos el orbe, y, sacudida, tembló la tierra.
20
Fue el mar tu camino, y tu senda la inmensidad de las aguas, sin que tus huellas fuesen conocidas.
21
Condujiste como grey a tu pueblo por mano de Moisés y de Aarón.

78

 
La historia de los padres, enseñanzas para los hijos.
   
Maskil. De Asaf.
   
1
Atiende, pueblo mío, a mi enseñanza, dad vuestros oídos a las palabras de mi boca.
2
Abriré en sentencias mi boca, evocaré los arcanos del pasado:
3
Lo que hemos oído y sabemos, lo que nos contaron nuestros padres.
4
No lo encubriremos a sus hijos, contando a las generaciones posteriores las glorias de Yavé y su poderío y los prodigios que ha obrado.
5
Pues dio una norma en Jacob y estableció una ley en Israel: que mandó a nuestros padres enseñar a sus hijos,
6
para que las conociese la generación venidera y los hijos que habían de nacer se las contasen a sus propios hijos,
7
para que éstos pusieran en Dios su confianza, y no olvidasen las gestas de Dios, y guardasen sus mandatos,
8
y no se hiciesen como sus padres, gente contumaz y rebelde, generación de corazón inconstante y de espíritu infiel a su Dios.
9
Los hijos de Efraím, muy diestros arqueros, volvieron la espalda el día del combate.
10
No guardaron la alianza de Dios y rehusaron seguir su ley.
11
Dieron al olvido sus gestas y las maravillas que les hizo ver.
12
Ante sus padres habría obrado portentos en la tierra de Egipto, en el campo de Tanis.
13
Hendió el mar para darles paso, y paró las aguas como si les pusiera un dique.
14
Los guiaba de día en la nube, y durante toda la noche con resplandor de fuego.
15
Hendió las rocas en el desierto y les dio a beber copiosas aguas.
16
Hizo salir arroyos de la piedra, hizo correr las aguas como ríos.
17

Y, con todo, volvieron a pecar contra El y a rebelarse contra el Altísimo en el desierto.

18
Tentaron a Dios en su corazón y pidieron comida a su gusto.
19
Hablaron contra Dios, diciendo: “¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto?”
20
Hirió la peña, y brotaron las aguas y fluyeron torrentes. “Pero ¿podrá también darnos pan y preparar en el desierto carne a su pueblo?”
21
Oyólo Yavé y se indignó, y fuego se encendió contra Jacob y subió la ira contra Israel.
22
Porque no creían en Dios y no confiaban en su salvación.
23
Dio orden a las nubes en lo alto, abrió las puertas del cielo.
24
Y llovió sobre ellos el maná para que comieran, dándoles trigo de los cielos.
25
Comió el hombre pan de fuertes, y les dio comida hasta la saciedad.
26
Hizo soplar en el cielo el viento solano, y con su poder hizo venir el austro,
27
y llover como polvo sobre ellos la carne, como arenas del mar aves aladas.
28
Hízolas caer dentro del campamento y en derredor de las tiendas de éste.
29
Y comieron y se hartaron del todo, y así les dio lo que ansiaban.
30
Pero apenas habían acabado de saciar su avidez y aún tenían en su boca la comida,
31
cuando montó en cólera Dios contra ellos, e hirió de muerte a los robustos y abatió a la flor de Israel.
32
Con todo, volvieron a pecar y no dieron crédito a sus maravillas.
33
Y consumió en un soplo sus días, y sus años con súbitos terrores.
34
Cuando los hería de muerte, le buscaban, se convertían y se apresuraban hacia Dios,
35
acordándose que era Dios su roca, y el Altísimo su redentor.
36
Y le halagaban con su boca, pero con su lengua le mentían,
37
y su corazón no era constante hacia El, ni eran fieles a su alianza.
38
Pero es misericordioso y perdonaba la iniquidad, y no los exterminó, refrenando muchas veces su ira para que no se desfogara su cólera.
39
Se acordó de que eran carne, un soplo que pasa y no vuelve.
40
¡Cuántas veces le provocaron en el desierto y le contristaron en la soledad!
41
Volvieron a tentar a Dios y enojaron al Santo de Israel.
42
No se acordaban de su mano ni del día en que los redimió de la opresión,
43
ni de cómo obró en Egipto sus prodigios, y sus portentos en la región de Tanis,
44
mudando sus ríos en sangre para que no pudieran beber de sus canales;
45
mandando contra ellos tábanos que los devorasen y ranas que los infestasen;
46
dando sus cosechas al pulgón, y los frutos de sus fatigas a la langosta;
47
devastando con el granizo sus viñas, y sus sicómoros con la piedra;
48
dando al pedrisco sus ganados, y al rayo sus rebaños.
49
Derramó sobre ellos el ardor de su cólera, la ira, el furor, la angustia, como un tropel de malignos espíritus.
50
Dio vía libre a su enojo; ni sustrajo sus almas a la muerte, y abandonó sus vidas a la peste,
51
e hirió a todos los primogénitos de Egipto, a las primicias viriles en las tiendas de Cam.
52
En cambio, sacó a su pueblo como un rebaño y los condujo como grey por el desierto,
53
guiándolos seguros y sin temor, mientras cubría el mar a sus enemigos.
54
Los llevó hasta su santa frontera, al monte este que su diestra conquistó.
55
Arrojó ante ellos a las naciones, y, dividiendo en lotes su heredad, hizo habitar en las tiendas de aquéllos a las tribus de Israel.
56
Pero tentaron e irritaron al Dios Altísimo y no guardaron sus mandatos.
57
Se extraviaron y fueron infieles como sus padres, y se volvieron como arco engañoso.
58
Le irritaron con sus altos y le provocaron con sus esculturas.
59
Lo oyó Dios y se indignó, tomando gran aversión a Israel.
60
Y abandonó el tabernáculo de Silo, la tienda de su morada entre los hombres.
61
Entregó a la cautividad su fuerza, y su magnificencia a las manos del opresor.
62
Entregó su pueblo a la espada y se enfureció contra su heredad.
63
Devoró el fuego a sus jóvenes, y sus vírgenes no tuvieron canto nupcial.
64
Sus sacerdotes cayeron bajo la espada, sin que los lloraran sus viudas.
65
Mas despertóse entonces el Señor corno quien duerme, corno el valiente dominado por el vino,
66
e hirió a sus opresores por la espalda, cubriéndoles de eterna ignominia.
67
Y tomó aversión a la tienda de José, y no eligió a la tribu de Efraím,
68
sino que escogió a la tribu de Judá, el monte de Sión, monte de su predilección.
69
Edificó su santuario alto como los cielos y (firme) como la tierra, que cimentó por los siglos.
70
Eligió a David, su siervo, y le tomó de las majadas de las ovejas;
71
de tras de las ovejas de cría le tomó para que apacentase a Jacob, su pueblo; a Israel, su heredad.
72
Y él con corazón íntegro los apacentó, y las condujo con la prudencia de sus manos.

79

 
Oración pidiendo la restauración de las ruinas y el castigo de los enemigos
   
Salmo de Asaf.
   
1
¡Oh Dios!, han entrado las gentes en tu heredad, han profanado tu santo recinto y han reducido Jerusalén a un montón de escombros.
2
Dieron los cadáveres de tus siervos por pasto a las aves del cielo, y la carne de tus piadosos a las fieras de la tierra.
3
Derramaron como agua su sangre en los alrededores de Jerusalén, sin que hubiese quien les diera sepultura.
4
Somos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y el ludibrio de los que nos rodean.
5
¿Hasta cuándo, ¡oh Yavé!, habrás de estar airado para siempre? ¿Arderá como fuego tu celo?
6
Derrama tu ira sobre las gentes que no te conocen, sobre los reinos que no invocan tu nombre,
7
porque han devorado a Jacob, han asolado sus moradas.
8
No recuerdes para nuestro mal las iniquidades de antaño; apresúrate y sálgamos al encuentro tus misericordias, que estamos abatidos sobremanera.
9
Socórrenos, ¡oh Dios!, Salvador nuestro!, por la gloria de tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados por tu nombre.
10
¿Por qué van a decir las gentes: “Dónde está su Dios”? Sea notoria a las gentes y a nuestros ojos la venganza de la sangre derramada de tus siervos.
11
Llegue a tu presencia el gemido de los cautivos; conforme a la grandeza de tu brazo, conserva a los condenados a muerte.
12
Haz recaer sobre nuestros vecinos el séptuplo en su seno, la afrenta con que te escarnecieron, ¡oh Señor!
13
Pero nosotros, tu pueblo, grey de tu pastizal, te alabaremos eternamente y narraremos tus alabanzas de generación en generación.

80

 
Oración por el pueblo perseguido
   
Al maestro del coro. Sobre “los lirios del testimonio.” Salmo de Asaf.
   
1
¡Oh Pastor de Israel!, apresta el oído.
2
Tú que conduces a José como un rebaño, que te sientas sobre los querubines, muéstrate esplendoroso
3
ante Efraím, Benjamín y Manasés. Despierta tu poder, ven y sálvanos.
4
¡Oh Dios!, restáuranos; haz esplender tu rostro, y seremos salvos.
5
¡Oh Yavé, Dios de los ejércitos! ¿Hasta cuándo estarás enojado contra la oración de tu pueblo?
6
Les das a comer pan de lágrimas, les haces beber lágrimas en abundancia;
7
nos has hecho objeto de contienda para nuestros vecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros.
8
Dios de los ejércitos, restáuranos; haz esplender tu rostro y seremos salvos.
9
Tú arrancaste de Egipto una vid, arrojaste a las gentes y la transplantaste.
10
Le pusiste en derredor una albarrada, y extendió sus raíces y llenó la tierra.
11
Cubriéronse los montes de su sombra, y sus sarmientos llegaron a ser como los cedros de Dios;
12
extendió sus ramas hasta el mar, y hasta el río sus retoños.
13
¿Por qué has derribado su albarrada y la vendimian los que pasan por el camino?
14
La devastan los jabalíes del monte y pastan en ella las bestias del campo.
15
¡Dios de los ejércitos, vuélvete ya; mira desde los cielos y contempla y visita esta viña!
16
Esta viña que ha plantado tu diestra, el renuevo que tú hiciste fuerte.
17
Los que la abrasan por el fuego y la asolan perezcan por el enojo de tu faz.
18
Sea tu mano sobre el varón de tu diestra, sobre el hijo de hombre a quien para ti corroboraste;
19
y no nos apartaremos más de ti; nos darás la vida e invocaremos tu nombre.
20

Yavé, Dios de los ejércitos, restáuranos; haz esplender tu faz sobre nosotros, y seremos salvos.

 

C.R.Y&S