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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 

 
 

LA SAGRADA BIBLIA

EL LIBRO DE LOS SALMOS DEL REY DAVID

Libro Segundo.61-72

61
 
Oración después del triunfo
 
Al maestro del coro. Sobre las cuerdas. Salmo de David.
1
Oye, ¡oh Dios!, mi clamor, atiende a mi oración.
2
Desde el cabo de la tierra clamo a ti cuando se angustia mi corazón.
3
Elévame sobre la roca y dame el reposo,
4
pues tú eres mi refugio, la torre fortificada frente al enemigo.
5
Sea yo tu huésped por siempre en tu tabernáculo, me acogeré al amparo de tus alas. Selah.
6
Pues tú, ¡oh Dios!, has escuchado mis votos y me diste la heredad de los que temen tu nombre.
7
Añade días a los días del rey, y sus años duren de generación en generación.
8
Siéntese siempre a la presencia de Dios y guárdenle la benevolencia y la fidelidad.
9

Así podré cantar siempre tu nombre, cumpliendo mis votos cada día.


62
 
Solo en Dios hay que esperar
 
Al maestro el coro. Sobre Yedutún. Salmo de David.
1
Sólo en Dios se aquieta mi alma,
2
pues de El viene mi salvación.
3
El sólo es mi Roca y mi salvación, mi ciudadela; no vacilaré jamás.
4
¿Hasta cuándo habéis de ensañaros contra un hombre, golpeando todos en brecha, contra pared inclinada, como contra muro ruinoso?
5
Sólo buscan derribarle; se deleitan con la mentira; bendicen con su boca, y en su corazón maldicen. Selah.
6
Sólo en Dios aquiétate, alma mía, porque de El viene lo que espero.
7
El solo es mi Roca y mi salvación, mi ciudadela; no vacilaré.
8
En Dios está mi salvación y mi gloria; Dios es mi fuerte roca y mi asilo.
9
Confía en El, ¡oh pueblo!, en todo tiempo. Derramad ante El vuestros corazones, porque Dios es nuestro asilo.
10
Como un soplo son los hijos del vulgo, una mentira los de abolengo. Puestos en balanza suben, juntos pesan menos que un soplo.
11
No confiéis en la violencia, ni en la rapiña os gloriéis. Si abundan las riquezas, no apeguéis vuestro corazón.
12
Una vez habló Dios, y estas dos cosas le oí: que sólo en Dios está el poder.
13

Y en ti, Señor, está la piedad, pues das a cada uno segun sus obras.


63
 
Oración de David fugitivo en el desierto
 
Salmo de David. Cuando estaba en el desierto de Judá.
1
Elohim, tú eres mi Dios; a ti te busco solícito; sedienta de ti está mi alma;
2
mi carne languidece en pos de ti como tierra árida, sedienta, sin aguas.
3
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
4
Porque es tu piedad mejor que la vida. Te alabarán mis labios.
5
Así te bendeciré toda mi vida, y en tu nombre alzaré mis manos.
6
Como de medula y de grosura se saciará mi alma, y mi boca te cantará con labios jubilosos.
7
Aun en mi lecho me acuerdo de ti; en ti medito en las vigilias,
8
pues tú eres mi auxilio, y salto de gozo a la sombra de tus alas.
9
Mi alma está apegada a ti, y tu diestra me sostiene.
10
Pero los que buscan perder mi alma irán a las profundidades de la tierra.
11
Serán dados a la espada, serán pasto de chacales.
12

Y el rey se gozará en Dios, se gloriarán los que juran en El, pues la boca de los mentirosos se cerrará.


64
 
Los consejos del impío, frustrados por Dios
 
Al maestro del coro. Salmo de David.
1
Oye, ¡oh Dios!, la voz de mis quejas, defiende mi vida del terrible enemigo.
2
Protégeme de la conjuración de los malvados,
3
de la conspiración de los obradores de iniquidad,
4
que afilan como espada su lengua y lanzan como flechas amargas palabras
5
para tirar en secreto contra el inocente y asaetearle de improviso sin temor.
6
Obstínanse en sus malvados designios, se conciertan para tender ocultamente lazos, diciendo: “¿Quién los verá
7
y escrutará nuestros secretos?” Los escruta el que conoce el interior del hombre, el corazón profundo.
8
Pero disparará Dios contra ellos una saeta, y de improviso serán heridos.
9
Su lengua se volverá contra ellos, y cuantos los vean moverán su cabeza,
10
y temerán todos los hombres, y proclamarán la obra de Dios, y comprenderán su modo de obrar.
11

Y el justto se regocijará en Yavé, y en El confiará, y se felicitarán todos los rectos de corazón.


65
 
Acción de gracias por una abundante cosecha
 
Al maestro del coro. Salmo de David. Cántico.
1
A ti, ¡oh Dios!, se te debe la alabanza en Sión,
2
y a ti el cumplimiento de los votos;
3
a ti, que escuchas las plegarias, a ti recurren todos los hombres.
4
Prevalecen sobre nosotros las obras de iniquidad, y nuestras transgresiones tú las perdonas.
5
¡Bienaventurado aquel a quien eliges para estar cerca de ti, habitando en tus atrios! Nos saciaremos de los bienes de tu casa, de la santidad de tu templo.
6
Tú nos respondes fielmente con portentos, ¡oh Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los confines de la tierra y de las islas lejanas!
7
Con tu fuerza afirmas los montes, ceñido de tu poder;
8
aplacas el furor de los mares, y el estrépito de las olas, y el tumulto de los pueblos.
9
Temen tus prodigios los habitantes de los confines y haces exultar las salidas de la mañana y de la tarde.
10
Tú visitas la tierra y la colmas, en mil maneras la enriqueces. Con grandes ríos y abundantes aguas preparas sus trigos. Pues así lo dispones:
11
regando sus surcos, allanando sus terrones, temperándola con la lluvia y bendiciendo sus gérmenes.
12
La coronas con toda suerte de bienes, y tus sendas destilan abundancia.
13
Chorrean los pastizales del desierto, y los collados se ciñen de alegría.
14

Vístense las praderías de rebaños de ovejas, y los valles se cubren de mieses. Se lanzan gritos de júbilo y se canta.


66
 
Acción de gracias por una liberación
   
Al maestro del coro. Cántico.
   
1
¡Aclamad a Dios la tierra toda!
2
Salmodiad la gloria de su nombre, dadle la gloria de alabanza.
3
Decid a Dios: ¡Cuán admirables son tus obras! Por la grandeza de tu poder te lisonjearán tus enemigos.
4
Póstrese toda la tierra ante ti y entone salmos a tu nombre. Selah.
5
Venid y ved las maravillas de Dios, admirables gestas en favor de los hijos del hombre.
6
El transformó el mar en tierra seca, atravesaron el río a pie enjuto. Alegrémonos de ello.
7
El con su poder domina por la eternidad; sus ojos observan a las gentes, a los rebeldes, para que no se levanten contra El. Selah.
8
Bendecid, ¡oh pueblos!, a nuestro Dios; haced oír la voz de sus alabanzas.
9
El ha conservado en vida nuestra alma, no ha dejado que vacilaran nuestros pies.
10
Pues tú, ¡oh Dios!, nos has probado, nos has probado como se prueba la plata;
11
nos hiciste caer en la red, pusiste grave peso sobre nuestros lomos.
12
Hiciste cabalgar hombres sobre nuestras cabezas. Pasamos por el fuego y por el agua, pero nos sacaste a refrigerio.
13
Entraré en tu casa con holocaustos, te cumpliré mis votos,
14
los que pronunciaron mis labios y profirió mi boca en mi angustia.
15
Te ofreceré en holocausto víctimas pingües con perfume de carneros; te sacrificaré bueyes y machos cabríos. Selah.
16
Vosotros todos cuantos teméis a Dios, venid y escuchad, y os contaré cuanto ha hecho por mí.
17
Le invocaré con mi boca, le cantaré himnos con mi lengua.
18
Si hubiera tenido iniquidad en mi corazón, no me hubiera escuchado el Señor.
19
Pero me oyó Dios y atendió a la voz de mi plegaria.
20

¡Bendito sea Dios, que no desechó mi oración ni me negó su piedad!


67
 
Conozcan a Dios todos los pueblos
   
Al maestro del coro. A las cuerdas. Salmo. Cántico
   
1
Apiádese Dios de nosotros y bendíganos,
2
haga resplandecer su faz sobre nosotros. Selah.
3
Para que se conozcan en la tierra tus caminos y tu salvación entre todas las gentes.
4
Alábente, ¡oh Dios!, los pueblos, celébrente los pueblos todos.
5
Alégrense las naciones y salten de gozo, porque tú gobiernas a los pueblos con equidad y riges a las naciones de la tierra. Selah.
6
Alábente, ¡oh Dios!, los pueblos, celébrente los pueblos todos.
7
Dio la tierra sus frutos. Que Elohim, nuestro Dios, nos bendiga.
8

Bendíganos Dios, y témanle todos los confines de la tierra.


68
 
Canto triunfal
   
 Al maestro del coro. Salmo de David. Cántico.
   
1
¡Alzase Dios! Se dispersan sus enemigos y huyen a su vista los que le odian.
2
Se desvanecen como se desvanece el humo;
3
como al fuego se funde la cera, perecen los impíos ante la presencia de Dios.
4
¡Alégrense, por el contrario, los justos y exulten, salten de de júbilo en presencia de Dios!
5
Cantad a Dios, ensalzad su nombre, allanad el camino al que viene cabalgando por el desierto; Yavé es su nombre; exultad ante El.
6
El padre de los huérfanos, el defensor de las viudas, es Dios en su santo tabernáculo.
7
Dios, que da casa a los desamparados, que pone al libertad a los cautivos. Sólo los rebeldes se quedarán al seco.
8
¡Oh Dios! Cuando tú salías a la cabeza de tu pueblo, cuando avanzabas por el desierto. Selah.
9
Tembló la tierra, y los cielos se derritieron; tembló el Sinaí ante Dios, el Dios de Israel.
10
Tú hacías llover, ¡oh Dios!, una lluvia generosa sobre tu heredad, y cuando ésta desfallecía, tú la sostenías.
11
Tu familia habitó en ella; tú preparaste, ¡oh Dios!, tus bienes a los menesterosos.
12
Da su voz de mando el Señor; vienen en tropel los portadores de buenas nuevas:
13
“Huyen los reyes de los ejércitos, huyen; aun la mujer casera participa en el botín.”
14
Y mientras vosotros reposáis entre los oviles, las alas de la paloma se han cubierto de plata, y sus plumas, de oro brillante.
15
Al dispersar el Omnipotente por ella a los reyes, cayó la nieve sobre el Selmón.
16
Monte de Dios es el monte de Basán; montaña rica en cumbres la montaña de Basán.
17
¿Por qué miráis con envidia, montes encumbrados, al monte que eligió Dios para morada suya, en el que por siempre habitará Yavé?
18
Los carros de Dios son millares de millares; viene entre ellos Yavé del Sinaí a su santuario.
19
Subiste a lo alto, apresando cautivos, recibiendo hombres como presentes, aun a los rebeldes contra la morada de Yavé Dios.
20
Bendito sea todos los días el Señor; El lleva nuestra carga, es el Dios de nuestra salvación. Selah.
21
Dios es Dios nuestro para salvar, y a Yavé, nuestro Señor, pertenecen las salidas de la muerte,
22
pues Dios rompe la cabeza a sus enemigos, y el cráneo cabelludo al que persiste en su maldad.
23
Dijo el Señor: “Haré volver de Basán, yo haré volver de las profundidades del mar,
24
para que puedas lavar tus pies en la sangre, y que la lengua de tus perros tenga parte en los enemigos.”
25
Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!, el cortejo de mi Dios, de mi Rey, en el santuario.
26
Preceden los cantores, detrás los músicos, en medio las vírgenes con címbalos.
27
Bendecid a Dios en las asambleas, al Señor de la fuente de Israel.
28
Allí está Benjamín, el más joven, a la cabeza; allí los príncipes de Judá en muchedumbre, allí los príncipes de Zabulón y los de Neftalí.
29
Manda, ¡oh Dios!, conforme a tu poder; confirma, ¡oh Dios!, lo que has hecho por nosotros.
30
Por tu templo en Jerusalén, te ofrecerán dones los reyes.
31
Espanta a las fieras del cañaveral, la manada de los toros con los novillos de los pueblos; prostérnense con barras de plata; dispersa a los pueblos que se deleitan en la guerra.
32
Vendrán príncipes de Egipto, y Etiopía se apresurará a presentar sus manos a Dios.
33
Reinos de la tierra, cantad a Dios, entonad salmos al Señor. Selah.
34
Al que cabalga sobre los cielos eternos, al que hace oír su voz, su voz potente.
35
Dad a Dios el poder; su majestad está sobre Israel, y su poder sobre las nubes.
36
Eres terrible, ¡oh Dios!, en tu santuario. Es el Dios de Israel, el que da a su pueblo poder y fuerza. ¡Bendito sea Dios!


69
 
Oración del pueblo vejado
   
Al maestro del coro. Sobre “Los lirios.” De David.
   
1
Sálvame, ¡oh Dios!, porque las aguas han entrado hasta el alma.
2
Húndome en profundo cieno, donde no puedo hacer pie;
3
me sumerjo en aguas profundas, y me arrastra la corriente.
4
Cansado estoy de clamar, se abrasa mi garganta y desfallecen mis ojos en espera de mi Dios.
5
Son más que los cabellos de mi cabeza los que sin causa me aborrecen; más fuertes que mis huesos los que injustamente me combaten, y tengo que pagar lo que nunca robé.
6
Tú, ¡oh Dios!, conoces mi estulticia y no se te ocultan mis pecados.
7
No sean confundidos por mi causa los que en ti esperan, ¡oh Señor, Yavé de los ejércitos! No sean por mí contundidos los que a ti te buscan, ¡oh Dios de Israel!
8
Pues por ti sufro afrentas y cubre mi rostro la vergüenza.
9
He venido a ser extraño para mis hermanos, y extranjero para los hijos de mi madre.
10
Porque me consume el celo de tu casa; los denuestos de los que te vituperan caen sobre mí.
11
Cuando lloro y ayuno, toman pretexto para insultarme.
12
Por vestido me cubro de saco, y he venido a ser fábula para ellos.
13
Cuchichean contra mí los que se sientan en las puertas; soy la cantilena de los bebedores de licores.
14
Yo por eso oro a ti, ¡oh Yavé!, en tiempo oportuno, joh Dios! Por tu inmensa piedad, escúchame, por la verdad de tu salvación.
15
Sácame del lodo para que no me sumerja, y sea librado de los que me aborrecen y de lo profundo de las aguas.
16
No me anegue el ímpetu de las aguas, no me trague la hondura, no cierre el pozo su boca sobre mí.
17
Óyeme, Yavé, que es benigna tu piedad; mírame según la muchedumbre de tus misericordias.
18
No escondas de tu siervo tu rostro, porque estoy en angustia: apresúrate a oírme.
19
Acércate a mi alma y redímela; líbrame por causa de mis enemigos.
20
Tú conoces el oprobio, el vituperio, la afrenta que se me hace; todos mis opresores los tienes a tu vista.
21
El oprobio me destroza el corazón y desfallezco; esperé que alguien se compadeciese, y no hubo nadie; alguien que me consolase, y no lo hallé.
22
Diéronme a comer veneno, y en mi sed me dieron a beber vinagre.
23
Sea para ellos su mesa lazo, y tropiezo para sus amigos.
24
Oscurézcanse sus ojos y no vean, y que sus lomos vacilen siempre.
25
Derrama sobre ellos tu ira; alcáncelos el furor de tu cólera;
26
asoladas sean sus moradas, y no haya quien habite sus tiendas.
27
Porque persiguieron al que tú habías herido y acrecentaron el dolor del que tú llagaste.
28
Añade esta iniquidad a sus iniquidades, y no tengan parte en tu justicia.
29
Que sean borrados del libro de la vida y no sean inscritos con los justos.
30
En verdad que estoy afligido y dolorido; sosténgame, ¡oh Dios!, tu ayuda,
31
y cantaré cánticos al nombre de Dios y le ensalzaré con alabanzas.
32
Más gratas a Dios que un becerro, más que un toro de cuernos y uñas.
33
Lo verán los afligidos y se alegrarán, y que viva vuestro corazón, los que buscáis a Dios.
34
Porque oye Yavé a los indigentes y no desdeña a sus cautivos.
35
Alábenle los cielos y la tierra, los mares y cuanto en ellos se mueve,
36

pues salvará Dios a Sión y reedificará las ciudades de Judá, y habitarán allí y la poseerán.

37
Y la heredará la descendencia de tus siervos, y morarán en ella los que aman su nombre.


70
 
Ardiente petición desocorro
   
Al maestro del coro. De David. Para memoria.
   
1
Ven, ¡oh Dios!, a librarme; apresúrate, ¡oh Yavé!, a socorrerme.
2
Sean confundidos y avergonzados los que buscan mi vida,
3
puestos en huida y cubiertos de ignominia los que se alegran de mi mal.
4
Vuelvan avergonzados la espalda los que gritan: “¡Ea! ¡Ea!”
5
Alégrense y regocíjense en ti cuantos te buscan, y sin cesar repitan: “Sea Dios engrandecido,” los que aman tu salvación.
6

Yo soy un pobre menesteroso. Apresúrate, ¡oh Dios!, a prestarme auxilio; tú eres mi ayuda y mi libertador; ¡oh Yavé!, no tardes.


71
 
Oración de un Justo en su ancianidad
 
1
A ti, Yavé, me acojo; no sea jamás confundido.
2
en tu justicia líbrame y sálvame, inclina a mí tus oídos y sálvame.
3
Sé para mí roca de refugio donde pueda ampararme. Tú has resuelto mi salvación, porque eres mi baluarte y mi fortaleza.
4
Sálvame, Dios mío, de las manos del malvado, de las manos del perverso y del violento.
5
Porque tú, ¡oh Señor!, eres mi esperanza, mi confianza desde mi juventud.
6
Sobre ti me apoyé desde el seno, desde las entrañas de mi madre tú fuiste mi apoyo; yo siempre te alabaré.
7
He sido para muchos objeto de asombro, pero tú fuiste mi poderoso asilo.
8
Llénese mi boca de tus alabanzas, de tu gloria continuamente.
9
No me rechaces en el tiempo de la vejez; cuando se debiliten mis fuerzas, no me abandones.
10
Porque hablan contra mí mis enemigos, y los que me espían se conjuran entre sí,
11
diciendo: “Dios le ha dejado; perseguidle y cogedle, que no habrá quien le libre.”
12
¡Oh Dios!, no te alejes de mí; acude presto, ¡Dios mío!, en mi socorro.
13
Sean confundidos y exterminados mis enemigos; cúbranse de vergüenza y de ignominia los que buscan mi mal.
14
Yo siempre esperaré, y a tus alabanzas añadiré nuevas alabanzas.
15
Proclamará mi boca tu justicia, todos los días tu salvación, porque no conozco su número.
16
Entraré en las proezas del Señor; recordaré, ¡oh Yavé!, sólo tu justicia.
17
Tú, ¡oh Dios!, me adoctrinaste desde mi juventud, y hasta ahora he pregonado tus prodigios.
18
No me abandones, pues, ¡oh Dios!, en la vejez y en la canicie hasta que anuncie tu poderío a esta generación y tus proezas a la venidera.
19
Y tu justicia, ¡oh Dios!, tan excelsa, porque tú haces grandes cosas. ¿Quién, ¡oh Dios!, como tú?
20
Tú me has hecho probar muchas angustias y calamidades, pero de nuevo me darás vida y de nuevo me harás subir de los abismos de la tierra.
21
Acrecienta mi magnificencia y vuelve a consolarme.
22
Y yo alabaré, ¡Dios mío!, al sonido del arpa, tu fidelidad; te salmodiaré a la cítara, ¡oh Santo de Israel!
23
Te cantarán mis labios entonando salmos, y mi alma, por ti rescatada.
24

Mi lengua ensalzará tu justicia todo el día por haber confundido y avergonzado a los que buscan mi mal.


72
 
El rey Mesías
 
1
De Salomón. Otorga, ¡oh Dios!, al rey tu juicio, y tu justicia al hijo del rey,
2
para que juzgue a tu pueblo con justicia, y a tus oprimidos con equidad.
3
Aporten los montes la paz para el pueblo, y los collados la justicia.
4
Haga justicia a los oprimidos del pueblo, salve a los hijos del menesteroso y quebrante a los opresores.
5
Que dure tanto como el sol y permanezca ante la luna de generación en generación.
6
Que descienda como la lluvia sobre el césped, como aguaceros que riegan la tierra.
7
Florezca en sus días la justicia y haya mucha paz mientras dure la luna.
8
Que domine de mar a mar, del río hasta los confines de la tierra.
9
Ante El se inclinarán los habitantes del desierto y sus enemigos morderán el polvo.
10
Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán sus dones, y los soberanos de Seba y de Saba le pagarán tributo.
11
Postraránse ante él todos los reyes y le servirán todos los pueblos.
12
Porque salvará al indigente que implora y al pobre que no tiene quien le ayude.
13
Tendrá piedad del débil y del menesteroso y salvará las almas de los pobres.
14
Rescatará sus almas de la opresión y de la violencia, y será preciosa su sangre a los ojos de él.
15
Que viva, pues, y désele oro de Seba; que se ore por él continuamente y que se le bendiga todo el día.
16
Habrá abundancia de trigo en el país; en las cimas de los montes ondularán las mieses como árboles del Líbano y florecerán en las ciudades como la hierba de la tierra.
17
Será su nombre bendito por siempre; durará mientras dure el sol, y se bendecirán en él todas las familias de la tierra, y todas las naciones le aclamarán bienaventurado.
 
 
Doxología final del libro segundo
 
18
Sea bendito el nombre de Yavé, Dios de Israel, el único que hace maravillas.
19
Y bendito sea por siempre su glorioso nombre, y llénese de su gloria toda la tierra. Amén. Amén.
20
Aquí acaban las preces de David, hijo de Jesé.


 

C.R.Y&S