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EL EVANGELIO DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO

 

8

El judío violador de la Ley es más culpable

 

Pero si tú, que presumes de llamarte judío y descansas en la Ley y te glorías en Dios

 

Hemos distinguido dos conceptos: delito y pecado. El delito se refiere a las normas de los tiempos y evoluciona de acuerdo a la inteligencia de los pueblos. El Pecado se refiere a una conducta eterna, el alejamiento de la cual conduce a la Muerte. Dos tipos de leyes se dan pues. Una es la circunstancial, y la otra es la Divina. La ley circunstancial tiene por objeto la convivencia social entre individuos de un mismo Género. La Ley Divina abarca la relación de la Sociedad entre el Creador y su Creación. Las dos son vitales para las naciones del Reino de Dios. Por la ley circunstancial articulamos el sistema de relaciones dentro de nuestro mundo; por la Ley Divina se articula la relación de nuestro mundo con los demás de la Creación. Lo que el Apóstol dice del judío podemos referirlo ahora al cristiano:

 

Conoces su voluntad, e instruido en la Ley, sabes estimar lo mejor

 

Y donde pone “Ley” ponemos Evangelio, es decir, la Ley de Cristo, la Nueva Ley por la que el espíritu de la Justicia del que procede la Ley se abre el pecho y descubre su Corazón a los ojos de toda su Creación, a fin de que todos los Pueblos del Universo vean con los ojos y entiendan que no la Ley que procede de la Fuerza sino la Justicia que procede de la Sabiduría es el alma de la que el Creador extrae el material con el que articula su Reino y lo dota de vida eterna...

El judío, en efecto, sólo se relaciona con la Ley y cae cuerpo a tierra ante su cuerpo como quien es amenazado por un criminal armado hasta los dientes con el hacha del terrorismo; pero el cristiano va más lejos, entra en el ser de esa Ley y ve la fuente de la que mana, bebe de ese Agua y descubre en su propio ser la bondad, la misericordia, la magnificencia, la inteligencia, en una palabra, que Dios es Amor, y este Amor es la Roca de la que Cristo Jesús, nuestro Rey y Salvador, extrajo el manantial que nos salvó cuando ya nos devoraba el desierto. Dios, en suma, no crea para vanagloriarse haciendo gala de su Poder delante de sus propias criaturas; Dios es Creador, o lo que es lo mismo, ama la Creación, ama la Vida con la fuerza y pasión que el artista ama su arte y el fruto de su espíritu creativo.

El judío, ignorante del espíritu de Dios, en quien sólo veía el Poder y la Fuerza, se relacionaba con la Ley en base al terror que le inspiraba ese Poder y esa Fuerza, pero el cristiano, adorador de ese Dios Creador, se lanza a sus brazos corriendo, con los labios clamando “Padre Nuestro”, porque no el terror sino el Amor es la fuente de esa Ley contra la que se estrelló el judío. Y con todo la Ley es la misma: No robarás, no matarás, no adulterarás...De manera que no porque Dios se declare Padre y sobre toda su Creación extienda sus Brazos tenemos su bendición para cometer toda clase de delitos contra la Tierra, y pecados contra el Cielo. ¿Quién entonces se atreverá a presumir de ser lo que dice el Apóstol del judío:

 

Y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que viven en las tinieblas

¿Quién y dónde está el hombre libre de todo pecado y delito? ¿Quién sino sólo Dios puede alzarse como luz en nuestras tinieblas y guiarnos a los que estamos ciegos? Y sin embargo los judíos primero y los cristianos luego olvidándose de que sólo Dios tiene la Primera y la última Palabra declararon infalibles sus palabras y sus pensamientos. Así que ¿qué diremos? ¿de qué podrán presumir quienes teniendo el ejemplo de aquéllos a quienes su presunción los condujo a la ruina presumen de ser luz de los ciegos? ¿Se corresponden las obras de los cristianos al conocimiento de Dios de quienes tuvieron en la Teología un circo y en la Verdad un campo de batalla? ¿Si el fruto del Conocimiento son las obras se puede medir por la calidad de las obras la luminosidad de ese Conocimiento? El Protestantismo, la Ortodoxia, el Papado... el que esté limpio de pecado que tire la primera piedra... Conociéndose por las obras la naturaleza de la doctrina y por el fruto al maestro ¿cómo puede la luz inmaculada del Conocimiento Verdadero de Dios engendrar el fruto de la Muerte, que es el Pecado? Pero si el Protestantismo, la Ortodoxia y el papado están limpios de pecado... entonces...

 

Preceptor de rudos, maestro de niños, y tienes en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad

 

Eso era en verdad el judío al que hacía referencia el Apóstol, y de eso precisamente se jactaba y presumía el judío ante los suyos y delante de los gentiles. Obviamente el judío de nuestros días ni es preceptor de rudos, ni es maestro de niños, ni tiene en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad. La Historia le ha enseñado cuál es su sitio en el mundo y bastante tiene con defenderlo. Al cristiano, más que al judío, debemos aplicarle el cuento:

 

Tú, en suma, que enseñas a otros, ¿cómo no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se debe robar, ¿robas?

El espejo ha sido hecho para reflejar la verdadera imagen del original. ¿Se mira el cristiano en el espejo de la Verdad o en su presunción se mantiene lejos para no ver cuál es la imagen que se refleja en su rostro: la de Cristo o la del mundo? ¿Puede ser cristiano quien hace lo contrario que predica? ¿Ser cristiano no consiste en agradar a Dios, según lo dicho: “En Ti tengo mi complacencia”? ¿Por qué desjarretó Dios el carro de la Antigua Alianza, por capricho o porque entre la doctrina y los hechos del judío se había levantado un abismo? ¿Si el cristiano opera la misma obra renunciará Dios a su espíritu por amor a quienes amó un día? ¿Pero Satán no fue hijo suyo antes de adherirse al Infierno y preferir la Corona del Imperio de la Muerte a la de un Príncipe sin Corona en el Reino de Dios? ¿No cayeron los judíos es esta trampa: Creerse que por amor a Abraham les iba a perdonar lo que no le perdonara Dios a un hijo? ¿Porque el cristiano sea de Dios tiene un cheque en blanco para transformar su Reino en un infierno mediante obras hechas en el espíritu del Diablo?

 

Tú, que dices que no se debe adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿te apropias de los despojos de los templos?

Luego la ley humana mira al delito y la Divina al Pecado. Por el delito no nos hacemos odiosos a los ojos de Dios, o su Hijo no hubiera bendecido a los que son perseguidos por la justicia. Pero por el pecado sí nos hacemos odiosos a nuestro Creador. El delito procede de la necesidad causada por la injusticia humana; pero el Pecado es una violación consciente de un sistema social contra el que se siembra la semilla maligna de la guerra. El delito es una rebelión instintiva contra un sistema social fundado en la injusticia de unos pocos contra la voluntad de la mayoría; el Pecado es la rebelión contra un sistema social que defiende a la mayoría contra esos pocos. Por esto Dios condena el Pecado y bendice el delito que procede de la lucha contra la injusticia. Por esto condenó al judío y bendijo a Cristo. Y en fin

 

Tú, que te glorías en la Ley ¿deshonras a Dios traspasando la Ley?

Buena pregunta. ¿Se la preguntamos al Papado? ¿Se la hacemos al Consejo Mundial de las iglesias Reformadas? ¿Se la enviamos al Patriarcado Ortodoxo? Cuando con sus obras negaron al Señor al que juraban servir ¿deshonraron a Dios? Pero pudiera ser que la gloria de Dios y el volumen de pecado de sus siervos no se encuentren bajo ninguna ley de relación... En este caso los pecados del Catolicismo, del Protestantismo y de la Ortodoxia no tiene por qué imputársele a cargo y cuenta de quienes despreciaron al Señor por sus siervos y siguiendo el ejemplo de esos siervos no hicieron sino imitar al Señor que vieron en sus siervos. Pudiera ser también que el Apóstol, en su celo, se pasase una legua infinita y condenase a la honra de Dios y al pecado del cristiano a mantener una relación de correspondencia, relación sin vigor delante del tribunal Divino. ¡Allá cada cual con su conciencia! Y con todo Dios no perdonó al pueblo judío en razón del pecado de sus preceptores y maestros; y aún más, le imputó con infinita más severidad eterna a sus príncipes los pecados del pueblo, como se ve por los hechos, ya que el pueblo ha sobrevivido una vez pagado su crimen, pero de sus príncipes aaronitas no se sabe que exista sólo uno.

 

Pues escrito está: “Por vuestra causa es blasfemado entre los gentiles el nombre de Dios”

Dios no puede mentir. Ni puede permitir que su gloria sea pisada por quienes se dicen sus siervos. A los pecados de las iglesias se les debe imputar los de aquéllos que fueron apartados de la Salvación por esos pecados cometidos por quienes se vistieron las ropas de los siervos de Dios para cometer sus crímenes y evitar pagarlos ante la justicia. Así se verá el Día del Juicio. Ay de aquélla iglesia que no corra a hacer la Voluntad Presente de su Señor sumándole a sus pecados el Pecado de los pecados: Rebelión contra la Voluntad de Dios.

 

El cristiano, unido a Cristo

¿Qué diremos, pues? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia?