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LA BIBLIA

NUEVO TESTAMENTO

ANTIGUO TESTAMENTO

LIBRO DEL APOCALIPSIS

QUINTA PARTE.

CONSTANTES AMENAZAS CONTRA ROMA HASTA LA RUINA DE LA CIUDAD

15-19

 

Los preludios del juicio contra Roma

6-20

Vi otro ángel que volaba por medio del cielo y tenía un evangelio eterno para pregonarlo a los moradores de la tierra y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a grandes voces: Temed a Dios y dadle gloria, porque llegó la hora de su juicio, y adorad al que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.

Un segundo ángel siguió, diciendo: Cayó, cayó Babilonia la grande, que a todas las naciones dio a beber del vino del furor de su fornicación.

Un tercer ángel los siguió, diciendo con voz fuerte: Si alguno adora a la Bestia y a su imagen y recibe su marca en la frente o en la mano, éste beberá del vino del furor de Dios, que ha sido derramado sin mezcla en la copa de su ira, y será atormentado con el fuego y el azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero, y el humo de su tormento subirá por los siglos de los siglos, y no tendrán reposo día y noche aquellos que adoren a la Bestia y a su imagen y los que reciban la marca de su nombre.

Aquí está la paciencia de los santos, aquellos que guardan los preceptos de Dios y la fe de Jesús.

Oí una voz del cielo que decía: Escribe: Bienaventurados los que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, pues sus obras los siguen.

Miré y vi una nube blanca, y sentado sobre la nube a uno semejante a un hijo de hombre, con una corona de oro sobre su cabeza y una hoz en su mano.

Salió del templo otro ángel, y gritó con fuerte voz al que estaba sentado sobre la nube: Arroja la hoz y siega, porque es llegada la hora de la siega, porque está seca la mies de la tierra. El que estaba sentado sobre la nube arrojó su hoz sobre la tierra, y la tierra quedó segada.

Otro ángel salió del templo que está en el cielo, y tenía también en su mano una hoz afilada.

Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego y clamó con fuerte voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: Arroja la hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras.

El ángel arrojó su hoz sobre la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en la gran cuba del furor de Dios, y fue pisada la uva fuera de la ciudad, y salió la sangre de la cuba hasta los frenos de los caballos por espacio de mil seiscientos estadios.

Capítulo 15

Las copas de la cólera divina, contra la ramera

1-8

Vi en el cielo otra señal grande y maravillosa: siete ángeles que tenían siete plagas, las postreras, porque con ellas se consuma la ira de Dios.

Vi como un mar de vidrio mezclado de fuego, y a los vencedores de la bestia, y de su imagen y del número de su nombre, que estaban en pie sobre el mar de vidrio y tenían las cítaras de Dios, y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y estupendas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, Rey de las naciones. ¿Quién no te temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán delante de ti, pues tus fallos se han hecho manifiestos.

Después de esto vi cómo se abrió el templo de la tienda del testimonio en el cielo, y salieron templo los siete ángeles que tenían las plagas, vestidos de siete lino puro, brillante, y ceñidos los pechos con cinturones de oro.

Uno de los cuatro vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la cólera de Dios, que vive por los siglos de los siglos.

Se llenó el templo de humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen consumado las siete plagas de los siete ángeles.

Capítulo 16

Las copas

1-21

Del templo oí una gran voz que decía a los siete ángeles: Id y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra.

Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra, y sobrevino una úlcera maligna y perniciosa sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y que se postraban ante su imagen.

El segundo derramó su copa sobre el mar, y se convirtió en sangre como de muerto, y murió todo ser viviente en el mar.

El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.

Y oí al ángel de las aguas que decía: Justo eres tú, el que es, el que era, el Santo, porque así has juzgado. Pues que derramaban la sangre de los santos y de los profetas, tú les has dado a beber sangre; bien se lo merecen.

Y oí al altar que decía: “Sí, Señor, Dios todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios”.

El cuarto derramó su copa sobre el sol, y fuese dado abrasar a los hombres con el fuego. Eran abrasados los hombres con grandes ardores, y blasfemaban el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas; pero no se arrepintieron para darle gloria.

El quinto derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas, y de dolor se mordían las lenguas. Y blasfemaban del Dios del cielo a causa de sus penas y de sus úlceras, pero de sus obras no se arrepentían.

El sexto derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y secóse su agua, de suerte que quedó expedito el camino a los reyes del naciente del sol.

Y vi que de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta salían tres espíritus inmundos, como ranas, que son los espíritus de los demonios, que hacen señales, que se dirigen hacia los reyes de la tierra para juntarlos a la batalla del día grande del Dios todopoderoso.

He aquí que vengo como ladrón; bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos para no andar desnudo y que se vean sus vergüenzas.

Y los juntó en el sitio que en hebreo se llama Harmagedón.

El séptimo derramó su copa en el aire, y salió del templo una gran voz, que procedía del trono de Dios, diciendo: Hecho está.

Y hubo relámpagos, y voces, y truenos, y un gran terremoto, cual no lo hubo desde que existen los hombres sobre la haz de la tierra. La gran ciudad se hizo tres partes, y hundiéronse las ciudades de las naciones, y la gran Babilonia fue recordada delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su cólera.Huyeron todas las islas, y las montañas desaparecieron.

Una granizada grande, como de un talento, cayó del cielo sobre los hombres, y blasfemaron los hombres contra Dios por la plaga del granizo, porque era grande en extremo su plaga.

Capítulo 17

Últimos anuncios del Castigo de la gran Babilonia

1-18

Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo y me dijo: Ven, te mostraré el juicio de la gran ramera que está sentada sobre las grandes aguas, con quien han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación.

Llevóme en espíritu al desierto, y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, la cual tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y grana, y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, y tenía en su mano una copa de oro, llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicación. Sobre su frente llevaba escrito un nombre: Misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.

Vi a la mujer embriagada con la sangre de los mártires de Jesús, y, viéndola, me maravillé sobremanera. Díjome el ángel: ¿De qué te maravillas? Yo te declararé el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, que tiene siete cabezas y diez cuernos. La bestia que has visto era, pero ya no es, y está a punto de subir del abismo y camina a la perdición; y se maravillarán los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, viendo la bestia, porque era y no es, y reaparecerá.

Aquí está el sentido que encierra la sabiduría. Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer, y son siete reyes, de los cuales cinco cayeron, el uno existe y el otro no ha llegado todavía; pero cuando venga permanecerá poco tiempo.

La bestia que era y ya no es, es también un octavo, que es de los siete, y camina a la perdición.

Los diez cuernos que ves son diez reyes, los cuales no han recibido aún la realeza, pero con la bestia recibirán la autoridad de reyes por una hora. Estos tienen el solo pensamiento de prestar a la bestia su poder y su autoridad. Pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de reyes, y también los que están con El, llamados, y escogidos, y fieles.

Me dijo: Las aguas que ves, sobre las cuales está sentada la ramera, son los pueblos, las muchedumbres, las naciones y las lenguas. Los diez cuernos que ves, igual que la bestia, aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes y la quemarán al fuego. Porque Dios puso en su corazón ejecutar su designio, un solo designio, y dar a la bestia la soberanía sobre ella, hasta que se cumplan las palabras de Dios.

La mujer que has visto es aquella ciudad grande que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra.

Capítulo 18

Lamentación sobre Babilonia

1-24

Después de estas cosas vi otro ángel que bajaba del cielo con gran poder, a cuya claridad quedó la tierra iluminada. Gritó con poderosa voz, diciendo: Cayó, cayó la Gran Babilonia, y quedó convertida en morada de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y abominable; porque del vino de la cólera de su fornicación bebieron todas las naciones, y con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los comerciantes de toda la tierra con el poder de su lujo se enriquecieron.

Oí otra voz del cielo que decía: Sal de ella, pueblo mío, para que no os contaminéis con sus pecados y para que no os alcance parte de sus plagas; porque sus pecados se amontonaron hasta llegar al cielo, y Dios se acordó de sus iniquidades. Dadle según lo que ella dio, y dadle el doble de sus obras; en la copa en que ella mezcló, mezcladle al doble; cuanto se envaneció y entregó al lujo, dadle otro tanto de tormento y duelo. Ya que dijo en su corazón: Como reina estoy sentada, yo no soy viuda ni veré duelo jamás; por eso vendrán en un día sus plagas, la mortandad, el duelo y el hambre, y será consumida por el fuego, pues poderoso es el Señor Dios que la ha juzgado.

Llorarán, y por ella se herirán los reyes de la tierra que con ella fornicaban y se entregaban al lujo cuando vean el humo de su incendio, y se detendrán a lo lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay de la ciudad grande, de Babilonia, la ciudad fuerte, porque en una hora ha venido su juicio! Llorarán y se lamentarán los mercaderes de la tierra por ella, porque no hay quien compre sus mercaderías, las mercaderías de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino, de púrpura, de seda, de grana; toda madera olorosa, todo objeto de marfil, y todo objeto de madera preciosa, de bronce, de hierro, de mármol, cinamomo y aromas, mirra e incienso, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y coches, esclavos y almas de hombres.

Los frutos sabrosos a tu apetito te han faltado y todas las cosas más exquisitas y delicadas perecieron para ti y ya no serán halladas jamás. Los mercaderes de estas cosas, que se enriquecían con ella, se detienen a lo lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentándose, diciendo:

¡Ay, ay de la ciudad grande, que se vestía de lino, púrpura y grana y se adornaba de oro, piedras preciosas y perlas, porque en una hora quedó devastada tanta riqueza!

Todo piloto y navegante, los marineros y cuantos bregan en el mar se detuvieron a lo lejos, y clamaron al contemplar el humo de su incendio y dijeron: ¿Quién había semejante a la ciudad grande?  Y arrojaron ceniza sobre sus cabezas y gritaron llorando y lamentándose, diciendo: ¡Ay, ay de la ciudad grande, en la cual se enriquecieron todos cuantos tenían navíos en el mar, a causa de su suntuosidad, porque en una hora quedó devastada!

Regocijo de los santos

Regocíjate por ello, ¡oh cielo!, y los santos, y los apóstoles, y los profetas, porque Dios ha juzgado nuestra causa contra ella.

Un ángel poderoso levantó una piedra como una rueda grande de molino y la arrojó al mar, diciendo: Con tal ímpetu será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y no será hallada. Nunca más se oirá en ella la voz de los citaristas, de los músicos, de los flautistas y de los trompeteros, ni artesano de ningún arte será hallado jamás en ti, y la voz de la muela no se oirá ya más en ti, la luz de lámpara no lucirá más en ti, ni se oirá más la voz del esposo y de la esposa, porque tus comerciantes eran magnates de la tierra, porque con tus maleficios se han extraviado todas las naciones y en ella se halló la sangre de los profetas, y de los santos, y de todos los degollados sobre la tierra.

Capítulo 19

1-21

Después de esto oí una fuerte voz, como de una muchedumbre numerosa en el cielo, que decía: Aleluya, salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, porque verdaderos y justos son sus juicios, pues ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra con su fornicación, y en ella ha vengado la sangre de sus siervos.

Y por segunda vez dijeron: ¡Aleluya! El humo de la ciudad sube por los siglos de los siglos.

Cayeron de hinojos los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes, y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: Amén. ¡Aleluya!

Del trono salió una voz, que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y cuantos le teméis, pequeños y grandes.

Oí una voz como de gran muchedumbre, y como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos, que decía: ¡Aleluya!, porque ha establecido su reino el Señor, Dios todopoderoso; alegrémonos y regocijémonos; démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa está dispuesta, y fuele otorgado vestirse de lino brillante, puro, pues el lino son las obras justas de los santos.

Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son las palabras verdaderas de Dios.

Me arrojé a sus pies para adorarle, y me dijo: Mira, no hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.

La batalla de Harmagedón

Vi el cielo cubierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba es llamado Fiel y Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra. Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino El mismo,y viste un manto empapado en sangre, y tiene por nombre Verbo de Dios. Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y El las regirá con vara de hierro y El pisa el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Señor de señores.

Vi un ángel puesto de pie en el sol, que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por lo alto del cielo: Venid, congregaos al gran festín de Dios, para comer las carnes de los reyes, las carnes de los tribunos, las carnes de los valientes, las carnes de los caballos y de los que cabalgan en ellos, las carnes de todos los libres y de los esclavos, de los pequeños y de los grandes.

Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra, y a sus ejércitos, reunidos para hacer la guerra al que montaba el caballo y a su ejército. Y fue aprisionada la bestia, y con ella el falso profeta, que hacía señales delante de ella, con las cuales extraviaba a los que habían recibido el carácter de la bestia y a los que adoraban su imagen; vivos fueron arrojados ambos al lago de fuego, que arde con azufre. Los demás fueron muertos por la espada que le salía de la boca al que montaba el caballo, y todas las aves se hartaron de sus carnes.

 

SEXTA PARTE

EL MILENIO SEGUIDO DE LA POSTRERA LUCHA

 

 

C.R.Y&S