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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 

 
 

LA SAGRADA BIBLIA

EL LIBRO DE LOS SALMOS DEL REY DAVID

Libro Segundo.42-50

42
 
Ardientes deseos del desterrado por ver nuevamente el santuario
   
 Al maestro del coro. Maskil. (Salmo) de los hijos de Coré.
   
1
Como anhela la cierva las corrientes de las aguas,
2
así te anhela mi alma, ¡oh Dios!
3
Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo iré y veré la faz de Dios?
4
Mis lágrimas son día y noche mi pan cuando me dicen cada día: “¿Dónde está tu Dios?”
5
Lo recuerdo, y mi alma se expansiona, pues atravesaba yo por medio de los nobles hacia la casa de Dios entre los gritos de alegría y alabanza, en festiva algazara.
6
¿Por qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas contra mí? Espera en Dios, que aún le alabaré; es la salvación de mi faz y mi Dios.
7
Abatida está mi alma. Por eso me acuerdo de ti desde la tierra del Jordán, desde las cumbres del Hermón y del monte Misar.
8
Un remolino llama a otro remolino; con el rumor de tus cascadas, todas tus ondas y tus olas pasan sobre mí.
9
De día dispensa Yavé su gracia, y de noche me acompaña su cántico, una oración al Dios de mi vida.
10
Digo a Dios: “¡Oh Roca mía! ¿Por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué he de andar en luto bajo la opresión del enemigo?”
11
Mientras quebrantan mis huesos, mis opresores se burlan de mí, diciéndome continuamente: “¿Dónde está tu Dios?”
12
¿Por qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas contra mí? Espera en Dios, que aún le alabaré. El es la salvación de mi rostro, y mi Dios.
 
43
   
1
Júzgame, ¡oh Dios! y defiende mi causa; líbrame de esta gente sin piedad, del hombre pérfido y malvado.
2
Pues que eres tú mi refugio, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué he de andar en luto bajo la opresión del enemigo?
3
Manda tu luz y verdad; ellas me guiarán y me llevarán a tu monte santo, a tus tabernáculos.
4
¡Oh si pudiera acercarme al altar de Dios, al Dios de mi alegría, y cantarle a la cítara, oh Dios, Dios mío!
5
¿Por qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas contra mí? Espera en Dios, que aún le alabaré. ¡El es la salvación de mi rostro y mi Dios!
 
44
 
Lamentación por el estado de opresión en que se halla el pueblo
   
 Al maestro del coro. Maskil. De los hijos de Coré.
   
1
Con nuestro oído, ¡oh Dios!, hemos oído;
2
nos contaron nuestros padres la obra que tú hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.
3
Tú con tu mano desposeíste a las gentes y los plantaste a ellos. Afligiste a los pueblos y los arrojaste.
4
Pues no se apoderaron de la tierra por su espada, ni les dio su brazo la victoria, sino tu diestra, tu brazo, la luz de tu rostro, porque te complaciste en ellos.
5
Tú, ¡oh Dios!, eres mi Rey, tú das victorias a Jacob.
6
Por ti batiremos a nuestros enemigos, en tu nombre pisotearemos a nuestros adversarios.
7
Pues no confío en mi arco, ni mi espada me dará la victoria.
8
Pues eres tú el que nos salvas de nuestros opresores y el que confundes a cuantos nos odian.
9
Nosotros nos gloriaremos en Yavé todos los días y alabaremos por siempre tu nombre. Selah.
10
Pero ahora nos has rechazado y nos has hecho caer en la ignominia, no sales ya con nuestros ejércitos.
11
Nos has hecho volver la espalda ante el opresor, y los que nos aborrecían nos han expoliado.
12
Nos has entregado como ovejas destinadas al matadero y nos has dispersado entre las gentes.
13
Has vendido de balde a tu pueblo, y no ganaste mucho con su venta.
14
Nos has hecho el oprobio de nuestros vecinos, el ludibrio y la mofa de cuantos nos rodean.
15
Nos has hecho la fábula de las gentes, meneo de cabeza entre los pueblos.
16
Mi ignominia está todo el día delante de mí; cubre mi rostro la vergüenza.
17
Ante los gritos de insulto y de blasfemia, ante el enemigo ávido de venganza.
18
Todo esto ha venido sin haberte olvidado ni haber roto tu alianza.
19
No se ha vuelto atrás nuestro corazón, ni se salieron de tu camino nuestros pasos.
20
Pues tú nos aplastaste en lugar de chacales y nos cubriste de sombras de muerte.
21
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios, si hubiéramos tendido nuestras palmas a dioses extraños,
22
¿no habría de saberlo Dios, que conoce los secretos del corazón?
23
Antes por tu causa somos degollados cada día y somos considerados como ovejas para el matadero.
24
¡Despierta! ¿Por qué estás dormido, Señor? ¡Desperézate! ¡No nos abandones para siempre!
25
¿Por qué escondes tu rostro, olvidándote de nuestra miseria y opresión?
26
Pues está nuestra alma postrada en el polvo, y nuestro vientre pegado a la tierra.
27
¡Levántate y ayúdanos! ¡Rescátanos por tu piedad!


45
 
Canto Nupcial
   
 Al maestro del coro. “A los lirios”. Maskil. De los hijos de Coré. Canto de amor.
   
1
Bulle en mi corazón un bello discurso, al rey dedico mi poema.
2
Es mi lengua como cálamo de veloz escriba.
3
Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; en tus labios la gracia se ha derramado; por eso te bendijo Dios para siempre.
4
Cíñete tu espada sobre el muslo, ¡oh héroe!; tus galas y preseas.
5
Y marcha, cabalga por la verdad y la justicia; enséñete tu diestra portentosas hazañas.
6
Agudas son tus saetas; ante ti caerán los pueblos; desfallecen los corazones de los enemigos del rey.
7
Tu trono subsistirá por siempre jamás, cetro de equidad es el cetro de tu reino.
8
Amas la justicia y aborreces la iniquidad; por eso Yavé, tu Dios, te ha ungido con el óleo de la alegría más que a tus compañeros.
9
Mirra, áloe, casia (exhalan) tus vestidos; desde los palacios de marfil los instrumentos de cuerda te alegran.
10
Hijas de reyes vienen a tu encuentro, y a tu diestra está la reina con oro de Ofir.
11
Oye, hija, y mira; inclina tu oído; olvida tu pueblo y la casa de tu padre.
12
Prendado está el rey de tu hermosura; pues que él es tu señor, póstrate ante él.
13
La hija de Tiro viene con dones, los ricos del pueblo te halagarán.
14
Toda radiante de gloria entra la hija del rey; su vestido está tejido de oro.
15
Entre brocados es llevada al rey. Detrás de ella, las vírgenes, sus compañeras, son introducidas a ti.
16
Con alegría y algazara son conducidas, entran en el palacio del rey.
17
A tus padres sucederán tus hijos, los constituirás por príncipes de toda la tierra.
18

Yo quisiera recordar tu nombre de generación en generación.Por eso los pueblos te alabarán por siempre jamás.


46
 
Dios, protector de su pueblo
 
Al maestro del coro. De los hijos de Coré. Para voces altas. Cántico.
1
Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza,
2
una ayuda muy asequible en las tribulaciones.
3
Por eso no hemos de temer aunque tiemble la tierra, aunque se conmuevan los montes en el seno del mar,
4
y se agiten y espumen sus olas, y retiemblen los montes a su empuje. Selah. (Yavé de los ejércitos está con nosotros, el Dios de Jacob es nuestra Roca).
5
Un río con sus brazos alegra la ciudad de Dios, el santuario donde mora el Altísimo.
6
En medio de ella está Dios; no será conmovida. Dios la socorrerá desde el clarear de la mañana.
7
Túrbanse las naciones, vacilan los reinos; dio su voz, se derrite la tierra.
8
Yavé de los ejércitos está con nosotros, el Dios de Jacob es nuestra ciudadela. Selah.
9
Venid y ved las proezas de Yavé, los prodigios que obró sobre la tierra.
10
El es quien hace cesar la guerra hasta los confines de la tierra. El rompe el arco, troncha la lanza y hace arder los escudos en el fuego.
11
“Cesad y reconoced que yo soy Dios, excelso entre las gentes, exaltado en la tierra.”
12
Yavé de los ejércitos está con nosotros, el Dios de Jacob es nuestra ciudadela. Selah.


47
 
Venida de las gentes al reino de Dios
 
Al maestro de coro. De los hijos de Coré.
1
¡Oh pueblos todos!, batid palmas,
2
aclamad a Dios con voces jubilosas.
3
Porque es Yavé el Altísimo, el terrible, el gran Rey sobre toda la tierra.
4
El nos someterá a los pueblos y pondrá las naciones bajo nuestros pies.
5
El nos ha elegido como su heredad, el orgullo de Jacob, a quien El amó. Selah.
6
Se eleva Dios entre aclamaciones, Yavé (se alza) al son de las trompetas.
7
¡Cantad a Dios, cantadle! ¡Cantad a nuestro Rey, cantadle!
8
Porque es el Rey de toda la tierra, cantad a Dios con maestría.
9
Reina Dios sobre las gentes, se sienta Dios en su santo trono.
10

Los príncipes de los pueblos se han reunido con el pueblo del Dios de Abraham, pues de Dios son los grandes de la tierra, ensalzado sobremanera.


48
 
Canto a la liberación de Jerusalén
 
Cántico. Salmo de los hijos de Coré.
1
Grande es Yavé
2
y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo.
3
Bello promontorio, alegría de toda la tierra, el monte de Sión, en los confines del aquilón; es la ciudad del gran Rey.
4
Dios en sus alcázares se dio a conocer como ciudadela.
5
Pues he aquí que los reyes se habían aliado, y unidos avanzaban.
6
En cuanto la vieron, quedaron espantados, y, aterrados, se dieron a la fuga.
7
Apoderóse de ellos el terror, una angustia como de mujer en parto;
8
como viento solano, que destroza las naves de Tarsis.
9
Como lo habíamos oído, así lo hemos visto en la ciudad de Yavé de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios. Dios la hará subsistir por siempre. Selah.
10
Considerarnos, ¡oh Dios!, tu piedad en medio de tu templo.
11
Como tu nombre, ¡oh Dios!, así tu alabanza llega hasta los confines de la tierra; tu diestra está llena de justicia.
12
Alégrese el monte de Sión, salten de júbilo las hijas de Judá por tus juicios.
13
Dad vueltas a Sión, girad en torno; contad sus torres.
14
Poned atención a sus murallas; considerad sus alcázares, para poder contarlo a las generaciones venideras.
15

Porque éste es Dios, nuestro Dios por siempre jamás; El es quien nos guía. Al muth.


49
 
Todo hombre es mortal, pero el justo tiene la firme esperanza en la inmortalidad
 
Al maestro de coro. Salmo de los hijos de Coré.
1
¡Oíd esto, pueblos todos!
2
¡Prestad oído todos los moradores del orbe:
3
plebeyos y nobles, ricos y pobres juntamente!
4
Mi boca va a proferir sentencias sabias, y la meditación de mi corazón palabras sensatas.
5
Tenderé mis oídos al proverbio, y al arpa expondré mi enigma.
6
¿Por qué he de temer los días de desventura, cuando la iniquidad de los que pisan mis talones me cerca,
7
los que confían en su opulencia y se glorían de la abundancia de sus riquezas?
8
Nadie puede rescatar al hombre de la muerte, nadie puede dar a Dios su rescate;
9
pues muy caro es el precio de rescate de la vida, y ha de renunciar por siempre
10
a continuar viviendo indefinidamente sin ver la fosa.
11
Pues verá cómo los sabios mueren, desaparecen juntamente el necio y el exulto, y dejan a otros sus haciendas.
12
Las tumbas son sus casas para siempre, sus moradas de generación en generación, aunque dieron sus nombres a las tierras.
13
Pero el hombre no perdura en su esplendor, es semejante a las bestias, que perecen.
14
Tal es el camino de los que confían en sí mismos, y el fin de los que se complacen en su boca. Selah.
15
Como rebaño son echados al seol, la muerte los pastorea, los justos los dominan; a la mañana, su figura se desvanece en el seol, lejos de su morada.
16
Pero Dios rescatará mi alma de las manos del seol, pues me tomará. Selah.
17
No temas, pues, cuando un hombre se enriquece y se acrecienta la gloria de su casa.
18
Porque a su muerte nada se llevará consigo, ni le seguirá su gloria.
19
Aunque se haya halagado durante su vida: “Te alabarán porque te trataste bien”,
20
tendrá que irse a la morada de sus padres para no ver jamás la luz.
21
El hombre en esplendor no perdura, y se asemeja a las bestias, que perecen.


50
 
El culto aceptable a Dios
 
Salmo de Asaf.
1
El Dios de dioses, Yavé, habla, convoca a la tierra desde el levante al poniente.
2
Desde Sión, dechado de hermosura, Dios se mostró esplendoroso.
3
Viene nuestro Dios, y no en silencio; le precede un fuego devorador, en su derredor cruje furiosa tempestad,
4
Convoca desde arriba a los cielos y a la tierra para juzgar a su pueblo:
5
“¡Reunid a mis piadosos, que sellaron con un sacrificio mi alianza!”
6
Que los cielos promulguen su justicia, porque es Dios el que juzga.
7
¡Oye, pueblo mío, que te hablo yo; que testimonio contra ti, oh Israel! Yo soy Elohim, tu Dios.
8
No te reprendo por tus sacrificios ni por tus holocaustos, que están siempre ante mí.
9
No tomaré becerros de tu casa ni machos cabríos de tus apriscos.
10
Porque mías son todas las bestias de la selva y los miles de animales de los montes.
11
Yo conozco todas las aves de los cielos, y todo lo que en el campo se mueve me pertenece.
12
Si tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y cuanto lo llena.
13
¿Como yo acaso la carne de los toros? ¿Bebo acaso la sangre de los cabritos?
14
Ofrece a Dios sacrificios de alabanza y cumple tus votos al Altísimo.
15
E invócame en el día de la angustia; yo te libraré y tú me glorificarás.
16
Pero al impío dícele Dios: ¿Quién eres tú para enumerar mis mandamientos y tomar en tu boca mi alianza,
17
tú que aborreces la disciplina y echas a la espalda mis palabras?
18
Si ves a un ladrón, corres con él, y tienes tu parte con el adúltero.
19
Abandonas tu boca al mal, y tu lengua urde el engaño.
20
Sentado hablas contra tu hermano, y contra el hijo de tu madre esparces la calumnia.
21
Esto haces, y ¿voy a callarme? ¿Creíste que era yo como tú? Yo quisiera corregirte poniendo esto ante tus ojos.
22
Entended, pues, los que os olvidáis de Dios, no sea que os destroce, sin que haya quien os libre.
23

El que me ofrece sacrificios de alabanza me glorifica; y a quien sigue el camino, le mostraré la salvación de Dios.


 

C.R.Y&S