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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

cristoraul.org

CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 

LA SAGRADA BIBLIA

SABIDURIA

de Salomón

 

PRIMERA PARTE

La Sabiduría, Fuente de Felicidad e Inmortalidad

 

Capítulo 1 Naturaleza de la Sabiduría

1. Amad la justicia los que gobernáis la tierra; pensad rectamente del Señor y buscadle con sencillez de corazón.

2 Porque se deja hallar de los que no le tientan, se manifiesta a los que no le son incrédulos.

3 Los pensamientos perversos apartan de Dios, y el poder, puesta a prueba, reprende a los necios.

4 Porque en alma maliciosa no entrará la sabiduría, ni morará en cuerpo esclavo del pecado.

5 Porque el Espíritu Santo de la disciplina huye del engaño, y se aleja de los pensamientos insensatos, y al sobrevenir la iniquidad queda confundido.

6 Porque la sabiduría es un espíritu amador del hombre, y no dejará impune al de blasfemos labios; que Dios es testigo de sus intimidades, y veraz observador de su corazón, y oidor de su lengua.

7 Porque el Espíritu del Señor llena el universo, y el que todo lo abarca, tiene conocimiento de todo cuanto se dice.

8 Por esto nadie que hable impiedades quedará oculto, ni pasará de largo ante él la justicia vengadora;

9 porque los designios del impío serán examinados, y hasta al Señor llegará el sonido de sus palabras, para castigo de sus iniquidades;

10 que su celoso oído lo oye todo, y el rumor de las murmuraciones no quedará oculto.

11 Guardaos, pues, de murmuraciones inútiles, preservaos de la lengua mal hablada; porque la palabra más secreta no quedará impune, y la boca embustera da muerte al alma.

Destino del hombre

12 No provoquéis la muerte con los extravíos de vuestra vida, ni os atraigáis la ruina con las obras de vuestras manos.

13 Que Dios no hizo la muerte; ni se goza en la pérdida de los vivientes.

14 Pues El creó todas las cosas para la existencia e hizo saludables a todas sus criaturas, saludable es todo lo que engendra el cosmos, y no hay en ello veneno mortal, ni el reino del hades impera sobre la tierra.

15 Porque la justicia no está sometida a la muerte.

16 Pero los impíos la llaman con sus manos y palabras; mirándola como amiga, por ella se consumen; con ella hacen pacto, pues son dignos de pertenecerle.

Capítulo 2

1 Pues se dijeron a sí mismos, discurriendo no rectamente: “Corta y triste es nuestra vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, ni se sabe que nadie haya escapado del hades.

2 De improviso hemos sido engendrados, y después de esta vida seremos como si no hubiéramos sido; porque humo es la respiración en nuestras narices, y el pensamiento una centella del latido de nuestro corazón.

3 Extinguido éste, el cuerpo se vuelve ceniza, y el espíritu se disipa como tenue aire.

4 Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie tendrá memoria de nuestras obras; y pasará nuestra vida como rastro de nube, y se disipará como niebla acosada por los rayos del sol y recargada por su cal;

5 Pues el paso de una sombra es nuestra vida, y sin retorno es nuestro fin, porque se pone el sello y ya no hay quien salga.

6 Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes. Disfrutemos de lo creado ardorosamente como en la juventud.

7 Hartémonos de generosos vinos y de perfumes y no se nos escape ninguna flor primaveral.

8 Coronémonos de capullos de rosas antes de que se marchiten; no haya prado que no huelle nuestra voluptuosidad.

9 Ninguno de nosotros falte a nuestras orgías, quede por doquier rastro de nuestras liviandades, porque ésta es nuestra porción y nuestra suerte.

10 Oprimamos al justo desvalido, no perdonemos a la viuda ni respetemos las canas añosas del anciano.

11 Sea nuestra fuerza norma de la justicia, pues la debilidad bien se ve que no sirve para nada.

12 Pongamos garlitos al justo, que nos fastidia y se opone a nuestro modo de obrar, pues nos echa en cara las infracciones de la Ley y nos reprocha las faltas de nuestra educación.

13 Pretende tener la ciencia de Dios y llamarse hijo del Señor.

14 Es censor de nuestra conducta; hasta el verle nos es insoportable.

15 Porque su vida en nada se parece a la de los otros, y sus sendas son extrañas.

16 Nos tiene por escorias y se aparta de nuestras sendas como de impurezas; proclama dichosas las postrimerías de los justos y se gloría de tener a Dios por padre.

17 Veremos si sus palabras son verdaderas y probaremos cuál es su salida.

18 Porque si el justo es hijo de Dios, El le acogerá y le librará de las manos de sus enemigos.

19 Probémosle con ultrajes y tormentos, y veamos su resignación, y probemos su paciencia.

20 Condenémosle a muerte afrentosa, pues según su palabra, "hay quien vele por él.”

21 Estos son sus pensamientos, pero se equivocan, porque los ciega su maldad.

22 Y desconocen los secretos de Dios, y no esperan la recompensa de santidad ni estiman el galardón de las almas irreprensibles.

23 Porque Dios creó al hombre incorruptible y le hizo a imagen de su propia naturaleza;

24 mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.

 

Capítulo 3

Vida y muerte de los justos y de los impíos

 

1 Las almas de los justos están en las manos de Dios, y el tormento no los alcanzará.

2 A los ojos de los necios parecen haber muerto, y su partida es reputada por desdicha;

3 su salida de entre nosotros, por aniquilamiento; pero están en paz.

4 Pues aunque a los ojos de los hombres fueran atormentados, su esperanza está llena de inmortalidad.

5 Después de un ligero castigo serán colmados de bendiciones, porque Dios los probó, y los halló dignos de sí.

6 Como el oro en el crisol los probó, y le fueron aceptos como sacrificio de holocausto.

7 Al tiempo de ser visitados brillarán y propagarán como centellas en cañaveral.

8 Juzgarán a las naciones y dominarán sobre los pueblos, y su Señor reinará por los siglos.

9 Los que confían en El conocerán la verdad, y los fieles a su amor permanecerán con El, porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos.

10 Pero los impíos, conforme a sus pensamientos, tendrán su castigo, pues despreciaron al justo y se apartaron del Señor.

11 Porque desdichado el que desecha la sabiduría y la disciplina; su esperanza es vana, sus afanes estériles, e inútiles sus obras.

12 Sus mujeres son insensatas, y perversos sus hijos, y su posteridad maldita.

13 Pero, aunque estériles, dichosa es la incontaminada, que no conoció el lecho pecaminoso; tendrá fruto al ser visitadas las almas.

14 Dichoso también aun el eunuco que no obró maldad con sus manos ni ha concebido malos pensamientos contra el Señor, porque le será otorgado un galardón escogido por su fe y una suerte más deseable en el tiempo del Señor.

15 Porque glorioso es el fruto de los buenos trabajos, y la raíz de la prudencia es imperecedera.

16 Pero los hijos de las adúlteras no lograrán madurez; la descendencia de la unión ilegal desaparecerá;

17 Y aun si alcanzan larga vida, serán tenidos en nada, y su ancianidad será al fin deshonrosa.

18 Y si muriesen prematuramente, no tendrán esperanza ni consuelo en el día del juicio. El fin del injusto linaje es nefasto.

Capítulo 4

1 Mejor es la esterilidad con virtud, pues su memoria es inmortal, porque es conocida de Dios y de los hombres.

2 Presente, se la imita; ausente, se la desea; en el siglo venidero triunfará coronada, después de haber raportado la victoria en combates inmaculados.

3 Pero la numerosa prole de los impíos es sin provecho, y los troncos bastardos no echarán hondas raíces ni tendrán suelo seguro.

4 Pues aunque sus ramas verdeen por un tiempo, no estando fuertemente fijas, serán sacudidas por el viento, y por la violencia del vendaval arrancadas de cuajo.

5 Las ramas serán quebradas antes de su desarrollo; su fruto será inútil, sin sazón para ser comido, de nada servirá.

6 Porque los hijos nacidos de sueños ilegítimos serán testigos contra sus viciosos padres al ser interrogados.

7 Pero el justo, si muriese prematuramente, estará en reposo.

8 Que la honrada vejez no es la de muchos años, ni se mide por el número de días.

9 La prudencia es la verdadera canicie del hombre, y la verdadera ancianidad es una vida inmaculada.

10 El que se hizo grato a Dios fue amado de Él, y viviendo entre los pecadores, fue trasladado.

11 Fue arrebatado porque la maldad no pervirtiese su inteligencia y el engaño no extraviase su alma;

12 pues la fascinación del mal oscurece el bien; el vértigo de la concupiscencia mina la mente que no tiene malicia.

13 Llegado en poco tiempo a la perfección, vivió una larga vida.

14 Pues su alma era grata al Señor; y por esto se dio prisa a sacarle de en medio de la maldad. Los pueblos lo vieron, pero no lo entendieron, ni sobre ello reflexionaron,

15 pues la gracia y la misericordia es para los elegidos, y la visitación para los santos.

16 El justo muerto condena a los impíos vivos, y la juventud pronto acabada condena los muchos años del impío.

17 Verán el fin del sabio, sin entender los designios del Señor sobre él, ni por qué le puso en seguridad.

18 Verán y lo despreciarán, pero el Señor se reirá de ellos.

19 Y después de esto caerán sin honra, y serán entre los muertos en el oprobio sempiterno; porque los quebrantará, cabeza abajo, sin habla, y los sacudirá en sus cimientos, y serán del todo desolados, y serán sumergidos en el dolor hasta perecer su memoria.

20 Y al hacer el recuento de sus pecados vendrán temerosos, y sus crímenes se levantarán contra ellos, acusándolos.

 

Capítulo 5

Último fin de los justos

 

1 Entonces estará el justo en gran seguridad frente a los que le afligían y menospreciaron sus obras.

2 Al verlo se turbarán con terrible espanto, y quedarán fuera de sí ante lo inesperado de aquella salud.

3  Arrepentidos, se dirán, gimiendo por la angustia de su espíritu: “Este es el que algún tiempo tomamos a risa y fue objeto de escarnio.

4 Nosotros, insensatos, tuvimos su vida por locura y su fin por deshonra.

5 ¡Cómo son contados entre los hijos de Dios, y tienen su heredad entre los santos!

6 Luego nos extraviamos de la senda de la verdad, y la luz de la justicia no nos alumbró, y el sol no salió para nosotros.

7 Nos cansamos de andar por sendas de iniquidad y perdición, y caminamos por desiertos intransitables, sin conocer el camino del Señor.

8¿Qué nos aprovechó la altanería, qué ventaja nos trajeron la riqueza y la jactancia?

9 Pasó como una sombra todo aquello, y como correo que va por la posta.

10 Como nave que atraviesa las agitadas aguas, de cuyo paso no es posible hallar huella, ni el camino de su quilla por las olas;

11 o como ave que corta los aires, sin que se encuentre señal de su paso, y golpea el aire ligero al batirlo con sus plumas, y lo corta con la violencia de su ímpetu, y se abre camino con el movimiento de sus alas, después ya no se halla señal de su paso.

12 O como flecha que se tira al blanco, que, aunque hienda el aire, luego éste vuelve a cerrarse, y no se conoce por donde pasó.

13 Así también nosotros, en naciendo morimos; sin dar muestra alguna de nuestra virtud, nos extinguimos en nuestra maldad.”

14 Sí, la esperanza del impío es como polvo arrebatado por el viento, como ligera espuma deshecha por el huracán, como humo que en el aire se disipa, cual recuerdo del huésped de un día que pasó de largo.

15 Pero los justos viven para siempre, y su recompensa está en el Señor, y el cuidado de ellos en el Altísimo.

16 Por esto recibirán un glorioso reino, una hermosa corona de mano del Señor, que con su diestra los protege y los defiende con su brazo.

17 Se armará de su celo como armadura, y armará a las criaturas todas para rechazar a sus enemigos.

18 Vestirá por coraza la justicia y se pondrá por yelmo el sincero juicio.

19 Embrazará por escudo impenetrable la santidad.

20 Y afilará su fuerte cólera cual espada, y todo el universo luchará con El contra los insensatos.

21 Los dardos de los rayos partirán bien dirigidos, y volarán de las nubes al blanco como de arco .

22 Y la ira, como lanzada por una catapulta, arrojará violentas granizadas; y el agua del mar se enfurecerá contra ellos, y los ríos del todo los anegarán.

23 Un soplo poderoso los embestirá y los aventará como torbellino. La iniquidad desolará toda la tierra, y la maldad derribará los tronos de los poderosos.

Capítulo 6

La Sabiduría y los reyes

1 Oíd pues reyes y entended. Aprended los que domináis los confines de la tierra.

2 Aplicad el oído los que imperáis sobre las muchedumbres y os engreís sobre la multitud de las naciones .

3 Porque el poder os fue dado por el Señor, y la soberanía por el Altísimo, que examinará vuestras obras y escudriñará vuestros pensamientos;

4 Porque siendo ministros de su reino no juzgasteis rectamente y no guardasteis la Ley, ni según la voluntad de Dios caminasteis.

5 Terrible y repentina vendrás sobre vosotros, porque de los que mandan se ha de haber severo juicio;

6 Pues el pequeño hallará misericordia, pero los poderosos serán poderosamente atormentados.

7 Que el Señor de todos de nadie teme ni se inmutará ante grandeza alguna; porque Él ha hecho al pequeño y al grande, e igualmente cuida de todos;

8 Pero a los poderosos amenaza poderosa inquisición.

9 A vosotros, pues, gobernantes, se dirigen mis palabras, para que aprendáis la sabiduría y no pequéis.

10 Pues los que guardan santamente las cosas santas serán santificados, y quienes hubieren aprendido encontrarán excusa.

11 Ansiad, pues, mis palabras, deseadlas e instruíos.

12 Esplendente e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente se deja ver de los que la aman y es hallada de los que la buscan.

13 Y aun se anticipa a darse a conocer a los que la desean.

14 El que temprano la busca no tendrá que fatigarse, pues a su puerta la hallará sentada;

15 Pues pensar en ella es ya prudencia consumada, y el que vela por ella pronto se verá sin afanes.

16 Porque ella misma busca por todas partes a los dignos y en los caminos se les muestra benigna, y en todos sus pensamientos les sale al encuentro.

17 Pues su principio es el deseo sincerísimo de la instrucción, y procurar la disciplina es ya amarla.

18 Este amor es la guarda de sus preceptos; la observancia de las leyes asegura la incorrupción.

19 Y la incorrupción nos acerca a Dios.

20 Por tanto, el deseo de la sabiduría conduce al reino.

21 Si os complacéis, pues, en los tronos y en los cetros, reyes de los pueblos, estimad la sabiduría, para que reinéis por siempre

Salomón, enamorado de la Sabiduría

22 Yo os contaré qué es la sabiduría y cuál es su origen; y no os ocultaré sus misterios, sino que desde su primer origen seguiré sus huellas, y no daré de lado a la verdad.

23 No iré con el que de envidia se consume, porque la envidia no tiene que ver nada con la sabiduría.

24 Los muchos sabios son la salud del mundo, y un rey prudente, la prosperidad de su pueblo.

25 Así, pues, aprended mis palabras y os serán de provecho.

 

Capítulo 7

 

1 Yo soy hombre mortal, semejante a todos, nacido del que primero fue formado de la tierra, y en el seno de mi madre se formó mi carne.

2 Fui tomando consistencia en la sangre durante diez meses, producto del esperma viril y del placer que acompaña al sueño.

3 Y, nacido, respiré el aire común, y caí en la tierra, que igualmente soporta a todos; y mi primera voz fue el llanto, igual que todos.

4 Y fui criado entre pañales y con cuidados;

5 Porque no hay rey que tenga otro modo de venir a ser;

6 una es la entrada de todos en la vida, e igual la salida.

7 Por eso oré y me fue dada la prudencia. Invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría.

8 Y la preferí a los cetros y a los tronos, y en comparación con ella tuve en nada la riqueza.

9 No la comparé a las piedras preciosas, porque todo el oro ante ella es un grano de arena, y como el lodo es la plata ante ella.

10 La amé más que a la salud y a la hermosura y antepuse a la luz su posesión, porque el resplandor que de ella brota no tiene descanso.

11 Todos los bienes me vinieron juntamente con ella, y en sus manos me trajo una riqueza incalculable.

12 Yo me gocé en todos estos bienes, porque es la sabiduría quien los trae, pero ignoraba que fuese ella la madre de todos.

13 Sin engaños la aprendí y sin envidia la comunico, y a nadie escondo sus riquezas.

14 Es para los hombres tesoro inagotable, y los que de él se aprovechan se hacen partícipes de la amistad de Dios, recomendados a Él por los dones adquiridos con la disciplina.

15 Concédame Dios hablar juiciosamente y pensar dignamente de los dones recibidos, porque Él es el guía de la sabiduría y el que corrige a los sabios.

16 Porque en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras y toda la prudencia y la pericia de nuestras obras;

17 porque Él me dio la ciencia verdadera de las cosas, y el conocer la constitución del universo y la fuerza de los elementos;

18 el principio, el fin y el medio de los tiempos; la alternancia de los solsticios y los cambios de las estaciones;

19 el ciclo de los años y la posición de las estrellas;

20 la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras; la fuerza de los vientos y los razonamientos de los hombres; las diferencias de las plantas y las virtudes de las raíces.

21 Todo lo oculto y lo manifiesto lo conocía, porque la sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó.

Propiedades de la sabiduría

22 Pues en ella hay un espíritu inteligente, santo, único y múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, claro, inofensivo, benévolo, agudo, libre, bienhechor.

23 Amante de los hombres, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles.

24 Porque la sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve; se difunde su pureza y lo penetra todo;

25 porque es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella.

26 Es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad.

27 Y siendo una, todo lo puede, y permaneciendo la misma, todo lo renueva, y a través de las edades se derrama en las almas santas, haciendo amigos de Dios y profetas.

28 Que Dios a nadie ama sino al que mora con la sabiduría.

29 Es más hermosa que el sol; supera a todo el conjunto de las estrellas, y, comparada con la luz, queda en primer lugar.

30 Porque a la luz sucede la noche, pero la maldad no triunfa sobre la sabiduría.  

Capítulo 8

Riquezas que reparte la sabiduría

 

1 Se extiende poderosa del uno al otro extremo y lo gobierna todo con suavidad.

2 La amé y la busqué desde mi juventud; procuré desposarme con ella, enamorado de su belleza,

3 Se manifiesta su excelsa nobleza por su convivencia con Dios, y el Señor de todas las cosas la ama.

4 Porque está en los secretos de la ciencia de Dios y es la que discierne de sus obras.

5 Si la riqueza es un bien codiciable en la vida, ¿qué cosa más rica que la sabiduría, que todo lo obra?

6 Si la inteligencia es activa, ¿quién más activo que ella, artífice de cuanto existe?

7 Si alguno ama la justicia, las virtudes son frutos de su trabajo, porque ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más provechosas para los hombres en la vida.

8 Y si deseas una rica experiencia, ella conoce lo pasado y entrevé lo venidero; conoce las falacias de los discursos y las soluciones de los enigmas, interpreta los signos y los prodigios, la sucesión de las estaciones y los tiempos.

9 Resolví, pues, tomarla para que conviviera conmigo, sabiendo que sería buena consejera de lo bueno y consuelo en mis cuidados y tristezas.

10 Y por ella alcanzaré gloria ante las muchedumbres, y, joven aún, honor entre los ancianos.

11 En los juicios me mostraré agudo, y seré admirado ante los poderosos.

12 Cuando yo calle, esperarán, y si hablo, me prestarán atención, y si prolongo mis discursos, pondrán mano a la boca.

13 Por ella gozaré de la inmortalidad y dejaré a mi descendencia una memoria eterna.

14 Gobernaré los pueblos, y las naciones me estarán sometidas.

15 Oyendo hablar de mí temerán los terribles tiranos, y me mostraré entre la muchedumbre bueno, y en la guerra valeroso.

16 Entrando en mi casa, descansaré en ella, porque no es amarga su conversación, ni dolorosa su convivencia, sino placer y gozo.

17 Pensando esto conmigo mismo y meditando en mi corazón que la inmortalidad está en la compañía de la sabiduría,

18 y que su amistad es delicioso placer y los trabajos de sus manos riqueza inagotable, y pericia el trato de su conversaciones, y fama participar en sus discursos, corrí de una parte a otra buscando tomarla conmigo.

19 Era yo un niño de buen natural, que recibió en suerte un alma buena.

20 Porque era bueno, vine a un cuerpo sin mancilla;

21 pero, conociendo que no podía alcanzarla si Dios no me la daba y que era parte de la prudencia conocer de quién es don, me dirigí al Señor y le supliqué, diciéndole con todo mi corazón:

 

Capítulo 9

Oración de Salomón para alcanzar la Sabiduría

 

1 Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste todas las cosas.

2 Y en tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre tus criaturas,

3 y para regir el mundo con santidad y justicia, para administrar justicia con rectitud de corazón:

4 Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos.

5 Porque siervo tuyo soy; hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

6 Pues aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría, que procede de ti, será estimado en nada.

7 Tú me elegiste para rey de tu pueblo y juez de tus hijos y tus hijas.

8 Tú me dijiste que edificase un templo en tu monte santo y un altar en la ciudad de tu morada, según el modelo del santo tabernáculo que al principio habías preparado.

9 Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus preceptos.

10 Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato.

11 Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras y me guardará en su esplendor;

12 y mis obras te serán aceptas, y regiré tu pueblo con justicia, y seré digno del trono de mi padre.

13 Pues ¿qué hombre podrá conocer el consejo de Dios y quién podrá atinar con lo que quiere el Señor?

14 Porque inseguros son los pensamientos de los mortales, y nuestros cálculos muy aventurados;

15 pues el cuerpo corruptible agrava el alma, y la morada terrestre oprime la mente pensativa;

16 pues si apenas adivinamos lo que en la tierra sucede y con trabajo hallamos lo que está en nuestras manos, ¿quién rastreará lo que sucede en el Cielo?

17 ¿Quién conoció tu consejo, si tú no le diste la sabiduría y enviaste de lo alto tu espíritu santo?

18 Así es como se han enderezado los caminos de los que moran sobre la tierra, y los hombres supieron lo que te es grato,

19 y por la sabiduría fueron salvos.

 

SEGUNDA PARTE

LA SABIDURÍA EN ISRAEL

Capítulo 10

La Sabiduría, guía de los patriarcas

 

1 Ella fue la que guardó al primer hombre; al que primeramente formaste para ser padre del mundo, le salvó en su caída,

2 y le dio poder para dominar sobre todas las cosas.

3 Por haberse apartado de ella en su cólera, el injusto se perdió por su furor fratricida.

4 Cuando por causa de él la tierra fue inundada, de nuevo le salvó la sabiduría, rigiendo al justo en leño deleznable.

5 Cuando las naciones en una concordia inicua fueron confundidas, conoció al justo y le conservó irreprochable ante Dios y le mantuvo fuerte contra la ternura paternal por su hijo.

6 Ella salvó de la ruina de los impíos al justo en su huida del fuego que descendía sobre Pentápolis;

7 y en testimonio de la maldad continúa la tierra desolada, humeante, y sus árboles dan frutos que no maduran, y una estatua de sal quedó cual monumento de un alma desobediente.

8 Pues los que despreciaron la sabiduría no sólo sufrieron el daño de no conocer el bien, sino que dejaron a los vivientes un monumento de su insensatez, para que no cayesen en olvido sus pecados.

9 Pero la sabiduría libró de las penas a los que la servían.

10 Libró al justo que huía de la ira fraterna, le condujo por caminos rectos, le mostró el reino de Dios y le dio a conocer las cosas santas; le prosperó en sus fatigas y multiplicó el fruto de sus trabajos;

11 le asistió contra la avaricia de quien le oprimía y le enriqueció;

12 le preservó de sus enemigos y le protegió contra los que le acechaban, y le dio el premio de un rudo combate para que aprendiera que la piedad es más fuerte que todo.

13 No abandonó al justo vendido y le salvó del pecado; descendió con él al calabozo.

14 Y no le abandonó en la prisión hasta entregarle los poderes del reino y el poder sobre los opresores. Descubrió la mentira de sus acusadores y le dio una gloria eterna.

Moisés e Israel, guiados por la sabiduría

15 Libró de la nación opresora al pueblo santo, al pueblo puro, a la descendencia irreprochable.

16 Entró en el alma del servidor de Dios e hizo frente a reyes temibles con prodigios y señales.

17 Dio a los santos la recompensa de sus trabajos, guiándolos por un camino de prodigios, y fue para ellos sombra por el día y luz de astros por la noche.

18 Les hizo atravesar el mar Rojo y los condujo a través de las muchas aguas.

19 Sumergió a sus enemigos, y los vomitó del profundo del abismo.

20 Por esto los justos despojaron a los impíos; celebraron, Señor, tu santo nombre y a una alabaron tu mano defensora.

21 Porque la sabiduría abrió la boca de los mudos e hizo elocuentes las lenguas de los niños.  

Capítulo 11

 

1 Hizo prosperar sus obras por mano de un profeta santo;

2 atravesaron el desierto inhabitable y fijaron sus tiendas en lugares intransitables;

3 resistieron a los enemigos y rechazaron a sus adversarios.

4 Tuvieron sed y te invocaron, y les fue dada agua de la dura roca, y para saciar su sed, de la áspera piedra.

Castigo de los Egipcios

5  Pues por donde fueron castigados sus enemigos,

6 por ahí fueron socorridos los indigentes.

7 En vez de las aguas perennes del río, se vieron aquéllos turbados con sangre podrida;

8 en castigo del decreto infanticida. Dísteles a ellos, contra toda esperanza, aguas abundantes.

9 Y mostraste por aquella sed el castigo infligido a los adversarios, juzgados con ira.

10 Porque aquéllos, probados y corregidos con misericordia, conocieron cómo eran atormentados los impíos con ira.

11 Pues a unos, como padre que amonesta, los probaste; pero a los otros, como rey severo que condena, los castigaste.

12 Pues ausentes y presentes eran igualmente atormentados.

13 Y heridos por un doble pesar, gimieron por la memoria de lo pasado.

14 Porque, oyendo que sus propios tormentos beneficiaban a los otros, conocieron al Señor.

15 Pues aquel que ellos arrojaron y despreciaron le admiraron al fin de los sucesos, cuando sintieron una sed muy diferente de la de los justos.

16 En castigo de los pensamientos insensatos y estúpidos con que, extraviados, adoraban a reptiles miserables y viles brutos, les enviaste en castigo muchedumbre de animales irracionales.

17 Para que conocieran que por donde uno peca, por ahí es atormentado.

18 Pues no era difícil a tu mano omnipotente, que creó el mundo de la materia informe, enviarles muchedumbre de osos o feroces leones,

19 o fieras desconocidas, llenas de furor, creadas nuevamente, que respirasen un aliento inflamable, lanzando rugidos humeantes, y por sus ojos echasen terribles centellas.

20 Que no sólo con su daño pudieran destrozarlos, sino que ya sólo con su vista espantable los mataran;

21 pero aun sin esto, por un simple soplo podrían perecer perseguidos por la justicia y disipados por tu soplo poderoso; pero todo lo dispusiste con medida, número y peso.

22 Porque el realizar cosas grandes siempre está en tu mano, y al poder de tu brazo, ¿quién puede resistir?

23 Pues todo el mundo es delante de ti como un grano de arena en la balanza y como una gota de rocío de la mañana que cae sobre la tierra.

24 Pero tienes piedad de todos, porque todo lo puedes, y disimulas los pecados de los hombres para traerlos a penitencia;

25 pues amas todo cuanto existe y nada aborreces de lo que has hecho; pues si tú hubieras odiado cosa alguna no la habrías formado.

26 ¿Y cómo podría subsistir nada si tú no quisieras o cómo podría conservarse sin ti?

27 Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amador de las almas.

Capítulo 12

Castigo de los cananeos

 

1 Porque en todas las cosas está Tu espíritu incorruptible.

2 Y por eso corriges poco a poco a los que caen, y a los que pecan los amonestas, despertando la memoria de su pecado, para que, apartándose de la maldad, crean, Señor, en ti.

3 Y porque aborrecías a los antiguos habitantes de tu tierra santa,

4 que practicaban obras detestables de magia, ritos impíos,

5 y eran crueles asesinos de sus hijos, que se daban banquetes con la carne humana y se iniciaban en orgías.

6 A esos padres, asesinos de seres inocentes, determinaste perderlos por mano de nuestros padres,

7 para que recibiese una digna colonia de hijos de Dios esta tierra, ante ti la más estimada de todas.

8 Pero a éstos, como a hombres, los perdonaste, y enviaste tábanos como precursores de tu ejército, para que poco a poco los exterminaran.

9 No porque fueras impotente para someter por las armas los impíos a los justos o para de una vez destruirlos por fieras feroces o por una palabra dura;

10 pero, castigándolos poco a poco les diste lugar a penitencia, no ignorando que era el suyo un origen perverso, y que era ingénita su maldad, y que jamás se mudaría su pensamiento.

11 Que era semilla maldita desde su origen y no por temor de nadie dilataste el castigo de sus pecados.

12 Pues ¿quién te dirá: Por qué haces esto, o quién se opondrá a tu juicio, o quién te llamará a juicio por la pérdida de naciones que tú hiciste, o quién vendrá a abogar contra ti por hombres impíos?

13 Que no hay más Dios que tú, que de todo cuidas, para mostrar que no juzgas injustamente.

14 Y no hay rey ni tirano que te pueda pedir cuenta de tus castigos.

15 Siendo justo, todo lo dispones con justicia y no condenas al que no merece ser castigado, pues lo tienes por indigno de tu poder.

16 Porque tu poder es el principio de la justicia y tu poder soberano te autoriza para perdonar a todos.

17 Sólo si no eres creído perfecto en poder haces alarde de tu fuerza, confundes la audacia de los que dudan de ella.

18 Pero tú, Señor de la fuerza, juzgas con benignidad y con mucha indulgencia nos gobiernas, pues cuando quieres tienes el poder en la mano.

Lecciones que de lo dicho se infieren

19 Por tales obras enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humanitario, y diste a tus hijos buenas esperanzas de que das tiempo para hacer penitencia de los pecados.

20 Porque si a los enemigos de tus hijos y reos de muerte los castigaste con tantos miramientos e indulgencia, dándoles tiempo y espacio para arrepentirse de su maldad,

21 ¿con qué circunspección juzgarás a tus hijos, cuyos padres recibieron de ti juramentos y alianza de buenas promesas?

22 Pues corrigiéndonos a nosotros, azotas mil veces más a nuestros enemigos, para que, cuando nosotros juzguemos, pensemos en tu bondad y, al ser juzgados, esperemos misericordia.

23 Pues a los injustos, que pasan la vida en la insensatez, los atormentaste por sus propias abominaciones.

24 Cuando mucho más se extraviaron por los caminos del error, teniendo por dioses los más viles animales, engañados a manera de niños insensatos.

25 Y por esto, como a niños sin juicio, les enviaste un castigo de burla;

26 y los que no se corrigieron con amonestaciones de burla, sufrieron un castigo digno de Dios.

27 Pues fueron castigados por medio de aquellos mismos que tenían por dioses y por ellos mismos azotados al ver que aquel que antes se negaron a reconocer por Dios era el Dios verdadero, que echó sobre ellos la suprema condenación.

Capítulo 13

Necedad de los que adoran a las criaturas

 

1 Vanos son por naturaleza todos los hombres, en quienes hay desconocimiento de Dios, y que a partir de los bienes visibles son incapaces de ver al que es, ni por la consideración de las obras conocieron al artífice.

2 Sino que al fuego, al viento, al aire ligero, o al círculo de los astros, o al agua impetuosa, o a las lumbreras del cielo tomaron por dioses rectores del universo.

3 Pues si, seducidos por su hermosura, los tuvieron por dioses, debieron conocer cuánto mejor es el Señor de ellos, pues es el autor de la belleza quien hizo todas estas cosas.

4 Y si se admiraron del poder y de la fuerza, debieron deducir de aquí cuánto más poderoso es su plasmador;

5 pues en la grandeza y hermosura de las criaturas, proporcionalmente se puede contemplar a su Hacedor original.

6 Pero sobre éstos no cae tan gran reproche, pues por ventura yerran buscando realmente a Dios y queriendo hallarle;

7 y ocupados en la investigación de sus obra, a la vista de ellas, se persuaden de la hermosura de lo que ven,

8 aunque no son excusables.

9 Porque, si pueden alcanzar tanta ciencia y son capaces de investigar el universo, ¿cómo no conocen más fácilmente al Señor de él?

El culto a los ídolos

10 Desdichados los que han puesto sus esperanzas en muertos, cuantos llaman dioses a las obras de sus manos, oro y plata, obra de artífice e imágenes de animales, o piedra inútil, obra de mano antigua.

11 Corta experto leñador un tronco manejable, lo descorteza diestramente y, haciendo uso de su destreza y arte, fabrica un mueble útil para las necesidades de la vida;

12 Y los despojos de la obra los consume en preparar su comida y satisfacer su necesidad;

13 pero el último resto, que para nada sirve, un leño torcido y lleno de nudos, lo toma y lo labra en sus ratos de ocio, y con su arte le da una figura, semejanza de hombre;

14 o, dándole la semejanza de un vil animal y pintándole de minio, le da un color rojo y cubre de pintura todas las manchas que hay en él,

15 y, preparándole una morada digna, le coloca en el muro, asegurándole con hierros, cuidando bien que no caiga,

16 pues sabe que no puede valerse por sí mismo, siendo una imagen que necesita de ayuda.

17 Y luego, al dirigirle oraciones por su hacienda, por sus mujeres y sus hijos, no se avergüenza de hablar con quien carece de alma,

18 de invocar al impotente pidiéndole la salud, y ruega al muerto por la vida, y suplica la ayuda de quien es lo más inútil.

19 Y pide un feliz viaje al que no puede usar de sus pies, y ganancias y empresas y el éxito de sus obras y energía al más incapaz de hacer nada con sus manos.

Capítulo 14

 

1 Pongamos otro caso. Uno se propone navegar, se dispone a atravesar por las furiosas ondas, e invoca a un leño más frágil que la nave que le lleva,

2 pues ésta fue inventada por la codicia del lucro y fabricada con sabiduría por un artífice.

3 Pero tu providencia, Padre, la gobierna, porque tu preparaste un camino en el mar, y en las ondas senda segura.

4 Mostrando que puedes salvar del peligro, para que cualquiera, aun sin el conocimiento del arte, pueda embarcarse.

5 No quieres que las obras de tu sabiduría estén ociosas. Por esto los hombres confían sus vidas a un frágil leño, y, atravesando las ondas en una balsa, llegan a salvo.

6 Y habiendo perecido al principio los orgullosos gigantes, la esperanza del mundo escapó al peligro en una balsa, que, gobernada por tus manos, dejó al mundo semilla de posteridad.

7 Bendito sea, pues, el leño de que se hace recto uso.

8 Pero el ídolo, obra del hombre, es maldito él y quien lo hace. Este porque lo hizo; aquél porque, siendo corruptible, es llamado dios.

9 Igualmente son a Dios aborrecibles el impío y su impiedad.

10 Y así serán castigados la obra y el que la hace.

11 Por esto serán visitados los ídolos de las naciones; porque las criaturas de Dios se convirtieron en abominación, en escándalo para las almas de los hombres y en lazo para los pies de los insensatos.

12 Pues el principio de la fornicación es la invención de los ídolos, y su invención es la corrupción de la vida.

13 No existieron desde el principio ni existirán para siempre.

14 Fue la vanagloria de los hombres la que los introdujo en el mundo, y por esto está decidido su próximo fin.

La apoteosis humana

15 Un padre, presa de acerbo dolor, hace la imagen del hijo que acaba de serle arrebatado, y al hombre entonces muerto le honra ahora como dios, estableciendo entre sus siervos misterios e iniciaciones.

16 Luego, con el tiempo, se consolida esta costumbre impía y es guardada como ley, y por los decretos de los príncipes son veneradas las estatuas.

17 Y a quienes los hombres no pueden de presente honrar por estar lejos, de lejos se imaginan su semblante y hacen la imagen visible de un rey venerado para adular al ausente con igual diligencia que si estuviera presente.

18 Y progresando la superstición, también a los ignorantes los indujo la ambición del artista.

19 En efecto, éste, queriendo congraciarse con el soberano, extremó el arte para superar la semejanza;

20 y la muchedumbre, seducida por la perfección de la obra, al que hasta entonces honraba como hombre le miró como cosa sagrada.

21 Y esto se convirtió en lazo para los hombres, porque los hombres, queriendo servir a la fortuna o a la tiranía, atribuyeron a la piedra y a los leños el nombre incomunicable.

Consecuencias de la idolatría

22 Y como si no bastara errar sobre el conocimiento de Dios, los hombres, viviendo en violenta guerra de ignorancia, llamaron paz a tan grandes males;

23 pues celebran iniciaciones infanticidas, o misterios ocultos, o desenfrenadas orgías de ritos extraños;

24 y ya no guardan la pureza de su vida ni la del lecho conyugal, pues unos a otros se matan con asechanzas o con el adulterio se infaman.

25 Y en todo domina la sangre y el homicidio, el robo y el engaño, la corrupción y la infidelidad, la rebelión y el perjurio;

26 la vejación de los buenos, el olvido de los beneficios, la contaminación de las almas, los crímenes contra naturaleza, la perturbación de los matrimonios, el adulterio y la lascivia;

27 pues el culto de los abominables ídolos es principio, causa y fin de todo mal,

28 pues en sus regocijos son locos, y en sus profecías embusteros; viven en la injusticia y de ligero perjuran,

29 pues poniendo su confianza en ídolos sin alma, juran falsamente sin temer ningún daño.

30 Pero un doble castigo vendrá sobre ellos, porque sintieron mal de Dios adorando a los ídolos y juraron falsamente, con menosprecio de la santidad.

31 Pues no es el poder de los ídolos por quienes juran, sino la venganza sobre los pecadores lo que siempre sigue a la prevaricación de los justos.

 

Capítulo 15

Dicha de los amigos de Dios

 

1 Pero tú, Dios nuestro, bondadoso y veraz, paciente y que todo lo gobiernas con misericordia;

2 si pecamos, tuyos somos, reconocemos tu poder, mas no queremos pecar sabiendo que somos contados tuyos;

3 pues el conocerte es la justicia perfecta, y conocer tu poder es raíz de inmortalidad.

4 No nos extravió la invención artificiosa de los hombres, ni el trabajo estéril de la pintura, la imagen emborronada con varios colores.

5 Cuya vista atrae el oprobio sobre los insensatos, que se enamoran de la figura inanimada de una imagen muerta.

6 Amadores de la maldad, dignos de tales esperanzas, son tanto los que los hacen como los que los aman y los que los veneran.

Necedad de los idólatras

7 Pues el alfarero, que amasa fatigosamente el barro, fabrica todo género de vasos para nuestro uso, y del mismo barro modela vasos útiles para los servicios limpios y otros para usos contrarios; pero sobre cuál ha de ser el destino de cada uno es juez el alfarero.

8 Y con un trabajo inútil modela de la misma masa un dios vano, que, salido poco antes de la tierra, vuelve poco después a aquella de donde fue tomado al exigírsele la deuda de una vida prestada.

9 Pero no le dan cuidado sus fatigas ni de que su vida es corta. Rivaliza con los orífices y plateros e imita a los broncistas, y tiene por gloria el hacer figuras engañosas.

10 Su corazón es ceniza, y su esperanza más vil que la tierra; su vida es de menos estima que el barro.

11 Porque desconoce a quien le hizo, al que le infundió la semejanza con un alma activa y al que le dio espíritu vital.

12 Mas para los hombres nuestra existencia es un pasatiempo, y la vida, una feria en que hacer ganancias;

13 pues dicen que es preciso ganar aun por malos medios, y éste sabe que peca más que todos, pues de la misma tierra fabrica vasos frágiles y estatuas de ídolos.

14 Son en sumo grado insensatos y desdichados, más que el alma de un niño, los enemigos de tu pueblo que dominan sobre él.

15 Porque tuvieron por dioses a todos los ídolos de las naciones, que no pueden ver con sus ojos, ni pueden respirar el aire por sus narices, ni oír con sus oídos, ni tocar con los dedos de sus manos, ni andar con sus inmóviles pies,

16 pues es el hombre quien los hace y los modela; sólo de prestado recibieron aliento de vida, pues no hay hombre capaz de modelar un dios semejante a sí.

17 Siendo mortal, fabrica con sus manos impías un muerto; él es mejor que los objetos que venera, pues él goza de vida y aquéllos no.

La zoolatría

18 Adoran a los animales más odiosos, que, comparados con los otros, son los más repugnantes.

19 Nada hay en ellos que los haga estimables como los otros animales en que hay bellas cualidades, y hasta fueron excluidos de la aprobación y de la bendición de Dios.  

Capítulo 16

Castigo de este pecado

 

1 Por esto, mediante ellos fueron dignamente castigados por semejantes criaturas y por muchedumbre de bestias fueron atormentados.

2 En vez de este castigo, colmaste de beneficios a tu pueblo, y para satisfacción de su apetito le diste un manjar exquisito y le preparaste las codornices para alimento.

3 De suerte que aquéllos, ansiosos de alimento, por asco de los animales enviados contra ellos, sintieron aversión al alimento necesario; mientras que éstos, pasada una breve privación, gustaron un manjar maravilloso.

4 Pues convenía que los opresores sintiesen una necesidad insaciable y a éstos sólo se les diese a conocer el tormento de los enemigos;

5 mas cuando sobre éstos vino la terrible furia de las bestias y perecían por las mordeduras de las tortuosas serpientes, tu cólera no duró hasta el fin.

6 Para su corrección fueron por un poco turbados; tuvieron una señal de salud para traerles a la memoria los preceptos de la Ley;

7 pues el que se volvía a mirarla no era curado por lo que veía, sino por ti, Salvador de todos.

8 Y con esto mostraste a nuestros enemigos que tú eres el que salvas de todo mal;

9 pues a ellos los mataron la voracidad de las langostas y las picaduras de las moscas, sin encontrar remedio para su mal, porque merecían ser por tales medios castigados;

10 pero sobre tus hijos no vencieron los dientes de las venenosas serpientes, porque tu misericordia los socorrió y los sanó.

11 Para memoria de tus palabras eran picados, aunque pronto fueran curados, para que no las echasen en olvido y quedasen excluidos de tus beneficios.

12 Pues ni hierba ni emplasto los curó, sino tu palabra, Señor, que todo lo sana.

13 Que tú tienes el poder de la vida y de la muerte y llevas a los fuertes al hades y sacas de él.

14 Por su maldad puede el hombre dar la muerte, pero no hacer que torne el espíritu que se fue, ni hacer volver al alma ya encerrada en el hades.

15 Imposible es huir de tu mano.

16 Y los impíos que negaron conocerte, por el poder de tu brazo fueron castigados, perseguidos con extraordinarias lluvias, con granizadas y aguaceros inevitables y por el fuego abrasador.

17 Y lo más maravilloso era que en medio del agua, que todo lo extingue, el fuego se mostraba más activo, porque la naturaleza combate por los justos.

18 Pues unas veces la llama se aplacaba para que no fuesen consumidos los animales enviados contra los impíos, para que, viéndolo, entendiesen que eran empujados por el juicio de Dios;

19 otras veces el fuego se encendía, contra su naturaleza, en medio del agua, para destruir los productos de una tierra impía.

20 En lugar de esto proveíste a tu pueblo de alimento de ángeles, y sin trabajo les enviaste del cielo pan preparado, que, teniendo en sí todo sabor, se amoldaba a todos los gustos.

21 Y ese alimento tuyo mostraba tu dulzura hacia tus hijos, ajustándose al deseo de quien lo cogía, y se acomodaba al gusto que cada uno quería.

22 La nieve y el hielo soportaban el fuego sin derretirse, para que conociesen que los frutos de los enemigos los destruía el fuego, encendido por la tempestad y que fulguraba en medio de la lluvia.

23 Y para que de nuevo se alimentasen los justos, se olvidaba de su propia naturaleza.

24 Pues la creación, sirviéndote a ti, que la hiciste, despliega su energía para atormentar a los malos y la mitiga para hacer bien a los que en ti confían.

25 Por esto, amoldándose a todo, servía a tu generosidad universal, nodriza de todos, según la voluntad de los necesitados.

26 Para que aprendan, Señor, tus amados hijos que no tanto la producción de los frutos alimenta al hombre cuanto tu palabra, que conserva a los que creen en ti.

27 Pues lo que resistía a la acción del fuego, al punto se derretía calentado por un tenue rayo de sol;

28 para que a todos sea manifiesto que es preciso anticiparse al sol para darte gracias y salirte al encuentro a la aparición de la luz.

29 Pues la esperanza del ingrato se derrite como el hielo y se derrama como agua inútil.

Capítulo 17

Las Tinieblas de Egipto y la columna de fuego

 

1 Grandes e inescrutables son tus juicios, y por esto las almas en tinieblas se extraviaron.

2 Pues suponiendo los inicuos que podían dominar sobre la nación santa, quedaron presos de las tinieblas y encadenados por una larga noche, encerrados bajo tus techos, excluidos de tu eterna providencia.

3 Imaginándose poder ocultar sus pecados secretos bajo el oscuro velo del olvido, fueron dispersados, sobrecogidos de terrible espanto y turbados por espectros.

4 Pues ni el escondrijo que los protegía los preservaba del terror y rumores aterradores les infundían espanto, y espectros tristes y de rostros tétricos se les aparecían;

5 y ninguna fuerza de fuego era capaz de darles luz, ni la llama brillante de los astros podía iluminar aquella horrenda noche.

6 Sólo les aparecía un fuego repentino y temeroso; y espantados de la visión, cuya causa no veían, juzgaban más terribles las cosas que estaban a su vista.

7 Las ilusiones del arte mágica quedaban por los suelos, afrentosa corrección para los que presumían de sabiduría.

8 Pues los que prometían expulsar los miedos y las turbaciones del alma enferma, esos mismos padecían de un miedo ridículo;

9 pues aunque nada hubiese que les pudiera infundir espanto, aterrados por el paso de los animales y el silbido de las serpientes, se morían de miedo, y ni querían mirar lo que por ninguna vía podían evitar.

10 La maldad es cobarde y da testimonio contra sí misma, y siempre sospecha lo más grave, perturbada por su conciencia.

11 Pues la causa del temor no es otra que la renuncia a los auxilios que proceden de la reflexión.

12 Porque cuanto menor ayuda se recibe del fondo del alma, tanto mayor se cree lo desconocido que atormenta.

13 Ellos, en medio de una noche realmente impenetrable salida del fondo del insondable hades, durmieron el mismo sueño.

14 Unos, agitados por prodigiosos fantasmas, otros desfallecidos por el abatimiento del ánimo, sorprendidos por un repentino e inesperado terror.

15 Luego, si alguno de ellos caía rendido, quedaba como encerrado en una cárcel sin cadenas.

16 El labrador o el pastor, el obrero ocupado en los trabajos del campo, sorprendidos, esperaban lo inevitable.

17 ligados todos por una misma cadena de tinieblas. Fuera el viento que silba, o el canto suave de los pájaros entre la espesa enramada, o el rumor de las aguas que se precipitan con violencia,

18 o el estrépito horrísono de las piedras que se despeñan, o la carrera invisible de animales que retozan, o el rugido de las fieras que espantosamente rugen, o el eco que resuena en los hondos valles, todo los aterraba y los helaba de espanto.

19 Mientras todo el universo era iluminado por una brillante luz y libremente se entregaban todos a sus trabajos,

20 sólo sobre aquéllos se extendía una densa noche, imagen de las tinieblas que a poco les aguardaban; pero ellos se eran para sí mismos más graves que las tinieblas.

Capítulo 18

 

1 Mientras que para tus santos brillaba una espléndida luz, aquéllos, oyendo sus voces sin ver a las personas, las proclamaban felices aunque hubieran sufrido.

2 Y aunque maltratados injustamente, no se habían vengado, antes daban y pedían perdón de ser tenidos por enemigos.

3 Y en lugar de las tinieblas encendiste una columna, que les diste para su camino, guía desconocido, un sol inofensivo para una gloriosa peregrinación.

4 Pues dignos eran de ser privados de luz y encerrados en tinieblas los que guardaban en prisión a tus hijos, por quienes había de ser dada al mundo la luz incorruptible de la ley.

5 Y a los que habían resuelto dar muerte a los hijos de tus santos, uno de los cuales fue expuesto y salvado para castigo de ellos, les quitaste la muchedumbre de sus hijos y a una los ahogaste en las impetuosas aguas

6 Aquella noche fue de antemano conocida por nuestros padres; porque, sabiendo con certidumbre a qué juramentos habían dado fe, tuvieron más ánimo.

7 Y fue esperada por tu pueblo la salud de los justos y la perdición de los enemigos.

8 Pues con lo mismo que castigaste a los enemigos, con eso nos fortificaste llamándonos a ti.

9 En secreto hicieron sus sacrificios los hijos santos de los buenos, y de común acuerdo hicieron este pacto divino, de que los santos participasen igualmente de los mismos bienes y peligros, cantando antes las alabanzas de sus padres.

10 Entre tanto resonaba el grito discordante de los enemigos y se oía el triste llanto por los hijos muertos;

11 y con igual pena fue castigado el siervo que el amo, y la plebe padecía lo mismo que el rey.

12 Y todos a una, con un sólo género de muerte, tenían muertos innumerables, y no bastaban los vivos para sepultarlos, pues en un instante sus más nobles nacidos fueron muertos.

13 A causa de sus magias no habían creído todos los castigos pasados, pero con la muerte de los primogénitos confesaron que el pueblo era hijo de Dios.

14 Un profundo silencio lo envolvía todo, y, en el preciso momento de la medianoche,

15 tu palabra omnipotente de los cielos, de tu trono real, cual invencible guerrero, se lanzó en medio de la tierra destinada a la ruina.

16 Llevando por aguda espada tu decreto irrevocable; e irguiéndose, todo lo llenó de muerte, y caminando por la tierra tocaba el cielo.

17 Al instante visiones de sueños terriblemente los turbaron, cayendo sobre ellos temores inesperados;

18 y, arrojados por tierra aquí y allí, manifestaban la causa por que morían.

19 Las visiones que los turbaron les habían advertido, para que al morir no ignorasen por qué sufrían aquellos males.

20 La prueba de la muerte alcanzó también a los justos, y en el desierto se produjo una mortandad en la muchedumbre; pero la cólera no duró mucho tiempo.

21 Porque un varón irreprensible se apresuró a combatir por el pueblo con las armas de su propio ministerio, la oración y la expiación del incienso, y resistió a la cólera y puso fin al azote, mostrando que era tu siervo.

22 Y venció a la muchedumbre, no con el poder del cuerpo ni con la fuerza de las armas, sino que con la palabra sujetó al que los castigaba, recordando los juramentos y la alianza de los padres.

23 Y caídos los muertos a montones unos sobre otros, levantándose en medio, aplacó la cólera y le cortó el camino hacia los vivos.

24 Pues sobre sus vestiduras llevaba grabado a todo el pueblo, los nombres gloriosos de los padres grabados en las cuatro series de piedras, y tu gloria sobre la diadema de su cabeza.

25 A la vista de esto retrocedió con temor el exterminador y dio por suficiente la manifestación de la cólera divina.

 

Capítulo 19

Israel y los egipcios ante el mar Rojo

 

1 Pero sobre los impíos llegó hasta el colmo la cólera sin misericordia, porque Dios sabía de antemano lo que iba a sucederles:

2 que habiéndose permitido partir y dándoles prisa para que partiesen, luego, arrepentidos, los persiguieron.

3 Aún no habían terminado el luto y aún lloraban sobre los sepulcros de los muertos, cuando se lanzaron a nuevos planes insensatos, y a los que suplicantes habían arrojado, los persiguieron como a fugitivos.

4 Una merecida necesidad los arrastraba a este fin, haciéndoles olvidar los precedentes sucesos para que recibiesen el pleno castigo que faltaba a sus tormentos.

5 Y mientras que tu pueblo hacía una maravillosa travesía, encontraron ellos una extraña muerte;

6 porque toda la creación, en su propia naturaleza, recibió de lo alto una forma nueva, sirviendo a tus mandatos para que tus hijos fuesen guardados incólumes.

7 La nube daba sombra al campamento; de las aguas que antes la invadían se vio emerger la tierra seca, y en el mar Rojo un camino sin tropiezos; y las ondas impetuosas dieron lugar a un verde campo,

8 por donde atravesaron en masa, los que por tu mano eran cubiertos, después de haber contemplado prodigios estupendos.

9 Pues como los potros en sus pastos y como los corderos retozones, te alababan a ti, Señor, que los libraste;

10 y se acordaban de que aun en su destierro, en vez de producir otros animales, produjo la tierra mosquitos, y en vez de peces produjo el río multitud de ranas.

11 Al fin vieron una nueva producción de aves cuando, llevados del apetito, pidieron los placeres de la comida,

12 y para su satisfacción salieron del mar las codornices.

El castigo de los sodomitas

Mientras que sobre los pecadores cayeron los castigos, de que fueron indicios los violentos rayos, pues justamente padecían por sus maldades.

13 Los que habían practicado tan detestable inhospitalidad. Porque unos no quisieron recibir a desconocidos que llegaban, y otros pretendieron esclavizar a los extranjeros, sus bienhechores.

14 Y sobre el castigo entonces recibido tendrán otro al fin por haber acogido con tan mala voluntad a los extranjeros.

15 Los egipcios recibieron con festivas manifestaciones a los que fueron partícipes en sus beneficios, mas luego los afligieron imponiéndoles crueles faenas.

16 También fueron heridos de ceguera, como los que a las puertas del justo, envueltos en densa tiniebla, buscaban la entrada de la puerta.

17 Y para ejercer en ellos la justicia se pusieron de acuerdo los elementos, como en el salterio se acuerdan los sonidos en una inalterable armonía, como claramente puede verse por los sucesos.

18 Pues los animales terrestres se mudan en acuáticos, y los que nadan caminan sobre la tierra.

19 El fuego supera con el agua su propia virtud, y el agua se olvida de su propiedad de extinguirlo.

20 Al contrario, las llamas no atacaron las carnes de los ligeros animales que caminan por todas partes, ni derritieron aquel alimento celestial fusible como el rocío, pues en todas las cosas, Señor, engrandeces a tu pueblo y le glorificas, y no le has despreciado, antes le asistes en todo tiempo y lugar.

 

 

C.R.Y&S