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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

cristoraul.org

CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 

 
 

LA SAGRADA BIBLIA

 

Cantar de los Cantares

de Salomón

 

CANTO PRIMERO
 
1
1
Cantar de los cantares, de Salomón.
2
¡Béseme con besos de su boca!
El anhelo de la esposa
3
Son tus amores más deliciosos que el vino; son tus ungüentos agradables al olfato. Es tu nombre un perfume que se difunde; por eso te aman las doncellas.
El Coro
4
¡Arrástranos tras de ti, corramos! Introdúcenos, rey, en tus cámaras, y nos gozaremos y regocijaremos contigo, y celebraremos tus amores más que el vino. ¡Con razón eres amado!
La esposa
5
Soy morena pero hermosa, hijas de Jerusalén; como las tiendas de Cedar, como los pabellones de Salomón.
6
No miréis que soy morena: es que me ha quemado el sol. Los hijos de mi madre, airados contra mí, me pusieron a guardar viñas: no era mi viña la que guardaba.
7
Díme tú, amado de mi alma, donde pastoreas, donde sesteas al mediodía, no venga yo a extraviarme tras los rebaños de tus compañeros.
El esposo
8
Si no lo sabes, ¡oh la más hermosa de las mujeres! sigue las huellas del rebaño y apacienta tus cabritos cabe las majadas de los pastores.
9
Al tiro de los carros del faraón te comparo, amada mía.
10
¡Cuán hermosas están tus mejillas entre las guedejas, tu cuello con los collares!
 
CANTO SEGUNDO
La Esposa
8
¡La voz de mi amado! Vedle que llega saltando por los montes, triscando por los collados.
9
Es mi amado como la gacela o el cervatillo. Vedle que está ya detrás de nuestros muros, atisbando por las ventanas, espiando por entre las celosías.
10
Mi amado ha tomado la palabra y dice:
El Esposo
11
 ¡Levántate ya, amada mía, hermosa mía, y ven! Que ya se ha pasado el invierno y han cesado las lluvias.
12
Ya se muestran en la tierra los brotes floridos, ya ha llegado el tiempo de la poda y se deja oír en nuestra tierra el arrullo de la tórtola.
13
Ya ha echado la higuera sus brotes, ya las viñas en flor esparcen su aroma. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven!
14
Paloma mía, que anidas en las hendiduras de las rocas, en las grietas de las peñas escarpadas,  dame a ver tu rostro, hazme oír tu voz. Que tu voz es dulce y encantador tu rostro.
La Esposa
15
¡Cazadnos las raposas, las raposillas que destrozan las viñas, nuestras viñas en flor!
16
Mi amado es para mí, y yo para él el que pastorea entre azucenas.
17
Antes de que refresque el día y huyan las sombras, vuelve, amado mío, semejante a la gacela o al cervatillo por los montes de Beter.
 
CANTO TERCERO
 
3
La esposa
1
En mi lecho, por la noche, busqué al amado de mi alma, busquéle, y no lo hallé.
2
Me levanté y di vueltas por la ciudad, por las calles y las plazas, buscando al amado de mi alma. Busquéle y no le hallé.
3
Encontráronme los centinelas que hacen la ronda en la ciudad: ¿Habéis visto al amado de mi alma?
4
En cuanto los había traspasado, hallé al amado de mi alma. Le así para no soltarlo hasta introducirlo en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me engendró.
El esposo
5
Os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas y los ciervos, que no despertéis ni inquietéis a mi amada hasta que a ella le plazca.
 
CANTO CUARTO
Coro
6
¿Qué es aquello que sube del desierto corno columna de humo, como un vapor de mirra e incienso y de todos los perfumes exquisitos?
7
Ved: la litera de Salomón; sesenta valientes le dan escolta de entre los héroes de Israel.
8
Todos esgrimen la espada, todos son diestros para el combate. Todos llevan la espada ceñida, para hacer frente a los temores nocturnos.
9
Hízose el rey Salomón una cámara de maderas del Líbano.
10
Hizo de plata sus columnas, de oro su baldaquino, su asiento de púrpura, recamado, (obra) dilecta de las hijas de Jerusalén.
11
Salid, hijas de Sión, a ver al rey Salomón con la diadema de que le coronó su madre el día de sus desposorios, el día de la alegría de su corazón.
 
4
El esposo
1
¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! Son palomas tus ojos a través de tu velo.
2
Son tus cabellos rebañito de cabras que ondulantes van por los montes de Galaad. Son tus dientes cual rebaño de ovejas de esquila que suben del lavadero, todas con sus crías mellizas, sin que haya entre ellas estériles.
3
Cintillo de grana son tus labios, y tu hablar es agradable. Son tus mejillas mitades de granada a través de tu velo.
4
Es tu cuello cual la torre de David, adornada de trofeos, de la que penden mil escudos, todos escudos de valientes.
5
Tus dos pechos son dos mellizos de gacela, que triscan entre azucenas.
6
Antes de que refresque el día y huyan las sombras, iréme al monte de la mirra, al collado del incienso.
7
Eres del todo hermosa, amada mía; no hay tacha en tí.
8
Ven del Líbano, esposa; ven del Líbano, haz tu entrada. Avanza desde la cumbre del Amana, de las cimas del Sanir y del Hermón, de las guaridas de los leones, de las montañas de los leopardos.
9
Prendiste mi corazón, hermana, esposa; prendiste mi corazón en una de tus miradas, en una de las perlas de tu collar.
10
¡Qué encantadores son tus amores, hermana mía, esposa! ¡Qué deliciosos son tus amores, más que el vino! Y el aroma de tus perfumes es mejor que el de todos los bálsamos.
11
Miel virgen destilan tus labios, esposa; miel y leche hay bajo tu lengua; y el perfume de tus vestidos es como aroma de incienso
12
Eres jardín cercado, hermana mía, esposa; eres jardín cercado, fuente sellada.
13
Tu plantel es un vergel de granados, de frutales los más exquisitos, de cipreses y de nardos,
14
de nardos y azafrán, de canela y cinamomo, de todos los árboles aromáticos, de mirra y de áloe y de todos los más selectos balsámicos.
15
Eres fuente de jardín, pozo de aguas vivas, que fluyen del Líbano.
La esposa
16
Levántate, cierzo; ven, austro. Oread mi jardín, que exhale sus aromas. Venga a su huerto mi amado a comer de sus frutos exquisitos.
5
El esposo
1
Voy a mi jardín, hermana mía, esposa, a tomar de mi mirra y de mi bálsamo, a comer mi panal y mi miel, a beber de mi vino y de mi leche. Comed, colegas míos, y bebed, y embriagaos, amigos míos.
CANTO QUINTO
La esposa
2
Yo duermo, pero mi corazón vela. Es la voz del amado que llama:
El  esposo
¡Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, inmaculada mía! Que está mi cabeza cubierta de rocío y mis cabellos de la escarcha de la noche.
La esposa
3
Ya me he quitado la túnica. ¿Cómo volver a vestirme? Ya me he lavado los pies. ¿Cómo volver a ensuciarlos?
4
Mi amado metió su mano por el agujero de la llave, y mis entrañas se estremecieron por él.
5
Me levanté para abrir a mi amado. Mis manos destilaron mirra, y mis dedos mirra exquisita en el pestillo de la cerradura.
6
Abrí a mi amado, pero mi amado, desvaneciéndose, había desaparecido. Mi alma salió por su palabra. Le busqué, mas no le hallé. Le llamé, mas no me respondió.
7
Encontráronme los centinelas que rondan la ciudad, me golpearon, me hirieron. Me quitaron mi velo los centinelas de las murallas.
8
Os conjuro, hijas de Jerusalén, que, si encontráis a mi amado, le digáis que desfallezco de amor
Coro
9
¿En qué se distingue tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿En qué se distingue tu amado, tú que así nos conjuras?
La esposa
10
Mi amado es fresco y colorado, se distingue entre millares.
 
CANTO SEXTO
Coro
10
¿Quién es esta que se levanta como la aurora, hermosa cual la luna, resplandeciente como el sol, terrible como escuadrones ordenados?
El esposo
11
Bajé a la nozaleda para ver como verdea el valle, a ver si brota ya la viña y si florecen los granados.
12
Sin saber cómo, víme sentado en los carros de mi noble pueblo.
 
7
Coro
1
¡Torna, torna, Sulamita; torna, torna, que te contemplemos!
La esposa
¿Qué queréis contemplar en la Sulamita, danzando a doble coro?
Coro
2
¡Qué bellos son tus pies con las sandalias, hija de príncipe! El contorno de tus caderas es una joya, obra de manos de orfebre.
3
Tu ombligo es un ánfora en que no falta el vino; tu vientre, acervo de trigo rodeado de azucenas.
4
Tus senos, dos cervatillos, mellizos de gacela.
5
Tu cuello, torre de marfil; tus ojos, dos piscinas de Hesebón, junto a la puerta de Bat-Rabin. Tu nariz, como la torre del Líbano, que mira hacia Damasco.
6
Tu cabeza, como el Carmelo; la cabellera de tu cabeza es como púrpura real, entretejida en trenzas.
El esposo
7
¡Qué hermosa eres, qué encantadora, qué amada, hija deliciosa!
8
Esbelto es tu talle como la palmera, y son tus senos sus racimos.
9
Yo me dije: Voy a subir a la palmera, a coger sus racimos; sean tus pechos racimos para mí. El perfume de tu aliento es como el de las manzanas.
10
Tu palabra es vino generoso a mi paladar, que se desliza suavemente entre labios y dientes.
La esposa
11
Yo soy para mi amado, y a mí tienden sus anhelos.
12
Ven, amado mío, y salgamos al campo, haremos noche en las aldeas;
13
madrugaremos para ir a las viñas; veremos si brota ya la vid, si se entreabren las flores, si florecen los granados, y allí te daré mis amores.
14
Ya dan su aroma las mandrágoras, y a nuestras puertas están los frutos exquisitos; los nuevos y los añejos, que guardo, amado mío, para ti.
 
8
1
¡Quién me diese que fueses, hermano mío, amamantado a los pechos de mi madre, para que al encontrarte en la calle pudiera besarte sin que me despreciaran.
2
Yo te llevaría y te introduciría en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me engendró, y te daría a beber del vino adobado y del mosto de granados.
3
Su izquierda descansa bajo mi cabeza, y su diestra me abraza.
El esposo
4
Os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas y ciervas, que no despertéis ni inquietéis a mi amada hasta que a ella le plazca.
   
 
CANTO SEPTIMO
Coro
5 ¿Quién es esta que sube del desierto apoyada sobre su amado?
El Esposo
 
Yo te desperté debajo del manzano, allí donde te concibió tu madre, donde te concibió la que te engendró.
6
Ponme como un sello sobre tu corazón, ponme en tu brazo como sello. Que es fuerte el amor como la muerte y son como el “seol” duros los celos. Son sus dardos saetas encendidas, son llamas de Yavé.
7
No pueden aguas copiosas extinguirlo ni arrastrarlo los ríos. Si uno diera por el amor toda la hacienda de su casa, sería sobremanera despreciado.
 Los hermanos
8
Nuestra hermana es pequeñita, no tiene pechos todavía. ¿Qué haremos a nuestra hermana cuando un día se trate de ella?
9
Si ella es un muro, edificaremos sobre ella almenas de plata; si puerta, le haremos batientes de cedro.
La esposa
10
Sí, muro soy, y torres son mis pechos. He venido a ser a sus ojos como quien halla la paz.
Los hermanos
11
Una viña tenía Salomón en Baal-Hamón; la entregó a sus guardas, que habían de traerle por su fruto mil siclos de plata.
La esposa
12
Mi viña la tengo ante mis ojos. Para ti, Salomón, los mil (siclos), y doscientos para los que guardan su fruto.
El esposo
13
¡Oh tú, que habitas en jardines, los compañeros atienden a tu voz: hazme oírla!
La esposa
14
Huye, amado mío, semejante a la gacela o al cervatillo, por los montes de las balsameras.

 

C.R.Y&S