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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO

 

PARALIPÓMENOS O CRÓNICAS

SEGUNDA PARTE - HISTORIA DE LOS REYES DE JUDÁ
Capítulo 10 División del reino: Roboam, rey de Judá. Jeroboam rey de Israel
1
Fue Roboam a Siquem, donde se había reunido todo Israel para proclamarle rey.
2
Súpolo Jeroboam, que estaba en Egipto, adonde había huido por causa del rey Salomón, y volvió de Egipto.
3
Enviaron a llamarle, y vino Jeroboam con todo Israel y hablaron a Roboam, diciendo:
4
“Tu padre agravó nuestro yugo. Afloja, pues, ahora la dura servidumbre y el pesado yugo con que tu padre nos oprimió, y te serviremos”.
5
El les respondió: “Volved a mí de aquí a tres días.” El pueblo se fue.
6
Entonces Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a Salomón, su padre, mientras vivió, y díjoles: “¿Qué me aconsejáis vosotros que responda a este pueblo?”.
7
Ellos le hablaron diciendo: “Si tú hoy te conduces humanamente con este pueblo, y le complaces, y le das buenas palabras, ellos te servirán perpetuamente”.
8
Pero él, dejando el consejo que los ancianos le dieron, lo pidió a los mancebos que se habían criado con él y le asistían,
9
diciendo: “¿Qué me aconsejáis vosotros que responda a este pueblo, que me ha hablado diciendo: Alivia el yugo que tu padre nos impuso?”.
10
Los mancebos que se habían criado con él le hablaron así: “Diles a los que te han pedido que aligeres su yugo: Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre. S
11
i mi padre os cargó de pesado yugo, yo lo agravaré. Mi padre os castigó con azotes, y yo os azotaré con escorpiones.”
12
Vino, pues, Jeroboam con todo el pueblo a Roboam el tercer día, según lo que mandara el rey, diciendo: “Volved a mí de aquí a tres días”;
13
el rey les respondió ásperamente, pues se apartó el rey Roboam del consejo de los ancianos
14
y siguió el consejo de los jóvenes, diciendo: “Mi padre agravó vuestro yugo, y yo lo agravaré más todavía; mi padre os castigó con azotes, y yo os azotaré con escorpiones”.
15
No escuchó el rey al pueblo, porque era cosa de Dios, para que se cumpliera la palabra que había dicho Yavé por medio de Ajías, silonita, a Jeroboam, hijo de Nabat.
16
Viendo todo Israel que no los había escuchado el rey, respondió el pueblo al rey diciendo: “¿Qué tenemos que ver nosotros con David? No tenemos heredad con el hijo de Isaí. ¡A tus tiendas, Israel! Mira tú ahora por tu casa, David.” Y todo Israel se fue a sus estancias.
17
Reinó Roboam sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá. Mandó luego el rey Roboam a Adoram, prefecto de los tributos; pero los hijos de Israel le lapidaron, y murió. Entonces se apresuró Roboam a subir a su carro y huyó a Jerusalén.
18
Así se apartó Israel de la casa de David hasta hoy.
 

 

Capítulo 11
1
Vino Roboam a Jerusalén, y reunió a la casa de Judá y a la de Benjamín, ciento ochenta mil hombres de guerra escogidos, para combatir contra Israel y reducirle al dominio de Roboam;
2
pero dirigió Yavé su palabra a Semeyas, hombre de Dios, diciéndole:
3
“Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los de Israel en Judá y Benjamín, y diles:
4
Así habla Yavé: No subáis a luchar con vuestros hermanos; vuélvase cada uno a su casa, porque soy yo quien ha hecho esto.” Y ellos, escuchando la palabra de Yavé, se tornaron y no fueron contra Jeroboam.
Roboam afirma su reinado
5
Habitó Roboam en Jerusalén y edificó y fortificó ciudades en Judá.
6
Fortificó Belén, Etam, Tecua,
7
Betsur, Socó, Adulam,
8
Gat, Maresa, Ziv,
9
Adoraim, Laquis, Azeca,
10
Sora, Ayalón y Hebrón, que eran de Judá, y otras en Benjamín.
11
Guarneció también las fortalezas, y puso en ellas jefes, y las avitualló de aceite y vino,
12
las proveyó de armas, escudos y lanzas, fortificándolas en gran manera, y Judá y Benjamín le estuvieron sujetos.
13
Los sacerdotes y levitas de todo Israel venían a él de todos sus términos,
14
y dejaban sus heredades y posesiones para venirse a Judá y a Jerusalén, pues Jeroboam y sus hijos los echaban del ministerio de Yavé.
15
El se hizo sacerdotes para los altos, para los sátiros y para los becerros que se había fabricado.
16
Tras de aquéllos vinieron también, de todas las tribus de Israel, los que tenían puesto su corazón en seguir a Yavé y Dios de Israel, para poder sacrificar en Jerusalén a Yavé, el Dios de sus padres.
17
Así se fortaleció el reino de Judá y afirmaron a Roboam, hijo de Salomón, en el reino por tres años, pues tres años siguieron por el camino de David y Salomón.
18
Tomó Roboam por mujer a Majalat, hija de Jerimot, hijo de David, y Abigail, hija de Aliab, hijo de Isaí,
19
que le parió hijos: Jeús, Semarías y Zaham.
20
Tomó después a Maacá, hija de Absalón, que le parió a Abías, Ataí Ziza y Selomit.
21
Amó Roboam a Maacá, hija de Absalón, más que a todas sus mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas, y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas.
22
Puso Roboam a Abías, hijo de Maacá, por cabeza y príncipe de sus hermanos, pues quería hacerle rey.
23
Obró sabiamente, dispersando a todos sus hijos por todas las tierras de Judá y Benjamín y por todas las ciudades fuertes, dándoles bienes en abundancia y procurándoles esposas.
 
Capítulo 12 La idolatría de Roboam, castigada
1
Cuando Roboam se hubo afirmado en el reino y se sintió fuerte, se apartó de la ley de Yavé, y con él todo Israel.
2
El año quinto del reinado de Roboam subió Sesac, rey de Egipto contra Jerusalén, por haberse rebelado contra Yavé,
3
con mil doscientos carros y sesenta mil jinetes; y el pueblo que con él venía de Egipto no tenía número, de libios, suquios y cusitas.
4
Tomó las ciudades fuertes de Judá y llegó hasta Jerusalén.
5
Entonces Semeyas, profeta, se presentó a Roboam y a los príncipes de Judá, que estaban reunidos en Jerusalén por miedo a Sesac, y les dijo: “Así dice Yavé: Vosotros me habéis dejado a mí, y por eso también yo os he dejado a vosotros en manos de Sesac”.
6
Los príncipes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: “Justo es Yavé”.
7
Y viendo Yavé que se habían humillado, dirigió su palabra a Semeyas, diciendo: “Se me han humillado; no los destruiré, antes los salvaré pronto, y no se derramará mi ira sobre Jerusalén por medio de Sesac;
8
pero habrán de servirle para que sepan distinguir entre lo que es servirme a mí y servir a los reyes de las gentes”.
9
Subió, pues, Sesac, rey de Egipto, a Jerusalén, y pilló los tesoros de la casa de Yavé y los de la casa del rey; todo se lo llevó. Tomó los escudos de oro que había hecho Salomón,
10
y en vez de ellos hizo el rey Roboam escudos de bronce para los jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.
11
Cuando iba el rey a la casa de Yavé, tomábanlos los de la guardia y los volvían luego al cuartel de la guardia.
12
Como se humilló, apartóse de él la ira de Yavé, por no destruirle del todo, y las cosas mejoraron en Judá.
13
Fortalecióse, pues, Roboam y reinó en Jerusalén. Cuarenta y un años tenía Roboam cuando comenzó a reinar, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que eligió Yavé entre todas las tribus de Israel para poner en ella su nombre. El nombre de su madre fue Naamá, amonita.
14
Hizo el mal porque no aprestó su corazón para buscar a Yavé.
15
Los hechos de Roboam, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en los libros de Semeyas, profeta, y de Ido el vidente, y en los registros de las genealogías? Hubo perpetuamente guerra entre Roboam y Jeroboam.
16
Durmióse Roboam con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David, y le sucedió Abías, su hijo.
 
Capítulo 13 Reinado de Abías. Guerra contra Jeroboam
1
A los dieciocho años del reinado de Jeroboam comenzó a reinar en Judá Abías,
2
y reinó tres años en Jerusalén. Su madre se llamaba Maacá, hija de Absalón. Hubo guerra entre Abías y Jeroboam.
3
Reunió Abías un ejército de hombres de guerra escogidos y valientes, de cuatrocientos mil hombres, y Jeroboam se ordenó en batalla contra él con ochocientos mil hombres de guerra escogidos y valerosos.
4
Alzóse Abías en el monte de Semarayim, de las montañas de Efraím, y gritó: “Oídme, Jeroboam y todo Israel:
5
¿No sabéis vosotros que Yavé, Dios de Israel, dio a David el reino sobre Israel para siempre a él y a sus hijos en pacto de sal?
6
Pero Jeroboam, hijo de Nabat, siervo de Salomón, hijo de David, se levantó y se rebeló contra su señor,
7
y allegándose a él hombres vanos y perversos, se sobrepusieron a Roboam, hijo de Salomón, porque Roboam, mozo e inexperto, no se defendió contra ellos.
8
Ahora tratáis vosotros de triunfar contra el reino de Yavé, que está en manos de los hijos de David, porque sois muchos. Pero tenéis con vosotros a los becerros de oro que Jeroboam os hizo por dioses.
9
¿No habéis arrojado de entre vosotros a los sacerdotes de Yavé, a los hijos de Aarón y a los levitas, y os habéis hecho sacerdotes a la manera de las gentes de la tierra, para que cualquiera pueda consagrarse con un becerro y siete carneros, y ser así sacerdote de los que no son dioses?
10
Para nosotros, Yavé es nuestro Dios; no le hemos dejado, y los sacerdotes ministros de Yavé son los hijos de Aarón, y los levitas cumplen sus funciones.
11
Queman a Yavé los holocaustos cada mañana y cada tarde y los perfumes aromáticos; ponen los panes sobre la mesa limpia y el candelero de oro con sus lámparas cada tarde, para que ardan, porque nosotros guardamos los mandatos de Yavé, nuestro Dios, mientras que vosotros los habéis dejado.
12
Dios está, pues, con nosotros a nuestra cabeza, y están con nosotros los sacerdotes con sus trompetas, para hacerlas resonar contra vosotros. Hijos de Israel, no hagáis la guerra a Yavé, el Dios de vuestros padres, porque no os irá bien.”
13
Jeroboam hizo que rodeara una emboscada para acometer a los de Judá por la espalda, atacándoles así de frente y por la espalda;
14
y cuando Judá se percató, tenía a Israel de frente y a las espaldas.
15
Clamaron los de Judá a Yavé, y los sacerdotes tocaron las trompetas, dieron sus gritos, y así como alzaron sus gritos, Dios desbarató a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá.
16
Huyeron los hijos de Israel ante Judá, y Dios los entregó en sus manos,
17
y Abías y sus gentes hicieron en ellos gran mortandad, cayendo de Israel quinientos mil hombres escogidos.
18
Así fueron humilados entonces los hijos de Israel, mientras que los de Judá se fortalecieron, porque se apoyaron en Yavé, el Dios de sus padres.
19
Persiguió Abías a Jeroboam y le tomó ciudades: Bétel, con las ciudades de su dependencia; Jesana, con sus dependencias, y Efrón, con sus dependencias.
20
No tuvo ya Jeroboam fuerza en tiempo de Abías; le hirió Yavé y murió.
21
Abías fue poderoso, tuvo catorce mujeres y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas.
22
El resto de los hechos de Abías, su proceder y sus palabras, están escritas en el Midrás del profeta Iddó.
23
Durmióse Abías con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. Le sucedió Asa, su hijo, en cuyo tiempo tuvo paz la tierra durante diez años.
 
Capítulo 14 Asa, rey de Judá. Victoria contra Zerac y los etíopes
1
Asa hizo lo que es bueno y recto a los ojos de Yavé, su Dios.
2
Hizo desaparecer los altares de los cultos extranjeros y los altos, demolió los cipos y abatió las aseras.
3
Mandó a Judá a buscar a Yavé, el Dios de sus padres, y practicar la Ley y sus mandamientos.
4
Hizo desaparecer de todas las ciudades de Judá los altos y los pilares del sol, y su reinado fue reinado de paz.
5
Edificó ciudades fuertes en Judá, pues la tierra estaba tranquila, y no hubo guerra contra él durante aquellos años, pues Yavé le dio paz.
6
Dijo a Judá: “Edifiquemos estas ciudades y rodeémoslas de murallas y de torres, con puertas y barras, mientras no estamos en guerra, porque hemos buscado a Yavé, nuestro Dios, y por haberle buscado nos ha dado el reposo de todas partes.” Edificáronlas, pues, sin que nadie lo impidiera.
7
Tenía Asa un ejército de trescientos mil hombres de Judá, armados de escudo y lanza, y doscientos ochenta mil de Benjamín, armados de escudo, y arqueros, todos hombres valerosos.
8
Salió contra ellos Zerac, cusita, con un ejército de mil millares y trescientos carros, y llegó hasta Maresa.
9
Salióle Asa al encuentro y le presentó batalla en el valle de Sefatá, junto a Maresa.
10
Clamó Asa a Yavé, su Dios, diciendo: “Yavé, no hay para ti diferencia entre socorrer al que tiene muchas fuerzas o al que tiene pocas. Ven, pues, en ayuda nuestra, Yavé, nuestro Dios, porque en ti nos apoyamos nosotros, y a combatir en tu nombre hemos venido contra toda esta muchedumbre. Yavé, tú eres nuestro Dios; que no sea el hombre quien triunfe de ti”.
11
Yavé deshizo a los cusitas ante Asa y ante Judá, y los cusitas se pusieron en fuga.
12
Asa y la gente que llevaba los persiguieron hasta Guerar, y cayeron los cusitas sin poder salvar su vida, porque fueron destruidos por Yavé y su ejército.
13
Asa y su gente cogieron gran botín y batieron todas las ciudades que había cerca de Guerar, porque el terror de Yavé se había apoderado de ellos, y saquearon todas las ciudades, siendo muchos los despojos.
14
Dieron también contra los apriscos y establos de los ganados, llevándose gran cantidad de ovejas y camellos. Después se volvieron a Jerusalén.
 
Capítulo 15 Celo del rey Asa para destruir la idolatría
1
Fue el espíritu de Yavé sobre Azarías, hijo de Oded,
2
y se presentó Azarías a Asa y le dijo: “Óyeme, Asa, y todo Judá y Benjamín: Yavé está con vosotros cuando vosotros estáis con El; si vosotros le buscáis, le hallaréis; pero, si vosotros le abandonáis, El os abandonará a vosotros.
3
Durante mucho tiempo ha estado Israel sin verdadero Dios y sin sacerdote que enseñase su Ley;
4
pero cuando en medio de la tribulación se volvían a Yavé, Dios de Israel, y le buscaban, siempre le hallaron.
5
No había en aquellos tiempos paz ni para quien entraba ni para quien salía, sino muchas aflicciones sobre todos los moradores de la tierra;
6
y una gente destruía a otra gente, y una ciudad a otra ciudad, porque las conturbaba Dios con toda suerte de calamidades.
7
Esforzaos, pues, vosotros y no desfallezcan vuestras manos, porque merced hay para vuestra obra.”
8
Cuando oyó Asa las palabras y la profecía del hijo de Oded, profeta, se sintió fortalecido e hizo desaparecer las abominaciones de toda la tierra de Judá y Benjamín y de las ciudades que había tomado en la montaña de Efraím, y restauró el altar de Yavé que estaba delante del pórtico de Yavé.
9
Convocó a todo Judá y Benjamín y a los de Efraím, Manasés y Simeón, que habitaban entre ellos, pues gran número de gentes de Israel se unieron a él cuando vieron que con él estaba Yavé, su Dios;
10
y se reunieron en Jerusalén el tercer mes del año quince del reinado de Asa.
11
Aquel día sacrificaron a Yavé, del botín que habían traído, setecientos bueyes y siete mil ovejas,
12
y juraron buscar a Yavé, el Dios de sus padres, con todo su corazón y toda su alma;
13
y que cualquiera que no buscase a Yavé, Dios de Israel, muriese, fuese grande o pequeño, hombre o mujer.
14
Este juramento hicieron a Yavé en medio de voces de júbilo y al son de trompetas y bocinas.
15
Alegráronse de este juramento todos los de Judá, porque de todo corazón lo juraron y con toda su voluntad le buscaban; y así le hallaron, y les dio Yavé reposo de todas partes.
16
Aun a Maacá, su madre, el rey Asa la depuso de la dignidad de reina porque se había hecho un ídolo abominable en honor de Asera. Abatió el ídolo, lo redujo a polvo y lo quemó en el valle de Cedrón.
17
Pero los altos no desaparecieron de Israel, a pesar de que el corazón de Asa fue perfecto en todos los días de su vida.
18
Metió en la casa de Yavé lo que había sido consagrado por su padre y por él mismo, de plata, oro y vasos.
19
No hubo guerra hasta los treinta y cinco años del reinado de Asa.
 
Capítulo 16 Pecado de Asa. Su muerte
1
El año treinta y seis del reinado de Asa subió contra Judá Basa, rey de Israel, y edificó Rama para impedir la entrada y la salida a los de Asa, rey de Judá.
2
Asa sacó de los tesoros de la casa de Yavé y de los de la casa del rey la plata y el oro y se los mandó con una embajada al rey de Siria, Benadad, que habitaba en Damasco. Hizo que le dijeran:
3
“Hagamos alianza entre los dos, como la hubo entre mi padre y tu padre. Te mando esta plata y este oro. Rompe tu alianza con Basa, rey de Israel, para que se retire de mí”.
4
Benadad escuchó a Asa y mandó a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel, y batieron a Ion, Dan, Abelmain y las ciudades de aprovisionamiento de Neftalí.
5
Cuando lo supo Basa, cesó en la edificación de Rama y suspendió su obra.
6
Entonces el rey Asa mandó a todo Judá a llevarse la piedra y la madera que empleaba Basa en la edificación de Rama, y se sirvió de ellas para edificar Gueba y Misfa.
7
Por aquel tiempo, Jananí, el vidente, fue a Asa, rey de Judá, y le dijo: “Por haberte apoyado sobre el rey de Siria y no sobre Yavé, tu Dios, se te ha escapado de las manos el ejército del rey de Siria.
8
¿No eran un gran ejército los cusitas y los libios, con carros y una muchedumbre de jinetes? Y, con todo, Yavé los puso en tus manos porque te apoyaste en El.
9
Pues tiende Yavé sus ojos por toda la tierra para sostener a los que tienen para con El corazón perfecto. Has obrado en esto insensatamente, y desde ahora tendrás guerra.”
10
Irritóse Asa contra el vidente y le puso en prisión, porque se encolerizó mucho contra él, y al mismo tiempo oprimió también Asa a algunos del pueblo.
11
Los hechos de Asa, los primeros y los postreros, están escritos en los libros de los reyes de Judá y de Israel.
12
El año treinta y nueve de su remado enfermó Asa de los pies, padeciendo mucho de ellos; pero tampoco en su enfermedad buscó a Yavé, sino a los médicos.
13
Durmióse Asa con sus padres, muriendo el año cuarenta y uno de su reinado,
14
y fue sepultado en el sepulcro que él había hecho para sí en la ciudad de David.
15
Se le puso en un lecho lleno de aromas y perfumes, preparados según el arte de la perfumería, y se quemó además en honor suyo una cantidad muy considerable de ellos.
 
Capítulo 17 Josafat, rey de Judá
1
A Asa le sucedió Josafat, su hijo. Se fortificó contra Israel
2
y puso guarniciones en todas las ciudades fuertes de Judá, así como en las de Efraím, de que Asa, su padre, se había apoderado.
3
Estuvo Yavé con Josafat, porque éste anduvo por los caminos primeros de David, su padre, y no buscó a los baales,
4
sino que se acogió al Dios de sus padres y siguió sus mandatos, sin imitar lo que hacía Israel.
5
Yavé afirmó el reino en las manos de Josafat, a quien traía presentes todo Judá, y tuvo gran abundancia de riquezas y mucha gloria.
6
Su corazón se fortaleció en los caminos de Yavé, e hizo también desaparecer de Judá los excelsos y las aseras.
7
El año tercero de su reinado mandó a sus príncipes Benjail, Abdías, Zacarías, Nataniel y Miqueas por las ciudades de Judá para que enseñasen,
8
y con ellos a los levitas Semeyas, Netanías, Zebadías, Asael, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías, levitas, y con ellos a los sacerdotes Elisama y Joram,
9
que enseñaron por las ciudades de Judá, teniendo consigo el libro de la Ley de Yavé y recorriendo las ciudades de Judá enseñando al pueblo.
10
Cayó el terror de Yavé sobre todos los reinos de las tierras que había en torno de Judá y no osaron hacer la guerra contra Josafat.
10
Los filisteos traían a Josafat presentes y tributos de plata. Traíanle también los árabes ganados, siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos machos cabríos.
12
Crecía, pues, Josafat grandemente y edificó en Judá fortalezas y ciudades de depósito.
13
Tuvo, además, muchas provisiones en las ciudades de Judá y hombres de guerra muy valerosos en Jerusalén.
14
Este es el número de ellos según las casas paternas: en Judá, jefes de millares, su jefe era Adna, y con él trescientos mil hombres muy esforzados;
15
después de él, el jefe Jojanán, y con él doscientos ochenta mil;
16
tras éste, Amasías, hijo de Zicrí, que se había consagrado voluntariamente a Yavé, y con él doscientos mil hombres valientes;
17
de Benjamín: Eliada, hombre muy valeroso, y con él doscientos mil armados de escudo y arco;
18
después de éste, Jeozabad, y con él ciento ochenta mil dispuestos para la guerra.
19
Estos eran los que hacían el servicio del rey, sin contar los que él había puesto de guarnición en todas las ciudades fuertes de Judá.
 
Capítulo 18 Expedición de Josafat, rey de Judá, y Ajab, rey de Israel, contra los sirios
1
Tuvo Josafat mucha riqueza y poder y emparentó con Ajab,
2
y al cabo de algunos años bajó a ver a Ajab a Samaria. Ajab mató para él y para su séquito gran número de ovejas y bueyes, y le persuadió que subiese con él contra Ramot Galaad.
3
Dijo Ajab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: “¿Quieres marchar conmigo a Ramot Galaad?” Y éste respondió: “Yo como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo”.
4
Y dijo Josafat al rey de Israel: “Pero consulta, te ruego, la palabra de Yavé”.
5
Juntó entonces el rey de Israel cuatrocientos profetas y les preguntó: “¿Iremos contra Ramot Galaad o me estaré quieto?” Ellos le dijeron: “Sube, que Dios la entregará en manos del rey”.
6
Pero Josafat dijo: “¿Queda todavía aquí algún profeta de Yavé por quien podamos preguntarle?”.
7
El rey de Israel respondió a Josafat: “Aún hay aquí un hombre por quien podemos preguntar a Yavé; pero yo le aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre malas. Es Miqueas, hijo de Jimia.” Y respondió Josafat: “No diga eso el rey”.
8
Llamó entonces el rey de Israel a un eunuco, y le dijo: “Haz que venga luego Miqueas, hijo de Jimia.”
9
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono y vestidos de sus vestiduras reales, en la plaza que hay a la entrada de la puerta de Samaria, y estaban delante de ellos todos los profetas.
10
Sedecías, hijo de Quenana, se había hecho unos cuernos de hierro, y decía: “Así dice Yavé: Con éstos acornarás a los sirios hasta destruirlos del todo”.
11
Lo mismo profetizaban también todos los profetas, diciendo: “Sube a Ramot Galaad y triunfarás, porque Yavé la entregará en manos del rey.”
12
El mensajero que había ido a buscar a Miqueas le habló, diciendo: “Mira que todos los profetas a una profetizan bienes al rey; habla, pues, como ellos y anuncia bienes”.
13
Miqueas respondió: “Vive Yavé que yo anunciaré lo que mi Dios me diga.” Llegó, pues, a la presencia del rey,
14
que le preguntó: “Miqueas, ¿iremos a combatir a Ramot Galaad o he de estarme quieto?” Y él respondió: “Subid, que lo lograréis y será entregada en vuestras manos”.
15
Entonces le dijo el rey: “¿Hasta cuántas veces tendré que conjurarte, por el nombre de Yavé, que no me digas sino la verdad?”.
16
Y él le contestó: “He visto a todo Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor”; y dijo Yavé: “Es que no tienen señor; que se vuelva cada uno en paz a su casa.”
17
Y el rey de Israel dijo a Josafat: “¿No te decía yo que no me profetiza bien, sino mal?”.
18
Y dijo entonces él: “Oíd, pues, la palabra de Yavé: Yo he visto a Yavé sentado en su trono, y a su derecha y a su izquierda estaba todo el ejército de los cielos;
19
y Yavé dijo: ¿Quién inducirá a Ajab, rey de Israel, a que suba para caer en Ramot Galaad? Y uno decía una cosa y otro decía otra;
20
pero salió un espíritu que se puso delante de Yavé y dijo: Yo le induciré. Y Yavé le preguntó: ¿Cómo? Y él dijo:
21
Saldré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas. Y Yavé le dijo: Tú le inducirás; tú saldrás con la tuya; ve y haz así.
22
Y ahora ha puesto Yavé el espíritu de mentira en la boca de todos estos tus profetas, pues ha decretado Yavé el mal contra ti”.
23
Entonces Sedecías, hijo de Quenana, se llegó a Miqueas y le dio una bofetada en la mejilla, diciendo: “¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yavé para hablarte a ti?”.
24
Y Miqueas le respondió: “Ya lo verás un día, cuando andes de cámara en cámara para esconderte.”
25
Entonces el rey de Israel dijo: “Coged a Miqueas y llevadlo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey,
26
y decid: Esto dice el rey: Meted a éste en la carcel y mantenedle con pan de aflicción y agua de angustia hasta que yo vuelva en paz”.
27
Miqueas le dijo: “Si vuelves tú en paz no ha hablado Yavé por mí.”
28
Subió, pues, el rey de Israel' y con él Josafat, rey de Judá, a Ramot Galaad;
29
y dijo el rey de Israel a Josafat: “Yo me disfrazaré para entrar en la batalla; tú vístete tus vestiduras.” Disfrazóse el rey de Israel y entró así en la batalla.
30
El rey de Siria había mandado a los jefes de los carros que con él tenía, diciendo: “No ataquéis a ninguno, ni chico ni grande, sino sólo al rey de Israel”.
31
Y cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: “Este es el rey de Israel,” y le cercaron para combatirle. Entonces clamó Josafat, y Yavé le socorrió, apartándolos Dios de él.
32
Los jefes de los carros se percataron de que no era el rey de Israel y se alejaron de él.
33
Entonces disparó un hombre su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura. El rey dijo entonces a su auriga: “Da la vuelta y sácame del campo, que estoy herido”.
34
El combate fue encarnizado aquel día, y el rey de Israel estuvo en su carro hasta la tarde frente a los sirios, muriendo a la puesta del sol.
 
Capítulo 19 Reformas en la administración de justicia
1
Josafat, rey de Judá, se volvió en paz a su casa, a Jerusalén.
2
Salióle al encuentro Jehú el vidente, hijo de Jananí, que dijo a Josafat: “¿Socorres al impío y ayudas a los que aborrecen a Yavé? Por eso Yavé está irritado contra ti.
3
Pero hay en ti buenas obras, porque has arrancado de la tierra las aseras y has puesto tu corazón en buscar a Yavé.”
Reformas en la administracion de justicia
4
Habitaba Josafat en Jerusalén; pero salió a recorrer el reino desde Berseba hasta la montaña de Efraím para traerlos a todos a Yavé, el Dios de sus padres.
5
Puso en la tierra jueces por todas las ciudades fuertes de Judá, de ciudad en ciudad,
6
y les dijo: “Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en lugar de hombres, sino en lugar de Yavé, que está cerca de vosotros cuando sentenciáis.
7
Sea, pues, sobre vosotros el temor de Yavé, y cuidad de guardarlo, porque no hay en Yavé, nuestro Dios, iniquidad ni acepción de personas, ni recibir cohecho”.
8
Puso también Josafat en Jerusalén levitas, sacerdotes y jefes de las familias de Israel para que diesen a los habitantes el juicio de Yavé y decidiesen las causas.
9
Les dio sus órdenes, diciendo: “Haced en todo con temor de Yavé, fielmente y con corazón perfecto.
10
En toda causa que venga a vosotros de vuestros hermanos que habitan en las ciudades, trátese de causas de sangre, de cuestiones de la Ley, de los mandamientos, ceremonias y preceptos, instruidlos para que no pequen contra Yavé y caiga su cólera sobre vosotros y sobre vuestros hermanos, y así no pecaréis.
11
Amarías, sacerdote, os presidirá en toda causa tocante a Yavé, y Zebadías, hijo de Ismael, príncipe de la casa de Judá, en las causas tocante al rey; tenéis entre vosotros a los levitas, que serán vuestros maestros. Esforzaos, pues, y a la obra, y que Yavé sea con quien bien lo haga.”
 
Capítulo 20 Victoria de Josafat contra moabitas y amonitas
3 Después de esto, los hijos de Moab y los hijos de Ammón y algunos mineos vinieron en guerra contra Josafat.
3 Dieron noticia a Josafat, diciendo: “Viene contra ti desde el otro lado del mar, de Edom, una gran muchedumbre, y están ya en Jasasón Tamar, que es Engadi”.
3 En su temor, se dispuso Josafat a buscar a Yavé, y promulgó un ayuno para todo Judá.
3 Reuniéronse los de Judá para clamar a Yavé, y vinieron para buscar a Yavé de todas las ciudades de Judá.
3 Puesto entonces en pie Josafat en medio de la asamblea de Judá en Jerusalén, en la casa de Yavé, delante del atrio nuevo,
3 dijo: “Yavé, Dios de nuestros padres: ¿No eres tú Dios en los cielos y no eres tú quien domina a todos los reinos de las gentes? ¿No eres tú quien tiene en su mano la fuerza y la potencia, a que nadie puede resistir?
3 ¡Dios nuestro! ¿No arrojaste tú delante de tu pueblo, Israel, a los moradores de esta tierra y la diste para siempre a la posteridad de Abraham, tu amigo?
3 Ellos la habitan y han edificado a tu nombre un santuario, diciendo:
3 Si nos sobreviene alguna calamidad, la espada, el castigo, la peste o el hambre, nos presentaremos en esta casa delante de ti, pues tu nombre está en esta casa, y clamaremos a ti en la tribulación, y tú nos oirás y nos salvarás.
3 Ahora, pues, he aquí que los hijos de Ammón y los de Moab y los del monte Seir, a cuyas tierras no dejaste que fuese Israel cuando venía de Egipto, sino que se apartase y no los destruyese,
3
nos pagan queriendo echarnos de tu heredad, que tú nos diste en posesión.
3 ¡Oh Dios nuestro! ¿No los juzgarás tú? Porque nosotros no tenemos fuerza contra tanta muchedumbre como contra nosotros viene y no sabemos qué hacer: nuestros ojos se vuelven a ti”
3 Todo Judá estaba en pie delante de Yavé, con sus niños sus mujeres y sus hijos.
3 Estaba allí Jajaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaya, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita, de los hijos de Asaf, sobre quien vino el espíritu de Yahvé en medio de la asamblea,
3 y dijo: “Oíd, Judá todo, y vosotros, los moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat: Así dice Yavé: “No temáis ni os amedrentéis ante tan gran muchedumbre, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios.
3 Mañana bajaréis contra ellos; ellos van a subir por la cuesta de Sis, y los hallaréis al extremo del valle, frente al desierto de Jeruel.
3
No habrá por qué peleéis en esto vosotros; paraos, estaos quedos, y veréis la salvación de Yavé con vosotros. ¡Oh Judá y Jerusalén!, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Yavé estará con vosotros.”
 
Echóse entonces Josafat rostro a tierra, y todo Judá y todos los moradores de Jerusalén se postraron ante Yavé, adorándole. Los levitas de los hijos de Caat y de los hijos de Coré se levantaron para alabar a Yavé, Dios de Israel, con fuerte y alta voz.
 
Levantáronse por la mañana y salieron por el desierto de Tecua, y mientras salían, Josafat, en pie, dijo: “Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén: Confiad en Yavé, vuestro Dios, y seréis seguros; creed a sus profetas, y prosperaréis.” Después, habido consejo con el pueblo, puso cantores de Yavé para alabar la hermosura de su santuario delante del ejército: “Alabad a Yavé, porque es eterna su misericordia.”
 
Y en cuanto comenzaron los cantos y alabanzas, arrojó Yavé discordias sobre Ammón, Moab y los del monte Seir, que habían venido contra Judá, y se mataron unos a otros. Echáronse los hijos de Ammón y Moab sobre los moradores del monte Seir, para destruirlos y exterminarlos; y cuando hubieron acabado con los habitantes del monte Seir, unos a otros se destruían. Cuando Judá llegó a la altura desde la cual se descubre el desierto y miraron del lado donde estaba la muchedumbre, no vieron más que cadáveres por tierra; ninguno había escapado. Josafat y su gente fueron a apoderarse de los despojos, hallando entre los cadáveres muchas riquezas y objetos preciosos; cogiendo tantos, que no pudieron llevárselo todo de una vez, y emplearon tres días en recoger el botín: tan considerable fue.
 
Al cuarto día se reunieron en el valle de Beracá, donde alabaron a Yavé. Por eso llamaron a este valle Beracá (bendición), nombre que lleva todavía hoy.
 
Los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat a la cabeza, partieron gozosos para volverse a Jerusalén, pues Yavé los había llenado de alegría, librándolos de sus enemigos. Entraron en Jerusalén, en la casa de Yavé, al son de las cítaras, los salterios y las trompetas. El terror de Yavé se apoderó de todos los reinos de las otras tierras cuando supieron que Yavé había combatido contra los enemigos de Israel. El reinado de Josafat fue tranquilo, y su Dios le dio la paz de todas partes.
 
Josafat reinó sobre Judá. Tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azuba, hija de Silji. Anduvo por el camino de Asa, su padre, sin apartarse de él, haciendo lo recto a los ojos de Yavé. Pero los altos no desaparecieron y el pueblo no tenía su corazón firmemente apegado al Dios de sus padres.
 
El resto de los hechos de Josafat, los primeros y los postreros, están escritos en la historia de Jehú, hijo de Jananí, que fue inserta en el libro de los reyes de Israel. Josafat, rey de Judá, se alió con el rey de Israel, Ocozías, que fue un impío, y se asoció con él para construir naves que fueran a Tarsis, haciéndose las naves en Asiongaber. Entonces Eliecer, hijo de Dodaya, de Maresa, profetizó contra Josafat, diciendo: “Por haberte asociado con Ocozías, Yavé destruirá tu obra.” Las naves se destrozaron y no pudieron ir a Tarsis.