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EL EVANGELIO DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO

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EPILOGO BIOHISTÓRICO

 

Bien persuadido estoy yo mismo, hermanos míos, de que vosotros estáis llenos de toda ciencia, para poder amonestaros unos a otros;

 

Y hemos llegado a la estación donde la carga de los vagones del tren de este análisis biohistórico del Evangelio de San Pablo a los Romanos encuentra su destinatario, nosotros, la generación en la mente de Cristo y transmitida a sus Apóstoles para fortalecimiento de la Esperanza de Salvación Universal en cuyo horizonte descansaban sus ojos cuando, al caer sobre ellos las tinieblas de los tiempos, los consolaba Dios permitiéndoles ver el paisaje de los Milenios, ¡y al final, nosotros, los hijos de Dios, descendencia de Cristo, nacido para Vencer y enfrentarnos al verdadero enemigo de Dios y del Hombre: La Muerte!

La necesidad que dio pie a este Análisis, dije, partía de la manipulación del Texto de esta Carta, de un sitio, y de la perversión maníaca y reflejo de la nulidad intelectual de sus promotores, según la cual San Pablo y no Jesucristo fue el verdadero fundador del Cristianismo. Si a la primera falsedad, acorde a la cual la manipulación de la Salvación que viene por la Fe y la obviedad de la imposibilidad de por la Ley, pasó a convertirse en piedra de escándalo y punto de arranque para la división del Reino de Dios en la Tierra, haciendo de los hermanos enemigos a muerte, y logrando el Diablo de esta sutil manera atarle al Cuerpo de Cristo los brazos, a fin de saquear la riqueza de las naciones y dirigir su historia al campo de Gog y Magog, es decir, a la IIª Guerra Mundial, -que hubiera debido ser, de no haber previsto Dios este encuentro desde el principio del cristianismo, el final del Hombre en tanto que Hombre-; contra esta obviedad, la Salvación por la Fe sin necesidad de la Ley de Moisés, es decir, de la circuncisión, que es el punto que San Pablo pone sobre las íes y defendió en el mismísimo Concilio de los Apóstoles, contra “la infalibilidad” de Pedro, cerrándole la boca delante de todos aquéllos en los que descansaba su Jefatura; contra la Salvación por la Fe sola, hemos visto que Fe y Obras, es decir, la acción del cristiano en el mundo a imagen y semejanza de la acción del propio Cristo, son las dos columnas sobre las que se basa la Vida del Cristiano. Que el cristianismo nacido de la Reforma entendiera “la Fe sola” tal cual el cristianismo impuesto por la teología de la iglesia romana a los católicos lo pretendiera es una acusación injusta a tenor de los hechos que cantan por solos la grandeza y magnificencia de la labor evangélica de las iglesias protestantes, tanto en casa como en el extranjero.

En Lutero, el Papa y el Diablo expuse claramente la etiología del enfrentamiento entre Lutero y el Papado. Vimos cómo la naturaleza malvada de la iglesia romana medieval que, lejos de corregirse buscó hacer imperar sus defectos criminales como parte de la razón de Cristo, dio pie a la tormenta luterana, sin cuya fuerza obligada el obispo romano jamás hubiera abandonado su comportamiento asesino y malvado, más propio de un diablo que de un siervo de Cristo. En este celo de Lutero, independientemente ahora del factor humano, tuvo origen la elevación de la Fe sola, que si San Pablo dirigió contra la Circuncisión, Lutero lo hizo entonces contra la Circuncisión Papal, esto es, contra la Ley Romana según la cual todo cristiano debía doblar sus rodillas ante el obispo de Roma, o perecer en las llamas eternas del infierno maldito creado por el Papado. Este término es el que Lutero buscó al resucitar el buque emblema del Pablo que se enfrentara a Pedro en el Concilio de los Apóstoles y venciera a la Circuncisión con su Frase para la Eternidad: La Fe, sin las obras de la Ley; que Lutero resumió contra el Papado aquél de los Alejandro VI, los Leones con números y los Santos Satanases de los siglos pasados, diciendo: “La fe sola”. Verdad eterna que nosotros hemos querido resaltar en su verdadero contexto, defendiendo a Lutero sin condenar, error de la Reforma, por el pecado de la iglesia romana a la Iglesia Católica. Error que procede de la identificación inmoral que el obispo romano hizo de sí mismo con Dios y Cristo, deviniendo él, en suma, la Iglesia Católica. Error de magnitud, igual a las Negaciones de Pedro, del que poco a poco la Iglesia Católica y el propio obispo romano han ido saliendo gracias al éxito de Lutero. Los flecos aún perduran, pero el gran trabajo de poner al Sucesor de Pedro en su sitio y bajarle los humos teocráticos ya está hecho. La Fe sin las obras de la Circuncisión, del miembro viril o de la mente, por supuesto; pero la Fe con las obras de Cristo, siempre.

sin embargo, os he escrito con más atrevimiento, en parte para despertar vuestra memoria, en virtud de la gracia, que por Dios me fue dada,

 

Y el segundo punto contra el que puse en marcha este tren tenía que ver con la falsa acusación y perjurio manifiesto de ser este Pablo, nuestro Pablo, el verdadero fundador del Cristianismo. Honor inmenso que cualquiera quisiera para sí, pero que en boca de quienes lo dicen es un manifiesto de demonización del cristianismo, manifiesto que pretende salvar a Cristo y condenar su Obra con la excusa de no ser la Iglesia cosa Suya sino de este malvado rabino que, desertando de la fila de los perversos judíos, se pasó a las del enemigo para pervertir desde dentro el Evangelio de Dios...bla bla bla. Hay que tener un nivel de inteligencia subcero para darle credibilidad a una consigna de destrucción del cristianismo cuya bondad estriba en salvar a Cristo. ¿Salvar a Cristo, de qué? Cristo ya murió, y no hubo nadie que lo salvara. La demagogia de la filosofía del oscurantismo patatero es manifiesta en la trama paranoica anticristiana dirigida contra nuestro Pablo, este Pablo que vive con el corazón desgarrado porque aquellos mismos a los que ama son los mismos a los que, como Pastor, dirige al martirio. ¡Cómo podrá comprender jamás un adorador de las fuerzas del infierno el tremendo sentimiento de dolor que vivieron aquéllos Discípulos cuya Misión era tanto más dura cuanto no eran sus vidas solas las que debían poner en el fuego y ser servida como carne en el banquete de los circos, sino que aquéllos mismos a los que salvaban, en cuerpo y espíritu, ésos mismos habían de seguirle al Altar del Sacrificio! Las fuerzas oscuras de las tinieblas del gnosticismo, transformado en escuelas teosóficas, rosacruces, masónicas e iglesias de Satanás, de siempre tuvieron la orden sagrada interna de dirigir sus ejércitos contra la Iglesia, a sabiendas que matando el tronco perecen las ramas. Pero para no mostrar la pata bajo la puerta arremetieron contra nuestro Pablo con la voz dulce de aquella Serpiente que vestida de la gloria de un dios llamado Satanás engañó a Eva con su luz inmortal. Nada más lejos de aquél Pablo nuestro que pretender ser el fundador del Cristianismo, porque para que alguien reclamarse para sí esta gloria debiera primero haber engendrado a Cristo, y esto, amigos míos, es cosa del Dios de la Eternidad y sólo de El. Lo que Pablo sabía de sí mismo es lo que leemos, cuando escribe sobre su misión:

 

de ser ministro de Jesucristo entre los gentiles, encargado de un ministerio sagrado en el evangelio de Dios, para procurar que la oblación de los gentiles sea acepta, santificada por el espíritu Santo.

 

Nada más ni nada menos. Pues recordemos que los Apóstoles al principio, y porque fueron formados a la Imagen y Semejanza de Cristo Jesús, se ciñeron a los hijos de Israel y de por sí, por el Sello Visible que les había dado Dios, no podían por ellos solos ver lo que había al otro lado del horizonte de su país natal. Visión que Dios promovió en ellos engendrando a este Pablo, encargado del ministerio sagrado de dirigir los ojos de los hijos de Dios, de la Descendencia de Abraham, nuestros Apóstoles, hacia la Plenitud de las Naciones, donde, en la distancia, brillábamos nosotros, la Descendencia Invencible cuyo Nacimiento la creación entera ha estado esperando ansiosa desde que Dios le prometiera a los hijos de la Fe la Invencibilidad por Norma.

 

Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús por lo que respecta a Dios;

 

¡Cómo no! Fue él, el perseguidor de los primerísimos cristianos, quien, consciente del terrible dilema que la Fe ponía sobre la escena de la Historia Universal, miró al Futuro y recibió de quien le abrió los siglos a su mirada la misión de abrirle ese horizonte a sus hermanos en Cristo. Sellados por la experiencia que habían vivido, los Discípulos de Jesús vivían el futuro dentro de los límites de esa experiencia y el Fin del Mundo según ellos lo entendían era para ya. Hijos de Dios a su Padre le competía la formación de su Sabiduría, y en cuanto Padre engendró a nuestro Pablo para extender su Conocimiento al horizonte de la Plenitud de las Naciones, bajo cuya luz nosotros nos encontramos Hoy, dos mil años después.

 

porque no me atreveré a hablar de cosa que Cristo no haya obrado en mí para la obediencia de los gentiles, de obra o de palabra, mediante el poder de milagros y prodigios y el poder del Espíritu Santo.

La sinceridad no fue nunca la mejor virtud del Diablo. Pero es la más grande en Dios. Según lo reconoce nada se inventó él, Pablo, sino que tal cual se le había mostrado así hablaba, y hablaba porque se le había mostrado, y se le había mostrado por designio omnisciente del Dios de todos. Y quien quiera saber si su doctrina procede de Dios no tiene por qué dirigirse a un pastor o a un obispo, basta con acercarse al Dios que le eligió para ser instrumento de su Conocimiento entre las naciones, pues ¡quién mejor que quien formó su mente para dar testimonio de su obra!

 

De suerte que desde Jerusalén hasta la Iliria y en todas direcciones lo he llenado todo del Evangelio de Cristo.

 

Malo es el orgullo, pero bueno es que el hombre disfrute del fruto de sus obras y se complazca en la labor que realiza. Si esto es así entre quienes trabajan para hombres ¡cuánto más satisfactorio es el fruto del trabajo de quien trabaja para Dios! En nada pecó Pablo, ni en palabra, ni en pensamiento, ni en obras, de nada puede ser acusado ante Dios; y si alguno manipuló su pensamiento y su Evangelio, ése se las vea con sus actos. Santa es la mano que escribió esta Carta y no hay en ella una sola letra o tilde que le quite o le añada al Evangelio de Dios predicado primero por Cristo.

 

Sobre todo, me he impuesto el honor de predicar el Evangelio donde Cristo no había sido nombrado, para no edificar sobre fundamentos ajenos,

 

El hombre no sólo enseña sino que es el primer ejecutor de su enseñanza. No predica para mandar a otros al infierno, como quien cría mártires para verlos morir desde su palacio. Fe y acción; predicación y obras. La Bendición en el nombre de la descendencia de Abraham era para todas las familias del mundo, asi pues manos a la obra. Y para que nadie lo dude, él mismo se lanza el primero. No crea un nuevo cristianismo sino que le abre fronteras; no trae un evangelio nuevo, sino que extiende su esfera a la plenitud de las naciones. Y aunque para imperfectos y novicios en las cosas de la Sabiduría dijera que no quería pisarle el terreno a nadie, de donde nosotros podemos ver que desde el principio la Fe tuvo que crecer entre abrojos y espinos, el hecho es que el Título de Apóstol de los Gentiles que para su Gloria la Eternidad ha escrito en su pecho es la justa recompensa que se mereciera el fruto de su trabajo. Pues no olvidemos que siendo ciudadano romano de haberse quedado en casa y puesto que la oleada neroniana no alcanzó el Asia Menor, San Pablo no hubiera muerto junto a San Pedro. Su destino sin embargo estaba sellado:

 

sino según lo que está escrito: “Le verán aquellos a quienes no fue anunciado, y los que no han oído entenderán".

 

No porque él se impusiera la Gentilidad como área, sino porque ése era su trabajo, el horizonte bajo el que fue engendrado. Hubiera podido darle la espalda o haber limitado su misión a los círculos donde su vida no hubiera corrido peligro, o hacer como ésos predicadores que en lugar de predicar en tierras ajenas prefieren hacer de pastores robándoles a sus colegas las ovejas.... Hubiera podido vivir confortablemente del cambio de bienes espirituales por bienes materiales y haber muerto entre sábanas de seda, rodeado de dulces ángeles femeninos regando su lecho con el incienso de sus lágrimas. Lo duro era llegarle a un heleno y decirle en la cara: Tu Zeus es un cuento para niños y sólo en Jesucristo está el Conocimiento de la verdadera Divinidad. O a un romano que su Marte no era dios ni de la guerra ni de nada, sino a lo mucho la perfecta excusa para justificar la adoración del poder por las riquezas. Si lo primero sonaba a burla esto último sonaba a insulto. Por algo lo eligió Dios para ser la otra cara de su Mejilla.

 

Por lo cual me he visto me he visto impedido muchas veces de llegar hasta vosotros;

 

Y el tercer punto que he hecho centro de este Análisis tuvo que ver con la fecha de la composición de esta Carta. Punto importante porque integra Texto y Contexto en un todo compacto, y nos sitúa sobre la plataforma perfecta desde la cual entrar en la mente del Autor y conocer exactamente qué tenía en la cabeza cuando hablaba de la Fe, la Ley y la Circuncisión. Pablo se dirigía a cristianos hechos, maduros, perfectos, una comunidad romana en la sala de espera de la persecución de Nerón, cuya perfección moral era signo de alabanza en el resto de las comunidades cristianas del imperio. El Autor no necesitaba extenderse ante ellos sobre los prolegómenos de la doctrina que entre ellos ya había sembrado. Quienes leían su Carta sabían perfectamente de qué les estaba hablando Pablo cuando les hablaba de la Justicia de Dios sin la Ley. Y, lo que es más trascendente, sabían perfectamente cuál era el destino al que eran conducidos por la Fe. Por esto esta Carta no podía servirle a ninguno de piedra de división entre cristianos de la iglesia romana y cristianos de la iglesia corintia, por poner un ejemplo. Cuando Pablo les decía la Fe sola, ellos, todos, sin excepción, lo mismo los de Corinto que los de Roma, entendían la Fe sin la Circuncisión. Y jamás, como pretendiera hacer leer a todo el mundo Lutero: sin las obras de la Fe. Sobre lo cual ya he dicho en Lutero, el Papa y el Diablo que puesto que la iglesia romana quiso hacer obras de la Fe: las obras de las indulgencias, desde que Lutero rechazaba aquella doctrina maléfica su interpretación era igualmente correcta. Porque como todos sabemos las obras de la Fe son las de siempre: Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar al preso y al enfermo, y acoger a los que son perseguidos por la justicia a causa de la injusticia de las leyes de los hombres. Sin estas obras de la Fe, como diría Santiago, la Fe es fe muerta. Y como diría Lutero con infinita razón, las obras de la fe, cuando esas obras proceden de la Circuncisión de la Mente, operada por un obispo o por un pastor, por un profeta, por un iluminado, o por un loco, es lo mismo: es una infamia, una negación de Cristo. Nos tememos, pues, que aquéllos obispos romanos que negaron a Cristo mediante su Pornocracia Institucionalizada y la transformación del Vaticano en una escuela de criminales en masa, a fin de no ceder en sus pretensiones dogmáticas manipularon la tesis de la Reforma, salvando su jefatura a cuenta de la división entre los hermanos en la fe. Lutero jamás quiso decir la Fe sin las Obras de la Fe, sino la fe sin las Obras de la Circuncisión, en este caso del Papa, cuyo cuchillo operaba la perversión del decreto: Toda rodilla doblaráse ante Dios, para ponerse él en lugar de Dios, según está escrito en los Mandamientos de la Iglesia Romana del Siglo XVI, en vigor desde el Siglo XII, y que hemos visto perpetuado hasta entrado el Siglo XX, cuando los hijos de Dios tenían que arrodillarse en masa ante el obispo romano, es decir, ¡el hijo de rodillas ante el siervo de su Padre en razón de tener las Llaves de la Casa! Increíble pero cierto.

 

pero ahora no teniendo ya campo en estas regiones y deseando ir hacia vosotros desde hace bastantes años,

Lo cual nos lleva a la relación entre el que predica y el creyente. Porque ciertamente la relación entre el cristiano y aquél por medio de quien le es comunicada la Fe sugiere un vínculo especial, pero no tal que la Acción del Señor se vea anulada por el trabajo del siervo y éste convierta al hombre en su propio campo de explotación, cual si el Señor le hubiese entregado lo que es suyo a la vez que expropiado a sus hijos de aquello que les pertenece por herencia sobrenatural, el espíritu de la libertad. El que predica engendra para Dios, no para sí mismo; da lugar a hombres libres, no a esclavos al servicio de sus pasiones materiales y sus ambiciones carnales. La paga del siervo le corresponde a su Señor, jamás al hombre, cuya libertad eterna, liberada de todo símbolo sacrificial, sea en forma de animales, de indulgencias, o de diezmos, le debe su Libertad única y exclusivamente a Dios, Padre de Jesucristo. Lo cual, volvemos al principio, no anula el vínculo eterno que se establece entre la Madre y los hijos, a saber, el Amor. Este Vínculo es el que vemos navegando por estas líneas entre Pablo y los cristianos romanos.

 

Espero veros al pasar, cuando vaya a España, y ser allá encaminado por vosotros después de haberme llenado primero un poco de vosotros.

 

¿Se sacia el amor? ¿No es un río que necesita beber de su fuente para seguir vivo? La interdependencia del cristiano con la iglesia es, pues, indivisible y coeterna. De aquí que Dios la elevara a la naturaleza del Matrimonio con Cristo, fruto del cual somos nosotros. Lo contrario, punto extremo de la esclavitud contra la que se levantara Lutero, y la Reforma puso en escena, es un manifiesto contra este Símbolo de coeternidad engendrado por el propio Dios, y hace del cristiano y la iglesia: Madre e hijo.

 

Mas ahora parto para Jerusalén en servicio de los santos,

 

Este Símbolo será el que hace de todos, hijos y siervos una sola cosa, y todos, como vemos en esta memoria del Autor, un solo cuerpo en el que la necesidad de todos es cosa de todos. En fin, esto lo vimos en el propio Cristo Jesús, quien siendo la Cabeza de todos, hizo de la necesidad de todos su Cuerpo.

 

porque Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta en beneficio de los pobres de entre los santos de Jerusalén.

 

Y hoy por ti y mañana por mi todos debemos actuar siempre como si la necesidad del otro fuera la nuestra. Lo mismo Ayer que Hoy que Mañana, y si Hoy se ha enfriado esta Verdad por la descristianización de las naciones, nuestro deber es elevar este comportamiento al lugar del Derecho, pero no de los hombres, que es pura falacia, según vemos a nuestro alrededor, sino del Derecho Divino. Y me dirá alguno: ¿Y cómo se puede hacer eso? A lo que le contesto: Tranquilo, Dios dará, abre los ojos y contempla.

 

Y lo han querido así considerándose deudores suyos, ya que, si los gentiles comunican en los bienes espirituales de ellos, deben ellos servirles con los bienes materiales.

 

Cada cual aporta lo que tiene; y nadie espera que el cielo dé otra cosa que luz, y el aire algo diferente al viento. La Iglesia vive del fruto de su Palabra de Dios en nosotros, y nosotros de la Palabra de Dios que la Iglesia ha sembrado en nosotros. Esto en cuanto a la relación de los bienes materiales y espirituales, que algunos pretendieron pervertir hasta el puto de hacer del cristiano un esclavo del don espiritual, de donde se ve que al hacer de la Fe un instrumento de enriquecimiento por este mismo medio pierden todo derecho, pues lo que es material no es espiritual y siendo la fe comparada a un pico y una pala la negación de la fe espiritual se da por consumada. Quiero decir, Dios es el que provee y estando todos en sus manos usar esa mano para explotar a los demás es un ejercicio de maldad que anula el deber del cristiano para con el sacerdote o pastor que se dedica a vivir de la carne de las ovejas. Doctrina que no es mía sino que es la expresión en letras y signos de la conducta de los Apóstoles y las iglesias.

 

Una vez cumplido esto, cuando les entregue este fruto, pasando por vosotros, me encaminaré a España,

 

Y otra vez, y para remachar el alejamiento de la Fe sola de Pablo con aquella proclama de Lutero: “Cuando les entregue este fruto”. Ya lo dijo Jesucristo: “El que escucha mis palabras y no las pone por obra...”. Y una cuestión: ¿Llegó a España? ¿O su viaje nunca se realizó debido a que fue detenido en Jerusalén y enviado a Roma para ser juzgado? ¿O liberado fue a España después, de donde regresó para morir bajo Nerón? En fin, estas son consideraciones nos doctrinales que le afectan a las memorias de Pablo, sobre las cuales creo que está dicho todo.

 

y sé que yendo a vosotros iré con la plenitud de la bendición de Cristo.

 

¿Si fue a España por qué regresó a Roma a sabiendas que le esperaba el fin? ¿Sería por esto justamente que les pidiera a los romanos que rezasen por él, para que su fuerza no se debilitase?

 

Os exhorto, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Espíritu, a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí,

 

Curioso, pues, el hombre, y más que curioso yo diría maravilloso, el Autor, que vivió su drama con la consciencia del propio Niño que a los doce años de edad, en el Templo, descubre la Cruz de Cristo, y ha de vivir hasta entonces con esta Verdad: Yo soy Cristo.

 

para que me libre de los incrédulos en Judea y que el servicio que me lleva a Jerusalén sea bien recibido de los santos,

 

Y en cuanto tal toda su vida, viendo venir los acontecimientos, es una continua batalla interior entre la fuerza natural que aboga por la Defensa de la Vida y la Sobrenatural que pide el olvido de ese Deber por un Fin Divino que exige la Muerte. En el caso de Pablo, primero con los judíos, que hacía ya tiempo lo buscaban para matarlo por desertor y traidor a su causa.

 

para que, llegando con gozo a vosotros por la voluntad de Dios, me recree en vuestra compañía.

 

Y en segundo lugar contra la fuerza terrible que había de superar quien conocía el lugar de su muerte: Roma.

 

El Dios de la paz sea con vosotros. Amén

 

FIN DEL EVANGELIO DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO