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EL EVANGELIO DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO

 

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Argumento de la Epístola

 

Sólo los tontos escriben por escribir. Únicamente los locos se meten en la cueva del león hambriento para domar con una nana a la fiera. San Pablo no era ni lo uno ni lo otro. El sabía, con la misma seguridad que lo sé yo, que el hombre es un árbol, un árbol vivo, cuya savia es la fe y el agua de la que depende para vivir es el Conocimiento de Dios. Pero claro, cada cual cree conocer a Dios mejor que nadie. Y en verdad no se equivocan. Los adoradores de Marduk conocían a Marduk mejor que nadie. Los que adoran a Alá lo conocerán mejor que nosotros. Cada cual conoce a su dios. Los adoradores del Padre de Jesucristo conocemos al verdadero Dios y de EL hablamos, y siendo nuestras manos la boca con la que la Sabiduría glorifica a su Señor, el hijo a su Padre, sin este Conocimiento el árbol de la fe se corrompe, se seca y acaba por ser cortado y quemado para que deje sitio a otro. ¿Encontrará fe en la Tierra el hijo del Hombre cuando venga?, preguntó Jesucristo. La fe, que se corrompe, dijo Pedro, su Discípulo. Palabras de las que se ve que el Edén era figura del jardín de la vida en el que cada criatura somos un árbol del paraíso de Dios.

Dios no cultiva naranjos y almendros, cultiva árboles vivos, que le adoran y tiene en su Amor por su Paraíso su lluvia, la fuente de agua que le da vida a la tierra, el vapor que vuela en el aire y vivifica hojas y ramas, tronco y raíces. ¡Bendito sea Dios, Padre de Jesucristo, y bendito su Hijo, el Jesús que nos amó y no dudó en compartir nuestra naturaleza, aún siendo quien con su Todopoderosa Palabra hizo brillar la Luz en las Tinieblas!

 

Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salud de todo el que cree, del judío primero, pero también del griego

 

¿Quién más que el cristiano romano, ciudadano de una Babilonia entre cuyas murallas todas las religiones del mundo se habían dado cita y convivían en armonía sincretista, qué cristiano con más urgencia y fuerza necesitaba de una labor constante de reevangelización? ¿No era entre los dioses del universo imperial romano, venidos desde todas las partes del mundo, entre quienes la Verdad, la Idea del hijo de Dios hecho hombre encontraba por respuesta la carcajada más ofensiva, la que da por terminado el asunto por locura del que así ve el Universo? ¡Cómo avergonzarse de la Divinidad del Hijo! ¿¡Bajar la cabeza porque Dios es Padre!? ¿Entonces Dios tiene que ser lo que nosotros queramos que sea y si no es así nos negamos a ser criaturas salidas del juego de las Manos de su Hijo con el Barro Primordial de la Vida? ¿Quién es el loco, el que se inventa una realidad a la medida de su deseo o el que mira a la Realidad con los ojos de la Realidad? La tolerancia convertida en espada. “Déjalo creer lo que quiera, está loco; es inofensivo, pero está loco”. ¡Cómo no iban a tener los romanos necesidad de la fuerza revivificante e invencible del espíritu de un hijo de Dios! ¿Acaso había sembrado Dios el árbol de la fe para abandonarlo a la intemperie sin Hortelano que se cuidara de cultivar su Jardín en la Tierra? ¿Quién mejor que un hijo para trabajar en lo que es de su Padre? ¿Quién trabajará con más dedicación y cariño? El siervo se limita a cumplir y lo hace todo de acuerdo al salario. El hijo se levanta al alba y antes que los siervos despierten él ya está presto a “evangelizaros a vosotros también los de Roma”.

 

Porque en él se revela la justicia de Dios, pasando de una fe a la otra, según está escrito: “El justo vive de la fe”.

 

Declaración básica que será el sustrato ideológico cavando en el cual Lutero halló la espada con la que separar la cristiandad en norte y sur, levantando entre las dos el muro de la enemistad. Hubo una fe, es cierto, entre cuyos principios no figuraba la existencia de Dios Hijo Unigénito, nuestro Amado Rey, Señor y Padre Nuestro. Con El vino la Nueva fe, en la que su existencia en el Padre transfigura la Idea de la Creación y abre el futuro de todas las cosas a la luminosidad de un Amor eterno e infinito. En el Padre se completó Dios; en el Hijo halló Dios su vida. Dios y el Padre devinieron una sola realidad, indivisible, indestructible, maravillosa, perfecta, alegre, joven, llena de fuerza, soñadora, amadora de todas las cosas, loca por vivir y seguir viviendo. En su Hijo Primogénito encontró Dios la voluntad de vivir que había perdido en alguna parte del Infinito y la Eternidad. ¡Cómo separar al Padre del Hijo! Padre e Hijo son la misma cosa, una sola cosa: Dios. Esta es la Nueva Fe. Fe eterna. Fe indestructible. Fe perfecta. El que la ama vive en ella y de ella recibe en herencia la vida eterna. Morimos para resucitar. Amén.

 

 

La gentilidad desconoció a Dios

Pues la ira de Dios se manifiesta desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los hombres, de los que en su justicia a aprisionan la verdad con la injusticia.