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EL EVANGELIO DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO

PARTE MORAL

27

La Vida nueva

 

Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, grata a Dios; éste es vuestro culto racional.

 

Nada más simple que tomar el pensamiento de Cristo, que ve el Ser como un Templo, para entender que todo hijo de Dios está moralmente ligado al deber de verse a sí mismo como tal y como tal vivir aquí lo que se ha de traducir en un acto perfecto en la vida eterna. Acto de perfección que contemplamos en vivo, para nuestra fortaleza y constancia en el camino de la Perfección Moral, en el sacerdote de Cristo. El, San Pablo, es un discípulo de ese Maestro que le levantó al Ser Humano la cabeza del polvo y le hizo verse a sí mismo en la contemplación de su Persona Divina, Modelo a cuya Imagen y Semejanza ha sido engendrado entre nosotros el Sacerdocio Católico. Pues si el Templo Judío tuvo como imagen un edificio de piedra, el Nuevo Templo es un Edificio Vivo, que existirá por la eternidad delante de Dios para mantener vivo entre todos los pueblos de susino en Creación el Verdadero Conocimiento de la Divinidad, no en palabras la Sabiduría hecha carne en cuyo rostro se ve el reflejo de la Verdadera Imagen Divina. Pues si el Hijo se hizo carne y en El contemplamos al Padre, la Sabiduría se hizo igualmente carne en la Iglesia para concebirle del Espíritu Santo hijos a Dios.

 

Que no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta.

 

Tanto al sacerdote como al pueblo, al pastor como a la oveja, le corresponde el inconformismo cristiano ante un mundo sujeto a una ley homicida, impuesta contra la voluntad divina y la humana, pero vigente hasta la victoria del cristianismo sobre la Historia del Mundo nacido de la Caída. Ayer y Hoy el Dios que determinara la creación del Hombre a su imagen y semejanza da a conocer su Voluntad para el Bien de todas las naciones. Yo, Cristo Raúl, como Aquel a quien se le ha dado el Conocimiento de la Voluntad Presente de Dios y es enviado a proclamarla a los cuatro vientos para el conocimiento de todas las iglesias, lo mismo que aquéllos a quienes por su vocación son llamados a hacerla, todos tenemos el deber de renovar nuestra mente a la luz de la Verdad que inunda con su ciencia el firmamento del Nuevo Día, aquél Día de la Plenitud de las Naciones anunciado antes siquiera de que la Noche de la Plenitud de los Tiempos inundase con su oscuridad el mundo y bajo sus tinieblas se cometiesen los crímenes más horrendos de los que acordarnos podamos. Inconformismo y renovación, pues, que establece la necesidad de la perfección para todos los cristianos, lo mismo siervos que hijos, lo mismo pastores que ovejas, lo mismo pueblo que jefes. Perfección a imagen y semejanza de la Perfección que vimos encarnada en Cristo Jesús, Maestro de todos, lo mismo de hijos que de siervos, de ciudadanos que de jefes de su Reino. El era el Hijo del hombre y en Él el Hombre vive eternamente, renovado espiritualmente por el Poder de Dios para el disfrute de la vida eterna en su Paraíso. Todos los modelos que los hombres pusieron sobre la mesa son modelos animales, bestias salvajes que tienen el derecho por arma de Poder y el deber por ley pesada contra la que la violación desde el Poder es lo que conviene. Fuera de Cristo, la Idea del Hombre hecha carne, no hay hombre, sino animales devorándose mutuamente por una cuota de poder y riqueza. El conformismo ante un mundo surgido de una Caída es anticristianismo cuando el que se conforma es un cristiano, y la negativa a renovar la mente una vez pasada la Noche es una rebelión contra el Cristianismo cuando quien se niega a la renovación es la iglesia, una o todas o en su conjunto tomadas. Cierto es que quien no tiene que temer a los leones y vive en la opulencia se tiene que sentir agredido por la verdad de Cristo; tan cierto como que la renovación de la Mente Cristiana, como el día viene con la luz y es inseparable, así ha de extender su Perfección por el mundo, a pesar y contra cualquier fuerza que pretenda impedir que brille sobre la Plenitud de las naciones el sol del nuevo día.

 

Sentimientos de modestia

Por la gracia que me ha sido dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os sobreestiméis más de lo que conviene estimaros, sino estimaos moderadamente, cada uno según Dios le repartió la medida de la fe.