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EL EVANGELIO DE CRISTO SEGÚN SAN PABLO

 

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La justicia de Dios para con los gentiles y los judíos

 

Estamos viendo cómo la palabra es el retrato para la posteridad de un hombre…cuando hablamos de un hombre de verdad- se entiende. Tratar de captar el ser, la mente de un hombre para quien la palabra es un arma de manipulación y un medio de alcanzar poder y riqueza, es un ejercicio que los sabios reservamos para los idiotas. Desgraciadamente el mundo está lleno de idiotas bailando al son de las palabras de semejantes seres cuya imagen en el espejo debe configurarse partiendo de todo lo contrario de lo que sale por sus bocas, y cuando dicen pan hay que leer hambre, y donde ponen paz hay que entender Guerra, y donde dicen prosperidad hay que darle la bienvenida a la miseria. Seguramente quien sigue estas líneas sabe de lo que estoy hablando, pues confío en no estar derramando mi verbo a los pies de esa clase de necios sobre los que la otra clase funda y arma su gloria. Como dijo alguna vez alguien: para que haya un listo debe haber un imbécil.

Pero para que haya un sabio no es necesario que haya un necio, la Sabiduría se basta por sí sola.

De lo que estamos viendo, nada más contrario a San Pablo que la imagen para consumo de idiotas, elaborada por una raza de necios, en vías de extinción, afortunadamente, y contra la que nos libraremos de colgarle el cartel “en peligro de extinción”. Dejemos que se extinga, y cuanto antes mejor. Esa imagen insana, demencial y bastarda, reflejo de la mente de sus autores, qué duda cabe, pues del agua es la humedad y del calor la sequedad, y así del idiota es la idiotez y como de la tierra la lluvia, el necio y el ignorante se alimentan ambos en concordia. Especialmente cuando en su paranoia infrahumana adoctrinan a su progenie en el espíritu de gloria mundana afirmando que San Pablo y no Jesucristo fue el Autor del Cristianismo, es decir, de la Idea que el Cristiano tiene de Jesús y la Iglesia. Dedicarle una palabra de sobra a cerebros dotados de nivel intelectual subcero es igualarse al loco o al niño en el tema de la disputa; con un niño se razona, no se discute; y a un loco se le da la razón, no se entra en discordia. Pero claro, por naturaleza el necio tiende a dárselas de sabio y el ignorante de intelectual, sufriendo las consecuencias un mundo sujeto a la ley del poder, a saber, la palabra no es el reflejo puro de la esencia del ser humano, sino el colmillo y la garra con la que la bestia política destroza a los nacidos para saciar la sed y el hambre de poder y riqueza de sus majestades y sus eminencias. Nada, entonces, más contrario a semejante clase infrahumana que la veracidad imperecedera e inmaculada de un hombre que firma su palabra con su propia sangre, no con la del prójimo sino con la suya propia, y por su palabra pone no sólo la mano en el fuego sino el cuerpo entero. Es por esto por lo que la Iglesia viene diciendo hace mucho tiempo, que la veracidad del Evangelio se funda en la sangre de sus Actores, sangre que deviene el mejor documento histórico que investigador alguno pueda analizar a la hora de entrar en el misterio de la Concepción y Resurrección de Cristo, y por ende del Nacimiento del Cristianismo. Para desafiar lo que es evidente, sin embargo, no hace falta más que un necio, un listo y un loco juramentados en alguna organización dedicada al satanismo más utópico, de cuyo tipo, aun proclamando su santonería, existen muchos ejemplos. Entrar en el análisis, por tanto, de la palabra de un hombre para quien su palabra es ley es abrir la puerta a su mente, sin importar la distancia en el espacio y el tiempo, y ni aún la propia muerte. Es la virtud, el don, el poder de la palabra, transmitir comunicar, encarnar el pensamiento, la sustancia y la esencia más profunda del ser. Se comprende porqué los profesionales la usan como escudo de tinieblas detrás de cuyos artes mágicas esconden de la Mirada del prójimo la verdadera cara de sus intereses. La palabra, de por sí, es pura y tiende a hacer su trabajo: pintar en la inteligencia el cuadro de la verdadera personalidad del Ser.

Ahora bien, si hacen falta dos para que haya bien y mal, también es necesario que donde haya un listo haya un tonto. Quiero decir, el enigma de la palabra viene con el poder que despierta en la inteligencia del que escucha, en virtud de cuyo poder transforma la inteligencia del lector en el pintor del cuadro que en su seno porta la palabra desde el punto de partida al punto de llegada. Mas para que se cumpla este misterio deben darse dos condiciones, que las dos terminales sean de la misma naturaleza. Es teniendo en cuenta esta verdad apasionante que San Pedro diría sobre San Pablo que eran muchos los indoctos que pervertían su palabra ante la imposibilidad de sus cerebros para manejar el pincel al punto y perfección que implicaba la inteligencia del autor; impotencia que ocultaban bajo la capa mágica de una interpretación antitética. Que es, en realidad y en última instancia, el resumen del problema de la inteligencia humana ante la Palabra del mismo Dios. Queriendo el hombre dárselas de sabio y no admitiendo que su nivel intelectual pueda de por sí ponerse a la altura de la Inteligencia Divina, se niega a creer que su incapacidad para comprender a Dios se deba a falta de inteligencia, y concluye diciéndose que la falta se debe a que, finalmente, Dios no existe. Como he dicho antes para que exista un listo debe haber un idiota. Y bueno, que ellos se la pelen y ellos se la coman. Nosotros sigamos dibujando la verdadera Imagen de la Mente y Ser de San Pablo partiendo de su palabra.

¿Qué diremos, pues? ¿Que hay injusticia en Dios? No,

 

Y en este capítulo y ahora vamos a realizar una primera razzia en la tierra de los predestinacionistas de la nación calvinista. Pues se verá que desviándose del camino de la verdad se llega a la interpretación maligna que el protestantismo en su versión fundamentalista, representada por el eminente Calvino, puso en escena, celebrando su coronación en orgía de asesinatos sin número, ¿porque, qué injusticia puede haber en matar a quien Dios de por sí ya condenó al infierno? Calvino se respondió: Ninguna, la injusticia es permitirle que vivan. Nietzsche, partiendo de la locura para terminar loco de atar, lo dijo a su manera: La justicia se cumple ayudándoles a morir. Y bueno, Hitler no hizo otra cosa que poner manos a la obra, darle un cuerpo a este hit parade, mix entre el fundamentalismo protestante y el darwinismo integrista imperial británico. (Aquí cabe un aplauso para los dos padres putativos del nazismo ideológico en su versión evolucionista. No es obligatorio pero sí queda simpático). Entremos pues en materia.

¿Fue Dios injusto al condenar a un mundo entero por el delito de un sólo hombre?

¿En qué código de justicia leemos que por el delito de un particular deba ser condenado todo su pueblo?

Para alcanzar la respuesta tenemos que arrancarnos la viga del ojo. El Judaísmo pecó de Necedad absoluta, que devino su legado nacional, y estuvo en la causa de su Ignorancia, interpretando la Biblia tal cual la Letra viene en el papel. Dios no es hombre. Y aunque la palabra pueda ser la misma el mensaje es totalmente diferente, más rico en extensión y profundidad. Pues el mensaje de una palabra crece con el tiempo y se transforma con el crecimiento de la inteligencia del ser. De manera que una palabra que en su origen naciera con un mensaje desnudo al cabo de los milenios acaba teniendo un contenido profundo y extenso en lo que es un reflejo de la propia evolución y desarrollo desde la cuna a la madurez de la inteligencia.

La Ignorancia del Judaísmo sobre la verdadera Identidad de Adán y su Mundo, la Serpiente y su Causa, y la verdadera naturaleza del árbol de la ciencia del Bien y del Mal, pasó al Cristianismo en tanto en cuanto los primeros cristianos fueron en su inmensa mayoría judíos de nacimiento y se formaron intelectualmente en esa cultura de Ignorancia cuyo tope sería la Crucifixión de Cristo. Podemos decir que esa Ignorancia se reduce a Adán en cuanto el Primer Hombre según la carne y al Sexo en cuanto el fruto del árbol prohibido. Partiendo de esta Ignorancia llegaron los judíos al Gólgota y los cristianos a la necedad fundamentalista anticientífica que niega lo evidente y afirma lo irracional, fruto de cuya Ignorancia sería la división de las iglesias y su ramificación ad infinitum, la consecuencia tope de cuyo movimiento ha de ser, si Dios no lo remedia, la destrucción del cristianismo.

¿Hay, hubo, o habrá injusticia en Dios? Pensemos que para un observador sin conocimiento de las causas motoras desde las cuales fue puesta en movimiento la reacción en cadena precursora de las circunstancias de nuestro mundo, extender la condena contra el delito de un particular a todo su pueblo, en este caso el pueblo de la Tierra, no es ya una injusticia sola, es además un acto de despotismo. Tomando esta Ignorancia como modelo de sabiduría la raza del necio hace ya tiempo que puso en circulación su doctrina demencial de ser el Dios de la Biblia un déspota cuya existencia en tanto que Dios es imposible porque Dios es el súmmum del Amor y la Bondad, o lo que es lo mismo, si Dios existe Dios sólo puede ser el Tonto Perfecto. ¿O acaso ser bueno en este mundo no es ser un tonto de las narices?

Al hacer San Pablo la pregunta en voz alta si es Dios justo o injusto lo primero que debe tenerse en cuenta es que la cuestión se dirige a la inteligencia natural de un hijo de Dios, que es la que heredara el cristianismo, ¿o acaso el Cuerpo no participa de las propiedades y cualidades de su Cabeza? Y en tanto que hijos de Dios, lo mismo el que escribía como el que leía, habían superado la Ignorancia siguiendo cuya fuerza irracional los judíos se alzaran contra Jesucristo.

La respuesta, Ayer, Hoy y Siempre es “No”. Es más, Dios hubiera cometido una Injusticia aberrante y maligna de no haber aplicado la Ley en razón del parentesco que le unía a los delincuentes, dando lugar así a la corrupción - por aplastamiento del Juicio prescrito para el Delito de Desobediencia y Rebelión contra su Reino. El Necio no lo entiende y por más que el sabio se lo explique, como el discurso con un burro es ejercitarse en la demencia, la explicación es siempre la caída de un euro en bolsillo roto.

Inútil decir que la Ciencia del Bien y del Mal implica una evolución en el conocimiento de ambas dimensiones, y que viendo hacer el Mal a muchos se aprende con más rapidez las profundidades y extensión de lo que el Mal sea, y si encima lo sufres en tu carne se cumple la ley científica por excelencia que dice que la experiencia es la madre de la ciencia. Y en tanto que ciencia tiene sus leyes, desde las cuales Dios se permitió decir que Abriendo la Caja de Pandora andando por el camino de la Guerra se llegaba a la muerte. Hay que ser un verdadero necio para negar esto. Y con todo, siendo el Primer Hombre una criatura sin conocimiento de ninguna clase del Bien y del Mal, por qué había de morir de comer del fruto prohibido de la Ciencia del Bien y del Mal, tenía que resultarle un misterio. Ni Dios mentía ni el Hombre entendía. Seis milenios después el que no entiende es porque no quiere entender, es más, no entiende porque tiene en la Guerra su negocio.

El Hecho es que si la Justicia de Dios demostró su Incorruptibilidad al no limitar su Ley a la relación entre el Juez y el Delincuente, nosotros, sabios, damos un paso más adelante y entramos en la propia Mente Divina, que es a la postre el término al que conduce la Palabra de la Biblia.

En el Juicio al Primer Hombre la Ley se manifestó en su naturaleza de expresión todopoderosa de una Realidad Universal existente de por sí y en sí, que trasciende a Dios y en Dios se hace trascendente. Es el propio Dios quien viviera el Bien y el Mal, y de la experiencia eterna hizo Ciencia, descubriendo sus Leyes sempiternas, existentes de por sí y trascendentes a la propia Voluntad Divina, pero Ley con la que Dios se identifica y respecto a la cual se convierte en su Juez para, haciendo Justicia, impedir que sus efectos causen el Movimiento de Destrucción a que por su naturaleza la Ciencia del Bien y del Mal tiende. No es, por consiguiente, una imposición arbitraria la que causa el Mandato de Prohibición. Y no fue un Juicio despótico el que estuvo en la base de la Condena del Pueblo de la Tierra por el delito de un sólo hombre, pues ese hombre era la Cabeza de su Mundo, y muriendo la cabeza tiene que morir el cuerpo, a no ser que alguien encuentre la fórmula contraria y un cuerpo pueda vivir sin su cabeza. Esto hablando a lo bruto. Entre hijos de Dios ahora, el silencio del Juez por orden de Dios en base a Su parentesco con los delincuentes hubiera sentado un precedente sempiterno en razón del cual todos los hijos de Dios quedaríamos más allá de la Ley y tendríamos Poder Absoluto para cometer ese delito que al Pueblo le está Prohibido bajo pena de muerte. Dios no podía, siendo un Padre maravilloso, sentar dicho precedente. El Padre en Dios no se alzó contra el Juez en Dios, ni el Juez esgrimió la Ley contra el Padre.

Así, pues, ¿fue justo Dios?

 

pues a Moisés le dijo: “Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y tendré compasión de quien tenga compasión”.

 

Más justo imposible. Porque la Ley tiene por misión establecer ante los ojos de todos la verdadera expresión de una Realidad Universal bajo cuyas luces se mueven todas las fuerzas que hacen posible la Vida. Pero en un mundo en el que la ley no es expresión de esta Realidad y sí de los intereses particulares de ciertos grupos específicos esa ley es germen de crimen y corrupción, las dos piernas sobre cuyos huesos y músculos se mueve la Guerra. En este tipo de sistema personal y nacionalizado la justicia sucumbe a la delincuencia, y contra natura diferencia entre cabeza y cuerpo, absolviendo al autor intelectual del delito y condenando al brazo ejecutor, orden destructor que se reviste de sacralidad al extender sobre los forjadores de este delito el estado que los mismos demonios exigieron para sí en el Edén, a saber, Inmunidad e Inviolabilidad de su personas. Dios, en tanto que Padre y en tanto que Juez, dio su “NO” absoluto y eterno a este estado de Inviolabilidad e Inmunidad que sus hijos rebeldes quisieron obtener mediante el asesinato de su hermano menor. Al fin y al cabo teniendo el Poder de resucitar al hombre la Ley se reducía a un simple juego. No le estaban pidiendo a Dios nada que El no pudiera conceder. La transformación de su Reino en un Imperio gobernado por una casta de criaturas más allá del alcance del brazo de la Ley no le supondría a su creación una ruptura de Constitución tal que por ese agujero negro entrase el fantasma de la destrucción total.

¿Debía Dios por amor a sus hijos permitir que el Mal y el Bien conviviesen, que el terror y la libertad, que la Paz y la Guerra fuesen las dos caras de su Rostro?  En absoluto. El que quiere el Mal, con el Mal se encuentra; el que ama el Bien y lo hace, con el Bien le paga quien hizo del Bien, puestos ya en el Dilema, su Norte y su Bandera.

 

Por consiguiente, no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios, de quien tiene misericordia.

 

Efectivamente, más allá del dolor por la Caída, la propia Creación puso sus ojos en Dios y fue el propio Dios quien fue condenado por su Casa, por cruel y déspota contra unos hijos a los que no les permitió el placer de jugar a ser dioses, inviolables e inmunes frente a las consecuencias de sus actos. Alzar Dios su Bandera y su Estrella en las tinieblas de la Confusión que la Ignorancia en la que hundiera la Caída a nuestro Pueblo, devino Prioridad. Tanto para que sus hijos no de nuestro Pueblo hiciesen su elección final cuanto para que procediéramos nosotros a otro tanto.

 

Porque dice la escritura al faraón: “Precisamente para esto te he levantado, para mostrar en tí mi poder y para dar a conocer mi nombre en toda la tierra”.

 

Las circunstancias impuestas por la necesidad Dios puso en escena un Proyecto de Formación del Hombre dentro de un Plan de Salvación Universal que al Principio no figuró en ninguna parte. Si al principio la Naturaleza y el Universo servían a su Creador para despertar en la inteligencia humana el destello de su potencia, una vez roto el Proyecto original, la acción divina hubo de labrar su camino por las aguas de un mundo cada siglo y milenio más cerca del abismo de su destrucción. Forzado a concentrar su acción en una parte en detrimento del todo su puesta en escena debía dar lugar a los efectos más contundentes. Como se viera, cual nos dice el Autor, en el desarrollo de los acontecimientos de los que fueran protagonistas Moisés y el Faraón. La parte del hombre en tanto que individuo quedó relegada a la Formación del hombre en cuanto Género, razón por la cual dice San Pablo:

 

Así que tiene misericordia de quien quiere y a quien quiere le endurece.

 

No podía ser de otra forma. Una vez declarada la Tierra campo de batalla entre dos formas de concebir la Vida y el Universo, y siendo los enemigos en estado de Guerra el mismo Dios y una parte de su propia Casa, atrapado el Hombre en el fuego cruzado sobre una tierra de nadie que era la suya sin embargo, la complejidad de la Omnisciencia Salvadora no podía detenerse en las propiedades del individuo en tanto que individuo y por fuerza y lógica debía mirar al Todo en preferencia a la Parte. El Hecho de escribir la Historia del Futuro implicaba la dirección del conjunto escénico en su totalidad, la Mente siempre puesta en la Esperanza de Salvación Universal desde la que el Guión comenzara a ser escrito.

 

Pero me dirás: Entonces, ¿por qué reprende? Porque ¿quién puede resistir su voluntad?

 

Ciertamente nadie. Pero de hecho la resiste todo el que quiere. A causa de la Ignorancia, se entiende. Y este entendimiento referido a nuestro Pueblo. Es evidente que la Casa Rebelde se opuso a su Voluntad con pleno conocimiento de causa, razón por la que el Juicio Final contra los hijos rebeldes es el Destierro eterno de la Creación de Dios. Lo cual no quita que una vez conocida toda la verdad la raza humana esté capacitada para resistir su voluntad y seguir el ejemplo de los demonios en desprecio al de Cristo. Resistir, con todo, no quiere decir vencer; simplemente quiere decir elegir ser perdedor con los perdedores. La sola idea de enfrentarse a Dios es demencia. Y la sola esperanza de cerrarle el paso a su Voluntad es locura al cuadrado. La cuestión se centra en conocer esa Voluntad para no encontrarse en la ignorancia delante y debajo de sus piernas, cosa que le incumbe a quien le interesa y a las Iglesias sin excusa de ninguna clase. Pues el mismo que dijera: “Si comes, morirás”, dijo más tarde: “Todo reino y casa en sí dividida será destruida”, y siendo el cristianismo y las Iglesias el reino y la casa de Dios en la Tierra únicamente a un demente se le ocurriría pensar y creer que por ser Casa y Reino de Dios la Ley dejaría de seguir su curso. El demonismo consistió y consiste en creer que la Ley no seguirá su curso en razón del parentesco entre el Juez y el Delincuente. No le conviene al Cristiano seguir ese ejemplo, como se ve por los hechos.

 

¡Oh hombre! ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso dice el alfarero: Porqué me has hecho así?

 

Y, con todo, vemos que la Desobediencia en la Ignorancia estaba escrita. No una sino dos veces. Primero en carne y luego en Espíritu el mismo que dijera que el Enemigo sembraría su semilla maldita en su Reino, insistió en ello al profetizar una fecha para el comienzo de esa actividad maligna. Al final del Primer Milenio, según consta en el Libro.

¿Por qué, entonces, conociendo Dios que de liberar al Diablo se produciría esa Siembra liberar al Enemigo de su Reino y Casa? ¿No hubiera sido infinitamente más sabio, conociendo de antemano que la Liberación del Diablo produciría la división de las iglesias, mantener bajo cadenas al Enemigo del Cristianismo hasta el Día del Juicio Final? ¿Qué contradicción es ésta?

¿Por qué conociendo la naturaleza falible del hombre, ya demostrada en el Edén, y no habiendo sido eliminada la ignorancia de la Fe, volvió a liberar a la Serpiente? ¿Sabiendo que existiendo un Mandato de Unidad Cristiana Universal el Diablo se lanzaría directamente, mediante la Desobediencia, a destruir de la Obra de Jesucristo: por qué Liberar al Sembrador Maligno?

¿No es un terrible misterio el que venciendo al Enemigo y apartándolo de la escena se le deje libre luego para desfogar su impotencia contra la Casa construida por el Vencedor entre las naciones de la Tierra? ¿Se debe inferir de aquí -como hicieron Calvino y su raza- que Dios mantiene esa injusticia por la que antes de hacer ni bien ni mal es condenado el hombre y en consecuencia la muerte del condenado es legítima a manos de los bendecidos por una elección todopoderosa no sujeta a justicia?

 ¿Qué clase de sabiduría sino la de un demonio puede alzarse para imputarle a Dios la muerte de sus criaturas y en nombre de esa injusticia que procede del Poder y no de la Ley alzarse como brazo ejecutor de un pueblo abandonado a sus fuerzas? ¿Qué doctrina sino la de un enemigo de Cristo puede atreverse a condenar a una parte de la Casa de Dios para justificar su desobediencia al Mandato Divino en la conducta corrupta que procede de la Ignorancia de esa parte causante con su conducta impropia del delito de Desobediencia de la parte que condena?

¿Un Dios que condena y salva cuando la criatura no ha hecho ni bien ni mal no es un demonio? Y con todo es verdad que Dios amó a Jacob y odió a Esaú cuando éste aún no había hecho ni bien ni mal, como dice nuestro Apóstol. Ahora bien:

 

¿O es que no puede el alfarero hacer del mismo barro un vaso para usos honorables y otros para usos viles?

 

Hay dos mundos, hay un Antes y un Después. De una Ignorancia absoluta, total, pasamos, en cuanto género humano, a una Ignorancia relativa, parcial. De manera que aplicarle la ley Antigua al mundo Nuevo surgido de la Resurrección de Jesús es aborrecer lo que Dios hizo y hacer de la Ignorancia absoluta anterior a Cristo la Sabiduría suprema, máxima desde cuyos axiomas anticristianos -por antiguos- refundar el Cristianismo. Obviamente y sujeta la Fe a la Ignorancia, en razón de lo cual dijera San Pedro, hablando de la fe: “Vuestra fe, que se corrompe”, el Plan de Salvación Universal del Género Humano seguía sujeto a las circunstancias no implícitas en el Proyecto Original, y de aquí que la creación del futuro implicase una constante dirección suprahumana, es decir, pasando por el ser humano, en dirección al Día de la Libertad, cuando todas las naciones serían liberadas de la servidumbre de la corrupción, y por tanto de la Ignorancia. Pero el hombre en cuanto hombre la parte que vive es la del Cristiano, o sea, la comprensión en la incomprensión. ¿Porque dónde está quién sea capaz de abarcar la profundidad y la extensión de la Actividad Divina?

 

Pues si para mostrar Dios su ira y dar a conocer su poder soportó con mucha longanimidad a los vasos de ira, maduros para la perdición,

La Historia del cristianismo en, en consecuencia, el Descubrimiento del Dios que dijera “Yo soy el que soy”. Y para ello Dios mueve su creación entera a fin de llevar a su criatura al Conocimiento Verdadero de su Ser. No basta conocer sus Atributos, sus omnipotencia, su todopoder, su omnisciencia…que se pueden deducir de su obra material. Dios no es únicamente Poder e Inteligencia. Dios es Ser. Y el ser implica el "”Yo soy”. “Yo” que conduce a la Personalidad, es decir, a la declaración del Sujeto en cuanto Personalidad consumada. En fin: “Yo soy el que soy”. Y será el descubrimiento “del que es” el Norte hacia el que la Civilización Cristiana hará su camino. Y hará “del que es” la Gloria del Hombre.

 

Y al contrario, quiso hacer ostentación de la riqueza de su Gloria sobre los vasos de su misericordia, que El preparó para la Gloria,

 

Descubrir por qué “el que es” es la Gloria del hombre, se puede decir, es la meta final en la raíz del ser cristiano. No olvidemos que el mismo que es Gloria para Cristo es Infierno para el Diablo. Ni tampoco cerremos los ojos a la Realidad, que los mismos Apóstoles, así como su Maestro, fueron siervos del mismo que descubrió su Lado Fuerte y Duro en el pueblo judío, y, por tanto, en cuanto siervos son para nosotros lección viva sobre ese YO Divino contra el que se estrellaran las fuerzas de la Muerte. Y si en el pueblo judío descubrió su Lado Duro y Fuerte, en el pueblo cristiano vino a mostrar su Rostro Paterno y amante de sus hijos y sus pueblos, por amor a los cuales no reprime su Brazo y su Voluntad cuando el Bien de todos así se lo pide. Demostrando en Cristo y sus Hermanos en el espíritu que si el Mal tiene en su YO un Muro insalvable, una Roca indestructible contra cuya solidez se estrella el Infierno; para el Bien su Yo es un sol que se derrama en agua viva, haciendo renacer los desiertos y levantando a los condenados a perecer en las fauces de las tinieblas al esplendor de quienes han nacido para ser más que Inmortales, ¡eternos!

 

Es decir, sobre nosotros, los que El llamó no solo de los judíos, sino también de los gentiles…

 

Duro fue el camino de la Caída a la Redención. La descendencia de aquel Primer Hombre, según el espíritu de Dios, lo mismo que el mundo del que fuera Cabeza, en cuanto Alma Viviente de su Cuerpo, el Género Humano vivió cuatro milenios de pesadilla ininterrumpida. Después de haber sido negada, la Memoria Perdida de aquel Mundo ha sido redescubierta en parte en nuestros días. Semejante a una columna vertebral para una Historia Universal, la Historia del Pueblo Hebreo ha devenido para todos nosotros la Huella Imperecedera de la Actividad Divina a lo largo de esos Milenios. Su Consumación en la Apertura del Nuevo Plan de Formación del Género Humano es lo que llamamos Origen del Cristianismo, cuya Semilla es Cristo Jesús, Roca Invencible e Indestructible a partir de la cual Dios refundó su Casa entre las naciones de la Tierra.

 

Como dice en Oseas: “Al que no es mi pueblo llamaré mi pueblo, y a lo que no es mi amada, mi amada”.

 

No era algo que Dios escondiera en algún rincón de su Mente, sino que lo anunció continuamente a lo largo de los siglos. Dios no renunció a su Criatura Humana. Le fue arrebatada de las manos en un Acto de Rebelión, con declaración de Guerra formal firmada sobre la sangre de su hijo Adán. Pero siendo Ley su palabra y habiendo quedado paralizado su Proyecto Histórico Universal nada ni nadie podría impedir que el Fin para el que fuera creado al Principio el Género Humano se consumase. La Ignorancia obligaba, y los hijos del Trasgresor, a salvo temporalmente del peso del delito de su padre carnal, tendrían que sufrir igualmente el peso de la condena que sobre todas las naciones del género humano atrajo con su Desobediencia el padre original de Abraham. Mas para que hubiese condena, habiendo Ley, debería darse un Delito a raiz del cual la palabra cobraría carne.

 

Y donde fue dicho: “No sois mi pueblo”, allí serán llamados hijos de Dios vivo.

 

¿Fue o no fue un delito crucificar a Jesucristo? ¿Y perseguir a muerte, este Saulo de Tarso, para la eternidad San Pablo, el testigo más firme de las tres soluciones finales que los judíos dictaron contra los primeros cristianos, no fue un delito contra el Cielo y la Tierra? ¿Y no fue éste un delito anunciado a voces por sus propios profetas?

 

E Isaías clama de Israel: “Aunque fuera el número de los hijos de Israel como las arenas del mar, sólo un resto será salvo,

 

Delito contra el que se anunciaba la condena. ¿O es que acaso se salvaron muchos de la destrucción de Israel por el imperio romano?

 

Porque el Señor realizará sobre la tierra su palabra cumplidamente y pronto”.

Tan pronto como se cometiera el delito, se entiende. Rapidez de la que volvemos a deducir que la Ley es eterna y su Trasgresión es juzgada según Justicia. Justicia incorruptible de la que el cristianismo debe sacar la lección al caso, a saber, que de darse con conocimiento de causa la Desobediencia contra la Unidad Universal pedida por el Mandato, el Cristianismo en cuanto Reino y casa de Dios en la Tierra, será destruido.

 

Y según predijo Isaías: “Si el Señor de los ejércitos no nos dejara un renuevo como Sodoma hubiéramos venido a ser y a Gomorra nos asemejaríamos”

 

Y en este caso, no mediando profecía, esa destrucción sería absoluta.

 

22. Por qué los judíos no admitieron la fe .