Nunca brilla tanto la luz como cuando se enciende en el corazón de las tinieblas. Quienes aman la Verdad y odian la Mentira abren los ojos, la Luz entra en sus almas, vivifica sus mentes, ven el Camino, se apartan de la senda de los ciegos. La Luz ciega a quienes aman las tinieblas. ¡Cómo alzarse contra la Luz que hizo brillar Dios en las Tinieblas cuando esa Luz es la de su Hijo!

Esta Luz fue anunciada para la alegría de todos los que aman la Verdad y tienen en la Vida su felicidad. Quienes aman la Muerte y viven del Delito se hallan sobre un cementerio cuya tierra se abrirá bajo sus pies. Escribo esto para el que quiera vivir viva, se aparte de la senda del Delito y renueve la vida de su alma en la Luz que viene del Cielo. ¡Dios resucitó!  

Entramos en el Misterio de la Caída de la Corona de Adán. Superado ya el cuento de hadas de haber sido una manzana la causa de la destrucción del Primer Reino de Mesopotamia, desterrada de nuestra pensamiento la  visión del Sexo como la fruta prohibida, nuestros ojos miran al Árbol de la Vida buscando en su Fruto  la verdadera causa de la Caída del Mundo que Dios puso en movimiento. Es decir, ¡cuál fue la naturaleza de la Mentira con la que logró un hijo de Dios echar abajo un Edificio construido durante miles de años!

Entendemos que únicamente una razón invencible pudo  abrir una Guerra Cosmológica del tipo que vino a declararse en la Tierra. Nosotros, conociendo las claves  bíblicas no tenemos más que despejar las incógnitas.

El Proyecto del Reino de Adán lo edificó Dios a la imagen y semejanza de los reinos de sus hijos de los Cielos. El Género Humano  fue vcreado para crecer en el seno de un Reino  Mundial, cuya Corona le pertenecía a Adán, hijo de Dios. Los reinos de los hijos de Dios, fundados antes de la Creación de nuestro Mundo, a cuya imagen y semejanza fueron llamados a participar en la Edificación del Reino de Adán, estaban todos integrados en el Imperio del Rey de reyes y Señor de Señores, JESÚS, el Hijo Primogénito de Dios. Todos los hijos de Dios, reyes de sus Mundos, servían a la Corona del Hijo Mayor de Dios. Esta fue la Imagen y Semejanza que vivía en el Verbo “Hagamos al Hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza”  

Efectivamente la Corona bajó del Cielo, pero el hombre en la que se posó subió de la Tierra. El Reino de Adán estaba ya en marcha cuando de la noche a la mañana Dios lo redujo a polvo. ¿Por qué?  

Simplificando la Respuesta:

Adán  fijó sus ojos en la Corona del Rey de reyes y Señor de señores. Se reino  crecería para devenir un Imperio, y él, Adán, rey, a imagen y semejanza del Reino del Hijo Mauyor de Dios: devendría el rey de reyes y señor de señores de los reinos de la Tierra.

 Movido por esta visión del futuro de nuestro Mundo bajo su Corona, la Casa de Adán entró en guerra civil. El Templo Mesopotámico, ganado para dicha Visión, elevó a Adán a la condición de un dios.  Su palabra era Ley, quien  no se sometiese a su voluntad: moriría. De facto esto significó la Abolición de la Libertad a nivel mundial; desde su elevación a la condicipon de los dioses, todos los hombres devenían esclavos de la Corona Imperial del rey del Edén.

El Templo y el Palacio olvidaron que el Hombre fue creado a la Imagen de Dios, su Creador.  ¿Puede ser esclavizado Dios? La Gloria de la Libertad de los hijos de Dios nace y bebe directamente de la Gloria de la Libertad de Dios, Padre de todos.

Es imposible aceptar que siendo el Padre libre sus hijos sean esclavos. Tal  abominación no le cabe en la cabeza a Dios. Engendrados en la Libertad, y para la Libertad, la esclavitud del Hombre a la voluntad de un hijo de Dios, pasando por alto la Obediencia Divina debida al Rey de los Cielos : era una declaración de guerra a Dios : Rey, Padre y Creador. Este fue, en definitiva, el Delito de Adán.

A nosotros nos toca correr el Velo del Silencio, abrir la Puerta de la Verdad y ver con los ojos de la Inteligencia  el capítulo escrito en el campo de batalla del Edén.