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Esta es la Voluntad Presente de Dios:"Unifiquense todas las iglesias en una sola y única" |
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htmlLA BIBLIA DEL SIGLO XXI.LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO:El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Al que venciere le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y en ella escrito un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe. Yo le haré columna en el templo de mi Dios, y no saldrá ya jamás fuera de él, y sobre él escribiré el nombre de Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo.
CRISTO RAÚL DE YAVÉ Y SIÓN
------------APERTURA UNIVERSAL DEL TESTAMENTO DE CRISTO1CARTA MAGNA DEL REINO DE DIOS2LA ESPERANZA DE SALVACIÓN UNIVERSAL DE LA PLENITUD DE LAS NACIONES DEL GÉNERO HUMANO.3CONCILIO UNIVERSAL SIGLO XXI DE ADORACIÓN DEL HIJO DE DIOS. CONSTITUCIÓN SEMPITERNA DE LA IGLESIA4EL ESPÍRITU DE YAVÉ:ESPÍRITU DE SABIDURÍA E INTELIGENCIA, ENTENDIMIENTO Y FORTALEZA, CONSEJO Y TEMOR DE DIOS
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CONCILIO UNIVERSAL SIGLO XXI DE ADORACIÓN DEL HIJO DE DIOS
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LA BIBLIA DEL SIGLO XXI.HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO
Para
mí, Raúl, el tiempo de la Duda había pasado. Dios existe con la seguridad que
existen el Sol y las estrellas. Así que arrojando al suelo el lastre de la opinión
de los expertos subí a aquel monte y liberé mi pensamiento.
Y
digo que fueron muchas las horas que aquel joven alzó su voz al Cielo. El
firmamento, el sol, la tierra, el mar, fueron testigos de mis palabras. Sólo
ellos saben con qué palabras invoqué a mi Creador.
Y al
cabo, caí al suelo sin fuerzas. En lo alto de aquél monte permanecí como muerto
durante un tiempo.
Cuando
me levanté regresé a casa, y esperé que se cumpliera lo que está escrito: “Al
que llama, se le abre”. Y así fue. El Hijo de Dios me oyó, y me abrió. Entonces
se cumplió en mi ser lo que está escrito: Al que crea de las entrañas le manará
una fuente de aguas vivas.
Después
de estas cosas yo, Raúl, seguí mi camino, y andando conocí a una persona muy
especial. Lo llamaban el Profe.
De joven
el Profe se fue a hacer las Américas. Al cabo de décadas regresó a la madre
patria lleno de glorias, honoris causa, y todo eso, cosecha de su siembra por
las universidades latinoamericanas. Ya en su patria chica el Profe no tardó en
descubrir que para servir a Dios no hay que irse tan lejos; basta doblar la
esquina, mirar alrededor y ver ovejas perdidas por todos los riscos.
Conmovido
por la suerte de aquella juventud -Dios sabe por quién condenada a morir bajo
los efectos del veneno de las cuatro letras malditas: SIDA- el Profe abrió un
caserón en el centro de su ciudad natal, Málaga, y puso sus habitaciones al
servicio de los jóvenes que como perros sin dueño proliferaban por las calles.
En aquella Casa se conocieron el Profe y Raúl.
Al
tiempo regresé a hacer mi propio camino. Y se fueron el otoño y el invierno de
aquel año, (1976). Durante la primavera siguiente el Profe y yo, Raúl, volvimos
a encontrarnos en Madrid.
El
hecho de hallarse el Profe en Madrid se debía a que se le había descubierto una
enfermedad en el cerebro. Sus enemigos decían que aquello era castigo de Dios
por haber dilapidado su fortuna en aquellos leprosos sin salvación. Ciertamente
la operación costaba una fortuna, que el Profe no tenía, porque se la había
gastado en aquellas ovejas perdidas, y ahora andaba el pobre mendigando ayuda.
El
Profe peregrinaba por Madrid de puerta en puerta. Cuando volvió a encontrarse
con Raúl el hombre ya había perdido la cuenta. ¡Los amigos de los viejos días
de gloria! La cosa era que aquél hombre tampoco desesperaba. Lo que sí se
sentía era solo.
“¿Y
tú qué, Raúl? No me lo digas, no acudiste a tu cita con el ejército. Y ahora
vas por ahí a la aventura, un día acá, y el siguiente allá”.
Era
genial. Estaba en sus cincuenta. De mediana estatura, rostro alegre, facciones
latinas. Conversación entretenida. Siempre se le veía risueño, “al mal tiempo:
buena cara”, decía. No fumaba, no bebía. No estaba casado. La gran pasión de su
vida, la única que tuvo jamás, fue Cristo, y lo confesaba como quien está orgullosísimo
de tener el tesoro más fabuloso del mundo.
Las
siguientes semanas se diluyeron en el río del tiempo. El Profe siguió su vía
crucis de puerta en puerta. Mientras tanto el mal seguía creciendo en su
cerebro. Y él llevando su cruz a cuestas sin más consuelo que el que podía
hallar en la compañía de un muchacho.
A mí
la tragedia y la grandeza de aquel hombre me impresionaron. Muchas han sido las
historias que me han impresionado a lo largo de mi existencia alrededor de
mundo, pero ninguna tuvo un efecto tan decisivo en mi vida.
Y
pasó lo que tenía que pasar. Una noche de aquel verano, de tanto patearme las
avenidas madrileñas regresé retido a la habitación
que compartía con el Profe. En el firmamento de los cielos la Luna Llena
paseaba su gracia; el velo de su luz me cerró los ojos. Al poco me despertaron
unos lamentos. Creyendo que venían de un Profe perdido en sus sueños, seguí
durmiendo. Al fin abrí los ojos y ví al Profe,
sentado en el borde de su cama con la mirada perdida en el infinito. Por su
barbilla corría un hilo de sangre. El Profe estaba hablando solo.
Aquel
muchacho que fuí, dejó al hombre hablar. Madre de
Dios, la pena que estaba matando al Profe no era su enfermedad, ni descubrir
que sus amistades se desentendían de su problema. La pena más grande que tenía
su alma era no saber por qué Dios lo había abandonado.
“¿Este
es el precio a una vida de servicio, Señor? ¿Esta es mi paga?”, se lamentaba en
su ignorancia aquel doctor en más teologías que los san Agustín y santo Tomás
juntos.
Llegó
el verano del 77, yo me moví a Ibiza. No todo en este mundo tiene por qué ser
trabajos, aventuras, errores, aciertos. Cuando Dios creó los Cielos y la Tierra
allanó montes, y trazó verdes praderas a orillas de ríos hermosos, para que el
ser humano se desnudara y se dedicara a practicar el deporte de vivir la vida.
Por
aquellos días yo solía plantarme en los acantilados al otro lado de las
murallas del castillo, mirando al mar. Fue entonces cuando en el campo de mis
reflexiones y meditaciones el Hijo de Dios sembró en mi corazón un deseo
maravilloso: Disfrutar de inteligencia sin medida para conocer todas las cosas
Y
como semilla en tierra buena que se hace árbol, aquél deseo dio en mi alma su
fruto. Así que uno de aquellos días yo, Raúl, me puse de pie, abrí sus brazos y
le pedí al Hijo de Dios lo que más deseaba tener en este mundo:
“El
Espíritu de Yavé: Espíritu de Inteligencia sin medida para conocer todas las cosas”.
Mi
Fe, puesta en su Palabra, y mi Confianza en su Gloria, no teniendo Duda de
haber sido Él quien sembró para recoger en mí, según está escrito, “¿quién es
el que primero da para tener que reclamarle a Dios?”, seguí mi camino en la
Esperanza de recibir Respuesta.
Y así
fue. Al poco el Hijo de Dios me dio a conocer su respuesta: “Tú lo conocerás todo,
tú sabrás todas las cosas” me dijo.
Esto sucedió en el corazón de Europa, en la nación que llaman Bélgica, Y para que vosotros no dudéis y pidáis os expongo los fundamentos divinos de mi Confianza, para que sea la vuestra.
Había
pegado y se me había abierto, había pedido y se me había dado. Con la confianza
puesta en la veracidad del Hijo de Dios continué mi camino.
Entonces
se levantó un viento muy fuerte. Sirviendo a su Creador la creación entera
agarró a aquel joven por los pelos, lo levantó, y cuando fue a abrir los ojos
se encontró bajo tierra. Al día siguiente me descubrí en la casa de mis padres
con mi vieja biblia en las manos y una pregunta en mi mente: ¿cómo creó Dios la
Luz, el Firmamento, en una palabra: el Universo?
Durante
las próximas semanas intenté descifrar el Jeroglífico de Moisés. Todo para
nada. No importase las vueltas que le diese al Texto, no encontraba la Llave
que me permitiese abrir su Sello, para entrar y ver lo que había al otro lado
de la Puerta de la Luz del Génesis. Pero un día, regresando de Málaga la Bella,
mientras por los cristales del bus admiraba aquel firmamento otoñal, ví la Luz. Tenía en mis manos la Llave de la Luz.
Me
bajé del bus volando, abrí la puerta de casa. Mi madre me miró expectante.
“Voy
a ser escritor, mamá”, le dije sin pensármelo dos veces.
“Acuérdate
de tus hermanos cuando seas famoso”, me respondió ella.
Aquella mujer no sabía leer ni escribir ¡Qué mujer! ¡Qué grande es el misterio de la maternidad humana! Se parten los sesos los sabios buscando la fórmula de la producción industrial de Einsteines, Newtones y colegas, y viene la Naturaleza y se ríe de la Ciencia haciendo que una analfabeta para la piedra filosofal. Así pues, hiperexcitado por lo que me acababa de mostrar mi Dios, agarré papel y lápiz y comencé a balbucear las primeras palabras de Inteligencia sin medida que llenan este Libro (Creación del Universo según el Génesis. Una Introducción a la Cosmología del Siglo XXI).
Los
Hechos narrados en la CREACIÓN DEL UNIVERSO SEGÚN EL GÉNESIS, LIBRO TERCERO DE LA
HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO. LA BIBLIA DEL SIGLO XXI, referidos a “la
Creación de la Luz”, son los siguientes :
Uno:
Multiplicación Controlada de la densidad por unidad cúbica astrofísica del
campo gravitatorio terrestre. El origen de esta Multiplicación Controlada,
dije, es la Naturaleza del Ser Divino.
Dos:
Aceleración vertical de las revoluciones de trabajo del transformador geonuclear de la Tierra. De la que se derivó la aceleración
rotatoria del Globo sobre su eje, y la implosión astrofísica del Núcleo en el
origen del calor del Planeta.
Tres:
Elevación termodinámica global del cuerpo geofísico, que desde el Manto se
extendió hasta la superficie y produjo la Fusión de la Corteza Primaria.
Cuatro:
Licuación de la Corteza Primaria bajo los efectos de la Fusión del Globo
externo y producción de la Atmósfera Primigenia.
Cinco:
Una vez concluida la transformación en calor del combustible gravitatorio, la
Tierra volvió a las manos de la Naturaleza, ajustándose sus nuevos cambios a la
ley de la Inercia.
A.
Desaceleración de las revoluciones de trabajo del transformador geonuclear.
B.
Caída de la velocidad de rotación del Planeta.
C.
Y descenso de la temperatura del Globo.
Estos
fueron los tres primeros efectos visibles. Estos tres efectos fueron causa de
una nueva secuencia de efectos. El primero de estos nuevos efectos fue el
enfriamiento de la superficie exterior del Globo, que ipso facto puso la
primera piedra de la creación del anillo geofísico externo, la Litosfera.
Siete:
También podemos hablar de Solidificación de la Corteza Secundaria. En fin, esto
es ya según el gusto. Una vez que entremos más en profundidad tendremos tiempo
de diferenciarlas. Avanzando un poco el tema digamos que la Litosfera es al
Globo lo que la Corteza Secundaria es a la Litosfera. Resumiendo, la Corteza
Secundaria es la capa externa de la Litosfera. Fue, pues, la Corteza Secundaria
la primera capa litosférica que se solidificó.
Ocho:
El descenso continuo de la temperatura geofísica a su antiguo estado de
partida, que ya nunca alcanzaría, provocó la solidificación de la Corteza
Secundaria, como he dicho, y la creación del anillo litosférico. La
Arquitectura Geofísica siguió completando su cuerpo con el nacimiento del segundo
anillo, el Manto, cuyo enfriamiento cerraría la fuente de calor de la que hasta
entonces se había estado suministrando la Atmósfera Primigenia para conservar
su estado natural.
Nueve:
El enfriamiento de fuera hacia el interior del Globo por lógica tenía que
convertir el anillo litosférico en un muro de anulación de trasvase del calor
del Núcleo a la Atmósfera.
Diez:
Térmicamente aislada del Núcleo la temperatura de la Atmósfera cayó en picado a
la velocidad vertiginosa que el aislamiento impuso. Su volumen se congeló. El
resultado fue la transformación de la Atmósfera en el Manto de Hielo que cubrió
la esfericidad del Planeta de polo norte a polo sur durante la Tarde del Día
Primero. Como dije antes, este Manto de Hielo es la Luz en el Verbo del Primer
Día.
Resumiendo
A:
Multiplicación de la densidad del Campo Gravitatorio Terrestre.
B:
Elevación en vertical ascendente del ritmo de trabajo del Transformador Central
Geofísico
C:
Fusión del Manto y licuación volcánica de la Corteza Primaria.
D:
Producción de la Atmósfera Primigenia “clásica”.
E:
Enfriamiento del Núcleo y solidificación de la Corteza Secundaria, o
Litosférica
F:
Sublimación de la Atmósfera Primigenia.
G:
Creación del Manto de Hielos que cubrió la Esfera de la Tierra
El
Resto que se refiere a los Acontecimientos por Dios y su Hijo creador está escrito
en el Libro Tercero de la HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO.
Yo,
personalmente, a mis 21 años, no cabía en mí de admiración por el Creador del
Jeroglífico del Génesis, cuyo Sello se ha mantenido impenetrable delante de
todos los genios de todos los tiempos. Su Omnisciencia y su Sabiduría Salvadora
me tenían seducido, cautivado, maravillado. Y en fin, en aquel estado de
excitación intelectual sin medida me hallaba cuando me llamaron para cumplir
con mis obligaciones militares.
En
noviembre de ese mismo año me incorporé a la Marina. Durante el siguiente
invierno, primavera y verano, el Hijo de Dios me mostró todas las cosas
concernientes al Derecho Divino, Justicia de la Salvación, fundamentos de la
Redención. En fin, el alimento sobre el que Él dijera: “Yo tengo un alimento
que vosotros no conocéis”.
Pues
bien, se fue el verano y vino el otoño. Un día de aquel otoño me metieron en la
prisión militar a cumplir sentencia de dos meses y un día, en castigo por mi
etapa de prófugo.
Estando
en la celda el Hijo me presentó al Padre, y Este me mostró lo que tenía en su
Corazón: la Esperanza de Salvación Universal que concibió al principio de los
tiempos
En
efecto, sólo un hombre pecó, y su pecado, sujeto al efecto dominó, se extendió
por toda la superficie de la Tierra. Así que al elevar al Trono del Juicio
Universal a su Hijo, Él lo volvió a glorificar otorgándole todos los poderes
del Presidente de la Corte Suprema de su Reino, entre cuyos poderes está el
dictar Absolución para el Acusado, en este caso Absolución Universal en base al
Derecho de Redención por Él mismo conquistado para el Género Humano. Pues al
ofrecernos la Justicia de la Fe quedaron privados de su Gracia todos los
pueblos nacidos ante de Cristo; y, sin embargo, fuimos todas las naciones las
que fuimos entregados a la Muerte por el pecado de un sólo hombre. Así que
habiendo vivido bajo la misma ignorancia que nos hizo a todos merecedores de la
Gracia, en razón de la Necesidad de la Muerte de Cristo nuestros padres
quedaron privados de Salvación. Pero Dios, en su maravillosa Justicia, elevando
a la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia de su Reino a su Hijo le
concedió poderes infinitos y eternos para dictar Sentencia según espíritu y
verdad. Él puede ajustar su Veredicto Final a la profecía en base a nuestra
maldad, o a la Salud de su Paz en premio a nuestra Fe por creer que Él puede
restaurar todas las almas a su condición natural de bondad. Nuestra bondad está
en creer que el ser humano jamás se hubiera apartado de su Creador de no
haberse interpuesto entre Dios y el Hombre la Traición de la Serpiente. Nuestra
victoria: escribir en las páginas de la Historia Universal lo que creemos, con
nuestros hechos dándole cuerpo al argumento de la Defensa.
Por
esos días murió un Obispo de Roma. Le sucedió otro. Y a los 33 días su sucesor
murió. Al muerto le sucedió Juan Pablo II.
Por
aquéllos mismos días el Hijo de Dios me dio a conocer la Voluntad Presente de
su Padre:
“Esta
es la Voluntad presente de Dios -me dijo-: Unifíquense todas las iglesias en
una sola y única”.
Enseguida el Hijo de Dios me adoctrinó en la naturaleza del espíritu participativo del Verbo, en la cual tienen todos los hijos de Dios su crecimiento. Pues al corresponderle a Dios la acción y abrirle espacio a sus hijos, Él dota a sus criaturas de todos los medios necesarios para su realización. De aquí que la Obediencia sea el principio del crecimiento sobrenatural de su Reino. CONCILIO VATICANO SIGLO XXI.CONCILIO UNIVERSAL DE ADORACIÓN DEL HIJO DE DIOS
CONSTITUCIÓN SEMPITERNA DE LA IGLESIA
Artículo A
La Inocencia y la
Libertad de Dios son innegociables, incorruptibles e insobornables. En ellas
tenemos todos sus hijos, siervos y la Plenitud de las Naciones de la Creación
nuestra Alegría, nuestra Paz y nuestro Mañana. Dios es Santo, Bendito sea su
espíritu, los que amáis la verdad, la justicia y la paz bendecid su Santo
Espíritu, que no hace acepción de personas y ha hecho de la Igualdad en la
Fraternidad entre todas las Naciones de su Reino la estrella de la mañana.
Artículo B
La meta de la Rebelión
de los “ángeles rebeldes” era levantar entre Dios y su Hijo un muro de
separación, suscitar el desprecio del Hijo hacia el Espíritu Santo de su Padre,
cosa que esperaba el Diablo conseguir mediante el conocimiento de la ciencia
del bien y del mal a fin de convertirlo a la religión del Infierno. La
declaración del Diablo: inmunidad ante la justicia para la Casa de Dios, fue el
origen de la Guerra que hizo de la Tierra el campo de la Batalla Final entre
Dios y la Muerte. ¡Guerreros, hijos de Dios, bendecid a vuestro Rey, vuestro
Rey no sucumbió a la tentación, amó a Dios y le adoró por ser “el que es”: el
Espíritu Santo en cuya vida tenemos todas las criaturas nuestro escudo, nuestra
fortaleza, nuestro protector, la fuente de amor sin cuyo río el Árbol de la
Vida se seca y perece bajo el fuego de los rigores del infierno de esos dioses!
Jesús es el Nombre de vuestro rey. Bendecid su Nombre naciones de la Tierra.
Artículo C
La Caída le abrió los
ojos a Dios y vio cara a cara a su verdadero enemigo, la Muerte. La Eternidad y
el Infinito habían estado esperando esta Batalla Final. Siendo un acto de
locura absoluta la declaración de guerra de la criatura contra su Creador, Dios
no podía seguir cegado por el Amor a sus hijos y, en la Traición, la lanza
clavada hasta Su corazón de Padre, vio la Fuerza que movía el brazo de la
Serpiente. Esta era su Guerra, el Infinito y la Eternidad se habían levantado
contra el Infierno que la Muerte les proponía por modelo de Creación y llamaba
a Dios a su lado. Dios, haciéndose una sola cosa con el Infinito y la
Eternidad, aceptó la declaración de Guerra Apocalíptica contra las Fuerzas del
Infierno. La Muerte sería extirpada del Cuerpo de la Creación y arrojada al
Abismo del Olvido, eterno e infinito. Bendito sea Dios, nuestro Padre.
Guerreros, hijos de Dios, levantad conmigo el grito, aclamad su Nombre desde un
confín al otro de la Tierra, gritad conmigo su Nombre: ¡Yavé!
Artículo D
Dios liberó a todas las
Naciones de la Obediencia debida a sus jefes y ha puesto la Obediencia de todas
sus criaturas a los pies del Rey que le dio a su Reino: su Hijo Primogénito,
Dios Unigénito. Toda persona que pone su vida a los pies de otra persona que no
sea la del Rey su Señor comete delito de rebelión contra Dios.
Artículo E
El Señor Jesús es la
Única Cabeza, Visible e Invisible, de la Iglesia. Cualquier persona que se
declare cabeza universal de la Iglesia, comete delito de rebelión contra Dios.
Artículo F
Los Siervos viven de la
Mano de su Señor. Toda persona que entre al Servicio de Cristo como Sacerdote
venderá sus propiedades y las repartirá entre los pobres. El sacerdote que use
la riqueza que procede de su Señor para enriquecerse, a sí mismo o a su
familia, rompe el Contrato con Dios, será expulsado de la Iglesia.
Artículo G
Todo aquel que entre a
Perpetuidad al Servicio del Señor en tanto que Sacerdote le pertenece a Cristo
en cuerpo y alma. Aquellos que estén casados permanecerán unidos en cuerpo a la
mujer, mas el Poder de Sucesión Sacerdotal no les pertenece, es Poder de Cristo
en su Esposa, la Iglesia Católica: quien a través de sus Obispos hace
Sacerdotes para Dios a la Imagen de Cristo.
Artículo H
La Iglesia Católica es
la Esposa de Cristo, vive de la Mano de su Señor. Su propiedad es la Iglesia.
Cualquiera que imponga impuestos sobre la Iglesia, la Casa de Dios en la
Tierra, comete delito de rebelión contra Dios. Toda propiedad aparte del
Templo, Casa del Sacerdote, que se halle del sacerdote procede de delito contra
el Señor, el sacerdote elegirá entra abandonar la Iglesia o abandonar la
propiedad que le pertenece a los hombres en las manos de los hombres.
Artículo I
El sacerdote, imagen
viva de Cristo entre los hombres, que sea hallado en delito contra las leyes
humanas: sea expulsado de la Iglesia, entregado a la justicia de los hombres
entre los que deshonró la Gloria Inmaculada del Señor; si es contra las del
Cielo, sea expulsado sin apelación de entre los hombres de la Iglesia.
Artículo J
Cualquier sacerdote que
unja por rey de los cristianos a hombre alguno comete rebelión contra Dios, sea
expulsado de la Iglesia, y su acto declarado fruto de demencia.
Artículo K
Cualquier sacerdote que
someta al pueblo a juramento de obediencia a hombre alguno comete rebelión
contra Dios, sea expulsado de la Iglesia.
Artículo L
Cualquier cristiano que
jure obediencia a hombre alguno niega a Dios.
Artículo M
El sacerdote, imagen de
Cristo, que toque la espada de la muerte, sea expulsado de la Iglesia. Toda
vida le pertenece a Dios, su Señor, y de su sangre le pedirá cuentas a
cualquiera que la derrame, sea hijo o siervo.
Artículo N
El sacerdote o pastor
que le ponga condiciones a su Señor para hacer su Voluntad sea expulsado de la
Iglesia, rompió su Contrato con Dios.
Artículo O
La Iglesia es el Cuerpo
de Cristo, cualquiera que se oponga a su Voluntad, impidiéndole a su Señor la
libertad, se declara en rebelión contra Dios.
Artículo P
El Señor es la Cabeza de
todas las iglesias y el Jefe Universal de todos los sacerdotes y pastores de
los Rebaños de su Padre, el pastor o sacerdote que no acuda a su llamada rompe
su Contrato con el Señor.
Artículo Q
Las iglesias venderán todos sus bienes y les darán el dinero a los pobres. Cristo es su bien eterno, su riqueza imperecedera. La iglesia que no lo haga comete delito de rebelión contra Dios. El Templo es la casa y la propiedad del sacerdote entre los hombres.
Artículo R
Las iglesias pondrán a
los pies de su Señor todas sus tesis, sus proposiciones, sus diferencias y
glorificarán a su Señor delante de la Plenitud de las Naciones haciendo su
Voluntad.
Artículo S
La Iglesia Católica es
la Esposa de Cristo y la Madre de su Descendencia, ella es el tronco del Árbol
cuyas ramas son las iglesias, los miembros del Cuerpo de Cristo sin los cuales
Cristo no puede andar ni hacer y se encuentra tirado en el suelo como quien
está muerto. Todo sacerdote o grupo sacerdotal o comunidad de pastores que se
interponga entre el Tronco y las Ramas se declara en rebelión contra Dios.
Artículo T
Todo sacerdote o pastor
al servicio de Cristo trabaja para el Señor y a El sólo debe su Obediencia. A
El por tanto debe dirigirse para conocer cuál es su Voluntad Presente.
Artículo U
Toda iglesia que se haga
cuerpo de una cabeza humana le pertenece a esa cabeza, no es de Cristo. Los
cristianos quedan libres de cualquier juramento que hayan sido obligados a
prestar por esa iglesia rebelde al Rey de los Cielos y de la Tierra
Artículo V
Los cristianos: pueblo,
siervos e hijos de Dios, no tienen más Juez Eterno, Sumo Pontífice Universal,
Maestro Sempiterno, Salvador Divino, Rey y Señor que Jesucristo.
Artículo W
El sacerdote es la
Imagen Viva de Cristo entre los hombres y las naciones. El Sacerdocio le
pertenece al Varón por Disposición y Decreto Divino, la Hembra no tiene arte ni
parte en el Altar; y el Obispo vive a imagen y semejanza de Cristo.
Artículo X
Los cristianos no tienen
más Dios que Yavé Dios, Padre de Jesucristo.
Artículo Y
Todos los cristianos
somos hijos de Dios, Padre de Jesucristo.
Artículo Z
Todos nos veremos en el
Paraíso.
Terminada su Visita el Hijo de Dios me dijo : “YO SOY LA RESPUESTA”. Yo entendí, quien quiere conocer si mi Palabra viene de Dios que se acerque a Él y le pregunte, Él responde de mis palabras, y nada viene de Dios sino es por Él, y el que quiera de Dios recibir Inteligencia y Sabiduría que se acerque a Él y pida, y nadie recibe de Dios sino es el Hijo quien da, El es la Puerta que da a Dios y nadie se acerca a Dios si no es por la Voluntad y Gracia del Hijo de Dios, Jesucristo, el Rey Universal y Señor Todpopoderoso que Dios le da dado por la Eternidad a su Reino y Creación.
Sucedió
entonces que según se fue acercando la Navidad del 1978 una pregunta fue
abriéndose espacio en mi espíritu; y según fue adquiriendo cada vez más espacio
también fue apoderándose de mis noches, hasta el punto de no atreverme siquiera
a cerrar los ojos.
La
cuestión que se había instalado en mi ser tenía su raíz en la Esperanza de
Salvación Universal que Dios y su Hijo me habían mostrado. ¿Qué estaba yo
dispuesto a dar por esa Absolución Universal?
¡¡Mi
alma!! Fue mi respuesta.
Pero
una cosa es decir, y otra es hacer. ¿Un amor sin hechos, qué es? Que la
Deserción sería la Prueba de este Amor, pues adelante. Que al otro lado me
esperaba una obscuridad densísima, también. La decisión era mía.
Y
decidido, crucé aquella puerta.
Me
detuve en Madrid, con el Librito aquel, “Luz, Verdad y Vida”, escrito a mano
durante aquellos dos meses y un día; entré en la Editorial Cristiana. Y por la
puerta que entré, salí.
De
Madrid salté a Zaragoza. Acogido por un amigo en su casa, ignorantes él mismo y
su familia de mi estado militar pero encantados de tenerme con ellos esa
Navidad, solía yo sentarme a meditar en la Plaza del Pilar. Los acontecimientos
vividos durante el último año le habían dado a mi ser un nuevo sentido. ¿Qué
iba a hacer ahora, adónde ir?
En
aquellos días de meditación profunda existencial mi alegría se hizo infinita
cuando Dios me dio una “piedrecita con un nombre escrito que solo el que lo
recibe conoce”. Era para mí. Era mía. Yo leí: “Cristo Raúl”.
CRISTO
RAÚL Y LA REVOLUCIÓN MUNDIAL DE ANA
Así
que, saltando de Zaragoza a Paris, y de Paris a Madrid, años 79 y 80, ya me
disponía a regresar a Paris cuando “mi Padre que está en los cielos” me detuvo.
Una hija de Dios, de nombre Ana, había sido atacada por la Muerte; ya se
disponía la Muerte a llevársela, matando con ella la Nueva que traía ella
consigo para el mundo, a saber, Dios ha dado su bendición a una Revolución
Omnisciente Mundial, que tocando todas las ramas del árbol del conocimiento, ha
de hacer saltar la Sociedad de la Plenitud de las Naciones de un modelo fundado
en la Antigüedad, y recogido por la Modernidad, a una Sociedad fundada sobre
los Principios Eternos e Inconmovibles sobre los que Dios ha levantado su
Reino.
Cristo
Raúl le dio su mano a Ana, la liberó del abrazo de la Muerte, y como la paloma
atravesada por la flecha de un enemigo, herida de muerte, pero no letal, una
vez curada de su herida, abre sus alas y regresa al cielo en libertad, así Ana
siguió su camino hasta la Hora en que la Voluntad de Dios llenase la Tierra, y
llamando a sus hijos a Batalla Final, volviese a reunirlos. He aquí, entonces,
algunas de las cosas que han de suceder en los años que vienen.
Unificación
de todas las iglesias cristianas alrededor del Tronco Católico;
Disolución
de la Federación Rusa, y Conversión de Moscú;
Caída
de Bruselas y Berlín;
Extinción
de las religiones: Islam e Hinduismo;
Independencia
del Tíbet y Desmembración de China y de la India en muchos Estados con sus
naciones;
Extinción
del Ateísmo Científico y Revolución de las ciencias médicas y ciencias de las
energías;
Caída
del Cuerpo de Seguridad de la ONU y Creación del Árbol de la Plenitud de las
Naciones con Jurisdicción Universal contra la Guerra y las Dictaduras;
Abolición
de todas las coronas, europeas, africanas y asiáticas;
Creación
de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Multiplicación de Brasil en
distintos Estados con sus naciones;
Creación
de un Cuerpo Judicial-Policial Mundial de Lucha contra el Crimen y las
organizaciones Criminales Internacionales;
Revolución
Agrícola Mundial: Extinción de las plantas del Tabaco, Cocaína y Marihuana;
control de las plantas del Café, de la Vid y de la Amapola;
Reforestación
del Planeta;
Fin
del Comunismo, en todas sus formas, políticas e ideológicas;
Adhesión
del Estado de Israel a la Alianza Militar de la Plenitud de las Naciones
Cristianas;
Adhesión
de los Estados Unidos de América al Tribunal Penal Internacional;
Abandono
de las energías destructivas del planeta: Petróleo, Carbón y Gas;
Evolución
de los Estados hacia Administraciones sujetas al Deber de Cumplimiento de los
Derechos de la Familia;
Evolución
del Dinero en Metálico y Papel al Dinero Digital y la sujeción de su Movimiento
al Cuerpo de la Justicia;
Acceso
libre de todos los hombres a la Educación Universitaria y a los medios de
desarrollo de sus capacidades creativas;
Creación
de Tres Comunidades Africanas Internacionales: África Blanca o del Sur; África
Negra o Media, y África Mediterránea: libres de los Monopolios y oligarquías
europeas, asiáticas y americanas.
Superado
este periodo de dos años caminando en la oscuridad, y conociendo que mi Hora
estaba lejos aún en el tiempo, mi Dios despidió a la mujer que me había
ofrecido la mano para llegar a Paris.
Después
de encerrarme entre libros durante los siguientes tres años, tomé mujer, que me
dio un hijo. Yo, Cristo Raúl, tomé a la mujer y al niño y me trasladé a Creta,
donde a la altura del 86, movido por el Espíritu arrojé mi vieja Biblia al
fuego. Surgiendo de aquel fuego, el Hijo de Dios me mostró la Historia de la
Increación, del Infinito, de la Eternidad, y del Dios que desde el Principio
sin principio de la Increación fue la Causa Metafísica del Cosmos, y luego,
siendo formado por la Sabiduría, según está escrito “Yo soy Dios, Yo solo fui
formado, y después de mí no habrá otro”, vino a ser la Causa Física del Nuevo
Cosmos: su Creación.
“Escribe
todo lo que se te muestre”, me dijo el Señor Jesús. Yo, Cristo Raúl, así lo
hice.
Regresando
a la casa de mis progenitores dejé con ellos a la mujer y a su hijo; salté a
Paris, de París a Londres, de Londres a Jerusalén, y de Jerusalén a Madrid.
Aquí me dijo el Rey del Cielo: “Envía a la mujer y a su hijo a la casa de sus
padres, pues su casa de ella no tendrá parte en tu casa”. Yo, Cristo Raúl, así
lo hice.
Regresé
a Londres, me instalé en Finsbury Park, donde fue
visitado por la Madre de Cristo, abriéndole a mis ojos a lo que contenía su Corazón:
“El Corazón de María”.
Habiendo
escrito todo lo que la Madre de Jesucristo guardaba en su Corazón desde el día
de su Ascensión al Cielo, y apenas comencé a gozar de la victoria, la Muerte se
cebó en la casa de mis progenitores. Desecho permanecí en Madrid; como no era
bueno que estuviese solo Dios me dio una compañera, que concibió una hija, pero
Dios me dijo: “Sal de su casa, pues tu casa no será contada por ella”. Yo así
lo hice.
El
viento se alzó y crucé el océano; permanecí en Méjico un mes, y nueve meses en
los Estados Unidos. A mi regreso, y tras la muerte del hombre que me trajo al
mundo, regresé a Creta, donde permanecí un año. Pasado este año el viento
volvió a levantarse, y me llevó desde Atenas a Viena, Praga, Budapest,
Bratislava, Berlín, Copenhague, Estocolmo, Helsinki, Oslo y Roma, donde celebré
el Bimilenario del Nacimiento de Cristo. Pero mi
tiempo, aunque se acercaba, aún no había llegado.
Amaneciendo
el Nuevo Día regresé a la casa donde nací, y puse manos a la obra. Estando en
ello, una mujer entró en mi vida, y diciéndome Dios: “Por ella será contada tu
casa”, la tomé conmigo a Berlín. Pero tentada la mujer por el Diablo,
se dejó seducir. Buscando mi destrucción a fin de enterrar esta Historia Divina
en el polvo de los tiempos, el Diablo usó a la mujer para inyectar en mi alma
el veneno de un odio que pedía sangre. Pero Dios me dijo: “No derramarás
sangre; pero si ella toca la tuya, serás libre de su sangre”. Yo obedecí.
Despedí a la mujer y la envié con sus hijos a la casa de sus padres.
Tendido
en el suelo permanecí durante tres tiempos y medio. Cuando me recuperé vi al
Rey del Cielo al frente de la Casa de los hijos de Dios, la Casa De Yavé y Sión, que venía a
conquistar para el Reino de Dios la Plenitud de las Naciones del Género Humano,
y dirigiéndose a mí, me dijo: “Levántate, hijo, y pues que no has
derramado la sangre de tus enemigos, sin sangre liberaré yo al mundo, y tus
hijos serán testigos ante las naciones de que Soy Yo quien lo ha hecho: ¡Habrá
Revolución Mundial, no habrá Guerra Mundial! Cobra ánimo, hijo, y fortalécete,
que tu Hora se acerca”.
Yo me
levanté, y lleno del espíritu exclamé: “Que el mundo despierte a la Verdad”.
Corría
el 2014 cuando en un juicio inicuo fui despojado de todo lo que amaba en este
mundo; pedí justicia a Dios, mi Salvador, y liberándome de las tinieblas me
condujo de regreso a la casa de mis progenitores, donde me fortalecí. A la
puerta de la primavera del 2016 seguí a mi Rey hasta allí donde empezó todo,
Galicia, el Ferrol. Y abriéndome los ojos, leí: “Ten celo y compra de mí oro
acrisolado en el fuego, y cómprate vestiduras nuevas”. Maravillado por lo
que leí, supe que antes de empezar el Camino, Él ya conocía el fin. Y no sólo
desde ese día, sino desde el principio de los tiempos ya sabía Él la naturaleza
del camino que el Vencedor, su hijo, habría de vivir.
Tomando
fuerzas, compré el oro de ley de su Palabra. Y oí la Voz de Dios Padre
Todopoderoso, que decía: “Que no sea hallado en la Tierra lugar para el
Diablo”.
Alcanzada
Zaragoza, donde se me prometiera la Victoria, ya me disponía a seguir mi camino
cuando mi Rey y Padre me detuvo, diciéndome: “El Reino de Dios es semejante a
dos reyes jugándose a una partida de ajedrez su reino. Desde el principio la
Victoria está sellada; el rey Vencedor ha dispuesto darle el jaque mate a su
enemigo mediante el más pequeño de sus siervos, un peón. El rey enemigo no ve
la jugada hasta que el peón nacido para darle la victoria a su rey se acerca a
su objetivo; en ese momento el rey enemigo lanza todas sus fuerzas contra ese
peón vestido de la invencibilidad de su rey; debe destruirle antes de caer.
Pero el peón es invencible. Su fuerza está en la confianza en la Invencibilidad
de su rey”.
“El
reino de Dios es también como un rey que deja a su hijo pequeño al cuidado de
sus siervos y se va a hacer la guerra contra su enemigo. Pasando el tiempo el
hijo del rey crece y sintiéndose fuerte, sin esperar la llamada de su padre, va
y se une a su ejército. El enemigo reconoce en él al hijo del rey y lanzándose
contra él lo hiere de muerte. El rey ordena sacar a su hijo del campo de
batalla y dejarlo al cuidado de su madre hasta que sanen sus heridas”.
“El
reino de Dios es como un señor que, teniendo dos siervos, uno sabio y el otro
necio, los llama, y queriendo levantar una casa les dice: “Id”. Los dos siervos
fueron a la cantera, a extraer la piedra y tallarla, pero al llegar no
encontraron herramientas con las que hacer su trabajo. El necio se dijo: Dios
se ha burlado de nosotros, ¿qué quiere, que extraigamos los bloques con las
uñas? Y se fue. Pero el sabio se dijo: Dios dará. Pues qué padre le dice a su
hijo: “Ve y corta aquel árbol”, ¿y lo envía sin darle hacha con la que
cortarlo? Tú, pues, hijo mío, espera en Dios, pues el que cree en Él, no es
confundido”.
Heme
aquí en la Plaza del Pilar; pues en mí está el Espíritu de Inteligencia para
llamar a todos los hijos de Dios a Batalla Final por la Libertad de la Plenitud
de las Naciones del Género Humano, y así se cumpla, como en el Cielo en la
Tierra, la Voluntad de Dios, que no hallando lugar en su Creación el Maligno
sea arrojado al Infierno preparado para él y sus hermanos en el fondo del
Abismo cubierto por las Tinieblas.
En
cuanto a aquéllos que sirviendo al Diablo intentaron destruir al Vencedor, he
aquí que no me pondré delante entre ser alguno y la puerta del Paraíso, pero
contra aquel, aquella y aquellos que se ponga entre hombre y Dios yo me alzaré
con la libertad de la gloria del Vencedor, y allá que cada cual sea juzgado por
su propio crimen.
LA BATALLA FINAL
A la altura de la
Creación de nuestros Cielos y de nuestra Tierra la Batalla Final entre Dios y
la Muerte estaba en el aire. Las medidas que Dios Padre tomara contra una
Tercera Guerra Universal entre sus hijos, a saber: Apertura de la Creación de
Mundos a sus hijos, y Participación de éstos en la Formación de los Pueblos
llamados a la vida eterna, dejaba en el aire la Batalla Final cuya Victoria
debería dejar asentada su Creación sobre Roca.
El Proceso de Formación
a que había sido sometido Dios por la Sabiduría, efecto de Su Deseo de elevar
la Vida Mortal a la condición de su propia Vida, ese Deseo, Reto de Dios a la
Sabiduría Increadora, la implicaba, dicha Batalla
Final. El Hecho de haber adoptado Dios dichas dos medidas revolucionarias:
Apertura de la Creación y Participación en la Formación de los Pueblos, lo
decía todo sobre la Necesidad que tenía la Sabiduría de abrirle a Dios los ojos
a la visión del verdadero Enemigo de su Creación.
Mientras antes se
produjera el descubrimiento por Dios de la Muerte como Fuerza activa desde el
principio sin principio de la Increación, antes la Creación se vestiría de la
Indestructibilidad de su Creador.
Que Dios había
presentido la presencia de una Fuerza no sujeta a su Brazo detrás y en el
origen de las Guerras de sus hijos, esto era un hecho que la Sabiduría había
sentido. Era Necesario que Dios viese cara a cara a su Enemigo, la Muerte. Pero
en cuanto a cuándo esta Visión se produciría, la Sabiduría no podía decirlo.
La Sabiduría, para quien
Dios era su Señor, no podía acelerar esa Visión. La Muerte se dejaría ver por
sí misma.
Cual bien dejara escrito
Salomón sobre la Sabiduría, Ella estuvo desde el Principio de la Creación del
Género Humano al servicio de su Señor, compartiendo con Dios Su Confianza en el
éxito de la respuesta que Él le diera al Futuro de su Imperio.
Así pues, creados los
Cielos y la Tierra, despejada la Duda sobre la Veracidad Divina del Rey de
reyes y Señor de señores, Dios Hijo Unigénito y Primogénito, Jesús, no mediante
teologías ni argumentos metafísicos, sino sobre la Roca de los Hechos, pues
todos los hijos de Dios estuvieron presentes cuando abriendo Él su Boca dijera:
“Haya Luz”, y la Luz se hizo; Dios Padre pasó a asentar su Imperio sobre la
Ley, de manera que elevando su Ley a la Naturaleza Divina, haciendo de su Verbo
la Roca sobre la que edificarle a la Justicia un Palacio Incorruptible, por el
Temor a la Incorruptibilidad de su Espíritu creyó Dios alejar a sus hijos de la
Tentación de comer del Árbol de la Ciencia del bien y del mal, es decir, de
darse a la Guerra.
Si por la carencia del
Amor a la Paz la Tentación incendió el Imperio de Dios, por el Temor al Verbo,
expuestos a su Destrucción en caso de Transgresión, sus hijos se mantendrían en
la Obediencia, andando cuyo Camino el Género Humano alcanzaría la Ciudadanía
Eterna para la que el Hombre fuera creado.
Todos los hijos de Dios,
“no de esta Creación”, en efecto, vieron la Gloria del Rey de reyes y Señor de
señores del Paraíso de Dios, Gloria de Dios Hijo Unigénito, “Increado, no
creado, de la misma Naturaleza que el Padre”, conforme al Dogma revelado al mundo
por Dios Padre a través de, en y por la Iglesia Católica de Roma.
Así que, despejada la
Duda sobre la veracidad Divina del Rey de reyes y Señor de señores del Imperio
del Cielo, argumento con el que la Muerte, en y por la boca de Satán, uno de
ésos hijos “no de esta creación”, incendió el Paraíso, llamó Dios a todos sus
hijos a doblar sus rodillas ante su Ley.
La Confianza de Dios
Padre puesta en que la Obediencia que viene del Amor, sería reforzada por la
que procede del Temor, dejó el Proceso de Formación del Hombre en las manos de
sus hijos, “los dioses de muy antiguo”, entre quienes se contaba, en cuanto
hijo de Dios, el mismo Satán que “ya acorneara” la Paz en el Cielo durante los
Días de la Creación, antes de la creación de nuestros Cielos y de nuestra
Tierra.
Y sin embargo la Batalla
Final entre Dios y la Muerte seguía en el aire.
Aun cuando la Muerte se
escondiese a la espera de una mejor ocasión para asestar su golpe fatal, y el
Género Humano alcanzase la Inmortalidad, más tarde o más temprano la Muerte
volvería a extender su Fuerza sobre la Creación para conducirla a su
Destrucción.
Que los hijos de Dios,
consciente de la Naturaleza de la Ley, elevada a la Naturaleza del Verbo,
cayesen en la Tentación y amparándose en el Amor de Dios por sus hijos
invocasen al Padre en Dios en contra del Juez en Dios, esto estaba por verse.
El hecho es que todos
los hijos de Dios tenían que decir su última palabra sobre el Modelo de
Creación que la Muerte y Dios, cada uno, habían puesto sobre la mesa del Infinito
y la Eternidad: Verdad, Justicia y Paz, o Mentira, Corrupción y Guerra.
Dios, confiando en el
Temor a su Verbo, dejó el Futuro del Género Humano en las manos de sus hijos,
los dioses de muy antiguo. Pues desde el origen de los tiempos de la vida en la
Tierra los hijos de Dios habían estado bajando del Cielo a la Tierra y
regresando de la Tierra al Cielo con toda la libertad del mundo.
La Hora de dejar en el
Pasado las Guerras del Cielo, había llegado. Dando a conocer su Ley, “y la Ley
es el Verbo, y el Verbo es Dios”, Dios dejó a sus hijos en Libertad para que en
la plenitud de sus facultades mentales e intelectuales se adhirieran a la Ley o
se alzasen contra ella.
Y pasó lo que Dios jamás
quiso que pasara, y la Sabiduría Increadora sabía que
habría de pasar, pero que no estando los ojos de su Señor abiertos a la visión
de su Enemigo, la Muerte, Ella no podría impedir que sucediese.
Aquéllos hijos de Dios
que antes se conjuraran para abrirle al Infierno las puertas del Paraíso del
Cielo, se conjuraron de nuevo para, usando al Hombre como Hacha de guerra,
declararle la Guerra al Modelo de Creación que la Ley buscaba edificar por la
Eternidad.
El Hombre, habiendo sido
formado a la Imagen de Dios, teniendo su propia Palabra por Ley, “a imagen y
semejanza de Dios”, ignorante de la Ciencia del Bien y del Mal, que conocía
como se conoce una Historia por otros vivida, pero de cuyo Fruto, la Guerra,
jamás había comido, sin conocimiento de causa comió del Fruto Prohibido: la
Guerra Santa.
Históricamente hablando
tenemos el efecto final de la formación de las familias del género humano a
imagen y semejanza de los hijos de Dios en la creación del primer reino que
conoció el mundo, el reino del primer Hombre, el Adán bíblico, aquel Alulim sumerio “sobre cuya cabeza descendió la corona que
bajó del Cielo”.
Así pues, una vez
consumada la Revolución Neolítica forjadora de las primeras ciudades
mesopotámicas, la aproximación de los pueblos de la Tierra al reino de Dios un
proyecto a asumir con el paso de los siglos bajo el imperio de la Ley, la
Perversión de aquéllos hijos de Dios que en pleno uso de sus facultades
intelectuales se decidieron por obligar a Dios a legitimar la Guerra como
Privilegio de los reyes de su Imperio : los condujo a engañar al Primer Hombre
usando su amor a la Palabra como lanza con la que atravesar el costado de Dios.
No conociendo la
Mentira, el Hombre no podía ver en la Palabra de Satán, “la serpiente antigua”,
sino Palabra de Dios. Y en consecuencia el primer Hombre se alzó en Guerra Santa
contra todas las familias de la Tierra a fin de conducirlas a todas al reino de
Dios.
La Astucia de la
Serpiente no podía ser más odiosa en razón de la Ignorancia del Hombre sobre la
Maldad y la Causa que arrastraba a “la serpiente antigua” a usarle como Hacha
de Guerra.
No el Hombre, la Ley era
el Enemigo de la Serpiente que Satanás llevaba dentro.
Pero si su triunfo le
supo a mieles, su Transgresión dejaba ver su Locura: ¿Una simple criatura se
atrevía a retar a Dios Increado, Creador del Campo de las galaxias y de los
dioses del Cielo, a una Guerra Total? ¿No había podido derrotar el Dragón
satánico a los dioses, criaturas como son, y se atrevía a declararle la Guerra
al mismísimo Dios, Creador de los dioses? ¿¡Qué locura era ésa!?
La Batalla Final se
acababa de declarar. La inmensidad de la locura de sus hijos rebeldes, la
Sabiduría lo sabía, no podía sino abrirle los ojos a su Señor. Mientras la
Muerte no fuera desconectada de la Vida, la Creación estaría siempre en Guerra.
Fuerza ciega, la Muerte, desde el principio sin principio de la Eternidad
actuando en complementariedad con la Vida, seguiría lloviendo Infierno sobre el
Paraíso.
Lo había hecho ya por
dos veces, lo volvía a hacer por tercera vez, y seguiría haciéndolo hasta encontrar
en la Creación su lugar.
Únicamente Dios podía
llevarla la Desconexión entre la Vida y la Muerte. De aquí que la Sabiduría,
conociendo a su Señor, viese venir la Batalla Final.
Declarada la Guerra, la
Caída del Hombre un hecho consumado, la locura de sus hijos rebeldes delante de
sus ojos, Dios abrió los ojos a su verdadero Enemigo, el Enemigo de su Creación,
y actuó en consecuencia.
Si por Amor a su hijo
Adán, arrastrado en su Ignorancia a la Transgresión, Dios perdonaba su Delito:
la Elevación de la Ley a la Naturaleza Divina se vendría abajo, y su Reino
quedaría expuesto a las pasiones de sus hijos. El Hombre había comido y su
reino, alzado en Guerra Santa, tenía que sufrir la Pena debida al Delito.
Mas existiendo
Ignorancia por la parte del Hombre sobre la verdadera Causa de la Manipulación
de la que fuera objeto, y considerando que de haber conocido la Maldad de “la
serpiente” el Hombre jamás hubiera Transgredido: en su Justicia no podía Dios
dejar de sujetar su Pena a Redención.
Pero aunque sujeta la
Pena a Redención, dicha Pena había de cumplir su tiempo.
La Tragedia del Género
Humano estaba servida.
Ahora bien, pues que la
Historia de la Redención está escrita, debemos atenernos al efecto de la Visión
de Dios de su Enemigo, la Muerte, y como esta Visión venía a afectarle a su
Creación entera.
LA
ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS
El Odio de Dios hacia la
Ciencia del bien y del mal está enraizado en una experiencia eterna. Si bien su
Casa ha conocido su Fruto: la Guerra, el hecho es que su Casa no había conocido
los efectos de la Ciencia del bien y del mal hasta vivir ése odio, que Él había
conocido en su Juventud, un odio enraizado en una repugnancia visceral
ilimitada contra la Mentira, la Corrupción, el Poder por el poder…
Su Creación entera tenía
que vivir ese Odio, vivir esa repugnancia, entrar en su Ser y sentir el
Infierno que Él viviera y que, no deseando para nadie, ni volver a vivir Él,
debía conocer su Creación.
Y si su Creación, cuanto
más su Hijo Unigénito.
Pues el as que “la
serpiente satánica” guardaba en la manga era tentar al mismísimo Unigénito y
Primogénito de Dios con el Fruto de la Ciencia del bien y de mal, y,
ganándoselo para su Causa, suscitando en Él la pasión por la Guerra, por Amor
al Hijo obligar al Padre a bendecir la conversión de su Imperio en una Corte de
dioses más allá del bien y del mal.
¿Si el Hijo de Dios se
unía a los “dioses rebeldes”, qué haría entonces su Padre?
La diana de la Muerte
era, en definitiva, el Hijo.
Pero si Dios había
abierto sus ojos a su Enemigo, su Hijo tendría que abrirlos igualmente.
La Caída un
Acontecimiento irreversible en razón de la Divinidad del Verbo, siendo la
Redención el efecto natural de la Ignorancia del Hombre, la propia Necesidad de
abrir su Mente a toda su Casa, conduciría al Hijo de Dios a ver a su Enemigo,
y, siendo “Dios Verdadero de Dios Verdadero”, no albergando su Padre duda sobre
la última Palabra de su Hijo sobre y contra la Muerte, de la redención de la
Casa de Adán la Historia del Género Humano pasaría a la Historia de la
Salvación de la Plenitud de las naciones de la Tierra.
Porque, en efecto, del
Acontecimiento del Niño en el Templo vemos cómo al entrar en nuestra Historia,
vestido de la sangre y la carne de Adán, su padre en José y María, el Hijo de
Dios bajó del Cielo movido por el Celo del Verbo, y en su condición de Rey de
reyes y Señor de señores vino a conquistar la Tierra con las armas de David, y
arrojando de su reino al enemigo de su Corona, Satán y sus ángeles rebeldes,
extender la Ciudadanía del Cielo a todos los pueblos del género humano. En este
espíritu entró en el Templo de Jerusalén, porque en este espíritu bajó del
Cielo.
Los Hechos sucedieron de
esta manera.
El Acontecimiento de la
Caída del Hombre implicó a Dios, dando Él por hecha su Victoria sobre la
Muerte, en la toma de nuevas medidas revolucionarias sobre las que refundar su
Reino. La primera de todas era la Necesidad de que su Hijo viese al Enemigo de
su Corona, y la segunda que el Hijo descubriese al Dios de la Increación en el
Padre. Pues el Futuro de la Creación dependía exclusivamente de la Respuesta
del Hijo al Conocimiento del Espíritu Santo del Dios de la Increación.
Así pues, ateniéndonos
al Libro de la Revelación, con el que Dios cerró su Libro, y cuya Puerta selló
a fin de que nadie, sino el Heredero de Cristo abriese, el Padre tomó al Hijo y
le santificó con su Palabra, que el Hijo, una vez hecho hombre, nos daría a conocer
a todos en el Evangelio.
Inmediatamente nos lo
envió a nosotros, y encarnándose en el seno de la Virgen, cuyo nombre todos
conocemos, María de Nazaret, nos lo dio a todas las familias de la Tierra como
el Campeón que, naciendo de la hija de Eva, habría de alzarse para aplastarle
la cabeza a la Serpiente y redimir el Pecado de todos los hombres.
Esto hecho, la
Encarnación, por obra y gracias del Espíritu Santo acontecida, pues “el Hijo es
Dios, y Dios es el Espíritu Santo”, el Padre Eterno se sentó en su Trono, y
llamando a todos sus hijos “no de esta creación” decretó que todos los
príncipes de su Imperio depositasen sus coronas a sus pies.
Pero Satán y sus aliados
en el Eje de la Serpiente se negaron.
No siendo hallado sitio
para Satán en el Cielo, Dios ordenó su Expulsión y lo arrojó a la Tierra,
donde, conociendo que el Día de Yavé, Día de
Venganza, había nacido, Satán se dio a perseguir a la Virgen que había de
concebir al Redentor, “Príncipe de la Paz, Consejero Maravilloso, Padre Sempiterno,
Dios con nosotros”.
Ya conocemos lo que
sucedió.
José de Belén, en quien
Dios había dejado la Guarda y Custodia de su Hijo, tomó a la Madre y al Niño y
cruzando las aguas escondió al Niño y a la Madre en el Barrio Judío de
Alejandría del Nilo.
Ya sabemos lo que pasó
al Regreso de la Sagrada Familia a Israel. Y porqué el Niño desobedeciendo “a
sus padres” se internó en el Templo para darse a conocer como el Mesías.
Aquel Episodio cambió al
Hijo de Dios para siempre. Jesús descubrió a Cristo, y en Cristo descubrió Jesús
al Dios de la Increación.
Lo que Cristo Jesús vio
es lo que Cristo Raúl ha escrito en la Historia Divina
FUNDACIÓN
DEL REINO UNIVERSAL DE DIOS
El Hijo vio a su
Enemigo, la Muerte. Y conoció las medidas revolucionarias que el Padre había
adoptado para refundar su Creación sobre la Roca Incorruptible, Indestructible,
del Espíritu Santo, que está en el Padre y en el Hijo.
Dios abolía el Imperio y
fundaba un Reino Universal cuya Corona sempiterna le era dada a Él, Jesucristo,
Dios Hijo Unigénito y Primogénito.
Al igual que sus
hermanos “no de esta creación” habían puesto sus coronas a los pies de Dios,
mismamente le tocaba al Rey de reyes y Señor de señores hacer lo mismo,
y como Ciudadano del Reino de Dios doblar las rodillas ante la Sabiduría
del Dios Señor del Infinito y la Eternidad.
Y el Hijo así lo hizo.
El Hijo entró en nuestro
mundo como Rey de reyes y Señor de señores del Imperio del Cielo, murió como un
Ciudadano más del Reino de su Padre, y subió al Cielo para sentarse en el trono
del Rey Universal en cuyas manos ponía Dios su creación entera. De aquí Dios
dijera: “Lo glorifiqué y lo volveré a glorificar”.
En efecto, Cabeza de
todos los Pueblos, todos los Ciudadanos del reino de Dios le deben Obediencia
única y exclusivamente al Rey, Jesucristo; cualquier decreto que atente contra
esta Obediencia a la Ley del Rey – ley de Paz y Vida – es Traición a la
Corona de Dios, su Castigo es la Expulsión del transgresor de los límites de la
Creación.
Con la Corona Universal
Sempiterna heredó el Hijo todos los Atributos naturales a quien se sienta en el
Trono de Dios: Todopoder y Sabiduría para alzarse
como Juez Universal ante cuyo Cetro responden todas los Pueblos de la Creación,
los que existen como los que existirán, incluyendo en esta Gloria el Poder de
Absolución Universal del Género Humano en el origen de la Esperanza de
Salvación Universal.
Pero si esta primera
medida revolucionaria, ¡abolición del Imperio y su Transfiguración en Reino
Universal Sempiterno!, condujo a Cristo Jesús a la Cruz, haciendo de la ley
humana un espejo en la que se refleja su Obediencia a la Ley del Cielo, con su
Resurrección Dios llevó a su Reino un Cuerpo Sacerdotal cuya Religión es la del
Espíritu Santo hecho Hombre: Cristo.
En Cristo el Espíritu
Santo, que está en el Padre y en el Hijo, adquirió un Cuerpo Visible, a fin de
que habiendo sido criado en los fuegos de la Ciencia del Bien y del Mal el
Paraíso de Dios se halle inmunizado para siempre contra la Mentira y el Pecado.
Rey Universal; y Juez
Todopoderoso; y Sumo Pontífice Universal, que viviendo en Dios, pues en Él está
Dios, se acerca al Padre vestido del Espíritu Santo para santificar a todas las
iglesias al hacerlas a todas su Cuerpo.
Pues en efecto, en el
Señor Jesús todas las iglesias de todos los Pueblos de la Creación se unen en
una Religión. Para que, así como los hijos de Dios han sido hecho participes de
la Jurisdicción Universal sobre todo el Reino, – en lo referente a la Política
y a la Defensa –, igualmente el Cuerpo de los Siervos del Señor Jesús adquieren
Jurisdicción Universal en lo tocante a la Religión sobre todas las iglesias del
Reino del Espíritu Santo, que está en el Padre y en el Hijo.
Medidas revolucionarias
que implicaban, en efecto, la continuación de la tragedia del género humano;
pero que dada la necesidad de Dios, una vez sus ojos abiertos a la Muerte, de
Refundar su Creación: hacían inevitable. Era necesario, en verdad, que toda la
Creación viese con sus ojos el fin hacia el que conduce la Ciencia del bien y
del mal a todo mundo fundado sobre su ley: ley de guerra entre las naciones y
odio entre los hermanos.
Pero no sólo los hijos
de Cielo, también los hijos de Dios de la Tierra debíamos ver cara a cara a la
Muerte, de manera que acogiéndonos a la Ley del Rey determinase Dios, por la
Fe, la No-necesidad de la Consumación del Pecado.
PRIMER
MILENIO DE LA ERA DE CRISTO
A fin de que la Muerte
fuese vista por los hijos de Dios del Cielo, ordenó Dios, tras la Elevación de
su Hijo al Trono del Rey Universal, que el Diablo, Satanás, la serpiente
antigua, fuese encadenada y alejada de la Tierra durante el Primer Milenio de
la Era de Cristo; y a fin de acelerar la Consumación del Pecado ordenó Dios que
al principio del Segundo Milenio de nuestra Era el Diablo fuese liberado de su
prisión y dejado en libertad en la Tierra.
Tenía también Dios
necesidad de que sus hijos, tanto del Cielo como de la Tierra, viésemos con
nuestros ojos que la disposición de Satanás contra el Espíritu Santo es eterna.
Pues Misericordioso es Dios, en cuanto Padre Creador, para abrazar a quienes
habiéndose perdido suplican el perdón por sus actos insensatos y malignos.
Apenas liberado de su
prisión en al año Mil, el Diablo se entregó a la Destrucción de su Enemigo.
Romper la Unidad de las
iglesias era de necesidad maligna para dividiendo a las naciones conducirlas a
las guerras mundiales que habrían de abrirle la puerta a la destrucción de la
Humanidad. Ya lo había profetizado Dios, el Maligno sembraría la Cizaña de la
División de las iglesias.
Expulsado primero del
Cielo y después de la Tierra durante Mil años, esta Siembra Maligna comenzaría
tras el año Mil.
EL
CISMA DE ORIENTE
El Odio encubado durante
los Mil años de prisión encontró en un hombre perverso, Miguel Cerulario, su instrumento más fiel.
La Muerte había labrado
el terreno en el que su Príncipe Maligno habría de sembrar su Cizaña maldita.
Por un lado tenemos en el siglo X, la Pornocracia Vaticana, y del otro el error
anticristiano en el que la Iglesia Ortodoxa había caído negando la existencia
de Espíritu Santo en el Hijo. Negación que implica la Negación de la Divinidad
del Hijo, negación que el propio Satán sostuviera antes de la Creación de
nuestros Cielos y de nuestra Tierra, y desencadenase las guerras del Cielo.
Pues siendo el Espíritu Santo: Dios, y el Hijo es Dios, negar que el
Espíritu Santo se derrama en las iglesias en razón de quien es su Cabeza, el
señor Jesús, esta Negación es una Rebelión abierta contra la Divinidad del
Padre y del Hijo. Negación que determinara la Destrucción de la Iglesia
Ortodoxa Bizantina, destrucción que alcanzó a su sucesora, la Iglesia Ortodoxa
Rusa, y destrucción hacia a que se acerca la iglesia Ortodoxa Griega de
mantenerse en la División. Negación en la que de persistir, Dios se alzará
contra las iglesias ortodoxas de origen bizantino para desgajándolas del árbol
de las iglesias echarlas al fuego preparado para el Diablo y sus ángeles
rebeldes.
Sin embargo la
destrucción de Bizancio ya estaba en el aire desde el día en que desobedeciendo
el decreto de Dios, que ordenaba a todas las iglesias separarse del Imperio
Romano, la iglesia ortodoxa bizantina se dio al Emperador de Constantinopla
como sierva y garante de su imperio. Por amor a ella pretendió la iglesia bizantina
obligar a Dios a anular su Decreto contra el Imperio Romano de Oriente.
En efecto, esta trampa
fue la trampa en la que quiso el Diablo atrapar a Dios al arrastrar a Adán a su
Caída. Trampa en la que no cayó Dios, y perseverando en la cual la iglesia
ortodoxa bizantina condujo al pueblo griego medieval a su ruina.
LA
LUCHA DE LAS INVESTIDURAS
Moviéndose hacia el
Occidente, buscando siempre dirigir los siglos hacia la confrontación universal
absoluta entre cuyos fuegos apocalípticos debía desaparecer toda vida sobre la
Tierra, el Diablo encontró en el pueblo alemán un siervo fervorosísimo.
Pueblo bárbaro desde su
cuna; enemigo de la civilización desde sus comienzos, el pueblo alemán cometió
el terrible pecado de querer hacer de la Iglesia Católica, la Esposa del Señor
Jesús, la prostituta imperial de su Emperador, escribiendo su fracaso el
Acontecimiento llamado la Lucha de las Investiduras.
LA
REFORMA
Apenas vencido por
Gregorio VII, pueblo homicida desde su adolescencia, se alzó Alemania contra
Italia para llevar el fuego del Infierno a las misma puertas de la Casa de
Cristo en la Tierra. Fuego infernal que cultivó el Diablo entre los muros de
los palacios de unos príncipes que no pudiendo tolerar más religión ni ley que
la del hierro y el fuego de la guerra, se entregó a Satanás en cuerpo y
alma, y engendrando ese aborto del Diablo llamado Martín Lutero, pues que
Alemania no pudo hacer de la Esposa de Cristo su prostituta imperial, se alzó
contra el Espíritu Santo para destruir su Obra y conducir a todas las naciones
cristianas europeas a su primera guerra mundial, la llamada Guerra de los
Treinta Años.
Pero si Alemania se
entregó al Infierno, no menos lo hizo Suiza engendrando ese siervo del Diablo
llamado Calvino, quien, vistiéndose de sabiduría, acusó a Dios Padre de haber
determinado la Caída y haber elegido a un hijo suyo, Satanás, para
escondiéndose detrás de sus vestiduras ocultar su Mano Todopoderosa y Eterna.
Siguiendo con su obra de
destrucción de la Obra de Cristo, el Diablo engendró a su Anticristo, el tal
Enrique VIII de Inglaterra, quien, alzándose como cabeza de la iglesia, se
erigió en Dios de las Islas británicas.
La burla sonó con ecos
infernales cuando el monstruo británico mostró sus dos cabezas, una de varón y
otra de hembra.
Decapitando a la iglesia
inglesa, cuya cabeza era Cristo Jesús, Cabeza de todas las iglesias, y siendo
Dios por su Divinidad y en su Divinidad adquieren todas la Santidad debida a
Dios, el Diablo le entregó a su monstruosa criatura el imperio, con el que la
división entre las naciones cristianas se hizo absoluta.
NACIMIENTO
DEL IMPERIO ESPAÑOL
La Muerte, que en su día
patrocinara la Caída, y al siguiente la persecución contra los Cristianos, de
un sitio, y la Destrucción del Cristianismo mediante los Bárbaros, del otro,
tal cual labrara el terreno a fin de que a su salida de su Prisión su Príncipe
encontrase tierra fértil donde su Cizaña diese fruto, movió todas sus fuerzas
en la Tierra para aprovechando la división de las iglesias asaltar la Europa
Cristiana, Baluarte del Reino de Dios en el mundo. Ya estaban los ejércitos de
la Muerte para invadir la Cristiandad, cuando estando a las puertas de Viena,
suscitó Dios su espíritu de Victoria en el pueblo más fiel que jamás tuvo la
Iglesia, el Español.
Cual se avanza un peón
inofensivo con el que nadie cuenta, pero que está llamado a llegar a la meta de
su coronación tras la caída de su reina, vistió Dios al Español de su Fuerza, y
nacido para vencer a la Muerte una vez tras otra, puso el Señor Dios a su
servicio todas las riquezas de las Américas, con las que se enfrentó a los
ejércitos de la Muerte a costa de perder sus mejores hombres y unas riquezas
que de haber dejado en su Tesoro hubiera hecho de España la nación más poderosa
de la Tierra por muchos siglos.
Vencida la Muerte en
aquella contienda, los siervos del Diablo se lanzaron contra la nación elegida
por el Señor Dios de Abraham, para devorarse en la guerra mundial europea de
los Treinta Años. Tales fueron las gracias que recibiera el pueblo español de
aquéllos pueblos a los que salvara de la ruina y de la desolación que de
haberle dado España las espaldas a Europa los ejércitos de la Muerte hubieran
sembrado en las tierras de Alemania, Austria y Francia.
GOG Y
MAGOG
Disuelta la Unidad entre
las naciones cristianas, el odio de las unas hacia las otras cultivado con el
poder heredado por Satán de la Muerte, el camino hacia las guerras mundiales,
hacia la Batalla entre Gog y Magog,
quedaba despejado. Disuelto el Imperio Español, la pérdida de la Autoridad
Doctrinal de la Iglesia Católica abandonada a su suerte, el Diablo volvió sus
ojos hacia los dos pueblos en los que su Cizaña había encontrado tierra fértil,
el pueblo Ruso y el pueblo Alemán. Incapacitados para ver el error en que
cayeron al alzarse contra la Esposa de Cristo y enfrentados por la hegemonía
mundial, Gog y Magog hicieron del siglo XX su campo de batalla.
EL
SIGLO XXI, EL DIA DE LA GLORIA DE LA LIBERTAD DE LOS HIJOS DE DIOS
Y sin embargo, Dios
había dispuesto el tiempo de la Liberación del Diablo en la Tierra por Mil
años. Pasados los cuales, siguiendo la pauta de Abraham y Sara, el Rey
engendraría Descendencia de su Esposa, y con esta Descendencia nacería el Día
por el Espíritu Santo anunciado: El día de la gloria de la Libertad de los
hijos de Dios: ¡Día de Revolución Mundial! Pues habiendo decretado Dios la
Expulsión del Diablo de la Tierra, diciendo:
“Que no sea hallado lugar
para Satanás en la Tierra”,
el decreto de Abolición
de todas las Coronas que implicó al Cielo, había de ser oído.
Y en efecto, nacido el
Nuevo Día, así dice Dios:
“Pongan todos los reyes
de la Tierra sus coronas a los pies del Trono del Rey del Cielo; la nación que
desobedezca será destruida como vasija golpeada por Vara de hierro”.
Y en mi salud yo, hijo
de Dios, digo:
“Que el mundo despierte
a la Verdad”.
En el Nombre de
Jesucristo, Dios Hijo Unigénito, Rey Universal Sempiterno, Señor y Cabeza
Sacerdotal de todas las iglesias de los pueblos que son y serán. Que su Ley
gobierne la Tierra como lo hace en el Cielo.
“EL VENCEDOR EDICIONES” RAÚL PALMA GALLARDO(RPI . Z 229-20 )
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