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EL VENCEDOR EDICIONES

NUEVO TESTAMENTO

     

 

Evangelio según San Marcos

PRIMERA PARTE

PREDICACIÓN DE JESÚS EN GALILEA

Capítulo 1
 
Misión de Juan
 
1
Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
2
Como está escrito en el profeta Isaías: “He aquí que envío delante de ti mi ángel, que preparará tu camino.
3
Voz de quien grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos.”
4
Apareció en el desierto Juan el Bautista, predicando el bautismo de penitencia para remisión de los pecados.
5
Acudían a él de toda la región de Judea, todos los moradores de Jerusalén, y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6
Llevaba Juan un vestido de pelos de camello, y un cinturón de cuero ceñía sus lomos, y se alimentaba de langostas y miel silvestre.
7
En su predicación les decía: Tras de mí viene uno más fuerte que yo, ante quien no soy digno de postrarme para desatar la correa de sus sandalias.
8
Yo os bautizo en agua, pero El os bautizará en Espíritu Santo.
 
 
El bautismo de Jesús
 
9
En aquellos días vino Jesús desde Nazaret, de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10
En el instante en que salía del agua vio los cielos abiertos y el Espíritu, como paloma, que descendía sobre El,
11
y una voz se dejó oír de los cielos: “Tú eres mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias.”
 
 
El retiro de Jesús
 
12
En seguida el Espíritu le empujó hacia el desierto.
13
Permaneció en él cuarenta días tentado por Satanás, y moraba entre las fieras, pero los ángeles le servían.
 
 
Su predicación
 
14
Después que Juan fue preso vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios
15
y diciendo: Cumplido es el tiempo, y el reino de Dios está cercano; arrepentios y creed en el Evangelio.
 
 
Vocación de los primeros discípulos
 
16
Caminando a lo largo del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores.
17
Y Jesús les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres.
18
Al instante, dejando las redes, le siguieron.
19
Y continuando un poco más allá, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban también remendando sus redes en la barca,
20
y los llamó. Ellos luego, dejando a su padre, Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron en pos de El.
 
 
En la sinagoga de Cafarnaúm
 
21
Llegaron a Cafarnaúm, y luego el día de sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba.
22
Se maravillaban de su doctrina, pues la enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas
23
Y luego, hallándose en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, comenzó a gritar,
24
diciendo: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Te conozco; tú eres el Santo de Dios.
25
Jesús le mandó: Cállate y sal de él.
26
El espíritu impuro, agitándole violentamente, dio un fuerte grito y salió de él.
27
Quedáronse todos estupefactos, diciéndose unos a otros: ¿Qué es esto? Una doctrina nueva y revestida de autoridad, que manda a los espíritus impuros y le obedecen.
28
Extendióse luego su fama por doquiera en todas las regiones limítrofes de Galilea.
   
 
Curación de la suegra de Pedro
 
29
Luego, saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan.
30
La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, e inmediatamente se lo dijeron.
31
El, acercándose, la tomó de la mano y la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
 
 
Curaciones múltiples
 
32
Llegado el atardecer, puesto ya el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados,
33
y toda la ciudad se reunió a la puerta;
34
curó a muchos pacientes de diversas enfermedades y echó muchos demonios, y a éstos no les permitía hablar, porque le conocían.
 
 
Sale de Cafarnaún secretamente
 
35
A la mañana, mucho antes de amanecer, se levantó, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
36
Fue después Simón y los que con El estaban,
37
y, hallado, le dijeron: Todos andan en busca de ti.
38
El les contestó: Vamos a otra parte, a las aldeas próximas, para predicar allí, pues para esto he salido.
39
Y se fue a predicar en las sinagogas de toda Galilea, y echaba los demonios.
 
 
Curación de un leproso
 
40
Viene a El un leproso, que, suplicante y de rodillas, le dice: Si quieres, puedes limpiarme.
41
Enternecido, extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero, sé limpio.
42
Y al instante desapareció la lepra y quedó limpio.
43
43 Y amonestándole severamente, le despidió,
44
diciéndole: Mira, no digas nada a nadie; sino vete, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés ordenó en testimonio para ellos.
45
Pero él, después de partir, comenzó a pregonar a voces y a divulgar el suceso, de manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en una ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares desiertos, y allí venían a El de todas partes.
 
Capítulo 2
 
Curación de un paralítico
 
1
Entrando de nuevo, después de algunos días, en Cafarnaúm, se supo que estaba en casa,
2
y se juntaron tantos, que ni aun junto a la puerta cabían, y El les hablaba.
3
Vinieron trayéndole un paralítico, que llevaban entre cuatro.
4
No pudiendo presentárselo a causa de la muchedumbre, descubrieron el terrado por donde El estaba, y, hecha una abertura, descolgaron la camilla en que yacía el paralítico.
5
Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
6
Estaban sentados allí algunos escribas, que pensaban entre sí:
7
¿Cómo habla así éste? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
8
Y luego, conociéndolo Jesús, con su espíritu, que así discurrían en su interior, les dice: ¿Por qué pensáis así en vuestros corazones?
9
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y vete?
10
Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados — se dirige al paralítico —,
11
yo te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
12
El se levantó, y, tomando luego la camilla, salió a la vista de todos, de manera que todos se maravillaron, y glorificaban a Dios diciendo: Jamás hemos visto cosa tal.
 
 
Vocación de Leví y respuesta a ciertas críticas
 
13
Salió de nuevo a la orilla del mar, y toda la muchedumbre se llegó a El, y les enseñaba.
14
Al pasar vio a Leví el de Alfeo sentado al telonio, y le dijo: Sígueme. El, levantándose, le siguió.
15
Estando sentado a la mesa en casa de éste, muchos publicanos y pecadores estaban recostados con Jesús y con sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían.
16
Los escribas de los fariseos, viendo que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: ¿Por qué es que come y bebe con publicanos y pecadores?
17
Y oyéndolo Jesús, les dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; ni he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores.
18
Los discípulos de Juan y de los fariseos ayunaban. Vienen, pues, y le dicen: ¿Por qué, ayunando los discípulos de Juan y los de los fariseos, tus discípulos no ayunan?
19
Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los compañeros del esposo ayunar mientras está con ellos el esposo? Mientras tienen con ellos al esposo no pueden ayunar.
20
Pero días vendrán en que les arrebatarán al esposo; entonces ayunarán.
21
Nadie cose un pedazo de paño sin tundir en un vestido viejo; pues el remiendo nuevo se llevaría lo viejo, y la rotura sería mayor.
22
Ni echa nadie vino nuevo en cueros viejos, pues el vino rompería los cueros y se perderían vinos y cueros; el vino nuevo se echa en cueros nuevos.
 
 
Defensa de los discípulos sobre la observancia del sábado
 
23
Caminando El a través de las mieses en día de sábado, sus discípulos, mientras iban, comenzaron a arrancar espigas.
24
Los fariseos le dijeron: Mira, ¿cómo hacen en sábado lo que no está permitido?
25
Y les dijo: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y los suyos?
26
¿Cómo entró en la casa de Dios, bajo el pontífice Abiatar, y comió los panes de la proposición, que no es lícito comer sino a los sacerdotes, y los dio asimismo a los suyos?
27
Y añadió: El sábado fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por el sábado.
28
Y dueño del sábado es el Hijo del hombre.
 
Capítulo 3
 
Curación en sábado del hombre de la mano seca
 
1
Entró de nuevo en la sinagoga, donde había un hombre con una mano seca,
2
y le observaban a ver si le curaba en sábado para poder acusarle.
3
Y dice al hombre de la mano seca: Levántate y sal al medio.
4
Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer bien en vez de mal, salvar un alma o dejarla perecer? Y ellos callaban.
5
Y dirigiéndoles una mirada airada, entristecido por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende tu mano. La extendió y fuele restituida la mano.
6
Saliendo los fariseos luego se concertaron con los herodianos contra El para prenderle
 
 
Predicación al pueblo y curaciones numerosas
 
7
Se retiró Jesús con sus discípulos hacia el mar, y una numerosa muchedumbre de Galilea, de Judea,
8
de Jerusalén, de Idumea, de Transjordania y de los alrededores de Tiro y de Sidón, una muchedumbre grande, oyendo lo que hacía, acudía a El.
9
Dijo a sus discípulos que le preparasen una barca, a causa de la muchedumbre, para que ésta no le oprimiese,
10
pues curaba a muchos, y cuantos padecían algún mal se echaban sobre El para tocarle.
11
Los espíritus impuros, al verle, se arrojaban ante El y gritaban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
12
E1 insistentemente les reprendía para que no lo diesen a conocer.
 
 
Elección de los Doce
 
13
Subió a un monte, y llamando a los que quiso, vinieron a El,
14
y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar,
15
con poder de expulsar los demonios.
16
Designó, pues, a los doce: a Simón, a quien puso por nombre Pedro;
17
a Santiago el de Zebedeo y a Juan, hermano de Santiago, a quienes dio el nombre de Boanerges, esto es, Hijos del Trueno;
18
a Andrés y Felipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomás y Santiago el de Alfeo, a Tadeo y Simón el Celador,
19

y a Judas Iscariote, el que le entregó.

 
 
Diversos juicios sobre Jesús
 
20
Llegados a casa, se volvió a juntar la muchedumbre, tanto que no podían ni comer.
21
Oyendo esto sus deudos, salieron para llevárselo, pues decíanse: Está fuera de sí.
22

Los escribas que habían bajado de Jerusalén, decían: Está poseído de Beelcebul, y por virtud del príncipe de los demonios echa a los demonios.

 
 
Réplica de Jesús a los escribas
 
23
Llamólos a sí y les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?
24
Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede durar.
25
Y si una casa está dividida contra sí misma, no podrá subsistir.
26
Si, pues, Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede sostenerse, sino que ha llegado su fin.
27
Mas nadie puede entrar en la casa de un fuerte y saquear su ajuar si primero no ata al fuerte, y entonces saqueará la casa.
28
En verdad os digo que todo les será perdonado a los hombres, los pecados y aun las blasfemias que profieran;
29
pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, es reo de eterno pecado.
30
Porque ellos decían: Tiene espíritu impuro.
 
 
La verdadera familia de Jesús
 
31
Vinieron su madre y sus hermanos, y desde fuera le mandaron a llamar.
32
Estaba la muchedumbre sentada en torno de El y le dijeron: Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan.
33
El les respondió: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?
34
Y, echando una mirada sobre los que estaban sentados en derredor suyo, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
35
Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
 
Capítulo 4
La parábola del sembrador
1
De nuevo comenzó a enseñar junto al mar. Había en torno de El una numerosísima muchedumbre, de manera que tuvo que subir a una barca en el mar y sentarse; y la muchedumbre estaba a lo largo del mar, en la ribera.
2
Les enseñaba muchas cosas en parábolas y les decía en su enseñanza:
3
Escuchad: Salió a sembrar un sembrador,
4
y al sembrar, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron.
5
Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había casi tierra, y al instante brotó, por no ser profunda la tierra;
6
pero en cuanto salió el sol se marchitó, y, por no haber echado raíz, se secó.
7
Otra parte cayó entre cardos, y, creciendo los cardos, la ahogaron y no dio fruto.
8
Otra cayó en tierra buena y dio fruto, que subía y crecía, dando uno treinta, otro sesenta y otro ciento.
9
Y decía: El que tenga oídos para oír, que oiga.
10
Cuando se quedó sólo le preguntaron los que estaban en torno suyo con los doce acerca de las parábolas;
11
y El les dijo: A vosotros os ha sido dado a conocer el misterio del reino de Dios, pero a los otros de fuera todo se les dice en parábolas, para que:
12
Mirando, miren y no vean; oyendo, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados.
13
Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? Pues ¿cómo vais a entender todas las otras?
14
E1 sembrador siembra la palabra.
15
Unos están junto al camino, y se siembra en ellos la palabra; pero, en cuanto la oyen viene Satanás y arrebata la palabra que en ellos se había sembrado.
16
Asimismo, los que reciben la simiente en terreno pedregoso son aquellos que, al oír la palabra, la reciben desde luego con alegría,
17
pero no tienen raíces en sí mismos, sino que son inconstantes, y en cuanto sobreviene la adversidad y la persecución por la palabra, al instante se escandalizan.
18
Otros hay para quienes la siembra cae entre espinas; ésos son los que oyen la palabra,
19
pero sobrevienen los cuidados del siglo, la fascinación de las riquezas y las demás codicias, y la ahogan, quedando sin dar fruto.
20

Los que reciben la siembra en tierra buena son los que oyen la palabra, la reciben y dan fruto, quien treinta, quien sesenta, quien ciento.

Deber de conocer el misterio del reino
21
Decíales: ¿Acaso se trae la candela para ponerla bajo un celemín o bajo la cama? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
22
Porque nada hay oculto sino para ser descubierto, y no hay nada escondido sino para que venga a la luz.
23
Si alguno tiene oídos, que oiga.
24
Decíales: Prestad atención a lo que oís: Con la medida con que midiereis se os medirá y se os añadirá.
25
Pues al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
La parábola de la semilla que crece
26
Decía: El reino de Dios es como un hombre que arroja la semilla en la tierra,
27
y ya duerma, ya vele, de noche y de día, la semilla germina y crece, sin que él sepa cómo.
28
De sí misma da fruto la tierra; primero la hierba, luego la espiga, en seguida el trigo que llena la espiga;
29
y cuando el fruto está maduro, se mete la hoz, porque la mies está en sazón.
El grano de mostaza
30
Decía: ¿A qué asemejaremos el Reino de Dios o de dónde tomaremos parábola?
31
Es semejante al grano de mostaza, que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra;
32
pero, sembrado, crece y se hace más grande que todas las hortalizas, y echa ramas tan grandes, que a su sombra pueden abrigarse las aves del cielo.
33
Y con muchas parábolas como éstas les proponía la Palabra, según podían entender,
34
y no les hablaba sin parábolas; pero a sus discípulos se las explicaba todas aparte.
La tempestad calmada
35
En aquel día les dijo, llegada ya la tarde: Pasemos al otro lado.
36
Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron según estaba en la barca, acompañado de otras.
37
Se levantó un fuerte vendaval, y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que ésta estaba ya para llenarse.
38
El estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te da cuidado de que perezcamos?
39
Y, despertando, mandó al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa calma.
40
Les dijo: ¿Por qué sois tan tímidos? ¿Aún no tenéis fe?
41

Y, sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: ¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

 
Capítulo 5
Curación de un poseso
1
Llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos,
2
y en cuanto salió de la barca vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu impuro,
3
que tenía su morada en los sepulcros y ni aun con cadenas podía nadie sujetarle,
4
pues muchas veces le habían puesto grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y quebrado los grilletes, sin que nadie puediera sujetarle.
5
Continuamente, noche y día, iba entre los monumentos y por los montes gritando e hiriéndose con piedras.
6
Viendo desde lejos a Jesús, corrió y se postró ante El,
7
y gritando en alta voz, dijo: ¿Qué hay entre ti y mí, Jesús, Hijo del Dios altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes.
8
Pues El le decía: Sal, espíritu impuro, de ese hombre.
9
Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El dijo: Legión es mi nombre, porque somos muchos.
10
Y le suplicaba insistentemente que no le echase fuera de aquélla región.
11
Como hubiera por allí en el monte una gran piara de puercos paciendo,
12
le suplicaban aquéllos diciendo: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.
13
Y se lo permitió, y los espíritus impuros salieron y entraron en los puercos, y la piara, en número de dos mil, se precipitó por un acantilado en el mar, y en él se ahogaron.
14
Los porqueros huyeron y difundieron la noticia por la ciudad y por los campos; y vinieron a ver lo que había sucedido.
15
Llegándose a Jesús, contemplaban al endemoniado sentado, vestido y en su sano juicio, el que había tenido toda una legión, y temieron.
16
Los testigos les referían el suceso del endemoniado y de los puercos.
17
Pusiéronse a rogarle que se alejase de sus contornos.
18
Subido El en la barca, el endemoniado le suplicaba que le permitiese acompañarle.
19
Mas no se lo permitió; antes le dijo: Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales cuanto el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti.
20
Y él se fue y comenzó a predicar en la Decápolis cuanto le había hecho Jesús, y todos se maravillaban.
Resurrección de la hija de Jairo y curación de la hemorroísa
21
Habiendo Jesús ganado en la barca la otra ribera, se reunió una gran muchedumbre. Él estaba junto al mar.
22
Y llegó uno de los jefes de la sinagoga, Jairo de nombre, el cual, al verlo, cayó a sus pies,
23
y con muchas palabras le rogaba, diciendo: Mi hijita está en las últimas; ven e impónle las manos para que se salve y viva.
24
Se fue con él, y le seguía una muchedumbre, que le apretaba.
25
Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años
26
y había sufrido grandemente de muchos médicos, gastando toda su hacienda sin provecho alguno, antes iba de mal en peor,
27
como hubiese oído lo que se decía de Jesús, vino entre la muchedumbre por detrás y tocó su vestido;
28
pues se decía: Si tocare siquiera su vestido, seré sana.
29
Al punto se secó la fuente de la sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
30
Luego Jesús, sintiendo en sí mismo la virtud que había salido de El, se volvió a la multitud y dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
31
Los discípulos le contestaron: Ves que la muchedumbre te aprieta por todas partes, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32
El echó una mirada en derredor para ver a la que lo había hecho,
33
y la mujer, llena de temor y temblorosa, conociendo lo que en ella había sucedido, se llegó y, postrada ante El, declaróle toda la verdad.
34
Y El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y seas curada de tu mal.
35
Aún estaba El hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿por qué molestar ya al Maestro?
36
Pero, oyendo Jesús lo que decían, dice al jefe de la sinagoga: No temas, ten sólo fe.
37
No permitió que nadie le siguiera más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38
Llegados a casa del arquisinagogo, vio un alboroto y a las lloronas plañideras,
39
y entrando les dice: ¿A qué ese alboroto y ese llanto? La niña no ha muerto, duerme.
40
Se burlaban de Él; pero El, echando a todos fuera, tomó consigo al padre de la niña, a la madre y a los que iban con El, y entró donde la niña estaba;
41
y tomándola de la mano, le dijo: “Talitha, qumi”, que quiere decir: Niña, a ti te lo digo, levántate.
42
Y al instante se levantó la niña y echó a andar, pues tenía doce años, quedando ellos fuera de sí, presos de gran estupor.
43
Recomendóles mucho que nadie supiera aquello, y mandó que diesen de comer a la niña.
 
Capítulo 6
Jesús en Nazaret
1
Salió de allí y vino a su patria, siguiéndole sus discípulos.
2
Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga; y la muchedumbre que le oía se maravillaba, diciendo: ¿De dónde le vienen a éste tales cosas, y qué sabiduría es esta que le ha sido dada, y cómo se hacen por su mano tales milagros?
3
¿No es acaso el carpintero, hijo de María, y el hermano de Santiago, de José, y de Judas, y de Simón? Y sus hermanas, ¿no viven aquí entre nosotros?; y se escandalizaban de El.
4
Jesús les decía: Ningún profeta es tenido en poco sino en su patria y entre sus parientes y en su familia.
5
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de que a algunos enfermos les impuso las manos y los curó.
6
El se admiraba de su incredulidad.
 
 
La misión de los apóstoles
 
7

Recorría las aldeas del contorno enseñando. Llamando a sí a los Doce, comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros,

8
y les encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón,
9
y se calzasen con sandalias y no llevasen dos túnicas.
10
Les decía: Dondequiera que entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis de aquel lugar;
11
y si un lugar, no os recibe ni os escucha, al salir de allí sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.
12
Partidos, predicaron que se arrepintiesen,
13

y echaban muchos demonios, y, ungiendo con óleo a muchos enfermos, los curaban.

 
 
Juicio de Herodes sobre Jesús
 
14
Llegó esto a oídos del rey Herodes, porque se había divulgado mucho su nombre, y decía: Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por esto obra en él el poder de hacer milagros;
15
pero otros decían: Es Elías; y otros decían que era un profeta, como uno de tantos profetas.
16
Pero Herodes, oyendo esto, decía: Es Juan, a quien yo degollé, que ha resucitado.
17
Porque, en efecto, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la prisión a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado.
18
Pues decía Juan a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19
Y Herodías estaba enojada contra él y quería matarle, pero no podía,
20
porque Herodes sentía respeto por Juan, pues sabía que eran hombre justo y santo, y le amparaba, y cuando le oía estaba muy perplejo, pero le escuchaba con gusto.
21
Llegado un día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños ofrecía un banquete a sus magnates, y a los tribunos, y a los principales de Galilea,
22
entró la hija de Herodías y, danzando, gustó a Herodes y a los comensales. El rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré.
23
Y le juró: Cualquier cosa que me pidas te la daré, aunque sea la mitad de mi reino.
24
Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué quieres que pida? Ella le contestó: La cabeza de Juan el Bautista.
25
Entrando luego con presteza, hizo su petición al rey, diciendo: Quiero que al instante me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
26
El rey, entristecido por su juramento y por los convidados, no quiso desairarla.
27
Al instante envió el rey un verdugo, ordenándole traer la cabeza de Juan. Aquél se fue y le degolló en la cárcel,
28
trayendo su cabeza en una bandeja, y se la entregó a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29

Sus discípulos que lo supieron, vinieron y tomaron el cadáver y lo pusieron en un monumento.

 
 
Vuelta de los apóstoles y primera multiplicación de los panes
 
30
Volvieron los apóstoles a reunirse con Jesús y le contaron cuanto habían hecho y enseñado.
31
El les dijo: Venid, retirémonos a un lugar desierto para que descanséis un poco, pues eran muchos los que iban y venían y no tenían tiempo ni para comer.
32
Fuéronse en la barca a un sitio desierto y apartado.
33
Pero les vieron ir, y muchos supieron dónde iban, y, a pie, de todas las ciudades concurrieron a aquel sitio y se les adelantaron.
34
Al desembarcar, vio una gran muchedumbre, y se compadeció de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles largamente.
35
Siendo ya hora avanzada, se le acercaron los discípulos y le dijeron: El sitio es desierto y avanzada la hora;
36
despídelos para que vayan a las alquerías y aldeas del contorno y se compren algo que comer.
37
El, respondiendo, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y le dijeron: ¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?
38
El les contestó: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Habiéndose informado, le dijeron: Cinco y dos peces.
39
Les mandó que les hicieran recostarse por grupos sobre la hierba verde.
40
Se recostaron por grupos de ciento y de cincuenta.
41
El, tomando los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los entregó a los discípulos para que se los sirvieran, y los dos peces los repartió entre todos.
42
Comieron todos y se hartaron,
43
y recogieron doce canastos llenos de las sobras de los panes y de los peces.
44
Eran los que comieron de los panes cinco mil hombres.
 
 
Jesús caminando sobre el mar
 
45
En seguida obligó a sus discípulos a subir a la barca y precederle al otro lado, frente a Betsaida, mientras El despedía a la muchedumbre.
46
Después de haberlos despedido se fue a un monte a orar.
47
Llegando el anochecer, se hallaba la barca en medio del mar y El solo en tierra.
48
Viéndolos fatigados de remar, porque el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar e hizo ademán de pasar de largo.
49
Pero ellos, así que le vieron andar sobre el mar, creyendo que era un fantasma, comenzaron a dar gritos,
50
porque todos le veían y estaban espantados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: Animo, soy yo, no temáis.
51
Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó, y se quedaron en extremo estupefactos,
52
pues no se habían dado cuenta de lo de los panes; su corazón estaba embotado
 
 
Jesús en Genesaret y sus cercanías
 
53
Hecha la travesía, llegaron a tierra de Genesaret y atracaron.
54
En cuanto salieron de la barca, le conocieron,
55
y corrieron de toda aquella región, y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde oían que El estaba.
56
Adondequiera que llegaba, en las aldeas, o en las ciudades, o en las alquerías, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido; y cuantos le tocaban quedaban sanos.
 
Capítulo 7
Las tradiciones rabínicas
1
Se reunieron en torno de El fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén,
2
los cuales vieron que algunos de los discípulos comían pan con las manos impuras, esto es, sin lavárselas,
3
pues los fariseos y todos los judíos, si no se lavan cuidadosamente, apegados a la tradición de los ancianos, no comen;
4
y de vuelta de la plaza, si no se aspergen, no comen, y otras muchas cosas que guardan por tradición: el lavado de las copas, de las vasijas y de las bandejas.
5
Le preguntaron, pues, fariseos y escribas: ¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los antiguos, sino que comen pan con manos impuras?
6
El les dijo: Muy bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí,
7
pues me dan un culto vano, enseñando doctrinas que son preceptos humanos.”
8
Dejando de lado el precepto de Dios, os aferráis a la tradición humana.
9
Y les decía: En verdad que donosamente abrogáis el precepto de Dios para guardar vuestra tradición.
10
Porque Moisés ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte.
11
Pero vosotros decís: Si un hombre dijere a su padre o a su madre: “Corbán,” esto es, ofrenda, sea todo lo que de mí pudiera serle útil,
12
ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre,
13
anulando la palabra de Dios por vuestra tradición que se os ha transmitido, y hacéis otras muchas cosas por el estilo.
 
 
La verdadera pureza
 
14
Llamando de nuevo a la muchedumbre, les decía: Oídme todos y entended:
15
Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre.
16
El que tenga oídos para oír, que oiga,
17
Cuando se hubo retirado de la muchedumbre y entrado en casa, le preguntaron los discípulos por la parábola.
18
El les contestó: ¿También estáis estáis vosotros faltos de sentido? ¿No comprendéis — añadió, declarando puros todos los alimentos — que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle,
19
porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y es expelido en la letrina?
20
Decía, pues: Lo que del hombre sale, eso es lo que mancha al hombre,
21
porque de dentro, del corazón del hombre, proceden los pensamientos malos, las fornicaciones, los hurtos, los homicidios,
22
los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blasfemia, la altivez, la insensatez.
23

Todas estas maldades, del interior proceden y manchan al hombre.

 
 
La mujer cananea
 
24
Partiendo de allí, se fue hacia los confines de Tiro. Entró en una casa, no queriendo ser de nadie conocido; pero no le fue posible ocultarse,
25
porque luego, en oyendo hablar de El, una mujer cuya hijita tenía un espíritu impuro entró y se postró a sus pies.
26
Era gentil, sirofenicia de nación, y le rogaba que echase al demonio de su hija.
27
El le dijo: Deja primero hartarse a los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los cachorrillos.
28
Pero ella le contestó, diciendo: Sí, Señor; pero los cachorrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29
El le dijo: Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.
30

Y, llegada a casa, halló a la niña acostada en la cama y que el demonio había salido.

 
 
Vuelta hacia Galilea
 
31
Dejando de nuevo los términos de Tiro, se fue por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando los términos de la Decápolis.
32
Le llevaron un sordo y tartamudo, rogándole que le impusiera las manos,
33
y, tomándole aparte de la turba, metióle los dedos en los oídos, y escupiendo, le tocó la lengua,
34
y mirando al cielo, suspiró y dijo: “Efeta,” que quiere decir “ábrete”;
35
y se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua hasta hablar correctamente.
36
Les encargó que no lo dijesen a nadie, pero cuanto más se lo encargaba, mucho más lo publicaban,
37
y sobremanera se admiraban, diciendo: Todo lo ha hecho bien: a los sordos hace oír y a los mudos hace hablar.
 
Capítulo 8
Segunda multiplicación de los panes
1
Por aquellos días, como hubiese una gran muchedumbre y no tenían qué comer, llamó a los discípulos y les dijo:
2
Tengo compasión de la muchedumbre, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer;
3
si los despido ayunos para sus casas desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido de lejos.
4
Sus discípulos le respondieron: ¿Y cómo podría saciárselos de pan aquí en el desierto?
5
El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Dijeron: Siete.
6
Mandó a la muchedumbre recostarse sobre la tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirviesen, y los sirvieron a la muchedumbre.
7
Tenían unos pocos pececillos, y, dando gracias, dijo que los sirviesen también.
8
Comieron y se saciaron, y recogieron de los mendrugos que sobraron siete cestos.
9
Eran unos cuatro mil. Y los despidió.
 
 
Los fariseos piden un prodigio del cielo
 
10
Subiendo luego a la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta;
11
y salieron los fariseos, que se pusieron a disputar con El, pidiéndole, para probarle, señales del cielo.
12
El, exhalando un profundo suspiro, dijo: ¿Por qué esta generación pide una señal? En verdad os digo que no se le dará ninguna;
13

y dejándolos subió de nuevo a la barca y se dirigió a la otra ribera

 
 
La levadura de los fariseos
 
14
Se olvidaron de tomar consigo panes, y no tenían en la barca sino un pan.
15
Les amonestaba, diciendo: Mirad de guardaros del fermento de los fariseos y del fermento de Herodes.
16
Ellos iban discurriendo entre sí que era por no tener panes,
17
y, conociéndolo El, les dijo: ¿Qué caviláis de que no tenéis panes? ¿Aún no entendéis ni caéis en la cuenta? ¿Tenéis vuestro corazón embotado?
18
¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Ya no os acordáis de cuando partí los cinco panes a los cinco mil hombres y cuántos cestos llenos de sobras recogisteis?
19
Dijéronle: Doce.
20
Cuando partí los siete a los cuatro mil, ¿cuántos cestos llenos de mendrugos recogisteis? Y le dijeron: Siete.
21
Y les dijo: ¿Pues aún no caéis en la cuenta?
 
 
Curación de un ciego
 
22
Llegaron a Betsaida, y le llevaron un ciego, rogándole que le tocara.
23
Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea, y, poniendo saliva en sus ojos e imponiéndole las manos, le preguntó: ¿Ves algo?
24
Mirando él, dijo: Veo hombres, algo así como árboles que andan.
25
De nuevo le puso las manos sobre los ojos, y al mirar se sintió restablecido, viendo todo claramente de lejos.
26

Y le envió a su casa, diciéndole: Cuidado con entrar en la aldea.

 
 
La confesión de Pedro
 
27
Iba Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesárea de Filipo, y en el camino les preguntó: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28
Ellos le respondieron diciendo: Unos, que Juan Bautista; otros, que Elías, y otros, que uno de los profetas.
29
El les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Mesías.
30

Y les encargó que a nadie dijeran esto de El.

 
 
Primera Predicción de la pasión
 
31
Comenzó a enseñarles cómo era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho, y que fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitase después de tres días. Claramente les hablaba de esto.
32
Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle.
33
Pero El, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo: Quítate allá, Satán, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.
 
 
Condiciones para el seguimiento de Jesús
 
34
Llamando a la muchedumbre y a los discípulos, les dijo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
35
Pues quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése la salvará.
36
¿Y qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo y perder su alma?
37
¿Pues qué dará el hombre a cambio de su alma?
38
Porque, si alguien se avergonzare de mí y de mis palabras ante esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
 
Capítulo 9
La Transfiguración
1
Y les dijo: En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que vean venir en poder el reino de Dios.
2
Pasados seis días, tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los condujo solos a un monte alto y apartado y se transfiguró ante ellos.
3
Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como no los puede blanquear lavandera sobre la tierra.
4
Y se les aparecieron Elías y Moisés, que hablaban con Jesús.
5
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Rabí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, una para Moisés y una para Elías.
6
No sabía lo que decía, porque estaban aterrados.
7
Se formó una nube que los cubrió con su sombra, y se dejó oír desde la nube una voz: Este es mi Hijo amado, escuchadle.
8
Luego mirando en derredor, no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo.
9
Bajando del monte, les prohibió contar a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitase de entre los muertos.
10
Guardaron aquella orden, y se preguntaban qué era aquello de “cuando resucitase de entre los muertos.”
11
Le preguntaron diciendo: ¿cómo dicen los escribas que primero ha de venir Elías?
12
El les dijo: Cierto que Elías, viniendo primero, restablecerá todas las cosas; pero ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que padecerá mucho y se verá despreciado?
13

Yo os digo que Elías ha venido ya y que hicieron con él lo que quisieron, como de él está escrito.

 
 
Curación de un epiléptico
 
14
Viniendo a los discípulos, vio a una gran muchedumbre en torno a ellos y a escribas que con ellos disputaban.
15
Luego, toda la muchedumbre, al verle, se quedó sorprendida, y, corriendo hacia El, le saludaban.
16
Les preguntó: ¿Qué disputabais con ellos?
17
Uno de la muchedumbre le dijo: Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
18
y dondequiera que se apodera de él, le derriba y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes, y se queda rígido; dije a tus discípulos que lo arrojasen, pero no han podido.
19
Les contestó, diciendo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? Traédmelo.
20
Y se lo llevaron. En cuanto lo vio, le agitó el espíritu, y, arrojado en tierra, se revolvía y echaba espumarajos.
21
Preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? El contestó: Desde la infancia.
22
Muchas veces le arroja en el fuego y en el agua para hacerle perecer; pero si algo puedes ayúdanos por compasión hacia nosotros.
23
Díjole Jesús: ¡Si puedes! Todo es posible al que cree.
24
Al instante, gritando, dijo el padre del niño: ¡Creo! Ayuda a mi incredulidad.
25
Viendo Jesús que se reunía mucha gente, mandó al espíritu impuro, diciendo: Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y no vuelvas a entrar más en él.
26
Dando un grito y agitándole violentamente, salió; y quedó como muerto, de suerte que muchos decían: Está muerto.
27
Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y se mantuvo en pie.
28
Entrando en casa a solas, le preguntaban los discípulos: ¿Por qué no hemos podido echarle nosotros?
29

Les contestó: Esta especie no puede ser expulsada por ningún medio si no es por la oración y el ayuno.

 
 
Segunda predicción de la muerte de Jesús
 
30
Saliendo de allí, atravesaban de largo la Galilea, y no quería que nadie lo supiera.
31
Porque iba enseñando a sus discípulos, y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres y le darán muerte, y, muerto, resucitará al cabo de tres días.
32

Y ellos no entendían estas cosas, pero temían preguntarle.

 
 
Quién es el mayor
 
33
Vinieron a Cafarnaúm, y, estando en casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais en el camino?
34
Ellos se callaron, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor.
35
Sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
36
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, y abrazándole les dijo:
37
Quien recibe a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al que me ha enviado.
 
 
La Invocación del nombre de Jesús
 
38
Dijóle Juan: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba los demonios y no está es de nuestra compañía; se lo hemos prohibido.
39
Jesús les dijo: No se lo prohibáis, pues ninguno que haga un milagro en mi nombre hablará luego mal de mí.
40
El que no está contra nosotros, está con nosotros.
 
 
La caridad hacia los discípulos
 
41
Pues el que os diere un vaso de agua en razón de discípulos de Cristo, os digo en verdad que no perderá su recompensa;
42
y el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen, mejor le sería que le echasen al cuello una muela asnal y le arrojasen al mar.
43
Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextinguible,
44
donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga.
45
Y si tu pie te escandaliza, córtatelo; mejor te es entrar en la vida cojo que con ambos pies ser arrojado en la gehenna,
46
donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga.
47
Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo; mejor te es entrar tuerto en el reino de Dios que con ambos ojos ser arrojado en la gehenna,
48
donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga.
49
Porque todos han de ser salados al fuego.
50
Buena es la sal; pero, si la sal se hace sosa, ¿con qué se sazonará? Tened sal en vosotros, viviendo en paz unos con otros.
 
Capítulo 10
Camino de Judea a través de Perea
1
Partiendo de allí, vinieron a los confines de la Judea y al otro lado del Jordán, y de nuevo se le juntaron en el camino muchedumbres, a las que, como de costumbre, las adoctrinaba.
 
 
La cuestión del divorcio
 
2
Llegándose unos fariseos le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer.
3
El les respondió y les dijo: ¿Qué os ha mandado Moisés?
4
Contestaron ellos: Moisés manda escribir el libelo de repudio y despedirla.
5
Díjoles Jesús: Por la dureza de vuestro corazón os dio Moisés esta ley;
6
pero al principio de la creación los hizo Dios varón y hembra;
7
por esto dejará el hombre a su padre y su madre,
8
y serán los dos una sola carne.
9
Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
10
Vueltos a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos;
11
y les dijo: El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla;
12

y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio.

 
 
Jesús Bendice a los niños
 
13
Presentáronle unos niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendían.
14
Viéndolo Jesús, se enojó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí y no los estorbéis, porque de los tales es el reino de Dios.
15
En verdad os digo, quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16
Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos.
 
 
El peligro de las riquezas
 
17
Salido al camino, corrió a El uno que, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?
18
Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.
19
Ya sabes los mandamientos: No matarás, no adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.
20
E1 le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.
21
Jesús, poniendo en él los ojos, le amó y le dijo: Una sola cosa te falta; vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme.
22
Ante estas palabras se anubló su semblante y se fue triste, porque tenía mucha hacienda.
23
Mirando en torno suyo, dijo Jesús a los discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen hacienda!
24
Los discípulos se quedaron espantados al oír esta sentencia. Tomando entonces Jesús de nuevo la palabra, les dijo: Hijos míos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de los cielos!
25
Es más difícil a un camello pasar por el hondón de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
26
Más aún se espantaron, y decían entre sí: Entonces, ¿quién puede salvarse?
27

Fijando en ellos Jesús su mirada, dijo: A los hombres sí es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible.

 
 
Recompensa de los que todo lo renuncian por Cristo
 
28
Pedro entonces comenzó a decirle: Pues nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido.
29
Respondió Jesús: En verdad os digo que no hay nadie que, habiendo dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos por amor de mí y del Evangelio,
30
no reciba el céntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas, madre e hijos y campos, con persecuciones, y la vida eterna en el siglo venidero,
31

y muchos primeros serán los últimos, y los últimos los primeros.

 
 
Tercera predicción de su muerte
 
32
Iban de camino, subiendo hacia Jerusalén; y Jesús iba delante, mientras ellos iban sobrecogidos, siguiéndoles medrosos. Tomando de nuevo a los doce, comenzó a declararles lo que había de sucederle.
33
Subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, que le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles,
34

y se burlarán de El y le escupirán, y le azotarán y le darán muerte, pero a los tres días resucitará.

 
 
Petición de los hijos del Zebedeo
 
35
Se acercaron Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos hagas lo que vamos a pedirte.
36
Díjoles El: ¿Qué queréis que os haga?
37
Ellos le respondieron: Concédenos sentarnos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria.
38
Jesús les respondió: ¡No sabéis lo que pedís! ¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado?
39
Le contestaron: Sí que podemos. Les dijo Jesús: El cáliz que yo he de beber, lo beberéis, y con el bautismo con que yo he de ser bautizado, seréis bautizados vosotros;
40
pero sentaros a mi diestra o a mi siniestra, no me toca a mí dároslo, sino que es para aquellos para quienes está preparado.
41
Los diez, oyendo esto, se enojaron contra Santiago y Juan;
42
pero, llamándolos Jesús a sí, les dijo: Ya sabéis cómo los que en las naciones son príncipes las dominan con imperio, y sus grandes ejercen poder sobre ellas.
43
No ha de ser así entre vosotros; antes, si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor;
44
y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos,
45
pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida para redención de muchos.
 
Curación del ciego Bartimeo
 
46
Llegaron a Jericó. Al salir ya de Jericó con sus discípulos y una considerable turba, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino,
47
oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y a decir: ¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!
48
Muchos le increpaban para que callase; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí!
49
Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llamaron al ciego, diciéndole: Animo, levántate, que te llama.
50
El arrojó su manto y, saltando se allegó a Jesús.
51
Tomando Jesús la palabra, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Señor, que vea.
52

Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.

 

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