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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 

LA SAGRADA BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO

REYES

LIBRO PRIMERO

 

PRIMERA PARTE

HISTORIA DEL REINADO DE SALOMON

 

Capítulo 1 Abisag (1-53)

 

Era ya viejo el rey David, entrado en años, y, por más que le cubrían con ropas, no podía entrar en calor. Dijéronle entonces sus servidores: “Que busquen para mi señor, el rey, una joven virgen que le cuide y le sirva; durmiendo en su seno, el rey, mi señor entrará en calor.” Buscaron por toda la tierra de Israel una joven hermosa, y hallaron a Abisag, sunamita, y la trajeron al rey. Era esta joven muy hermosa, y cuidaba al rey y le servía, pero el rey no la conoció.

Pretensiones de Adonías al trono

Adonías, hijo de Jaguit, había levantado sus pensamientos y decía: “Yo reinaré”. Se había hecho con carros y caballos y cincuenta hombres que corrieran delante de él; y su padre nunca se lo había reprochado, diciéndole: “¿Por qué haces eso?” Era, además, Adonías de hermosa presencia y había nacido después de Absalón. Se entendía con Joab, hijo de Sarvia, y con Abiatar, sacerdote, que se hicieron partidarios suyos; pero el sacerdote Sadoc, Banayas, hijo de Joyada; Natán, profeta; Semeí, amigo de David; Reí y los valientes de David no le seguían. Inmoló Adonías ovejas, bueyes y becerros cebados junto a la piedra de Zojelet, que está al lado de En-Roguel, e invitó a todos sus hermanos y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey; pero no invitó a Natán, profeta; ni a Banayas, ni a los valientes, ni a Salomón, su hermano. Entonces dijo Natán a Betsabé, madre de Salomón: “¿No sabes que Adonías, hijo de Jaguit, pretende reinar sin que nuestro señor David lo sepa? Ven, pues, y sigue ahora mi consejo, para que salves tu vida y la de tu hijo Salomón. Ve y entra al rey David y dile: ¡Oh rey, mi señor! ¿No has jurado tú a tu sierva, diciendo: Salomón, tu hijo, reinará después de mí, él se sentará sobre mi trono? ¿Cómo, pues, reina Adonías? Y mientras tú hablas con el rey, entraré yo detrás y confirmaré tus palabras.”

Betsabé fue a la cámara del rey. Estaba ya muy viejo y le servía Abisag, la sunamita. Inclinóse y prosternóse ante el rey, que le preguntó: “¿Qué quieres?” Ella le respondió: “¡Oh señor! Tú has jurado a tu sierva por Yavé, diciendo: “Salomón, tu hijo, reinará después de mí; él se sentará sobre mi trono; y he aquí que Adonías se ha hecho rey sin que tú, mi señor, el rey, sepas nada. Ha inmolado bueyes, becerros cebados y ovejas en gran número, y ha invitado a todos los hijos del rey, a Abiatar, sacerdote; a Joab, jefe del ejército; pero no ha invitado a Salomón, tu siervo. En tanto, los ojos de todo Israel están puestos en ti, ¡oh rey!, mi señor, esperando que tú declares quién es el que se ha de sentar sobre el trono del rey, mi señor, después de él; pues de lo contrario, cuando el rey mi señor se duerma con sus padres, mi hijo Salomón y yo seremos detenidos por culpables.”

Mientras todavía estaba ella hablando con el rey, llegó Natán, profeta. Anunciáronselo a David, diciendo: “Natán, profeta, está ahí”. Entró a la presencia del rey y se prosternó ante él, rostro a tierra, y dijo: “Oh rey, mi señor! ¿Has dicho tú: Adonías reinará después de mí y se sentará sobre mi trono? Porque hoy ha bajado y ha inmolado bueyes, becerros cebados y ovejas en gran número, y ha invitado a todos los hijos del rey, y a Joab, general del ejército, y al sacerdote Abiatar, que están comiendo y bebiendo con él y han dicho: ¡Viva Adonías rey! Pero ni me ha invitado a mí, tu siervo; ni al sacerdote Sadoc, ni a Banayas, hijo de Joyada; ni a Salomón, tu siervo. ¿Se ha hecho esto por voluntad del rey mi señor, sin dar a saber a tus siervos quién es el que se ha de sentar en el trono del rey, mi señor, después de él?”

El rey David respondió: “Que venga Betsabé.” Entró ella y se puso ante el rey, y el rey hizo este juramento: “Vive Yavé, que libró mi alma de toda angustia, que así como he jurado por Yavé, Dios de Israel, diciendo: Salomón, tu hijo, reinará después de mí y se sentará en mi trono en lugar mío, ahora mismo lo haré.”

Betsabé se inclinó rostro a tierra, prosternándose ante el rey, y dijo: “Viva por siempre mi señor, el rey David.”

Luego dijo el rey: “Que vengan Sadoc, sacerdote; Natán, profeta, y Banayas, hijo de Joyada”. Cuando estuvieron éstos en presencia del rey, el rey les dijo: “Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor, montad a mi hijo Salomón sobre mi mula y bajadle a Guijón. Allí el sacerdote Sadoc y Natán, profeta, le ungirán rey de Israel, y tocaréis las trompetas, gritando: ¡Viva el rey Salomón! Después volveréis a subir tras él y se sentará en mi trono para que reine en mi lugar, pues a él le instituyo jefe de Israel y de Judá.”

Banayas, hijo de Joyada, respondió al rey: “Amén. Hágalo así Yavé, el Dios de mi señor, el rey, y como estuvo Yavé con el rey mi señor, esté igualmente con Salomón y alce su trono sobre el trono de mi señor, el rey David”.

Unción de Salomón

Bajó el sacerdote Sadoc con Natán, profeta; Banayas, hijo de Joyada; los cereteos los peleteos, y, montando a Salomón sobre la mula de David, le llevaron a Guijón; y tomando Sadoc, sacerdote, el cuerno de óleo del tabernáculo, ungió a Salomón al son de las trompetas, y gritó todo el pueblo: “¡Viva Salomón rey!”

Después subió con él todo el pueblo, tocando las flautas y haciendo gran fiesta, y parecía retemblar la tierra con sus aclamaciones. Oyólo Adonías, así como sus invitados, cuando terminaba su banquete; y Joab, al oír el sonido de las trompetas, dijo: “¿Por qué con tanto estrépito se alborota la ciudad?”. Todavía estaba él hablando, cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar. Díjole Adonías: “Acércate, que tú eres un valiente, y de seguro traerás buenas nuevas.”

Respondió Jonatán a Adonías: “De cierto que nuestro señor, el rey David, ha hecho rey a Salomón. Ha enviado con él a Sadoc, sacerdote; Natán, profeta; Banayas, hijo de Joyada; los cereteos y peleteos; y le han hecho montar sobre la muía del rey; y Sadoc, sacerdote, y Natán, profeta, le han ungido rey en Guijón, y de allí han subido con grandes muestras de júbilo, y toda la ciudad está en conmoción; ése es el alboroto que habéis oído. Además, Salomón se ha sentado en el trono real, y los servidores del rey han ido a felicitar al rey David, diciendo: “Que haga tu Dios el nombre de Salomón más grande que el tuyo y eleve su trono sobre tu trono”. El rey mismo se prosternó en su lecho y habló así: “Bendito Yavé, Dios de Israel, que ha hecho sentarse a uno hoy sobre mi trono, viéndolo mis ojos.”

Todos los convidados de Adonías se llenaron de miedo y, levantándose, fuéronse cada uno por su lado. Adonías, temiendo de Salomón, se levantó y fue al tabernáculo de Yavé a agarrarse de los cuernos del altar. Vinieron a decir a Salomón: “Adonías tiene miedo del rey Salomón y ha ido a agarrarse de los cuernos del altar, diciendo: “Que el rey Salomón me jure hoy que no hará morir por la espada a su siervo.” Salomón respondió: “Si él se porta lealmente, ni uno de sus cabellos caerá a tierra; pero si algo malo trama, morirá.”Mandó, pues, Salomón gentes que le hicieron bajar del altar, y Adonías vino a postrarse ante el rey Salomón, que le dijo: “Vete a tu casa.”

 

Capítulo 2 Últimas instrucciones de David a Salomón (1-46)

 

Llegaron los días de la muerte para David, y dio sus instrucciones a Salomón, su hijo, diciéndole: “Yo me voy por el camino de todos; esfuérzate, pues, y sé hombre. fiel a Yavé, tu Dios, marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieres y dondequiera que vayas; de manera que cumpla Yavé su palabra, la que a mí me ha dado, diciendo: Si tus hijos siguen su camino ante mí en verdad y con todo su corazón y toda su alma, no te faltará jamás un descendiente sobre el trono de Israel. Bien sabes también tú mismo lo que me ha hecho Joab, hijo de Sarvia; lo que hizo con los dos jefes del ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y Amasa, hijo de Jeter, que los mató, vengando la sangre de guerra durante la paz, con lo que echó sangre de la guerra en el cinturón de sus lomos y los zapatos y en las sandalias sus pies. Haz, pues, con él conforme con tu sabiduría y no dejes que sus canas bajen en paz a la morada de los muertos. Trata con benevolencia a los hijos de Barzilai, el galadita, y sean de los invitados a tu mesa, pues hicieron así bien conmigo cuando yo iba huyendo de Absalón, tu hermano. Ahí tienes también a Semeí, hijo de Guera, benjaminita, de Bajurim, que profirió contra mí violentas maldiciones el día que iba yo a Majanaím. Cuando luego me salió al encuentro al Jordán, yo le juré por Yavé, diciendo: No te haré morir a espada. Pero tú no le dejes impune, pues, como sabio que eres, sabes cómo has de tratarle, y harás que con sangre bajen sus canas al sepulcro”.

Durmióse David con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. El tiempo que reinó David sobre Israel fue de cuarenta años: siete años reinó en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. Sentóse Salomón en el trono de David, su padre, y su reino quedó muy firme.

Primeros actos de Salomón

Adonías, hijo de Jaguit, fue en busca de Betsabé, madre de Salomón. Ella le dijo: “¿Vienes de paz?” Y él respondió: “De paz”.El añadió: “Quisiera decirte una palabra”. “Habla”, le dijo ella. Y él dijo: “Tú sabes que el reino era mío y que todo Israel había puesto en mí los ojos para hacerme rey; pero el reino ha sido traspasado y dado a mi hermano, porque Yavé se lo había destinado. Una sola cosa te pido ahora; no me la niegues”. Ella respondió: “Di”. Y él prosiguió: “Te pido que digas a Salomón, porque él no te lo negará, que me dé por mujer a Abisag, la sunamita”. Betsabé dijo: “Bien; yo hablaré por ti al rey”.

Betsabé fue a hablar a Salomón en favor de Adonías, y el rey se levantó para salir a su encuentro, y después de prosternarse ante ella, se sentó sobre su trono, poniendo otro para la madre del rey, que se sentó a su derecha. Ella le dijo entonces: “Tengo una cosita que pedirte; no me la niegues”. Y el rey la dijo: “Pide, madre mía, que yo no te negaré nada”. Ella le dijo: “Que le des por mujer a Adonías, tu hermano, Abisag, la sunamita”. El rey Salomón preguntó a su madre: “¿Para qué pides tú para Adonías a Abisag, la sunamita? Pide ya el reino para él, pues que es mi hermano mayor y tiene con él a Abiatar, sacerdote, y a Joab, hijo de Sarvia”. Y juró por Yavé, diciendo: “Así me haga Yavé y así me añada si no ha sido pronunciada contra su vida esta palabra de Adonías. Ahora, pues, vive Yavé, que me ha confirmado y me ha establecido sobre el trono de David, mi padre, y me ha edificado mi casa, según su promesa, que hoy mismo morirá Adonías”.

El rey Salomón mandó a Banayas, hijo de Joyada, que le hirió, y Adonías murió.

Luego dijo el rey al sacerdote Abiatar: “Vete a tus tierras de Anatot. Tú merecías la muerte, pero yo no quiero hacerte morir ahora, por haber llevado el arca de Yavé delante de David, mi padre, y porque participaste en los trabajos de mi padre”.

Echó, pues, Salomón a Abiatar para que no fuese sacerdote de Yavé, cumpliéndose así la palabra que había pronunciado Yavé contra la casa de Helí en Silo.

Llegaron estas noticias a Joab, que había seguido el partido de Adonías, aunque no había seguido el de Absalón, y se refugió en el tabernáculo de Yavé, agarrándose a los cuernos del altar. Dijeron a Salomón que Joab se había refugiado en el tabernáculo de Yavé y estaba agarrado a los cuernos del altar; y Salomón mandó decir a Joab: "¿Qué sucedió para que huyeses al altar?” Y contestó Joab: “Es que he temido de ti y me he refugiado cerca del Señor”. Y Salomón mandó a Banayas, hijo de Joyada, diciendo: “Ve y hiérele.” Llegado al tabernáculo de Yavé, Banayas dijo a Joab: “Así habla el rey: Sal”. Pero él respondió: “No; quiero morir aquí”. Banayas llevó al rey esta respuesta, diciendo: “Esto he dicho a Joab y esto me ha contestado”.

El rey dijo a Banayas: “Haz como él dice: Hiérele y sepúltale, y quita hoy de sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que Joab ha derramado. Haga caer Yavé esa sangre sobre su cabeza, pues mató a dos hombres más rectos y mejores que él, dándoles la muerte con la espada, sin que nada supiera mi padre, David: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasa, hijo de Jeter, jefe del ejército de Judá. Su sangre caerá sobre la cabeza de Joab y sobre la de sus descendientes por siempre, mientras que sobre David y su descendencia, sobre su casa y su trono, dará siempre Yavé su paz”. Subió entonces Banayas, hijo de Joyada, y le hirió, matándole, y Joab fue sepultado en su sepulcro en el desierto. Puso el rey en su lugar, por jefe del ejército, a Banayas, hijo de Joyada, y al sacerdote Sadoe en el lugar de Abiatar.

Hizo el rey llamar a Semeí y le dijo: “Hazte una casa en Jerusalén y habita en ella, sin salir de ella de un lado para otro. El día en que salgas y pases el torrente de Cedrón, sabe que con toda certeza morirás; será tu sangre sobre tu cabeza.”

Semeí respondió al rey: “La orden es buena. Como lo dice mi señor el rey, así hará tu siervo.” Semeí estuvo mucho tiempo en Jerusalén; pero, al cabo de tres años, dos siervos de Semeí huyeron a refugiarse junto a Aquis, hijo de Maaca, rey de Gat. Le dijeron a Semeí: “Tus siervos están en Gat”; y levantándose, aparejó su asno y se fue a Gat, a Aquis, en busca de sus siervos, y de vuelta, se los trajo con él. Informaron a Salomón de que Semeí había ido de Jerusalén a Gat y estaba ya de vuelta; y mandando llamar a Semeí, le dijo: “¿No te conjuré yo por Yavé y no te advertí que el día en que salieras acá o allá sería el de tu muerte? Y tú me dijiste: Buena es la orden; me doy por enterado.¿Por qué, pues, no has guardado el juramento de Yavé y la orden que yo te di ?

Y siguió el rey diciendo a Semeí: “Bien sabes tú, tu corazón lo sabe muy bien, todo el mal que hiciste a David, mi padre. Yavé hace recaer tu maldad sobre tu cabeza, mientras que el rey Salomón será bendecido y el trono de David afirmado por siempre ante Yavé”. Dio el rey orden a Banayas, hijo de Joyada, que salió e hirió a Semeí, y Semeí murió. El reino se afirmó en las manos de Salomón.

 

Capítulo 3 Sacrificios de Salomón en Gabaón (1-28)

 

Emparentó Salomón con el faraón, rey de Egipto, tomando a una hija del faraón por mujer. Trájola a la ciudad de David, hasta acabar de edificar su casa, la casa de Yavé, y las murallas de Jerusalén en derredor.

El pueblo sacrificaba en los altos, porque no había sido hasta entonces edificada casa a Yavé. Salomón amaba a Yavé y marchaba según las órdenes de David, su padre, pero sacrificaba y quemaba perfumes en los altos.

Fue el rey a sacrificar a Gabaón, que era uno de los principales altos. Mil holocaustos ofreció Salomón en aquel altar. Yavé se le apareció en Gabaón durante la noche, en sueños, y le dijo: “Pídeme lo que quieras que te dé.” Salomón respondió: “Tú has tenido gran piedad con tu siervo David, mi padre, que anduvo en tu presencia con fidelidad, justicia y rectitud de corazón; tú le guardaste la gran benevolencia, al darle un hijo que se siente sobre su trono, como ocurre hoy. Ahora, pues, ¡oh Yavé!, mi Dios, me has hecho reinar, a tu siervo, en el lugar de David, mi padre, no siendo yo más que un mocito, que no sabe por dónde ha de entrar y por dónde ha de salir, y que está tu siervo en medio del pueblo que tú te elegiste, un pueblo grande, que por su muchedumbre no puede contarse ni numerarse, da a tu siervo un corazón prudente para juzgar a tu pueblo y poder discernir entre lo bueno y malo; porque ¿quién, si no, podrá gobernar a un pueblo tan grande?”

Agradó al Señor que Salomón le hiciera esta petición; y Dios le dijo: “Por haberme pedido esto y no haber pedido para ti ni vida larga, ni muchas riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino haberme pedido entendimiento para hacer justicia, yo te concedo lo que me has pedido, y te doy un corazón sabio e inteligente, tal como antes de ti no ha habido otro ni lo habrá en adelante después de ti. Y aún te añado lo que no has pedido: riquezas y gloria tales, que no habrá en tus días rey alguno como tú; y si andas por mis caminos, guardando mis leyes y mis mandamientos, como lo hizo David, tu padre, prolongaré tus días.”

Despertóse Salomón de su sueño, y, de vuelta a Jerusalén, se presentó ante el arca de la alianza de Yavé y ofreció holocaustos y sacrificios eucarísticos y dio un banquete a todos sus servidores.

Sabiduría de Salomón

Vinieron por entonces al rey y se presentaron ante él dos mujeres de mala vida. Dijo una de ellas: “Escucha, mi señor: Yo moraba con esta mujer en la misma casa y allí di a luz a un niño. A los tres días dio también ella a luz un niño. Habitábamos juntas, y ningún extraño había entrado en la casa, no había allí más que las dos. El hijo de esta mujer murió una noche por haberse ella acostado sobre él; y ella, levantándose en medio de la noche, me quitó de mi lado a mi hijo, mientras tu sierva dormía, y púsolo a su lado, dejando al mío a su hijo muerto. Cuando yo me levanté por la mañana para dar el pecho a mi hijo, hállele muerto; mas mirándole atentamente a la mañana, vi que no era mi hijo, el que yo había parido.” La otra mujer dijo: “No; mi hijo es el que vive; es el tuyo el que ha muerto.” Y la primera replicaba: “No; tu hijo es el muerto, y el mío el vivo.” Y así disputaban en presencia del rey.

Tomó entonces el rey la palabra: “La una dice: Mi hijo es el que vive, el tuyo ha muerto; y la otra dice: No; es el tuyo el que ha muerto, y el mío vive”; y añadió: “Traedme una espada.” Trajeron al rey la espada, y él dijo: “Partid por el medio al niño vivo, y dad la mitad de él a la una y la otra mitad a la otra.”

Entonces la mujer cuyo era el niño vivo dijo al rey, pues se le conmovían todas las entrañas por su hijo: “¡Oh señor rey, dale a ésa el niño, pero vivo; que no le maten.” Mientras que la otra decía: “Ni para mí ni para ti: que le partan.”

Entonces dijo el rey: “Dad a la primera el niño vivo, sin matarle; ella es su madre.”

Todo Israel supo la sentencia que el rey había pronunciado, y todos temieron al rey, viendo que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.

 

Capítulo 4 Altos funcionarios de Salomón (1-34)

Reinaba Salomón sobre todo Israel. Los jefes que tenía a su servicio eran: Azarías, hijo de Sadoc, sacerdote; Elijoret y Ajías, hijos de Sisa, secretarios; Josafat, hijo de Ajilud, cronista; Banayas, hijo de Joyada, mandaba el ejército; Azarías, hijo de Natán, superintendente; Zabud, hijo de Natán, era el consejero del rey. Ajisar, mayordomo del palacio; Adoniram, hijo de Abdar, el prefecto de los tributos.

Tenía Salomón sobre todo Israel doce intendentes, que proveían al rey y a su casa, cada uno durante un mes del año. Sus nombres eran: Ben Hur, en la montaña de Efraím; Ben Decar, en Maques, en Salebín, en Betsames, y Elón hasta Betanán; Ben Jesed, en Arubot; éste tenía también Soco y toda la región de Jefer; Ben Abinadad, que tenía todas las alturas de Dor, estaba casado con Tafat, hija de Salomón; Baña, hijo de Ajilud, tenía Tanac y Megiddo y todo Betsán, que está cerca de Sartana, por debajo de Jezrael, desde Betsán hasta Abelmejolá y más allá de Jocmeán; Ben Gaber, en Ramot Galaad, tenía los burgos de Jair, hijo de Manases, en Galaad, sesenta grandes ciudades muradas y con cerrojos de bronce; Ajinadab, hijo de Ido, en Majanaím; Ajimas, en Neftalí, también casado con una hija de Salomón, de nombre Basemat;Baña, hijo de Jusi, en Aser Alot; Josafat, hijo de Farua, en Isacar; Semeí, hijo de Ela, en Benjamín; Guebar, hijo de Urí, en la región de Galaad, la tierra de Seón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán; para esta región había un solo intendente.

Judá e Israel eran numerosos como las arenas que hay en la orilla del mar, y comían, bebían y se alegraban. Salomón señoreaba sobre todos los reinos desde el río hasta la tierra de los filisteos y hasta la frontera de Egipto; todos le pagaban tributo y le estuvieron sometidos todo el tiempo de su vida.

Consumía Salomón cada día treinta coros de flor de harina y sesenta coros de harina común, diez bueyes cebados; veinte bueyes de pasto y cien carneros, sin contar los ciervos, gacelas, antílopes y aves cebadas. Señoreaba toda la tierra del lado de acá del río, desde Tifsaj hasta Gaza, y tuvo paz por todos lados en derredor suyo. Judá e Israel habitaban seguros, cada uno debajo de su parra y de su higuera, desde Dan hasta Berseba, durante toda la vida de Salomón.

Tenía Salomón en sus caballerizas cuatro mil pesebres para los caballos de sus carros y doce mil caballos de silla. Los intendentes proveían al rey Salomón y a cuantos se sentaban a su mesa, cada uno un mes, sin dejar que nada faltara. Hacían llegar también la cebada y la paja para los caballos de tiro y de carrera allí donde se hallaran, cada uno según las órdenes recibidas.

Dio Yavé a Salomón sabiduría y un gran entendimiento y anchura de corazón, como la arena que está a orillas del mar. La sabiduría de Salomón sobrepasaba la de todos los hijos de Oriente y la sabiduría toda del Egipto. Fue más sabio que hombre alguno; más que Etán el ezraíta; más que Ernán, Calcol y Dorda, hijos de Majol, y su fama se extendió por todos los pueblos en derredor. Profirió tres mil parábolas, y sus cantos fueron mil cinco; disertó acerca de los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en el muro, y acerca de los animales, de las aves, de los reptiles y los peces. De todos los pueblos venían para oír la sabiduría de Salomón, de parte de todo los reyes de la tierra, a los que había llegado la fama de su sabiduría.

 

Capítulo 5 Alianza de Salomón con Hiram, rey de Tiro (1-18)

Hiram, rey de Tiro, mandó sus embajadores a Salomón cuando supo que había sido ungido rey en lugar de su padre, pues siempre había sido amigo de David.

Salomón dijo a Hiram: “Tú sabes que David, mi padre, no pudo hacer casa para Yavé, su Dios, por las guerras que tuvo en torno, hasta que Yavé los puso bajo las plantas de sus pies. Ahora Yavé, mi Dios, me ha dado la paz por todas partes; no tengo enemigos ni querellas, y quiero edificar a Yavé, mi Dios, una casa, como se lo manifestó Yavé a mi padre, diciendo: “Tu hijo, el que pondré yo en tu lugar sobre tu trono, edificará casa a mi nombre”. Manda, pues, cortar para mí cedros en el Líbano; mis siervos se unirán a los tuyos y yo te daré lo que tú me pidas para el salario de los tuyos, pues bien sabes que no hay entre nosotros quien sepa labrar la madera como los sidonios.”

Alegróse mucho Hiram cuando oyó las palabras de Salomón y dijo: “Bendito Yavé, que ha dado a David un hijo sabio sobre ese gran pueblo”. Y mandó a Salomón esta respuesta: “He oído lo que me has mandado a decir. Haré lo que me pides en cuanto a la madera de cedros y cipreses. Mis siervos los bajarán del Líbano al mar y yo los haré llegar en balsas hasta el lugar que tú me digas. Allí se desatarán, y tú los tomarás, y cumplirás mi deseo proveyendo de víveres a mi casa”. Hiram facilitó a Salomón cuanta madera de cedro y de ciprés quiso éste; y Salomón daba a Hiram veinte mil coros de trigo para el mantenimiento de su casa y veinte mil batos de aceite de olivas molidas. Esto es lo que cada año entregaba Salomón a Hiram. Yavé dio a Salomón la sabiduría, como se lo había prometido, y hubo entre Hiram y Salomón paz e hicieron una alianza.

Salomón hizo en todo Israel una leva de treinta mil hombres para el trabajo, que enviaba al Líbano. Diez mil por mes, alternativamente, estando un mes en el Líbano y dos en sus casas. El prefecto de estos trabajadores obligados era Adoniram. Tenía, además, Salomón setenta mil hombres dedicados al transporte y ochenta mil cortadores en el monte, sin contar los principales jefes que había puesto Salomón al frente de las obras en número de tres mil trescientos, que mandaban a los grupos de trabajadores.

Mandó el rey traer grandes piedras escogidas para los cimientos de la casa, piedras labradas. Los canteros de Salomón y los de Hiram, así como los guiblitas, cortaban y labraban la madera y las piedras para la construcción de la casa.

 

Capítulo 6 Edificación del templo(1-38)

El año cuatrocientos ochenta después de la salida de los hijos de Israel de Egipto, el cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel, el mes de Ziv, que es el segundo mes, comenzó a edificar la casa de Yavé.

Tenía la casa que Salomón edificó a Yavé sesenta codos de largo, veinte de ancho y treinta de alto. El vestíbulo (ulam), delante del templo (hecal) de la casa, era de veinte codos de largo, el ancho de la casa, y diez de fondo por delante de la casa.Hizo en la casa ventanas enrejadas. Levantó un edificio lateral en torno del hecal y del debir haciendo cámaras laterales todo en derredor. El piso inferior era de cinco codos de ancho; el de en medio, de seis codos de ancho, y el tercero, de siete codos, pues había hecho retallos en el muro por fuera para no tener que empotrar en los muros. Cuando se construyó la casa hízose de piedras ya labradas, de modo que durante la edificación no se oyó allí el golpe del martillo, ni el del pico, ni de ningún otro instrumento de hierro.La puerta de entrada a las habitaciones del piso inferior estaba al costado derecho de la casa, y por una escalera de caracol se subía al del medio y de éste al tercero. Cuando hubo acabado de edificar la casa, la cubrió con artesonado de cedro.A cada uno de los pisos de habitaciones que rodeaban la casa les dio cinco codos de altura y los unió a la casa con vigas de cedro.

Entonces dirigió la palabra Yavé a Salomón, diciendo: “Tú estás edificando esta casa. Si guardas mis leyes y pones por obra mis mandamientos, y guardas y observas todos mis preceptos, yo cumpliré contigo mi palabra, la promesa que hice a David, tu padre, y habitaré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi pueblo, Israel.”

Así, pues, edificó Salomón la casa y la terminó. Revistió Salomón los muros de la casa en el interior con planchas de cedro, desde el suelo hasta el techo, recubriendo así de madera todo el interior; y el suelo lo revistió de planchas de ciprés. Revistió también de planchas de cedro los veinte codos del fondo de la casa, desde el suelo, todo lo alto de los muros, reservando este espacio para el debir. Los cuarenta codos de delante constituían el hecal delante del debir. El revestimiento del interior del cedro iba tallado por entalladuras de flores abiertas y en botón, y todo era cedro, sin que se viera nada de piedra. Dispuso dentro, en lo más interior de la casa, el debir para el arca de la alianza de Yavé. El debir tenía veinte codos de largo, veinte codos de ancho y veinte de alto, y lo revistió de oro purísimo. Hizo un altar de madera de cedro para delante del santuario, y lo recubrió de oro puro. Toda la casa la recubrió de oro puro de arriba abajo, y recubrió también de oro todo el altar que estaba ante el santuario (debir).

Hizo en el santuario dos querubines de madera de olivo, de diez codos de altura cada uno. Cinco codos era el largo de una de las alas del querubín y cinco el de la otra, haciendo en todo diez codos, desde la punta de una ala hasta la punta de la otra. El segundo querubín tenía también diez codos. La medida y la forma eran las mismas para ambos querubines. Puso los querubines en medio de la casa, en el espacio interior. Tenían las alas desplegadas, y la punta del ala del primero tocaba a uno de los muros, y la punta del ala del segundo al otro muro, tocándose una a otra las otras dos alas en el medio de la casa. También cubrió de oro los querubines.

Hizo esculpir todo en torno de la casa, en los muros, por dentro y por fuera, querubines, palmas y guirnaldas de flores. También recubrió de oro el piso de la casa, lo mismo en el espacio interior que en el exterior.

A la entrada del santuario (debir) hizo una puerta de dos hojas, de madera de olivo, y el dintel y las jambas eran de cinco esquinas. Las dos hojas eran de madera de olivo y talladas con entalladuras de querubines, palmas y botones de flores; y todo, querubines, palmas y botones de flores, cubierto de oro.

Hizo igualmente para las puertas de entrada del templo (hecal) postes de madera de olivo cuadrados. Ambas puertas eran de madera de ciprés, de dos hojas giratorias la una y de dos hojas giratorias la otra. Hizo esculpir en ellas querubines, palmas y botones de flor, recubriéndolo todo de oro, ajustado a la escultura. Hizo también el atrio interior, de tres órdenes de piedras labradas, y uno de vigas de cedro.

El año cuarto, el mes de Ziv, quedaron puestos los cimientos de la casa de Yavé; y el año undécimo, el mes de Bul, que es el octavo mes, estaba terminada en todas sus aspectos y en todo conforme a su diseño. La construyó en el espacio de siete años.

 

Capítulo 7 Construcción del palacio de Salomón (1-51)

También edificó Salomón su casa, durando trece años la edificación hasta que estuvo completamente terminada. Construyó la casa “Bosque del Líbano,” de cien codos de largo, cincuenta codos de ancho y treinta codos de alto, sobre tres filas de columnas de cedro y capiteles de cedro sobre las columnas. Estaba cubierta de tablones de cedro, arriba, sobre arquitrabes que se apoyaban en las cuarenta y cinco columnas, quince columnas en cada hilera; pues había tres naves, y en cada una de ellas ventanas, que se correspondían unas enfrente de otras. Todas las puertas y ventanas eran cuadradas, y en las tres naves se correspondían unas a otras. Hizo además un pórtico de columnas de cincuenta codos de largo y treinta de ancho, y delante de éste, otro pórtico con columnas y gradas delante de él.

Hizo asimismo el salón del trono, donde juzgaba; el pórtico de la justicia, cubriéndolo de cedro desde el suelo hasta el techo. Del mismo modo fue construida la casa donde había de habitar, en otro patio, detrás del pórtico. Hizo también otra casa habitación, de obra semejante a la del pórtico, para la hija del faraón, que había tomado por mujer.

Para todas estas construcciones se emplearon piedras selectas talladas a medida y cortadas con sierras por el lado de dentro y el de fuera, y esto desde los cimientos hasta las cornisas, y asimismo en el exterior, hasta el gran atrio.

Los cimientos eran de excelentes y muy grandes piedras de diez y de ocho codos,De ahí arriba se emplearon también excelentes piedras cortadas a la medida y madera de cedro. En el gran atrio había todo en torno tres órdenes de piedras labradas y uno de vigas de cedro. Lo mismo que en el atrio interior de la casa de Yavé, así también en el atrio de la casa real.

Utensilios para el templo

Trajo Salomón de Tiro a Hiram, hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y de padre natural de Tiro, que trabajaba el bronce. Estaba Hiram lleno de sabiduría, de entendimiento y de conocimiento para hacer toda suerte de obras de bronce; y vino al rey Salomón, y fue quien hizo para él toda la obra. Fundió dos columnas de bronce. Tenía cada una dieciocho codos de alto, y un hilo de doce codos era el que podía rodear a cada una de las columnas. No eran macizas, sino huecas; el grueso de sus paredes era de cuatro dedos. Fundió capiteles de bronce para encima de las columnas, de cinco codos de alto el uno y cinco codos de alto el otro. Hizo para los capiteles de encima de las columnas reticulados y trenzados, de trenzas a modo de cadenas, uno para cada capitel. Hizo granadas todo en derredor del reticulado y el trenzado en dos filas. Los capiteles que había en el extremo de las columnas del pórtico estaban moldeados en forma de lirios y eran de cuatro codos. Había en cada capitel sobre las columnas doscientas granadas, alrededor de dos órdenes en lo alto de cada capitel, junto al trenzado. Alzó la primera al lado de la derecha, y la llamó Jaquín; luego la del lado de la izquierda, y la llamó Boaz. Así terminó la obra de las columnas.

Hizo asimismo un mar de fundición, de diez codos del uno al otro lado, redondo, y de cinco codos de alto, y ceñíalo en derredor un cordón de treinta codos. Por debajo del borde llevaba todo en derredor coloquíntidas, diez por cada codo, dispuestas en dos órdenes y fundidas al mismo tiempo que el mar. Estaba asentado sobre doce toros, de los cuales tres miraban al norte, tres al poniente, tres al mediodía y tres al naciente. Sobre éstos se apoyaba el mar, y la parte posterior de sus cuerpos quedaba por dentro. Tenía un palmo de grueso y su labio estaba en forma de cáliz, como una flor de lis. Hacía dos mil batos.

Hizo también diez basas de bronce, cada una de cuatro codos de largo, cuatro codos de ancho y tres de alto. He aquí cómo eran: estaban hechas de tableros, encerrados dentro de sus marcos y unidos. En los tableros, dentro de los marcos, había leones, toros y querubines, y en los marcos, lo mismo por encima que por debajo de los leones y toros, había adornos en relieve. Cada basa tenía cuatro ruedas de bronce con sus ejes de bronce, y en las cuatro esquinas había repisas de fundición, sobre las cuales iba la fuente, y que sobresalían de los festones. El coronamiento de las basas tenía en lo interior un hueco con una prolongación de un codo hacia arriba; este hueco era redondo, de la misma hechura del remate y de medio codo de altura, y también esculpido; pero los tableros eran cuadrados, no redondos. Las cuatro ruedas estaban debajo de los tableros, y los ejes de las ruedas, fijos en la basa. Tenía cada rueda codo y medio de altura, y estaban hechas como las de un carro; sus ejes, llantas, radios y cubos, todo era fundido; y en las cuatro esquinas de cada basa había cuatro repisas, que hacían un mismo cuerpo con la basa. La parte superior de la basa terminaba en un cilindro de medio codo de altura, cuyos apoyos y entables eran una sola pieza. Hizo en los tableros y en los marcos querubines, leones y palmas en todos los espacios vacíos y molduras en derredor. Así fue como hizo las diez basas; la fundición, la medida y la forma eran las mismas para todas.

Hizo también diez fuentes de bronce, cada una de cuarenta batos de cabida y de cuatro codos cada una, para asentarlas en las diez basas; y puso cinco basas al lado derecho de la casa y cinco al lado izquierdo, y el mar de bronce lo puso al lado derecho, al sudeste.

Hizo también Hiram los calderos, las tenazas y las copas. Así terminó Hiram toda la obra de bronce que Salomón le encargó para la casa de Yavé; dos columnas con sus capiteles para encima de las columnas; sus reticulados y trenzados para los capiteles; las cuatrocientas granadas para los reticulados y trenzados; dos filas de granadas para cada una en derredor de los capiteles; las diez basas y las diez fuentes para poner sobre estas basas; el mar y los doce toros que iban debajo de él; los calderos, las tenazas y las copas. Todos estos utensilios que el rey Salomón mandó hacer a Hiram para la casa de Yavé eran de bronce bruñido. Hízolos fundir el rey en las llanuras del Jordán en moldes de arcilla, entre Sucot y Sartán. Salomón no inquirió el peso de bronce de estos utensilios por su gran cantidad.

Salomón hizo, además, todos los otros utensilios para la casa de Yavé: el altar de oro, la mesa de oro, sobre la cual se ponían los panes de la proposición; los candelabros de oro macizo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda delante del santuario (debir), con sus flores, sus lámparas y sus despabiladeras de oro; las fuentes, los cuchillos, las copas, las tazas y los braseros de oro macizo; los goznes de oro para la puerta del interior de la casa, a la entrada del santísimo, y para la puerta de entrada del templo (hecal).

Así se acabó toda la obra que hizo el rey Salomón para la casa de Yavé. Luego transportó a ella los objetos que había consagrado David, su padre, la plata, oro y vasos, y los entregó al tesoro del templo de Yavé.

Capítulo 8 Dedicación del templo (1-66)

Entonces convocó Salomón a los ancianos de Israel, a todos los cabezas de las tribus y a los príncipes de lasl familias de los hijos de Israel, para trasladar el arca de la alianza de Yavé de la ciudad de David, que es Sión. Reuniéronse con el rey Salomón todos los varones de Israel en el mes de Etanim, que es el séptimo mes, en el día solemne de la fiesta; y, llegados todos los ancianos de Israel, llevaron los sacerdotes el arca. Llevaban el arca de Yavé, el tabernáculo de la reunión y todos los utensilios sagrados del tabernáculo. Los sacerdotes y los levitas los llevaban.

El rey Salomón y toda la asamblea de Israel, convocada por él, iban delante del arca. Sacrificaron ovejas y bueyes en número incontable por su muchedumbre. Los sacerdotes pusieron el arca de la alianza de Yavé en su sitio, en el santuario (debir) de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines, pues los querubines tenían las alas extendidas sobre el lugar del arca y la cubrían por encima, el arca y sus barras. Se había dado a las barras una longitud suficiente para que sus extremidades se viesen desde el lugar santo, que está delante del santuario (debir), pero sin que pudiesen verse desde fuera, y así quedaron hasta el día de hoy. No había en el arca ninguna otra cosa más que las dos tablas de piedra que Moisés depositó en ella en Horeb, cuando hizo Yavé alianza con los hijos de Israel a su salida de Egipto.

En cuanto salieron los sacerdotes del santuario, la nube llenó la casa de Yavé, sin que pudieran permanecer allí los sacerdotes para el servicio por causa de la nube, pues la gloria de Yavé llenaba la casa. Entonces dijo Salomón: “Yavé, has dicho que habitarías en la oscuridad.Yo he edificado una casa para que sea tu casa, el lugar de tu habitación para siempre.”

Volvióse el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda la asamblea de Israel se tenía en pie, y dijo: “Bendito Yavé, Dios de Israel, que con su misma boca habló a David, mi padre, y ha cumplido con su mano lo que había prometido, diciendo: “Desde el día en que yo saqué de Egipto a mi pueblo, Israel, no he elegido ciudad de entre todas las tribus de Israel para que en ella se me edificase una casa consagrada a mi nombre, aunque elegí a David para que reinase sobre mi pueblo, Israel.” David, mi padre, tuvo en su corazón edificar una casa al nombre de Yavé, Dios de Israel; pero Yavé dijo a David, mi padre: “Tú tenías en tu corazón el deseo de edificar una casa a mi nombre; has hecho bien en tener esta voluntad, pero no edificarás tú la casa; tu hijo, salido de tus entrañas, edificará casa a mi nombre”. Yavé ha cumplido la palabra que dio. Yo me he levantado en el lugar de David, mi padre, y me siento sobre el trono de Israel, como se lo había anunciado Yavé, y he edificado la casa al nombre de Yavé, Dios de Israel. He dispuesto un lugar para el arca de la alianza de Yavé, de la alianza que hizo con nuestros padres al sacarlos de la tierra de Egipto.”

Púsose Salomón ante el altar de Yavé en presencia de toda la asamblea de Israel, y, tendiendo sus manos al cielo, dijo: “Yavé, Dios de Israel: No hay Dios semejante a ti ni en lo alto de los cielos ni abajo sobre la tierra. Tú guardas la alianza y la misericordia con tus siervos, los que de todo corazón andan en tu presencia. Así has mantenido tu palabra a tu siervo David, mi padre, y lo que por tu boca dijiste, lo has cumplido hoy con tu mano.Ahora, pues, ¡oh Yavé, Dios de Israel! guarda la promesa que a David, mi padre, hiciste diciendo: No faltará de ti varón delante de mí que se siente en el trono de Israel, siempre que tus hijos sigan mis caminos y anden delante de mí como has andado tú. Cúmplase ahora, ¡oh Yavé, Dios de Israel!, la palabra que a David, tu siervo, mi padre, dijiste.Pero, en verdad, ¿morará Dios sobre la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no son capaces de contenerte. ¡Cuánto menos esta casa que yo he edificado! Mas, con todo, atiende a la plegaria de tu siervo, ¡oh Yavé, Dios mío!, y oye la oración que ante ti hace hoy tu siervo. Que estén abiertos tus ojos noche y día sobre este lugar, del que has dicho: “En él estará mi nombre”, y oye toda oración que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo y la de tu pueblo, Israel; cuando oren en este lugar, óyela tú también desde el lugar de tu morada de los cielos, y, oyendo, perdona.

Cuando pecare alguno contra su prójimo y, haciéndolo jurar, le tomen juramento delante de tu altar en esta casa, oye tú desde los cielos, y obra juzgando a tus siervos, condenando al impío, haciendo recaer su maldad sobre su cabeza y justificando al justo para retribuirle según su justicia.

Cuando tu pueblo, Israel, cayere ante sus enemigos por haber pecado contra ti, y, vueltos a ti, confiesen tu nombre y oren, y te rueguen, y te supliquen en esta casa, óyelos tú en los cielos, y perdona el pecado de tu pueblo Israel y restitúyelos a la tierra que diste a sus padres.

Cuando se cierre el cielo y no llueva por haber ellos pecado contra ti, y te rueguen en este lugar, invocando tu nombre, convertidos del pecado por haberlos tú afligido, oye tú en los cielos, y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, enseñándoles el recto camino por donde han de ir y dando las lluvias a su tierra, la que por heredad diste a tu pueblo.

Cuando haya en la tierra hambre o pestilencia, o tizón, añublo, langosta o pulgón invadan la tierra; y cuando el enemigo asedie a tu pueblo en su tierra, en sus ciudades; cuando haya enfermedades y plagas de cualquier clase; si cada uno, si todo tu pueblo, Israel, reconociendo la llaga de su corazón y alzando las manos hacia este lugar, te hiciere oraciones y súplicas, óyelas desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y perdona. Obra con cada uno según sus caminos, y según ellos retribúyelos tú, que escudriñas el corazón de todos los hijos de los hombres, y ellos te temerán durante todo el tiempo que habiten en la tierra que diste a nuestros padres.

Cuando el extranjero, el que no es de tu pueblo Israel, venga de tierra lejana por la fama de tu nombre, porque se sabrá que tu nombre es grande, fuerte tu mano y tendido tu brazo; cuando venga a orar a ti en esta casa, óyele desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y otorga a ese extranjero lo que pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre para temerte como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado en esta casa que yo he edificado.

Cuando salga el pueblo para combatir a sus enemigos por el camino que tú les señalares, si dirigen a Yavé sus plegarias, vueltos sus ojos a la ciudad que tú has elegido y a la casa que yo he edificado a tu nombre, oye desde los cielos sus oraciones y hazles justicia. Si hubieren pecado contra ti, pues no hay hombre que no peque, y estuvieres tú airado contra ellos, y los entregares al enemigo para que los cautive y los lleve a tierra enemiga, lejana o cercana; si ellos vuelven en sí en la tierra de su cautividad y, convertidos a ti, te suplican en la tierra adonde los llevaren y dicen: Hemos pecado, hemos hecho el mal, hemos cometido impiedad, y se convierten a ti de todo su corazón y de toda su alma, en la tierra de los enemigos que los cautivaron, y oran a ti, hacia su tierra, la que diste a sus padres, y hacia la ciudad que elegiste y la casa que yo he edificado a tu nombre, oye en los cielos, en la habitación de tu morada, su oración y su súplica y hazles justicia.

Perdona, pues, a tu pueblo, que ha pecado contra ti, todas las infracciones con que contra ti se rebelaron, y haz que hagan con ellos misericordia los que los hubieran llevado cautivos; porque son tu pueblo y tu heredad, que tú sacaste de Egipto, de en medio del horno de hierro.

Que estén abiertos tus ojos a las oraciones de tu siervo y a la plegaria de tu pueblo, Israel, para oírlos en todo aquello en que te invoquen, pues que tú los separaste para ti, por heredad tuya, de entre todos los pueblos de la tierra, corno lo dijiste por medio de Moisés, tu siervo, cuando sacaste de Egipto a nuestros padres, ¡oh Señor, Yavé!”

Cuando hubo acabado Salomón de hacer esta oración y súplica, levantóse de delante del altar de Yavé, donde estaba arrodillado, y con las manos tendidas al cielo, puesto en pie, bendijo a toda la asamblea de Israel, diciendo: “Bendito Yavé, que ha dado el reposo a su pueblo, conforme a lo que él había dicho ninguna de las promesas hechas por medio de Moisés, su siervo, ha fallado. Que Yavé, nuestro Dios, sea con nosotros, como lo fue con nuestros padres; que no nos deje ni nos abandone, sino que incline nuestros corazones hacia El, para que marchemos por todos sus caminos y sigamos sus mandamientos, y sus leyes, y sus mandatos, los que El prescribió a nuestros padres. Que estas mis palabras y el objeto de mis súplicas estén delante de ti, día y noche presentes a Yavé, nuestro Dios, para que defienda la causa de su siervo y la de su pueblo Israel, en todo tiempo; para que todos los pueblos de la tierra sepan que Yavé es Dios y no hay otro.Que vuestro corazón sea todo para Yavé, nuestro Dios, como lo es hoy, para seguir sus leyes y guardar sus mandamientos.

El rey y todo Israel ofrecieron sacrificios a Yavé. Salomón inmoló veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas en sacrificios eucarísticos que ofreció a Yavé. Así hizo el rey, y con él todos los hijos de Israel, la dedicación del templo. Aquel día consagró el rey el atrio que está delante de la casa de Yavé, pues ofreció allí holocaustos y ofrendas y los sebos de los sacrificios eucarísticos, porque el altar de bronce que hay delante de Yavé era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas y los sebos de los sacrificios eucarísticos.

Celebró entonces la fiesta, y todo Israel con él. Una gran muchedumbre venida de todas partes, desde Jamat hasta el torrente de Egipto, se reunió ante Yavé, nuestro Dios, durante siete días.

El día octavo despidió al pueblo, y ellos bendijeron al rey yéndose cada uno a su morada, alegre y lleno de gozo el corazón por todos los beneficios que Yavé había hecho a David, su siervo, y a su pueblo, Israel.

 

Capítulo 9 Segunda aparición de Yavé (1-28)

Cuando hubo acabado Salomón la casa de Yavé, la casa real y todo cuanto se había propuesto hacer, se apareció Yavé por segunda vez a Salomón, como se le había aparecido en Gabaón, y le dijo: “He oído tu oración, el ruego que has hecho ante mí. He santificado esa casa que has edificado, para poner en ella mi nombre para siempre, y en ella estarán siempre mis ojos y mi corazón. Si andas en mi presencia, como anduvo David, tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo cuanto yo te he mandado y guardando mis leyes y mandamientos, yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como se lo prometí a David, tu padre, diciendo: No faltará de ti varón en el trono de Israel.Pero si os apartáis de mí vosotros y vuestros hijos, si no guardáis mis mandamientos, mis leyes, las que yo os he prescrito, y os vais tras dioses ajenos para servirlos y prosternaros ante ellos, yo exterminaré a Israel de la tierra que le he dado y echaré lejos de delante de mí esta casa, que he consagrado a mi nombre, e Israel será el sarcasmo y la burla de todos los pueblos.Y esta casa será una ruina, y cuantos pasen cerca de ella se quedarán pasmados y silbarán. Se dirá: ¿Por qué ha tratado así Yavé a esta tierra y esta casa? Y responderán: Porque abandonaron a Yavé, su Dios, que sacó de la tierra de Egipto a sus padres, y se ligaron a otros dioses, prosternándose ante ellos y sirviéndolos. Por eso ha hecho venir Yavé sobre ellos todo este mal.”

Ciudades edificadas por Salomón

Al cabo de veinte años de haber edificado Salomón las dos casas, la casa de Yavé y la casa real, para las cuales Hiram, rey de Tiro, había mandado a Salomón madera de cedro y de ciprés y cuanto oro quiso, dio Salomón a Hiram veinte ciudades en tierra de Galilea. Salió Hiram de Tiro para ver las ciudades que le daba Salomón; y, no gustándole, dijo: “¿Qué ciudades me has dado, hermano?” Y las llamó tierras de Cabul, nombre que tienen todavía hoy. Había mandado Hiram a Salomón ciento veinte talentos de oro.

He aquí cómo se reguló el servicio personal impuesto por el rey Salomón a los hombres cuya leva hizo para edificar la casa de Yavé y su propia casa, el terraplén y las murallas de Jerusalén, y, además, Jasor, Megiddo y Guezer.Había subido el Faraón, rey de Egipto, y, apoderándose de Guezer, la había incendiado, matando a los cananeos que habitaban la ciudad. Después se la dio en dote a su hija, la mujer de Salomón; y Salomón edificó a Guezer, Bet-Horón de abajo,Balaat y Tamar, en el desierto del mediodía; todas las ciudades de almacenes, que le pertenecían, y las destinadas a los carros y a la caballería, y todo cuanto quiso Salomón edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.

Toda la gente que había quedado de los amorreos, de los jeteos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos, que no pertenecían al pueblo de Israel; sus descendientes que habían quedado después de ellos en la tierra, y que los hijos de Israel no habían podido dar al anatema, los obligó Salomón a prestación personal como lo están hoy;no empleó Salomón corno tales a los hijos de Israel, que eran sus hombres de guerra, sus servidores, sus jefes, sus oficiales y los comandantes de sus carros y su caballería. Los jefes que Salomón puso al frente de las obras eran quinientos cincuenta, encargados de vigilar a los trabajadores.

La hija de Faraón subió de la ciudad de David a la casa que Salomón le había edificado. Entonces fue cuando se hizo el terraplén.

Tres veces cada año ofrecía Salomón holocaustos y sacrificios pacíficos sobre el altar que él edificó a Yavé, y quemaba perfumes sobre el que estaba delante de Yavé. El acabó toda la casa.

Construyó también Salomón naves en Asiongaber, que está junto a Elat, en la costa del mar Rojo, en la tierra de Edom; y mandó Hiram para estas construcciones a sus siervos, diestros marineros, con los siervos de Salomón, y fueron hasta Ofir, y trajeron de allí oro, cuatrocientos veinte talentos, que llevaron al rey Salomón.

 

Capítulo 10 La reina de Saba visita a Salomón (1-29)

Llegó a la reina de Saba la fama que para gloria de Yavé tenía Salomón, y vino para probarle con enigmas. Llegó a Jerusalén con muy numeroso séquito y con camellos cargados de aromas, de oro en gran cantidad y de piedras preciosas. Vino a Salomón y le propuso cuanto quiso proponerle; y a todas sus preguntas respondió Salomón, sin que hubiera nada que el rey no pudiera explicarle. La reina de Saba, al ver la sabiduría de Salomón, la casa que había edificado, los manjares de su mesa y las habitaciones de sus servidores, sus cometidos y los vestidos que vestían, los de los coperos, y los holocaustos que se ofrecían en la casa de Yavé, fuera de sí, dijo al rey: “Verdad es cuanto en mi tierra me dijeron de tus cosas y de tu sabiduría. Yo no lo creía antes de venir y haberlo visto con mis propios ojos. Pero cuanto me dijeron no es ni la mitad. Tienes más sabiduría y prosperidad que la fama que a mí me había llegado. Dichosas tus gentes, dichosos tus servidores, que están siempre ante ti y oyen tu sabiduría. Bendito Yavé, tu Dios, que te ha hecho la gracia de ponerte sobre el trono de Israel. Por el amor que Yavé tiene siempre a Israel, te ha hecho su rey para que hagas derecho y justicia.”

Dio al rey ciento veinte talentos de oro, una gran cantidad de aromas y de piedras preciosas. No se vieron nunca después tantos aromas como los que la reina de Saba dio al rey Salomón. Las flotas de Hiram que traían el oro de Ofir trajeron también de Ofir gran cantidad de madera de sándalo y de piedras preciosas. Con la madera de sándalo hizo el rey las balaustradas de la casa de Yavé y de la casa del rey y arpas y salterios para los cantores. No vino después nunca más madera de ésta y no se ha vuelto a ver hasta hoy. El rey Salomón dio a la reina de Saba todo cuanto ella deseó y le pidió, haciéndole, además, presentes dignos de un rey como Salomón. Después se volvió ella a su tierra con sus servidores.

Riquezas y fama de Salomón

El peso de oro que cada año llegaba a Salomón era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro, además del que como tributo recibía de los grandes y pequeños mercaderes, de los príncipes de los beduinos y de los intendentes de la tierra.

Hizo también el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales empleó seiscientos siclos de oro, y otros trescientos escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales empleó tres minas de oro, y los puso en la casa “Bosque del Líbano.”

Hizo también el rey un gran trono de marfil, que cubrió con láminas de oro purísimo. Seis gradas tenía el trono, y el respaldo era arqueado, y tenía dos brazos, uno a cada lado del asiento, y junto a los brazos dos leones, y doce leones en las gradas, uno a cada lado de cada una de ellas. No se ha hecho nada semejante para rey alguno.

Todas las copas del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa “Bosque del Líbano” era de oro macizo. No había nada de plata; no se hacía caso alguno de ésta en tiempos de Salomón, porque el rey tenía en el mar naves de Tarsis con las de Hiram, y cada tres años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavones.

Fue el rey Salomón más grande que todos los reyes de la tierra por las riquezas y la sabiduría. Todo el mundo buscaba ver a Salomón para oír la sabiduría que había puesto Yahvé en su corazón; y todos le llevaban presentes, objetos de plata, de oro; vestidos, aromas, caballos y mulos, y todos los años era lo mismo.

Salomón comercia en caballos y en carros

Reunió carros y caballos. Tenía mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, que puso en las ciudades donde tenía los carros, y en Jerusalén, cerca del rey. El rey hizo que en Jerusalén abundara la plata como las piedras, y los cedros fueron tan numerosos como los sicómoros que crecen en el llano. Los caballos los traía de Musri y de Coa; una caravana de comerciantes del rey los compraba a un precio determinado; un tiro de carro venía a costar, al salir de Musri, seiscientos siclos de plata, y un caballo, ciento cincuenta siclos. Traíanlos también al mismo tiempo para los reyes de los jeteos y los de Siria

Capítulo 11 Las mujeres extranjeras (1-43)

 

El rey Salomón, además de la hija del Faraón, amó a muchas mujeres extranjeras, moabitas, amonitas, edomitas, sidonias y jeteas, de las naciones de que había dicho Yavé a los hijos de Israel: “No entréis a ellas, ni entren ellas a vosotros, porque de seguro arrastrarán vuestros corazones tras sus dioses”. A éstas, pues, se unió Salomón con amor.Tuvo setecientas mujeres de sangre real y trescientas concubinas, y las mujeres torcieron su corazón.

Cuando envejeció Salomón, sus mujeres arrastraron su corazón hacia los dioses ajenos; y no era su corazón enteramente de Yavé, su Dios, como lo había sido el de David, su padre; y se fue Salomón tras de Astarté, diosa de los sidonios, y tras de Milcom, abominación de los amonitas; e hizo Salomón el mal a los ojos de Yavé, y no siguió enteramente a Yavé, como David, su padre.

Entonces edificó Salomón, en la montaña que está frente a Jerusalén, un excelso a Camos, abominación de Moab, y a Milcom, abominación de los hijos de Amón; y de modo semejante hizo para todas sus mujeres extranjeras, que allí quemaban perfumes y sacrificaban a sus dioses.

Irritóse Yavé contra Salomón porque había apartado su corazón de Yavé, Dios de Israel, que se le había aparecido dos vecesy le había mandado, cuanto a esto, que no se fuese tras los dioses ajenos; pero él no siguió lo que Yavé le había mandado. Yavé dijo a Salomón: “Pues que así has obrado y has roto mi alianza y las leyes que yo te había prescrito, yo romperé de sobre ti tu reino y se lo entregaré a un siervo tuyo.No lo haré, sin embargo, en tus días, por amor de David, tu padre; lo arrancaré de las manos de tu hijo.Ni le arrancaré tampoco todo el reino, sino que dejaré a tu hijo una tribu por amor de David, mi siervo, y por amor de Jerusalén, que yo he elegido.”

Enemigos de Salomón

Suscitó Yavé a Salomón un enemigo, Hadad, idumeo, de la sangre real de Edom.Cuando David batió a Edom, Joab, jefe del ejército, subió para enterrar a los muertos y mató a todos los varones de Edom, quedándose con todo Israel durante seis meses en Edom, hasta exterminar a todos los varones. Entonces Hadad, con algunos edomitas, siervos de su padre, huyó para refugiarse en Egipto, siendo todavía muchacho. Partiendo de Madián, se fueron a Parán, y, uniéndose allí algunos de Paran, llegaron a Egipto, junto al Faraón, rey de Egipto. El Faraón dio a Hadad una casa, proveyó a su subsistencia y le dio tierras. Fue Hadad muy grato al Faraón, que le dio por mujer a Ano, hermana mayor de su mujer, hermana de la reina Tafnes. La hermana de Tafnes le dio su hijo Guenubat, a quien Tafnes educó en la casa del Faraón, estando en ella Guenubat como un hijo del Faraón. Cuando supo Hadad, en Egipto, que David se había dormido con sus padres y que Joab, jefe del ejército, había muerto, dijo al Faraón: “Déjame ir a mi tierra”; y el Faraón le respondió: “¿Qué te falta cerca de mí, para que quieras irte a tu tierra?” Y él contestó: “Nada me falta, pero déjame ir.” Hadad se volvió a su casa. Este fue el mal que hizo Hadad, que odiaba a Israel y se alzó rey de Edom.

Suscitó Dios a Salomón otro enemigo, Rezón, hijo de Eliada, que había huido de su señor Hadadezer, rey de Soba. Reunió gente y se hizo jefe de banda cuando David derrotó a las tropas arameas. Fuese entonces a Damasco y la conquistó y reinó en Damasco, siendo enemigo de Israel todo el tiempo de la vida de Salomón. Al mismo tiempo que Hadad, le hacía el mal que podía, porque aborrecía a Israel y reinaba en Siria.

También Jeroboam, siervo de Salomón, se alzó contra el rey. Era hijo de Nabat, efrateo, de Sereda, siervo de Salomón, y tenía por madre a una viuda llamada Sarva. He aquí la ocasión de alzarse contra el rey: estaba Salomón construyendo el terraplén para rellenar la depresión que había en la ciudad de David, su padre.Jeroboam era hombre muy capaz y fuerte, y, habiéndole visto Salomón a la obra, dio al joven el mando de todas las gentes de trabajo de la casa de José.

Ajías predice a Jeroboam que reinará sobre Israel

Por aquel tiempo salió Jeroboam de Jerusalén y le encontró el profeta Ajías, de Silo. Iba éste cubierto con un manto nuevo, y estaban los dos solos en el campo. Ajías cogió el manto nuevo que llevaba sobre sí, lo partió en doce pedazos y dijo a Jeroboam: “Toma diez trozos, porque así habla Yavé, Dios de Israel: Voy a rasgar el reino en manos de Salomón y a darte a ti diez tribus. El tendrá una tribu, por amor de David, mi siervo, y de Jerusalén, que yo he elegido entre todas las tribus de Israel. Porque me han abandonado y se han prosternado ante Astarté, diosa de los sidonios; ante Camos, dios de Moab, y ante Milcom, dios de los hijos de Ammón. No han marchado por mis caminos, haciendo lo que es bueno a mis ojos y guardando mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, su padre. No quitaré de sus manos el reino, pues mantendré su reinado todos los días de su vida por amor a David, mi siervo, a quien elegí yo y que guardó mis mandamientos y mis leyes. Pero quitaré el reino de las manos de su hijo y te daré a ti diez tribus, dejando a su hijo una tribu, para que David, mi siervo, tenga siempre una lámpara ante mí en Jerusalén, la ciudad que yo he elegido para poner allí mi nombre.A ti te tomaré yo; dominarás sobre cuanto tu corazón desea y serás rey de Israel. Si me obedeces en cuanto yo te mande y sigues mis caminos, mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, mi siervo, yo seré contigo y te edificaré casa estable, como se la edifiqué a David, y te daré Israel.Humillaré a la descendencia de David, mas no por siempre.”

Salomón procuró dar muerte a Jeroboam; pero Jeroboam huyó, refugiándose en Egipto, cerca de Sesac, rey de Egipto, hasta la muerte de Salomón. Lo demás de los hechos de Salomón, de lo que hizo y de su sabiduría, ¿no está escrito en el libro de los hechos de Salomón?Reinó Salomón en Jerusalén cuarenta años sobre todo Israel, y luego se durmió con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David, su padre. Le sucedió Roboam, su hijo.