web counter

cristoraul.org

CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO

EL LIBRO DE NEHEMIAS

Capítulo 1
Plegaria de Nehemías por los hijos de Israel
   
1
Palabras de Nehemías, hijo de Helcías:En el mes de Casleu del año veinte, estando yo en Susa, en la capital,
2
llegaron de Judá Jananí y uno de mis hermanos con algunos otros. Yo les pregunté por los judíos que habían sido libertados, los restos de la cautividad y por Jerusalén.
3
Ellos me respondieron: “Los restos de la cautividad están en la provincia en gran miseria y afrenta. Las murallas de Jerusalén están todavía en ruinas, y sus puertas quemadas por el fuego.”
4
Cuando oí esto sentéme y lloré, y estuve por muchos días desolado. Ayuné y oré ante el Dios de los cielos,
5
diciendo: “Ruégote, Yavé, Dios de los cielos, Dios grande y terrible, que guardas tu alianza y haces misericordia con los que te aman y guardan tus mandatos:
6
Que esté atento tu oído y abiertos tus ojos para escuchar la oración que tu siervo te dirige ahor, día y noche, por tus siervos los hijos de Israel, confesando los pecados de Israel, nuestros pecados contra ti, porque yo y la casa de mi padre hemos pecado,
7
te hemos ofendido y no hemos guardado los mandamientos, las leyes y los preceptos que tú prescribiste a Moisés, tu siervo.
8
Acuérdate de estas palabras que tú mandaste decir a Moisés, tu siervo: Si pecareis, Yo os dispersaré entre los pueblos;
9
pero si os volvéis a mí y guardáis mis mandamientos y los ponéis por obra, aunque hubiereis sido desterrados a los confines de la tierra, de allí os reuniré yo y os volveré al lugar que he elegido para hacer residir en él mi nombre.
10
Son tus siervos, son tu pueblo, que redimiste tú con tu gran poder y tu fuerte mano,
11
¡Oh Señor! Que esté atento tu oído a la plegaria de tu siervo y a la de los siervos tuyos que desean temer tu nombre. Concede ahora próspero suceso a tu siervo y haz que halle yo gracia a los ojos de este hombre”; pues servía yo entonces de copero al rey.
Capítulo 2
Artajerjes da permiso a Nehemías para ir a reedificar a Jerusalén
   
1
En el mes de Nisán del año veinte del rey Artajerjes, estando ya el vino delante de él, tomé el vino y se lo ofrecí al rey. Jamás había yo aparecido triste en su presencia,
2
pero aquel día me dijo: “¿Por qué estás con tan mala cara? Enfermo no estás; no puede ser, pues, sino alguna pena de tu corazón.” Yo entonces me atemoricé sobremanera,
3
y respondí al rey: “¡Viva el rey eternamente! ¿Cómo no va a estar triste mi rostro cuando la ciudad donde están los sepulcros de mis padres está en ruinas, y quemadas por el fuego sus puertas?”
4
Y me dijo el rey: “¿Qué es lo que quieres?” Yo, rogando al rey de los cielos,
5
respondí al rey: “Si al rey le pareciera bien y hallara gracia tu siervo ante ti, que me mandaras a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, para reedificarla”
6
El rey, a cuyo lado estaba sentada la reina, me dijo: “¿Cuánto durará tu viaje?¿Cuándo estarás de vuelta?” Plugo al rey dejarme partir, y yo le señalé tiempo.
7
Después dije al rey: “Si al rey le parece bien, que se me den cartas para los gobernadores del otro lado del río, para que me permitan pasar y entrar en Judá;
8
y otra carta para Asaf, guardabosques del rey, para que me facilite maderas y viguería para las puertas de la ciudadela vecina a la casa, para las murallas de la ciudad para la casa que yo he de habitar.” Dióme el rey estas cartas pues la buena mano de mi Dios estaba sobre mí.
   
 
Llegada a Jerusalén
   
9
Presénteme a los gobernadores del otro lado del río y les entregué las cartas del rey, que había hecho que me acompañasen dos jefes del ejército y alguna gente de a caballo.
10
Cuando lo supieron Sambalat, joronita, y Tobías, siervo amonita, disgustóles en extremo que viniese un hombre para procurar el bien de los hijos de Israel.
11
Llegué a Jerusalén y estuve allí tres días; pasados los cuales,
12
me levanté de noche con algunos hombres, sin decir a nadie lo que mi Dios me había puesto en el corazón hacer por Jerusalén. No llevaba conmigo bestia alguna de carga; sólo mi propia cabalgadura.
13
Salí de noche por la puerta del Valle y me dirigí hacia la fuente del Dragón y la puerta del Muladar, mirando las murallas de Jerusalén, en ruinas, y sus puertas, consumidas por el fuego.
14
Seguí a la puerta de la Fuente y al estanque del Rey, y no había por allí sitio por donde pasar la cabalgadura en que iba.
15
Subí, todavía de noche, por el torrente e inspeccioné la muralla. Luego volví a entrar por la puerta del Valle, estando así de vuelta.
16
Los magistrados no sabían adonde había ido y qué era lo que había hecho. Hasta entonces no había dicho nada a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los jefes, ni a los magistrados, ni a ninguno de los que llevaban la dirección de los negocios.
17
Entonces yo les dije: “Bien veis el lamentable estado en que nos hallamos. Jerusalén está destruida y sus puertas consumidas por el fuego. Vamos, pues, a reedificar las murallas de Jerusalén, y no estemos más en el oprobio.”
18
Les conté cómo la buena mano de mi Dios había estado sobre mí y las palabras que el rey me había dirigido; y entonces dijeron: “¡Andando, a edificarla!” Y tomaron resueltamente esta buena determinación.
19
Cuando lo supieron Sambalat, joronita; Tobías, siervo amonita, y Guesem, árabe, se burlaban de nosotros y nos menospreciaron. Nos dijeron: “¿Qué es lo que hacéis ahí? ¿Os rebeláis contra el rey?”
20

Y yo les di esta respuesta: “El Dios de los cielos nos hará salir con nuestra empresa. Nosotros, sus siervos, nos levantaremos y haremos la edificación. Vosotros no tenéis parte, ni derecho, ni recuerdos en Jerusalén.”

Capítulo 3
Reparación de las murallas de Jerusalén
   
1
Eliasib, sumo sacerdote, se levantó con sus hermanos los sacerdotes y edificaron la puerta de las Ovejas; la consagraron y pusieron las puertas, desde la torre de Meá hasta la torre de Jananeel.
2
A continuación de Eliasib edificaron los hombres de Jericó, y a continuación de éstos edificó Zacur, hijo de Irnn.
3
Los hijos de Sena edificaron la puerta del Pescado y la cubrieron, pusieron las puertas, los cerrojos, los goznes.
4
Al lado de ellos trabajó en las reparaciones Meremot, hijo de Urías, hijo de Acus, y al lado de éstos reconstruyó Mesulam, hijo de Berequías, hijo de Mesezabel; y al lado de éstos restauró Sadoc, hijo de Baana.
5
Inmediatos a ellos restauraron los tecuitas, aunque sus nobles no doblaron su cerviz al servicio de su señor.
6
La puerta Vieja la restauraron Joyada, hijo de Pasea, y Mesulam, hijo de Besodías; la ensamblaron y pusieron a las puertas sus cerrojos y sus goznes.
7
Junto a éstos reedificaron Melatías, gabaonita, y Jadón, meronotita; y los hombres de Gabón y Misfa trabajaron cerca del gobernador de este lado del río.
8
Junto a ellos trabajó Uziel, hijo de Jarayas, de los fundidores, y a su lado Ananías, de los perfumistas; reconstruyeron Jerusalém hasta la muralla ancha.
9
A continuación de éstos trabajó Refaías, hijo de Hur, jefe de la mitad del distrito de Jerusalém
10
A continuación trabajó enfrente de su casa Jedaya, hijo del Jaromaf, y a su lado Jatús, hijo de Jesabnia.
11
Otra porción de la muralla y la torre del horno fue reparada por Malquiya, hijo de Jarim, y Jasub, hijo de Pajat Moab.
12
A continuación de ellos trabajó con sus hijos Salum, hijo de Jalojes, jefe de la otra mitad del distrito de Jerusalén.
13
Janum y los habitantes de Zanoaj repararon la puerta del Valle, la edificaron; pusieron las puertas, los cerrojos y los goznes. Hicieron además mil codos de muralla, hasta la puerta del Muladar.
14
Malquiya, hijo de Recab, jefe del distrito de Bet Maquerem, reedificó la puerta del Muladar, poniendo sus puertas, sus cerrojos y sus goznes.
15
Salum, hijo de Col José, jefe del distrito de Misfa, reconstruyó la puerta de la Fuente, la levantó, la cubrió, puso las puertas con sus cerrojos y sus goznes. Construyó además el muro de la piscina de Siloé, cerca del jardín del rey, hasta la escalinata que baja de la ciudad de David.
16
Después de él, Nehemías, hijo de Azbuc, jefe de la mitad del distrito de Bet Sur, trabajó en las reparaciones hasta enfrente de los sepulcros de David, y hasta delante de la piscina, que había sido artísticamente construida, y hasta el cuartel.
17
Después de él trabajaron los levitas, Rehú, hijo de Bani y a su lado trabajaba Jasabías, jefe de la mitad del distrito de Queila.
18
Después de él sus hermanos, Bimú, hijo de Jenadad, jefe de la otra mitad del distrito de Queila;
19
y al lado de éste, Ezer, hijo de Josué, jefe de Misfa, reparó otra porción de la muralla frente al arsenal, hacia el ángulo.
20
Después de él, Baruc, hijo de Zabal, reparó otra porción, desde el ángulo hasta la entrada de la casa de Eliasib, sumo sacerdote.
21
Después de él reparó Meremot, hijo de Uría, hijo de Hacos, otra sección, desde la entrada de la casa de Eliasib hasta el extremo de ella.
22
Después de él trabajaron en la reparación los sacerdotes de la hoya del Jordán,
23
y después de ellos Benjamín y Asub, enfrente de sus casas. Después de éstos, Azarías, hijo de Maasías hijo de Ananía, reparó lo cercano a su casa.
24
Después de él Binuí, hijo de Jenadad, reparó otra sección, desde la casa de Azarías hasta la vuelta del ángulo.
25
Palal, hijo de Uzai, construyó lo de delante del ángulo y la torre que hay en el saliente, sobre lo alto del palacio real en el patio de la prisión. Después de él trabajó Padayas, hijo de Paros.
26
Los netineos que habitan el Ofel trabajaron hasta enfrente de la puerta de las Aguas, a oriente, y la torre en saliente.
27
Después de ellos los tecuitas repararon otra porción, frente a la gran torre en saliente, hasta el muro del Ofel.
28
A partir de la puerta de los Caballos, los sacerdotes trabajaron en la reparación, cada uno frente a su casa.
29
Después de ellos trabajó Sadoc, hijo de Immer, delante de su casa; y después de él Semeyas, hijo de Secanías, guarda de la puerta de Oriente.
30
Después de él reparó Jananías, hijo de Selemías, y Janún, hijo de Salaf, otra sección, y después de éste, Mesulam, hijo de Baraquías, reparó delante de su vivienda.
31
Después reparó Malaquías, de entre los orífices, hasta la casa de los netineos y de los comerciantes lo de frente a la puerta de Mifcad y hasta la cámara alta del ángulo.
32
Entre la cámara alta del ángulo y la puerta de las Ovejas trabajaron los orífices y los mercaderes.
   
 
Prosiguen los trabajos a pesar de los obstáculos
   
33
Cuando supo Sambalat que estábamos reconstruyendo la muralla, se enojó mucho y se encolerizó. Burlábase de los judíos,
34
diciendo ante sus hermanos y ante los soldados de Samaria: “¿Para qué trabajan estos impotentes judíos? ¿Acaso van a dejarlos hacer? ¿Van a sacrificar? ¿Van a terminar? ¿Van a resucitar las piedras enterradas bajo montones de escombros y consumidas por el fuego ?”
35
Y Tobías, el amonita, que estaba junto a él, decía: “Ya pueden edificar. Una zorra que con ellos se lance, derribará la muralla de piedra.”
36
Escucha, ¡oh Dios nuestro!, cuántos nos menosprecian, y haz que sus insultos recaigan sobre sus cabezas, y dalos al pillaje en una tierra de cautiverio.
37
No perdones su iniquidad y que no se borre delante de ti su pecado, porque injurian a los que están edificando.
38
Reedificamos, pues, la muralla, quedando del todo acabada hasta la mitad de su altura, y el pueblo se animó para el trabajo.
Capítulo 4
   
1
Pero Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Azoto se enfurecieron sobre manera al saber que la reparación de las murallas avanzaba y que comenzaban a cerrarse las brechas,
2
y todos a una se confabularon para venir a atacar a Jerusalén y hacer el daño posible.
3
Nosotros rogarnos a nuestro Dios, y pusimos una guardia que de día y de noche vigilara, para defendernos de sus ataques.
4
Sin embargo, Judá decía: “Ya faltan las fuerzas a los acarreadores, y el escombro es todavía mucho; no podemos acabar la muralla.”
5
Mientras que los enemigos decían: “Nada sabrán y nada verán hasta que lleguemos en medio de ellos y los matemos, y así haremos que cesen las obras.”
6
Los judíos que entre ellos habitaban, vinieron diez veces para advertirnos de todos los lugares de donde venían a nosotros.
7
Por eso puse detrás de las murallas al pueblo por familias, todos con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.
8
Fui a ver, y levantándome, dije a los jefes y a los magistrados y al resto del pueblo: “¡No los temáis! Acordaos del Señor, grande y terrible, y luchad por vuestros hermanos, por vuestros hijos y vuestras hijas, por vuestras mujeres y vuestras casas.”
9
Cuando supieron los enemigos que estábamos apercibido frustró Dios su consejo, y volvimos todos a continuar la muralla cada uno en su trabajo.
10
Desde entonces, la mitad de los míos trabajaba, y la otra mitad estaba sobre las armas con las lanzas los escudos, los arcos y las corazas. Los jefes estaban detrás de toda la casa de Judá.
11
Los que construían la muralla y los que cargaban y acarreaban las cargas, trab­jaban con una mano y tenían una arma en la otra;
12
todos, mientras trabajaban, tenían las espadas ceñidas a sus lomos. Yo tenía junto a mí al trompeta;
13
y dije a los jefes, a los magistrados y al resto del pueblo: “La obra es mucha y extensa y estamos en la muralla apartados, lejos unos de otros;
14
cuando oigáis, pues, la trompeta, reuníos, y nuestro Dios combatirá por nosotros.”
15
Seguimos, pues, trabajando en la obra, teniendo la mitad de nosotros la lanza en la mano desde el levantarse de la aurora hasta el salir de las estrellas.
16
Al mismo tiempo dije también al pueblo: “Que cada uno con su criado pase la noche en Jerusalén, haciendo así de noche centinela y trabajando de día en la obra”
17
Ni yo, ni mis hermanos, ni mis mozos, ni la gente de guardia que me seguía, nos desnudábamos, pues cada uno tenía su arma a la derecha.
Capítulo 5
Quejas del pueblo contra la codicia de los grandes. Intervención y desinterés de Nehemías
   
1
Alzáronse entre las gentes del pueblo y sus mujeres muchas quejas contra sus hermanos judíos.
2
Unos decían: “Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos y tendremos que venderlos por trigo para poder comer y vivir.”
3
Otros decían: “Tenemos que empeñar nuestros campos, nuestras viñas y nuestras casas por trigo a causa del hambre.”
4
Otros decían: “Hemos tenido que pedir a usura dinero sobre nuestros campos y nuestras viñas para pagar los tributos del rey;
5
nuestra carne es, sin embargo, como la carne de nuestros hermanos, y nuestros hijos son como sus hijos; pero tenemos que sujetar a servidumbre a nuestros hijos y a nuestras hijas, y algunas de nuestras hijas lo están ya, sin que tengamos con qué rescatarlas, por estar nuestras tierras y nuestras viñas en poder de otros.”
6
Yo me enojé en gran manera al oír estos clamores y estas quejas.
7
Pensando, resolví reprender a los grandes y a los magistrados, y les dije: “¡Cómo! ¿Prestáis a usura a vuestros hermanos?” Y reuní una gran asamblea contra ellos,
8
y dije: “Nosotros, según nuestras facultades, hemos rescatado a nuestros hermanos los judíos, vendidos a las gentes, ¿y ahora venderíais vosotros mismos a vuestros hermanos, y éstos serán vendidos a nosotros?” Callaron, no teniendo nada que responder.
9
Yo añadí: “Lo que hacéis no está bien. ¿No marcharéis en el temor de nuestro Dios, para no ser el oprobio de las gentes enemigas nuestras?”
10
“También yo, mis hermanos y mis servidores les hemos prestado dinero y trigo. Vamos a perdonarles lo que nos deben.
11
Devolvedles hoy mismo sus campos, sus viñas, sus olivares y sus casas, y restituidles el uno por ciento del dinero, del trigo, del vino y del aceite que les habéis exigido como interés.”
12
Ellos dijeron: “Se los devolveremos y no les exigiremos nada. Haremos como tú dices.” Llame entonces a los sacerdotes, y delante de ellos les hice jurar que harían así.
13
Yo sacudí mi manto, diciendo: “Que así sacuda Dios fuera de esta casa y de sus bienes al que no cumpla su palabra; y que así sea, el que tal haga, sacudido y vacío.” Y toda la asamblea respondió “Amén,” y alabaron a Yavé. El pueblo hizo conforme a esto.
14
Desde el día en que el rey me puso por gobernador de la tierra de Judea, del año veinte al año treinta y dos del rey Artajerjes, durante doce años ni yo ni mis hermanos habíamos vivido de las rentas del gobernador.
15
Antes de mí, los gobernadores anteriores abrumaban al pueblo, tomando de él pan y vino por valor de cuarenta siclos de plata, y sus servidores mismos oprimían al pueblo. Yo, por temor de Dios, no hice así.
16
Antes bien, he trabajado en la construcción de estas murallas, no hemos adquirido campo alguno y todos mis servidores a una estaban a la obra.
17
Tenía a mi mesa ciento cincuenta hombres, judíos y magistrados, a más de los que a nosotros venían de los pueblos de en derredor.
18
Cada día se me aderezaba un buey, seis ovejas elegidas y aves, y cada diez días vino en abundancia. A pesar de esto, yo no he reclamado los derechos de gobernador, porque la servidumbre del pueblo era grave.
19
Acuérdate de mí para bien, Dios mío, y de cuanto yo hice por este pueblo.
Capítulo 6
Nuevas dificultades
   
1
Todavía no había acabado yo de poner las puertas, cuando Sambalat, Tobías, Guesem, el árabe, y los otros enemigos nuestros supieron que había reconstruido la muralla sin que ya quedara brecha, aunque todavía no se habían puesto las hojas de las puertas.
2
Entonces Sambalat y Guesem mandaron a decirme: “Ven, y entrevistémonos en los pueblos del valle del Ono.” Ellos tenían pensado hacerme mal.
3
Yo les mandé emisarios, diciendo: “Estoy ocupado en la grande obra, y no puedo ir, porque tendría que interrumpirla para verme con vosotros.”
4
Por cuatro veces me pidieron lo mismo, y siempre les di la misma respuesta.
5
La quinta vez me mandó Sambalat el mismo mensaje por medio de un servidor suyo, que traía en la mano una carta abierta.
6
En ella estaba escrito: “Corre entre las gentes el rumor de que tú y los judíos pensáis rebelaros, y que con este fin construís las murallas. Tú vas a ser, según se dice, su rey,
7
y tienes ya profetas que prediquen de ti por Jerusalén, diciendo: “Rey en Judá.” Esto seguramente llegará a oídos del rey. Ven, pues, y hablemos.”
8
Entonces yo le mandé a decir: “No hay nada de lo que dices; eres tú quien lo inventas”
9
Pues todos querían asustarnos, creyendo que así dejaríamos los trabajos; por eso yo me di a la obra con más ardor todavía.
10
Fui luego en secreto a casa de Semeyas, hijo de Delayas, hijo de Metabeel, que estaba impedido, y me dijo: “Vamos juntos a la casa de Dios, y cerraremos las puertas del templo, porque van a venir a matarte; esta noche vendrán a darte muerte”
11
Yo le contesté: “¿Huir un hombre como yo? ¿Un hombre como yo entrar en el templo para salvar la vida? No entraré.”
12
Entonces conocí que no era Dios quien le enviaba, sino que me aconsejaba esto porque Sambalat y Tobías le habían agnado con dinero,
13
y creían que así yo me atemorizaría y seguiría su consejo, cometiendo un pecado que podrían aprovechar para infamarme y cubrirme de oprobio.
14
Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sambalat y de sus obras. Acuérdate también de Naadía la profetisa, y de los otros profetas que procuraban atemorizarme.
15
La muralla quedó terminada el día veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días;
16
y cuando todos nuestros enemigos lo supieron, todas las gentes que habitaban en torno nuestro entraron en temor y experimentaron una gran humillación, teniendo que reconocer que la obra se había llevado a cabo por la voluntad de Dios.
17
Había también entonces grandes de Judá que mandaban frecuentemente cartas a Tobías,y las recibían de éste,
18
pues muchos de Judá se habían conjurado con él, por ser yerno de Secanías, hijo de Araí, y haber tomado su hijo Jojanán por mujer la hija de Mesulam, hijo de Baraquías.
19
Hablaban bien de él en mi presencia y le iban a contar lo que yo decía, y Tobías escribía sus cartas con el fin de atemorizarme.
Capítulo 7
Censo de los israelitas que volvieron a la tierra de Judá con Zorobabel
   
1
Cuando estuvo terminada la muralla y hube puesto las puertas, hice la revisión de los porteros, los cantores y los levitas.
2
Di mis órdenes a Jananí, mi hermano, y a Jananías, jefe de la ciudadelas de Jerusalén, hombre superior a muchos por su fidelidad y por su temor de Dios,
3
y les dije: “Las puertas de Jerusalén no han de abrirse hasta que caliente el sol, y se cerrarán, echando los cerrojos en presencia vuestras, y los habitantes de Jerusalén harán la guardia cada uno en su puesto delante de su casa.”
4
La ciudad era espaciosa y grande, pero estaba poco poblada y había muchas casas sin reedificar.
5
Mi Dios me puso en el corazón reunir a los grandes, a los magistrados y al pueblo para hacer el censo. Hallé un registro genealógico de los primeros que habían vuelto, y vi escrito en él lo siguiente:
6
“Estos son los hijos de la provincia (Judea) que subieron del destierro, los que había llevado cautivos Nabucodonosor, rey de Babilonia, y volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad.
   
 
Lista de las familias que volvieron con Zorobabel
   
7
Partieron con Zorobabel: Josué, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigbaí, Nahúm y Baana. Número de los hombres del pueblo de Israel:
8
Hijos de Paros, dos mil ciento setenta y dos.
9
Hijos de Sefatías, trescientos sesenta y dos.
10
Hijos de Araf, seiscientos cincuenta y dos.
11
Hijos de Pajat Moab, de los hijos de Josué y de Joab, dos mil ochocientos dieciocho,
12
Hijos de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro.
13
Hijos de Zatu, ochocientos cuarenta y cinco.
14
Hijos de Zacai, setecientos sesenta.
15
Hijos de Baní, seiscientos cuarenta y ocho.
16
Hijos de Bebaí, seiscientos veintiocho.
17
Hijos de Azgad, dos mil trescientos veinti­dós.
18
Hijos de Adonicam, seiscientos sesenta y siete.
19
Hijos de Bigbaí, dos mil se­senta y siete.
20
Hijos de Adín, seiscientos cincuenta y cinco.
21
Hijos de Ater de Jejisquía, noventa y ocho.
22
Hijos de Jasún, trescientos veintiocho.
23
Hijos de Besai, trescientos veinticuatro.
24
Hijos de Jarif, ciento doce.
25
Varones de Gabaón, noventa y cinco.
26
Varones de Betlehem y de Netofá, ciento ochenta y ocho
27
Varones de Anatot, ciento veintiocho.
28
Varones de Betazmavet, cuarenta y dos.
29
Varones de Quiriat-Yerarim, Quefira y Beerot, setecientos cuarenta y tres
30
Varones de Rama y Gabba, seiscientos veintiuno.
31
Varones de Micmas, ciento veintidós.
32
Varones de Bétel y de Hai, ciento veintitrés.
33
Hijos de Nebo, de Magbis, cincuenta y dos,
34
Hijos de la otra Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro.
35
Hijos de Jarim, trescientos veinte.
36
Varones de Jericó, trescientos cuarenta y cinco.
37
Varones de Lod, de Jadid y Ono, setecientos veintiuno.
38
Hijos de Senaa, tres mil novecientos treinta.
39
Sacerdotes: Hijos de Idayas, de la casa de Josué, novecientos setenta y tres.
40
Hijos de Immer, mil cincuenta y dos.
41
Hijos de Pasjur, mil doscientos cuarenta y siete.
42
Hijos de Jarim, mil diecisiete.
43
Levitas: Hijos de Jesúa, de Cadmiel, de Baní, de Hodavías, setenta y cuatro.
44
Cantores: Hijos de Asaf, ciento cuarenta y ocho.
45
Porteros: Hijos de Salum, hijos de Ater, hijos de Talmán, hijos de Acub, hijos de Jatita, hijos de Sobaí, ciento treinta y ocho.
46
Netineos: Hijos de Sija, hijos de Jasufa, hijos de Tabaot,
47
hijos de Queros, hijos de Sia, hijos de Padón,
48
hijos de Lebana, hijos de Jegaba, hijos de Acub, hijos de Jabag, hijos de Salmeí,
49
hijos de Janón, hijos de Guedel, hijos de Gajar;
50
hijos de Rehaya, hijos de Rasín, hijos de Necada,
51
hijos de Gasam, hijos de Uza, hijos de Fasea,
52
hijos de Besaí, hijos de Asna, hijos de Mehunim, hijos de Nefisim,
53
hijos de Bacbuc, hijos de Jacufa, hijos de Jarjur,
54
hijos de Basut, hijos de Mejidas, hijos de Jarsa,
55
hijos de Barcos, hijos de Sisera, hijos de Temaj,
56
hijos de Nesiaj, hijos de Jatifa.
57
Hijos de los siervos de Salomón: hijos de Sotaí, hijos de Hasoforet, hijos de Perida,
58
hijos de Jaala, hijos de Darcón, hijos de Guidel,
59
hijos de Sefatías, hijos de Jatil, hijos de Poqueret-Asebasim, hijos de Ammón.
60
Todos los netineos e hijos de los siervos de Salomón, trescientos noventa y dos.
61
Estos son los que subieron de Telmelaj, Teljarsa, Querub Addón e Immer, y no pudieron probar la casa de sus padres ni su linaje, y si eran de Israel:
62
hijos de Delayas, hijos de Tobías, hijos de Necoda, seiscientos cuarenta y dos.
63
Y de los sacerdotes, hijos de Abaías, hijos de Hacos, hijos de Barzilai, que tomó mujer de las hijas de Barzilai, galadita, y se llamó con el nombre de ellas.
64
Estos buscaron su registro en las genealogías, y no se halló, y fueron privados del sacerdocio,
65
y les mandó el Tirsata que no comiesen de las cosas santas hasta que hubiese sacerdote con urim y tummim.
66
La comunidad toda era de cuarenta y dos mil trescientos sesenta,
67
sin contar sus siervos y siervas, que eran siete mil trescientos treinta y siete, habiendo entre ellos doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras. Sus caballos eran setecientos treinta y seis; sus mulos, doscientos cuarenta y cinco;
68
sus ca­mellos, cuatrocientos treinta y cinco, y sus asnos, seis mil setecientos veinte.
69
Algunos de los príncipes de las familias dieron para las obras. El Tirsata dio para el tesoro mil dáricos de oro, cincuenta tazones y treinta vestiduras sacerdotales;
70
y de los príncipes de las familias dieron para el tesoro de la obra veinte mil dáricos de oro y dos mil doscientas minas de plata;
71
y lo que dio el resto del pueblo fueron veinte mil dáricos de oro, dos mil minas de plata y sesenta y siete vestiduras sacerdotales.
72

Habitaron los sacerdotes, los levitas, los cantores, los porteros, los netineos y todo Israel en sus ciudades. Llegado el séptimo mes ya estaban los hijos de Israel en sus ciudades.

Capítulo 8
Esdras lee al pueblo el libro de la Ley
   
1
Llegado el séptimo mes, los hijos de Israel estaban ya en sus ciudades; y entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se reunió en la plaza que hay delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que llevase el libro de la Ley de Moisés, dada por Yavé.
2
Esdras el sacerdote llevólo ante la asamblea, compuesta de hombres y mujeres, de cuantos eran capaces de entenderla. Era esto el día primero del mes séptimo.
3
Esdras estuvo leyendo el libro desde la mañana hasta la tarde en la plaza que hay delante de la puerta de las Aguas, y todo el pueblo seguía con atención la lectuira del libro de la Ley.
4
Estaba Esdras, escriba, sobre un estrado de madera que se alzó con esta ocasión; y estaban junto a él, a su derecha, Matatías, Semeyas, Ananías, Urías, Helcías y Maasías, y a su izquierda, Jssdaya, Misael, Malquiya, Asum, Jasbadana, Zacarías y Mesulam.
5
Abrió Esdras el libro, viéndolo todos, por estar él más alto que todo el pueblo, y todo el pueblo estaba atento.
6
Bendijo entonces Esdras a Yavé, Dios grande, y todo el pueblo alzando las manos, respondió: “Amén, amén”; y, postrándose, adoraron a Yavé rostro a tierra.
7
Josué, Bani, Serebías, Janún, Acub, Sebtaí, Odias, Maasías, quelita, Azarías, Josabad, Janán y Pelaya, levitas, explicaban la Ley al pueblo atento.
8
Leía el libro de la Ley de Dios clara y distintamente, entendiendo el pueblo lo que se le leía.
9
Nehemías, gobernador; Esdras, sacerdote y escriba, y los levitas que hacían al pueblo la explicación, dijeron a todo el pueblo: “Hoy es día consagrado a Yavé, vuestro Dios; no os entristezcáis ni lloréis,” pues todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la Ley.
10
Y luego les dijo: “Id y comed manjares grasos, y bebed licores dulces, y mandad parte a los que no han preparado, pues hoy es día consagrado al Señor; y no os entristezcáis, porque la alegría de Yavé es vuestra fortaleza.”
11
Los levitas hacían callar al pueblo, diciendo: “Callad, que hoy es día santo, y no os entristezcáis.”
12
Fuese todo el pueblo a comer y a beber, y a enviar porciones, gozando de gran alegría, porque había entendido lo que se le había enseñado.
13
El segundo día, los jefes de familia de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas se reunieron con Esdras, escriba, para oir la explicación de las palabras de la Ley;
14
y hallaron que en la Ley que había dado Yavé por mano de Moisés estaba escrito que los hijos de Israel habitasen en cabañas en la solemnidad del mes séptimo,
15
y proclamaron esta publicación por todas las ciudades de Jerusalén, diciendo: “Subid a los montes y traed ramas de acebuche, ramas de arrayán, ramas de palmera y de todo árbol frondoso, para hacer las cabañas, como está mandado.”
16
Salió, pues, el pueblo todo, y, trayéndolas, hicieron cabañas, unos en sus terrados, otros en sus patios y en los atrios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas y en la plaza de la puerta de Efraím,
17
y todos los de la comunidad que volvieron de la cautividad hicieron cabañas y habitaron en ellas, cosa que no habían hecho los hijos de Israel desde los días de Josué, hijo de Nun, hasta entonces. Hubo gran alegría.
18
Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios cada día, desde el primero hasta el último. Celebraron la solemnidad siete días, y al octavo tuvieron gran asamblea, según lo prescrito.
Capítulo 9
Ayuno y confesión de los pecados del pueblo
   
1
El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de saco y cubiertos de polvo.
2
Ya la estirpe de Israel se había apartado de todos los extranjeros, y puestos en pie confesaron sus pecados y las iniquidades de sus padres.
3
En pie, cada uno en su lugar, se leyó en el libro de la Ley de Yavé, su Dios, cuatro veces en el día, y otras cuatro veces en el día confesaron y adoraron a Yavé.
4
Luego los levitas Josué, Baní, Gadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Baní y Quenani se levantaron sobre la grada de los levitas y clamaron en voz alta a Yavé, su Dios.
5
Dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jesabanías, Serebías, Odias, Sebanías y Patajya: “Levantaos, bendecid a Yavé, vuestro Dios, por los siglos de los siglos. Bendito sea su glorioso nombre sobre toda alabanza y bendición.”
   
PLEGARIA DE LOS LEVITAS
   
6
Tú, ¡oh Yavé!, eres único; tú hiciste los cielos y los cielos de los cielos y toda su milicia; la tierra y cuanto hay en ella; los mares y cuanto en ellos hay; tú das vida a todas las cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran.
7
Tú eres, ¡oh Yavé!, el Dios que eligiste a Abram, y le sacaste de Ur Casdim, y le diste el nombre de Abraham.
8
Hallaste fiel su corazón ante ti e hiciste con él alianza de darle la tierra del cananeo, del jeteo, del amorreo, del fereceo, del jebuseo y del guergueseo, de dársela a su descendencia, y cumpliste tu palabra, porque eres justo.
9
Tú miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto y oíste su clamor en el mar Rojo.
10
Tú obraste prodigios y maravillas contra el faraón, contra sus siervos y contra todo el pueblo de su tierra, porque sabías con cuánta crueldad los habían tratado, y engrandeciste tu nombre como lo es hoy.
11
Tú dividiste el mar ante ellos, y pasaron por en medio de él a pie enjuto, y a sus perseguidores los arrojaste a lo profundo, como cae una piedra en el abismo.
12
Tú en columna de nubes los guiaste de día, y en columna de fuego de noche, para alumbrar el camino que habían de seguir.
13
Tú descendiste sobre el monte Sinaí, y hablaste desde el cielo, y les diste juicios justos, leyes de verdad y mandamientos.
14
Tú les diste a conocer tu santo sábado, y por Moisés, tu siervo, les prescribiste mandamientos, preceptos y Ley.
15
Tú les diste en su hambre pan del cielo, y en su sed hiciste que el agua brotara de la roca. Tú les pusiste en posesión de la tierra que, alzando tu mano, prometiste darles.
16
Pero nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no guardaron tus mandamientos.
17
No quisieron oír, no se acordaron de las maravillas que tú habías hecho por ellos; antes, con dura cerviz y en rebelión, pensaron en elegir caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios de perdones, clemente y piadoso, tardo a la ira y de mucha misericordia, y no los abandonaste.
18
Y cuando se hicieron un becerro fundido y dijeron: He ahí tu Dios, que te ha sacado de Egipto, y cometieron grandes abominaciones,
19
tú, con todo, por tu mucha misericordia, no los abandonaste en el desierto, y la columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles en el camino por donde habían de ir.
20
Tú les diste tu buen espíritu, para enseñarlos, y no retiraste de su boca el maná, y les diste agua en su sed.
21
Los sustentaste por cuarenta años en el desierto, y nada les faltó, y no se envejecieron sus vestidos ni se hincharon sus pies.
22
Tú les diste reinos y pueblos y les distribuiste sus regiones, señalando a cada uno su porción y poseyeron la tierra de Seón, rey de Hesebón, y la tierra de Og, rey de Basán.
23
Tú multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los introdujiste en la tierra de que dijiste a sus padres que entrarían a poseerla.
24
Vinieron los hijos, y la poseyeron, y humillaste delante de ellos a los moradores de la tierra, entregándolos en sus manos, y a sus reyes, y a los pueblos de la tierra, para que hicieran con ellos lo que quisieran.
25
Y tomaron sus ciudades fuertes y su tierra pingüe, y heredaron casas llenas de toda suerte de bienes, cisternas hechas, viñas y olivares y muchos árboles frutales, y comieron y se hartaron y engordaron, y se deleitaron con tu gran bondad.
26
Pero te irritaron rebelándose contra ti, y echaron tu Ley a sus espaldas; y mataron a tus profetas, que los reprendían para convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones.
27
Los entregaste en manos de sus enemigos, que los afligieron; y clamaron a ti en el tiempo de su aflicción, y tú desde los cielos los oíste, y, según tus muchas misericordias, los libraste dándoles libertadores que los salvasen de las manos de sus enemigos.
28
Pero en cuanto quedaban en paz se volvían para hacer lo malo a tus ojos, y los dejaste en manos de sus enemigos, que los dominaban, y de nuevo convertidos clamaban otra vez a ti; y tú desde los cielos los oías y, según tus misericordias, los libraste muchas veces.
29
Los amonestaste para que se volviesen a tu Ley; pero ellos en su soberbia no escucharon tus mandamientos y pecaron contra tus juicios — los juicios que, si los sigue el hombre, vivirá —, y tuvieron hombros rebeldes, y endurecieron su cerviz y no obedecieron.
30
Los soportaste largos años, amonestándolos con tu espíritu, y no le dieron oídos. Y entonces los entregaste en manos de pueblos extraños;
31
pero, en tu gran misericordia, no los consumiste del todo ni los abandonaste, porque eres un Dios clemente y misericordioso.
32
Ahora, pues, Yavé, Dios nuestro, Dios grande, fuerte, terrible, que guardas la alianza y la misericordia, no tengas en poco todas las aflicciones que nos han alcanzado a nosotros, a nuestros reyes, príncipes, sacerdotes y profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.
33
Pero tú has sido justo en todo lo que sobre nosotros ha venido, tú has obrado justamente, mientras nosotros hicimos el mal
34
y nuestros reyes, príncipes, sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu Ley y no atendieron a tus mandamientos, a tus testimonios y a tus protestas;
35
y en su reino, en medio de los muchos bienes que les concediste en la espaciosa y pingüe tierra que les diste, no te sirvieron, no se convirtieron de sus malas obras;
36
y hoy somos siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen sus frutos y sus bienes.
37
Ella multiplica sus productos para los reyes que por nuestros pecados has puesto sobre nosotros, que se enseñorean de nuestros cuerpos, de nuestras bestias, conforme a su voluntad; y estamos en gran angustia.”
Capítulo 10
Renovación de la alianza
   
1
Por todo esto, nosotros hacemos hoy una fiel alianza y la escribimos, signada por nuestros príncipes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes.
2
Los que firmaron con sus sellos fueron: Nehemías el gobernador, hijo de Helcías; Sedecías,
3
Serayas Azarías, Jeremías,
4
Pasjur, Amarías, Malaquías,
5
Jatús, Sebanías, Maluc,
6
Jarín, Meremot, Obadías,
7
Daniel, Guinetón, Baruc,
8
Mesulam, Abías, Minyamín,
9
Maasías, Bilgai y Semeyas. Estos sacerdotes.
10
Levitas: Josué, hijo de Azanías; Binuí, de los hijos de Jenadad; Cadmiel
11
y sus hermanos; Sebanías, Odias, Quelita, Pelayas, Jonán,
12
Mica, Rejob, Jasabías,
13
Zacur, Serebías, Sebanías,
14
Odias, Baní y Beninu.
15
Cabezas del pueblo: Paros, Pajat-Moab, Elam, Zatu, Baní,
16
Buní, Azgab, Babai,
17
Adonías, Bigval, Adim,
18
Ater, Jelisquía, Azur,
19
Odias, Jasum, Besai,
20
Jarif, Anatot, Nebaí,
21
Magpías, Mesulam, Jezir,
22
Mesezabeel, Sadoc, Jadúa,
23
Pelatías, Janán, Ananías,
24
Hoseas, Jonanías, Jasub,
25
Halojes, Pilja, Sobec,
26
Rejum, Jesabna, Maaseas,
27
Ajías, Janán, Anán,
28
Maluc, Jarim, Baana.
29
Y el resto del pueblo, los sacerdotes y los levitas, porteros y cantores, los netineos y todos los que se habían apartado de los pueblos de la región volviendo a la Ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas y todos cuantos tenían conocimiento y discreción,
30
se adhirieron a sus hermanos sus príncipes, y convinieron en la protestación y el juramento de andar en la Ley de Dios, que dio por mano de Moisés, su siervo, y guardar y cumplir los mandamientos de Yavé, nuestro Señor, y sus juicios y preceptos;
31
de no dar nuestras hijas a los pueblos de aquella tierra, ni tomar sus hijas para nuestros hijos;
32
de no comprar nada en día de sábado, en día santificado, de las mercaderías y comestibles que en sábado trajesen a vender los pueblos de la tierra; de liberar la tierra el año séptimo y remitir toda deuda.
33
Impusimos, además, por ley la carga de contribuir cada año con un tercio de siclo para la obra de la casa de nuestro Dios,
34
para los panes de la proposición, para la ofrenda perpetua y para el holocausto continuo, el de los sábados, el de los novilunios y el de las solemnidades, para las santificaciones y sacrificios expiatorios por Israel y para toda la obra de la casa de nuestro Dios.
35
Echamos también suertes entre los sacerdotes, los levitas y el pueblo, sobre la ofrenda de la leña, y para traerla a la casa de nuestro Dios, en tiempos determinados cada año, para quemarla sobre el altar de Yavé, nuestro Dios, según está prescrito;
36
de traer cada año las primicias de nuestra tierra y las primicias de los frutos de nuestros árboles a la casa de Yavé, así como los primogénitos de nuestros hijos y de nuestras bestias, como está escrito en la Ley;
37
y de traer los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios;
38
de traer las primicias de nuestras masas y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, del vino, del aceite, a los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra a los levitas; y de que recibirían los levitas las décimas de nuestras labores en todas las ciudades.
39
De que estaría el sacerdote hijo de Arón con los levitas cuando los levitas recibieran el diezmo, y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro,
40
pues a las cámaras han de llevar los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino y del aceite, y allí han de estar los vasos del santuario y los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores, no abandonando la casa de nuestro Dios.
Capítulo 11
Nueva repartición de los habitantes en el territorio
   
1
Residían en Jerusalén los príncipes del pueblo, pera el resto del pueblo echó suertes para traer de cada uno de diez uno a Jerusalén, a la ciudad santa, quedando lo otros nueve en las ciudades.
2
Bendijo el pueblo a todos los que voluntariamente se prestaron a quedarse en Jerusalén.
3
Estos son los principales de la provincia que habitaron en Jerusalén. En las ciudades de Judá habitaba cada uno en su posesión. De Israel, de los sacerdotes, los levitas, los netineos y los hijos de los siervos de Salomón,
4
habitaron en Jerusalén hijos de Judá y hijos de Benjamín: Hijos de Judá: Ataya, hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalaleel, hijo de los hijos de Fares;
5
Maasías, hijo de Baruc, hijo de Coljose, hijo de Jayas, hijo de Adías, hijo de Joyarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloní.
6
Todos los hijos de Fares que moraron en Jerusalén fueron cuatrocientos setenta y ocho hombres fuertes.
7
Hijos de Benjamín: Salu, hijo de Mesulam, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colayas, hijo de Maasías, hijo de Itiel, hijo de Isaías,
8
y sus hermanos, valientes guerreros, novecientos veintiocho.
9
Joel, hijo de Zicri, era su prefecto, y Judas, hijo de Senuá, el segundo en la ciudad.
10
Sacerdotes: Jedayas, hijo de Joyarib; Joaquim,
11
Serayas, hijo de Helcías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitub, príncipe de la casa de Dios,
12
y sus hermanos, ocupados en el servicio de la casa, ochocientos veintidós; Adayas, hijo de Jerojam, hijo de Pelayas, hijo de Amsí, hijo de Zacarías, hijo de Pasjur, hijo de Malaquías,
13
y sus hermanos príncipes de las familias, doscientos cuarenta y dos. Amasai, hijo de Azarael, hijo de Azjai, hijo de Mesilemot, hijo de Immer,
14
y sus hermanos, hombres de gran vigor, ciento veintiocho, de los cuales era jefe Zabdiel, hijo de Guedolim.
15
Levitas: Semeyas, hijo de Jasub, hijo de Azricam, hijo de Jasabías, hijo de Buní;
16
Sabtaí y Jozabad, de los príncipes entre los levitas, sobrestantes de la obra exterior de la casa de Dios;
17
Matamas, hijo de Mica, hijo de Zabdí, hijo de Asaf, el primero, el que dirigía las alabanzas y la acción de gracias al tiempo de la oración; Bacbuquías, el segundo de entre sus hermanos; y Abda, hijo de Samúa, hijo de Galaad, hijo de Jedutún.
18
Todos los levitas en la ciudad santa fueron doscientos ochenta y cuatro.
19
Porteros: Acub, Taimán y sus hermanos, guardas de las puertas, ciento setenta y dos.
20
El resto de Israel, de los sacerdotes y de los levitas, en to­das las ciudades de Judá, cada uno en su heredad.
21
Los netineos habitaban en el Ofel, y sus jefes eran Sija y Guispa.
22
El jefe de los levitas en Jerusalén era Uzi, hijo de Baní, hijo de Jasabías, hijo de Matanías, hijo de Mica, de los cantores, hijos de Asaf, en la casa de Dios,
23
porque había acerca de ellos una ordenación especial del rey y se les había asignado un salario fijo por cada día.
24
Petayas, hijo de Mesezabeel, de los hijos de Zera, hijo de Judá, era comisario del rey para todos los negocios del pueblo.
25
En cuanto a las aldeas y sus tierras, alguno de los hijos de Judá habitaron en Cariatarbé y sus suburbios, en Dibón y los suyos y en Jacabseel y los suyos.
26
En Josuá, Molada, Betfale,
27
Hasar Sual, Bersabé y en sus aldeas;
28
en Siceleg y Mecana y sus aldeas;
29
en Enrimón, Sarea, Jarmut,
30
Zanoaj, Adulam y sus aldeas; en Laquis y sus tierras y en Azecá y sus aldeas. Habitaban desde Berseba hasta el valle de Hinnón.
31
Los hijos de Benjamín, desde Gueba, en Micmas, Aya, Bétel y sus aldeas;
32
en Antot, Nob, Ananía,
33
Jasor, Rama, Guitaim,
34
Jadid, Seboím, Nabalat,
35
Lod y Ono, en el valle de los Artesanos.
36
Hubo algunos levitas que se unieron a Benjamín, aunque pertenecían a los repartimientos de Judá.
Capítulo 12
Enumeración de los sacerdotes y levitas
   
1
Estos son los sacerdotes y levitas que subieron con Zorobabel, hijo de Saaltiel, y con Josué: Serayas, Jeremías, Esdras,
2
Amarías, Maluc, Jatus,
3
Secanías, Rejum, Meremot,
4
Ido, Fuinetón, Abías,
5
Minyamin, Maadas, Bilgá,
6
Semeyas, Joyarib, Jedayas,
7
Salu, Amoc, Helcías, Jedayas. Estos eran los príncipes de los sacerdotes y sus hermanos en los días de Josué.
8
Levitas: Jesuá, Banuí, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías, que con sus hermanos dirigía el canto de las alabanzas;
9
Bacbuquías y Uní con sus hermanos, cada cual en su ministerio.
10
Jesuá engendró a Joaquín, Joaquín engendró a Eliasib, Eiasib engendró a Joyada,
11
Joyada engendró a Jonatán y Jonatán engendró a Jadúa.
12
En los días de Joaquín, los sacerdotes cabezas de familias eran: de Serayas, Merayas; de Jeremías, Jananías;
13
de Esdras, Mesulam; de Amarías, Jojanán;
14
de Melicu, Jonatán; de Sebanías, José;
15
de Jarim, Adna; de Merayot, Elcaí;
16
de Ido, Zacarías; de Guinetón, Mesulam;
17
de Abías, Zicri; de Minyamin y Moadías, Piltaí;
18
de Bilgá, Samúa; de Semeyas, Jonatán;
19
de Jojarib, Metenaí; de Idayas, Uzi;
20
de Salaí, Caleí; de Amoc, Eber;
21
de Helcías, Josabías; de Jedayas, Natanael.
22
En los días de Eliasib, Joyada, Jojanán y Jadúa, los levitas jefes de familias y los sacerdotes fueron inscritos hasta el reinado de Darío, persa.
23
Los jefes de familias de los hijos de Leví se inscribieron en el libro de los anales hasta el tiempo de Jojanán, hijo de Eliasib.
24
Eran los jefes de los levitas: Jasebía, Serebía, Jesúa, hijo de Cadmiel, y sus hermanos, que cada uno según su rango cantaban las alabanzas y ensalzaban el poder de Dios, según la ordenación prescrita por David, hombre de Dios, y servían por turno.
25
Matanías, Bacbuquías, Ovedías, Mesulam, Taiman y Acub eran los guardas de las puertas y de los vestíbulos de las puertas.
26
Estos lo eran en tiempo de Joaquín, hijo de Josué, hijo de Josedec, en tiempo de Nehemías, gobernador, y de Esdras, sacerdote y escriba.
   
 
Dedicación solemne de las murallas de Jerusalén
   
27
Para la dedicación del muro de Jerusalén fueron llamados los levitas de todos sus lugares, para venir a Jerusalén a celebrar la dedicación y la fiesta con alabanzas y cánticos, címbalos, salterios y cítaras;
28
reuniéronse, pues, los hijos de los cantores, lo mismo los de la campiña alrededor de Jerusalén como los de las aldeas de Netofá,
29
de Bet Guilgal y de los campos de Gueba y Azmavet, pues los cantores se habían edificado aldeas en los alrededores de Jerusalén.
30
Purificáronse los sacerdotes y levitas y purificaron al pueblo, las puertas y el muro.
31
Hice luego subir al muro a los príncipes de Judá y los dividí en dos grandes coros que fueran en procesión: uno por la mano derecha, sobre el muro hacia la puerta de la Escombrera;
32
tras éste iban Osías y la mitad de los príncipes de Judá,
33
Azarías, Esdras, Mesulam,
34
Judá, Benjamín, Semeyas y Jeremías;
35
y de los hijos de los sacerdotes, con las trompetas, Zacarías, hijo de Jonatán, hijo de Semeyas, hijo de Matanaías, hijo de Mica, hijo de Zacur, hijo de Asaf,
36
y sus hermanos, Semeyas, Azarael, Milalai, Gilabai, Maai, Natanael, Judá y Janani, con los instrumentos músicos de David, hombre de Dios, y Esdras, escriba, delante de ellos;
37
a la puerta de la Fuente subieron de frente las escaleras de la ciudad de David, por la subida al palacio de David y hasta la puerta de las Aguas, al oriente.
38
El segundo coro iba por la izquierda, y yo en pos de él con la mitad de los príncipes del pueblo, sobre el muro, por encima de la torre del horno, hasta la muralla Ancha,
39
y luego por la puerta de Efraím, la puerta Nueva, la puerta del Pescado, la torre de Jananael y la torre de Meá, hasta la puerta de las Ovejas, haciendo estación a la puerta de la Custodia.
40
Pararon ambos coros en la casa de Dios, y yo con la mitad de los magistrados,
41
y los sacerdotes Eliacim, Maasías, Minyamim, Mica, Elyoenai, Zacarías y Ananías, con trompetas;
42
y Maasías, Semeyas, Eleazar, Usí, Joyanán, Malquías, Elam y Ezer. Los cantores cantaban alto, dirigidos por Jisrajías.
43
Sacrificáronse aquel día muchas víctimas y se hicieron grandes regocijos, porque había dado Dios al pueblo un gran motivo de alegría. Regocijáronse también las mujeres y los muchachos, oyéndose de lejos el alborozo de Jerusalén.
   
 
Restablecimiento de los diezmos
   
44
Por entonces fueron puestos comisarios de las cámaras, de las despensas, de las ofrendas, de las primicias y de los diezmos, para recibir de los campos y de las ciudades las porciones legales para los sacerdotes y levitas; porque estaba muy gozoso Judá de que los sacerdotes y los levitas estuvieran en sus puestos,
45
observando cuanto concierne al servicio de Dios y a las purificaciones, y de que los cantores y porteros cumpliesen sus funciones según la ordenación de David y de Salomón, su hijo;
46
pues, desde el tiempo de David y de Asaf, ya de antiguo había jefes de cantores y se cantaban cantos de alabanza y de acción de gracias en honor de Dios.
47
Todo Israel, en los días de Zorobabel y en los días de Nehemías, daba las porciones de los cantores y de los porteros, cada cosa en su día. Dábanse a los levitas las cosas consagradas, y los levitas daban a los hijos de Arón la parte de las cosas consagradas.
Capítulo 13
Varios abusos corregidos por Nehemías
   
1
Leíase un día, en el libro de Moisés, al pueblo, y salió el lugar en que se mandaba que los amonitas y los moabitas no debían entrar jamás en la comunidad de Dios,
2
por no haber salido a recibir a los hijos de Israel con el pan y el agua, antes haber incitado contra ellos a Balaam para que los maldijera, aunque nuestro Dios volvió la maldición en bendición.
3
Como oyeron esta Ley, luego fue apartado de Israel todo extranjero.
4
Antes de esto, Eliasib, sacerdote, siendo superintendente de las cámaras de la casa de nuestro Dios y habiendo emparentado con Tobías,
5
había cedido a éste una gran cámara, en la cual se guardaban antes las ofrendas, los perfumes, los vasos y el diezmo del trigo, del vino y del aceite, mandado a dar a los levitas, a los cantores y a los porteros, y la ofrenda de los sacerdotes.
6
Mas entonces no estaba yo en Jerusalén, pues fue el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia; yo fui al rey, y al cabo de algún tiempo pedí y obtuve del rey volver a Jerusalén,
7
donde supe el mal que había hecho Eliasib en favor de Tobías, haciendo para él cámara en los atrios de la casa de Dios;
8
y me dolió en gran manera; y echando fuera de la cámara todo cuanto pertenecía a Tobías,
9
mandé que purificasen la cámara y volviesen a poner en ella las cosas de la casa de Dios, las ofrendas y los perfumes.
10
Supe asimismo que no se habían dado a los levitas sus porciones y que los levitas y cantores habían tenido que retirarse cada uno a su heredad,
11
Reprendí a los magistrados y dije: “¿Por qué ha estado abandonada la casa de Dios?” Y reuniendo a los levitas y cantores, los restituí cada uno a su puesto.
12
Todo Judá trajo el diezmo del trigo, del vino y del aceite a los almacenes,
13
y puse por intendentes en ellos a Selemías, sacerdote, y a Sadoc, escriba; y de los levitas, a Pedayas, y como adjunto, a Janán, hijo de Zacur, hijo de Matanías, que tenían reputación de fieles. Ellos fueron los encargados de hacer la distribución a sus hermanos.
14
Acuérdate de mí, ¡oh Dios!, por todo esto, y no olvides el bien que hice a la casa de mi Dios y en orden a la observancia.
15
Por aquellos días vi en Judá que algunos pisaban en sus lagares el sábado y acarreaban haces, cargaban asnos con vino, con uvas, con higos y toda suerte de cargas, y los traían a Jerusalén en día de sábado. Los advertí acerca del día en que vendían sus mercancías.
16
Había también tirios que traían el pescado y toda clase de mercancías, vendiéndolas a los hijos de Judá en Jerusalén el día del sábado.
17
Reprendí a los magistrados de Judá y les dije: “¿Qué es esto tan malo que hacéis, profanando así el día de sábado?
18
¿No es eso lo que hicieron vuestros padres, y por eso trajo nuestro Dios sobre nosotros y sobre esta ciudad tantos males? ¿Y vosotros acumuláis ira contra Israel profanando el sábado?”
19
Mandé, pues, que al oscurecer antes del sábado cerrasen las puertas de Jerusalén y que no las abriesen hasta después del sábado. Puse a las puertas algunos de mis servidores, para que en día de sábado dejasen entrar carga alguna;
20
y así se quedaron una y dos veces fuera de Jerusalén los mercaderes, que vendían toda suerte de mercancías.
21
Yo les advertí, diciendo: “¿Por qué pasáis la noche delante de la muralla? Si otra ves lo hacéis, os mandaré prender.” Y ya no vivieron más en día de sábado.
22
Entonces mandé a los levitas que se purificasen y que viniesen a guardar las puertas para santificar el día de sábado. También por eso acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la muchedumbre de tu misericordia.
23
Vi asimismo por aquellos días judíos que habían tomado mujeres de Azoto, de Amón y de Moab,
24
cuyos hijos por mitad hablaban azoteo o la lengua de este o el otro pueblo, y no sabían hablar judío.
25
Yo les reprendí y los maldije, hasta golpeé a algunos y les arranqué los pelos, y los conjuré en nombre de Dios, diciendo: “No daréis vuestras hijas a sus hijos ni tomaréis sus hijas para vuestros hijos o para vosotros.
26
¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Aunque no hubo en la muchedumbre de las gentes rey semej ante a él, que era amado de su Dios, y fue puesto por El rey sobre todo Israel, aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras.
27
¿Vamos, pues, a consentir, sabiéndolo, que vosotros cometáis ese gran mal de prevaricar contra nuestro Dios tomando mujeres extranjeras?”
28
Uno de los hijos de Joyada, hijo de Eliasib, sumo sacerdote, era yerno de Sambalat, joronita, y por eso le arrojé lejos de mí.
29
Acuérdate de ellos, Dios mío, de los que contaminan el sacerdocio y el pacto del sacerdocio y de los levitas.
30
Por eso los limpié de todo lo extranjero y puse a sacerdotes y levitas por clases, cada uno a su obra,
31
y para la ofrenda de la leña en los tiempos señalados y para las primicias. ¡Acuérdate de mí, Dios mío, para bien!