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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

 

ANTIGUO TESTAMENTO

LIBRO DE JOSUÉ

 

 

Introducción Histórica.

 

Antes de morir transmite Moisés toda su autoridad a Josué, que pasa a ser el caudillo indiscutible de Israel en la empresa de la conquista de la tierra prometida y de su distribución entre las doce tribus. Estaba lleno Josué del espíritu de sabiduría, pues había puesto Moisés sus manos sobre él. Moisés le confió la misión de velar por la estricta observancia de la Ley, conducir al pueblo en la conquista de Canaán y distribuir su territorio entre las tribus.

La misión confiada a Josué era ardua y peligrosa, por estar ocupado el territorio por pueblos de raza mixta que se habían establecido desde hacía tiempo en el país. Todos ellos gozaban de un grado de civilización y técnica superiores a las de los hebreos. Los exploradores que en otros tiempos habían recorrido la tierra pudieron comprobar que el territorio que iban a expugnar estaba habitado por pueblos fuertes, con ciudades muy grandes y amuralladas y con guarniciones bien provistas de armas y carros de combate. En cambio, el pueblo de Israel, que sólo disponía de armas rudimentarias, experto en la técnica de las guerrillas, de la razzia y golpes de mano, era humanamente incapaz de medir sus fuerzas con un enemigo aguerrido y atrincherado detrás de las murallas de sus ciudades. Para el autor sagrado, la toma de Canaán no es un suceso profano, sino un acontecimiento teológico.

Se señalan los límites ideales de la Tierra Prometida. El Líbano se encuentra al norte; el gran río es el Eufrates. Como límite occidental se señala el mar Mediterráneo, lugar donde se pone el sol. Estos límites fueron un ideal, nunca una realidad concreta. Creen algunos que la mención aquí y en otros lugares del río Eufrates débese a una glosa interpretativa fundada en la universalidad del reino mesiánico, según posteriores profecías.

Josué será el instrumento de que se valdrá Dios para cumplir la promesa hecha anteriormente a los patriarcas y a Moisés de introducir a su pueblo escogido en la tierra que mana leche y miel. Para salir airoso de la misión debe cumplir escrupulosamente todo cuanto le mandó Moisés sobre la manera de comportarse con los enemigos del pueblo israelita. Si guarda fidelidad a la Torah o Ley, meditándola, Dios estará con él, no le abandonará; porque Yavé es Dios arriba en los cielos y abajo sobre la tierra.

A pesar de contar Josué con el auxilio de Dios, toma las precauciones humanas necesarias para asegurar el éxito de la misión que le había sido confiada. Llama a los oficiales y les encarga retransmitan al pueblo la orden de que estén preparados todos y se provean de víveres, porque dentro de tres días pasarían el Jordán.

Las tribus de Rubén y Gad y media tribu de Manasés habíanse establecido en la Trans-Jordania. Rubén ocupaba la parte meridional, desde el torrente Arnón, al sur, hasta el valle de Hesbán, al norte, que coincidía con el límite meridional de Gad, que llegaba hasta el torrente Yaboc. La media tribu de Manasés habitaba las regiones de Galaad o del Ashlun. Conforme ha probado A. Bergmann, no hay dificultad en admitir que Manasés se estableciera en Galaad ya en este tiempo. Las tribus transjordánicas mantuvieron su palabra ayudando a sus hermanos en la conquista de Canaán, poniéndose bajo las órdenes de Josué.

 

Espías a Jericó

Los exploradores parten de Setim (Shittim — acacias), lugar que se identifica comúnmente con Abelsatim, a once kilómetros y medio al este del Jordán. Desde los contrafuertes de las montañas de Abarim pudieron los israelitas contemplar la extensa llanura, pero no precisar su configuración exacta. Importaba, además, tener noticias concretas sobre Jericó, de sus fortificaciones y de las posibilidades de expugnarla. Situada en la llanura del Ghor, a unos pocos kilómetros de la montaña de la Cuarentena o Qarantal, a veintiocho de Jerusalén. Muerto y a ocho del río Jordán, estaba protegida por una muralla difícil de forzar. Jericó deriva de la palabra yareah, luna, llamada así porque en la antigüedad se rendía allí culto al dios Luna. En el curso de los siglos, la ciudad ha conocido tres emplazamientos distintos, muy próximos entre sí: la actual Jericó (Er-Riha), la del tiempo de Herodes y la Jericó cananea, que se alzaba en el lugar conocido por tell el-Sultán.

Los dos exploradores entraron en la ciudad y se hospedaron en casa de una cortesana de nombre Rahab. El rey de Jericó tuvo noticia de la llegada a la ciudad de dos espías israelitas que se habían hospedado en casa de Rahab. Rahab mantuvo un diálogo con los enviados del rey, a los que desorientó con sus mentiras. Un registro minucioso en su reducida casa hubiera sido de fatales consecuencias para los dos espías israelitas. Siendo muy reducido el perímetro de la ciudad, las casas se amontonaban unas sobre otras. Su interior constaba de una sala única, en la planta baja, acaso un piso y una azotea, en donde, en épocas de calor, solían sus moradores pasar la noche. La noticia de que los espías fueron escondidos debajo de tascos de lino dispuestos en la azotea para secarse al sol demuestra que la entrada de Israel en tierras de Palestina se efectuó a últimos de abril. En el calendario de Gezer se dice que la cosecha del lino en la región mediterránea tenía lugar en el mes séptimo (marzo-abril). En Jericó, situada a 250 metros bajo el nivel del mar, la cosecha era antes. Los exploradores llegaron a casa de Rahab a principios del mes séptimo.

Siguiendo las indicaciones de Rahab, los emisarios del rey, a la luz de la luna, se dirigieron hacia el Jordán en busca de los exploradores, con el fin de alcanzarles antes de que llegaran a los vados del río. Entre tanto, la mujer subió a la terraza y mantuvo un largo diálogo con los espías. Parece que éstos se disponían a pasar la noche en la azotea; pero Rahab les hizo comprender la necesidad de ausentarse de su casa inmediatamente por temor a un registro. Por haberse cerrado las puertas de la ciudad, el único medio para huir era descolgarse por el muro, al cual estaba adosada la casa de Rahab. Antes de despedirlos quiso arrancarles la promesa con juramento de que, al adueñarse de la ciudad, conservaran su vida y la de sus familiares.

 

Paso del Jordán y entrada en Palestina

Las sospechas levantadas por la presencia de espías en Jericó indujeron a Josué a obrar rápidamente, adelantándose a una posible coalición de reyezuelos de Canaán. La empresa era relativamente fácil, porque, según informes de los dos espías, los de la ciudad vivían confiados en que el Jordán llevaba mucha agua, por ser la época del deshielo, y no les sería posible a los israelitas vadearlo. Josué dio las órdenes de movilización de todo el campamento. En la mañana del sexto día dio Josué orden al pueblo de ponerse en marcha hacia el Jordán, en cuya ribera oriental permanecieron tres días. A la orden de Josué, el pueblo se puso en marcha, llegando al atardecer a orillas del Jordán, donde acampó aquella noche. La preparación espiritual incluía la limpieza de los vestidos y la abstención de todo comercio carnal.

Dios habla a Josué y promete engrandecerlo a los ojos del pueblo con un hecho extraordinario para que se le obedezca como a Moisés y sepa el pueblo que Dios está con él. El éxito del paso del Jordán está asegurado por ir en vanguardia el arca de la alianza del Dios de toda la tierra. Al poner los sacerdotes el pie en las aguas del Jordán, éstas se cortaron, formando un dique o bloque compacto, como si un monte o una colina interceptaran la corriente.

Destaca el hagiógrafo la magnitud del milagro anotando que era la época de la siega de la cebada (marzo-abril), en cuya estación el río Jordán va crecido por la licuefacción de las nieves que cubren el monte Hermón. Las aguas interrumpieron su curso a unos veinticinco kilómetros al norte de Jericó, formando una barrera sólida hasta que todo Israel hubo pasado el Jordán. Las aguas descendentes siguieron su curso hasta el mar Muerto.

Tan pronto como los sacerdotes abandonaron el cauce, las aguas volvieron a afluir “como ayer y anteayer,” es decir, como antes. No determina el texto el lugar exacto por donde pasaron el río los israelitas. Una tradición judeo-cristiana lo fija en el vado de Bethabara, frente a Qars el­Yehud, donde se encuentra el monasterio del Pródromos construido en memoria del ministerio de San Juan Bautista y del bautismo de Jesús.

 

En la Tierra Prometida

El sueño dorado de los israelitas se había realizado y Dios había cumplido su promesa. Israel había entrado en tierras de Palestina el día 10 de Nisán (marzo-abril), coincidiendo con el principio de la Pascua, a los cuarenta años de haber salido de Egipto. Los israelitas acamparon a unos cinco kilómetros al sur de la antigua Jericó. Sobre la antigua Gálgala, nombre que se deriva de la palabra hebrea galgal = rueda, rueda de piedras, se edificó una iglesia bizantina llamada Dodekalithori, en recuerdo del sitio donde hizo colocar Josué las doce piedras en forma de rueda o cromlech. Para la posteridad israelita, Gálgala o Guilgal fue considerado como lugar sagrado muy concurrido.

La noticia del paso del Jordán corrió como reguero de pólvora por todo el territorio; sus habitantes temieron una invasión inminente de los israelitas.

Por miedo a los hijos de Israel, la ciudad de Jericó tenía las puertas cerradas; pero Yavé prometió ponerla en manos de Josué. Era Jericó una plaza fuerte cananea edificada sobre un altozano elíptico de 307 por 161 metros, dominando la llanura de su nombre. La descripción del ataque de la ciudad por los israelitas es bien conocida. ¿Cuál fue la causa que provocó el desmoronamiento de las murallas de Jericó? ¿Se produjo este fenómeno, o el texto sugiere o permite otra interpretación? No es de creer que el griterío (teruah) de la multitud y el sonido de las trompetas fueran tan ensordecedores que derribaran las murallas. Algunos suponen que ayudó Dios a los sitiadores provocando a su debido tiempo un terremoto que derribó las murallas. Hizo Dios lo que no pudieron lograr los israelitas con su griterío y sus trompetas. Es muy posible que el autor sagrado, llevado totalmente de la idea de poner de relieve la intervención de Dios en la expugnación de la tierra de Canaán, no haya dicho todo lo que aconteció junto a los muros de la ciudad clave para entrar en Palestina. Es sintomático a este respecto lo que dice Josué en su discurso de despedida de que gentes de Jericó combatieron contra vosotros, lo que debe interpretarse en el sentido de que fueron necesarios varios combates para conquistar la ciudad, y de que, de no intervenir Dios abiertamente en favor de los israelitas, nunca hubieran éstos penetrado en ella.

El ensañamiento de los israelitas al exterminar todo ser viviente de la ciudad se rige por las leyes del herem o del anatema, comunes a los pueblos del antiguo Próximo Oriente. Con el anatema (herem) de destrucción, Jericó debía ser arrasada completamente. Dios manda que las ciudades idolátricas sean destruidas con todos sus habitantes, animales domésticos y bienes. La misma suerte debían seguir los pueblos enemigos de Israel. Únicamente se exceptúan de esteanatema en nuestro texto el oro y la plata y todos los objetos de bronce y de hierro, que sedestinaban al tesoro de Yavé, siendo estos objetos conceptuados como anatema de oblación. Habla el texto del tesoro de la casa de Yavé porque el autor del relato tiene en su mente la idea del templo.

Jean Fouquet. Toma de Jericó

 

Las Excavaciones de Jericó.

Grandes esperanzas pusieron exegetas e historiadores en las excavaciones de Tell el­Sultán para conocer las modalidades de la toma de Jericó por parte de los israelitas, aportando con ello luz al texto oscuro, enigmático y complejo de la Biblia. Las primeras fueron llevadas a cabo por los alemanes E. Sellin, E. Langenegger y G. Watzinger, durante los años 1907-1913, cuyos resultados fueron publicados en 1913. Algunas de las conclusiones de los citados excavadores fueron censuradas, por lo que se pensó en reanudar las excavaciones con mejor base científica. La tarea fue confiada a J. Garstang, bajo los auspicios de Palestine Exploration Fund, siendo excavado el Tell desde 1930-1936. El mérito principal de Garstang consiste en haber trazado la evolución histórica de la ciudad. La primera ciudad (precananea), fundada hacia el año 3000 antes de Cristo, se hallaba en la parte septentrional de Tell. La primera ciudad cananea fue edificada sobre las ruinas de la anterior hacia los años 2100 ocupando la parte mas alta del Tell en una extensión aproximada de dos hectáreas. Sus murallas eran de ladrillo con bloques de piedra en los fundamentos. La segunda ciudad cananea surgió entre 1900 y 1600, y puede considerarse como ampliación de la primera; ocupa una extensión de dos a cinco hectáreas. Una sólida muralla protegida con una rampa o glacis envolvía la ciudad. Es ésta la ciudad más próspera de todas por coincidir con la época de los hicsos, a juzgar por un escarabajo egipcio de la XIII dinastía encontrado en el lugar. Por circunstancias desconocidas, la ciudad fue destruida y abatidas sus murallas hacia el año 1580. Otra vez fue reedificada, protegiéndola con un muro hacia el año 1500. Las nuevas edificaciones desaparecieron por efectos de un cataclismo, sobre cuya fecha discuten los arqueólogos. Garstang lo fija entre los años 1400 y 1385; W. F. Albright, entre 1360 y 1320. El gran arqueólogo H. Vincent, basándose en algunos restos, vajilla y cerámica ilustrada, señala la fecha de la destrucción de esta ciudad en la segunda mitad del siglo XIII, y más concretamente en 1250. Esta última hipótesis tiene en su favor el registro de las ciudades conquistadas por Ramsés II, encontrado en los muros de un templo de Amarah, en la orilla izquierda del Nilo. Entre los nombres de las ciudades asiáticas conquistadas por el monarca figura la de Jericó. Estas divergencias profundas entre arqueólogos tocante a la fecha de la destrucción de Jericó movieron a la British School of Archaeology y a la American Schools of Oriental Research a emprender nuevas excavaciones, que dirigió la señorita K. Kenyon. Su finalidad principal era zanjar definitivamente las discusiones en torno a la fecha de la destrucción de Jericó (ciudad D). Las excavaciones empezaron en 1952. ¡Cuál no fue la sorpresa al comprobar que la ciudad de Jericó de Josué se volatilizaba bajo los golpes de los picos de los obreros especializados! ¡Ningún resto de la ciudad bíblica se encontró en Tell el-Sultán! El doble muro (muro D) atribuido por Garstang al Bronce reciente, y, por lo mismo, identificado con el que fue destruido en tiempos de Josué, no es más que una parte del complejo sistema defensivo, reconstruido y retocado varias veces durante el tercer milenio (Bronce antiguo y medio). Ningún rastro de cerámica en toda el área excavada del Bronce reciente, o sea, de los tiempos de Josué. Los excavadores de Tell el-Sultán han perdido toda esperanza de encontrar la Jericó de Josué a causa de haber desaparecido las edificaciones de la superficie o por la erosión o por obra de los hombres. A tenor de los resultados de las exploraciones arqueológicas, hacia el año 1200, fecha de la conquista de Canaán, no existía Jericó, o al menos no quedan vestigios arqueológicos de la misma.

 

La Arqueología y el texto Sagrado.

La comprobación de que la ciudad del Bronce reciente (ciudad D) fue destruida por un cataclismo o por el fuego produjo en el ánimo de J. Garstang la más grande satisfacción. Para concordar los resultados arqueológicos con el texto bíblico, colocó Garstang la fecha del éxodo en tiempos de Amenofis II (1447-1442), y la conquista de Jericó hacia el año 1400.

Puestos a enjuiciar toda la cuestión, cabe admitir que las varias vueltas del ejército israelita en torno a Jericó, con las consiguientes amenazas para los que se negaran a entregarla, impresionaron y descorazonaron a los defensores de tal manera, que la resistencia de la guarnición se derrumbó, entrando los israelitas en la ciudad. El término homah significa muro, pero se emplea también en el sentido de guarnición, protección, como en 1 Sam 25:16: Nos protegían de día y de noche todo el tiempo. En este texto, un criado de Abigail confiesa que las gentes de David eran para ellos un valladar, una protección. Con esta explicación se comprende que la casa de Rahab quedara en pie, lo que no habría sucedido en el caso de haberse derrumbado los muros. Con ella se armonizan los datos de la arqueología con los de la Biblia. Al presentarse Josué ante Jericó, encontró a los cananeos atrincherados detrás de las imponentes ruinas de una ciudad que fue destruida antes por causas desconocidas hasta el presente. El ejército israelita luchó, venciendo la resistencia cananea. Según 24:11, ante Jericó hubo fuertes combates, hasta que la suerte se inclinó por los israelitas.

Algunos autores ven en el relato de la conquista de Jericó huellas de un estilo épico. Escribe Delorme que toda la narración tiende a destacar la importancia de esta victoria y atribuirla a Yavé. En el relato se hace uso del énfasis, se recorta la participación de los valores humanos en el éxito de la empresa, se citan cosas insólitas y maravillosas. Nunca sabremos ciertamente cuáles fueron los pormenores de la toma de Jericó ni cuál fue la mente del autor sagrado respecto de los mismos. Pero, si los pormenores son oscuros, está patente, en cambio, que la toma de la ciudad abrió a los judíos las puertas de Canaán. Si Dios no hubiera luchado junto a los israelitas, difícilmente hubieran cedido las defensas de la ciudad, ni su guarnición se hubiese rendido.

 

Desastre en Hai

El revés sufrido en Hai desconcierta a Josué y a sus íntimos colaboradores por lo que significaba y por las repercusiones que la derrota tendría en el futuro. Yavé en esta ocasión no había combatido al lado de su pueblo, lo que debía interpretarse como señal de que estaba resentido por alguna infidelidad cometida contra El. Como muestras externas de dolor, rasga Josué sus vestiduras, echa polvo sobre su cabeza, y, postrado en tierra, se queja a Yavé, casi reprochándole su conducta, haciéndole ver el porvenir de su pueblo y el menoscabo de su gloria ante los otros pueblos de Palestina. La conducta de Yavé en momentos tan críticos es desconcertante. ¿No cobrarán ánimo los pueblos de toda Palestina al enterarse de que un puñado de hombres de Hai ha infligido una gran derrota a los israelitas, considerados por algunos como invencibles?

Dios señala a Josué la causa del revés sufrido en Hai; y señala los procedimientos para aplacar su ira. El pecador es Acán, quien con su pecado trajo la confusión sobre el campamento de Israel. Para que entre Dios y el pueblo se reanuden las relaciones de amistad, es preciso que desaparezca la infamia de en medio del pueblo y de que sea quemado el que faltó a la alianza. Dios mismo sugiere a Josué el método que debe seguirse para individualizar al culpable.

Con el castigo de Acán se normalizaron las relaciones entre Dios y el pueblo, estando seguro Josué del éxito de una futura operación contra Hai. Es probable que los exploradores enviados a Hai subestimaran su capacidad defensiva y los efectivos de su ejército. Ante la dolorosa experiencia, Josué se dispuso a atacar la ciudad con todos sus hombres de guerra. De noche mandó un grueso cuerpo de tropa con la consigna de colocarse en emboscada entre Betel y Hai. A la mañana siguiente, muy de madrugada, subió Josué con el resto del ejército y se acercó a la ciudad. La disposición de los combatientes con respecto a la ciudad era la siguiente: la emboscada enviada durante la noche subió de Jericó por Ain ed-Duq, siguió por el valle Zeitún, dejando Hai a la izquierda, escondiéndose detrás del cerro llamado hoy día Burdjmus, entre Betel y Hai. Josué, al llegar a la altura de Jirbet Haijan, se dirigió hacia Hai por la llanura que se encuentra al sudeste de la misma, con el fin de hacerse visible a los habitantes de la ciudad. Hai quedaba entre dos fuerzas. La estratagema de Josué surtió el efecto deseado.

El anatema de Hai fue más benigno que el de Jericó, autorizándose al pueblo se quedara con el ganado y el botín de la ciudad. La práctica de la destrucción total de todos los seres vivientes hacíase cada día más difícil por privarse a los soldados del botín de guerra. Por este motivo se introdujo paulatinamente cierta mitigación de las leyes del herem. Los israelitas se ensañaron con los habitantes de Hai, como hicieron antes con los de Jericó. Tanto los que habían salido de la >ciudad como los que habían quedado en ella fueron devorados por la espada.

Conforme a la orden de Moisés, se levantó un altar de piedras sin pulir sobre el monte Ebal. En él se ofrecieron holocaustos y sacrificios eucarísticos.

 

Los Gabaonitas

Los éxitos militares de los israelitas produjeron efectos dispares entre los habitantes de la montaña, de la Sefela, del litoral mediterráneo, pues mientras la mayoría acordó una coalición para enfrentarse contra el enemigo común, otros, los gabaonitas, idearon una estratagema para concertar una alianza con los israelitas a fin de salvar sus vidas y haciendas. ¿Conocían los gabaonitas la ley deuteronómica que mandaba tratar con dureza a las naciones y ciudades vecinas y con más suavidad a las que estaban lejos? Referente a las primeras, dícese en el Deuteronomio que “las darás al anatema, no harás pactos con ellas ni les harás gracia”; en cambio, a las ciudades lejanas “les brindarás la paz. Si la aceptan y te abren, la gente de ella será hecha tributaria y te servirá”. Gabaón, que se identifica con el actual Ed-Djib, hallábase a ocho kilómetros al noroeste de Jerusalén y a diez de Hai. Sus habitantes temían para sí idéntico trato que los de esta última. Partieron de su ciudad y se dirigieron a Gálgala para entablar negociaciones con Josué, sorprendiendo a éste y a sus oficiales, los cuales, sin consultar a Yavé, les dieron crédito, celebrando juntos un banquete de alianza, hospitalidad y protección, intercambiándose las provisiones. Con juramento se les otorgó la paz, concertándose un pacto para asegurarles la vida. Los gabaonitas mencionan al rey Seón, que lo era de Hesebón, ciudad emplazada a unos diez kilómetros al norte de Mádaba, en Transjordania. Recibía el nombre de Basan el territorio transjordánico septentrional, desde Galaad, al sur, hasta el monte Hermón, al norte. Astarot se identifica con Astarot Carnaim, al norte del Yarmuc, a unos treinta y seis kilómetros al oriente del lago de Genesaret.

A los tres días se descubrió el engaño; pero habiéndose Israel obligado con juramento a respetar sus vidas, no pudieron exterminarlos. Con gran contrariedad supieron los israelitas no sólo que Gabaón estaba cerca, sino que era la ciudad principal de una confederación jetea de cuatro ciudades, regida por un colegio de ancianos. La solución propuesta fue la de convertir a los gabaonitas y a los habitantes de las otras tres ciudades confederadas en esclavos de la comunidad de Israel, destinándolos especialmente al servicio del santuario. Las ciudades de Cafirá, Beriot y Quiriat-Jearim se identifican, respectivamente, con Jirbet Kefire, a siete kilómetros al sudoeste de Gabaón; el-Bireh, al norte de la misma, y Quiriat-el-Enab, llamado también Abugosch, a doce kilómetros al noroeste de Jerusalén.

 

Batalla de Gabaón -Fouquet

 

Del rey de Jerusalén — es la primera vez que se hace mención de esta ciudad en la Biblia — partió la iniciativa de una coalición, acaso por ser él el más poderoso de todos o porque se veía más amenazado directamente, por encontrarse Gabaón a diez kilómetros y medio al norte. La ciudad de Jerusalén es conocida en los textos de proscripción con el nombre de Urasalim. La ciudad fue consagrada a Salem o Salim, nombre de una divinidad que aparece en los documentos acádicos del segundo milenio. Llamóse también Bit Sulman, por el templo al dios Sulman, forma dialectal de Salem. Su rey es conocido por Adonisec (“mi Señor es justicia”). En tiempos de Abraham, el rey y sacerdote de Jerusalén era Melquisedec. En un principio la ciudad ocupó la cima de la colina del Ofel, al sur del área del templo, entre el torrente Cedrón y el valle del Tiropeón.

Las otras ciudades aliadas de Adonisedec fueron Hebrón, célebre en la vida de los patriarcas y de David, a treinta y dos kilómetros al sur de Jerusalén; Jerimot, Laquis, y Eglón a veinticinco kilómetros al nordeste de Gaza. Los cinco reyes sitiaron a Gabaón.

A la angustiosa llamada de los gabaonitas acudió Josué con todo su ejército. Antes de emprender la marcha desde Gálgala, consultó a Yavé, que le aseguró el éxito de la empresa. Después de una marcha nocturna de unos treinta kilómetros, sorprendió al enemigo de madrugada, derrotándole. En la huida, una furiosa tempestad de piedras y granizo diezmó al ejército enemigo; según los antiguos, era la tempestad la manifestación de la ira de Dios. La intervención del cielo era tanto más manifiesta cuanto que, habiendo pasado la época de las lluvias, no era de esperar que se produjeran precipitaciones, y menos aún grandes tempestades. Josué persiguió a los reyes confederados hasta Azeca, el actual tell-Zacaría, al nordeste de Laquis y Maceda, de cuya identificación discuten los autores.

El recuerdo de la batalla de Gabaón se conservó entre el pueblo, y los poetas desplegaron en torno a este hecho milagroso su inspiración poética. A este folklore popular y a esta versión épica de la batalla hace referencia el autor sagrado cuando intercala el texto de un cántico antiguo triunfal conservado en el libro de Jaser. No comprendía el pueblo cómo pudo Josué llevar a cabo en el espacio de un solo día tantas hazañas. De ahí que, teniendo en cuenta su condición de profeta y la amistad que le unía a Yavé, creyera que a su voz se detuvo el sol en su carrera. Con esta inserción, dos cosas ha logrado el autor sagrado: 1) poner de relieve la gran personalidad de Josué, que, como otro Moisés, domina los elementos; 2) recoger en su libro la memoria de una versión poética de un hecho diversas veces celebrado por los vates de Israel. Conforme al texto de esta exaltación poética de la victoria, anota el hagiógrafo, no hubo jamás un día como aquél. Y en verdad que la victoria de Betorón merecía ocupar un lugar destacado en los anales de la historia de Israel, ya que a partir de la misma quedaba abierto al ejército de Israel todo el mediodía de Palestina. Según lo que acabamos de exponer, no caben las objeciones que contra este pasaje han amontonado los críticos independientes, creyendo abrir una brecha en la absoluta inerrancia de los autores sagrados. El autor de nuestro pasaje se ha limitado a registrar en su libro una versión popular y poética de la victoria,sin comprometer su propio juicio acerca de los pormenores de la misma. Como todos sus contemporáneos, creía el autor sagrado en la inmovilidad de la tierra y admitía que el sol daba vueltas alrededor de la misma; pero en este caso concreto no era su intención dar lecciones de orden astronómico, sino simplemente referir una antigua versión épica de la batalla de Gabaón.

Conocido de todos es el incidente de Galileo Galilei (1564-1643) con las congregaciones romanas referentes a este pasaje del libro de Josué, que se produjo por un falso planteamiento del problema de la inerrancia bíblica y por haberse entrometido Galileo en cuestiones teológicas y bíblicas en vez de mantenerse en el terreno científico. En las discusiones con los teólogos romanos declararon éstos que el sistema de Galileo era falso y absurdo en filosofía y formalmente herético, por contradecir a textos bíblicos según su sentido propio y la interpretación unánime de los Padres y doctores de la iglesia. Por el decreto del Santo Oficio de 5 de marzo de 1633 se juzga a Galileo sospechoso de herejía “por creer y retener una doctrina falsa y contraria a las Sagradas Escrituras.” Este decreto no tenía carácter doctrinal, sino disciplinar; no se dictó con el fin de proponer una doctrina, sino como documento en el proceso criminal contra una persona.

En el caso concreto de Josué no existe ninguna dificultad contra la total inmunidad de error del autor sagrado, quien, como hemos hecho notar, se limita a reproducir, copiar, citar y retransmitir a los lectores la manera como poetas y vulgo representábanse la victoria de Gabaón. Por su parte, el hagiógrafo no emite ningún juicio formal sobre la verdad o error contenidos en esta descripción poética que halló en una colección de himnos patrióticos. En otros lugares bíblicos encontramos también inserciones en el texto de cantos épicos, que comienzan exactamente con las mismas frases empleadas en el v.12: “Entonces (en aquel día), el día en que Yavé.” Esta manera poética de narrar un hecho es corriente en la Biblia y en la literatura del Próximo Oriente, por lo que podemos deducir que se trata de un género literario admitido corrientemente en aquel tiempo. De ahí que podamos concluir la presente cuestión con las palabras: “En vez de ir a la caza de explicaciones de orden físico para explicar este pasaje del libro de Josué, mejor sería ver en él un problema literario y admitir, con muchos autores católicos modernos, que se trata de una citación poética que hay que interpretar conforme a las leyes de la poesía.”

 

Persecución del enemigo y fin de los cinco reyes

Los cinco reyes coligados llegaron a Maceda y se escondieron en una de las cuevas de la región. Derrotado el enemigo, reunióse en Maceda el ejército de Israel con Josué al frente para ajusticiar a los cinco reyes. Siguiendo una antigua costumbre, mandó Josué a los oficiales que pusieran su pie sobre el cuello de los reyes derrotados como símbolo de dominio absoluto sobre ellos y en señal de desprecio. Al ponerse el sol debía darse sepultura a los cadáveres, conforme al Deuteronomio. Las piedras que obturaron la caverna donde fueron arrojados los cinco reyes eran visibles todavía en los tiempos en que se escribió este relato.

 

Conquista del mediodía de Palestina

El escritor sagrado se limita a una descripción esquemática, estereotipada y con profusión de hipérboles de la campaña del mediodía de Palestina. Sin descender a detalles, da un concepto breve de la campaña relámpago de Josué, a quien asistía Dios para asegurar el éxito. No es probable que Josué sometiera en dos días a todos los enemigos del sur y expugnara todos sus ciudades, muchas de las cuales estaban sólidamente fortificadas. Es muy posible que éstas resistieran a los asaltantes y no se entregaran sino después de feroz resistencia. El género literario histórico empleado en este relato puede fácilmente inducir a error si no se tienen en cuenta los modos peculiares de narrar y decir en uso en aquello tiempos de la antigüedad oriental. Sin preocuparse de los pormenores, ha resumido el hagiógrafo la conquista de las ciudades del mediodía de Palestina, que fue rápida, decisiva para el porvenir y victoriosa frente a un enemigo superior en número y en armas. La razón de este éxito radica en la intervención directa de Dios, que nunca faltaba mientras Israel permanecía fiel a las leyes de la alianza. En breves pinceladas se resume una campaña larga y penosa. El método histórico adoptado lleva al hagiógrafo a repetir la conquista de Maceda, que en los versículos anteriores se supone ya subyugada. El rey de Hebrón era el sucesor del que fue ajusticiado en Maceda. A la gran figura de Josué se atribuyen victorias logradas por otros, a la manera como a la acción y actividades de Moisés se atribuye toda la legislación israelita. El método esquemático empleado se basa en una visión profética de la historia considerada en su unidad. Los comienzos humildes, desde el punto de vista de los designios de Dios, son ya realizaciones futuras. Al principio de la conquista de Canaán, el autor sagrado contempla el descanso de Israel en la tierra que Dios le da.

 

Campaña contra el norte de Palestina

La iniciativa de formar una coalición para oponerse al avance de los israelitas parte del rey de Jasor. Al llamamiento de Jabín, rey de Jasor, acudieron los reyes de Madón, de Simerón y de Acsaf. Secundaron el movimiento los reyes que ocupaban la parte septentrional de la región montañosa de Judea, los de la planicie al sur del lago de Genesaret, los de la Sefela y los de la región de Dor, hoy Tantura, entre el monte Carmelo y Cesárea. En estos territorios habitaban diversos pueblos, tales como los cananeos, establecidos en las llanuras del Jordán y de la costa mediterránea; los amorreos, jeteos, fereceos, jebuseos, en la montaña; los jeveos, al pie del Hermón. Usando una expresión familiar en la Biblia, dícese que estos pueblos acudieron al llamamiento de Jabín tan numerosos “como las arenas que hay en las orillas del mar.” Todos acamparon junto a las aguas de Meforn o del lago Hule. Únicamente Jasor fue entregada al anatema; de ella “nada quedó de cuanto vivía, y Jasor fue dada a las llamas,” tratando a las otras ciudades con más benevolencia. Con el aniquilamiento de los reyes coligados no se adueñó Josué de toda la tierra del norte de Palestina ni la ocupó. Tomados los puntos estratégicos, las ciudades fueron cayendo después, una tras otra, en manos de los israelitas. Josué persiguió al enemigo hasta Sidón, la ciudad fenicia que con Tiro fue una de las capitales del reino; se conoce la Sidón marítima y la ciudad alta.

 

Sumario

Conquistó Israel el macizo central en torno a Jerusalén; el Negueb, o sea, la extremidad meridional de Palestina, desde Bersabé hasta el desierto de Sin; la Sefela, territorio comprendido entre el macizo central y la costa mediterránea, y la Araba, nombre con que se designa la cuenca del Jordán, desde el lago de Genesaret hasta el mar Muerto. El término Gosen designa un territorio o ciudad del sur de la montaña de Judá. Como límites meridional y septentrional de todo el territorio conquistado se señalan la montaña desnuda, ue corresponde al actual Gebel Halaq, al nordeste de Abdeh, en el extremo sur de Palestina en dirección a Cadesbarne y Baal Gad, en el valle del Líbano, a los pies del Hermón.

Se dice que ninguna ciudad hizo las paces con los hijos de Israel, no porque no la pidieran, sino por ser designio de Dios entregarlas al anatema y destruirlas. Pero no endureció Dios el corazón de los enemigos, como pudiera dar a entender el texto masorético, perdiendo únicamente su endurecimiento con vistas al bien religioso Moral de los israelitas. La conquista del norte de Palestina exigió largo tiempo.

Se introduce con indicaciones cronológicas muy vagas la noticia de la campaña contra los enaquim. Es posible que en la conquista del sur de Palestina les atacara Josué, pero supervivieron largo tiempo, batiéndolos Caleb. Pertenecían los enaquim a una raza de grande estatura que había impresionado fuertemente a los exploradores israelitas, ante los cuales se consideraban como langostas. La imaginación popular exageró sus facultades físicas para explicar con ello la construcción de los monumentos megalíticos esparcidos por toda la región. Habitaban en Hebrón, Dabir y Anab; es decir, en el sudoeste de Hebrón. Gaza, Azoto y Gat pasaron a Israel bajo David.

 

Conclusión y transición

Las fronteras norte y sur de Palestina iban, respectivamente, desde Baal Gad a la “montaña pelada” (Gebel Halaq), de que habló el texto. En otras ocasiones, para señalar los límites de Palestina se emplea la fórmula clásica “desde Dan hasta Bersabé”. Todos los reyes comprendidos dentro de estos límites habitaban, o bien en la montaña, o en el Araba en la Sefela y a lo largo de la costa del Mediterráneo. Todos ellos fueron vencidos y entregado su territorio a los israelitas. El balance de la campaña era espléndido, por cuanto quedaban los israelitas dueños virtualmente de todo el territorio de acá del Jordán. No se había realizado el vasto programa previsto, pero el resultado de la campaña era tal que podía pensarse en la distribución del territorio entre las tribus. Esta lista de reyes es una prueba del esquematismo histórico del libro de Josué, en el que se consignan los hechos más salientes sucedidos en los largos años que duró la entrada de Israel en Canaán.

 

Advertencia de Dios a Josué

La conquista de muchos lugares estratégicos de Palestina había requerido el espacio de muchos años; “quedaba todavía mucha tierra por conquistar,” pero Josué era ya de edad avanzada. En la imposibilidad de apoderarse de toda la tierra prometida antes de su muerte, le manda Dios que la distribuya por suertes, aun aquella que ocupaba el enemigo, a los hijos de Israel. Josué puede reunirse tranquilo con sus padres, confiado en la promesa de que Dios arrojará de sus territorios a los pueblos enemigos para entregárselos a su pueblo escogido. Las campañas de Josué habían abierto las puertas de Palestina a los israelitas. Quedaban por conquistar los distritos de los filisteos, la Fenicia, el Líbano. Los gesuritas habitaban al sur de Palestina, cabe a los filisteos. El Sijor es uno de los canales de la frontera de Egipto. Se mencionan los cinco príncipes de la pentarquía filistea. Los gueblitas son los habitantes de Gebal, la antigua Byblos, al norte de Beirut. Dios no entregó estos pueblos en manos de los israelitas, que fue para que las generaciones futuras se acostumbraran a la guerra y apreciaran el esfuerzo llevado a cabo por sus antepasados.

 

Muerte de Josué

Murió Josué a la edad de ciento diez años, y fue sepultado en Tamnat Saré, lugar que se identifica generalmente con Jirbet Tibneh, a unos veinte kilómetros al nordeste de Lidda y a veintinueve de Jerusalén, correspondiendo al emplazamiento de la antigua Thamna o Thammatha. Quiso José que sus restos recibieran sepultura en Canaán. Moisés cuidó de cumplir el juramento que se le hizo en este sentido, al ordenar que los israelitas, al salir de Egipto, llevaran consigo sus huesos. Que recibieron sepultura en Siquem, en el trozo comprado por Jacob por el precio de cien quesitas, al pie del monte Ebal, donde se enseña todavía hoy el sepulcro de Josué.