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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO

LIBRO SEGUNDO DE LOS MACABEOS

INTRODUCCIÓN
Capítulo 1
Carta de los judíos de Jerusalén a ls judíos de Egipto
   
1
“A los hermanos judíos que moran en Egipto, salud. Los hermanos judíos de Jerusalén y de Judea, paz y felicidad.
2
Que Dios os bendiga, acordándose de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob, sus fieles siervos.
3
Que a todos os dé corazón dispuesto para venerarle y cumplir con todo ánimo y buena voluntad sus preceptos.
4
Que os abra el corazón para entender su Ley y sus preceptos, os conceda la paz,
5
oiga vuestras súplicas, se reconcilie con vosotros y no os abandone en el tiempo de la desgracia.
6
Esta es nuestra oración por vosotros.
7
Reinando Demetrio, el año 169, nosotros los judíos os escribimos cuando nos hallábamos en la gran tribulación que nos sobrevino desde que Jasón y los suyos se marcharon de la tierra santa y del reino.
8
Pues incendiaron el pórtico del templo y derramaron mucha sangre inocente. Pero suplicamos al Señor, y le ofrecimos sacrificios y flor de harina, y encendimos las lámparas, y presentamos los panes.
9
Ahora vosotros celebrad la fiesta de los Tabernáculos en el mes de Casleu. Dada el año188.”
 
Carta a Aristóbulo y a los judíos de Egipto
 
10 
“Los moradores de Jerusalén y de Judea, el senado y Judas, a Aristóbulo, maestro del rey Tolomeo, del linaje de los sacerdotes ungidos, y a los otros judíos de Egipto, salud y prosperidad.
11
Librados por Dios de grandes peligros, le damos muchas gracias, estando prontos a luchar de nuevo contra el rey.
12
Pero Dios mismo ha aniquilado a los que combatían contra la ciudad santa.
13
Pues cuando ese caudillo, con el ejército que le acompañaba, que parecía irresistible, llegó a Persia, fueron heridos en el templo de Nanea, gracias al engaño de los sacerdotes de ésta.
14
Antíoco, acompañado de sus amigos, vino al lugar como para desposarse con ella y tomar, en virtud de tal desposorio y a título de dote, sus tesoros.
15
Los sacerdotes de Nanea le habían hecho esta propuesta, y él con escasa gente entró en el recinto del templo. Cerraron aquéllos las puertas
16
una vez que Antíoco había entrado, y abriendo luego una abertura disimulada en el techo, a pedradas aplastaron al caudillo, y a los acompañantes los descuartizaron, les cortaron sus cabezas y las tiraron fuera.
17
Por esto bendito sea Dios, que así ha castigado a los impíos.
18
Estando, pues, para hacer la purificación del templo en el mes de Casleu, hemos creído deber nuestro manifestároslo para que también vosotros celebréis la fiesta de los Tabernáculos y del fuego que se encendió cuando Nehemías, después de edificar el templo y el altar, ofreció sacrificios.
19
Pues, al ser nuestros padres llevados a Persia, los sacerdotes piadosos que había entonces, ocultamente tomaron el fuego del altar y lo escondieron en un hueco, a manera de pozo seco, en el cual lo depositaron; tan en seguro, que el sitio quedó de todos ignorado.
20
Transcurridos muchos años, cuando a Dios plugo, Nehemías, que había sido enviado por el rey de Persia, mandó a los nietos de los sacerdotes que lo habían ocultado a buscar el fuego, y, según ellos contaron, no hallaron fuego, sino un agua espesa,
21
de la cual les mandó que sacasen. Cuando las víctimas estaban dispuestas en el altar, ordenó Nehemías a los sacerdotes que con el agua rociasen la leña y lo que encima de ella había.
22
Cumplido esto y pasado un poco de tiempo, salió el sol, que antes estaba nublado, y se encendió un gran fuego, quedando todos maravillados.
23
Y mientras oraban los sacerdotes y todos los presentes, empezando Jonatán y respondiendo los restantes,
24
hasta Nehemías, se consumía el sacrificio. La oración era ésta:
25
"Señor, Señor Dios, creador de todas las cosas, temible, fuerte, justo, misericordioso y rey único bondadoso,
26
único liberal, único justo, omnipotente y eterno, que libras a Israel de todo mal, que elegiste a nuestros padres y los santificaste,
27
acepta este sacrificio por todo tu pueblo de Israel, protege tu heredad y santifícala.
28
Congrega a nuestros dispersos, vuelve la libertad a los que viven en servidumbre entre las naciones, pon los ojos en estos despreciados y abominados, conozcan las naciones que tú eres nuestro Dios.
29
Aflige a los que nos oprimen y con insolencia nos ultrajan.
30
Trasplanta tu pueblo a tu lugar santo, según dijo Moisés".
31
Los sacerdotes, entre tanto, cantaban himnos.
32
Cuando el sacrificio se hubo consumado, mandó Nehemías derramar el agua restante sobre grandes piedras;
33
y en cuanto lo hicieron, de la luz del altar se encendió una llama que la consumió.
34
Cuando esto se hizo notorio y contaron al rey de Persia que en el lugar donde los sacerdotes llevados cautivos habían ocultado el fuego apareció agua, con la cual los que acompañaban a Nehemías habían encendido el sacrificio,
35
después de hechas averiguaciones, hizo cercar el sitio y lo declaró sagrado.
36
Aquel día fue día de felicitaciones, en que el rey repartió y recibió ricos presentes.
37
Los de Nehemías llamaron a aquel sitio Nafta, que quiere decir purificación; pero muchos le llaman Neftai.
   
Capítulo 2
1
Se halla en antiguos documentos que el profeta Jeremías, al mandar a los deportados tornar del fuego antes referido, les entregó un ejemplar de la Ley
2
y les recomendó que no diesen al olvido los preceptos del Señor ni se pervirtiesen a la vista de los ídolos de oro y de plata y sus adornos.
3
Muchas cosas como éstas les dijo, exhortándolos a no apartarse jamás del amor de la Ley.
4
También en el documento estaba escrito que el profeta, por revelación divina, mandó que le siguiesen el tabernáculo y el arca, y salió hasta el monte donde había subido Moisés para ver desde allí la heredad de Dios.
5
Llegado a él, Jeremías halló una gruta a modo de estancia, en la cual introdujo el tabernáculo, el arca y el altar de los perfumes, murando en seguida la entrada.
6
Algunos de los que le acompañaban vinieron luego para poner señales por el camino, a fin de poder hallarlo después.
7
Mas así que Jeremías lo supo, los reprendió, diciéndoles: “Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a congregar a su pueblo y tenga de él misericordia.
8
Entonces dará a conocer el paradero de estas cosas, aparecerá su gloria, y asimismo la nube, como se manifestó al tiempo de Moisés y cuando Salomón pidió que el templo fuese gloriosamente santificado.”
9
También allí se cuenta cómo el rey sabio ofreció el sacrificio de la dedicación y terminación del templo;
10
y que así como, cuando Moisés oró al Señor, descendió fuego del cielo que consumió el sacrificio, así también, orando Salomón, descendió fuego y consumió el holocausto.
11
Y dijo Moisés: “Por no haber sido comido el sacrificio por el pecado, fue consumido por el fuego.”
12
También Salomón celebró la fiesta por ocho días.
13
Esto mismo se refiere en los escritos y memorias de Nehemías, y se dice, además, que había reunido una biblioteca y puesto en ella los libros de los reyes, los de los profetas y los de David y las cartas de los reyes sobre las ofrendas.
14
Así también Judas reunió todos los libros dispersos por la guerra que hubimos de sufrir, que ahora se hallan en nuestro poder.
15
Si, pues, tuviereis de ellos necesidad, mandadnos quienes os los lleven.
16
Estando nosotros para celebrar la fiesta de la purificación, os escribimos estas letras: Haréis muy bien en solemnizar estos días.
17
Dios, que ha librado a su pueblo, nos ha devuelto a todos la heredad, el reino, el sacerdocio y el santuario,
18
como lo prometió en la Ley. Esperamos, pues, de Dios que pronto tendrá misericordia de nosotros y nos congregará en el lugar santo de entre todas las naciones que existen bajo el cielo,
19
pues nos ha librado ya de grandes calamidades y ha purificado el santuario.”
 
 
Prefacio
 
20
La historia de Judas el Macabeo y de sus hermanos, la purificación del gran templo y la dedicación del altar,
21
las guerras de Antíoco Epifanes y de su hijo Eupator,
22
las apariciones celestes a los que gloriosamente combatían por el judaismo, para que, aun siendo pocos, recobrasen toda la tierra y pusieran en fuga muchedumbres de bárbaros,
23
y recuperasen el templo famoso en toda la tierra, y librasen la ciudad, y restableciesen las leyes que estaban a punto de quedar abolidas, siéndoles el Señor propicio con toda bondad,
24
fue narrada por Jasón de Cirene en cinco libros, que nosotros nos proponemos compendiar en un solo volumen.
25
Porque, considerando el número excesivo de los libros y la dificultad que hallan, por la muchedumbre de las cosas, los que quieren aplicarse a conocer las historias,
26
hemos pensado proporcionar solaz del alma a los aficionados a leer y dar a los estudiosos facilidad para aprender las cosas de memoria; en una palabra, alguna utilidad a todos aquellos que tomen este libro en sus manos.
27
Mas para nosotros esta obra que hemos emprendido no ha sido cosa fácil, sino de mucho trabajo, sudores y desvelos.
28
Como el que prepara un festín, buscando complacer a otros, se echa encima una pesada carga, así nosotros, para merecer la gratitud de muchos, hemos tomado con gusto este trabajo.
29
Dejando al historiador el oficio de narrar detalladamente las cosas, nos hemos esforzado por seguir las normas de la condensación.
30
Pues así como el arquitecto que se propone levantar una casa nueva ha de pensar en el conjunto de la construcción, mientras que el decorador y pintor sólo tienen que cuidarse de lo que toca a la ornamentación, así creo yo que nos sucede a nosotros.
31
Investigar la materia histórica, examinarla en todos sus aspectos y detalles, eso compete al narrador de la historia;
32
pero procurar el compendio de la narración, sin llegar a agotar e asunto, toca al compilador,
33
y con esto comenzamos nuestra narración, después de habernos extendido tanto en el prefacio. Sería una simpleza mostrarse difusos antes de entrar en materia, para luego ser breves en ésta.
   
PRIMERA PARTE
LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA DE ANTÍOCO
Capítulo 3
La preservación del tesoro del templo
   
1
Hallándose la ciudad en completa paz, observándose exactamente las leyes por la piedad del sumo sacerdote Onías y su odio a toda maldad,
2
sucedía que hasta los mismos reyes honraban el santuario y lo enriquecían con magníficos dones.
3
Y así, Seleuco, rey de Asia, concedió de sus propias rentas todas las expensas necesarias para el servicio de los sacrificios.
4
Pero un cierto Simón, de la tribu de Benjamín, constituido inspector del templo, se enemistó con el sumo sacerdote con motivo de la fiscalización del mercado de la ciudad.
5
No pudiendo vencer la resistencia de Onías, se fue a Apolonio, de Tarso, que por aquel tiempo era general de Celesiria y Fenicia,
6
y le hizo saber cómo el tesoro de Jerusalén estaba lleno de riquezas indecibles y que la cantidad de oro que allí había era incalculable y no se destinaba al sostenimiento de los sacrificios, pudiendo el rey apoderarse de ello.
7
Apolonio se fue luego a ver al rey y le dio cuenta de los tesoros referidos. Este eligió a Heliodoro, su ministro de Hacienda, a quien envió con órdenes de apoderarse de las riquezas.
8
En seguida se puso en viaje Heliodoro con el pretexto de visitar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para ejecutar el propósito del rey.
9
Llegado a Jerusalén, fue recibido cordialmente por la ciudad y el sumo sacerdote, a quien dio luego cuenta de lo que le había sido comunicado y del motivo de su venida, preguntando si lo que se les había dicho se ajustaba a la verdad.
10
El sumo sacerdote le hizo ver que se trataba de depósitos de viudas y huérfanos
11
y de una cantidad que pertenecía a Hircano, hijo de Tobías, hombre de muy noble condición, contra lo que calumniosamente había denunciado el impío Simón; y que, en fin, la suma de todo el dinero era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro,
12
siendo del todo imposible cometer tal injusticia contra los que habían confiado en la santidad del lugar y en la majestad del templo, honrado en toda la tierra.
13
Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, contestó que aquellos tesoros habían de ser necesariamente entregados al tesoro real.
14
Señalado día, se preparó a entrar, dispuesto a apoderarse de tales riquezas, lo que produjo no pequeña conmoción en toda la ciudad.
15
Los sacerdotes, vestidos de sus túnicas sagradas, se arrojaron ante el altar; clamaban al cielo, invocando al que había dado ley sobre los depósitos de que les fueran guardados intactos a quienes los depositaron.
16
Nadie podía mirar el rostro del sumo sacerdote sin quedar traspasado, porque su aspecto y su color demudado mostraban la angustia de su alma.
17
El temor que se reflejaba en aquel varón y el temblor de su cuerpo revelaban a quien le miraba la honda pena de su corazón.
18
Los ciudadanos salían en tropel de sus casas para acudir a la pública rogativa en favor del lugar santo, que estaba a punto de ser profanado.
19
Las mujeres, ceñidos los pechos de saco, llenaban las calles; y las doncellas, recogidas, concurrían unas a las puertas del templo, otras sobre los muros, algunas miraban furtivamente por las ventanas,
20
y todos, tendidas las manos al cielo, oraban.
21
Era para mover a compasión ver la confusa muchedumbre postrada en tierra y la ansiedad del sumo sacerdote, lleno de angustia.
22
Todos invocaban al Dios omnipotente, pidiendo que los depósitos fuesen, con plena seguridad, conservados intactos a los depositantes.
23
Heliodoro, por su parte, dispuesto a consumar su propósito, estaba ya acompañado de su escolta junto al gazofilacio,
24
cuando el Señor de los espíritus y Rey de absoluto poder hizo de él gran muestra a cuantos se habían atrevido a entrar en el templo. Heridos a la vista del poder de Dios, quedaron impotentes y atemorizados.
25
Se les apareció un jinete terrible. Montaba un caballo adornado de riquísimo caparazón, que, acometiendo impetuosamente a Heliodoro, le acoceó con las patas traseras. El que le montaba iba armado de armadura de oro.
26
Aparecieron también dos jóvenes fuertes, llenos de majestad, magníficamente vestidos, los cuales, colocándose uno a cada lado de Heliodoro, lo azotaban sin cesar, descargando sobre él fuertes golpes.
27
Al instante, Heliodoro, caído en el suelo y envuelto en tenebrosa oscuridad, fue recogido y puesto en una litera.
28
Y el que hacía poco, con mucho acompañamiento y con segura escolta, entraba en el gazofilacio, era ahora llevado, incapaz de auxiliarse a sí mismo, habiendo experimentado manifiestamente el poder de Dios;
29
y por la divina virtud yacía mudo, privado de toda esperanza de salud.
30
Los judíos, por su parte, bendecían al Señor, que había defendido el honor de su casa. Y el templo, poco antes lleno de terror y de turbación, ahora rebosaba de alegría y regocijo gracias a la intervención del Señor omnipotente.
31
Pronto acudieron algunos de los de Heliodoro, suplicando a Onías que invocase al Altísimo para que hiciese gracia de la vida al que se hallaba en el último extremo.
32
Y temiendo el sumo sacerdote que el rey llegara a imaginarse que los judíos habían cometido algún crimen contra Heliodoro, ofreció un sacrificio por la salud de éste.
33
Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de propiciación, los mismos jóvenes se aparecieron de nuevo a Heliodoro, con las mismas vestiduras de antes, y, acercándose a él, le dijeron: “Da muchas gracias a Onías, el sumo sacerdote, pues a él le debes que el Señor te haya dejado la vida.
34
Tú, pues, castigado por Dios, confiesa ante todos su poder.” Dicho esto, desaparecieron.
35
Heliodoro, después de ofrecer un sacrificio al Señor y de hacer grandes votos a quien le había concedido la vida, se despidió amigablemente de Onías y se volvió con sus tropas al rey,
36
dando público testimonio de las obras del Dios altísimo, que con sus ojos había visto,
37
Interrogado por el rey sobre quién sería más apto para enviarlo a Jerusalén, dijo:
38
“Si tienes a algún enemigo o alguien que conspire contra tu reino, mándalo allá, que bien castigado vendrá, si es que salva la vida, porque sin duda que hay en aquel lugar una fuerza divina.
39
El mismo que en los cielos habita tiene sus ojos puestos sobre aquel lugar para defenderlo y hiere de muerte a los que a él se llegan con malos propósitos.”
40
Tal fue el episodio de Heliodoro y de la preservación del gazofilacio.
   
Capítulo 4
Onías, calumniado, destituido y asesinado
   
1
Simón, el delator del tesoro y de la patria, hablaba mal de Onías, afirmando ser él quien había maltratado a Heliodoro y el autor de todo el mal.
2
Al bienhechor de la ciudad, al defensor de sus ciudadanos, al celador de la Ley, se atrevía a llamarle traidor al reino.
3
Tan adelante fue esta enemistad, que hasta llegaron a cometerse homicidios por parte de algunos parciales de Simón;
4
tanto, que Onías, considerando lo peligroso de estas rivalidades y la furia de Apolonio, general de Celesiria y Fenicia, en favorecer la maldad de Simón, se fue a ver al rey,
5
no como acusador de sus conciudadanos, sino mirando al interés común, y en particular al de toda la nación,
6
pues veía que sin la intervención del rey era imposible lograr la paz en el gobierno y que Simón no cesaría en su locura.
7
Muerto Seleuco y apoderado del reino Antíoco, por sobrenombre Epifanes, Jasón, hermano de Onías, comenzó a ambicionar el sumo sacerdocio;
8
y en una audiencia prometió al rey trescientos sesenta talentos de plata, ochenta talentos de plata más de otras rentas,
9
y sobre éstos, ciento cincuenta más, si se le autorizaba para instalar un gimnasio y una mancebía y se concedía a los de Jerusalén la ciudadanía antioquena.
10
Accedió el rey; y Jasón, obtenido el poder, luego se dio a introducir las costumbres griegas entre sus conciudadanos.
11
Abolió los privilegios otorgados a los judíos por el favor de los reyes gracias a las gestiones de Juan, padre de Eupolemo, el que desempeñó la embajada para obtener la amistad y alianza de los romanos; contra los derechos ciudadanos introducía costumbres impías,
12
y hasta bajo la misma acrópolis se atrevió a erigir el gimnasio, obligando a educar allí a los jóvenes más nobles.
13
Así cundió en alto grado el helenismo y progresó la introducción de costumbres extranjeras por la desalmada actitud del impío, más que sumo sacerdote, Jasón.
14
Los sacerdotes ya no se preocupaban del servicio del altar; antes, mostrando poca estima del templo y descuidando los sacrificios, se apresuraban a tomar parte en los prohibidos ejercicios de la palestra en cuanto eran invitados a lanzar el disco.
15
Desdeñando los honores patrios, estimaban en mucho las distinciones griegas.
16
Por lo cual vino sobre ellos la gran calamidad de que aquellos mismos a quienes envidiaban y a quienes en todo querían imitar, se volviesen luego contra ellos y fuesen sus enemigos y opresores.
17
No es cosa de poco ni que se hace impunemente violar las leyes divinas, como lo mostrará el tiempo venidero.
18
Al celebrarse en Tiro los juegos quinquenales con asistencia del rey,
19
el malvado Jasón mandó de Jerusalén espectadores, ciudadanos de Antioquía, portadores de trescientas dra-mas para el sacrificio de Hércules. Pero los que las llevaban pidieron que no se empleasen en los sacrificios, porque no convenía sino que se destinasen a otras expensas.
20
Y así aquella cantidad, que iba enviada, según la voluntad del donante, para el sacrificio de Hércules, por deseo de los portadores fue destinada a la construcción de trirremes.
21
Habiendo sido enviado a Egipto Apolonio, hijo de Menesteo, con motivo de la entronización del rey Tolomeo Filometor, vino a saber Antíoco que aquel soberano era enemigo de su reino, y se propuso prevenirse contra él. Llegado a Jope, subió a Jerusalén.
22
donde Jasón y la ciudad le hicieron un magnífico recibimiento, y entró en medio de antorchas y aclamaciones. Condujo luego de allí sus tropas a Fenicia.
23
Pasados tres años, envió Jasón a Menelao, hermano del antes mencionado Simón, para llevar dinero al rey y para gestionar ciertos asuntos importantes;
24
pero, ganada la gracia del rey, Menelao le adulaba, dándose aires de hombre influyente, con lo que obtuvo para sí el sumo sacerdocio, ofreciendo trescientos talentos más que Jasón.
25
Y así, con las credenciales del rey, se vino aquel hombre, que no tenía nada que le hiciera digno del sacerdocio, sino instintos de tirano cruel y sentimientos de fiera salvaje.
26
Jasón, que había suplantado a su hermano, fue a su vez suplantado por otro y forzado a huir a la tierra de Ammón.
27
Mas como Menelao, una vez posesionado del poder, no cumpliese las promesas hechas al rey,
28
a pesar de las reclamaciones de Sóstrates, alcaide de la acrópolis, a quien pertenecía la exacción de los tributos, ambos fueron llamados por el rey.
29
Menelao hubo de dimitir el sumo sacerdote en favor de su hermano Lisímaco, y Sóstrates fue nombrado gobernador de Chipre.
30
Entre tanto, los tarsenses y los malotas se rebelaron por haber sido dados en regalo a Antioquida, concubina del rey.
31
A toda prisa partió éste para aquietarlos, dejando encargado del gobierno a Andrónico, uno de sus dignatarios.
32
Menelao, juzgando la ocasión propicia, arrebató ciertos objetos del templo, que regaló a Andrónico; otros logró venderlos en Tiro y en las ciudades vecinas.
33
Cuando de esto supo con certeza Onías, que se hallaba retirado en un lugar de asilo, junto a Dafne, cerca de Antioquía, le reprendió.
34
Por lo cual, Menelao, llamando aparte a Andrónico, le pidió que matase a Onías; y aquél, yendo a verle, con dolo, dándole la mano y haciendo juramento, persuadió a Onías (aunque a éste no dejaba de serle sospechoso) a que saliese de su asilo, y al instante le mató, sin respeto alguno de la justicia.
35
Fue esto motivo de que no sólo los judíos, sino también muchos de las otras naciones se indignaran y llevasen muy a mal la inicua muerte de tal varón.
36
Vuelto de Cilicia el rey, se le presentaron los judíos de Antioquía y muchos de los griegos, que asimismo aborrecían la maldad, para hablarle de la muerte injusta de Onías.
37
Cordialmente se entristeció Antíoco, y movido de compasión, derramó lágrimas, recordando la discreción y gran modestia de Onías;
38
e indignado, al instante despojó a Andrónico del manto de púrpura e hizo que, desgarrados los vestidos, le pasearan por la ciudad, hasta el sitio mismo en que había impíamente asesinado a Onías. Allí fue ejecutado aquel criminal, dándole el Señor su merecido.
39
Muchos fueron los robos sacrilegos cometidos en Jerusalén por Lisímaco, aconsejado por Menelao; tantos, que, difundida la fama, se amotinó el pueblo contra Lisímaco, pero ya cuando muchos objetos de oro habían desaparecido.
40
Excitada la muchedumbre e inflamada en cólera, armó Lisímaco unos tres mil hombres y comenzaron a obrar desaforadamente. Era su jefe un cierto Tirano, no menos avanzado en años que en crueldades.
41
Cuando se dieron cuenta de que Lisímaco los atacaba, cogieron unos piedras, otros estacas, y algunos hasta la ceniza que tenían a mano, y confusamente las arrojaban contra los que rodeaban a Lisímaco.
42
Fueron heridos muchos de ellos, algunos derribados y todos ahuyentados; el mismo sacrílego quedó muerto junto al gazofílacio.
43
A propósito de estos hechos se entabló juicio contra Menelao.
44
Habiendo venido el rey a Tiro, tres varones enviados por el senado propusieron ante él la causa.
45
Menelao, viéndose ya perdido, prometió mucho dinero a Tolomeo, hijo de Dorimenes, si le ganaba al rey.
46
Y, en efecto, Tolomeo, llevándolo aparte hacia un peristilo como para tomar el fresco, hizo de mudar de parecer al rey,
47
que absolvió de todos sus crímenes a Menelao, autor de toda maldad, y condenó a muerte a aquellos desdichados, que, si ante los escitas hubieran tenido que defender su causa, habrían sido dados por inocentes.
48
Sin tardanza fueron al injusto castigo los que habían tomado la defensa de la ciudad, del templo y de los vasos sagrados.
49
Pero hasta los tirios, horrorizados de la maldad, les hicieron magníficos funerales.
50
Entre tanto, Menelao permanecía en el poder por la avaricia de los gobernantes, y progresaba en maldad, convertido en feroz perseguidor de sus conciudadanos.
   
Capítulo 5
   
1
Por este tiempo preparó Antíoco su segunda expedición contra Egipto,
2
y por espacio de casi cuarenta días, por toda la ciudad aparecieron en el aire carreras de jinetes vestidos con túnicas doradas, armados de lanzas, a semejanza de cohortes,
3
y escuadrones de caballos en orden de batalla, ataques y cargas de una y otra parte, movimiento de escudos, multitud de lanzas, espadas desenvainadas, lanzamiento de dardos, brillar de armaduras de oro y corazas de todo género.
4
Por lo cual todos rogaban que tales apariciones fuesen de buen presagio.
5
Difundido el rumor de que Antíoco había muerto, tomó Jasón no menos de mil hombres y atacó de improviso la ciudad. Aunque los moradores corrieron a los muros, la ciudad fue tomada, y Menelao se refugió en la acrópolis.
6
Jasón hizo sin piedad gran matanza entre sus conciudadanos, no teniendo en cuenta que una feliz jornada contra sus conciudadanos es el mayor infortunio; pensando, por el contrario, que alcanzaba trofeos de enemigos y no de connacionales.
7
Mas no por eso logró adueñarse del poder, y al fin recibió el oprobio como premio de su traición, teniendo que huir de nuevo a la tierra de Ammón.
8
El fin de su perversa vida fue éste: que, acosado por Aretas, rey de los árabes, huyendo de ciudad en ciudad, de todos perseguido, detestado como renegado de su Ley, execrado como verdugo de su patria y de sus conciudadanos, fue empujado hasta Egipto;
9
y el que a tantos había desterrado de la patria, vino a acabar en tierra extraña, huyendo a Lacedemonia con la esperanza de lograr un refugio en gracia del parentesco;
10
y el que a tantos había dejado sin sepultura, murió sin ser por nadie llorado y privado de sepultura, no sólo del sepulcro familiar.
11
Llegados a noticia del rey estos sucesos, sospechó que la Judea quería rebelarse; y así, al volver de Egipto, hecho una furia, se apoderó de la ciudad por la fuerza de las armas
12
y ordenó a los soldados herir sin piedad a los que les salieran al encuentro y degollar a los que subiesen sobre las casas.
13
Así fueron muertos jóvenes y viejos, fenecieron hombres y mujeres y niños, y fueron degollados doncellas y niños de pecho.
14
En tres días enteros que duró, perecieron ochenta mil personas; cuarenta mil cayeron asesinadas, y otras tantas fueron vendidas por esclavos.
15
No satisfecho con esto, se atrevió a entrar en el templo, el más santo de toda la tierra, siendo su guía el traidor a la religión y a la patria Menelao.
16
Con sus impuras manos tomó los vasos sagrados y arrebató los dones que por otros reyes habían sido ofrecidos para realzar la gloria y la dignidad del lugar, entregándolos a manos impuras.
Castigo de Dios.
17
Llena el alma de orgullo, Antíoco no veía que por los pecados de los moradores de la ciudad el Señor se había por breve tiempo irritado, y por esto había ocurrido aquel desacato hacia el lugar.
18
Si no hubiese sido por estar ellos cargados de tantos pecados, igual que Heliodoro, el enviado del rey Seleuco, para apoderarse del tesoro, hubiera éste sentido, en cuanto allí puso el pie, reprimida su audacia por los azotes.
19
Pero no eligió el Señor la nación por el lugar, sino el lugar por la nación;
20
por lo cual aquél ha tenido que participar de la desdicha del pueblo, así como después participó en los beneficios del Señor, y, abandonado a la cólera del Omnipotente, de nuevo ha sido restaurado con gran gloria en la reconciliación del altísimo Señor.
21
En suma, que Antíoco, habiendo arrebatado del templo mil ochocientos talentos, a toda prisa se retiró a Antioquía, pensando, en su orgullo que podría navegar por la tierra y andar por el mar para vanagloria de su espíritu.
22
Todavía dejó prefectos que afligieron a la nación: en Jerusalén, a un tal Filipo, frigio de nación, más cruel que el mismo que lo había puesto, y en Garizim, a Andrónico. A los cuales hay que añadir Menelao, que a todos excedió en maldad contra sus conciudadanos,
23
y era el que peores sentimientos tenía hacia sus compatriotas.
24
Más tarde envió todavía Antíoco al abominable Apolonio, con un ejército de veintidós mil hombres, con órdenes de degollar a todos los adultos y vender a las mujeres y a los jóvenes.
25
Llegó éste a Jerusalén simulando paz y hasta el día santo del sábado se estuvo quieto. Entonces, mientras los judíos estaban en la fiesta, dio órdenes a sus soldados de hacer ejercicios,
26
y mató a todos cuantos salieron a contemplarlos, e invadiendo luego la ciudad, dio muerte a una gran muchedumbre.
27
Pero Judas Macabeo, con otros nueve, se retiró al desierto, y con los suyos vivía a la manera de las fieras en los montes, alimentándose de hierbas por no contaminarse.
   
Capítulo 6
La persecución religiosa
   
1
No mucho tiempo después mandó el rey a un anciano ateniense para que obligara a los judíos a dejar la religión de sus padres, prohibiéndoles vivir según las leyes de Dios;
2
y con orden de que profanara el templo de Jerusalén y lo dedicara a Júpiter Olímpico, y el de Garizim, según la condición de los moradores del lugar, a Júpiter Hospitalario.
3
Grave e insoportable era para la muchedumbre el progreso de la maldad;
4
porque el templo era teatro de libertinajes y orgías de los gentiles, que se solazaban allí con las meretrices y en los atrios sagrados tenían comercio con las mujeres, llenándolo todo de inmundicias.
5
El altar mismo estaba lleno de cosas indecentes, execradas por la Ley.
6
No se observaban los sábados, ni se guardaban las fiestas patrias, ni siquiera podía uno declararse judío.
7
Al contrario, con inexorable violencia eran arrastrados a celebrar cada mes el natalicio del rey y a participar en los sacrificios, y cuando se celebraban las fiestas de Dionisio, eran forzados los judíos a tomar parte en las procesiones coronados de hiedra
8
Por sugestión de los tolemenses se publicó un edicto en las ciudades griegas inmediatas para obrar de igual modo con los judíos, obligándolos a participar en los sacrificios
9
y condenando a muerte a los que no consintiesen en acomodarse a las costumbres gentílicas. Era de ver qué excesos de desolación tuvieron entonces lugar.
10
Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos, y, con los niños colgados de los pechos, las pasearon por la ciudad y luego las precipitaron de las murallas.
11
Otros que se habían reunido en próximas cavernas para celebrar ocultos el día séptimo, denunciados a Filipo, fueron entregados a las llamas. Ni pensaron en defenderse, por el sumo respeto hacia el día santo.
12
Por esto ruego a aquellos a cuyas manos venga a parar este libro que no se escandalicen de estos desdichados sucesos ni piensen que para ruina y no para corrección de nuestro linaje sucedieron tales cosas.
13
Que no dejar mucho tiempo impunes a los pecadores, sino aplicarles luego el castigo, es gran beneficio.
14
El Señor aguanta con paciencia a las otras naciones para castigarlas cuando han llenado la medida de sus iniquidades.
15
Mas no obra así con nosotros, que sólo cuando hayamos llegado al colmo de nuestros pecados ejerce la venganza.
16
Nunca apartará su misericordia de nosotros; y corrigiendo a su pueblo con la adversidad, no le abandona.
17
Sólo para memoria hemos dicho esto. Ahora prosigamos nuestra narración.
 
 
Muerte de Eleazar
 
18
A Eleazar, uno de los primeros doctores, varón de avanzada edad y noble aspecto, abriéndole la boca, querían forzarle a comer carnes de puerco.
19
Pero él, prefiriendo una muerte gloriosa a una afrentosa vida, iba de su propia voluntad al suplicio,
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y la escupía, como han de hacer los que tienen valor para rechazar de sí cuanto no es lícito comer por amor a la vida.
21
Los que presidían el inicuo sacrificio, por la amistad que de antiguo tenían con aquel varón, tomándole aparte, le exhortaban a traer cosas de las permitidas, preparadas por él, para simular que había comido las sacrificadas, según mandato del rey.
22
Haciendo así se libraría de la muerte, y por la antigua amistad hacían con él este acto de humanidad.
23
Pero él, elevándose a más altas consideraciones, dignas de su edad, de la nobleza de su vejez, de su bien ganada y respetada canicie y de la ejemplar vida que desde niño había llevado, digna en todo de las leyes santas establecidas por Dios, respondió diciendo que cuanto antes le enviasen al hades;
24
que era indigno de su ancianidad disimular, no fuera que luego pudiesen decir los jóvenes que Eleazar, a sus noventa años, se había paganizado con los extranjeros.
25
“Mi simulación — dijo — por amor de esta corta y perecedera vida, los induciría a error y echaría sobre mi vejez una afrenta y un oprobio;
26
pues aunque al presente lograra librarme de los castigos humanos, de las manos del Omnipotente no escaparé ni en vida ni en muerte.
27
Por lo cual animosamente entregaré la vida y me mostraré digno de mi ancianidad,
28
dejando a los jóvenes un ejemplo noble para morir valiente y generosamente por nuestras venerables y santas leyes.” Diciendo esto, tomó el camino del suplicio,
29
conducido por aquellos mismos que poco antes se mostraban humanos para con él, pero que ahora, enfurecidos a causa de las palabras proferidas, le azotaban, teniéndole por insensato.
30
Estando para morir de los azotes, exhaló un gemido y dijo: “El Señor santísimo ve bien que, pudiendo librarme de la muerte, doy mi cuerpo a los crueles azotes; pero mi alma los sufre gozosa por el temor de Dios.”
31
Así acabó la vida, dejando con su muerte, no sólo a los jóvenes, sino a todos los de su nación, un ejemplo de nobleza y una memoria de virtud.
   
Capítulo 7
Martirio de los siete hermanos con su madre
   
1
Es muy digno de memoria lo ocurrido a siete hermanos que con su madre fueron presos, y a quienes el rey quería forzar a comer carnes de puerco, prohibidas, y por negarse a comerlas fueron azotados con zurriagos y nervios de toro.
2
Uno de ellos, tomando la palabra, habló así: “¿A qué preguntas? ¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos prontos a morir antes que traspasar las patrias leyes.”
3
Irritado el rey, ordenó poner al fuego sartenes y calderos. Cuando comenzaron a hervir,
4
dio orden de cortar la lengua al que había hablado y de arrancarle el cuero cabelludo, a modo de los escitas, y cortarle manos y pies a la vista de los otros hermanos y de su madre.
5
Mutilado de todos sus miembros, mandó el rey acercarlo al fuego y, vivo aún, freírle en la sartén. Mientras el vapor de ésta llegaba bastante a lo lejos, los otros, con la madre, se exhortaban a morir generosamente,
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diciendo: “El Señor, Dios nuestro, nos mira, y tendrá compasión de nosotros, como lo dice Moisés en el cántico de protesta contra Israel: Tendrá piedad de sus siervos.”
7
Muerto de esta manera el primero, tomaron al segundo para atormentarle. Y arrancando el cuero cabelludo, le preguntaron si estaba dispuesto a comer antes de ser atormentado en su cuerpo miembro por miembro.
8
El, en su propia lengua, respondió: “¡No!” Por lo cual en seguida se le dio el mismo tormento que al primero.
9
Estando para exhalar el postrer aliento, dijo: “Tú, criminal, nos privas de la vida presente; pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna a los que morimos por sus leyes.”
10
Después, el tercero fue expuesto a los insultos; y mandándole sacar la lengua, luego al punto la sacó,
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y animosamente extendió las manos, diciendo: “Del cielo tenemos estos miembros, que por amor de sus leyes yo desdeño, esperando recibirlos otra vez de El.”
12
Tanto el rey como los que con él estaban se maravillaron del animoso joven, que en nada temía los tormentos.
13
Muerto éste, sometieron al cuarto a las mismas torturas;
14
y estando para morir, dijo así: “Más vale morir a manos de los hombres, poniendo en Dios la esperanza de ser de nuevo resucitado por El. Pero tú no resucitarás para la vida.”
15
En seguida trajeron al quinto, que mientras le atormentaban, puestos los ojos en el rey,
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le dijo: “Tú, aunque mortal, por tener poder sobre los hombres, haces lo que quieres; pero no pienses que nuestro linaje haya sido abandonado de Dios.
17
Aguarda un poco y experimentarás su gran poder, y verás cómo te atormentará a ti y a tu descendencia.”
18
Después trajeron al sexto, que, estando ya para morir, dijo: “No te hagas ilusiones; por nuestras culpas padecemos esto; por haber pecado contra nuestro Dios han sucedido entre nosotros cosas tan tremendas.
19
Pero tú no creas que quedarás impune por haber osado luchar contra Dios.”
20
Admirable sobre toda ponderación y digna de eterna memoria se mostró la madre, que, viendo morir en un solo día a sus siete hijos, lo soportaba animosa, por la esperanza que tenía en Dios;
21
y en su patria lengua los exhortaba, llena de generosos sentimientos, y, dando fuerza varonil a sus palabras de mujer,
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les decía: “Yo no sé cómo habéis aparecido en mi seno, no os he dado yo el aliento de vida ni compuse vuestros miembros.
23
El creador del universo, autor del nacimiento del hombre y hacedor de las cosas todas, ése misericordiosamente os devolverá la vida si ahora por amor de sus santas leyes la despreciáis.”
24
Antíoco, a pesar de creer que se burlaba de él y de sospechar que con sus palabras le insultaba, todavía al más joven que quedaba, no sólo de palabra le exhortaba, sino que hasta con juramento le prometía, si dejaba las leyes patrias, enriquecerle y hacerle dichoso, tenerle por amigo y darle un honroso empleo.
25
Mas, como el joven no le prestase atención alguna, llamó el rey a la madre y la mandó que diese al niño consejos saludables.
26
Como insistiese él mucho en ello, prometió ella persuadirle;
27
e inclinándose hacia el niño, burlándose del cruel tirano, en lengua patria le dijo así: “Hijo, ten compasión de mí, que por nueve meses te llevé en mi seno, que por tres años te amamanté, que te crié, te eduqué, te alimenté hasta ahora.
28
Ruégote, hijo, que mires al cielo y a la tierra, y veas cuanto hay en ellos, y entiendas que de la nada lo hizo todo Dios, y todo el humano linaje ha venido de igual modo.
29
No temas a este verdugo, antes muéstrate digno de tus hermanos y recibe la muerte, para que en el día de la misericordia me seas devuelto con ellos.”
30
Estando aún explicándole esto, dijo el joven: “¿Qué esperas? No obedezco el decreto del rey, sino los mandamientos de la Ley, dada a nuestros padres por Moisés.
31
Tú, inventor de toda maldad contra los hebreos, no escaparás a las manos de Dios.
32
Nosotros por nuestros pecados padecemos,
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y si nuestro Señor, que es el Dios vivo, se irrita por un momento para nuestra corrección, de nuevo se reconciliará con sus siervos;
34
pero tú, impío, el más criminal de los hombres, no te engrías neciamente y, orgulloso y vanamente confiado, te enciendas contra sus siervos;
35
no estás aún libre del juicio del Dios omnipotente, que todo lo ve.
36
Mis hermanos, después de soportado un breve tormento, beben el agua de la vida eterna en virtud de la alianza de Dios; pero tú pagarás en el juicio divino las justas penas de tu soberbia.
37
Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes patrias, pidiendo a Dios que pronto se muestre propicio a su pueblo, y que tú, a fuerza de torturas y azotes, confieses que sólo El es Dios.
38
En mí y en mis hermanos se aplacará la cólera del Omnipotente, que con encendida justicia vino a caer sobre toda nuestra raza.”
39
Furioso el rey, se ensañó contra éste con más crueldad que contra los otros, llevando muy a mal la burla que de él hacía.
40
Así murió limpio de toda contaminación, enteramente confiado en el Señor.
41
La última en morir fue la madre.
42
Y esto baste a propósito de los sacrificios y de los martirios extraordinarios.
   
SEGUNDA PARTE
HISTORIA DE JUDAS MACABEO
Capítulo 8
Primeras victorias de Judas Macabeo
   
1
Entre tanto, Judas Macabeo y los suyos, entrando secretamente en las aldeas, invitaban a sus parientes y a los que habían permanecido fieles al judaismo, y se les incorporaban, llegando a juntar hasta seis mil hombres;
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e invocaban al Señor para que mirase por su pueblo de todos conculcado; tuviese piedad del templo, profanado por impíos;
3
se compadeciese de la ciudad, devastada y casi enteramente arrasada; escuchase los torrentes de sangre que a El clamaban;
4
se acordase de la inicua muerte de niños inocentes y de las blasfemias proferidas contra su nombre y mostrase su ira contra los malvados.
5
Puesto el Macabeo al frente de su tropa, se hizo irresistible a los gentiles, volviendo el Señor su cólera en misericordia.
6
Llegando de improviso a las ciudades y aldeas, las incendiaba; y ocupando posiciones convenientes, triunfaba y ponía en huida a no pocos enemigos.
7
Sobre todo aprovechaba la noche, como más acomodada para tales incursiones, y por todas partes se difundía la fama de su valor.
8
Viendo Filipo cuánto había progresado aquél en poco tiempo y cómo iban creciendo sus éxitos, escribió a Tolomeo, general de Celesiria y Fenicia, para que viniese en apoyo de los negocios del rey.
9
Este llamó al instante a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de sus más fieles, y le mandó a Judea, poniendo bajo su mando no menos de veinte mil hombres de todas las naciones, con el encargo de destruir todo el linaje de los judíos. También se le agregó Gorgias, general muy experimentado en las cosas de la guerra.
10
Se proponía Nicanor proporcionar al rey, de la venta de los judíos cautivos, dos mil talentos, que debían a los romanos como tributo,
11
y así envió a las ciudades de la costa invitaciones para que viniesen a comprar esclavos judíos, prometiendo darles noventa esclavos por talento. No presentía la venganza que el Omnipotente iba a descargar sobre él.
12
En cuanto llegó a oídos de Judas que Nicanor se había puesto en marcha, informó a los suyos de la vida de aquel ejército.
13
Unos, acobardados y sin fe en la venganza divina, se dieron a la huida, yéndose a otros lugares.
14
Otros vendían cuanto les quedaba, rogando al Señor les librara del impío Nicanor, que los había vendido antes de caer en sus manos,
15
si no por ellos, siquiera por la alianza con sus padres y por su venerando y excelso nombre, que ellos invocaban.
16
Juntando el Macabeo su gente, en número de seis mil, los exhortó a no acobardarse ante el enemigo ni tener miedo de la muchedumbre de los gentiles que injustamente venían contra ellos, sino a combatir valientemente,
17
teniendo ante los ojos el ultraje inferido por aquéllos al lugar santo, la opresión de la ciudad escarnecida y la disolución de las instituciones patrias.
18
"Ellos -decía- vienen confiados en sus armas y en su valor; nosotros ponemos la confianza en el Dios omnipotente, que puede con un solo ademán derribar a los que vienen contra nosotros y al mundo entero".
19
Y trajo a la memoria las ayudas prestadas a sus padres: lo de Senaquerib, en que ciento ochenta y cinco mil hombres perecieron,
20
y la batalla dada en Babilonia contra los gálatas, en la que, entrando en lucha ocho mil judíos y cuatro mil macedonios, y hallándose en grave aprieto, los ocho mil derrotaron a un ejército de ciento veinte mil gracias al auxilio del cielo, logrando de aquella victoria grandes ventajas.
21
Con estos discursos los alentó y estaban prontos a morir por las leyes y por la patria.
22
Dividiendo su ejército en cuatro cuerpos, puso al frente de cada uno de ellos a sus hermanos Simón, Juan y Jonatán, asignando a cada uno mil quinientos hombres.
23
A Eleazar le mandó leer el libro sagrado; dioles por santo y seña: “Auxilio de Dios”; y tomando a su mando el primer cuerpo, cargó sobre Nicanor.
24
Gracias a la ayuda del Omnipotente, mataron más de nueve mil hombres y destrozaron la mayor parte del ejército de Nicanor, obligando a los restantes a huir.
25
Se apoderaron, además, de todo el dinero de los que habían venido con el propósito de comprarlos. Después, habiéndolos perseguido largo trecho,
26
se volvieron obligados por la hora, pues era víspera del sábado, y por eso no continuaron la persecución.
27
Recogidas las armas de los enemigos y los despojos, celebraron el sábado, bendiciendo de todo corazón al Señor y dándole gracias por haberlos en aquel día librado, haciéndoles experimentar las primicias de su misericordia.
28
Pasado el sábado, repartieron el botín con los que habían sufrido persecución, con las viudas y los huérfanos; el resto se lo distribuyeron entre ellos y sus hijos.
29
Acabado esto, todos a una hicieron oración, pidiendo al Señor misericordioso se reconciliase plenamente con sus siervos.
30
En combates con las tropas de Timoteo y Báquides mataron más de veinte mil de ellos, y valientemente se apoderaron de altas fortalezas y se hicieron dueños de muchos despojos, compartiéndolos con los perseguidos, los huérfanos, las viudas y los ancianos.
31
Las armas, recogidas cuidadosamente, las depositaron en sitios convenientes, y el resto de los despojos los llevaron a Jerusalén.
32
Al filarca de los que venían con Timoteo le quitaron la vida por ser hombre impísimo, que había afligido mucho a los judíos,
33
Mientras celebraban sus victorias en la capital de la patria, los que habían incendiado las puertas sagradas, Calístenes y otros más, se refugiaron en una casita, a la que aquéllos pusieron fuego, recibiendo así éstos el merecido de su impiedad.
34
Y el muy criminal Nicanor, que había traído a miles de mercaderes para la venta de los judíos,
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con la ayuda de Dios quedó humillado por los que despreció, y, despojado de sus ricas vestiduras, a través de los campos, como esclavo fugitivo, llegó solo a Antioquía, hondamente acongojado por la pérdida de su ejército.
36
y el que había tomado a su cargo reunir de la venta de los judíos en Jerusalén el tributo para los romanos, se hacía pregonero de que los judíos tenían un Dios que luchaba por ellos y los hacía invulnerables, porque seguían las leyes dadas por El.
   
Capítulo 9
Fin de Antíoco Epifanes
   
1
Acaeció por aquel tiempo que Antíoco hubo de retirarse en desorden de Persia.
2
Había entrado en Persépolis con el propósito de saquear el templo y apoderarse de la ciudad. Pero, alborotada la muchedumbre, corrió a las armas, obligándole a huir, y, puesto en fuga por los naturales, hubo de emprender una retirada vergonzosa.
3
Hallándose cerca de Ecbatana, recibió noticia de las derrotas sufridas por Nicanor y Timoteo,
4
y, encendido en cólera, meditaba vengar en los judíos la injuria de los que le habían puesto en fuga. Con esto dio orden al conductor de su coche de avanzar sin interrupción, apresurando la marcha, cuando se cernía ya sobre él el juicio divino. Pues en su orgullo había dicho: “En cuanto llegue allí, haré de Jerusalén un cementerio de judíos.”
5
Pero el Señor, Dios de Israel, que todo lo ve, le hirió con una llaga incurable e invisible. Apenas había terminado de hablar, se apoderó de él intolerable dolor de entrañas y agudos tormentos interiores,
6
y muy justamente, puesto que había atormentado con muchas y extrañas torturas las entrañas de otros.
7
Mas no por esto desistió de su fiereza; lleno de orgullo y respirando fuego contra los judíos, dio orden de acelerar la marcha. Mas sucedió que, en medio del ímpetu con que el coche se movía, cayó de él Antíoco, y con tan desgraciada caída, que todos los miembros de su cuerpo quedaron magullados.
8
El que con sobrehumana arrogancia se imaginaba dominar sobre las olas del mar y pensaba poner en balanza la altura de los montes, ahora, caído en tierra, era llevado en una litera, poniendo de manifiesto ante todos el poder de Dios,
9
hasta el punto de manar gusanos el cuerpo del impío, y, vivo aún, entre atroces dolores, caérsele las carnes a pedazos, apestando con su hedor al ejército.
10
Y al que poco antes parecía coger el cielo con sus manos, nadie ahora le quería llevar, por la intolerable fetidez.
11
Herido así, comenzó a deponer su excesivo orgullo y a entrar dentro de sí mismo, azotado por Dios con punzantes dolores.
12
No pudiendo él mismo soportar su hedor, dijo: “Justo es someterse a Dios y que el mortal no pretenda en su orgullo igualarse a El.”
13
Y oraba el malvado al Señor, de quien no había de alcanzar misericordia, y decía
14
que la ciudad santa, a la que antes a toda prisa quería llegar para arrasarla y convertirla en un cementerio, la reedificaría y la declararía libre;
15
que a los judíos, a quienes antes no tenía por dignos de sepultura y cuyos hijos había de arrojar en pasto a las fieras, los igualaría en todo con los atenienses;
16
que el templo santo, por él saqueado, lo enriquecería de los más preciosos dones y devolvería multiplicados todos los vasos sagrados; que los gastos tocantes a los sacrificios, de sus propias rentas los suministraría;
17
finalmente, que él mismo se haría judío y recorrería toda la tierra habitada para pregonar el poder de Dios.
18
Mas como de ningún modo cesaban sus tormentos, porque el justo juicio de Dios había descargado sobre él, desesperanzado de su salud, escribió a los judíos una carta en forma de súplica, al tenor siguiente:
19
“A los honrados ciudadanos judíos, mucha salud, dicha y bienestar, el rey y general Antíoco.
20
Puesta en el cielo mi esperanza, me alegraría mucho de que gocéis de mucha salud, vosotros y vuestros hijos, y de que todos vuestros negocios os salgan a deseo.
21
En cuanto a mí, postrado sin fuerzas en el lecho, recuerdo las pruebas de honor y benevolencia que con amor me habéis dado. Volviendo de Persia, he caído en una enfermedad muy molesta, y he creído conveniente pensar en la seguridad común;
22
no desesperando de mi estado, antes confiando mucho que saldré de mi enfermedad,
23
y teniendo en cuenta que también mi padre, al partir en campaña para las altas provincias, designó sucesor,
24
a fin de que, si algo inesperado le ocurría o les llegaban noticias desagradables, no se inquietasen sus subditos, sabiendo a quién pertenecía el gobierno.
25
Pensando, además, que los príncipes limítrofes y vecinos del reino acechan la ocasión en espera de sucesos, he designado por rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces ya, recorriendo las satrapías superiores, recomendé a muchos de vosotros, y a él mismo le he escrito la carta que va a continuación.
26
Ad, pues, os pido y ruego que, teniendo en cuenta el bien común y el privado, conservéis vuestra lealtad hacia mí y hacia mi hijo,
27
persuadido de que, siguiendo con blandura y humanidad mis intenciones, se entenderá con vosotros.”
28
Así, aquel homicida y blasfemo, presa de horribles sufrimientos, acabó su vida en tierra extranjera, sobre los montes, con una muerte miserable, como la que él a tantos había dado.
29
Transportó su cuerpo Filipo, su hermano de leche, que, temiendo a Antíoco, el hijo, huyó a Egipto, a Tolomeo Filometor.
   
Capítulo 10
La restauración del culto
   
1
El Macabeo y los suyos, con la ayuda del Señor, lograron ocupar el templo y la ciudad.
2
Destruyeron las aras alzadas por los extranjeros en las plazas y los santuarios.
3
Después de dos años de interrupción, purificado el templo, erigieron otro altar, y con fuego sacado de pedernales ofrecieron sacrificios; encendieron de nuevo las luces, quemaron el incienso y presentaron los panes de la proposición.
4
Hecho esto, rogaban al Señor, postrados en tierra, que no volvieran a caer en semejantes males, sino que, si volvían a pecar alguna vez, El mismo los corrigiese con blandura y no los entregase a los blasfemos y bárbaros gentiles.
5
El mismo día en que el templo había sido por los extranjeros profanado, ese mismo fue purificado, el día veinticinco del mes de Casleu.
6
Con gran regocijo celebraron por ocho días la fiesta, al modo de la fiesta de los Tabernáculos, recordando cómo poco tiempo hacía hubieron de pasar la fiesta de los Tabernáculos en los montes y en las cavernas, a modo de fieras.
7
Por lo cual, llevando tirsos, ramos verdes y palmas, cantaban himnos al que los había favorecido hasta purificar su templo.
8
Y de común acuerdo dieron un decreto a toda la nación judía de celebrar cada año las mismas fiestas.
 
 
Derrota de Gorgias y Nicanor
 
9
Tal fue el fin de Antíoco, apellidado Epifanes.
10
Ahora contaremos los sucesos de Antíoco Eupator, hijo del impío, compendiando las calamitosas guerras.
11
Así que se hizo cargo del reino, puso al frente del gobierno a un cierto Lisias, general en jefe de la Celesiria y la Fenicia.
12
Tolomeo, llamado Macrón, que se había distinguido por su amor a la justicia en el trato con los judíos, reparando las iniquidades que con ellos se habían cometido, procuraba tratarlos amigablemente.
13
Mas por esto fue denunciado por los cortesanos ante Eupator, y a cada instante tenía que oír que le tachaban de traidor; pues habiendo dejado Chipre, que Filometor le había confiado, se había pasado al bando de Antíoco Epifanes. Desesperado, viendo que no podía desempeñar honrosamente su cargo, se envenenó.
14
Por entonces Gorgias, nombrado general de aquellas provincial, mantenían tropas mercenarias y con frecuencia hostigaba a los judíos.
15
Al mismo tiempo que él, los idumeos, dueños de fortalezas bien situadas, molestaban a los judíos, y acogiendo a los huidos de Jerusalen, procuraban fomentar la guerra.
16
Las tropas del Macabeo, después de hacer oración y pedir a Dios que viniese en su ayuda, acometieron las fortalezas de los idumeos;
17
y atacándolas con vigor, se hicieron dueños de las plazas, rechazaron a cuantos sobre los muros combatían, degollaron a cuantos cayeron en sus manos y dieron muerte a no menos de veinte mil hombres.
18
Habiéndose refugiado unos nueve mil en dos torres muy fuertes y bien abastecidas para resistir un largo asedio,
19
el Macabeo dejó, para mantener el cerco, a Simón, a José y a Zaqueo, con bastante gente, y él se dedicó a luchar donde más urgencia había.
20
Los de Simón, llevados de la avaricia, se dejaron comprar por dinero por algunos de los que en las torres estaban, recibiendo setenta mil dracmas por dejarlos escapar.
21
Sabido esto por el Macabeo, reunió a los jefes del pueblo y los acusó de haber vendido a sus hermanos, dejando huir a sus enemigos,
22
y como a traidores los hizo matar, apoderándose luego de las dos torres.
23
Dio feliz término a esta empresa, matando a más de veinte mil en las dos fortalezas.
24
Timoteo, el que antes había sido vencido por los judíos, juntó numerosa fuerza mercenaria; y reunida la caballería de Asia en buen número, vino con el propósito de hacer la Judea presa de guerra.
25
Al acercarse las tropas del Macabeo, se volvieron a Dios en la oración; y cubierta de polvo la cabeza y ceñidos de saco los lomos,
26
se postraron al pie del altar, rogando a Dios que se les mostrase propicio a ellos y hostil a sus enemigos, oponiéndose a los adversarios según las promesas de la Ley.
27
Terminada la oración, empuñaron las armas, salieron de la ciudad e hicieron alto cuando estuvieron cerca del enemigo.
28
Antes que del todo amaneciera vinieron a las manos. Los unos tenían como prenda de feliz éxito y de victoria, a más de su valor, el recurso a su Dios; los otros iban al combate llevados de su pasión.
29
En lo más duro de la pelea se les aparecieron en el cielo a los adversarios cinco varones resplandecientes montados en caballos con frenos de oro, que, poniéndose a la cabeza de los judíos
30
y tomando en medio de ellos al Macabeo, le protegían con sus armas, le guardaban incólume y lanzaban flechas y rayos contra el enemigo, que, herido de ceguera y espanto, caía.
31
Mataron veinte mil quinientos, y de los jinetes, seiscientos.
32
El mismo Timoteo huyó a la fortaleza llamada Gazer, plaza muy guarnecida, donde mandaba Quereas.
33
Las fuerzas del Macabeo, llenas de ardor, atacaron durante cuatro días la fortaleza.
34
Los de dentro, confiados en la fuerza del lugar, los ultrajaban sin cesar y proferían palabras impías y jactanciosas contra los asediantes.
35
Pero, al amanecer el quinto día, veinte jóvenes de los que seguían al Macabeo, encendidos sus ánimos por las blasfemias, se lanzaron valerosamente a la muralla y la escalaron con ánimo viril, matando a cuantos se oponían.
36
Y otros tras ellos la escalaron igualmente en medio del desorden de los asediados, y, poniendo fuego a las torres y a las puertas, encendieron hogueras, en que quemaron vivos a los blasfemos.
37
Francas las puertas, penetró el resto del ejército, se apoderó de la ciudad, dando muerte a Timoteo, que se había escondido en una cisterna; a su hermano Quereas y Apolófanes.
38
Realizada esta hazaña, con himnos y alabanzas bendecían al Señor, que tan grandes cosas hacía por Israel, dándoles tan gran victoria.
   
Capítulo 11
Nueva expedición de Lisias. Paz con los judíos
   
1
Muy poco tiempo después, Lisias, tutor del rey, pariente suyo y regente del reino, muy apesadumbrado por lo sucedido,
2
juntó alrededor de ochenta mil hombres y toda la caballería y vino contra los judíos, pensando hacer de la ciudad una población griega,
3
someter el templo a tributo, como los santuarios gentiles, y hacer el sumo sacerdocio vendible y anual,
4
sin tener para nada en cuenta el poder de Dios y muy pagado de los millares de sus infantes y caballos y de sus ochenta elefantes.
5
Entrando en Judea, se acercó a Betsur, plaza fuerte situada en un desfiladero y distante de Jerusalén unos cinco estadios, y la atacó.
6
Así que los del Macabeo supieron que Lisias estaba atacando la fortaleza, a una con la muchedumbre rogaban al Señor, entre llantos y gemidos, que enviase un buen ángel para salvar a Israel.
7
El mismo Macabeo, tomando sus armas, se adelantaba a los demás para ir en socorro de sus hermanos;
8
y mientras con igual valor todos marchaban llenos de ardimiento, cerca todavía de Jerusalén se les apareció en cabeza un jinete vestido de blanco, armado de armadura de oro y vibrando la lanza.
9
Todos a una bendijeron a Dios misericordioso y se enardecieron, sintiéndose prontos no sólo a atacar a los hombres y a los elefantes, sino a penetrar por muros de hierro.
10
Marchaban en orden de batalla, fiados en aquel auxiliar celestial, señal de la misericordia del Señor hacia ellos,
11
y como leones se lanzaron sobre los enemigos, dejando fuera de combate once mil infantes y mil seiscientos jinetes
12
y haciendo huir a los demás. La mayor parte de los que se salvaron quedaron desnudos y heridos, y el mismo Lisias se puso a salvo huyendo vergonzosamente.
13
Como no carecía de discreción, echando sobre sí mismo la culpa de la sufrida derrota y entendiendo que los hebreos eran invencibles, por tener de su parte al Dios todopoderoso, les envió un mensajero
14
proponiéndoles la reconciliación en condiciones justas y prometiendo persuadir al rey de la necesidad de hacérselos amigos.
15
Aceptó el Macabeo las proposiciones de Lisias, mirando al interés público; y, en efecto, todo cuanto el Macabeo propuso por escrito a Lisias acerca de las peticiones de los judíos, fue otorgado por el rey.
16
La carta de Lisias a los judíos era del tenor siguiente: “Lisias, al pueblo judío, salud.
17
Juan y Abesalom, vuestros mensajeros, me han entregado una comunicación suplicando respuesta a los puntos en ella contenidos.
18
Cuanto era preciso proponer al rey se lo hice saber, y él ha otorgado cuanto le pareció aceptable.
19
Por tanto, si tenéis vosotros la misma buena voluntad hacia el reino, yo en adelante procuraré favorecer vuestra causa.
20
En cuanto a los detalles, he dado encargo a vuestros mensajeros y a los míos de que os los comuniquen de palabra.
21
Pasadlo bien. Año 148, a veinticuatro del mes de Dioscorintio.”
22
La carta del rey decía así: “El rey Antíoco, a su hermano Lisias, salud.
23
Trasladado a los dioses nuestro padre y queriendo que los súbditos de nuestro reino vivan sin perturbaciones, atentos a sus propios intereses,
24
hemos sabido que los judíos se niegan a adoptar las costumbres helénicas, como quería nuestro padre, y prefieren conservar sus propias instituciones, y por esto piden les sea otorgado vivir según sus leyes.
25
Queriendo, pues, que esta nación viva tranquila, hemos resuelto que su templo les sea restituido y vivan según las costumbres de sus mayores.
26
Harás, pues, bien en comunicarles esto y concertar con ellos la paz, para que, sabiendo nuestra voluntad, vivan contentos y alegremente atiendan a sus propios negocios.”
27
La carta del rey a los judíos es como sigue: “El rey Antíoco, al senado de los judíos y a los demás judíos, salud.
28
Si gozáis de salud, me alegraré de ello; nosotros estamos bien.
29
Menelao nos comunica que deseáis volver a juntaros con los vuestros,
30
y a los que lo hagan hasta el treinta del mes de Xántico les concedemos la paz y seguridad;
31
y concedemos que los judíos puedan usar de sus comidas y de sus leyes como antes, y nadie sea en modo alguno molestado por los errores anteriores.
32
He mandado a Menelao que os confirme en estas seguridades.
33
Pasadlo bien. El año 148, el día quince del mes de Xántico.”
34
También los romanos le enviaron una carta, que decía así: “Quinto Memmio y Tito Manlio, legados de los romanos, al pueblo de los judíos, salud.
35
Lo que Lisias, pariente del rey, os ha otorgado, nosotros lo aprobamos.
36
Cuanto a lo que él ha creído deber someter al rey, enviad luego alguno con instrucciones precisas, a fin de que nosotros le apoyemos según vuestra conveniencia. Nosotros nos dirigimos a Antioquía.
37
Por tanto, daos prisa y enviad algunos que nos informen de vuestros deseos.
38
Pasadlo bien. El quince del mes de Xántico del año 148.”
   
Capítulo 12
Diversas victorias de Judas contra los pueblos vecinos
   
1
Concluido este tratado, partió Lisias al rey, y los judíos se entregaron a las labores del campo.
2
Pero de los jefes que quedaron en la región, Timoteo y Apolonio el de Genneo, y Jerónimo y Demofón, y a más de éstos Nicanor, gobernador de Chipre, no les permitían gozar de sosiego y de paz.
3
Por otra parte, los de Jope cometieron un enorme crimen. Invitaron a los judíos que entre ellos moraban, con sus mujeres e hijos, a subir en barcas dispuestas por ellos, como si no hubiera enemistad alguna
4
y obrasen conforme al común acuerdo de la ciudad. Aceptaron aquéllos, como deseosos de la paz y no sospechando nada malo; pero, llegados a alta mar, fueron echadas al fondo no menos de doscientas personas.
5
Cuando Judas llegó a saber la crueldad cometida contra los de su nación, dio orden a su gente; e invocando a Dios, justo juez,
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vino contra los asesinos de sus hermanos, y de noche puso fuego al puerto, quemó las naves y mató a cuantos allí se habían refugiado.
7
Habiéndole cerrado la plaza, se retiró, pero con el propósito de volver de nuevo a exterminar de raíz a toda la población de Jope.
8
Informado de que los de Jamnia se proponían hacer otro tanto con los judíos allí domiciliados,
9
cayó de noche sobre ellos e incendió el puerto y quemó las naves, de modo que la claridad del fuego se veía desde Jerusalén, a distancia de doscientos cuarenta estadios.
10
A nueve estadios de allí, cuando se dirigía contra Timoteo, le salieron al encuentro no menos de cinco mil árabes y quinientos jinetes.
11
Empeñada la lucha, con la ayuda de Dios, los de Judas salieron vencedores, y los árabes nómadas, vencidos, pidieron la paz a Judas, comprometiéndose a darles ganado y ayudarles en todo.
12
Judas, convencido de que en mucho le podían ser útiles, hizo paces con ellos; concluidas éstas, se retiraron los árabes a sus tiendas.
13
Atacó también una ciudad fuerte, rodeada de foso y murallas altas, poblada por gentes de todas las naciones, que se llamaba Caspín.
14
Los de dentro, confiados en la fortaleza de los muros y en el abastecimiento de víveres, insultaban groseramente a los de Judas y les lanzaban afrentas y dicterios.
15
Los de Judas, invocando al gran Señor del universo, que en tiempos de Josué, sin arietes ni máquinas de guerra, había derribado los muros de Jericó, atacaron con fiereza las murallas.
16
Tomada por la voluntad de Dios la ciudad, hicieron en ella atroz carnicería, hasta parecer como lleno de la sangre que a él había afluido un vecino estanque de dos estadios de ancho.
17
Después de una marcha de setecientos cincuenta estadios llegaron a Jaraca, a los judíos llamados tubienses.
18
No pudieron entonces apoderarse de Timoteo, porque, sin emprender nada, se había ido de aquella región, dejando en cierto lugar una muy fuerte guarnición.
19
Pero Dositeo y Sosípatro, generales del Macabeo, marcharon contra ella, y mataron a más de diez mil de los que Timoteo había dejado de guarnición.
20
El Macabeo organizó su ejército por cohortes, puso a aquellos dos al frente de ellas y partió en busca de Timoteo, que tenía a sus órdenes ciento veinte mil infantes y mil quinientos jinetes.
21
Así que supo éste la llegada de Judas, envió las mujeres y los niños y toda la impedimenta a un lugar llamado Carnión, que era muy fuerte y de difícil acceso a causa de lo montuoso y quebrado del terreno.
22
Al aparecer la primera cohorte de Judas, se apoderó de los enemigos el pánico. Una aparición del que todo lo ve les infundió tal miedo, que se dieron todos a la fuga, cada uno por su lado, de suerte que unos a otros se molestaban y con las puntas de las espadas se herían.
23
Judas persiguió con encarnizamiento a aquellos criminales, matando hasta treinta mil hombres.
24
El mismo Timoteo, caído en manos de Dositeo y Sosípatro, instaba mucho que le dejasen libre, pues que tenía en su poder a muchos padres y hermanos de judíos, que no lo pasarían bien si él moría.
25
Dada su palabra con muchas seguridades de que los restituiría incólumes, le dieron libertad por amor de los hermanos.
26
Partió Judas contra Carnión y contra el santuario de Atargates, donde dio muerte a veinticinco mil hombres.
27
Después de esta derrota y matanza, emprendió Judas la marcha hacia Efrón, ciudad fuerte, donde moraba una muchedumbre de diversas naciones. Jóvenes robustos, ordenados ante los muros, luchaban animosamente, y dentro había mucha provisión de máquinas y de proyectiles.
28
Pero los judíos, invocando al Omnipotente, que con su poder aplasta las fuerzas enemigas, se apoderaron de la ciudad y mataron a veinticinco mil de los que estaban dentro.
29
Partieron de allí, atacaron a Escitópolis, que dista de Jerusalén seiscientos estadios.
30
Pero ante el testimonio de los judíos que allí moraban de que los escitopolitanos habían sido benévolos con ellos y en los días de su infortunio les habían guardado muchas deferencias,
31
les dieron las gracias, exhortándolos a continuar siendo benévolos con los de su linaje; y se vinieron a Jerusalén, próxima ya la fiesta de las Semanas o Pentecostés.
32
Después de la fiesta marcharon contra Gorgias, general de los idumeos.
33
Salió con tres mil hombres de a pie y trescientos de a caballo;
34
y trabada la batalla, fueron pocos los judíos que cayeron.
35
Un cierto Dositeo, bacenorense, bravo jinete, agarró a Gorgias por la clámide y tiraba de él vigorosamente, queriendo cogerlo vivo; pero vino sobre él un jinete tracio que le derribó el hombro, y así pudo Gorgias huir a Maresa.
36
Los soldados de Esdras hallábanse fatigados de la larga lucha; pero Judas invocó al Señor para que se mostrase su auxiliar y caudillo en la batalla.
37
Entonó en lengua patria un canto de guerra, y, cayendo de improviso sobre los de Gorgias, los puso en derrota.
38
Retrajo Judas su ejército y lo condujo a Odolam. Llegado el día séptimo, purificados según la costumbre, celebraron allí el sábado.
39
Al día siguiente, como era necesario, vinieron los de Judas para recoger los cadáveres de los caídos y con sus parientes depositarlos en los sepulcros de familia.
40
Entonces, bajo las túnicas de los caídos, encontraron objetos consagrados a los ídolos de Jamnia, de los prohibidos por la Ley a los judíos; siendo a todos manifiesto que por aquello habían caído.
41
Todos bendijeron al Señor, justo juez, que descubre las cosas ocultas.
42
Volvieron a la oración, rogando que el pecado cometido les fuese totalmente perdonado; y el noble Judas exhortó a la tropa a conservarse limpios de pecado, teniendo a la vista el suceso de los que habían caído,
43
y mandó hacer una colecta en las filas, recogiendo hasta dos mil dracmas, que envió a Jerusalén para ofrecer sacrificios por el pecado; obra digna y noble, inspirada en la esperanza de la resurrección;
44
pues si no hubiera esperado que los muertos resucitarían, superfluo y vano era orar por ellos.
45
Mas creía que a los muertos piadosamente les está reservada una magnífica recompensa.
46
Obra santa y piadosa es orar por los muertos. Por eso hizo que fuesen expiados los muertos, para que fuesen absueltos de los pecados.
   
Capítulo 13
Vuelve Lisias otra vez contra Judea y hace la paz con los judíos
 
1
El año 149 supieron los de Judas que Antíoco Eupator venía contra Judea con gran muchedumbre de tropas,
2
y con él Lisias, su tutor y regente del reino. Mandaba un ejército griego de ciento diez mil infantes, cinco mil trescientos jinetes, veintidós elefantes y trescientos carros armados de hoces.
3
A ellos se había juntado Menelao, que con grande astucia exhortaba a Antíoco, no llevado de la solicitud por la patria, sino esperando ser restituido en el poder.
4
Pero el Rey de reyes excitó la cólera de Antíoco contra aquel criminal; pues como Lisias hiciera ver al rey que aquél había sido la causa de todos los disturbios, ordenó fuese conducido a Berea y muerto allí, al estilo del lugar.
5
Había allí una torre como de cincuenta codos de alto, rodeada por todas partes de cenizas ardientes y coronada por una máquina giratoria,
6
con la cual arrojaban a las cenizas al ladrón, sacrilego o al autor de algún otro crimen horrendo.
7
De tal muerte había de acabar el impío Menelao, sin lograr el honor de la sepultura.
8
Muy justo era que quien tantos pecados cometiera contra el altar, cuyo fuego y cenizas son santos, en cenizas recibiera la muerte.
9
Iba el rey animado de sentimientos feroces, dispuesto a mostrarse más duro con los judíos que lo había sido su padre.
10
Informado de ello Judas, mandó a su gente invocar día y noche al Señor, para que, como siempre, ahora les ayudase, cuando el pueblo, que apenas había comenzado a respirar,
11
estaba a punto de quedar sin ley, sin patria y sin templo, y sometido a la tiranía de las naciones blasfemas.
12
Cuando todos a una hubieron rogado al Señor misericordioso con lágrimas y ayunos y postraciones durante tres días continuos, Judas los animó y ordenó que se preparasen;
13
y después de consultar a los ancianos, resolvió emprender la marcha antes que el ejército del rey entrase en Judea y se hiciesen dueños de la ciudad; poniendo la cosa en manos del Señor,
14
encomendando al Creador del universo el resultado de la batalla y exhortando a los suyos a luchar animosamente hasta morir por las leyes, por el templo, por la ciudad, por la patria y sus instituciones. Ordenó su ejército en batalla junto a Modín.
15
Dio a los suyos el santo y seña: “De Dios es la victoria”; y con la flor de sus soldados acometió de noche el campamento del rey, matando hasta dos mil hombres y el mayor de los elefantes con los que llevaba encima.
16
Luego se retiraron victoriosos, dejando el campo lleno de pánico y de perturbación.
17
Al ser de día, todo estaba acabado, gracias a la ayuda del Señor, que le había socorrido.
18
El rey, vista la audacia de los judíos, intentaba adueñarse por astucia de las plazas.
19
Llevó su ejército contra Betsur, plaza fuerte de los judíos, pero se veía rechazado y derrotado y cada vez menos fuerte.
20
Judas proveía de vituallas a los de dentro.
21
Un cierto Rodoco, del ejército judío, descubrió al enemigo los secretos de la defensa. Fue buscado, cogido y encarcelado.
22
Por segunda vez el rey entró en tratos con los de Betsur, y, hechas las paces, se retiró.
23
Atacó a Judas, mas fue vencido. Pero, informado de que Filipo, que había quedado por regente del rey, se había sublevado en Antioquía, quedó consternado. Luego pidió la paz a los judíos, jurándoles atender sus justas peticiones; y reconciliado con ellos, ofreció sacrificios, honró el templo y ofreció dones.
24
Al Macabeo le acogió muy bien y le hizo general y gobernador desde Tolemaida hasta la región de los guerrenios.
25
Pero, al llegar a Tolemaida, sus habitantes llevaron muy a mal los conciertos, e indignados querían romper lo estipulado.
26
Subió entonces Lisias a la tribuna, se esforzó por defender la causa, logrando aplacarlos, y se volvió a Antioquía. Tal fue el suceso de la venida y retirada del rey.
   
Capítulo 14
La paz con Nicanor
   
1
Al cabo de tres años supieron los de Judas que Demetrio, hijo de Seleuco, había desembarcado en Trípoli con poderoso ejército y flota,
2
y se había hecho dueño de la tierra, dando muerte a Antíoco y a Lisias, su tutor.
3
Cierto Alcimo, que había sido antes sumo sacerdote y que en los tiempos de la confusión se había voluntariamente contaminado, considerando que no había para él otro modo de salvación y de acceso al altar santo,
4
se vino al rey Demetrio el año 151, trayéndole una corona de oro, una palma y unos ramos de olivo, que se creían procedentes del templo. Aquel día no pidió nada.
5
Pero, aprovechando la ocasión, propicia a su demencia, de haber sido llamado a consejo por Demetrio, para preguntarle cuáles eran las disposiciones y designios de los judíos, respondió:
6
“El partido de los judíos que llaman asideos, cuyo jefe es Judas Macabeo, fomenta las guerras y las sediciones y no consiente que el reino goce de paz;
7
por lo cual, yo, despojado de la dignidad paterna, quiero decir del sumo sacerdocio, he venido ahora aquí,
8
mirando con toda lealtad por los intereses del rey y buscando también los de mis conciudadanos, pues, por la temeridad de aquéllos, toda nuestra nación se halla en ruinas.
9
Date cuenta, pues, ¡oh rey! de estas cosas; mira por nuestra tierra y nuestra raza oprimida, llevado de tu desinteresado amor hacia todos.
10
Mientras Judas esté con vida, no podrá el Estado gozar de paz,”
11
Dicho esto, al punto los restantes amigos, que se hallaban indispuestos contra Judas, inflamaron más el ánimo de Demetrio,
12
logrando que éste llamase luego a Nicanor, comandante anteriormente del cuerpo de elefantes, y le nombró general de Judea,
13
dándole orden de acabar con Judas, dispersar a todos los suyos e instalar a Alcimo por sumo sacerdote del santísimo templo.
14
En seguida los gentiles, que por temor de Judas habían huido de la Judea, se agregaron como rebaño a Nicanor, pensando que el infortunio y la calamidad de los judíos sería su ventura.
15
Al saber los judíos la venida de Nicanor y la invasión de los gentiles, se cubrieron de polvo, orando al que eligió a su pueblo para siempre y protegió en todo tiempo con manifiestos prodigios su heredad.
16
A las órdenes de su jefe, se pusieron luego en marcha, y vino a darse la batalla junto a la aldea de Desau.
17
Simón, hermano de Judas, había venido a las manos con Nicanor; pero, desconcertado un momento por la repentina llegada de los enemigos, sufrió un revés.
18
A pesar de lo cual, Nicanor, que sabía el valor de los judíos y cuan animosamente combatían por la patria, temía encomendar a las armas la resolución.
19
Por eso envió a Posidonio, a Teodoto y a Matatías a proponer conciertos de paz.
20
Después de un largo examen de las condiciones y de haberlo comunicado el general a la muchedumbre, de común acuerdo convinieron hacer conciertos de paz.
21
Señalaron el día en que los dos jefes se reunirían solos, y pusieron dos sillas, una frente a otra.
22
Judas, sin embargo, había apostado hombres en lugares convenientes, dispuestos a intervenir si los enemigos cometían alguna perfidia. Así tuvieron el amigable coloquio.
23
En adelante, Nicanor moró en Jerusalén, sin cometer injusticia, y hasta disolvió las tropas que a manera de rebaños se le habían juntado.
24
A Judas le tenía siempre a su lado, pues sentía hacia él cordial afecto.
25
Le exhortaba a que se casara y criara hijos. Y, en efecto, se casó, y, viviendo tranquilamente, disfrutaba de la vida.
26
Pero Alcimo, al ver la buena inteligencia de ambos y los pactos concertados, se vino a Demetrio, acusando a Nicanor de traidora deserción contra el reino, puesto que se había dado por sucesor a Judas, enemigo del reino.
27
El rey se enojó, e inducido por las calumnias de aquel malvado, escribió a Nicanor, diciéndole cuánto le habían desagradado los conciertos hechos y ordenándole que le enviase cuanto antes preso al Macabeo a Antioquía.
28
Cuando recibió estas órdenes, Nicanor quedó confuso y sintió gravemente tener que anular lo concertado, sin haber recibido daño alguno de tal varón.
29
Mas, no siendo posible oponerse al rey, aguardó una ocasión propicia para ejecutar sus mandatos.
 
 
Ruptura de relaciones
 
30
Observando de su parte el Macabeo que Nicanor se conducía con él más fríamente y que sus relaciones no eran tan amigables como de costumbre, pensó que tal conducta era mal indicio; y así reunió a muchos de los suyos y comenzó a guardarse de Nicanor.
31
Dándose éste cuenta de cuan hábilmente había sido vencido por Judas, llegó al augustísimo y santo templo en el momento mismo en que los sacerdotes ofrecían los acostumbrados sacrificios y les mandó que le entregaran a Judas.
32
Asegurando ellos con juramento que ignoraban dónde estaba, extendió su diestra hacia el templo,
33
y juró así: “Si no me entregáis a Judas preso, arrasaré este templo de Dios, destruiré el altar y elevaré aquí un magnífico templo a Baco.”
34
Los sacerdotes tendieron las manos al cielo, e invocando al que siempre se había mostrado defensor de nuestro pueblo, dijeron:
35
“Tú, Señor de todas las cosas, que de nada necesitas, has tenido a bien establecer este templo de tu morada en medio de nosotros.
36
Preserva, pues, santísimo Señor, por siempre limpia esta casa, que hace poco ha sido purificada.”
   
 
El caso de Racías
   
37
Un cierto Racías, de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a Nicanor como amante de la ciudad, donde gozaba de muy buena fama, y por su bondad era apellidado padre de los judíos.
38
En efecto, en los tiempos anteriores había evitado todo contacto con los gentiles y había atraído sobre sí la acusación de judaismo, exponiendo por ello su cuerpo y su vida.
39
Deseando Nicanor dar muestra de su mala voluntad hacia los judíos, mandó más de quinientos soldados a prenderle,
40
pues creía inferir, prendiendo a éste, un golpe a todos los judíos.
41
Estaba la tropa a punto de apoderarse de la torre de su casa, forzando la puerta de entrada y dada ya la orden de prenderle fuego. Racías, estando para ser apresado, se echó sobre su espada,
42
prefiriendo morir noblemente antes de caer en manos de criminales y recibir ultrajes indignos de su nobleza.
43
Mas como a causa de la precipitación no hubiera acertado a matarse y la tropa invadiera ya la casa, resueltamente corrió al muro y virilmente se arrojó encima de la tropa.
44
Al verle se retiraron, y vino a caer en medio del espacio libre.
45
Aún respiraba, y, enardecido su ánimo, se levantó, y mientras a torrentes le corría la sangre de las graves heridas, atravesó a la carrera por entre la muchedumbre, hasta erguirse sobre una roca escarpada.
46
Allí, totalmente exangüe, se arrancó las entrañas con ambas manos y las arrojó contra la tropa, invocando al Señor de la vida y del espíritu que de nuevo se las devolviera. Y de esta manera acabó.
   
Capítulo 15
Derrota de Nicanor
   
1
Informado Nicanor de que Judas andaba por los lugares de Samaría, pensó atacarle con entera seguridad en día de sábado.
2
Los judíos que a la fuerza le seguían dijeron: “No pretendas aniquilarlos tan salvaje y bárbaramente; respeta el día que preferentemente ha sido declarado santo por el que todo lo ve.”
3
A lo que aquel malvado contestó si había soberano en el cielo que hubiera ordenado solemnizar el día del sábado.
4
Y como ellos le respondiesen: “Sí, hay un Señor, Dios vivo, soberano del cielo, que ha ordenado celebrar el día séptimo.”
5
“Pues yo — contestó él — digo que hay un soberano en la tierra que manda tomar las armas y cumplir lo que conviene al rey.” Con todo, no pudo llevar a cabo su malvado propósito.
6
Mientras Nicanor, en su insensato orgullo, pensaba levantar con Judas y los suyos un monumental trofeo,
7
éste, puesta siempre su confianza en el socorro del Señor,
8
exhortaba a los suyos a no temer el ataque de los paganos; antes bien, recordando los auxilios que en tiempos anteriores les habían venido del cielo, esperasen también ahora del Todopoderoso la victoria.
9
Y los alentaba, proponiéndoles testimonios de la Ley y de los profetas y recordándoles los combates que habían sostenido, dándoles con esto mucho ánimo.
10
Después de haber levantado sus espíritus, les puso de manifiesto la falta de fe de los gentiles y la transgresión de sus juramentos;
11
animando a todos no tanto con la seguridad de sus escudos y lanzas cuanto con la confianza de sus alentadoras palabras. Sobre todo los alegró con la relación de un sueño digno de toda fe.
12
He aquí el sueño que había tenido: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, de venerable aspecto, de suaves maneras, de elegante lenguaje, que desde su niñez se había ejercitado en toda virtud, tendía sus manos, orando por toda la comunidad de los judíos.
13
Apareciósele también otro varón, que se destacaba por la blancura de sus cabellos y por su gloriosa dignidad, nimbado de admirable y magnífica majestad.
14
Onías dijo: “Este es el amador de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa: Jeremías, profeta de Dios.”
15
Y tenía Jeremías su diestra y entregaba a Judas una espada de oro, diciéndole:
16
“Toma esta espada santa, don de Dios, con la cual triunfarás de los enemigos.”
17
Alentados con estas nobles palabras de Judas, capaces de vigorizar y exaltar hasta el heroísmo las almas de los jóvenes, resolvieron no atrincherarse en el campo, sino arrojarse valientemente sobre el enemigo, y, luchando con todo valor, decidir la cosa, puesto que se hallaban en peligro la ciudad, la religión y el templo;
18
pues la solicitud que por las mujeres, los hijos, los hermanos y parientes tañían era menor que la que sentían por el templo santo, la más grande y primera de todas las cosas.
19
No era pequeña la ansiedad de los que en la ciudad habían quedado, inquietos como se hallaban por la lucha de fuera.
20
Cuando todos esperaban el futuro desenlace, y los enemigos se acercaban dispuestos en orden de batalla, y los elefantes colocados en lugares oportunos, y la caballería en las alas,
21
al ver el Macabeo la muchedumbre que se acercaba, el variado aparato de las armas, la fuerza de los elefantes apostados en lugares convenientes, levantando las manos al cielo, invocó al Señor, hacedor de prodigios. Sabía que no por la fuerza de las armas se alcanza la victoria, sino que Dios la otorga a los que juzga dignos de ella.
22
La invocación fue como sigue: “Tú, Señor, que enviaste un ángel bajo Ezequías, rey de Judá, que mató del ejército de Senaquerib a ciento ochenta y cinco mil hombres,
23
envía ahora, Señor de los cielos, delante de nosotros un ángel bueno que infunda a éstos temor y temblor.
24
Con la fuerza de tu brazo sean quebrantados los que llegan blasfemando contra tu pueblo santo.” Y con esto terminó.
25
Los de Nicanor avanzaban al son de las cornetas y de los cantos guerreros,
26
en tanto que los de Judas llegaron a chocar con los enemigos en medio de súplicas y oraciones.
27
Y mientras luchaban con las manos, oraban en su corazón a Dios; y así, magníficamente fortalecidos por esta manifestación de Dios, echaron por tierra no menos de treinta y cinco mil hombres.
28
Terminada la lucha y entregados a la alegría, hallaron que, revestido de sus armas, estaba Nicanor entre los muertos.
29
Se produjo un gran clamor y alborozo, bendiciendo al Señor en la lengua patria.
30
Judas, que en cuerpo y alma estaba todo él atento a la defensa de sus conciudadanos y había guardado la generosidad de la juventud para sus connacionales, ordenó cortar a Nicanor la lengua y el brazo hasta el hombro y llevarlos a Jerusalén.
31
Llegado allí, convocó a los conciudadanos y sacerdotes, y, puesto en pie ante el altar mandó venir a los de la ciudadela,
32
mostró a todos la cabeza del impío Nicanor y la mano que el blasfemo había tendido insolente contra la santa casa del Todopoderoso.
33
Mandó picar en menudos trozos la lengua, echarlos a las aves y suspender enfrente del templo la mano, como recompensa a su insensatez.
34
Y todos, levantando los ojos al cielo, bendecían al Señor, diciendo: “Bendito el que ha conservado puro este lugar.”
35
La cabeza de Nicanor se colgó de la ciudadela, visible a todos, como señal manifiesta del auxilio divino;
36
y por público decreto se mandó no dejar pasar este día sin solemnizarlo
37
y que se celebrase el trece del mes duodécimo, que en lengua siríaca se llama Adar, un día antes del día de Mardoqueo.
 
 
EPÍLOGO
 
38
Tal fue la historia de Nicanor. Y como desde aquellos días la ciudad ha estado en posesión de los hebreos, daré aquí fin a mi narración.
39
Si está bien y como conviene a la narración histórica, es lo que deseaba yo; pero si es imperfecta y mediocre, perdóneseme.
40
Como el beber vino puro o sola agua no es grato, mientras que el vino mezclado con el agua es agradable y gustoso, así también la disposición del relato siempre uniforme no agrada a los oídos del lector. Y con esto damos fin a la obra.