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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO

Libro Primero de los LOS MACABEOS

INTRODUCCIÓN
Capítulo 1
Alejandro Magno
   
 

Alejandro, hijo de Filipo, macedonio, y el primero que reinó en Grecia, partiendo del país de Macedonia, venció a Darío, rey de los persas y los medos, y reinó en lugar suyo. Luego de esto combatió muchas batallas, expugnó muchas fortalezas y dio muerte a reyes de la tierra. Atravesándola hasta sus confines, se apoderó de los despojos de muchas naciones, y la tierra se le rindió. Su corazón se engrió y se llenó de orgullo. Juntó poderosos ejércitos, sometió a su imperio regiones y pueblos y los soberanos le pagaron tributo. Después de todo cayó en el lecho y vio que se moría. Llamando a sus oficiales, los nobles que con él se habían criado desde su juventud, dividió aún en vida su reino entre ellos. Había reinado Alejandro doce años cuando le arrebató la muerte. En su lugar entraron a reinar sus generales, los cuales, en cuanto él murió, se ciñeron diadema, y sus hijos después de ellos durante muchos años, multiplicándose los males en la tierra.

 
 
Antíoco IV
 

De ellos brotó aquella raiz de pecado Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco, que estuvo en Roma como rehén y se apoderó del reino el año 137 de la era de los griegos. Salieron de Israel por aquellos días hijos inicuos que persuadieron al pueblo, diciendo: “Ea, hagamos alianza con las naciones vecinas, pues desde que nos separamos de ellas nos han sobrevenido tantos males"; y a muchos les pareció bien aquellos discursos. Algunos del pueblo ofreciéronse a ir al rey, el cual les dio facultad para seguir las instituciones de los gentiles. En virtud de esto, levantaron en Jerusalén un gimnasio, conforme a los usos paganos; se restituyeron los prepucios, abandonaron la alianza santa, haciendo causa común con los gentiles, y se vendieron al mal. Una vez que Antíoco se consolidó en el reino, concibió el propósito de adueñarse de Egipto, a fin de reinar sobre las dos naciones. Entró en él con un poderoso ejército, con carros, elefantes y jinetes y con una gran flota, e hizo la guerra a Tolomeo, rey de Egipto. Atemorizado éste, huyó ante él, y fueron muchos los que cayeron heridos. Antíoco se apoderó de las ciudades fuertes de Egipto y volvió cargado de despojos. El año 143, después de haber vencido a Egipto, Antíoco vino contra Israel y subió a Jerusalén con un poderoso ejército. Entró altivo en el santuario, arrebató el altar de oro, el candelabro de las luces con todos sus utensilios, la mesa de la proposición, las tazas de las libaciones, las copas, los incensarios, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que cubría el templo. Se apoderó asimismo de la plata, del oro y de los vasos preciosos, y se llevó los tesoros ocultos que pudo hallar, y con todo se volvió a su tierra. Hicieron sus gentes gran matanza y profirieron palabras insolentes. Un gran duelo se levantó en Israel y en todos sus lugares, y se lamentaron los príncipes y ancianos; las doncellas y los jóvenes perdieron su vigor y palideció la belleza de las mujeres. Todos los novios entonaron lamentaciones e hicieron duelo los que se sentaban en el lecho nupcial. Se conmovió por la consternación de sus moradores, y toda la casa de Israel quedó cubierta de confusión. Pasados dos años,envió el rey al jefe de los tributos a las ciudades de Judá y a Jerusalén con numerosas tropas. y con falsía les habló palabras de paz, en las que ellos creyeron. Pero de repente se arrojó sobre la ciudad, causando en ella gran estrago y haciendo perecer a muchos del pueblo de Israel. Saqueó la ciudad y la incendió, y destruyó sus casas y los muros que la cercaban. Llevaron cautivas a las mujeres y a los niños y se apoderaron de los ganados. Edificaron en torno a la ciudad de David un muro alto y fuerte y torres también fuertes, convirtiéndola en ciudadela. La guarnecieron de gentes impías, hombres malvados, que en ella se hicieron fuertes. La aprovisionaron de armas y vituallas, y juntando los despojos de Jerusalén, los depositaron en ella, viniendo a ser para la ciudad un gran lazo. Fue una asechanza para el santuario, una grave y continua amenaza para Israel. Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron. A causa de ello huían los moradores de Jerusalén, que vino a ser habitación de extraños. Se hizo extraña a su propia prole, y sus hijos la abandonaron. Su santuario quedó desolado como el desierto; sus fiestas se convirtieron en duelo; sus sábados en oprobio, y en desprecio su honor. A la medida de su gloria creció su deshonra, y su magnificencia se volvió en duelo.

 
 

La persecución religiosa

 
 

El rey Antíoco publicó un decreto en todo su reino de que todos formaran un solo pueblo, dejando cada uno sus peculiares leyes. Todas las naciones se avinieron a la disposición del rey. Muchos de Israel se acomodaron a este culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado. Por medio de mensajeros, el rey envió a Jerusalén y a las ciudades de Judá órdenes escritas de que todos siguieran aquellas leyes, aunque extrañas al país; que se suprimiesen en el santuario los holocaustos, el sacrificio y la libación; que se profanasen los sábados y las solemnidades; que se contaminase El santuario y el pueblo santo; que se edificasen altares y santuarios e ídolos y se sacrificasen puercos y animales impuros; que dejasen a los hijos incircuncisos; que manchasen sus almas con todo género de impureza y de abominación, de suerte que diesen al olvido la Ley y mudasen todas sus instituciones, y que quien se negase a obrar conforme a este decreto del rey fuera condenado a muerte. Tal fue el decreto publicado en todo el reino. En todo Israel instituyó inspectores, y a las ciudades de Judá les dio la orden de que sacrificasen cada una por sí, ciudad por ciudad. Se les unieron muchos del pueblo, todos los que abandonaron la Ley. Fueron grandes los males que cometieron en la tierra, obligando a los verdaderos israelitas a ocultarse en todo género de escondrijos. El día quince del mes de Casleu del año 145 edificaron sobre el altar la abominación de la desolación, y en las ciudades de Judá de todo alrededor edificaron altares; ofrecieron incienso en las puertas de las casas y en las calles, y los libros de la Ley que hallaban los rasgaban y echaban al fuego.A quien se le hallaba con un libro de la alianza en su poder y observaba la Ley, en virtud del decreto real se le condenaba a muerte. Así hacían a Israel, a cuantos habitaban en sus ciudades, un mes y otro mes. El veinticinco del mes sacrificaron en el ara levantada sobre el altar de los holocaustos. Las mujeres que circuncidaban a sus hijos eran asesinadas, según el decreto, y los niños colgados por el cuello. Saqueaban las casas y daban muerte a quienes se habían circuncidado. Muchos en Israel se mantuvieron fuertes en su resolución de no comer cosa impura, prefiriendo morir a contaminarse con los alimentos y profanar la santa alianza, y por ello murieron. Muy grande fue la cólera que descargó sobre Israel.

   
PRIMERA PARTE
Capítulo 2
MATATÍAS
   
 

Por entonces se levantó Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote, de los hijos de Joarib, de Jerusalén, que habitaba en Modín. Tenía cinco hijos: Juan, apellidado Caddis; Simón, llamado Tasi;Judas, apellidado Macabeo; Eleazar, apellidado Abarán, y Jonatán, llamado Apfos. Y viendo las abominaciones cometidas en Judá y en Jerusalén, dijo: “¡Ay de mí! ¿Por qué nací yo, para ver la ruina de mi pueblo y la ruina de la Ciudad Santa, obligado a habitar aquí , cuando está en poder de los enemigos y el santuario en poder de extraños? Su pueblo ha sido tratado como un infame; sus vasos preciosos llevados en botín; sus niños, muertos en las plazas, y sus jóvenes, caídos al filo de la espada enemiga. ¿Qué nación no se ha adueñado de su reino y no se ha apoderado de sus despojos? Todo su ornato le fue arrebatado, y la que era libre fue hecha esclava. Y ved cómo nuestro santuario, que era nuestro honor y nuestra gloria, está desolado, profanado por las gentes. ¿Para qué vivir?”. Rasgaron Matatías y sus hijos sus vestiduras y se vistieron de saco e hicieron gran duelo. En tanto, llegaron a la ciudad de Modín los delegados del rey, forzando a la apostasía mediante la ofrenda del incienso. Muchos israelitas les obedecían, mientras Matatías y sus hijos se mantenían apartados. Los enviados del rey, dirigiéndose a Matatías, le dijeron: “Tú eres príncipe e ilustre y grande en esta ciudad , apoyado por muchos hijos y parientes; acércate, pues el primero y haz conforme al decreto del rey, como hacen todas las naciones, los hombres de Judá y los que quedaron en Jerusalén. Y seréis tú y tu casa de los amigos del rey, y seréis enriquecidos, tú y tus hijos, de plata y oro y muchas mercedes”. A lo que contestó Matatías, diciendo en alta voz: “Aunque todas las naciones que forman el imperio abandonen el culto de sus padres y se sometan a vuestros mandatos, yo y mis hijos y mis hermanos viviremos en la alianza de nuestros padres. Líbrenos Dios de abandonar la Ley y sus preceptos. No escucharemos las órdenes del rey para salimos de nuestro culto ni a la derecha ni a la izquierda.”Apenas había terminado de hablar, cuando en presencia de todos se acercó un judío para quemar incienso en el altar que había en Modín, según el decreto del rey. Al verlo Matatías, se indignó hasta estremecerse; y llevado de justa indignación , fue corriendo y lo degolló sobre el altar. Al mismo tiempo mató al enviado del rey, que obligaba a sacrificar, y destruyó el altar. Así mostró su celo por la Ley, como había hecho Fines con Zambri, el hijo de Salom.

 
 
La sublevación
 
 

Alzó luego el grito Matatías en la ciudad, y dijo: “¡Todo el que sienta celo por la Ley y sostenga la alianza, sígame!”. Y huyeron él y sus hijos a los montes, abandonando cuanto tenían en la ciudad.Entonces muchos que suspiraban por la justicia y la equidad bajaron al desierto, para habitar allí, así ellos como sus hijos y sus mujeres y sus ganados, puesla persecución había llegado al colmo. Y así que llegó a noticia de los enviados del rey y de las fuerzas que había en Jerusalén, en la ciudad de David, que aquellos hombres, desobedeciendo el decreto del rey, habían bajado para esconderse en el desierto, y que muchos los habían seguido, los sorprendieron; y acampando enfrente de ellos, se dispusieron a atacarles en día de sábado. Y les decían: “Basta con lo hecho hasta aquí. Salid y cumplid el decreto del rey, y viviréis.” Ellos contestaron: “No saldremos ni haremos lo mandado por el rey, profanando el sábado.” En seguida los acometieron, y ellos no les respondieron, ni les lanzaron una piedra, ni taparon sus escondrijos, diciendo: “Muramos todos en nuestra inocencia, y el cielo y la tierra serán testigos de que injustamente nos hacéis morir.” Y, acometidos en día de sábado, murieron ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, hasta mil hombres. Guando Matatías y sus amigos lo supieron, se dolieron grandemente, pero dijeron: “Si todos hacemos como nuestros hermanos han hecho, no combatiendo contra los gentiles por nuestras vidas y nuestras leyes, pronto nos exterminarán de la tierra.” Y tomaron aquel día esta resolución: Todo hombre, quienquiera que sea, que en día de sábado viniese a pelear contra nosotros, será de nosotros combatido, y no nos dejaremos matar todos, como nuestros hermanos, en sus escondrijos.”

 
 
Los asideos
 
 

Entonces se unió a ellos un grupo de asideos, israelitas, valientes, todos adictos a la Ley. Cuantos buscaban escapar a la persecución se unían a ellos, acrecentándose así sus fuerzas, hasta formar un ejército, con el cual hirieron a los pecadores en su ira y a los impíos en su furor. Los restantes buscaban su salud entre los gentiles. Recorrieron Matatías y sus amigos las ciudades, destruyendo altares y obligando a circuncidar a cuantos niños encontraban incircuncisos en los confines de Israel. Perseguían a los rebeldes a la Ley , y su fuerza crecía cada vez más. Defendían la Ley contra los gentiles y los reyes y no se doblegaban ante los pecadores. Acercándose el fin de los días de Matatías, dijo éste a sus hijos:

 
 
Testamento de Matatías
 
 

“Al presente triunfa la soberbia y el castigo, es tiempo de ruina y de furiosa cólera. Hijos míos, mostraos celadores de la Ley y dad la vida por la alianza de nuestros mayores. Acordaos de las hazañas de vuestros padres en sus días y alcanzaréis gran gloria y nombre eterno. ¿No fue Abraham hallado fiel en la tentación, y le fue imputado a justicia? En el tiempo de la tribulación, José guardó la Ley, y vino a ser señor de Egipto. Fines, nuestro padre, por su gran celo recibió la promesa del sacerdocio eterno. Josué, por la observancia de la Ley, llegó a ser juez de Israel. Caleb, por su testimonio ante el pueblo, recibió la heredad de la tierra. David, por su misericordia, heredó el trono real por los siglos de los siglos. Elías, por su gran celo de la Ley, fue arrebatado al cielo. Ananías, Azarías y Misael, por su fe, fueron librados del fuego. Daniel, por su inocencia, fue libertado de la boca de los leones. Recorred de este modo todas las generaciones, y veréis cómo ninguno que confía en Dios es confundido. No temáis las amenazas de este malvado, porque su gloria se volverá en estiércol y en gusanos. Hoy se engríe, pero mañana no será hallado, porque se habrá vuelto al polvo y se habrán disipado sus planes.Vosotros, hijos míos, cobrad ánimo, combatid varonilmente por la Ley, que con esto vendréis a ser gloriosos. Yo sé que Simón, vuestro hermano, es hombre de consejo; oídle siempre, y sea él vuestro padre. Judas el Macabeo es fuerte y vigoroso desde su mocedad; que sea el capitán del ejército y quien dirija la guerra contra las naciones. Atraed a vosotros a todos los cumplidores de la Ley y tomad severa venganza de los ultrajes a vuestro pueblo. Dad a los gentiles su merecido y atended a la observancia de los preceptos de la Ley.” Y, bendiciéndoles, fue a reunirse con sus padres. Murió el año 146, y los hijos le sepultaron en el sepulcro de sus padres, en Modín, y todo Israel hizo por él gran duelo.

   
SEGUNDA PARTE
Capítulo 3
JUDAS MACABEO
   
 

Le sucedió Judas, apellidado Macabeo, a quien apoyaron sus hermanos y cuantos habían seguido a su padre y combatían alegremente los combates de Israel. Y dilató la gloria de su pueblo y, como héroe se vistió la coraza, y se ciñó sus armas para guerrear, y trabó batallas, protegiendo con su espada al campamento. Por sus hazañas se asemejó al león y al cachorro que ruge en busca de la presa. Persiguió en sus escondites a los impíos y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo. Los impíos se sobrecogieron de miedo ante él, los obradores de la iniquidad se turbaron. En sus manos llegó a buen término la salud. Dio en qué entender a muchos reyes y fue el regocijo de Jacob con sus hazañas. Por los siglos perdurará su memoria en bendición. Recorrió las ciudades de Judá, exterminó a los impíos de ellas y alejó de Israel la ira. Llegó su nombre hasta los confines de la tierra y reunió a los dispersos.

 
 
Sus primeras victorias
 

Apolonio reunió a las naciones, y vino con gran ejército parra hacer la guerrra contra Israel. Así que lo supo Judas, le salió al encuentro, derrotó y le dio muerte; cayeron muchos y huyeron los demás. Se apoderó de sus despojos y de la espada de Apolonio, de la cual se sirvió en la guerra todos los días de su vida. Cuando llegó a oídos de Serón, jefe del ejército de Siria, que Judas había juntado gente y que una muchedumbre de fieles a la Ley combatía a su lado, se dijo: “Me haré famoso y ganaré gloria en el reino combatiendo a Judas y a los suyos, que desprecian los decretos del rey.” Y preparada la segunda expedición, salió y subió con poderoso ejército, al cual se unieron los impíos para apoyarle y tomar venganza de los hijos de Israel. Llegaban hasta la subida de Betorón, donde les salió al paso Judas con una pequeña tropa. Esta, viendo el ejército que venía contra ellos, dijo a Judas: “¿Cómo podremos nosotros, tan pocos, luchar contra tan poderosa muchedumbre, y menos estando, como estamos hoy, extenuados por el ayuno?” Pero Judas les contestó: “Fácil cosa es entregar una muchedumbre en manos de pocos, que para el Dios del cielo no hay diferencia entre salvar con muchos o con pocos; y no está en la muchedumbre del ejército la victoria en la guerra; del cielo viene la fuerza. Estos llegan contra nosotros llenos de orgullo e impiedad para apoderarse de nosotros, de nuestras mujeres e hijos, y saquearnos, mientras que nosotros luchamos por nuestras vidas y por nuestras leyes. Dios los aplastará a nuestros ojos; no tengáis miedo de ellos.” Así que acabó de hablar, los acometió con decisión, derrotando enteramente a Serón y a su ejército. Los persiguió Judas por la bajada de Betorón hasta el llano, quedando en el campo unos ochocientos hombres y huyendo los demás a tierra de los filisteos. Con esto, el espanto y el miedo a Judas y a sus hermanos se apoderó de las naciones vecinas. La fama de su nombre llegó hasta el rey, y en todas las naciones se contaban sus batallas.

 
 
Se preparan más duros combates
 
 

El rey Antíoco, en teniendo noticia de estos sucesos, se encendió en ira, y dio orden de juntar todas las fuerzas del reino, un ejército poderosísimo. Abrió sus tesoros y pagó la soldada a su ejército por un año, ordenando que estuviesen preparados para todo evento. Viendo el rey que sus tesoros habían quedado exhaustos y que los tributos eran escasos por las disensiones y las calamidades que él había traído sobre la tierra, en su empeño de suprimir las leyes que habían estado en uso desde los días antiguos, temió no tener, como otras veces le había sucedido, para los gastos y los donativos, que solía repartir con más larga mano y mayor prodigalidad que sus antecesores. En este grave aprieto, resolvió ir a Persia a cobrar los tributos de las provincias y reunir mucho dinero. Dejó a Lisias, hombre ilustre y de linaje real, al frente de los negocios del reino desde el Eufrates hasta los confines de Egipto, y con el encargo de velar por su hijo Antíoco hasta su vuelta. Puso a su disposición la mitad de su ejército y los elefantes, encomendándole la ejecución de sus planes, y sobre todo lo de Judea y Jerusalén. Debía enviar contra ellos el ejército, aplastar y destruir la fuerza de Israel y las reliquias de Jerusalén, hasta borrar de la tierra su memoria,e instalar extranjeros en sus confines, distribuyéndoles la tierra por suerte. La otra mitad del ejército la llevó consigo el rey, que partió de Antioquía, la capital de su reino, el año 147, y atravesando el Eufrates, se dirigió hacia las regiones altas. Luego eligió Lisias a Tolomeo, hijo de Dorimeno; a Nicanor y a Gorgias, varones valerosos de entre los amigos del rey; y envió con ellos cuarenta mil hombres y siete mil caballos para invadir Judea y arrasarla, según el mandato del rey. Partieron con todo su ejército y vinieron a acampar cerca de Emaús, en la llanura. Cuando los mercaderes de la región tuvieron noticia de su llegada, tomaron muchísima plata, oro y siervos y vinieron al campamento para comprar los hijos de Israel por esclavos. También se agregaron a ellos fuerzas procedentes de Idumea y de la tierra de los filisteos. Viendo Judas y sus hermanos que las calamidades se multiplicaban y que los ejércitos acampaban en sus confines, y conocedores de las órdenes dadas por el rey de destruir y exterminar al pueblo, se dijeron unos a otros: “Defendamos a nuestro pueblo contra esos planes de destrucción y luchemos por nuestra nación y por el santuario”, y resolvieron disponerse a la guerra, orando y pidiendo a Dios clemencia y misericordia. Jerusalén estaba despoblada como un desierto; no había quien de sus hijos entrase o saliese. Su santuario estaba conculcado, y los hijos de los extranjeros moraban en la ciudadela. Era ésta albergue de los gentiles; el gozo de Jacob había desaparecido, y habían enmudecido la flauta y la cítara. Se reunieron y vinieron a Masfa, frente a Jerusalén, pues en otro tiempo había sido Masfa un lugar de oración para Israel; y ayunaron aquel día, se vistieron de saco, pusieron ceniza sobre sus cabezas, rasgaron sus vestiduras y extendieron el libro de la Ley, buscando en él lo que los gentiles preguntan a las imágenes de sus ídolos. Trajeron los vestidos sacerdotales, las primicias y los diezmos, e hicieron venir a nazareos que habían cumplido los días de su consagración, y a voces clamaron al cielo, diciendo: “¿Qué vamos a hacer con éstos y adonde vamos a llevarlos? Porque tu santuario está hollado y profanado; tus sacerdotes, en luto y humillación,y ahora los gentiles se han reunido contra nosotros para destruirnos. Tú sabes las cuentas que echan sobre nosotros. ¿Cómo podremos hacerles frente si tú no nos ayudas?” Y tocaron las trompetas y clamaron a grandes voces. Después de esto instituyó Judas jefes del pueblo, de millares, centenas, cincuentenas y decenas, y dijeron a los que edificaban casas, a los que habían tomado mujer, a los que habían plantado una viña y a los tímidos que se volvieran cada uno a su casa, conforme a la prescripción de la Ley, y, levantando el campo, vinieron a ponerse al sur de Emaús. Dijo Judas a los suyos: “Preparaos y portaos como valientes, prontos a luchar mañana temprano contra estas gentes que se han reunido contra nosotros para destruirnos y destruir nuestro santuario. Mejor es morir combatiendo que contemplar las calamidades de nuestro pueblo y del santuario. En todo caso, hágase la voluntad del cielo.”

   
Capítulo 4
Nuevas victorias
   
 

Gorgias, tomando cinco mil infantes y mil jinetes escogidos, levantó el campo por la noche con el propósito de atacar al ejército judío y derrotarlo por sorpresa. Llevaban por guías hombres de la ciudadela. Tuvo de ello noticias Judas, y con sus valientes movió también el campo para atacar a los del rey que estaban junto a Emaús, en tanto que el grueso del ejército andaba aún disperso, lejos del campamento. Llegó Gorgias al campo de Judas por la noche; y no hallando a nadie, los buscaba por los montes, diciendo: “Estos han huido de nosotros.” En cuanto fue de día apareció Judas en el llano con tres mil hombres, que no tenían los escudos ni las espadas que deseaban. Vieron el campamento de los gentiles, fuerte, atrincherado, rodeado de la caballería, formado por hombres diestros en la guerra. Dijo Judas a los que le acompañaban: “No temáis a esa muchedumbre, ni su ímpetu os acobarde. Recordad cómo fueron salvados nuestros padres en el mar Rojo cuando el faraón los perseguía con su ejército. Levantemos al cielo nuestra voz, en la esperanza de que se compadezca de nosotros y, acordándose de la alianza con nuestros padres, aplaste hoy ante nuestros ojos este campamento, y conocerán todas las gentes que hay quien rescata y salva a Israel.” Alzando los enemigos sus ojos, vieron que venían a atacarlos y salieron al campo para combatirlos. Los soldados de Judas tocaron las cornetas, y se trabó la lucha, siendo derrotados los gentiles, que luego se dieron a huir por el llano. Fueron perseguidos hasta Guezer, los llanos de Idumea, de Azoto y de Jamnia; los rezagados cayeron todos al filo de la espada, quedando en el campo hasta tres mil de ellos. Volviendo Judas con su ejército de perseguirlos, dijo a los suyos: “No codiciéis los despojos, que tenernos ante nosotros el peligro, pues Gorgias está con su ejército en los montes próximos. Por el momento haced frente a los enemigos y combatid contra ellos; después ya podréis tomar los despojos con seguridad.”Estaba aún Judas diciendo esto, cuando apareció, saliendo del monte, una división de Gorgias; la cual, al ver cómo los suyos habían vuelto las espaldas y ardía en llamas el campamento, porque el humo que se veía daba bien a entender lo sucedido, se llenó de miedo, y más viendo al ejército de Judas en el llano, en orden de batalla. Todos se dieron a huir hacia la tierra de los filisteos. Judas entonces se volvió y recogió el botín del campamento, donde tomaron mucho oro y plata, y telas de jacinto y de púrpura marina, y grandes riquezas. A su vuelta elevaban al cielo cánticos y bendiciones al Señor: “Porque es bueno, porque es eterna su misericordia.” En aquel día obtuvo Israel una gran victoria. Cuantos extranjeros se salvaron llegaron a anunciar a Lisias lo sucedido, y éste, al oír las noticias, se quedó consternado y abatido, porque las cosas no habían sucedido en Israel como el rey se lo había ordenado. Al año siguiente organizó un ejército de sesenta mil hombres y cinco mil caballos para acabar totalmente con los judíos. Vino por Idumea y acampó en Betsur. Para hacerles frente sólo disponía Judas de diez mil hombres. A la vista de tan fuerte ejército, oró, diciendo: “¡Bendito seas, Salvador de Israel, que quebrantaste el ímpetu del gigante por mano de tu siervo David y entregaste el campamento de los filisteos en poder de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero! Da este campo a manos de tu pueblo Israel y queden avergonzados su ejército y su caballería. Infúndeles miedo, abate la presuntuosa confianza en su fortaleza y avergüéncense de su derrota. Derrótalos por la espada de los que te aman y entonen cánticos de loor todos los que conocen tu nombre.” Vinieron a las manos, cayeron del ejército de Lisias cinco mil hombres. Al ver Lisias la derrota de su ejército y la audacia del de Judas y cómo estaban dispuestos a vivir o morir gloriosamente, partió para Antioquía y reclutó mercenarios para acrecentar su ejército con el propósito de volver contra Judas.

 
 
Restablecimiento del culto
 


 

Judas y sus hermanos se dijeron: “Nuestros enemigos están derrotados; subamos, pues, y purifiquemos el santuario y restablezcamos el culto.” Y, juntando el ejército, subieron al monte de Sión. Al ver el santuario desolado, profanado el altar, quemadas las puertas, la hierba crecida en los atrios como en un bosque o en un monte, y las habitaciones destruidas, rasgaron sus vestiduras y alzaron gran llanto, se pusieron ceniza sobre su cabeza, se postraron en tierra, tocaron las trompetas de señales y clamaron al cielo. Luego ordenó Judas que algunos tuvieran en jaque a los de la ciudadela mientras purificaban el santuario. Eligieron sacerdotes irreprochables, amantes de la Ley,los cuales purificaron el templo y echaron las piedras del altar idolátrico en lugar inmundo. Deliberaron qué harían del altar de los holocaustos, que había sido profanado, y les pareció buen consejo destruirlo, por cuanto los gentiles lo habían profanado, y depositar las piedras en el monte del templo, en lugar conveniente hasta que viniese un profeta que diese oráculo sobre ellas. Tomaron luego piedras sin labrar, conforme prescribe la Ley; y edificaron un altar nuevo sobre el modelo antiguo; repararon el santuario y el interior del templo, purificaron los atrios, hicieron nuevos vasos sagrados e introdujeron el candelabro, el altar de los perfumes y la mesa del templo. Quemaron incienso en el altar, encendieron las lámparas del candelabro, que lucieron en el templo; colocaron los panes sobre la mesa y colgaron las cortinas. De esta manera dieron fin a la obra. En la mañana del día veinticinco del mes noveno, que es el de Casleu, del año 148, se levantaron de madrugada y ofrecieron el sacrificio prescrito por la Ley en el nuevo altar de los holocaustos que habían construido. Precisamente en la misma hora y día en que lo habían profanado los gentiles fue renovado con cánticos, cítaras, arpas y címbalos. Todo el pueblo se postró sobre su rostro, adorando y elevando sus bendiciones al cielo, que les había dado tan feliz suceso. Durante ocho días celebraron la renovación del altar, y con alegría ofrecieron los holocaustos y sacrificios de acción de gracias y alabanza. Adornaron la fachada del templo con coronas de oro y escudos y restauraron las portadas y las cámaras y les pusieron puertas. Fue muy grande la alegría del pueblo por haber borrado el oprobio de los gentiles. Finalmente mandaron Judas y sus hermanos y toda la asamblea de Israel celebrar los días de la renovación del altar a su tiempo, de año en año, por ocho días, desde el veinticinco del mes de Casleu, con alegría y regocijo. Por aquel mismo tiempo levantaron en torno del monte Sión muros altos y torres para que no pudieran los gentiles hollarlo como habían hecho antes; pusieron en él una guarnición que lo defendiera. Fortificaron asimismo a Betsur para protegerla y que el pueblo tuviera una defensa por el lado de Idumea.

 


Capítulo 5
Guerra contra los pueblos vecinos
   
1

Cuando las naciones de alrededor oyeron que el altar había sido reedificado y restaurado como antes el santuario, se enfurecieron sobremanera,

2

y decidieron destruir a los de la raza de Jacob que vivían en medio de ellos, comenzando a ejecutar matanzas y destrucciones en el pueblo.

3

Comenzó Judas por hacer la guerra a los hijos de Esaú, y se apoderó de Acrabatane, en Idumea, desde donde hostigaban constantemente a Israel. Les infligió una gran derrota, humillándolos y llevándose sus despojos.

4

Se acordó de la maldad de los hijos de Bayán, que tendían lazos y emboscadas en los caminos.

5

Les obligó a encerrarse en sus torres, los cercó y, dándolos al anatema, puso fuego a las torres, que ardieron con todos los que en ellas había.

6

Pasó a los hijos de Ammón, y se encontró con un ejército fuerte y un pueblo numeroso, y a Timoteo por jefe.

7

Tuvo con ellos muchos encuentros, hasta que los derrotó y deshizo totalmente.

8

Se apoderó de Jazer y sus aldeas y se volvió luego a Judea.

9

Los gentiles de Galaad se conjuraron contra los israelitas que moraban en su territorio, con el propósito de aniquilarlos, pero ellos huyeron a la fortaleza de Diatema.

10

Escribieron a Judas y a sus hermanos, diciéndoles: “Se han juntado contra nosotros las naciones de nuestro contorno, que se proponen destruirnos;

11

están dispuestas a venir y apoderarse de la fortaleza en que nos hemos refugiado; tienen a Timoteo por jefe de su ejército.

12

Ven, pues, y líbranos de sus manos, porque muchos de los nuestros han caído ya,

13

y todos nuestros hermanos de la región de Tobi han sido muertos y robadas sus mujeres, sus hijos y sus bienes, pereciendo allí unos seis mil hombres.”

14

Estaban leyendo estas cartas, cuando llegaron, rasgadas las vestiduras, otros mensajeros de Galilea,

15

los cuales comunicaron que se habían juntado contra ellos gentes de Tolemaida, y de Tiro, y de Sidón, y de los gentiles de toda la Galilea, para aniquilarlos.

16

Cuando Judas y el pueblo oyeron semejantes noticias, se reunió una gran asamblea, y deliberaron sobre lo que habían de hacer por sus hermanos, que se hallaban en grave aprieto, combatidos por los gentiles.

17

Dijo Judas a Simón, su hermano: “Toma gente contigo y ve a librar a nuestros hermanos de Galilea; yo y mi hermano Jonatán iremos a Galaad.”

18

A José, el de Zacarías, y a Azarías les dejó por jefes del pueblo con el resto del ejército para la defensa de Judea,

19

dándoles esta orden: “Quedaos al frente del pueblo, pero no trabéis lucha con los gentiles hasta nuestra vuelta.”

20

Tomó Simón tres mil hombres para ir a Galilea, y Judas ocho mil para ir a Galaad.

21

Partió Simón para Galilea, y después de muchos encuentros con los gentiles, los derrotó y persiguió hasta las puertas de Tolemaida,

22

quedando en el campo unos tres mil de los gentiles y apoderándose Simón de sus despojos.

23

Tomó luego a los que moraban en Galilea y en Arbata, con sus mujeres, hijos y cuanto tenían, y los trajo con júbilo a Judea.

24

Judas el Macabeo y Jonatán, su hermano, atravesaron el Jordán y caminaron durante tres días por el desierto,

25

encontrándose con los nabateos, que los recibieron amigablemente y les contaron cuanto a sus hermanos había sucedido en la región de Galaad,

26

y cómo muchos de ellos se hallaban prisioneros en Bosora, en Bosor, en Alema, en Casfor, en Maqued y en Carnaím, ciudades todas fuertes y grandes;

27

que también en las demás ciudades de Galaad había prisioneros, y habían ordenado los enemigos para el día siguiente atacar las plazas fuertes, tomarlas y acabar con todos los judíos en un solo día.

28

Judas, con su ejército, atravesando el desierto, llegó de improviso a Bosora, se apoderó de la ciudad, pasó al filo de espada a todos los varones, se adueñó de todos sus despojos y la puso fuego.

29

Levantando el campo por la noche, marchó hacia la fortaleza de Diatema.

30

Al amanecer alzó los ojos y vio una muchedumbre innumerable con escalas y máquinas de guerra dispuesta a atacar y tomar la fortaleza.

31

Entendió Judas que el ataque comenzaba, y oyó que de la ciudad subía al cielo un gran griterío y sonido de trompetas.

32

Dijo entonces a los de su ejército: “Luchad hoy por vuestros hermanos.”

33

Y en tres secciones se dirigieron por la espalda, tocando las trompetas y clamando a Dios en oración.

34

34 Cuando el ejército de Timoteo se dio cuenta de que era el Macabeo, emprendieron la fuga. Les infligió una gran derrota, quedando aquel día en el campo hasta ocho mil hombres.

35

Luego se volvió Judas contra Masfa, la atacó, adueñándose de ella, matando a todos sus hombres, tomando sus despojos y entregando la ciudad a las llamas.

36

Partiendo de allí, tomó a Casfor, Maqued, Bosor, con las demás ciudades de Galaad.

37

Después de esto juntó Timoteo otro ejército y vino a acampar enfrente de Rafón, del otro lado del torrente.

38

Envió Judas a explorar el campo, y le trajeron estas noticias: “Se han juntado con Timoteo todos los gentiles de alrededor, y forman un ejército muy grande.

39

Además, han tomado a sueldo a los árabes como auxiliares, y están acampados del otro lado del torrente, prontos a venir contra ti.” Salió Judas al encuentro de ellos.

40

Timoteo había dado estas instrucciones a sus capitanes: “Si al llegar Judas al torrente le permitiéramos pasar hasta nosotros, no podríamos resistirle, porque tiene una fuerza incontrastable;

41

mas, si por temor acampara al otro lado del torrente, iremos contra él y le venceremos.”

42

Cuando Judas se acercó al torrente, detuvo a los intendentes del ejército y les dio esta orden: “No permitáis que se quede nadie en el campo; que vayan todos a luchar.”

43

Y atravesó el primero contra los enemigos, y todo el pueblo en pos de él. Fueron deshechos los gentiles, que tiraron las armas y huyeron al santuario de Carnaím.

44

Pero los de Judas se apoderaron de la ciudad y pusieron fuego al santuario, que ardió con todos los que en él había. Así fue abatida Carnaím, sin que los enemigos pudieran hacer frente a Judas.

45

Juntó Judas a todos los israelitas que moraban en Galaad, desde el pequeño hasta el grande, a sus mujeres e hijos y su hacienda, una muchedumbre muy grande, para traerlos a la tierra de Judá.

46

Al llegar a Efrón, ciudad grande y muy fuerte en la entrada de un desfiladero, no podían desviarse ni a la derecha ni a la izquierda, sino que habían de pasar por en medio de ella.

47

Los de la ciudad se encerraron, y muraron a cal y canto las puertas. Les envió Judas un mensaje de paz,

48

diciéndoles: “Permitidnos atravesar por vuestra tierra camino, de la nuestra; nadie os molestará; sencillamente pasaremos a pie.” Pero no quisieron abrirle.

49

Ordenó Judas entonces pregonar en todo el campo que hiciesen todos alto en el sitio en que estaban.

50

Los hombres de guerra tomaron posiciones y atacaron a la ciudad todo aquel día y la noche siguiente, hasta que se rindió.

51

Pasó al filo de la espada a todos los varones, arrasó la ciudad y se apoderó de sus despojos, atravesándola luego por encima de los cadáveres.

52

Pasado el Jordán, llegaron a la gran llanura de Betsán.

53

Judas, que mandaba la retaguardia, iba exhortando al pueblo todo el camino hasta llegar a la tierra de Judá.

54

Con gran gozo y alegría subieron al monte de Sión y ofrecieron holocaustos por no haber caído ninguno de ellos y haber vuelto todos en paz.

55

En los días en que Judas y Jonatán estaban en Galaad, y Simón en Galilea, frente a Tolemaida,

56

llegaron a oídos de José, el de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, las hazañas y las batallas que llevaban a cabo,

57

y se dijeron: “Hagamos también nosotros célebre nuestro nombre peleando contra las naciones de alrededor.”

58

Y dieron orden al ejército que con ellos tenían de emprender la marcha hacia Jamnia.

59

Pero les salió al paso Gorgias con su gente,

60

que derrotaron a José y Azarías, persiguiéndolos hasta los confines de Judea. Dos mil hombres cayeron aquel día del pueblo de Israel. Acaeció este gran descalabro

61

por no haber obedecido a Judas y a sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas.

62

Pero no eran ellos de la raza a que fue dado salvar a Israel.

63

Por el contrario, el heroico Judas y sus hermanos alcanzaron gran gloria ante Israel y ante todos los pueblos a cuyos oídos llegó su fama,

64

y en medio de aclamaciones todos los rodeaban.

65

Partieron luego Judas y sus hermanos en campaña contra los hijos de Esaú hacia el mediodía, y se apoderaron de Hebrón y de sus aldeas, destruyeron su fortaleza y quemaron las torres de su recinto.

66

En seguida se dirigió contra la tierra de los filisteos, atravesando por Maresa.

67

Cayeron aquel día en la batalla algunos sacerdotes que inconsideradamente salieron a luchar queriendo dar pruebas de su valentía.

68

Se dirigieron luego a Azoto, en tierra de filisteos, y destruyó sus altares, quemó las estatuas de sus dioses y se volvió a la tierra de Judá.

 


Capítulo 6
Muerte de Antíoco Epifanes
   
1
Atravesaba el rey Antíoco las regiones altas de Persia, cuando tuvo noticia de Elimaida, ciudad célebre por su riqueza de plata y oro.
2

Había en ella un templo extraordinariamente rico, en el cual se guardaban armaduras de oro, corazas y armas que había dejado allí Alejandro el de Filipo, rey de Macedonia, el primero que reinó sobre los griegos.

3

Llegado a ella, intentó apoderarse de la ciudad, pero no pudo, porque, conocidos sus propósitos en la ciudad,

4

le resistieron con las armas, viéndose forzado a retirarse huyendo, para volverse con gran pena a Babilonia.

5

En Persia le alcanzó un correo, que le dio a saber cómo los ejércitos enviados a tierra de Judea habían sido derrotados; que Lisias había ido contra ella

6

con un ejército fuerte si los hay y había huido ante los judíos, que se habían hecho muy fuertes en armas y soldados con el botín grande que habían cogido a los ejércitos por ellos vencidos;

7

que habían destruido la abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén y habían cercado de altos muros el santuario, como antes estaba, y la ciudad de Betsur.

8

Cuando recibió estas noticias, quedó aterrado e intensamente conmovido; tanto, que cayó en el lecho enfermo de tristeza al ver que los sucesos no habían correspondido a sus deseos.

9

Pasó allí muchos días, porque la tristeza se renovaba sin cesar, y hasta creyó morir.

10

Haciendo llamar a sus amigos, les dijo: “Huye de mis ojos el sueño y mi corazón desfallece por la preocupación,

11

pensando en qué tribulación y tempestad me hallo, yo tan bueno, tan amado por mi suave gobierno.

12

Pero ahora me acuerdo de los males que hice en Jerusalén, de los utensilios de oro y plata que de allí tomé, de los habitantes de Judea que sin causa exterminé.

13

Ahora reconozco que por esto me han sobrevenido tantas calamidades y que de mi gran tristeza moriré en tierra extraña.

14

Y llamando a Filipo, uno de sus amigos, le instituyó por regente de todo el reino,

15

entregándole la diadema, el manto real y el anillo, y encargándole la tutela y educación de Antíoco, su hijo, hasta ponerlo en el trono.

16

Murió Antíoco allí el año 149.

17

Al saber Lisias la muerte del rey, entronizó en lugar del padre a Antíoco, su hijo, a quien de joven había educado, y le apellidó Eupator.

 

 

Expedición de Antíoco Eupator y paz con los judíos

 

18

Entretanto los de la ciudadela tenían a Israel asediado en el santuario, molestándoles de continuo y apoyando la causa de los gentiles.

19

Judas resolvió quitarlos de en medio, y para ello convocó a todo el pueblo para cercarlos en forma

20

Concentradas las tropas, pusieron el cerco el año 150 y construyeron ballestas y máquinas.

21

Pero algunos de los cercados salieron y, juntándose con ellos otros de los impíos de Israel, se dirigieron al rey en queja, diciendo: “¿Cuándo será que hagas justicia y defiendas a nuestros hermanos?”

22

Nosotros con gusto nos hemos sometido a tu padre y obedecimos sus decretos, viviendo según sus disposiciones,

23

y ahora los hijos de nuestro pueblo se han vuelto contra nosotros y tienen cercada la ciudadela.

24

A más de esto, a cuantos caen en sus manos los matan y saquean sus bienes.

25

Y no sólo contra nosotros han alzado la mano, sino contra los pueblos limítrofes.

26

Ahora mismo están acampados contra la ciudadela en Jerusalén, con el intento de apoderarse de ella, y han fortificado el templo y la ciudad de Betsur,

27

y si no les tomas la delantera, harán cosas mayores y no podrás dominarlos.”

28

El rey se irritó al oír estas noticias y convocó a todos sus amigos, a los capitanes de su ejército y de la caballería.

29

Hasta de los otros reinos y de las islas del mar le vinieron tropas mercenarias.

30

Alcanzó el número de sus fuerzas a cien mil hombres de a pie, veinte mil de a caballo y treinta y dos elefantes adiestrados para la guerra;

31

todos los cuales, llegando por la Idumea, acamparon enfrente de Betsur y la combatieron por largo tiempo con máquinas; pero los cercados hicieron una salida, y, luchando valientemente, les prendieron fuego.

32

Judas levantó el cerco que tenía puesto a la ciudadela y vino a acampar junto a Betzacaría, enfrente del campamento del rey.

33

Este se levantó de madrugada y, moviendo el campo a toda prisa, se dirigió por el camino de Betzacaría. Dispuestas las fuerzas para la batalla, dio con las cornetas la señal de atacar.

34

Los elefantes, a los que habían emborrachado con zumos de uvas y moras para excitarlos a la pelea,

35

fueron distribuidos por las falanges, colocando al lado de cada elefante mil hombres protegidos con cotas de malla y con yelmos de bronce en la cabeza, y a más quinientos caballos escogidos

36

precedían a la bestia dondequiera que iba y la acompañaban, sin apartarse de ella.

37

Sobre éstas iban montadas fuertes torres de madera, bien protegidas y sujetas al elefante, y en cada una dos o tres hombres valerosos, que combatían desde las torres, y su indio conductor.

38

El resto de la caballería lo colocó a la derecha y a la izquierda, en las dos alas del ejército, para hostigar al enemigo y proteger las falanges.

39

En cuanto el sol comenzó a brillar sobre los escudos de oro y bronce, brillaron los montes con ellos y resplandecían como llamas de fuego.

40

Una gran parte del ejército del rey se desplegó en los montes altos, otra en el llano, y todos iban con paso seguro y buen orden.

41

Los judíos quedaron espantados al oír el estruendo de tal muchedumbre, el marchar de aquella masa y el chocar de sus armas. Era a la verdad un ejército extremadamente grande y poderoso.

42

Se acercó Judas con el suyo, se trabó la lucha, y cayeron del ejército del rey seiscientos hombres.

43

Eleazar, hijo de Savarán, vio una de las bestias protegidas con coraza regia que superaba a todas las otras, y, pareciéndole que debía ser la del rey,

44

se propuso salvar a su pueblo y hacerse un nombre eterno.

45

Lleno de valor, corrió por en medio de la falange hacia ella, matando a derecha y a izquierda y haciendo que todos se apartasen de él.

46

Llegado al elefante, se puso debajo de él y le hirió. Cayó el elefante encima de él, y allí mismo murió.

47

Viendo los judíos la gran fuerza del rey y el empuje de su ejército, se retiraron jacia Jerusalén.

48

Los del rey los siguieron, entraron en Judea y acamparon contra el monte de Sión.

49

El rey había hecho paces con los de Betsur, que salieron de la ciudad por no tener ya vituallas para prolongar más la resistencia, pues aquel año era año de reposo para la tierra.

50

Ocupó el rey Betsur y puso guarnición en ella para defenderla.

51

Durante mucho tiempo estuvo acampado contra el santuario, y puso allí ballestas, máquinas y lanzafuegos, catapultas, escorpiones para lanzar dardos y honderos.

52

Los judíos, por su parte, construyeron máquinas contra las máquinas enemigas y lucharon durante muchos días,

53

pero escaseaban los víveres en sus almacenes por ser el año séptimo, y los que se habían refugiado en Judea huyendo de los gentiles habían consumido los restos de las reservas,

54

y como el hambre se había apoderado de ellos, dejaron en el santuario una poca gente, y los demás se dispersaron, yendo cada uno a su hogar.

55

Supo en esto Lisias que Filipo, a quien el rey Antíoco antes de morir había encomendado la crianza de su hijo Antíoco hasta instalarle en el trono,

56

había vuelto de Persia y de Media, y con él las tropas del rey, y que pretendía apoderarse del gobierno del reino.

57

Dióse prisa entonces Lisias a volverse, diciendo al rey, a los generales del ejército y a la tropa: “De día en día perdemos fuerzas, escasean las provisiones, y la plaza que combatimos es muy fuerte, y debemos ocuparnos en las cosas del reino.

58

Tendamos, pues, la mano a estos hombres, hagamos las paces con ellos y con todo su pueblo,

59

y convengamos en que vivan según sus leyes, como antes. Precisamente a causa de estas leyes que nosotros hemos pretendido abrogar, se han irritado y han hecho todo esto.”

60

Fue bien acogida la propuesta por el rey y los generales, y enviaron mensajeros de paz a los judíos, que la aceptaron.

61

El rey y los generales les juraron, y en virtud de esto salieron de la fortaleza.

62

Entró el rey en el monte de Sión, y, viendo lo fuerte del sitio, quebrantó el juramento que había hecho y mandó destruir el muro que lo cercaba.

63

Luego se apresuró a partir, y, volviéndose a Antioquía, halló a Filipo dueño de la ciudad y la atacó, logrando apoderarse de ella por la fuerza.

 


Capítulo 7
Báquide y Alcimo, en Judá
   
1

El año 151 salió de Roma Demetrio, hijo de Seleuco, con unos cuantos hombres, y desembarcó en una ciudad marítima, logrando ser en ella reconocido por rey.

2

Al entrar en el palacio real de sus padres, el ejército se apoderó de Antíoco y de Lisias para entregárselos.

3

Al saberlo, dijo: “No quiero ni ver su cara.”

4

Las tropas los mataron, y así se sentó Demetrio en su trono real.

5

Luego se llegaron a él todos los malvados e impíos de Israel, con Alcimo a la cabeza, que pretendía el sumo sacerdocio;

6

y presentaron al rey muchas acusaciones contra el pueblo, diciendo: “Judas y sus hermanos han dado muerte a todos tus amigos, y a nosotros nos han expulsado de nuestra tierra.

7

Te rogamos envíes una persona de tu confianza que vaya y vea todos los estragos que nos han causado a nosotros y al territorio del rey y que los castigue a ellos y a cuantos les prestan auxilio.”

8

Eligió el rey a Báquides, uno de sus amigos, que gobernaba 1 a región del otro lado del río, hombre grande en el reino y fiel al soberano;

9

y le envió en compañía del impío Alcimo, a quien instituyó sumo sacerdote, mandándole que tomara venganza de los hijos de Israel.

10

Partieron con un gran ejército, y, llegados a la tierra de Judá, enviaron mensajeros a Judas y a sus amigos con palabras engañosas de paz,

11

a las que ellos no dieron crédito porque veían el gran ejército que traían.

12

Acudieron a Alcimo y a Báquides muchos escribas reclamando justicia;

13

y los asideos, que son los primeros entre los hijos de Israel, fueron a pedirle le paz;

14

porque se decían: “Es un sacerdote del linaje de Arón el que ha llegado con las tropas; no nos engañará.”

15

En efecto, les habló palabras de paz y les juró diciendo: “No os haremos mal ni a vosotros ni a vuestros amigos.”

16

Con esto le creyeron; pero prendió a sesenta de ellos, y en un solo día les dio muerte, según lo que está escrito:

17

“Las carnes de tus santos y su sangre derramaron en torno de Jerusalén, y no había quien los enterrase.”

18

El miedo y el espanto se apoderó de todo el pueblo, porque se decían: “No hay verdad ni justicia, pues han violado los compromisos y juramentos que habían hecho.”

19

Báquides, saliendo de Jerusalén, vino a acampar en Bezeta, y mandó prender a muchos de los que habían desertado de él y a algunos del pueblo, y los mató, arrojándolos a una gran cisterna.

20

Puso luego la tierra en manos de Alcimo, con tropas para auxiliarle, y se volvió al rey.

21

Alcimo luchaba por asegurarse en el pontificado,

22

juntándose a él todos los perturbadores de su pueblo, que se apoderaron de la tierra de Judea y causaron a Israel muchos daños.

23

Así que vio Judas los grandes males que Alcimo y los suyos traían sobre los hijos de Israel, mayores que los causados por los gentiles,

24

se puso en campaña, y, recorriendo toda la tierra de Judea, castigó a los apóstatas, que cesaron de andar por ella.

25

Alcimo, viendo que Judas y los suyos se hacían poderosos, y conociendo, por otra parte, que él no era capaz de hacerles frente, se volvió al rey, acusándoles de muchos crímenes.

26

Envió el rey a Nicanor, uno de sus capitanes más ilustres y enemigo jurado de Israel, encargándole la destrucción del pueblo.

27

Llegó Nicanor a Jerusalén con un poderoso ejército y envió a Judas y a sus hermanos engañosos mensajes de amistad,

28

diciéndoles: “No haya lucha entre nosotros; yo iré a ti con poca gente; nos veremos y hablaremos como amigos”

29

Vino, en efecto, a Judas y se saludaron amistosamente; pero los enemigos estaban dispuestos a prenderle,

30

Mas conociendo Judas que venían a él con engaño, temió y no quiso volver a verle más.

31

Nicanor, cuando vio descubiertos sus planes, salió a combatir contra Judas cerca de Cafarsalama.

32

El resultado de la lucha fue que cayesen de las tropas de Nicanor unos cinco mil hombres, huyendo los demás a la ciudad de David.

33

Después de estos sucesos subió Nicanor al monte de Sión, y salieron del templo los sacerdotes y los ancianos del pueblo para saludarle amigablemente y mostrarle los holocaustos que se ofrecían por el rey.

34

Pero él, burlándose de ellos, los escarneció y profanó los holocaustos con altivez,

35

y, airado, juró, diciendo: “Si Judas no se me entrega y su ejército no se me rinde ahora, cuando vuelva victorioso daré al fuego este templo.” Y partió lleno de cólera.

36

Salieron los sacerdotes, y de pie, frente al altar y al templo, clamaron, diciendo:

37

“Tú, Señor, que has elegido esta casa para que en ella fuese invocado tu nombre y fuese casa de oración y de plegaria para tu pueblo,

38

toma venganza de este hombre y de su ejército, y caiga al filo de la espada. Acuérdate de sus blasfemias y no permitas que salgan con sus intentos.”

39

Partió Nicanor de Jerusalén y asentó su campo en Betorón, donde se le agregó un cuerpo de sirios.

40

En tanto, estaba Judas en Adasa con tres mil hombres, y, orando, dijo:

41

“Señor, cuando los mensajeros del rey de Asiria blasfemaron, un ángel tuyo vino e hirió a ciento ochenta y cinco mil de ellos.

42

Aplasta así hoy a este ejército ante nosotros y que al verle castigado por su maldad reconozcan todos que fue por haber amenazado tu santuario.”

43

Los ejércitos vinieron a las manos el día trece del mes de Adar, quedando derrotado el de Nicanor y cayendo él mismo el primero en la lucha.

44

Cuando el ejército se dio cuenta de que Nicanor había caído, arrojó las armas y huyó.

45

Los persiguieron una jornada de camino, desde Adasa hasta Gazer, tocando detrás de ellos las cornetas.

46

De todas las aldeas próximas de Judea salían para acosarlos; y, luchando contra ellos, los mataron al filo de la espada, sin que quedase ni uno solo.

47

Se apoderaron de sus despojos y de su botín y cortaron a Nicanor la cabeza y la mano derecha, que orgullosamente había alzado contra Jerusalén.

48

El pueblo se alegró extraordinariamente y celebraron aquel día con gran regocijo,

49

y acordaron celebrarlo cada año el mismo día trece de Adar.

50

Por algún tiempo gozó de paz la tierra de Judá.

 


Capítulo 8
Embajada a Roma
   
1

Llegó a oídos de Judas la fama de los romanos, de que eran muy poderosos, se mostraban benévolos con todos los que se adherían a ellos y con quienes a ellos venían hacían alianza y amistad.

2

Le contaron de sus guerras y de las hazañas que habían realizado en la Galacia, apoderándose de ella y sometiéndola a tributo;

3

cuanto habían hecho en España, apoderándose de las minas de oro y plata que allí hay y adueñándose de toda la tierra con su prudencia y paciencia,

4

no obstante estar este país muy alejado de ellos; y cómo a los reyes que desde los confines de la tierra habían ido contra ellos los habían derrotado, infligiéndoles tan gran descalabro, que los restantes les pagaban tributo cada año.

5

Y que a Filipo y a Perseo, reyes de Macedonia, y a los emás que se levantaron contra ellos los habían derrotado en guerra y los habían subyugado,

6

y a Antíoco el Grande, rey de Asia, que estuvo en guerra con ellos y que tenía ciento veinte elefantes y caballería y carros y ejército muy numeroso, le habían vencido

7

y cogido prisionero, imponiéndole un gran tributo a él y a los que en el reino le sucedieron, obligándole a dar rehenes

8

y a ceder la Jonia, la Media y la Lidia, esto es, sus mejores provincias, que aquéllos cedieron al rey Eumenes.

9

Los griegos quisieron ir contra ellos y aniquilarlos; pero, en cuanto les fue conocido el propósito,

10

enviaron contra ellos un general que los combatió, cayendo de los griegos muchos en el campo, siendo llevados cautivos las mujeres y los hijos, saqueados los bienes, subyugada la tierra, destruidas las fortalezas y reducidos a servidumbre hasta hoy.

11

A los demás reinos e islas, cuantos se les opusieron, totalmente los subyugaron.

12

Pero a sus aliados y amigos que en ellos confían les guardan fidelidad, y así habían logrado dominar los reinos próximos y remotos. Cuantos saben de su fama los temen,

13

y cuantos son por ellos ayudados para reinar, reinan, y a los que no quieren los destituyen, y así han adquirido gran poder.

14

Entre ellos nadie lleva diadema ni viste púrpura para engreírse con ella.

15

En vez de esto se ha creado un senado, y cada día deliberan trescientos veinte senadores, que de continuo miran por el bien del pueblo y por su buen gobierno.

16

Cada uno encomienda a uno solo el mando y el dominio de toda su tierra, y todos obedecen a este único, sin que haya entre ellos envidias ni celos.

17

Eligió Judas a Eupolemo, hijo de Juan, hijo de Acco, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma para hacer con ellos amistad y alianza,

18

librándose así del yugo del reino griego, pues veían que el designio de éste era someter a Israel a servidumbre.

19

Llegaron a Roma después de un largo viaje, entraron en el senado y, tomando la palabra, dijeron:

20

“Judas Macabeo, sus hermanos y el pueblo de los judíos nos envían para hacer con vosotros alianza de paz y pedir que nos inscribáis en la lista de vuestros aliados y amigos.”

21

Estas palabras fueron bien recibidas.

22

He aquí ahora la copia de la epístola que escribieron en tablas de bronce y que enviaron a Jerusalén para que les fuese memorial de paz y de alianza:

23

“Salud a los romanos y al pueblo judío por mar y por tierra para siempre y que la espada y el enemigo estén siempre lejos de ellos.

24

Si el pueblo de los romanos fuera el primero atacado o lo fuese alguno de sus aliados en todo su imperio,

25

el pueblo de los judíos les prestará auxilio, según las circunstancias lo dicten, con plena lealtad.

26

Al enemigo no le dará ni suministrará trigo, armas, plata ni naves. Esta es la voluntad de los romanos, y guardarán este convenio sin compensación ninguna.

27

Asimismo, si primero el pueblo judío es atacado, los romanos le ayudarán lealmente, según las circunstancias lo dicten,

28

y al enemigo no le darán ni trigo, ni armas, ni plata, ni naves. Tal es la voluntad de los romanos.

29

Conforme a estas condiciones se conciertan los romanos con el pueblo judío.

30

Si después de este acuerdo unos y otros quisieren añadir o quitar alguna cosa, podrán hacerlo a voluntad, y lo añadido o quitado será o dejará de ser valedero.

31

Cuanto a los daños que les ha causado el rey Demetrio, ya hemos escrito a éste diciendo: ¿Por qué impones tan pesado yugo sobre nuestros amigos y socios los judíos?

32

Si vuelven a quejársenos de ti, les haremos justicia haciéndote la guerra por mar y por tierra.”

 


Capítulo 9
Báquides otra vez en Judea. Muerte de Judas
   
1

Cuando Demetrio supo que Nicanor y su ejército habían caído en la batalla, volvió a enviar por segunda vez a Báquides con Alcimo a tierra de Judá, a la cabeza del ala derecha de su ejército.

2

Tomaron el camino que llega a Galilea y acamparon en Masalot de Arbela, apoderándose de ella y matando a muchos.

3

En el mes primero del año 152 asentaron su campo enfrente de Jerusalén;

4

pero veinte mil hombres de infantería y dos mil caballos se dirigieron a Berea.

5

Entre tanto, Judas había acampado en Laisa con tres mil hombres escogidos,

6

los cuales, viendo la muchedumbre del ejército, temieron sobremanera, huyendo muchos del campo y no quedando de todos más que ochocientos.

7

Viendo Judas que el campo había quedado desierto y que, sin embargo, la batalla era inminente, se sintió aplanado, porque no le quedaba tiempo para volverlos a juntar,

8

y, sintiendo que se le rompía el corazón, dijo a los que le quedaban: “Ea, vayamos al enemigo, a luchar contra él.”

9

Querían ellos disuadirlo, diciendo: “No podremos; mejor nos sería conservar ahora nuestra vida y volver luego con nuestros hermanos; entonces podremos combatirlos; por ahora somos muy pocos.”

10

Pero Judas contestó: “Dios me libre de hacer tal cosa, de huir ante ellos. Si nuestra hora ha llegado, muramos valerosamente por nuestros hermanos y no empañemos nuestro honor.”

11

En esto el campo enemigo se movió y ellos le hicieron frente. La caballería se dividió en dos partes; los honderos y los arqueros del ejército, todos hombres valientes, se adelantaron, ocupando la primera fila.

12

Estaba Báquides en el ala derecha, e hizo, al sonido de las cornetas, avanzar la falange, dividida en dos cuerpos.

13

Los de Judas dieron también la señal, y la tierra tembló al estruendo de los ejércitos. La batalla fue encarnizada y duró desde la mañana hasta la tarde.

14

Vio Judas que Báquides, con el núcleo más fuerte de su ejército, estaba en el ala derecha, y juntando a los más animosos,

15

se echó con ellos sobre el enemigo, derrotándolo y persiguiéndolos hasta el pie de la montaña.

16

Los del ala izquierda, viendo derrotada y en huida la derecha, pudieron perseguir a Judas y a los suyos por la espalda.

17

La lucha se agravó, cayendo muchos de una y otra parte.

18

Cayó también Judas, y los restantes huyeron.

19

Jonatán y Simón tomaron a Judas, su hermano, y le dieron sepultura en el sepulcro de sus padres, en Modín.

20

Le lloraron, y todo Israel hizo por él gran duelo, y por muchos días hicieron luto, diciendo:

21

"Cómo ha caído el valiente, el salvador de Israel!”

22

Por lo demás, la historia de las guerras de Judas, sus hazañas, su magnanimidad, son demasiado grandes para ser escritas.

 


TERCERA PARTE
Capítulo 9

JONATÁN, SUCESOR DE JUDAS

   
23

Muerto Judas, cobraron ánimo los apóstatas en todo el territorio de Israel y levantaron cabeza los obradores de la iniquidad.

24

Hubo por aquellos días un hambre grandísima y el pueblo se pasó a ellos.

25

Escogió entonces Báquides hombres impíos y los estableció por señores de la tierra.

26

Buscaban éstos insistentemente el paradero de los amigos de Judas y los llevaban a Báquides, que los castigaba y escarnecía.

27

Fue ésta una gran tribulación en Israel, cual no se vio desde el tiempo en que no había entre ellos profetas.

28

Reuniéronse entonces todos los amigos de Judas y dijeron a Jonatán:

29

“Desde que murió tu hermano Judas no apareció ninguno semejante a él capaz de hacer frente a los enemigos, a Báquides y a los perseguidores de nuestro pueblo.

30

Pero hoy te elegimos en su lugar para que seas nuestro jefe y capitán, para que nos lleves a nuestras batallas.”

31

Aceptó Jonatán el mandato, y ocupó desde entonces el puesto de Judas, su hermano.

32

Cuando Báquides tuvo noticia de ello, le buscó para darle muerte.

33

Mas, sabiéndolo Jonatán, su hermano Simón y sus parciales, huyeron al desierto de Tecua y acamparon junto a las aguas de la cisterna de Asfar.

34

Súpolo Báquides en un día de sábado, y vino con todo su ejército al otro lado del Jordán.

35

Envió Jonatán a su hermano por jefe de una tropa, y rogó a los nabateos, sus amigos, les permitieran dejar a su custodia el bagaje, que era mucho.

36

Pero salieron de Madaba los hijos de Jambri y se apoderaron de Juan y de cuanto llevaba y se partieron con ello.

37

Llegó a Jonatán y a Simón, su hermano, la nueva de que los hijos de Jambri celebraban una solemne boda con gran pompa y conducían desde Nadabat la novia, hija de uno de los magnates de Canán.

38

Y acordándose de su hermano Juan, salieron, se ocultaron al abrigo de un monte;

39

alzaron los ojos y vieron una caravana regocijada y numerosa. Era el novio, que con sus amigos y hermanos salían al encuentro de la novia con panderos, instrumentos músicos y muchas armas.

40

Lanzándose fuera de su escondite, los de Jonatán los atacaron, quedando heridos muchos y huyendo los restantes al monte, apoderándose los vencedores de todos los despojos.

41

Las bodas se convirtieron en llanto; el sonido de la música, en lamentaciones;

42

y tomada venganza de la sangre de su hermano, se volvieron a la ribera pantanosa del Jordán.

43

Supo el suceso Báquides, y en día de sábado vino con mucha fuerza hasta las márgenes del Jordán.

44

Dijo entonces Jonatán a los suyos: “Ea, luchemos por nuestra vida. No es hoy como ayer y anteayer.

45

El peligro nos acosa por delante y por detrás; ahí y allí, las aguas del Jordán, las márgenes pantanosas y el bosque; no hay escape.

46

Clamad, pues, al cielo para que os salve de vuestros enemigos.” Trabóse la batalla.

47

Alzó Jonatán para herir a Báquides; pero éste retrocedió, esquivando el golpe.

48

Salvaron Jonatán y los suyos el Jordán, pasando a nado a la ribera opuesta; pero los enemigos no atravesaron el Jordán para perseguirlos.

49

Aquel día cayeron como unos mil hombres de los de Báquides.

50

Vuelto éste a Jerusalén, edificó ciudades fuertes en Judea, la fortaleza de Jericó, la de Emaús, la de Betorón, la de Betel, la de Tamnata, la de Faratón y la de Tefón, con muros altos y puertas y cerrojos,

51

poniendo en ellas guarnición para hacer la guerra a Israel.

52

Fortificó asimismo las ciudades de Betsur y Gazer y la ciudadela y puso guarniciones y las abasteció de víveres.

53

Tomó luego a los hijos de los principales del país como rehenes y los recluyó en la ciudadela de Jerusalén.

54

El año 153, el mes segundo, ordenó Alcimo derribar el muro del atrio interior del santuario, destruyendo la obra de los profetas. Comenzó a ejecutarlo,

55

pero le sobrevino un ataque apoplético y quedaron suspendidas las obras. Se le cerró y paralizó la boca, de modo que no pudo ya hablar palabra ni disponer de su casa. Murió Alcimo en medio de grandes tormentos.

56

Luego que Báquides vio muerto a Alcimo, se volvió al rey,

57

y la tierra de Judea gozó de paz por dos años.

58

Entonces todos los apóstatas tomaron de común acuerdo esta resolución: “Jonatán y los suyos viven muy tranquilos y confiados; pues bien, hagamos venir a Báquides y en una noche los prenderemos a todos.”

59

Fuéronse a Báquides con este consejo.

60

Y en efecto, se dispuso a venir con mucha fuerza. En secreto envió cartas a todos sus parciales de Judea para que prendieran a Jonatán y a los suyos, lo que no pudieron hacer por haber llegado tal designio a conocimiento de ellos.

61

Lejos de eso, cogieron ellos presos a unos cincuenta hombres de la tierra, cabecillas de aquella conjura, y les dieron muerte.

62

Luego, Jonatán y Simón, con los suyos, se retiraron a Betbasí, en el desierto; levantaron sus ruinas y la fortificaron.

63

Informado Báquides de esto, reunió toda su gente y avisó a los de Judea.

64

Vino a acampar enfrente de Betbasí, y durante muchos días la atacó con máquinas de guerra.

65

Jonatán dejó en la ciudad a su hermano Simón y él salió al campo con pocos.

66

Derrotó a Odoaren y a sus hermanos y a los hijos de Fasirón en sus tiendas, y luchando comenzó a crecer en fuerza.

67

Simón y los suyos salieron de la ciudad, pusieron fuego a las máquinas

68

y atacaron a Báquides, a quien causaron una gran derrota; le pusieron en grave aprieto, haciendo fracasar con sus planes su expedición.

69

El se enfureció contra los impíos que le habían aconsejado ir a Judea, hizo dar muerte a muchos de ellos y resolvió volverse a su tierra.

70

Así que Jonatán tuvo noticia de ello, le envió embajadores para concertar la paz y hacerle entrega de los prisioneros.

71

Asintió a ello Báquides y aceptó las proposiciones, jurando no causarle mal alguno en todos los días de su vida.

72

Hízole entrega de los prisioneros que antes había tomado de la tierra de Judá y partió para su tierra, no volviendo más a los confines de Judea.

73

Cesó la guerra en Israel, y Jonatán estableció su residencia en Majmas, donde comenzó a gobernar al pueblo y exterminar a los impíos de Israel.

 


Capítulo 10
Prosperidad de Jonatán con ocasión de la guera civil siria
   
1

El año 160, Alejandro, hijo de Antíoco Epifanes, se alzó en armas y se apoderó de Tolemaida, siendo bien acogido y reconocido como rey.

2

Informado de ello el rey Demetrio, juntó muchas tropas y salió a campaña contra él.

3

Al mismo tiempo envió Demetrio a Jonatán cartas amistosas con promesas de engrandecimiento,

4

porque se decía: “Apresurémonos a hacer las paces con él antes que las haga con Alejandro contra nosotros,

5

acordándose de todos los males que le hemos hecho a él, a sus hermanos y a su pueblo.”

6

Le dio autoridad para juntar ejército, fabricar armas; le prometió que le contaría entre sus aliados y le devolvería los rehenes que tenía en la ciudadela.

7

Vino Jonatán a Jerusalén y leyó las cartas en presencia del pueblo y de los que se hallaban en la ciudadela.

8

Un gran temor se apoderó de todos cuantos oyeron que el rey le daba autoridad para juntar ejército.

9

Los de la ciudadela le devolvieron los rehenes, que él entregó luego a los padres de éstos;

10

y estableciendo su residencia en Jerusalén, comenzó luego a restaurarla y renovarla.

11

Mandó a los obreros construir los muros y rodear el monte de Sión de un muro de sillares, para mayor fortaleza, como se hizo.

12

Huyeron todos los extranjeros que había en la fortaleza edificada por Báquides

13

y abandonó cada uno el lugar en que vivía para irse a su tierra.

14

Sólo en Betsur quedaron algunos de los que habían abandonado la Ley y los preceptos, porque les servía de refugio.

15

Pero al saber el rey Alejandro las promesas que Demetrio había hecho a Jonatán, y asimismo las guerras, las hazañas que éste y sus hermanos habían realizado y los trabajos que habían pasado,

16

se dijo: “¿Podremos encontrar otro hombre como éste? Hagámosle nuestro amigo y aliado.”

17

Y le escribió una carta, cuyo tenor era el siguiente:

18

“El rey Alejandro a nuestro hermano Jonatán, salud.

19

Hemos oído de ti que eres hombre de valor y muy digno de ser amigo nuestro.

20

Hoy te constituímos, pues, sumo sacerdote de tu nación y te concedemos el título de amigo del rey — y le envió un vestido de púrpura y una corona de oro — para que mires por nuestros negocios y guardes nuestra amistad.”

21

Vistióse Jonatán la túnica santa en el mes séptimo del año 160, en la fiesta de los Tabernáculos; alistó tropas y fabricó armas en gran cantidad.

22

Oído esto por Demetrio, se entristeció mucho y dijo:

23

“¿Qué es lo que hemos hecho, que Alejandro se nos ha anticipado en hacer amistad con los judíos para ganarse su apoyo?

24

Les escribiré yo con palabras persuasivas, ofreciéndoles ventajas y mercedes para que se hagan auxiliares míos.”

25

Efectivamente, les envió una carta del tenor siguiente: “El rey Demetrio, al pueblo de los judíos, salud.

26

Con gran alegría hemos sabido que os habéis mantenido fieles a nuestra alianza y habéis perseverado en nuestra amistad y no os habéis unido a nuestros enemigos.

27

Perseverad, pues, en vuestra fidelidad a nosotros, y os recompensaremos con grandes mercedes por lo que hiciereis en favor nuestro.

28

Os condonaremos las deudas y os haremos muchas mercedes.

29

Desde luego, declaro a todos los judíos exentos de tributos y del impuesto de la sal y del tributo de las coronas.

30

El tercio de la cosecha y la mitad de la de los árboles frutales, que a mí me toca percibir, renuncio de hoy en adelante a percibirlo en la tierra de Judá y en los tres distritos a ella anejos, tomados de Samaria y de Galilea, desde hoy para siempre.

31

Jerusalén será ciudad santa y exenta, igual que su territorio, de diezmos y tributos.

32

Renuncio también a la autoridad sobre la ciudadela de Jerusalén, y hago de ella entrega al sumo sacerdote, que pondrá allí los hombres que él escogiere para su guarnición.

33

Todos los judíos que hayan sido llevados cautivos de tierra de Judá a cualquier parte de mi reino, los doy por libres gratuitamente, y todos quedarán exentos de tributos, aun de los de ganados.

34

Todas las fiestas, los sábados, las neomenias, los días señalados y los tres días que preceden y siguen a las fiestas, serán días de exención y de franquicia para todos los judíos de mi reino.

35

Nadie tendrá autoridad para intentar contra ellos acción judicial ni molestarlos en cualquier negocio.

36

De los judíos serán incorporados al ejército del rey hasta treinta mil hombres, dándoseles el sueldo como a todas las demás tropas del rey,

37

y de ellos serán puestos en las grandes fortalezas del rey, y asimismo nombrados para los negocios del reino que exigen confianza. De ellos serán sus jefes y vivirán según sus leyes, como lo ha dispuesto el rey en la tierra de Judá.

38

Y los tres distritos tomados a las regiones de Samaria e incorporados a Judea lo serán de modo que formen una sola circunscripción y no obedezcan a otra autoridad que a la del sumo sacerdote.

39

De Tolemaida y su distrito hago obsequio al santuario de Jerusalén para sufragar los gastos del mismo.

40

Doy cada año quince mil siclos de plata, pagaderos de los derechos del rey en los lugares que nos pertenecen.

41

Todo el sobrante que los empleados del fisco no hayan entregado, como en los años anteriores, desde ahora lo destino a las obras del templo.

42

Y los cinco mil siclos de plata que cada año percibíamos de los tributos del templo, también los condonamos y se los damos a los sacerdotes que ejercen las funciones sagradas.

43

Cuantos se acojan al templo de Jerusalén y a todo su recinto, deudores de los impuestos reales o de cualquier otra deuda, quedarán libres, y también cuanto tenga en mi reino.

44

Los gastos para edificar y restaurar el templo serán pagados de la hacienda real.

45

Los gastos para la edificación de los muros de Jerusalén y las fortificaciones de su recinto correrán también por cuenta del rey, y asimismo la edificación de las murallas en Judea.”

46

Cuando Jonatán y el pueblo oyeron estas palabras, no las creyeron ni las aceptaron, acordándose de los grandes males que había causado en Israel y cuánto los había atribulado,

47

y se decidieron en favor de Alejandro, que les había hecho proposiciones de paz, y así le prestaron auxilio todo el tiempo.

48

Reunió el rey Alejandro grandes fuerzas y asentó su campo enfrente del de Demetrio.

49

Trabaron la batalla los dos reyes, y huyó el ejército de Demetrio perseguido por Alejandro, que quedó vencedor.

50

La batalla fue encarnizada y duró hasta la puesta del sol, cayendo en aquel día el rey Demetrio.

51

Después de esto, Alejandro envió mensajeros a Tolomeo, rey de Egipto, diciéndole:

52

“Vuelvo a mi reino, he logrado sentarme en el trono de mis padres y recobrar el gobierno después de derrotar a Demetrio y apoderarme de nuestra tierra.

53

Trabada la batalla, fue vencido él y su ejército, y nos hemos sentado en el trono de su reino.

54

Hagamos, pues, alianza; dame tu hija por mujer, y seré tu yerno, y tanto a ti como a ella os daré presentes dignos de ti”.

55

El rey Tolomeo le respondió diciendo: “Dichoso el día en que has vuelto a la tierra de tus padres y te sentaste en el trono real.

56

Con gusto haré lo que me dices. Ven a mi encuentro a Tolemaida, para que nos veamos y te haga yerno mío, según tú deseas.”

57

Partió de Egipto Tolomeo con su hija Cleopatra, y llegaron a Tolemaida el año 162.

58

El rey Alejandro le salió al encuentro, Tolomeo le dio su hija Cleopatra, y celebraron en Tolemaida las bodas con gran magnificencia, como de reyes.

59

El rey Alejandro escribió a Jonatán que viniese a su encuentro.

60

Vino con grande pompa a Tolemaida, se entrevistó con los dos reyes y les hizo obsequios de oro y plata; también a sus cortesanos les hizo muchos regalos, ganándose con ello su favor.

61

Vinieron apóstatas, mandados de Israel, para acusarle, pero el rey no los atendió,

62

antes mandó quitar a Jonatán sus vestidos y vestirle de púrpura, como se hizo. Le sentó el rey a su lado

63

y dijo a sus grandes: “Salid con él por medio de la ciudad y pregonad que nadie se atreva a acusarle sobre ningún negocio y que nadie por ninguna causa le moleste.”

64

Cuando sus acusadores vieron los honores públicos que se le hacían y le vieron vestido de púrpura, huyeron todos.

65

Le honró mucho el rey, y le inscribió en el número de sus primeros amigos y le nombró general y gobernador de provincia.

66

Después de lo cual volvió Jonatán a Jerusalén en paz y contento.

67

El año 165, Demetrio, hijo de Demetrio, vino de Creta a la tierra de sus padres.

68

En cuanto Alejandro lo supo, volvió a Antioquía muy contrariado.

69

Demetrio nombró gobernador de Celesiria a Apolonio, que juntó un poderoso ejército, y vino a acampar en Jamnia, desde donde envió recado a Jonatán, diciéndole:

70

"¿Vas a ser tú el único que te levantas contra nosotros, y voy a ser yo objeto de risa y burla por causa tuya? ¿Por qué presumes hacerte fuerte en los montes contra nosotros?

71

Si tanto confías en tus fuerzas, desciende al llano y midamos las armas, que conmigo está la fuerza de las ciudades.

72

Pregunta y sabrás quién soy yo y quiénes los que me prestan auxilio, los cuales dicen que no podrás mantenerte a pie firme entre nosotros, y que por dos veces fueron vencidos tus padres en esta tierra.

73

No podrás sostener el empuje de mi caballería y de mi ejército en campo abierto, donde no hay piedras, ni guijarros, ni lugar a donde huir.”

74

Cuando Jonatán oyó las bravatas de Apolonio, se llenó de indignación y, escogiendo diez mil hombres, salió de Jerusalén, llevando consigo a Simón, su hermano.

75

Acampó frente a Jope, que le cerró las puertas, porque había en ella una guarnición de Apolonio. Pero la atacaron,

76

y, atemorizados los ciudadanos, le abrieron las puertas, quedando Jonatán dueño de Jope.

77

Así que Apolonio tuvo noticia del suceso, sacó al campo tres mil caballos y una poderosa fuerza de infantería,

78

y siguió el camino de Azoto, fingiendo pasar de largo frente a Jope, pero se volvió en seguida a la llanura, muy confiado en la numerosa caballería que tenía. Jonatán salió contra él hacia Azoto, y se trabó la lucha.

79

Apolonio había dejado emboscados mil caballos.

80

Supo Jonatán la asechanza que detrás de sí tenía, y aunque unos y otros cercaron el campo y estuvieron lanzando flechas contra el pueblo desde la mañana hasta la noche,

81

el pueblo se mantuvo firme, según las órdenes de Jonatán, hasta que la caballería se fatigó.

82

Luego movió Simón sus fuerzas y atacó a la falange, y como la caballería estaba ya agotada, los derrotaron y pusieron en fuga.

83

La caballería se dispersó por la llanura, huyendo hacia Azoto, y se refugiaron en el templo de Dagón, su ídolo, para salvarse.

84

Jonatán prendió fuego a Azoto y a las ciudades cercanas, se apoderó de sus despojos y dio a las llamas el templo de Dagón, abrasando a los que en él se habían refugiado.

85

El número de los que perecieron por la espada y por el incendio subió a ocho mil.

86

De allí levantó el campo Jonatán y se vino hacia Ascalón, cuyos moradores salieron a recibirle con gran honor.

87

Jonatán se volvió a Jerusalén con los suyos, cargados de despojos.

88

Cuando estos sucesos llegaron a oídos del rey Alejandro, concedió nuevos honores a Jonatán,

89

le envió la fíbula de oro, como es costumbre darla a los parientes de los reyes, y le dio Acarón con todos sus términos en posesión.

 


Capítulo 11
La traición de Tolomeo contra Alejandro
   
1

El rey de Egipto juntó grandes fuerzas, como las arenas del mar, y muchas naves con el intento de apoderarse por engaño del reino de Alejandro y agregarlo a su propio reino.

2

Con pretextos de paz se encaminó a Siria, abriéndosele las puertas de las ciudades y saliendo todos a recibirle, pues era orden del rey Alejandro que le saliesen al encuentro, como a suegro suyo.

3

Así que Tolomeo entraba en las ciudades, ponía en ella guarniciones.

4

Al entrar en Azoto le enseñaron el templo de Dagón incendiado, la ciudad y sus cercanías destruidas, arrojados en el campo los cadáveres y al borde de los caminos los montones de los que habían caído en la batalla.

5

Contáronle lo que había hecho Jonatán, con el fin de hacérsele odioso, pero el rey callaba.

6

Vino Jonatán al encuentro del rey en Jope con gran aparato, se saludaron y durmieron allí.

7

Jonatán le acompañó luego hasta el río llamado Eleutero, y luego se volvió a Jerusalén.

8

El rey Tolomeo se adueñó de todas las ciudades de la costa hasta Seleucia del Mar, meditando perversos planes contra Alejandro.

9

Envió embajadores a Demetrio, diciéndole: “Ven, hagamos alianza, y te daré mi hija, la que tiene Alejandro, y reinarás sobre el reino de tus padres.

10

Me pesa haberle dado mi hija, pues ha buscado asesinarme.”

11

Y con calumnias procuraba hacerle odioso, por codicia de su reino.

12

Al fin le quitó la hija y se la dio a Demetrio, rompiendo con Alejandro y haciendo manifiestas sus enemistades.

13

Entró Tolomeo en Antioquía y se ciñó a su cabeza dos coronas: la de Asia y la de Egipto.

14

Hallábase por aquellos días el rey Alejandro en Cilicia, por haberse rebelado los de aquellos lugares,

15

cuando oyó que su suegro venía contra él en son de guerra. Tolomeo sacó su ejército y le fue al encuentro con poderosas fuerzas y le puso en huida.

16

Huyó Alejandro a la Arabia en busca de refugio, mientras que el rey Tolomeo quedó triunfante.

17

El árabe Zabdiel cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a Tolomeo.

18

Tres días más tarde moría el rey Tolomeo, y los suyos, que estaban en las fortalezas, perecían a mano de los moradores de las mismas.

19

Y así reinó Demetrio el año 167.

 

 

Siguen las prosperidades de Jonatán

 

20

Por aquellos días reunió Jonatán a los hombres de Judea para tomar la ciudadela de Jerusalén, contra la cual construyó muchas máquinas de guerra.

21

Pero algunos de los impíos, enemigos de su propia nación, se fueron al rey y le informaron de cómo Jonatán tenía asediada la fortaleza.

22

Oído lo cual, se irritó, y, viniendo a Tolemaida, escribió a Jonatán que levantase el cerco de la ciudadela y viniera a su encuentro a toda prisa para conferir con él en Tolemaida.

23

Recibido el mensaje, Jonatán ordenó continuar el asedio, y se rodeó de algunos ancianos de Israel y sacerdotes, y resolvió aventurarse al peligro.

24

Tomando consigo plata, oro, un vestido y otros muchos presentes, fue a ver al rey a Tolemaida, hallando en él buena acogida,

25

no obstante que algunos impíos de su nación le acusaban.

26

Hizo el rey según lo que habían hecho sus antecesores, honrándole en presencia de todos sus enemigos.

27

Lo confirmó en el sacerdocio y en cuantos honores tenía de antes y le hizo inscribir en el número de sus primeros amigos.

28

Jonatán solicitó del rey que hiciese libres de tributos la Judea y las tres toparquías de Samaría, prometiéndole en cambio trescientos talentos.

29

Asintió el rey, y de todas estas cosas escribió a Jonatán una carta del tenor siguiente:

30

“El rey Demetrio a Jonatán, su hermano, y a la nación de los judíos, salud.

31

Os enviamos, para que de ello os informéis, copia de la carta que hemos escrito a Lástenes, nuestro pariente, acerca de vosotros:

32

El rey Demetrio a Lástenes, su padre, salud.

33

Hemos resuelto favorecer a la nación de los judíos, nuestros amigos, que nos han sido fieles.

34

Les confirmamos, pues, la posesión de los territorios de la Judea y de los tres distritos de Aferema, Lida y Ramata, que fueron desprendidos de Samaria e incorporados a Judea. Todos los sacrificadores de Jerusalén quedan exentos del tributo que el rey recibía antes de ellos cada año de los frutos del campo y de los árboles.

35

Igualmente los restantes tributos que nos pagaban, de los diezmos, de las salinas y de las coronas, que nos pertenecen, desde ahora

36

se los condonamos todos, y serán anulados desde ahora para siempre.

37

Así, pues, haced una copia de este decreto y entregádsela a Jonatán para que se deposite en el monte santo y en lugar visible.”

38

Viendo el rey Demetrio que había llegado a dominar el reino y nadie se le oponía, disolvió su ejército, enviándolo a sus casas, excepto las fuerzas extranjeras que había reclutado en las islas de las gentes. Esto le atrajo la enemiga de cuantos habían pertenecido al ejército de sus padres.

39

Trifón, que había sido antes de los parciales de Alejandro, cuando vio que las tropas murmuraban contra Demetrio, se dirigió al árabe Emalcue, que criaba a Antíoco, hijo de Alejandro, niño todavía,

40

apremiándole para que se lo entregase, a fin de sentarlo en el trono de su padre. Le comunicó cuanto había hecho Demetrio y el descontento de su ejército contra él, y permaneció allí bastantes días.

41

Entre tanto, envió Jonatán al rey una súplica para que retirase la guarnición de la ciudadela de Jerusalén y de las otras fortalezas, porque hostigaban a Israel.

42

Respondió Demetrio a Jonatán, diciéndole: “No sólo esto te haré a ti y a tu pueblo, sino que os colmaré de honores cuando llegue la ocasión propicia.

43

Por el momento me harías un gran favor enviándome algunas tropas auxiliares, porque mi ejército está disuelto.”

44

Accedió Jonatán, mandándole a Antioquía tres mil hombres escogidos, de cuya llegada se alegró mucho el rey.

45

Amotináronse contra él los de la ciudad, en número de ciento veinte mil, pretendiendo matarle.

46

Se recluyó él en su palacio, mientras los ciudadanos ocupaban las calles de la ciudad y comenzaban el asalto.

47

Llamó el rey en su auxilio a los judíos, que acudieron luego, se distribuyeron por la ciudad

48

y mataron aquel día hasta cien mil hombres, incendiaron la ciudad y la saquearon. Así libraron al rey.

49

Cuando vieron los de la ciudad que los judíos eran dueños de ella a su arbitrio, perdieron el ánimo, y, suplicantes, clamaron al rey, diciendo.

50

“Perdónanos y haz que cesen ya los judíos de combatir contra nosotros y contra la ciudad.”

51

Y depusieron las armas e hicieron la paz. Los judíos adquirieron grande gloria ante el rey y ante todo su reino y volvieron a Jerusalén cargados de botín.

 

 

Nuevas victorias de Jonatán

 

52

Sentóse Demetrio en su trono, y la tierra calló ante él.

53

No cumplió el rey lo que había prometido, y se enajenó a Jonatán, porque, además de no corresponder a los beneficios que le había hecho, le molestaba mucho.

54

Después de estos sucesos volvió Trifón con el niño Antíoco, a quien proclamó rey, ciñéndole la corona.

55

Luego se juntaron a él todas las tropas que Demetrio había licenciado e hicieron a éste la guerra, obligándole a huir derrotado.

56

Trifón se apoderó de los elefantes y ocupó Antioquía.

57

Antíoco el joven escribió a Jonatán, diciéndole: “Yo te confirmo en el sumo sacerdocio y te constituyo sobre las cuatro ciudades, y serás de los amigos del rey.”

58

Y le envió vajilla de oro, dándole el derecho de beber en vaso de oro, de vestir púrpura y llevar la fíbula de oro.

59

A Simón, su hermano, le instituyó general desde la Escalera de Tiro hasta los confines de Egipto.

60

Partió Jonatán y recorrió las ciudades del lado de acá del río, y se le incorporaron todas las tropas auxiliares de Siria. Vino a Ascalón, y le hicieron los de la ciudad un recibimiento muy honroso.

61

De allí pasó a Gaza, que le cerró sus puertas, pero él la asedió e incendió los arrabales, saqueándolos.

62

Entonces los de Gaza le pidieron la paz, que les fue otorgada, dándole en rehenes los hijos de sus jefes, que envió a Jerusaíén, y atravesó la tierra hasta llegar a Damasco.

63

En esto tuvo noticias Jonatán de que algunos generales de Demetrio habían llegado a Cades de Galilea con grandes fuerzas con el propósito de apartarle de toda intervención en el gobierno.

64

Dejando a su hermano Simón en Judá, les salió al paso.

65

Simón fue contra Betsur; la combatió muchos días, teniéndola cercada,

66

hasta que pidieron la paz, que les otorgó. Los arrojó de allí, apoderándose de la ciudad y poniendo guarnición en ella.

67

Entre tanto acampó Jonatán con su ejército junto a las aguas de Genesaret, y muy de madrugada se puso en marcha hacia la llanura de Asor,

68

donde encontró al ejército extranjero, que había puesto una emboscada en los montes. Se trabó la batalla,

69

y los emboscados salieron de la celada,

70

y los de Jonatán huyeron, no quedando a su lado sino Matatías, hijo de Absalón, y Judas, hijo de Calfi, capitanes del ejército.

71

Jonatán entonces rasgó sus vestiduras, se echó tierra sobre la cabeza y oró.

72

Volvió luego a la lucha contra los enemigos, los derrotó y puso en fuga.

73

Viendo esto los que de los suyos huían, se volvieron de nuevo a él, y todos a una los persiguieron hasta Cades, hasta su campo, donde hizo alto.

74

Cayeron de los extranjeros aquel día unos tres mil hombres. Jonatán se volvió a Jerusalén.

 


Capítulo 12
Embajadas a Roma y Esparta
   
1

Viendo Jonatán que las circunstancias le eran favorables, escogió algunos hombres y los envió a Roma para concertar y renovar la alianza de amistad con los romanos.

2

Y a los espartanos y a otros pueblos envió también cartas sobre lo mismo.

3

Partiendo para Roma, y entrando en el senado, dijeron: “Jonatán, sumo sacerdote, y la nación de los judíos nos envían para renovar con vosotros la antigua amistad y alianza.”

4

Y les fueron entregadas cartas para las autoridades de cada lugar a fin de que pudieran volver en paz a la tierra de Judá.

5

He aquí la copia de las cartas que Jonatán escribió a los espartanos:

6

“Jonatán, sumo sacerdote, y el senado de la nación, y los sacerdotes, y todo el pueblo de los judíos, a los de Esparta, sus hermanos, salud.

7

Ya antes recibió Onías, sumo sacerdote, de Ario, vuestro rey, cartas en que decía que sois hermanos nuestros, como lo certifica la adjunta copia.

8

Onías acogió con gran honor al mensajero, y recibió letras en las que claramente se hablaba de alianza y amistad.

9

Nosotros, aunque nada necesitamos, pues tenemos nuestra confianza en las Escrituras santas que poseemos,

10

hemos resuelto enviaros quien renueve con vosotros la fraternidad y amistad, a fin de no hacernos extraños a vosotros, pues han transcurrido ya muchos años desde vuestra embajada,

11

En todo tiempo, en las solemnidades y en los restantes días no hemos cesado de hacer memoria continua de vosotros en los sacrificios que ofrecemos y en nuestras oraciones, pues es justo y razonable acordarse de los hermanos.

12

Nos alegramos de vuestra prosperidad.

13

Cuanto a nosotros, han sido muchas las tribulaciones que nos han sobrevenido y muchas las guerras que nos han hecho los reyes vecinos.

14

No quisimos en ellas molestaros, ni a los demás aliados y amigos,

15

porque contamos con la ayuda que nos viene del cielo, y con ella nos hemos librado de nuestros enemigos, y éstos fueron humillados.

16

Hemos elegido a Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatro, hijo de Jasón, a quienes enviamos a los romanos para renovar la antigua amistad y alianza,

17

y les hemos dado el encargo de acercarse a vosotros y saludaros y entregaros nuestras letras, para renovar la alianza y fraternidad.

18

Esperamos que nos contestéis favorablemente.

19

La carta enviada por vosotros era del tenor siguiente:

20

“Ario, rey de los espartanos, a Onías, sumo sacerdote, salud.

21

Hemos hallado en documentos escritos que los espartanos y los judíos son hermanos unos y otros del mismo linaje de Abraham.

22

Desde que esto supimos, juzgamos que hacéis bien en darnos cuenta de vuestra prosperidad.

23

Nosotros a la vez os correspondemos. Vuestros ganados, vuestra hacienda, es nuestra, y la nuestra, vuestra es. Por eso he dado orden de comunicaros esto.”

24

Tuvo Jonatán noticia de que los capitanes de Demetrio habían vuelto contra él con fuerzas mayores que antes,

25

y salió de Jerusalén a su encuentro, a la región de Hamat, porque no quiso darles lugar a que invadiesen la tierra.

26

Los exploradores enviados a espiar el ejército enemigo volvieron con la noticia de que tenían orden de caer sobre ellos aquella noche.

27

Así que se puso el sol, ordenó Jonatán a los suyos velar y estar sobre las armas, prontos a entrar en batalla durante la noche, y puso centinelas alrededor del campo.

28

Cuando los contrarios se dieron cuenta de que Jonatán y los suyos estaban preparados para la lucha, temieron, perdieron el ánimo, encendieron fuego en su campamento y se retiraron.

29

No lo advirtieron Jonatán y los suyos hasta la madrugada, engañados con la vista de los fuegos encendidos.

30

Los persiguió Jonatán, pero no les dio alcance, porque había atravesado el río Eleutero.

31

Entonces se volvió contra los árabes llamados zabadeos, a los que derrotó, tomándoles despojos.

32

Poniéndose de nuevo en marcha, vino a Damasco, atravesando todo el territorio.

33

Simón, entre tanto, se había puesto en marcha, llegando hasta Ascalón y a las próximas fortalezas; se volvió luego hacia Jope y la tomó,

34

porque había oído que querían entregar la fortaleza a los parciales de Demetrio, y puso allí guarnición para conservarla en su poder.

35

Vuelto Jonatán, convocó a los ancianos del pueblo y tomó con ellos la resolución de edificar fortalezas en Judea,

36

de levantar los muros de Jerusalén, de erigir un muro fuerte entre la ciudadela y la ciudad, a fin de separar aquélla de ésta y aislarla para que los de allí no pudiesen comprar ni vender en ésta.

37

Reunidos los obreros para edificar la ciudad, se vino al suelo un trozo de muralla que da al valle del este, y lo restauraron, dándole el nombre de Cafenata.

38

Simón edificó también Adida, en la Sefela, y la fortificó y puso puertas y cerrojos.

 

 

Prisión traidora de Jonatán

 

39

Trataba Trifón de apoderarse del reino de Asia y ceñirse la diadema, quitando de en medio al rey Antíoco.

40

Pero temiendo que se le opusiera Jonatán y le hiciera la guerra, buscaba un medio de apoderarse de él y darle muerte. Con este propósito se puso en camino de Betsán.

41

Salióle al encuentro Jonatán con cuarenta mil hombres escogidos para la lucha, y llegó a Betsán.

42

Cuando Trifón vio que Jonatán venía con tanta fuerza, temió poner manos en él,

43

le acogió muy honrosamente, le presentó a todos sus amigos y le hizo muchos obsequios, ordenando a su ejército que le obedeciese como a él mismo.

44

Dijo luego a Jonatán: “¿Por qué molestar a todo el pueblo, no habiendo guerra entre nosotros?

45

Mándalos a sus casas, dejando contigo unos cuantos que te acompañen, y vente conmigo a Tolemaida. Te la entregaré con las demás fortalezas y pondré a tus órdenes el resto del ejército y los oficiales del rey. Hecho esto, yo me volveré, que sólo para eso he venido.”

46

Dióle fe Jonatán e hizo según le decía, licenciando su ejército, que se volvió a la tierra de Judá.

47

Sólo se reservó tres mil hombres, de los que dejó dos mil en Galilea, llevándose consigo sólo mil.

48

En cuanto Jonatán entró en Tolemaida, los tolemenses cerraron las puertas, le prendieron a él y a los que le acompañaban y los asesinaron.

49

Luego Trifón envió su ejército y su caballería a la Galilea y a la gran llanura para aniquilar a todos los parciales de Jonatán.

50

Supieron que había sido preso y muerto Jonatán y los que le acompañaban, y unos a otros se animaron para salir a campaña para combatir.

51

Al ver sus perseguidores cuán resueltos estaban a luchar por su vida, se volvieron.

52

Se fueron sin ser molestados a la tierra de Judá y lloraron a Jonatán y a los suyos, temiendo mucho por sí. Todo Israel hizo gran duelo.

53

Entonces todas las naciones vecinas se propusieron aniquilarlos, diciéndose: “Ya no tienen caudillo que los proteja; luchemos, pues, contra ellos y borremos su memoria de entre los hombres.”

 


CUARTA PARTE
Capítulo 13
SIMÓN PRÍNCIPE DEL PUEBLO JUDÍO
   
1

Oyó Simón que había reunido Trifón un poderoso ejército para venir contra la tierra de Judá y aplastarla;

2

y viendo al pueblo lleno de espanto y de temor, subió a Jerusalén y reunió al pueblo.

3

Los alentó, diciendo: “Ya sabéis lo que yo, mis hermanos y la casa de mi padre hemos hecho por las leyes y el santuario, las guerras y las angustias que hemos soportado.

4

Por esta causa, que es la de Israel, dieron la vida todos mis hermanos, quedando yo solo.

5

No quiera Dios que en esta hora de tribulación rehúya el peligro por amor de la vida, que no valgo yo más que mis hermanos,

6

antes tomaré la defensa de mi nación y del santuario, de nuestras mujeres e hijos, ahora que, llevadas del odio, se han juntado todas las naciones para aplastarnos.”

7

Se enardeció el pueblo al oír estas palabras,

8

y a grandes voces respondió, diciendo: “Sé nuestro caudillo en lugar de Judas y de Jonatán, tu hermano.

9

Combate nuestras batallas; cuanto nos digas lo haremos.”

10

Juntando todos los hombres de guerra, se dio prisa a concluir los muros de Jerusalén, que quedó fortificada toda en derredor,

11

Envió a Jonatán, hijo de Abesalón, con bastante fuerza a Jope, que echó de allí a los que la guarnecían, quedándose en ella.

12

Trifón salió de Tolemaida con un poderoso ejército para invadir la Judea, llevando consigo a Jonatán preso.

13

Simón acampó en Adida, frente a la llanura.

14

Al conocer Trifón que habían nombrado a Simón caudillo en lugar de su hermano Jonatán y que estaba pronto a trabar batalla, le envió mensajeros,

15

diciendo: “Hemos detenido a tu hermano a causa de la deuda que tenía en el tesoro real por los cargos que desempeñaba.

16

Envía, pues, cien talentos de plata y a dos de sus hijos como rehenes, por que al ser libertado no se rebele contra nosotros, y le dejaremos libre.”

17

Aunque entendía Simón que hablaban con engaño, envió el dinero y los dos niños, por no concitar contra sí la enemiga del pueblo, que podría decir:

18

“No ha enviado el dinero y los niños, y por eso pereció Jonatán.”

19

Así, pues, envió los niños y los cien talentos; pero Trifón, faltando a su palabra, no puso en libertad a Jonatán.

20

Trifón emprendió luego la marcha para invadir la tierra y devastarla. Para ello, rodeando, vino a Adora; pero Simón, con su ejército, le salía al encuentro dondequiera que él iba.

21

Los de la ciudadela enviaron mensajeros a Trifón, rogándole que se diera prisa a venir en su socorro por el desierto y les trajese víveres.

22

Preparó Trifón toda su caballería para llegar aquella noche, pero no pudo a causa de la mucha nieve que había caído. Llegó a Galaad,

23

y en Bascama dio muerte a Jonatán, que fue sepultado allí.

24

Después Trifón dio la vuelta y se volvió a su tierra.

25

Mandó Simón por los restos de su hermano Jonatán, y les dio sepultura en Modín, la ciudad de sus padres.

26

Todo Israel hizo por él gran duelo y le lloró muchos días.

27

Edificó Simón sobre los sepulcros de sus padres y hermanos un monumento de piedras labradas por una y otra cara, alto y visible desde muy lejos.

28

Encima levantó siete pirámides, unas enfrente de otras, dedicadas a su padre, a su madre y a sus cuatro hermanos.

29

Las asentó sobre sus basas y las rodeó de grandes columnas, y puso en ellas panoplias, naves esculpidas, que pudieran ser vistas de todos los que navegaban por el mar.

30

Ese sepulcro que erigió en Modín perdura hasta el día de hoy.

31

Trifón, que procedía dolosamente con el joven Antíoco, acabó por darle muerte,

32

se declaró rey en su lugar y ciñó la diadema del Asia, trayendo con esto una gran calamidad sobre la tierra.

 

 

Simón consolida la libertad nacional

 

33

Simón edificó las fortalezas de Judea, las rodeó de altas torres y muros fuertes, les puso puertas y cerrojos y las proveyó de vituallas.

34

Envió algunos hombres escogidos al rey Demetrio, pidiendo que concediera al país la remisión de los tributos, por cuanto los actos de Trifón habían sido actos de saqueo.

35

Contestó el rey Demetrio a estas peticiones enviándo-les letras del tenor siguiente:

36

“El rey Demetrio a Simón, sumo sacerdote y amigo de los reyes, y a los ancianos y a la nación judía, salud.

37

Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos habéis enviado, y estamos dispuestos a hacer con vosotros una paz definitiva y a escribir a los intendentes reales que os condonen las deudas.

38

Todo cuanto hemos pactado con vosotros sea firme, y las fortalezas que habéis edificado sean vuestras.

39

Os perdonamos también las faltas y las ofensas cometidas hasta este día, y la corona que debéis, y si algún tributo se cobraba en Jerusalén, ya no se cobre.

40

Si algunos de vosotros estáis dispuestos a alistaros en nuestro ejército, podéis hacerlo, y que reine entre nosotros la paz.”

41

El año 170 quedó Israel libre del yugo de los gentiles,

42

y comenzaron a encabezarse así los documentos y contratos: “El año primero de Simón, gran pontífice, general y caudillo de los judíos.”

43

En los días aquellos acampó Simón contra Gazer, y la cercó con sus fuerzas, construyó máquinas de asedio y las aproximó a la ciudad, acometiendo una de las torres y apoderándose de ella.

44

Invadieron la ciudad los que estaban en la máquina, produciéndose en aquélla gran conmoción.

45

Los de la ciudad subieron a las murallas con sus mujeres e hijos, rasgadas las vestiduras, y a grandes voces clamaban pidiendo a Simón la paz,

46

y le decían: “No obres con nosotros según merecen nuestras maldades, sino según tu misericordia.”

47

Simón se dejó aplacar y suspendió las hostilidades contra ellos, pero expulsó a los de la ciudad, purificó las casas en que había ídolos, y así hizo su entrada en ella en medio de cánticos y bendiciones.

48

Después de limpiarla de toda impureza, instaló en ella gente observante de la Ley, la fortificó y construyó allí para él una morada.

49

Los de la ciudadela de Jerusalén no podían salir de ella, ni entrar en la región para comprar o vender, y pasaban mucha escasez, pereciendo de hambre muchos de ellos.

50

Clamaron a Simón en demanda de paz, y él se la otorgó, echándolos de allí y limpiando la ciudadela de impurezas.

51

El día veintitrés del mes segundo del año 171 entró en ella con cánticos, palmas y acompañamiento de cítaras, címbalos y arpas, con himnos y cánticos, porque había sido aplastado un gran enemigo de Israel.

52

Estableció que cada año se solemnizara este día con regocijo.

53

Fortificó el monte del templo, que está próximo a la ciudadela, y habitó allí él con los suyos.

54

Viendo Simón que Juan, su hijo, era hombre animoso, le hizo jefe de todas las tropas, con residencia en Gazer.

 


Capítulo 14
Prosperidad de Simón
   
1

El año 172 reunió el rey Demetrio sus tropas y se puso en marcha hacia la Media en busca de recursos para hacer la guerra a Trifón.

2

Sabido por Arsaces, rey de Persia y de Media, que Demetrio había invadido su territorio, mandó a su encuentro a uno de sus generales con el encargo de cogerle vivo.

3

Partió éste y derrotó a Demetrio, haciéndole prisionero y llevándole a Arsaces, que le encarceló.

4

Disfrutó de paz la tierra de Judá toda la vida de Simón, que procuró la prosperidad de su pueblo; a todos fue grato su gobierno y gozó de fama todos los días de su vida.

5

Y añadió a esta gloria la toma de Jope para puerto, teniendo así entrada a las islas del mar.

6

Extendió los términos de su nación y mantuvo el dominio de su tierra.

7

Redimió muchos cautivos, se adueñó de Gazer, de Betsur y de la ciudadela. Quitó de ella las impurezas y no hubo quien le resistiera.

8

Cultivaban en paz la tierra, y la tierra daba sus cosechas, y los árboles del campo sus frutos.

9

Los ancianos se sentaban en las plazas, todos hablaban de las prosperidades de la tierra, y los jóvenes vestían como traje de honor el traje de guerra.

10

Abasteció las ciudades y las puso en estado de defensa. Llegó la fama de su nombre hasta los extremos confines de la tierra.

11

Hizo reinar la paz en toda la tierra y gozó Israel de gran bienestar.

12

Cada uno se sentaba bajo su parra y su higuera y nada había que les causara temor.

13

Desapareció de la tierra el que les hacía la guerra y en sus días fueron vencidos reyes.

14

Dio seguridad a los humildes de su pueblo, tuvo celo por la Ley y desterró a todos los impíos y malvados.

15

Restauró la gloria del santuario y aumentó los vasos sagrados.

16

Había llegado a Roma y Esparta la noticia de la muerte de Jonatán, de la que se dolieron mucho.

17

Pero al saber que Simón, su hermano, le había sucedido en el sumo sacerdocio y que mandaba en la tierra y en sus ciudades,

18

le escribieron la renovación de la amistad y la alianza antes hecha con Judas y Jonatán, sus hermanos, en placas de bronce,

19

que fueron leídas en Jerusalén en la asamblea del pueblo. He aquí la copia de las letras enviadas por los espartanos:

20

“Los príncipes y la ciudad de Esparta, a Simón, sumo sacerdote, y a los ancianos, y a los sacerdotes, y a todo el pueblo de los judíos, sus hermanos, salud.

21

Los mensajeros que habéis mandado a nuestro pueblo nos han dado noticias de vuestra gloria y honor, y de ello nos alegramos sobremanera.

22

Hemos registrado en las deliberaciones del pueblo lo siguiente: Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatro, hijo de Jasón, legados de los judíos, han llegado a nosotros para renovar la antigua amistad.

23

El pueblo resolvió recibir honrosamente a los mensajeros y depositar una copia de su discurso entre los documentos públicos para que el pueblo espartano guarde memoria de ello. Y hemos enviado una copia de esto a Simón, sumo sacerdote.”

24

Después de estos sucesos envió Simón a Numenio a Roma para renovar la alianza con los romanos, mandando por él, como presente, un escudo de oro de mil minas de peso.

 

 

Simón, reconocido príncipe del pueblo

 

25

Cuando el pueblo oyó tales cosas, se dijeron: “¿Qué gracias podemos dar a Simón y a sus hijos?

26

Porque valerosamente han combatido contra los enemigos de Israel, tanto él como sus hermanos y toda su familia, y han afianzado nuestra libertad.” Y grabaron en placa de bronce, que colgaron de columnas en el monte de Sión,

27

la siguiente escritura: “El día dieciocho del mes de Elul del año 172, el año tercero del pontificado de Simón, príncipe del pueblo de Dios,

28

en la asamblea general de los sacerdotes y del pueblo, de los príncipes y ancianos de la nación, se hizo saber esto: En las muchas guerras que ha habido en nuestras tierras,

29

Simón, hijo de Matatías, de los hijos de Joarib, así como sus hermanos, se expusieron al peligro e hicieron frente a los adversarios de su nación por la conservación del santuario y de la Ley, y ganaron grande gloria para su pueblo.

30

Jonatán los congregó y fue sacerdote hasta que se reunió con sus padres.

31

Resolvieron entonces los enemigos invadir la tierra, devastarla y hacerse dueños del santuario;

32

pero se levantó Simón y salió a la defensa de su pueblo, y con grandes expensas suyas armó a los valientes de su nación y les pagó la soldada.

33

Fortificó las ciudades de Judea y a Betsur, en sus confines, donde antes dominaban las armas de los enemigos. Puso allí guarnición judía,

34

fortificó a Jope, junto al mar, y a Gazer, en los confines de Azoto, en la que antes habitaban los enemigos, e instaló en ellas judíos y los proveyó de cuanto era necesario para su defensa.

35

Viendo el pueblo la conducta de Simón y la gloria que se proponía dar a su nación, le hicieron su caudillo y sumo sacerdote en premio de haber realizado todas estas proezas y de la justicia y fidelidad que ha guardado a su pueblo, procurando por todos los medios el engrandecimiento de éste.

36

En sus días todo prosperó, y los gentiles fueron exterminados de la tierra, y en la misma Jerusalén, los que ocupaban la ciudad de David, que habían convertido en ciudadela, de donde hacían salidas, profanando los alrededores del santuario, con gran perjuicio de su santidad.

37

Instaló allí judíos, la fortificó para seguridad de la tierra y de la ciudad y dio mayor altura a las murallas de Jerusalén.

38

Por todo esto, el rey Demetrio le confirió el sumo sacerdocio,

39

y le inscribió en el número de sus amigos y le otorgó grandes honores,

40

pues supo que los judíos eran tenidos por los romanos como amigos, aliados y hermanos, y habían sido acogidos con honor los legados de Simón.

41

Los judíos y sacerdotes resolvieron instituir a Simón por príncipe y sumo sacerdote por siempre, mientras no aparezca un profeta digno de fe,

42

y por su caudillo, que defienda el santuario, e instituya inspectores de obras, gobernadores de la tierra, capitanes de las tropas y alcaides de las fortalezas;

43

que cuide de las cosas sagradas; que sea de todos obedecido; que se inscriban en su nombre todos los documentos públicos en la tierra; vista de púrpura y lleve la fíbula de oro.

44

A nadie será lícito, ya del pueblo, ya de los sacerdotes, traspasar ninguna de estas disposiciones ni contravenir a lo que por él fuere ordenado, o convocar en la tierra asamblea sin su consentimiento, ni vestir la púrpura ni llevar la fíbula de oro.

45

El que traspasare estas disposiciones o violare alguna de ellas, incurrirá en castigo.”

46

Todo el pueblo aprobó conferir a Simón estos poderes y honores, y convino en que él obrase conforme a ellos.

47

Aceptó Simón, agradecido, el sumo sacerdocio y ser caudillo y jefe de los judíos y de los sacerdotes, ejerciendo el mando supremo.

48

Mandaron que esto se escribiera en láminas de bronce y se pusiese en el atrio del templo en lugar visible y que una copia de lo mismo se depositase en el tesoro del templo a disposición de Simón y de sus hijos.

 


Capítulo 15
Reconocimiento de esta situación por las naciones extranjeras
   
1

Antíoco, hijo del rey Demetrio, envió desde las islas del mar cartas a Simón, sumo sacerdote y jefe de los judíos, y a toda la nación.

2

Era el contenido de las cartas del tenor siguiente: “El rey Antíoco a Simón, sumo sacerdote y jefe de la nación judía, salud.

3

Como quiera que hombres malvados se hayan apoderado del reino de nuestros padres, es mi voluntad recobrarlo y restablecerlo en su forma antigua, para lo cual he reunido un ejército numeroso y equipado de naves de guerra.

4

Me propongo desembarcar y perseguir a los que han arruinado el reino y asolado sus ciudades.

5

Te ratifico, pues, todas las exenciones que te han hecho los reyes mis predecesores y todas las mercedes que te han otorgado.

6

Te permito acuñar moneda propia para tu tierra.

7

Que Jerusalén y su santuario sean libres; que cuantas armas has fabricado y cuantas fortalezas has levantado y posees queden en tu poder;

8

que todas las deudas al tesoro real y cuanto en adelante hubiere de percibir el rey te sea por siempre condonado.

9

Y cuando nos hubiéremos apoderado del reino, os honraremos, a ti y a tu nación y al templo, tan magníficamente, que vuestra gloria se extenderá por toda la tierra.”

10

El año 174 Antíoco se puso en marcha hacia su reino, y todas las tropas se declararon por él, de suerte que muy pocas fueron las que le quedaron a Trifón.

11

Perseguido por el rey Antíoco, vino huyendo hasta Dora del Mar.

12

Vio entonces cuántos males se le venían encima, pues las tropas le habían abandonado.

13

Acampó el rey Antíoco contra Dora con ciento veinte mil hombres y ocho mil caballos.

14

Cercaron la ciudad por mar y por tierra y la estrecharon, de suerte que nadie podía salir ni entrar en ella.

15

En esto llegó de Roma Numenio y los que con él habían ido, trayendo copia de cartas escritas a los reyes y a las naciones, del tenor siguiente:

16

“Lucio, cónsul de los romanos, a Tolomeo, salud.

17

Han venido a nosotros embajadores de los judíos, aliados y amigos nuestros, enviados por Simón, sumo sacerdote, y por la nación de los judíos, para renovar la antigua amistad y alianza,

18

y han sido portadores de un escudo de oro de mil minas de peso.

19

En virtud de esto nos ha parecido bien escribir a reyes y naciones que no les causen ningún mal, ni les hagan la guerra ni a sus ciudades ni a su tierra, ni presten auxiio a quienes los combatan.

20

Nos pareció igualmente bien recibir de ellos el escudo.

21

Si, pues, hombres malhechores, huyendo de ellos, se refugiaran entre vosotros, entregadlos a Simón, sumo sacerdote, para que los castigue según la ley.”

22

En la misma forma escribieron al rey Demetrio, a Atalo, a Ariarates, a Arsaces

23

y a todas las naciones: a Lampsaco, a los espartanos, a Delos y a Mindo, a Sición, a Caria, a Samos, a Panfilia, a Licia, a Halicarnaso, a Rodas, a Fasélida, a Cos, a Side, a Arados, a Cortina, a Gnido, a Chipre y a Cirene.

24

Y copia de estas cartas se la enviaron a Simón, sumo sacerdote.

25

Como hemos dicho, el rey Antíoco acampó enfrente de Dora la Nueva y la estrechó, y construyó máquinas de guerra, quedando Trifón cercado, sin poder entrar ni salir.

26

Simón envió en ayuda del rey dos mil hombres escogidos y plata y oro y mucho material de guerra.

27

No quiso él recibirlos, antes bien revocó cuanto había pactado antes y rompió con él.

28

Mandó a Atenobio, uno de sus amigos, para tratar con él y decirle: “Vosotros retenéis a Jope y a Gazer y la fortaleza de Jerusalén, ciudades de mi reino;

29

habéis devastado sus territorios y causado grandes daños a la tierra y os habéis adueñado de muchos lugares de mi reino.

30

Entregad, pues, luego las ciudades que habéis ocupado y los tributos de que os habéis apoderado fuera de los confines de la Judea;

31

de no hacerlo, pagaréis por ello quinientos talentos de plata, y por los perjuicios causados y por los tributos de las ciudades percibidos, otros quinientos talentos; y si no, iré y os haremos la guerra.”

 

 

Antíoco VII Sidetes se vuelve contra Simón

 

32

Llegado Atenobio, amigo del rey, a Jerusalén, vio la magnificencia de Simón, su vajilla de oro y plata y la numerosa servidumbre, y quedó maravillado. Oído el mensaje del rey,

33

respondió Simón: “No hemos tomado tierra ajena, ni de bienes ajenos nos hemos apoderado, sino de la heredad de nuestros padres, de la que sin justicia nuestros enemigos se habían adueñado.

34

Aprovechando la ocasión, hemos recobrado la heredad de nuestros padres.

35

Cuanto a Jope y a Gazer, que reclamáis, hacían a nuestro pueblo grandes males y asolaban la tierra; por ellas daremos cien talentos.” Atenobio no le respondió palabra,

36

pero se volvió furioso al rey y le comunicó las palabras de Simón, su magnificencia y todo cuanto había visto. Airóse el rey con gran ira.

37

Entre tanto, Trifón, embarcado en una nave, huyó a Ortosiada.

38

El rey instituyó a Cendebeo general de la costa, poniendo en su mano fuerzas de infantería y caballería,

39

con el encargo de acampar frente a Judea y edificar a Cedrón y fortificar sus puertas, a fin de hostigar al pueblo de Israel. El rey se fue en persecución de Trifón.

40

En cuanto Cendebeo llegó a Jamnia, comenzó a molestar al pueblo, invadiendo la Judea, haciendo cautivos y muertos. Edificó a Cedrón,

41

y en ella colocó caballería e infantería para hacer incursiones por Judea, como se lo había ordenado el rey.

 


Capítulo 16
1

Subió Juan de Gazer y comunicó a su padre lo que Cendebeo estaba haciendo.

2

Llamó entonces Simón a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les dijo: “Yo y mis hermanos y la casa de mi padre hemos combatido por Israel desde nuestra juventud hasta el presente, y nuestros esfuerzos han sido tan felices, que logramos la libertad de Israel.

3

Al presente yo estoy ya viejo; pero vosotros, por la misericordia de Dios, estáis en buena edad; tomad mi puesto y el de mi hermano y salid a luchar por nuestra nación, y que la ayuda del cielo sea con vosotros.”

4

Eligieron de la gente de todo el territorio los hombres más aguerridos y caballería, hasta veinte mil, y partieron contra Cendebeo, pernoctando en Modín.

5

Puestos en marcha muy de mañana hacia la llanura, vieron un poderoso ejército de infantería y caballería que les venía al encuentro. Sólo un torrente había de por medio.

6

Se detuvo enfrente de ellos Juan con sus hombres; y viendo que los suyos temían atravesar el torrente, lo hizo él el primero; y sus hombres, viéndole, lo siguieron.

7

Dividió su gente, colocando la caballería en medio de los infantes, porque la caballería de los contrarios era muy numerosa.

8

Resonaron las trompetas sagradas, y Cendebeo y su ejército quedaron deshechos, cayendo muchos de ellos y huyendo los restantes a la fortaleza.

9

Quedó herido Judas, el hermano de Juan; pero éste persiguió a los enemigos hasta llegar a Cedrón, que Cendebeo había edificado,

10

y huyeron hasta las torres que hay en el territorio de Azoto, que Juan dio al fuego, cayendo de los enemigos hasta tres mil hombres, y se volvió victorioso a Judá.

 

 

Muerte alevosa de Simón

 

11

Tolomeo, hijo de Abubos, comandante del campo de Jericó, tenía mucha plata y oro,

12

y era yerno del sumo sacerdote.

13

Se engrió tanto, que quiso hacerse dueño de la tierra, para lo cual resolvió quitar a traición la vida a Simón y a sus hijos.

14

Visitaba Simón las ciudades del territorio a fin de proveer a sus necesidades, y bajó a Jericó con Matatías y Judas, sus hijos, el año 177 en el mes undécimo, que es el mes de Sabat.

15

Los recibió el hijo de Abubos con perfidia en una fortaleza pequeña llamada Doc, que él había levantado. Les ofreció un gran banquete, pero ocultó a siete hombres,

16

que, cuando Simón y sus hijos estaban ebrios, a una señal de Tolomeo se levantaron y, tomando las armas, dieron sobre Simón, matándole a él, a sus hijos y a algunos de su séquito,

17

cometiendo una gran traición y devolviendo mal por bien.

18

Luego escribió Tolomeo al rey para que enviase tropas en su auxilio, a fin de poner en su mano la tierra y las ciudades.

19

Envió otros a Gazer para que se apoderasen de Juan, y escribió a los oficiales de éste pidiéndoles que se pasasen a él, que les daría plata y oro y regalos.

20

Mandó otros para que se apoderasen de Jerusalén y del monte del templo.

21

Pero alguno se adelantó a comunicar a Juan, en Gazer, cómo habían sido muertos su padre y sus hermanos, y que habían mandado quien lo matase a él.

22

Quedó fuera de sí al oír tales noticias, y, prendiendo a los que venían a él para darle muerte, los mató, pues sabía lo que intentaban.

23

Los demás sucesos de Juan, sus guerras y las hazañas que realizó, los muros que levantó y sus obras todas,

24

escritas están en los anales de su pontificado, desde el día en que fue hecho sumo sacerdote después de su padre.