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CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 
 

LA SAGRADA BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO

 

JUECES

 

1

Después de muerto Josué, consultaron los hijos de Israel a Yavé, diciendo: «¿Quién de nosotros subirá antes contra el cananeo y le combatirá?» Y respondió Yavé: «Judá subirá, pues he dado la tierra en sus manos» Y dijo Judá a Simeón, su hermano: «Sube conmigo a la parte que me ha tocado, a hacer la guerra al cananeo, y también iré luego yo contigo a la que te ha tocado a ti.» Y fue con él Simeón.

Subió, pues, Judá, y puso Yavé en sus manos al cananeo y al fereceo, y derrotaron en Beceq a diez mil nombres. Habiendo encontrado en Beceq a Adonisedec, le atacaron y derrotaron a los cananeos y fereceos. Huyó Adonisedec y ellos le persiguieron, y cogiéndole, le amputaron los pulgares de las manos y de los pies. Y dijo Adonisedec: «Setenta reyes con los pulgares de manos y pies amputados, recogían migas bajo mi mesa. Dios, pues, me paga conforme mis obras». Lo llevaron luego a Jerusalén, donde murió. Atacaron los hijos de Judá a Jerusalén: y habiéndola tomado, pasaron a los habitantes a filo de espada y pegaron fuego a la ciudad. Bajaron luego los hijos de Judá, para combatir a los cananeos que habitaban en el monte, en el Negueb y en el Sefela. Marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón, antes llamado Quiriat Arbé, y batió a Sesai, a Ajimón y a Tolmai. De allí marchó contra los habitantes de Debir, que se llamó antes Quiriat Sefer. Caleb dijo: «Al que ataque y tome a Quiriat Sefer, le daré por mujer mi hija Acsa». Otoniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb, se apoderó de ella, y Caleb le dio su hija Acsa por mujer. Cuando era llevada a la casa de Otoniel, él la excitó a que pidiera a su padre un campo. Inclinóse ella, según iba montada, sobre el asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué tienes?» Ella dijo: «Hazme una gracia. Ya que me has dado tierra de secano, dame también regadíos.» Y le dio Caleb el Gulat superior y el Gulat inferior.

Los hijos de Jobab, el Quineo, suegro de Moisés, subieron de la ciudad de Palmeras, con los hijos de Judá, al desierto que está al mediodía de Judá, según se baja a Arad, y vinieron a habitar con los amalecitas.

Marchó después Judá con Simeón y batieron a los cananeos que habitaban en Sefat, la destruyeron totalmente, y se llamó la ciudad Jormá. Apoderóse también Judá de Gaza y de su territorio, de Ascalón y Acarón con los suyos. Fue Yavé con Judá y se apoderó Judá de la parte montañosa, pero no pudo expulsar a los habitantes del llano, que tenían carros de hierro. Atribuyóse Hebrón a Caleb, como lo había dicho Moisés, y aquél arrojó de allí a los tres hijos de Enac. Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en Jerusalén, y los jebuseos han habitado hasta el día de hoy con los hijos de Benjamín.

También la casa de José subió contra Betel, y Yavé estuvo con ellos. La casa de José hizo una exploración cerca de Betel, que antes se llamó Luz, y los centinelas cogieron a un hombre que salía de la ciudad, y le dijeron: “Enséñanos por dónde se entra en la ciudad y te haremos gracia”. Él les enseñó por dónde podrían entrar en la ciudad, y ellos la pasaron a filo de espada, pero dejaron en libertad a aquel hombre y a toda su familia. Este hombre se fue a tierra de jeteos y edificó allí una ciudad, a la que dio el nombre de Luz, y así se llama todavía hoy.  

Cananeos no expulsados.

Manasés no expulsó a los habitantes de Betsán y de las ciudades de ella dependientes, ni a los de Tanac, Dor, Jeblam, Megiddo y las ciudades dependientes de ellas, y los cananeos se arriesgaron a permanecer en esta tierra. Cuando Israel fue suficientemente fuerte los hicieron tributarios, pero no los arrojaron. Efraím no expulsó a los cananeos que habitaban Gazer, y los cananeos siguieron habitando en medio de Efraím. Zabulón no expulsó a los habitantes de Quetrom ni a los de Nalol, y los cananeos siguieron habitando en medio de Zabulón, pero fueron hechos tributarios.

Aser no expulsó a los habitantes de Acó ni a los de Sidón, ni a los de Majaleb, de Aczib, de Jelba, de Afec y de Rojob: y los hijos de Aser habitan en la tierra en medio de los cananeos, porque no los expulsaron.

Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Semes ni a los de Ben Anat, y habitó en medio de los cananeos, habitantes de aquella tierra; pero los habitantes de Bet Semes y de Ben Anat fueron sometidos a tributo. Los amorreos rechazaron a los hijos de Dan hacia los montes y no los dejaban bajar al llano; arriesgáronse los amorreos a quedarse en el Har Jeres, en Ayalón y en Selebim pero la mano de la casa de José pesó mucho sobre ellos y fueron sometidos a tributo. El territorio de los amorreos se extendía desde la subida de Acrabim y desde Sela para arriba.

Infidelidad del pueblo.

Subió el ángel de Yavé de Gálgala  a Betel y dijo: «Yo os he hecho subir de Egipto y os he traído a la tierra que juré a vuestros padres, y he dicho: No romperé mi pacto eterno con vosotros, si vosotros no pactáis con los habitantes de esta tierra; habéis de destruir sus altares. Pero vosotros no me habéis obedecido: ¿por qué habéis obrado así? Pues yo también me he dicho: No los arrojaré de ante vosotros, y los tendréis por enemigos, y sus dioses serán para vosotros un lazo» Cuando el ángel de Yavé hubo dicho estas palabras a todos los hijos de Israel, lloraron todos a voces. 8 Llamaron a este lugar Boquim, y ofrecieron allí sacrificios a Yavé.  

Los jueces.

Cuando Josué despidió al pueblo y se fueron los hijos de Israel cada uno a su heredad, para posesionarse de la tierra, el pueblo sirvió a Yavé durante toda la vida de Josué y la de los ancianos que le sobrevivieron y habían visto toda la grande obra que Yavé había hecho en favor de Israel. Josué, hijo de Nun, siervo de Yavé, murió a la edad de ciento diez años y fui sepultado en el territorio de su heredad, en Timnat Heres, en los montes de Efraim, al norte del monte Gas. Toda aquella generación fue a reunirse con sus padres, y surgió una nueva generación, que no conocía a Yavé ni la obra que este había hecho en favor de Israel.

Los hijos de Israel hicieron el mal a los ojos de Yavé y sirvieron a los baales. Se apartaron de Yavé, el Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y se fueron tras otros dioses, de entre los dioses de los pueblos que los rodeaban, y se postraron ante ellos, irritando a Yavé. Apartándose de Yavé, sirvieron a Baal y Astarté. Encendióse en cólera Yavé contra Israel, y los entregó en manos d salteadores, que los asaltaban y los" vendían a los enemigos del contorno, y llegaron a no poder ya resistir a sus enemigos. En cualquier salida que hacían pesaba sobre ellos para mal la mano de Yavé, como él se lo había dicho, como se lo había jurado, y se vieron en muy gran aprieto.

Yavé suscitó jueces, que los libraron de los salteadores; pero desobedeciendo también a los jueces se prostituyeron, yéndose detrás de dioses extraños; y los adoraron, apartándose bien pronto del camino que habían seguido sus padres, obedeciendo los preceptos de Yavé; no hicieron ellos así. Cuando Yavé les suscitaba un juez, estaba con él y los libraba de la opresión de sus enemigos durante la vida del juez, porque se compadecía Yavé de sus gemidos, a causa de los que los oprimían y los vejaban. 1En muriendo el juez, volvían a corromperse, más todavía que sus padres, yéndose tras de los dioses extraños para servirlos y adorarlos, sin dejar de cometer sus crímenes, y persistían en sus caminos.

Encendióse la cólera de Yavé contra Israel, y dijo: «Pues que este pueblo ha roto el pacto que yo había establecido con sus padres y no me obedece, tampoco volveré yo a arrojar de ante ellos a ninguno de los pueblos que dejara Josué al morir, para por ellos poner a Israel a prueba, si procuraría o no seguir los caminos de Yavé, como los procuraron sus padres» Y Yavé dejó en paz, sin apresurarse a expulsarlos, a aquellos pueblos que no había entregado en manos de Josué.

3

He aquí los pueblos que dejó Yavé, para probar por ellos a Israel, a cuantos no conocieron las guerras de Canán; sólo para probar a las generaciones de los hijos de Israel, acostumbrando a la guerra a los que no la habían hecho antes: Cinco príncipes de los filisteos; todos los cananeos; los sidonios, y los jeveos que habitaban el monte Líbano, desde el monte Baal Hermón hasta la entrada de Jamat. Estos pueblos habían de servir para por ellos probar a Israel, y saber si obedecería los mandatos que Yavé había dado a sus padres por medio de Moisés. Los hijos de Israel habitaban en medio de los cananeos, de los geteos, de los amorreos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos. Tomaron por mujeres a las hijas de éstos y dieron a los hijos de ellos las hijas propias y sirvieron a sus dioses.

Otuniel, Aod, Samgar.

Hicieron el mal los hijos de Israel a los ojos de Yavé, y olvidándose de Yavé, su Dios, sirvieron a Baal y Astarté. Encendióse la cólera de Yavé contra Israel y los entregó a manos de Cusán Risataim, rey de Edom, y los hijos de Israel sirvieron a Cusán Risataim ocho años. Clamaron a Yavé los hijos de Israel; y suscitó Yavé a los hijos de Israel un libertador, que los libertó; Otoniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. Vino sobre él el espíritu de Yavé, y juzgó a Israel y salió a hacer la guerra. Puso Yavé en sus manos a Cusán Risataim, rey de Edom, y pesó su mano sobre Cusán Risataim; y estuvo en paz la tierra durante cuarenta años, y murió Otoniel, hijo de Quenaz.

Volvieron otra vez a hacer mal los hijos de Israel a los ojos de Yavé, y Yavé hizo fuerte a Eglón, rey de Moab, contra los hijos de Israel, porque hacían el mal a los ojos de Yavé. Eglón se unió con los hijos de Ammón y con Amalec; y marchó contra Israel, le derrotó y conquistó la ciudad de Tamarin; y sirvieron los hijos de Israel a Eglón, rey de Moab, dieciocho años. Clamaron los hijos de Israel a Yavé, y Yavé les suscitó un libertador: Aod, hijo de Gera, benjaminita, zurdo. Los hijos de Israel enviaron por medio de él un presente a Eglón, rey de Moab. Habíase hecho Aod un puñal de dos filos, de un palmo de largo, que se ciñó bajo sus vestidos, sobre el muslo derecho. Presentó los dones a Eglón, rey de Moab, que era un hombre muy gordo; y hecha la presentación, despidió a los que habían traído el presente. Venía él de Hapesilim, cerca de Gálgala, y le dijo: «Tengo que decirte, ¡oh rey!, una cosa en secreto.» Él dijo: «Salid»; y se salieron todos los que estaban con él. Estaba tomando el fresco en el cenador alto, que era sólo para él, y le dijo: «Tengo que comunicarte una palabra de parte de Dios, ¡oh rey!» Eglón se levantó de su silla; y entonces Aod, cogiendo con su mano izquierda el puñal que sobre el muslo derecho llevaba, se lo clavó en el vientre, entrándole también el puño tras la hoja y cerrándose la gordura en derredor de la hoja, pues no sacó del vientre el puñal. Salió Aod al pórtico, cerrando tras sí las puertas del cenador y echando el cerrojo. Una vez que hubo salido, vinieron los servidores; y viendo que las puertas del cenador tenían echado el cerrojo, se dijeron: «Seguramente está haciendo alguna necesidad en el cubículo de verano.» Esperaron mucho tiempo, hasta darles vergüenza, y como las puertas del cenáculo alto no se abrían, cogieron la llave y abrieron, viendo que su amo yacía en tierra, muerto. 26 Mientras estaban ellos perplejos, huyó velozmente Aod, pasó de Hapesilim y se puso en salvo en Seirat. En cuanto llegó, hizo tocar las trompetas en el monte de Efraím. Los hijos de Israel bajaron con él de la montaña, y él se puso al frente de ellos y les dijo: «Seguidme, que Yavé ha entregado en vuestras manos a vuestros enemigos, los moabitas». Bajaron tras él y se apoderaron de los vados del Jordán, frente a Moab, sin dejar pasar a nadie. Derrotaron entonces a Moab. De unos diez mil hombres, todos robustos y valientes, no escapó uno sólo. Aquel día quedó Moab humillado bajo la mano de Israel; y la tierra quedó en paz durante ochenta años, mientras vivió Aod.

Después de Aod, Samgar, hijo de Anata derrotó a seiscientos filisteos con una quijada de bueyes, libertando también él a Israel.

Débora.

Volvieron los hijos de Israel a hacer mal a los ojos de Yavé, y los entregó Yavé en mano de Jabin, rey de Canán, que reinaba en Asor y tenía por jefe de su ejército a Sisara, que residía en Jaroset Goím. Clamaron los hijos de Israel a Yavé, pues tenían aquéllos novecientos carros de hierro, y desde hacía veinte años oprimían duramente a los hijos de Israel. Juzgaba en aquel tiempo a Israel Débora, profetisa, mujer de Lapidot. Sentábase para juzgar debajo de la palmera de Débora, entre Rama y Betel, en el monte de Efraím; y los hijos de Israel iban a ella a pedir justicia. Mandó a llamar Débora a Barac, hijo de Abinoem, de Cades, de, Neftalí, y le dijo: «¿No te ha mandado Yavé, Dios de Israel? Ve a ocupar el monte Tabor y lleva contigo diez mil hombres, de los hijos de Neftalí y de los de Zabulón. Yo te traeré allí, al torrente de Cison, a Sisara, jefe del ejército de Jabín, y a sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos.» Díjola Barac: «Si vienes tú conmigo, iré; si no vienes tú, no iré.»

Ella le contestó: «Iré, sí, iré contigo; pero ya no será gloria tuya la expedición que vas a emprender, porque a mano de una mujer entregará Yavé a Sisara». Levantóse Débora y se fué con Barac a Cades. Convocó Barac a Zabulón y Neftalí a Cades, y subió con diez mil hombres, subiendo también con él Débora.

Jeber, quineo, se había separado de los otros quineos, hijos de Jobab, suegro de Moisés, y había plantado sus tiendas en el encinar de Benasanim, cerca de Cades.

Hicieron saber a Sisara que Barac, hijo de Abinoam, subía al monte Tabor; y Sisara reunió todos sus carros, novecientos carros de hierro, y todo el ejército de que disponía, y salió de Jereset Goim al torrente de Cisón. Dijo entonces Débora a Barac: «Anda, que hoy es el día en que Yavé entrega a Sisara en tus manos. ¿No va él delante de ti?» Bajó Barac del monte Tabor con los diez mil hombres que llevaba, y puso Yavé en fuga a Sísara, a todos sus carros y a lodo su ejército, a filo de espada ante Barac. Sísara se bajó de su carro y huyó a pie. Barac persiguió con su infantería a los carros y al ejército hasta Joreset Goím, y todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada, sin que quedara ni un solo hombre. Sísara huyó a pie a la tienda de Jael, la mujer de Jeber, el quineo, pues había paz entre Jabín, rey de Jasor, y la casa de Jeber, quineo. Salió Jael al encuentro de Sísara, y le dijo: «Entra, señor mío, entra en mi casa y no temas». Entró él en la tienda, y ella le tapó con una alfombra. Díjola él: «Dame, por favor, un poco de agua, que tengo sed». Y sacando ella el odre de la leche, le dio de beber y volvió a cubrirle. Díjola él: «Estáte a la puerta de la tienda, y si viene alguno preguntando si hay aquí algún hombre, dile que no». Cogió Jael, mujer de Jeber, un clavo de los de fijar la tienda; y tomando en su mano un martillo, se acercó a él calladamente y le clavó en la sien el clavo, que penetró en la tierra; y él, profundamente dormido, desfalleció y murió. Llegó entonces Barac, que iba persiguiendo a Sísara. Jael salió a su encuentro y le dijo: «Ven, que te enseñe al hombre a quien vienes buscando.» Entró y halló a Sísara en tierra, muerto, clavado el clavo en la sien. Aquel día humilló Yavé a Jabín, rey de Canán, ante los hijos de Israel, y la mano de los hijos de Israel pesó cada vez más sobre Jabín, rey de Canán, hasta que le destruyeron.

Cántico triunfal de Débora.

Aquel día cantaron Débora y Barac, hijo de Abinoem, este canto:

«Los príncipes de Israel al frente,

Ofrecióse el pueblo al peligro.

Bendecid a Yavé.

Oid, reyes, dadme oído, príncipes.

Yo, yo cantaré a Yavé.

Yo cantaré a Yavé, Dios de Israel.

Cuando tú, ¡oh Yavé!, salías de Seir,

Cuando subías desde los campos de Edom,

Tembló ante ti la tierra,

Destilaron los cielos,

Y las nubes se deshicieron en agua.

Derritiéronse los montes a la presencia de Yavé,

A la presencia de Yavé, Dios de Israel

En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Jael,

Estaban desiertos los caminos;

Los que antes andaban por caminos trillados,

Ibanse por senderos desviados;

Desiertos estaban los lugares indefensos,

Desiertos en Israel,

Hasta que me levanté yo,

Hasta que me levanté yo, madre en Israel.

A la puerta estaba la guerra;

Y no se veía ni un escudo ni una lanza

Entre los cuarenta mil de Israel.

Se va mi corazón tras los príncipes de Israel.

Los que del pueblo os ofrecisteis al peligro,

Bendecid a Yavé.

Los que montáis blancas asnas,

Los que os sentáis sobre tapices.

Los que ya vais por los caminos, cantad.

Con aclamaciones y trompetas,

Junto a los abrevaderos,

Alabad las justicias de Yavé

Y las victorias de su caudillaje en Israel

El pueblo de Yavé ha bajado a las puertas

Despierta, despierta, Débora

Despierta, despierta, entona un cántico,

Levántate, Barac

¡Apresa a los que te aprisionaban, hijo de Abinoam!

Entonces Israel, juntamente con los príncipes, bajo a pelear.

El pueblo de Yavé bajó en su defensa con los héroes.

Los de Efraím los exterminaron en el valle.

Detrás de ti (Débora) iba Benjamín con tu ejército.

De Maquir bajaron los jefes,

De Zabulón los capitanes;

Los príncipes de Isacar están con Débora.

Barac se precipitó con los infantes en el valle.

En las filas de Rubén

Hay grandes ansiedades de corazón.

¿Por qué te quedaste en tus apriscos,

Oyendo las flautas de tus pastores?

En las filas de Rubén

Hay grandes ansiedades de corazón

Gad descansaba al otro lado del Jordán.

Y Dan ¿por qué se quedó junto a sus naves?

Aser, a orillas del mar, descansaba en sus puertos;

Pero Zabulón es un pueblo que ofrece su vida a la muerte.

Lo mismo es también Neftalí, desde lo alto de sus campos.

Vinieron los reyes, combatieron;

Lucharon entonces los reyes de Canán,

En Tanac, junto a las aguas de Megiddo.

No cogieron plata por botín.

Desde los cielos combatieron las estrellas;

Desde sus órbitas combatieron las estrellas Contra Sisara.

El torrente de Cisón los arrastró,

El torrente de Cisón pisó los cadáveres de los fuertes,

Entonces resonaron los cascos de los caballos,

En la veloz huida de los guerreros.

Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Yavé,

Maldecid, maldecid a sus habitantes,

Porque no cooperaron a la victoria de Yavé,

A la ayuda de Yavé a sus valientes.

Bendita entre las mujeres Jael,

Mujer de Jaber, el quineo;

Bendita entre las mujeres de su tienda.

La pidió agua, y ella le dio leche;

En el vaso de honor le sirvió leche;

Alargó su mano izquierda al clavo

Y su derecha al martillo del obrero, hirió a Sisara,

Le rompió la cabeza,

Le machacó y perforó la sien.

A sus pies se inclinó, cayendo desplomado

A sus pies se retorció y cayó,

Quedando exánime  allí donde se desplomó

Mira por la ventana la madre de Sísara,

Por entre las celosías y grita:

¿Por qué tardan en venir su carro?

¿Por qué tardan en oírse los pasos de su cuadrigas

La más avisada de sus mujeres le contesta,

Y ella se repite las mismas palabras:

Seguramente están repartiéndose los despojos,

Una joven, dos jóvenes para cada uno

Un vestido, dos vestidos de varios colores para Sisara

Un vestido, dos vestidos bordados a su cuello

Perezcan así todos tus enemigos, ¡oh Yavé!

Y sean, los que te aman, como el sol cuando nace con toda su fuerza”.

La tierra estuvo en paz durante cuarenta años.

 

Gedeón.

Los hijos de Israel hicieron mal a los ojos de Yavé, y Yavé los entregó en manos de Madián, durante siete años. La mano de Madián pesó fuertemente sobre Israel. Por miedo a Madián se hicieron los hijos de Israel los antros que hay en los montes, las cavernas y las alturas fortificadas. Cuando Israel había sembrado, subía Madián con Amalec y con los Bene Quedem y marchaban contra ellos; acampaban en medio de Israel y devastaban los campos hasta cerca de Gaza, no dejando subsistencia alguna en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos, pues subían con sus ganados y sus tiendas, como una nube de langostas. Ellos y sus camellos eran innumerables, y venían a la tierra para devastarla. Israel vino a ser muy débil, a causa de Madián, y los hijos de Israel clamaron a Yavé. Cuando los hijos de Israel clamaron a Yavé contra Madián, Yavé les envió un profeta, que les dijo: «Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo os hice subir de Egipto y os saqué de la servidumbre. Yo os libré de la mano de los egipcios y de la mano de todos vuestros opresores; yo los arrojé ante vosotros, y os di su tierra. Entonces os dije: “Yo soy Yavé, vuestro Dios; no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis. Pero vosotros no habéis escuchado mi voz». Vino el ángel de Yavé y se sentó bajo el terebinto de Ofra, que era propiedad de Joás, abiezerita, cuando Gedeón, su hijo, estaba batiendo el trigo en el lagar para esconderlo de Madián. Apareciósele el ángel de Yavé y le dijo: «Yavé contigo, valiente héroe».

Gedeón le dijo: «Por favor, mi señor, si Yavé está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? Dónde están todos los prodigios que nos contaron nuestros padres, diciendo: Yavé nos hizo subir de Egipto? Y ahora Yavé nos ha abandonado, y nos ha puesto en las manos de Madián».

Yavé se volvió a él y le dijo: «Ve, y con esa fuerza que tú tienes, libra a Israel de las manos de Madián; ¿no soy yo quien te envía?»

Gedeón le dijo: «De gracia, Señor, ¿con qué voy a libertar yo a Israel? Mi familia es la más débil de las de Manasés, y yo soy el más pequeño de la casa de mi padre»

Yavé le dijo: «Yo estaré contigo y derrotarás a Madián, como si fuera un solo hombre»

Gedeón le dijo: «Si he hallado gracia a tus ojos, dame una señal de que eres tú quien me habla, y no te vayas de aquí hasta que vuelva yo con una ofrenda y te la presente».

Yavé le dijo: «Aquí me estaré hasta que tú vuelvas»

Entróse Gedeón y preparó un cabrito, y con un efá de harina hizo panes ácimos; y poniendo la carne en un cestillo y el caldo en una olla, los llevó debajo del terebinto y se los presentó. El ángel de Dios le dijo: «Coge la carne y los ácimos, ponlos encima de aquella piedra y vierte sobre ellos el caldo» Hízolo así Gedeón; y el ángel de Yavé, alzando el báculo que en la mano tenia, tocó con la punta la carne y los panes. Surgió en seguida fuego de la piedra, que consumió la carne y los panes, y el ángel de Yavé desapareció de su vista. Viendo Gedeón que era el ángel de Yavé, dijo: «¡Ay, Señor, Yavé! ¿Entonces he visto cara a cara al ángel de Yavé?»

Díjole Yavé: «La paz sea contigo, no temas, no morirás». Gedeón alzó allí un altar, y le llamó Yavé Salom, que todavía existe en Ofra de Abiezer. Aquella misma noche le dijo Yavé a Gedeón: «Coge el toro de tu padre, el segundo toro, de siete años; derriba el altar de Baal que tiene tu padre, y corla el asera que hay cerca, y construye con la leña un altar a Yavé, tu Dios, en lo alto de este fuerte; y tomando el toro segundo, lo ofreces en holocausto sobre la leña que cortarás. Tomó, pues, Gedeón diez hombres de entre sus criados, e hizo como le había mandado Yavé; pero como no se atreviese a hacerlo de día, por temor de la casa de su padre y de las gentes de la ciudad, lo hizo de noche. Cuando, al levantarse a la mañana siguiente, las gentes de la ciudad vieron que el altar de Baal había sido destruido, cortado el asera que había cerca, y el toro segundo ofrecido en holocausto sobre el altar construido, se preguntaban unos a otros: «¿Quién ha hecho esto?» Inquirieron, buscaron, y alguien dijo: «Gedeón, el hijo de Joás, ha hecho esto.»

Entonces dijeron a Joás las gentes de la ciudad: «Saca a tu hijo para que muera, pues ha derribado el altar de Baal y ha cortado el asera que estaba cerca»

Joás respondió a todos los que estaban contra él: «¿Os toca a vosotros defender a Baal? ¿Sois vosotros los que le habéis de salvar a él? Quien tome partido por Baal, será muerto hoy mismo. Si Baal es dios, que se defienda a sí mismo, ya que le han derribado su altar»

Aquel día dieron a Gedeón el nombre de Jerobaal, diciendo: «Que sea Baal quien se vengue de él, pues que ha derribado su altar»

Todo Madián, Amalec y los hijos de Oriente se juntaron, pasaron el Jordán; y vinieron a acampar en el valle de Jezrael. El espíritu de Yavé revistió a Gedeón, que tocó la trompeta, y los abiezeritas le siguieron. Envió mensajeros a todo Manasés, que se reunió también para seguirle. Mandólos también a Aser, a Zabulón y a Neftalí, que subieron a su encuentro.

Dijo Gedeón a Dios: «Si en verdad quieres salvar a Israel por mi mano, como me has dicho, voy a poner un vellón de lana al sereno; si sólo el vellón se cubre de rocío, quedando todo el suelo seco, conoceré que libertarás a Israel por mi mano, como me lo has dicho.» Así sucedió.

A la mañana siguiente levantóse muy temprano, y exprimiendo el vellón, sacó de él el rocío, una cazuela llena de agua. Gedeón dijo a Dios: «Qué no se encienda tu cólera contra mi, si hablo todavía otra vez; quisiera hacer otra prueba con el vellón; que sea el vellón el que se quede seco, y caiga el rocío sobre todo el suelo» Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, y todo el suelo estaba cubierto de rocío.

Victoria contra los madianitas.

A la mañana siguiente, Jerobaal, es decir,  Gedeón, fue a acampar con toda la gente que estaba con él, por encima de la fuente de Jarod. Y el campamento de Madián estaba debajo del de Gedeón, al norte de las colinas de Moré, en el valle. Y dijo Yavé a Gedeón: «Es demasiada la gente que tienes contigo, para que yo entregue en sus manos a Madián y se gloríe Israel contra mí, diciendo: Ha sido mi mano la que me ha librado. Haz llegar esto a oídos de la gente: el que tema y tenga miedo, que se vuelva y se retire» Veintidós mil hombres se volvieron, y quedaron sólo diez mil.

Yavé dijo a Gedeón: «Todavía es demasiada la gente. Hazlos bajar al agua y allí te los seleccionaré; y aquel de quien yo te diga: Ese irá contigo, vaya; y todos aquellos de quienes te diga: Esos no irán contigo, que no vayan» Hizo bajar al agua Gedeón a la gente, y dijo Yavé a Gedeón: «Todos los que en su mano laman el agua con la lengua, como la lamen los perros, ponlos aparte de los que para beber doblen su rodilla.» Trescientos fueron los que al beber lamieron el agua en su mano, llevándola a la boca; todos los demás se arrodillaron para beber.

Y dijo Yavé a Gedeón: «Con esos trescientos hombres que han lamido el agua, os libertaré y entregaré a Madián en tus manos. Todos los demás, que se vayan cada uno a su casa».

Se proveyeron de cántaros y cogieron las trompetas, y a todos los otros israelitas los mandó a cada uno a su tienda, quedándose con los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba abajo, en el valle.

Aquella noche le dijo Yavé: «Levántate y baja al campamento, porque te los entrego en tus manos. Y si temes atacar, baja con Fara, tu escudero, al campamento, y escucha lo que dicen, y se fortalecerán tus manos y atacarás el campamento». Bajó con Fara, su escudero, hasta el extremo del campamento, donde estaban los hombres de armas. 1Madián, Amalec y los Bene Quedem se habían extendido por el valle, numerosos como langostas, y sus camellos eran innumerables, como las arenas del mar.

Cuando llegó Gedeón, estaba un hombre contando a su compañero un sueño, diciéndole: «He tenido un sueño. Rodaba por el campamento de Madián un pan de cebada, que llegó hasta una tienda y chocó contra ella, la derribó y la hizo rodar por tierra, y la tienda quedó por tierra»

El compañero le dijo: «Eso no es sino la espada de Gedeón, hijo de Joás, de Jezrael. Dios ha puesto en sus manos a Madián y a todo el campamento» Como Gedeón oyó el sueño y la explicación, se prosternó; y volviéndose al campamento de Israel, les dijo: «Arriba, que Yavé ha entregado en nuestras manos el campamento de Madián»

Dividió en tres escuadras los trescientos hombres, y les entregó a todos trompetas, cántaros vacíos, y en los cántaros, teas encendidas, 1diciéndoles: «Miradme a mí y haced como me veáis hacer. En cuanto llegue yo a los límites del campamento, hacéis lo que yo haga. Cuando toque yo la trompeta y la toquen los que van conmigo, la tocaréis también vosotros en derredor de todo el campamento, y gritaréis: «¡Por Yavé y por Gedeón!»

Gedeón y el centenar de hombres que le acompañaban llegaron a los límites del campamento al comienzo de la segunda vigilia, en cuanto acababan de relevarse los centinelas, y tocaron las trompetas y rompieron los cántaros que llevaban en la mano. Los tres cuerpos tocaron las trompetas, rompieron los cántaros; y cogiendo las teas con la mano izquierda y las trompetas con la derecha para tocarlas, gritaban: «¡Espada por Yavé y por Gedeón!» Quedáronse cada uno en su puesto en derredor del campamento, y todo el campamento se puso a correr, a gritar y a huir. Mientras los trescientos hombres tocaban las trompetas, hizo Yavé que volviesen todos su espada los unos contra los otros en todo el campamento, y huyó el campamento hasta Bet Hassita en la dirección de Sareda, hasta los límites del Abel Mejula, junto a Tabat.Reuniéronse los hombres de Israel, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, y persiguieron a los de Madián. Gedeón mandó mensajeros por todo el monte de Efraím, para decirles: «Bajad al encuentro de Madián y tomad, antes que lleguen, los vados hasta Bet Bara, en el Jordán» Reuniéronse todos los hombres de Efraim y tomaron los vados hasta Bet Bara, en el Jordán. Se apoderaron de dos príncipes de Madián, Oreb y Zebb, y dieron muerte a Oreb en la roca de Oreb, y a Zeb en el lugar de Zeb. Persiguieron a Madián y llevaron a Gedeón las cabezas de Oreb y Zeb, del otro lado del Jordán.

 

Dijéronle los hombres de Efraim: «¿Cómo has hecho con nosotros eso de no llamarnos cuando ibas a combatir contra Madián?», y se querellaron violentamente contra él. Él les dijo: «¿Qué es lo que he hecho yo, para lo vuestro? No ha sido mejor el rebusco de Efraím que la vendimia de Abiezer? En vuestras manos ha puesto Dios a los príncipes de Madián, Oreb y Zeb. ¿Qué he podido yo hacer comparable a lo vuestro?»

Calmóse su cólera contra él, cuando así les habló.

Llegó Gedeón al Jordán, lo pasó con los trescientos hombres que llevaba, cansados de la persecución, y dijo a las gentes de Sucot: «Dad, os ruego, unos panes a la gente que me sigue, que están cansados y van en persecución de Zeb y Salmana, reyes de Madián»

Respondiéronle los jefes de Sucot: «¿Acaso tienes ya en tus manos el puño de Zebaj y Salmana, para que demos pan a tu tropa?»

Y Gedeón les dijo: «¡Si! Cuando Yavé haya puesto en mis manos a Zebaj y Salmana, yo desgarraré vuestras carnes con espinas del desierto y cardos.»

Desde allí subió a Fanuel, e hizo a las gentes de Fanuel la misma petición, recibiendo la misma respuesta de los hijos de Sucot. Y dijo también a las gentes de Fanuel: «Cuando vuelva vencedor, arrasaré esta fortaleza» 1

Zebaj y Salmana estaban en Carcor con su ejército, unos quince mil hombres, los que habían quedado de todo el ejército de los Bene Quedem, pues habían perecido ciento veinte mil hombres de armas. Gedeón subió por el camino de los que moran en tiendas, al oriente de Nobaj y de Jogbea, y atacó el campamento, que se creía a seguro. 1Zebaj y Salmana huyeron. El los persiguió y se apoderó de los dos reyes de Madián, Zebaj y Salmana, y derrotó a todo su ejército. Volvióse Gedeón, hijo de Joás, de la batalla, por la subida de Jares; y habiendo cogido a un joven de los de Sucot, le interrogó y éste le dio por escrito los nombres de los jefes y ancianos de Sucot, setenta y siete hombres. Entonces vino Gedeón a las gentes de Sucot y dijo: «Ved aquí a Zebaj y Salmana, con los que me zaheristeis diciendo: ¿Acaso tienes ya en tu poder el puño de Zebaj y Salmana, para que demos de comer a tus tropas fatigadas?» Cogió, pues, a los ancianos de la ciudad, y con espinas del desierto y cardos castigó a los de Sucot. Arrasó la fortaleza de Fanuel y mató a los hombres de la ciudad.

Dijo a Zabaj y Salmana: «¿Cómo eran los hombres que matasteis en el Tabor?»

Ellos respondieron: «Eran como tú. Cada uno de ellos parecía un hijo de rey.»

El les dijo: «Eran hermanos míos, hijos de mi madre. Vive Yavé, que no os mataría si no les hubierais dado muerte»

Y dijo a Jeter, su primogénito: «Anda, mátalos»

El joven no desenvainó la espada, por tener miedo, pues era todavía muy niño; y Zebaj y Salmana dijeron: «Levántate y mátanos tú, pues como es el hombre, es la fuerza.» Levantóse Gedeón y los mató, y cogió las lunetas que llevaban al cuello sus camellos.

Las gentes de Israel dijeron a Gedeón: «Reina sobre nosotros, tú, tu hijo y los hijos de tu hijo, pues nos has libertado de las manos de Madián».

Respondióles Gedeón: «No reinaré yo sobre vosotros, ni reinará tampoco mi hijo. Yavé será vuestro rey», y añadió: «Voy a pediros una cosa. Dadme cada uno de su bolín los arillos de nariz que habéis cogido» Los enemigos, como ismaelitas, llevaban arillos de oro en la nariz. Ellos respondieron: «Con mucho gusto te los daremos»; y extendiendo un manto, fueron echando en él cada uno los arillos del botín. Y fui el peso de los arillos de oro que habla pedido Gedeón, de tres mil setecientos siclos de oro, sin contar las lunetas y los pendientes, ni los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, ni los collares que al cuello llevaban sus camellos.Con este oro hizo Gedeón un Efod que puso en su ciudad, en Ofra. Todo Israel iba a prostituirse ante este Efod, que fue un lazo para Gedeón y para su casa. Madián quedó humillado ante los hijos de Israel y no volvió a levantar la cabeza, quedando la tierra en paz durante cuarenta años, los días de Gedeón.

Jerobaal, hijo de Joás, se volvió a su casa; y tuvo Gedeón setenta hijos, todos nacidos de él, pues fueron muchas sus mujeres. Una concubina que tenía en Siquem le parió también un hijo, al que puso por nombre Abimelec. Murió Gedeón, hijo de Joás, en buena ancianidad, y fué sepultado en la sepultura de Joás, su padre, en Ofra de Abiezer. Muerto Gedeón, los hijos de Israel se prostituyeron de nuevo ante los baales y tomaron por su dios a Baal Berit, y no se acordaron más de Yavé, su Dios, que los había librado de los enemigos que los rodeaban. o se mostraron agradecidos a la casa de Jerobaal, Gedeón, según el mucho bien que éste había hecho por Israel.

 

Abimelec.

Abimelec, hijo de Jerobaal, se fue a Siquem, y habló a los hermanos de su madre y a toda la familia de la casa del padre de su madre, diciéndoles: «Hablad al oído a todos los varones de Siquem: ¿Qué es mejor para vosotros: que os dominen setenta hombres, todos hijos de Jerobaal, o que os domine uno solo? Acordaos de que yo soy hueso vuestro y carne vuestra»

Habiendo hablado de él los hermanos de su madre a todos los habitantes de la ciudad, conforme a aquellas palabras, se inclinó su corazón hacia Abimelec, pues se dijeron: «Este es hermano nuestro»; y le dieron setenta siclos de plata de la casa de Baal Berit, con los que asoldó a hombres vagos y pervertidos que le siguieron. Bajó con ellos a la casa de su padre, a Ofra, y mató a sus hermanos, los hijos de Jerobaal, setenta hombres, a todos sobre una misma piedra. Sólo se salvó Jotán, el hijo menor de Jerobaal, que pudo esconderse. Reuniéronse entonces todos los habitantes de Siquem y todos los de Bet Milo, y viniendo, proclamaron rey a Abimelec, junto al terebinto de Misab, que está en Siquem.

Apólogo de Jotán.

Súpolo Jotán, y fue a ponerse en la cresta del monte Garizim; y alzando su voz, les dijo a gritos desde allí: «Oídme, habitantes de Siquem, así os oiga Dios a vosotros. Pusiéronse en camino los árboles para ungir un rey que reinase sobre ellos, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Contestóles el olivo: ¿Voy yo a renunciar a mi aceite, que es mi gloria ante Dios y ante los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles? Dijeron, pues los árboles a la higuera: Ven tú, y reina sobre nosotros. Y les respondió la higuera: ¿Voy a renunciar yo a mis dulces y ricos frutos, para ir a mecerme sobre los árboles? Dijeron, pues, los árboles a la vid: Ven tú, y reina sobre nosotros: Y les contestó la vid: ¿Voy yo a renunciar a mi mosto, alegría de Dios y de los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles? Y dijeron todos los árboles a la zarza espinosa: Ven tú, y reina sobre nosotros. Y dijo la zarza espinosa a los árboles: Si en verdad queréis ungirme por rey vuestro, venid y poneos a mi sombra, y si no, que salga fuego de la zarza espinosa y devore a los cedros del Líbano.

Ahora bien, si al elegir rey a Abimelec habéis obrado bien y justamente; si os habéis portado con Jerobaal y su casa como ella merecía—pues mi padre combatió por vosotros, y exponiendo su vida, os libró del poder de Madián —; levantándoos hoy contra la casa de mi padre y matando a sus hijos, setenta sobre una misma piedra, y haciendo rey de las gentes de Siquem a Abimelec, hijo de una esclava suya, porque es hermano vuestro; si habéis obrado leal y justamente hoy con Jerobaal y su casa, que haga Abimelec vuestra felicidad y que hagáis vosotros la suya. Pero si no, que salga de Abimelec un fuego que devore a los habitantes de Siquem y de Bet Milo, y salga de Siquem y de Bet Milo un fuego que devore a Abimelec»

Desastroso fin de Abimelec.

Retiróse Jotán y emprendió la huida, yéndose a Bera, donde habitó, por miedo de Abimelec, su hermano.

Tres años dominó Abimelec sobre Israel. Mandó Dios un mal espíritu entre Abimelec y los habitantes de Siquem, e hicieron traición los habitantes de Siquem a Abimelec, para que el asesinato de los setenta hijos de Jerobaal y la sangre de ellos cayese sobre Abimelec, su hermano, que los había matado, y sobre los habitantes de Siquem, que le habían prestado ayuda, para matar a sus hermanos.

Pusieron los habitantes de Siquem en lo alto de los montes asechanzas, que despojaban a cuantos pasaban cerca de ellos por los caminos, y llegó esto a conocimiento de Abimelec.

Vino a Siquem Gaal, hijo de Obed, con sus hermanos. Los de Siquem pusieron en él su confianza; y salieron al campo, vendimiaron sus viñas, pisaron e hicieron gran fiesta; y entrando en la casa de su dios, comieron y bebieron, maldiciendo a Abimelec. «¿Quién es Abimelec, y quién es Siquem — dijo Gaal, hijo de Obed — para que le sirvamos? ¿No sirvieron el hijo de Jerobaal y Zebul, su gobernador, a los hombres de Jemor, padre de Siquem? ¿Por qué, entonces, vamos a servirles a ellos nosotros? ¡Quién me diera este pueblo en mis manos! Yo expulsaría a Abimelec. Le diría: Refuerza tu ejército y sal.»

Llegaron a oídos de Zebul, gobernador de la ciudad, las palabras de Gaal, hijo de Obed; y montando en cólera, mandó secretamente mensajeros a Abimelec, para decirle: «Mira que ha venido Gaal, hijo de Obed, a Siquem con sus hermanos, y está sublevando la ciudad. Sal, pues, de noche tú y la gente que tienes contigo, y ponte en el campo en emboscada. Por la mañana, al salir del sol levántate, y cae sobre la ciudad; y cuando Gaal y los que le siguen salgan contra ti, haz contra ellos lo que puedas»

Levantóse Abimelec y toda la gente que con él tenía, de noche, y se pusieron en emboscada cerca de Siquem, divididos en cuatro cuerpos. Salió Gaal, hijo de Obed, a la puerta de la ciudad; y se alzó Abimelec y el cuerpo que con él estaba de la emboscada. Vió Gaal a la gente, y dijo a Zebul: «Mira cómo baja gente de las cumbres de los montes»

Y le dijo Zebul: «Son las sombras de los montes, que se te hacen hombres.»

Volvió a mirar Gaal, y dijo: «Es gente que baja del interior de la tierra y otro cuerpo que viene por el camino de la Encina de los adivinos»

Díjole entonces Zebul: «¿Dónde está ahora tu boca, con que dijiste: Quién es Abimelec, para que le sirvamos? ¿No es ésa la gente para ti despreciable? Sal, pues, a darle la batalla»

Salió Gaal, y a la vista de los habitantes de Siquem combatió contra Abimelec, que le puso en fuga. Pero Abimelec salió en su persecución, por lo que Gaal emprendió la huida delante de él, cayendo muchos muertos y cayeron muchos  antes de llegar a la entrada de la ciudad. Abimelec se quedó en Aruma, mientras que Zebul impidió a Gaal y los suyos permanecer en la ciudad. Al día siguiente salió el pueblo al campo, y lo supo Abimelec, que cogiendo su gente, la había dividido en tres cuerpos, los había puesto en el campo en emboscada, y cuando vio que el pueblo salía de la ciudad, se levantó, arremetió contra ellos, y avanzando Abimelec con el cuerpo que le seguía, se puso a la puerta de la ciudad, mientras que los otros dos cuerpos se extendían por el campo y destrozaban a cuantos en él había. Abimelec combatió a la ciudad durante todo aquel día y se apoderó de ella, dando muerte a cuantos allí había, la destruyó y la sembró de sal.

Así que lo oyeron los que estaban en la fortaleza de Siquem se fueron a la torre del templo de El Berit. Supo Abimelec que se habían reunido todos los habitantes de la fortaleza de Siquem; y subió al monte Siquemn con toda la gente que llevaba; y tomando en su mano un hacha, cortó una rama de un árbol y se la puso al hombro, mandando a su gente que hiciera prestamente lo que le veía hacer a é1. Cortó, pues, también toda la gente cada uno su rama; y siguiendo a Abimelec, las pusieron contra la fortaleza, y prendiéndolas fuego, la incendiaron, muriendo allí todos los habitantes de la fortaleza de Siquem, unos mil entre hombres y mujeres. Fue luego Abimelec a Tebes, que sitió y tomó.Pero había en Tebes, en medio de la ciudad, una fuerte torre, en la que se refugiaron todos los habitantes de la ciudad, hombres y mujeres, y cerrando tras sí, se subieron a lo alto de la torre. Abimelec llegó a la torre, la atacó y se aproximó para pegar fuego a la puerta; entonces una mujer le lanzó contra la cabeza un pedazo de rueda de molino y le rompió el cráneo. Llamó él en seguida a su escudero y le dijo: «Saca tu espada y mátame, para que no pueda decirse que me mató una mujer» El joven le traspasó, y murió Abimelec. Viendo los hijos de Israel que había muerto Abimelec, fuéronse cada uno a su casa. Así hizo caer Dios sobre la cabeza de Abimelec el mal que había hecho a su padre, asesinando a sus setenta hermanos; y sobre las gentes de Siquem todo el mal que habían hecho, cumpliéndose en ellos la maldición de Jotán, hijo de Jerobaal.

 

Tola

Después de Abimelec, surgió para librara Israel Tola, hijo de Fua, hijo de Dodo, hombre de Isacar. Habitó en Samir, en los montes de Efraím. Juzgó a Israel durante veintitrés años y murió, siendo sepultado en Samir.

Jair.

Después de él surgió Jair, de Galaad, que juzgó a Israel por veintidós años. Tuvo treinta hijos, que montaban treinta asnos y eran dueños de treinta ciudades, llamadas todavía Javot Jair, en la tierra de Galaad. Murió Jair y fué sepultado en Camón.

Jefté.

Volvieron los hijos de Israel a hacer mal a los ojos de Yavé, y sirvieron a los baales y Astartés, a los dioses de Sidón, a los de Moab, a los de los hijos de Ammón, a los de los filisteos, y se apartaron de Yavé, no sirviéndole más. Encendióse la ira de Yavé contra Israel y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los hijos de Ammón, que los oprimieron, y afligieron con gran violencia a los hijos de Israel, durante dieciocho años. Los hijos de Ammón oprimieron a todos los hijos de Israel que habitaban al otro lado del Jordán, en la tierra de los amorreos, en Galaad, y hasta pasaron el Jordán para combatir a Judá, Benjamín y la casa de Efraím, viéndose Israel muy apretado,

Clamaron a Yavé los hijos de Israel, diciendo: «Hemos pecado contra ti, porque hemos dejado a nuestro Dios y hemos servido a los baales»

Yavé dijo a los hijos de Israel: «¿No os liberté yo de los egipcios, de los amorreos, de los hijos de Ammón, de los filisteos? Y cuando os oprimían los de Sidón, Amalec y Madián, y clamasteis a mí, ¿no os libré yo de sus manos? Pero vosotros me habéis dejado a mí para servir a dioses extraños. Por eso no os libraré ya más. Id e invocad a los dioses que os habéis dado; que os libren ellos al tiempo de vuestra angustia»

Los hijos de Israel dijeron a Yavé: «Hemos pecado, castíganos como quieras, pero líbranos ahora»

Quitaron de en medio de ellos los dioses extraños y sirvieron a Yavé, pero su alma no podía soportar la aflicción de Israel.

Reuniéronse los hijos de Ammón y acamparon en Galaad; y se reunieron también los hijos de Israel, acampando en Masfa. El pueblo, los jefes de Israel, se dijeron unos a otros: «¿Quién será el que comenzará a combatir a los hijos de Ammón? Que sea él quien mande a todos los habitantes de Galaad»

Era Jefté, el galadita, un fuerte guerrero, hijo de una meretriz, y tuvo por padre a Galad. La mujer de Galad dio a éste otros hijos, que cuando fueron grandes arrojaron de casa a Jefté, diciendo: «No vas tú a heredar en la casa de nuestro padre, pues eres hijo de otra mujer» Jefté huyó de sus hermanos y habitó en tierra de Tob. Uniéronse con él gentes perdidas, que sallan con él. Al cabo de días, hicieron guerra los hijos de Ammón contra Israel; y fueron entonces los ancianos de Galaad a la tierra  Tob, en busca de Jefté, y le dijeron: «Ven, serás nuestro jefe en la guerra contra los hijos de Ammón» Respondió Jefté a los ancianos de Galaad, diciéndoles: «¿No sois vosotros los que me aborrecéis y me arrojasteis de la casa de mi padre? ¿A qué venís a mí ahora, cuando os veis en aprieto?» 

Los ancianos de Galaad respondieron: «Por eso venimos a ti ahora, para que vengas a combatir con nosotros a los hijos de Ammón y seas nuestro jefe, el de todos los habitantes de Galaad.»

Contestóles Jefté: «Si me lleváis con vosotros a combatir contra los hijos de Ammón, en el caso de que Yavé me los entregue, seré vuestro jefe.»

Dijéronle los ancianos de Galaad: «Sea Yavé testigo entre nosotros, si no hiciéremos lo que dices»

Partió Jefté con los ancianos de Galaad y le hicieron su jefe y caudillo, y repitió Jefté sus palabras en presencia de Yavé, en Masfa.

¡Mandó Jefté mensajeros al rey de los hijos de Ammón, que le dijeran: «¿Qué hay entre tú y yo, para que hayas venido contra mí a combatir la tierra?» El rey de los hijos de Ammón respondió a los mensajeros de Jefté: «Cuando subió Israel de Egipto, se apoderó de mi tierra, desde el Arnón hasta Jaboc y hasta el Jordán. Devuélvemela, pues, ahora pacíficamente» Jefté mandó nuevos mensajeros al rey de los hijos de Ammón, que le dijeran: «He aquí lo que dice Jefté: Israel no se apoderó de la tierra de Moab, ni de la tierra de los hijos de Ammón. Cuando Israel subió de Egipto, marchó por el desierto hasta el Mar Rojo y llegó a Cades. Entonces envió Israel mensajeros al rey de Edom, para que le dijeran: Te ruego que me dejes pasar por tu tierra; pero el rey de Edom no se lo consintió; también se los envió al rey de Moab, que rehusó; Israel se quedó en Cades. Después, marchando por el desierto, rodeó la tierra de Edom y la tierra de Moab, y llegó al oriente de la tierra de Moab y acampó del lado de allá del Arnón, sin entrar en tierra de Moab, pues el Arnón era el límite de Moab. Israel envió mensajeros a Seón, rey de los amorreos, rey de Hesebón, para decirle: Te ruego que nos dejes pasar por tu tierra, hasta nuestro lugar. Pero Seón no se fió de Israel dejándole pasar por su tierra, y reuniendo a toda su gente, acampó en Jasa y luchó contra Israel. Yavé, Dios de Israel, puso a Seón con todo su pueblo en las manos de Israel, que los derrotó y se apoderó de la tierra de los amorreos, que habitaban en aquella región. Se apoderó de toda la tierra de los amorreos, desde el Arnón hasta Jaboc y desde el desierto hasta el Jordán. Ahora, pues, que Yavé, Dios de Israel, desposeyó a los amorreos ante su pueblo, Israel, ¿pretendes tú apoderarte de su tierra y seríamos despojados de cuanto Yavé, nuestro Dios, nos dio en posesión? ¿Eso que Camos, tu Dios, te ha dado en posesión, no lo posees tú? ¿Y no vamos a poseer nosotros lo que Yavé, nuestro Dios, nos ha dado en posesión? ¿Querrás tú ser mejor que Balac, hijo de Sefor, rey de Moab? ¿Acaso ha disputado éste a Israel su tierra? ¿Le ha hecho acaso la guerra? Hace trescientos años que habita Israel en Hesebón y en Aroer y en las ciudades que de ellas dependen, lo mismo que en todas las que están a orillas del Arnón. ¿Por qué no las habéis tomadlo durante todo ese tiempo? Yo no te he hecho mal alguno; pero tú obras mal conmigo, haciéndome la guerra. Que Yavé, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Ammón» El rey de los hijos de Ammón desoyó lo que Jefté le mandó a decir.

El espíritu de Yavé fue sobre Jefté, y pasando por Galaad y Manasés, llegó hasta Masfa de Galaad, y de Masfa de Galaad marchó contra los hijos de Ammón. Jefté hizo voto a Yavé, diciendo: «Si pones en mis manos a los hijos de Ammón, el que a mi vuelta, cuando venga yo en paz de vencerlos, salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, será de Yavé y se lo ofreceré en holocausto» Avanzó Jefté contra los hijos de Ammón y se los dio Yavé en sus manos, batiéndolos desde Aroer hasta según se va a Menit, veinte ciudades, y hasta Abel Queramim. Fué una gran derrota, y los hijos de Ammón quedaron humillados ante los hijos de Israel.

La hija de Jefté.

Al volver Jefté a Masfa, salió a recibirle su hija con tímpanos y danzas. Era su hija única, no tenía más hijos ni hijas. Al verla rasgó él sus vestiduras y dijo; «¡Ah, hija mía, me has abatido del todo, y tú misma te has abatido al mismo Tiempo! He abierto mi boca a Yavé y no puedo volverme atrás.»

Ella le dijo: «Padre mío, si has abierto tu boca a Yavé, haz conmigo lo que de tu boca salió, pues te ha vengado Yavé de tus enemigos, los hijos de Ammón.»

Y añadió: «Hazme esta gracia: Déjame que por dos meses vaya con mis compañeras por los montes, llorando mi virginidad»

«Ve», le contestó él, y ella se fue por los montes con sus compañeras, y lloró por dos meses su virginidad. Pasados los dos meses, volvió a su casa, y él cumplió en ella el voto que había hecho. No había conocido varón. De ahí viene la costumbre en Israel, de que al terminar el año, se reúnan todos los años las hijas de Israel para llorar a la hija de Jefté, galadita, por cuatro días.

Guerra civil entre efraimitas y galaditas.

Los hijos de Efraím se reunieron, y pasando a Safón, dijeron a Jefté: «¿Por qué fuiste a combatir a los hijos de Ammón, sin habernos llamado a combatir contigo» Vamos a pegar fuego a tu casa» Jefté les respondió: «Estaba yo y estaba mi pueblo en gran contienda con los hijos de Ammón. Entonces os llamé yo, pero no me habéis librado vosotros de sus manos. Viendo que no me librabais vosotros, puse mi vida en mis manos, marché contra los hijos de Ammón, y Yavé me los entregó. ¿Por qué, pues, venís hoy a hacerme la guerra? »

Reunió Jefté a todas las gentes de Galaad y libró batalla contra Efraím. Los hombres de Galaad derrotaron a los de Efraím, que decían de ellos: «Vosotros, galaditas, sois huidos de Efraím; ni sois de Efraím, ni de Manasés» Los galaditas se apoderaron de los vados del Jordán del lado de Efraím; y cuando llegaba alguno de los fugitivos de Efraím, diciendo: «Dejadme pasar», le preguntaban: «¿Eres efraimita?» Respondía: «No»; entonces ellos le decían: «A ver, di: schibbolet», y él decía sibbolet, pues no podían pronunciar así. Los hombres de Galaad le cogían y le degollaban junto a los vados del Jordán. Murieron entonces cuarenta y dos mil hombres de Efraím.

Juzgó a Israel Jefté, galadita, durante seis años, y murió, siendo sepultado en una de las ciudades de Galaad.

 

Abesán, Elon y Abdón  

Después de él fue juez en Israel Abesán, de Belén. Tuvo treinta hijos y treinta hijas. Casó a éstas con gente de fuera, y trajo de fuera mujeres para sus hijos. 1Juzgó a Israel siete años, murió, y fue sepultado en Belén.

Después de él juzgó a Israel Elón, de Zabulón, durante diez años; murió Elón, de Zabulón, y fue sepultado en Ayalón, en tierra de Zabulón.

Después de él juzgó a Israel Abdón, hijo de Faratón. 1Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, que montaban sobre setenta asnos. Juzgó a Israel durante ocho años, 1murió, y fue sepultado en Faratón, en el monte de Efraim, en tierra de Salim.

 

Sansón. Su nacimiento.

Volvieron los hijos de Israel a hacer el mal a los ojos de Yavé, y Yavé los dio en manos de los filisteos durante cuarenta años.

Había un hombre de Sora, de la familia de Dan, de nombre Manué. Su mujer era estéril y no le había dudo hijos. El ángel de Yavé se apareció a la mujer y le dijo: «Eres estéril y sin hijos, pero vas a concebir y parirás un hijo. Mira, pues, que no bebas vino ni licor alguno inebriante, ni comas nada inmundo, pues vas a concebir y a parir un hijo, a cuya cabeza no ha de tocar la navaja, porque será nazareo de Dios el niño, desde el vientre de su madre, y será el que primero librará a Israel de la mano de los filisteos» Fue la mujer y dijo a su marido: «Ha venido a mí un hombre de Dios. Tenía el aspecto de un ángel de Dios, muy temible. No le pregunté de dónde era y él no me dio a conocer su nombre, pero me dijo: Vas a concebir y a parir un hijo. No bebas, pues, vino ni otro licor inebriante, y no comas nada inmundo, porque el niño será nazareo de Dios, desde el vientre de su madre hasta el día de su muerte» Entonces Manué oró a Yavé, diciendo: «De gracia, Señor: que el hombre de Dios que enviaste venga otra vez a nosotros, para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer» Oyó Dios la oración de Manué y volvió el ángel de Dios a la mujer de Manué cuando estaba ésta sentada en el campo y no estaba con ella su marido.

Corrió ella en seguida a anunciárselo a su marido, diciéndole: «El hombre que vino a mí el otro día acaba de aparecérseme.

Levantóse Manué, y siguiendo a su mujer fue hacia el hombre y le dijo: «¿Eres tú el que has hablado a esta mujer?»

El respondió: «Yo soy»

Repuso Manué: «Cuando tu palabra se cumpla, ¿qué hay que guardar y qué habremos de hacerle?»

El ángel de Yavé dijo a Manué: «La mujer, que se abstenga de cuanto le he dicho: que no tome nada de cuanto procede de la vid, no beba vino ni otro licor inebrativo, y no coma nada inmundo: cuanto la mandé, ha de observarlo»

Manué dijo al ángel de Yavé: «Te ruego que permitas que te retengamos, mientras te traemos preparado un cabrito.»

El ángel de Yavé dijo a Manué: «Aunque me retengas, no comería tus manjares; pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yavé»

Manué, que no sabía que era el ángel de Yavé, le dijo: «¿Cuál es tu nombre, para que te honremos cuando tu palabra se cumpla?»

El ángel de Yavé le respondió: «¿Para qué me preguntas mi nombre, que es admirable?»

Manué tomó el cabrito y la oblación, para ofrecerlo a Yavé en holocausto sobre la roca, y sucedió un prodigio a la vista de Manué y su mujer. Cuando subía la llama de sobre el altar hacia el cielo, el ángel de Yavé se puso sobre la llama del altar. Al verlo Manué y su mujer, cayeron rostro a tierra y ya no vieron más al ángel de Yavé. Entendió entonces Manué que era el ángel de Yavé, y dijo a su mujer: «Vamos a morir, porque hemos visto a Dios»

La mujer le contestó: «Si Yavé quisiera hacernos morir, no habría recibido de nuestras manos el holocausto y la oblación, ni nos hubiera hecho ver todo esto, ni oír hoy todas estas cosas»

Parió la mujer un hijo y le dio el nombre de Sansón. Creció el niño, y Yavé le bendijo, y comenzó a mostrarse en él el espíritu de Yavé en el campo de Dan, entre Sora y Estaol.

Boda de Sansón con una filistea.

Bajó Sansón a Timna, y vio allí una mujer de entre las hijas de los filisteos; y cuando volvió a subir, dijo a su padre y a su madre: «He visto en Timna una mujer de entre las hijas de los filisteos; id a tomármela por mujer»

Dijéronle su padre y su madre: «¿Acaso no hay mujeres entre las hijas de tus hermanos y en mi pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos, incircuncisos?»

Repuso Sansón y dijo a su padre: «Tómame ésa, pues me gusta»

Su padre y su madre no sabían que aquello venía de Yavé, que buscaba una ocasión de parte de los filisteos, que eran los que entonces oprimían a Israel.

Bajó Sansón a Timna, cuando al llegar a los olivares de Timna le salió al encuentro un joven león, rugiendo. Apoderóse de Sansón el espíritu de Yavé; y sin tener nada a mano, destrozó el león como se destroza un cabrito. No dijo nada a su padre ni a su madre de lo que había hecho. Bajó y habló a la mujer que le había gustado. Tiempo después, bajando para desposarse con ella, se desvió para ver el cadáver del león, y vio que había un enjambre de abejas con miel en la osamenta del león. Cogióla en sus manos y siguió andando y comiendo; y cuando llegó a su padre y a su madre, les dio de ella, sin decirles que la había cogido de la osamenta del león, y ellos la comieron.

Bajó, pues, el padre de Sansón a casa de la mujer, y Sansón dio allí un banquete, según la costumbre de los mozos. En cuanto le vieron, invitaron a treinta mozos para acompañarle. Sansón les dijo: «Quisiera que me permitierais proponeros un enigma. Si dentro de los siete días del convite me lo descifráis acertadamente, yo tendré que daros treinta camisas y treinta túnicas; 13 pero si no podéis descifrármelo, seréis vosotros los que habréis de darme a mí treinta camisas y treinta túnicas»

Ellos le dijeron: «Propón tu enigma, que lo oigamos.»

El les dijo: «Del que come salió lo que se come, y del fuerte la dulzura»

Tres días pasaron, sin que pudieran descifrar el enigma. Llegó el día séptimo. A la mujer de Sansón le habían dicho ellos: «Persuade a tu marido a que te dé la solución del enigma; si no, te quemaremos a ti y la casa de tu padre. ¿Nos habéis invitado para robarnos?» Ella lloraba y le decía: «Me aborreces, has propuesto un enigma a los hijos de mi pueblo y no quieres explicármelo a mí» Ella respondió: «No se lo he explicado ni a mi padre ni a mi madre, ¿y voy a explicártelo a ti?» Así le había estado llorando durante los siete días del convite; pero el séptimo día, tanto le importunó, que él le dio la explicación, y ella se la comunicó a los hijos de su pueblo. 18 Los de la ciudad dijeron a Sansón el día séptimo, antes de la puesta del sol:

«¿Qué más dulce que la miel?

¿Qué más fuerte que el león?»

Él les contestó:

«Si no hubierais arado con mi novilla,

No hubierais descifrado mi enigma»

Apoderóse de él el espíritu de Yavé; y bajando a Ascalón, mató allí a treinta hombres, los despojó y dio las túnicas a los que habían descifrado el enigma. Muy enfurecido, se subió a casa de sus padres. La mujer de Sansón fue entregada a uno de los mozos que le habían servido de compañeros.

Al cabo de días, al tiempo de la siega, fue Sansón a visitar a su mujer, llevando un cabrito, y dijo: «Quiero entrar a mi mujer en su cámara» Pero el padre le negó la entrada, diciendo: «Yo creí que la habías aborrecido enteramente, y se la he entregado a tu compañero. Su hermana menor es más hermosa todavía que ella. Tómala por mujer en lugar suyo» Sansón le dijo: «Ahora, ya sin culpa de mi parte contra los filisteos, podré hacerles daño»

Hazañas de Sansón.

Se fue, y cogiendo trescientas zorras y teas, ató a las zorras dos a dos, cola con cola, y puso entre ambas colas una tea. Encendió luego las teas, y soltó a las zorras en las mieses de los filisteos, abrasando los montones de gavillas, los trigos todavía en pie, y hasta los olivares.

Los filisteos se preguntaban: «¿Quién ha hecho esto?»

Y se les dijo: «Ha sido Sansón, el yerno del timneo porque éste le ha quitado su mujer y se la ha dado a un compañero suyo»

Los filisteos subieron y la quemaron a ella y a su padre.

Sansón les dijo: «¿Eso habéis hecho? Pues yo no pararé hasta vengarme de vosotros» Y los tundió ancas y muslos, haciendo en ellos gran destrozo, y se bajó luego a la caverna del roquedo de Etam.

Subieron entonces los filisteos y acamparon en Judá, extendiéndose por Leji. Los de Judá les preguntaron: «¿Por qué habéis subido contra nosotros?» Ellos respondieron: «Hemos venido a atar a Sansón, para tratarle como él nos ha tratado a nosotros» Bajaron, pues, tres mil hombres de Judá a la caverna del roquedo de Etam, y dijeron a Sansón: «¿No sabes que los filisteos nos dominan? ¿Por qué nos has hecho eso?» Él les respondió: «He hecho con ellos como ellos han hecho conmigo» Ellos repusieron: «Hemos bajado para atarte y entregarle atado en manos de los filisteos» Sansón respondió: «Jurad que no vais a matarme» Ellos le dijeron «No, solamente a atarte, para entregarte a los filisteos, pero no te mataremos» Y atándole con dos cuerdas nuevas, le hicieron subir del roquedo. Llegados a Leji, los filisteos les salieron al encuentro, lanzando gritos de júbilo. Apoderóse entonces de él el espíritu de Yavé, y las cuerdas que a los brazos tenía fueron como hilos de lino quemados por el fuego; las ligaduras cayeron de sus manos, y viendo cerca una quijada de asno fresca, la cogió y derrotó con ella a mil hombres. Dijo Sansón:

«Con una quijada de asno los he puesto rojos del todo;

Con una quijada de asno he derrotado a mil hombres».

Y dicho esto, tiró la quijada y llamó a aquel lugar Ramat Leji. Devorado por la sed, clamó a Yavé, diciendo: «Eres tú el que por la mano de tu siervo has hecho esta gran liberación; ¿voy a caer ahora, muerto de sed, en la mano de los incircuncisos?» Y abrió Yavé el mortero que hay en Leji, y brotó de él agua. Bebió, se recobró y vivió, y la llamó por eso la fuente de En Hacore, que es la que hay todavía en Leji. Sansón juzgó a Israel en tiempo de los filisteos, durante veinte años.

 

Fue Sansón a Gaza, donde había una meretriz, a la cual entró. Se dijo a los de Gaza: «Ha venido aquí Sansón» Y le cercaron, y estuvieron toda la noche en acecho cerca de la puerta de la ciudad. Se estuvieron tranquilos durante la noche, diciéndose: «Al alba le mataremos» Sansón estuvo acostado hasta medianoche. A medianoche se levantó, y cogiendo las dos hojas de la puerta de la ciudad con las jambas y el cerrojo, se las echó al hombro y las llevó a la cima del monte que mira hacia Hebrón.

Dalila.

Después amó a una mujer del valle de Sorec, de nombre Dalila. Los príncipes de los filisteos subieron a ella y la dijeron: «Sedúcele, para saber en qué está su gran fuerza y cómo podríamos apoderarnos de él, para atarle y castigarle. Si lo haces, te daremos cada uno mil cien siclos de plata.»

Dijo, pues, Dalila a Sansón: «Dime, te ruego, en qué está tu gran fuerza, y con qué habrías de ser atado para sujetarte»

Sansón respondió: «Si me atasen con siete cuerdas húmedas, que no se hubieran secado todavía, me quedaría sin fuerzas y sería como otro hombre cualquiera»

Subiéronle los príncipes de los filisteos las siete cuerdas húmedas, sin secar todavía, y ella le ató con ellas. Como tenía en su cuarto gentes en acecho, le gritó: «¡Sansón, los filisteos sobre !» El rompió las cuerdas como se rompe un cordón de estopa cuando se le pega fuego, y quedó desconocido el secreto de su fuerza.

Dalila dijo a Sansón: «Te has burlado de mí y me has engañado. Dime, pues, ahora con qué hay que atarte»

Él le dijo: «Si me atan con cuerdas nuevas que no hayan sido empleadas para ningún otro uso, me quedaré sin fuerzas y seré como otro hombre cualquiera»

Dalila cogió cuerdas nuevas y le ató con ellas. Después le gritó: «¡Sansón, los filisteos sobre ti!», pues tenía en el cuarto gentes en acecho. Él rompió como un hilo las cuerdas que tenía en los brazos.

Dalila dijo a Sansón: «Hasta ahora te has burlado de mí y no me has dicho más que mentiras. Dime de una vez con qué hay que atarte.»

Él le dijo: «Si entretejes con un lizo las siete trenzas de mi cabeza y las fijas con una clavija de tejedor, me quedaré sin fuerzas y seré como otro hombre cualquiera»

Entretejió Dalila con un lizo las siete trenzas, las fijó con la clavija de tejedor y le gritó: «¡Sansón, los filisteos sobre ti!» Y despertando de su sueño, arrancó la clavija y el entretejido.

Ella le dijo: «¿Cómo puedes decir que me quieres, cuando tu corazón no está conmigo? Por tres veces te has burlado de mí y no me has descubierto en qué está tu gran fuerza» Y le importunaba incesantemente, siempre insistiendo en su demanda, hasta llegar a producirle un tedio de muerte. Y le abrió de par en par su corazón, diciendo: «Nunca ha tocado la navaja mi cabeza, pues soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si me rapasen perdería mi fuerza, me quedaría débil y sería como todos los otros hombres»

Dalila vio que en verdad le había abierto de par en par su corazón: y mandó a llamar a los príncipes de los filisteos, diciéndoles: «Subid, que esta vez ya me ha abierto de par en par su corazón»

Subieron, llevando el dinero en sus manos. Le durmió ella sobre sus rodillas, y llamando al hombre, hizo que rapara las siete trenzas de la cabellera de Sansón y comenzó a debilitarse. Había perdido su fuerza, y ella le dijo entonces: «¡Sansón, los filisteos sobre ti!» Él se despertó, diciendo: «Saldré como tantas otras veces y me sacudiré», pues no sabía que Yavé se había apartado de él.

Prisión de Sansón.

Cogiéronle los filisteos, le sacaron los ojos, y llevándole a Gaza, le encadenaron con doble cadena de bronce, y en la cárcel le pusieron a hacer dar vueltas a la muela. Entretanto, volvieron a crecerle los pelos de la cabeza, después de haber sido rapada. Los príncipes de los filisteos se congregaron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, su dios; y para regocijarse, decían: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo» El pueblo, al verle, alababa a su dios, diciendo: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a nuestro enemigo, al que asolaba nuestra tierra, y mató a tanta gente» Cuando su corazón se alegró, dijeron: «Que traigan a Sansón para que nos divierta» Sansón fue sacado de la cárcel y tuvo que bailar ante ellos. Habíanle puesto entre las columnas, y Sansón dijo al mozo que le hacía de lazarillo: «Déjame tocar las columnas que sostienen la casa, para apoyarme»

Su última venganza.

Estaba la casa llena de hombres y mujeres. Allí estaban los príncipes de los filisteos, y había entre todos más de tres mil personas, hombres y mujeres viendo bailar a Sansón. Entonces invocó Sansón a Yavé, diciendo: «Señor, Yavé, acuérdate de mí, devuélveme la fuerza sólo por esta vez, para que ahora me vengue de los filisteos por mis dos ojos» Sansón se agarró a las dos columnas centrales, que sostenían la casa; y haciendo fuerza sobre ellas, sobre la una con la mano derecha, sobre la otra con la mano izquierda, dijo: «¡Muera yo con los filisteos!» Tan fuertemente sacudió las columnas, que la casa se hundió sobre los príncipes de los filisteos y sobre todo el pueblo que allí estaba, siendo los muertos que hizo al morir más que los que había hecho en vida. Sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron y se lo llevaron, y le sepultaron entre Sora y Estaol, en la sepultura de Manué, su padre. Juzgó a Israel durante veinte años.

 

Culto cismático

Había un hombre de los montes de Efraím, Mica de nombre. Dijo éste a su madre: «Los mil cien siclos de plata que habías puesto aparte, por los que te lamentabas a veces, aun oyéndote yo, yo los tengo, yo te los quité» Díjole su madre: «Bendito de Yavé seas, hijo mío» Devolvió, pues, los mil cien siclos de plata a su madre, que dijo: «Quiero consagrar a Yavé este dinero y que de mi mano pase a mi hijo, para que se haga una imagen tallada y chapeada. Ahí, pues, te lo entrego»

Habiendo, pues, devuelto él a su madre el dinero, tomó su madre doscientos siclos y se los dio a un orífice, y este hizo una imagen tallada y chapeada, que quedó en la casa de Mica; y así un hombre como Mica vino a tener una casa de Dios. Hízose también un efod y unos terafim, y llenó la mano de uno de sus hijos para que hiciera de sacerdote. No había entonces rey en Israel, y hacía cada uno lo que bien le parecía.

Un joven de Belén de Judá, de nombre Jonatán, levita, que habitaba allí, saliendo de la ciudad de Belén de Judá, se puso a recorrer la tierra para buscar dónde vivir; y pasando por los montes de Efraím, llegó en su camino a la casa de Mica. Preguntóle Mica: «¿De dónde vienes?», y el levita le contestó: «Soy de Belén de Judá, y ando a ver si encuentro dónde vivir». Díjole Mica: «Quédate conmigo y me servirás de padre y de sacerdote. Te daré diez siclos de plata al año, vestidos y comida», e instó al levita. Consintió éste en quedarse con Mica, para quien fue el joven como otro hijo. Llenó, pues, Mica la mano del levita, y el joven hizo con él de sacerdote, quedándose en casa de Mica. 1Dijo Mica: «Ahora sí que de cierto me favorecerá Yavé, pues tengo por sacerdote a un levita»

Conquista de Lais.

No había por aquel entonces rey en Israel, y la tribu de Dan andaba buscando dónde establecerse, pues no le había tocado hasta entonces heredad en medio de las otras tribus de Israel. Mandaron, pues, los hijos de Dan de entre los suyos a cinco exploradores, hombres fuertes; los mandaron de Sora y de Estaol, para que recorriesen la tierra y la explorasen, diciéndoles: «Id a reconocer la tierra» Llegaron los cinco hombres por los montes de Efraím, hasta la casa de Mica, y pasaron allí la noche. Estando cerca de la casa de Mica, conocieron por la voz al joven levita; y acercándose a él, le preguntaron: «¿Quién te ha traído a ti aquí? ¿Qué haces aquí, y qué tienes aquí?» Él les contestó: «Mica ha hecho por mí esto y lo otro, y me he ajustado con él y le sirvo de sacerdote» Ellos le dijeron: «Entonces, consulta a Dios, para que sepamos si prosperará el viaje que hemos emprendido» Y les dijo el sacerdote: «Id tranquilos, está ante Yavé el camino que seguís» Reemprendieron su camino los cinco hombres y llegaron a Lais. Vieron que la gente de ella vivía en seguridad, a modo de los sidonios, pacífica y tranquilamente, sin que nadie dañase a nadie, y que eran ricos y estaban alejados de los sidonios y no tenían relación con nadie. Volviéronse, pues, a sus hermanos, a Sora y a Estaol, que les preguntaron: «¿Qué traéis?» Ellos contestaron: «Subamos luego contra ellos. Hemos visto la tierra y es muy buena. ¿Os estáis callados? No dilatéis la ida, para apoderarnos de esa tierra. Daréis con un pueblo que vive seguro. La tierra es amplia y Dios la ha puesto en vuestras manos. Es una tierra que produce de todo» Salieron, pues, de Sora y de Estaol seiscientos hombres de las familias de Dan, armados en guerra; y subiendo, acamparon en Quiriat Yearim, de Judá, por lo cual se llamó hasta hoy este lugar Majana Dan, al occidente de Quiriat Yearim. Pasaron de allí a los montes de Efraím y llegaron hasta la casa de Mica. Los cinco hombres que habían ido a explorar la tierra de Lais dijeron a sus hermanos: «¿Sabéis que en esta casa hay un efod, terafim y una imagen tallada y chapeada? Ved vosotros lo que se ha de hacer» 1Pasaron adelante; y entrando en la casa del joven levita, la casa de Mica, le preguntaron por su salud. Los seiscientos hombres de los hijos de Dan, armados en guerra, se quedaron a la entrada de la puerta.

Subieron los cinco exploradores y entraron para apoderarse del efod, de los terafim y de la imagen chapeada, mientras estaba el sacerdote a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres armados en guerra. Después que, entrando en la casa de Mica, se apoderaron del efod, de los terafim y de la imagen tallada y chapeada, les dijo el sacerdote: «¿Qué hacéis?» Ellos le dijeron: «Cállate, ponte la mano a la boca, vente con nosotros, y serás nuestro padre y nuestro sacerdote. ¿Qué te es mejor, ser sacerdote de la casa de un solo hombre o serlo de una tribu y de las familias de Israel?» Alegrósele al sacerdote el corazón; y cogiendo el efod, los terafim y la imagen tallada, se fue con aquella gente. Pusiéronse en marcha de nuevo, llevando por delante a los niños, a los animales y las cosas de precio; y estaban ya lejos de la casa de Mica, cuando éste y los hombres que habitaban las casas vecinas de la de Mica se reunieron para salir en persecución de los hijos de Dan. Gritaron a los hijos de Dan; y éstos, volviendo la cara dijeron a Mica: «¿Qué te ocurre, para que nos vengas dando voces?» Él contestó: «Mis dioses, los que yo he hecho, me los habéis quitado junto con el sacerdote y os marcháis. ¿Qué me queda entonces? Y todavía me preguntáis qué me ocurre?» Dijéronle los hijos de Dan: «No nos hagas oír más tu voz, si no quieres que hombres irritados se arrojen sobre vosotros y pierdas tu vida y la de los de tu casa». Prosiguieron los hijos de Dan su camino; y Mica, viendo que eran más fuertes que él, se volvió y tornó a su casa. Lleváronse, pues, lo que había hecho Mica y al sacerdote que tenía; y marcharon contra Lais, contra el pueblo tranquilo y confiado, y los pasaron a filo de espada y prendieron fuego a la ciudad. No hubo quien la librara, por lo lejos que estaba Sidón y por no tener relación con nadie. Estaba en el valle que se extiende hacia Bet Rejobot. Los hijos de Dan reedificaron la ciudad y habitaron en ella, y la llamaron Dan, del nombre de su padre, hijo de Israel, pero antes se llamaba Lais.

Culto sacrílego e ilegítimo en Dan.

Los hijos de Dan se erigieron la imagen tallada de Mica; y Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos, fueron sacerdotes de la tribu de Dan, hasta el tiempo de la cautividad del arca. Permaneció entre ellos la imagen tallada de Mica, que él se había hecho, todo el tiempo que estuvo en Silo la casa de Dios.

Crimen de los de Gueba de Benjamín.

Sucedió por aquel tiempo, cuando no había rey en Israel, que un levita, que peregrinaba en el límite septentrional de los montes de Efraím, tomó por mujer a una concubina de Belén de Judá. Fuéle infiel la concubina y le dejó, para irse a la casa de su padre, a Belén de Judá, donde se estuvo por espacio de cuatro meses. Su marido, llevando consigo un mozo y dos asnos, se encaminó a donde ella estaba, para hablarla al corazón y reducirla. Hízole entrar ella en la casa de su padre, que al verle, salió muy contento a recibirle. Instóle su suegro, el padre de la joven, y se quedó allí por tres días, comiendo, bebiendo y pasando la noche allí. Al cuarto día se levantó de mañana y se dispuso a marchar; pero el padre de la joven dijo a su yerno: «Confórtate con un bocado de pan, y luego partirás» Sentáronse ambos y comieron y bebieron; y el padre de la joven dijo al marido: «Anda, quédate hoy a pasar aquí la noche alegremente» Levantóse el marido para marcharse, pero le instó aún su suegro, y se quedó a pasar la noche allí. Levantóse de mañana el día quinto, para emprender la marcha; y le dijo el padre de la joven: «Anda, toma un refrigerio y diferid la marcha hasta el caer del día»; y se pusieron a comer juntos. Levantóse el marido para marcharse él, la concubina y el mozo; pero el suegro, el padre de la joven, le dijo: «Mira, comienza ya a caer la tarde; anda, pasad la noche aquí, que el día se acaba ya; pasa aquí la noche, que se te alegre el corazón, y mañana os levantáis bien temprano, para volveros a tu casa» El marido rehusó pasar allí la noche, se levantó y partió. Llegó frente a Jebús, que es Jerusalén, con el par de asnos y la concubina. Cuando estaban cerca de Jebús, el día había ya bajado mucho, y dijo el mozo a su amo: «Será mejor que nos desviemos hacia la ciudad de los jebuseos, para pasar allí la noche.» El amo le respondió: «No, no torceremos hacia una ciudad extraña, en la que no hay hijos de Israel; lleguemos a Gueba»; y añadió; «Anda, vamos a acercarnos a uno de esos dos lugares, y pasaremos la noche en Gueba o en Rama» Prosiguieron la marcha, y al ponerse el sol llegaron cerca de Gueba, que es de Benjamín. Tomaron, pues, hacia allá, para pasar la noche en Gueba. Entraron y se sentaron en la plaza de la ciudad; y no hubo quien los admitiera en su casa, para pasar en ella la noche. Llegó en esto un anciano, que venía de trabajar en el campo; era un hombre de los montes de Efraím, que se hallaba en Gueba; los habitantes del lugar eran benjaminitas. Cuando, al levantar los ojos, vio al viajero en la plaza de la ciudad, le dijo: «¿A dónde vas y de dónde vienes?» Él le contestó: «Vamos de Belén de Judá al límite septentrional de los montes de Efraím, de donde soy yo. Había ido a Belén de Judá y voy a mi casa, pero nadie me admite en su casa. Sin embargo, tenemos paja y forraje para los asnos, y también pan y vino para mí, para tu sierva y para el mozo que acompaña a tus siervos; no necesitamos nada» El anciano le dijo: «Sea contigo la paz; de cuanto te es necesario te proveeré yo; no te quedes en la plaza» Hízolos entrar en su casa y dio forraje a los asnos. Laváronse los pies los viajeros, y después comieron y bebieron. Mientras estaban refocilándose, los hombres de la ciudad, gente perversa, aporrearon fuertemente la puerta, diciendo al anciano, dueño de la casa: «Sácanos al hombre que ha entrado en tu casa, para que le conozcamos»

El dueño de la casa salió a ellos y les dijo: «No, hermanos míos, no hagáis tal maldad, os lo pido: pues que este hombre ha entrado en mi casa, no cometáis semejante crimen. 2Aquí están mi hija, que es virgen, y la concubina de él: yo os las sacaré fuera, para que abuséis de ellas y hagáis con ellas como bien os parezca; pero a este hombre no le hagáis semejante infamia»

Aquellos hombres no quisieron escucharle; y entonces el levita cogió a su concubina y la sacó fuera» La conocieron y estuvieron abusando de ella toda la noche, hasta la mañana, dejándola al romper la aurora. Al venir la mañana, cayó la mujer a la entrada de la casa donde estaba su señor, y allí quedó hasta que fue de día. Su marido se levantó de mañana y abrió la puerta de la casa, para salir y continuar su camino; y vio que la mujer, su concubina, estaba tendida a la entrada de la casa, con las manos en el umbral. Él le dijo: «Levántate y vámonos»; pero nadie respondió. Púsola entonces el marido sobre su asno, y partió para su lugar. Llegado a su casa, cogió un cuchillo y la concubina, y la partió miembro por miembro, en doce trozos, que mandó por toda la tierra de Israel. Y a los enviados encargó que dijeran a todos los israelitas: «¿Se ha visto jamás tal cosa desde que los hijos de Israel subieron de Egipto hasta el presente? Miradlo bien, deliberad y resolved ». A su vista, dijeron todos: «Jamás ha sucedido cosa parecida, ni se ha visto tal, desde que los hijos de Israel subieron de Egipto, hasta hoy»

Salieron, pues, los hijos de Israel, desde Dan hasta Berseba y la región de Galaad, y se reunieron como un solo hombre en Masfa, delante de Yavé.

Guerra de Israel contra Benjamín.

Los jefes de todo el pueblo y todas las tribus de Israel estuvieron presentes en la asamblea del pueblo de Dios; cuatrocientos mil hombres de a pie, armados. Supieron los de Benjamín que los hijos de Israel habían subido a Masfa. Los hijos de Israel dijeron: «Sepamos cómo se ha cometido el crimen» Tomó entonces la palabra el levita, marido de la mujer que había sido muerta, y dijo: «Yo había entrado en Gueba de Benjamín con mi concubina, para pasar allí la noche. Los habitantes de Gueba se levantaron contra mí y rodearon de noche la casa donde estaba, con intención de matarme. Hicieron fuerza a mi concubina, que murió. La cogí y la corté en trozos, que mandé por todo el territorio de la heredad de Israel, porque han cometido un crimen infame en Israel. Todos estáis aquí, hijos de Israel: deliberad y decidid aquí mismo».

Y poniéndose el pueblo todo en pie, como un solo hombre, dijeron: «No vuelva nadie a sus tiendas ni se vaya nadie a su casa. Lo que hay que hacer con Gueba, es ir contra ella a la suerte. Tómense de todas las tribus de Israel diez hombres por cada ciento, ciento de cada mil y mil de cada diez mil, que vayan en busca de víveres para la gente; y cuando estén de vuelta, que sea tratada Gueba de Benjamín, conforme con toda la infamia que ha cometido en Israel»

Quedáronse, pues, reunidos en torno a la ciudad todos los hijos de Israel, unidos como un solo hombre. Habían enviado las tribus de Israel mensajeros a todas las familias de Benjamín, que les dijeran: «¿Qué crimen es éste que se ha cometido entre vosotros? Entregad luego a los perversos de Gueba para que les demos muerte, y extirpemos el mal de en medio de Israel»; pero los benjaminitas no accedieron a la demanda de sus hermanos, los hijos de Israel; y saliendo de sus ciudades, se reunieron en Gueba para combatir contra los hijos de Israel. Los hijos de Benjamín, que salidos de sus ciudades se reunieron entonces en Gueba, fueron veintiséis mil hombres de guerra, sin contar los habitantes de Gueba. Había, de entre éstos, setecientos hombres escogidos, zurdos, todos capaces de lanzar con la honda una piedra contra un cabello, sin errar el blanco. El número de los hijos de Israel reunidos, no contando a los de Benjamín, fue de cuatrocientos mil; todos hombres de guerra.

Levantáronse, pues, los hijos de Israel y subieron a Betel, y consultando a Dios, preguntaron: «¿Quién subirá primero a combatir a los hijos de Benjamín?» Respondió Yavé: «Judá subirá el primero» usiéronse en marcha de mañana los hijos de Israel, y acamparon contra Gueba. Avanzaron los hijos de Israel, para combatir a los de Benjamín, y se pusieron en orden de batalla contra ellos, delante de Gueba. Salieron los hijos de Benjamín de Gueba, y echaron por tierra en aquel día a veintidós mil hombres de Israel. 22 Los hombres de Israel luciéronse fuertes y presentaron nuevamente batalla en el mismo lugar donde se pusieron el primer día; habían subido antes a llorar ante Yavé, hasta la tarde, y habían consultado, diciendo: «¿Marchamos todavía a combatir a Benjamín, nuestro hermano?»; y Yavé había respondido: «Marchad contra él»

Acercáronse, pues, los hijos de Israel a los hijos de Benjamín el segundo día; y salieron a su encuentro de Gueba los hijos de Benjamín, y echaron por tierra esta vez a dieciocho mil hombres de los hijos de Israel, todos hombres de guerra. Subió todo el pueblo, todos los hijos de Israel, a Betel; y allí lloraron ante Yavé, ayunaron aquel día hasta la tarde, y ofrecieron holocaustos y hostias pacíficas ante Yavé. Luego consultaron a Yavé.

Derrota y casi total extinción de los benjaminitas.

Por entonces estaba en Silo el arca de la alianza de Dios; y Fines, hijo de Eleazar, hijo de Arón, servía ante ella. Preguntaron pues: «¿Marcharé todavía otra vez para combatir a los hijos de Benjamín, mi hermano, o debo desistir?» Yavé respondió: «Marcha, que mañana lo pondré en tu mano» Israel puso en torno a Gueba una emboscada; y al tercer día subieron los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín, y se ordenaron en batalla ante Gueba, como las otras veces. Los hijos de Benjamín salieron al encuentro del pueblo, dejándose arrastrar lejos de la ciudad. Comenzaron a herir y matar gente en el campo, como las otras veces, en los dos caminos, de los cuales el uno sube a Betel y el otro a Gabata, unos treinta hombres de Israel. Los hijos de Benjamín se decían: «Derrotados ante nosotros como antes» Y los hijos de Israel dijeron: «Huyamos y atraigámoslos sobre estos caminos, lejos de la ciudad; y abandonando todos sus posiciones, se pusieron en orden de batalla en Baal Tamar. Los emboscados de Israel, al occidente de Gueba, se echaron fuera de su puesto; y llegaron contra Gueba diez mil hombres escogidos de todo Israel. El combate fui duro, pues los hijos de Benjamín no se dieron cuenta del gran desastre que les amenazaba.

Yavé batió a Benjamín ante Israel, y los hijos de Israel mataron aquel día veinticinco mil cien hombres de Benjamín, hombres de guerra. Viéronse derrotados los hijos de Benjamín, y se dieron cuenta de que Israel había cedido terreno ante ellos porque confiaba en la emboscada que había puesto contra Gueba. Los emboscados se echaron rápidamente sobre la ciudad, y avanzando contra ella, la pasaron a filo de espada. Los hijos de Israel habían convenido con los de la emboscada en una señal, diciendo: «Haced subir de la ciudad una gran nube de humo» Al verla, los hijos de Israel simularon la fuga. Los de Benjamín habían ya matado unos treinta hombres y se decían: «Helos ahí batidos ante nosotros, como en la primera batalla»

Cuando la nube de humo comenzó a alzarse como una columna sobre la ciudad, volvieron los ojos atrás y vieron que toda la ciudad subía en fuego hacia el cielo. Diéronles entonces la cara los hijos de Israel; y los de Benjamín, aterrados ante el desastre que se les venía encima, volvieron las espaldas ante los hijos de Israel y emprendieron la huida, camino del desierto; pero la batalla los apretaba y los que venían de la ciudad los exterminaron. Cercaron a Benjamín, le persiguieron sin descanso, le aplastaron, hasta el oriente de Gueba. Dieciocho mil hombres cayeron de Benjamín, todos gente valiente. De entre los que huían hacia el desierto, hacia la roca de Remón, mataron los de Israel por las subidas cinco mil, y siguieron persiguiéndolos hasta Guidom y mataron otros dos mil. El número total de los de Benjamín que perecieron aquel día fue de veinticinco mil hombres de guerra, todos valientes. Seiscientos hombres, de los que emprendieron la huida hacia el desierto y pudieron llegar a la roca de Remón, permanecieron allí durante cuatro meses. Los hijos de Israel se volvieron sobre Benjamín y pasaron a filo de espada las ciudades, hombres y ganados y todo cuanto hallaron, e incendiaron cuantas ciudades encontraron.

Los hombres de Israel habían jurado en Masfa, diciendo: «Ninguno de nosotros dará por mujer su hija a uno de Benjamín»

Vino el pueblo a Betel y estuvo allí ante Dios toda la tarde. Alzando su voz, lamentábase grandemente, diciendo: «¿Por qué, ¡oh Yavé, Dios de Israel!, ha sucedido que en Israel venga hoy a faltar una tribu?» Al día siguiente, levantándose de mañana, alzaron allí un altar, ofrecieron holocaustos y hostias pacíficas, y se preguntaron: «¿Quién de entre las tribus de Israel no ha subido a la asamblea de Yavé?» Porque habían jurado solemnemente contra quien no subiera ante Yavé a Masfa, diciendo: «Será castigado con la muerte»

Los hijos de Israel se compadecían de Benjamín y se decían: «Hoy ha sido amputada de Israel una tribu. ¿Qué haremos por ellos, para procurar mujeres a los que quedan? Porque hemos jurado por Yavé no darles por mujeres nuestras hijas» Dijéronse, pues: «¿Hay alguno entre las tribus de Israel que no haya subido ante Yavé a Masfa?» Y ninguno de Jabes Galaad había venido al campo, a la asamblea. Hicieron un recuento del pueblo, y no se halló ninguno de Jabes Galaad. Entonces envió contra ellos la asamblea doce mil hombres de los más valientes, con esta orden: «Id, y pasad a filo de espada a los habitantes de Jabes Galaad, con sus mujeres y niños. 1Pero habéis de hacer así: Anatematizad a todo hombre y a toda mujer que haya conocido varón»

Hallaron entre los habitantes de Jabes Galaad cuatrocientas jóvenes vírgenes, que no habían conocido varón compartiendo su lecho, y las llevaron al campo de Silo en la tierra de Canán. 1Mandó entonces toda la asamblea mensajeros que hablaran a los hijos de Benjamín, que estaba en la roca de Remón, y les ofrecieran la paz. Volvieron los de Benjamín entonces, y se les dieron por mujeres las que habían sobrevivido de las mujeres de Jabes Galaad, pero no hubo bastantes. El pueblo se compadecía de Benjamín, porque había abierto Yavé una brecha en las tribus de Israel; y los ancianos de la asamblea se preguntaron: «¿Cómo haremos para procurar mujeres a los de Benjamín, puesto que sus mujeres han sido muertas?

Y decían: «Quede en Benjamín la heredad de los que han escapado, para que no desaparezca una de las tribus de Israel; pero nosotros no podemos darles por mujeres nuestras hijas, porque los hijos de Israel han jurado diciendo: Maldito quien dé a los de Benjamín su hija por mujer. Y dijeron: «Cerca está la fiesta de Yavé, que de año en año se celebra en Silo» — ciudad situada al norte de Betel, al oriente del camino que de Betel sube a Siquem, y al mediodía de Lebona — . Y dieron a los de Benjamín esta orden: «Id, y poneos en emboscada en las viñas. Estad atentos; y cuando veáis salir a las hijas de Silo, para danzar en coro, salís vosotros de las viñas y os lleváis cada uno a una de ellas para mujer, y os volvéis a la tierra de Benjamín. Si los padres o los hermanos vienen a reclamárnoslas, les diremos: Dejadnos en paz, pues con las de Jabes Galaad tomadas en guerra no ha habido una para cada uno, y no habéis sido vosotros los que se las habéis dado, que, sólo entonces seríais culpables»

Hicieron así los hijos de Benjamín, y cogieron de entre las que danzaban una cada uno, llevándoselas y volviéndose a su heredad. Reedificaron las ciudades y habitaron en ellas.

Fuéronse entonces los hijos de Israel cada uno a su tribu, a su familia, volviendo todos a su heredad. No había entonces rey en Israel, y hacía cada uno lo que bien le parecía.