| EL EVANGELIKOMAPERTURA DEL TESTAMENTO UNIVERSALDE CRISTO JESÚS DE YAVÉ Y SIÓN
             
 CAPÍTULO QUINTOEL
            SUMO PONTIFICADO UNIVERSAL DE JESUCRISTO  DE ACUERDO CON  SAN PABLO
              
             I
             La Conspiración Jesucristiana
             
                 La Necesidad es la madre del cordero, si creemos en el
            proverbio, y el origen de las acciones humanas, si creemos a otros. Y pues que
            siempre hay alguna verdad en las lecciones de la experiencia, si bien es verdad
            que pretender darle naturaleza de ley universal al fruto de una experiencia
            particular es un acto algo atrevido, digamos también que esa parte de verdad
            existe en la lección.
             Vemos que el Cristianismo se funda sobre una
            Necesidad, la Muerte de Cristo, lo cual le da a la primera parte de este pensamiento
            una solidez tremenda, y al mismo tiempo hay que ponerse la armadura contra
            quien pretenda hacer de esta sola Necesidad “la Necesidad sola” como eje,
            núcleo y espina dorsal de su doctrina. O como diría el mismo San Pablo, ¿quién
            os enseñó a ver a Cristo como Crucificado? ¿Es que acaso no resucitó y no
            estaba todo ordenado a su Resurrección?
             ¿Qué será más importante, el cultivo del árbol en
            cuanto arte o ciencia, o el fruto que es el fin de ese acto? Algún genio
            cultivará su campo por amor al arte, pero el arte por el arte es una entelequia
            que cultivan los que no son artistas, precisamente. La Necesidad, en
            consecuencia, brilla siempre en el seno de un conjunto de causas. Y de esta
            manera sabemos que en la Creación del Hombre intervino igualmente la Necesidad
            que tenía Dios de encontrar una forma de hacer entrar a todos sus Hijos por la
            Puerta de la Verdad.
             Y con todo sería falso reducir la Creación del Hombre
            a la Necesidad.  En principio y por antonomasia el Hombre es el fruto del
            Amor de Dios por su Ciencia y Arte, que determinan su Ser haciendo de El “el
            Creador” por excelencia, Origen y Fuente de todos los espíritus creadores del
            universo, y que haciendo de El “el que es” engendra en su Mente visiones
            de Mundos, de los que apasionándose en espíritu, procede inmediatamente,
            arrebatado por la pasión del artista, a darle cuerpo en la materia de las
            estrellas.
   Luego existe Necesidad y Pasión y ambas se recogen,
            ciertamente, en la Resurrección, acto en el que ambas causas se encuentran para
            elevar el Acto Creador a su más alta expresión, pues si por la primera Dios se
            vuelca en el Deber, por la Segunda es el Triunfo de la Pasión el que vence y
            hace brillar sobre toda la Creación el Verdadero Rostro de su Creador. Y si la
            Necesidad impone su Ley no puede sin embargo matar el Origen de la misma Acción
            Creadora, el Amor, la Pasión por la Creación.
             Vemos, iniciando ahora sí la marcha, que la
            Interpretación de la realidad depende de quien la interprete, pero que la
            Realidad en sí permanece inalterable, y no porque Dios haya sufrido lo que le
            han hecho con su Obra, en este caso nosotros, nuestro Creador abomina de su
            Creación.
             Todo artista, todo espíritu creador, conoce el dolor y
            el sufrimiento que se experimenta cuando alguien o algo te destroza el trabajo
            de tu vida, de tu inspiración, de tu ser. Y si el dolor de la pérdida de un
            manuscrito o de un cuadro produce un efecto emocional trágico, es de imaginar
            que, si esa pérdida o destrozo se hace delante de las narices de su creador,
            ese sufrimiento sea infinitamente más conspicuo. Sólo de esta forma podemos
            entender a Dios en cuanto Creador. Y es natural que teniendo delante a ese
            “criminal” se actúe en consecuencia, a través de la ley, en el caso más lógico,
            pero si dominando la pasión del momento allá que se atenga el “ladrón” a la
            cólera del Creador.
             Quiero decir con esto que mirar a Dios olvidando que
            el espíritu creador es en El su Naturaleza definitiva, su esencia ontológica
            final, la sustancia emocional en cuyo campo echa raíces sus pensamiento y sentimientos,
            olvidar al Creador en Dios y reducir la mirada a Dios en cuanto Ente, es decir,
            un sujeto teológico abstracto definido por sus Atributos, incapaz de moverse
            incluso porque el movimiento atentaría contra esos Atributos, etcétera...
            reducir a Atributos teológicos el Ser no es ya una aberración del Pensamiento,
            es, perversamente, subirse a la losa bajo la que enterraron a Jesús para que no
            resucite Cristo.
             Hay que estar ciego o ser un verdadero santo para
            centrando el Pensamiento en Dios como Ente no perder de vista al Creador en el
            Ser. Sobre lo cual parece que la Historia nos da ejemplo con un Santo Tomás,
            para lo bueno, y para lo malo presenta tantos ejemplos que mejor no mencionar a
            ninguno. El hecho es que desde el principio mismo Dios se descubre Pasión
            Creadora, y es desde esta pasión arrebatadora del Creador por su Obra que entra
            Dios en cólera, y se vuelve loco contra el “ladrón” y “criminal” que se atrevió
            a destrozar su trabajo, el Primer Hombre, allá en el Edén, y van para seis mil
            años ya desde aquello.
   En la Resurrección, pues, tenemos la visión del
            Creador que no puede impedir la destrucción de su Obra, siguiendo la Necesidad,
            y la manifestación del amor infinito del creador por su obra, que pudiendo
            restaurarla a su perfección original, no sólo lo hace, sino que aún perfecciona
            lo perfectible haciendo indestructible a este Segundo Hombre. Si el Primero era
            perfecto, su Destructibilidad lo hacía imperfecto a los ojos de un espíritu
            maligno cuya tendencia a la destrucción de la Obra Creadora fue su naturaleza,
            su pasión artística, como si dijéramos que se puede sentir pasión por la
            Guerra, el Crimen y el Delito. El Creador en Dios se levanta contra esa
            Pseudo-Filosofía de la Perversión como fruto de la Naturaleza y lanzándose
            contra el ladrón, criminal y destructor perverso en el que la envidia es su
            verdadera naturaleza, y porque lo hace, Dios separa Creación de Destrucción,
            Luz de Tinieblas, Verdad de Mentira, y Pasión de Interés. Y en fin, en
            Jesucristo se establece la Creación sobre la Pasión del Creador por su Obra.
             De entre todas las obras de este Creador es San Pablo
            uno de sus más maravillosos trabajos. Será San Pablo el
            prototipo de los que, sin haber tocado y visto al Hijo de Dios en la carne del
            Hijo de María, devienen hijos de Dios “por Bienaventuranza del que cree sin
            ver”, y porque sin ver, creen, serían tanto más valiosos a los ojos de su
            Creador que aquéllos que viéndole y tocándole salieron corriendo cuando llegó
            la Hora de la Verdad. Y sin embargo Dios, para glorificar a todos sus Hijos,
            dispuso que los primeros coronasen su vida con el supremo sacrificio, y a los
            últimos nos sea gloria nuestra Fe sobrenatural, pues si en los primeros la Fe
            era solo natural después de haber visto lo que vieron, en nosotros, por centrar
            el tema, es sobrenatural por en cuanto sin ver lo que ellos vieron creemos en
            lo que de no haber visto ellos nunca no hubieran creído. Y finalmente para
            hacer de todos nosotros una sola cosa estableció Dios nuestra fe sobrenatural
            en la sangre de la fe natural de ellos, por la sangre y en la Sangre del
            Primogénito de la Gloria, como dirá San Pablo, uniendo Dios Padre en la sangre
            de Cristo a todos sus hijos.
   No hay, dado ya el primer paso, división entre los
            hijos de Dios. La fe es la misma, y aunque el origen sea distinto, pues unos
            son hijos de Abraham y otros de Cristo, por el espíritu todos creemos en la
            misma Verdad. Y esta Verdad es que:
             
             Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro
            tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en estos
            días, nos habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien
            también hizo los siglos; que, siendo la irradiación de su gloria e impronta de
            su sustancia, y el que con su poderosa palabra sustenta todas las cosas,
            después de haber realizado la purificación de los pecados, se sentó a la
            diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto mayor que los ángeles,
            cuando heredó un nombre más excelente que ellos.
   
             He aquí, si posible es reducir toda una Sabiduría
            tratando la cual se han escrito montañas de libros, el compendio de todas las
            cosas, la igualdad resultante de una suma de factores sin número. Se va el
            autor a la misma Eternidad, y regresa a la Historia del día a día; se eleva a
            las alturas inmarcesibles del Cielo donde mora el Dios de los felices, y
            desciende a la superficie de la Tierra donde vivimos bajo el peso de las
            circunstancias los desgraciados de siempre; viaja el autor al Infinito, y
            regresa con un mensaje maravilloso y sublime: Dios ha constituido a su Hijo
            Primogénito en Rey y Señor sobre toda la Obra de sus manos, y ha puesto el
            Futuro de todas las cosas a los pies de su Hijo para que su Voluntad se haga.
             El Temor a Dios deviene Amor a su Hijo, y pues que el
            Temor se alzó como puente de relación entre Dios y su Creación, y por el Temor
            era glorificado Aquel que buscaba el Amor, queriendo dar por finalizada esta
            Relación, que no le complacía ni nunca buscó,  dice: “Glorificad a mi
            Hijo. Amadle, porque en El he puesto todas las cosas, lo mismo las de la Tierra
            que las del Cielo. Todas las cosas son nada a mis ojos y sólo en Él está mi
            vida. Nada me falta, tengo a mi Hijo; todo me sobra, en Él lo tengo todo. ¿No
            queréis temer a Dios y en el Temor fundar la Relación del Creador con su Obra,
            pues ahí tenéis a vuestro Creador, dadle todo el Amor, yo le he dado todo el
            Poder”.
   Y con todo, doblando nuestras rodillas, Dios Padre ha
            jugado con nosotros de la forma más maravillosa concebible, porque
            estableciendo la Corona de su Hijo en Su voluntad Eterna, primero arrebató con
            amor profundo al hombre para que el temor que en su Gloria no quiso para Él se
            estableciese en el Amor y por el Amor deviniese perfecto el Temor, deviniendo
            así aquel Temor por miedo al Todopoder: el Temor que viene del miedo a la
            pérdida de lo único que puede satisfacer este amor apasionado con el que la Fe
            inunda el ser del que se convierte.
             ¡No hay división entre los hijos de Dios!
             Extirpando de su Creación lo maligno, poniendo entre
            la pasión por la destrucción asesina y la pasión por la actividad creadora la
            Corona y Señorío Universal de su Primogénito, y porque lo hace: todas las
            coronas, todos los poderes, todo aquello que siendo su origen el bien y por el
            mal devinieron origen de destrucción y crimen, y quedando abolidas, Dios
            establece la Fraternidad sobre la Igualdad, quedando, en lo que se refiere al
            Poder, todos los hijos de Dios desnudos delante del Señor Universal y Rey
            sempiterno, Jesucristo.
             ¡No hay división entre los hijos de Dios!
             Y la que hubiera, habiendo establecido Dios la
            Igualdad de todos sus hijos en la Obediencia sin límites al Rey de su
            Creación,  surgiría en relación a una rebelión contra esta Igualdad. Y si
            vemos que Dios desnuda a toda su Creación -aboliendo toda corona-, vemos
            después que la división entre los siervos de Dios surge en relación al Poder,
            es decir, a las vestiduras con las que, no contentos con la Nueva Vestidura que
            Dios le da a su creación, entre ellos los siervos de Dios se pelean y demonizan
            por ... por el anillo más gordo de oro, por la mitra más llena de piedras
            preciosas, por la cuota de poder imperial más grande.
   ¡No hay división entre los hijos de Dios, pero sí
            entre los siervos del Señor!
             Los hijos de Dios tienen su gloria no en el Poder sino
            en la Libertad; los siervos no en la Libertad sino en el Poder, y de aquí que
            entre ellos exista División. Ahora bien, quien busca el Poder se rebela contra
            quien abolió todo Poder y puso todo el Poder en las manos de su Unigénito.
             ¿Y es que cómo podía ser de otra forma? Todo viviente
            no es más que polvo cósmico mezclado con un poco de agua, criaturas de barro
            que tenemos vida por el Poder del Creador de hacer que su Espíritu penetre la
            Materia y se haga carne divina. Basta un soplo para que el barro vuelva al
            barro,  el espíritu al espíritu y no quede huella ni memoria de quien, por
            un instante, se creyó algo así como un dios. Sólo por el amor que el Creador le
            tiene a su Creación, su obra, la proyección de su naturaleza en el lienzo del
            Universo, instrumento afinado sobre las notas de las estrellas, y sólo por esta
            pasión creadora lo que es un muñeco de barro cobra vida y, por el mismo amor
            hacia su criatura, ésta se vuelve hacia su Creador y la llama Padre.
   Pero la locura empieza cuando la criatura se olvida de
            lo que es y refutándose a sí misma el argumento de su Origen se atreve a pedir
            para sí lo que es exclusivo de su Creador, ¡el Poder!
             La consecuencia la tenemos a la vista y está en el
            núcleo homicida que derramando sus efectos malignos sobre nuestro Género ha
            conducido nuestra Historia al punto en el que nos encontramos. Así que superado
            el límite que el Amor tiene de esperar paciente a que la conducta del que ama
            se regenere, superado este límite de la Paciencia Sobrenatural, Dios desnudó de
            Poder a todas sus criaturas, puso todo el Poder en las manos de su Hijo, y al
            hacerlo así nos puso a todos a sus pies.
             Humillación, pero Gloria. Porque la Criatura ya
            demostró, y lo vivimos aún en nuestras carnes, que es enloquecida por el Poder.
             ¡El Poder no corrompe, el Poder enloquece!
             Y es que el Poder sólo puede estar en las manos de
            quien le pertenece, el Hijo de Dios, -como dice San Pablo-: Impronta de la
            sustancia Divina, irradiación de su Majestad, y quien, al ser Unigénito de su
            Padre tiene en su Palabra su Fuerza infinita.
             Mas la criatura, no siendo en nosotros natural el
            Poder, al buscar el Poder debemos por fuerza establecer la ley de nuestro
            Poder sobre la destrucción de aquellos sobre lo que se quiere dominar, quienes,
            por tendencia natural negándose a ser objeto de dominio, por su rebelión
            convierten nuestra ley en arma asesina y a quien lo ostenta en criminal - en
            potencia, en el mejor de los casos, y en vivo en el caso más general.
   Pero este es el pan de cada día que la Humanidad ha
            comido durante seis mil años. Y que ha dado como resultado una Teoría del Poder
            acorde a la cual el Poder, según la Ciencia, viene determinado por la
            estructura Natural mediante selección. Y, sin embargo, siendo natural es simplemente
            una incoherencia que exista la Revolución. De donde se ve que no hay peor
            contradicción que la del Ateísmo, pues si por un lado afirma la Naturaleza del
            Poder por el otro establece la Necesidad de la Revolución, que si desde el
            Poder, cual efecto de la Naturaleza tomado: la Revolución es una violación de
            la ley natural.
             Siguiendo cuya lógica quienes establecen el Poder en
            la Naturaleza, -Capitalismo -, y mediante la Ciencia bendicen la criminalidad
            extrema y alta de quien lo ejerce, convirtiendo la Locura del Poder en Cordura
            de la Ciencia, por lógica tenían que ver en la Revolución un acontecimiento
            antinatural, pues la Revolución es ante todo y sobre todo la negación del Poder
            como hecho Natural –Comunismo.
             De manera que quien establece el Poder sobre la
            Naturaleza debe por fuerza encontrar en la Revolución su enemigo nato. Y, con
            todo, observamos cómo al mantener la Revolución viva la Teoría del Poder
            Natural contra la que se levantara, y porque no buscó su abolición, determinó
            la Caída del producto de la Revolución, la URSS, que se hubiera evitado, de
            todas todas de haber procedido la Revolución a abolir el Poder, o sea, a
            establecer la Democracia una vez arrancado de las manos del Loco por el Poder
            ese arma con el que asesinaba en masa y a placer a toda una nación.
             Toda acción que busca el Poder es, en consecuencia, la
            expresión de una locura que se sirve de la necesidad para satisfacer una pasión
            antinatural. Ahora bien, seis mil años de Historia bajo las botas y el puño del
            Poder es un libro incrustado de experiencias infinitas sobre las
            transformaciones de la Teoría del Poder. Y tal vez sea por esto que el Poder
            busque, primero que nada y antes que todo, alienar la formación intelectual de
            los pueblos y del hombre, en tanto que ser inteligente, del Libro de la
            Historia Universal, no sea que aprendiendo devenga “rebelde” el ciudadano.
             Observamos igualmente que nuestra Historia ha caminado
            hacia la Civilización ordenada en el seno de una estructura Social que tiende
            ineludiblemente a la abolición del Poder y, encontrándonos en la Democracia
            como Camino hacia ese Estado Natural de Civilización, desde esta observamos
            cómo el Poder, es decir, la existencia de una Cabeza Directora Vitalicia de una
            Sociedad, conlleva el crimen de esa cabeza y su cuerpo contra el Pueblo.
             El Poder como locura es definido en una primera
            instancia por Cabezas Directoras Vitalicias de las Sociedades que para mantener
            su status no se dan límites y ejercen el Crimen y el Delito como modus vivendi.
             También observamos, para gloria de la Civilización
            Cristiana, que este Camino de Libertad del Ser Humano respecto al Poder como
            locura, que nos ha conducido a la Democracia, donde la Sociedad participa en su
            plenitud del Gobierno de sus funciones y Administra por ella misma sus
            recursos, si bien aún imperfecta en su estructura, sólo ha podido alcanzar este
            estado en el seno de la Civilización Cristiana, pues, como se entiende del
            mismo Cristianismo, que supone la Abolición de toda Monarquía y Gobierno
            Vitalicio de las personas, la Historia camina, invenciblemente, hacia la
            Democracia Cristiana como Modelo de Sistema Social, donde la Corona le
            pertenece al Hijo de Dios y los Pueblos se gobiernan autónomamente acorde a la
            Ley del Derecho Universal. De tal manera que sin Verdad no puede haber
            Fraternidad, sin Justicia no puede haber Igualdad, y sin Paz no puede darse
            Libertad, en esta realidad uniéndose el Derecho Divino y el Humano para forjar
            en la Civilización una Sociedad con vocación de Futuro sin límites.
             Y siendo éste el Futuro que llevaba en sus entrañas el
            Cristianismo de San Pablo y sus Hermanos no es de extrañar que el Imperio se
            lanzase contra ellos, si bien, por la locura de la medida, el Incendio de Roma,
            quedase como loco el ejecutor, ocultándose tras la tragedia la existencia de
            quien teniendo un conocimiento perfecto del cristianismo escatológico, le
            susurrara a los oídos de Nerón y del Senado la Necesidad de destruir “ésa Secta
            de los Cristianos”. Necesidad que yendo contra el Derecho Romano únicamente
            podía encontrar legalidad mediante un Acto terrorista de Trascendencia
            inigualable, las proporciones de cuyas consecuencias pusiera la firma del
            Imperio en un decreto de Exterminio Masivo de unos Ciudadanos contra quienes,
            en cuanto ciudadanos del imperio, era imposible proceder a una Solución Final
            que, por su mismo texto, sería una negación del espíritu del Derecho Romano.
             Este es un truco que se ha usado muchas veces a lo
            largo de los milenios. Se ha acusado, sin ir más lejos, a los USA de haberlo
            utilizado contra España en la Guerra de Cuba, hundiendo su propio barco a costa
            del enemigo futuro con objeto de tener una causa belli legítima
            ante el Derecho Internacional y el propio pueblo norteamericano. Otros han
            querido ver en el Derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York un truco de esta
            naturaleza, a fin de firmar el Congreso sobre la tragedia del momento la Guerra
            de Afganistán, supuestamente decisiva para el Gaseoducto Transiberiano,
            etcétera.
   A este lado del Atlántico en los círculos privados del
            Poder y la periferia Media ha estado circulando, hasta ayer mismo, la Teoría de
            la Conspiración del PSOE-Corona del Borbón con objeto de elevar al Partido del
            Delfín al Poder, para lo cual determinaron actos de sabotaje cuya conclusión
            fue el Atentado Terrorista de Madrid, que determinó el peso de la balanza, por
            fin, hacia el Partido del Delfín. Pero como no ha podido demostrarse y se ha
            quedado en Crimen Perfecto las cosas no han ido a más, máxime cuando el Partido
            del Delfín estaba dispuesto a enfrentarse a una Segunda Guerra Civil si la
            Conspiración quedaba al descubierto.
             Nadie puede culpar a nadie por pensar mal teniendo en
            cuenta que la Historia es un baúl de tragedias que las Coronas han llenado con
            las joyas de sus interminables crímenes y matanzas.
             Volviendo al Pasado, en el caso de Nerón tenemos que
            la Escatología Jesucristiana difícilmente hubiera podido alcanzar sus orejas de
            no haberle abierto los ojos a la Doctrina del Reino Universal alguien que
            conocía a los cristianos perfectamente y había escuchado con sus orejas “esa
            doctrina misteriosa, perfecta, escondida, hablada entre los perfectos”, es decir,
            alguien que estuvo entre los cristianos y fue uno de ellos.
             Quién sea el candidato es una operación difícil de
            determinar desde las pruebas, pero fácil de descubrir desde las coincidencias y
            los hechos. En otro sitio tocaremos este tema con más rigor.
             Lo que es evidente, y ya que el Incendio de Roma
            determinó la clase de muerte del autor de la Epístola a los Hebreos, es que el
            Senado Romano aceptó la hipótesis de la Conspiración Cristiana porque tuvo
            conocimiento perfecto de la Naturaleza Monárquica Divina del Cristianismo y
            puso su firma bajo la del Emperador, y sólo después de esta unidad de acción se
            procedió al Incendio de Roma. Pues el Cristianismo, como se ve por las Cartas y
            Epístolas de los Apóstoles, mantuvo una política de Silencio Público sobre sus
            Fines Escatológicos, a la vez que se sometió a las Leyes Civiles, como quien
            deposita en las Manos de Dios lo que Dios determinó llevar a cabo. Ninguna
            acusación podía llevar ante los Tribunales una Solución Final Anticristiana
            sobre las bases de una desobediencia civil, y únicamente en razón de la
            Abolición del Imperio que implicaba la Victoria de la Cristiandad podía servir
            de argumento para legitimar lo que desde el Derecho era un delito contra la
            Legalidad.
             Ahora bien, estamos tratando con Profetas, pues el
            “espíritu de Jesús es el espíritu de la profecía”, y en tanto que conocedores
            de antemano de las medidas que iban a tomarse contra Ellos, los Apóstoles
            prepararon el Advenimiento de la Persecuciones en el seno de la Doctrina sobre
            la Parusía, doctrina que, habiendo sido formada en el más íntimo de los
            secretos, ha mantenido al futuro en confusión constante. Será, desde esta
            Parusía Profética, que se escriben las Epístolas y en todas ellas vibre el
            sonido de la Voz que recorrerá Roma en el Día de la Bestia.
             Olvidar este constante caminar hacia el Fuego de las
            Persecuciones, en las que la Generación de la Primera Cristiandad sellaría la
            Nueva Alianza de Dios con la Plenitud de las Naciones Cristianas, cuando se lee
            sus Cartas, es un error tremendo. Quienes lo hicieron y se pusieron ellos como
            destinatarios, cometieron una manipulación aberrante del texto, cuya
            consecuencia sería “la Fe sola”, por ejemplo.
             San Pablo, sobre todo San Pablo, porque fue el
            mensajero de una Solución Final abortada de los Judíos contra la Iglesia en
            pañales, y porque venía de las filas del enemigo, conocía mejor que nadie que
            más tarde o más temprano el Judaísmo Anticristiano encontraría la forma de
            hacer llegar su Mensaje de Exterminio Total de los Cristianos no a un simple
            gobernador sino al mismísimo emperador. Y de esta manera, siendo para los
            Judíos lo que Flavio Josefo fue para los Cristianos, San Pablo tuvo sus ojos
            puestos en la Parusía, en el Gran Sacrificio de los cientos de miles de
            “corderos llevados al matadero”, y pensando en legar la esencia de la Doctrina
            Apostólica sobre la Iglesia a las generaciones que les sucederían y vivirían el
            Triunfo del Cristianismo sobre el Imperio, condensó en pocas palabras una
            Sabiduría cuyos discursos provocaba que se cayesen por las ventanas incluso los
            más dignos discípulos.
             Si en su Carta a los Romanos se derramó con el corazón
            profético puesto al desnudo, en su Epístola a los Hebreos el espíritu que clama
            Victoria y jalea la Coronación de Jesucristo como Rey, elegido por Dios para
            Servirle como Rey de su Reino Universal, no puede contenerse y se sale de
            madre, escribiendo:
             
             Pues ¿a cuál de los ángeles dijo alguna vez: “Tú eres
            mi Hijo, yo te he engendrado hoy?”; y luego: “Yo seré para El padre, y El será
            Hijo para mí”. Y cuando de nuevo introduce a su Primogénito en el mundo dice:
            “Adórenle todos los ángeles de Dios. De los ángeles dice: “El que hace a sus
            ángeles espíritus y a sus ministros llamas de fuego. Pero al Hijo: “Tu trono,
            ¡oh Dios!, subsistirá por los siglos de los siglos; cetro de equidad es el
            cetro de tu reino. Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por eso te
            ungió Dios, tu Dios, con óleo de alegría sobre tus compañeros.” Y: “Tú, Señor,
            al principio, fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos
            perecerán, pero tú permaneces, y todos, como un vestido, envejecerán, y como un
            manto los envolverás, y como un vestido se mudarán; pero tú permaneces el
            mismo, y tus años no se acabarán”.  ¿Y a cuál de los ángeles dijo alguna
            vez: “Siéntate a mi diestra, mientras pongo a tus enemigos por escabel de tus
            pies?”.  ¿No son todos ellos espíritus administradores, enviados para
            servicio en favor de los que han de heredar la salud?
   II
             La Invención del Cristianismo
              
                 Observamos en el Texto del Evangelio una contradicción
            apoteósica, fenomenal, misteriosa e intrínsicamente sobrenatural, y de aquí
            que, quienes no pudieron penetrar su misterio y sólo tuvieron la espada para
            desenredar el nudo gordiano del Jesucristianismo, imitasen al célebre Alejandro
            Magno, pues la violencia, además de ser el recurso de los ignorantes, es la
            respuesta más a mano que se tiene y siempre es la primera que le viene a la
            cabeza al necio. Se ha perdido el significado de la necedad y apenas hay quien
            comprenda su verdadero sentido, pero su vigencia forma parte del vestuario de
            la Historia y representa la ignorancia que se cree “sabelotoda”. Punto éste
            que, sin saber nosotros cómo pero siendo un hecho, hizo de la Filosofía su
            anfitrión y parasitando simbióticamente el sabio y el necio en el mismo
            raciocinio finalmente condujo a la Filosofía a la tumba del pensamiento
            omnipotente de la Razón, caída que anunció la muerte del filósofo y dio paso a
            la Necedad como Ciencia.
             En el caso de los Judíos la Sabiduría de los Profetas
            y los Patriarcas dio paso a la Necedad como modus vivendi sacrum, y
            siendo solo natural que la Sabiduría y la Ignorancia no puedan vivir juntas era
            del todo normal que persiguiesen, juzgasen y condenasen a Jesucristo. Lo
            contrario hubiera sido un milagro y una prueba rotunda y catastrófica contra la
            doctrina de la imposibilidad de convivencia, ni pacífica ni violenta, entre
            Ignorancia y Sabiduría.
             Y la contradicción jesucristiana se describe por la
            Letra de la forma que sigue.
             
             Por tanto, es menester que con la mayor diligencia
            atendamos a lo que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Pues si la palabra
            promulgada por los ángeles fue firme, hasta el punto de que toda transgresión y
            desobediencia recibió justa retribución, cómo lograremos nosotros rehuirla, si
            tenemos en poco tan gran salud, que, habiendo comenzado a ser promulgada por el
            Señor, fue entre nosotros confirmada por los que le oyeron, atestiguándola Dios
            con señales, prodigios y diversos milagros y participaciones del Espíritu
            Santo, conforme a su voluntad? Que no fue a los ángeles a quienes sometió el
            mundo venidero de que hablamos.
               
             Observamos en el Texto del Evangelio - tomado como
            relato, independientemente de su género y excepcionalmente tomado como libro -
            contemplamos la andadura de un Ser Omnipotente cuyo Poder está en su Palabra y
            le basta abrir la boca para hacer realidad cualquier deseo que le venga al
            alma. El autor, y considerando, por el bien del relato, que no es creíble la
            existencia de un Ser de estas propiedades por la vía natural sola, introduce la
            idea del Hijo del Dios de los Hebreos, que se hace hombre y una vez hecho
            hombre actúa en consecuencia con el Poder Infinito de su Dios y Padre. Y
            siguiendo este Argumento nos presenta a ese Hijo del Dios de los Hebreos
            haciendo de toda enfermedad y patología una sencilla operación de dos más dos cuatro
            más dos seis y sigue sumando, por la visión de este Poder inspirando nuestra
            imaginación con lo que un hombre con ese Poder pudiera hacer.
             Según la imaginación inspirada por el Texto -
            independientemente, insisto, de su género - le hubiera bastado al Héroe del
            Relato Jesucristianocoronarse, ponerse al frente de las Muchedumbres y
            lanzarlas a la Conquista del Reino Universal. ¡Qué ejército hubiera podido
            resistir el ataque de un rey al que le bastaba abrir la boca para hacer
            descender fuego del cielo, y ordenarle a las montañas que se apartasen de su
            camino, y a los vientos levantarse pues que podía calmarlos!
             La imaginación que, contra los modernos, siempre ha
            existido, y a pesar de tanto listo siempre ha sido la musa de los genios, se
            encendió en las masas y, viendo el resultado de la Batalla entre el Reino del
            Hijo de David y el Imperio -si Jesucristo aquel Hijo de David- no dudó en,
            pidiéndole ser rey, clamar por la Guerra.
             Y la contradicción surge del No del Héroe del Texto.
             ¿Por qué no? ¿No era Él el Hijo de David? ¿Y no le
            había legado al Hijo de David el reino universal el Dios de los Hebreos? ¿No
            eran ellos Hebreos? ¿Por qué No?
             ¿Qué hijo de hombre de encontrarse con ese Poder de
            abrir la boca y hacerse tal cual, al instante no la abriera para además de
            acabar con todas las enfermedades del mundo, y, naturalmente, acabar con todos
            los Poderes Homicidas que gobiernan la Tierra, y, erigiéndose en rey universal,
            proclamar la Paz Universal sobre el Fundamento de una Justicia Todopoderosa
            gobernada por el Espíritu de una Verdad sempiterna?
             El No del Héroe del Texto a la Corona de David no
            tenía sentido ninguno para las muchedumbres. Y tampoco para los poderes del
            Templo.
             ¡No!, ¿pero por qué no? ¿Acaso no decía la Escritura
            Profética sobre el Hijo de David:
             
             “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el
            hijo del hombre para que tú le visites? Hicístele poco menor que a los ángeles,
            coronástele de gloria y de honor, todo lo pusiste debajo de sus pies.”
               
             Tanto más legítima la Guerra Final del Hijo de David
            cuanto que el Rey, al igual que el Adán aquél que descubriera la Fuente de la
            Juventud Eterna en el fruto del Árbol de la Vida, su Hijo, el Hijo de Eva de la
            Profecía, venía investido de un Poder Sobrenatural, sólo imaginable en el
            mismísimo Dios, quien diciendo, así se hace. Y Amén.
             Es de imaginar la excitación de las muchedumbres
            cuando las Multiplicaciones de los panes y los peces. El Hijo de David había
            nacido por fin y a Él le pertenecía la Corona de Jerusalén, y a Jerusalén la
            pertenecía el trono del Mundo. Y amén.
             “Rey, Rey, Rey”. Aún resuena el eco del grito de las
            muchedumbres por las colinas de Israel.
             Pero el Héroe del Texto deviene el Villano del Relato
            al pasar la página. Tras un simple movimiento de dedo la felicidad que se
            adivina en el encuentro del Rey Mesías con el Pueblo Hebreo, y que hiciera
            vibrar las líneas durante los primeros capítulos con el ritmo del corazón que
            estuvo en coma y volviendo a la vida respira recordando el túnel del que
            acababa de salir, poco a poco, paso a paso, golpe a golpe, verso a verso, el
            Héroe se va quitando sus galas y se va quedando desnudo hasta caminar al
            Gólgota, donde levanta los brazos y se deja crucificar como si se tratase de un
            vil maleante. De pronto el relato nacido con vocación de Epopeya reniega de su
            vocación y se viste de drama, de tragedia. Y todos, lo mismo unos que otros,
            todos se quedan en las tinieblas con una pregunta en los labios: ¿Por qué?
             Y un Lector se levanta y responde:
             
             Pues al decir que “se lo sometió todo,” es que no dejó
            nada que no le sometiera. Al presente no vemos aún que todo le esté sometido,
            pero sí vemos al que Dios hizo poco menor que a los ángeles, a Jesús, coronado
            de gloria y honor por haber padecido la muerte, para que por gracia de Dios
            gustase la muerte por todos. Pues convenía que aquel para quien y por quien son
            todas las cosas, que se proponía llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase
            por las tribulaciones al autor de la salud de ellos.
               
             Y entramos ya en el Pensamiento de Cristo, es decir,
            en la Cabeza de ese Héroe que nació para vivir el papel del Villano. ¿Qué
            queréis, pan para hoy y hambre para mañana? ¿No es mejor aguantar el hambre por
            un poco si no se vuelve a pasar hambre ya jamás?
             Es fácil pasar por el infierno cuando se ignora el
            tiempo del viaje y las penas y fatigas que han de dejarse atrás, y aunque la
            llama de la esperanza mantenga a raya el fuego de los males que han de vivirse,
            y como para todo hay un fin, nunca podrá compararse este sufrimiento y constante
            estado de lucha con el del que sabe por qué camino debe pasar, cuántos palos se
            va a llevar y cuánto tiempo durará el viaje. Es como si el héroe de una
            Tragedia tomase consciencia de su existencia en el instante del punto y final y
            debiera volver a pasar por el prólogo pero esta vez conociendo línea por línea
            la historia de su vida. Ni ya el pan es el mismo, ni el agua le sabrá igual.
             Cuando, pues, los genios estudiando la Biblia
            entendieron que el Antiguo Testamento es el Guión que se debía aprender el Héroe
            del Nuevo, de tal manera que hasta su mismo sueño estaba escrito, y no creyendo
            que el ser humano pueda vivir semejante suplicio, y de hecho no hay nadie en el
            mundo que nazca sabiendo, y calibrando que tal era imposible, levantaron el
            falso testimonio de haber sido escrito el Guión Jesucristiano post
              morten. Caía Nínive y escribían los Hebreos: “Ya lo dijo Dios”, de esta
            manera engañándose a sí mismos y engañando al mundo, al menos intentando
            engañar al mundo con la existencia de un Dios capaz de leer en el Futuro con la
            naturalidad que nosotros leemos un libro.
             Los Apóstoles, siendo discípulos de esa Escuela de
            “Falsificadores”, le inventaron a su Rabí de Nazaret un Guión en el que
            mezclaron la Idea de los Hebreos sobre el Hijo de David con la Concepción de la
            Divinidad que se forjaron en sus sueños más novelescos. El resultado, un Héroe
            nacido de Dios y Mujer, que conserva todos los Atributos de su Padre y todos
            los de su Madre, por el Espíritu es el Hijo de Dios y por la carne el hijo del
            Hombre. Y muere pero no puede ser retenido por la Muerte, y Resucita guardando
            de esta manera el Autor la Coherencia entre el Principio y el Fin
             Como escritor, hay que confesarlo, el Autor del
            Evangelio escribió el libro más vendido del mundo, su composición rompe todos
            los moldes, su estructura literaria se sale de todos los géneros, se alza único
            en su especie. Tanto más maravilloso el fenómeno jesucristiano cuanto el Autor
            era -desde el punto de vista de la Historia de las Letras y de las Ciencias- un
            verdadero analfabeto.
             Pero al contrario que el Autor del Evangelio, el autor
            de la Carta a los Hebreos no lo era, por hablar entre colegas, un cateto. Saulo
            era un cerebro cultivado en la filosofía del judaísmo de su tiempo. Digamos a
            favor de sus compatriotas que no fueron los cristianos los primeros que
            aprendieron a dominar las armas “del enemigo” a fin de desarmar al enemigo. Los
            Hebreos fueron los primeros que usaron las ciencias clásicas para vencer a los
            griegos con sus propios argumentos. Vivían entre Griegos. La separación radical
            entre Griegos y Gentiles, exceptuando cuatro rabinos y medio, no era conocida
            en los días de los Romanos. No fue sino como consecuencia de las Persecuciones,
            que los Hebreos comenzaron a distanciarse de los Gentiles cuando los Gentiles
            se hicieron Cristianos. Y cuando los Cristianos devienen Imperio la separación
            devino abismo.
             Saulo se enfrenta a los Cristianos desde el Judaísmo y
            desde el Cristianismo Pablo se enfrenta a los Hebreos plenamente consciente de
            que el Judaísmo era el mal de los Hebreos y la Salvación de los Hebreos estaba
            en el Cristianismo. Desde su Pensamiento el Judaísmo era el resultado de una
            acumulación de errores que en lugar de dar marcha atrás y caminar hacia la
            verdad, el Judaísmo fue arrastrando a los Hebreos hacia ese abismo en el que se
            hundirían los Judíos y en cuyo fondo estaba el Holocausto.
             ¡Pan para un mañana que nunca se acabará y hambre para
            un día que se va como agua entre los dedos!, fue la respuesta de Pablo al
            “Porqué” resonando en los desiertos de Judea desde el Calvario:
             
             Porque todos, así el que santifica como los
            santificados, de uno solo vienen, y, por tanto, no se avergüenza de llamarlos
            hermanos, diciendo: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la
            asamblea te alabaré”. Y luego: “Yo pondré en El mi confianza.” Y aún: “Heme
            aquí a mí y a los hijos que me dio el Señor”. Pues como los hijos participan en
            la sangre y en la carne, de igual manera El participó de las mismas para
            destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al
            diablo, y librar a aquellos que por el temor de la muerte estaban toda la vida
            sujetos a servidumbre…
               
             ¿De qué le vale al Hombre alcanzar la Inmortalidad si
            su Ser deviene refugio de un Mal infinitamente más dañino, quedando expuesto su
            espíritu a una enfermedad infinitamente más maligna? ¿Es que acaso el Diablo no
            fue un hijo de Dios? ¿De qué nos vale Paz para hoy y Guerra para mañana y el
            siguiente? Y del otro lado, desde el Autor del Texto, ¿cómo podría entender un
            Rey a su Pueblo si desconoce la causa por la que el Hombre no puede vivir un
            Guión escrito? ¿No era lógico que buscando hacer comprender a su Hijo la
            naturaleza de Su creación, Dios lo hiciese hombre para que por el ser y no por
            las palabras comprendiese por la experiencia lo que jamás comprendería por la
            teoría?
             Cierto, dicen algunos que toda experiencia puede ser
            expresada en palabras, pero lo dicen quienes apenas si han vivido más
            experiencia que la del animal doméstico. Hay dolores que no se comprenden hasta
            que se viven, y alegrías que no se entienden sino pasando por ellas. Lo otro,
            comprender sin vivir, es de necios. Y llegando a este extremo creo haberle dado
            un sentido más profundo a término sobremanera heretizado por el Poder Político
            dada la Necedad que existe en la estructura de acceso al Poder, donde vemos que
            la mediocridad es la condición sinequanon del éxito. La
            primera premisa para ser político es la apariencia de saberlo todo, que
            finalmente, con el hábito, produce el efecto psicoanalítico parasimpático de
            creerse el propio necio que de verdad lo sabe todo. Y claro, así le va a la
            Democracia.
             Volviendo a Pablo, nuestro sujeto, si el lector en
            Saulo, siendo judío, respondió al texto como quien era arrastrado por la fuerza
            secular que desde muy antiguo conducía a la nación de los Israelitas al abismo del
            Holocausto, el Hebreo en Pablo respondía a la Lectura del Texto Sagrado con el
            espíritu del jesucristianismo más profundo, y, hasta digamos, transgrede por
            escrito lo que por la palabra les estaba prohibido a todos los Apóstoles, a
            saber, dar a conocer el misterio del Reino de los cielos al público. Y sin
            embargo es porque los destellos de aquella “sabiduría misteriosa, prohibida,
            hablada solamente entre los perfectos” se le escapaba de las manos como luz
            imposible de ser comprimida, apagada, que los siglos futuros, siendo dominio de
            necios, quisieron acusar a Pablo de ser el inventor del cristianismo.
             La invención del cristianismo, en cuanto movimiento
            literario, reduciendo a un libro su cuerpo, fue obra de los Apóstoles, fruto de
            cuya Predicación fuera el mismo Pablo. Porque si es el mismo Héroe del Libro
            quien se le aparece para la Salvación de los Cristianos, Saulo no escucha la
            Doctrina de los labios de Jesús sino de sus Discípulos. De manera que el
            argumento de la invención del cristianismo por San Pablo fue
            un discurso de necios que no prueba más que la facilidad con la que el Dinero y
            sus Sabios se acuestan con cualquiera que les toque el trasero.
             ¡Cuál sea el Misterio del Reino de los cielos cuyos
            secretos les estaba prohibido dar a conocer al público “en público”, siendo de
            cara a la galería el discurso de los Apóstoles el que sigue:
             
             Pues, como es sabido, no socorrió a los
            ángeles, sino a la descendencia de Abraham. Por esto hubo de asemejarse en todo
            a sus hermanos, a fin de hacerse Pontífice misericordioso y fiel en las cosas
            que tocan a Dios, para expiar los pecados del pueblo. Porque en cuanto El mismo
            padeció siendo tentado, es capaz de ayudar a los tentados.
             
             ¡Cuál sea ése misterio! lo desentrañaremos un poco más
            adelante según vayamos abriéndonos paso por el bosque de los siglos hasta
            plantarnos en Pensamiento delante del autor de esta Epístola.
             
 III
             EL FUTURO DEL JUDAÍSMO Y DE LA IGLESIA
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