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EL EVANGELIKOM

APERTURA DEL TESTAMENTO UNIVERSAL

DE CRISTO JESÚS DE YAVÉ Y SIÓN

 

CAPÍTULO CUARTO

 

EL ESPÍRITU DE YAVÉ

 

“Espíritu de Sabiduría e Inteligencia,

de Entendimiento y Fortaleza,

 de Consejo y Temor de Dios”

 

 

Dice Dios en su Libro que al Principio ÉL engendró al Hombre a la imagen y semejanza de su Hijo. Y al igual que su Hijo es el Señor entre todas las criaturas que le rodean asimismo creó al Hombre para dominar sobre todas las criaturas de su mundo. Y sigue diciendo Dios en su Libro que la gloria del ser humano fue objeto de la envidia de otro miembro de la Casa de los hijos de Dios, quien, siendo malvado, deseó ese poder de unir todas las almas en un sólo Pensamiento mirando a moverlas a su antojo criminal en el tablero de su concepción infernal de la Creación.

Pero no adelantemos acontecimientos. Saltar del Principio Inmaculado del Pensamiento del Creador del Universo a la Mente Perversa e Infernal de quien se atrevió a amenazar al propio Dios y Señor del Cosmos con la destrucción de nuestro mundo de no arrodillarse ÉL ante su voluntad satánica, Amenaza que vemos al Dia de Hoy registrada en la Casa de Satán del Norte, por la boca de cuyo hijo demoníaco estamos asistiendo al Replay de Satán delante de Jesús, pero esta vez el rey del Infierno sostiene una quijada de asno nuclear, con la que amenaza al Rey de los Cielos de destruir su Casa en el Hombre de no ponerse de rodillas ante su majestad satánica y adorarle.

 Independientemente de lo que se crea, el Miedo es al Ateo y al Cobarde su alma, porque a la hora de la Verdad el Ateo como el Cobarde son las dos caras del mismo rostro; el Cobarde se esconde detrás de la máscara del Ateo para permitir el Fratricidio y justificar su ponerse de rodillas delante de Satán. Ni que decir tiene que la Cobardía proviene del Miedo a la Muerte. Y que el alma del Valiente tiene sus raíces y es alimentada por la Fe de Aquel Hombre que le respondió al señor y padre del Satán del Norte : “VADE RETRO SATANÁS”. Respuesta en la que se funda nuestra Total y Absoluta Confianza en la Victoria del Rey de los Cielos contra el Rey del Infierno. Respuesta dada por Amor a nosotros, pues le hubiera bastado al Rey de los Cielos una sola mirada para que aquél energúmeno, que se atrevió a  pedirle al Hijo de Fios que se arrodillara delante de sus patas de bestia, hubiese sido reducido a polvo. Pero amando la Sabiduría de su Padre más que la Fuerza de su propio Brazo, el Rey y Creador de los Cielos se limitó a la Obediencia  a la Voluntad de su Dios, YAVÉ, quien tenía la Salvación de su Creación entera, tanto la de su Mundo como la del nuestro, en el horizonte de sus ojos.

Habiendo hecho el Camino estrecho y largo a  que el Pueblo Cristiano fue llamado a superar en los dos próximos milenios, la Mirada de Dios siempre puesta en la Batalla Final apocalíptica por la Salvación Universal de la Plenitud de las Naciones de la Tierra, y encontrándonos todos delante del hijo de Satán, armado con una quijada de asno nuclear, jurando por su gloria que o nos arrodillamos ante EL o seremos todos destruidos, la Casa de Cristo sólo tiene una palabra :

“VADE RETRO SATANÁS; así como tu padre tú, ¿qué te has creído?, el Infierno es la Morada de tu padre demoníaco y a allí serás desterrado de no bajar  el brazo”.   

 Más allá de la Duda y la Confusión, establecidos en la Fe Divina sobre la Victoria del Rey de los Cielos debemos mirar al Dia después del Apocalipsis que ya estamos viviendo. El Fin de un Periodo es el Principio de otro. Una Edad se sucede a la Otra, pero la Era de Cristo continuará viva por la Eternidad entre Nosotros. LA Edad de nuestro Mundo en la Eternidad  tiene su Principio en el Nacimiento de quien nos rescató de las brazos de la Muerte y nos ha conducido de la mano a la Puerta del Paraíso de Su Padre. En nosotros no cabe el Miedo de los Cobardes: ¡El que quiera morir que muera! Quien no tenga valor para abrazar la Vida Eterna como un Hecho Existencial Invencible que siga  retando a Dios, al Rey y a su Casa a vida o muerte. Como se limpia el polvo del camino cuando el viento desciende y barre los tierras, así los enemigos de la Casa del Rey serán  borrados del Libro de la vida; quien ataca la Casa del Rey ataca la Casa de Dios, SU Padre. ¡Cómo podría nadie mantenerse pie delante del que con su Brazo destruyó un Cosmos y levantó Uno Nuevo en el que el árbol de la Vida  de los Mundos da frutos de eterna! Quien no baje las armas, perecerá.

Así pues, el Evangelio dice que como Jesús no empujó a Judas a traicionarle, aunque sabía que la traición rondaba su corazón, Dios también conoció la posibilidad de la traición de Satán, y para mantener lejos el pensamiento de la acción puso entre el Hombre y todos sus hijos una Ley por la cual fuera quien fuese quien interviniese en el destino del Hombre lo pagaría con el Destierro de su Reino. En cuanto Padre, Dios creyó que ninguno de sus hijos se atrevería a convertir en sabiduría la locura de declararle la guerra a su Voluntad, y olvidándose de todo lo pasado comenzarían una nueva Era, en la que, efectivamente, siendo el Hombre la criatura más frágil del universo tendría la Gloria de quien con su Pensamiento mantiene en la Unidad a todas las criaturas del Universo. Porque si la Gloria de cada hijo de Dios tiene su propia herencia, la del Hombre fue la Sabiduría.

Ninguna palabra que podamos lanzar a las olas puede describirnos las propiedades de esta Herencia mejor que las escritas por Salomón, hijo de Adán:

“En ella hay un espíritu inteligente, santo, único y múltiple, ágil, penetrante, inmaculado, claro, inofensivo, benévolo, agudo, libre, bienhechor. Amante de los hombres, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra en todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles. Porque la Sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve, se difunde su pureza y lo penetra todo; porque es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria del Dios Omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella. Es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su Bondad. Y siendo una todo lo puede, y permaneciendo la misma todo lo renueva, y a través de las edades se derrama en las almas santas, haciendo amigos de Dios y profetas; que Dios a nadie ama sino al que mora con la Sabiduría. Es más hermosa que el sol; supera a todo el conjunto de las estrellas, y comparada con la luz queda en primer lugar. Porque a la luz sucede la noche, pero la maldad no triunfará de la Sabiduría”.

Dios forjó la mente de su hijo Adán entre lirios y azucenas cultivados en los jardines del Conocimiento de la Ciencia de la Creación; pero a la hora de hablar de la mentira, del engaño, del falso testimonio, de la traición, de la envidia, de la ambición, de la crueldad, de la violencia, de la guerra, de la injusticia, de la corrupción, en definitiva, de la Ciencia del Bien y del Mal : el Primer Hombre era como un niño, tenía el alma de un niño, de ese Niño que con sólo doce años irrumpió en el Templo de Jerusalén e hizo callar a todos los sabios de Israel.  Adán era puro amor por Dios; vivía de la Palabra de su Padre Divino, su Palabra era su alimento, su pan, su vino, su aire, el Aliento que engendró en él un hijo de Dios a la imagen y semejanza del Primogénito de los hijos de Dios. La sola Idea de apartarse de la Sabiduría y el Camino que para el Género Humano había  dibujado SU Dios en su Alma, esa idea le era mental y materialmente inconcebible; y lo era con la naturaleza del niño que adora a su padre y se siente amadísimo por su padre. Aquel Primer Hombre conocía la Ciencia del Bien y del Mal como el niño sabe que la electricidad mata, pero nunca ha metido los dedos en un enchufe, ni necesita meterlos para saber que una descarga eléctrica mata, su padre se lo ha dicho, la palabra de su padre es amor de ley, y no necesita vivir la experiencia para descubrir en el valor de la palabra del padre al que adora la naturaleza del conocimiento. NO en vano dice  Dios de su hijo Adán: “Tanto le amé que me subí a la Cruz para rescatarlo de la Muerte”.

LO escrito, escrito está. “Toda gloria, todo poder, toda sabiduría, todo señorío es del Hijo de Dios. Tú-Dios con Nosotros JESÚS”. ¿Dónde pues el Miedo al hijo de Satán? ¿A qué  no presentarle cara y decirle “vas a morir”? ¿NO es Dios quien  despliega su Reino, el Rey a la cabeza, para conducir la Plenitud de las Naciones de la Tierra a su Vida? ¿Si limitado en su Poder el Rey ha mantenido su Casa de pie, ¿quién podrá mantenerse Hoy de pie cuando ÉL se levanta?

Este es Día de Gloria y Futuro sin límites; la Puerta fue abierta, el horizonte al otro lado es la Eternidad. El Cobarde que no quiera vivir eternamente, que no viva. EL loco que se cree que puede poner de rodillas al Rey de los Cielos será respondido acorde a su locura. Bella es la Aurora que se alza sobre este Milenio, a cuyo horizonte  cayendo en el abismo se agarran los fantasmas del Pasado, los enemigos de las Verdad, de Dios y del Rey; pero el que quiera vivir, vivirá para siempre, pues todas las naciones fueron encerradas en la Violencia del Bien y del Mal, ante todas ha abierto Dios una Puerta: la Corona de su Hijo, el que  pegue en la Puerta y se arrodille ante el Rey, entrará y vivirá días que no se acaban nunca, días que cruzan el horizonte de la eternidad. Pues Dios no quiere que su Creación sea destruida ni sus criaturas sean desterradas de su Creación, sino que todas vivan y encuentren su Morada en el Reino de su Hijo. ¿Por qué pues hombres os miráis la barriga?, alzad los ojos a los Cielos y dad gloria al Rey que Dios le ha dado a todos los pueblos de su Creación.  

Recordemos pues el Origen del Mal en nuestro Mundo.

La mente del ser humano fue forjada en el espíritu del Verbo: a imagen y semejanza de la de su Creador la Palabra del Hombre es ley para sí mismo. Imagen su palabra de la de su Creador, Padre y Dios, la palabra del Primer Hombre fue ley para sí mismo. El Hombre no hablaba en vano, su Palabra era verdadera. Creado a la Imagen y semejanza de Dios la palabra del Hombre era oro de ley. El uso de la Palabra como arma de engaño y destrucción del prójimo era una abominación para el Hombre creado a la imagen y semejanza de su Creador y Padre, Dios. Aquel hijo de Dios, el primogénito de los hijos de Dios entre los hombres, era el Alma de la Verdad Divina hecha carne. La sola Idea de  poner en Duda el Pensamiento Divino del que su ser se nutría era un dimensión para él desconocida. Aquella Primera Generación humana no concebía la existencia de una dimensión en la que la Naturaleza Divina  no se correspondiese a la Realidad inscrita en su ser. El Pensamiento de la Criatura nace y se alimenta de la Fuente Divina. “Dios es Padre, Dios es Amor de Padre” esta fue la confesión del Primer Hombre y su Generación. ¿Puede imaginar un hijo, amadísimo de su padre, un futuro en el que ese padre suyo de la noche a la mañana se transforme en un monstruo devorando a su niño amado?

Y sin embargo esto es precisamente lo que vino a vivir en primera instancia aquel hijo de Dios que conocemos como padre de Cristo, y llamamos Adán, padre de la nación de Israel. Coronado sobre todas las ciudades del Primer Reino de Mesopotamia, en un abrir y cerrar de ojos la tierra se abrió bajo sus pies y el fuego del infierno de la guerra civil devoró los cimientos de su trono. ¿Qué había pasado? ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo el movimiento de expansión hasta las cuatro regiones del mundo, para el que había sido engendrado por Dios, de pronto se había hundido en Guerra Civil? La Fuerza que había sido invitado a usar para expandir su Reino a todos los pueblos de la Tierra se había vuelto contra su propia corona. ¿Qué había pasado?

Bueno, ya conocemos la HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO; por ella sabemos la verdad: todo lo que hacía falta para engañar a Adán era hacerse pasar “por quien viene en nombre de Dios”.

Esta simple trampa significaba, para quien utilizase la Ignorancia de su prójimo, en este caso Adán, hijo de Dios, declararle la guerra al mismísimo Dios, exponerse al Destierro ad eternum de su Reino, pero ¿qué era preferible -se dijeron los conjurados en la Traición de la Serpiente- vivir en un mundo donde la Verdad, la Justicia y la Paz gobiernan el universo, o morir luchando por la transformación del Universo en un Olimpo gobernado por dioses todos más allá de la Justicia?

Esta estructura perversa y maligna de pensamiento dio lugar a la Caída de Adán.

Pero no a la destrucción del Hombre. Un guerrero demoníaco, un asesino curtido en crímenes se había alzado contra un niño y había utilizado su muerte como hacha para declararle la guerra al padre de ese niño. La Biblia dice que traspasado su corazón por la lanza de la traición, Dios se vistió de guerra y alzando su Brazo al Cielo juró delante de toda su Casa, por su gloria y nombre, que acabaría con todos sus enemigos, no dejaría cabeza sobre cuello.

“Ciertamente yo alzo mi mano al Cielo y juro por mi eterna vida; cuando yo afile el rayo de mi espada y tome en mis manos el juicio, yo retribuiré con venganza a mis enemigos y daré su merecido a los que me aborrecen, emborracharé de sangre mis saetas y mi espada se hartará de carne, de la sangre de los muertos y los cautivos, de las cabezas de los jefes enemigos” dijo.

Dice también la Biblia que los asesinos de Adán se rieron de la amenaza de Dios. Pero lo que no dice la Biblia es que las consecuencias de la Traición de la Serpiente le abrieron los ojos a Dios y, viendo, descubrió a su verdadero enemigo, la Muerte. Una Muerte de la que en su inocencia Él se declaró su enemigo el día que revolucionó la Realidad con su deseo de creación de vida inteligente a su imagen y semejanza, sobre lo cual ya estaréis al corriente después de haber leído la Historia de Jesús.

La Vida y la Muerte formaron parte de la estructura de la Realidad desde el principio sin principio de la Increación. Sin destruirse a sí misma la Increación no podía extirpar de su cuerpo una Fuerza Ontológica que le era natural desde el Principio sin principio de la Eternidad. Pero esta era la Revolución que Dios desató en el Infinito al concebir una Nueva Realidad. Inconsciente sobre las consecuencias cósmicas de su Revolución y, ante la imposibilidad de hacer que Dios renunciase, la Muerte buscó la forma de coexistir en la Creación de Dios. Primero tentó a Dios con el fruto de la Ciencia del Bien y del Mal y cuando Dios lo rechazó levantó su Infierno contra la obra de sus manos. Como no pudo hacerle desistir de su Deseo atacó directo al Corazón, buscando ahogarle en el pozo de una Soledad sin fondo. Pero lo mismo esta vez que durante la anterior la Vida se adelantó a sus planes transformando el Mal buscado en un Bien encontrado: la transfiguración del Único Dios Verdadero en el Padre y el Hijo.

La explosión de alegría sobre la que a partir del Nacimiento del Hijo quedaron establecidos los nuevos fundamentos del Nuevo Universo le sirvió a la Muerte de pantalla tras de la que esconderse y esperar su momento. La Vida le ofreció a Dios su fruto, el Cielo, y Dios la amó. La Muerte le ofreció el suyo, el Infierno, y el Espíritu Santo que estaba en Dios lo rechazó. Agazapada, al acecho, encontró su momento durante la primera Semana de la Creación. Aprovechando las Eras de Regencia de su Imperio por la Casa de Yavé y Sión la Muerte contraatacó, conquistó con el fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, que es la Guerra, a una parte de los hijos de Dios y sumió al Paraíso bajo las olas de su Infierno. Por dos veces la Guerra se hizo.

A raíz de las Dos Guerras del Cielo -sobre las cuales habréis leído un resumen en la Tercera Parte del Corazón de María- y a consecuencia de ellas, fue abriendo Dios los ojos a la existencia de una Fuerza que estaba actuando en su Creación y la estaba volviendo loca. Pero atribuyendo las causas a la soledad y al aislamiento de sus hijos durante los Periodos Creacionales revolucionó la estructura de su Mundo de la forma que habréis leído en la Historia de Jesús. La primera de ellas consistió en la transformación de la Creación en un Espectáculo abierto a todos los Pueblos del Universo, y la segunda medida fue darle a su Hijo Primogénito el papel de la Estrella de ese Espectáculo. De donde se entiende que se escribiera: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, es decir, hijo de Dios, y no a la semejanza de los dioses, según el Diablo se lo dijera a Adán: “Seréis iguales que los dioses”.

Entonces, tomadas las decisiones pertinentes, la Historia del Universo siguió su curso. Como dije en la Historia de Jesús de entre las medidas que Dios adoptó contra el estallido de una Tercera Guerra Universal figuró -como colofón especial- la creación del Hombre. Alma Viviente, expresión carnal de su Pensamiento, reflejo de la Realidad Divina, Espejo de su Bondad, que extendiéndose a toda la Creación uniría a todos los Pueblos del Universo en una sola y única Sabiduría.

Y así fue; así se hizo. Mas a la hora de alcanzar la meta, cuando Dios creyó que con la Formación del Hombre podía darse por cerrada la era de las grandes guerras, estalló la temida y temible Tercera Guerra Universal. Traspasado su Corazón, pero maravillada su Inteligencia por la locura de sus hijos rebeldes, locura de la que El ya no podía seguir echándose las culpas, viendo a su hijo Adán convertido en el hacha de guerra desenterrada contra su Reino, Dios abrió los ojos y vio a su Enemigo cara a cara.

Una Nueva Revolución Cósmica se imponía. Pues sólo Dios podía desterrar del cuerpo de la Creación lo que de siempre formó parte del cuerpo de la Increación. La Caída de Adán, la Traición de la Serpiente, serían recordados por el futuro como se recuerdan los malos momentos, mas si Él quería que esos malos momentos no volviesen, ni se hiciesen crónicos y que con el tiempo se complicasen hasta arrastrar a todos al Infierno, debía desterrar a la Muerte de su Creación y reconfigurar su Reino para que el Conocimiento de la Ciencia del Bien y del Mal se quedase en eso, en conocimiento.

Más que al Hombre y a su salvación, pues, Dios debía mirar al Futuro de su Creación. Si a ésta no se le garantizaba un futuro de qué le valía a nadie salvación para hoy y condenación para mañana. Era el Edificio de su Reino el que tenía que volver a ser fundado sobre una Roca Indestructible. Fundación que le tocaba a Él y sólo a Él porqué era contra Él que la Muerte había alzado su Infierno. La primera parte de su Libro, el Antiguo testamento, trata del Anuncio de esta nueva Reconfiguración de su Mundo. Y como se ve de lo que se lee, sobre la naturaleza específica de las medidas revolucionarias que se juró por su Gloria y Nombre consumar. Pero a nadie le dijo Dios palabra, ni siquiera a su Primogénito. En la Historia de Jesús, Apéndice 1, comenté que la transformación del Imperio en un Reino sempiterno y universal fue la primera medida con la que se abrió esta Revolución de la Vida contra la Muerte. La primera medida pero no la única.

La segunda parte de su Libro, el Nuevo Testamento, trata de la Batalla entre la Vida y la Muerte, del Cielo contra el Infierno, y glorifica la Victoria del Espíritu Santo contra el espíritu Maligno, de Cristo sobre el Diablo. Dice el Libro de Dios en su tercera parte que llegado el Día Anunciado le ordenó Dios a todos sus hijos presentarse ante su Trono y deponer sus coronas a sus pies. De lo que se lee se ve que unos lo hicieron y otros se negaron, y que en consecuencia los Rebeldes que no lo hicieron fueron perseguidos, destronados y arrojados del Cielo.

De la lectura del Nuevo Testamento se desprende que mientras los príncipes Fieles persiguieron a los Rebeldes, Dios llamó a su Primogénito, le dio a conocer la Doctrina del Reino de los Cielos e inmediatamente lo envió a nuestro mundo, donde se encarnó en la Virgen María y nació bajo el reinado de los Herodes, en Belén de Judá, durante los días del censo universal decretado por Octavio César Augusto. Ignorante y desconocedor de las medidas revolucionarias que su Padre había proyectado y empezaban a materializarse a raíz de su Encarnación, el Hijo de Dios descubrió a Cristo durante el episodio que El mismo protagonizara en el Templo, a la edad de los doce años aproximadamente. En Cristo descubrió el Pensamiento de Dios, y lo que es más importante, descubrió el Origen del Espíritu Santo, que estaba en su Padre, Único Dios Verdadero e Increado que conocieron el Infinito y la Eternidad.

Se entiende de la lectura del Nuevo Testamento que Dios le descubrió a su Hijo tanto la identidad del verdadero Enemigo de su Reino cuanto la Naturaleza de la Revolución Cristiana que sólo y nada más que Cristo Jesús podía y debía abrir. Cristo Jesús, el Rey Mesías, el heredero de todas las promesas escritas en el Antiguo Testamento, nacido del espíritu de Yavé: “espíritu de inteligencia y sabiduría, de entendimiento y fortaleza, de consejo y temor de Dios”. Estando sin embargo sujeto por su Origen a la estructura del Mundo Antiguo, y porque de entre todos los príncipes del Cielo Jesús era el Rey de reyes, también a Él le tocaba obedecer y sujetarse al decreto de Abolición del Imperio que su Padre dictara y estuvo en la causa de la Batalla en el Cielo, de la que habla en su Libro, Apocalipsis. Al igual que lo hicieron los Príncipes del Cielo también el Rey de reyes y Señor de señores debía deponer su Corona a los pies de Dios.

Y así lo hizo. De manera que sujeto a la condición de los particulares que bajo riesgo y cuenta propia emprenden una revolución sin contar con más fuerza que el amor a la Verdad, también Jesús fue atrapado por los poderes reaccionarios de este mundo, y, consecuentemente, entregado a los jueces de Cristo para que fuera contado entre los malhechores por enemigo de la Humanidad.

Pero lo que no sabía nadie, porque nadie podía saberlo, era que al regresar a su Mundo Jesucristo lo hacía como Rey Todopoderoso y Omnisciente a imagen y semejanza de su Padre, y que Glorificado de esta manera llevaba a su Casa una Nueva familia, su propia Familia: Una Esposa, engendrada para unir a todo el Universo en una misma Iglesia, unos Hermanos, cuyo Poder es el de Dios, que está en su Palabra, y unos Hijos, nacidos para unir todo su Reino en una misma Inteligencia .

He aquí el Misterio del Espíritu Santo. La Cabeza es Cristo Jesús, el tronco es la Iglesia Católica, y los dos Brazos son, el uno, los Hermanos y el otro los Hijos de Cristo. Aquí está el espíritu de Inteligencia.

Pedid y no lo dudéis: Inteligencia sin medida a la imagen y semejanza de la de nuestro Creador. Pedid y recibiréis Inteligencia sin medida para alcanzar todos los secretos del universo y de la naturaleza humana. Este es el Día de los hijos de Dios de la descendencia de Cristo, fruto de su Matrimonio con la Iglesia. Este es el Día sobre el que San Pablo escribiera:

“Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros; porque la expectación ansiosa de la creación está esperando la manifestación de los hijos de Dios, pues las criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por razón de quien las sujeta, con la esperanza de que también ellas serán libertadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios”.

Efectivamente, en El están los tesoros de todas las Ciencias, presentes y futuras. En Él están todas las respuestas a todas las Enfermedades y a todos los problemas referentes a la Organización de la Plenitud de las Naciones. En Él están todos los secretos del Universo y de la Naturaleza. Él es el Hijo, y pone a disposición de su Descendencia la Omnisciencia de Dios, porque como muy bien lo dijera en persona: Todo lo del Padre es mío.