EL EVANGELIKOMAPERTURA DEL TESTAMENTO UNIVERSALDE CRISTO JESÚS DE YAVÉ Y SIÓN
CAPÍTULO CUARTO
EL ESPÍRITU DE YAVÉ
“Espíritu de Sabiduría e Inteligencia,
de Entendimiento y Fortaleza,
de Consejo y Temor de Dios”
Dice Dios en su Libro que al Principio ÉL engendró al Hombre
a la imagen y semejanza de su Hijo. Y al igual que su Hijo es el Señor entre
todas las criaturas que le rodean asimismo creó al Hombre para dominar sobre
todas las criaturas de su mundo. Y sigue diciendo Dios en su Libro que la gloria
del ser humano fue objeto de la envidia de otro miembro de la Casa de los hijos
de Dios, quien, siendo malvado, deseó ese poder de unir todas las almas en un
sólo Pensamiento mirando a moverlas a su antojo criminal en el tablero de su
concepción infernal de la Creación.
Pero no adelantemos acontecimientos. Saltar del
Principio Inmaculado del Pensamiento del Creador del Universo a la Mente
Perversa e Infernal de quien se atrevió a amenazar al propio Dios y Señor del Cosmos
con la destrucción de nuestro mundo de no arrodillarse ÉL ante su voluntad satánica,
Amenaza que vemos al Dia de Hoy registrada en la Casa de Satán del Norte, por
la boca de cuyo hijo demoníaco estamos asistiendo al Replay de Satán delante de
Jesús, pero esta vez el rey del Infierno sostiene una quijada de asno nuclear,
con la que amenaza al Rey de los Cielos de destruir su Casa en el Hombre de no
ponerse de rodillas ante su majestad satánica y adorarle.
Independientemente
de lo que se crea, el Miedo es al Ateo y al Cobarde su alma, porque a la hora de
la Verdad el Ateo como el Cobarde son las dos caras del mismo rostro; el Cobarde
se esconde detrás de la máscara del Ateo para permitir el Fratricidio y
justificar su ponerse de rodillas delante de Satán. Ni que decir tiene que la Cobardía
proviene del Miedo a la Muerte. Y que el alma del Valiente tiene sus raíces y
es alimentada por la Fe de Aquel Hombre que le respondió al señor y padre del
Satán del Norte : “VADE RETRO SATANÁS”. Respuesta en la que se funda nuestra Total
y Absoluta Confianza en la Victoria del Rey de los Cielos contra el Rey del
Infierno. Respuesta dada por Amor a nosotros, pues le hubiera bastado al Rey de
los Cielos una sola mirada para que aquél energúmeno, que se atrevió a pedirle al Hijo de Fios que se arrodillara
delante de sus patas de bestia, hubiese sido reducido a polvo. Pero amando la Sabiduría
de su Padre más que la Fuerza de su propio Brazo, el Rey y Creador de los
Cielos se limitó a la Obediencia a la Voluntad
de su Dios, YAVÉ, quien tenía la Salvación de su Creación entera, tanto la de
su Mundo como la del nuestro, en el horizonte de sus ojos.
Habiendo hecho el Camino estrecho y largo a que el Pueblo Cristiano fue llamado a superar
en los dos próximos milenios, la Mirada de Dios siempre puesta en la Batalla Final
apocalíptica por la Salvación Universal de la Plenitud de las Naciones de la Tierra,
y encontrándonos todos delante del hijo de Satán, armado con una quijada de
asno nuclear, jurando por su gloria que o nos arrodillamos ante EL o seremos
todos destruidos, la Casa de Cristo sólo tiene una palabra :
“VADE RETRO SATANÁS; así como tu padre tú, ¿qué te has
creído?, el Infierno es la Morada de tu padre demoníaco y a allí serás
desterrado de no bajar el brazo”.
Más allá de la Duda
y la Confusión, establecidos en la Fe Divina sobre la Victoria del Rey de los Cielos
debemos mirar al Dia después del Apocalipsis que ya estamos viviendo. El Fin de
un Periodo es el Principio de otro. Una Edad se sucede a la Otra, pero la Era de
Cristo continuará viva por la Eternidad entre Nosotros. LA Edad de nuestro Mundo
en la Eternidad tiene su Principio en el
Nacimiento de quien nos rescató de las brazos de la Muerte y nos ha conducido de
la mano a la Puerta del Paraíso de Su Padre. En nosotros no cabe el Miedo de
los Cobardes: ¡El que quiera morir que muera! Quien no tenga valor para abrazar
la Vida Eterna como un Hecho Existencial Invencible que siga retando a Dios, al Rey y a su Casa a vida o
muerte. Como se limpia el polvo del camino cuando el viento desciende y barre
los tierras, así los enemigos de la Casa del Rey serán borrados del Libro de la vida; quien ataca la
Casa del Rey ataca la Casa de Dios, SU Padre. ¡Cómo podría nadie mantenerse pie
delante del que con su Brazo destruyó un Cosmos y levantó Uno Nuevo en el que
el árbol de la Vida de los Mundos da
frutos de eterna! Quien no baje las armas, perecerá.
Así pues, el Evangelio dice que como Jesús no empujó a
Judas a traicionarle, aunque sabía que la traición rondaba su corazón, Dios
también conoció la posibilidad de la traición de Satán, y para mantener lejos
el pensamiento de la acción puso entre el Hombre y todos sus hijos una Ley por
la cual fuera quien fuese quien interviniese en el destino del Hombre lo
pagaría con el Destierro de su Reino. En cuanto Padre, Dios creyó que ninguno
de sus hijos se atrevería a convertir en sabiduría la locura de declararle la
guerra a su Voluntad, y olvidándose de todo lo pasado comenzarían una nueva
Era, en la que, efectivamente, siendo el Hombre la criatura más frágil del
universo tendría la Gloria de quien con su Pensamiento mantiene en la Unidad a
todas las criaturas del Universo. Porque si la Gloria de cada hijo de Dios
tiene su propia herencia, la del Hombre fue la Sabiduría.
Ninguna palabra que podamos lanzar a las olas puede
describirnos las propiedades de esta Herencia mejor que las escritas por
Salomón, hijo de Adán:
“En ella hay un espíritu inteligente, santo, único y
múltiple, ágil, penetrante, inmaculado, claro, inofensivo, benévolo, agudo,
libre, bienhechor. Amante de los hombres, estable, seguro, tranquilo,
todopoderoso, omnisciente, que penetra en todos los espíritus inteligentes,
puros, sutiles. Porque la Sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve, se
difunde su pureza y lo penetra todo; porque es un hálito del poder divino y una
emanación pura de la gloria del Dios Omnipotente, por lo cual nada manchado hay
en ella. Es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de
Dios, imagen de su Bondad. Y siendo una todo lo puede, y permaneciendo la misma
todo lo renueva, y a través de las edades se derrama en las almas santas,
haciendo amigos de Dios y profetas; que Dios a nadie ama sino al que mora con
la Sabiduría. Es más hermosa que el sol; supera a todo el conjunto de las
estrellas, y comparada con la luz queda en primer lugar. Porque a la luz sucede
la noche, pero la maldad no triunfará de la Sabiduría”.
Dios forjó la mente de su hijo Adán entre lirios y
azucenas cultivados en los jardines del Conocimiento de la Ciencia de la Creación;
pero a la hora de hablar de la mentira, del engaño, del falso testimonio, de la
traición, de la envidia, de la ambición, de la crueldad, de la violencia, de la
guerra, de la injusticia, de la corrupción, en definitiva, de la Ciencia del
Bien y del Mal : el Primer Hombre era como un niño, tenía el alma de un niño, de
ese Niño que con sólo doce años irrumpió en el Templo de Jerusalén e hizo
callar a todos los sabios de Israel. Adán
era puro amor por Dios; vivía de la Palabra de su Padre Divino, su Palabra era
su alimento, su pan, su vino, su aire, el Aliento que engendró en él un hijo de
Dios a la imagen y semejanza del Primogénito de los hijos de Dios. La sola Idea
de apartarse de la Sabiduría y el Camino que para el Género Humano había dibujado SU Dios en su Alma, esa idea le era mental
y materialmente inconcebible; y lo era con la naturaleza del niño que adora a
su padre y se siente amadísimo por su padre. Aquel Primer Hombre conocía la
Ciencia del Bien y del Mal como el niño sabe que la electricidad mata, pero
nunca ha metido los dedos en un enchufe, ni necesita meterlos para saber que
una descarga eléctrica mata, su padre se lo ha dicho, la palabra de su padre es
amor de ley, y no necesita vivir la experiencia para descubrir en el valor de
la palabra del padre al que adora la naturaleza del conocimiento. NO en vano
dice Dios de su hijo Adán: “Tanto le amé
que me subí a la Cruz para rescatarlo de la Muerte”.
LO escrito, escrito está. “Toda gloria, todo poder,
toda sabiduría, todo señorío es del Hijo de Dios. Tú-Dios con Nosotros JESÚS”. ¿Dónde
pues el Miedo al hijo de Satán? ¿A qué no presentarle cara y decirle “vas a morir”? ¿NO es Dios quien despliega su Reino, el Rey a la cabeza, para
conducir la Plenitud de las Naciones de la Tierra a su Vida? ¿Si limitado en su
Poder el Rey ha mantenido su Casa de pie, ¿quién podrá mantenerse Hoy de pie cuando
ÉL se levanta?
Este es Día de Gloria y Futuro sin límites; la Puerta
fue abierta, el horizonte al otro lado es la Eternidad. El Cobarde que no
quiera vivir eternamente, que no viva. EL loco que se cree que puede poner de
rodillas al Rey de los Cielos será respondido acorde a su locura. Bella es la
Aurora que se alza sobre este Milenio, a cuyo horizonte cayendo en el abismo se agarran los fantasmas
del Pasado, los enemigos de las Verdad, de Dios y del Rey; pero el que quiera
vivir, vivirá para siempre, pues todas las naciones fueron encerradas en la Violencia
del Bien y del Mal, ante todas ha abierto Dios una Puerta: la Corona de su Hijo,
el que pegue en la Puerta y se arrodille
ante el Rey, entrará y vivirá días que no se acaban nunca, días que cruzan el
horizonte de la eternidad. Pues Dios no quiere que su Creación sea destruida ni
sus criaturas sean desterradas de su Creación, sino que todas vivan y encuentren
su Morada en el Reino de su Hijo. ¿Por qué pues hombres os miráis la barriga?,
alzad los ojos a los Cielos y dad gloria al Rey que Dios le ha dado a todos los
pueblos de su Creación.
Recordemos pues el Origen del Mal en nuestro Mundo.
La mente del ser humano fue forjada en el espíritu del
Verbo: a imagen y semejanza de la de su Creador la Palabra del Hombre es ley para
sí mismo. Imagen su palabra de la de su Creador, Padre y Dios, la palabra del Primer
Hombre fue ley para sí mismo. El Hombre no hablaba en vano, su Palabra era
verdadera. Creado a la Imagen y semejanza de Dios la palabra del Hombre era oro
de ley. El uso de la Palabra como arma de engaño y destrucción del prójimo era una
abominación para el Hombre creado a la imagen y semejanza de su Creador y Padre,
Dios. Aquel hijo de Dios, el primogénito de los hijos de Dios entre los hombres,
era el Alma de la Verdad Divina hecha carne. La sola Idea de poner en Duda el Pensamiento Divino del que
su ser se nutría era un dimensión para él desconocida. Aquella Primera Generación
humana no concebía la existencia de una dimensión en la que la Naturaleza Divina no se correspondiese a la Realidad inscrita
en su ser. El Pensamiento de la Criatura nace y se alimenta de la Fuente Divina.
“Dios es Padre, Dios es Amor de Padre” esta fue la confesión del Primer Hombre y
su Generación. ¿Puede imaginar un hijo, amadísimo de su padre, un futuro en el
que ese padre suyo de la noche a la mañana se transforme en un monstruo
devorando a su niño amado?
Y sin embargo esto es precisamente lo que vino a vivir
en primera instancia aquel hijo de Dios que conocemos como padre de Cristo, y
llamamos Adán, padre de la nación de Israel. Coronado sobre todas las ciudades
del Primer Reino de Mesopotamia, en un abrir y cerrar de ojos la tierra se abrió
bajo sus pies y el fuego del infierno de la guerra civil devoró los cimientos de
su trono. ¿Qué había pasado? ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo el movimiento de expansión
hasta las cuatro regiones del mundo, para el que había sido engendrado por Dios,
de pronto se había hundido en Guerra Civil? La Fuerza que había sido invitado a
usar para expandir su Reino a todos los pueblos de la Tierra se había vuelto contra
su propia corona. ¿Qué había pasado?
Bueno, ya conocemos la HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO; por
ella sabemos la verdad: todo lo que hacía falta para engañar a Adán era hacerse
pasar “por quien viene en nombre de Dios”.
Esta simple trampa significaba, para quien utilizase
la Ignorancia de su prójimo, en este caso Adán, hijo de Dios, declararle la
guerra al mismísimo Dios, exponerse al Destierro ad eternum de su Reino, pero ¿qué era preferible -se dijeron los conjurados en la
Traición de la Serpiente- vivir en un mundo donde la Verdad, la Justicia y la
Paz gobiernan el universo, o morir luchando por la transformación del Universo
en un Olimpo gobernado por dioses todos más allá de la Justicia?
Esta estructura perversa y maligna de pensamiento dio
lugar a la Caída de Adán.
Pero no a la destrucción del Hombre. Un guerrero
demoníaco, un asesino curtido en crímenes se había alzado contra un niño y
había utilizado su muerte como hacha para declararle la guerra al padre de ese
niño. La Biblia dice que traspasado su corazón por la lanza de la traición,
Dios se vistió de guerra y alzando su Brazo al Cielo juró delante de toda su
Casa, por su gloria y nombre, que acabaría con todos sus enemigos, no dejaría
cabeza sobre cuello.
“Ciertamente yo alzo mi mano al Cielo y juro por mi
eterna vida; cuando yo afile el rayo de mi espada y tome en mis manos el
juicio, yo retribuiré con venganza a mis enemigos y daré su merecido a los que
me aborrecen, emborracharé de sangre mis saetas y mi espada se hartará de
carne, de la sangre de los muertos y los cautivos, de las cabezas de los jefes
enemigos” dijo.
Dice también la Biblia que los asesinos de Adán se
rieron de la amenaza de Dios. Pero lo que no dice la Biblia es que las
consecuencias de la Traición de la Serpiente le abrieron los ojos a Dios y,
viendo, descubrió a su verdadero enemigo, la Muerte. Una Muerte de la que en su
inocencia Él se declaró su enemigo el día que revolucionó la Realidad con su
deseo de creación de vida inteligente a su imagen y semejanza, sobre lo cual ya
estaréis al corriente después de haber leído la Historia de Jesús.
La Vida y la Muerte formaron parte de la estructura de
la Realidad desde el principio sin principio de la Increación. Sin destruirse a
sí misma la Increación no podía extirpar de su cuerpo una Fuerza Ontológica que
le era natural desde el Principio sin principio de la Eternidad. Pero esta era la
Revolución que Dios desató en el Infinito al concebir una Nueva Realidad.
Inconsciente sobre las consecuencias cósmicas de su Revolución y, ante la
imposibilidad de hacer que Dios renunciase, la Muerte buscó la forma de
coexistir en la Creación de Dios. Primero tentó a Dios con el fruto de la
Ciencia del Bien y del Mal y cuando Dios lo rechazó levantó su Infierno contra
la obra de sus manos. Como no pudo hacerle desistir de su Deseo atacó directo
al Corazón, buscando ahogarle en el pozo de una Soledad sin fondo. Pero lo
mismo esta vez que durante la anterior la Vida se adelantó a sus planes
transformando el Mal buscado en un Bien encontrado: la transfiguración del
Único Dios Verdadero en el Padre y el Hijo.
La explosión de alegría sobre la que a partir del
Nacimiento del Hijo quedaron establecidos los nuevos fundamentos del Nuevo
Universo le sirvió a la Muerte de pantalla tras de la que esconderse y esperar
su momento. La Vida le ofreció a Dios su fruto, el Cielo, y Dios la amó. La
Muerte le ofreció el suyo, el Infierno, y el Espíritu Santo que estaba en Dios
lo rechazó. Agazapada, al acecho, encontró su momento durante la primera Semana
de la Creación. Aprovechando las Eras de Regencia de su Imperio por la Casa de
Yavé y Sión la Muerte contraatacó, conquistó con el
fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, que es la Guerra, a una parte
de los hijos de Dios y sumió al Paraíso bajo las olas de su Infierno. Por dos
veces la Guerra se hizo.
A raíz de las Dos Guerras del Cielo -sobre las cuales
habréis leído un resumen en la Tercera Parte del Corazón de María- y a
consecuencia de ellas, fue abriendo Dios los ojos a la existencia de una Fuerza
que estaba actuando en su Creación y la estaba volviendo loca. Pero atribuyendo
las causas a la soledad y al aislamiento de sus hijos durante los Periodos
Creacionales revolucionó la estructura de su Mundo de la forma que habréis
leído en la Historia de Jesús. La primera de ellas consistió en la
transformación de la Creación en un Espectáculo abierto a todos los Pueblos del
Universo, y la segunda medida fue darle a su Hijo Primogénito el papel de la
Estrella de ese Espectáculo. De donde se entiende que se escribiera: “Hagamos
al hombre a nuestra imagen y semejanza”, es decir, hijo de Dios, y no a la
semejanza de los dioses, según el Diablo se lo dijera a Adán: “Seréis iguales
que los dioses”.
Entonces, tomadas las decisiones pertinentes, la
Historia del Universo siguió su curso. Como dije en la Historia de Jesús de
entre las medidas que Dios adoptó contra el estallido de una Tercera Guerra
Universal figuró -como colofón especial- la creación del Hombre. Alma Viviente,
expresión carnal de su Pensamiento, reflejo de la Realidad Divina, Espejo de su
Bondad, que extendiéndose a toda la Creación uniría a todos los Pueblos del
Universo en una sola y única Sabiduría.
Y así fue; así se hizo. Mas a la hora de alcanzar la
meta, cuando Dios creyó que con la Formación del Hombre podía darse por cerrada
la era de las grandes guerras, estalló la temida y temible Tercera Guerra
Universal. Traspasado su Corazón, pero maravillada su Inteligencia por la
locura de sus hijos rebeldes, locura de la que El ya no podía seguir echándose
las culpas, viendo a su hijo Adán convertido en el hacha de guerra desenterrada
contra su Reino, Dios abrió los ojos y vio a su Enemigo cara a cara.
Una Nueva Revolución Cósmica se imponía. Pues sólo
Dios podía desterrar del cuerpo de la Creación lo que de siempre formó parte
del cuerpo de la Increación. La Caída de Adán, la Traición de la Serpiente,
serían recordados por el futuro como se recuerdan los malos momentos, mas si Él quería que esos malos momentos no volviesen, ni
se hiciesen crónicos y que con el tiempo se complicasen hasta arrastrar a todos
al Infierno, debía desterrar a la Muerte de su Creación y reconfigurar su Reino
para que el Conocimiento de la Ciencia del Bien y del Mal se quedase en eso, en
conocimiento.
Más que al Hombre y a su salvación, pues, Dios debía
mirar al Futuro de su Creación. Si a ésta no se le garantizaba un futuro de qué
le valía a nadie salvación para hoy y condenación para mañana. Era el Edificio
de su Reino el que tenía que volver a ser fundado sobre una Roca
Indestructible. Fundación que le tocaba a Él y sólo a Él porqué era contra Él
que la Muerte había alzado su Infierno. La primera parte de su Libro, el
Antiguo testamento, trata del Anuncio de esta nueva Reconfiguración de su
Mundo. Y como se ve de lo que se lee, sobre la naturaleza específica de las
medidas revolucionarias que se juró por su Gloria y Nombre consumar. Pero a
nadie le dijo Dios palabra, ni siquiera a su Primogénito. En la Historia de
Jesús, Apéndice 1, comenté que la transformación del Imperio en un Reino
sempiterno y universal fue la primera medida con la que se abrió esta
Revolución de la Vida contra la Muerte. La primera medida pero no la única.
La segunda parte de su Libro, el Nuevo Testamento,
trata de la Batalla entre la Vida y la Muerte, del Cielo contra el Infierno, y
glorifica la Victoria del Espíritu Santo contra el espíritu Maligno, de Cristo
sobre el Diablo. Dice el Libro de Dios en su tercera parte que llegado el Día
Anunciado le ordenó Dios a todos sus hijos presentarse ante su Trono y deponer
sus coronas a sus pies. De lo que se lee se ve que unos lo hicieron y otros se
negaron, y que en consecuencia los Rebeldes que no lo hicieron fueron
perseguidos, destronados y arrojados del Cielo.
De la lectura del Nuevo Testamento se desprende que
mientras los príncipes Fieles persiguieron a los Rebeldes, Dios llamó a su
Primogénito, le dio a conocer la Doctrina del Reino de los Cielos e
inmediatamente lo envió a nuestro mundo, donde se encarnó en la Virgen María y
nació bajo el reinado de los Herodes, en Belén de Judá, durante los días del
censo universal decretado por Octavio César Augusto. Ignorante y desconocedor
de las medidas revolucionarias que su Padre había proyectado y empezaban a
materializarse a raíz de su Encarnación, el Hijo de Dios descubrió a Cristo
durante el episodio que El mismo protagonizara en el Templo, a la edad de los
doce años aproximadamente. En Cristo descubrió el Pensamiento de Dios, y lo que
es más importante, descubrió el Origen del Espíritu Santo, que estaba en su
Padre, Único Dios Verdadero e Increado que conocieron el Infinito y la
Eternidad.
Se entiende de la lectura del Nuevo Testamento que
Dios le descubrió a su Hijo tanto la identidad del verdadero Enemigo de su Reino
cuanto la Naturaleza de la Revolución Cristiana que sólo y nada más que Cristo
Jesús podía y debía abrir. Cristo Jesús, el Rey Mesías, el heredero de todas
las promesas escritas en el Antiguo Testamento, nacido del espíritu de Yavé:
“espíritu de inteligencia y sabiduría, de entendimiento y fortaleza, de consejo
y temor de Dios”. Estando sin embargo sujeto por su Origen a la estructura del
Mundo Antiguo, y porque de entre todos los príncipes del Cielo Jesús era el Rey
de reyes, también a Él le tocaba obedecer y sujetarse al decreto de Abolición
del Imperio que su Padre dictara y estuvo en la causa de la Batalla en el
Cielo, de la que habla en su Libro, Apocalipsis. Al igual que lo hicieron los
Príncipes del Cielo también el Rey de reyes y Señor de señores debía deponer su
Corona a los pies de Dios.
Y así lo hizo. De manera que sujeto a la condición de
los particulares que bajo riesgo y cuenta propia emprenden una revolución sin
contar con más fuerza que el amor a la Verdad, también Jesús fue atrapado por los
poderes reaccionarios de este mundo, y, consecuentemente, entregado a los
jueces de Cristo para que fuera contado entre los malhechores por enemigo de la
Humanidad.
Pero lo que no sabía nadie, porque nadie podía
saberlo, era que al regresar a su Mundo Jesucristo lo hacía como Rey
Todopoderoso y Omnisciente a imagen y semejanza de su Padre, y que Glorificado
de esta manera llevaba a su Casa una Nueva familia, su propia Familia: Una
Esposa, engendrada para unir a todo el Universo en una misma Iglesia, unos
Hermanos, cuyo Poder es el de Dios, que está en su Palabra, y unos Hijos,
nacidos para unir todo su Reino en una misma Inteligencia .
He aquí el Misterio del Espíritu Santo. La Cabeza es
Cristo Jesús, el tronco es la Iglesia Católica, y los dos Brazos son, el uno,
los Hermanos y el otro los Hijos de Cristo. Aquí está el espíritu de
Inteligencia.
Pedid y no lo dudéis: Inteligencia sin medida a la
imagen y semejanza de la de nuestro Creador. Pedid y recibiréis Inteligencia
sin medida para alcanzar todos los secretos del universo y de la naturaleza
humana. Este es el Día de los hijos de Dios de la descendencia de Cristo, fruto
de su Matrimonio con la Iglesia. Este es el Día sobre el que San Pablo
escribiera:
“Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente
no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros;
porque la expectación ansiosa de la creación está esperando la manifestación de
los hijos de Dios, pues las criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado,
sino por razón de quien las sujeta, con la esperanza de que también ellas serán
libertadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de
la gloria de los hijos de Dios”.
Efectivamente, en El están los tesoros de todas las
Ciencias, presentes y futuras. En Él están todas las respuestas a todas las
Enfermedades y a todos los problemas referentes a la Organización de la
Plenitud de las Naciones. En Él están todos los secretos del Universo y de la
Naturaleza. Él es el Hijo, y pone a disposición de su Descendencia la
Omnisciencia de Dios, porque como muy bien lo dijera en persona: Todo lo del
Padre es mío.
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