LA
ESPERANZA DE SALVACIÓN UNIVERSAL
DEL GÉNERO HUMANO
EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO REY
La razón que llevó a Dios a elegir para
el “Dia de Yavé” a su Hijo Unigénito, asumiendo, por su Encarnación, la
Sentencia contra el asesino de Adán; la razón, se abre a la Necesidad del
Creador tanto de pasar la página de las guerras del Pasado cuanto de
levantar una muralla indestructible e impenetrable contra cuya solidez se
estrelle la repetición de una Caída de su Creación en el abismo de la Guerra.
El Amor del Creador por su Creación, el
Amor de Dios por sus hijos, fue el talón de Aquiles contra el que el hijo de la
Muerte creyó poder hincar sus colmillos de Serpiente, inyectando en el cuerpo
de los hijos de Dios, no de nuestro mundo, el veneno de la envidia hacia el Rey
de reyes y Señor de señores del Imperio de Dios. En aquella demencia
suicido-homicida, aquellos hijos de Dios conjurados en el Eje de la Serpiente concibieron
la locura absoluta de creer que podrían tentar al mismísimo Rey de reyes
con la Fruta Prohibida de la Ciencia del Bien y del Mal: la Guerra.
Dios, en su Amor por su Creación y sus
hijos, creyó que la Duda sobre la Divinidad de su Primogénito había quedado
enterrada una vez descubierto el Poder de su Palabra: Natural al Verbo de su
Padre. Todos los hijos de Dios, creados antes de la Creación de nuestros Cielos
y de nuestra Tierra, fueron invitados a gozar del Acto Creador, primero
como espectadores de lujo, viendo con sus ojos y oyendo con sus oídos la Naturaleza
Todopoderosa y Omnisciente del Unigénito, al sonido de cuya Voz las estrellas
de los cielos corrieron a ocupar sus lugares en el Árbol de las
Constelaciones. Y fue a ellos, los hijos de Dios “no de nuestra creación”, a
quienes este Hermano Todopoderoso llamó a formar al Hombre a su imagen y
semejanza.
El acontecimiento de la Caída del Hombre
nos descubre que el Judas del Edén encubó el veneno de la Traición en la cloaca
de su Envidia hacia el Rey de reyes y Señor de señores: Nuestro JESÚS.
Impensable para el Señor YAVÉ Dios, como
Padre, una rebelión en la Tierra contra la Coronación de su hijo Adán, dejó
Dios el Futuro de nuestra en el Hombre sobre cuya cabeza hizo descender la
Corona del Cielo, según está escrito en los textos no bíblicos, con lo que
quiso decir Dios que la Corona del Hombre fue levantada entre las naciones a la
imagen y a la semejanza de la naturaleza de las coronas de los hijos de Dios,
que gobernaron el Imperio del Rey de reyes y Señor de señores: Su Hijo Amado JESÚS.
La Obediencia debida de los hijos hacia
su Padre durante las edades mitológicas, escribiendo en las leyendas de los
antiguos la existencia de los dioses que bajaron del Cielo para introducir a
las primeras familias humanas en las artes y las ciencias naturales debidas a
la fundación de una sociedad de ciudades abiertas a una civilización de
naciones; esa Obediencia, materializada en la fundación del Reino Mesopotámico
de Adán, satisfecho su Amor de Padre, Dios descansó. Sus hijos habían
comprendido que el Amor del Creador por su Creación es tan infinito como el
Odio que genera en su Alma esa abominable fruta de la Semilla de la Mentira: la
Guerra.
La Tercera Guerra de Rebelión contra la
Ley del Rey de reyes y Señor de señores, JESÚS, Dios Hijo Unigénito y
Primogénito, se desató. (En “Vida e Historia del Señor Dios
YAVÉ” he descrito la secuencia de los acontecimientos que arrastraron su
Mundo a las dos Guerras Civiles entre los Reinos que, para entonces, antes de
la Creación de nuestros Cielos y de nuestra Tierra, encontraron Morada
en el Paraíso de la Vida, sobre cuya dimensión eterna nos habló su
Hijo diciendo: “En la Casa de mi Padre hay muchas Moradas”, afirmando enseguida
que se iba para prepararle a nuestro Mundo la Morada en la
que encontraremos nuestro Hogar Eterno); en definitiva, la Guerra
Fratricida entre los hijos de Dios se desató de nuevo, con el agravante que
esta Tercera Guerra Universal hizo de la Tierra su Campo de Batalla, Guerra a
Muerte. Y Guerra tanto más suicida cuanto Dios Padre acababa
de pronunciar su Sentencia contra la Guerra: “No comas, porque morirás”;
Ley dada en la Tierra tanto para el Hombre cuanto para todos los hijos de Dios”. Y digo “con el agravante” por en cuanto
el ser humano había sido formado “Desnudo” en todo lo que concierne al
Conocimiento de la Guerra.
Aquí cabe la refutación todopoderosa de un
hijo de Dios contra aquellos abogados del Diablo que mantuvieron, haciendo caer
un diluvio de sangre sobre Europa, que, en siendo Omnisciente Dios, la Tentación
y la caída entraba en los planes secretos del Dios Oculto de Lutero, Zwinglio,
Calvino y los reyes del Norte. Es evidente que la Sabiduría del Señor de los
dioses y Padre de los hijos de Dios tenia que ponerle fin a la Guerra entre los
pueblos de su Creación.
Dando a conocer en la Tierra la Ley contra
la Guerra, al contrario de lo que el anticristianismo protestante afirmó, lo
que Dios hizo fue levantarse delante de toda su Casa y declarar que cualquiera
que le hiciese la guerra a su hermano se la declararía a su Padre Divino. Y no
habría marcha atrás.
El Temor al Señor Yavé Dios no puede
desaparecer entre los pliegues del Amor del Creador a su Creación. Allí en el Edén,
se trató de darle Punto Final a una situación de locura que de continuar conduciría
a todos a la Destrucción, una vez que perdido el Temor de la Criatura a su
Creador el enfrentamiento con Dios sería desde la posición de un Creador que
abomina de su creación y toma la decisión de destruirla.
Era
cuestión de establecer el Temor a Dios en el seno del Amor al Creador. Pues en el Amor de Dios se manifiesta en la elevación
de su Creación Viva a la dimensión de su Hijo Jesús, y deviniendo “su Familia”
heredamos todos la condición de hijos de Dios. De manera que quien aborrece al
Hijo de YAVÉ DIOS aborrece a su Padre; pierde, en consecuencia, su condición de
hijo de Dios y deviene por este aborrecimiento enemigo de su propio Creador.
Este era el horizonte hacia el que las Dos
Guerras Universales entre los reinos de los cielos, el paraíso de Dios por
campo de batalla, dirigía el Futuro de la Creación. Hasta entonces Dios, como Padre,
absolvió a todos sus hijos, y creó al Hombre.
El Poder, no la Sabiduría, fue el objeto de pasión de aquellos hijos de Dios,
sobre la que dice Moisés: “Generación malvada y perversa”. Así que quiso Dios
engendrar una Criatura nacida entre sus Brazos y amamantada por su Sabiduría, “desnudo”
para la Guerra, pero todopoderoso en su Gracia, siendo el Hombre para la Sabiduría
su Casa, su Templo y Ciudad. Las Guerras entre los hijos de Dios pusieron sobre
la mesa imágenes falsas sobre quién es Dios y su Hijo, imágenes que debían ser
borradas, y en su lugar reflejarse en el espejo de todas las almas la Verdadera
Imagen de Dios, Padre e Hijo, que vive en la Sabiduría. Y la Sabiduría vive en el Hombre.
La Primera Generación de los hijos de
Dios “de nuestra creación”, cuya cabeza social fue Adán, en términos de
Ontogenia de la Civilización, se halló en su Infancia cuando la Guerra fue traída
del Cielo a la Tierra. Tanto más abominable esta Guerra Final entre
Dios y la Muerte cuanto más frágil era la defensa del Primer Hombre
ante la Maldad de unos hijos de Dios cuya edad se mide por millones de años, y
su conocimiento de la Ciencia del Bien y del Mal era ya una realidad. Y tanto
más suicida aquella Declaración Final de Guerra a la Ley Divina cuando
más inmenso era el Amor que como Padre le tenía Dios a su hijo pequeño Adán (“Tanto
amó Dios al Hombre…”).
Así que si la sola Idea de
retar al Señor YAVÉ Dios a un Duelo es locura absoluta, hacerlo
lanzándole al rostro la sangre de su hijo pequeño fue signo irreversible de
demencia infernal: ¡Una criatura engendrada a partir del polvo retando al
Creador del Cosmos! ¿Qué nombre le pondremos a esta demencia suicida?
Perpetrado el Acontecimiento de la Caída
no había sino que mirar el horizonte que ese acontecimiento desencadenó. Fue en
ese momento que tuvo su Principio el hijo del Hombre. Es decir: el hijo de Eva
que recogería la maza con la que el hijo de Adán le aplastaría la cabeza al
asesino de su padre.
La Necesidad impuso su Ley.
¿A quién sino al Hermano Mayor de aquel
Adán, el menor de los hijos de Dios, le correspondía, con todo Derecho, ejecutar
la Sentencia firmada por su Padre contra el Traidor y Fratricida, de
nombre Satán, la cabeza pensante de la Serpiente del Edén? Pues si “de la
sangre derramada de un hombre puede Dios llamar a cualquier hombre para hacer
justicia”, de la sangre de un hijo de Dios cualquiera de los hijos de Dios
podía ser llamado a la ejecución de la sentencia contra el fratricida.
Respondidas estas cuestiones en La
Historia Divina de Jesucristo nos incumbe aquí entender que el Conflicto
desatado en el Reino del Edén, capital del Primer Reino Mesopotámico, extendió
sus ondas apocalípticas a la Creación entera. No exclusivamente nuestro Mundo
fue atacado por la Muerte; también los Mundos creados antes de nuestros Cielos
y de nuestra Tierra.
Desde la Ignorancia no se entiende
porqué Dios, que puede curar todas las heridas y resucitar a los muertos, Poder
que su Hijo nos mostró en vivo para que siguiésemos buscando más allá
de la letra la Razón de no haberlo hecho entonces; no se entiende, por qué
Dios no sanó el alma del Hombre. Esta razón, por la que Dios no hizo borrón y
cuenta nueva sobre la tumba de su hijo pequeño, vive en su Espíritu : El
sentimiento de Abominación hacia la Ciencia del Bien y del Mal que vive en el
Creador de los Mundos que moran en su Paraíso, es Invencible.
El Rebelde, Homicida y Traidor, buscó
con su Guerra Final contra el Espíritu Santo de la Ley la legitimación de su
concepción del Imperio como un Estado Supremo gobernado por Príncipes, blindados
contra la Ley, reclamando de Dios el Cambio progresista de la Relación entre el
Creador y sus hijos mediante la transformación de su Reino de Verdad, Justicia y
Paz, en un Olimpo de dioses, todos y cada uno investido de Impunidad
Absoluta sobre la Ley en razón de ser Él, Dios, y no pudiendo Dios morir, le
reclamaban en vida su Herencia natural: la Regencia y Gobierno del Imperio de los
Cielos, abandonando el Creador su Creación en las manos de sus hijos, los
dioses.
Contra aquel Pensamiento, que Dios sabía
que bullía en el ser de algunos de sus hijos, liderados
por Satán, el Creador de todos levantó la Sentencia de Destierro Eterno de su
Creación contra cualquiera que no desterrase de su ser semejante idea. Los
términos de la Ley fueron y siguen siendo claros por la eternidad: “NO comas,
porque morirás”. Satán y sus aliados, aunque parezca redundante repetirlo yo lo
repetiré, eligió el Infierno del Odio y la Guerra eterna al Paraíso de la Paz y
la Salud Inmortal.
Vistiéndose de ángel de luz, máscara que
los siervos de Satán han usado desde entonces contra la Iglesia Católica,
aquella “generación de hijos rebeldes” selló con la sangre de Adán la
Tercera Guerra Universal entre los hijos de Dios, con la particularidad de ser Dios
en persona quien, en respuesta a la Transgresión de la Ley, se alzó como el Enemigo de los enemigos de
su Reino.
Insisto, la sola Idea de alzarse en Guerra
contra el Señor Yavé Dios es prueba viva de haberse perdido el Temor a Dios Creador,
y haberse dejado arrastrar por la locura hasta la dimensión del Destierro
Eterno de la Creación. Creer que teniendo a Dios como enemigo puede alcanzarse
la victoria, esta demencia especifica detalle a detalle la naturaleza de la locura
del Judas del Edén y sus aliados en la declaración de Guerra contra el Creador
del Cosmos y Padre de la Vida.
Así pues, la Transgresión del
Primer Rey de la Tierra consumada, la Bestia Rebelde usó la sangre del Hombre
como Declaración de Guerra contra el Espíritu Santo del Señor YAVÉ Dios, muro
contra el que se había estrellado hasta entonces aquella concepción maligna,
que a Dios le resultó abominable: La transformación de su Reino en
un Estado Federal gobernado por dioses viviendo al margen de la Ley,
blindados por ley contra la responsabilidad de sus actos, bendecidos para hacer
de todos los pueblos su esclavos, sus soldaditos de plomo con los que matar el
tiempo jugando al Deporte de la Guerra.
Esto es lo que sucedió en el Edén: con
la Caída del Primer Rey de Mesopotamia se firmó una declaración de Guerra
contra la Creación según su Creador por una generación de hijos de Dios no de
nuestro mundo, no nacidos en nuestra Tierra, quienes en su demencia concibieron
una Federación Imperial en tanto en cuanto el Modelo Natural de convivencia
entre Dios y sus hijos. ¡Desde ese momento fue todo o nada!
La Decisión fue tomada por aquellos
hijos rebeldes antes de hacer de la Mentira los cuernos con los que sería
acorneado y dado por muerto el Primer Hombre; a saber: antes el Destierro que
vivir como simples Ciudadanos del Reino de Dios, sujetos al Imperio de la Ley.
La Ley no les permitía vivir como
verdaderos dioses. Un verdadero hijo de dios, según aquellos, no puede ser
llevado ante tribunal alguno, ni obligado a responder de sus acciones ante
nadie. No eran ellos quienes debían aceptar la Verdad, la Justicia y la Paz en
tanto en cuanto los pilares de la Civilización creada por Dios, y gobernada por
su Primogénito en calidad de Rey de reyes y Señor de señores. NO, era Dios
quien debía escuchar la voz de sus hijos, aceptar su condición de dioses,
y bendecir el Modelo de Imperio que con ellos venía a beneficiar la estabilidad
y el progreso de la Federación de los Pueblos de su Reino.
La Guerra había sido declarada. La
Tercera Guerra Universal entre los Pueblos de su Paraíso se trasladó del Cielo
a la Tierra. El Hombre fue un hacha de guerra, solo eso, un hacha de guerra
ensangrentada con la que los hijos rebeldes de Dios retaron a su
Creador buscando desterrar de su Ser su Espíritu Santo.
La Necesidad impuso su Ley. NO habría
Imperio; ni tampoco Federación de Príncipes gobernando la Plenitud de las
naciones de la Creación. El Fin de los Rebeldes había sido dictado por ellos
mismos.
El Imperio había muerto, y su Rey de
reyes y Señor de señores debía morir con él … para Renacer en el Rey Universal, Sumo
Pontífice Sagrado, Cabeza divina de la Religión Católica, Señor del cuerpo de
Sacerdotes de los Pueblos de la Creación, Templo de la verdad Divina
sempiterna, Padre sempiterno de una Generación de hijos de Dios animados por el
Espíritu de la Verdad, Juez Todopoderoso cuyo Palabra es Ley, cuyo Verbo es
Dios.
La Necesidad de la Revolución Cristiana
trajo su Ley. Moría el Rey de reyes y Señor de señores, nacía el Rey Universal Sempiterno.
El Espíritu Santo contra el que la
Muerte lanzó su veneno se mostró en carne y sangre para que la Creación entera
viéramos su Naturaleza, su Personalidad, y entendamos porqué el Señor YAVÉ
Dios no puede admitir en su Creación la existencia del Árbol de la ciencia del
bien y del mal, cuya ley Abominable levanta a unos Ciudadanos sobre el resto,
blindando sus actos criminales tras el muro de la Discapacidad Intelectual
natural a quien padece enfermedad mental.
La Necesidad de fundar esta Revolución
Divina implicó el abandono de los pueblos de la Tierra en las manos de aquella
Serpiente que, más tarde, se presentó delante del Elegido de Dios, en los
montes de Judea, para su ruina eterna en “el Día de Yavé, día de la Venganza”.
Duelo a muerte. El hijo del Hombre llevaba en su puño la maza con la que le
aplastaría la cabeza al asesino de Adán.
Este es, pues, el origen del título que
el Hijo de Dios asume con su Encarnación: Cristo, el hijo del Hombre, el hijo
de Eva que sobre el cadáver de Adán, invoca a Dios, llama a la Vida y hereda la
Maza con la que le aplastará la cabeza a aquel Satán que en su
demencia infernal fue a ofrecerle todos los reinos del mundo si de rodillas lo
adoraba a él.
En efecto, el hijo del Hombre
recoge la Corona perdida de David, que deposita, en cuanto legítimo heredero de
David, hijo de Adán, a los pies del Trono de Dios, en obediencia debida a la
Sabiduría Salvadora de su Padre, quien ha establecido el Fin del Imperio y el
Principio del Reino de su Hijo JESÚS, a quien en cumplimiento de su Decreto:
“Yo te he engendrado Hoy, pongo a tus pies todos los pueblos de mi Creación,
sobre los que eres Señor Universal y Rey Sempiterno”, sienta a su Diestra como
quien hereda en vida la Corona de un Padre que es Eterno.
Sabiduría predestinada a los Apóstoles,
que de haberla conocido los príncipes de Israel no hubiesen puesto sobre el Rey
un solo dedo. La Revolución Cosmológica ya asentada en el Trono de JESUCRISTO,
certificada en su Libro la fuerza del sentimiento de abominación del Padre de
la Vida hacia la presencia de la Muerte en su Paraíso, quedaba por establecer
la Salvación Futura de la Plenitud de las naciones de nuestro Mundo.
Esperanza de Salvación Universal que,
debiendo extender su Gracia a la Plenitud de las naciones, primero debe nuestro
Mundo caminar al encuentro de dicha Plenitud, cuando, al igual que una herida
en una parte del cuerpo le afecta al cuerpo entero, las acciones de una nación
tengan efecto sobre las demás. Camino largo y estrecho que los pueblos de
la Tierra debían hacer, por el camino diluyéndose en las brumas de los siglos
la Verdadera Faz del hijo del Hombre, en la que se muestra el resplandor del
Rostro de Dios.
Llamados a la Vida a la Imagen y
Semejanza de quien dijo : “Hagamos al Hombre a nuestra imagen y a nuestra
semejanza”, perdidos en las tinieblas de los Milenios, teníamos Necesidad de
ver a ese Hombre cuyo Principio está en la Mente de Dios y cuyo Origen está en
la Boca de su Hijo. ¿Qué hombre engendró Dios en su Sabiduría? ¿Era el Romano,
era el Judío, era el Griego, era el Persa … el Chino, el Hindú, el Egipcio,
el Maya, el Azteca?
La Respuesta se perdió en la tela de
araña de las religiones antiguas. Inalcanzable la Verdadera Imagen de Dios
cada pueblo se dio unos dioses en los que justificar sus pasiones y legalizar
las guerras de exterminio de sus vecinos. De pronto, aquel espíritu concebido
por Dios al Principio, se hizo Hombre.
En el hijo del Hombre nos presentó Dios
a su Hijo, y en Cristo al Hombre que Él llamó a la Vida. Ese hombre que vieron
y tocaron y oyeron los hombres en el hijo del Hombre es el Hombre que Dios
engendró en su Sabiduría, y llamó hijo. Ese es el Hombre que Dios ama. Ese es
el Hombre que vive en Dios y tiene en el Rey su Vida eterna. Su Personalidad
está escrita. Dios, Pan bendito para el Bien, es Zarza Ardiente contra el Mal.
Ese es el hijo del Hombre que vendrá a
juzgar a vivos y muertos. Él es un pan bendito para quien adora la Ley; Él es
un fuego todopoderoso y omnipotente que descarga su Brazo sobre los enemigos de
la Ley. Cada cual elige la Sentencia que caerá sobre su cabeza.
El Amor de Dios por los hombres está en
habernos dado por Juez a este Hijo; nos lo mostró tal cual es, vestido de
hombre, para engendrar en nosotros el Amor a su Persona, no como Rey ni como
Dios, sino como Persona Maravillosa en la que el concepto de la Mentira,
la Guerra, la Traición, la Corrupción, el Mal en cualquiera de sus formas: es
una abominación.
De tal padre tal hijo; de tal Hijo, tal
Padre.
La Unidad entre Dios y su Hijo, buscada
para desterrar el Espíritu Santo del Ser del Creador, no sólo se hundió en el
Abismo sino que se elevó al Trono del Rey Dios.
El Padre es el Señor YAVÉ Dios, el Hijo
es el Señor JESUCRISTO Rey.
La Justicia de Dios es la Justicia del
Rey. La Unidad Indivisible entre Dios y su Hijo es Invencible. Dos Personas
Divinas, un Único Espíritu. De donde se ve que a la vez Dios que nos
ofrece una Esperanza de Salvación Universal al darnos por Juez a su Hijo Amado,
cuya Adoración vive en nuestras almas, nos recuerda que en ese Hijo vive el
Fuego incombustible que arde en YAVÉ DIOS contra la Ley de la Ciencia del bien
y del mal. En el Amor a la Ley y a la Voluntad de Dios tenemos las naciones la
Puerta a la Absolución Universal del Género Humano.
Sin embargo, nadie se equivoque. La
Defensa de nuestro Mundo, depositada en nuestras manos, tiene su Argumento en
la naturaleza de los Acontecimientos por los que la Plenitud de las naciones,
unidas en un Árbol de Vida, vivirán por la Ley de la Fraternidad Natural a
todos los hijos de Dios.
Crear esta Civilización de la Plenitud
de las naciones gobernada por el Espíritu del Rey es nuestro Deber, el
Horizonte hacia el que comenzamos a caminar desde este Siglo, camino que
recorrerán las generaciones que nos sigan hasta el Día en que el hijo del
Hombre se aparezca sobre las nubes, y se haga visible a los ojos de la
generación por Dios dispuesta a vivir este Acontecimiento, cuya Fecha
únicamente el Señor Dios YAVÉ conoce.
Vanos son los argumentos de quienes
esperan que el Hijo de Dios se haga de nuevo hombre e instaure su Reino sobre
una porción de fieles, sólo ellos puestos a salvo del apocalipsis destructor
que según ellos ha de caer sobre el resto de la humanidad.
No menos vano es el argumento de quienes
esperan que el Mesías venga para darle el Imperio a la Jerusalén de los
Israelíes.
No somos los hombres quienes escribimos
la Historia y disponemos de los siglos para imponer nuestra ley en las
naciones. El Día de la gloria de la libertad de los hijos de Dios anuncia la
aurora de la libertad gloriosa del Hijo de Dios, quien siendo Rey Todopoderoso
y Omnisciente, dando Dios por terminado el Decreto que le ha mantenido sentado
como quien debe aun esperar a que su Padre considere bueno que se levante, una
vez de pie, sus piernas a los dos lados del océanos, extiende su Corona sobre
todas las naciones, abriéndole a las generaciones que nos sucederán la puerta a
la Creación de nuestro Mundo acorde a la Ley del Rey, la Jurisdicción de cuya
Corona sobre todos los Pueblos es universal y omnipotente.
Vanos son los frescos que en la pared
del futuro pintan los poderes de este siglo. NO habrá Guerra Mundial, no
habrá Gobierno Global de unos poderes establecidos más allá de las leyes,
dictando ellos mismos las leyes tras las que sus miembros blindarían la
Inmunidad contra las consecuencias judiciales a pagar por sus crímenes y
delitos. Esa casta de dioses a la imagen y semejanza de la que Satán quiso
imponerle a Dios ... jamás alcanzarán la meta hacia la que corren.
La Gloria de la Libertad de los hijos de
Dios se derrama en todos desde quien es el Primogénito de todos. Todos somos en
Él y con Él una sola cosa.
Quien ama a Dios sobre todas las cosas
ama a su prójimo como a sí mismo. El prójimo de los hombres somos todos los
hombres. Imagen y semejanza del hijo del Hombre, en quien hemos hallado nuestro
Ser, somos hermanos, ciudadanos de un Reino en cuyo Rey tenemos la Alegría de
quien vive en el Paraíso, y en cuyo Gobierno tenemos la Garantía de que la
Cizaña Maligna de la división entre hermanos no volverá a encontrar tierra en
el Mundo de los hombres.
La Eternidad comienza Hoy. La vida
eterna se vive Aquí. El Mañana es únicamente el camino al encuentro del hijo
del Hombre por la Presciencia de Dios dispuesta para una generación futura, el
número de cuyo siglo le es vedado a todo hombre.
Nuestra Fe reside en creer que de no
haber mediado la Traición de Satán el Hombre nunca hubiese transgredido la Ley.
El Valor de este Argumento da vida a la
Palabra de Absolución Universal de quien tiene el Poder de regenerar las almas
sin causar en la Eternidad una fractura, invisible pero cierta, que haga
regresar de su Destierro al Infierno al que la Muerte quiso arrastrar la
Creación de Dios.
PRIMERA PARTE
EL PENSAMIENTO DE CRISTO
El Amor del Señor Dios YAVÉ por su
Creación es sin límites. El Espíritu del Creador que en Él vive es la
fuente de una Pasión de naturaleza infinita por la Vida. El Hecho de haber
elegido al Hijo de sus Entrañas para encarnar al hijo del Hombre nos revela
cuánto ama Dios a su Creación. Escrito está: “Tanto amó Dios al mundo que nos
dio su propio Hijo para quienes crean en Él vivan eternamente”. Un amor por la
Vida que tiene en la Pasión del Creador por su Creación su Fuente Inagotable de
Acción.
Yo lo sé, todos lo sabemos, la
abominación cometida por la Rebelión Protestante Anglicana al afirmar que “Dios
no siente pasión” también está escrita, y aunque firmada por un criminal y una
asociación de criminales, cuya pasión fue caer en la tentación de heredar todos
los reinos del mundo a cambio de ponerse de rodillas y adorar al Maligno, todos
sabemos que, creados a su Imagen y Semejanza, el espíritu del Creador vive en
nosotros, y por esta vida entendemos, contra la Declaración IMPERIAL
ANTICRISTIANA de las iglesias nacidas de la Reforma, que la Creación es
“un acto de pasión”, cual bien todo creador puede afirmar con su sangre.
“Acto de pasión” en el que el Creador y su Creación quedamos inmortalmente unidos.
El Hecho de haber elegido YAVÉ Dios al Hijo
de sus entrañas increadas para ser ofrecido como Cordero, por cuya Sangre nos
vendría a todas las naciones la Redención, elección firmada en el monte Moria
por Abraham, este Hecho nos descubre la naturaleza del Amor del Creador por su
Creación.
En efecto, habiéndole descubierto a
Abraham la existencia de su Unigénito, habiéndole abierto su Corazón a la
Redención, la pregunta de Dios a su Amigo fue clara: ¿Qué me ofreces por esta
Elección, garantía de la Victoria del Hijo del Hombre sobre el enemigo de
tu Casa y de tu Mundo? ¿Qué estás dispuesto a ofrecerme por la Encarnación de
mi Hijo Unigénito?
La respuesta de Abraham fue firme:
La vida de mi unigénito.
El Acontecimiento está escrito.
El Señor YAVÉ Dios le pidió que lo
hiciese. Y sin dudarlo Abraham levantó el brazo contra el cuello de su
unigénito Isaac.
Trasportado por el amor de su Creación
hacia su Creador el Señor YAVÉ Dios detuvo el sacrificio y le juró por su
Nombre que en su Descendencia serían bendecidas todas las familias de la
Tierra.
Sobre la Fe de Abraham en la Bondad y
Justicia de su Amigo, YAVÉ Dios, quedó establecido el Acontecimiento de la
Encarnación y Resurrección del hijo del Hombre.
De aquí que todos entendamos que una vez
cumplido el Sacrificio del Cordero de Dios, de esta Gracia quedaron
privadas todas las generaciones que por el Delito de un único hombre fueron
condenadas a ser arrojadas en los fuegos del infierno que la Muerte encendió en
la Tierra. Y, sin embargo, nada hizo merecedor a las generaciones futuras para
que la Redención, por la que se hereda la vida eterna en la Fe en Jesucristo,
lloviese sobre nosotros su Gracia.
Ningún hombre de los tiempos del propio
Cristo fue mejor que aquellos hombres anteriores a su Nacimiento. Lo
profetizó Dios: “No hay hombre bueno, no hay ninguno que haga el bien...
”
¡Y cómo podía haberlo tras miles de
años con el cuello bajo las botas de quien le robó la corona al Hombre, y,
levantándose como el dios de los siglos, condujo a todos los pueblos de la
Tierra a aquel punto en el que se cumplió la palabra de Dios: “No hay ningún
hombre que haga el bien, todos tienen en el mal su gloria…”!
¡Así que, cómo podía Dios declararse
Justo cuando a unos, sin ser mejores, les abrió la Puerta de la Vida, y a los
otros, no siendo peores, les cerró el acceso a la Gracia engendrada en la Fe!
¡La Resurrección levantó un Antes y un
Después: el mundo de Antes quedó sin Derecho a Gracia, el mundo Después recibe
la plenitud de la Alegría de quien no es llamado a Juicio sino que por la Fe en
el Nombre de Jesucristo pasa de la Tierra al Paraíso de la vida eterna¡
¿Acaso fue insensible a este Antes y
Después el Hijo del Creador, Aquel quien con su Todopoderosa Palabra: dijo Haya
Luz y hubo Luz?
Fue este Hijo Todopoderoso y Omnisciente
quien llamando a todos los hijos de Dios, dijo: “Hagamos al Hombre a nuestra
imagen y a nuestra semejanza”.
En efecto, la pregunta pide la palabra:
aquel hombre fratricida que encontró en la Guerra una pasión sin límites por el
Poder, ¿ese fue el hombre que al Principio nació en el Espíritu de Creador?
¡Cómo llamar Justo a Dios si a unos los
priva de la Gracia y a otros, sin haber hecho nada que no hubiesen hechos los
primeros, les abre sus brazos eternos!
¡Cómo creer que el Hijo de Dios no vivió
este desencuentro! ¡Cómo podría el hijo del Hombre juzgar un Mundo a la luz de
una Justicia que abandona el Pasado a su Condenación, y le abre al Futuro la
Puerta de su Reino sin más condición que el Amor a su Nombre!
Dice el Espíritu Santo que Dios
perfeccionó a su Hijo en el hijo del Hombre.
Y así fue. Contemplar un mundo
envuelto en llamas inextinguibles de destrucción apocalíptica, pero cuyos
fuegos no te tocan, no es lo mismo que estar en el centro de esas llamas
infernales que todo lo devora reduciendo a cenizas imperio tras imperio, reino
tras reino, pueblo tras pueblo, generaciones de las que el futuro se olvida, de
las que no se tienen más memoria que leyendas sobre ruinas.
¡Cómo entender los resortes de ese
hombre caminando entre el humo y la sangre … cuando el humo no te toca, ni tus
zapatillas se manchan de sangre!
¿Quién conmoverá el Corazón de Dios y
hará nacer en su pecho una Justicia a la que todas las generaciones puedan
acogerse?
Lloras en la cumbre, derramas lágrimas
que no se agotan, tu voz cruza el firmamento, recorre los cielos, penetra en la
Ciudad de Dios, conmueven el Corazón de tu Padre.
Tú, Hijo Vivo del Dios Altísimo, eres nuestro
Juez. Tu Padre te ha vuelto a glorificar.
Te glorificó sentándote a su Diestra
como Señor y Rey de su Creación entera. Ha puesto a tus pies todo Su Poder,
toda Su Gloria, tu Palabra es Dios, tu Corona gobierna los Mundos creados
por tu Padre.
Y te ha vuelto a glorificar sentándote
en el Trono del Juez Universal. TÚ eres Dios Verdadero de Dios Verdadero,
como heredaste en vida el Reino de tu Padre, heredas también la Gloria del Juez
Universal.
En tu Boca está la Vida y la Muerte
de la Plenitud de las naciones del Género Humano. Tú eres la Esperanza del
Mundo al que fuiste enviado para comprar su Salvación al precio de tu Sangre y
la Sangre de tus hermanos, generación consagrada a tu Corazón y desde tu
Corazón rogándole a tu Alma que tenga Misericordia del Mundo al que Tú llamaste
a la vida eterna.
Tu Gloria no tiene límites, tanto te ama
tu PADRE que ha dejado en tus labios el Juicio sobre la plenitud de las
naciones del Género Humano. En Tu Corazón ha levantado una Esperanza de
Salvación Universal para el Hombre que creaste; una Palabra tuya y la
Regeneración del Hombre será un Hecho.
Tu Poder de Absolución es Todopoderoso
porque tu PADRE conoce tu Corazón. Te envió a la Tierra que creaste y al
Hombre al que llamaste a la vida eterna. Abandonado en las tinieblas, asediado
por un Homicida Universal, ¡cómo esperar que, reducida a la condición
de las bestias salvajes, ese Hombre pueda concebir obra buena alguna!
Si aun viviendo en tu Fe, tus siervos se
corrompen, ¡cómo pedirle cuenta a quienes no tuvieron la Gracia de vivir tu Fe!
¿No hay Gracia para quienes fueron
arrojados al abismo de la Ignorancia y la Mentira?
He aquí que por eso tu PADRE te envió a
la Tierra, para que siendo Hombre tu Juicio se haga desde quien conoce el
efecto de “ese haber sido abandonado por Dios, su Creador”.
¿No te sentiste Tú mismo abandonado
cuando el hierro se cebó en tus carnes? Y sin embargo Tú eres Todopoderoso. Te
hubiese bastado una Palabra para que quienes vinieron a buscarte se hubiesen
desvanecido en el polvo, allí mismo, delante de tus discípulos.
Fuiste hombre hasta las últimas
consecuencias, cuando tu humanidad fue abandonada bajo el hierro y el fuego,
¡hasta tu corazón reventó!
Por el Delito de un único hombre fue
todo un mundo condenado; por la Misericordia de un único hombre el mundo entero
fue llamado a la Gracia. ¿Cómo olvidar ese mundo antes de tu Redención?
¡Cuántas lágrimas no derramaste viviendo el dolor de un
mundo llamado a Juicio sin haber conocido la Gracia que viene de la Fe en
tu Nombre?
No sólo compraste con tu Sangre un
Futuro a la Plenitud de las naciones sino que con tus Lágrimas conmoviste el
Corazón de tu Dios hasta convertirte en la Esperanza de Salvación de
nuestro Mundo: Pasado y Futuro. Por Amor a Ti el Señor YAVÉ Dios puso en tus
Labios el Poder de Absolución Universal del Género Humano.
Señor, Sumo Pontífice Universal, Rey
Padre sempiterno, JUEZ todopoderoso, tu Palabra es Dios. Tuyo es el Poder, tuya
es la Gloria, Tú eres JESUCRISTO, nuestro Dios y Rey, nuestro Creador y Padre de
los Cielos. En tus labios reposa la Vida de un Mundo abandonado en las
tinieblas por un Delito cometido en la Ignorancia.
Durante Milenios las generaciones
sufrieron en sus carnes el látigo de la Guerra Fratricida, ¡cómo creer y
esperar que en el Día de tu Venida sus hijos creyesen en el Hijo del Dios al
que ya no amaban! En tus labios posó Tu Padre nuestra Esperanza de Salvación
Universal. Por tu Sangre fueron redimidos todos los pecados del mundo y un
Hombre Nuevo vino a luz; por tu Obediencia nos conquistaste esta Esperanza de
Salvación Universal, Herencia de tu Descendencia, llamada a conquistar el
Corazón de los hombres, pues el Corazón de Dios lo ganaste Tú para todos
nosotros.
Gloria en los Cielos, Alegría en la
Tierra. Así lo dispuso el Señor YAVÉ Dios, Creador del Cosmos y del Universo,
Tu Padre Amado, poniendo delante de Tí un Testamento, que Tú firmaste
con tu Sangre, por el que en Unidad con su Padre tu Descendencia brillará en
medio de las tinieblas, abriéndole el camino a las naciones lejos del campo de
la Guerra y dentro de tu Reino.
Desaparecerán de la Tierra los
dictadores y los tiranos, serán conquistadas todas las enfermedades que la
Muerte sembró en el cuerpo del Género Humano, le será edificada a la Paz un
Cuerpo Invencible contra el que se estrellarán las olas de la Guerra.
Tu Justicia extenderá su Gracia
desde un rincón al otro del Mundo, no habrá quien pueda hacer de la
Mentira su caballo al Poder, porque la Verdad será la Raíz del Pensamiento del
Hombre. Los pueblos adorarán tu Corona y tendrán su vida en tu Trono. No habrá
entre los hombres quien conciba el Mal y busque el Poder sobre la ruina de su
pueblo.
Se hartarán de Justicia los hambrientos,
de Paz los sedientos de vida. El Género Humano correrá a Tu Encuentro para
vivir en el Paraíso de tu PADRE en Fraternidad con todos los Pueblos de Vuestra
Creación.
Tuyo es el Poder de Regeneración de los
seres que fueron arrojados a las tinieblas, animales salvajes, bestias
fratricidas, condenados a luchar, sobrevivir o morir. No volverá el Hombre
alzar su mano contra su hermano, ni a privar a sus semejantes de pan, vestido y
techo.
El Hombre que Tú nos descubriste vivirá
por siempre en tu Descendencia.
Tú viste este Hombre Nuevo y ofreciste
tu Cabeza a la Espada pidiendo a tu Dios darle Nacimiento a tu Descendencia.
Gloria a TU Padre Eterno, el Señor Dios YAVÉ, su Verbo regresa a sus Brazos
para la Alegría de quienes condenados a ser destruidos se levantan como ave
fénix de las cenizas a las que fueron arrojados, para llamar a todas las
naciones al Reino de Su Hijo Amado. Por Amor a nuestro Pueblo lucharemos, y al
Rey le dedicaremos nuestra Victoria.
¿Quién puede salir vivo contra la Muerte
si Tú no lo rodeas con tu brazo? ¿Quién le tiene miedo al enemigo teniendo por
escudo el Brazo de Dios?
¡Cómo puede amar a Dios que no ve quien
odia a su semejante que ve!
El Amor de Dios y del Rey al Hombre
viene atestiguado por quienes pusieron por testigo su Sangre; por amor a la
Salvación Universal del Género Humano, el Maestro y sus Discípulos pusieron
libre y voluntariamente la cabeza sobre la piedra en la que Abraham posó la de
su unigénito. Isaac no sabía adonde iba, ni por qué. Los Discípulos lo supieron
todo. No se acobardaron, ni se amedrentaron ante una espada que no sería
detenida por brazo de ángel alguno. ¡Cómo no sentirse glorificado en
tu Creación!
La Criatura le correspondió a su Creador
con Amor sin límites hacia su Creación. La Sangre de los Santos llenó el
Corazón de Dios, su clamor por Misericordia para el Género Humano subió al
Trono de la Gloria. Un tiempo aún y Dios le suscitaría a la Esposa del Rey esa
Descendencia por la que firmó con su sangre el Nuevo Testamento, y quedó
escrito: “La creación entera espera con corazón encogido el nacimiento del día
de la gloria de la libertad de los hijos de Dios”.
Alegría en los Cielos, Gloria en la
Tierra, porque el Señor Dios del Infinito y la Eternidad, Creador del Cosmos y
del Universo, YAVÉ, Padre de Jesucristo, no olvida, ni le da la espalda a su
Creación. La Necesidad impuso su ley. Mas una vez llegado el Día de la Libertad
es el Omnisciente y Todopoderoso Padre del Cielo quien abre la Suya para que
todos los pueblos de la Tierra vivan la gloria de la libertad de sus hijos.
¿Mas cómo podrá absolver el Juez a quien
no quiere la Regeneración de su Alma y rechaza el espíritu de Dios? Por esto
escribió el Espíritu Santo: “Esperanza que se ve, no es Esperanza”.
En efecto, la Victoria se conquista en
el campo de la Historia.
El Hijo de Dios creyó con todo su ser
que el Hombre, una vez libre de la Mentira, se acogerá a la Ley de su Reino con
la fuerza de quien ha vencido al Infierno, y su Regeneración será la
Defensa de este Mundo sin Cristo que no tuvo la oportunidad de recibir el
Bautismo de la Gracia.
En esta Fe se entregó el Todopoderoso
Hijo de Dios a la Cruz; movidos por esta Esperanza sus Discípulos y su
generación de corderos inmaculados se dirigieron al altar del Sacrificio.
Conquistaron el Corazón de Dios en la Fe de la Victoria de esta Esperanza de
Salvación Universal, Herencia de la Descendencia sobre la que Dios
dijo: “Tu Descendencia se apoderará de las puertas de sus enemigos”.
Nacidos para ser Invencible luchamos por
quienes no pueden luchar por sí mismos, cuya condenación o absolución en el Día
del Juicio depende de la Defensa establecida sobre el Acontecimiento de la
Regeneración de la plenitud de las naciones.
Tanto más poderosa nuestra Esperanza por
tanto en cuanto quien tiene el Juicio es el mismo Rey que por esta Salvación
ofreció su Vida y la de sus Discípulos, corderos inmaculados, gloria de su
Casa, conquistadores, a su imagen y semejanza, del Corazón del Creador del
Cielo y de la Tierra, cuyo Espíritu de Sabiduría e Inteligencia legó a la
Descendencia de su Hijo para Bien de todos las naciones y Salvación Universal
del Género Humano.
¿Quiénes se resistirán entonces a este
Espíritu? ¿Quién se plantará delante del Rey y su Dios!?
¡Quien no ama a su semejante que ve,
cómo amará a Dios, que no ve! ¡O que dará a cambio el hombre por su alma! ¿Y de
que servirá salvar el mundo entero si pierde el alma?
La Naturaleza del Fin requiere su
naturaleza en los Medios. No se apaga el fuego con fuego. Ni se sacia el hambre
con la muerte del hambriento. La santidad del Fin invoca la santidad del
Camino. No es con el oro ni con el hierro, sino con el espíritu de YAVÉ que los
pies se acercan a la Victoria.
El Hijo de Dios que vive en su Esposa,
la Santa Madre Iglesia Católica, es quien engendra en nosotros el Hombre a su
imagen y semejanza de nuestro Padre de los cielos. Y este Hombre y únicamente
este Hombre puede avanzar hacia la Victoria de la Esperanza de Salvación
Universal por la que aquella Generación Divina se ofreció
espontáneamente y siguió a su Pastor al Altar de los corderos. Él mismo: el
Cordero de Dios, el valor infinito de su Ser conquistó para todos la Gracia de
la Fe.
Nuestro enemigo es el padre de la
Mentira, aquella Serpiente que le inyectó su veneno homicida al
Primer Hombre. Tal es la abominación que nuestro Creador sintió hacia aquel
hijo de Dios, de nombre Satán, que no queriendo ni recordar su nombre abominable
nos lo dio a conocer en la imagen de una serpiente, la Serpiente que llevaba
dentro en su pecho. La razón de ser de esa Serpiente era y es la destrucción de
toda vida en la Tierra.
¡Como lo hará si no destruye primero el
Nombre de Dios en el hombre!
¡Cómo lucharán los hombres por su mundo
si aboliendo la Ley de Dios destierran de sus almas la Fuerza Innata del Amor
por sus semejantes!
“Amarás a Dios sobre todas las cosas y a
tu semejante como a ti mismo”.
¿Cómo destruir este Camino?
Simple, se dijo Satán: Se hace de la
existencia de Dios una Abominación para el ateísmo Científico, ....
.... se le entrega el poder de la
formación de la inteligencia mundial a la religión del ateísmo científico ...
.... y el amor del hombre hacia sus
semejantes saltará por los aires.
Arrastradas las naciones al abismo por
el Poder y las Riquezas: tirando el Ateísmo Científico del carro de la Historia
: bueyes, carreta y naciones, ¡victoria!, se estrellaron en el abismo de la
destrucción apocalíptica.
¡No hay dos sin tres!
Estando en la Ley del “amarás a Dios
sobre todas las cosas y a tu prójimo como a tí mismo”, cuando el amor
al semejante se niega es desterrado de todos los corazones los hombres corren
al campo de las guerras mundiales.
Primera ... Segunda ... y … ¿ T…a?
Ley inevitable.
El loco cree que su locura es sabiduría
reservada a su altísima inteligencia; sí, los locos son los otros,
discapacitados intelectuales incapaces de ver siquiera la cima sobre cuyo
monte se mueven sus pensamientos, sentimientos y razones. Enemigo de la
Existencia de Dios, él se crea un universo sin Dios hecho a la medida de su camisa
de fuerza. Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial ….
¡No hay Dos sin Tres! Lo que no pudo la
Serpiente lo conseguirá la Ciencia…
Discurso de Satán a sus hermanos
rebeldes.
Y en eso está la Ciencia.
La Serpiente ha hallado en Estocolmo su
Roma, desde donde sus sabios-sacerdotes imponen su religión sobre todas las
universidades, institutos, colegios y guarderías del planeta. Negada la primera
parte de la Ley, “Adorarás a Dios con todo tu ser”, se sigue la
anulación de su Lógica: “… y a tu prójimo como a tí mismo”.
Nuestro enemigo se esconde en los
libros.
SEGUNDA PARTE
EL REY ES DIOS
JESUCRISTO ES EL REY
JESUCRISTO ES DIOS
I
Acción de gracias
Bendito sea Dios, porque el amor no le
detuvo y puso la Justicia sobre el Amor, fundando de esta manera, a los ojos de
toda su Creación, su Reino sobre una Justicia Universal cuyos principios no
hacen acepción de persona y cuya Ley no conoce la excepción.
Comencemos entonces por el principio.
Remontémonos a los días antes de la
Creación de nuestra Tierra.
Es verdad que en su demencia
institucionalizada los padres del Ateísmo Científico abolieron el Principio con
el que Dios abre su Libro y da Origen a la Historia de nuestro Mundo. Nada
excepcional. A la Bestia le es natural devastarlo absolutamente todo hasta
quedar sola para finalmente comerse a sí misma, comenzando por la cola. ¿Hay
demencia más espectacular, suicida y criminal, que la de la Bestia que se niega
a reconocer su destierro de la sabiduría, y hace de la Ciencia del Exterminio
de su Mundo la gloria de su Orgullo?
Tuvo un Principio la Creación de la
Historia del Género Humano, pero antes de este Principio existió la Eternidad,
y después del Fin de la Historia del Hombre en la Tierra existirá la Eternidad.
No querer ver que la Historia es un Camino en el tiempo de la Eternidad es el
origen de todos los males de este Mundo. Este es un Camino por el que venían
andando otros Mundos, creados por el mismo Dios antes del Principio de nuestra
Historia. Historia Universal abierta a la Eternidad, pero que por causas sorprendentes
condujo a esos Mundos a un estado de Guerra inquietante cuyo motor desarrolló
una dialéctica irracional.
Los Poderes de los Pueblos y aquellos
Mundos creados antes del Principio del nuestro se enfrentaron en Guerra sin
cuartel. Por dos veces. La razón: una parte de esos Poderes dieron un paso
adelante reclamando de Dios un status quo excepcional que les situase más allá
de la Ley, a la par que les invistiese del poder de administrar sus Mundos
acorde a leyes creadas por ellos mismos. Reclamaron ser dioses verdaderos en
medio de sus pueblos. ¡NO les bastó ser hijos de Dios, y acorde a esa divinidad
protagonizar la Historia de la Eternidad! ¡NO! Quisieron reducir la Presencia
de Dios en su Creación a la de un mero Ídolo, un cuerpo sin cuerpo, sin partes
ni pasiones, vacío de emociones, de sentimientos y de Poder de juicio para con
los actos y acciones de sus hijos.
La Respuesta de Dios Padre a la
reclamación de sus hijos fue levantar la Ley hasta SU misma Naturaleza Divina,
de manera que quien volviese a levantarse contra la Ley le declararía la Guerra
al propio Dios Creador del Cosmos, de todo lo visible y lo invisible. De aquí
que en presencia de todos sus hijos, pues a ellos todos los llamó a Formar
al Hombre a su Imagen y Semejanza, y siendo Adán un hijo de Dios, YAVÉ DIOS,
diciendo: “NO comas, porque el día que comieres, morirás”, alzó la Ley desde la
Tierra al Cielo.
La Palabra de Dios, Todopoderosa y
Omnipotente, esencia y sustancia visible de la propia Naturaleza del Creador,
fue oída y entendida en toda su dimensión por todos los hijos de Dios
protagonistas de la Historia de nuestro Mundo.
Dios y su Palabra son una sola Realidad
indivisible, incorruptible, omnisciente, todopoderosa, omnipotente. La Palabra
de Dios es Dios. Todo el Ser Increado del Señor del Infinito y de la Eternidad,
Creador del Nuevo Cosmos, YAVÉ DIOS, PADRE DE JESUCRISTO, vive en su Palabra.
Su Palabra es Ley Universal Sempiterna, la Fuente Viva de la que se alimenta la
Creación entera. Enfrentarse a la Palabra de YAVÉ DIOS PADRE es declararle la
Guerra al Creador del Cosmos y Señor del Infinito y de la Eternidad.
NO puede concebirse mayor locura: una
criatura por las MANOS DIVINAS creada del polvo de estrellas retando a su
Creador a Guerra Total, declarándole la Guerra a SU VERBO.
II
La Ley es Dios
Como no podía creerse que sucediese de
otra forma, y creer que fuese a suceder lo contrario hubiese sido cosa de
bestias irracionales, de cerebros suicidas y criminales que prefieren extirpar
de sus cabezas la inteligencia a vivir delante de una Justicia Universal,
todopoderosa, santa, inmaculada, incorruptible, inmarcesible a los intereses
particulares, expresión visible y viva del Espíritu del Creador del Universo:
La Inmunidad para sus actos que una parte de los hijos de Dios venía de un
tiempo atrás, antes de la creación del Hombre, pidiéndole al Señor de la
Eternidad y del Infinito, reclamación que devino pública cuando con una sola
voz usaron a Eva como beso de Judas, y a Adán como lanza contra el pecho de
Dios; a voces limpias reclamándole al Señor del Cosmos y los espacios infinitos
que la Casa de Yavé y Sión, -dioses e hijos de Dios, príncipes del Imperio
del Paraíso de Dios-, devinieran la excepción a la Ley, excepción obligatoria
ante la cual la Justicia Divina se plegase y concediese libertad eterna y
todopoderosa para obrar a voluntad sin responder ante ninguna Justicia por sus
pensamientos, palabras y obras; esa Inmunidad infernal, demoníaca y maligna que
pretendía hacer de las Naciones del Universo ejércitos de soldaditos de plomo
para diversión de dioses, y porque Dios ama sobre todas las cosas la Justicia,
Dios, sobre el cadáver de su hijo pequeño, nuestro Adán, la negó de una vez y
para siempre por la eternidad de las eternidades, jurando por su Cabeza
Omnisciente y Todopoderosa que todos los enemigos de Su Ley serían desterrados
de su Reino y Creación para siempre.
En efecto, retratado Su dolor en la
Pasión de Cristo, enorme y profundo fue el dolor de aquel Padre a quien,
mientras disfrutaba del Descanso, le mataron a su hijo pequeño sin darle
ocasión de defenderle. Y terrible el grito de dolor que contra la casa rebelde
se dejó oír a lo largo y ancho de los Cielos.
La locura se había hecho carne.
Criaturas de origen animal, levantadas hasta las alturas más hermosas jamás
soñadas por ninguna especie viva del Cosmos: ser hijos de Dios, participar por
la Eternidad de la Vida del Creador, tuvieron a poco esta Gloria, e increíble
pero cierto: le reclamaron al Señor de la Sabiduría, DIOS INCREADO, vivir de tú
a tú.
La Posibilidad de la Rebelión existía,
mas ¡cómo concebir que una simple mota de polvo de estrellas se atreviese a
creerse capaz de sentarse en el trono del Creador de las estrellas que llenan
el Cosmos! La LEY fue elevada a la Naturaleza de DIOS a fin de que lo que no se
pudo conseguir por el AMOR se obtuviese por el TEMOR.
LA PALABRA DE DIOS ES LEY
LA PALABRA ES DIOS;
LA LEY ES DIOS
Creyó YAVÉ DIOS PADRE que ante la
Elevación de la Ley, por Temor a Dios sus hijos abandonarían aquella
Reclamación demencial.
Dios es Increado, Dios no puede ser
creado. Querer ser Dios es locura, negación de la Realidad Cosmológica. El
Vínculo entre el Creador y su Creación es el AMOR. En el AMOR del Creador por
su Creación sus criaturas lo tienen todo: Vida eterna, abierta la puerta al
tesoro de su Omnisciencia, la Sabiduría Creadora por Maestra : ¡Dios es Padre
Verdadero!
III
El Espíritu Santo es Dios
La Traición se consumó. Los hijos
rebeldes no cesaron de reclamar aquel status quo por el que se levantaron en
guerra durante los días antes de la Creación del Principio de nuestros Cielos y
de nuestra Tierra. El TEMOR no les detuvo. Creyeron que podrían vencer a Dios,
poner de rodillas al Creador del Cosmos: obligarle a abolir la Ley, extirpar de
su Ser el Espíritu Santo de la Justicia.
NO se detuvieron ante el Crimen contra
Adán, el menor de los hijos de Dios.
Inmunda Bestia homicida ideó hacer del
Hombre el hacha de guerra con la que el Dragón Satánico escribiría su última
palabra: Antes el Infierno que vivir en un Mundo gobernado por el Espíritu
Santo de la Ley: Incorruptible, inmarcesible, omnisciente, todopoderoso, la Paz
por Alma, el Amor a la Vida por Corazón, expresión visible del Ser Divino: TÚ,
YAVÉ DIOS, PADRE DE JESUCRISTO.
Caiga sobre los enemigos de tu Reino tu
Sentencia y tu Pueblo conozca la Libertad de quien no tiene que temer nada por
la eternidad: porque tu Espíritu Santo es Dios.
IV
El Juicio de Dios
Pero aun estando traspasado Su pecho por
la lanza de la Traición el Todopoderoso y Omnisciente Creador del Cosmos tenía
sus manos y sus pies clavados a la Cruz de su Justicia; porque si se bajaba de
esa Cruz sería el Espíritu Santo de la Justicia quien bajaría al Infierno, y no
cabiéndole en su Cabeza semejante Futuro para su Reino, Dios Padre abandonó a
la Muerte a su hijo pequeño, y con él a la Plenitud de las naciones del Género
Humano.
Terrible sería la acusación de quienes
levantarían contra Su Justicia el argumento de haber predestinado al Infierno a
un mundo entero por el pecado de un sólo hombre. Pero infinita su Bondad porque
puso la Justicia sobre el Amor a fin de que la Verdad reinase por siempre
jamás.
Bendito sea Dios Todopoderoso, porque
pudiendo resucitar a su hijo Adán, al precio de quedar expuesta la creación
entera a la corrupción que nace de la Inmunidad Absoluta a favor de quienes la
gobiernan, arrojó lejos de sí una felicidad pasajera y eligió un dolor
presente, cuna de la gloria futura, arrojando al Infierno, lejos de sí aquella
Reclamación Maligna al infierno que tras el perdón escondía su fuego
V
La Ley: Universal y Eterna
El Caso era simple. Por una parte estaba
Dios, Creador de toda vida, la que ha florecido en la Tierra como la que
floreció antes en otras partes de su Creación, y florecerá por su Voluntad
durante la Eternidad por todo el universo.
Mirando a la existencia pacífica de
todos los Pueblos de su Reino estableció Dios una Ley Eterna, que impera sobre
las leyes particulares y es el núcleo desde el que surgen esas leyes
particulares cual ramas de un mismo tronco. Esta Ley no tiene excepción, no
concede Inmunidad a ninguna criatura.
Hermano, Hijo, o Siervo de Dios, todo
viviente, desde el que se sienta a la Derecha del Trono de Dios hasta el ser
más humilde del Paraíso, todos estamos sujetos a esta Ley por la que cada cual
es responsable de sus actos ante una Justicia Universal que no hace excepción
de Hermano, Hijo o Siervo, y ante su Tribunal todas las criaturas se presentan
desnudas para ser juzgadas según sus pensamientos, palabras y obras. No ha
lugar a invocación a la Paternidad Divina. Y la raíz de esta Justicia es la
Verdad; su fruto, la Paz. Que por esto escribió Dios, a fin de que nadie se
crea blindado ante la Ley en razón de su posición en su Reino: Creó Dios al
hombre desnudo.
Del otro lado tenemos una parte de los
hijos de Dios, que no pudiendo aceptar esta desnudez, reclamaron esa
inmunidad natural a unos de dioses nacidos de un Dios Todopoderoso y Eterno a
quien nadie puede juzgar. Y como hijos de ese Dios reclamaron el Todopoder que
le era natural al Dios de dioses, por este poder dando luz a la excepción, que
no concede la Ley.
La cuestión que estuvo en el Origen de
la Traición de aquellos malvados hijos Dios, traición consumada con el
Homicidio de Adán, estuvo en cómo arrancarle a Dios esa Inmunidad. Pues Dios no
sólo no estuvo, ni lo está, ni lo estará por la Eternidad dispuesto a dar luz
verde a la transformación de su Casa en un Olimpo de dioses más allá de la Ley,
sino que, para zanjar la cuestión, públicamente y delante de toda su Casa,
personificada en su hijo menor Adán, dio a conocer su última Palabra: “El que
coma de ese fruto, morirá; sin excepción”. Y no quería volver a oír hablar del
asunto, ¡jamás!
La Ley es Universal y permanecerá así
por la Eternidad.
VI
La Astucia de la Serpiente
El pensamiento de quienes no podían
concebir la vida eterna en el seno de una Paz Universal fundada en una Justicia
Divina ante cuyo Tribunal todas las criaturas, independientemente de su
posición social, somos iguales ante la Ley; el pensamiento de los tales, digo,
y aun habiendo dado Dios su Última Palabra, y precisamente porque la había
dado, no sólo no se sujetó a la Necesidad, por no hablar de la Bondad Infinita
que el Verbo derramaba sobre el Futuro de la Creación, sino que se dejó
arrastrar a la Rebelión abierta en base a esta Decisión Final manifestada: “El
día que de él comieres, ciertamente morirás”.
En su astucia maligna el cabecilla y
príncipe de los Rebeldes puso sobre la mesa de los Conjurados, bajo el Signo de
la Serpiente, la respuesta a su problema. Es evidente que la Ley es
todopoderosa mientras tiene en el Ser de Dios su Fuerza, ¿pero y si Dios
quedase esclavizado a su propia Palabra y por amor a su Libertad Él mismo
debiera romperla? En este caso hipotético, ¿no quedaría en entredicho que el
Verbo sea Dios? Me explico:
La Ley es Todopoderosa y no hace
excepción. Adán come, Adán muere. Por el pecado de un sólo hombre, Cabeza de su
Mundo, pues “creó Dios al hombre a su imagen y semejanza”, todo el Mundo muere.
Ahora bien, la Ley ata a Dios al Verbo, a su Palabra, esclavizándole a consumar
su Proyecto de Formación del Género Humano. De manera que siendo el Verbo la
palabra de Dios, la Ley ata a Dios al Mundo hasta que su Palabra se cumpla.
Pero si esta Palabra no se realizase jamás y por tanto el Género Humano no
alcanzase nunca la condición de los hijos de Dios, Dios se vería obligado a
renunciar a su Ley, con lo cual a fin de quedar Libre de su Palabra tendría que
ser por Él mismo abolida su Divinidad. O, ... obligado por su Palabra..., Dios
tendría que intentarlo una vez y otra hasta que su Voluntad se cumpliese...
pero ¿y si no pudiera cumplirse... por no haber... materia?
Luego todo lo que había que hacer era
usar a Adán como lanza contra el Verbo, hincarle la lanza en el pecho a Dios, y
a partir de ahí entregarse a la Destrucción del Género Humano, de manera que no
existiendo materia se viera Dios obligado a reconocer que había sido vencido, y
en consecuencia tendría que imponerle a su Justicia dicha Excepcionalidad. Es
decir, el Monte de Dios, Sión, tendría que evolucionar y transformarse en
un Olimpo de dioses. La Creación entera tendría que ajustarse a esta nueva
Ley... y todos los Pueblos del Universo... estarían a merced... de los Nuevos
Dioses.
VII
LA BATALLA FINAL
Dios, Padre de Adán, se sintió herido
hasta lo más profundo de su corazón.
Cual padre que al regresar de un viaje
se encuentra con el cadáver de su hijo en el jardín de su casa, Dios entró en
cólera infinita al descubrir que el asesino de su hijo había sido aquél mismo a
quien le confiara su custodia mientras estuvo de viaje.
Dios, como Juez incorruptible, dictó
sentencia contra todas las partes con la severidad que le reclamaba la
Justicia, imponiendo castigo sin mirar el origen y condición social de los
delincuentes.
Dios, en tanto que Creador, se quedó
maravillado ante la locura infinita que era a sus ojos la declaración de guerra
que le lanzaba en pleno rostro una criatura que Él mismo había sacado del
polvo, cuya existencia la podía borrar de la faz del Tiempo y del Espacio con
un simple soplo.
Dios, en cuanto Dios, no podía dejar de
ver tras el movimiento en el Tablero de la Eternidad de estos peones el rostro
de su Verdadero Enemigo: la Muerte.
Durante muchas eternidades, desde el
mismo Día que Él se lanzara a la conquista de la vida eterna para todos los
seres, la Muerte había estado siguiéndole a Dios los pasos a fin de obligarle a
aceptar la Coexistencia sempiterna, como había sido desde el principio sin
principio de la Increación, de la Vida y la Muerte en el seno de la Creación.
Dios se había limitado a ignorar la
existencia de la Muerte en tanto en cuanto Ente Increado, la había considerado
un fenómeno inherente a la Vida.
La Alegría de la Transfiguración de Dios
en el Padre y el Hijo, la Alegría de la Creación del Universo y sus primeros
Mundos, la Alegría del crecimiento de su Paraíso en un Imperio Maravilloso
lleno de vitalidad, eran alegrías que se habían visto empañadas por las Guerras
del Cielo; sin embargo y pues que Él ya había conocido la Ciencia del Bien y
del Mal, se dispuso a extirpar de su Creación este Árbol maldito mediante la
Ley, a fin de que la Guerra, su Fruto, no extendiera su fuego sobre el Universo
y el Infierno se llevara su Obra a las tinieblas del olvido.
De pronto, con el Espíritu en vilo y
aunque sabía Dios que “aquel toro ya había acorneado antes”, por lo que le pone
a todos sus hijos, sin excepción, la Ley como yugo a fin de sujetarlos a todos
a Obediencia, “aquel toro”, que ya había acorneado antes, se suelta y se lanza
contra un Adán sin conocimiento ninguno de la naturaleza del fruto de la
ciencia del bien y del mal, de aquí la Ignorancia como Fundamento de la
Redención; un Adán sin ningún conocimiento -decía- el instinto asesino de la
Bestia, al que la Bestia acornea hasta matarlo.
Dios se dice a sí mismo: “Imposible”;
alza la mirada y ve a su verdadero enemigo, la Muerte. Y en su Dolor planta
cara, acepta la declaración de guerra y se lanza a la Batalla Final.
VIII
Fundamentos de la Batalla
Final
Hubo Redención porque hubo Ignorancia;
de manera que si por la Ignorancia vino la maldición: por esa misma Ignorancia,
porque la hubo, y de no haberla habido la Redención no hubiera sido posible por
Ley, tuvo lugar la Redención recogida en la ley del Sacrificio Expiatorio por
los pecados.
Ahora bien, la Ley de Moisés miraba al
individuo, y en su faceta más abierta al sacrificio por los pecados del pueblo
hebreo y judío. Mas habiendo pecado todo el mundo y viviendo en el pecado a
causa de la Ignorancia de Adán, cuyo pecado lo sufrimos en nuestras carnes la
Plenitud de las Naciones del Género Humano, esta Ley era símbolo y anuncio del
Sacrificio Expiatorio de todos los pecados del Mundo que preparaba Dios. La
respuesta a la cuestión: ¿qué Cordero podía valer a los ojos de Dios tanto como
para quedar lavados en su Sangre los pecados de todo un Mundo?, y preguntas
derivadas, forman parte de la Doctrina de la Santa Madre Iglesia Católica desde
los días de los Apóstoles.
Lo importante para nosotros es que Dios
asumiera nuestra Causa por propia y se responsabilizase de la Caída en tanto en
cuanto “sabiendo que aquel toro acorneaba” expuso nuestro Futuro y el de la
Creación entera a la Libertad, haciendo de cuyo uso los Enemigos del Espíritu
Santo hicieron de la Ignorancia de Adán talón de Aquiles contra el que lanzar
la lanza de la Traición.
Asumida nuestra Causa, el Dilema en el
que los discípulos del Maligno quisieron atrapar a Dios y entre los nudos de
cuyo imposible laberinto gordiano quisieron despojarlo de su Espíritu Santo,
reduciendo la Divinidad al Poder, en virtud de cuya nueva Realidad quedarían
marginadas la Verdad, la Justicia y la Paz de la estructura del Cosmos, ese
Dilema pasaba por el Cómo separar de Dios el Espíritu Santo.
¡Era solo natural! Era esta Propiedad
del Ser la que se oponía a un salto de tal naturaleza que, dejando atrás la
Verdad como raíz de la Justicia, pondría el Futuro sobre un Campo de Guerra
Perpetua, cuya conclusión final sería la Destrucción Absoluta de la propia
Creación. Y de aquí que Dios se negase en rotundo a acceder a la transformación
de su reino en un Olimpo de dioses todos más allá de la Ley.
Pero desde la óptica de la escuela
maligna que defendía este nuevo status y negaba la Sabiduría de Dios afirmando
que el Dilema podría ser resuelto renunciando Dios a su Verdad, la estrategia
era clara. En el Acontecimiento de la Creación del Hombre manifestó Dios su
voluntad de dar a conocer a su Hijo la existencia del Bien y del Mal en cuanto
Ciencia, pero no en tanto que experiencia. Y de aquí que simbolizara este
Conocimiento en la forma de un Árbol. Es por Inteligencia Pura que Dios le
quiso dar a conocer a su Hijo la existencia del Bien y del Mal.
La estrategia de la Muerte y su Príncipe
centró entonces su astucia en darle a probar al Hijo de Dios la fruta del Árbol
de la Ciencia del Bien y del Mal, es decir, la Guerra. La Astucia del Maligno
alcanzaría su clímax al seducir al Único que podría lograr que Dios abriese en
el cuerpo de la Ley una excepción, englobando en su Olimpo a los dioses, o sea,
a toda la Casa de Dios.
¿Qué pasaría si el Hijo de Dios
encontrase satisfacción en la Guerra? ¿Cómo podía saber Dios si a su Hijo
Unigénito le gustaba o no la Ciencia del Bien y del Mal si aún no había probado
su fruto?
¿Ante una supuesta elección terminal del
Hijo de Dios a favor de la escuela del Diablo... no perdería el Espíritu Santo
la Batalla?
Este era el esquema para locos que el
Maligno alzó como sabiduría mediante la cual separar Dios y Espíritu Santo.
Cuando Dios descubrió su efecto y se vio
ante los hechos consumados, le vio por primera vez la cara a su Verdadero
Enemigo.
Estaba claro que Allí había estado
actuando una Fuerza no Creada; no podía Dios seguir excusando el comportamiento
de sus hijos en esto y aquello, ni seguir culpándose a sí mismo por haber
minusvalorado el valor de su propia Victoria contra la Muerte, a saber, la
creación de vida a su imagen y semejanza.
La Muerte, esa realidad que en su día Él
definiera por la ausencia de vida eterna, se le descubría en toda su Realidad
Increada en la Locura de la escuela de la Serpiente, cuya cabeza Satán,
pretendía destruir al Espíritu Santo utilizando al Hijo contra el Padre.
La Batalla pasó a ser Cósmica. Era la
Creación entera la que se vio amenazada por aquella Fuerza Increada contra la
que se alzara Dios con un Universo en el que la Vida hereda la Inmortalidad de
su Creador y se hace un Árbol cuyas ramas cubren la Eternidad y el Infinito de
Mundos.
Era este Nuevo Universo el que la Muerte
tenía que echar abajo.
Únicamente Dios en persona podía alzarse
contra esa Fuerza y Desterrarla de su Creación. ¡Era la Hora de la Batalla
Final de aquella Guerra que le declarara Dios a la Muerte cuando por su Todopoder y
Omnisciencia la Vida devino Inmortal! Si hasta entonces Dios no había visto
cara a cara al verdadero enemigo de su Creación, una vez que la locura
desplegada en el Edén se consumó, abrió Dios los ojos y le vio el Rostro a su
Enemigo.
Toda cuestión quedó desde ese momento en
suspense.
IX
La expectación de la
“creación entera”
Es evidente que Aquel que una vez
abriera en el Infinito la Fuente de la que mana toda la energía creadora del
Cosmos, Este mismo Dios podía destruir todo lo creado, abrir un agujero negro
en el Infinito y arrojar a su Enemigo dentro, sellando esa fosa por la
Eternidad. Pero esto se supone en un Dios que está solo y actúa acorde a su
soledad.
Pero Dios no está solo. ¡Cómo explicarle
a su Hijo la destrucción masiva de todo un Cosmos sin fundar su Poder en el
capricho de un Dios que puede permitirse hacer y deshacer a su antojo!
La Muerte había atacado por donde creyó
que su flecha pondría de rodillas a Dios.
No se crea un Cosmos y se decide de la
noche a la mañana borrarlo del mapa. Esto lo hacen los matemáticos y los locos.
Nadie trabaja de sol a sol durante un verano entero para dejar que la fruta se
caiga al suelo una vez que madura.
El Hijo de Dios lo primero que haría o
es preguntarse por qué. ¿No podía Dios limitarse a coger del cuello a su
Enemigo y arrojarlo al Infierno?
Y lo que es más importante: ¿Cómo saber
la Respuesta de su Unigénito a la cuestión en el origen de la Caída de Adán y
la Rebelión contra el Espíritu Santo si no era expuesto a la tentación Él
mismo?
La Creación entera permaneció en
suspense desde Adán hasta Cristo. Pues se hizo evidente para todos los hijos de
Dios que la Inmortalidad y la Ciencia del Bien y del Mal son incompatibles, que
si llevado al extremo de elegir entre su Hijo y el Universo, Dios destruiría
todo la Obra de sus manos, reduciría el Cosmos a polvo, y, como ya lo hiciera
antes, volvería a empezar de nuevo, cuidando ésa próxima vez de no dejar
ninguna puerta abierta a la Semilla de la Muerte.
El Futuro de la Creación entera, tal
cual existe, estuvo, pues, en las manos del Hijo de Dios. Y únicamente había
una forma de cerrar la Duda: que el Hijo de Dios hablase por sí mismo.
Para Dios la cuestión estaba fuera de
toda Duda, pero pues que la Duda había encontrado su camino y exigía oír del
propio Hijo de Dios su Palabra Final al respecto: SÍ a la excepción a la Ley
para los hijos de Dios, o NO a la misma, así sería.
Todo el Antiguo Testamento no es más que
la Preparación del Escenario desde el que el Hijo de Dios daría a conocer su
respuesta “a la creación entera”, su Posición respecto a la Ciencia del Bien y
del Mal: ¿Excepción en la Ley para los hijos de Dios, o Reino de la Justicia
sobre todo ser sin acepción de persona?
Los hijos de Dios que se hicieron cuerpo
de la Serpiente Antigua, haciendo de Satán su cabeza, dieron a conocer su
decisión bailando sobre la tumba de Adán, demostrando que por nada del mundo
estaban dispuestos a vivir bajo el Imperio de una Ley que no diferencie entre
Gobernante y Gobernado, entre Rey y Pueblo.
Firmada la Declaración de Guerra contra
el Espíritu Santo sobre la sangre de Adán, la creación entera, escandalizada
por el Fin que se dibujaba en su horizonte, permaneció con el pecho en vilo, el
corazón encogido a la espera de la Decisión del Único que podía obtener de Dios
semejante transformación de su Imperio en un Olimpo de dioses, todos más allá
del Bien y del Mal.
X
Imperio o Cruz
Hay dos cosas con las que no se juega:
la sangre y el fuego. ¿Pero y cuándo sangre y fuego se hacen una sola cosa?
Se llamaba JESÚS. Tal era el Nombre del
Hijo de Dios de cuyos labios dependió el Futuro de la Creación entera. Por amor
a su Hijo no hubiera dudado Dios en borrar las galaxias del mapa del cosmos,
borrar el mismo cosmos y empezar una Creación Nueva. Suya era la Decisión.
Se hizo hombre a fin de que la creación
entera escuchase con palabras la Respuesta del Hijo de Dios a la cuestión en
pugna: Sí o No al Espíritu Santo de una Ley que no admite excepción y se expone
como Roca sobre la que el Edificio de la Justicia se mantiene indestructible
contra el paso del Tiempo.
Suya era la Última Palabra.
Si su respuesta era un No a la Igualdad
de todas las personas ante la Ley, Jesús sólo tenía que escribir su No
encarnando la visión del Mesías que el Judaísmo se había formado partiendo en
su ignorancia del Espíritu inspirador de las Escrituras. Él era el Hijo de
Dios, suyo era el Poder. Una vez la decisión final tomada, si acorde al
Judaísmo, nada ni nadie podría cortarle el paso al hijo de David hacia el
Imperio Universal de Jerusalén; .... Roma sucedió a Atenas, Atenas a Susa, Susa
a Babilonia, Babilonia a Nínive, Nínive a ... el viaje del “testigo del
imperio” acabaría en Jerusalén ... si la decisión final del Hijo de David era
un No a la Ley del Espíritu Santo.
Si la Respuesta de Jesús era un Sí a la
LEY DE YAVÉ, sólo debía doblar las rodillas y subir a la Cruz, firmando así su
Declaración Final con la sangre de Cristo.
Dos puertas. La una daba a la gloria
efímera del imperio; la otra... a la Gloria sempiterna del Reino de Dios. La
Decisión era suya. El Futuro de la Creación entera estaba en sus manos. Si el
Hijo quería ver con sus propios ojos en qué experiencia tuvo origen la Ley del
Padre contra la Ciencia del Bien y del Mal, esta experiencia llevaría a la
creación entera a su destrucción total. Tendríamos alegría para Hoy y Tristeza
de muerte para Mañana... aunque este Mañana alborease a una eternidad al otro
lado de la Noche de los tiempos.
XI
La doctrina del Diablo
El Hijo es Dios, se podía permitir el
lujo de vivir un Apocalipsis cósmico al otro lado del libro de la Historia . ¿Y
qué? ¿No es todo viviente barro sobre el que Dios sopla su aliento de vida, y
si lo retira expira y vuelve al polvo? ¿Por qué no vivir la experiencia? Al fin
y al cabo una criatura no puede soportar la existencia eterna. Tarde o temprano
necesita la Muerte, la pide, la suplica, es el sueño del descanso eterno, el
sueño de la paz final, polvo al polvo, ceniza a las cenizas. ¿Por qué no hacer de
ese tiempo entre el Hoy y el Mañana un paseo por los campos de una Guerra de
dioses?
Dios no tiene nada que perder, pues que
es indestructible, y siendo el Hijo de la misma Naturaleza que su Padre, ¿dónde
está el miedo? ¿No es la Creación un Espectáculo? Unas veces: tragedia; otras,
comedia; ahora un circo, luego una boda, un funeral, una lágrima, una risa...
¿dónde está el mal en divertirse?
¿Qué bien hay en una Ley que no admite
excepciones y se parece a una máquina siguiendo las pautas de un programa
virtual?
Al fin y al cabo, a Dios le basta querer
para convertir las piedras en pan, abrir la boca para apagar un fuego y
resucitar los ejércitos caídos durante una Guerra de Mundos. ¿Qué hay de malo
en la gloria de un dios que pasea su Poder por las estrellas movilizando mundos
como rebaños que corren al matadero para alimentar las barrigas de los dioses?
La Libertad, la Paz, ¿qué es todo eso si
no existe el Poder de liberar esclavos y acabar guerras?
XII
La doctrina del reino de los
cielos
Se llamaba Jesús, y era el Cristo:
“Apártate de mí, Satanás”. Ese fue el momento en que el corazón de la creación
entera se soltó, el pecho que estaba encogido se ensanchó, y en el gozo de
tantos hijos las lágrimas se le saltaron a Dios de los ojos. Y un grito se oyó
en el Infinito: ¡Victoria!
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
un solo Dios, una sola Realidad Espiritual Eterna.
Ahora a firmar la Respuesta ahogando la
pluma en la sangre del Cordero de Dios. Ahora a ser el Primero en certificar el
No a la Excepción a la Ley.
Por Ley, Cristo Jesús debía morir, pues
siendo judío de nacimiento se alzó contra la Ley de exclusión de todas las
naciones del reino de Dios. Él era el Hijo de David, estaba en su mano invocar
la Excepción o doblar sus rodillas ante la Ley.
Si Cristo Jesús seguía la doctrina del
Diablo invocaría la Excepción; si la del Reino de Dios, aun siendo Dios Hijo
Unigénito tenía que hacerse Igual a los hombres, a fin de que en su Sí la
creación entera encontrase su Vida .
La Decisión del Hijo de Dios está
escrita. En su Sí a la Ley del Espíritu Santo encontró la Creación a su
Salvador.
Dios, exaltado ante su Casa entera por
la Obediencia de su Hijo Amado, abolió el Imperio de los hijos de Dios y elevó
la Corona de su Unigénito al Reino Universal. No hay reyes, sólo príncipes,
todos sujetos a la Corona Universal y sempiterna del Hijo de Dios. Un solo Rey,
un solo Señor y Salvador.
XIII
La Esperanza de Salvación
Universal
Pero Dios hizo más. Lo puso todo a los
pies de su Hijo, lo mismo el Trono del Reino ante el que responde todo Poder,
como el Trono del Juicio Universal, ante cuyo Tribunal responde toda criatura.
Y poniendo en sus manos el Juicio Final, invistió Dios a su Hijo de la Gloria
que Dios se había reservado para sí mismo: la Gloria de quien tiene el Poder de
Firmar Absolución Universal o Sentencia Condenatoria ad eternum, siendo su
Sentencia Inapelable y Final.
Recogiendo, pues, la Justicia por la que
la ignorancia de nuestros padres nos hizo dignos de Redención, quiso Dios
darnos por Juez al mismo que al Principio dijera: “Haya Luz”, de manera que
encontrásemos en el Juez a nuestro mismo Creador, Aquel que sufrió en su ser la
Muerte, y conociendo su Poder nos juzgue de acuerdo a nuestra naturaleza y no
en relación a la Suya.
Desde la más tierna Adolescencia
entregados al Imperio de la Muerte, monstruo todopoderoso que le preparó mesa
de banquete a sus príncipes, sirviendo nuestra carne por manjar de reyes y
nuestra sangre por ambrosía para dioses, las naciones humanas tuvimos el odio y
la venganza por tutores y maestros, la crueldad y el terror fueron nuestra
escuela y academia, hicimos el camino por los milenios como las bestias que
reptan a cuatro patas por desiertos inhóspitos en los que la ley es devorar o
ser devorados. ¡La Ciencia del bien y del mal fue nuestra suerte! ¿Quién se
apiadará de crímenes cometidos en las tinieblas de una batalla en la que la
tregua y el cuartel fueron para los muertos?
¿Cómo iba el Dios del Amor a entregarnos
desnudos, forjada nuestra alma original entre nubes de algodones ingrávidos
como sueños felices, a un Tribunal ajeno a la Misericordia?
¿Iba el Dios de todos los pueblos a
permitir que un Juez que no conoció nunca la fragilidad de esta carne nuestra
encadenada al muro de los infiernos crueles del hambre y sed de justicia
levantara su puño contra nosotros?
¿Cómo juzgar al barro por no resistir el
ímpetu de la corriente que baja de las montañas arrastrando piedras y troncos?
¿Por qué ley puede ser juzgado el bocado
que el cachorro abandonado en la selva da contra la pierna del que duerme en su
tienda?
¿Qué Derecho ha de ser abandonado para
juzgarnos por nuestros actos sin tener en cuenta la fuerza todopoderosa que
desde núcleos incógnitos lanza sus rayos contra mentes sorprendidas en plena
fiesta?
¿Aquel que soñó nuestra Liberación en el
espacio no había de llevarse consigo nuestra liberación en el tiempo?
Dios, amantísimo de su creación entera,
quiso abrirle horizontes al Poder de su Hijo y mostrarle cómo con una sola
Palabra puede hacer que un Mundo entero nazca de nuevo y su Alma no se acuerde
del dolor y la pena, sino que como quien tiene un mal sueño se levante y se
olvide para siempre de la pesadilla en que fuera atrapado por una Traición
abominable.
He aquí la Gloria de nuestro Juez, no
está en nuestra Condena, sino en nuestra Absolución.
Y como en el espíritu de la profecía
está la Absolución para el que se convierte, fue en este Espíritu que nos vino
la Doctrina del reino de los cielos, a fin de que por nuestra Conversión
alcanzásemos Gracia para todas las naciones de nuestro Género, de manera que si
por un hombre todos fuimos hechos pecadores, y por otro solo muchos fueron
hechos justos, por los que creemos sean justificados los que no conocieron ni
vieron al Hijo de Dios. Pues justificada por la sabiduría de nuestras obras el
argumento de haber procedido el pecado de las naciones de su ignorancia sobre
la ciencia del bien y del mal, puerta por la que entró el Diablo en nuestro
mundo, por nuestras obras, alzadas como argumento de defensa de las obras
cometidas en la ignorancia, vea el Juez Universal que una vez instalados en su
Sabiduría el Pecado no puede ya tener Poder sobre el Hombre, desde Hoy
y por la Eternidad.
TERCERA PARTE
EL CRISTIANO, HIJO DE DIOS,
CIUDADANO DE SU REINO
Jesús de Nazaret fue el primer
cristiano. Fue conducido por Cristo a la Cruz del Cordero de Dios. Sus
Discípulos fueron llamados Cristianos porque siguieron su ejemplo y subieron a
la cruz predestinada para ellos. Jesús era el Cristo de Dios. Somos Cristianos
porque somos Discípulos de Cristo a la imagen y semejanza de Jesús de Nazaret,
el hijo del Hombre. Las Ley por la que vivió el Cristo es la Ley del Espíritu
que vive en todo hijo de Dios. No sabíamos cuál era esa Imagen a cuya Semejanza
fuimos creados hasta que quien hablo se hizo Hombre.
El hombre no es Dios. Dios no es hombre.
La Respuesta a esta Cuestión la dio engendrando a Cristo: “He aquí el Hombre”.
En quien no vive esta Imagen del Hijo de Dios no es Cristiano ni es Hombre. El
Hombre es aquel Ser en el que vive Cristo, de cuyo Espíritu heredamos el ser de
los hijos de Dios y la Ciudadanía de su Reino. El Nacimiento de Cristo es el
Discurso del Creador sobre la Naturaleza del Hombre que Él llamó a la Vida
eterna. Abandonados en las tinieblas ese Hombre murió en los hombres, fue enterrado
en los abismos del odio y las guerras de los milenios. El Hijo de Dios vino a
resucitarlo. En Su Resurrección ese Hombre, que fuera arrojado a la fosa,
resucitó.
Cristo fue Jesús porque Cristo estaba en
el Hijo de Dios. Con su Encarnación JESÚS levantó a CRISTO de entre los
muertos, para ser por Cristo conducido a la Cruz, donde muriendo el Rey de
reyes vino a nacer por la Resurrección de JESUCRISTO ¡el Rey!
El Cristiano es ante todo un Ciudadano
del Reino de JESUCRISTO, adorador de la Ley de su Espíritu, por la que hereda
el Derecho Divino de todos los hijos de Dios a la Verdad, la Justicia, la Paz,
la Libertad, a la Inteligencia a la imagen y semejanza de la de su Creador, y
sobre todas las cosas su tesoro más irrenunciable: El Amor de su Creador,
nuestro Padre que está en los Cielos.
Pero el Amor a Dios, nuestro Padre, se
manifiesta en la Obediencia a su Palabra, de manera que quien no obedece su
Voluntad y permanece ajeno a la Naturaleza de su Palabra no tiene justificación
para su conducta. La Fe, en verdad, es la Llave que abre la Puerta del Paraíso:
nadie debe olvidar que la Fe no es simplemente el conocimiento de ser
JESUCRISTO el Hijo de Dios acorde a la Declaración Universal Eterna de Nuestra
Madre la Santa Iglesia Católica. Si este Conocimiento procedente de la Razón se
redujese la Fe el más grande de todos los cristianos sería aquel Satán que se
levantó para darle muerte a Cristo. ¿Acaso no estuvo Satán entre los llamados a
formar al Hombre a la imagen y semejanza de los hijos de Dios? Luego se ve que
el Conocimiento sin la gloria que procede de las Obras hechas a la imagen y
semejanza de Cristo Jesús es fe muerta. Por sus obras, no por su conocimiento,
han sido sentenciados a Destierro Eterno quienes creyeron que podrían desterrar
de Dios el Espíritu Santo.
Quien separa las Obras de la Fe a la
imagen y semejanza de Cristo comete el mismo delito que quien separa a Jesús
del Hijo del Señor Dios YAVÉ. Por sus obras se conoce quien es quien.
Las leyes humanas cuando proceden a una
Guerra Abierta del Derecho Civil contra el Derecho Natural comete un Delito
contra Dios y la Humanidad. El Hombre y la Mujer no se han creados a sí mismos.
Romper y anatematizar las leyes que dieron lugar a la Creación del Hombre y la
Mujer es querer crear una abominación a los ojos del Creador de la Vida en la
Tierra.
Separarse de la Ley del Espíritu de
Cristo es abolir la Ley Natural escrita en piedra en el Sinaí, escrita después
por JESUCRISTO en el Alma Cristiana con el fuego que nace del Espíritu.
Las Ley del Creador es Firme: Creados
libres y dotados de Inteligencia a su imagen y semejanza, todos los Ciudadanos
del Universo estamos desnudos ante los ojos de su Justicia.
No hay Poder que pueda comprar el Juicio
de un Juez cuya Justicia tiene en el Brazo del Creador del Universo su Gloria.
La Ley no nos ha sido dada para
esclavizar a los Pueblos a los intereses de un grupo de familias, clanes o
tribus. La Ley es la Garantía de la Paz entre todas las naciones de la
Creación. En la Paz hallamos todos la Libertad, la Alegría y el Horizonte abierto
a una Vida cuyos días no se acaban jamás.
La Creación de un Mundo abierto a
Pueblos con Origen en distintos Espacios y Tiempos únicamente puede tener
Garantía de Vida Eterna en la Adhesión de todos a una Ciudadanía Universal que
hace de todos Ramas de un mismo Árbol Divino: El Árbol de la Vida Eterna.
La Eternidad no comienza Mañana. Vivimos
en la Eternidad. Nos acostamos con ella y despertamos a ella cada día. Quien
aquí no vive en la luz de la Ley de la Eternidad ¡cómo podrá ser admitido en un
Mundo la Ley de cuyo Reino despreció en su mundo de origen!
JESÚS fue el Primer Cristiano, el hijo
del Hombre que nos enseñó la Naturaleza de la Ley por la que permaneciendo
desnudos en la Desnudez ante la Justicia encuentra, la Libertad y la Paz sus
brazos y sus piernas. Quienes se visten de Inmunidades y se blindan con
Impunidades, comprando y vendiendo sentencia, y haciendo leyes contra la
Naturaleza del Universo, son hombres y mujeres que han renunciado a la imagen y
semejanza del Hombre según el Hijo de Dios, y han entregado sus almas a Satán a
cambio del Poder sobre las naciones de la Tierra.
El Juicio Final se hará según el
espíritu de la Profecía del hijo del Hombre, como cuando en Nínive, la
Misericordia, expuesta en la Defensa del Hombre firmada por Dios en la Cruz,
responda a la Fe de los siglos venideros con una Absolución Universal para un
Mundo, en los primeros días de su Adolescencia Histórica, arrojado al abismo de
una guerra fratricida mundial cuyo horizonte se abría a un apocalipsis
autodestructor total.
De nosotros depende Hoy levantar el
Edificio de la Plenitud de las Naciones de la Tierra, Ciudadanas del Reino del
Hijo de Dios, y de las generaciones de nuestro Mañana dependerá mantenerlo,
ampliarlo y desarrollarlo, siempre teniendo en la Ley del REY la Roca y
Fundamento de la Verdad, la Justicia y la Paz entre todas las naciones y los
pueblos del Género Humano.
Darle vida al Argumento de Cristo : El
Hombre, de no haber sido engañado por un hijo de Dios, no de nuestro Mundo,
jamás hubiese comido del fruto del Árbol de la Ciencia del bien y del mal; la
vida de este argumento no está en los discursos de teólogos y dictadores de la
palabra, esa vida está en las obras de todos hechas a la imagen y semejanza de
las obras de Cristo: Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a
ti mismo, su resumen. No mientas, no robes, no des falso testimonio, no envidies,
no condenes, perdona y serás perdonado, honra a tus padres, ama a tus hermanos
...
La salvación no está en la Letra,
está en el Espíritu,
y el espíritu está en las Palabras y en
las Obras,
de manera que quien habla y no obra es
un muerto,
una tumba en la que la Muerte despierta
un hijo para su infierno
a la imagen y semejanza de Satán, su
primogénito.
CRISTO RAÚL DE YAVÉ-SIÓN
08/05/2025
( Coín, Málaga, España)
VIDA E HISTORIA DEL SEÑOR DIOS YAVÉ---------------------- LA CREACIÓN DEL UNIVERSO SEGÚN EL GÉNESIS. Una Introducción a la Cosmología del Siglo XXI (CSXXI)------------------- EL CORAZÓN DE MARÍA. VIDA Y TIEMPOS DE LA SAGRADA FAMILIA----------------------- CONCILIO VATICANO SIGLO XXI. CONCILIO UNIVERSAL DE ADORACIÓN DEL HIJO DE DIOS----------------------- CARTA MAGNA DE LOS DERECHOS DIVINOS DEL HOMBRE------------------------
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