INTRODUCCIÓN ESPECIAL A LA HISTORIA DEL MUNDO MEDIEVAL.

 

I

PRINCIPIO

 

 

La Lectura de la Historia tiene un sentido. Toda lectura en general lo tiene, pero la del libro de Historia tiene más trascendencia que la del poeta, o la del novelista, e incluso más que la del libro de Ciencia. La Necesidad de la Lectura es a la Mente lo que el agua al Campo.Pues aun sabiendo que las más de las leyes de las ciencias no las vamos a aplicar en nuestra vida diaria conocer las leyes por las que se gobierna la Naturaleza nos libera de una visión aberrante sobre las causa de los fenómenos y le ayuda a nuestra inteligencia a definir con exactitud las imagenes que nos llegan.

 

Interpretamos los fenómenos a la luz de esas leyes.

 

Todo lo que nos rodea está gobernado por un cuadro de leyes el conocimiento de las cuales nos permite sentarnos a contemplarlas sin poner a trabajar nuestra mente sobre qué es lo que estamos viendo.

 

Esta sencila realidad tiene el talón de aquiles de poder ser manipulada por los especialistas, incluso sin voluntad de hacerlo, y como defecto nuestra inteligencia al operar con leyes no reales navega por las aguas de una realidad ficticia.

 

La importancia de la lectura del libro de Ciencia, aún cuando nunca vayamos a hacer uso de las leyes de la Física Cuántica en nuestra vida diaria, por ejemplo, es alimento para nuestra libertad, que, sustentada en pilares ciertos nos inmuniza contra la manipulación de los hechos derivados por mentes enfermas, que, aprovechándose de este agujero negro en la inteligencia penetran en él y levantan un edificio esclavo cuyas cadenas encerrará la vision de la realidad dentro de esos muros fantásticos, es decir, ficticios.

 

En el orden de la Historia la lectura es infinitamente más trascendente por en cuanto sus leyes proceden de la vida de los hombres, tienen por sujeto a los hombres y por objeto su comportamiento a través de los siglos.

 

Sabemos que para su activación una ley requiere de un cierto número de acciones idénticas : siempre que pasa esto se produce aquello; repetición que la eleva a lo Universal y le da cuerpo y presencia en la inteligencia de las naciones.

 

La lectura de la Historia nos presenta este número necesario de acciones idénticas, vestidas con ropas diferentes y armas diferentes, que la ley requiere para instalarse en la inteligencia y hacerse operativa.

 

La lectura libre es un acto personal. Quienes nos sentamos delante de una Bibliteca de Historia, como quien se sienta en la mesa de un banquete a disfrutar del alegre menú del más feliz día, lo hacemos buscando esas leyes. Leyes que nos permitan definir las acciones del presente al desnudo, en su sustancia y esencia, ajenas a las máscaras de los tiempos y las interpretaciones subjetivas de quienes las están acometiendo. Si la Lectura de la Historia no tuviese esta naturaleza la propia Ciencia Histórica sería un absurdo. Sería negar que las leyes de la Ciencia tengan realidad alguna en el mundo real.

 

Llega pues el momento al finalizar la lectura de la Historia de extraer unas visión personal, fundada sobre el universo de relaciones en el área especifica de ese Todo. En este caso La Historia Medieval.

 

Diré, sin citar el número de libros que me he dado por festín, que los Historiadores académicos más célebres compartieron un mismo espacio abierto de crítica a la hora de sentar en qué momento en concreto dio comienzo la Edad Media, y cuál fue su alcance a nivel mundial.

 

 

A nivel de pedagogía oficial se suele citar el año de la Caída de Roma como principio de la Edad Media; y se suele cerrar su andadura con la Caída del Imperio de Bizancio.

 

De profesor a alumno no cabe entrar en este espacio exclusivo reservado a escritores para quienes la Historia es algo más que una asignatura. Y este algo más es ese mundo de leyes que le permite a la inteligencia operar según la lógica, de manera que donde hay dos más dos hay cuatro tanto en las matemáticas como en el comportamiento de los hombres, los pueblos y las naciones.

 

Asi pues, el espacio permanece abierto fuera de las aulas. Los libros dan unas pautas, pero la inteligencia que quiere llegar más lejos tiene la puerta abierta.

 

En mi caso aparto de mi mano el dogmatismo en el Tiempo que tan bien sienta por su sencillez y la tranquilidad que deja creer que la Edad Media comenzó en el año de la Caida del último emperador títere de Roma. Personamente creo que es afirmar demasiado: es afirmar que los Hechos surgen de la Nada, que el Cosmos procede de Caos, y que no hay necesidad de seguir indagando. ¡Cuestión cerrada!

 

Y aun asi, existiendo el Caos existe algo; luego de la Nada no puede venir algo.

 

La Edad Media tuvo un principio en las entrañas de acontecimientos que llevaban siglos en marcha. Aquí entramos en tema.

 

La grandeza del imperio romano estuvo más en su propaganda de eternidad que en su valor civilizador. Tan enorme fue su lema "Roma es eterna" que llegó incluos a recogerlo como lema de su Ciudad quien predicó en Roma su Caida aún teniendo los ojos fijos en una Ciudad Eterna cuyo nombre no es precisamente Roma.

 

Roma, como Paris,Londres Nueva York y todas las ciudades de la Tierra pasarán un día u otro. Creer que porque el Sucesor de San Pedro haya sentado su Sede en Roma el Cosmos entero va a dejar de ser gobernado por leyes que tienen en la Eternidad su Cuna es una aberración teológica.

 

El paso de la Vida por la Tierra tiene una estructura en el Tiempo, que Dios conoce perfectamente, que Dios domina con perfección sin límites y que respeta como Creador de Cielos y Tierra.

 

Pero dejando este tema de lado, y volviendo a las leyes de la Historia, la autohipnosis imperialista romana tuvo su raíz en la Ignorancia de los pueblos de aquel entonces sobre el número de civilizaciones que habían poblado la Tierra hasta entonces, Civilizaciones que en sus momentos dorados, aquellas míticas edades de oro, todas legendarias, a cual más fabulosa, habían dejado por todo rastro de sus existencias : ruinas escondidas en las entrañas del subsuelo.

 

En el aire flotaba la leyenda de unos jardines colgantes en una Babilonia tan perdida en el tiempo como la Atlántida de Platón en el Espacio. En aquellas mitologías se hablaba de héroes y de dioses, y aun cuando Roma y Grecia levantaron monumentos de letras el hecho es que antes de esa Babilonia sólo se podía decir y decían que hubo un Diluvio, en cuyas aguas la Memoria de la Humanidad se hundió para siempre.

 

Hoy, a una distancia de 2.000 años de los Césares, sabemos más del mundo que surgió del Diluvio que los propios historiadores Griegos que estando 2.000 años más cerca que nosotros de Sumerios y Acadios sólo podían decir que no sabian nada.

 

Cuando los hijos de Troya se instalan en Italia (por seguirle la corriente a Virgilio) su conocimiento de la Historia Universal era nulo. La experiencia no les había permitido vivir ese número de repeticiones de un acontecimiento desde el que se puede afirmar que dos más dos son cuatro ya haga la suma un americano, un chino, un australiano, un africano o un europeo.

 

La Ley de la Historia, como la de la Ciencia, siendo ambas dos manifestaciones de la Misma Ley Universal de la Naturaleza, no conoce acepciones ni deja de ser la que es dependiendo de quien sea la cabeza sobre la que cae el rayo.

 

Antes de Roma todos los imperios se habían creído eternos. Tanto es asi que sus reyes se proclamaban dioses. La ley del nuevo imperio de turno triunfaría donde fracasó la de sus antecesores. Nada nuevo, pues, bajo el sol. Roma no inventó nada nuevo. Ni Roma nació de manera novedosa, ni cayó de forma jamás vista. La gran cuestión que flotó en el aire desde el final de la República era cuándo se produciría esa Caída.

 

Las guerras civiles que parieron el Imperio Romano anunciaban ya su destrucción. La decadencia moral de la sociedad romana, la pérdida de toda humanidad que el Circo romano encarnaba, la impotencia de su inteligencia para avanzar en el Derecho y las Ciencias, su estancamiento en la ley del hierro y del fuego, es decir, del Terror como Política de supervivencia, estaban cavando su propia fosa.

 

Estas notas generales, bajo otras ropas, habían conducidos a todos los imperios que precedieron a Roma a su hundimiento y olvido en las fosas de la Historia. La respuesta de Roma a su final violento era responder con más violencia. Y en esta respuesta la espiral de su apocalipsis ya estaba trazada. Podía tardar dos siglos, o tres, o cuatro; el tiempo no importa; la Historia sigue su curso, el viento sigue moviendo sus capítulos, sólo sobrevives si pegas un salto hacia adelante. Paso que no había jamás dado antes ningún pueblo. Ningín pueblo sabía como saltar de un capítulo al siguiente.

 

El Pueblo Judío creyó haber encontrado en la Ley de Moisés la respuesta. De convertirse el Imperio al Templo de Jerusalén el Pacto entre Dios e Israel protegería al Imperio de su Caída. Desde el punto de vista de Roma esto quería decir que Roma tendría que devenir esclava de Jerusalén. Y Roma trató a Jerusalén como a una loca. Y cuando se cansó de su locura la extirpó de la faz del mapa.

 

Pero el problema persistía. La Civilización Imperial Romana viviría su Edad de oro e inmediatamente comenzaría su cuesta abajo hacia su apocalipsis. Lo decía la Ley. Asi había sido siempre. Ni Sumerios, Ni Acadios, Ni Asirios, Ni Babillonios, Ni Medos Ni Egicios, Nadie nunca habia vencido a la Muerte. Vigente esta Ley Universal, Roma estaba condenada a pasar.

 

Y asi fue.

 

Sin embargo en este caso se produce un Fenómeno histórico único. La Historia se tragaba las civilizaciones sin dejar rastro de ellas. Sumerios, Acadios, Egipcios, Asirios, Babilonios, Medos, Hurritas, Hititas... con las civilizaciones perecían los pueblos que las crearon. Sus sucesores volvían a reproducir el mismo edificio basado sobre el Terror como sistema político de gobierno, volvían a recorrer el camino que sus predecesores hicieron, y acababan encontrándose todos en el cementerio de los faraones. Nadie parecía querer aprender de los errores cometidos por los otros, al menos para no cometiéndolos ellos no tropezar en la misma piedra.

 

Todo era en vano. Decían los profetas que los Judíos tenían el corazón duro como una piedra. Los Gentiles tenían la piedra en la cabeza, y no era menos dura.

 

¿Por qué, y cómo fue posible que los pueblos que vivieron el Imperio Romano superasen su Caída y comenzasen una nueva andadura en la Historia?

 

Como a quien se le da una Segunda Oportunidad, la aprovecha y dejando atrás el comportamiento que lo condujo a la ruina emprende una nueva ruta, que le llevará a la felicidad, los pueblos de Europa vivieron la experiencia más maravillosa y divina que se pueda contar : Resucitar como ave fénix de las cenizas de su cruz.

 

En efecto, la Edad Media comenzó el Día en que a una Virgen se le anunció que daría Luz a un Varón, nacido para ser el Fundador del Cristianismo.

 

 

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II

Y ORIGEN

 

 

El Cristianismo es nota común a todos los siglos que solemos integrar en lo que llamamos la Edad Medieval, Edad Media o Moedioevo. En el Cristianismo Medieval tenemos a la Iglesia Católica Apostólica Romana como su columna vertebral. Desde esta Iglesia nos viene la Historia del Papado, que la propia Iglesia sustentó, y el Cristianismo Europeo mantuvo con su Fe en su Espíritu de Victoria sobre todas las adversidades vividas y por vivir.

 

A raíz de la Reforma primero y de la nueva dirección del pensamiento que tomó la Ciencia hacia el Ateísmo durante la Edad Moderna, los historiadores parecieron ponerse de acuerdo en eliminar este Factor Universal. Poner en su lugar fuerzas económicas como motor de la Muerte y Resurrección de la Civilización devino la puerta a la cátedra, a las universidades, a las editoriales.

 

La crítica al comportamiento del Papado pasó a ser la moda. No llevar ese traje puesto se convirtió en una herejía académica. De manera que a partir del Siglo XIX la Historia Medieval comenzó a escribirse desde esta posición antieclesiástica, anticatólica.

 

Y se entiende el por qué.

 

La Reforma Alemana trajo al Norte y Centro de Europa una doctrina de odio total y absoluto contra la Civilización Latina nacida del Medioevo, cuna de todos los Estados Europeos Modernos. La Guerra de los 30 Años se vale por sí misma para darle carne y sangre a esta verdad histórica indiscutible.

 

La Reforma Anglicana trajo al mundo de la Universidad Imperial Británica una versión oscurantista en la que el Catolicismo venía demonizado. El papa era el Demonio. El Odio de Inglaterra hacia España devino asignatura obligatoria de acceso a Cambridge, Oxford, etc.

 

Desde estos presupuestos había que reescribir y se reescribió una Nueva Historia Medieval desconectada del Cristianismo en la que la Iglesia quedó reducida a una mera nota religiosa, y no positiva precisamente, a estudiar en el seno de la Historia de las Religiones. Es decir, la Fuerza Social Madre que mantuvo unidos todos los pilares básicos de la Civilización vino a recibir y recibió como prueba de agradecimiento de las Naciones que parió, sin por ello ser perfecta Ella, pero al precio de mucha sangre derramada en el parto del Nacimiento de Europa, un desprecio soberano irreversible, edificador de un Cordón Sanitario alrededor de Ella que vino a transformarla en la Causa de todos los males del Mundo.

 

Ya observamos este método de lucha Anticatólico en los días del Imperio Romano, cuando buscando una causa a sus males, labrados con sus propias manos, la Religión Cristiana pasó a ser el chivo expiatorio ofrecido al pueblo contra el que poder descargar su ignorancia, su miedo y su incapacidad para parir hombres capaces de elevar su inteligencia un dedo más arriba de sus ombligos.

 

Los llamados Padres de la Iglesia les respondieron con obras literarias, hoy entre las incunables, en las que la defensa de su inocencia puso sobre la mesa lo expuesto arriba, que el Imperio Romano estaba siguiendo el camino de todos los imperios que le precedieron, y evitar su Caída era una misión imposible. De la misma manera que Cristo no tuvo por misión impedir la Destrucción de Jerusalén y su Mundo, tampoco el Cristianismo fue fundado con la misión de salvar al Imperio de su Caída. ¡Para nada!

 

Estamos pues, una vez liberados del Yugo de las Universidades y Escuelas Históricas nacidas de la Reforma, y de la presión mediática del Ateísmo Científico de la Edad Moderna, ya muerta, ante la Necesidad de escribir una Nueva Historia Científica de la Edad Medieval en tanto en cuanto la Infancia Ontogénica de la Civilización Europea, Cristiana desde su Origen y en Misión de Exportación de la Fe a todos los rincones del Planeta, que se realiza primero por España y Portugal, a partir del Siglo XVI, y por Inglaterra y Francia a partir del XVII.

 

No es ni mucho menos coincidencia que la Edad Medieval cerrase su Libro una vez se le abriera al Mundo la Puerta de la Fe. La misión para la que fuera Edificada la Iglesia Católica Apostólica Romana había sido alcanzada, cumplida. Una Nueva Edad comenzaba su camino. ¿Traía la Edad Moderna una Misión en sus manos a la manera que llevó la Edad Medieval la suya?

 

La respuesta a esta pregunta no entra dentro de esta Introducción. Sí, en cambio, esta siguiente: ¿Cómo fue posible que un Hombre, enfrentándose solo a todo un Mundo, pusiera en marcha una Fundación Espiritual nacida para dirigir la Civilización el Día Después de la Caída?

 

Tenemos que hablar de Jesucristo, el Principio.

 

Debemos dirigir la pregunta hacia este Fenómeno Único en la Historia del Mundo, en general, y de Europa, en especial.

 

De la Lectura de los Evangelios deducimos lo expuesto pocas líneas antes, que Jesucristo no tuvo jamás en su pensamiento impedir la Destrucción a la que, con El o sin El, se encaminaba Jerusalén. Pero Jesucristo no sólo no miraba al Día Despues de la Destrucción de la Patria Original de los Judíos; de su Evangelio se desprende que viendo y anunciando el Fin del Mundo de su tiempo tampoco entraba en su pensamiento detener un Movimiento Natural Histórico que con El o sin El seguía su Camino hacia el abismo del Acontecimiento que llamamos la Caída del Imperio Romano.

 

Esta misma posición psicohistórica la vemos asumida por sus Discípulos.

 

La ruptura apostólica con el Judeocristianismo así lo confirma en lo que se refiere a Jerusalén. La ruptura entre cristianos y judeo-cristianos no se produjo después de la destrucción de Jerusalén sino antes de producirse la destrucción de la Ciudad de David y Salomón.

 

La Doctrina Apostólica era Anti-Romana no por su Activismo Anti-Imperialista pro-terrorista sino por su Pasividad Activa frente a la propaganda de la Eternidad de Roma.

 

La propaganda anticristiana que condujo a Nerón y sus sucesores a declarar abierta la etapa de las persecuciones era correcta, en lo que se refería a la postura de la Iglesia Apostólica. En los círculos íntimos de los Apóstoles se hablaba de la Caída del Imperio Romano con la Naturalidad de quien habla de las estaciones del año. Propagar la idea de que el Imperio iba a caer era, de acuerdo a la psicología romana, trabajar para construir esa Caida. El Cristianismo debía ser sentenciado a muerte por alta traición al César. Nerón compró esta Acusacion y procedió a firmar la Sentencia.

 

El último de los Discípulos de Jesucristo selló con Palabras de Dios la Sentencia contra Roma. Roma viviría el mismo destino de Jerusalén.

 

En definitiva, el Jesucristianismo Vivo que animó a los Discípulos, primero, y a sus Sucesores Apostólicos, los Obispos, miraba al Dia Después. Y no como quien mira un acontecimiento factible que pudiera ser o no ser, sino con el espíritu de quien sabe que nada ni nadie puede detener un Acontecimiento Escatológico que será de Trascendencia Universal para todos los pueblos de la Tierra.

 

¿Cómo un Carpintero de un pueblo perdido en las montañas de Galilea pudo alzar su Pensamiento a estas alturas de las Ciencias Históricas en un Siglo en el que el Conocimiento de las Civilizaciones e Imperios que pisaron el Mundo yacían en el subsuelo y nadie tenía noticias de su existencia?

 

Nosotros, desde nuestra posición en el Universo, consumada la Revolución Arqueológica del finales del XIX y principios del XX, hemos sido colocados en la cima de una Montaña de Conocimiento desde la que siguiendo la Línea del Tiempo podemos afirmar la Exactitud de la Posición Psicohistórica asumida por Jesucristo respecto a su Mundo, posición que de haber estado nosotros en su lugar, conociendo lo que conocemos sobre el traspaso de una mano a otra del Testigo de la Civilización desde el Dia Después del Diluvio hasta los días de Octavio Augusto, hubiéramos asumido como nuestra.

 

El Fenómeno no seria éste posicionamiento nuestro en el Suyo de estar allí conociendo lo que conocemos. El Fenómeno reside en cómo Aquel Carpintero, sin Conocimiento Oficial de ninguna clase sobre el Mundo Antiguo tal cual lo conocemos nosotros desde la Cima de la Montaña en la que nos encontramos, pudo posicionarse y se posicionó en la posición que nosotros adoptaríamos de ser proyectados a su Época.

 

Aquel Hombre se posicionó en nuestra posición. Aquel Jesucristo comprendió que la Caída del Imperio Romano era inevitable.

 

Ningún Imperio había sobrevivido a su Apocalipsis. Pero ni en el Pasado, ni en el Futuro. ¡Qué Imperio puso compararse jamás al Imperio Español! ¡Cuál no fue la Eternidad de Londres durante su Edad de Oro Imperial Victoriana!

 

¡Cómo hubiera podido el Imperio Romano sobrevivir a su Hecatombe!

 

En este terreno de reducción del pensamiento Jesucristiano al futuro del Imperio Romano podríamos afirmar que por ser Aquel Carpintero Judío de Nacimiento y haber sobrevivido su Pueblo a los "Imperios Eternos" del Pasado, esto considerado y estando fresca la Sangre de las Guerras Civiles de la República, podríamos aventurar que posicionándose en una Visión Negativa del Futuro del Mundo Jesucristo se instaló en la Imposible Salvación de Roma, asumiendo la que podriamos llamar una postura catastrofista.

 

Pero si ya es un Fenómeno que un simple Obrero elevara su Pensamiento al Futuro de la Historia Universal, elevación sorprendente pero muy humana, el Hecho de lanzar su Pensamiento al Día Después y disponerse a Fundar una Nueva Religión en la que el Tesoro de la Civilización: Filosofía, Derecho, Literatura, Ciencia, Arte, ¡la Biblia!, encontrase su Nuevo Arca, y protegiéndola con su Vida llevase este Nuevo Arca al otro lado del Desierto de la Caída del Imperio Romano, este Hecho es el Verdadero Fenómeno, asumido el cual apartar de Dios de Jesucristo es practicarse libre y voluntariamente una lobotomia intelectual.

 

Jesucristo y Dios llenan todos los siglos del Medioevo. Uno por uno cada siglo de la Edad Media está dominado por la Iglesia y el Cristianismo. Cerrar los ojos a esta Verdad Todopoderosa es sacarles los ojos a los alumnos de una generación tras otra.

 

Pero si Roma era Eterna, no siéndolo, Aquel Jesucristo se comportó como si fuese "Dios con Nosotros". Comportamiento que la Edad Medieval asumió sin fisuras. Y lo creyó porque la Resurtección de la Civilización era ella misma: la Edad Media.

 

Jesucristo, "Dios con Nosotros", entendió que la Respuesta a la Resurrección de la Civilización tras la Muerte del Imperio pasaba por la Creación de una Iglesia Espiritual que, sustituyendo a todas las Religiones de la Antiguedad, todas conviviendo caóticamente en el Imperio, y todas en armonía conduciendo a la Ciudad Eterna a su Ruina; Esa Iglesia inspirase en los pueblos una Fe en la Vida más allá del Imperio de Roma. Fe Invencible más allá de Martirio y Persecuciones.

 

No había otro Camino.

 

Roma no aceptaría nunca poner su Imperio a los pies de un Dios Cristiano cuya Filosofía sobre la Naturaleza Humana suponía una Revolución inasumible para el Poder de los Romanos: Abolición de la esclavitud, abolición de los Anfiteatros, Paz Universal sobre las bases de la Igualdad y la Fraternidad entre todos los Pueblos del Imperio...

 

¡Imposible! No había nada que hablar. El Carpintero tenía que morir. Pilatos se lava las manos. Aquel Carpintero metido a Mesías era producto de los Judíos, sobre sus cabezas su sangre.

 

La visión del Camino al Día Después del Imperio estaba en Su Cabeza. Dos grandes cuestiones: ¡Cómo ganarse un pueblo que le siguiera! Y si El mismo estaba dispuesto a abrir la Marcha con su propia Pasión y Muerte.

 

No debe olvidarse el Hecho expuesto anteriormente. Los Discípulos de Jesucristo conocían perfectamente, porque hicieron propio el Pensamiento de su Maestro, adónde iban y adónde los conducía el Camino que recorrían. Lo sabían y no se lo ocultaron a quienes a su vez los siguieron a Ellos.

 

Este Hecho de Transparencia Divina frente a las primeras comunidades católicas no debe olvidarse nunca. El Mundo Medieval no surge de la Nada. El Mundo Medieval fue la Resurrección de la Civilización por Obra y Gracia de la Iglesia Católica Apostólica Romana, cuya Cabeza es Jesucristo.

 

El Nuevo Arca en cuyo interior fueron preservados los Tesoros de la Civilización: Derecho, Filosofìa, Literatura, Arte, Ciencia, y entre ellos el más Sagrado, la BIBLIA, llegó al Otro Lado de la Caída del Imperio Romano al precio de la Sangre Católica Apostólica Romana.

 

Nadie olvide que aunque Católicos, todos los Primeros Cristianos fueron Ciudadanos Romanos. Hebreos, Griegos, Italianos, Franceses y Españoles, los CINCO PUEBLOS con los que el Cristianismo comenzó su Marcha a través del Desierto de las persecuciones, fueron Ciudadanos Romanos.

 

Cuando Constantino, el Emperador Cristiano, reúne a la crema y nata de todas las iglesias provinciales en Nicea todos los presentes eran Ciudadanos Romanos. Son Ciudadanos Romanos quienes confiesan el Credo Católico que mil trescientos años más tarde recorrerá las Cuatro Esquinas de la Tierra. Y, sin embargo, aún siendo Ciudadanos Romanos mantenían su distancia frente al Imperio.

 

El Emperador no es su Amo. El Emperador Romano, aunque Cristiano, no es la Cabeza de la Iglesia Universal, o sea, Católica. La Iglesia Católica no tiene más Cabeza que su Señor, Jesucristo.

 

El Imperio pasará, pero Ella permanecerá. Y lo hará porque en Ella vive la Palabra que no pasará, la Palabra Eterna de Dios.

 

Si en lo Divino, la Edad Medieval comienza en la Cabeza de Jesucristo, en el Concilio de Nicea comienza la Edad Moderna.

 

La Separación entre el Estado y la Iglesia, si bien se mantiene en Coexistencia Necesaria y Buena, será el Pilar de la Sociedad Moderna más avanzada. Pilar que habiendo sido echado abajo en Constantinopla por el Emperador de Bizancio, que pasó a ser formalmente, aunque no en Derecho Canónico, la Cabeza de la Iglesia Ortodoxa Griega, arrastró en su Caida a la propia Iglesia Bizantina.

 

Pilar que de nuevo siendo echado abajo por la Reforma Anglicana condujo al Reino Unido a la Guerra Civil y al Genocidio Irlandés.

 

Asi pues, en lo Humano tenemos que comenzar la Historia Medieval en el Concilio de Nicea del año 325 de la Era cristiana.

 

Separamos de esta forma lo que los historiadores en su servilismo a los Estados acometieron contra la propia Realidad Histórica: unir la Caída del Imperio Romano, que sólo le atañe a la Historia Antigua de Italia, con el Nacimiento de la Edad Medieval, obra y fruto de la Cristiandad Católica que tras haber vencido a todos sus enemigos se levanta Invencible para Escribir el Credo que la Plenitud de las Naciones había de confesar una vez llegado el Arca de la Nueva Alianza a la Tierra de ese Dia sobre el que escribiera el Magisterio Apostólico, diciendo:

 

"La Creación entera aguarda expectante el nacimiento del Día de la gloria de la libertad de los hijos de Dios".

 

Fue en aquel año 325,en el que la Iglesia se mantuvo Fiel a su Señor y no reconociendo más Señor que Jesucristo declaraba siervo de su Señor al propio Emperador de Roma, que debemos ver el Principio de la Edad Medieval.

 

La Historia de la Edad Medieval es la Memoria de este Camino libre de la Maldición que pesó sobre todos los pueblos antiguos, y vestido de la Invencibilidad de la Fe, el Cristianismo se lanza al Desierto de las Persecuciones con la Confianza puesta en la Victoria sobre todos sus enemigos. Victoria Final que se cerraría en el 1571 con la liberación definitiva, ya comenzada por su padre Carlos V, de Felipe II contra el Imperio Otomano en la Batalla de Lepanto al frente de la Armada Invencible.

 

Tales serán las Fechas desde las Ciencias Históricas que le corresponden a la Edad Medieval por Principio, (325), y por Fin (1571).

 

En este Camino de 1250 años los Pueblos Europeos escribieron Capítulos sin Igual en la Historia de los otros Cuatro Continentes. De aquí que yo diga que la Historia Medieval es exclusiva de Europa.

 

La Contemporaneidad con otras civilizaciones no da derecho ni implica a las naciones no europeas en el desarrollo de este Campo que conducirá a Europa a la Explosión del Mundo Moderno. De hecho mientras el Mundo Moderno avanza las demás Civilizaciones existentes en el Planeta permanecerán estancadas en sus estructuras, ajenas a los Avances de la Ciencia, de las Artes, del Derecho.

 

El Renacimiento, la útima Etapa del recorrido de la Edad Medieval, fue un Fenómeno Único Europeo.

 

El Renacimiento marcó las diferencias sobre las que la Civilización Europea elevó su Pensamiento y su Genio como Fruto del Cristianismo, cuyo Árbol, una planta pequeñita en su Origen, al acabar esta Edad, su Infancia, y entrar en su Adolescencia, la Edad Moderna, extendió sus ramas hasta los confines de los Océanos.

 

En la serie de Libros de esta Biblioteca Tercer Milenio dedicada a la Edad Medieval se verán las Etapas distintas que desde el Concilio de Nicea a la Caída del Imperio y de esta Caida a la Reconfiguración de Europa bajo el Magisterio espiritual de la Iglesia Católica, los Pueblos Católicos Europeos: Ingleses, Alemanes, Españoles, Italianos, Polacos, Franceses, Hungaros, Escandinavos.... escribieron.

 

El Viaje de una Civilización que resucita de sus cenizas, experiencia vital jamás disfrutada por ninguna otra Civilización anterior; el Viaje de la Europa Cristiana por el Camino por las aguas de los siglos ha sido una Odisea.

 

La Resurrección de la Civilizacion, Obra Humana y Divina, y por tanto Cristiana, sufrió no sólo el embite de los Bárbaros, también el del Islam.

 

Hubo intentos de poner de rodillas a la Iglesia que no se arrodilló ante Constantino el Grande por parte de los Alemanes, lo que lamamos la Guerra o Cuestión de las Investiduras.

 

Ya antes las familias de la Italia posimperialista del Siglo X intentaron apoderarse del Papado y convertir el Templo en lo que convirtieron las grandes familias sacerdotales judías el Templo de Jerusalén, en una Cueva de ladrones; es lo que llamamos la Epoca de la Pornocracia.

 

Tenemos las Cruzadas, con toda su carga de dramatismo de choque de civilizaciones.

 

Un Camino largo cuya Memoria es tan vital para el Mundo Europeo como lo es la Memoria Personal para el hombre; y de trascendencia existencial incalculable para quienes necesitan conocer cuál es el Origen Divino del Cristianismo, más que por la palabra... por los hechos.

 

 

 

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III

EL CONCILIO DE NICEA

 

 

Los detalles sobre este Concilio y su Celebración son conocidos por todos los historiadores. En este terreno no se puede aportar nada. Y sin embargo una nota común en todos ellos es la falta de penetración en el espíritu del Acontecimiento que cerró una Etapa, que suele llamarse la Edad Apostólica, y comienza la que llamaré la Edad Católica Romana. Europa se hace Católica. Se confiesa Católica. Se bautiza Católica. Y acepta definitivamente y para siempre al Obispo de Roma como el Jefe de todos los obispos de todas las iglesias, y deviene Dogma Sagrado su Credo, la Vara que separará a las ovejas y señalará las que son del Señor y las que abandonando a Sus legítimos Pastores se dan a otros pastores.

 

Una sola Frase marca la línea entre el Cielo y el Infierno: "NO CREADO,INCREADO,DE LA MISMA NATURALEZA DEL PADRE". Este es el momento que la Creación entera había estado esperando: La Confesión de quien sin ver esa Naturaleza con sus Ojos cree con toda su Mente con todo su Corazon, con todo su Ser en La Declaración de Dios: "HE AQUI MI HIJO AMADO". El Hombre se declara por la Eternidad hijo de Dios, reconoce a su Rey y Señor como Dios Hijo, de la Misma Naturaleza de Dios Padre.

 

La trascendencia de esta Confesión ante el Cielo firmó para siempre el Futuro del Género Humano. Habría Muerte y Resurrección de la Civilización.

 

No olvidemos que la Duda sobre esta Naturaleza Divina de Jesucristo fue el Virus Maligno en el que se incubó en las entrañas de quien fuera un hijo de Dios el ser del Diablo, es decir, un Enemigo a Muerte, y muerte hasta el Infierno, del Espíritu Santo.

 

Porque que Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores del Imperio de Dios, era Dios Hijo, Increado, NO creado, de la Misma Naturaleza del Padre, esto lo sabían todos los hijos de Dios a los que El se dirigió diciendo : Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y a nuestra Semejanza". Dios había despejado la Duda mediante la Experiencia Viva. ¿Por qué hablar de la dulzura de la miel cuando ofreciendo una cuchara puede el paladar ahorrar tantas palabras?

 

Asi pues, superada esta Duda, el Enemigo de Dios era su Espíritu, un Espíritu que odia el Mal y adora el Bien, que ama la Paz sobre todas las cosas y no puede sufrir la Guerra, que es una sola cosa con la Justicia y se enciende en cólera contra la Corrupción, un Espíritu que se niega a aceptar la existencia de dos leyes, una para los Gobernantes y otra para los Ciudadanos de su Reino. Este Espíritu, que vive en Dios Padre e Hijo, en el que son Dos Personas y un único Dios, este Espíritu que impenetró a los Apóstoles y los hizo su Cuerpo, su Templo, la Iglesia, cuya Cabeza es Cristo, Tres Personas y un Único Dios, las Tres Personas participando de la Naturaleza de este Dios Increado : este Espíritu devino el Enemigo de la Muerte, el Infierno y el Diablo. Y Confesando en el Concilio la Unidad en el Misterio de la Santísima Trinidad, la Iglesia Católica se declara Enemiga del Enemigo de Dios, su Señor.

 

Desde el principio y apenas idos los Apóstoles a sentarse alrededor del Trono de su Rey y de su Dios, los hombres comenzaron a negar que el Mesías hubiese sido Encarnado por este Hijo Todopoderoso, "Dios con Nosotros", cuya Naturaleza Increada quiso Dios descubrirnos, siguiendo el ejemplo del valor de la Experiencia viva sobre las palabras, mediante las Obras de ese Dios que "estuvo enre Nosotros", ese mismo Dios que con su Palabra creó la Luz, y el Firmamento, y creó las estrellas para separar la Luz de las Tiniebas, y Ahora "estando entre Nosotros", nos mostró su Infinito Poder sobre la Vida y la Muerte.

 

El tiempo tiene esa facultad. No perdona a nadie. Y lo olvida todo. Así que cuando los decenios pasaron y el Siglo de Cristo dio paso al Siglo de los Obispos, aquello comenzó a parecer un sueño que se evapora en el aire a la luz del día a día. Las preguntas comenzaron a amontonarse. ¿Por qué siendo "Dios con nosotros" no se proclamó Rey, y haciendo bajar fuego del cielo no acabó con el César? La respuesta parecía obvia: Jesús de Nazaret fue un hombre como otro cualquiera, sobre el que Dios había dejado caer por un tiempo su manto a la manera que Elías dejó caer el suyo sobre Eliseo y este adquirio los poderes de su mentor.

 

Punto y se acabó.

 

Todo el siglo segundo y el siglo tercero fueron un avispero de santos del pecado que en su sabiduria de la ignorancia dieron luz a tinieblas cada vez más espesas y pérfidas, todas dirigidas contra la Iglesia edificada por los Apóstoles, de aqui lo de Apostólica, contra cuyos Muros se estrellaron una vez y otra.

 

Los Tratados contra los Herejes fueron la respuesta de los soldados de la Iglesia. Una Iglesia que veía a sus Rebaños y pastores arrojados a los leones para diversión del pueblo romano.

 

Y que llevando en su Ser el Sello que con Fuego del Cielo fue tatuado en su Frente, aun venciendo a todos los Enemigos de su Señor, hubo de enfrentarse al Anticristo en persona, Arrio.

 

Al comenzar el Siglo Cuarto la Guerra Civil entre los Cristianos y la Guerra Civil entre los Césares vinieron de la mano. El Odio estaba en el aire. El sistema de Diocleciano pereció bajo la ley más vieja del mundo, en palabras de San Pablo: "Busco el Bien pero encuentro el Mal que no quiero".

 

Por la parte de los cristianos nunca contentos con la Doctrina Dogmática de los Obispos de Roma:

 

El Espíritu Santo es Dios,

el Espíritu Santo se hizo Hombre,

Cristo es el Hombre,

Cristo es Dios,

 

encontraron su campeón, Arrio, defensor de lo contrario, en el nombre del cual surgió un Arrianismo violento y homicida que de decantarse el Emperador por esa doctrina de la Divinidad Prestada de Jesucristo echaría al suelo el edificio de los Apóstoles, y convertido finalmente el Cristianismo en otra Religion del Mundo, la Fundación de Jesucristo sería arrastrada al Infierno con el Imperio que lo condenó a El a muerte.

 

No debe sorprendernos que el artífice de la Confesión llamada el Credo, fuese un Español, Osio de Córdoba, ni debe sorprendernos que el Español lleve desde entonces en su Frente el Tatuaje Niceano.

 

Habían pasado tres siglos desde que Dios estuvo entre los hombres. Ninguno de los Presentes en el Concilio de Nicea había visto con sus ojos al Señor, ni tocado con sus manos su cuerpo, ni oido con sus orejas sus palabras. Tanto más gloriosa la declaración "Dios mío y Señor mío" del que cree sin ver que de la de que cree porque ve. ¡Obra Maravillosa ciertamente, que buscaron y encontraron los Edificadores de ese Momento poniendo a sus pies su propia sangre, a fin de que lo que ellos vieron con sus ojos, tocaron con sus manos y oyeron con sus orejas fuese su Herencia y su Legado a las generaciones que les sucederían en el Ministerio Sacerdotal por los siglos de los siglos!

 

Gracias al Concilio de Nicea el Cristianismo no devino una Religión del Mundo. El Imperio pasaría, pero la Iglesia subsistiría, y con Ella la Civilización que Ella representaba: Derecho, Filosofía, Comercio, Arte, Ciencia, Literatura, Sociedad, Moral, Ética, Ley, Paz, Fraternidad; en una palabra : Cristianismo.

 

La Supervivenca de la Civilización seria un Nacimiento Nuevo. Un Bárbaro tenía que ser Civilizado. Y esto sería la Edad Medieval. Un trabajo civilizador casi imposible de llevar a buen puerto. Pueblos que llevaban miles de años viviendo en estado salvaje debían aprender a conducir coches, aviones, levantarse hasta el espacio exterior, comunicarse por ondas invisibles y gobernarse sin recurrir al crimen, la tiranía y las guerras.

 

Esto fue lo que se conquistó en el Concilio de Nicea.

 

Por esto afirmo que ese año, el 325 de la Era de Cristo, nació la Edad Medieval.

 

¿Y por qué cerrarla en la Batalla de Lepanto?

 

Bueno. Desde el 666 en que el Islam se declara en Yihad mundial y hasta este año del 1571 en que el Cristianismo acaba con toda opción de ser conquistado por los distintos imperios islámicos que se sucedieron desde aquel año 666 hasta este 1571, durante todo ese tiempo el Islam mantuvo en jaque al Cristianismo. Tras la Batalla de Lepanto el jaque fue revertido y comenzó el jaque mate del Cristianismo al Imperio Islámico, al presente en guerra civil y proceso de desintegración.

 

Es la Conquista de la Iglesia Católica en el Concilio de Nicea, todas las religiones y todos los imperios pasarán, pero la Iglesia y el Cristianismo permanecerán para siempre.

 

 

CRISTRO RAUL Y&S .

 

 

que cie

batala de la Armada Invencibe contra e Imperio Otomano en  Lepanto