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LA BIBLIA

NUEVO TESTAMENTO

ANTIGUO TESTAMENTO

El Evangelio según San Lucas

PRIMERA PARTE :

INFANCIA DE JESUS (1-2)

 

SEGUNDA PARTE :

PREDICACION DE JESUS EN GALILEA (3-9)

 

TERCERA PARTE :

CAMINO DE JERUSALEN (10-19)

 

CUARTA PARTE:

MINISTERIO DE JESUS EN JERUSALEN ( 20-21)

 

QUINTA PARTE :

PASION Y RESURRECCION DEL SALVADOR (22-24)

 

 
Prólogo
 
1
1
Puesto que ya muchos han intentado componer un relato de los acontecimientos cumplidos entre nosotros,
2
según nos han transmitido los que, desde el principio, fueron testigos oculares, convertidos después en ministros de la palabra,
3
me ha parecido a mí también, después de informarme exactamente de todo desde los orígenes, escribirte ordenadamente, óptimo Teófilo,
4
para que conozcas la firmeza de las enseñanzas que tú has recibido de viva voz.
   

PRIMERA PARTE

INFANCIA DE JESÚS

Capítulo 1
 
Anunciación del Precursor
   
5
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, cuya mujer, de la descendencia de Aarón, se llamaba Isabel.
6
Ambos eran justos en la presencia de Dios, e irreprensibles, caminaban en los preceptos y observancias del Señor.
7
No tenían hijos, pues Isabel era estéril y los dos ya avanzados en edad.
8
Sucedió, pues, que, ejerciendo él sus funciones sacerdotales delante de Dios según el orden de su turno,
9
conforme al uso del servicio divino, le tocó entrar en el santuario del Señor para ofrecerle el incienso,
10
y toda la muchedumbre del pueblo estaba orando fuera durante la hora de la oblación del incienso.
11
Apareciósele un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso.
12
Al verle se turbó Zacarías y el temor se apoderó de él.
13
Dijóle el ángel: “No temas, Zacarías, porque tu plegaria ha sido escuchada, e Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, al que pondrás por nombre Juan.
14
Será para ti gozo y regocijo, y todos se alegrarán en su nacimiento,
15
porque será grande en la presencia del Señor. No beberá vino ni licores, y desde el seno de su madre será lleno del Espíritu Santo;
16
y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor su Dios,
17
y caminará delante del mismo en el espíritu y el poder de Elias para reducir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto,”
18
Dijo Zacarías al ángel: “¿De qué modo sabré yo esto? Porque yo soy ya viejo y mi mujer muy avanzada en edad.”
19

El ángel le contestó, diciendo: “Yo soy Gabriel, que asisto ante Dios y he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena nueva.

20
He aquí que tú estarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que esto se cumpla, por cuanto no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo.”
21
El pueblo esperaba a Zacarías y se maravillaba de que se retardase en el templo.
22
Cuando salió no podía hablar, por donde conocieron que había tenido alguna visión en el templo. El les hacia señas, pues se había quedado mudo.
23
Cumplidos los días de su servicio, volvióse a casa.
24
Y después de algunos días concibió Isabel, su mujer, que se ocultó durante cinco meses, diciendo:
25
Porque así ha obrado conmigo el Señor, al tiempo que le plugo quitar mi oprobio entre los hombres.
   
 
La anunciación de Jesús
   
26
En el mes sexto fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret,
27
a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
28
Y presentándose a ella, le dijo: Salve, llena de gracia, el Señor es contigo.
29
Ella se turbó al oír estas palabras y discurría qué podría significar aquella salutación.
30
El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios,
31
y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
32
El será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre,
33
y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin.
34
Dijo María al ángel: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?
35
EL ángel le contestó y dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios.
36
E Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el mes sexto de la que era estéril,
37 porque nada hay imposible para Dios.
38
Dijo María: He aquí a la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y se fue de ella el ángel.
   
 
La visitación de Isabel
   
39
En aquellos días se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá,
40 y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Así que oyó Isabel el saludo de María, exultó el niño en su seno, e Isabel se llenó del Espíritu Santo,
42
y clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
43 ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
44
Porque así que sonó la voz de tu salutación en mis oídos, exultó de gozo el niño en mi seno.
45
Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor.
46 Dijo María: Mi alma engrandece al Señor
47 y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador,
48
porque ha mirado la humildad de su sierva; por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49
porque ha hecho en mí maravillas el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo.
50
Su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen.
51
Desplegó el poder de su brazo y dispersó a los que se engríen con los pensamientos de su corazón.
52
Derribó a los potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes.
53
A los hambrientos los llenó de bienes, y a los ricos los despidió vacíos.
54
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia.
55
Según lo que había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre.
56
María permaneció con ella como unos tres meses, y se volvió a su casa
   
 
Nacimiento del Bautista
   
57
Le llegó a Isabel el tiempo de dar a luz, y parió un hijo.
58
Oyendo sus vecinos y parientes que el Señor le había mostrado la grandeza de su misericordia, se congratulaban con ella.
59
Al octavo día vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarle con el nombre de su padre, Zacarías.
60
Pero la madre tomó la palabra y dijo: No, se llamará Juan.
61
Le decían: ¡Si no hay ninguno en tu parentela que se llame con ese nombre!
62
Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamase;
63
y pidiendo unas tablillas, escribió: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
64
Y abrió al instante su boca (y se soltó) su lengua. y empezando a hablar, bendecía a Dios.
65
Se apoderó el temor de todos los vecinos, y en toda la montaña de Judea se contaban todas estas cosas,
66
y cuantos las oían, pensativos, se decían: ¿Qué vendrá a ser este niño? Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.
67
Zacarías, su padre, se llenó del Espíritu Santo y profetizó diciendo:
68
Bendito el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
69
y suscitó en favor nuestro un poder salvador en la casa de David, su siervo,
70
como había prometido por la boca de sus santos profetas desde antiguo,
71
salvándonos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos aborrecen,
72
para hacer misericordia con nuestros padres y acordarse de su alianza santa,
73
del juramento que juró a Abraham, nuestro padre, darnos,
74
para que, sin temor, libres del poder de los enemigos, le sirvamos
75
en santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
76
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues tú irás delante del Señor para preparar sus caminos,
77
para dar a conocer la salvación a su pueblo, con la remisión de sus pecados,
78
por las entrañas misericordiosas de nuestro Dios, en las que nos visitará el astro que surge de lo alto,
79
para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte, para enderezar nuestros pies por el camino de la paz.
80
El niño crecía y se fortalecía en espíritu, y moraba en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
 
Capítulo 2
 
Nacimiento de Jesús
 
1
Aconteció, pues, en los días aquellos, que salió un edicto de César Augusto para que se empadronase todo el mundo.
2
Este empadronamiento primero tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria.
3 E iban todos a empadronarse, cada uno en su ciudad.
4
José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David,
5 para empadronarse, con María, su esposa, que estaba encinta.
6 Estando allí se cumplieron los días de su parto,
7
y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón.
8
Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso, y de noche se turnaban velando sobre su rebaño.
9
Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvía con su luz, quedando ellos sobrecogidos de gran temor.
10
Díjoles el ángel: No temáis, os traigo una buena nueva, una gran alegría, que es para todo el pueblo;
11
pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, Señor, en la ciudad de David.
12
Esto tendréis por señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.
13
Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
14
“Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.”
15
Así que los ángeles se fueron al cielo, se dijeron los pastores unos a otros: Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado.
16
Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre,
17
y viéndole, contaron lo que se les había dicho acerca del Niño.
18
Y cuantos les oían se maravillaban de lo que les decían los pastores.
19
María guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón.
20
Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había dicho.
   
 
Circuncisión del Niño
   
21
Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron por nombre Jesús, impuesto por el ángel antes de ser concebido en el seno.
   
 
La presentación  en el templo
   
22
Así que se cumplieron los días de la purificación conforme a la ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor,
23
según está escrito en la ley del Señor que “todo varón primogénito sea consagrado al Señor,”
24
y para ofrecer en sacrificio, según lo prescrito en la ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones.
25
Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él.
26
Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Cristo del Señor.
27
Movido del Espíritu, vino al templo, y al entrar los padres con el Niño Jesús para cumplir lo que prescribe la ley sobre El,
28
Simeón le tomó en sus brazos, y, bendiciendo a Dios, dijo:
29
Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra;
30
porque han visto mis ojos tu salud,
31
la que has preparado ante la faz de todos los pueblos,
32
luz para iluminación de las gentes y gloria de tu pueblo, Israel.
33
Su padre y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de El.
34
Simeón los bendijo y dijo a María, su Madre: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción;
35
y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones.
36
Había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, muy avanzada en días, que había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
37
y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro. No se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día.
38
Como viniese en aquella misma hora, alabó también a Dios y hablaba de El a cuantos esperaban la redención de Jerusalén.
39
Cumplidas todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a la ciudad de Nazaret.
   
 
El niño Jesús en el templo
   
40
El Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El.
41
Sus padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
42
Cuando era ya de doce años, al subir sus padres, según el rito festivo,
43
y volverse ellos, acabados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo echasen de ver.
44
Pensando que estaba en la caravana, anduvieron camino de un día. Buscáronle entre parientes y conocidos,
45 y al no hallarle, se volvieron a Jerusalén en busca suya.
46
Y al cabo de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles.
47
Cuantos le oían quedaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas.
48
Cuando sus padres le vieron, quedaron sorprendidos, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote.
49
Y EL les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?
50 Ellos no entendieron lo que les decía.
51
Bajó con ellos y vino a Nazaret, y les estaba sujeto, y su madre guardaba todo esto en su corazón.
52
Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres.

SEGUNDA PARTE

PREDICACION DE JESUS EN GALILEA

Capítulo 3
 
Presentación de Juan a Israel
 
   
1
El año quintodécimo del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, y Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de la Traconítíde, y Lisania tetrarca de Abilene,
2
bajo el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto,
3
y vino por toda la región del Jordán predicando el bautismo de penitencia en remisión de los pecados,
4
según está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.
5
Todo barranco será rellenado; y todo monte y collado allanado; y los caminos tortuosos rectificados; y los ásperos igualados.
6
Y toda carne verá la salvación de Dios.
   
 
Predicación del Bautista
   
7
Decía, pues, a las muchedumbres que venían para ser bautizadas por él: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que llega?
8
Haced, pues, dignos frutos de penitencia y no andéis diciéndoos: Tenemos por padre a Abraham. Porque yo os digo que puede Dios suscitar de estas piedras hijos a Abraham.
9
Ya el hacha está puesta a la raíz del árbol; todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
10 Las muchedumbres le preguntaban: Pues ¿qué hemos de hacer?
11
El respondía: El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene, y el que tiene alimentos haga lo mismo.
12
Vinieron también publicanos a bautizarse y le decían: Maestro, ¿qué hemos de hacer?
13
Y les contestaba: No exigir nada fuera de lo que está tasado.
14
Le preguntaban también los soldados: Y nosotros, ¿qué hemos de hacer? Y les respondía: No hagáis extorsión a nadie, ni denunciéis falsamente y contentaos con vuestra soldada.
15
Hallándose el pueblo en ansiosa expectación y pensando todos entre sí de Juan si sería el Mesías,
16
Juan respondió a todos diciendo: Yo os bautizo en agua, pero llegando está otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de soltarle la correa de las sandalias: Él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego.
17
En su mano tiene el bieldo para limpiar la era y almacenar el trigo en su granero, mientras quemará la paja con fuego inextinguible.
   
 
Prisión de Juan
   
18
Muchas veces, haciendo otras exhortaciones, evangelizaba al pueblo.
19
Pero el tetrarca Herodes, reprendido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y por todas las maldades que cometía,
20
añadió ésta a todas las otras, encarcelando a Juan.
   
 
Bautismo de Jesús
   
21
Aconteció, pues, cuando todo el pueblo se bautizaba, que, bautizado Jesús y orando, se abrió el cielo
22
y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, sobre El, y se dejó oír del cielo una voz: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.”
   
 
Genealogía de Jesús
   
23
Jesús, al empezar, tenía unos treinta años, y era, según se creía, hijo de José, hijo de Helí,
24
hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melquí, hijo de Janai, hijo de José,
25
hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Esli, hijo de Nagai,
26
hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semein, hijo de Josec, hijo de Joda,
27
hijo de Joanán, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
28
hijo de Melquí, hijo de Addi, hijo de Cosam, hijo de Elmadam, hijo de Er,
29
hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat, hijo de Leví,
30
hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonam, hijo de Eliaquim,
31
hijo de Melea, hijo de Menna, hijo de Mattata, hijo de Natam, hijo de David,
32
hijo de Jesé, hijo de Jobed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de Naasón,
33
hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arni, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
34
hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Najor,
35
hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala,
36
hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
37
hijo de Matusalá, hijo de Enoc, hijo de Jaret, hijo de Maleleel, hijo de Cainán,
38
hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adam, hijo de Dios.
 
Capítulo 4
La tentación en el desierto
1
Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
2
y tentado allí por el diablo durante cuarenta días. No comió nada en aquellos días, y pasados, tuvo hambre.
3
Díjole el diablo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
4
Jesús le respondió: “No sólo de pan vive el hombre.”
5
Llevándole a una altura, le mostró desde allí, en un instante, todos los reinos del mundo,
6
y le dijo el diablo: Todo este poder y su gloria te daré, pues a mí me ha sido entregado, y a quien quiero se lo doy;
7
si, pues, te postras delante de mí, todo será tuyo.
8
Jesús, respondiendo, le dijo: Está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo servirás.”
9
Le condujo después a Jerusalén y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
10
porque escrito está: “A sus ángeles ha mandado sobre ti para que te guarden
11
y te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra las piedras.”
12
Respondiendo, díjole Jesús: Dicho está: “No tentarás al Señor tu Dios.”
13
Acabado todo género de tentaciones, el diablo se retiró de El hasta el tiempo determinado.
 
Vuelta de Jesús a Galilea
   
14
Jesús, impulsado por el Espíritu, se volvió a Galilea. Su fama corrió por toda la región;
15
enseñaba en las sinagogas, siendo celebrado por todos.
 
Jesús en Nazaret
   
16
Vino a Nazaret, donde se había criado, y, según costumbre, entró el día de sábado en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
17
Le entregaron un libro del profeta Isaías, y, desenrollándolo, dio con el pasaje donde está escrito:
18
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos,
19
para anunciar un año de gracias del Señor.”
20
Y enrollando el libro, se le devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en El.
21
Comenzó a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.
22
Todos le aprobaban, Y maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, decían: ¿No es éste el hijo de José?
23
El les dijo: Seguro que me diréis este proverbio: Médico, cúrate a ti mismo; todo cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlo aquí en tu patria.
24
El les dijo: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.
25
Pero en verdad os digo también que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y sobrevino una gran hambre en toda la tierra,
26
y a ninguna de ellas fue enviado Elias sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda.
27
Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Elíseo, y ninguno de ellos fue limpiado, sino el sirio Naamán.
28
Al oír esto se ellenaron de cólera cuantos estaban en la sinagoga,
29
y levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a la cima del monte sobre el cual está edificada su ciudad, para precipitarle de allí;
 
pero El, atravesando por medio de ellos, se fue.
   
 
En la sinagoga de Cafarnaúm
   
31
Bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y les enseñaba los días de sábado,
32
y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra iba acompañada de autoridad.
33
Había en la sinagoga un hombre poseído del espíritu de un demonio impuro que gritaba a grandes voces:
34
¡Ah! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Bien sé quién eres, el Santo de Dios.
35
Jesús le ordenó diciendo: Cállate y sal de él. El demonio, arrojando al poseso en medio, salió de él sin hacerle daño.
36
Quedaron todos pasmados, y mutuamente se hablaban, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder impera a los espíritus impuros y salen?
37
Por todos los lugares de la comarca se divulgó su fama.
   
 
Curación de la suegra de Pedro
   
38
Saliendo de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con una gran calentura, y le rogaron por ella.
39
Acercándose, mandó a la fiebre, y la fiebre la dejó. Al instante se levantó y les servía.
   
 
Nuevas curaciones
   
40
Puesto el sol, todos cuantos tenían enfermos de cualquier enfermedad los llevaban a El, y El, imponiendo a cada uno las manos, los curaba.
41
Los demonios salían también de muchos gritando y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero El los reprendía y no los dejaba hablar, porque conocían que era El el Mesías.
   
 
Jesús sale de Cafarnaúm
   
42
Llegando el día, salió y se fue a un lugar desierto; las muchedumbres le buscaban, y, viniendo hasta El, le retenían para que no se partiese de ellos.
43 Pero El les dijo: Es preciso que anuncie también el Reino de Dios en otras ciudades, porque para esto he sido enviado.
44 E iba predicando por las sinagogas de Judea.
 
Capítulo 5
 
La pesca milagrosa
 
1
Agolpándose sobre El la muchedumbre para oír la palabra de Dios, y hallándose junto al lago de Genesaret,
2
vio dos barcas que estaban al borde del lago; los pescadores, que habían bajado a ellas, lavaban las redes.
3
Subió, pues, a una de las barcas, que era la de Simón, y le rogó que se apartase un poco de tierra, y, sentándose, desde la barca enseñaba a las muchedumbres.
4
Así que cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro y echad vuestras redes para la pesca.
5
Simón le contestó y dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada; mas, porque tú lo dices, echaré las redes.
6
Haciéndolo, tomaron una gran cantidad de peces, tanto que las redes se rompían,
7
e hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron las dos barcas, tanto que se hundían.
8
Viendo esto Simón Pedro, se postró a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy hombre pecador.
9
Pues así él como todos sus compañeros habían quedado sobrecogidos de espanto ante la pesca que habían hecho,
10
e igualmente Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Dijo Jesús a Simón: No temas; en adelante vas a ser pescador de hombres.
11
Y atracando a tierra las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.
   
 
Curación de un leproso
   
12
Estando en una ciudad, un hombre cubierto de lepra, viendo a Jesús, se postró de hinojos ante El y le suplicó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13
Extendiendo El la mano, le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio. Y luego desapareció la lepra.
14
Y le encargó: No se lo digas a nadie, sino vete y muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.
15
Cada vez se extendía más su fama, y concurrían numerosas muchedumbres para oírle y ser curados de sus enfermedades,
16
pero El se retiraba a lugares solitarios y se daba a la oración.
   
 
Curación de un paralítico
   
17
Sucedió un día que, mientras enseñaba, estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea, y de Jerusalén, y la virtud del Señor estaba en El para curar.
18
Y he aquí que unos hombres que traían en una camilla un paralítico buscaban introducirle y presentárselo;
19
pero, no encontrando por dónde meterlo, a causa de la muchedumbre, subieron al terrado y por el techo le bajaron con la camilla y le pusieron en medio, delante de Jesús.
20
Viendo su fe, dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21
Comenzaron a murmurar los escribas y fariseos, diciendo: ¿Quién es éste, que así blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?
22
Conociendo Jesús sus pensamientos, respondió y les dijo:
23
¿Por qué murmuráis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
24
Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder sobre la tierra para perdonar los pecados — dijo al paralítico — : A ti te digo, levántate, toma la camilla y vete a casa.
25
Al instante se levantó delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a casa, glorificando a Dios.
26
Quedaron todos fuera de sí, glorificando a Dios, y, llenos de temor, decían: Hoy hemos visto cosas increíbles.
   
 
Vocación de Leví
 
27
Después de esto salió y vio a un publicano por nombre Leví, sentado al telonio, y le dijo: Sígueme.
28 El, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29
Leví le ofreció un gran banquete en su casa, con asistencia de gran multitud de publícanos y otros que estaban recostados con ellos.
30
Los fariseos y los escribas murmuraban hablando con los discípulos: ¿Por qué coméis y bebéis con publícanos y pecadores?
31
Respondiendo Jesús les dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos,
32
y no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia.
   
 
Por qué no ayunan los discípulos de Jesús
   
33
Ellos le dijeron: Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos; pero tus discípulos comen y beben.
34
Respondióles Jesús: ¿Queréis vosotros hacer ayunar a los convidados a la boda mientras con ellos está el esposo?
35
Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces, en aquellos días, ayunarán.
36
Y les dijo una parábola: Nadie pone un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo; de lo contrario, romperá el nuevo, y el remiendo tomado del vestido nuevo no ajustará sobre el viejo.
37
Ni echa nadie el vino nuevo en cueros viejos; de lo contrarío, el vino nuevo romperá los cueros viejos y se derramará, y los cueros se perderán;
38 sino que el vino nuevo se echa en cueros nuevos,
39
y nadie que tenga vino añejo quiere el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.
 
Capítulo 6
 
Sobre la observancia del sábado
 
1
Aconteció que un sábado, atravesando El por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas, y, frotándolas con las manos, las comían.
2
Algunos fariseos dijeron: ¿Cómo hacéis lo que no está permitido en sábado?
3
Jesús les respondió: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y sus acompañantes?
4
¿Cómo entró en la casa de Dios y, tomando los panes de la proposición, comió y dio a los que venían con él, siendo así que no es lícito comerlos sino sólo a los sacerdotes?
5
Y les dijo: Dueño es del sábado el Hijo del hombre.
6
Otro sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba; y había allí un hombre que tenía una mano seca.
7
Le observaban los escribas y fariseos para ver si curaría en día de sábado, a fin de tener de qué acusarle.
8
El, que conocía los pensamientos suyos, dijo al hombre de la mano seca: Levántate y ponte en medio. El, levantándose, se quedó en pie.
9
Díjoles Jesús: Voy a haceros una pregunta: si es lícito hacer bien o mal en sábado, salvar un alma o perderla.
10
Y dirigiendo su mirada a todos ellos, les dijo: Extiende tu mano. El lo hizo, y su mano quedó sana.
11
Ellos se llenaron de furor y trataban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
   
 
Elección de los Doce
   
12
Aconteció por aquellos días que salió El hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios.
13
Cuando llegó el día, llamó a sí a los discípulos y escogió a doce de ellos, a quienes dio el nombre de apóstoles:
14
Simón, a quien puso también el nombre de Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé,
15
Mateo y Tomás, Santiago el de Alfeo y Simón, llamado el Celador;
16
Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor,
17
Bajando con ellos del monte, se detuvo en un rellano, y con El la numerosa muchedumbre de sus discípulos y una gran multitud del pueblo de toda la Judea, de Jerusalén y del litoral de Tiro y de Sidón,
18
que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades; y los que eran molestados de los espíritus impuros eran curados.
19
Toda la multitud buscaba tocarle, porque salía de El una virtud que sanaba a todos.
   
 
Las bienaventuranzas
 
20
El, levantando sus ojos sobre los discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21
Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis hartos. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22
Bienaventurados seréis, cuando aborreciéndoos los hombres, os excomulguen, y maldigan, y proscriban vuestro nombre como malo por amor del Hijo del hombre.
23
Alegraos en aquel día y regocijaos, pues vuestra recompensa será grande en el cielo. Así hicieron sus padres con los profetas.
   
 
Las imprecaciones
   
24
Pero ¡ay de vosotros, ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo!
25
¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!
26
¡Ay cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas!
   
 
El amor hacia los enemigos
   
27
Pero yo os digo a vosotros que me escucháis: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen,
28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian.
29
Al que te hiere en una mejilla ofrécele la otra, y al que te tome el manto no le impidas tomar la túnica;
30
da a todo el que te pida y no reclames de quien toma lo tuyo.
31
Tratad a los hombres de la manera de que vosotros queréis ser de ellos tratados.
32
Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis? Porque los pecadores aman también a quienes los aman.
33
Y si hacéis bien a los que os lo hacen, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores hacen lo mismo.
34
Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos igual favor.
35
Pero amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada, y será mucha vuestra recompensa, pues seréis hijos del Altísimo, porque El es bondadoso para con los ingratos y malos.
36
Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.
37
No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; absolved y seréis absueltos.
38
Dad y se os dará; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será derramada en vuestro corazón. La medida que con otros usareis, ésa será usada con vosotros.
   
 
Espíritu de benevolencia
   
39
Les dijo también una parábola: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
40
Ningún discípulo está sobre su maestro; para ser perfecto ha de ser como su maestro.
41
¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo?
42
¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame quitarte la paja que tienes en el ojo, cuando tú no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja que hay en el de tu hermano.
43
Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni tampoco árbol malo que dé fruto bueno,
44
pues cada árbol se conoce por su fruto; y no se cogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian racimos.
45
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo saca cosas malas de su mal tesoro, pues de la abundancia del corazón habla la lengua.
46
¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?
   
 
Conclusión final
   
47
Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en obra, os diré a quién es semejante.
48
Es semejante al hombre que, edificando una casa, cava y profundiza y cimienta sobre roca; sobreviniendo una inundación, el río va a chocar contra la casa, pero no puede conmoverla, porque está bien edificada.
49
El que oye y no hace, es semej ante al hombre que edifica su casa sobre tierra, sin cimentar, sobre la cual choca el río, y luego se cae y viene a ser grande la ruina de aquella casa.
 
Capítulo 7
 
El centurión de Cafarnaúm
 
7
1
Cuando hubo acabado de pronunciar estos discursos a oídos del pueblo, entró en Cafarnaúm.
2
Estaba a punto de morir un siervo de cierto centurión que le era muy querido.
3
Este, oyendo hablar de Jesús, envió a El algunos ancianos de los judíos, rogándole que viniese para salvar a su siervo.
4
Llegados éstos a Jesús, le rogaban con instancia, diciéndole: Merece que le hagas esto,
5
porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga.
6
Jesús echó a andar con ellos. Ya no estaba lejos de la casa, cuando el centurión envió a algunos amigos, que le dijeron: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo.
7
Ni yo me he creído digno de ir a ti. Pero di sólo una palabra y mi siervo ses sano.
8
Porque también yo soy hombre sometido a la autoridad, pero tengo a la vez soldados bajo mi mando, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9
Oyendo esto Jesús, se maravilló de él y, vuelto a la multitud que le seguía, dijo: Yo os digo que fe como ésta no la he hallado en Israel.
10
Vueltos a casa los enviados, encontraron sano al siervo.
   
 
La resurrección en Naín
   
11
Aconteció tiempo después que iba a una ciudad llamada Naín, e iban con El sus discípulos y una gran muchedumbre.
12
Cuando se acercaban a las puertas de la ciudad, vieron que llevaban un muerto, hijo único de su madre, viuda, y una muchedumbre bastante numerosa de la ciudad la acompañaba.
13
Viéndola el Señor, se compadeció de ella y le dijo: No llores.
14
Y acercándose, tocó el féretro; los que lo llevaban se detuvieron, y El dijo: Joven, a ti te hablo, levántate.
15
Sentóse el muerto y comenzó a hablar, y El se lo entregó a su madre.
16
Se apoderó de todos el temor y glorificaban a Dios diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo.
17
La fama de este suceso corrió por toda Judea y por todas las regiones vecinas.
   
 
El mensaje del Bautista
   
18
Los discípulos de Juan dieron a éste noticia de todas estas cosas, y, llamando Juan a dos de ellos,
19
los envió al Señor para decirle: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro?
20
Llegados a El, le dijeron: Juan el Bautista nos envía a ti para preguntarte: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro?
21
En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades y males y de los espíritus malignos e hizo gracia de la vista a muchos ciegos,
22
y, tomando la palabra, les dijo: Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados;
23
y bienaventurado es quien no se escandaliza en mí.
   
 
El panegírico del Bautista
   
24
Cuando se hubieron ido los mensajeros de Juan, comenzó Jesús a decir a la muchedumbre acerca de él: ¿Qué habéis salido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
25
¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con molicie? Los que visten suntuosamente y viven con regalo están en los palacios de los reyes.
26
¿Qué salisteis, pues, a ver? ¿Un profeta? Sí, yo os digo, y más que profeta.
27
Este es aquel de quien está escrito: “He aquí que yo envío delante de tu faz a mi mensajero, que preparará mi camino delante de ti.”
28
Yo os digo, no hay entre los nacidos de mujer profeta más grande que Juan; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
   
 
Actitud de los publicanos y fariseos ante la misión de Juan
   
29
Todo el pueblo que le escuchó y los publicanos reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan;
30
pero los fariseos y doctores de la Ley anularon el consejo divino respecto de ellos no haciéndose bautizar por él
31
¿A quién, pues, compararé yo a los hombres de esta generación y a quién son semejantes?
32
Son semejantes a los muchachos que, sentados en la plaza, invitan a los otros, diciendo: Os tocamos la flauta, y no danzasteis; os cantamos lamentaciones, y no llorasteis.
33
Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decíais: Tiene demonio.
34
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: Es comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores.
35
Y la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.
   
 
La pecadora arrepentida
   
36
Le invitó un fariseo a comer con él, y, entrando en su casa, se puso a la mesa.
37
Y he aquí que llegó una mujer pecadora que había en la ciudad, la cual, sabiendo que estaba a la mesa del fariseo, con un pomo de alabastro de ungüento,
38
se puso detrás de El ,junto a sus pies, llorando, y comenzó a bañar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el ungüento.
39
Viendo lo cual, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: Si éste fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, porque es una pecadora.
40
Tomando Jesús la palabra, le dijo: Simón, tengo una cosa que decirte. El dijo: Maestro, habla.
41
Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios; el otro, cincuenta.
42
No teniendo ellos con qué pagar, se lo condonó a ambos. ¿Quién, pues, le amará más?
43
Respondiendo Simón, dijo: Supongo que aquel a quien condonó más. Díjole: Bien has respondido.
44
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa, y tú no me diste agua a los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos.
45
No me diste el ósculo; pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.
46
No ungiste mi cabeza con óleo, y ésta ha ungido mis pies con ungüento.
47
Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.
48
Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49
Comenzaron los convidados a decir entre sí: ¿Quién es éste para perdonar los pecados?
50
Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.
 
Capítulo 8
 
Las proveedoras de Jesús
 
1
Yendo por ciudades y aldeas, predicaba y evangelizaba el reino de Dios. Le acompañaban los Doce
2
y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades. María llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios;
3
Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y otras varias, que le servían de sus bienes.
   
 
La parábola del sembrador
   
4
Reunida una gran muchedumbre de los que venían a El de cada ciudad, dijo en parábola:
5
Salió un sembrador a sembrar su simiente, y, al sembrar, una parte cayó junto al camino y fue pisada, y las aves del cielo la comieron.
6
Otra cayó sobre la peña, y, nacida, se secó por falta de humedad.
7
Otra cayó en medio de espinas, y, creciendo con ellas las espinas, la ahogaron.
8
Otra cayó en tierra buena, y, nacida, dio un fruto céntuplo. Dicho esto, clamó: El que tenga oídos para oír, que oiga.
   
 
Razón de las parábolas
   
9
Preguntábanle sus discípulos qué significase aquella parábola,
10
y El contestó: A vosotros ha sido dado conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, de manera que viendo no vean y oyendo no entiendan.
   
 
Explicación de la parábola del sembrador
   
11
He aquí la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12
Los que están a lo largo del camino son los que oyen; pero en seguida viene el diablo y arrebata de su corazón la palabra para que no crean y se salven.
13
Los que están sobre peña son los que, cuando oyen, reciben con alegría la palabra, pero no tienen raíces, creen por algún tiempo, pero al tiempo de la tentación sucumben.
14
Lo que cae entre espinas son aquellos que, oyendo, van y se ahogan en los cuidados, la riqueza y los placeres de la vida y no llegan a madurez.
15
Lo caído en buena tierra son aquellos que, oyendo con corazón generoso y bueno, retienen la palabra y dan fruto por la perseverancia.
   
 
El misterio del reino debe ser conocido
   
16
Nadie, después de haber encendido una lámpara, la cubre con una vasija ni la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre el candelabro para que los que entren vean.
17
Pues nada hay oculto que no haya de descubrirse ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz.
18
Mirad, pues, cómo escucháis, porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que parece tener se le quitará.
   
 
Los parientes de Jesús
   
19
Vino su madre con sus hermanos, y no lograron acercarse a El a causa de la muchedumbre,
20
y le comunicaron: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y desean verte.
21
El contestó diciéndoles: Mi madre y mis hermanos son éstos, los que oyen la palabra de Dios y la ponen en obra.
   
 
La tempestad calmada
   
22
Sucedió, pues, un día que subió con sus discípulos a una barca y les dijo: Pasemos a la otra orilla del lago. Y se dieron a la mar
23
Mientras navegaban, se durmió. Vino sobre el lago una borrasca, y, a causa de la inundación, estaban en peligro.
24
Llegándose a El, le despertaron diciendo: Maestro, Maestro, que perecemos. Despertó El e increpó al viento y al oleaje del agua, que se aquietaron, haciéndose la calma.
25
Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Llenos de pasmo, se admiraban y se decían unos a otros: Pero ¿quién es éste, que manda a los vientos y al agua y le obedecen?
   
 
La curación del endemoniado y la muerte de la piara
   
26
Arribaron a la región de los gerasenos, frente a Galilea,
27
y, bajando El a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad poseído de los demonios, que en mucho tiempo no se había vestido ni morado en casa, sino en los sepulcros.
28
Cuando vio a Jesús, gritando se postró ante El y en alta voz dijo: ¿Qué tengo que ver yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te pido que no me atormentes
29
Y era que El ordenaba al espíritu impuro que saliese del hombre. Muchas veces se apoderaba de él, y le ataban con cadenas y le sujetaban con grillos, pero rompía las ligaduras y era arrebatado por el demonio a los desiertos.
30
Preguntóle Jesús: ¿Cuál es tu nombre? Contestóél: Legión. Porque habían entrado en él muchos demonios,
31
y le rogaban que no les mandase volver al abismo.
32
Había allí cerca una piara de puercos bastante numerosa paciendo en el monte, y le rogaron que les permitiese entrar en ellos. Se lo permitió,
33
y, saliendo los demonios del hombre, entraron en los puercos, y se arrojó la manada por un precipicio abajo hasta el lago y se ahogó.
34
Viendo los porquerizos lo sucedido, huyeron y lo anunciaron en la ciudad y en los campos.
35
Salieron a ver lo ocurrido, y vieron a Jesús, y encontraron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado, vestido y en su pleno juicio, a los pies de Jesús, de lo que se quedaron espantados.
36
Los que habían visto cómo el endemoniado había sido curado lo contaban,
37
y toda la gente del territorio de los gerasenos le rogó que se retirase de allí, porque estaban dominados de un gran temor. El, subiendo a la barca, se volvió.
38
El hombre de quien habían salido los demonios le suplicaba quedarse con El, pero El le despidió diciendo:
39
Vuélvete a tu casa y refiere lo que te ha hecho Dios. Y se fue por toda la ciudad pregonando cuanto le había hecho Jesús.
   
 
La hija de Jairo y  la hemorroísa
   
40
Cuando Jesús estuvo de vuelta, le recibió la muchedumbre, pues todos estaban esperándole.
41
Llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y, cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba que entrase en su casa,
42
porque tenía una hija única, de unos doce años, que estaba a punto de morir. Mientras iba, las muchedumbres le ahogaban.
43
Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que en médicos había gastado toda su hacienda, sin lograr ser de ninguno curada,
44
se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al instante cesó el flujo de su sangre.
45
Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Como todos negaban, dijo Pedro y los que le acompañaban: Maestro, las muchedumbres te rodean y te oprimen.
46
Pero Jesús dijo: Alguno me ha tocado, porque yo he conocido que una virtud ha salido de mí.
47
La mujer, viéndose descubierta, se llegó temblando y, postrándose ante El, le dijo ante todo el pueblo por qué le había tocado y cómo al instante había quedado sana.
48
El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.
49
Aún estaba hablando cuando llegó uno de casa del jefe de la sinagoga diciendo: Tu hija ha muerto, no molestes ya al Maestro.
50
Pero Jesús, que lo oyó, le respondió: No temas, cree tan sólo y será sana.
51
Llegado a la casa, no permitió que entrasen con él más que Pedro, Juan y Santiago y el padre y la madre de la niña
52
Todos lloraban y plañían por ella. Les dijo El: No lloréis, porque no está muerta; es que duerme.
53
Se burlaban de El, sabiendo que estaba muerta.
54
El, tomándola de la mano, le dijo en alta voz: Niña, levántate.
55
Volvió a ella el espíritu y al instante se levantó, y El mandó que le diesen de comer.
56
Los padres se quedaron fuera de sí; pero El les mandó que no contasen a nadie lo sucedido.
 
Capítulo 9
 
La Misión de los apóstoles
 
1
Habiendo convocado a los Doce, les dio poder sobre todos los demonios y de curar enfermedades,
2
y les envió a predicar el reino de Dios y a hacer curaciones.
3
Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni báculo, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni lle­véis dos túnicas.
4
En cualquier casa en que entréis, quedaos allí, sin dejarla hasta partir.
5
Cuanto a los que no quieran recibiros, saliendo de aquella ciudad, sacudios el polvo de los pies en testimonio contra ellos.
6
Partieron y recorrieron las aldeas anunciando el Evangelio y curando en todas partes.
   
 
La opinión de Herodes sobre Jesús
   
7
Tuvo noticia Herodes el tetrarca de todos estos sucesos, y estaba vacilante, por cuanto algunos decían que era Juan, que había resucitado de entre los muertos;
8
otros, que era Elias, que había aparecido, y otros, que había resucitado alguno de los antiguos profetas.
9
Dijo Herodes: A Juan le degollé yo, ¿quién puede ser este de quien oigo tales cosas? Y deseaba verle.
   
 
Regreso de los apóstoles y multiplicación de los panes
   
10
A su vuelta, los apóstoles le contaron cuanto habían hecho. El, tomándolos consi­go, se retiró a un lugar apartado cerca de una ciudad llamada Betsaida.
11
Pero la muchedumbre se dio cuenta, y fue en pos de El. Habiéndolos recibido, les hablaba del Reino de Dios y curaba a todos los necesitados.
12
Empezaba ya a declinar el día, y acercándosele los Doce, le dijeron: Despide a la muchedumbre, para que vayan a las aldeas y alquerías de alrededor, donde se alberguen y encuentren alimentos, porque aquí estamos en el desierto.
13
El les contestó: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos a comprar provisiones para todo este pueblo.
14
Porque eran unos cinco mil hom­bres. Y dijo a sus discípulos: Macedlos recostarse por grupos como de cincuenta.
15
Lo hicieron así, diciéndoles que se recostasen todos,
16
y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, los bendijo y se los dio a los discípulos para que los sirviesen a la muchedumbre.
17
Comieron, se saciaron todos y se recogieron de las sobras doce cestos de mendrugos.
   
 
La confesión de Pedro
   
18
Aconteció que, orando El a solas, estaban con El sus discípulos, a los cuales preguntó: ¿Quién dicen las muchedumbres que soy yo?
19
Respondiendo ellos, le dijeron: Juan Bautista; otros, Elias; otros, que uno de los antiguos profetas ha resucitado.
20
Díjoles El: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
21
El les prohibió decir esto a nadie, añadiendo:
22
Es preciso que el Hijo del hombre padezca mucho y que sea rechazado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y sea muerto y resucite al tercer día.
   
 
Necesidad de seguir a Jesús
   
23
Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
24
Porque quien quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien qui­siere perder su vida por amor de mí, la salvará.
25
Pues ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si él se pierde y se condena?
26
Porque quien se avergonzare de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y de los santos ángeles.
27
En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte antes que vean el reino de Dios.
   
 
La Transfiguración
   
28
Aconteció como unos ocho días después de estos discursos que, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un monte a orar.
29
Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y resplandeciente.
30
Y he aquí que dos varones hablaban con EL, Moisés y Elias,
31
que aparecían gloriosos y le hablaban de su muerte, que había de cumplirse en Jerusalén.
32
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos varones que con El estaban.
33
Al desaparecer éstos, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bueno es estar aquí; hagamos tres cabañas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elias, sin saber lo que se decía.
34
Mientras esto decía, apareció una nube que los cubrió y quedaron atemorizados al entrar en la nube.
35
Salió de la nube una voz que dijo: Este es mi Hijo elegido, escuchadle.
36
Mientras sonaba la voz estaba Jesús solo. Ellos callaron, y por aquellos días no contaron nada de cuanto habían visto.
   
 
Curación del epiléptico endemoniado
   
37
Al día siguiente, al bajar del monte, vino a su encuentro una numerosa muchedumbre,
38
y uno de entre ella gritó, diciendo: Maestro, te ruego que eches una mi­rada sobre este mi hijo, porque es mi hijo único,
39
y el espíritu lo toma lo hace gritar, lo agita, haciéndole echar espumarajos, y a duras penas se retira de él después de haberlo molido.
40
He suplicado a tus discípulos que lo echasen, y no han podido.
41
Jesús, respondiendo, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa!, ¿hasta cuándo tendré que estar con vosotros y aguantaros? Traédmelo acá.
42
Al acercarse, el de­monio lo echó por tierra y lo agitó fuertemente. Pero Jesús increpó al espíritu impuro, y curó al niño y se lo entregó a su padre.
43
Todos se maravillaron al ver la grandeza de Dios.
   
 
Profecía de la pasión
 
43
Admirándose todos de cuanto hacía, dijo El a sus discípulos:
44
Estad atentos a lo que voy a deciros: El Hijo del hombre ha de ser entregado en poder de los hombres.
45
Pero ellos no sabían lo que significaban estas palabras, que estaban para ellos veladas, de manera que no las entendieron, y temían preguntarle sobre ellas.
   
 
Quién se el mayor
   
46
Les vino a ellos este pensamiento: quién sería entre ellos el mayor.
47
Conociendo Jesús los pensamientos de su corazón, tomó un niño, lo puso junto a sí,
48
y les dijo: El que recibiere a este niño en mi nombre, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió; y el menor entre todos vosotros, ése será el más grande.
   
 
La invocación del nombre de Jesús por los extraños
   
49
Tomando la palabra, Juan dice: Maestro, hemos visto a uno echar los demonios en tu nombre y se lo hemos estorbado, porque no era de nuestra compañía.
50
Contestóle Jesús: No se lo estorbéis, pues el que no está contra vosotros, está con vosotros.

TERCERA PARTE

CAMINO DE JERUSALEN

Capítulo 9
 
La mala acogida de los samaritanos
 
51
Estando para cumplirse los días de su ascensión, se dirigió resueltamente a Jerusalén,
52
y envió mensajeros delante de sí, que en su camino entraron en una aldea de samaritanos para prepararle albergue.
53
No fueron recibidos, porque iban a Jerusalén.
54
Viéndolo los discípulos, Santiago y Juan dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que los consuma?
55
Volviéndose Jesús, los reprendió,
56
y se fueron a otra aldea.
   
Capítulo 10
 
Varias vocaciones
   
57
Siguiendo el camino, vino uno que le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas.
58
Jesús le respondió: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
59
A otro le dijo: Sigúeme, y respondió: Señor, déjame ir primero a sepultar a mi padre.
60
El le contestó: Deja a los muertos sepultar a sus muertos, y tú vete y anuncia el Reino de Dios.
61
Otro le dijo: Te seguiré, Señor, pero déjame antes ir a despedirme de los de mi casa.
62
Jesús le dijo: Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás, es apto para el Reino de Dios.
   
 
Misión de los setenta y dos
 
1
Después de esto, designó Jesús a otros setenta y dos y los envió, de dos en dos, delante de sí, a toda ciudad y lugar adonde El había de venir,
2
y les dijo: La mies es mucha y los obreros pocos; rogad, pues, al amo de la mies mande obreros a su mies.
3
Id, yo os envío como corderos en medio de lobos.
4
No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias, y a nadie saludéis por el camino.
5
En cualquier casa en que entréis, decid primero: La paz sea con esta casa.
6
Si hubiere en ella un hijo de la paz, descansará sobre él vuestra paz; si no, se volverá a vosotros.
7
Permaneced en esa casa y comed y bebed lo que os sirvieren, porque el obrero es digno de su salario. No vayáis de casa en casa.
8
En cualquier ciudad en que entrareis y os recibieren, comed lo que os fuere servido,
9
y curad a los enfermos que en ella hubiere, y decidles: El Reino de Dios está cerca de vosotros.
10
En cualquier ciudad en que entréis y no os recibieren, salid a las plazas y decid:
11
Hasta el polvo que de vuestra ciudad se nos pegó a los pies lo sacudimos, pero sabed que el Reino de Dios está cerca.
12
Yo os digo que aquel día Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad.
   
 
Ciudades incrédulas
   
13
¡Ay de ti, Corazeín! ¡Ay de ti, Betsaida! Que si en Tiro y en Sidón hubieran sido hechos los milagros que en vosotras se han hecho, tiempo ha que en saco y sentados en ceniza hubieran hecho penitencia.
14
Pero Tiro y Sidón serán más toleradas que vosotras en el juicio.
15
Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno serás abatida.
16
El que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha, y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
   
 
Vuelta de los setenta y dos
   
17
Volvieron los setenta y dos llenos de alegría, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos sometían en tu nombre.
18
Y El les dijo: Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo.
19
Yo os he dado poder para andar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder enemigo, y nada os dañará.
20
Mas no os alegréis dé que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.
   
 
Revelación del Padre a los pequeñuelos
   
21
En aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito.
22
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo.
23
Vuelto a los discípulos, aparte les dijo: Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis,
24
porque yo os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron.
   
 
El mayor precepto
   
25
Levantóse un doctor de la Ley para tentarlo y le dijo: Maestro, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna?
26
El le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?
27
Le contestó diciendo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo.
28
Y le dijo: Bien has respondido. Haz esto y vivirás.
29
El, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
   
 
Parábola del samaritano
   
30
Tomando Jesús la palabra, dijo: Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que le desnudaron, le cargaron de azotes y se fueron, dejándole medio muerto.
31
Por casualidad bajó un sacerdote por el mismo camino, y, viéndolo, pasó de largo.
32
Asimismo un levita, pasando por aquel sitio, le vio también y pasó adelante.
33
Pero un samaritano que iba de camino llegó a él, y, viéndole, se movió a compasión,
34
acercóse, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; le hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuidó de él.
35
A la mañana, sacando dos denarios, se los dio al mesonero y dijo: Cuida de él, y lo que gastares, a la vuelta te lo pagaré.
36
¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayó en poder de ladrones?
37
EL contestó: El que hizo con él misericordia. Contestóle Jesús: Vete y haz tú lo mismo.
   
 
Marta y Maria
   
38
Yendo de camino, entró en una aldea, y una mujer, Marta de nombre, lo recibió en su casa.
39
Tenía ésta una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
40
Marta andaba afanada en los muchos cuidados del servicio, y, acercándose, dijo: Señor, ¿no te preocupa que mi hermana me deje a mí sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude.
41
Respondió el Señor y le dijo: Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más bien una sola.
42
María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.
 
Capítulo 11
 
La oración dominical
 
1 Acaeció que, hallándose El orando en cierto lugar, así que acabó, le dijo uno de los discípulos: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñaba a sus discípulos.
2 El les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino;
3 danos cada día el pan cotidiano;
4

perdónanos nuestras deudas, porque también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos pongas en tentación.

   
 
Parábola del amigo importuno
   
5
Y les dijo: Si alguno de vosotros tuviere un amigo y viene a él a medianoche y le dijera: Amigo, préstame tres panes,
6
pues un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo qué darle;
7
y él, respondiendo de dentro, le dijese: No me molestes; la puerta está ya cerrada, y mis niños están ya conmigo en la cama, no puedo levantarme para dártelos.
8
Yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su desvergüenzase levantará y le dará cuanto necesite.
9
Os digo, pues: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá;
10
porque quien pide recibe, y quien busca halla, y al que llama se le abre.
11
¿Qué padre entre vosotros, si el hijo le pide un pan, le dará una piedra? ¿O, si le pide un pez, le dará, en vez del pez, una serpiente?
12
¿O, si le pide un huevo le dará un escorpión?
13
Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
   
 
Origen del poder sobre los demonios
   
14
Estaba expulsando a un demonio mudo, y así que salió el demonio, habló el mudo. Las muchedumbres se admiraron,
15
pero algunos de ellos dijeron: Por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa éste los demonios;
16
otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo.
17
Pero El, conociendo sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra si mismo será devastado, y caerá casa sobre casa.
18
Si, pues, Satanás se halla dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Puesto que decís que por poder de Beelzebul expulso yo a los demonios.
19
Si yo expulso a los demonios por Beelzebul, vuestros hijos, ¿por quién los expulsan? Por esto ellos mismos serán vuestros jueces.
20
Pero, si expulso a los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
21
Cuando un fuerte bien armado guarda su palacio, seguros están sus bienes;
22
pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará las armas en que confiaba y repartirá sus despojos.
23
El que no está conmigo, está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama.
24
Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, recorre los lugares áridos buscando reposo, y, no hallándolo, se dice: Volveré a la casa de donde salí;
25
y viniendo, la encuentra barrida y aderezada.
26
Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y, entrando, habitan allí, y vienen a ser las postrimerías de aquel hombre peores que los principios.
   
 
Elogio de la Madre de Jesús
   
27
Mientras decía estas cosas, levantó la voz una mujer de entre la muchedumbre, y dijo: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que mamaste.
28
Pero El dijo: Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan.
   
 
Juicio severo sobre la  presente generación
   
29 Creciendo la muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación es una generación mala; pide una señal, y no le será dada otra señal que la de Jonas.
30 Porque como fue Jonas señal para los ninivitas, así también lo será el Hijo del hombre para esta generación.
31 La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y hay aquí algo más que Salomón.
32 Los ninivitas se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque hicieron penitencia a la predicación de Jonás, y hay aquí más que Jonás.
   
 
Luz de Cristo, luz del alma
   
33
Nadie enciende la lámpara y la pone en un rincón ni bajo el celemín, sino sobre un candelero, para que los que entren tengan luz.
34
La lámpara de tu cuerpo es tu ojo; si tu ojo es puro, todo tu cuerpo estará iluminado; pero, si fuese malo, también tu cuerpo estará en tinieblas.
35
Cuida, pues, que tu luz no tenga parte de tinieblas,
36
porque, si todo tu cuerpo es luminoso, sin parte alguna tenebrosa, todo él resplandecerá como cuando la lámpara te alumbra con vivo resplandor.
   
 
Reprensión de los fariseos y escribas
   
37
Mientras hablaba, le invitó un fariseo a comer con él; y fue y se puso a la mesa.
38
El fariseo se maravilló de ver que no se había lavado antes de comer.
39
El Señor le dijo: Mira, vosotros los fariseos limpiáis la copa y el plato por defuera, pero vuestro interior está lleno de rapiña y maldad.
40
¡Insensatos! ¿Acaso el que ha hecho lo de fuera no ha hecho también lo de dentro?
41
Sin embargo, dad limosna según vuestras facultades, y todo será puro para vosotros.
42
¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, y de la ruda, y de todas las legumbres, y descuidáis la justicia y el amor de Dios! Hay que hacer esto sin omitir aquello.
43
¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros puestos en las sinagogas y los saludos en las plazas!
44
¡Ay de vosotros, que sois como sepulturas que no se ven, y que los hombres pisan sin saberlo!
45
Tomando la palabra un doctor de la Ley, le dijo: Maestro, hablando así nos ultrajas también a nosotros.
46
Pero El le dijo: ¡Ay también de vosotros, doctores de la Ley, que echáis pesadas cargas sobre los hombres, y vosotros ni con uno de vuestros dedos las tocáis!
47
¡Ay de vosotros, que edificáis monumentos a los profetas, a quienes vuestros padres dieron muerte!
48
¡Vosotros mismos atestiguáis que consentís en la obra de vuestros padres; ellos los mataron, pero vosotros edificáis!
49
Por esto dice la Sabiduría de Dios: Yo les envío profetas y apóstoles, y ellos los matan y persiguen,
50
para que sea pedida cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde el principio del mundo,
51
desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el santuario; sí, os digo que le será pedida cuenta a esta generación.
52
¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia, y ni entráis vosotros ni dejáis entrar!
53
Cuando salió de allí comenzaron los escribas y fariseos a acosarle terriblemente y a proponerle muchas cuestiones,
54
armándole insidias para sorprenderle en algo que saliera de su boca.
   
Capítulo 12
 
Advertencias a los Discípulos
 
1
Entre tanto se fue juntando la muchedumbre por millares, hasta el punto de pisarse unos a otros, y comenzó El a decir a sus discípulos: Ante todo guardaos del fermento de los fariseos, que es la hipocresía,
2
pues nada hay oculto que no haya de descubrirse, y nada escondido que no llegue a saberse.
3
Por esto, todo lo que decís en las tinieblas será oído en la luz, y lo que habláis al oido en vuestros aposentos será pregonado desde los terrados.
4
A Vosotros, mis amigos, os digo: No temáis a los que matan el cuerpo y después de esto no tienen ya más que hacer.
5
Yo os mostrare a quién habéis de temer; temed al que, después de haber dado la muerte, tiene poder para echar en la gehenna. Sí, yo os digo que temáis a ése.
6
¿No se venden cinco pájaros por dos ases? Y sin embargo, ni uno de ellos está en olvido ante Dios.
7
Aun hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados todos. No temáis; vosotros valéis más que muchos pájaros.
8
Yo os digo: A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios.
9
El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios.
10
A quien dijere una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11
Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o qué habéis de responder o decir,
12
porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora lo que habéis de decir.
   
 
Ciudado con la avaricia
   
13
Díjole uno de la muchedumbre: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
14
El le respondió: Pero, hombre, ¿quién me ha constituido juez o partidor entre vosotros?
15
Les dijo: Mirad de guardaros de toda avaricia, porque, aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda.
16
Y les dijo una parábola: Había un hombre rico, cuyas tierras le dieron gran cosecha.
17
Comenzó él a pensar dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo donde encerrar mi cosecha?
18
Y dijo: Ya sé lo que voy a hacer: demoleré mis graneros y los haré más grandes, y almacenaré en ellos todo mi grano y mis bienes,
19
y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes almacenados para muchos años; descansa, come, regálate.
20
Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te pedirán el alma, y lo que has acumulado, ¿para quién será?
21
Así será el que atesora para sí y no es rico ante Dios.
   
 
Confianza en la Providencia
   
22
Dijo a sus discípulos: Por esto os digo: No os preocupéis de vuestra vida, por lo que habéis de comer; ni de vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir,
23
porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido.
24
Mirad a los cuervos, que ni hacen sementera ni cosecha, que no tienen ni despensa ni granero, y Dios los alimenta: ¿cuánto más valéis vosotros que un ave?
25
¿Quién de vosotros, a fuerza de cavilar, puede añadir un codo a su estatura?
26
Si, pues, no podéis ni lo menos, ¿por qué preocuparos de lo más?
27
Mirad los lirios cómo crecen; ni trabajan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos.
28
Si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, así la viste Dios, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
29
No andéis buscando qué comeréis y qué beberéis, y no andéis ansiosos,
30
porque todas estas cosas las buscan las gentes del mundo, pero vuestro Padre sabe que tenéis de ellas necesidad.
31
Vosotros buscad su Reino, y todo eso se os dará por añadidura.
32
No temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino.
33
Vended vuestros bienes y dadlos en limosna; haceos bolsas que no se gastan, un tesoro inagotable en los cielos, adonde ni el ladrón llega ni la polilla roe;
34
porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
   
 
Necesidad de la vigilancia
   
35
Tened ceñidos vuestros lomos y encendidas las lámparas,
36
y sed como hombres que esperan a su amo de vuelta de las bodas, para que, al llegar él y llamar, al instante le abran.
37
Dichosos los siervos aquellos a quienes el amo hallare en vela; en verdad os digo que se ceñirá, y los sentará a la mesa, y se prestará a servirlos.
38
Ya llegue a la segunda vigilia, ya a la tercera, si los encontrare así, dichosos ellos.
39
Vosotros sabéis bien que, si el amo de casa conociera a qué hora habría de venir el ladrón, velaría y no dejaría horadar su casa.
40
Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre.
41
Dijo Pedro: Señor, ¿es a nosotros a quienes dices esta parábola o a todos?
42
El Señor contestó: ¿Quién es, pues, el administrador fiel, prudente, a quien pondrá el amo sobre su servidumbre para distribuirle la ración de trigo a su tiempo?
43
Dichoso ese siervo a quien el amo, al llegar, le hallare haciendo así.
44
En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.
45
Pero si ese siervo dijese en su corazón: Mi amo tarda en venir, y comenzase a golpear a siervos y siervas, a comer, y beber, y embriagarse,
46
llegará el amo de ese siervo el día que menos lo espere y a la hora que no sabe, y le mandará azotar y le pondrá entre los infieles.
47
Ese siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó ni hizo conforme a ella, recibirá muchos azotes.
48
El que, no conociéndola, hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos. A quien mucho se le da, mucho se le reclamará, y a quien mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá.
   
 
Por Jesús o contra Jesús
   
49
Yo he venido a echar fuego en la tierra, ¿y qué he de querer sino que se encienda?
50
Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me siento constreñido hasta que se cumpla!
51
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que no, sino la disensión.
52
Porque en adelante estarán en una casa cinco divididos, tres contra dos y dos contra tres;
53
se dividirán el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre, y la ma­dre contra la hija, y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra.
   
 
Las señales del tiempo
   
54
A la muchedumbre le decía también: Cuando veis levantarse una nube por el poniente, al instante decís: Va a llover. Y así es.
55 Cuando sentís soplar el viento sur, decís: Va a hacer calor. Y así sucede.
56 Hipócritas, sabéis juzgar del aspecto de la tierra y del cielo; pues ¿cómo no juzgáis del tiempo presente?
57 ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58
Cuando vayas, pues, con tu adversario al magistrado, procura en el camino desembarazarte de él, no sea que te entregue al juez, y el juez te ponga en manos del alguacil, y el alguacil te arroje en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás hasta que hayas pagado el último ochavo.
   
Capítulo 13
 
Invitación a la penitencia
 
1
Por aquel tiempo se presentaron algunos, que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían,
2
y, respondiéndoles, dijo: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los otros por haber padecido todo esto?
3
Yo os digo que no, y que, si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis.
4
Aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿creéis que eran más culpables que todos los hombres que moran en Jerusalén?
5
Os digo que no, y que, si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis.
6
Y dijo esta parábola: Tenía uno plantada una higuera en su viña y vino en busca del fruto, y no lo halló.
7
Dijo entonces al viñador: Van ya tres años que vengo en busca del fruto de esta higuera y no lo hallo; córtala; ¿por qué ha de ocupar la tierra en balde?
8
Le respondió y dijo: Señor, déjala aún por este año que la cave y la abone,
9
a ver si da fruto para el año que viene; si no, la cortarás.
   
 
Una curación en sábado
   
10
Enseñaba en una sinagoga un sábado.
11
Había allí una mujer que tenía un espíritu de enfermedad hacía dieciocho años, y estaba encorvada y no podía en modo alguno enderezarse.
12
Viéndola Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, estás libre de tu enfermedad.
13
Le impuso las manos y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.
14
Interviniendo el jefe de la sinagoga, lleno de ira porque Jesús había curado en sábado, decía a la muchedumbre: Hay seis días en los cuales se puede trabajar; en ésos venid y curad, y no en día de sábado.
15
Respondióle el Señor y dijo: Hipócritas, ¿cualquiera de vosotros no suelta del pesebre su buey o su asno en sábado y lo lleva a abrevar?
16
Pues esta hija de Abraham, a quien Satanás tenía ligada dieciocho años ha, ¿no debía ser soltada de su atadura en día de sábado?
17
Y diciendo esto, quedaban confundidos todos sus adversarios, y toda la muchedumbre se alegraba de las obras prodigiosas que hacía.
   
 
El grano de mostaza
   
18
Decía, pues: ¿A qué es semejante el reino de Dios y a qué lo compararé?
19
Es semej ante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto, y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas.
20
De nuevo dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?
21
Es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda.
   
 
La salud de los gentiles y la reprobación de Israel
   
22
Recorría ciudades y aldeas, enseñando y siguiendo su camino hacia Jerusalén.
23
Le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? El le dijo:
24
Esforzaos a entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán;
25
una vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. El os responderá: No sé de dónde sois.
26
Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas.
27
El dirá: Os repito que no sé de dónde sois. Apartaos de mí todos, obradores de iniquidad.
28
Allí habrá llanto y crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras vosotros sois arrojados fuera.
29
Vendrán de Oriente y de Occidente, del Septentrión y del Mediodía, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios,
30
y los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos.
   
 
La astucia de Herodes
   
31
En aquella hora se le acercaron algunos fariseos, diciéndole: Sal y vete de aquí, porque Heredes quiere matarte.
32
El les dijo: Id y decid a esa raposa: Yo expulso demonios y hago curaciones hoy, y las haré mañana, y al día tercero habré lleado a mi término.
33
Pues he de andar hoy, y mañana, y el día siguiente, porque no conviene que un profeta perezca fuera de Jerusalén.
   
 
Amenazas contra Jerusalén
   
34
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como el ave a su nidada debajo de las alas, y no quisiste!
35
Se os deja vuestra casa. Os digo que no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
 
Capítulo 14
 
El hidrópico curado en sábado
 
1
Habiendo entrado en casa de uno de los principales fariseos para comer en día de sábado, le estaban observando.
2
Había delante de El un hidrópico.
3
Y tomando Jesús la palabra, habló a los doctores de la Ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito curar en sábado o no?
4
Ellos guardaron silencio. Y, asiéndole, le curó y le despidió,
5
y les dijo: ¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey cayere en un pozo, no le saca al instante en día de sábado?
6
Y no podían replicar a esto.
   
 
Invitación a la modestia
   
7
Decía a los invitados una parábola, observando cómo escogían para sí los primeros puestos:
8
Cuando seas invitado a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que venga otro más honrado que tú, invitado por el mismo,
9 y, llegando el que al uno y al otro os invitó, te diga: Cede a éste tu puesto, y entonces, con vergüenza, vayas a ocupar el último lugar.
10 Cuando seas invitado, ve y siéntate en el postrer lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces tendrás gran honor en presencia de todos los comensales,
11 porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.
   
 
Sobre la elección de los invitados
   
12
Dijo también al que le había invitado: Cuando hagas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te inviten y tengas ya tu recompensa.
13
Cuando hagas una comida, llama a los pobres, a los tullidos, a los rengos y a los ciegos,
14
y tendrás la dicha de que no podrán pagarte, porque obtendrás la recompensa en la resurrección de los muertos.
   
 
Parábola de los invitados descorteses
   
15
Oyendo esto, uno de los invitados dijo: Dichoso el que coma pan en el Reino de Dios.
16
El le contestó: Un hombre hizo un gran banquete e invitó a muchos.
17
A la hora del banquete envió a su siervo a decir a los invitados: Venid, que ya está preparado todo.
18
Pero todos unánimemente comenzaron a excusarse. El primero di­jo: He comprado un campo y tengo que salir a verlo; te ruego que me des por excusado.
19
Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas; ruégote que me excuses.
20
Otro dijo: He tomado mujer y no puedo ir.
21
Vuelto el siervo, comunicó a su amo estas cosas. Entonces el amo de la casa, irritado, dijo a su siervo: Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad, y a los pobres tullidos, ciegos y cojos, tráelos aquí.
22
El siervo le dijo: Señor, está hecho lo que mandaste y aún queda lugar.
23
Y dijo el amo al siervo: Sal a los caminos y a los cercados, y obliga a entrar, para que se llene mi casa,
24
porque os digo que ninguno de aquellos que habían sido invitados gustará mi cena.
   
 
Necesidad de la abnegación para tomar la cruz
   
25
Se le juntó numerosa muchedumbre, y, vuelto a ella, les decía:
26
Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27
El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28
¿Quién de vosotros, si quiere edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene para terminarla?
29
No sea que, echados los cimientos y no pudiendo acabarla, todos cuantos lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo:
30

Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar.

31
¿O qué rey, saliendo a su campaña para guerrear con otro rey, no considera primero y delibera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32
Si no, hallándose aún lejos de aquél, le envía una embajada haciéndole proposiciones de paz.
33
Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo.
34
Buena es la sal; pero, si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se sazonará?
35
Ni para la tierra es útil, ni aun para el estercolero; la tiran fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.
 
Capítulo 15
 
La censura de los fariseos
 
1
Se acercaban a El todos los publícanos y pecadores para oírle,
2
y los fariseos y escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos.
   
 
La oveja perdida
   
3
Propúsoles esta parábola, diciendo:
4
¿Quién habrá entre vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en el desierto y vaya en busca de la perdida hasta que la halle?
5
Y una vez hallada, la pone alegre sobre sus hombros,
6
y vuelto a casa convoca a los amigos y vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja perdida.
7
Yo os digo que en el cielo será mayor la alegría por un pecador que haga penitencia que por noventa y nueve justos que no necesitan de penitencia.
   
 
La dracma perdida
   
8
¿O qué mujer que tenga diez dracmas, si pierde una, no enciende la luz, barre la casa y busca cuidadosamente hasta hallarla?
9
Y, una vez hallada, convoca a las amigas y vecinas, diciendo: Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma, que había perdido.
10
Tal os digo que será la alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia.
   
 
El hijo pródigo
   
11
Y añadió: Un hombre tenía dos hijos,
12
y dijo el más joven de ellos al padre: Padre, dame la parte de hacienda que me corresponde. Les dividió la hacienda,
13
y, pasados pocos días, el más joven, reuniéndolo todo, partió a una lejana tierra, y allí disipó toda su hacienda viviendo disolutamente.
14
Después de haberlo gastado todo sobrevino una fuerte hambre en aquella tierra, y comenzó a sentir necesidad.
15
Fue y se puso a servir a un ciudadano de aquella tierra, que le mandó a sus campos a apacentar puercos.
16
Deseaba llenar su estómago de las algarrobas que comían los puercos, y no le era dado.
17
Volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí me muero de hambre!
18
Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19
Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros.
20
Y levantándose, se vino a su padre. Cuando aún estaba lejos, viole el padre, y, compadecido, corrió a él y se arrojó a su cuello y le cubrió de besos.
21
Díjole el hijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.
22
Pero el padre dijo a sus criados: Pronto, traed la túnica más rica y vestídsela, poned un anillo en su mano y unas sandalias en sus pies,
23
y traed un becerro bien cebado y matadle, y comamos y alegrémonos,
24
porque este mi hijo, que había muerto, ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado. Y se pusieron a celebrar la fiesta.
25
El hijo mayor se hallaba en el campo, y cuando, de vuelta, se acercaba a la casa, oyó la música y los coros;
26
y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27
El le dijo: Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha mandado matar un becerro, porque le ha recobrado sano.
28
El se enojó y no quería entrar; pero su padre salió y le llamó.
29
El respondió y dijo a su padre: Hace ya tantos años que te sirvo sin jamás haber traspasado tus mandatos, y nunca me diste un cabrito para hacer fiesta con mis amigos;
30
y al venir este hijo tuyo, que ha consumido su hacienda con meretrices, le matas un becerro cebado.
31
El le dijo: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todos mis bienes tuyos son;
32
mas era preciso hacer fiesta y alegrarse, porque este tu hermano estaba muerto, y ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado.
 
Capítulo 16
 
El administrador infiel
 
1
Decía a los discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, el cual fue acusado de disiparle la hacienda.
2
Llamóle y le dijo: ¿Qué es lo que oigo de ti? Da cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir de mayordomo.
3
Y se dijo para sí el mayordomo: ¿Qué haré, pues mi amo me quita la mayordomía? Cavar no puedo, mendigar me da vergüenza.
4
Ya sé lo que he de hacer para que, cuando me destituya de la mayordomía, me reciban en sus casas.
5
Llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
6
El dijo: Cien batos de aceite. Y le dijo: Toma tu caución, siéntate al instante y escribe cincuenta.
7
Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? El dijo: Cien coros de trigo. Díjole: Toma tu caución y escribe ochenta.
8
El amo alabó al mayordomo infiel por haber obrado sagazmente, pues los hijos de este siglo son más avisados entre sus congéneres que los hijos de la luz.
9
Y yo os digo: Con las riquezas injustas haceos amigos, para que, cuando éstas falten, os reciban en los eternos tabernáculos.
10
El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho: y el que en lo poco es infiel, también es infiel en lo mucho.
11
Si vosotros, pues, no sois fieles en las riquezas injustas, ¿quién os confiará las riquezas verdaderas?
12
Y si en lo ajeno no sois fieles, ¿quién os dará lo vuestro?
13
Ningún criado puede servir a dos señores, porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se allegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
   
 
Reprensión a los fariseos
   
14
Oían estas cosas los fariseos, que son avaros, y se mofaban de El.
15
Y les dijo: Vosotros pretendéis pasar por justos ante los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es para los hombres estimable, es abominable ante Dios.
16
La Ley y los Profetas llegan hasta Juan; desde entonces se anuncia el Reino de Dios, y cada cual ha de esforzarse para entrar en él.
17
Pero es más fácil que pasen el cielo y la tierra que el faltar un solo ápice de la Ley.
18
Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera, y el que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio.
   
 
El rico Epulón y  el pobre Lázaro
   
19
Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino y celebraba cada día espléndidos banquetes.
20
Un pobre, de nombre Lázaro, estaba echado en su portal, cubierto de úlceras,
21
y deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico; hasta los perros venían a lamerle las úlceras.
22
Sucedió, pues, que murió el pobre, y fue llevado por los ángeles al Seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
23
En el infierno, en medio de los tormentos, levantó sus ojos y vio a Abraham desde lejos y a Lázaro en su seno.
24
Y, gritando, dijo: Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que, con la punta del dedo mojada en agua, refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas.
25
Dijo Abraham: Hijo, acuérdate de que recibiste ya tus bienes en vida y Lázaro recibió males, y ahora él es aquí consolado y tú eres atormentado.
26
Además, entre nosotros y vosotros hay un gran abismo, de manera que los que quieran atravesar de aquí a vosotros, no pueden, ni tampoco pasar de ahí a nosotros.
27
Y dijo: Te ruego, padre, que siquiera le envíes a casa de mi padre,
28
porque tengo cinco hermanos, para que les advierta, a fin de que no vengan también ellos a este lugar de tormento.
29
Y dijo Abraham: Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.
30
El dijo: No, padre Abraham; pero, si alguno de los muertos fuese a ellos, harían penitencia.
31
Y les dijo: Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se dejarán persuadir si un muerto resucita.
 
Capítulo 17
 
El escándalo
 
1
Dijo a sus discípulos: Es inevitable que haya escándalos; sin embargo, ¡ay de aquel por quien vengan!
2
Mejor le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Mirad por vosotros.
   
 
El perdón del prójimo
   
3
Si peca tu hermano contra ti, corrígele, y si se arrepiente, perdónale.
4
Si siete veces peca al día contra ti y siete veces se vuelve a ti diciéndote: Me arrepiento, le perdonarás.
   
 

El poder de la Fe

   
5
Dijeron los apóstoles al Señor: Acrecienta nuestra fe.
6
Dijo el Señor: Si tuvierais fe tanta como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: Desarraígate y trasplántate en el mar, y él os obedecería.
   
 
Siervos inútiles ante el Señor
   
7
¿Quién de vosotros, teniendo un siervo arando o apacentando el ganado, al volver él del campo le dice: Pasa en seguida y siéntate a la mesa,
8
y no le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete para servirme hasta que yo coma y beba, y luego comerás y beberás tú?
9
¿Deberá gratitud al siervo, porque hizo lo que se le había ordenado?
10
Así también vosotros, cuando hiciereis estas cosas que os están mandadas, decid: Somos siervos inútiles; lo que teníamos que hacer, eso hicimos.
   
 
Los diez leprosos
   
11
Yendo hacia Jerusalén, atravesaba por entre Samaria y Galilea,
12
y, entrando en una aldea, le vinieron al encuentro diez leprosos, que a lo lejos se pararon,
13
y, levantando la voz, decían: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
14
Viéndolos, les dijo: Id y mostraos a los sacerdotes. En el camino quedaron limpios.
15
Uno de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios a grandes voces,
16
y cayendo a sus pies, rostro en tierra, le daba las gracias. Era un samaritano.
17
Tomando Jesús la palabra, dijo: ¿No han sido diez los curados? Y los nueve, ¿dónde están?
18
¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?
19
Y le dijo: Levántate y vete, tu fe te ha salvado.
   
 
La venida del reino de Dios
   
20
Preguntado por los fariseos acerca de cuándo llegaría el reino de Dios, respondiéndoles, dijo: No viene el reino de Dios ostensiblemente.
21
Ni podrá decirse: Helo aquí o allí, porque el reino de Dios está dentro de vosotros.
22
Dijo a los discípulos: Llegará tiempo en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis.
23
Os dirán: Helo allí o helo aquí. No vayáis ni le sigáis.
24
Porque así como un rayo relampaguea y fulgura desde un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
25
Pero antes ha de padecer mucho y ser reprobado por esta generación.
26
Como sucedió en los días de Noé, así será en los días del Hijo del hombre.
27
Comían y bebían, tomaban mujer los hombres, y las mujeres marido, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los hizo perecer a todos.
28
Lo mismo en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y edificaban;
29
pero, en cuanto Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, que los hizo perecer a todos.
30
Así será el día en que el Hijo del hombre se revele.
31
Aquel día, el que esté en el terrado y tenga en casa sus enseres, no baje a cogerlos; e igualmente el que esté en el campo, no vuelva atrás.
32
Acordaos de la mujer de Lot.
33
El que busque guardar su vida, la perderá, y el que la perdiere, la conservará.
34
Dígoos que en aquella noche estarán dos en una misma cama, uno será tomado y otro dejado.
35
Estarán dos moliendo juntas, una será tomada y otra será dejada.
36
Y tomando la palabra, le dijeron: ¿Dónde será, Señor?
37 Les dijo: Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres.
 
Capítulo 18
 
Parábola del juez inicuo
 
1
Les dijo una parábola para mostrar que es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer,
2
diciendo: Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres.
3
Había asimismo en aquella ciudad una viuda que vino a él diciendo: Hazme justicia contra mi adversario.
4
Por mucho tiempo no le hizo caso; pero luego se dijo para sí: Aunque, a la verdad, yo no tengo temor de Dios ni respeto a los hombres,
5
mas, porque esta viuda me está cargando, le haré justicia, para que no acabe por molerme.
6
Dijo el Señor: Oíd lo que dice este juez inicuo.
7
¿Y Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a El día y noche, aun cuando los haga esperar?
8
Os digo que hará justicia prontamente. Pero, cuando venga el Hijo del hom­bre, ¿encontrará fe en la tierra?
   
 
El fariseo y el publicano
   
9
Dijo también esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y despreciaban a los demás.
10
Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano.
11
El fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, adúlteros, injustos, ni como este publicano.
12
Ayuno dos veces en la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo.
13
El publicano se quedó allá lejos y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho diciendo: ¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador!
14
Os digo que bajó éste justificado a su casa, y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.
   
 
Los niños vienen a Jesús
   
15
También le presentaban niños para que los tocase; viendo lo cual, los discípulos los reprendían.
16
Jesús los llamó a sí, diciendo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de Dios.
17
En verdad os digo, quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
   
 
La abnegación y renuncia de todo
   
18
Cierto personaje le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna?
19
Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.
20
Ya sabes los preceptos: No adulterarás, no matarás, no robarás, no levantarás falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre.
21
Díjole él: Todos esos preceptos los he guardado desde la juventud.
22
Oyendo esto Jesús, le dijo: Aún te queda una cosa: Vende cuanto tienes y repártelo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.
23
El, oyendo esto, se entristeció, porque era muy rico.
24
Viéndolo Jesús, dijo: ¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas!
25
Porque más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.
26
Dijeron los que le oían: Entonces, ¿quién puede salvarse?
27
El respondió: Lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios.
   
 
El premio de los apóstoles
   
28
Díjole Pedro: Pues nosotros, dejando todo lo que teníamos, te hemos seguido.
29
El les dijo: En verdad os digo que ninguno que haya dejado casa, mujer, hermanos, padre o hijos por amor a Dios,
30
dejará de recibir mucho más en este siglo, y la vida eterna en el venidero.
 

 

 
Nuevo vaticinio de la pasión
   
31
Tomando aparte a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas del Hijo del hombre, que
32
será entregado a los gentiles, y escarnecido, e insultado, y escupido,
33
y después de haberle azotado, le quitarán la vida, y al tercer día resucitará.
34
Pero ellos no entendían nada de esto; eran cosas ininteligibles para ellos, no entendían lo que les decía.
   
 
El ciego de Jericó
   
35
Acercándose a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna.
36
Oyendo a la muchedumbre que pasaba, preguntó qué era aquello.
37
contestaron que era Jesús Nazareno que pasaba.
38
El se puso a gritar, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí.
39
Los que iban en cabeza le reprendían para que callase, pero él gritaba cada vez más fuerte: Hijo de David, ten piedad de mí.
40
Deteniéndose Jesús, mandó que se lo llevasen, y cuando se le hubo acercado, le preguntó:
41
¿Qué quieres que te haga? Dijo él: Señor, que vea.
42
Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado,
43
y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Todo el pueblo que esto vio, daba gloria a Dios.
 
Capítulo 19
 
Zaqueo
 
1
Entrando, atravesó Jericó.
2
Había allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico.
3
Hacía por ver a Jesús, pero a causa de la muchedumbre no podía, porque era de poca estatura.
4
Corriendo adelante, se subió a un sicómoro para verle, pues había de pasar por allí.
5
Cuando llegó a aquel sitio, levantó los ojos Jesús y le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque hoy me hospedaré en tu casa.
6
El bajó a toda prisa y le recibió con alegría.
7
Viéndolo, todos murmuraban de que hubiera entrado a alojarse en casa de un pecador.
8
Zaqueo, en pie, dijo al Señor: Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo.
9
Díjole Jesús: Hoy ha venido la salud a tu casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham;
10
pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que es­taba perdido.
   
 
Parábola de las minas
   
11
Oyendo ellos esto, añadió Jesús una parábola, por cuanto estaba próximo a Jerusalén, y les parecía que el reino de Dios iba a manifestarse luego.
12
Dijo, pues: Un hombre noble partió para una región lejana para recibir la dignidad real y volverse;
13
y llamando a diez siervos suyos, les entregó diez minas y les dijo: Negociad mientras vuelvo.
14
Sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron detrás de él una legación, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
15
Sucedió que, al volver él, después de haber recibido el reino, hizo llamar a aquellos siervos a quienes había entregado el dinero, para saber cómo habían negociado.
16
Se presentó el primero, diciendo: Señor, tu mina ha producido diez minas.
17
Díjole: Muy bien, siervo bueno; puesto que has sido fiel en lo poco, recibirás el gobierno de diez ciudades.
18
Vino el segundo, que dijo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.
19
Díjole también a éste: Y tú recibe el gobierno de cinco ciudades.
20
Llega el otro diciendo: Señor, ahí tienes tu mina, que tuve guardada en un pañuelo,
21
pues tenía miedo de ti, que eres hombre severo, que quieres recoger lo que no pusiste y segar donde no sembraste.
22
Díjole: Sabías que yo soy hombre severo, que tomo donde no deposité y siego donde no sembré,
23
¿por qué, pues, no diste mi dinero al banquero, y yo, al volver, lo hubiera recibido con los intereses?
24
Y dijo a los presentes: Quitadle a éste la mina y dádsela al que tiene diez.
25
Le dijeron: Señor, ya tiene diez minas.
26
Díjoles: Os digo que a todo el que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
27
Cuanto a esos mis enemigos que no quisieron que yo reinase sobre ellos, traedlos acá y, delante de mí, degolladlos;
28
Y diciendo esto, siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén.

CUARTA PARTE

MINISTERIO DE JESÚS EN JERUSALÉN

Capítulo 19 (cont.)
 

Entrada triunfal en Jerusalén

 
19
29
Al acercarse a Betfagé y Betania, en el monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
30
diciéndoles: Id a la aldea de enfrente, y, entrando en ella, hallaréis un pollino atado, que todavía no ha sido montado por nadie; desatadlo y traedlo.
31
Y si alguno os dijere: ¿Por qué lo soltáis? diréis así: El Señor tiene de él necesidad.
32
Fueron los enviados y lo hallaron así como les había dicho.
33
Desatando ellos el pollino, les dijeron sus amos: ¿Por qué desatáis el pollino?
34
Les respondieron: El Señor tiene necesidad de él.
35
Lo llevaron a Jesús, y, echando sus mantos sobre el pollino, montaron a Jesús.
36
Según El iba, extendían sus vestidos en el camino.
37
Cuando ya se acercaba a la bajada del monte de los Olivos, comenzó la muchedumbre de los discípulos a alabar alegres a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto,
38
diciendo: ¡Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!
39
Algunos fariseos de entre la muchedumbre le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
40
El contestó y dijo: Os digo que, si ellos callasen, gritarían las piedras.
   
 
El llanto sobre Jerusalén
   
41
Así que estuvo cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo:
42
¡Si al menos en este día conocieras lo que hace a la paz tuya! Pero ahora está oculto a tus ojos.
43
Porque días vendrán sobre ti, y te rodearán de trincheras tus enemigos, y te cercarán, y te estrecharán por todas partes,
44
y te abatirán al suelo a ti y a los hijos que tienes dentro, y no dejarán en ti piedra sobre piedra por no haber conocido el tiempo de tu visitación.
   
 
Expulsión de los vendedores
   
45
Entrando en el templo, comenzó a echar a los vendedores,
46
diciéndoles: Escrito está: Y será mi casa casa de oración; perovosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.
47
Enseñaba cada día en el templo; pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas, así como los primates del pueblo, buscaban prenderle,
48
y no sabían qué hacer, porque el pueblo todo estaba pendiente de El escuchándole.
   
Capítulo 20
 
Origen de los poderes de Jesús
 
1
Aconteció uno de aquellos días que, enseñando El al pueblo en el templo y evangelizándolo, se presentaron los príncipes de los sacerdotes y los escribas con los ancianos,
2
y le dirigieron la palabra, diciendo: Dinos con qué poder haces estas cosas o quién te ha dado ese poder.
3
Tomando la palabra, les dijo: También quiero yohaceros una pregunta; decidme, pues:
4
El bautismo de Juan, ¿procedía del cielo o de los hombres?
5
Ellos comenzaron a cavilar entre sí, diciéndose: Si decimos: Del cielo, dirá: ¿Por qué no habéis creído en él?
6
Si decimos: De los hombres, todo el pueblo nos apedreará, porque está persuadido de que Juan era un profeta.
7
Así, respondieron que no sabían de dónde procedía.
8
Jesús les dijo: Pues tampoco os digo yo con qué poder hago estas cosas.
   
 
Parábola de los viñadores
   
9
Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña y la arrendó a unos viñadores y se partió de viaje para largo tiempo.
10
Al tiempo oportuno envió un siervo a los viñadores para que le diesen de los frutos de la viña; pero los viñadores le azotaron y le despidieron con las manos vacías.
11
Volvió a enviarles otro siervo, y a éste también le azotaron, le ultrajaron y le despacharon de vacío.
12
Aún les envió un tercero. Y también a éste le echaron fuera después de haberle herido.
13
Dijo entonces el amo de la viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; a lo menos a éste le respetarán.
14
Pero, en viéndole los viñadores, se hablaron unos a otros, diciendo: Este es el heredero; matémosle y será nuestra la heredad.
15
Y, arrojándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué hará, pues, con ellos el amo de la viña?
16
Vendrá y hará perecer a esos viñadores y dará la viña a otros. Oyendo lo cual, dijeron: No ocurra tal.
I7
El, fijando en ellos su mirada, les dijo: Pues ¿qué significa aquello que está escrito: La piedra que reprobaron los edificadores, ésa ha venido a ser cabecera de esquina?
18
Todo el que cayere contra esa piedra se quebrantará, y aquel sobre quien ella cayere quedará aplastado.
   
 
El tributo al Cesar
   
19
Los escribas y príncipes de los sacerdotes quisieron echarle mano en aquella hora, porque conocieron que a ellos iba dirigida aquella parábola; pero temieron al pueblo.
20
Quedándose al acecho, enviaron espías, que se presentaron como hombres justos, para sorprenderle en su doctrina, de manera que pudieran entregarle a la autoridad y poder del gobernador.
21
Le preguntaron diciendo: Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud y no tienes miramientos, sino que enseñas según la verdad los caminos de Dios.
22
¿Nos es lícito a nosotros pagar tributo al César?
23
Viendo El su malicia, les dijo:
24
Mostradme un denario. ¿De quién es la efigie y la inscripción que tiene? Dijeron: Del César.
25
Y El les respondió: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
26
No pudiendo sorprenderle en sus palabras delante del pueblo, y maravillados de su respuesta, callaron.
   
 
La resurrección de los muertos
   
27
Se acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron,
28
diciendo: Maestro, Moisés nos ha prescrito que, si el hermano de uno viniere a morir con mujer, pero sin hijos, su hermano tome la mujer para dar descendencia a su hermano.
29
Pues había siete hermanos, y el primero tomó mujer y murió sin dejar hijos.
30
También el segundo
3l
y el tercero tomaron la mujer, e igualmente los siete, y no dejaron hijos y murieron.
32
Por fin, murió también la mujer.
33
En la resurrección, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.
34
Díjoles Jesús: Los hijos de este siglo toman mujeres y maridos.
35
Pero los juzgados dignos de tener parte en aquel siglo y en la resurrección de los muertos, ni tomarán mujeres ni maridos,
36
porque ya no pueden morir y son semejantes a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
37
Pues que han de resucitar los muertos, el mismo Moisés lo da a entender en el pasaje de la zarza, cuando dice: El Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
38
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para El todos viven.
39
Tomaron entonces la palabra algunos escribas y dijeron: Maestro, muy bien has dicho.
40
Porque ya no se atrevían a proponerle ninguna cuestión.
   
 
El origen del Mesías
   
41
Entonces les dijo El: ¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?
42
Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra
43
hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies.”
44
Pues si David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo?
45
Oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
46
Guardaos de los escribas, que gustan de ir vestidos de largas túnicas, y buscan los saludos en las plazas, y los primeros asientos en las sinagogas,
47
mientras devoran las casas de las viudas y hacen ostentación de largas oraciones. Estos tendrán un juicio más severo.
 
Capítulo 21
 
El óbolo de la viuda
 
1
Levantando la vista, vio ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio,
2
y vio también a una viuda pobre que echaba dos ochavos,
3
y dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que todos los otros,
4
porque los demás echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobraba, mientras que ésta echó de su indigencia todo lo que tenía para el sustento.
   
 
La hermosura del templo
   
5 Hablándole algunos del templo, que estaba edificado con hermosas piedras y adornado de exvotos, dijo:
6 De todo esto que veis, vendrán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea demolida.
7 Le preguntaron diciendo: Maestro, ¿y cuándo sucederá y cuál es la señal de que estas cosas estén a punto de suceder?
   
 
Tiempos de angustia
   
8
El les dijo: Mirad que no os dejéis engañar, porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Soy yo” y “El tiempo está cerca.” No los sigáis.
9
Cuando oyereis hablar de guerras y revueltas, no os aterréis; porque es preciso que sucedan estas cosas primero, pero no vendrá luego el fin.
10
Entonces les decía: Se levantará nación contra nación y reino contra reino,
11

habrá grandes terremotos, y en diversos lugares, hambres, pestes, espantos y grandes señales del cielo.

   
 
Persecución de los discípulos
   
12
Pero antes de todas estas cosas pondrán sobre vosotros las manos y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y metiéndoos en prisión, conduciéndoos ante los reyes y gobernadores por amor de mi nombre.
13
Será para vosotros ocasión de dar testimonio.
14
Haced propósito de no preocuparos de vuestra defensa,
15
porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.
16
Seréis entregados aun por los padres, por los hermanos, por los parientes y por los amigos, y harán morir a muchos de vosotros,
17
y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre.
18
Pero no se perderá un solo cabello de vuestra cabeza.
19

Por vuestra paciencia compraréis la salvación de vuestras almas.

   
 

La ruina de Jerusalén

   
20
Cuando viereis a Jerusalén cercada por los ejércitos, entended que se aproxima su desolación.
21
Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad, retírense; quienes en los campos, no entren en ella,
22
porque días de venganza serán ésos, para que se cumpla todo lo que está escrito.
23
23 ¡Ay entonces de las encintas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre la tierra y gran cólera contra este pueblo.
24

Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos entre todas las naciones, y Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.

   
 
La venida del Hijo del hombre
   
25
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra perturbación de las naciones, aterradas por los bramidos del mar y la agitación de las olas,
26
exhalando los hombres sus almas por el terror y el ansia de lo que viene sobre la tierra, pues los poderes celestes se conmoverán.
27

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y majestad grandes.

   
 
Señales de la proximidad del reino de Dios
   
28
Cuando estas cosas comenzaren a suceder, cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención.
29
Y les dijo una parábola: Ved la higuera y todos los árboles;
30
cuando echan ya brotes, viéndolos, conocéis por ellos que se acerca el verano.
31
Así también vosotros, cuando veáis estas cosas, conoced que está cerca el reino de Dios.
32

En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todo suceda.

33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
   
 
La vigilancia
   
34 Estad atentos, no sea que se emboten vuestros corazones por la crápula, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y de repente venga sobre vosotros aquel día
35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los moradores de la tierra.
36 Velad, pues, en todo tiempo y orad para que podáis evitar todo esto que ha de venir y comparecer ante el Hijo del hombre.
37 Enseñaba durante el día en el templo, y por la noche salía para pasarla en el monte llamado de los Olivos.
38 Todo el pueblo madrugaba para escucharle en el templo.

QUINTA PARTE

PASION Y RESURRECCION DEL SALVADOR

Capítulo 22
 
La conspiración  contra Jesús
 
22
1
Estaba cerca la fiesta de los Ácimos, que se llama la Pascua.
2
Los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo quitarle de en medio, porque temían al pueblo.
3
Entró Satanás en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los doce,
4
y fue a tratar con los príncipes de los sacerdotes y los oficiales sobre la manera de entregárselo.
5
Ellos se alegraron, y convinieron con él en darle dinero.
6
Puestos de acuerdo, buscaba ocasión para entregárselo sin ruido.
   
 
La preparación de la última cena
   
7

Llegó, pues, el día de los Ácimos, en que habían de sacrificar la Pascua,

8
y envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id y preparadnos la Pascua para que la comanos.
9
Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
10
Díjoles El: En entrando en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre con un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre,
11
y decid al amo de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está la sala en que he de comer la Pascua con mis discípulos?
12
El os mostrará una sala grande, aderezada; preparadla allí.
13

E idos, encontraron al que les había dicho, y prepararon la Pascua.

   
 
Institución de la Eucaristía
   
14
Cuando llegó la hora, se puso a la mesa, y los apóstoles con El.
15
Y díjoles: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer,
16
porque os digo que no la comeré más hasta que sea cumplida en el reino de Dios.
17
Tomando el cáliz, dio gracias y dijo: Tomadlo y distribuidlo entre vosotros;
18
porque os digo que desde ahora no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios.
19
Tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía.
20
Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
21
Mirad, la mano del que me entrega está conmigo a la mesa.
22
Porque el Hijo del hombre va su camino, según está decretado, pero ¡ay de aquel por quien será entregado!
23

Ellos comenzaron a preguntarse unos a otros sobre quién de ellos sería el que había de hacer esto.

   
 
Cuestión de la primacía
   
24
Se suscitó entre ellos una contienda sobre quién de ellos había de ser tenido por mayor.
25
El les dijo: Los reyes de las naciones imperan sobre ellas, y los que ejercen autoridad sobre las mismas son llamados bienhechores;
26
pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros será como el menor, y el que manda, como el que sirve.
27
Porque ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está sentado? Pues yo estoy en medio de vosotros como quien sirve.
28
Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas,
29
y yo dispongo del reino en favor vuestro, como mi Padre ha dispuesto de él en favor de mí,
30

para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis sobre tronos como jueces de las doce tribus de Israel.

   
 

La prueba de Pedro y el vaticinio de la negación

   
31
Simón, Simón, Satanás os busca para ahecharos como trigo;
32
pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.
33
Díjole él: Señor, preparado estoy para ir contigo no sólo a la prisión, sino a la muerte.
34
El dijo: Yo te aseguro, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.
   
 
La gran prueba que se  acerca
   
35
Y les dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforjas, sin sandalias, ¿os faltó alguna cosa? Dijeron ellos: Nada.
36
Y les añadió: Pues ahora el que tenga bolsa, tómela, e igualmente la alforja, y el que no la tenga, venda su manto y compre una espada.
37
Porque os digo que ha de cumplirse en mi esta escritura: “Fue contado entre los malhechores”; porque también lo que a mí toca llega a su término.
38
Dijéronle ellos: Aquí hay dos espadas. Respondióles: Es bastante.
   
 
La agonía en Getsemaní
   
39
Saliendo, se fue, según costumbre, al monte de los Olivos, y le siguieron también sus discípulos.
40
Llegado allí, díjoles: Orad para que no entréis en tentación.
41
Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y, puesto de rodillas, oraba,
42
diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
43
Se le apareció un ángel del cielo que le confortaba.
44
Lleno de angustia, oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra.
45
Levantándose de la oración, vino a los discípulos, y, encontrándolos adormilados por la tristeza,
46
les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.
   
 
La prisión
   
47
Aún está El hablando, y he aquí que llegó una turba, y el llamado Judas, uno de los doce, los precedía, el cual, acercándose a Jesús, le besó.
48
Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
49
Viendo los que estaban en torno a El lo que iba a suceder, le dijeron: Señor, ¿herimos con la espada?
50
Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le llevó la oreja derecha.
51
Tomando Jesús la palabra, le dijo: Basta ya. Dejad; y tocando la oreja, le curó.
52
Dijo Jesús a los príncipes de los sacerdotes, oficiales del templo y ancianos que habían venido contra El: ¿Como contra un ladrón habéis venido con espadas y garrotes?
53
Estando yo cada día en el templo con vosotros, no extendisteis las manos en mí; pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.
   
 
La negación de Pedro
   
54
Apoderándose de El, le llevaron e introdujeron en casa del sumo sacerdote; Pedro le seguía de lejos.
55
Habiendo encendido fuego en medio del atrio y sentándose, Pedro se sentó también entre ellos.
56
Viéndole una sierva sentado a la lumbre y fijándose en él, dijo: Este estaba también con El.
57
El lo negó, diciendo: No le conozco, mujer.
58
Después de poco, le vio otro, y dijo: Tú eres también de ellos. Pedro dijo: Hombre, no soy.
59
Transcurrida cosa de una hora, otro insistió, diciendo: En verdad que éste estaba con El, porque es galileo.
60
Dijo Pedro: Hombre, no sé lo que dices. Al instante, hablando aún él, cantó el gallo.
61
Vuelto el Señor, miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor, cuando le dijo: Antes de que el gallo cante hoy me negarás tres veces;
62
y saliendo fuera, lloró amargamente.
   
 
Jesús escarnecido
   
63
Los que le guardaban se burlaban de El y le maltrataban,
64
y, vendándole, le preguntaban, diciendo: Profetízanos, ¿quién es el que te hirió?
65
Y otras muchas injurias proferían contra El.
   
 
El consejo y la condenación
   
66
Cuando fue de día se reunió el consejo de los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y le condujeron ante su tribunal,
67
diciendo: Si eres el Mesías, dínoslo. El les contestó: Si os lo dijere, no me creeréis;
68
y si os preguntare, no responderéis;
69
pero el Hijo del hombre estará sentado desde ahora a la diestra del poder de Dios.
70
Todos dijeron: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Díjoles: Vosotros lo decís, Yo soy.
71
Dijeron ellos: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
 
Capítulo 23
 
Acusación ante Pilato
 
1
Levantándose todos, le llevaron a Pilato,
2
y comenzaron a acusarle, diciendo: Hemos encontrado a éste pervirtiendo a nuestro pueblo; prohibe pagar tributo al César y dice ser El el Mesías rey.
3
Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el rey de los judíos? El respondió y dijo: Tú lo dices.
4
Pilato dijo a los príncipes de los sacerdotes y a la muchedumbre: Ningún delito hallo en este hombre.
5

Pero ellos insistían, diciendo: Subleva al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.

   
 
Presentación a Herodes
   
6
Oyendo esto Pilato, preguntó si aquel hombre era galileo,
7
y, enterado de que era de la jurisdicción de Herodes, le envió a éste, que estaba también en Jerusalén por aquellos días.
8
Viendo Herodes a Jesús, se alegró mucho, pues desde hacía bastante tiempo deseaba verle, porque había oído hablar de El y esperaba ver de El alguna señal.
9
Le hizo bastantes preguntas, pero El no le contestó nada.
10
Estaban presentes los príncipes de los sacerdotes y los escribas, que insistentemente le acusaban.
11
Herodes con su escolta le despreció, y por burla le vistió una vestidura blanca y se lo devolvió a Pilato.
12

En aquel día se hicieron amigos uno del otro, Herodes y Pilato, pues antes eran enemigos.

   
 
Jesús y Barrabás
   
13
Pilato, convocando a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
14
Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, y, habiéndole interrogado yo ante vosotros, no hallé en El delito alguno de los que alegáis contra El.
15
Y ni aun Herodes, pues nos lo ha vuelto a enviar. Nada, pues, ha hecho digno de muerte.
16
Le corregiré y le soltaré.
17
Tenía que soltarles uno por la fiesta.
18
Pero todos a una comenzaron a gritar, diciendo: Quítale y suéltanos a Barrabás,
19
el cual había sido encarcelado por un motín ocurrido en la ciudad y por homicidio.
20
De nuevo Pilato se dirigió a ellos, queriendo librar a Jesús.
21
Pero ellos gritaban diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
22
Por tercera vez les dijo: ¿Qué mal ha hecho? Yo no encuentro en El nada digno de muerte; le corregiré y le soltaré.
23
Pero ellos a grandes voces instaban pidiendo que fuese crucificado, y sus voces prevalecieron.
24
Decidió, pues, Pilato, acceder a su petición.
25

Soltó al que por motín y homicidio había sido puesto en la cárcel, según le pedían, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

   
 
Camino del Gólgota
   
26
Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevase en pos de Jesús.
27
Le seguía una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres, que se herían y lamentaban por El.
28
Vuelto a ellas Jesús, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos,
29
porque días vendrán en que se dirá: Dichosas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron.
30
Entonces dirán a los montes: Caed sobre nosotros, y a los collados: Ocultadnos,
31
porque, si esto se hace en el leño verde, en el seco, ¿qué será?
32
Con El llevaban otros dos malhechores para ser ejecutados.
   
 
La crucifixión
   
33
Guando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34
Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Dividiendo sus vestidos, echaron suerte sobre ellos.
35
El pueblo estaba allí mirando, y los príncipes mismos se burlaban, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo si es el Mesías de Dios, el Elegido.
36
Y le escarnecían también los soldados, que se acercaban a El ofreciéndole vinagre
37
y diciendo: Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38
Había también una inscripción sobre El: “Este es el Rey de los judíos.”
   
 
Los dos ladrones
   
39
Uno de los malhechores crucificados le insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate, pues, a ti mismo y a nosotros.
40
Pero el otro, tomando la palabra, le reprendía, diciendo: ¿Ni tú, que estás sufriendo el mismo suplicio, temes a Dios?
41
En nosotros se cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo ha hecho.
42
Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
43
El le dijo: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso.
44
Era ya como la hora de sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona,
45
oscurecióse el sol, y el velo del templo se rasgó por medio.
46
Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu; y diciendo esto, expiró.
   
 
La hora de la verdad
   
47
Viéndolo el centurión, glorificó a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
48
Toda la muchedumbre que había asistido a aquel espectáculo, viendo lo sucedido, se volvía hiriéndose el pecho.
49
Todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido de Galilea estaban a distancia y contemplaban todo esto.
   
 
La sepultura
   
50
Un varón de nombre José, que era consejero, hombre bueno y justo,
51
que no había dado su consentimiento a la resolución y a los actos de aquéllos, originario de Arimatea, ciudad de Judea, que esperaba el reino de Dios,
52
se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús;
53
y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un monumento cavado en la roca, donde ninguno había sido aún sepultado.
54
Era día de la Parasceve y estaba para comenzar el sábado.
55
Las mujeres que habían venido con El de Galilea le siguieron y vieron el monumento y cómo fue depositado su cuerpo.
56
A la vuelta prepararon aromas y mirra. Durante el sábado estuvieron quietas por causa del precepto.
 
Capítulo 24
 
El sepulcro vacío
 
1
Pero el primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al monumento, trayendo los aromas que habían preparado,
2
y encontraron removida del monumento la piedra,
3
y, entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4
Estando ellas perplejas sobre esto, se les presentaron dos hombres vestidos de vestiduras deslumbrantes.
5
Mientras ellas se quedaron aterrorizadas y bajaron la cabeza hacia el suelo, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
6
No está aquí, ha resucitado. Acordaos cómo os habló estando aún en Galilea,
7
diciendo que el Hijo del hombre había de ser entregado en poder de pecadores, y ser crucificado, y resucitar al tercer día.
8
Ellas se acordaron de sus palabras,
9
y, volviendo del monumento, comunicaron todo esto a los once y a todos los demás.
10
Eran María la Magdalena, Juana y María de Santiago y las demás que estaban con ellas. Dijeron esto a los apóstoles,
11
pero a ellos les parecieron desatinos tales relatos y no los creyeron.
12

Pero Pedro se levantó y corrió al monumento, e inclinándose vio sólo los lienzos y se volvió a casa admirado de lo ocurrido.

   
 
En el camino de Emaús
   
13
El mismo día, dos de ellos iban a una aldea que dista de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús,
14
y hablaban entre sí de todos estos acontecimientos.
15
Mientras iban hablando y razonando, el mismo Jesús se les acercó e iba con ellos,
16
pero sus ojos no podían reconocerle.
17
Y les dijo: ¿Qué discursos son éstos que vais haciendo entre vosotros mientras camináis? Ellos se detuvieron entristecidos,
18
y, tomando la palabra uno de ellos, por nombre Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único fo­rastero en Jerusalén que no conoce los sucesos en ella ocurridos estos días?
19
El les dijo: ¿Cuáles? Contestáronle: Lo de Jesús Nazareno, varón profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo;
20
cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado.
21
Nosotros esperábamos que sería El quien rescataría a Israel; mas, con todo, van ya tres días desde que esto ha sucedido.
22
Nos dejaron estupefactos ciertas mujeres de las nuestras que, yendo de madrugada al monumento,
23
no encontraron su cuerpo, y vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que vivía.
24
Algunos de los nuestros fueron al monumento y hallaron las cosas como las mujeres decían, pero a El no le vieron.
25
Y El les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas!
26
¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria?
27
Y, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a El se refería en todas las Escrituras.
28
Se acercaron a la aldea adonde iban, y El fingió seguir adelante.
29
Obligáronle diciéndole: Quédate con nosotros, pues el día ya declina. Y entró para quedarse con ellos.
30
Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.
31
Se les abrieron los ojos y le reconocieron, y desapareció de su presencia.
32
Se dijeron uno a otro: ¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras?
33
En el mismo instante se levantaron, y volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once y a sus compañeros,
34
que les dijeron: El Señor en verdad ha resucitado y se ha aparecido a Simón.
35
Y ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo le reconocieron en la fracción del pan.
   
 
Aparición a los once
   
36
Mientras esto hablaban, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros.
37
Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
38
El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos?
39
Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
40
Diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
41
No creyendo aún ellos, en fuerza del gozo y de la admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer?
42
Le dieron un trozo de pez asado,
43
y, tomándolo, comió delante de ellos.
   
 
Ultimas  instrucciones
   
44
Les dijo: Esto es lo que yo os decía estando aún con vosotros: que era preciso que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos de mí.
45
Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras,
46
y les dijo que así estaba escrito, que el Mesías padeciese y al tercer día resucitase de entre los muertos,
47
y que se predicase en su nombre la penitencia para la remisión de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén.
48
Vosotros daréis testimonio de esto.
49
Pues yo os envío la promesa de mi Padre; pero habéis de permanecer en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto.
   
 
Ascension
   
50
Los llevó hasta cerca de Betania, y, levantando sus manos, les bendijo,
51
y mientras los bendecía, se alejaba de ellos y era elevado al cielo.
52
Ellos se postraron ante El y se volvieron a Jerusalén con grande gozo.
53
Y estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios.

C.R.Y&S