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LA BIBLIA

NUEVO TESTAMENTO

ANTIGUO TESTAMENTO

El Evangelio según San Juan

 

 

 

 

 
PRÓLOGO
   
1
Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.
2
El estaba al principio en Dios.
3
Todas las cosas fueron hechas por El, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
4
En el estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
5
La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron.
6
Hubo un hombre, enviado de Dios, de nombre Juan.
7
Vino éste a dar testimonio de la luz, para testificar de ella y que todos creyeran por él.
8
No era él la luz, sino que vino a dar testimonio de la luz.
9
Era la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre.
10
Estaba en el mundo, y por El fue hecho el mundo, pero el mundo no le conoció.
11
Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron.
12
Mas a cuantos le recibieron dióles poder de venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre;
13
que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios son nacidos.
14
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
15
Juan da testimonio de El clamando: Este es de quien os dije: El que viene detrás de mí ha pasado delante de mí, porque era primero que yo.
16
Pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia.
17
Porque la Ley fue dada por Moisés, la gracia y la verdad vino por Jesucristo.
18 A Dios nadie le vio jamás; Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer.

 

EL

EVANGELIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 

El Evangelio de San Juan marcó, marca y marcará por la Eternidad la Visión que  el Ser Humano y la Creación entera tiene del Hijo de Dios. San Juan se ciñe a los Hechos de Jesús en cuanto el hijo del Hombre, de los que él fue Testigo Personal Vivo. Pero inmediatamente, desde el mismo Prólogo de su Evangelio  deja en claro que va a hablar del Hijo de Dios, del Verbo hecho carne.

San Mateo y San Lucas centraron sus Evangelios en el Hijo de David e hijo del Hombre. San Juan delimita desde el Principio el campo revolucionario sobre el que el Pensamiento Cristiano se elevaría al Misterio y Dogma de la Santísima Trinidad. Tanto en San Mateo como en San Lucas Jesús permanece en la órbita del Mesías, hijo de David. Desde ellos se ve al Hijo de Dios pero no al Dios Hijo Unigénito, “Increado, no creado, engendrado de la misma Naturaleza del Padre, Dios Verdadero de Dios Verdadero”.

No que los Apóstoles no lo conocieran o que San Juan se inventase este Misterio. En absoluto. San Pablo fue muy claro en este terreno cuando dijo que entre ellos se hablaba una sabiduría apta sólo para los Perfectos, aquéllos Testigos que Dios se había elegido para dar Testimonio de la Encarnación y Resurrección de su Hijo.

En el seno de esa Sabiduría para los perfectos habiendo sido llamados por Dios para dar Testimonio de lo que habían visto, tocado y oído, de cara al exterior los Apóstoles se ciñeron a ser Testigos Fieles del Cumplimiento de las Profecías que habían tenido en Jesucristo su Consumación. Entre Ellos y en Ellos vivía  el Conocimiento Verdadero y perfecto del Hijo de Dios, que sólo más tarde en el Concilio de Nicea, se haría Universal en el Dogma de la Santísima Trinidad.

Los Discursos de este Dios Hijo  que descubre San Juan una vez que todos sus Hermanos en Dios se habían ido revolucionaron toda la Imagen que hasta entonces  la Iglesia había recibido.

 La Roca de los Primeros Cristianos tuvo en la Resurrección de Jesús su Templo, su Castillo, su Fortaleza Imbatible. Ninguna Persecución, ningún horror fue suficiente para robarles ese Testimonio que los Apóstoles les transmitieron: “Al que cree en Jesús le nace en el Alma una fuente de vida eterna”.

El Deseo de ser Inmortal fue superado por la Fuerza de esta Vida Eterna, Vida Indestructible, que no conoce la Muerte de los que duermen, sino que cerrando los ojos a este Mundo lo abrimos al Mundo de nuestro Rey y Dios. “Locura” decían los Romanos. Pero una locura establecida sobre unos Hechos Invencibles, en Confirmación de cuya Veracidad los Apóstoles y todos los que vivieron el Acontecimiento de la Vida del Hijo de Dios en la Tierra rindieron sus vidas.

Esto nos llega a decir que de no haber escrito San Juan su Evangelio los fundamentos de la Santísima Trinidad no hubiesen podido ser alzados y, a falta de estos Discurso, con toda garantía el Arrianismo hubiese triunfado y la Historia del Jesús de los Evangelios de San Mateo y San Lucas hubiese quedado reducido a la de un Hombre que, amado como ninguno por Dios, fue alzado hasta la gloria más alta a que criatura alguna podía llegar, sentarse a Su Diestra como Rey y Señor de su Creación, imagen  literaria arriana que recogería Mahoma.

Los Evangelistas y los Apóstoles ya habían pasado cuando San Juan se sienta y escribe su Evangelio. Juan ya no es el muchacho adolescente al que desde la Cruz le dice el Hijo de Dios, “hijo, he ahí a tu Madre”. El Juan que se sienta a escribir el Evangelio es ya un Hombre criado y formado a la imagen y semejanza de Aquel quien, llamando a sus Hermanos, no de esta Creación, como dijera San Pablo, desde su Divinidad dijera: “Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y a nuestra Semejanza”. Pasado lo que pasó, Él mismo se hizo hombre para decirnos a todos : “He aquí al Hombre”.

Y este Hombre a Imagen y Semejanza del Hijo de Dios es quien se sienta, y siendo profeta, y Hermano de este Jesús, Primogénito de Dios, expone al Público de los Siglos el Dogma de aquella Sabiduría hablada entre los perfectos, que ninguno de los príncipes de aquel siglo conoció, porque de haberla conocido no hubiesen tocado jamás al Hijo de Dios.

Hasta entonces la Voluntad de Dios había sido que sus hijos, de la Casa de Abraham, se ciñesen a los Hechos determinados por los Profetas de Israel. Cuando el tiempo llegase en su Sabiduría Él mismo cogería la pluma y escribiría los Discursos que puso en palabras de su Hijo para ser escritos y sellados en Testamento.  Ese tiempo había llegado. 

Este Juan había visto morir a todos sus Hermanos en Dios. Él era el Último. A él le tocaba revelar el Dogma de la Santísima Trinidad contenido en los Discursos de Jesucristo.

En lo que se refiere a los Hechos de Juan ya los he tocado en el Misterio del Rostro de la Madre de Jesús. Resumiendo:

Desde el momento en que Juan fue designado por Jesús como Querubín con espada de fuego con la misión de impedir que nadie se acercase a su Madre, Juan desaparece de la escena pública. Esa es su Misión Sagrada. Dios ya había elegido a Juan  para ser ese Querubín todopoderoso protector de la Madre cuando Jesús le dijo a Pedro: “Si yo quiero que éste permanezca, ¿a ti, qué?”

Ya conocemos todos la Persecución que contra la Casa de la Madre tuvo lugar al poco. No menos conocido es el Celo que Jesús sentía por la Madre. Bien sabía Él que los Judíos buscarían a la Madre para matarla. Lapidándola por adúltera mancharían su Virginidad y probarían ser el Mesías un Bastardo, por esa adúltera tenido de alguien que no fue el José que estuvo a punto de despedirla pero acabó casándose con su prometida María de Nazaret.

Dios no podía permitir ni  permitió que un solo cabello de esa Mujer fuese tocado por los enemigos de su Hijo.

Para protegerla de todo Mal, Dios le eligió a la Madre  por Protector alguien a quien Ella quería como a un hijo, y quien la amaba a Ella como a una madre. Ése era Juan.

Juan, cual se ve en la Primera Misa, la Divina, es un adolescente cruzando la línea de los Adultos. Es un hombre en flor. Tanto más fogoso por su juventud, ese regalo del Cielo que en su Inocencia alberga la Fuerza más colosal del Universo.

Juan es el Menor de los dos hijos del Trueno.  Para acceder a la Madre había que pegar en la Puerta, y esa Puerta era él.  Para tocarla había que pasar antes sobre su cadáver. Desde su nacimiento estaba predestinado, creación de Dios personal, para   mandar sobre cielo y tierra  en la protección de la Madre, ahora su propia Madre .

En la Última  Cena, la Primera Misa, la Divina,  vemos a un chaval dejando atrás la línea de la adolescencia, queridísimo por su primo Jesús, que lo ama como se ama a un hermano pequeño, a quien conocía desde su nacimiento. La diferencia entre ambos no es tan enorme por la Edad cuanto por el Espíritu de este Jesús quien siendo aquel Dios que con su Palabra creó la Luz y todo lo que existe en la Tierra, recibía como Creador un Amor de la parte de su Creación que supera a la Muerte y tan puro como la Pureza de su Verbo.

Juan era joven, pero amadísimo. La Madre se quedaba sola en el mundo. ¿En quién si no en alguien a quien ella amaba como a un hijo, de su sangre, podría esa Mujer encontrar Consuelo y sentir su Corazón vivir como si su Hijo no se hubiese ido nunca? ¿En quién dejaría Dios la Protección de esa Mujer sino en la Mano de alguien que la amaba como a una Madre y por Ella sería capaz de ordenarle a la tierra que abriese su boca y se tragase a cualquiera que se acercase a Ella?

El Hecho de poner bajo la protección de este Joven, hijo del trueno, a una Mujer que siendo su Hijo de 33 años, Ella debería estar en sus 60s, nos revela firmemente el Misterio de su Rostro. Viéndola junto a Jesús nadie, excepto quien conoció a la Virgen de Nazaret, la relacionó nunca con la Madre del Nazareno. Viendo a aquella Mujer caminando junto a aquel muchacho nadie podía poner en duda, por el Rostro de Ella y el de él, que eran madre e hijo.

Así pues, Desde Pentecostés, ambos, la Madre y el Discípulo Amado, desaparecen de la Escena. Juan se hace llamar Marcos. Su Misión en este mundo era proteger a la Madre. Los Judíos podían buscar a Juan, pero ¿quién lo relacionaría con este Marcos?

En los Hechos vemos incluso a Marcos como secretario de Pedro. Pedro camina con la Madre y Juan durante algún tiempo, pero la atención sobre Ella no debe jamás superar un límite crítico, y Juan se va a Alejandría, donde la Madre criara a su hijo Jesús y a los hijos de su hermano Cleofás. Hechos que ya he relatado en la el Primer libro de la Historia Divina de Jesús. Santiago el Justo,  el Primer Obispo de Jerusalén, fue el mayor de esos hermanos de Jesús, hijos de María de Cleofás, siendo este Cleofás el hermano pequeño de la Madre.

Publicado el Evangelio de Mateo, Juan escribe, bajo el nombre de Marcos, el suyo, a fin de que se cumpliera la Escritura, “sobre dos Testigos harás juicio”. En su primer evangelio Juan “Marcos” se limita a afirmar como verdadero todo lo que Mateo escribe. El hijo del Trueno mantiene un perfil  invisible. No quiere ni debe sobresalir. Tampoco puede ni quiere mantenerse al margen. Lucas aún no había escrito el suyo. La necesidad de alzarse como Testigo Ocular de todo lo que escribe San Mateo impulsa al Joven Juan a escribir su Evangelio, posiblemente durante su estancia con Pedro.

Tengamos en cuenta que los enemigos de los Apóstoles hubiesen estados encantados con un Judas que les delatase el paradero de la Madre del “Resucitado”. La muerte del hermano de Juan, Santiago, y las persecuciones judías pusieron en movimiento tanto a Pedro como a Juan. La Adoración de los Apóstoles por la Madre era compartida al mil por ciento por todos Ellos. La protegen rodeando su Existencia del más absoluto de los silencios. Tener acceso a la Madre significaba para Ellos tanto como tener acceso al Altar de los altares donde se adora al mismísimo Dios. Ya conocían Ellos el odio de aquéllos judíos contra la Casa de Jesús, y siendo profetas sabían que tarde o temprano se lanzarían, como Herodes lo hiciera al principio contra la casa de David de Belén, contra la casa de David de Nazaret.

No se equivocaron. Dios nunca se equivoca. La matanza de los hijos de David de Nazaret se hizo.

El Amor y el Deber quiso que el mejor lugar para ser mantenida la Madre  al margen de los acontecimientos fuese Alejandría del Nilo.

La Leyenda dice que protegiendo a la Madre la gravedad de las circunstancias impulsó a Juan a traerse con él a la Madre a España. El deseo de San Pablo de conectar sus viajes con una Venida a España y su no hacerlo puede situarse en este contexto. No era conveniente que el Paradero de la Madre, tal como estaban las cosas en la Galilea, fuese descubierto por un Apóstol que perseguido a muerte, y cuyos pasos estaban seguidos muy de cerca por sus enemigos, condujese a éstos a la Presa más codiciada por el Diablo. No olvidemos que si para Nosotros  los Cristianos Pablo es un Santo, para los judíos Saulo era un traidor.

La Leyenda de la Ascensión de la Madre tienen su Origen en la Palabra Divina. “No permitiré que tu carne vea la corrupción”,  le dijo Dios a su Hijo. No la conoció el Hijo, no la conocería la Madre.

Independientemente de Hechos que derivamos del Amor, tenemos que decir que Aquel Siglo Primero, el Siglo de Cristo, ha sido historiado muy pobremente por los historiadores del Cristianismo. Como quien no quiere recordar un trauma sufrido, cuyas heridas las tienen delante de los ojos, los historiadores cristianos parecen haber buscado más excusar a los Romanos de Genocidio contra los Cristianos que glorificar a aquella Generación de Héroes que no vacilaron en prestar Testimonio cuando el precio fue el de los tormentos más horribles. Ciencia de las Torturas en la que el Pueblo Romano era experto. Nosotros podemos imaginar cómo aquel Genocidio hubo de Afectarle  a Juan, EL ÚLTIMO HOMBRE en quien el Discurso de la Santísima Trinidad estaba vivo. 

No es menos curioso que sus Discípulos no escribiesen su Vida, la de este Juan. Desde el Conocimiento del Espíritu de Cristo lo entendemos sin embargo. Quien era Importante y en quien se debía centrar todo era en Jesús. No era en el Nombre de Ellos que  la Salvación había sido Fundada. Todo el sentido de la Existencia de los Apóstoles tenía por norte la Estrella del Hijo de Dios. Jesús es el Héroe de los Evangelios, la estrella de su Historia, el Rey de la Salvación, el Verbo hecho carne, Dios con Nosotros. ¿Ante esta Obra Divina qué importancia tiene el hombre, sea Pablo, Pedro, o Juan? Toda Gloria, todo Honor, todo Poder y todo Amor es debido al Hijo de Dios.

Y desde este Espíritu, Juan, ya hecho Hombre, que ha sido Testigo Vivo de la Ascensión de la Madre, en la que la Encarnación se le manifiesta en toda su Divinidad, abre su Evangelio diciendo:

Al Principio era Jesús,

y Jesús era Dios,

y Dios se hizo Hombre.

Todas las cosas fueron hechas por Jesús

Y sin Jesús no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.

En Jesús está la Vida, en Jesús tiene la Vida el Hombre.

Este Hombre se dio a conocer al mundo, pero el mundo no lo amó.

Vino un hombre, enviado por Dios, de nombre Juan,

Vino a dar Testimonio de Jesús, para testificar, y todos creyeran en Jesús,

Juan no era Jesús, sino que vino a dar Testimonio de Jesús,

Jesús es la Imagen Divina del Hombre que vino a este mundo para la salvación de todos los hombres

Estuvo en el mundo, que por Jesús fue hecho, pero el mundo no lo creyó.

Vino a Israel, pero Israel tampoco creyó.

Pero a cuantos le ama les da el Poder de ser hijos de Dios, por la Fe en su Nombre.

Porque no por la sangre y la carne son contados los hijos de Dios, sino por Jesús.

Jesús “vivió con Nosotros”, y hemos visto su Gloria, la Gloria del Unigénito de Dios, lleno de Amor y Sabiduría.

Juan dijo, “Este Jesús es de quien os dije : el que viene en pos de mí es mayor que yo, porque estaba al principio de todas las cosas”

De Su Plenitud Divina recibimos todos dones sobre dones.

La Ley fue dada por Moisés, pero la Verdad y la Salvación vienen de Jesús.

A Dios Padre nadie le ha visto jamás. Dios Hijo Unigénito nos lo ha dado a conocer, porque en Jesús vive el Padre.

 

Esta es la Semilla que creció contra vientos y terremotos, persecuciones y  diluvios y haciéndose un árbol que en Promesa Divina ya extendía sus ramas hasta los confines del mundo, entregó su Fruto Maravilloso en el Concilio de Nicea, el 20 de Mayo del Año 325 de nuestra Era.

Como se recoge del Árbol de la Vida eterna el Divino Fruto y se reparte gratuitamente a todas los hombres que quieren vivir eternamente, porque creen que Dios es Amor, según hemos visto en su Hijo, la Fe Cristiana se ha expandido por las Cinco Regiones de la Tierra.

Contra la Caída de la Estrella del Evangelio en la fosa natural a la que Arrio la descendió escribió Juan su Evangelio de la Santísima Trinidad. 

Difícil de lectura, y por difícil su interpretación abierto al error de los ignorantes y brutos que queriendo corregir al Jesús que en Nicea reunió a su Cuerpo en la Tierra, y como Moisés recibió en Piedra el Decálogo, le dio a su Iglesia  esta Ley Divina de la Unidad en Dios escrita en una Piedra que jamás se rompe porque ha sido extraída de la Cantera del Ser del propio Dios Eterno e Indestructible.

Pues sabemos que la Piedra en la que se escribió el Diálogo siendo rota por el propio Moisés, anunciaba en esa ruptura el fin de aquella Alianza Temporal, a la vez que anunciaba una Nueva firmada por el propio Dios Hijo Unigénito para ser eterna e Inviolable, que en el Concilio de Nicea fue  hablada en voz alta para que los siglos repitan por la Eternidad el Dogma de la Unidad en Dios.

Pero ignorantes como aquel Arrio que quiso corregir a Dios, y que saldrían del propio cristianismo, como Arrio vino, no habrían de faltarle a las iglesias. Con el paso de los siglos se levantarían a resucitar de la tumba a Arrio, su maestro. Atreverse a corregir a Dios, poniendo en Duda la Palabra del Evangelio de la Santísima Trinidad recibido por la Iglesia Católica Romana en Nicea, Unidad Divina reflejada para la Salvación de la Plenitud las naciones en la Unidad de las iglesias cristianas esparcidas por todo el mundo, fue el Delito de Rebelión cometido por la Reforma del Protestantismo Europeo. El Muro que levantaron entre los Cristianos es Enemigo de la Salvación de la Plenitud de las naciones del Género Humano. El enemigo de esta Salvación en la Unidad de las iglesias, reflejo vivo de la Unidad en Dios, es enemigo de Jesús.

Habiendo recibido de Dios su espíritu de inteligencia para  responderle a los discípulos de aquellos ignorantes y brutos que se atrevieron a corregir a Dios y se alzaron contra sus sacerdotes en Concilio Universal, me es grato abriros los ojos a este Evangelio de la santísima Trinidad para desde la Palabra de Dios rebatáis por vosotros mismos los argumentos que por su Interpretación Irracional se han transformado en un mal para la Salvación del Género Humano, y levantando muros entre cristianos y cristianos han neutralizado por su división el Poder Salvador del Señor, Rey y Dios de todos los hombres, Jesucristo.

Pues todo lo que existe, existe por Él, y sin Él no se existiría nada de cuanto existe, de manera que siendo su Padre Dios, ha querido este Padre que su Hijo lo sea todo para todos los hombres: “nuestro Padre que está en los Cielos, Rey y Señor de la Plenitud de las naciones, ante quien toda rodilla debe doblarse y reconocer por Cabeza Suprema Universal de todo Poder Humano, quien con su Espíritu de Sabiduría gobierna todas las cosas para el Bien de todos los hombres”.

Cegados por quienes en su orgullo de brutos irracionales, emborrachados por la sangre  de sus hermanos,  y enloquecidos por los privilegios del Poder, interpretaron la Palabra de este Evangelio para hacer, como aquellos judíos que mediante sus palabras anulaban la Palabra de Moisés, anular la Palabra de Jesús, “Dios con Nosotros”, abrid este Evangelio desde el Pensamiento de Cristo, que en Juan vivía.

Engañados por los Arrios de la Edad Moderna  sin quererlo pero haciéndolo os atrevéis a negar  la Presencia de Dios en la Iglesia de Nicea, en la cual vive Jesús, su Señor, desde el Principio y por la Eternidad. Volved a leer este Evangelio poniendo Jesús donde está escrito el Verbo.

 Juan está hablando de Jesús, el Dios que dijo “Haya Luz”, “Haya Firmamento en medio de las aguas que separen unas de otras”, “Brillen en los Cielos estrellas para separar la luz de las tinieblas”, y luego “Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y a nuestra Semejanza”, y por esto dice Juan : “El verbo se ha hecho carne, Dios se ha hecho hombre”, y “en Jesús está la Vida del Hombre”, porque el Hombre vivía en Dios y su Ser estaba en su Corazón y Mente antes de ser creado.  Por eso se hizo Hombre para decirnos “no sois el hombre que Dios llamó a la Vida. He aquí al Hombre”. Pero los hombres atrapados en las leyes de la Ciencia del bien y del Mal habían aprendido a sobrevivir en el infierno, ya no podían creer en el Paraíso.  Habían sido cuatro largos milenios arrastrándose por los campos de la Guerra, sujetos al imperio de la Muerte, entregados como corderos para engordar el banquete de los reyes y sus dioses malignos, cuyas imágenes monstruosas y demoníacas habían desplazado del corazón de las naciones el Dios que su Hijo vino a mostrarnos.

No fue fenómeno extraño que aquel Pueblo Europeo Latino en cuyo corazón la imagen de un Dios era la de un hombre Divino, encontrase abierta la puerta, y aunque hizo falta forzarla mediante el Martirio una vez abierta la Imagen de Dios en Jesús encontró en el Pueblo Latino un Alma rendida a su Adoración.

No es tampoco un fenómeno extraño que en los pueblos en los que la imagen de Dios es la de un monstruo de muchas cabezas, piernas, incluso la de dragones inmundos, serpientes horrorosas, el Dios de Jesús, Ser en el que el Hombre tiene su Seno Eterno, no encontrase, sino muy limitadamente la entrada.

En el caso del pueblo de Israel la Historia de su relación con ese Dios, Padre de Jesús, aunque no tuviese imagen predefinida, sí que estaba psicológicamente establecida.  El Dios de Jerusalén   era un Juez que no perdonaba sino después de masacrar al transgresor. En ese Juez el Dios Amor que Jesús llevaba dentro era el producto de un loco. ¡Cómo creer que ese Dios es Padre y es Amor cuando por una manzana, teniendo el Poder de sanar cuerpo y alma, condenó a todo el mundo a  vivir en el infierno! Después de cuatro mil años en este infierno ¡qué más natural que tener el corazón duro como una piedra! Si él era el Hijo de David, el llamado desde el seno de Abraham para aplastarle la cabeza al Diablo y recoger la corona universal de su padre Adán, ¿a qué venía  tanto “todo lo que necesitamos es Amor”? “Pues si Dios es Amor y tú eres el Hijo de Adán, declárate Rey y en lugar de ser salvador de mendigos y prostitutas vístete de Tal y danos el Imperio del Mundo”.

La Verdad estaba lejos de todos los hombres. De Judíos y Gentiles. La Creación entera estaba en pie de Guerra. La Tierra era el campo de batalla. Fuerzas que venían de la Eternidad y del Infinito libraban su Batalla Final; el Hombre había sido atrapado en el campo de batalla. Pero hasta que no fuese proclamado un Vencedor, o Dios o la Muerte, Cristo o el Diablo, el mundo seguiría siendo ese cero a la izquierda que cae bajo las ruedas y nada ni nadie podía evitar que esas fuerzas siguiesen su Lucha sin prestarle atención al mundo de los hombres. Ya lo decía el propio Cristo “Si hablándoos de las cosas terrenas no entendéis ¡cómo comprenderéis las cosas de los cielos!”.

Muchos siglos habrían de pasar hasta que los hombres pudiésemos comprender las cosas de esta Batalla Final cuya Guerra remonta su Origen a la Eternidad.

Sin Este Evangelio de la Santísima Trinidad la Luz que nos  conduce a esta Comprensión  no sería posible. Y esta Luz es la declaración del Nicea en la que Dios declaró a su Hijo de su Misma Naturaleza, Dios Verdadero de Dios Verdadero, su Igual, su Familia: Tú-Dios, Jesús, su Hijo Amado. Quien ama a este Hijo, ama a Dios; quien no lo ama, no ama a Dios. Quien no dobla sus rodillas ante la Corona del Hijo de Dios, no entrará en el Reino de Dios. Quien cree, tiene las Puertas de la Vida Eterna abiertas. Al que no cree, le espera el Juicio.

En su Hijo tiene la vida su Padre. Y la Vida es Amor, Alegría, Felicidad, Libertad, Creación.

Y en este Hijo tienen su vida todos los hijos de Dios, los de nuestro Mundo como los de los demás Mundos creados antes del nuestro, y los que serán creador durante la Eternidad de los Cielos.

Nada pide Dios de nadie excepto esta Verdad. No quiere teologías ni quiere ciencias, ni razones ni obras. La Obra Divina que abre la Puerta del Corazón de Dios es el Amor a esta Verdad. Jesús es Dios Verdadero de Dios Verdadero. Delante de Dios todo lo demás es un absurdo. El Amor a su Hijo es su Vida.

Tal es el espíritu del Evangelio de la Santísima Trinidad de este Juan. En este simple resumen está contenida toda la esencia de las Palabras de Dios que recoge Juan en su Evangelio. “Sed niños, amad como los niños. ¿Acaso se preguntan los niños por qué aman a sus padres, o en lugar de amar y vivir se dedican a radiografiar qué es ese amor, de donde viene, qué sentido tiene?”

Ni las grandes obras, ni las grandes razones, el Amor  es la Llave. Ni feo ni pequeño, el amor de un padre es incondicional, natural, no necesita detenerse qué amor es ese, o por qué ama.

La locura, para los sabios y los genios. “Dios no se piensa, Dios se ama”. Es el Grito de Victoria de Juan. Ese Amor se ha encarnado. Lo vemos, lo tocamos, lo sentimos. Los sabios se pierden persiguiendo una sabiduría que les da la espalda; los genios se hunden en la destrucción buscando la creación. La criatura corre a los brazos de su padre, y su padre es Dios.

No hay División en Dios. Padre e Hijo tienen el mismo Espíritu. Son un mismo Espíritu. Dos Personas, un único Espíritu Eterno. Este Espíritu se hizo Hombre por Obra y Gracia de Dios en el seno de una Virgen para que pudiésemos tocarlo, vivirlo, sentirlo, comprender por qué el Amor es Dios.

Dios es Amor, pero Dios es también Ley. “No tendrás más Rey que Dios, mi Hijo. No le declararás la Guerra a tus hermanos.  Cuidarás de tus padres y los protegerás en su ancianidad como ellos te cuidaron y te protegieron durante tu niñez. La verdad será la ley de tu alma y la amarás con todas las fuerzas de tu ser. La Libertad es sagrada, no se la robarás a ningún Ciudadano del Reino de Dios. Todo el oro y toda la plata, todos los recursos de la Creación le pertenecen al Señor, tu Rey, y las distribuiréis entre vosotros acorde a las necesidades de todos.  No levantarás falso testimonio ni corromperás a la Justicia levantándote contra la Ley de la Creación. En la Palabra está el Hombre, el que ama la Mentira se declara enemigo del Hombre. No busques el Poder por el Poder, porque la corrupción será tu aliado y la Muerte tu recompensa. Sed santos, porque Dios, vuestro Creador, es Santo. Ama a tu prójimo como a ti mismo, porque aquí vive la Santidad de Dios, a cuya Imagen y semejanza habéis sido creados”.

Difícil lenguaje de entender para quien tiene un corazón de piedra y un alma corrompida por el Poder que viene de la espada y del Oro. Pero este es Dios y este es su Evangelio

 

C.R.Y&S

 

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