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CRISTO RAUL DE YAVÉ Y SIÓN

CONTRA EL ANTICRISTO

 

 

LA BIBLIA SOLA

Respuesta de un hijo de Dios a la Declaración de Guerra de Westminster

contra la Unidad de la Plenitud de las Naciones Cristianas

 

PRIMERA PARTE

EL ARGUMENTO DEL DIABLO

SEGUNDA PARTE

LA PROVIDENCIA DE DIOS EN LA CAÍDA

Y EN LA IGLESIA ACORDE A LA ASAMBLEA DE DIVINOS

TERCERA PARTE

DIOS ES EL VENCEDOR

CUARTA PARTE

LA LIBERTAD DE LOS PREDESTINADOS A LA RAZA SUPERIOR DE LOS ELEGIDOS

QUINTA PARTE

EL ESPÍRITU DE LA VERDAD

SEXTA PARTE

EL DERECHO DIVINO A LA LIBERTAD Y EL DEBER DE LEVANTAMIENTO CONTRA LA TIRANÍA

SÉPTIMAPARTE

VADE RETRO SATANÁS

CRYS

5/6/20

 

INTRODUCCION

 

Desde el primer capítulo de esta Confesión de los Divinos de Westminster la mano sangrienta que la escribió se quita el guante y descubre la metodología que empleó para confeccionar estos artículos de declaración de guerra a muerte contra la Europa Católica. La mano del lobo se mostró sin complejos una vez acabada la Guerra Civil de Cromwell. La Iglesia Anglicana  rechazó a Cristo por Cabeza, elevó al rey de las Islas Británicas a la condición Divina natural a Cristo, y cansado de su juguete quitó dios donde puso rey y se alzó como Asamblea de Santos investida de Autoridad  Divina.

Esto teológicamente hablando. Acorde a la Teología de los Apóstoles, la Biblia es testigo,  Cristo es la Cabeza de la Iglesia, de quien siendo Cristo y Jesús la misma Persona, la Iglesia recibe su Naturaleza Divina. Se lee también y la Iglesia Católica Europea vino repitiéndolo durante 1600 años, que ese Jesús es Dios Verdadero de Dios Verdadero. Partiendo de esta Revelación la deducción filosófica de los Padres de la Iglesia, los Ambrosios, Agustines, etcétera, fue simple.

Resumiendo, pues que Cristo es Jesús y Jesús es Dios Verdadero, desde el momento que la Iglesia Católica fue engendrada para ser su Cuerpo, Ésta adquirió la Indestructibilidad que le es Natural a su Cabeza.

Este pensamiento filosófico de los Primeros Sabios Cristianos tenía que pasar por el horno de las Pruebas o Demostraciones. En su Doctrina, hablando sobre la Verdadera Sabiduría, el mismo Jesús dejó la Necesidad de esta Superación muy en claro, cuando dijo que: “Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca. Pero el que me escucha estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca”.

El cuento debía aplicársele a su propia Casa. ¿La casa que le construía en la Tierra el Hijo de Dios a su Padre resistiría el paso de los siglos? La Roca sobre la que levantar el Edificio la puso Dios. Los Albañiles fueron los Apóstoles. Terminado su Trabajo, la Casa construida quedaba expuesta a la Necesidad de la Demostración de la Divinidad de la Roca sobre la que fue construida. Si ese Fundamento fue humano, el Edificio del Nuevo Templo se vendría abajo. En caso contrario, si al final de los terremotos y diluvios que caerían sobre sus Muros esa Casa seguía en pie la Divinidad de su Fundador quedaría manifiesta la Indestructibilidad de su Casa delante de la Plenitud de las Naciones.

Sobra contar las Victorias de la Iglesia Católica Europea: contra el Imperio Romano, los brotes anticristianos internos, las Invasiones de los Bárbaros, y el Imperio Musulmán. En el 1571, en la Batalla de Lepanto, la Indestructibilidad  de la Iglesia Fundada por Jesucristo y edificada por los Apóstoles, conocida como Iglesia Católica Apostólica Romana para los de fuera, y Esposa del Señor Jesús  para los de dentro, quedó plenamente demostrada a los ojos de la Historia Universal.

No implica esto que las fuerzas ciegas de los siglos siguiesen soñando con destruir la Casa cuyos Muros ya habían demostrado su Indestructibilidad durante diecisiete largos siglos. Ateísmo Científico, Materialismo Dialéctico, Comunismo, Socialismo del Siglo XXI, estas fuerzas brutas nacieron en la creencia de poder realizar lo que fuerzas infinitamente superiores no pudieron. Meas culpas aceptadas.  Al bruto le es natural la brutalidad.

Pero en descargo del Protestantismo, seamos misericordiosos con las bestias, se puede decir que no habiendo podido ver con los ojos de sus caras estas últimas Victorias Modernas, pues nadie puede ver el Futuro, el hecho de venir los Luteros, Calvinos, Enriques VIII y esta Asamblea de Divinos a sumarse a las fuerzas de los elementos contra la Casa de Aquel Sabio que puso la Primera Piedra, fue un acto instintivo propio de animales irracionales sin cerebro. Y quiera Dios tener en cuenta esta defensa. Aquí, a mí personalmente, como hijo de Dios a quien su Padre le ha dado hacer un trabajo, lo que me corresponde es reducir a polvo el saco de mentiras que, bajo la apariencia de santidad, venía cargado de la Cizaña Maligna de la División de las iglesias contra la que el Señor previno a todos sus Siervos cuando les dijo que: “El reino de los cielos es semejante a uno que sembró en su campo semilla buena. Pero, mientras su gente dormía, vino el enemigo y sembró cizaña entre el trigo y se fue. Cuando creció la hierba y dio fruto, entonces apareció la cizaña. Acercándose los criados al amo, le dijeron: Señor, ¿no has sembrado semilla buena en tu campo? ¿De dónde viene, pues, que haya cizaña? Y él les contestó: Eso es obra de un enemigo. Dijéronle: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? Y él les dijo: No, no sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo. Dejad que ambos crezcan hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: Tomad primero la cizaña y atadla en haces para quemarla, y el trigo recogedlo para encerrarlo en el granero”.

Pues bueno. El Señor se fue. Su Siembra dio fruto, mucho, y muy bueno. Los Obispos se echaron a dormir. El Diablo fue liberado, vino y sembró su Cizaña. Miguel Celulario fue un peón que se hizo reina en una partida perdida. La Gran Partida estaba por ser jugada.

A estas alturas de la Confesión de Westminster, año 1646, la Invencibilidad de la Europa Católica ya manifiesta y asentada definitivamente y para siempre en la Batalla de Lepanto, la Rebelión Protestante contra la Pornocracia del Vaticano del Siglo XV hubiera debido comenzar a plantearse seriamente su posición anticristiana. Pero  no fue así. El Hundimiento de la Armada Invencible en el 1588 en las aguas del Canal de la Mancha cegó la Razón del Reino Unido, y confundiendo unos Barquitos de madera con el Ejército de Dios en la Tierra creyó que el Inglés podría hacer lo que no pudo ni el Romano, ni el Bárbaro ni el Musulmán, nada más ni nada menos que echar abajo la Casa que los Apóstoles edificaron sobre la Piedra que Dios puso como Fundamento, el propio Jesucristo. De esta forma la reforma Anglicana se convirtió en uno de esos elementos naturales ciegos sobre los que el Hijo de Dios habló en su discurso sobre la Sabiduría Verdadera.

A la distancia del Tiempo, cuatro siglos después, la Demostración de la Sabiduría del Fundador de la Iglesia Católica Europea ha sido glorificada tanto más cuanto que habiéndosele dado a aquel Reino Unido el Imperio Británico, Copia Moderna del Antiguo Imperio Romano, para destruir de una vez por toda y para siempre lo que su Original no pudo, misteriosamente aquella Iglesia Católica, supuestamente hija del Infierno, la Ramera del Diablo acorde a la imaginación de sus enemigos protestantes, sigue en pie, sus Muros están más fuertes que nunca, y se prepara para hacerse aún más fuerte.

Como dije antes el Señor se fue. La Cosecha fue mucha y muy buena. El Diablo sembró su Cizaña Fratricida. Y Hoy ha llegado el tiempo que había de llegar. El Tiempo de recoger el Grano en los Graneros, reunir la Cizaña y atarla en haces para quemarla.

Esto es Obra de Dios y los Segadores cumplen su trabajo.

 

 

PRÓLOGO

 

Cuando esta Confesión Asamblearia de Divinos encontró su página en la Historia, al abrir el libro y disponernos a leer su contenido lo primero que observamos es que el historiador oficial no nos descubre las circunstancias trágicas que el país del Confesor atravesaba. Silencio que pudiera dar lugar a una interpretación errónea sobre la naturaleza del ataque frontal y directo que emprendo desde esta primera línea de batalla.

 En los días durante los cuales se oyó esta trompeta de guerra total contra la Iglesia Católica en las Islas Británicas, a este lado del Canal las Confesiones madres de esta Confesión Inglesa Final arrastraron a la Milenaria Comunidad Cristiana Europea a una Guerra Fratricida que duró Treinta Años, del 1618 al 1648, y devoró en nombre de sus reyes, cabezas de las iglesias nacionales, es decir, en nombre de las Teocracias del Norte, la apetitosa cifra de unos Cuatro Millones y medio de vidas humanas, según cómputos oficiales.

Todos sabemos, y lo sabemos porque la Historia Universal nos lo ha enseñado, y lo hemos aprendido por el viejo método de “la letra con sangre entra”, en este caso la de nuestros padres derramada por los campos de Europa, que cuando las instituciones oficiales dicen 10 se le debe sumar 5.

 La Realidad es siempre enemiga del Poder. Ha sido así desde hace Milenios.

Evidentemente aquellos que tienen por costumbre ducharse porque el sudor ajeno mancha la delicada piel que cubre sus maldades, cuando el Estado los llama no tienen ningún reparo en alzarse para condenar a quienes defienden los Hechos y denuncian la Buena Voluntad desde la que el Poder pretende, con su Mentira y su Falsedad, mantener el río de sangre bajo control de manera que no nazca esa gota que derrama el vaso.

Cuando los datos oficiales nos hablan de 4 millones y medio de caídos en combate durante la Guerra de los 30 años, a la salud de la Reforma de los padres de Hitler, y de las Teocracias Europeas dirigidas, debemos ser muy prudentes. Los dioses coronados europeos son mentirosos por costumbre. Y sin embargo a pesar  de ser dioses sangran como cualquier mortal, cual se vio en el caso del rey Carlos I de Inglaterra, a quien Cromwell le ayudó a separar la cabeza del cuello por Decreto del Dios que desde la Eternidad había ya preestablecido, como preestableció desde antes de la Eternidad que Adán cayese, que la cabeza de Carlos I rodase por los suelos. Y así reestablecida mediante la sangre la Gloria del Todopoderoso Dios Oculto de quien Lutero y Calvino fueron su Moisés y Aarón, y Cromwell su Josué.

Afirmando los historiadores oficiales ser 4 millones y medio los caídos durante la Guerra de los 30 años nosotros hemos de sumarle un plus.

Pues que “por sus obras los conoceremos”, los millones de viudas, huérfanos y mutilados sacrificados por los Nuevos Apóstoles en el altar de la Reforma Protestante a la Gloria de ese Dios Oculto, fueron sagrado incienso de grato olor a las fosas nasales de ese Dios cuyo Dogma y Primer Artículo de Fe fue el Odio contra el Mundo Católico Europeo.

No sabemos, o debemos interpretarlo de las consecuencias, qué efecto le causó en las narices al Dios del quien Cristo dijera que es Amor, el tufo de esos millones de muertos. Deduciendo de la lectura sobre la Predestinación de esta Declaración de Guerra contra el Dios Amor de Cristo, la nube de incienso puro que sudaron los santos cueros de los soldados protestantes debió embriagar de Egolatría y Orgullo la Omnipotencia Divina de ese Dios Protestante.

Según sus Nuevos Elegidos, al término de la Guerra de los 30 años, bien podía decir de sí mismo “En verdad mi Poder es Infinito” quien habiendo creado un Cosmos poblado por galaxias sin número debía convencerse de esta sentencia  gozándola viendo cómo las bestias humanas se devoraban entre ellas.

Aún con más razón siendo testigo y parte motora, acorde a la Confesión Protestante, de las epidemias y hambres que masacraron la población de Europa en nombre de sus Nuevos divinos reyes, declarados en guerra perpetua contra el fenómeno, al parecer nunca antes visto antes, de la existencia de la Iglesia Católica en Alemania, Suiza, Austria, Francia Suecia, Noruega, Dinamarca, Polonia, Rusia, España, Portugal, Hungría, Checoslovaquia, etcétera.

¿Podía haber mayor gloria que ordenar esas epidemias y hambres, y verlas diezmar la población europea a la salud de la Reforma?

Según la Asamblea de Divinos autora de esta Confesión, Dios había predestinado que así fuese.

Desde el Dios Amor del Jesucristo que estableció la Transfiguración de la bestia humana en un hijo de Dios a su Imagen y Semejanza, la declaración Presbiteriana de ser Dios, Padre de Jesucristo, el Autor Intelectual de la Caída y sus Consecuencias universales, fue, y sigue siendo, una Defensa Absoluta del Diablo.

Dos fenómenos alucinan, entonces, al verdadero historiador. El primero que hubiese y haya vida después del Siglo XVI para el Mundo Católico Latino. El segundo que aquella Reforma Anticatólica y la Revolución de la Burguesía Europea entrase en la Historia sin conexión de ninguna clase.

Es pues natural que en cuanto Hijo de Dios mi Respuesta a esta hija de las Confesiones anteriores, tanto Isabelina como Luterana y Calvinista, venga envuelta en el Celo por la Casa de mi Dios. Y aun he de decir que si las primeras confesiones llevaron la esperanza de dar un buen fruto; fruto pacífico, vivificador, una vez gustado su fruto de muerte y desolación, servido a todas las naciones europeas a la salud de Lutero, Calvino y Enrique VIII, el Autor Asambleario de esta nueva Confesión en lugar de dedicarse a cortar cabezas de obispos y de todos quienes se opusieron a su política divina hubiera debido cortarse las manos, conociendo ya por los frutos en vivo que Europa estaba gustando los frutos que daría su vid.

Sí, claro que sí, estoy hablando de Oliver Cromwell.

Las primeras confesiones anglicanas financiadas por la espada del terror de los Tudores dieron su fruto sangriento apenas nacidas. Muerta aquella Reina Virgen que llevó un nombre igual al de la Reina Católica, los tres reinos de la Isla abrieron la veda de la caza del hombre. Aprovechando el momento aquel dios al que le sobraba la cabeza sumió a los reinos de Escocia, Inglaterra e Irlanda en una guerra fratricida que ganada por el nuevo profeta, estilo Mahoma, que se dio Inglaterra, descargó la peor parte, como no podía ser de otra forma, contra la Irlanda Católica, cuyo Genocidio está recogido en los libros de la Historia y no creo necesario mover estas líneas de esta zona a aquel océano de sangre bajo cuyas aguas asesinas el Héroe Protector inundó Irlanda por aquellas fechas.

Tenemos, pues, que aunque esta Confesión no fue sellada por la corona británica, su Texto no es otra cosa que una refundición de los 39 Artículos fundadores de la Religión Anglicana. Parece ser que no era –decir no era es un mucho decir, pues no lo fue - del Interés de las Islas que el Continente se entregase a la paz.

En aquel año del 1647 se firmaba en Europa la Tregua de Ulm, preludio del fin de la Guerra de los Treinta Años. Hubiera debido la inteligencia haber sacado lección de los Acontecimientos y habiendo probado el Fruto del Árbol de la ciencia del bien y del mal haber hecho algo más que echarle leña al fuego. No entraba en la intención de la Revolución Puritana la esperanza de que se acabase aquella maldita guerra. El Reino Unido  no estaba dispuesto a firmar la Paz con Europa. La Unidad Británica se  construiría sobre el Odio a las Naciones Continentales, las Teocracias Escandinavas  exceptuando.

 Inglaterra había participado en la Primera Guerra Mundial Europea, verdadero Nombre de la Guerra de los 30 Años, basando su política pro-imperial en mantener al Continente abrasado en guerra fratricida. En este Nuevo Orden Mundial Europeo la Revolución Cromweliana no dudó en reinstalarse en la Declaración de Guerra Anticatólica que Isabel I firmara.

Desgraciadamente para Cromwell y su Religión de Elegidos, bendecidos por el Dios Oculto de Lutero para exterminar de la faz de las Islas el recuerdo de la existencia del Reino Unido Católico, los hijos de las Confesiones del Continente a la altura de este año 1647 no tenían ya más fuerzas para mantener la orgía fratricida. Unos y otros se habían saciados de carne humana, se habían emborrachado hasta la locura bebiendo sangre hermana.

Aunque apoyados por el Calvinismo Anglicano, maravillados ante el fenómeno de la indestructibilidad del Catolicismo, en el interludio entre el 47 y el 48 los ejércitos protestantes bajaron las armas y se firmó la Paz de Westfalia.

En conjunto, la propaganda anticatólica protestante se fundó sobre la ignorancia brutal de los pueblos y la maldad de sus aristócratas. Que la Iglesia Católica tuviese 1.600 años; que las persecuciones que la Iglesia Romana Católica vivió durante el Imperio Romano, y bajo el Arrianismo de los Bárbaros, y bajo el Imperio del Islam Mahometano, tuviesen realidad histórica no era un Hecho  Final que probase su Indestructibilidad. Ellos tenían que poner a Prueba  la Sabiduría del Hijo de Dos.

La ignorancia de los pueblos anglosajones era tal que se tragaban un elefante con corona y se ahogaban con un mosquito vestido de monje. Todo era una mentira papista. Señoras y señores, Cuatro Millones y Medio de muertos oficiales en combate a la salud de Lutero y Calvino; plus los correspondientes millones de viudas, unas alegres, otras lloronas; plus las legiones de huérfanos arrojados a las hogueras donde sus cuerpos serían incinerados víctimas del hambre y las epidemias; plus los cientos y cientos de miles de cojos, mancos, ciegos, etcétera que aquellos 30 Años de Guerra fratricida dejaron sobre el terreno : no sirvieron sino para iluminar a los pueblos de aquella Reforma gloriosa que reinstauraría el Paraíso en la Tierra y todos los alemanes, suizos… y darle a entender que ellos no se comerían las perdices. Ese es plato de reyes.

La Guerra tiene esta virtud maligna de acabar quitándoles las cataratas de los ojos a los necios que les entregan sus vidas a gente malvada y perversa cuya meta en este mundo es realizar el sueño de Satanás, “ya que no puedes ser Dios al menos vive como un dios”

Esta Confesión de Westminster, contrariamente a su nombre, no fue firmada por el entonces rey de Inglaterra Carlos I. El título recoge la firma de su Hada Madrina, la Confesora de los 39 Artículos fundadores de la Religión Anglicana. Perfeccionándolos, como no era menos de esperar de quienes se creían “divinos”, y por Dios elegidos para masacrar a fuego y espada el revival católico en la Isla que por la gracia de la reina Francesa comenzó a campear alegre, atreviéndose incluso, ¡vade retro Satanás!, a discutir la naturaleza divina del Calvinismo Puritano del Nuevo Orden Mundial Cromwelliano.

Este es el Confesor que a punta de espada, bajo la ley del Terror, siguiendo el ejemplo de su Hada Madrina Isabel I, firmó y selló estos puntos sobre los que pondré las íes, y luego que cada cual haga con ellos lo que mejor entienda convenirle.

Que la Iglesia es el Reino, la Casa y la Ciudad de Dios entre los hombres no es necesario demostrarlo. Los San Agustines, Isidoros, Ambrosios, Tomases … ya dejaron esta Realidad edificada en sus Discursos. Que la Iglesia edificada sobre la Roca Divina es indestructible ya ha quedado demostrado tras dos mil años de lucha por su destrucción. Ni Romanos ni Judíos, ni Bárbaros ni Musulmanes, ni Ateos ni Comunistas. Nadie ha podido echar abajo lo que el Hijo de Dios construyó.

Únicamente Dios puede destruir lo que Dios creó. Como al principio usó el Diablo la Ley para mediante su Transgresión causar la Caída del Hombre, así al Final buscó la Destrucción de la Obra del Hijo de Dios arrastrando a las iglesias a la Desobediencia al Mandato de Unidad sobre el que se edificó el Cristianismo.

Del todo punto es evidente que Dios quiso mediante hechos actuales revivir acontecimientos pasados, a fin de que la Verdad se estableciese entre los hombres no en el discurso que procede de infinitas palabras sino del que tiene su raíz en la sangre de la Historia.

Los capítulos históricos en la base de la Rebelión Anglicana son conocidos de todos, el acceso a su lectura está hoy abierto. Hasta hace poco la Reforma Anglicana ha mantenido su yihad letal contra el Catolicismo, del todo copiando las medidas del islam radical contra el cristianismo, si bien ceñidas al mundo de los católicos.

Nadie ignora las causas en las que se justificaron los movimientos reformistas protestantes. La corrupción del papado de los siglos XIV y XV y mitad del XVI no fueron novedosas, pero sí espantosas. Y aun así, todas las iglesias hubieran debido seguir el Ejemplo del Señor Jesucristo, quien teniendo en su Palabra toda Omnipotencia ante la Negación consumada de Pedro no se atrevió, ni quiso ni se le ocurrió, quitarle la Jefatura de los Apóstoles a quien Dios Padre se la concedió.

Ciertamente la Sabiduría de quien se hizo hombre para devenir el Campeón de Dios en el Duelo entre el hijo de Eva y el hijo de la Muerte, Satanás, distaba tanto de los Reformadores cuanto dista el Cielo de la Tierra. La ignorancia de los Reformadores sobre las cosas de Dios fue absoluta, y de aquí que el Diablo sembrase la Cizaña de la División entre las iglesias y sus naciones, sellando con la sangre de la Guerra de los 30 años el odio que las mantendría alejadas las unas de las otras.

Si Martín Lutero hubiese conocido a Dios Padre antes se hubiese cortado las manos que escribir una sola línea de aquellas famosas 95 Tesis con las que el Diablo comenzó a llevar a las naciones cristianas a aquella Guerra de 30 Años con cuya sangre se sellaría el Pacto de Odio entre unas y otras, preservado por las iglesias con el mismo celo que los sacerdotes guardan el cuerpo sagrado de Cristo en sus altares mayores, sangre que le sirvió al Diablo de argamasa para afirmar el Muro de la División entre el Norte y el Sur, entre Protestantes y Católicos.

Dios le dio a conocer a su Hijo Su Decisión de liberar al Diablo en el Año Mil con el objeto de Revivir la Caída del Pasado, de un sitio; y del otro acelerar los acontecimientos de manera que se acortasen los siglos de expectación que aun habían de vivir la Creación hasta el Nacimiento de la Generación de hijos de Dios que habría de Heredar de su Padre, Cristo Jesús de Yavé y Sión, el Espíritu de Inteligencia.

Aquella Decisión de Dios Padre de Liberación del Diablo tenía sus Raíces en la misma tierra en que la Necesidad de la Muerte de Cristo, hijo de David, hijo de Eva, levantó Cuerpo. Pues que Dios me ha dado el Poder de responder a las tesis y declaraciones que unos y otros se dieron en su Nombre desde este Espíritu, siendo la estrella que me guía la Unificación de todas las iglesias, en Amor a la Voluntad de mi Creador, a quien le debo la vida, y movido por su Amor a todos los pastores y siervos de su Hijo, no entraré sino en la cuestión intelectual subyacente en tales líneas, trayendo a luz sus errores desde el espíritu de la Verdad, no como quien busca condenar, sino desde el espíritu de quien sabiendo que todos fueron objetos de engaño, como lo fuera Adán en su día, a fin de que no habiendo sido condenados a priori en razón de la Necesidad de dicha Liberación, todos los cristianos se levanten de las tinieblas en las que fueron encerrados y en Obediencia a la Voluntad Divina derriben el Muro de las divisiones y vuelvan a formar un Cuerpo Universal Unido en un mismo Espíritu, cuya Cabeza es el Hijo de Dios, una sola Casa, cuyo Señor es Jesucristo, y de cuya Ciudad todos somos Ciudadanos, con los mismos Derechos y Deberes. Así pues, comenzamos.

 

 

PRIMERA PARTE

EL ARGUMENTO DEL DIABLO

 

 

CRISTO RAÚL CONTRA EL ANTICRISTO