Cristo Raul "EL VENCEDOR EDICIONES"

 
 

EL MUNDO DE LOS HITITAS

CRONICAS HITITAS

Pithana

 

Todo indica que Pithana, padre de Annita, fue el gran jefe de las tribus que posteriormente pasarían a llamarse la Nación de los Hititas. Al igual que sucede hablando de Medas, Persas y otros pueblos históricos, cuyos orígenes se remontan siempre a un jefe tribal de caráter legendario, entroncando de alguna forma el principio con los mitos, igualmente sucede con los Hititas.

El principio del Mundo Hitita sería, por tanto, el mito, la leyenda; que se concentra en un nombre, Pithana, tipo sobre el que la historia perdida de los orígenes de las tribus invasoras de la península anatólica, y porque vencieron conquistando el núcleo primitivo desde el que se extenderían hasta forjarse su propio imperio, descargaron, de alguna forma, su memoria en forma de leyenda. Y como tal, excepto que fue el padre de Annita, asegurándose así la línea dinástica hitita una legalidad mítica, tan necesaria en aquéllos tiempos, cuando el Mito era el Origen de las Dinastías, como se ve en los Griegos, los Medos, y hasta en los propios Hebreos; mediante esta conexión que Annita ejecuta en la persona de su padre, el Mundo Hitita establece un vínculo intertribal mediante el cual y en el cual recibiría su descendencia forma de Nación, engendrada por un solo pueblo, del que Pithana sería el Gran Jefe Militar, el Patriarca dinástico, el Conquistador, el Líder, y el dios al estilo de los Hércules, Aquiles y demás patriarcas legendarios de las naciones que luego fueron entidades históricas.

Puesto que sabemos que la entrada de los pueblos que más tarde serían llamados Hititas irrumpieron en la península turca a principios y antes del 2000 AC, y la existencia de este Pithana es situada en el siglo XIX-XVIII, este lapsus y su anterior ígnota procedencia es la que se transforma en mito y se concentra en el Pithana padre de Annita, en cuya entidad toda la historia del crecimiento de aquél sustrato multicolor, su conquista de un espacio geográfico en el que iniciaron sus comienzos como pueblo invasor, y su fusión en una entidad histórica específica: la Nación Hitita, se realiza, se consuma e introduce esta Nueva Nación en el escenario de la historia universal.

Pithana, digámoslo así, es el Adán de los Hititas, el mojón que marca el punto tras el que no puede verse nada sino un origen legendario, y a partir del cual hay que mirar hacia adelante, y sobre el cual establecer la dinastía reinante su legitimidad nacional. Y como tal punto de arranque su memoria es simbólica y su verdadera humanidad no genera más importancia que la sugerida por esta necesidad de legitimidad y origen de la Nación Hitita en cuanto tal. Cuyo comienzo suele principiarse con la conquista de la ciudad de Nesa.

Digamos que este principio marca un fin, cuyo origen, a su vez, nosotros debemos dibujarlo tomando como partida la resistencia de las poblaciones nativas anatólicas a la expansión de los invasores, que duraría los siglos pasados desde la invasión hasta la caída de Nesa a manos de este Pithana. Nadie creerá que los pueblos nativos se dejaron esclavizar por los invasores hititas. Pero sí que la invasión se dio por cerrada, como cuando cayó Granada, aunque aquí no hablemos de Reconquista, sino de conquista, con la Caída de Nesa. Al contrario que la Caída de Troya, que marcó el Fin de los Hititas, la Caída de Nesa fue el principio de su gloria, dejando atrás la Nación, ahora Hitita, los siglos de lucha contra los nativos. Éstos, vencidos definitivamente por la Nación Hitita, pasan a ser Historia, dejando a los Hititas, sus vencedores, su oportunidad para escribir su propia Página. Una Página que, como hemos visto, ha permanecido enterrada, inaccesible a nuestros ojos hasta hace nada. Y porque apenas si hace un rato que los docs comienzan a desfilar públicamente, a la hora de la recreación histórica del Mundo de los Hititas debemos ayudarnos del conocimiento de las naciones y del hombre tal cual se ha desarrollado a lo largo de los milenios por todas las tierras del mundo.

Es lo que dije antes sobre la Caída de Troya, ante la cual hasta hoy los historiadores no han querido aplicarle a la Invasión de la Península Anatólica las leyes de la Guerra, dejando en las manos de los Poetas la Invasión de un reino vasallo por una coalición internacional. Es verdad que de aplicarle a la Guerra de Troya las leyes propias de toda guerra el famoso poema perdería su encanto homérico. Pero no menos verdad es que a estas alturas hay que estar un poco mucho tarado para creer que una coalición militar internacional se queda sentada en la costa durante diez años viviendo de los desperdicios de las gaviotas.

El que se negara la existencia de Troya y por tanto se redujera la Ilíada a cosa de Poetas se debió justamente a esta contrariedad por la que ningún militar en el mundo podía creerse que un ejército internacional permaneciera diez años sitiando una ciudad sin devastar toda la región. Como esta idea era una impropiedad que de ser aceptada implicaba una lobotomía voluntaria, cosa inaceptable para la razón humana, lo lógico era negar la existencia de Troya.

Cuando el millonario alemán Heinrich Schliemann descubre Troya la revolución que había de llevarnos a Hattusa como capital de los Hititas y a Troya como reino vasallo de Hattusa, comienza. Troya deja de ser un fantasma y el Hitita un Mito. El Mito se llama Pithana y su Historia es la de su pueblo. Un pueblo que deja un Origen en el Pasado, un Pasado de conquista que acaba con la Caída de Nesa y un Futuro que comienza con Annita.

 

Anitta, rey de Kushara

(1800 a.C.)

 

Contemporáneo de Samsi-Adad I de Asiria (1813-1781), Annita, Hijo de Pithana, comenzó su carrera en Kushara, pero tras la conquista de Nesa (posiblemente en tiempos de su padre), trasladó su capital a esta ciudad.

Durante el primer año de su reinado Annita debió hacer cara a la rebelión de Pijusti, rey de la ciudad de Hattusas, que amenazaba con quebrar el predominio político de la ciudad de Nesa sobre Anatolia. Anitta emprendió la guerra contra Pijusti, persiguiéndole incluso hasta las costas del Mar Negro; durante el segundo año de la contienda Pijusti le plantó cara de nuevo a Annita y en los campos de la ciudad de Salampa quedó hecho un lío, corriendo a refugiarse con los restos del ejército en Hattusas. Anitta pasó del asedio en toda regla al estilo homérico y prefirió el método del buitre que revolotea sobre el moribundo hasta verlo muerto para darse el banquete padre. Y así lo hizo; cortó las líneas de abastecimiento de la ciudad y se sentó a esperar a que se murieran de hambre los rebeldes. Una vez hechos polvo, sin fuerzas para empuñar el arco ni arrojarles aceite hirviendo desde las murallas, Annita hizo su entrada triunfal, de noche, en Hattusas, que saqueó "con la furia de la tormenta en su apogeo contra una cabaña en el desierto". Como muestra de su poderío, Anitta llenó la ciudad de maldiciones sagradas, y la sembró con zahheli, una planta espinosa.

Las conquistas de Pitana y Annita cambiaron el mapa político de la península anatólica, sembrando, aparte de espinas y abrojos los restos de las ciudades rebeldes, la semilla del poderío del imperio de sus sucesores, que con la conquista de Zalpa y la caída de Hattusas comenzó su marcha triunfal hacia la futura ruina en el origen de este Misterio, el de los Hititas.

Las riquezas que Anitta saqueó en Hattusas le sirvieron para construirse un gran palacio en Nesa. Al mismo tiempo, fue el primer monarca hitita en tomar el título de Gran Rey. A su muerte le sucedió su hijo Dujalia.

Él es el autor de la Proclamación de Anitta, el texto conocido más antiguo de los escritos en el idioma hitita (y de los indoeuropeos), en el que trata de los hechos que condujeron a la fundación del Imperio Hitita.

 

Proclamación de Anitta

 

Anitta, hijo de Pithana, rey de Kussara, dice: Era la voluntad del Dios de la Tormenta, y porque era la voluntad del Dios de los Cielos el rey de Nesa vino a ser cautivo del rey de Kussara.

El rey de Kussara, Pithana, salió de su ciudad con un poderoso ejército y con la fuerza de la tormenta se apoderó de Nesa por la noche. Dio cuenta del rey de Nesa pero no tomó parte en mal alguno contra los habitantes de la ciudad; sino que los trató como si fuesen su padre y su madre.

Después de la muerte de mi padre, Pithana, aplasté una rebelión en el mismo año. Y en adelante todo pueblo del Sol Naciente que se alzó contra mí, lo aplasté igualmente, a todos.

En días anteriores, Uhna, el rey de Zalpuwas, se llevó nuestro dios de la ciudad de Nesa a la ciudad de Zalpuwas. Pero, yo, Annita, el Gran Rey, traje de vuelta de Zalpuwas, nuestro dios, a Nesa.

A Huzziyas, rey de Zalpuwas, lo capturé y lo traje vivo a Nesa. A la ciudad de Hattusas no la toqué. Pero cuando después el hambre se apoderó de ella, mi diosa, Halmasuwiz, me la entregó. Y durante la noche la conquisté, y la eché abajo, sembrando en su lugar semilla de espinos. A cualquiera que sea rey después de mí y reedifique Hattusas, ¡que el Dios de la Tormenta lo maldiga!

Me lancé a la conquista de la ciudad de Salatiwara, porque Salatiwara se alzó contra mí. Aplasté la rebelión y regresé triunfante a Nesa. Construí barrios nuevos en Nesa. Un templo al Dios de la Tormenta a la espalda de la ciudad, y un templo para nuestro dios. Y los decoré con el botín que traje de las ciudades que conquisté. Hice un voto. Fui de caza. En el mismo día traje a Nesa, mi ciudad, dos leones, setenta berracos, ciento veinte fieras salvajes, leopardos, ciervos... y los traje a mi ciudad, Nesa.

Al año siguiente regresé contra la ciudad de Salatiwara. El rey de Salatiwara, junto con sus hijos, me dio batalla. Se alzó contra mí. Salieron de sus ciudades y tomaron posición en el rio Hulanna.

El ejército de Nesa, mi ejército, corrió tras ellos y le prendió fuego a todos sus pueblos. Escaparon a la ciudad y se reunieron en número de: 1,400 soldados, 40 cuadrillas, y siguieron luchando hasta el fin.

Mientras duraba la campaña el rey de Purushanda me trajo como regalo de victoria un trono de hierro. Cuando regresé a Nesa, traje al rey de Purushanda conmigo. Y cuando quiera que esté conmigo, se sentará a mi derecha.

 

La Ciudad perdida de Hattusa

 

Labarna I

(1680-50)

 

El reino de Labarna I

Pusharruma, hijo de Tudaliya I ( este Tudaliya es un hombre colgado en el vacío; al parecer nadie sabe por qué se le sitúa donde debiera decirse Annita, padre de Pusharruma, pero si creemos al cronista, que dice que "Pusha tuvo que enfrentarse a la rebelión de sus propios hijos" podemos hacernos una imagen de la propia lucha que tal vez superara Pusha contra sus propios hermanos, moda tan antigua como Caín y Abel ésta de matarse entre los hermanos por el Poder, y que los Hititas parece que siguieron seguir al pie de la letra, siendo tal vez esta sangría azul la que vino a provocar este vacío, si ya de por sí violento éste tanto más sangriento cuanto le sumamos al fratricidio el intento de parricidio. La cuestión se complica ante los ojos de los expertos cuando antes de Tudaliya se encuentran con Uziya, problema que resuelven abriendo una conexión a las dinastías reinantes antes de los Hititas y con las que quisieron enlazarse los conquistadores a fin de legitimar su dominio a los ojos de la población, truco del mandruco bastante probable si pensamos que no fueron los primeros en utilizarlo ni los últimos en servirse de sus secretos. Fuera como fuese, que tampoco vamos a meter las manos en el fuego por simples recuerdos de unos personajes cuya historia es pura anécdota, el hecho es que: A causa de la rebelión de sus hijos Pusha eligió como heredero suyo a Labarna, su yerno. Designación que le sentó como una patada a su hijo Papahdilamah, quien todavía andaba suelto y contaba con el apoyo de muchos de los oficiales de la corte, y que no quedando muy contento de la usurpación, aunque legal, ofensiva para sus intereses, se alzó en guerra contra el sucesor de su padre. El conflicto acabó con la victoria de Labarna sobre Papahdilamah y el aplastamiento de todos sus rebeldes, cuya suerte mejor ni contarla.

Se le considera a Labarna el fundador de la monarquía hitita.

No se ha conservado evidencia directa de Labarna I, pero aparece citado una vez en el Rescripto de Telebino, quien gobernó más de un siglo después. En el Rescripto, Labarna aparece como un poderoso monarca que ensanchó el reino hasta "el mar", sentando las bases de los prósperos reinados de sus inmediatos sucesores, Hattusili I y Mursili I.

La mayoría de los reyes hititas adoptaron Labarna como título real (de forma análoga al uso del título de César entre los emperadores romanos), lo que llevó a algunos historiadores a plantear que Labarna I no existió realmente y que las referencias del Rescripto de Telebino deberían atribuirse a Hattusil I, conclusiñón infantil de la que se sigue que el César no existió jamás y que el que se les llamara Césares a los emperadores romanos venía ya de antes, "pero que de mucho de antes", del nacimiento de Julio.

 

(Observa estos curiosos zuecos de los personajes hititas. En Suecia aún los conservan en su traje típico, de donde pudiera, tal vez, decirse que las naciones góticas, visi- y ostro-, tuvieron su origen en los huídos de de Troya, de donde volvieron a viajar a su país natal con el paso de los siglos para convertirse en los fundadores de la España de Rodrigo. Hablar por hablar)

 

Extensión del reino de Hattusil I

Hattusil I

(1650-20)

 

Hattusil I (también llamado Hattusili) fue el primer rey del Imperio Hitita atestiguado documentalmente. Nacido como Labarna II, cambió su nombre en el momento de su coronación, que marcó el comienzo de un reinado que se sitúa, según la cronología media, entre 1650 y 1620.

No fue el hijo de Labarna I, ni tampoco se sabe exactamente de cuál de los hijos de Pusha le vino la sangre azul. El caso es que se alzó sobre la descendencia natural de Labarna I, algo raro si tenemos en cuenta que la Viuda de Labarna permaneció como Gran Reina, hecho que puede sugerirnos la subida de Hattusil en calidad de Protector-Regente del Heredero. La debilidad de la Reina frente a una Corte Guerrera sería la necesidad impulsora de esta elección para Protector de su hijo de un Grande de Sangre Regia, salida que observamos en otras ocasiones, tiempos y lugares y emparenta a todos los miembros de la sangre azul en el ámbito de una especie sui géneris.Tawannana, la Gran Reina, cometió un error con su elección, obligada por otra parte por el código hitita, que imponía la sucesión de padres a hijos y prohibía la sucesión de la hembra, estipulando además su sucesion hereditaria. Siendo el heredero de Labarna y Tawannana menor de edad la Regencia le correspondía a un descendiente de sangre real, puerta por la que Hatusi entró en el Trono y, como es natural, desde el trono acabó por borrar la sucesión legítima de Pithana, Annita, Pusha. Hattusil firmó un decreto por el cual “En el futuro nadie mencione el nombre de Tawannana. Que nadie mencione el nombre de sus hijos e hijas”. El regreso de la casa de Annita al trono se había consumado, y como dice el Decreto de Telepinu “sus hermanos, sus suñados, sus parientes y las tropas, todas las fuerzas del reino se unieron al Protector-Regente”, lo alzaron a la Corona y se entregaron para lo que mejor sabían hacer nuestros antepasados: La Guerra.

Reunificadas las fuerzas de la casa de Annita a su alrededor, Hattusil la emprendió con las ciudades aliadas a la Gran Reina depuesta, quien, como ha solido suceder siempre y será una constante en todas las crónicas dinásticas, siempre que sube al Trono una Casa la cola de su manto real arrastra una nueva corte, que se hace uña y carne con el destino de sus Padrinos y participa a vida y muerte de su gloria y ruina. Hattusil le dedicó su primer año de reinado a vencer la Corte de la Reina. Si seguimos los Anales de Hattusili I, vemos que su primer acto bélico fue contra la ciudad de Sanawitta; que en principio no partece ofrecernos ningún bosquejo sobre la lucha entre estas dos Casas. Mas si nosotros consideramos que Sanawitta City fue donde Pusha levantó a Labarna a la gloria de la Sucesión, a la pintura de la batalla entre Hattusil "el Protector" y la Reina Viuda no le falta más que le pongamos agún ruido, ¿tpor qué no el de los famosos carros hititas devastando la región hasta conseguir la total sumisión de sus enemigos? Una vez rota la guerra civil los Hititas, ya entrados en calor, se lanzaron al año segundo del reinado de Hattusili I a la conquista de la Antigua Siria, aunque, la verdad sea dicha, más que de conquista debemos hablar de Campañas de Saqueo y Pillaje al más puro estilo Asirio.

Haciendo suyo el honor de introducir el estilo Asirio en nuestras Crónicas el flamante rey de Hattusas se lanzó contra la ciudad de Alalah, en la frontera Turco-Siria. Ciudad que arrasó, para disgusto de Ammitaqu, su rey, pero que no dio mayores frutos, porque en aquéllos días Mesopotamia estaba bajo el influjo mágico del Gran Hammurabi y su Leyenda. Pero que sin embargo no le privó al Hitita de conducir su saqueo a destajo hasta donde lo permitían las reglas de buena vecindad, pues desde Aleppo para abajo todo el mundo caía dentro del círculo de influencia de los reinos clásicos antiguos, Akkkad, Ur, Egipto, etcétera. Durante esta Campaña se registra el Documento llamado "el Sitio de Ursu", una correspondencia entre el rey y sus generales sobre el Sitio y las medidas de Ursu City contra la Invasión de Amistad que le proponía Hattusil, cuyos términos nos los podemos imaginar, bajarse los pantalones por las buenas o ser violados por las malas. Los generales tenían nombres como Sanda y Menaniya. Y parece que la impaciencia del rey por terminar el Sitio de Ursu causó entre ellos la célebre correspondencia en la que algunos expertos han visto un toque de humor incluso. De esta correspondencia se ve cómo las ciudades vecinas se prepararon para dar la cara y aunque no pudieron evitar la caida de Ursu sí lograron frenar la incursión hacia abajo a partir de esa línea.

El Caso es que los nombres de los círculos hititas recuerda mucho los de los antiguos reyes de la India. Será casualidad. Pero lo que no es causal es que la Época de Hambruna que se produce durante el Periodo de Ur III se vea confirmada por una Epoca de Sequía en la zona de Harappa y Mohenjo Daro, y coincida con el Fin de la Era Cretense, que, como es natural, no debió escapar a este mismo efecto climatológico. Si nosotros fuéramos tan listos como para relacionar Hambre con Emigración no nos sorprenderíamos que el término del Tercer Milenio y Principios del Segundo aC hubiese sido de movimientos migratorios, y estos movimientos desde las Islas Cretenses y desde el Valle del Indo estuviesen en el desplazamiento que diera curso a la entrada de los Hititas en el escenario del Próximo Oriente Antiguo, si bien considerar la Anatolia Hitita como parte de Mesopotamia sea echarle un valor tremendo al asunto.

Ahora, si recordamos que dos mil años más tarde este mismo escenario registra una Nueva Epoca de Sequía y Hamnbre, y recordamos que dos mil años después, en nuestros días, somos testigos de un Cambio Climatológico de las mismas proporciones, aunque perturbado por la Edad Atómica, no sería improcedente hablar de un Ciclo Geológico Natural que irrumpe en la Historia Humana bajo signo de tragedia debido a la Ignorancia de nuestra especie sobre el comportamiento de su propia casa, la Tierra, que es como si no tuviísemos ni zorra de nuestra propia casa. ¿Dónde está el tonto ése? Se llama Género Humano! Y volvemos a las cosas de nuestros ancestros.

El Sitio de Ursu continuó. Dentro de los muros las cosas de palacio dividieron a los defensores y, como suele suceder en estos casos, entre quienes propusieron la rendición y los que proponían la defensa hasta la muerte se levantó la discusión, tan alta y broncosa que llegó a los oidos de nuestro héroe hitita. Y no pudiendo creerse que sus generales se limitaran a esperar que cayeran las murallas de Ursu al estilo de las de Jericó, dando tiempo a las ciudades reinos de los alrededores a intervenir en los asutos de Ursu, tuvo que intervenir él mismo en la contienda, acabando el Sitio y dirigiendo una razzia de castigo contra las ciudades vecinas que se atrevieron a ayudar a sus vecinos. Tras lo cual, y por eso de que el invierno se echaba encinma, Hattusil regresó a sus cuarteles palaciegos y se dedicó a la otra tarea menor de un guerrero, las hembras.

Al año siguiente el Hitita planteó su próxima campaña de Pillaje y Saqueo en dirección a Arzawa, que como vemos en el mapa se hallaba en la Turquía occidental. El fabuloso Hitita se encontró en Arzawa con una oposición inesperada, ¿tal vez de la población emigrada de la región cretense que se había instalado allì? Y la Campaña de Tercer Año del Reinado de Hattusili debió conformarse y quedarse en una simple retirada. Y pues que a espaldas molidas todo son palos, ya fuera porque los Hurritas de Ursu y sus vecinos oyeran cómo le había ido al Hitita o ya fuese porque los Hurritas llevaban también sangre de dioses y el placer de la venganza era el néctar más dulce que podían beber sus almas, el hecho es que aprovechando que el Hitita estaba en las antípodas de su recién estrenado reino y deseosos de quitarle la vocación de imperio que mostraba, se lanzaron en tromba contra las desprotegidas fronteras hititas y arrasaron hasta donde pudieron, pagando ojo por ojo y diente por diente. Porque, pienso yo, que los críticos hacen my poco ejercicio de crítica al creer que Moisés legisló una sola palabra que no fuese moneda corriente en su mundo desde los días de Caín y Abel. Más que legislar, exceptuando el Sacrificio de Cristo, Moisés se limitó a poner en letras lo que estaba escrito en sangre en la conducta de aquéllas gentes. Algunos, por antisemitas, o séase, por antijudíos, quieren hacernos creer que el diente por diente y ojo por ojo lo inventó Moisés. Visto lo cual uno se pregunta, tomando como ejemplo esta revancha de Ursu y los Hurritas, ¿y si no fue ojo por ojo aquélla invasión de los Hurritas, qué cosa fue? Tal vez, dándole crédito a los críticos del Judaísmo, tengamos que reconocer que en verdad Moisés introdujo el ojo por ojo en la Historia del Comportamiento Humano, revolucionando el panorama en el que por un ojo se cobraban los dos ojos, los dos brazos, las dos piernas y hablando en plata" hasta los dos Güevos". ¿Qué hubiéramos hechos nosotros en el caso de los Hurritas? Desde luego quedarnos esperando fumando a que regresase de nuevo el Hitita, ni en sueños. Total, abucheado en el Oeste y tomado por sorpresa por el Este, nuestro héroe tuvo que regresar corriendo a defender su casa, el enemigo a las puertas de Hattusas ya. Gloriosamente, todo sea dicho en honor de su nombre, Hattusil reconquistó lo perdido al Norte y al Sur.

El Año Cuarto de su reinado, dicen los Anales, el rey hubo de salir en campaña contra Sanawitta, la ciudad de la Gran Reina sin Trono, que, aprovechando la circunstancia, y como es natural en los mares de la sangre azul, fría como la de las serpientes, que de ahí viene lo de azul, se alzó en rebelión una vez más, sólo que esta vez el rey no perdonó la ciudad y la destruyó. Enseguida le partió la cara a las otras ciudades rebeldes, Lawazantiya, Parmanna, y bajó hasta la propia Alalah a cobrarse la venganza con más venganza, que si "tú dios, yo más".

Al año siguiente, Quinto de su Reinado, Hattusili abrió la guerra contra Zaruna, a la que destruyó. Acto seguido enfiló contra Hasuwa, que le presentó cara apoyado en tropas mercenarias o aliadas de la vecina Halpa (Aleppo). Pasó por encima de esta coalición como tromba de agua que baja de las montañas a la llanura, y como león sediento cruzó el río Puruna, cayendo sobre la ciudad de Hasuwa sin más ley que la de la selva de la que era rey. La carnicería podemos imaginárnosla. La descripción del saqueo y pillaje consecuente nos la ahorramos. A lo largo de la Historia de la Humanidad es un episodio que se repite a la manera de un loco que desea conservar una rayo de cordura y repite monótonamente un ritus básico que le permitirá mantener el contacto con la realidad. También asaltó la ciudad de Zipasna, de noche, la pasó a fuego y espada y se llevó sus dioses a su ciudad, donde los depositó a los pies de la diosa de los Hititas, una tal Arinna. Todas estas ciudades las destruyó hasta los cimientos, no se las ha vuelto a ver en el mapa, y en cuanto al río Puruna, sea porque se ha secado, sea porque se le ha cambiado el nombre, sólo Dios saben dónde estaba. Lo único seguro es que al año Sexto de su Reinado Hattusili intentó la conquista de Mesopotamia, que después de la muerte de Hammurabi se hallaba en la anarquía, sin potencia militar unificada y entregada su defensa a coaliciones como las que ya había vencido el Hitita en su camino. Al tanto de la Invasión del Hitita las ciudades del Oeste del Eufrates se alarmaron y se pusieron en marcha para detener al Invasor a los pies de los Montes Tauros. Esta vez la coalición fue liderada por la ciudad de Hasuwa y respaldada, como siempre, por la de Aleppo. La batalla se celebró en las faldas del Monte Atalur (Adalur). Hattusili destrozó la coalición siriaca y siguió su marcha triunfal hacia el Eufrates. Al otro lado destruyó la ciudad de khashu: Se dio la vuelta y destrozó la ciudad de Kahha. Por el camino se entretuvo aplastando al rey de Zipasna. En su favor digamos que la misma misericordia que le mostró a los del otro lado del Eufrates le mostró a los de este lado, demostrando con esta crueldad salvaje que era justo y masacraba a todos sus enemigos por igual, sin excepción de persona por cuestión de sexo, religion,edad ni color de piel. Un santo el Hitita. Destruyó ciudades, masacró a sus inquilinos y se llevó sus tesoros a su casa. Natural. Y como el orgullo se mezcla con el placer para rematar su victoria Hattusili ató los reyes vencidos a las colas de los vagones sin número que con sus tesoros llenara, paseándolos gratis por el mundo antes de ser bienvenidos el paraíso de los guerreros, a la izquierda según se va al infierno. El mismo se comía a besos, diciendo de sí: "Yo el Gran Rey he destruido Hasuwa y Kahha a espada y fuego elevando el humo en honor al Dios de la Tormenta. Y a sus reyes los até y los arrastré con la cola de mis vagones". La Leyenda de Sargón de Akkad aún fresca en la memoria de aquéllas gentes nuestro héroe de turno se alaba las barbas comparando su gesta con la del Mítico Primer Emperador del Mundo, pero a la inversa. Sargón partió del Este hacia el Oeste y Hattusilii desde el Oeste hacia el Este.

Los hititólogos se preguntan qué ganó el Hitita con este Campaña de destrucción masiva de algunas de las ciudades menores clásicas de la antiguedad. Tenemos que ser indulgentes con sus cátedras y no molestarnos por querer comprender un mundo salvaje desde las pautas del hombre civilizado. El método Hitita fue el Método del Asirio, y el del Asirio el del Caldeo, el del Caldeo el del Persa, el del Persa el del Griego, y el del Griego fue el Método del Romano. Cambiaban las tácticas, pero los fines eran los mismos. Una nación que se dedica a la guerra, no trabaja, y pues que para comer hay que trabajar, el que no trabaja debe decicarse a vivir del sudor ajeno, siendo la Guerra sólo eso, la ciencia de los vagos. Y como los vagos son los ricos de aqui que la Guerra y las Riquezas sean lo que el alma al cuerpo y lo que el macho a la hembra. Buscar más explicación no tiene sentido. El que vive de la Guerra tiene que lanzarse exactamente contra los puntos estratégicos por los que el Comercio Internacional sigue su curso. La zona de Ursus era clave en el tráfico de la luego llamada Ruta de la Seda. Y si miramos al Oeste, Arzawa contemplaba la región Egea colindante con Chipre y Creta. Más listo que el Hitita, imposible. Ni más claro podía tenerlo. Aleppo debía caer en sus manos. Y a este objetivo consagraría los últimos tiempos de su existencia efímera y trabajosa. Objetivo que no pudo alcanzar a plena satisfacción y legaría a su sucesor, pensando en el cual nuestro campeón se retiró a la ciudad de la que saliera, Kushará, donde reunió a su tribu y le pasó su Testamento. La elección no era moco de pavo.

Como en los destinos de los Carolingios, por ejemplo, Papá Rey solía iniciar a su prole en las cosas del Gobierno dándoles por escuela de práctica una ciudad y sus dependencias, exactamente igual Hattusili hizo con sus vastagos. A Huziyya lo hizo gobernador de Tapasanda y al otro, Hakarpili, lo hizo gobernador de Zalpa. Hubieran debido estar besándole los pies a su padre, pero los celos por la sucesión crian monstruos, y se rebelaron contra Papá el Rey. El padre excusó luego sus actos en la maldad de sus consejeros; pero de la deposición de sus cargos no los libró nadie. Al fin y al cabo esto del parricidio estaba a la orden del día en la Corte Hitita, y hasta se diría que un hijo no era buen Hitita hasta que se rebelaba contra su padre. Vueltos al seno del padre éste se encontró con algo que no le había pasado hasta ahora a ningún rey hitita, la rebelión de su hija. En descargo de ella digamos que la culpa fue del padre. De haberse rebelado otro cualquiera contra el trono de Annita su castigo hubiera sido la muerte. Hattusili no sólo indultó a los rebeldes sino que además se los metió en palacio a su hija. El veneno de la sangre azul en curso hizo su trabajo y la niña de los ojos de su padre acabó reclamando el trono para su adorable trasero ya que el de sus dos hermanos habían sido alejados de la sucesión. ¿Y a quién le iba a pasar la corona? ¿A otro Labarna? ¿A qué exponía a la carne de su carne, a la matanza a manos de un sucesor electivo no sanguíneo que para afianzar su reinado habría de exterminar a los hijos de quien le eligiera? El temor de los hermanos de la Princesa tenía sus fundamentos. El Rey había puesto sus ojos en un sobrino. La Corte Hitita, que giraba alrededor de una dinastía ya establecida, y veía el traspaso de su influencia a las manos de una nueva casa dominante, puso el grito en el cielo, y Hattusas entera se convirtió en el rugido de un león que ve amenazada su prole y se la juega a vida o muerte contra la selva entera. Los hititólogos buscan más explicaciones y hacen cábalas con cartas marcadas. ¿Tan difícil es ver que un guerrero pase su espada a otro guerero aun en preferencia a su propia prole? No sería el primer caso. ¿Y qué dificultad hay en ver la clásica guerra palaciega entre los cambios de dinastía? El punto interesante sobre el que inciden y creo de trascendencia es el carácter de Alta Sacerdotisa que la Reina ostentaba en el mundo Hitita.

Para cerrar este seguimiento del Primer Gran Rey Hitita digamos que su propio sobrino, su elegido, acabó saliéndole rana, y en consecuencia Hattusili debió fijar sus ojos en otro, siendo de esta manera que vino a sucederle Mursilis I, su nieto, al que escogió entre todos sus descendientes por ser el único que no estaba implicado en ninguna de las rebeliones nobiliarias contra el rey, según describe el propio Hattusil I en su "Testamento"

 

Testamento de Proclamación de Sucesión de Hattusili I a favor de Mursili I

 

Al final de su reinado Hattusil I cayó mortalmente herido durante su campaña contra Alepo (Siria). Sin embargo no murió durante el camino de vuelta y tuvo la oportunidad de regresar a su ciudad, Kushara, donde proclamó heredero al joven Mursili, su nieto, el único de todos sus familiares que jamás intentó aprovechar la ocasión de sus idas y venidas para proclamarse rey. He aquí la versión española del testamento de Hattusil I:

El Gran Rey, el Labarna, a la totalidad de su Estado Mayor, le dice: He caído enfermo de muerte. Previamente declaré Labarna heredero diciendo: "Siéntese en el trono", a aquel que yo, el Rey, llamé mi hijo. Yo le instruí y lo mantuve en el camino de la corona. Pero él se mostró indigno de su herencia: incapaz de derramar una lágrima, nunca mostró misericordia. Es frío y no conoce la piedad!

Yo, el Rey, lo adopté y lo introduje en la sabiduría. ¿Para qué?¡De ahora en adelante que nadie adopte por propio el hijo de su hermana! No escuchó la palabra el Rey. Prefirió la de su madre, ¡ésa serpiente! Las frías palabras de sus hermanos y de sus hermanas prefirió a las del Rey. Yo, el Rey, oí y combatí un argumento con otro argumento.

¡Ya basta! ¡No es mi hijo! Su madre comenzó luego a chillar como una vaca, diciendo: "Me roban mi toro. Me lo desheredan, ¿Y por qué?" ¿Pero acaso yo, el Rey, lo traté de mala manera?¿No lo hice sacerdote? ¿No lo eduqué para su bien? Quien no mostró misericordia con su rey, ¿cómo podrá mostrar misericordia alguna hacia su pueblo?

¡Su madre es una serpiente! Y siempre será la palabra de su madre, de sus hermanos y hermanas las que escuchará. Y ésas serán palabras de veganza. Mis tropas, mis dignatarios y mis siervos, que aman al Rey, y están dispuestos a morir por el Rey, contra ellos se levantará para destruirlos, y se entregará a masacrarlos, porque no conoce el miedo.

El se alzará a muerte contra mi pueblo. Este es su pensamiento. Despojará de sus carros y de sus ganados a todos mis siervos. Al enemigo sujeté y mi tierra pacifiqué, que él no la revuelva.

¡Que no se haga su voluntad! Le ha dado tierras, y muchos ganados, para que come y beba. Si viene en paz, que se acerque, pero si viene en son de guerra, que no se acerque, que permanezca en sus tierras.

¡Declaro a Mursili mi heredero! ¡Vosotros lo reconocereis Labarna! Lo instalareis en el trono. El valor de los dioses está en él. ¡Los dioses sólo le dan a un león la parte del león! En cualquier momento en que la rebeliín se manifieste, vosotros, mis fieles generales, seréis sus aliados y salvador.

Al término del tercer año él irá a la guerra. La sangre de los reyes heroicos está en él. Sea él para vosotros la semilla del emperador. Haced heroico su nombre. Cuando salgais en campaña, traedlo sano y salvo de vuelta. Sed todos sus siervos, como nacidos de una misma madre.

Sois todos uno, un solo cuerpo. No os rebeleis los unos contra los otros. ¡Que nadie sea hostil! ¡Que nadie rompa su palabra! Lo que hicieron las ciudades de Sinahuwa y Ubariya (luchar la una contra la otra) no lo hagais! ¡La injuria no tendría que existir! Mi hijo hará mi voluntad.

Si alguien dijera: "El Rey actúa acorde a su deseo, diciendo: Sea verdad o no juzgaré según mi voluntad", eso es injuria. ¡Que nadie la crea! Vosotros que reconoceis mi poder y mi sabiduría, instruid a mi hijo así.

Que cesen la traición y la manipulación. Que se calle la voz de los Consejeros. Que nadie llame a mi hijo en su propio provecho. ¡Ni el Hombre de kushara, ni el de Hemmuwa, ni el de Tamalkiya, ni el de Zalpa, ni siquiera tierra alguna te invoque en su propio beneficio!

Mira hijo mío a Huzziya, yo le hice señor de Tappassanda. Pero ellos me injuriaron a sus oidos y acabaron por alzarle contra mí, diciéndole: "¡Rebélate contra tu padre! Y a las Casas de Tapassanda que él no eximió de impuesto, exímilas tú"

Pero yo, el Rey, depuse a Huzziya. Por ello los ciudadanos de Hatti, incluso de Hattusa, me fueron hostiles. Aún más, se apoderaron de mi hija. Y su hijo me fue hostil cuando le dijeron: “Tu padre no tiene heredero de su carne. ¿Se sentará un siervo en su trono? ¡Reinará un siervo en su lugar! ¡Un siervo devendrá rey!” Por ello mi hija se alzó en Hattusa y con ella los jefes y los hijos del Palacio se levantaron contra mí. Ella puso patas arriba la tierra.

Asesinó a los fieles del Rey en Hattusa. Asesinó a todos los de Hatti que me eran fieles. Robó sus ganados y sus posesiones, sus viñas y sus campos...

....Cuando escuché que había asesinado a los hijos de Hatti, busqué tus lágrimas. Si no lo hubiera hecho podrías alzar tu lengua contra mí, de los pies a la cabeza. El Rey no tuvo parte.

La hija trajo sobre mí y mi nombre la desgracia. Yo, el Rey, acabé con su revuelta y la traje a Hattusa. Devolví tierra por tierra y ganado por ganado. Y la envié lejos de la ciudad. Si regresara ella pondría mi casa patas abajo. Permanecerá en la propiedad que le dí, que no le falte el pan y el agua.

Tú no le hagas daño. Me hizo mal, pero no le devolveré mal por mal. No me llamó padre, no la llamaré hija mía.

Hasta ahora nadie de mi familia hizo mi voluntad, sino tú, Mursili. Y tú venerarás la palabra de tu padre. Si lo haces, comerás pan y beberás agua. Mientras la fuerza de la juventud esté en tu brazo, come dos o tres veces al día. Estáte atento. Y cuando sea viejo bebe y olvídate de la palabra de tu padre.

Vosotros sois mis más fieles servidores. ¡Guardad mi palabra! Comed y bebed, haced grande nuestra ciudad, y que la tierra disfrute de paz. Pero si no recordais mis palabras, no conocereis un futuro. Morireis. Quienquiera que rompa la palabra del Rey, morirá. Que no sea de mis oficiales. Que no llegue a ser alguien entre mis siervos. Que le corten el gaznate. Esa es la palabra de mi abuelo, Pusarruma. ¿Qué hicieron sus hijos? Mi abuelo designó por Labarna a su hijo. Mas sus siervos se rebelaron contra su orden y coronaron a Papahdilmah. ¿Pero por cuántos años? ¿Cuántos escaparon a su crimen? ¿Dónde están las casas de los rebeldes?¿No han perecido todos?

Guardad mi palabra, la palabra del Labarma, del Gran Rey. Si la guardáis, Hattusa se levantará hasta las estrellas, y vuestra tierra gozará de paz. Comed y bebed. Si no la guardáis, vuestra tierra será del extranjero. Temed la palara de los dioses. Sus libaciones, sus alimentos sagrados y sus ritos, continuadlos. No los abandoneis ni los dejeis para luego. No pequéis. Haced tal como os digo.

El Gran Rey, el Labarna, a Mursili, su hijo, le dice: "Te he dado mi palabra. Sea esta Tabla leida delante tuya todos los meses. Pon mis palabras y mi sabiduría en tu corazón. Gobierna misericordiosamente. Si ves a alguien cometiendo pecado, bien contra los dioses, bien contra la palabra dada, llévalo ante la asamblea y la lengua pecaminosa reciba su merecido ante la asamblea. Y que la lengua pecaminosa sea extirpada por la Asamablea. Hijo mío, lo que esté en tu corazón, hazlo.

Colofón

La Tabla (Estela) del Labarna, el Gran rey, cuando el Gran Rey, el Labarna, cayó enfermo de muerte en Kushara e instruyó a su heredero, Mursili, en la Corona.

 

Mursil I

 

fue rey a la muerte de Hattusil I entre los años 1620 a.C. y 1590 a.C.

Según sabemos por un documento encontrado denominado las “Lamentaciones de Hatusil”, Hattusil escoge a su nieto Mursil en lugar del “ingrato” de su hijo para sucederle. Estrechó los lazos algo débiles que unían la confedereación de ciudades-estado e incorporó éstos al primer Imperio Hitita, llegando a ser la tercera potencia de Oriente Medio, junto con Babilonia y Egipto. Continuó la política expansionista derrotando a los hurritas y destruyendo el reino de Alepo, en cuya empresa había fracasado Hattusil. Protagonizó una incursión contra la ciudad de Babilonia en el año 1595 a.C. Pero era evidente que Mursil no podría conservar una ciudad situada a dos mil kilómetros de Hattusas, la capital del Imperio, y mucho menos incorporarla al Imperio. Esta incursión coincidió con el fin de la dinastía de los amorreos; cuyo último rey fue Samsuditana. Se ignora si este hecho fue consecuencia de la expedición de Mursil o una simple coincidencia.

Tras finalizar la campaña Mursil regresó A Hattusas. Al poco tiempo, en el 1590 a.C murió víctima de un complot encabezado por su cuñado Hantil I (Hantilish), quien se convirtió en el nuevo rey hitita.

 

Anales de Mursilis (Neo-Hitita)

 

Año 3; Le envié a Uhhaziti I un mensajero, diciéndole: "De mis súbditos que huyeron a tu reino ninguno de has entregado, pues porque yo los quiero y no me los entregas, y me tratas como a un chiquillo tomándome por un niño, ¡adelante!, vamos a la guerra, y el dios de la Tormenta, mi dios, decida entre nosotros". Asi que me puse en camino, y al llegar al Monte, mi dios, el dios de la Tormenta, Lawasa, desplegó el poder de su rayo; mis ejércitos vieron el rayo de mi dios y lo mismo el pais de Arzawa. Como el rayo de mi dios caí sobre Arzawa y destruí Apasa, la ciudad de Uhhaziti.

Año 4; Conquisté Manappa-Datta sobre el río Seha y la sometí a vasallaje. Regresé al país de Mira y lo fortifiqué. Construí las ciudades de Arsanini, Sarawa, e Impa y se las entregué a mis tropas para que las habitasen. También les di la ciudad de Hapanuwa. En Mira, elevé a Mashuiluwas como señor, diciéndole: "Tú, Mashuiluwas, vinistes a mi padre como un fugitivo y mi padre te amó, te dio por mujer su hija, mi hermana Muwatis. Y sin embargo mi padre no pudo luchar tu guerra ni avanzar contra tus enemigos. Pero yo he luchado por tí, he destruido a tus enemigos. He levantado ciudades nuevas y por este poder te elevo sobre Mira como señor"

Año 10; Entonces, cuando las gentes Azzi veron que por mi poder levantaba ciudades y conquistaba paises, bajaron a mí desde sus ciudades en los riscos y desde sus castilllos en las rocas de las montañas descendieron y se arrodillaron ante mí, diciendo: "Señor nuestro, no nos destruyas. Sé nuestro y manda nuestros ejércitos, nosotros te proveeremos con infantería y carros de guerra, y los fugitivos que estén entre nosotros te los enviaremos, oh rey y señor nuestro". Asi pues, en mi Majestad no los destruí y los tomé por súbditos. Y pues que el año se acercaba a su fin no entregué Azzi a mis tropas, sino que puse a Azzi bajo juramento de vasallaje, y refresé a Hattusas para pasar el invierno".

 

Hantil I

 

Hantil alcanzó el trono asesinando con la ayuda de su yerno, Zidanta, a su predecesor y cuñado, Mursil I, probablemente cuando éste volvía de una campaña militar en Siria. Aunque se desconocen muchos detalles de su reinado, éste probablemente abarcó el periodo comprendido entre 1590 y 1560. Comenzó su reinando continuando las campañas sirias que tanto éxito habían tenido en tiempos de Hattusil I y Mursil I, pero pronto sufrió una serie de invasiones hurritas, que saquearon gran parte del reino hitita. Su reinado alcanzó un brusco final cuando fue asesinado, junto a su hijo Pisseni y sus nietos, por Zidanta, su yerno y cómplice en la conjura contra Mursil I.

 

Zidanta I

 

Zidanta gobernó durante un periodo de tiempo indeterminado, aproximadamente en la década de 1550 a.C. Yerno de su antecesor, Hantil I, participó en el asesinato de Mursil I que permitió a su suegro alcanzar el poder. Transcurridos treinta años de reinado de Hantil I, asesino a éste y algunos de sus descendientes para alcanzar el trono hitita. No se conoce mucho de su reinado, ya que no han quedado pruebas documentales y fue rápidamente asesinado por su hijo, Ammuna.

 

Ammuna

 

Ammuna gobernó el país aproximadamente durante 20 años (1550-1530), tras asesinar a su antecesor y padre, Zidanta I. Estos desórdenes dinásticos, unidos a una grave sequía, debilitaron mucho al reino, y permitieron a sus vecinos, sobre todo en Anatolia occidental, alzarse en armas contra los hititas, lo que provocó la rebelión de algunas de las ciudades conquistadas por sus antecesores, como Tipiya, Hapisna, Parduwata o Hahha, posiblemente privando a los hititas de las rutas a Siria. A su muerte, probablemente debida a causas naturales, Huzzia I, cuyas relación exacta con Ammuna es desconocida, le sucedió.

 

Huzzia I

 

Huzzia sucedió a Ammuna y gobernó durante un periodo de tiempo que se estima breve pero que no se conoce con exactitud. Las fuentes disponibles acerca de Huzzia no aclaran su relación con Ammuna, pero si el hecho de que tuvo que asesinar a dos hombres, Titti y Hantili. Mientras que algunos expertos postulan que Huzzia es un hijo menor de Ammuna, que mató a dos de sus hermanos para acceder al trono, otros, creen que Huzzia es el hermano de la esposa de Telebino, otro de los hijos de Ammuna. Al poco tiempo de tomar el poder, Huzzia perdió el poder a manos de una rebelión encabezada por su cuñado Telebino, que le desterró y asumió el trono.

 

Telepinu o Telebino

 

Telepinu sucedió a su cuñado Huzzia I tras dar un golpe de estado, y gobernó durante un periodo estimado de 25 años (1525-1500). Al contrario que sus antecesores, al asumir al trono no ordenó asesinar a su inmediato predecesor, sino que se conformó con su destierro. Telepinu parece haber creido firmemente que una de las razones de la decadencia del reino hitita era el continuo derramiento de sangre dentro de la familia real y se propuso evitarla a toda costa. En cuanto tuvo asegurado el orden interno, Telepinu intentó obligar a las ciudades rebeldes que habían surgido durante los conflictos dinásticos a volver a la obediencia hitita, logrando éxito señalados, entre los que destacan varias campañas militares contra el reino de Kizzuwadna, que se había formado en la frontera con Siria durante los tiempos de Ammuna; estas campañas obligaron a Kizzuwadna a firmar una alianza con Telepinu. Tras estos éxitos en política exterior, y debido al probable asesinato de su mujer y uno de sus hijos, Ammuna (al que no hay que confundir con el rey del mismo nombre), Telepinu se centró en establecer unas normas claras de sucesión que evitaran el derramiento de sangre. Estas normas, contenidas en el documento conocido como Edicto de Telepinu, establecen la primacia de los hijos varones sobre los yernos del rey, aunque deja libertad a éste para escoger cual de todos sus hijos debía sucederle. El edicto es también un documento importante, ya que incluye una 'justificación' con abundante material histórico, que ha ayudado a establecer los hechos de monarcas anteriores.

Telepinu murió sin dejar descendientes varones, así que según las normas de su propio edicto, el heredero fue uno de sus yernos, Alluanna

 

El Edicto de Telepino

 

Entonces cuando Huzziyas llegó a ser rey y yo, Telepino, me casé con mi hermana Istapariya, Huzziyas quiso matarnos, pero lo cosa se supo y yo, Telepino, me impuse a mis enemigos. Huzziyas tenía cinco hermanos, pero, yo, Telepino (en lugar de matarlos) le dí casas para que vivieran, diciendo: "Dejadlos que vivan, que coman y beban y nadie les haga daño". Yo, Telepino dije: "Ellos intentaron matarme, pero no yo no los mataré". Cuando Yo, telepino, me senté en el trono de mi padre, guerreé contra la ciudad de Hassuwas y la destruí. Mi mano alcanzó también a Zizzilippas, y hubo batalla.

El derramamiento de sangre vio a ser una costumbre en la familia real. Istapariya, la reina, murió. Y al poco el príncipe Ammunas murió también. Los hombres de dios comenzaron a decir: “Mirad, en Hattusas el asesinato real es el pan de cada día”. Asi pues yo, Telepino, reuní el consejo de Hattusas, y dije: “De ahora en adelante que nadie se alce contra un príncipe de la casa real para matarlo. Únicamente un príncipe de sangre real subirá al trono. Si no hay príncipe de línea real directa, que sea coronado un príncipe de segunda línea. Si no hay heredero masculino, que el marido de una princesa de línea real directa sea rey. En el futuro, quienquiera llegue a ser rey despues de mí, deje vivir a sus hermanos, hermanas y sus hijos, y sus ejércitos sean uno solo. Y al frente de sus ejércitos salga en guerra y conquiste. Y no se diga: Los ha perdonado. Que ni el perdón ni el arresto son buenos. Asesinar a los miembros de la familia real, eso no es bueno. Al contrario, sean sus hermanos y hermanas su consejo real. Y si actúa distintamente, díganles con franqueza: Estudia los archivos, y verás que los dioses los han preservado para que el rey recuerde que el asesinato de la familia real era una costumbre”.

 

Alluanna

 

Alluanna yerno y sucesor de Telebino, gobernó durante un lapso de tiempo indeterminado, en los llamados años oscuros de la monarquía hitita (periodo también conocido como reino medio hitita). Los escasos documentos que han sobrevivido parecen indicar que murió asesinado por su sucesor, Tahurwaili

 

Tahurwaili

 

Tahurwaili sucedió a Alluanna. Su reinado forma parte del llamado reino medio hitita o periodo oscuro. (En el Rescripto de Telebino, aparece un Tahurwaili que asesinó a Titi, hijo del rey hitita Ammuna para ayudar a Huzzia I a hacerse con el trono a la muerte de Ammuna; posteriormente, cuando Huzzia perdió el trono a manos de Telebino, este Tahurwaili tuvo que exiliarse. Algunos historiadores identifican al Tahurwaili colaborador de Huzzia con el rey que asesinó a Alluanna, aunque hasta ahora no se ha encontrado prueba alguna). Tahurwaili renovó el tratado de Alianza con Kizzuwadna que firmó Telebino, en el único acto conocido de su reinado. Fue sucecido, en circunstancias no aclaradas, por Hantil II, a quién algunos historiadores consideran hijo de Alluanna

 

Hantil II

 

Hantil, posible hijo del anterior rey Alluanna, sucedió a Tahurwaili en circunstancias desconocidas. Durante el gobierno de Hantil II, los kaska, bárbaros del Ponto, invadieron por primera vez el imperio hitita, conquistando Tiliura y Nerik, ésta última muy importante desde el punto de vista religioso. Hantil II, al igual que Tahurwaili, renovo la alianza que Telebino firmo con Kizzuwadna. Fue sucedido por Zidanta II, cuya relación familiar con Hantil se desconoce.

 

Zidanta II

 

Zidanta sucedió a Hantil II, sin que resulte muy clara la relación familiar entre estos dos reyes. Poco se sabe sobre su gobierno, excepto que es probable que hubiera una guerra entre el reino hitita y Kizzuwadna, según se puede deducir del tratado de paz que firmaron posteriormente ambos estados, y del que se han conservado fragmentos que demuestran la relativa debilidad de los hititas durante el periodo oscuro. Zidanta II fue sucedido por Huzzia II, cuya relación con Zidanta es desconocida.

 

Huzzia II

 

Huzzia sucedió a Zidanta II. Murió asesinado por su sucesor, Muwatallis I.

 

Muwatallis I

 

Muwatallis sucedió a Huzzia II tras asesinarle. Y a su vez murió asesinado a manos de dos hombres de su séquito, Kantuzzili y Himuili, quienes, según algunos historiadores, podrían ser hijos de Huzia II. Fue sucedido por Tudhalia I, el primer gobernante del reino nuevo hitita.

 

Tudhalia I

 

Tudhalia sucedió a Muwatallis I tras el asesinato de éste ultimo, y gobernó desde el 1430 al 1400. Los hechos de su reinado son difíciles de determinar por dos razones: la primera, es que no se sabe el número exacto de reyes hititas llamados Tudhalia, lo que a veces lleva a dividir este periodo entre Tudhalia I y Tudhalia II, llegándose a veces a hablar de Tudhalia I/II; la segunda es que durante parte de su reinado, su yerno y sucesor, Arnuanda I fue corregente, lo que dificulta separar los hechos que sucedieron durante el reinado de Tudhalia de los que sucedieron al comienzo del reinado de Arnuanda I. No obstante, existe un consenso sobre las gran expansión hitita durante este periodo, que continuará durante gran parte del reino nuevo. Parece bastante claro, sin embargo, que al llegar al trono tras ser asesinado su predecesor, Muwatallis, tuvo que enfrentarse a una guerra civil lanzada por algunos funcionarios y familiares del anterior rey. Este enfrentamiento sin embargo, se resolvió pronto, dejando a Tudhalia con las manos libres para lanzar a los ejércitos hititas contra los reinos de Anatolia occidental (región conocida por los hititas como Arzawa), donde se formaban, con cierta frecuencia, alianzas anti-hititas. Tras varias campañas exitosas, Tudhalia logró someter la región, de la que obtuvo un rico botín. El siguiente objetivo de Tudhalia fueron las tribus kaskas, que amenazaban continuamente la frontera norte del reino (cerca de la capital, Hattusa), desde los tiempos de Hantil II. Aunque Tudhalia no logró una victoria completa, forzó la retirada de los kaskas de sus puestos más meridionales. Tras lograr estas victorias contra los kaskas, Tudhalia volcó su atención en la frontera oriental de los hititas, donde había tenido problemas con el reino vasallo de Isuwa que se rebeló repetidamente, con el apoyo del reino hurrita de Mitanni. Después de renovar, una vez más, los lazos entre los hititas y Kizzuwadna, Tudhalia atacó Mitanni, cosechando diversos éxitos, entre los que podría contarse la conquista de Alepo. Fue sucedido, como ya se ha mencionado, por Arnuanda I.

 

Arnuanda I

 

Arnuanda sucedió a su suegro Tudhalia I, gobernó en solitario desde 1400 al 1385. Además, durante un periodo no determinado, ejerció la corregencia con Tudhalia I. Aunque parece que contribuyó activamente a las victorias militares de su predecesor, Tudhalia I, su propio reinado se caracterizó por una crisis del poderío hitita, causada principalmente por las invasiones kaskas y de Arzawa de las ciudades norteñas y la alianza entre Mitanni y Egipto, que bloqueó la expansión hitita por el este, y animó a los más díscolos de sus vasallos. Estas invasiones y rebeliones dejaron el reino al borde del caos cuando murió Arnuanda I, dejando en una situación muy complicada a su hijo y futuro heredero, Tudhalia II, aunque existe una controversia sobre un rey hitita no documentado, Hattusil II, que para algunos historiadores sucedió a Arnuanda.

 

Tudhalia II

 

Tudhalia sucedió a su padre Arnuanda I en el trono de Hattusa, gobernando desde 1385 hasta algun momento anterior al 1360 a.C.

Heredó una situación muy complicada para el imperio hitita, con las tribus kaskas saqueando el norte del país, una alianza entre Mitanni y Egipto en Siria, y estados de Arzawa en Anatolia Occidental en plena ebullición (y reforzados por la amistad egipcia). Parece ser que durante los primeros momentos del reinado de Tudhalia II (o al final del reinado de Arnuanda I), la capital, Hattusa, fue capturada por los kaskas e incendiada. Tudhalia, refugiado en la ciudad de Samuha, reunió los restos del ejército real y lanzó sucesivas campañas contra los kaska, debilitándoles y forzándoles a abandonar Hattusa; aun así, los kaskas y sus aliados fueron una molestia continua durante el reinado de Tudhalia, interrumpiendo en no pocas ocasiones exitosas campaña hititas al forzar una nueva defensa de Hattusa. Tras estas victorias, Tudhalia sometió a antiguos estados vasallos de la frontera oriental (por ejemplo, la ciudad de Arawana), y se volvió contra los reinos de Arzawa, obteniendo de nuevo grandes éxitos, pero sin ser capaz de lograr una victoria total. Al final del reinado de Tudhalia, el reino hitita se había recuperado de los desastres anteriores, y controlaba casi la totalidad de Anatolia. Parece que gran parte del éxito de Tudhalia se debió a la habilidad de su hijo, Shubiluliuma I, que se convertiría, posteriormente, en uno de los reyes más famosos de todo el imperio hitita.

La sucesión de Tudhalia es un asunto espinoso: aunque está claro que su hijo Tudhalia III acabó gobernando, y que éste fue sucedido por Shubiluliuma I, algunos documentos existentes parecen apuntar a un rey intermedio, Hattusil II. Sin embargo, hay historiadores que consideran que Hattusil II gobernó antes que Tudhalia II.

 

Shubiluliuma I

 

Shubiluliuma I, también conocido como Suppiluliuma, fue uno de los reyes hititas más famosos y exitosos, que gobernó desde el momento, no determinado con exactitud, en que su hermano Tudhalia III murió a manos de una conspiración de oficiales hititas (probablemente instigada por el propio Shubiluliuma) hasta el año 1322 a.C. Shubiluliuma destacó pronto por sus habilidades militares, cobrando importancia ya durante el reinado de su padre, Tudhalia II, en las campañas contra los kaskas que habían capturado la capital, Hattusa, así como en las diversas expediciones de Tudhalia II contra los reinos de Arzawa y las potencias vasallas de la frontera oriental. A pesar de su valía como militar, no fue el heredero de Tudhalia II, lo que probablemente, le llevó a participar en la conspiración antes mencionada contra Tudhalia III, momento a partir del cual comenzó su reinado.

Al subir al trono, Shubiluliuma se encontró con invasiones de su frontera oriental por parte de vasallos de Mitanni, como Issuwa; aunque logró rechazar esas invasiones, sus fuerzas no fue capaz de causar daños considerables a Mitanni. Dadas las circunstancias, Shubiluliuma aplicó todas las medidas diplomáticas a su alcance, firmando una alianza con los cassitas de Babilonia y fomentando una guerra civil interna entre los distintos pretendientes al trono de Mitanni, para debilitar el reino enemigo.

Precisamente, cuando el rey de Mitanni, Tushratta lanzó una expedición contra el reino de Nuhasse, vasallo de los hititas, como castigo contra el apoyo que este reino, junto al imperio hitita, daba a su hermano y rival por el trono, Artatama II, Shubiluliuma declaró la guerra a Mitanni. Esta guerra, llamada la "Primera Guerra Siria" de Shubiluliuma, fue un éxito rotundo, ya que los hititas conquistaron una buena parte del territorio occidental de Mitanni, y establecieron gobernantes vasallos en reinos tan importantes como Nuhasse, Ugarit y Kadesh. Sin embargo, Mitanni no estaba aun completamente derrotado, lo que hizo que Shubiluliuma lanzara la "Segunda Guerra Siria" algunos años después, en la que logró conquistar la importante fortaleza de Carkemish y reducir a Mitanni a la condición de estado tributario bajo el mando de Shattiwaza, hijo de Tushratta.

Para organizar todas las conquistas hititas, Shubiluliuma creó dos virreinatos, en Carkemish para su hijo Piyassili (posteriormente conocido como Sarri-Kusuh), y en Alepo para su hijo Telebino. Estos dos virreinatos se mantuvieron durante los sucesores de Shubiluliuma y se convirtieron en una importante institución hitita que permitia controlar la nueva frontera oriental del imperio. Gracias a ellos, Shubiluliuma pudo dedicar sus energías a mantener a raya a los kaskas y a los reinos de Arzawa.

La gran expansión hitita durante el reinado de Shubiluliuma provocó la hostilidad de sus vecinos, Asiria y Egipto. Asiria, en particular, intentó aprovecharse de la desaparición de Mitanni, conquistando a antiguos vasallos orientales de este reino, e intentando apoyar a miembros anti-hititas de la familia real de Mitanni, como Shuttarna III, aunque la fuerza de la presencia hitita en la zona impidió a Asiria hacer grandes avances.

Egipto, por otro lado, consideraba el dominio hitita sobre su antiguo aliado Kadesh como una afrenta, y parece que comenzó a preparar esfuerzos militares para su reconquista - sin embargo, la muerte del faraón Tutankamón provocó que su viuda, Ankesenamón, solicitara a Shubiluliuma que enviara a uno de sus hijos para convertirse en el nuevo gobernante egipcio. Shubiluliuma, viendo una inmensa oportunidad para colocar a su familia al frente de uno de los reinos más importantes de su época, envió a su hijo Zannanza, pero este fue asesinado durante su viaje, y Ay se convirtió en faraón, por lo que Shubiluliuma declaró la guerra a Egipto, capturando varias ciudades y muchos prisioneros. Esta rivalidad con Egipto se convirtió en recurrente durante la historia hitita, dando lugar, entre otros hechos, a la famosa Batalla de Kadesh.

Shubiluliuma murió a causa de una epidemia traída por los prisioneros de guerra egipcios, y fue sucedido por su hijo mayor, Arnuanda II, mientras que sus hijos Sarri-Kusuh y Telebino conservaron sus virreinatos en Carkemish y Alepo.

 

Arnuanda II

 

Arnuanda hijo y sucesor de Shubiluliuma I, gobernó durante aproximadamente año y medio (1322-1321). Como primogénito de Shubiluliuma, participó en algunas campañas militares de éste, especialmente en la Segunda Guerra Siria contra Mitanni y la guerra con Egipto. Precisamente en esta última guerra se capturaron muchos prisioneros, que llevaron al reino hitita una epidemia que acabó con la vida de Shubiluliuma I, y, algún tiempo después, también con la de Arnuanda II. Fue sucedido por su hermano menor, Mursil II.

 

Mursil II

 

Mursil hijo menor de Shubiluliuma I, sucedió a su hermano Arnuanda II, gobernando desde 1321 al 1295 aC.

Siendo el menor de los hijos de Shubiluliuma, parece que se tuvo que conformar con un puesto de jefe de la guardia real, al copar sus hermanos los grandes cargos hititas de la época. Sin embargo, al ser asesinado su hermano Zannanza en un viaje a Egipto, y fallecer, posteriormente, tanto Shubiluliuma I como Arunanda II víctimas de una peste traída por cautivos egipcios, se convirtió en rey, con el apoyo de sus hermanos Sarri-Kusuh y Telebino, virreyes de Carkemish y Alepo. La ascensión al trono de un rey tan joven y tan poco experimentado provocó reacciones hostiles entre los kaskas, que ya habían iniciado una invasión en tiempos de Arnuanda II, los reinos vasallos de Siria y los reinos de Arzawa en Anatolia occidental. Los kaskas eran, probablemente, la amenaza más peligrosa, por su cercanía a la capital, Hattusa, por lo que Mursil se volvió primero contra éstos, y, al cabo de dos años, logró rechazarlos. Con los kaskas temporalmente calmados, se volvió contra Arzawa, castigando a los instigadores de la coalición anti-hitita, los reinos de Arzawa menor y del país del Rio Seha. Tras estas campañas en el Oeste, Mursil tuvo que volver al Norte, ya que los kaskas tenían un nuevo caudillo, Pihhuniya, de considerable habilidad política. Mursil logró derrotar a Pihhuniya y capturar algunos territorios al nordeste de Hattusa. Calmado el Norte y el Oeste del país, Mursil, en el séptimo año de su reinado, pudo prestar toda la atención necesaria a los levantamientos en Siria, donde, con la ayuda de sus hermanos, los virreyes de Carkemish y Aleppo, Mursil logró sofocar a los vasallos que no se habían mostrado leales y derrotar a una expedición egipcia en apoyo de los rebeldes. No obstante, la muerte del virrey de Carkemish, Sarri-Kusuh, poco tiempo después, provocó más revueltas e incluso una invasión asiria, obligando a Mursil de nuevo a someter a todos los vasallos y expulsar a los asirios de Carkemish. Tras lograr por fin la paz en Siria, Mursil hubo de enfrentarse a los frutos de haber dedicado su atención a la zona oriental del reino: más rebeliones en Arzawa, que sofocó con efectividad, hasta el punto de que probablemente sometió a todos los reinos de Arzawa, y nuevas invasiones kaskas, que también pudo repeler, aunque a un coste mayor. Para evitar nuevas rebeliones y repoblar el núcleo del imperio hitita, gravemente afectado por la enfermedad que comenzó con su padre Shubiluliuma, Mursil instauró la práctica del traslado forzoso de población, que se convirtió en una práctica habitual de sus sucesores.

Mursil destacó entre los reyes hititas por su religiosidad - creía que la epidemia que asoló el imperio hitita, era un castigo de los dioses por el asesinato de su tío Tudhalia III a manos de su padre, Shubiluliuma, y pidió perdón en numerosas ocasiones por ello. Además, parece que sufrió un ataque en los últimos años de su reinado, que le afectó al habla y que él también interpretó como una muestra del disgusto de los dioses. El reinado de Mursil es muy importante desde el punto de vista historiográfico, ya que durante su reinado se compusieron tanto los Anales de Shubiluliuma I como dos anales sobre los primeros años de reinado de Mursil. Además, en el décimo año de su gobierno, hubo un eclipse solar (1312 aC) que ayuda considerablemente a datar toda la cronología hitita.

Mursil fue sucedido por su hijo Muwatallis II.

 

Muwatallis II

 

 Muwatallis II (1295-1272 aC), famoso por su participación en la Batalla de Kadesh, era hijo de Mursil II y le sucedió sin problemas a su muerte. Al comienzo de su reinado tuvo que enfrentarse con ciertas rebeliones en Arzawa, lideradas por un noble hitita, Piyamaradu; estas revueltas fueron sofocadas tras una serie de campañas exitosas, aunque Piyamaradu buscó refugio en los reinos vecinos, y continuó intentando alzar a los reinos de Anatolia occidental en revuelta.

El ascenso en Egipto de la decimonovena dinastía hizo a Muwatallis temer por la seguridad de las posiciones hititas en el Levante y Siria. Para tratar de combatir el renacimiento egipcio, Muwatallis tomó la decisión de trasladar la capital desde Hattusa a Tarhuntassa, situada más al Sur, y por tanto, más cerca de los territorios amenazados por los egipcios y más lejos de los kaskas; Muwatallis encomendó la protección del norte del reino a su hermano Hattusil III, que logró arrebatar bastante territorio a los kaskas. Parece ser que mientras Muwatallis se preparaba para el choque contra Egipto, Asiria capturó el reino de Mitanni, que, por esta época, era sólo una sombra de su antiguo poderío.

Con el ascenso al trono del enérgico Ramsés II en Egipto, la guerra se hizo inevitable. En el cuarto año de su gobierno, Ramsés II partió hacia Siria, y en el quinto año de su gobierno (que según el criterio cronológico en uso para los reyes hititas, fue el 1274 aC) tuvo lugar la Batalla de Kadesh; aunque el resultado de esta batalla no está claro, parece que Ramsés II fue incapaz de realizar conquista alguna, mientras que los hititas lograron aumentar su red de vasallos en la zona.

Poco después de la batalla de Kadesh, Muwatallis falleció, dejando el trono para su hijo Urhi-Teshub, que gobernó con el nombre de Mursil III.

 

Mursil III

 

Urhi-Teshub (Mursil III, 1272-1265), fue famoso sobre todo por su tormentosa relación con su sucesor y tío, Hattusil III. Hijo de Muwatallis II a través de una esposa de segundo rango, aunque no le incapacitaba para gobernar, devino una excusa para que algunos vasallos se levantaran contra él cuando ascendió al trono. El decidido apoyo de Hattusil III, al que Urhi-Teshub confirmó como gobernante del norte del reino, le ayudó a salvar la situación.

Una vez asegurado en el trono, Urhi-Teshub volvió a llevar a la corte a Hattusa, restaurando la antigua capital a su elevada posición dentro del reino, aunque la capital de Muwatallis II, Tarhuntassa, no quedo abandonada (siguió siendo una importante ciudad hitita, sede del hermano de Urhi-Teshub, Kurunta).

En política exterior, Urhi-Teshub heredó una guerra con Egipto en el Levante y Siria y la amenaza de una Asiria que había conquistado los restos de Mitanni en el extremo oriental del reino. Debilitados los egipcios por la Batalla de Kadesh en tiempos de su padre, Urhi-Teshub volcó su atención en Mitanni, donde intentó instaurar a un vasallo hitita, el rebelde Wasashatta, pero su iniciativa fracasó, y Mitanni siguió bajo control asirio.

Mientras Urhi-Teshub fracasaba en Mitanni, su tío Hattusil reconquistó Nerik, una de las ciudades santas de los hititas, perdida desde tiempos de Hantil II. Esto llevó a Urhi-Teshub a temer una rebelión de su tío, por lo que intentó despojarle de sus cargos; viéndose en una situación forzada, Hattusil se rebeló contra su sobrino y en poco tiempo le despojó del trono.

Urhi-Teshub huyó a la corte de Ramsés II en Egipto, momento a partir del cual no se sabe nada de su vida.

 

Hattusil III

 

Hattussil (1265 -1237) destacó por su habilidad militar durante su juventud y posteriormente, por sus tratados de paz. Hijo de Mursil II y hermano menor de Muwatallis II, cuando éste último ascendió al trono y trasladó la capital a Tarhuntassa, Hattusil quedó encargado de la defensa de la frontera norte del reino contra las tribus kaskas, cargo en el que demostró habilidad como militar y como líder. Confirmado en el cargo durante el reinado del hijo de Muwatallis Urhi-Teshub, reconquistó la ciudad sagrada de Nerik, lo que le otorgó aún más prestigio. Temeroso de su influencia y liderazgo, Urhi-Teshub intentó despojarle de su cargo, lo que provocó una breve guerra civil que Hattusil ganó. Alcanzó el trono, por tanto, con bastante experiencia de gobierno, y la aplicó en intentar lograr un reinado pacífico, para lo cual, nombró al hermano menor de Urhi-Teshub, su sobrino Kurunta, gobernador de Tarhuntassa, que había dejado de ser la capital en el reinado de Urhi-Teshub. En el exterior cultivó buenas relaciones con Babilonia, con Egipto - firmando un tratado de paz para acabar con las hostilidades mantenidas desde tiempos de Muwatallis - y con Asiria, reino al que reconoció el dominio sobre Mitanni al negarse a apoyar al rebelde mitanno Sattuara II.

A pesar de sus intenciones pacíficas, tuvo que lidiar con los kaskas en el norte y con un levantamiento en Arzawa, encabezada por el rebelde Piyamaradu (ya activo en tiempos de Muwatallis), siendo incapaz de obtener éxitos significativos.

A su muerte, fue sucedido por su hijo Tudhalia IV, designado heredero en lugar del primogénito Nerikkaili, por razones que no están del todo claras.

 

The Apology of Hattusilis III (Classical Neo-Hittite)

 

2 Proclamaré el Poder Divino de Ishtar; que el mundo lo oiga. Y de aquí en adelante, entre los hijos y los nietos de mi estirpe, sea dada reverencia a Ishtar.

3 Mi padre, Mursilis, tuvo cuatro hijos, Halpasulupis, Muwattallis, Hattusilis and Massanauzzis, una niña. De los cuatro yo fui el más joven, y siendo niño, y como tal un atontado, Ishtar, My Señora, suscitó en mi hermano Muwattalis un sueño sobre m,, para mi padre, que decía : "Los años de Hattussilis no serán mucho sobre la tierra. No vivirá por mucho tiempo. Dámelo para que se sirva en mi templo. Yo hare que viva". Mi padre me ofreció al servicio de la deidad, y como sacerdote de Ishtar ofrecí sacrificios. Mi Señora me tomó de su mano y dio prosperidad.

9 Cuando volví de la tierra de Egipto me acerqué a la ciudad de Lawanzantiyas para ofrecer libaciones y sacrificios a la Diosa. A su mandato tomé por esposa a Puduhepa, la hija de Pentipsarris, sacerdote. La Diosa nos bendijo com amor de esposos y tuvimos hijos e hijas. La Diosa, Mi Señora, se me apareció en sueños y me dijo : "Sirveme para siempre, tú y tu casa". Y yo asi lo hice. Y la Diosa hizo prosperar mi casa porque mi casa la sirvió, y mi Señora Ishtar derramó su favor sobre mi casa.

 

THE GREAT QUEEN PUDUHEPA and THE GREAT KING HATTUŞILI III

Tudhalia IV

 

Tudhalia con él el imperio alcanzó su cenit. Gobernó desde 1237 a 1209, con una breve interrupción en 1228, cuando su primo Kurunta tomó el poder. Hijo de Hattusil III, fue escogido por delante de sus hermanos para reinar, sin que las razones para ello estén muy claras. A la muerte de su padre, alcanzó el trono sin disputa alguna; es posible, aunque no está muy bien documentado, que fuera corregente durante los últimos años de Hattusil.

Los primeros problemas de Tudhalia tuvieron que ver con las rebeliones en Arzawa que Hattusil fue incapaz de apaciguar. Una enérgica intervención permitió a Tudhalia sofocar las revueltas, e instalar un régimen vasallo en Milawata, uno de los pocos reinos que aún se oponían abiertamente al imperio hitita en Anatolia.

La amenaza más seria y duradera para los hititas, era, sin embargo, Asiria. Con el ascenso al trono asirio de Tukulti-Ninurta hubo guerra entre los dos estados, al intentar conquistar Tukulti-Ninurta las tierras Nihriya, muy próximas a la frontera del imperio hitita. Para responder a esta amenaza, Tudhalia llevó a su ejército a Nihriya, donde tuvo lugar la batalla del mismo nombre, que acabó en una rotunda victoria asiria. Sin embargo, aparte del golpe al prestigio de Tudhalia, no hubo excesivas consecuencias, ya que después de apoderarse de Nihriya, Tukulti-Ninurta se centró en la conquista de Babilonia.

Probablemente aprovechando las circunstancias de esta derrota hitita, Kurunta dio un golpe de estado en 1228 aC, que fue definitivo, al recuperar Tudhalia el gobierno en el mismo año. Sin embargo, todo lo que rodea a este golpe es un misterio, debido a la escasez de documentación relativa a Kurunta - y es posible que el golpe no llegara a producirse. De cualquier forma, algún hermano de Kurunta (o el propio Kurunta), conservó el poder en Tarhuntassa durante todo el reino de Tudhalia.

La segunda parte del reinado de Tudhalia fue más exitosa, ya que logró imponer su dominio a Alasiya (un reino de fronteras no determinadas en Chipre), convirtiéndolo en estado vasallo. Alasiya era muy importante, porque controlaba el comercio en el Mediterráneo oriental, incluyendo los indispensables suministros de materias primas que tanto necesitaban los hititas.

Al morir Tudhalia, el trono pasó a su hijo, Arnuanda III

 

Arnuanda III

1209-1207. Hijo de Tudhalia IV, ascendió al trono a la muerte de éste (aunque para algunos, Kurunta, primo de su padre, intentó dar un golpe de estado). Tuvo una pronta muerte, y fue rápidamente sucedido por su hermano Shubiluliuma II .

 

Shubiluliuma II

 

Shubiluliuma II fue el último rey hitita, con el que la historia del imperio llega a su fin. Hijo de Tudhalia IV y hermano de Arnuanda III, ascendió al trono con la temprana muerte de este último. Al comienzo de su reinado se enfrentó a los mismos problemas que sus inmediatos antecesores, con algunas revueltas en Arzawa, en Tarhuntassa, en Alasiya y en Siria. Aparentemente, fue capaz de sofocar todas estas rebeliones. Sin embargo, pronto se vio bajo la amenaza de los Pueblos del Mar, que asolaron todo Oriente Próximo. El imperio hitita, probablemente debilitado por las luchas internas y la dependencia excesiva de los refuerzos proporcionados por los vasallos, no fue capaz de resistir la acometida y despareció de la historia, aunque el virreinato de Carkemish y el reino de Tarhuntassa sobrevivieron durante algún tiempo