Cristo Raul "EL VENCEDOR EDICIONES"

 
 

Historia del

Próximo Oriente Antiguo

ELAM Y SU ENTORNO

El antiguo Elam quedaba situado, más o menos, en territorio del actual Irán, sirviendo de enlace entre los antiguos pueblos del Irán y los centros del Asia anterior. De hecho, los valles de los ríos Kerka (Uknu) y Karun (Ulai), que formaban las puertas de entrada a Elam, no eran más que la prolongación oriental de la llanura mesopotámica. Elam formaba una meseta irregular, rodeada por cadenas montañosas -los montes del Kurdistán lo separaban de Urartu; los montes Zagros, de Mesopotamia; la cadena del Indukush, de la India; los montes de Kopetdaj limitaban por el norte; y los montes de Suleimán, por el sur, separando el mar del desierto de Lut, que ocupaba, junto con el desierto de Kavir más al noroeste, la zona central de Elam. Aunque la distribución geográfica de Elam no es del todo conocida, tomando en consideración su momento de mayor expansión, podemos configurar el territorio en varias regiones:

-Regiones de Pashime y de Sherihum, en la costa del golfo Pérsico, desde Huzistán a Bushir y a lo largo de la misma costa hasta Bandar Abbas, respectivamente.

-Región de Susiana, cercana a la orilla mesopotámica del golfo Pérsico, con capital en Susa.

-Región de Awan al noroeste de Susa.

-Región de Zahara, próxima al Luristán, entre Awan y Susa.

-Región de Idamaraz, entre Gutium y la Susiana.

-Elam propiamente dicho, situado en la zona interior, con capital en Anshan (actual Tell-i Malyan).

-Región de Zabshali, situada al norte de Anshan y hasta el mar Caspio.

-Región de Simaski, situada al este de Zabshali y al norte de Kerman (en la frontera con Marhasi).

Desde el punto de vista climático puede dividirse a Elam en dos zonas: las tierras altas y las tierras bajas. Las tierras altas se corresponden con la zona central de los montes Zagros, ofrecen un clima caracterizado por un invierno relativamente lluvioso y frío, y un verano muy caluroso. Una parte importante del terreno es de roca, sin embargo, existe una extensión apreciable de zona de bosque que da paso a pastos en los niveles más elevados. Conforme se va hacia la meseta y a medida que disminuye la pendiente del terreno, las precipitaciones son menores y los ríos se convierten en estacionales, por lo que escasean los bosques y los pastos. La agricultura es poco productiva y no existe irrigación. Las tierras bajas de Elam constituyen el Huzistán donde se aprecian una zona árida, situada al sur de Ahwaz, muy poco lluviosa y sin importancia al combinar pantanos salinos con el árido desierto. Una zona semiárida, que se extiende desde Ahwaz hasta las colinas del Agha Jari, a unos pocos km al sur de Susa y Dizful. Y una zona seca, que se extiende desde el límite más superior de la zona semiárida hasta territorios del norte como Deh Luran y los pies de las montañas de los Zagros. El verano es caluroso, mientras el invierno es muy frío. Huzistán es una extensión de la llanura aluvial mesopotámica, alimentada por cinco ríos -el Kerka, el Diz, el Karun, el Marun y el Zuhreh o Hindian-, de los que el Karun es el más importante y el que mayor cantidad anual de sedimentos aporta.

MARHASI.

Era un país asociado habitualmente a Elam, pues para llegar a él había que atravesar el territorio elamita. Con diversos nombres según las versiones -Marhasi, Warakshe, Barakse, Parashum-, se encontraba situado en la frontera con Dilmun, siendo las culturas del valle del Indo -Mohenjo Daro, Chechu Daro y Harappa-, territorios de Marhasi o fronterizos. Conformó más tarde la provincia persa de la Gedrosia, entre Beluchistán y la India. Los textos literarios sumerios lo hacen cuna de piedras preciosas y de grandes riquezas.

Lugalannemundu, rey de Adab, es el primer monarca en mencionarlo. Más adelante aparece en todo su esplendor en la época del imperio de Akad. Así, Sargón de Akad se jacta de ser el vencedor de Marhasi, de quien da los nombres de algunos notables, e incluso de su rey. Rimus volvería a luchar contra la plana mayor de Marhasi, alardeando de haberlo expulsado de Elam. Naramsin tuvo que luchar también contra Hubshumkipi -llamado Tishenki por los hititas-, que se había aliado con Iphurkish en la famosa gran rebelión.

Con los reyes de Ur III vuelve a hacer su aparición de forma importante. Shulgi casaría a una hija suya con un rey de Marhasi; en cambio, sorprende que el famoso Gudea de Lagas no lo mencione a pesar de haber importado materiales de todos los países lejanos para la construcción de su templo al dios Ningirsu. Ibisin e Ishbierra de Isin aún hacen referencia a Marhasi, pero sólo a los efectos de delimitar la frontera oriental de Elam. Lo mismo que sucederá con Hamurabi de Babilonia y Kurigalzu II de la dinastía casita. Por el contrario, Ilummutabil, gobernante de la ciudad de Der, recuerda en una inscripción suya una victoria sobre Elam, Simaski y Marhasi. Tras estas escuetas menciones, Marhasi pierde importancia o interés para los mesopotámicos, pues desaparece de los textos. Su declive corre parejo al de las culturas del valle del Indo. Sólo las cartas de El Amarna harán alguna somera mención de piedras preciosas de Marhasi, incluidas en un recapitulativo de regalos ofrecidos por el rey Tushrata de Mitanni, con motivo de un matrimonio.

Los productos que Marhasi proporcionaba eran de muy diversas clases: osos, perros, ovejas, monos, elefantes, zebus, esteatita, clorita, ágata, cornalina, lapislázuli y cebolla o ajo echalote, cuyos países de destino se ignoran. En cambio se sabe que los metales preciosos llegaban a Nipur y Akad; el lapislazuli a Nipur y el topacio a Dilmun.

Se conocen los nombres de algunos gobernantes. Así, Migirenlil -contemporáneo de Lugalannemundu de Adab-; Abalgamash -de Rimus de Akad-; Hubshumkipi -de Naramsin de Akad-; Libanukshabash y Hashibatal -de Shulgi de Ur-; Arwilukpi y Pariashum -de Amarsin de Ur-; Mashhundahli -tal vez de Ibisin de Ur-. No todos llevan el título de rey; algunos constan como gobernadores o simples mandatarios. 

 

ELAM. INTRODUCCION.

Fue el lugar de la mayor civilización oriental que ha conocido el mundo antiguo. El descubrimiento del mundo elamita se produjo a finales del s. XIX. Aunque el nombre de Elam era ya conocido por la Biblia, sería en el año 1874 cuando apareció por primera vez el término elamita, acuñado por un investigador llamado Sayce. Sin embargo lo sustituyó por la voz amardita, que no tuvo éxito entre los estudiosos. Finalmente Jensen impuso definitivamente, casi veinte años después, el calificativo inicial de elamita. Entretanto, pasaría una década hasta las excavaciones de Susa, llevadas a cabo por una expedición francesa en el año 1884. Una segunda expedición francesa, bajo la dirección de J. de Morgan, daría a conocer la civilización elamita, de un carácter diferente respecto de su vecina mesopotámica.

Susa se fundó hacia el año 4000 a.C. Era un rico emplazamiento con una industria textil extraordinariamente desarrollada. La metalurgia se implantó con lentitud. La cerámica estaba hecha a mano y ennegrecida al humo y, más tarde, decorada con dibujos geométricos en rojo. Esta cerámica ha sido comparada con la del sur del Irán, que es amarillenta con motivos geométricos de animales estilizados. En la glíptica aparece un personaje aparentemente con funciones de jefe militar y oficiante religioso, calificado por algunos como un rey-sacerdote. Rastros de estos susianos se han recogido en Godin Tepe, donde construyeron una pequeña fortaleza que dominaba a una aldea indígena, y también en Tepe Sialk. Abrieron una ruta que llevaba al Irán sudoriental, fundando en la actual Chiraz la ciudad de Anshan (Tall-i Malyan, cerca de Persépolis). Más lejos, levantaron la fortaleza de Tepe Yahya en Kerman, atravesando el desierto de Lut y fundando asimismo el asentamientamiento llamado actualmente Shahr-i-Sokhta, en Seistán.

Una escritura, contemporánea de la sumeria de Uruk IV, que se desarrolló en zonas que más tarde pertenecerían a Elam, ha sido llamada escritura protoelamita, aunque nada tiene que ver con la lengua elamita. Estaba escrita sobre tablillas de arcilla, sin que hasta la fecha se haya podido descifrar. Paralelamente apareció una escritura pictográfica, descubierta en Tepe Sialk, que desapareció muy pronto. Una tercera escritura, considerada como protoelamita avanzado, por la similitud de algunos signos, es denominada escritura lineal elamita -a causa de sus registros, similares a los del lineal cretense- y se reduce a Puzurinsusinak, hasta ahora único soberano que la emplea. Tuvo una amplia extensión geográfica, ya que se ha encontrado en Tepe Yahya, a 200 Km. de Kerman, y en Malyan, pero no se trata del idioma elamita, lengua que ya se escribía en cuneiforme desde la época del imperio de Akad. La lengua elamita se escribía en el sistema cuneiforme, que utilizaban de una manera más evolucionada que los mesopotámicos, pues el empleo de los ideogramas (signos que expresan ideas) o logogramas (signos que representan palabras), estaba muy restringido. Igualmente, la polifonía (distintos valores silábicos de un mismo signo) estaba reducida al máximo, de tal modo que el elamita era en la práctica un sistema silábico, más manejable que el engorroso sumero-acadio. Hacia finales del s. XIX y principios del XX, los lingüistas establecieron los fundamentos del idioma elamita, que pertenece a las lenguas aglutinantes, aunque sin paralelo con ninguna otra, como sucede con las restantes lenguas aglutinantes, por ejemplo casita, hurrita, sumerio o vasco.

La etnia de los elamitas está aún por determinar, si bien pudieran haber sido gentes de piel oscura o negra, de acuerdo con las representaciones que de ellos se tienen en las tumbas vidriadas de Susa y en los bronces encontrados en Luristán, aunque bien es cierto que se trata de documentación tardía. No obstante, una carta de los archivos reales de Mari -principios del II milenio- dice de ellos claramente que eran negros. Sea como fuere, sólo a partir de la dinastía de Simaski, procedente de la India, podríamos hablar del color de piel oscuro de los elamitas, pues con anterioridad poco se sabe de Elam. En cambio, por la tradición bíblica se diría que se trata de una raza semita, pues según el Génesis, Elam es un hijo de Sem y hermano de Asur, Arfaxad, Lud, Aram y Cainam. De este modo, elamitas, asirios, arameos y cananeos tendrían un origen común.

 

ELAM Y AWAN.

Los primeros reyes que dominaron sobre Elam pertenecían a la dinastía de Awan, cuyo fundador se llamaba Peli, y se componía de doce reyes. Esta ciudad de Awan ya había ejercido el poder en Sumer, según la tradición sumeria, en una época protohistórica. Sin embargo, con anterioridad Elam debía ser una región de peso, pues sus conflictos con Sumer empiezan desde muy temprano, precisamente con Enmebaragesi, rey de la I dinastía de Kish (ca. 2700 a.C.), del que se dice que venció a Elam. No volvemos a oir hablar de Elam hasta la época de la I dinastía de Lagas, cuando Eannatum (ca. 2450 a.C.) tuvo que luchar en su propio país, contra los elamitas, a los que consiguió expulsar y posteriormente someter. Esta guerra debió tener importantes repercusiones, dado que este rey la menciona insistentemente, lo que demuestra la enorme importancia de Elam ya en este momento tan lejano en la historia. Nada se dice respecto a sus causas, aunque el imperialismo de Eannatum dejó pocos territorios vecinos sin conquistar. La siguiente información proviene del quinto año de reinado de Enanatum II (ca. 2370 a.C.), rey de la misma dinastía que Eannatum, donde se menciona una incursión elamita en Lagas.

Estas son las pocas noticias de contenido histórico anteriores al imperio de Akad, si se exceptúa una lacónica referencia del rey de Kish, Ennail, que dice haber vencido a Elam. En cambio, las relaciones comerciales entre Elam y Lagas en este periodo reflejan un intenso intercambio de mercancías. Así, Lagas obtenía de Elam, por vía marítima, plantas aromáticas, madera, vestidos y un raro frasco portador de un valioso líquido, puesto que se hace mención habitual de él. La vía terrestre se utilizaba en la obtención de objetos de madera, carros con todos sus arreos, plata, ganado, lana y esclavos, especialmente mujeres. Lagas compraba también productos elamitas en el mercado neutral de la ciudad de Der, al norte, particularmente esencias, aceites, resinas, esclavos y animales, que eran marcados en la misma ciudad, pagando todo ello con plata. A cambio, Elam importaba de Lagas alimentos, como cebada, harina, sebo, trigo, dátiles y queso, así como ungüentos.

Un texto nos informa de una entrega de estaño por Lagas a Siku, gobernador de la ciudad elamita de Urua, para la obtención de bronce, que se fabricaba en Elam debido al alto nivel metalúrgico de los elamitas. Este envío de estaño, que Sumer importaba de Elam o por su mediación, indica que esta ciudad de Urua, aunque elamita por su situación geográfica, debía estar sometida a Lagas ya desde los tiempos de Eannatum, que menciona expresamente su conquista. Otro texto, refiere el envío de ingredientes para la elaboración de cerveza a un funcionario lagasita que se encontraba en Pashime, también en poder de Lagas, pues Eannatum hace mención de su conquista. La tradición literaria sumeria que aborda las relaciones comerciales con Elam, confirma esta información. Del mismo modo las listas lexicales nos ofrecen otra serie de exportaciones elamitas a diversas ciudades de Sumer, e incluso a culturas ajenas al entorno mesopotámico. De este modo, metales preciosos y lapislázuli eran envíados a Nipur; y lana al país de Dilmun; asimismo Elam era renombrado por ciertos géneros, como los carros, perros, higos, piedras preciosas y tronos, que también exportaba, aunque no conocemos el lugar de destino. La riqueza del país de Elam es celebrada por los sumerios, que hacen alusión a ella constantemente. Todo este acervo de bienes, el alto nivel en el trabajo del metal y su situación geográfica, que los convertía en intermediarios de los intercambios comerciales de Sumer con Marhasi, explica las constantes guerras de los sumerios con los elamitas por razones económicas, en su deseo de abaratar los productos lejanos, que pasaban por manos elamitas.

Es el imperio acadio el que nos ha dejado una constancia mayor de sus relaciones con Elam. Ya hemos mencionado las guerras de los reyes acadios. Baste decir que los componentes del ejército elamita se presentan como aliados de Elam, no como regiones integradas en su imperio. La capital Anshan nunca fue conquistada por estos reyes. En ella se refugiaron los elamitas, que unidos a la gente de la costa intentaron sacudirse el yugo acadio. De esta época data el texto elamita más antiguo que se conoce. Consiste en un tratado, conservado fragmentariamente en lengua elamita, celebrado entre Naramsin y un rey cuyo mombre se ha perdido, aunque pudiera tratarse de Helu, el rey de Awan sucesor de Hishepratep. La muerte de Sarkalisarri marcó el fin de la época acadia, durante la cual los elamitas sufrieron su fuerte influencia. Susa se convirtió en una capital provincial, se construyeron en ella numerosos monumentos y fue asociada al circuito comercial de la Baja Mesopotamia; los gobernadores elamitas son designados por el rey de Akad, a quien le están sometidos; las actas oficiales están redactadas también en acadio, idioma del imperio.

Puzurinsusinak, último rey de la dinastía de Awan, era hijo de Shimbishuk y originario de la ciudad de Zaban, capital de Simurrum. La actividad de este rey, fue no sólo militar y conquistadora, sino también constructora y organizativa, lo que hace de él la personalidad política más relevante de la historia de Elam durante el III milenio. Comenzó como gobernador de Susa. Más adelante pasaría a denominarse gobernador de Susa y virrey del país de Elam, nomenclatura propia de los dirigentes servidores del rey de Akad, aunque ya gozaba de cierta independencia, pues dirigió expediciones contra territorios teóricamente sometidos a la autoridad de aquél. Se dedicó a una intensa actividad en Susa, en cuya acrópolis se han encontrado gran cantidad de trofeos suyos y en la que construyó gran cantidad de monumentos, entre ellos estatuas de la diosa Narundi.

De acuerdo con numerosos documentos económicos y administrativos, tenemos una idea aproximada de la sociedad susiana de su época. En este sentido, la propiedad privada de las tierras parece ser que estaba muy extendida; aunque entre los poseedores figuraban los templos, se menciona más a menudo al rey, a su familia, a los funcionarios del palacio y a simples particulares. Para conmemorar la apertura del canal de Sidari, erigió una estatua suya y dispuso todos los días un carnero por la mañana y otro por la tarde; además colocó músicos a la puerta del templo de Insusinak mañana y tarde; dedicó 20 medidas de aceite para embadurnar la puerta, 4 medidas de plata, un emblema de plata y oro, una gran espada y un hacha de 4 lenguas. Se jactó también de reanudar las ofrendas de este dios y de juzgar un juicio justo en su ciudad.

La inscripción más importante de este soberano relata una expedición contra los países de Kimash y Hurtum, que se rebelaron contra él, destruyendo hasta setenta ciudades en un día. Entre las ciudades capturadas se encontraban Hupsana y Huhnur, ciudades elamitas bien conocidas, así como posiblemente también Anshan, la capital de Elam. Se trataba pues de una guerra contra Elam, controlado por la dinastía de Simaski, a la cabeza de la cual se encontraba un rey desconocido, que le rindió homenaje. Habiéndose adueñado de Elam, dirigió una nueva campaña contra las ciudades del norte de Sumer, apoderándose de Akshak, Marad, Kazallu, Awal, Kismar, Mashkansharri, Eshnuna, Tutub, Zimudar y la propia Akad, tras lo cual se llegó a llamar rey de las cuatro regiones. Las últimas noticias sobre la vida de Puzurinsusinak corresponden a su enfrentamiento con Urnammu de Ur (ca. 2100 a.C.), que lo expulsó de los territorios de Sumer que había conquistado. Tras la derrota, Puzurinsusinak desaparece de la historia, pero sabemos que su familia fue hecha prisionera, junto con gentes de Simurrum y Lulubum, ya que formaban parte de su imperio.

Tras la desaparición de Puzurinsusinak el dominio de Elam pasó a Simaski. Aunque esta dinastía llegó a apoderarse de Anshan, no pudo alcanzar la Susiana, en manos de una familia real elamita, al frente de la cual se encontraba el rey Hutrantemti. Su sobrino y sucesor Indatuinsusinak nos informa que era hijo de Pepi y llevaba por título gobernador de Susa y virrey del país de Elam, a imitación de Puzurinsusinak. Los trabajos de fortificación que este soberano llevó a cabo en Susa sugieren una guerra con Simaski, que esta nación acabaría por ganar, arrebatando Elam a la dinastía elamita de Susa. Estos reyes de Susa pertenecían a la casa de Tanruhurater y controlaron Susa durante los reinados de los reyes sumerios Urnammu y Shulgi, hasta que éste la conquistó hacia el final de su reinado, suscitando la venganza de Kindatu, hijo precisamente de Tanruhurater, pues se aliaría con Simaski y destruiría Ur. Finalmente se haría con el control completo de Elam. Su hazaña destructora de Sumer le supondrá ser incluido en la lista de reyes de Simaski, así como ser recordado por los soberanos medioelamitas en sus inscripciones.

La debilitación de Elam en esta época se hizo sentir también en las regiones del norte, que se independizaron del poder elamita, lo cual permitió la consolidación del imperio de Ur III. Las guerras de Shulgi con Elam fortalecieron a Simaski, única región de Elam no sometida a los sumerios, pero los intentos ésta de ocupar la Susiana fueron infructuosos, pues el nuevo rey sumerio Shusin lo impidió. Finalmente en el reinado del último rey Ibisin, los simaskianos, aliados con las gentes de Subartu, saquearon Ur y se llevaron a su dios Nanna. Ibisin fue hecho prisionero y llevado hasta Anshan.

Puede concluirse que las relaciones de Ur con Elam se llevaban en estrecho contacto, no sólo a nivel comercial sino también político. Los motivos de los enfrentamientos militares son desconocidos, pero podrían explicarse por el expansionismo de Simaski hacia occidente, debido tal vez al incremento de su poderío o a problemas con los estados vecinos orientales. En cualquier caso, Elam se muestra como una civilización de gran nivel, en continuo crecimiento y expansión, detentadora de una gran riqueza material, pero sobre todo independiente de Mesopotamia. La poderosa Simaski se convertirá en la protagonista de los próximos sucesos. Bien asentada en Elam, dividirá el país en dos partes. A partir de ahora habrá un rey de Elam -Indatu I- y otro de Simaski -Kindatu-. La capital permanecerá en Anshan, pero Susa adquirirá una importancia cada vez mayor.

 

ELAM Y SIMASKI

A comienzos del II milenio, la dinastía de Simaski estaba implantada en todo el Elam, ampliando sus dominios. Tras la destrucción de Ur, Kindatu e Indatu I mantuvieron relaciones comerciales con Ishbierra de Isin. El sucesor de ambos, Tanruhurater, hijo de Indatu, aparece como gobernador en Susa. Estaba casado con Mekubi, la hija de Bilalama de Eshnuna, probable contemporáneo de Ishbierra. De su actividad sólo se conoce la construcción de un templo en Susa.

En Anshan, Imazu, el hijo de Kindatu se casaría con Matumniatum, hija de Idindagan de Isin. Las relaciones de Elam con los nuevos reinos, en esta época, eran pacíficas. Así continuaron durante unos cuarenta años, hasta que la guerra entre los reinos de las ciudades de Isin y Larsa estalló, en la cual los elamitas lucharon naturalmente al lado de Isin.

Lipitishtar de Isin fue vencido por Gungunum, el rey de Larsa, a pesar de la ayuda elamita. Susa y Anshan serían el objeto de las campañas posteriores de Gungunum, como represalia contra los elamitas. No obstante, no supondrán aún el declive de Simaski, ni causaron la aparición de la siguiente dinastía elamita, puesto que aún hubo cuatro reyes más en el poder de los que nada se sabe.

No obstante, la ausencia de noticias sobre los reyes elamitas, sabemos algo de la situación de Elam en esta época por las informaciones proporcionadas por los reyes de Larsa. Así, un himno mandado componer en honor del dios Utu por el rey Sinidinam, unos setenta años posterior a Gungunum, nos dice que las tropas de Simaski eran inmensas y que los simaskianos estaban ampliamente extendidos. Otro rey de Larsa, Siniqishan, confirmó definitivamente la soberanía de su ciudad con una victoria suya sobre el rey Zambiya de Isin, aliado a Elam, Uruk y Kazallu. Con el último rey de Larsa -Rimsin- todavía se hacía alusión al gran rey de Elam. Con la supremacía de Larsa sobre Sumer se nos presenta un periodo durante el cual el nombre de Simaski desapareció de los textos mesopotámicos, aunque seguía formando parte de la titulatura de la nueva dinastía elamita, llamada yábrida o de los sukkalmah.

 

LOS YÁBRIDAS O SUKKALMAH

Nada se sabe del origen de su fundador, que tenía por nombre Eparti, Ebarat o Yabrat, ni de su relación con la dinastía anterior. Llevaba el título de rey de Anshan y de Susa, lo que implicaba una supremacía de Anshan sobre Susa, ciudad conquistada e incorporada al imperio. Se conoce también como dinastía de los sukkalmah (gran enviado), epíteto sumerio utilizado por estos reyes como distintivo de su más alta titulatura, pues entre los soberanos elamitas de esta dinastía, el título de rey se reservaba para los monarcas locales. Curioso hecho éste, pero hay que tener en cuenta que se trata de un término sumero-acadio, empleado en las versiones acadias de los textos encontrados en Susa, una ciudad con población acadia; el elamita se reservaba para Anshan y otras regiones orientales del imperio. En elamita se utilizaba una versión indígena: likame rishari (el grande del reino).

El primer rey de esta dinastía, Yabrat III –hubo dos reyes Yabrat en la dinastía de Simaski-, aparece mencionado junto a Silhaha -su hijo- y Addahushu. Este último dice que Eparti era rey de Anshan y de Susa, mientras su hijo Silhaha sólo era sukkalmah y padre de la realeza de Anshan y de Susa, y el propio Addahushu, sukkal (enviado) y notable de Susa e hijo de la hermana de Silhaha. Esta compleja información de Addahushu parece dar a entender que Silhaha fue el creador de la dinastía, es decir, el padre de los futuros reyes de Anshan y Susa. La denominación hijo de la hermana de Silhaha es un término de parentesco (= sobrino), de modo que Addahushu sería el sobrino de Silhaha, pero no su sucesor en el trono, puesto que Silhaha fue sucedido por su hijo Kuknasur I. Es éste un aspecto importante y diferenciador de la realeza elamita a partir de esta época. Cuando un rey elamita no pertenecía a la rama principal de la familia, o su progenitor no había sido rey, entonces su legitimación al trono se producía de manera colateral, a través de la hermana del rey anterior. En este caso, el nuevo rey incluía entre sus títulos el epíteto hijo de la hermana de NP. En realidad esta transmisión de la línea dinástica por vía femenina no otorgaba el poder por sí misma, sino que legalizaba al sucesor, lo nominaba por así decir. Este es un rasgo puramente elamita, que se pondrá en evidencia sobre todo en la dinastía de los shutrukidas, varios siglos más tarde.

La organización política de esta dinastía elamita estaba basada en el poder del sukkalmah, y tenía su sede real en Anshan, la capital de Elam. No obstante, la importante ciudad de Susa tenía su gobernador propio, que llevaba el título de sukkal de Susa o rey de Susa. La región de Simaski no es seguro que existiera como tal en esta época, con lo cual su aparición en la titulatura -sukkal de Elam y de Simaski- puede ser sólo un indicativo del lugar de origen de estos reyes. A la muerte del sukkalmah le sucedía su hijo, de haberlo, o bien un hijo elegido entre los hijos de una hermana del rey designada para la sucesión, que normalmente era el gobernador o sukkal de Susa. Junto al sukkalmah y el sukkal, había otros miembros de la casa real por los que se juraba en los contratos, los cuales o no llevan título alguno, o bien aparecen nombrados con cargos inferiores, como alcaldes, etc.

La economía era próspera. Los textos económicos de Susa mencionan la división de un gran número de profesiones y de personas que recurrían a préstamos empeñando sus campos, huertos, casas y ganados. Los testigos de los contratos constan en número especialmente alto si los comparamos con los de los documentos jurídicos mesopotámicos, desde un mínimo de dos a un máximo de cuarenta y dos. Los ricos habitaban en casas palaciegas y se hacían enterrar en panteones junto con una pintura de su retrato.

El Derecho era una mezcla entre religioso y profano. La información disponible no permite un conocimiento sistemático del Derecho, pero se puede hacer un repaso genérico a determinados aspectos sacados de la casuística de los documentos. Así por ejemplo, las transgresiones de los contratos se castigaban con la amputación de la mano y la lengua, junto con una multa. La ordalía por el agua era semejante a la de Mesopotamia; se aplicaba en casos de herencias, donaciones y adopciones. La familia podía tener una composición legal, permitiéndose las adopciones en calidad de hermano y hermana. La transmisión de los bienes se realizaba por el testador a su libre albedrío entre sus hijos, hijas, hermanos o esposa. La posición de la mujer ha sido tradicionalmente exagerada, concediéndole un papel inexistente en la documentación legal, pues los casos en que aparece como heredera se explican simplemente por el hecho de que el testador asignaba libremente sus bienes y no por su derecho preferente ante sus hermanos, a más de ser excepciones, puesto que en la generalidad de los casos son los hijos los que heredaban los bienes del padre. En todo caso, parece evidente que podía ser testigo y propietaria de bienes, incluso en estado de casada.

En cuanto a la historia política de los primeros gobernantes de esta dinastía, la información se reduce a Addahushu, cuya actividad constructora en Susa da testimonio de la prosperidad económica. También nos informa que erigió en el mercado una estela de justicia, bajo la tutela del dios Samash, para que la gente conociera el precio de los productos y no fuera engañada. Esta estela es un claro antecedente de la del Código de Hamurabi. Tras Addahushu existe un vacío histórico y dinástico. Empezamos a saber algo más con Sirukduh, un contemporáneo de Samsiadad I de Asiria, cuya relación con Addahushu o con Silhaha se desconoce. Sirukduh derrotó a Ipiqadad II de Eshnuna en un intento de eliminar un competidor en el comercio del estaño, si bien el advenimiento del gran rey asirio supuso una contrariedad para los intereses elamitas. También le hizo la guerra al rey de Gutium, para evitar su influencia en la ciudad de Eshnuna. Poco más se puede decir de él. Para sus sucesores Siwepalarhupak y Kuduzulus, la mejor información proviene de los archivos de Mari. Ocupa un espacio temporal de unos pocos años, pero es muy intensa. De acuerdo con la documentación mariota, el rey de Elam aparece como el soberano más poderoso del Próximo Oriente. Aunque esta hegemonía se hace patente de súbito, a partir del año 7 de Zimrilim, es lo cierto que debía venir de bastante antes

Frente a Elam, Samsiadad I de Asiria y el reino de Eshnuna eran las dos potencias que ejercían de contrapeso equilibrando los poderes. La muerte de Samsiadad I disgregó su reino, que fue repartido a Eshnuna, Mari y Babilonia. Algunas ciudades del valle inferior del río Eúfrates, especialmente la ciudad de Hit, fue atribuida a Mari por un arbitraje del rey de Elam. Ahora, sólo Eshnuna permanecía como intermediario de Elam y Mesopotamia en el comercio de lapislázuli y estaño; por ello los elamitas decidieron, por segunda vez, aprovechar la ocasión para eliminarla, pues encarecía los precios. Aliados a Mari y a Babilonia, los elamitas destruyeron Eshnuna en el año 28 de Hamurabi y 7 de Zimrilim, colocando en ella a un virrey títere llamado Atanrum. El siguiente paso era eliminar el control asirio de la ruta del estaño, que llevaba hasta Kanish en Capadocia. Con este objetivo los elamitas, al mando de Kunam y con apoyo de tropas de Eshnuna y Gutium, tomaron también la ciudad de Shubatenlil, la antigua Sehna. El suceso tuvo un gran impacto entre los reyes amorreos, como se deja ver por la correspondencia.

Con Elam en el dominio de la Alta Mesopotamia, las relaciones con los estados amorreos se tornaron más arrogantes. El general elamita Kunam, en tanto que gobernante de Shubatenlil, pretendía obtener de Zimrilim su asistencia a los grandes sacrificios de la fiesta en honor de la diosa Ishtar de Der, lo que supondría su reconocimiento público y la sumisión formal a Elam. En cualquier caso, desde su puesto Kunam ejercía de virrey, transmitiendo las órdenes del monarca de Elam a los reyes amorreos, que debían visitarle en su ciudad, arrodillarse ante él y agasajarlo con regalos. No obstante, la superioridad elamita queda patente en la correspondencia, en la que se alude al soberano de Elam como el Sukkal, y al que los demás reyes se dirigían con el tratamiento de mi padre, mientras que entre ellos se trataban de mi hermano. Además debían salir a recibir a los mensajeros elamitas e inclinarse ante ellos ofreciéndoles sacrificios. La importancia de los mensajeros elamitas y el puntual cumplimiento de sus exigencias culinarias y de regalos, se aprecia muy bien en las cartas, donde se puede leer que se les proveían con carneros, corderos, hielo y vino. Los obsequios en forma de vasos, oro, plata y vino a los soberanos elamitas Siwepalarhupak, sukkal de Elam, y Kuduzulus, sukkal de Susa, seran también numerosos.

No satisfecho con lo conseguido, el Sukkal se propuso conquistar Larsa para quedarse como único proveedor de lapislázuli, el cual se obtenía en Mesopotamia por dos caminos: desde Dilmun, a través del golfo Pérsico; y desde Badakshan, en Afganistán, a través de Elam. Al mismo tiempo, preparaba la invasión de Babilonia, necesaria para tener toda la zona bajo su control. Pero Hamurabi de Babilonia y Rimsin de Larsa se enteraron de los planes elamitas, porque les exigió tropas a cada uno para invadir al otro. De modo que su doble juego quedó al descubierto y llevó a Hamurabi a aliarse con Zimrilim.

Pero los elamitas tenían un pequeño problema estratégico. El mantenimiento de la ciudad de Shubatenlil a largo plazo requería igualmente el de la plaza de Razama, que no estaba en su poder. Por ello, los elamitas dividieron en dos la conquista de Mesopotamia: la región sureste desde Eshnuna, y la región noroeste desde Shubatenlil. El asedio y toma de Razama fue encargado a Atanrum, que tenía como misión coordinar la invasión elamita en el noroeste. Pero el sitio de Razama supuso el principio del fin del dominio elamita. Para evitar un largo asedio de la ciudad, Atamrum pidió refuerzos a Elam, sugiriendo al Sukkal que atacara Mari cuando Zimrilim acudiese en auxilio de Razama. El Sukkal no accedió, ordenando en cambio a Kunam que se aliase con los turukeos y consiguiese su ayuda, lo que a la postre no consiguió. La negativa al envío de tropas de refuerzo se debía al hecho de que el Sukkal se encontraba invadiendo la región de Hiritum.

De este modo, Atamrum se quedó sin apoyo; envió al Sukkal un nuevo mensaje subido de tono, apremiándole a decidirse a tomar la ciudad o abandonarla. Se desconoce la repuesta del elamita, aunque debió ser negativa, puesto que ante la llegada del ejército de Mari, Atamrum se pasó al otro bando, desertando de Elam y rogando a Hamurabi, rey de Kurda, que intercediera por él ante Zimrilim para hacer las paces; como señal de buena fe le dijo que iría a Shubatenlil y expulsaría a Kunam o lo mataría. Pero este hecho no tendría lugar. La alianza conjunta de Mari y Babilonia, unida a la traición de Eshnuna, obligó a Elam a evacuar Hiritum. Durante su retirada, con un ejército de 30.000 hombres, los elamitas les hicieron creer que iban hacia el norte, cuando en realidad intentaron tomar las ciudades de Kakulatum, Shitullum y Ekallatum en represalia esta última por ayudar a Babilonia; finalmente saquearon Eshnuna; después, desde la ciudad de Diniktum emprendieron la retirada a Elam. En la ciudad de Sehna se quedó aislado y abandonado el comandante elamita Simathulurish, quien a pesar de los informes que le llegaban, creía que se trataba de una maniobra de distracción, pero que en realidad el Sukkal volvería.

En cuanto a Babilonia, la retirada elamita fue celebrada como una gran victoria por Hamurabi en su año 30 de reinado, al decir de manera engañosa que “gracias al poder del dios Marduk y de los grandes dioses, derrotó al ejército de Elam, desde la frontera con Marhasi, de Subartu, de Gutium, de Eshnuna y de Malkium, que se habían levantado con todo su poder, derrotó e hizo firmes los cimientos de la tierra de Sumer y de Akad”; declaración pomposa que no se ajusta a la realidad. Los amorreos aprovecharon para dar al enfrentamiento un fundamento religioso, afirmando que el rey de Elam había infringido el juramento de los dioses, lo cual dió lugar al estallido de la guerra y a su desenlace final, al ponerse los dioses en contra de los elamitas. La expulsión de Elam no disminuyó su superioridad, y tampoco supuso una ruptura de relaciones entre los estados mesopotámicos y los elamitas. La correspondencia de Mari nos da a conocer una noticia curiosa. Un convoy proveniente de Malgium había llevado a Hamurabi, quien se alegró mucho, la noticia de la muerte del rey de Elam, si bien, más tarde, llegaron los embajadores elamitas a Babilonia diciendo que sólo se encontraba enfermo.

El sukkalmah Kutirnahunte I, sucesor de Siwepalarhupak y contemporáneo de Samsuiluna, fue el autor de una famosa incursión en Babilonia con saqueo incluído de sus santuarios, según nos lo cuenta el rey asirio del I milenio a.C. Asurbanipal. Tras estas noticias, sólo tenemos pequeñas informaciones sueltas del Elam de los sukkalmah. Así, conocemos inscripciones conmemorativas, dedicadas a los dioses, junto con la construcción de pequeños templos; también que los sukkalmah Palaishan y Kukkirwas restauraron la justicia y el Derecho. Otra noticia la proporciona un texto datado en el primer año de reinado de Amisaduqa, penúltimo rey de la I dinastía de Babilonia, que menciona a Kuknasur III, lo que hace de él su contemporáneo. Al igual que la de Simaski, la desaparición de esta dinastía permanece en las sombras, aunque sus causas pudieran encontrarse en el proceso de desurbanización y desarrollo del pastoralismo en la región de Anshan, así como en la invasión de los casitas.

 

LOS REINOS COMBATIENTES

La llegada de los casitas (hacia 1570 a.C.) puso fin a la I dinastía de Babilonia, iniciando una nueva época en Mesopotamia. La repercusión de este suceso en Elam no está clara. Algunos sukkalmah llevaban nombres mixtos, tales como Temtiagum (elamita: temti, casita: agum), quien era contemporáneo de Samsuiluna, el primer rey babilonio que menciona un ataque casita en Mesopotamia. Su nombre mixto elamo-casita denota que ya en Elam el elemento casita era importante, incluso décadas antes de su asentamiento en Babilonia; pero nada puede aducirse de sus relaciones políticas con Elam.

Es posible que en su avance hacia el país de Eshnuna, del que se apoderó, el rey elamita Siwepalarhupak entrase en contacto con la casa real casita en su propio territorio, la Casitia, por donde tuvo que pasar. De estos contactos surgirían matrimonios mixtos y relaciones cortesanas de alto nivel, pero no se puede afirmar que los elamitas tuvieran algo que ver con el ascenso al poder de los casitas en Babilonia. En realidad, más bien parece lo contrario en vista de que el último rey de la dinastía del País del Mar -Eagamil- se refugió en Elam como consecuencia de la toma de Babilonia por los hititas, pasando su estado a manos casitas. En cuanto a Elam, es probable que por esta época comenzara a sufrir una fragmentación de su territorio. Simaski desapareció de los títulos reales, mientras que Anshan y Susa, las dos grandes ciudades de Elam, parecían formar parte de un nuevo reino compuesto por dos entidades bien diferenciadas, tanto geográfica como culturalmente.

Los reyes sucesores de los yábridas o sukkalmah se incluyen en una dinastía convencionalmente denominada Kidinuida, por el nombre se primer rey Kidinu, del que se conoce su sello. En el mismo, se dice hijo de Adadsharrurabu y rey de Susa y Anshan. La acadización de su nombre elamita (Kiden) y el nombre acadio de su progenitor, revelan tal vez su relación con los casitas de Babilonia, aunque no es seguro. El rey Tanruhurater II, quizás su sucesor y que lleva idéntica titulatura, es considerado perteneciente a la misma dinastía. Poco más se sabe de ellos.

Contemporáneo o ligeramente posterior, se presenta el rey Shalla, mencionado en los textos de Huhnur y en una tablilla jurídica de Susa, pero sin titulatura. Lo mismo puede decirse del rey Insusinaksharilani, un rey de Susa, pero cuyos dominios debieron extenderse a toda la Susiana, como muestran textos suyos encontrados en la actual Haft-Tepe, la antigua Kabnak, a pocos km. de Susa. Insusinaksharilani es nombre acadio, siendo en elamita Insusinaksunkirnapipir (el dios Insusinak es el rey de los dioses). De este Insusinaksharilani se sabe que restauró un edificio en Susa, erigido por el sukkalmah Temtihalki.

No mucho mejor informados estamos del rey Teptiahar, de quien se han encontrado también textos en Haft-Tepe y en Susa. Este rey figura con los títulos de rey a secas, rey de Susa, e incluso rey de Susa y Anshan. Se le pueden atribuir los treinta nombres de años conocidos en el archivo de Haft-Tepe, aunque en realidad sólo uno le pertenezca con seguridad. De su reinado sólo es destacable que rechazó la incursión del casita Kadasmanenlil I (hacia 1370 a.C.). Aparte este hecho puntual y de causas desconocidas, el archivo de Haft-Tepe nos informa de un activo comercio entre Elam y Babilonia durante el reinado de ambos reyes, así como de un continuo intercambio de mensajeros. Se mencionan reyes de otras ciudades elamitas -Azana, Huhnur, etc.-, lo que sugiere una fragmentación de la Susiana en diversos principados. Por lo demás, la impresión que se obtiene de la lectura de estos textos es que, tanto Kabnak como Susa eran las principales capitales de Elam, pasando Anshan a un plano secundario, quizás como consecuencia de la desurbanización y aumento del nomadismo en la región de Fars, donde estaba ubicada; su mención tras Susa en la titulatura real, como segundo término, abunda en el mismo sentido.

 

LA DINASTIA IGEHALKIDA

El fundador de esta dinastía llevaba el nombre de Igehalki, que delata un origen hurrita. Era un advenedizo, un hijo de nadie, llegado al poder sin una legitimación de sangre real, sino elegido por la diosa Manzat. Ejerció la realeza sobre Susa y Anshan. Su ascenso al trono quizá se debiese a la ayuda de los casitas, con cuyo apoyo conseguiría desbancar a Teptiahar, teniendo en cuenta que Pahirishan, su hijo y sucesor, se casó con una hermana de Kurigalzu I, antecesor de Kadasmanenlil I, el rey a quien Teptiahar rechazó. Como agradecimiento a la diosa restauró su templo, que había caído en ruinas. Esta diosa es una divinidad importante del sitio arqueológico de Deh-e-Now, en el cual se recogieron textos de Igehalki y otros miembros de la siguiente dinastía shutrukida.

A Pahirishan, del que se ignora todo excepto su matrimonio mencionado con una princesa casita y la restauración de un templo, le sucedió su hermano Atarkita, hijo también de Igehalki y que llevaba los mismos títulos de rey de Susa y Anshan que los reyes anteriores, si bien es otro perfecto desconocido. Su sucesión resulta problemática. Según una tradición de la siguiente dinastía shutrukida, heredó el trono su hijo Humbannumena I y a éste, a su vez, le sucedió su hijo Untasnapirisha, tras el cual subieron al trono Unpahasnapirisha y luego Kidinhutran I, los hijos de Pahirishan. Es decir, que éstos no sucedieron a su padre, sino al nieto de su tío. En realidad, tras ello se esconde una cierta rivalidad y luchas dinásticas entre los reyes de esta familia, especialmente entre Humbannumena I y Kidinhutran I, que reinaban divididos en dos zonas distintas del imperio.

Pahirishan y sus descendientes controlaban Anshan, mientras que la rama de Atarkita se asentaba en Susa. De hecho, no se ha encontrado en Susa ninguna inscripción de los hijos de Pahirishan. En verdad, inscripciones del rey Humbannumena I se han encontrado en Susa, como es natural, pero también en Liyan, región de Anshan, lo que demuestra su control de esta zona. La disensión entre Kidinhutran I y Humbannumena I acabó en guerra abierta y con la victoria de éste último, que invirtió los términos de su titulatura, autoproclamándose: grande del reino, soberano de Elam, monarca de Elam, gobernante de Elam y rey de Anshan y de Susa, en tanto que Kidinhutran se consideraba rey de Anshan y de Susa, grande del reino, soberano de Elam, monarca de Elam y gobernante de Elam. El enfrentamiento tuvo, además, como consecuencia la ruptura de la familia, lo cual se aprecia en el cambio de filiación: Humbannumena I se convertirá desde entonces en el descendiente legítimo (ruhushak) de Silhaha, pretendiendo con ello una unión dinástica con los sukkalmah. Por otro lado, afirmará que su madre aseguró la continuidad de la línea real debido a su elección como heredero, realizada por Napirisha, el dios supremo elamita, y que Insusinak, dios de Susa, le entregó la realeza.

El recurso a los dioses era una forma de legitimación de los reyes usurpadores del poder. Su preocupación por restaurar los lugares de culto de los dioses supremos elamitas Napirisha y Kiririsha, así como de los dioses tutelares de Liyan, expresaba no sólo un deseo de agradecimiento a la divinidad por su elección, sino también un intento de afirmación de su autoridad y legitimidad en la región de Anshan, donde no era el soberano legítimo.

Untasnapirisha, su hijo y el miembro más sobresaliente de esta dinastía, era contemporáneo del rey casita Burnaburias II (ca. 1350 a.C.), con cuya hija se casó. Desplegó una intensa política religiosa y una notable actividad constructora, si bien su renombre se debe a la erección de Dur-Untas (actual Choga Zanbil), situada a unos 42 Km al sureste de Susa, y a su esplendoroso zigurat. La construcción de esta ciudad, a la que estableció como nueva capital, podría tener que ver con los obstáculos existentes para asegurar su autoridad en Anshan, o bien se trataba simplemente de una forma de unir las dos partes en que estaba dividido el país -Susiana y Fars-, en un intento de sincretismo tanto político como religioso. Sus inscripciones, de una gran claridad, reflejan la piedad del rey y su profunda religiosidad, así como su inquietud por un próspero y duradero reinado que sus herederos pudieran asimismo disfrutar.

Durante su próspero y largo reinado, lo más relevante de la situación política internacional era la incipiente independencia asiria de Babilonia, como muestran las cartas de El Amarna enviadas por el casita Burnaburias II, su suegro, al faraón de Egipto, Ajenatón. Ahora bien, su subida al trono pudo estar inmersa en acontecimientos políticos difíciles, a la vista de una inscripción suya sobre una estatua de un dios casita llevada como botín a Susa; en ella lleva el simple título de rey de Anshan, por lo que parece que mantuvo un enfrentamiento con Babilonia por el control de Susa. Durante el resto de su reinado y en todos sus escritos elamitas se denominará siempre rey de Anshan y de Susa. De su matrimonio casita tuvo un hijo de nombre Kidinhutran II, de quien no sabemos apenas nada, excepto que se casó igualmente con una princesa casita, de la que tuvo un hijo, Napirishauntas, que debió sucederle en el trono.

Con estos reyes, Elam entró en una fase de debilidad militar, como testimonian las crónicas relativas al casita Kurigalzu II, durante cuyo reinado invadió Elam, apoderándose de toda la Susiana. Se desconoce la causa de esta incursión babilónica, al igual que la identidad del rey de Elam vencido por el casita. A pesar de que Susa debió permanecer como provincia babilónica, el poderío de Elam no disminuyó. Así lo demuestran las posteriores invasiones elamitas de Babilonia, llevadas a cabo por el rey elamita Kidenhutrudish, bisnieto quizás de Untasnapirisha. En un intento de sacar partido de los enfrentamientos entre Babilonia y Asiria, atravesó el Tigris y se apoderó de algunas ciudades, a las que saqueó, llevándose cautiva a la población. Babilonia quedó a salvo del ataque, pero el rey babilonio Enlilnadinshume fue depuesto. Algunos años después volvió a la carga, derrotando al nuevo rey casita Adadshumaidin, monarca que él mismo había impuesto, tras lo cual Kidenhutrudish regentó Babilonia por sí mismo. Estos ataques contra Babilonia ocasionaron la ruptura total de las relaciones entre ambos países y, aunque las fuentes escritas enmudecen por unas décadas, las nuevas guerras sostenidas por los babilonios con los reyes elamitas de la siguiente dinastía así lo confirman. De este modo, en el transcurso del siglo XII a.C., Elam dominará la escena internacional como la mayor potencia militar del Próximo Oriente.

 

LA DINASTIA SHUTRUKIDA

Sin relación conocida con la dinastía anterior, se la considera fundada por Shutruknahunte I -hijo de Haludusinsusinak, de quien nada se sabe-; de ahí la denominación de shutrukidas, si bien, la posible unión con los igehalkidas puede suponerse por el tradicional título de rey de Anshan y de Susa, que este monarca utilizó al comienzo de su reinado. Otros de sus títulos -monarca de Elam y gobernante de Elam- parecen remedar a Humbannumena I, en un intento de unirse a su línea dinástica, ya que también lo menciona como constructor original del templo de la diosa Kiririsha en Liyan y que él mismo hizo renovar. La restauración de este templo y su mantenimiento en buen estado de conservación, pasó a convertirse en algo habitual entre los reyes elamitas desde Humbannumena I, a modo de rito regio de confirmación de la soberanía sobre la región de Anshan.

Ya bajo su mandato parece que la región de Anshan sufría un profundo retroceso urbano, en especial por el descenso continuo de la población, cuya economía se había reducido al ámbito local y, si bien es verdad que la propia ciudad de Anshan era todavía importante, puesto que llegaban a ella productos de importación, lo cierto es que la actividad constructora de edificios religiosos se llevó a cabo principalmente en Susa durante esta dinastía, lo que hizo de ella la urbe de más renombre. Debido a que Susa estaba emplazada en un lugar más seguro y a que su prestigio iba en aumento, Shutruknahunte I ordenó reunir en ella las estelas de los reyes elamitas que le precedieron y que se encontraban dispersas por otros lugares del reino. De este modo, no sólo preservaba el acerbo cultural elamita de las incursiones de los nómadas, con los que combatió en varias ocasiones, sino que también agrupaba el poder real y afirmaba así su posición.

El suceso militar y político más relevante de su reinado lo constituye la invasión y saqueo del país de Akad. La razón nos la da una carta que el rey elamita envió a la corte babilónica reclamando el trono de Babilonia, al que creía tener derecho en virtud de que ambas casas reales estaban unidas por lazos comunes, surgidos a través de matrimonios regios entre reyes elamitas y princesas babilonias. En verdad, a la muerte de Mardukaplaidin hubo problemas con la sucesión real y el elamita presentó sus credenciales al trono. Para refrescar la memoria a los casitas, que estaban al corriente de esta reivindicación, les menciona también los hijos habidos de tales uniones, remontándose en esta particular genealogía hasta Pahirishan, hijo del fundador de la dinastía elamita anterior. El mismo Shutruknahunte I había desposado a la hija mayor del rey Melishihu, razón por la cual exigía ser el legítimo heredero a la corona de Babilonia, puesto que se consideraba descendiente de los grandes descendientes del poderoso rey casita Kurigalzu. Sin embargo, los babilonios eligieron a Zababashumaidin como rey. Frustrado en sus pretensiones, el rey elamita tomó la decisión de imponerse por la fuerza, invadiendo Babilonia. Esta invasión, llevada a cabo cuando en Asiria reinaba el longevo Asurdan I, perduraría en el recuerdo de las generaciones futuras. Se puso en marcha por orden de Insusinak, el dios de la dinastía. Atravesó el río Ulai y se apoderó de las ciudades de Eshnuna y Dur-Kurigalzu. Luego, dirigiéndose hacia el oeste, tomó Sipar y Opis. Así Babilonia quedaba cortada en dos mitades. Después descendió hacia el sur y Babilonia, aislada del resto del país, fue finalmente tomada. Numerosas obras de arte, reliquias del pasado glorioso del país de Akad, fueron llevadas a Susa: el obelisco y tres estatuas de Manistusu, la Estela de Naramsin, el Código de Hamurabi, la estatua de su suegro Melishihu, entre otras. El elamita pudo jactarse de haber conquistado 800 ciudades. Esta invasión debió contribuir, de paso, a la estabilización de los canales comerciales que llevaban los productos occidentales a Elam, amenazados por el conflicto fronterizo asirio-babilónico.

Kutirnahunte II, su hijo mayor, se quedó como gobernador de Babilonia, pero no por mucho tiempo, puesto que el último rey casita -Enlilnadinahe- se rebeló, aprovechando que la muerte de Shuturknahunte I le había obligado a regresar a Elam para proclamarse rey. Kutirnahunte II adoptó la titulatura de su padre y se dedicó igualmente a la reconstrucción de templos en ruinas, tanto en Susa como en Anshan. Entretanto, se preparaba para enfrentarse a Babilonia, en la que se presentó al cabo de tres años, apresando a Enlilnadinahe, quien fue conducido cautivo a Elam, junto con la estatua de Marduk, el dios nacional babilonio. Kutirnahunte II regresó a Elam, dejando a Babilonia sometida a un vasallo elamita. La intervención de los elamitas en Mesopotamia les permitió pasar a controlar los territorios que se extendían hasta el Zab inferior, zona fronteriza en disputa entre Babilonia y Asiria, a la cual afectaba indirectamente. Tal vez por este motivo y dándose cuenta de la importancia estratégica de la región, el rey asirio Asurdan I invadió la zona, apoderándose de algunas ciudades, en un momento en que los elamitas no podían reaccionar.

Kutirnahunte II falleció sin descendencia, pasando el trono a su hermano menor Silhakinsusinak I, que conservó el título de rey de Anshan y de Susa. El reinado de este rey fue uno de los más gloriosos de la historia de Elam. En política interior se dedicó a levantar grandiosas construcciones y restauraciones de edificios antiguos. Una de las mejor documentadas fue la del templo del dios Insusinak, en Susa, en el que se emplearon ladrillos decorados con bajorrelieves y esmaltados con paneles de bronce, con estatuillas de los miembros de la familia real. Insusinak era considerado por Silhakinsusinak I como el creador de su dinastía y quien les otorgó la realeza, por eso mereció una dedicación especial. Pero la región de Fars también fue obsequiada con el nuevo embellecimiento del templo de Kiririsha, diosa de Liyan, como ya era costumbre. De este modo, se equiparaban a nivel religioso las dos partes del reino, Susa y Anshan.

En política exterior, Silhakinsusinak I se expandió hacia el norte, llegando hasta Arrapha (la actual Kirkuk). Por sus inscripciones se deduce que llevó a cabo ocho campañas, en un intento de controlar las vías comerciales que pasaban por Irán. En las primeras campañas se dirigió a los territorios del Zab inferior, que estaban probablemente en poder asirio desde su anexión por Asurdan I. Se trataba en realidad de incursiones, que se repetían anualmente y en las que las mismas ciudades eran tomadas una y otra vez. En una ocasión posterior, se presentó ante los mismos asirios. Partiendo de una zona al norte del Diyala, avanzó por los montes Zagros y el Tigris, llegando hasta los alrededores de Arbelas, en la región de Nuzi. Aparte de asegurarse definitivamente el control de las rutas este y oeste que iban desde el curso superior del Diyala hacia Babilonia, intentaba oponerse a una posible invasión aramea, estableciendo avanzadillas en las tierras situadas entre el río Tigris y los montes Zagros, ruta que aquéllos podían seguir para penetrar en Elam. Entretanto, en Babilonia, Mardukkabitaheshu se rebelaba en la ciudad de Isin contra Elam, iniciando así la II dinastía de Isin. El tercer rey de esta dinastía, Ninurtanadinshumi, fue probablemente el organizador de la resistencia de Babilonia, que Silhakinsusinak I no pudo tomar, regresando a Elam tras el saqueo de algunas poblaciones menores. En Elam, la tribu de los balahute (los futuros partos), aprovechando su ausencia, había cometido algunas expoliaciones, llevándose incluso prisioneros, pero fueron severamente batidos. El botín robado se recuperó y se dedicó al dios Insusinak en Susa

Uno de los problemas que preocupaba al rey elamita era el relativo a la sucesión al trono. De este modo, Silhakinsusinak I decidió determinar el orden de sucesión de una manera manifiesta, por medio de inscripciones –que denominamos takkime, es decir, dedicatorias por la vida de sus familiares y parientes. Por ellas comprobamos cómo este monarca se empeñaba constantemente en precisar y aclarar las filiaciones, la constitución de la línea dinástica entre las varias posibles y sus relaciones con la sucesión, al objeto de evitar rivalidades, enfrentamientos y reivindicaciones injustas. Igualmente intentaba paliar los posibles golpes de estado con apariencia de legítimos.

Así pues, ya hubiese sido instituida por este monarca o por su padre Shutruknahunte I, la transmisión del poder real en la familia reinante elamita de esta época parece que se realizaba del siguiente modo: El hijo primogénito del rey era el sucesor legítimo, siendo a su vez sucedido por su hermano menor, pero éste no podía transmitir el derecho al trono a sus hijos, sino que a su muerte, la corona volvía a su sobrino mayor, es decir, al hijo primogénito de su hermano. Si el hijo mayor carecía de descendencia, la sucesión no pasaba a los hijos del hermano menor, sino a los de la hermana mayor, de ahí la expresión hijo de la hermana (ruhushak), muy utilizada, como se ha visto, en la época de los yábridas o sukkalmah. La ausencia de hermanas determinaba que el rey eligiese a su hija mayor como legitimadora de la sucesión. Pero en cualquier caso, no se trataba de una designación definitiva e inamovible, pues podía ser relegada por el soberano y de manera discrecional, en beneficio de otra hija. Para este intrincado sistema dinástico los elamitas disponían de una serie de términos técnicos, que diferenciaban claramente a las personas elegidas, integrantes de la línea legítima; así, la hija escogida era denominada hija amada (pak hanik); por su parte, la madre del sucesor elegido era con respecto a él madre venerada (amma hashduk); y el sucesor con respecto al soberano era hijo amado (shak hanik), aunque esto no representase necesariamente una filiación biológica. De este modo, si bien la filiación patrilineal era la preponderante al igual que en las culturas del entorno, la matrilineal podía aparecer en circunstancias determinadas. Conviene, pues, desterrar toda referencia al incesto de los elamitas como legitimador de la sucesión al trono, así como a trasplantar este sistema de sucesión a otras épocas y dinastías elamitas que nada tienen que ver con los shutrukidas.

La línea sucesoria así establecida, otorgó el trono a Huteludusinsusinak, hijo de Nahunteutu -la esposa de Silhakinsusinak I-, pero cuyo padre se desconoce. Obtuvo su derecho a la corona por parte de su madre, ya en vida de Shutruknahunte I, de quien Huteludusinsusinak se consideraba hijo amado. Kutirnahunte II y Silhakinsusinak I respetaron y confirmaron su derecho sucesorio. Este rey conservó la tradición de su padrastro Silhakinsusinak I, precisando el orden de sucesión y la línea dinástica. Fue también un rey constructor, aunque en menor medida que sus predecesores. Su títulos reales parecen separarse de la tradición política anterior, puesto que suprime la mención de las ciudades de Anshan y de Susa, pasando a denominarse soberano de Elam y de la Susiana, singular título que recuerda los de Humbannumena I, aunque en forma abreviada. Este rey se ha hecho famoso por su derrota en la guerra que le enfrentó al babilonio Nabucodonosor I, a causa de la cual perdió los territorios de la Susiana. Tras la retirada del babilonio, se estableció en Anshan, una ciudad en decadencia pero que aún mostraba unas excelentes relaciones con Susa y gozaba de una considerable riqueza; situación que se mantendrá hasta el final del milenio y principios del siguiente, cuando pasó a formar parte del dominio medo-persa en circunstancias desconocidas.

Huteludusinsusinak fue sucedido por Silhinahamrulagamar, un rey del que nada se sabe, a no ser por el dato de estar mencionado en las listas dinásticas de Silhakinsusinak I. Le siguió en el trono un tal Humbannumena II, por lo demás completamente desconocido, excepto por ser el padre de Shutruknahunte II, el último soberano de esta dinastía.

Shutruknahunte II, algo más conocido que sus dos antecesores, volvió a la tradición clásica e incorporó a su titulatura el epíteto rey de Anshan y de Susa, significando así que Susa y su región volvía a los dominios elamitas. De hecho, inscripciones suyas se han hallado en esta ciudad. Desde aquí preparó la conquista de Karintas -una ciudad hostil a Elam desde la época de Silhakinsusinak I-, con el objetivo de recuperar la estatua del dios Insusinak -dejada allí probablemente por Nabucodonosor I- y colocarla en su santuario de Susa junto a las estatuas de los tres reyes que le precedieron, siguiendo la costumbre de conservar las estatuas y estelas de los soberanos predecesores o antiguos.

Parece que fue este rey quien clausuró su dinastía y el poder elamita en el II milenio, aunque un tal Shuturnahunte, hijo de un Humbannumena y también rey de Anshan y de Susa, pudiera haber sido un hermano, si no es que se trató de un reyezuelo posterior a la caída de Susa en el año 646 a.C. De otros reyes -Aksirsimut y Aksirnahunte-, conocidos por documentos administrativos y económicos como contemporáneos de Shutruknahunte II, no se sabe prácticamente nada. Así pues, aunque los elamitas desaparecen de la documentación textual mesopotámica en el final del II milenio, los reinados de Silhinahamrulagamar, Humbannumena II y Shutruknahunte II, que cubrieron todo el siglo XI a.C., aseguraron la continuidad de la realeza elamita.

Si durante unos dos siglos se carece de documentos elamitas y se deja de oir hablar de Elam -la primera mención que se encontrará en los textos mesopotámicos data de la cuarta campaña de Samsiadad V de Asiria contra Babilonia a finales del siglo IX a.C., en la que aliados a los arameos serán vencidos por los asirios-, esto no significa que perdiera su importancia, sino simplemente que las invasiones de pueblos nómadas y las crisis económicas producidas en Mesopotamia otorgaron prioridad al registro de estos sucesos. En el I milenio Elam volverá por sus fueros.

 

LA RELIGION MEDIOELAMITA

La documentación más abundante acerca de las creencias elamitas en los dioses procede del periodo medioelamita, aún así no es muy abundante ni explícita. De todos modos no parece muy diferente a la religión practicada por los pueblos de su entorno. Con relación al panteón divino, se conoce la existencia de un dios llamado Yabru, que los mesopotámicos equiparaban a su soberano dios Anu, con lo cual se trataría del dios supremo, pero es un auténtico desconocido. Tras él, tal vez haya que situar a la trinidad Napirisha (gran dios), su esposa Kiririsha (la única grande) y el hijo de ambos Hutran (el poderoso). Kiririsha estaba considerada como la señora de Liyan, madre de los dioses, protectora de los reyes y dueña de la muerte. Conocidos son dos grupos de dioses, originados quizá a partir de esta trinidad. Los Bahahutep (bienhechores), creadores del mundo y de la vida, y los Napratep (los dioses creadores), que son los organizadores de la vida física y encargados de su protección y desarrollo, a más de ser los responsables de la existencia del mundo.

Puede mencionarse también a Pinikir, una diosa a la que los especialistas consideraron durante mucho tiempo como la divinidad suprema del panteón elamita, debido al hecho de que aparece en el III milenio citada en el primer lugar de una lista de dioses. En Choga Zanbil, su templo estaba emplazado de manera destacada en la salida del pasaje real, indicio quizá de la importancia de esta diosa. No obstante, serán los reyes neoelamitas del I milenio quienes la tendrán por su dios personal. Era una diosa de la procreación y la fecundidad

En otra categoría se presentan los dioses personales, regentes de las cosas. Así, Humban, dios regidor del elemento aire; Nahunte, divinidad astral representando al sol; Narundi –una divinidad discutiblemente elamita-, diosa de la justicia y por tanto invocada en las victorias de los reyes sobre sus enemigos, las cuales son por ello justas; Insusinak, dios de Susa, etc.

Otros dioses actuaban por parejas: Simut el mensajero divino y Manzat su acompañante; Ruhurater (el creador del hombre) y Hishmitik (el/la que transmite el nombre). Estos dos dioses asistían al parto, uno como creador de la forma humana -el cuerpo físico-, la otra para otorgar un nombre al recién nacido, pues al igual que los sumerios, hasta que una cosa o una persona no era reconocida por un nombre personal, no llegaba a tener verdadera existencia. En este sentido los individuos llevaban el nombre de un dios o de una diosa en el suyo propio: Untasnapirisha (Napirisha me ayudó), Silhakinsusinak (fortalecido por Insusinak), Melirnahunte (sierva de Nahunte), etc. En virtud de que estas dos divinidades regían la llegada de los recién nacidos al mundo, es decir su salida de la oscuridad hacia la luz, Untasnapirisha les dedicó un templo llamado templo de la luz (siyan hunin) en el santuario de Choga-Zanbil.

En su dominio de la Susiana, los elamitas incorporaron al dios Insusinak, patrón de Susa, el cual asumiría parte de las funciones de otros dioses elamitas. Así, sustituyó a Hutran como miembro de la trinidad; también se le consideró dios de la justicia y el derecho, reemplazando a Narundi, e incluso dios de los muertos, suplantando en esta función a Kiririsha.

En cuanto a las creencias en el Más Allá, las tablillas funerarias de Susa recuerdan vagamente a algunos mitos griegos y egipcios, pues el difunto era conducido por las diosas Isnikarab y Lagamar a través de los caminos tenebrosos del otro mundo, cruzando un río y llegando a un lugar en donde era juzgado por Insusinak, si bien el resultado del juicio se desconoce.

Respecto al ritual y a los aspectos formales de la religión, los elamitas erigían templos a cada dios, donde se les rendía culto. Eran alojados en ellos, en una zona restringida, el santuario, en forma de estatuas a las que se rezaba. Los templos -adornados con enormes cuernos en las fachadas, a modo de pagodas- estaban regentados por la clase sacerdotal, de la que poco se sabe. En Susa y en Choga Zanbil, la ciudad templaria estaba rodeada por una muralla en la que se representaban relieves con genios protectores, así como en las paredes de algunos templos. En el I milenio aparecerán santuarios al aire libre, esculpidos en las rocas -a semejanza de los santuarios hititas-, con representaciones de dioses, procesiones y adoradores; igualmente aumentará el numero de dioses, apareciendo otros nuevos. Se conocen algunos rituales relacionados con el culto del fuego sagrado, que sería despues habitual entre los persas, asi como alguna ceremonia funeraria realizada a la salida del sol, pero son poco conocidos. Igualmente se sabe poca cosa de las fiestas religiosas. 

 

LOS SIGLOS OSCUROS

Entre los siglos XI y X a.C. se produjeron frecuentes ataques de los nómadas arameos y suteos. Los relatos babilónicos señalan, además, la aparición de un eclipse de sol, inundaciones, incursiones de animales salvajes hasta el límite de las ciudades, nacimientos monstruosos, etc, junto con periodos de hambre, todo lo cual condujo inevitablemente a desórdenes sociales. Asimismo, los caldeos invaden el País del Mar y Sumer, provocando el colapso del comercio en el Golfo Pérsico y afectando a la economía de los babilonios y elamitas, a causa de lo cual ambas naciones llegarán a una entente política. En Asiria, las ciudades fueron abandonadas por sus habitantes, que se refugiaron en las montañas. Es en estos momentos, cuando se asientan en la frontera con Elam las tribus que serán mencionadas más tarde en los anales asirios posteriores -los litau, los puqudu, los gambulu, los maneos-; gentes que ocuparán los territorios fronterizos entre Asiria, Urartu y Elam. Los anales asirios mencionan, además, nuevas naciones: Namri; Zamua, el antiguo país de los lulubeos; Habhu, cuyos habitantes se dedicaban a la metalurgia, el trabajo de la plata y el tejido de la lana; Ellipi, emparentado con los elamitas, y que se ocupaba principalmente de la cría de ganado.

Otros pueblos nuevos se presentan en el panorama internacional. Los urarteos, al norte de Asiria; los medos y persas, al este de Elam, que comienzan sus infiltraciones por esta época y presionan a los elamitas, cuyo territorio se va restringiendo hacia el oeste. Aun así, los elamitas mantendrán el control de Anshan hasta finales del siglo VIII a.C, cuando caerá en manos de los persas, cuyos primeros monarcas de la dinastía aqueménida llevarán el título de rey de Anshan. Especialmente numerosos eran los medos, divididos en dos grupos: los medos cercanos, habitantes de los montes Zagros, tributarios de los asirios; y los medos lejanos, considerados muy poderosos por los asirios debido a sus numerosas tropas, que se extendían por todo el norte de Irán hasta Afganistán.

Debido a estas circunstancias adversas y a los movimientos de las nuevas gentes, conocido todo ello por textos de época posterior, parece lógico que la producción escrituraria en Mesopotamia disminuyera, estando más preocupados sus habitantes por sobrevivir y restablecer la economía que por registrar los sucesos que se estaban desarrollando, razón por la cual se ha considerado habitualmente a este periodo como el de los siglos oscuros, a causa de la falta de noticias.

 

ASIRIA, BABILONIA Y ELAM

Controlada Siria y convertida en provincia, el asirio Tiglatpileser III se encaró con los medos, llegando a introducirse en el norte iraní y trayendo miles de prisioneros, caballos y ganado. Igualmente, sometió a las tribus que ocupaban grandes territorios en Mesopotamia hasta la frontera con Elam, es decir la Susiana, región a la que habían sido reducidos los elamitas durante el I milenio. La ocupación de estas zonas por parte de Asiria perjudicaba las relaciones entre Elam y Urartu, habiendo podido provocar una migración en masa de pueblos del norte hacia Elam. Tal vez resida aquí uno de las factores que inclinó a los elamitas a aliarse con los babilonios, hostigando a los asirios y fomentando las revueltas entre sus vasallos. Además, Tiglatpileser III prohibió entonces a la ciudad fenicia de Tiro, el comercio con Egipto, cuya importancia se revelará con motivo de la guerra asirio-elamita.

Su sucesor Sargón II pasó sus dos primeros años de reinado luchando con los opositores a su golpe de estado. La situación fue aprovechada por el jeque caldeo de Bityakin, Merodacbaladán II, para hacerse con el trono de Babilonia, ayudado por el rey elamita Ummanigas I. También se rebeló Siria con el apoyo egipcio. Cuando pudo reaccionar, Sargón II se enfrentó al elamita en las afueras de la ciudad de Der. El asirio se jactó de haber aplastado a las fuerzas del rey de Elam y de haber abatido su poderío, pero lo cierto es que salió derrotado, pues la crónica babilónica dice que Ummanigas I acabó con el mandato de Asiria, causando su gran derrota. Merodacbaladán II, que acudía como aliado del elamita, llegó tarde a la batalla. Para controlar la zona, decidió fortificar con plazas fuertes todo el noreste, reocupando y rebautizando los lugares abandonados. Esto le sirvió al mismo tiempo para vigilar a las tribus medas, cuyos territorios se extendían hasta donde se levanta el sol. Tras unas nuevas campañas para reprimir rebeliones en Cilicia e Israel, Sargón II llevaría a cabo la guerra con Elam. Aquí, Ummanigas I había muerto en el quinto año de reinado de Merodacbaladán II, habiendo estado en el trono 26 años.

Fue sustituído por Shuturnahunte I, el hijo de su hermana, un rey que aparece tradicionalmente confundido por los historiadores con Shutruknahunte II, último rey de la dinastía shutrukida. Este rey se unió a Merodacbaladán II en su año doce para resistir a Sargón II, que descendió sobre Babilonia con la excusa de exigir el tributo que el babilonio había decidido no pagar, la cercó, la tomó y se sentó en su trono. Merodacbaladán II huyó durante la noche a Elam y su aliado elamita se refugió en las montañas. Los asirios ocuparon los distritos fronterizos de Elam y se apoderaron de las fortalezas elamitas de Samuna y Babduri -que había levantado Shuturnahunte I- junto con los comandantes y 7.500 elamitas. Merodacbaladán II quisó sobornar al rey elamita para que le vengara, entregándole sus pertenencias reales de plata, pero fue en vano, ya que éste tuvo miedo de los asirios, aunque se quedó con los regalos, al decir del propio Sargón II. Un segundo encuentro con los elamitas tuvo un carácter indirecto. El fallecimiento de Talta, rey de Ellipi, provocó que sus dos hijos se enfrentaran en una guerra civil a causa de sus pretensiones al trono. Uno de ellos, Nibe, pidió ayuda a Shuturnahunte I, que le envió 4.500 arqueros; el otro, Ispabara, solicitó el auxilio de Sargón II, que le mandó a siete generales con sus ejércitos. Nibe fue derrotado e Ispabara se sentó en el trono.

Aprovechando la muerte del rey asirio, Merodacbaladán II, se apoderó de Babilonia con el apoyo del rey de Elam, quien sobornado con oro, plata y piedras preciosas, le envió contingentes de tropas al mando de su comandante en jefe -Imbapa- y diez generales, junto con 80.000 arqueros y numerosa caballería. Pero el nuevo rey, Senaquerib, venció a los babilonios en Kish y expulsó a Merodacbaladán II. Al año siguiente, atacó al país de Ellipi en represalia por la ayuda prestada a los babilonios, devastando la zona y obteniendo, al mismo tiempo, la sumisión de algunas tribus medas. En Babilonia, Merodacbaladán II aprovechó el alejamiento del rey asirio para entrar de nuevo en acción. Senaquerib reaccionó, llevándose cautivo a Belibni y colocando a su propio hijo, Asurnadinshume, como gobernador de Babilonia. Los asirios llegarían hasta la frontera de Elam persiguiendo al caldeo, que se refugió en la corte elamita con todos sus recuerdos de familia, incluídos los huesos de sus antepasados y desapareció de la Historia. Mientras tanto, en Elam, el mismo año en que Asurnadinshume, hijo de Senaquerib, subía al trono de Babilonia, el rey Shuturnahunte I era raptado por razones desconocidas y recluído por su hermano Hallushu. Había reinado durante 18 años.

Tras la desaparición de Merodacbaladán II, la historia de Elam se reduce en lo principal a su guerra particular con Asiria, preocupada por las rebeliones de los caldeos que afectaban a la zona sur de Babilonia y a la ruta comercial del golfo Pérsico. Dado que los elamitas colaboraban con los caldeos y les apoyaban mediante sobornos, los asirios sintieron que Elam era su propio problema y por ello Senaquerib decidió atacar directamente a Elam. A ello se unía, sin embargo, otra motivación. De un lado, Babilonia estaba aliada con Sidón, con lo cual los sidonios utilizaban el Éufrates como atajo para llegar al golfo Pérsico y a la India. De otro lado, los fenicios de Tiro desarrollaban su actividad en el sur junto a Egipto -recuérdese que Tiglatpileser III les prohibió comerciar con Egipto-. Ya con anterioridad, en la época del rey casita Kurigalzu I, los sidonios habían intentado reabrir la vía marítima del golfo Pérsico, pero fueron rechazados porque los babilonios mantenían buenas relaciones con Egipto en aquel momento. Además, Israel controlaba la ruta que iba de Fenicia al golfo de Akaba, en el mar Rojo. Para Tiro, suponía la posibilidad de acceder allí directamente, sin el concurso de Egipto. Así se explica la alianza del fenicio Hiram con Salomón, que estaba, a su vez, en buenas relaciones con la reina de Saba en Arabia. La convergencia en Babilonia de la ruta de la India con la de la seda que pasaba por Elam, preocupaba los asirios. Así, la fuerte coalición Sidón-Babilonia-Elam explicaría el hecho de que Asiria favoreciera la ruta tiria y la diferencia de trato con que los reyes asirios actuaron frente a Tiro y Sidón: mientras Sidón fue arrasada por Asaradón, las rebeliones de Tiro no fueron castigadas, limitándose los asirios a cobrar los tributos atrasados. Ahora bien, puesto que la ruta del golfo Pérsico estaba controlada por los elamitas, que dominaban la costa oriental -lo cual había llevado a los babilonios a pactar con Elam-, para solucionar definitivamente el problema comercial, los asirios decidieron eliminar a Elam.

Senaquerib realizó la primera operación en su sexta campaña, el año 694 a.C., con la excusa oficial de que los caldeos de Bityakin, seguidores de Merodacbaladán II, se habían refugiado en Elam. Efectuó el ataque por mar a través del golfo Pérsico, después de construir los barcos en Nínive y bajarlos por el Tigris, pilotados por fenicios. En la desembocadura esperaba el ejército asirio para embarcar. Luego, se trasladó a la costa elamita, donde se impusieron a una pequeña avanzadilla elamito-caldea en la desembocadura del río Ulai, procediendo a capturar y saquear algunas ciudades fronterizas elamitas -Nagitu, Hilmu, Pillatu, Hupapanu-, pero no alcanzaron Susa. Elam respondió con un ataque que cogió a Senaquerib por sorpresa, haciendo una incursión por el Tigris hacia el norte de Babilonia, saqueando Sipar y cortando las comunicaciones asirias. Además, se apoderó de Asurnadinshume, entregado por los babilonios y llevado a Elam. No se vuelve a saber nada más de él.

En Babilonia, los elamitas entronizaron a Nergalushezib, un exiliado, que se había refugiado en Elam; pero pronto fue expulsado por los asirios. Volvió con refuerzos elamitas, pero fue derrotado, capturado vivo y exhibido en la puerta de Nínive, encerrado en una jaula. El hijo del rey de Elam, al mando de los refuerzos, murió en el campo de batalla. Ese mismo año, en una revolución, el pueblo elamita se apoderó de Hallushu, encerrándolo y matándolo. Había reinado seis años. Eligieron a Kudurnahunte -Kudurru para los babilonios-, un hijo de nadie, elevado al trono con la rebelión. Al año siguiente, para prevenir otra incursión por los elamitas, Senaquerib emprendió un ataque a través del territorio de la ciudad de Der. La idea era recuperar las ciudades fronterizas que Elam se había anexionado en la época de su padre Sargón II. El ataque cogió por sorpresa a Kudurnahunte, que abandonó la capital Madaktu y se refugió en la montañosa Hidalu, aconsejando a la población esconderse en las fortalezas. Senaquerib renunció a perseguirlo, so pretexto de un frío intenso, un terrible temporal, nieve y lluvia. Kudurnahunte no sobrevivió más de tres meses; había reinado durante 10 meses. Fue asesinado en el curso de una insurrección y sustituído por su hermano menor, Menanu. Los asirios le llamaban Ummanmenanu y decían de él que no tenía ni sentido ni juicio. Corría el año 692 a.C.

Mientras tanto, en Babilonia, el general caldeo Mushezibmarduk, elegido entre el pueblo, suscitó una rebelión contra Asiria con la ayuda del rey elamita, comprado con los tesoros del templo del dios Marduk. Mushezibmarduk era un babilonio exiliado en Elam, que tuvo que regresar a Babilonia a causa de las maquinaciones que se urdían contra él en la corte elamita. Habiendo reunido una numerosa tropa de elamitas, caldeos, arameos y babilonios se enfrentó a los asirios en 691 a.C., en las afueras de la ciudad de Halule, al norte de Babilonia. Elam acudía con sus propios aliados, Parsuash, Pasheru, Ellipi y Anshan -que ya no estaba bajo soberanía elamita, sino en poder de los persas de Aquemenes-. Senaquerib, en su rimbombante estilo, hace alusión a una innumerable horda, una gran masa, cual enjambre de langostas, que se abalanzó sobre él como una tormenta cuajada de densas nubes.

El asirio narra la batalla y la subsiguiente matanza, consecuencia de la magnífica victoria que se atribuye, aludiendo a que las pérdidas elamitas ascendieron a 150.000 individuos. Sin embargo, la crónica babilónica afirma que fue obligado a retirarse. Para conjugar estas dos informaciones contradictorias, se ha supuesto que Elam estaba amenazando con una invasión. Desde este punto de vista, el éxito asirio consistió en evitar su avance, pero su regreso a Nínive sin alcanzar Babilonia fue, desde el punto de vista babilónico, una retirada. Tuvo que esperar dos años para poder realizar su famosa campaña devastadora contra Babilonia. Entre las razones de este rey asirio para destruir la capital del mundo antiguo debió pesar la muerte de su hijo a manos de los elamitas, con el dinero de los templos babilonios. Así, en el año 689 a.C. Babilonia fue destruida, sus habitantes eliminados o deportados, los templos arrasados y la ciudad sumergida bajo las aguas. Mushezibmarduk fue capturado y llevado cautivo a Asiria.

Entretanto, en Elam, Ummanmenanu sufría un ataque de parálisis bucal que lo dejaba sin habla. Moriría un año después, el mismo en que Senaquerib destruía Babilonia. Había regido en Elam durante cuatro años. Le sucedió Ummanaldas I, que se mantuvo en el trono ocho años, al cabo de los cuales enfermó al mediodía del día 23 del mes de octubre, muriendo por la tarde. Su hijo Ummannaldas II se sentó en el trono y unos meses después moría Senaquerib.

Cuando su hijo Asaradón intentó que los caldeos de Bitdakuri y los gambulu devolvieran las tierras ocupadas a los babilonios con motivo de la destrucción de la gran ciudad, se produjeron disturbios, que fueron aprovechados por el rey del País del Mar para asediar la ciudad de Ur. Ante la respuesta asiria, el sedicioso Nabuzerkittilishir -hijo de Merodacbaladán II- no pudo resistir y huyó a Elam, donde el rey elamita lo hizo eliminar. Su hermano se asustó y, emigrando de Elam, se refugió en Nínive junto a Asaradón. En relación a Elam, Asaradón tuvo un pacífico reinado. En el cambio de actitud elamita respecto a los babilonios, tal vez tenga algo que ver la nueva postura asiria de reconstrucción de Babilonia, así como la unión de ambas casas reales por medio del matrimonio de Asaradón con una princesa babilónica. De este modo, el comercio se mantenía estable, no siendo viable para los elamitas apoyar nuevas rebeliones de pretendientes al trono de Babilonia, puesto que sólo ocasionaban gastos. Es posible también que Elam y Asiria hubiesen suscrito algún tipo de pacto, dado que el primer año de Asaradón conmemora la venida desde Elam de los dioses que fueron expoliados anteriormente, con excepción de los dioses de Akad, incluída la diosa Ishtar, que lo harían siete años después. El rey de Elam, Ummanaldas II, acabó su vida en su palacio, sin estar enfermo, sino gozando de buena salud, según nos lo dice la crónica babilónica. Fue rey durante 6 años. Su hermano Urtaku se convirtió en su sucesor. Su primera acción de gobierno fue devolver a los dioses de Akad, como manifestación de su voluntad de continuar con la alianza asirio-elamita.

Respecto a Elam, el nuevo rey asirio Asurbanipal intentó seguir la política de su padre Asaradón, firmando un tratado de paz con Urtaku. De este modo, ante las dificultades económicas de Elam debidas a la pérdida de Anshan a manos de los persas -lo que quebrantaba la vía terrestre de la India- y a los estragos causados por la ausencia de lluvias -lo que provocó la pérdida de las cosechas y trajo el hambre-, Asurbanipal le envió grano para salvar la vida de su pueblo y además consintió que la gente que había huido ante el hambre, se estableciese dentro de Asiria hasta que llegaran las lluvias y sobrevinieran las cosechas, devolviéndolos después a Elam. Sin embargo, el rey elamita respondió con una política de agresión. Aprovechando la ausencia de los ejércitos asirios, que se encontraban invadiendo Egipto, creyó llegada la oportunidad de independizar a Babilonia de la férula del poder asirio, asegurando definitivamente la ruta del golfo Pérsico, sobre todo teniendo en cuenta que Anshan ya había escapado al control directo de los elamitas. Al mismo tiempo, apoderándose de Babilonia, mantenía abierta la ruta terrestre hacia el Mediterráneo sin tener que depender de Asiria. En resumen, se revitalizaba la ruta Sidón-Babilonia-Elam. Por todo ello, Urtaku se dejó seducir por las maquinaciones de los dirigentes tribales babilonios y atacó Babilonia en el año 664 a.C.

En cuanto a la política interior, Urtaku necesitaba una victoria para asegurar su posición en el trono, pues las intrigas de los miembros de la familia real, que se confabulaban contra él, provocaban la inestabilidad. Así, su hermano Teuman, que era opuesto a Asiria, utilizaba su influencia para convencer a Urtaku de que apoyara la rebelión babilonia de Nipur y de los gambulu contra Asiria, lo cual le permitiría, en caso de fracaso o de ausencia del rey de Elam, apoderarse del trono. La sorpresa por la actitud elamita y su ruptura del pacto se observa en los escritos de Asurbanipal, que se queja amargamente de su amigo Urtaku, a quien no abandonó y con quien mantenía buenas relaciones, no pensando que pudiera traicionarle, puesto que se había mostrado amistoso. Ciertamente, Asurbanipal disculpa al elamita, diciendo que los culpables de haber engañado a Urtaku y de haberlo arrastrado a una guerra injusta, infringiendo el juramento a los dioses, fueron tres babilonios: Beliqisha -jeque de la tribu de los gambulu-, Nabushumeresh -gobernador de la ciudad de Nipur- y Mardukshumibni -uno de sus propios oficiales-.

Asurbanipal, atareado con egipcios y fenicios, no queriendo creer lo que su amigo elamita estaba haciendo, se cercioró primero por medio de mensajeros, mandando luego un ejército para repeler a Urtaku. Este suceso contribuyó a agriar las relaciones entre Asurbanipal y su hermano Samashshumaukin –rey de Babilonia-, pues tenía claro que éste se había puesto de acuerdo con el elamita. También contribuyó a acentuar la crueldad de Asurbanipal, marcado por las traiciones de su amigo y de su propio hermano. Urtaku fue perseguido hasta los límites de Elam, muriendo poco después de forma desconocida. Se cumplían así los planes de Teuman, que se hizo con el trono e intentó asegurar su posición, tramando el asesinato de los familiares de sus dos predecesores: los hijos de Urtaku -Ummanigas, Ummanapa y Tamaritu- y los hijos de Ummanaldas II -Kudurru y Paru-. Pero estos cinco, junto con otros sesenta miembros de la realeza, acompañados por algunos nobles y arqueros escogidos del ejército, lograron escapar y huir a la corte Asiria donde se les dió asilo.

Teuman exigió la extradición de los exiliados con continuos mensajes a la corte de Nínive, pero Asurbanipal, dado su tono soberbio e insolente, no accedió, decidiendo por su parte invadir Elam. Para legitimar su decisión, el rey asirio se apoyó en una teofanía, un sueño y un eclipse, explicando que había sido la voluntad de los dioses. Estaba además interesado en colocar en el trono a alguno de los hijos de Urtaku, y al mismo tiempo quería aparecer públicamente como víctima ofendida, por lo que lanzó una campaña de desprestigio contra su adversario elamita, diciendo de él que era un usurpador y calificándolo despectivamente: imagen de un demonio, desprovisto de razón, pecador contra el dios Asur, etc., resaltando, de paso, su actitud insolente y su carácter soberbio. Para entonces Egipto se había sacudido el yugo asirio. Asurbanipal no reaccionó, prefiriendo llevar a cabo la campaña contra Elam.

Ante el ataque de los asirios, Teuman intentó oponerse con un contraataque por el norte de Babilonia, pero cuando el ejército asirio llegó a la ciudad de Der, sintió miedo y se retiró a Susa. Los asirios lo acosaron y lo obligaron a salir de la ciudad y presentar batalla en Tulliz, junto al río Ulai. La batalla -año 653 a.C.- resultó desfavorable para los elamitas y Teuman pereció en ella. En el viaje de regreso a Asiria, los asirios derrotaron también a Dunanu, jeque de los gambulu e hijo de Beliqisha -uno de los consejeros babilonios de Urtaku-, que había confiado en Elam y se apoderaron de su capital Shapibel.

Eliminado Teuman, Asurbanipal colocó en el trono elamita a Ummanigas II -el mayor de los tres hijos de Urtaku-, que fue nombrado rey en Madaktu; el menor -Tamaritu I- fue hecho rey de Hidalu, plaza dejada vacante por Ishtarnandi, rey que falleció en la misma guerra que Teuman. Pero Ummanigas II, a quien Asurbanipal hizo muchos favores, no quiso mantener buenas relaciones, sino que se dedicó a maquinar intrigas con Babilonia, aceptando el soborno de manos de los mensajeros de Samashshumaukin y contribuyendo a hacer estallar la guerra de éste contra su hermano Asurbanipal en 652 a.C. El primero en iniciar las hostilidades fue el rey del País del Mar, Nabubelshumate, que debía el trono a Asurbanipal, pero que se había aliado a los babilonios. El general asirio Belibni lo puso en fuga, pero al huir a Elam, se llevó consigo prisioneros a los consejeros asirios, lo cual irritó a Asurbanipal. Por su parte, los elamitas atacaron por el norte. Unidos a los guteos, amorreos y al país de Meluhha, bajo el mando de Undasi -un hijo de Teuman, a quien Ummanigas II envió con la excusa de vengar a su padre, pero con la esperanza de que muriera, como así ocurrió-, se enfrentaron a los asirios en Manqisi, cerca de Der, pero salieron derrotados. Entonces Asurbanipal envió un mensaje a Ummanigas II, que retuvo al mensajero y no respondió. Al mensaje siguió una sublevación cortesana que ocasionó la muerte del rey elamita y de toda su familia. El autor de la masacre era su sobrino Tamaritu II -un hijo de Tamaritu I-, que detestaba a los asirios a causa de la muerte de Teuman; además, guardaba rencor a Ummanigas II por la muerte de Undasi y por sus muestras de sumisión a Asiria.

Tamaritu II se mostró favorable a los intereses de Babilonia, aceptando también los sobornos de Samashshumaukin. Asurbanipal se lamentaba de que no le enviase saludos al subir al trono, pero lo cierto es que no le dio tiempo, pues uno de sus generales, llamado Indabibi, se alzó en armas contra él, forzándolo a huir a Asiria, junto con sus hermanos, su familia, la simiente de la casa de su padre, 86 nobles elamitas y 17 parientes más. A pesar de decir que Tamaritu II era más malvado que su predecesor y que había venido en ayuda de Samashshumaukin, haciendo avanzar sus ejércitos para enfrentarse a los asirios, Asurbanipal tuvo piedad de él y de los suyos y se dignó acogerlo.

El nuevo soberano -Indabibi- mantuvo una actitud ambigua, restituyendo a Asurbanipal los consejeros asirios que Nabubelshumate se llevó prisioneros a Elam, pero rehusando entregar al mismo rey, a pesar de las reiteradas amenazas asirias de invasión. Asurbanipal decidió actuar con la misma ambigüedad, manteniendo buenas relaciones con él, pero no expulsando de su corte a Tamaritu II. Al mismo tiempo, intrigaba secretamente, fomentando la oposición de ciertos miembros de la nobleza elamita. Las maquinaciones de ambos reyes dieron lugar a un estado de paz temporal, que Asurbanipal aprovechó para acabar con la rebelión de su hermano Samashshumaukin. Tras un asedio de dos años, Babilonia cayó y fue convertida en provincia bajo el mando del gobernador Kandalanu. Tras ello, Asurbanipal decidió atacar a Elam para hacerse con Nabubelshumate. Cuando los elamitas se enteraron de que el ejército asirio se había movilizado, se sublevaron contra Indabibi y lo mataron, colocando en el trono a Ummanaldas III, hijo de Atametu, probablemente el arquero de Teuman del mismo nombre.

Asurbanipal le reconoció como rey y le envió un mensaje para tratar del regreso de la diosa Nana desde Susa a Uruk, aunque con resultado infructuoso. Esta era una de las razones por las cuales invadió Elam. Los anales asirios no dan, en cambio, ninguna explicación. Asurbanipal se limita a decir que reclutó sus tropas y avanzó hacia Elam, llevándose consigo a Tamaritu II. Según la correspondencia asiria, en el año 647 a.C. un ejército bajó desde Der hasta Bitimbi -fortaleza elamita situada en la frontera con Asiria- con la intención de distraer las fuerzas de los elamitas a la zona, de modo que el otro ejército, conducido por Belibni desde Babilonia, atravesara el golfo Pérsico y pudiese capturar a Nabubelshumate. Esta era una segunda razón de la invasión de Elam. Belibni no tuvo suerte en su objetivo, conformándose con el saqueo de las ciudades de Hilmu y Pillatu; por contra, la toma de Bitimbi resultó muy rentable, pues el comandante de la fortaleza -Imbappi, yerno de Ummanaldas III- y la mujer e hijos del anterior rey Teuman cayeron en manos asirias. Luego, ambos ejércitos se reunieron y continuaron hacia Susa, obligando a Ummanaldas III a escapar a las montañas. Con los asirios en poder de Susa, se nos revela la tercera causa de la guerra: instalar de nuevo en el trono elamita a Tamaritu II.

A partir de ahora las informaciones sobre Elam se hacen oscuras. Sabemos de la existencia de una rebelión llevada a cabo por Ummanigas III, hijo de Amedirra, que se levantó contra Ummanaldas III, quien lo derrotó en batalla campal. Este mismo levantamiento obligó a Umbahabua, el rey de Hidalu, a huir a la ciudad de Bubilu, donde se nombró rey, aprovechando la ausencia de Ummanaldas III, ocupado en la lucha. Sin embargo, la cercanía de las tropas asirias, que estaban ya en Susa, hizo que huyese asustado, desapareciendo en el mar. Por su parte, Tamaritu II se revolvió contra Asurbanipal, considerando que los asirios -en el regreso a su país-se dedicaban a saquear las pequeñas ciudades elamitas. Planeó asesinar a la guarnición asiria de Susa, pero sus planes se descubrieron. Fue depuesto y enviado por segunda vez ante Asurbanipal, que no menciona el destino que le reservó. Tras la marcha de los asirios, Ummanaldas III regresó a Madaktu desde las montañas. Poco tiempo después, Asurbanipal decidía una definitiva invasión de Elam. La captura de Nabubelshumate, o la devolución de la estatua de la diosa Nana, podrían haber estado en el origen de esta guerra.

Así pues, en el año 646 a.C. Asurbanipal lanzó su ofensiva. En respuesta al ataque, Ummanaldas III abandonó Madaktu, cruzó el río Idide y entró en Durundasi (actual Choga Zanbil), haciendo del mismo río su línea defensiva. Las tropas asirias a la vista del río tuvieron miedo, pero el asirio les dijo que la diosa Ishtar se le había aparecido en sueños y les guiaría. Animados por esta revelación, cruzaron el río y capturaron Durundasi, pero Ummanaldas III por segunda vez escapó a las montañas. El ejército asirio se internó en territorio elamita, hacia Hidalu y Pashime a través de las provincias de Bunanu, Tasharra y Huhnur. Los dioses y las poblaciones de estas ciudades fueron deportados a Asiria. La diosa Nana fue, por fin, recuperada. En el regreso se produjo el famoso saqueo de Elam, que Asurbanipal se deleitó en relatar con sumo detalle.

Los administradores y la familia real fueron deportados a Asiria. El ejército elamita fue incorporado al asirio. El libro bíblico de Esdras cuenta que los deportados elamitas fueron establecidos al norte de Palestina. Ummanaldas III regresaría para volver a reinar por tercera vez sobre Madaktu. Esto obligó a un tal Pae, quizá un gobernante títere asirio, a huir a Asiria. La vuelta del rey de Elam permitió a Asurbanipal escribirle por última vez, pidiendo la entrega del rebelde Nabubelshumate, que se suicidó temiendo que el rey elamita accediera. Su cadáver fue enviado a Asurbanipal.

Una nueva revolución en Elam obligó a Ummanaldas III a refugiarse en las montañas, pues la muerte de Nabubelshumate y el envío de su cuerpo a Asiria le creó una fuerte oposición, ya que él había sido partidario de entregarlo a los asirios. Durante su estancia en la ciudad de Murubisu, la tribu de Ellipi lo capturó y lo entregó a Asurbanipal. La sonada invasión de Elam ocasionó la sumisión espontánea de varios países vecinos, entre ellos el país de los persas, cuyo rey Ciro I, envió a Nínive a su propio hijo Arukku como rehén. De todos modos, la campaña se convirtió a la postre en un grave error político, pues Elam funcionaba como estado tapón frente a los medos que amenazaban el este de Asiria. Cierto que la posesión del sur mesopotámico permitía a los asirios el control de la ruta del golfo Pérsico, pero aún así, la desaparición de Elam como poder político y militar de primer orden fue el principio del fin para Asiria; sin Elam, los asirios ya no pudieron hacer frente a los medos, que acabarían por borrarlos de la faz de la tierra.

 

LOS NEOBABILONIOS Y ELAM

El rey babilonio Nabopolasar les había devuelto a los elamitas sus dioses arrebatados por Asurbanipal, consiguiendo, a cambio, su apoyo en la recuperación de las ciudades de Sumer, especialmente Uruk, de manos asirias. Aunque Elam no era ya una potencia, seguía contando en el plano internacional. Varios reyes se sucedieron en el trono de Susa -Humbannumena III, Shuturnahunte II, Hubantarah, Hallutasinsusinak, Hutrantemti II, Addahamitiinsusinak. Después se produjo una escisión política en varios reinos independientes. Así surgieron los reyezuelos de los pequeños píses de Zamin -Massini, Bahuri-, Ayapir -Shuturnahunte III-, Samati -Dabala, Ampiris, Unzikilik, Anishilha, Unsak-, Zari -Apalaya-, Gisat -Hubanshutruk- y Susa, el que representaba a Elam a los ojos de los babilonios. Aquí se sucedieron los reyes Ummanunu, Silhakinsusinak II y Teptihubaninsusinak. Mientras los pequeños estados elamitas frenaron la expansión meda hacia Mesopotamia, los babilonios pudieron ocuparse de sus intereses en Siria. Más tarde, la unión de medos y persas acabaría con estos pequeños reinos, englobándolos y despejando el camino hacia Babilonia.

Durante el reinado de Nabucodonosor II, tenemos noticias de una guerra llevada a cabo contra Elam, sin que sepamos el motivo de la misma. Al parecer, el enfrentamiento se produjo en la orilla del río Tigris; sin embargo, el rey elamita tuvo miedo y regresó a su país. Finalmente, sabemos por el libro bíblico de Judit, de otra guerra contra Elam, esta vez aliado a Arfacsad, rey de los medos. La batalla tuvo lugar en la llanura de Arioc y supuso una gran victoria para el babilonio.

En 549 a.C., el mismo año que el rey babilonio Nabónido abandonaba su ciudad Babilonia y emprendía el camino del desierto, un joven persa llamado Ciro derrotaba a su pariente medo Astiages sin siquiera pelear. Los medos, llamados umanmanda por los mesopotámicos, quedaron englobados en el imperio persa desde ese momento. Los persas se extendieron hacia el oeste a costa de los elamitas, apoderándose de Anshan -la capital de Elam- a comienzos del siglo VII a.C., tal y como se conoce a través de la tradición persa, según la cual, ya desde la época de Teispes (675-640 a.C) Anshan estaba en su poder, pues se denominaban a sí mismos reyes de Anshan. Por tanto y de acuerdo con la cronología persa, Aquemenes -el padre de Teispes- debió ser dueño de Anshan desde 700 a 675 a.C. Para vigilar su expansión, los elamitas establecieron una segunda capital en Hidalu, gobernada por un rey.

Con la llegada de Darío I algunos elamitas -Assina, Ummanish, Atamaita-, intentaron aprovechar la confusión producida por la guerra civil persa para sacudirse su dominio por medio de rebeliones efímeras, que fueron aplastadas rápidamente por el persa. Todas estas insurrecciones están relatadas en la famosa inscripción de Behistún, excavada en la roca para mayor gloria de Darío I, que la redactó en tres idiomas: persa, acadio y elamita. Con estos rebeldes decidimos acabar la historia política de Elam, si bien su cultura y su idioma aún perduraron. El elamita fue la lengua oficial del imperio persa y en ella se registraban los documentos de archivo. Desaparece del mundo escrito con los aqueménidas, pero seguirá hablándose por lo menos hasta el siglo X d.C., según el geógrafo árabe Istajri. 

 

LISTA DE REYES 

DINASTIA DE AWAN I Correspondencia
Kul[...]  
DINASTIA DE AWAN II  
Peli  
Taar  
Ukutahis  
Hishur  
Shushuntarana  
Napilhus  
Kikusiwetemti  
Luhishan Sargón I
Hishepratep Rimus
Eshpum Manistusu
Ilishmani  
Epirmupi  
Helu (ca. 2300) Naramsin
Hita  
(dominio Guteo)  
(Shimpishuk)  
Puzurinsusinak(dominio sumerio) Urnammu
DINASTIA DE SIMASKI  
Girname Shulgi
Tazita I  
Yabrat I Amarsin
Tazita II  
Lu[sha?n]akluhan Shusin
(Hutrantemti)  
(Pepi)  
(Indatuinsusinak)  
(Tanruhurater) Ibisin
Kindatu Ishbierra
Indatu I Ishbierra
Tanruhurater I Bilalama
Yabrat II  
Indatu II  
Indatunapir  
Indatutemti  
DINASTIA YABRIDA, SUKKALMAH  
Yabrat III  
Silhaha  
Addahushu  
Palaishan  
Kukkirwas  
Kuknasur I Rimsin
Sirukduhca. 1830) Samsiadad I
Siwepalarhupakca. 1800) Hammurabi
Kuduzulus Hammurabi
Kutirnahunte I Samsuiluna
Temtiagun  
Kutirsilhaha  
Kuknasur III Amisaduqa
Sirtuh  
Tanuli  
Temtihalki  
Kuknasur IV  
DINASTIA KIDINUIDA  
Kidinû  
Tanruhurater II  
TEXTOS DE MALAMIR  
Shalla  
TEXTOS DE HAFT-TEPE  
Insusinaksharilani  
Teptiahar Kadasmanenlil I
DINASTIA IGEHALKIDA  
Igehalki  
Pahirishan Kurigalzu I
Atarkita  
Unpahasnapirisa  
Kidinhutran I 1360-1355)  
Humbannumena I 1355-1345) Kurigalzu I
Untasnapirisa (1345-1305) Burnaburias II
Kidinhutrudis I  
Napirisauntas  
Kidinhutrudis II Enlilnadinshumi/Adadshumaidin
DINASTIA SHUTRUKIDA  
Haludusinsusinak  
Shutruknahunte I(1200-1160) Zababashumaidin
Kutirnahunte II(1160-1150) Enlilnadinahe
Silhakinsusinak I(1150-1130)  
Huteludusinsusinak(1130-1100) Nabucodonosor I
Silhinahamrulagamar  
Humbannumena II  
Shutruknahunte II(1060-1040)  
Shuturnahunte I  (S. XI)
----------  
Aksirnahunte  
Aksirsimut  
EPOCA NEOELAMITA  
Hutrantemti s.IX  
Addahamitiinsusinak s.IX/VIII  
----------  
Umbadara/Hubantarah 780-760  
Hallutasinsusinak 760-742  
Ummanigas I 742-717  
Shuturnahunte II 716-699  
Hallushu 698-693  
Kudurnahunte 693-692  
Ummanmenanu 692-689  
Ummanaldas I 688-681  
Ummanaldas II 680-675  
Urtaku 674-664  
Teuman 664-653  
Ummanigas II 653-652  
Tamaritu II 652-649  
Indabibi 649-648  
Ummanaldas III 648-647  
Umbahabua 647  
Tamaritu II 647  
Pae 647  
Ummanigas III 647  
Ummanaldas III 647-646  
Pae 645-644  
Ummanaldas III 644  
EPOCA ELAMITA TARDIA  
Humbannumena III ca. 640  
Shuturnahunte III ca. 620  
Ummanunu ca. 600  
Silhakinsusinak II ca. 570  
Teptihubaninsusinak ca. 550  
DOMINIO PERSA  
Hashina 521  
Ummanis/Martiya 521  
Atamaita 520-519  
EPOCA PARTA  
Kammashkiri/Kamnaskiri/Kamniskires 145  
(Ur'a) (133)  
Pittiti 125  

Qabinashkiri 78