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BIBLIOTECA DE HISTORIA DEL CRISTIANISMO Y DE LA IGLESIA

 

 

LA GUERRA DEL ESPÍRITU SANTO

 

SAN ATANASIO DE ALEJANDRÍA

 

PRIMER DISCURSO CONTRA LOS ARRIANOS

 

SEGUNDO DISCURSO CONTRA LOS ARRIANOS

 

1. Yo creía que para los que imitan la locura arriana sería suficiente con los argumentos expuestos anteriormente contra ellos y con las pruebas sobre la verdad, y que, desistiendo en adelante, se habrían arrepentido de aquellas cosas que pensaron y dijeron erróneamente acerca del Salvador. Sin embargo, no entiendo cómo ni aún así se han retirado, sino que más bien se inventan ideas contrarias a la piedad, como los cerdos y perros que rondan su propio vómito y su propio desecho. En efecto, al no entender ni lo que está escrito en los Proverbios (El Señor me hizo principio de sus caminos para sus obras) ni lo dicho por el Apóstol (Es fiel al que lo ha hecho), porfían diciendo sin más que el Hijo de Dios es algo hecho y una criatura. Y si no hubiesen perdido completamente toda capacidad de entendimiento habría bastado lo que se ha dicho anteriormente para que ellos comprendiesen, porque así lo ha testimoniado la misma verdad, que el Hijo no procede de la nada ni en modo alguno es una de las criaturas (pues el ser Dios no podría ser algo hecho ni sería legítimo decir que es una criatura).

En efecto, es propio de las criaturas y de las cosas que han sido hechas el decir de ellas que proceden de la nada y que no existían antes de ser engendradas. Pero dado que, por temor a apartarse de sus propias y fabulosas intenciones, continuamente apelan a las mencionadas expresiones de las Sagradas Escrituras, las cuales han sido escritas correctamente pero son interpretadas por ellos a la ligera, recordemos entonces a los fieles su significado volviendo una vez más sobre ellas, y mostremos a partir de cada una de ellas que los arrianos no conocen para nada el cristianismo. Si lo hubiesen conocido no se habrían sumado a la incredulidad de los judíos de hoy sino que, al preguntar, habrían aprendido que en el principio existía el Logos y el Logos estaba frente a Dios y el Logos era Dios. Y puesto que así le pareció bien al Padre, cuando el Logos mismo llegó a ser hombre, entonces con razón dice Juan acerca de Él: El Logos llegó a ser carne, y Pedro: Lo hizo Señor y Cristo, y se dice, por medio de Salomón, como de parte del Señor mismo: El Señor me hizo principio de sus caminos para sus obras, y Pablo: Habiendo llegado a ser en tanto superior a los ángeles, y otra vez: Se vació a si mismo tornando la forma de siervo, y en otra ocasión: Por tanto, hermanos santos, participes de una vocación celeste, considerad que el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión es fiel a quien lo ha hecho. Todas estas expresiones tienen el mismo significado que contempla la piedad y muestra la divinidad del Logos, y aquello que se dice humanamente de Él se debe a que llegó a ser también Hijo de hombre.

Aunque esto sea suficiente prueba contra ellos, sin embargo, dado que al no entender lo que ha dicho el Apóstol (por mencionar esto en primer lugar) consideran que el Logos de Dios es una de cosas que han sido hechas por el hecho de estar escrito que es fiel a quien lo hizo, he considerado obligado avergonzarlos a ellos, que, como señalábamos anteriormente, vuelven a decir esto tomando los textos que ellos han seleccionado.

2.  [Así pues, si no es Hijo que se le llame también cosa hecha, y entonces que se le atribuya también a Él todo lo que se aplica a las cosas que han sido hechas; pero que en modo alguno se diga que es Hijo, Logos y Sabiduría, ni se diga que Dios es Padre, sino únicamente artífice y creador de las cosas que han sido creadas por ÉL Sea pues la creación imagen e impronta de su voluntad de artífice, pero que Dios, conforme al parecer de los arrianos, no tenga una naturaleza capaz de engendrar, de modo que ni el Logos, ni la Sabiduría, ni imagen alguna pertenezcan a su propia sustancia (ya que si no hay Hijo tampoco hay imagen). Pero entonces, si no existe el Hijo, ¿cómo decís que Dios es creador, ya que todas las cosas han sido creadas por medio del Logos y en la Sabiduría y sin Él nada podía haber sido creado, y Dios no tiene, según vosotros, en quién y por medio de quién hacer todas las cosas? Y si esta divina sustancia, según ellos, al igual que una luz que no alumbra y una fuente seca, no es fecunda sino solitaria ¿cómo no les da vergüenza decir que posee una actividad de artífice?

Al eliminar lo que es por naturaleza, ¿cómo nos Ies salen los colores al querer dar la preferencia a lo que es por voluntad? Si las cosas que son externas y no existen vienen primero y al querer que existan Dios hace de artífice y se convierte en creador de ellas, tendría que ser mucho antes Padre de lo engendrado de su propia sustancia. En efecto, si permiten a Dios deliberar acerca de las cosas no creadas, ¿por qué razón no reconocen lo que está por encima de la voluntad de Dios? El hecho de haber producido por naturaleza y de ser por naturaleza Padre de su propio Logos está por encima de su voluntad. Entonces, si, de acuerdo con su insensatez, lo primero, que es aquello que es por naturaleza, no se ha dado, ¿cómo va a darse lo que viene después, que es aquello que es por voluntad? Pero primero existe el Logos, después la creación.

El Logos existe, aunque crezca la osadía de los impíos, porque la creación tuvo lugar por medio de Él. Y también debería ser algo evidente que Dios, al ser creador, tenga también un Logos artífice, pero no como algo externo sino como suyo propio (pues hay que estar repitiendo otra vez lo mismo). Si Dios tiene capacidad volitiva y su voluntad es creadora y suficiente para constituir las cosas creadas, y resulta que el Logos es su creador y artífice, entonces no hay duda de que el Logos es también la decisión viviente del Padre, su actividad sustancial y el Logos verdadero en el que todas las cosas son constituidas y gobernadas adecuadamente. Nadie podría dudar tampoco que quien compone algo es anterior a la composición y a las cosas que son compuestas. Y, como he dicho antes, en lo que respecta a Dios, el hecho de ser artífice es posterior al hecho de engendrar. En efecto, el Hijo es algo propio y pertenece verdaderamente a aquella bienaventurada y eterna sustancia del Padre, mientras que las cosas, que son fruto de su voluntad, se constituyen fuera de El y son creadas por medio de lo que es propio engendrado de dicha sustancia.

3.  Así pues, dado que el argumento ha mostrado, en contra de quienes lo afirman, que el hecho de que no sea Hijo de Dios, sino algo hecho, es un gran absurdo, todos tenemos que reconocer forzosamente en adelante que el Señor es Hijo. Y si es Hijo (como en realidad lo es) y se afirma que el Hijo no viene de fuera, sino que procede del que lo engendra, entonces, aunque los santos, al referirse al Logos, utilicen la expresión a quien lo hizo, en lugar de «a quien lo engendró», que los arrianos no den un significado diferente a estas dos expresiones, como hemos dicho antes, porque en semejantes casos la expresión es indiferente siempre y cuando se mantenga la conformidad de naturaleza. En efecto, las expresiones no cambian la naturaleza, sino que es más bien la naturaleza la que modifica las expresiones tirando de ellas hacia sí; y las expresiones no son anteriores a las sustancias, sino que las sustancias tienen la prioridad y las expresiones son secundarias. De este modo, cuando la sustancia es algo hecho o una criatura, entonces se dice con propiedad de ella que «la ha hecho», «ha llegado a ser» y «la creó» y se da a entender algo hecho. Pero cuando la sustancia es lo engendrado o un hijo, entonces ya no se aplican propiamente las expresiones «lo ha hecho», «ha llegado a ser» y «lo creó» ni se da a entender algo hecho, sino que uno puede utilizar indistintamente «lo creó» en lugar de «lo engendró».

Sucede muchas veces que los padres llaman siervos suyos a los hijos que nacen de ellos, y no están negando el carácter genuino de su naturaleza; y también muchas veces llaman hijos a sus propios siervos porque son benevolentes, y no por ello ocultan que son propiedad suya desde el principio. En el primer caso es legítimo llamarlos hijos porque son sus padres, mientras que en el segundo los llaman así por afecto. Por ejemplo, Sara llamaba «señor» a Abrahán, aunque no era su esclava sino su cónyuge; y el Apóstol entregó a su siervo Onésimo, en calidad de hermano, a Filemón, que era su dueño; y, al contrario, Bersabé, aunque era su madre, llamaba a su hijo siervo cuando decía a su padre: «Tu siervo Salomón»; y, después de haber entrado, el profeta Natán le decía a David aquellas mismas palabras: «Tu siervo Salomón»; y no les importaba llamar siervo a su hijo, ya que también David, al escucharlo, reconoció su naturaleza y ellos, aunque lo llamaban así, no ignoraban su carácter genuino y por eso reclamaban que Salomón, a quien llamaban como a un siervo, fuese heredero de su padre, porque era hijo de David por naturaleza.

4.  Entonces, así como al leer estas cosas pensamos adecuadamente, y al escuchar que Salomón es siervo no creemos que sea siervo sino hijo auténtico y por naturaleza, de la misma manera también, cuando los santos dicen del Salvador (que es reconocido como verdadero Hijo y es Logos por naturaleza) que Él es fiel a quien lo hizo, o cuando Él dice de sí mismo: Señor, me creaste, y también: Yo soy tu siervo, hijo de tu sierva, y cosas semejantes, que por ello no nieguen algunos su identidad que procede del Padre, sino que, como en el caso de Salomón y David, piensen rectamente acerca del Hijo y de! Padre. En efecto, si reconocen como hijo a Sa­lomón, aunque escuchen que es siervo, ¿cómo no van a ser justamente aniquilados muchas veces cuando no mantienen el mismo criterio en el caso del Señor, sino que cuando escuchan «lo engendrado», «Logos» y «Sabiduría» se esfuerzan por malinterpretar y negar la generación auténtica y por naturaleza del Hijo que procede del Padre; y nada más escuchar las palabras y expresiones que son propias de algo hecho, enseguida estas palabras les llevan a pensar que el Hijo es algo hecho por naturaleza y niegan al Logos, cuando resulta que pueden atribuir todas estas expresiones a su humanidad, ai haberse hecho hombre? ¿Y cómo no van a aparecer detestables a los ojos del Señor cuando usan dos balanzas distintas, midiendo con una aquellos casos y con la otra blasfemando contra el Señor?

Tal vez utilicen la palabra «siervo» como si dependiese de la disposición que cada uno tenga, pero se aferran a la expresión «a quien lo hizo» como algo de gran ayuda para su herejía. Sin embargo, también este apoyo constituye para ellos una caña quebrada, porque se estarían acusando en seguida a sí mismos si aprendieran el modo de proceder propio de la Escritura. En efecto, de la misma manera que Salomón es llamado siervo, aunque es hijo de veras, de igual manera, para repetir otra vez lo que hemos dicho antes, aunque los progenitores digan que sus hijos habían sido «hechos», «creados» y «producidos», no están cegando en absoluto su naturaleza de hijos.

Por eso, como está escrito en el libro de Isaías, cuando rezaba Ezequías, decía: A partir de este día haré unos hijos que anunciarán tu justicia, Señor de mi salvación. Y Él decía haré, mientras que el profeta, tanto en su libro como en el cuarto libro de los Reyes, dice así: Y tus hijos que saldrán de ti. Ciertamente dijo haré, en lugar de usar el verbo «engendrar», y está hablando de quienes han nacido de él como «hechos», pero la palabra no introduce ninguna diferencia, cuando se trata de lo engendrado por naturaleza. Y Eva, después de engendrar a Caín, dijo: He adquirido un hombre por medio de Dios. De este modo, en vez de «engendrar» ella dijo he adquirido, y después de haber hablado primero del hijo dijo a continuación: he adquirido. Y ninguno creería por causa de este he adquirido que Caín fue comprado fuera y no había sido alumbrado por ella. El patriarca Jacob decía a José: Ahora tus dos hijos, los que llegaste a tener en Egipto antes que yo viniese a Egipto junto a ti, Efraín y Manasés, son míos. Y la Escritura dice acerca de Job: Llegó a tener siete hijos y tres hijas, de manera semejante a como dijo también Moisés en la Ley: Si alguno llega a tener hijos, y también: Si hace un hijo.

5.  He aquí de nuevo cómo han llamado «llegados a ser» y «hechos» a los que han sido engendrados, porque saben que, mientras sean reconocidos como hijos, no importa nada que alguien diga «llegaron a ser», «obtuvimos» o «hice». En efecto, la naturaleza y la verdad atraen hacia sí el significado. Por lo cual es necesario también, de cara a los que se preguntan si el Señor es una criatura o algo hecho, preguntarse en primer lugar si el Hijo es también Logos y Sabiduría. Pues una vez demostrado esto, se libra uno de la sospecha de si es una criatura y algo hecho, porque ni algo hecho podría ser Hijo y Logos, ni el Hijo podría ser algo hecho y una criatura.

Siendo esto así, será nuevamente una demostración evidente para todos el que la expresión a quien lo hizo no resulta provechosa para su herejía, sino que más bien la condena. En efecto, está demostrado que la expresión lo hizo aparece también aplicada en las Sagradas Escrituras a los que son hijos auténticos y por naturaleza. De donde se sigue que, una vez qué se ha mostrado que el Señor es Hijo auténtico y por naturaleza, Logos y Sabiduría, aunque se le aplique la expresión lo hizo o llegó a ser, esto no se dice de El como si fuese una criatura, sino que los santos la utilizan indistintamente, como en el caso de Salomón y los hijos de Ezequías. Ciertamente, aunque los habían engendrado de sí mismos, está escrito hizo, he adquirido y llegó a ser. Por tanto los arrianos, que combaten a Dios, al alegar muchas veces semejantes expresiones como pretexto, deberían alejar de ellas su impía manera de interpretarlas y pensar que el Señor es Hijo verdadero, Logos y Sabiduría del Padre, no algo hecho ni una criatura.

Pues si el Hijo es algo hecho, ¿en qué logos y en qué sabiduría fue Él creado entonces? (En verdad todas las cosas que han sido hechas han sido creadas por medio del Logos y la Sabiduría, como está escrito: Todas las cosas las hiciste en la Sabiduría, y también: Todas las cosas fueron creadas por medio de Él y nada fue creado sin Él). Si el Hijo es Logos y la Sabiduría en la que todas las cosas son creadas, entonces no es una de las cosas que han sido hechas ni creadas, sino engendrado del Padre.

6. Examinad, pues, cuánto error supone decir que el Logos de Dios es algo hecho. Dice Salomón, en algún lugar del Eclesiastés: Dios llevará a juicio a toda cosa hecha, con todo lo oculto, sea bueno o malo. Por lo tanto si el Logos es algo hecho, ¿va a ser también Él llevado a juicio como nosotros? ¿Y dónde queda luego el juicio, si el juez es juzgado? ¿Y quién dará las bendiciones a los justos y los castigos a los injustos, si resulta que el Señor es uno más en el juicio, junto a todos? ¿Y con qué clase de ley será juzgado el legislador mismo? Todo esto es propio de las cosas hechas: ser juzgado, ser bendecido por el Hijo o ser castigado. Temed en adelante al juez y haced caso a lo que dice Salomón. En efecto, sí Dios va a juzgar a toda cosa hecha, y el Hijo no es de los que van a ser juzgados, sino más bien el juez de todas las cosas que han sido hechas, ¿cómo no va ser más claro que la luz del sol el que e! Hijo no sea algo hecho, sino el Logos del Padre en el que todas las cosas son creadas y juzgadas?

Y si, por estar escrito siendo fiel, se inquietan de nuevo creyendo que el término «fiel» se aplica al Logos de igual manera que a todos (esto es, que al ser fiel recibe una recompensa por su fidelidad), entonces es hora de acusar también a Moisés por esto mismo, porque dice: Dios es fiel y verdadero, y a Pablo que escribe: Dios, que no permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas, es fiel. Sin embargo, cuando los santos decían estas cosas no estaban pensando humanamente acerca de Dios, sino que sabían que en la Escritura el término «fiel» tiene un doble significado: uno de ellos equivale a «el que tiene fe», el otro a «el que es digno de fe»; el primer sentido se aplica a los hombres, mientras que el segundo corresponde a Dios. En este sentido, Abraham era fiel porque creyó a Dios cuando le hablaba. Dios, en cambio, es fiel porque, como canta David, el Señor es fiel en sus palabras y cuando habla es digno de fe porque es imposible que Él mienta. Y si hay alguna fiel que tenga viudas..., se le llama «fiel» por haber creído adecuadamente, mientras que el Logos es fiel porque debe ser creído lo que ha dicho, al ser verdadero y no poder ser de otra manera. Por consiguiente, la expresión siendo fiel a quien lo hizo que aparece en la Escritura no tiene parecido con los demás casos ni aparece porque haya llegado a ser agradable al creer, sino que, como es Hijo del Dios verdadero, El es fiel y debe ser creído en todo aquello que pueda decir y hacer, por permanecer inmutable y no haber cambiado en su economía salvífica como hombre y en su presencia en la carne.

7.  Así pues, saliendo aJ paso de su desvergüenza, de igual manera uno también podría refutar a los arrianos, que yerran y piensan que el Logos de Dios es algo hecho, tomando pie únicamente de la expresión lo hizo. Y puesto que el sentido de las palabras de la Escritura es correcto, cuando muestra cuándo ocurre y a qué se refiere la expresión lo hizo, es preciso mostrar también a partir de ella la insensatez de los herejes, sobre todo si, como hemos dicho anteriormente, entendemos la ocasión y el uso de esta expresión. En efecto, el Apóstol no ha dicho estas cosas pensando en lo que precede a la creación, sino al momento en que el Logos llegó a ser carne, porque así está escrito: Por tanto, hermanos míos santos, partícipes de una vocación celeste, comprended que el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión, Jesús, es fiel a quien lo hizo. ¿Cuándo entonces fue enviado sino en el momento en que se revistió de nuestra carne? ¿Y cuándo llegó a ser sumo sacerdote de nuestra confesión sino cuando, después de haberse ofrecido a sí mismo por nosotros, resucitó el cuerpo de entre los muertos y El mismo presenta ahora y lleva ante el Padre a quienes se acercan con fe a Él, redimiendo a todos y expiando en favor nuestro en lo que se refiere a Dios?

Así pues, no dijo siendo fiel a quien lo hizo con la intención de referirse a la sustancia del Logos ni a la generación por naturaleza de su Padre (¡de ningún modo!, pues el Logos es quien hace, no quien es hecho), sino a su descenso hasta los hombres y al hecho de llegar a ser sumo sacerdote. Esto precisamente podría entenderlo bien cualquiera a partir del conocimiento histórico de esta institución conforme a la ley y a Aarón. Pues así como [Aarón] no fue engendrado sumo sacerdote, sino hombre, y pasado un tiempo, cuando Dios lo quiso, llegó a ser sumo sacerdote; y no llegó a serlo sin más ni era reconocido como tal por las vestiduras acostumbradas, sino que estando revestido con el humeral, el pectoral y la vestidura talar que las mujeres habían confeccionado por mandato de Dios, y entrando con ellas puestas en los lugares santos, ofrecía el sacrificio a favor del pueblo; y de esta manera mediaba también entre la aparición de Dios y los sacrificios de los hombres, de igual manera ocurre en el caso del Señor: Al principio existía el Logos y el Logos estaba junto a Dios y el Logos era Dios, pero cuando el Padre quiso que fuera entregado como rescate por todos y agraciase a todos, entonces es cuando el Logos, como hiciera Aarón con la vestidura talar, tomó también de modo similar la carne de la tierra (teniendo a María como madre de su cuerpo en lugar de la tierra que todavía no había sido trabajada), para que, teniendo qué ofrecer, se ofreciese a sí mismo ai Padre, nos purificase en su propia sangre a todos nosotros de nuestros pecados y nos resucitase de entre los muertos.

8. Las realidades antiguas eran sombra de esto; así, lo que anticipaba en sombras Aarón según la ley, el Salvador lo ha realizado con su venida. Por tanto, así como Aarón seguía siendo el mismo y cuando se vestía con los ornamentos de sumo sacerdote no cambiaba, sino que era únicamente cubierto por ellos permaneciendo el mismo; y si uno dijese, después de haberle visto sacrificar: «He aquí que hoy Aarón ha llegado a ser sumo sacerdote», no estaría queriendo dar a entender que de ese momento hubiese llegado a ser hombre (pues era ya hombre antes de llegar a ser sumo sacerdote), sino que había sido hecho sumo sacerdote en el rito litúrgico al vestirse con los ropajes que habían sido confeccionados y preparados para el sacerdocio; de la misma manera es posible entender bien en el caso del Señor que no llegó a ser otro diferente por haber tomado carne, sino que siendo el mismo era cubierto por ella. Y no es lícito pensar que las expresiones «llegó a ser» y «fue hecho» se deben a que el Logos, en cuanto que es Logos, ha sido hecho, sino a que el Logos, que es el artífice, fue hecho después sumo sacerdote al haberse revestido de un cuerpo creado y he eho que podía entregar en favor nuestro. Por ello se dice también que ha sido hecho.

Así pues, si el Señor no llegó a ser hombre, entonces que planten batalla los arrianos, pero si el Logos llegó a ser carne, ¿qué habría que decir del hombre que ha llegado a ser, sino que es fiel a quien lo hizo? En efecto, así como es propio decir del Logos: En el principio existía el Logos, de la misma manera es propio de los hombres el ser creados y hechos. Por ello, ¿quién que haya visto al Señor caminando como hombre y mostrando por sus obras que es Dios no se habría preguntado quién le hizo hombre? ¿Y quién ai ser preguntado de esta manera no habría respondido que el Padre le hizo hombre y nos lo envió como sumo sacerdote?

Pero el mismo Apóstol que escribió siendo fiel al que lo hizo es capaz de mostrar todavía más este sentido, así como la ocasión y la persona a la que se refiere, si entendemos lo que precede al pasaje, dado que forma una sola secuencia y la lectura se refiere a la misma persona. En la Epístola a los hebreos escribe lo siguiente: Por tanto, como los hijos tienen en común la sangre y la carne, también Él participó de ellas en igualdad de condiciones, para que por medio de la muerte venciese a quien tenía poder sobre la muerte, esto es, al diablo, y liberase a cuantos por miedo a la muerte estaban sometidos a la esclavitud a lo largo de toda la vida. Pues no tomó ciertamente de la descendencia de los ángeles, sino que tomó de la de Abraham. De donde se sigue que debía ser hecho semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser misericordioso y fiel, sumo sacerdote en lo que se refiere a Dios y alcanzar la propiciación por los pecados del pueblo, porque al haber experimentado Él mismo la tentación es capaz de ayudar a quienes son tentados. Por ello, hermanos santos, partícipes de la vocación celeste, considerad que el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión, Jesús, es fiel a quien lo hizo.

9. Al leer este pasaje entero, ¿qué persona no condenará a los arrianos y se maravillará de lo bien que lo ha expresado el bienaventurado Apóstol? En efecto, ¿cuándo ha sido hecho el Logos y cuándo ha llegado a ser apóstol sino cuando participó también El de la sangre y de la carne como nosotros? ¿Y cuándo llego a ser sumo sacerdote misericordioso y fiel, sino cuando fue hecho en todo semejante a sus hermanos ? Y fue hecho semejante en el mismo momento en que llegó a ser hombre, al revestirse de nuestra carne. Por consiguiente, el Apóstol decía siendo fiel a quien lo hizo escribiéndolo en relación a la economía salvífica realizada por Logos en cuanto hombre, y no acerca de la sustancia del Logos. No desvariéis entonces ya más diciendo que el Logos de Dios es algo hecho, porque es Hijo unigénito por naturaleza.

Y tuvo hermanos en el momento en que se revistió de una carne semejante a la nuestra; y, al ofrecerla Él por medio de sí mismo, fue llamado sumo sacerdote y llegó a ser misericordioso y fiel: misericordioso, porque habiéndose entregado por nosotros tuvo misericordia de nosotros, y fiel, no por participar de la fe ni por creer en alguien, como nosotros, sino porque debe ser creído en aquello que diga y haga, y porque ofrece un sacrificio fiel que permanece y no perece. En efecto, los sacrificios ofrecidos según la ley no eran dignos de fe al tener lugar cada día y necesitar nuevamente de purificación, mientras que el sacrificio del Salvador, que ha tenido lugar una sola vez, ha llevado todo a plenitud y ha llegado a ser digno de fe al permanecer para siempre. Además, Aarón tuvo sucesores con el tiempo y la muerte y, en general, el sacerdocio según la ley dejaba a un lado a los anteriores sacerdotes, mientras que el Señor, como tiene un sumo sacerdocio que no pasa y no tiene sucesores, llegó a ser sumo sacerdote fiel al permanecer para siempre y haber llegado a ser fiel en la promesa de atender y no extraviar a quienes se le acercan. Y esto también se puede aprender de la carta del gran Pedro que dice: De manera que también los que sufren conforme a la voluntad de Dios presenten sus almas al fiel creador. En efecto, Él es fiel y no cambia, sino que permanece siempre y concede lo que ha prometido.

10. Por lo tanto, aquellos que los griegos llaman equivocadamente dioses no son fieles ni a su ser ni en sus promesas, pues ni siquiera son los mismos en todas partes, sino que los de cada lugar perecen con el tiempo y se destruyen entre ellos. Por esta razón también el Logos grita contra ellos que la fe no tiene fuerza en ellos, que son un agua falsa y que no hay fe en ellos. Por el contrario, el Dios de todo, el único que existe en realidad y es verdadero Dios, es fiel al permanecer el mismo, y dice: Miradme, mirad que Yo soy y no me cambio’. Por eso también su Hijo es fiel al existir siempre, no cambiar y no engañar ni en su ser ni en sus promesas, tal como escribe en otra ocasión el Apóstol a los tesalonicenses, diciéndoles: El que os llamó es fiel y Él lo cumplirá, dando a entender que es fiel al cumplir lo que ha prometido; y, acerca del significado de semejante expresión y del hecho de no estar sujeto a cambio, les escribe a tos hebreos: Si no le creemos, Él permanece fiel porque no puede negarse a sí mismo.

De este modo, al describir la venida en carne del Logos, el Apóstol dijo con razón: Apóstol y fiel a quien lo hizo, mostrando así que, aunque llegó a ser hombre, Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos, sin estar sujeto a cambio; y también por esta razón, cuando el Apóstol escribe acerca de su encarnación, hace igualmente mención de ella mediante el sumo sacerdocio, y así tampoco en esta ocasión se mantuvo callado por mucho tiempo, sino que en seguida hace mención por todas partes de la certeza de su divinidad, principalmente allí donde está expresando su abajamiento, para que así conozcamos inmediatamente su grandeza y su majestad paterna. En efecto, dice que Moisés era un siervo, mientras que Cristo un Hijo, y que aquél fue fiel a su casa, mientras que Cristo fue fiel estando por encima de su casa, al haberla preparado Él mismo y ser su Señor y artífice, y agraciándola como Dios. Moisés, como era hombre por naturaleza, llegó a ser fiel creyendo a Dios que le hablaba por medio del Logos, mientras que el Logos no estaba en el cuerpo como uno cualquiera de los seres creados ni tampoco como una criatura dentro de otra, sino que era Dios en la carne, artífice y preparador en lo que ha sido preparado por Él. Y los hombres están recubiertos de carne para existir y sostenerse, mientras que el Logos de Dios se ha hecho hombre para santificar la carne, y existió en la forma de siervo, aunque era Señor, pues toda la creación que ha sido creada y hecha por Él es sierva del Logos.

En base a esto se sostiene que la expresión lo hizo, que utiliza el Apóstol, no significa que el Logos haya sido hecho, sino que se refiere al cuerpo semejante al nuestro que Él tomó, por el cual también fue considerado hermano nuestro una vez hecho hombre.

11. Y si ha quedado mostrado que, aunque uno aplique la expresión lo hizo al Logos, esto se dice sustituyendo a lo engendró, ¿qué clase de invención podrán encontrar entonces que sea todavía más malintencionada para esto, cuando precisa mente nuestro argumento, tras clarificar enteramente la expresión, ha mostrado por todas partes que el Hijo no es algo hecho sino lo engendrado stistancialmente del Padre, y que en la economía salvífica, porque así le pareció bien al Padre, fue hecho hombre por nosotros y vivió como tal? Así pues, ésta es la razón por la cual el Apóstol dice: Es fiel a quien lo hizo, y en los Proverbios se dice que es creado. En efecto, siempre y cuando se reconozca que ha llegado a ser hombre, no hay diferencia alguna entre decir, como hemos apuntado anteriormente, «ha llegado a ser», «ha sido hecho», «ha sido creado», «ha sido modelado», «siervo», «hijo de una muchacha», «hijo de hombre», «ha sido constituido», «se marchó», «novio», «sobrino» o «hermano». [Ciertamente resulta que todas estas expresiones son propias de la constitución de los hombres, y que semejantes expresiones no describen la sustancia del Logos, sino que se refieren al hecho de haberse hecho hombre. También la expresión que se encuentra en los Hechos de los Apóstoles, a la que los arrianos apelan, tiene un sentido semejante cuando Pedro dice que hizo Señor y Cristo a éste, a Jesús, a quien vosotros crucificasteis. Pues de ningún modo está escrito en este lugar que hizo para sí un Hijo o que hizo para sí un Logos, como para que puedan imaginarse cosas semejantes.

Por tanto, si no olvidan deliberadamente que estas palabras hablan del Hijo de Dios, que investiguen si en algún sitio está escrito que Dios hizo para sí un Hijo o creó para sí un Logos, o también si en algún lugar está escrito claramente que el Logos es algo hecho o una criatura, y entonces que lo presenten como pretexto, para que así sean también refutados como necios. Pero si no encuentran nada semejante y van a la caza por sí encuentran al menos un lugar en el que aparezca escrito «lo hizo» o «ha sido hecho», entonces temo que al poco de escuchar que en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, hizo el sol y la luna e hizo el mar, digan que el Logos es el mar, la luz que llegó a existir el primer día, la tierra y cada una de las cosas que han sido hechas, de modo que en adelante se van a parecer también a los que son llamados estoicos. Pues, aunque los estoicos ponen a Dios en rodas las cosas y los arrianos unen al Logos de Dios junto con cada una de las cosas que han sido hechas, sin embargo han llegado a sostener lo mismo, que Él es una de las cosas hechas.

12. No obstante, deben escuchar otra vez las mismas cosas y deben aprender en primer lugar que, como hemos dicho también en lo precedente, el Logos es Hijo y no algo hecho, y que no es necesario entender semejantes expresiones referidas a la divinidad, sino averiguar por qué razón y de qué manera están escritas. Sin duda, quienes buscan se toparán con la economía salvífica humana que el Logos tomó sobre sí por nosotros. Y así Pedro, después de haber dicho: Lo hizo Señor y Cristo, añadió en seguida: A éste, a Jesús, a quien vosotros crucificasteis, y a todos les quedó claro. Y también podría quedarles claro a los arrianos si respetaran la secuencia, porque no estaba diciendo que la sustancia del Logos había sido hecha, sino Él en cuanto hombre. En efecto, ¿qué es lo crucificado sino el cuerpo? ¿Y cómo podía referirse a la corporalidad del Logos sino diciendo lo hizo?

En cualquier caso la expresión lo hizo, que aquí se menciona, tiene un significado correcto, pues no ha dicho, como he mencionado antes, que lo ha hecho Logos sino que lo ha hecho Señor; y no así sin más, sino que lo hizo por nosotros y en medio de nosotros, lo cual equivale a decir que «lo probó». Pedro mismo, dando comienzo a semejante enseñanza fundamental, dio a entender esto con gran libertad cuando les decía: Varones israelitas, escachad estas palabras: a Jesús el Nazareno, varón probado ante vosotros por Dios con poderes, prodigios y signos que hizo Dios por medio de Él en medio de vosotros, como vosotros mismos sabéis. El término lo hizo, que menciona al final, lo ha introducido al principio como lo probó, pues a partir de los signos y cosas asombrosas que hacía el Señor, fue probado que Cristo no era simplemente un hombre, sino Dios existiendo en un cuerpo, que era Señor y que era el mismo.

Lo mismo ocurre cuando Juan dice en los Evangelios: Por esta razón le perseguían principalmente los judíos, porque no sólo quebrantaba el Sábado, sino que decía que Dios era su propio Padre haciéndose semejante a Dios. Ciertamente el Señor no se hizo Dios a sí mismo en ese momento (pues tampoco es posible en modo alguno que Dios sea hecho por alguien), sino que se daba a conocer por medio de las obras diciendo: Aunque no me creáis a mí creed a mis obras, para que conozcáis que yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Por tanto, el Padre lo ha hecho así Señor y Rey en medio de vosotros y para vosotros, que ames le rechazabais. Y es evidente que el que ahora se da a conocer como Señor y Rey, no comienza a ser Rey y Señor en ese momento, sino que en ese momento comienza a mostrar su señorío y a extenderlo también a aquellos que le rechazaban.

13. Si piensan, pues, que el Salvador no fue Señor y Rey también antes de llegar a ser hombre y soportar la cruz, sino que en ese momento comenzó a ser Señor, sepan que están pronunciando abiertamente de nuevo las palabras del de Samosata. Pero si, como hemos leído y ya dijimos anteriormente, es Señor y Rey eterno, siendo adorado como Señor por Abraham, y habiendo dicho Moisés: El Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte del Señor desde el cielo, y cantando David: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, tu trono, oh Dios, permanece para siempre, cetro de rectitud es el cetro de tu reinado, y también: Tu reinado es un reinado eterno, entonces es evidente también que antes de llegar a ser hombre, era Rey y Señor eterno, imagen y Logos del Padre. Y como resulta que el Logos es Señor y Rey eterno, vuelve a estar a la vista de todos que Pedro no decía que la sustancia del Hijo había sido hecha, sino que se refería al señorío que ha llegado hasta nosotros cuando ha llegado a ser hombre, y que ha llegado a ser Señor y Rey de todos, después de habernos redimido a todos en la cruz.

Pero si por estar escrito lo hizo porfían porque no quieren que el lo ha hecho sea equivalente a lo probó, o porque no saben razonar, o por causa de su herejía, que lucha contra Cristo, escuchen entonces que incluso así tienen un significado correcto las palabras de Pedro. En efecto, aquel que llega a ser señor de unos obtiene bajo su cargo a quienes ya existían. Pero si resulta que el Señor es artífice de todos y Rey eterno y nos ha obtenido a nosotros en el momento en que ha llegado a ser hombre, entonces conforme a esto sería también evidente que tampoco lo que dice Pedro significa que la sustancia del Logos es algo hecho, sino que se refiere a la sumisión de todas las cosas que tiene lugar después y al señorío del Salvador que se ha extendido a todos. Y esto es semejante a lo que veníamos diciendo, pues así como antes mencionábamos las palabras: Llega a ser para mí un Dios protector, y también: El Señor llegó a ser refugio para el pobre, y nuestro discurso mostraba que estas palabras no significan que Dios fuera algo que ha llegado a ser, sino que se refieren al favor llegado a cada uno de nosotros de parte suya, de igual manera las palabras de Pedro tienen también el mismo significado.

14. El Logos, al ser el mismo Hijo de Dios, es Señor de todo, mientras que nosotros anteriormente estábamos sometidos, desde el principio, a la esclavitud de la corrupción y a la maldición de la ley; y además, poco tiempo después, modelándonos seres que no existían, adorábamos, como dice el bienaventurado Apóstol, a quienes por naturaleza no son dioses, ignorábamos al verdadero Dios y preferíamos lo que no existía a la verdad. Pero después, así como el antiguo pueblo se lamentó al ser oprimido en Egipto, de igual manera, al tener nosotros la ley inscrita en la naturaleza, y al seguir los inefables gemidos del Espíritu y decir: Señor, Dios nuestro, apodérate de nosotros, también ha llegado a ser como un lugar de refugio y de esa manera ha llegado a ser nuestro Señor. Pero no comenzó a serlo en ese momento, sino que somos nosotros los que comenzamos a tenerlo a El por Señor nuestro. Después, en efecto, Dios, al ser bueno y el Padre del Señor, tuvo misericordia de nosotros y, queriendo ser conocido por todos, hizo que su propio Hijo se revistiera de un cuerpo humano, llegase a ser hombre y fuera llamado Jesús, para que, al haberse ofrecido a sí mismo en favor de todos, en Él fueran todos liberados de su alejamiento de Dios y de la corrupción, y llegase a ser Señor y Rey de todos.

Así pues, el que llegase a ser Señor y Rey de esta manera es precisamente lo mismo que decía Pedro: Lo hizo Señor y Cristo, lo envió, lo cual equivale a decir también que el Padre lo ha hecho hombre, pues es propio de los hombres el ser hecho. Pero no lo hizo hombre así sin más, sino que lo hizo para que ejerciese su señorío sobre todos y santificase a todos por medio de la unción. En efecto, aunque el Logos, que existía en la forma de Dios, tomó la forma de siervo, la adopción de la carne no hacía del Logos un siervo (pues es Señor por naturaleza), sino que más bien se ha convertido en liberación de toda humanidad por el Logos. El Logos mismo, que por naturaleza es Señor y fue hecho hombre mediante la forma de siervo, ha sido hecho Señor de todas las cosas y Cristo, y esto para santificar a todos con el Espíritu Santo. Y así como Cuando Dios llega a ser Dios protector y dice: Seré Dios para ellos, no llega a ser en ese momento más Dios ni comienza a ser Dios, sino que, cuando le parece, llega a ser para quienes están necesitados aquello mismo que Él es siempre, de igual manera también Cristo, que es Señor por naturaleza y Rey eterno, no llega a ser más Señor ni comienza a ser Señor y Rey cuando es enviado, sino que en ese momento es hecho según la carne aquello que es siempre y, por haber redimido a todos, llega a ser también así Señor de vivos y muertos. Por ello le sirven en adelante todas las cosas. Esto es también lo que canta David: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que coloque a tus enemigos como estrado de tus pies. En efecto, no convenía que la redención tuviese lugar por medio de otro, sino por medio del Señor por naturaleza, de manera que no fuésemos creados por un lado por el Hijo y por otro lado llamásemos Señor a otro, e incurriésemos así en la insensatez arriana y griega, sirviendo a la creación en lugar de servir a Dios que ha creado todas las cosas.

15. Éste es el significado de la expresión, según mí pobre entender. Y las semejantes palabras que Pedro dirige a los judíos responden sin duda a una causa verdadera y buena. En efecto, los judíos, al haberse alejado de la verdad, esperan la venida del Cristo y no consideran que pueda experimentar también el sufrimiento, y dicen aquello que no entienden: Nosotros sabemos que, cuando venga el Cristo, permanecerá para siempre; ¿cómo dices tú entonces que es necesario que sea elevado?. Además suponen que no se trata del Logos que llega a existir en carne, sino que se trata de un mero hombre, como han llegado a ser todos los reyes. Por eso el Señor corregía a los que pensaban como Cleofás, cuando enseñaba que el Cristo debía primero padecer, y a los demás judíos, cuando enseñaba que Dios se había hecho presente, diciendo: Si llamó dioses a aquellos a quienes les fue dirigida la palabra de Dios, y la Escritura no puede dejarse de cumplir, ¿decís vosotros que Aquél a quien el Padre santificó y envió blasfema porque he dicho: soy Hijo de Dios?.

16. Por ello Pedro, que había aprendido esto del Salvador, corrigiendo a los judíos en ambas cosas, dice: «¡Judíos!, las Sagradas Escrituras anuncian que el Cristo viene y vosotros pensáis que es un mero hombre, como uno cualquiera de los descendientes de David; pero lo que está escrito acerca de Él no es como decís, sino que las Escrituras más bien lo anuncian como Señor, Dios, inmortal y dispensador de vida. En efecto, Moisés había dicho: Veréis vuestra vida colgada en frente de vuestros ojos, y David, en el salmo ciento nueve: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que coloque a tus enemigos como estrado de tus pies, y en el [salmo] quince: No abandonarás mi alma al Hades, ni dejarás que tu santo vea la corrupción. Por tanto, semejantes palabras no se refieren a David, como él mismo lo testimonia cuando dice que el que viene es su Señor. Reconoced también vosotros que murió y que sus restos mortales se encuentran entre vosotros. Además vosotros estaréis completamente de acuerdo en que el Cristo debe ser tal como lo describen las Escrituras, porque son palabras dichas por Dios y no puede haber falsedad en ellas. Así pues, si podéis decir que ha venido antes uno semejante y podéis mostrar que es Dios a partir de los signos y prodigios que hizo, lucháis contra nosotros con toda razón. Pero si no podéis mostrar que ha venido y esperáis semejante momento culminante, reconoced la ocasión a partir de lo que dice Daniel, pues lo que afirma se refiere al tiempo presente. Y si este momento presente es aquél que preanunciaron los profetas antiguos y habéis visto lo que nos ha sucedido ahora, sabed que éste Jesús, a quien vosotros crucificasteis, es el Cristo esperado. David y todos los profetas murieron y los sepulcros de todos ellos se encuentran entre vosotros, mientras que la Resurrección que ha tenido lugar ahora prueba que las palabras de la Escritura se refieren a Cristo. En efecto, el hecho de ser crucificado explica aquello de veréis vuestra vida colgada, el hecho de ser herido con una lanza en el costado llevaría a cumplimiento aquello de como oveja fue llevado al matadero y el hecho de no haber resucitado Él sólo, sino despertar también a antiguos muertos de sus sepulcros (pues a éstos los habéis visto la mayoría de vosotros) es lo mismo que aquello de no abandonarás mi alma al Hades y la muerte robustecida devoró, pero después Dios la suprimió. El que Él hiciera signos como los que han tenido lugar, muestra que es Dios en un cuerpo y que es la vida y Señor de la muerte, porque convenía que el Cristo, que da la vida a los demás, no fuese Él mismo dominado por la muerte, lo cual no habría sucedido si, como pensáis vosotros, el Cristo hubiera sido un mero hombre. Sin embargo, es el Hijo de Dios, ya que todos los hombres están ligados a la muerte. Por consiguiente, que no vacile ya nadie en adelante, sino que toda la casa de Israel conozca con seguridad que éste Jesús, a quién visteis en figura de hombre haciendo unos signos y obras que nadie jamás había hecho, es el Cristo y Señor de todos. Y ciertamente, al haber llegado a ser hombre y al ser llamado Jesús, como hemos dicho anteriormente, no pasó a ser menos por causa del sufrimiento humano, sino que más bien, incluso en el hecho de haber sido hecho hombre, se muestra como Señor de vivos y muertos. Y dado que, como dice el Apóstol, en la Sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios por medio de la Sabiduría, sino que le pareció bien salvar a los que creían mediante la insensatez de la predicación, de manera semejante, dado que nosotros los hombres no hemos querido conocer a Dios por medio de su Logos, y servir al Logos de Dios que es nuestro dueño por naturaleza, a Dios le pareció bien mostrar su propio señorío y en un hombre atraer a todos hacia sí. Hacer esto por medio de un mero hombre era impropio, para evitar que acabáramos siendo adoradores de un hombre, al tener a un hombre por Señor. Por esta razón el Logos mismo llegó a ser carne y se le llamó por nombre Jesús, y en este sentido el Padre lo hizo Señor y Cristo, que es lo mismo que decir que lo hizo para ejercer su señorío y reinar; de modo que así como en el nombre de Jesús, a quien vosotros crucificasteis, toda rodilla se dobla, así también reconozcan al Hijo como Señor y al Padre por medio de Él».

17. La mayoría de los judíos, al escuchar esto, se avergonzaron y a partir de entonces reconocieron al Cristo, como está escrito en el libro de los Hechos. Sin embargo, puesto que los que están afectados por la locura arriana prefieren permanecer como judíos y luchar contra Pedro, vamos ahora a explicárselo con palabras similares, y quizá así se avergüencen, cuando hayan aprendido el modo de proceder que es propio de la Sagrada Escritura. Ha quedado claro, par un lado, en base a cuanto hemos dicho antes, que el Cristo es eternamente Señor y Rey, y no hay nadie que dude acerca de esto. Al ser Hijo de Dios sería semejante a Él, y, como es completamente semejante a Dios, es Señor y Rey, pues Cristo mismo dice: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.

Por otro lado, a partir del ejemplo de la bendición de Isaac (aunque esta imagen pueda ser algo confusa para el asunto que nos ocupa), se puede ver que incluso lo que Pedro dice en una ocasión: Lo hizo Señor y Cristo, no significa que el Hijo sea algo hecho. Isaac dice así a Jacob: Llega a ser señor de tu hermano, y a Esaú: He ahí que he hecho de él tu señor. Si la expresión ha hecho se hubiese referido a la sustancia y al comienzo de la existencia de Jacob, ni siquiera en este caso habría sido necesario que ellos pensasen semejantes cosas acerca del Logos de Dios, ya que el Hijo de Dios no es algo hecho como Jacob (al contrarío, si hubiesen investigado un poco podrían haber dejado de desatinar en adelante); pero si, a pesar de que Jacob es por naturaleza una criatura y algo hecho, los arrianos entienden que estas expresiones no se aplican a la sustancia ni al comienzo de la existencia, ¿cómo no van a estar más locos que el diablo, cuando atribuyen al Hijo de Dios aquellas cosas que ni siquiera se atreven a aplicar a las cosas que son creadas por naturaleza, y dicen que el Hijo es algo hecho? En efecto, Isaac no decía llega a ser y he hecho, refiriéndose al comienzo de la generación de Jacob ni a su sustancia (pues decía estas cosas más de treinta años después de su generación), sino refiriéndose a la autoridad que habría de tener después sobre su hermano.

18. Así pues, con mayor razón todavía, Pedro no lo decía dando a entender que la sustancia del Logos es algo hecho, pues sabía que era el Hijo de Dios, ya que había confesado: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo, sino que había sido hecho y había comenzado refiriéndose ai reinado y señorío, por gracia y para nosotros mismos. Y, aunque dijo estas cosas, no se calló en lo que se refiere a la eternidad y la divinidad paterna del Hijo, sino que ya antes había dejado dicho que también derramó el Espíritu sobre nosotros. El hecho de dar el Espíritu con autoridad no es propio de una criatura ni de algo que ha sido hecho, sino un don de Dios. En efecto, las criaturas son agraciadas por el Espíritu Santo, mientras que el Hijo no es agraciado por el Espíritu Santo, sino que más bien, al darlo Él mismo a todos, se muestra que no es una criatura sino el Hijo verdadero del Padre. Es cierto que se dice también que Él mismo, que es quien da el Espíritu, ha sido hecho: ha sido hecho Señor en nosotros por su humanidad, y es quien lo da porque es el Logos de Dios. En verdad, existió y existe siempre como Hijo, al igual que como Señor y Rey absoluto de todos, por ser semejante en todo al Padre y tener todas las cosas del Padre, como Él mismo afirmó.

Veamos entonces, a continuación, esto mismo, dicho en el libro de los Proverbios: El Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras, aunque, una vez que se ha mostrado que el Logos no es algo hecho, queda mostrado que tampoco es una criatura. Ciertamente es lo mismo decir «cosa hecha» que «criatura», de tal manera que la prueba de que algo no es hecho, es la misma que la prueba de que no es una criatura. Por ello también uno podría sorprenderse de que los arrianos se inventen excusas para la impiedad y no se avergüencen por todas y cada una de las refutaciones que les han sido planteadas. En efecto, al principio pensaban engañar a los incautos preguntándoles: «El que es ¿creó de la nada lo que no existía o lo que existía?», y también: «¿Tenías un hijo antes de haberlo engendrado?». Pero cuando ha quedado dicho qee esto es inconsistente, se Ies ha ocurrido decir: «¿Son uno sólo o dos los que no han sido engendrados?» Y al verse rebatidos nuevamente en esto, han añadido enseguida: «¿Tiene libertad y es mutable por naturaleza?». Mas al haber sido rechazado también esto, se les ha ocurrido entonces citar: Habiendo llegado a ser en tanto superior a los ángeles. Finalmente, cuando la verdad también rebatió estas cosas, a continuación las han recopilado todas bajo los términos «cosa hecha» y «criatura», pensando que así consolidan su propia herejía. En efecto, vuelven a dar a entender aquellas cosas y no se han separado de sus perniciosos pensamientos, dándo vueltas y mareando de diversas maneras las mismas ideas, para tal vez engañar a algunos en medio de semejante confusión.

De este modo, aunque lo que hemos venido diciendo muestra también de forma inmejorable que esta idea suya es necia, sin embargo, dado que han repetido machaconamente por todas partes el texto tomado de los Proverbios y parecen decir algo relevante cuando se encuentran entre muchos que desconocen la fe cristiana, es también necesario examinar en sí misma la expresión creó, como hicimos con la [frase] siendo fiel a quien lo ha hecho, para mostrar que, tanto aquí como en todas partes, su interpretación no es más que una fantasía.

19. Veamos entonces primero aquellas cosas que referían ai bienaventurado Alejandro, cuando estaban dando forma a su herejía. Escribieron de esta manera, diciendo: «Es una criatura, y sin embargo no es como una de las criaturas; es algo hecho, y sin embargo no es como una de las cosas hechas; es lo engendrado, y sin embargo no es como uno de los engendrados». Vea cada uno la malicia y el engaño de esta herejía, pues consciente del sabor desagradable de su propia mala intención, se esfuerza por embellecerse a sí misma con palabras convincentes. De este modo, por un lado, dice lo que piensa: «Es una criatura», mientras que por el otro cree poder esconderse, diciendo: «Y sin embargo no es como una de las criaturas». Pero al haberlo escrito de esa manera han puesto todavía más en evidencia su propia impiedad.

En efecto, si es simplemente una criatura como nosotros, ¿cómo es que disimuláis diciendo: «Y sin embargo no es como una de las criaturas»? Y si es simplemente algo hecho, ¿cómo no va a ser como una de las cosas hechas? En estas cosas se puede contemplar también el veneno de la herejía, pues cuando afirman: «Lo engendrado, y sin embargo no como uno de los engendrados», admiten muchos hijos y declaran que el Señor es uno de ellos, de manera que ya no es unigénito según ellos, sino que es llamado «lo engendrado» e «Hijo», como uno entre muchos hermanos. ¿Qué necesidad hay entonces de este paripé, diciendo por un lado que es una criatura y por otro que no es una criatura? Y por más que digáis: «Y sin embargo no es como una de las criaturas», se mostrará que semejante sofisma vuestro es absurdo, pues repetís que es una de las criaturas y, como verdaderos insensatos y ciegos, pensáis también acerca del Hijo el tipo de cosas que uno podría decir acerca de las demás criaturas. ¿Pues qué clase de criatura es ésta que es también distinta de ellas, una criatura que ha llegado a ser algo distinto, para que podáis afirmar que esto es algo característico del Hijo?

Toda la creación que vemos ha llegado a existir en seis días: en el primero la luz, que llamó día; en el segundo el firmamento; en el tercero, después de haber reunido las aguas, mostró la tierra seca y produjo los múltiples frutos que hay en ella; en el cuarto hizo el sol, la luna y el grupo de las estrellas; en el quinto estableció el nacimiento de los animales del mar y de los seres alados del cielo; en el sexto hizo los cuadrúpedos que están sobre la cierra y después al hombre. Lo invisible de Él desde la creación del mundo es contemplado por el entendimiento en sus criatura, y ni la luz es como la noche, ni el sol es corno la luna, ni las cosas que carecen de racionalidad son como el hombre racional. Tampoco los ángeles son como los tronos, ni éstos como las potestades, sino que todas ellas son criaturas y cada uno de los seres creados es y permanece en su propia sustancia, tal como haya sido creado, según su especie.

20. Por consiguiente, o bien el Logos debe ser separado de las cosas que han sido hechas, restituido al Padre como Creador y reconocido como Hijo por naturaleza, o bien, si es simplemente una criatura, hay que reconocer que ocupa el mismo puesto que ocupan las demás criaturas, unas relacionadas con otras; y dígase entonces de todas y cada una de ellas que son una criatura y sin embargo no son una de las criaturas, y que son algo engendrado o algo hecho y sin embargo no son como una de las cosas hechas o engendradas (en efecto, habéis dicho que «engendrado» y «creado» son lo mismo al haber escrito «engendrado o creado»). Y por más que el Hijo exceda a las demás criaturas al compararlo, no deja de ser por ello menos criatura que ellas, ya que incluso entre quienes son criaturas por naturaleza se pueden encontrar algunas que exceden a otras. En este sentido, una estrella excede a otra en resplandor y todas las demás se diferencian entre sí al compararlas. Y no por ello unas son señoras mientras otras sirven a las mejores, ni unas son causas creadoras mientras otras son creadas por ellas, sino que a todas ellas pertenece por naturaleza el llegar a existir y ser creadas, y todas confiesan a través de sí mismas a su propio Artífice, como canta David: Los cielos refieren la gloria de Dios y el firmamento pregona la obra de sus manos, y dice también Zorobabel, el sabio: Toda la tierra llama a la verdad, y el cielo la alaba y toda la creación se estremece y tiembla.

Si toda la tierra canta, bendice y teme al artífice y a la verdad, y por otro lado su artífice es el Logos, quien Él mismo afirma: Yo soy la verdad, entonces el Logos no es una criatura, sino el único propio del Padre, en quien todas las cosas han sido dispuestas ordenadamente y el que es cantado por todos como artífice. Así lo dice el Logos mismo: Pues yo estaba junto a Él disponiendo ordenadamente, y también: Mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo. El hasta ahora muestra que existe eternamente en el Padre como Logos, pues es propio del Logos obrar las obras del Padre y no estar fuera de Él.

21. Y si el Hijo obra las cosas que obra el Padre y las cosas que crea el Hijo son criaturas del Padre, pero si resulta que el Hijo es obra y criatura del Padre, entonces o bien el Hijo se obra a sí mismo y va a ser creador de sí mismo (dado que todas las cosas que obra el Padre son obras del Hijo), lo cual sería absurdo e imposible; o bien Él no sería una obra ni una criatura por ser el creador de las cosas del Padre y quien las obra. De este modo se evita que el que es causa creadora aparezca haciendo en las cosas que son hechas aquello que ha llegado a ser Él mismo, sobre todo porque tampoco es capaz de hacerlo. En efecto, si el Hijo fue creado de la nada, como decís vosotros, ¿cómo puede traer a la existencia como artífice aquellas cosas que no existen? Y si, siendo una criatura, crea como artífice otras criaturas, se pensará lo mismo de cada una de ellas, de modo que también ellas en algún momento podrán ejercer de artífice.

Si queréis que esto sea así, ¿qué necesidad hay del Logos, cuando resulta que las criaturas inferiores son susceptibles de ser creadas por las superiores, o sencillamente cuando cada una de las cosas creadas podría escuchar a Dios decir al principio: «Llega a ser», y también: «Sé hecha», y de esa manera ser creada? Pero esto no aparece en la Escritura ni sería posible. Ninguna de las cosas, en efecto, es causa creadora, ya que todo fue creado por medio del Logos y no habría podido crear todas las cosas si el Logos mismo hubiese sido una de las criaturas. Tampoco los ángeles pueden, en modo alguno, crear como artífices, dado que también ellos son criaturas, por más que Valentín, Marción y Basílides piensen tales cosas y vosotros les sigáis la corriente. Tampoco el sol, al ser una criatura, podrá en algún momento hacer que lo que exista no es, ni un hombre modelar a otro hombre, ni una piedra concebirá a otra piedra, ni una madera hará crecer a otra madera, sino que es Dios quien modela desde el vientre al hombre, coloca las montañas y hace crecer la madera. Por su parte el hombre, al ser capaz de asimilar conocimiento, compone esa materia, la transforma y trabaja lo que ya existe conforme haya aprendido, y se alegra de que haya llegado a existir; y al conocer su propia naturaleza, sabe invocar a Dios cuando carece de algo.

22. Por tanto, si también Dios crea y compone a partir de una materia que ya existe (y ésta es la concepción de los griegos) entonces Dios tendría que ser llamado artesano en vez de creador. Trabaje así entonces el Logos la materia, mandado por Dios y sometido a ÉL Pero si Dios llama a la existencia a las cosas que no son por medio de su propio Logos, entonces el Logos no pertenece a las cosas que no son y son llamadas a existir, de modo que no hay por qué buscar otro logos por medio del cual el Logos haya sido llamado a la existencia (en efecto, aquello que no es siempre llega a existir en un logos). Y si Dios crea y hace las cosas por medio del Logos, entonces Él no pertenece a las cosas que han sido hechas y creadas, sino que más bien es Logos del Padre creador. De hecho, el Logos es conocido también a partir de las obras del Padre, obras que el Logos mismo hace, porque Él está en el Padre y el Padre está en Él y porque quien lo ha visto ha visto al Padre. Esto se debe al carácter propio de su sustancia y a la semejanza del Hijo al Padre en todo.

¿ Cómo puede entonces crear por medio de Él, si no es su Logos y Sabiduría? ¿Y cómo podría ser Logos y Sabiduría, si no es lo propio engendrado de su sustancia, sino que también Él ha sido creado de la nada? Y si todas las cosas son creadas de la nada y son criaturas, y el Hijo, según ellos, también es una de las criaturas y de las cosas que en un tiempo no existieron, ¿cómo va a revelar al Padre sólo Él, y nadie más, si no es porque sólo Él conoce al Padre? Pues si es posible que el Logos, siendo algo hecho, conozca al Padre, entonces debe ser conocido también por todas las cosas de forma análoga (según su propia capacidad), ya que todas ellas son criaturas ai igual que el Logos. Pero si las cosas creadas no son capaces de ver y conocer al Padre, sino que la visión y el conocimiento de Dios superan todas las cosas (pues Dios mismo dijo: Ninguno verá mi rostro y vivirá, y el Hijo ha dicho a su vez: Nadie conoce al Padre sino el Hijo), entonces el Logos tendría que ser distinto de las cosas creadas, por ser el único que conoce y el único que ve al Padre, como Él dijo: No que alguno haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre, y también: Nadie conoce al Padre sino el Hijo, por más que Arrio no opine lo mismo.

Por tanto, ¿cómo es que lo conoció Él sólo, si no es porque el Logos era el único propio de Dios? ¿Y cómo podría haber sido propio del Padre, si el que procede de Él fuese una criatura y no un hijo verdadero? En efecto, no hay por qué vacilar en repetir las mismas cosas, aunque sea muchas veces, cuando está en juego la piedad. Es contrario a la piedad pensar que el Hijo es como todas las cosas, y es blasfemo y estúpido decir: «Es una criatura y sin embargo no es como una de las criaturas; es algo hecho, y sin embargo no es como una de las cosas hechas; es engendrado, y sin embargo no es como una de las cosas que han sido engendradas». En efecto, ¿cómo no va a ser el Logos como una de ellas, si resulta que, según ellos, no existía antes de ser engendrado? Ciertamente, es propio de las criaturas y de las cosas que han sido hechas el no existir antes de ser creadas y el adquirir consistencia a partir de la nada, por más que superen a las demás en gloria (pues se podrá descubrir que en esto difieren todas las demás criaturas unas de otras, como muestran los casos que hemos visto).

23. Y si, de acuerdo con los herejes, el Logos fuese de veras una criatura o algo hecho, si bien no como una de las criaturas por el hecho de distinguirse de ellas en gloria, la Escritura debería haber indicado y mostrado, a la hora de comparar el Logos con las criaturas en términos de excelencia, en qué sentido había que decir que Él es mayor que los arcángeles, más precioso que los tronos, más resplandeciente que el sol y la luna y mayor que los cielos. Pero el Logos no viene ahora definido así, sino que el Padre muestra que es Hijo suyo propio y único, cuando dice: Hijo mío eres tú, y también: Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido. Y por esta razón también los ángeles le servían como a alguien que es distinto de ellos, y es adorado por ellos no como alguien mayor en gloria, sino como alguien que es distinto de todas las criaturas y de ellos mismos, al ser el único que es sustancialmente Hijo propio del Padre. En efecto, si le hubiesen adorado como alguien que les excede en gloria, habría sido también necesario que cada uno de los inferiores adorase al superior. Pero esto no sucede así, ya que una criatura no adora a otra criatura, sino un siervo a su dueño y una criatura a Dios.

Por esta razón Pedro, el apóstol, cuando Cornelio quería adorarle, se lo impide diciendo: También yo soy un hombre, y también en el Apocalipsis un ángel se lo impide a Juan, que tiene la misma intención, diciendo: Cuida de no hacerlo, pues soy siervo junto a ti, tus hermanos los profetas y aquellos que guardan las palabras de este libro, adora a Dios. Por consiguiente, ser adorado es algo que pertenece únicamente a Dios. Y esto lo saben incluso los mismos ángeles, porque, aunque excedan a los demás en glorias, no obstante son todos ellos criaturas y no pertenecen al número de quienes son adorados, sino al de quienes adoran al Señor. Por esta razón un ángel impidió a Manóah, padre de Salomón, que le ofreciera el sacrificio que quería hacerle, diciéndole: No a mí, sino a Dios has de ofrecerlo. El Señor, por el contrario, es adorado tambien por los ángeles (pues está escrito: Y que le adoren a Él todos los ángeles de Dios), por todos los pueblos (como dice Isaías: Egipto los produjo, y los comercios de Etiopía y los hombres de Saba de elevada estatura los llevan hasta ti y serán esclavos tuyos, e inmediatamente después: Y te adorarán y en ti rezarán, porque en ti está Dios y no hay un Dios sino el tuyo) y acepta que los discípulos le adoren, y les confirma quien es, diciendo: ¿No me llamáis a mí Señor y Maestro? Lo decís bien, pues lo soy. Y cuando Tomás le dice: Señor mío y Dios mío, se lo permite decir e incluso lo acepta sin impedírselo, porque Él es, como los demás profetas dijeron, y David cantó, Señor de las potencia y Sabaot (que traducido significa «Señor de los ejércitos»), y Dios verdadero y todopoderoso, aunque los ancianos revienten ellos mismos con estas cosas.

24. Además tampoco habría sido adorado, ni se habrían dicho estas cosas del Logos, si fuese simplemente una de las criaturas. Ahora bien, puesto que no es una criatura, sino lo engendrado propio de la sustancia del Dios, que es adorado, y es Hijo por naturaleza, por esta razón es adorado y confesado como Dios y es Señor de los ejércitos, tiene autoridad y es omnipotente como el Padre. En efecto, Él dijo: Todo cuanto tiene el Padre es mío. Es ciertamente propio del Hijo tener las cosas del Padre y ser semejante a Él, de modo que en el Hijo se contempla al Padre; por medio de Hijo han sido hechas todas las cosas y en el Hijo tiene lugar y consiste la salvación de todos.

Por tanto, es bueno que los arrianos se pregunten también esto, para que así quede más patente todavía la refutación de su herejía: si todas las cosas son criaturas y todas tienen su consistencia a partir de la nada y resulta que el Hijo mismo es también, según vosotros, una criatura, algo hecho y uno de aquellos que en un tiempo no existía, ¿por qué hizo Dios todas las cosas únicamente por medio del Hijo y sin Él no se hizo nada? O bien, ¿por qué, cuando se habla de «todas las cosas», uno no piensa que se está diciendo que el Hijo está incluido en ellas, sino que se refiere a las cosas creadas, y cuando las Escrituras hablan del Logos no piensan que Él esté incluido en todas las cosas, sino que a Él, en quien el Padre lleva a cabo y obra la provisión y salvación de todas las cosas, lo colocan junto al Padre, máxime cuando todas las cosas son capaces de llegar a existir por obra del mismo mandato por medio del cual el Logos ha llegado a existir procediendo del único Dios?

En efecto, Dios no se cansa al mandar ni se debilita al crear todas las cosas, como si por sí solo únicamente pudiese crear al Hijo, pero para la creación de las demás cosas necesitara de la asistencia y ayuda del Hijo. En verdad, no hay nada en absoluto que impida que aquello que Dios quiera sea creado, sino que con sólo haberlo querido han adquirido su consistencia todas las cosas y nadie ha resistido su querer. Así pues, que me expliquen por qué razón no fueron creadas todas las cosas solamente por Dios, mediante el mismo mandato por el que también fue creado el Hijo, o por qué todo ha llegado a pertenecer al Logos, sí resulta que también Él ha sido creado. Responden toda clase de absurdos. Y, a pesar de todo, dicen al respecto que el Dios del universo, cuando quiere crear la naturaleza creada, como ve que no es capaz de participar del arte puro de Dios y de su obra de artífice, primero hace y crea Él solo únicamente a uno, al que llama Hijo y Logos, de manera que, al haber llegado a estar en medio, de este modo, en adelante, todas las cosas puedan ser creadas por medio de Él. Y no sólo han dicho estas cosas, sino que Eusebio, Arrio y Asterio, el llamado sacrificado! se han atrevido incluso a escribirlas.

25. ¿Cómo, pues, no iba a poder advertir uno finalmente, a partir de estas afirmaciones, su impiedad, de la cual no se avergüenzan, al estar mezclada en ellos con mucha falta de juicio, despotricando embriagadamente de esa manera contra la verdad? En efecto, si dicen que Dios, en razón del cansancio que supone la creación de las demás criaturas, ha creado únicamente ai Hijo, toda la creación les recriminará por pronunciar cosas indignas acerca de Dios, cuando además Isaías ha dejado escrito: El Dios eterno, que ha dispuesto las cumbres de la tierra, no tendrá hambre ni se sentirá cansado, ni será posible descubrir su pensamiento. Y si Dios creó únicamente ai Hijo, porque consideraba indigno crear las demás cosas y confió el resto al Hijo en calidad de ayudante, también esto es indigno de Dios, porque no hay soberbia en Dios.

Pero en cualquier caso el Señor los avergonzó, cuando dijo: ¿Acaso no se compran dos gorriones por un as? Y no cae uno de ellos en tierra sin que lo quiera vuestro Padre que está en los cielos; y en otra ocasión: No estéis preocupados por vuestra alma, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no es más el alma que la comida y el cuerpo que el vestido? Fijaos en los pájaros del cielo que no siembran ni siegan ni reúnen la cosecha en el granero, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros más importantes que ellos? ¿ Y quién de entre vosotros por preocuparse puede añadir una sola medida a su edad? Y en lo que respecta al vestido, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo: no se fatigan ni preocupan, y en cambio os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Pues si Dios viste así a la hierba del campo que hoy existe y mañana es arrojada a la hoguera, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?. [ En efecto, si no es indigno de Dios proveer incluso hasta las cosas que son tan pequeñas (los pelos de la cabeza, el lirio y la hierba del campo), entonces tampoco sería indigno de Él crear estas cosas, ya que también es el creador por medio de su propio Logos de aquellas cosas a las que El provee. De otro modo un absurdo mayor se presenta a quienes tienen esa opinión, dado que al separar las criaturas de la creación, que es obra del artífice, la creación resulta ser obra del Padre, mientras que atribuyen las criaturas al Hijo, cuando es en realidad necesario que o bien todas las cosas sean creadas por el Padre junto con el Hijo, o bien no [se podrá] decir que el Hijo es una de las criaturas, si todas las cosas son creadas por medio de Él.

26. Por otra parte, uno también podría igualmente refutarles su estupidez, ya que si el Logos es de naturaleza creada y esta naturaleza es incapaz de albergar la actividad propia de Dios, ¿cómo es que el Logos, como decís vosotros, fue el único entre todos capaz de ser creado por la sustancia de Dios, que es increada y absolutamente simple? En efecto, es preciso o bien que, al ser el Logos capaz, toda criatura también lo sea, o bien que, al ser todas incapaces, también el Logos lo sea, dado que, según vosotros, también Él es una de las criaturas. Y, por lo mismo, si, al ser la naturaleza creada incapaz de participar de la actividad de Dios, hubo necesidad de un mediador, y resulta que el Logos es creado y criatura, entonces es absolutamente obligado que haya necesidad de un mediador también en el caso de la creación del Logos por el Artífice, pues también el Logos es una criatura y tiene una naturaleza creada que no es capaz de participar directamente de la obra creadora de Dios, sino que necesita de un mediador. Pero también encontraría uno un mediador de éste último, y a su vez haría falta otro mediador para aquél, y, a base de avanzar así y seguir el razonamiento, uno se encontrará con una grata muchedumbre de mediadores que se suceden unos a otros. Y de esta manera no sería posible que la creación tuviera consistencia, ya que siempre necesita de un mediador, y un mediador no puede ser creado sin otro, dado que todas las cosas son de naturaleza creada, y esta naturaleza no es capaz de participar directamente de la obra creadora de Dios, como vosotros decís.

¡De cuánta estupidez están repletos, pues les lleva a pensar que las cosas que ya existen es imposible que hayan llegado a existir! O quizá no se estén imaginando que no han sido creadas, pues siguen buscando al mediador... En efecto, conforme a su manera de pensar, tan malvada e impía, tampoco tendrían consistencia las cosas creadas, si no existiera un mediador.

27. Sin embargo dicen aquello: «He aquí que, de hecho, por medio de Moisés hizo salir ai pueblo de Egipto y por medio de él dio la Ley, aunque resultaba que Moisés era un hombre, de manera que es posible que cosas semejantes sean creadas por medio de un semejante». Pero habría sido conveniente que ellos dijesen esto cubriéndose, para no tener que sufrir una gran vergüenza, ya que Moisés no era enviado para crear como artífice, ni para llamar a la existencia a las cosas que no existían, ni para modelar a sus semejantes los hombres, sino únicamente para transmitir como sirviente las palabras al pueblo y al rey Faraón. Hay una gran diferencia en estas cosas, ya que servir en calidad de siervo es propio de las criaturas, mientras que hacer existir como artífice y crear es propio únicamente de Dios y de su propio Logos y Sabiduría. Y por ello, no se podría encontrar a ningún otro que creara excepto al Logos de Dios, pues todo ha sido creado en la Sabiduría y sin el Logos no se creó nada.

En cambio, para servir no hay uno sólo, sino que entre todos son muchos los que el Señor puede enviar si lo desea, pues muchos arcángeles, tronos, potestades y dominaciones y miles de millares y un número incontable le asisten, dispuestos y preparados para ser enviados. También muchos profetas, los doce apóstoles y Pablo, y no sólo Moisés mismo, sino también Aarón junto con él y después otros setenta que fueron colmados del Espíritu Santo. Y a Moisés le sucedió Josué, el hijo de Nun, y a aquél los Jueces, a quienes también sucedieron no uno sino numerosos reyes. Por tanto, si el Hijo fuese una criatura y una de las cosas creadas, habría sido necesario que existieran muchos hijos semejantes, para que también Dios pudiese tener a muchos de ellos como servidores, de igual manera que en los demás casos hay un gran número.

Pero si esto no es lo que vemos, sino que las criaturas son muchas, mientras que el Logos es uno sólo, ¿quién no estará de acuerdo, también por esta razón, en que el Hijo se distingue de todas las cosas y no tiene parangón con las criaturas, sino que se caracteriza por la identidad con el Padre? De aquí se sigue que tampoco existen muchos logos, sino únicamente un solo Logos del único Padre y una sola imagen del único Dios. A pesar de todo dicen: «He aquí que el sol y la tierra son también únicos». ¡Necios! Que digan que también el agua es una y que el fuego es uno sólo, y así escuchen en respuesta que cada una de las cosas creadas es única según su propia sustancia, mientras que ninguna de ellas se basta a sí misma, ni es aisladamente suficiente, para el servicio y asistencia que le ha sido encomendado. En efecto Dios dijo: Que sean creados los luceros en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, que separen el día de la noche y que permanezcan como signos de los tiempos, de los días y de los años. Y añade luego: E hizo Dios los dos grandes luceros, el más grande para regir el día y el más pequeño para regir la noche, y las estrellas; y los colocó en el firmamento del cielo para que brillaran sobre la tierra y para regir el día y la noche.

28. He aquí que hay muchos luceros y no sólo el sol y la luna, sino que cada cual es uno conforme a su sustancia, y el servicio que prestan es único y común, ya que lo que le falta a cada uno es suplido por otro, y de esta manera la necesidad de iluminar es llevada a cabo por todos. Así el sol tiene capacidad para iluminar solamente el intervalo del día y la luna el de la noche, y junto a ellos las estrellas van marcando los tiempos y los años, y cada uno se convierte en un signo de los reclamos de la necesidad. De igual manera la tierra no provee a todas las necesidades, sino que se limita a los frutos y sirve de alimento para aquellos que viven en ella, y el firmamento sirve para separar las aguas de las aguas y como lugar para los luceros que hay en él. De modo similar también el fuego y el agua fueron creados junto con las demás cosas para componer los cuerpos. Y no son en absoluto uno solo, sino que cada uno de los seres creados, siendo como miembros los unos de los otros y formando un solo cuerpo, contribuyen al perfeccionamiento del mundo. Por consiguiente, si los arrianos suponen que también el Hijo es de esta manera, que sean rechazados por todos, porque piensan que el Logos es una parte del todo, y una parte no es capaz sin las demás de prestar el servicio que le ha sido encomendado. Pero si esto resulta claramente impío, deberán reconocer que el Logos no pertenece a las cosas creadas, sino que es el único y propio Logos del Padre y el artífice de las cosas creadas.

No obstante han dicho: "Es una criatura y pertenece a las cosas creadas; ha aprendido a ser artífice como de un maestro o artesano y de esta manera obedeció a Dios, que le había enseñado". En efecto, el sofista Asterio, al haber aprendido a negar al Señor, se ha atrevido a escribir estas cosas sin considerar el absurdo que se sigue de ellas. Ciertamente, si el hecho de ser artífice es algo aprendido, deberán tener cuidado, no sea que digan que tampoco Dios mismo es artífice por naturaleza, sino por conocimiento adquirido, de manera que sea algo que pueda venir a darse fuera de Él. Además, si la Sabiduría de Dios obtuvo por aprendizaje la capacidad de ser artífice, ¿cómo va a ser entonces Sabiduría si necesita aprender? ¿Y qué era entonces antes de aprender (pues no era Sabiduría al estar falta de aprendizaje)? Tenía que ser ciertamente algo vacío y no es entonces sustancialmente Sabiduría, sino que tiene el nombre de Sabiduría en base al progreso que realiza, y será Sabiduría tanto tiempo como sea capaz de preservar lo que ha aprendido. En verdad, lo que ha sobrevenido a uno y no es por naturaleza, sino por aprendizaje, es susceptible de ser también olvidado alguna vez. Ahora bien, decir semejantes cosas acerca del Logos no es propio de los cristianos, sino de los griegos.

29. En efecto, si el hecho de ser artífice sobreviene a uno por aprendizaje, los estúpidos arrianos introducen en Dios envidia o incluso debilidad. Envidia, porque no enseñó a muchos artífices, de modo que hubiera muchos artífices en torno suyo como también son muchos los arcángeles y los ángeles; y debilidad, porque no fue capaz de crear Él solo, sino que tuvo necesidad de un colaborador o un subordinado. Y así, a pesar de que ya ha sido mostrado que la naturaleza creada pudo ser creada por Dios solo, si es cierto, como ellos dicen, también el Hijo, como criatura, pudo ser creado por Dios solo. Sin embargo Dios no necesita de nadie. ¡En absoluto! Él mismo dijo: Nada me falta. Ni el Logos llegó a ser artífice por aprendizaje, sino que al ser imagen y Sabiduría del Padre obra las cosas del Padre. Tampoco Dios ha creado al Hijo de cara a la creación de las criaturas, pues he aquí que también el Padre aparece trabajando, aunque exista el Hijo, como el Señor mismo dice: Mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo.

Pero si el Hijo, según vosotros, llegó a existir para crear aquellas cosas que vienen después de Él, y resulta que el Padre trabaja también después que el Hijo, entonces, de acuerdo con lo que decís vosotros y esto otro, está de más la creación de un Hijo semejante. Pues de otra manera, si quiere simplemente crearnos a nosotros, ¿por qué entonces el Padre busca un mediador, como si su voluntad no bastase para dar consistencia a aquellas cosas que a Él le parezcan? Así dice la Escritura: Hizo todas las cosas que quiso, y también: ¿Quién se resistió a su voluntad? Si la voluntad es suficiente por sí misma para crear todas las cosas, resulta entonces otra vez, según vosotros, que está de más la necesidad de un mediador, y el ejemplo que pusisteis de Moisés, el sol y la luna se muestra inadecuado, y además se ha vuelto también contra vosotros. [ Si al querer crear la naturaleza creada y habiendo deliberado sobre ella, Dios concibe y crea al Hijo para que nos cree a nosotros como artífice, como decís vosotros, examinad cuánta impiedad os habéis atrevido a pronunciar.

30. En primer lugar, porque parece más que el Hijo mismo ha sido creado por causa nuestra, y no nosotros por causa de Él; en realidad no hemos sido creados por causa suya, sino que Él ha sido hecho por causa nuestra; de esta forma el Hijo está más agradecido a nosotros que nosotros a Él, como lo está la mujer al varón, pues la Escritura dice: No fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del hombre. Por tanto, así como el varón es imagen y gloria de Dios y la mujer es la gloria del varón, de igual manera nosotros somos imagen de Dios y hemos sido creados para su gloria, mientras que el Hijo es imagen nuestra y ha sido creado para nuestra gloria. Nosotros hemos sido creados para existir, mientras que el Logos de Dios, según vosotros, no ha sido creado para existir, sino que ha sido hecho como un instrumento para nuestro provecho, de tal manera que no somos constituidos a partir de Él, sino que Él es constituido a partir de nuestro provecho. ¿Y cómo no van a rebasar los arrianos toda medida de insensatez, aunque sólo sea por albergar en su ánimo tales pensamientos? En efecto, si el Logos fue creado por causa nuestra, tampoco existe antes que nosotros junto a Dios, puesto que Dios no delibera acerca de nosotros teniendo en sí mismo al Logos, sino que, como ellos dicen, delibera acerca del Logos mismo teniéndonos a nosotros en sí mismo.

Y si esto es así, quizá el Padre ni siquiera quería crear al Hijo, ya que no lo creó porque lo quería a Él, sino que lo creó por causa nuestra (porque nos quería a nosotros) y lo concibió en su pensamiento después que a nosotros. De este modo, de acuerdo con los impíos, el Hijo, que ha sido creado, resulta después algo accesorio, una vez que han sido creadas aquellas cosas por las cuales Él fue creado como instrumento. Pero si el Hijo fue creado únicamente por el Padre por ser el único capaz de ser creado así, y nosotros en cambio fuimos creados por el Logos al no poder ser creados de esa manera, ¿por qué razón no delibera también primero acerca del Hijo, en vez de acerca de nosotros, si el Hijo es el único capaz de ser creado de esa manera? ¿O por qué razón no considera al que es capaz antes que a los débiles? ¿O por qué razón, si crea primero al Logos, no delibera también primero acerca de Él? ¿O por qué razón, si delibera primero acerca de nosotros, no nos crea primero a nosotros, cuando su voluntad es suficiente para dar consistencia a todas las cosas? En cambio, resulta que crea primero al Logos, pero delibera primero acerca de nosotros y nos quiere antes que al mediador; y a nosotros, queriéndonos crear y deliberando acerca de nosotros, el Padre nos llama criaturas, mientras que a Él, que lo creó por causa nuestra, lo llama Hijo, propio y heredero. Pero entonces habría sido necesario más bien que nosotros, aquellos por quienes el Padre hizo al Logos, fuésemos llamados hijos, o bien, al ser evidente que el Logos es Hijo, que lo hubiese deseado y querido antes a Él, por causa del cual nos hace a todos nosotros. Tales son, por tanto, los vómitos y nauseas de los herejes.

31. Ciertamente no se debe silenciar la doctrina de la verdad, sino que conviene, por encima de todo, incluso gritarla. En efecto, el Logos de Dios no fue creado por causa nuestra, sino que más bien fuimos nosotros los creados por causa suya, porque en Él fueron creadas todas las cosas. Ni fue creado por causa de nuestra debilidad (porque era capaz de ser creado por el Padre solo) con el fin de que fuéramos nosotros creados por medio de Él como por medio de un instrumento. ¡De ningún modo! ¡No es así! Pues incluso en el caso de que Dios no hubiese tenido la intención de hacer a las criaturas, en modo alguno el Logos habría dejado de estar junto a Dios y el Padre en Él. Es cierto que las criaturas no habrían podido ser creadas sin el Logos, y así resulta que fueron creadas por medio de Él, como corresponde. En efecto, dado que el Hijo es Logos propio de la sustancia del Padre por naturaleza y procede de Él y existe en el Padre, como el mismo Hijo dice, las cosas creadas no podrían haber sido creadas sí no es por medio de Él. Así como la luz ilumina con su resplandor todas las cosas y sin su resplandor no podría iluminar nada, de igual manera el Padre, como por medio de una mano, creó en el Logos todas las cosas y no hace nada sin ÉL Así lo recuerda también Moisés: Entonces dijo Dios: que sea creada la luz, que se junten las aguas, que surja la tierra y hagamos al hombre. Y así también canta el bienaventurado David: Él lo dijo y fueron creadas, lo ordenó y fueron creadas.

Y no lo dijo para que un subordinado cualquiera lo escuchase, como sucede con los hombres, y lo realizase, después de haber comprendido la voluntad de quien le habla y marchase. En verdad, esto es propio de las criaturas, pero no es adecuado pensarlo y decirlo en el caso del Logos, dado que el Logos de Dios es artífice y hacedor y la decisión es del Padre.

Por eso la Sagrada Escritura no ha dicho que escuchó y que, al escuchar, respondió preguntando cómo o qué clase de criaturas quería que fueran creadas, sino que Dios únicamente dijo: Que sea creada, y añadió: Y asi fue, pues lo intentado y querido por Dios fue inmediatamente creado y llevado a término por el Logos. En efecto, cuando Dios da órdenes a otros, bien sean ángeles, o conversa con Moisés o hace una promesa a Abrahán, es entonces cuando el que escucha responde, y uno dice: ¿Cómo voy a saberlo?, otro afirma: Escoge a otro; y en otra ocasión: Si me preguntan cuál es tu nombre ¿qué les respondo?; y el ángel le decía a Zacarías: Esto dice el Señor, mientras que al Señor le pregunta: Señor todopoderoso, ¿hasta cuándo vas a dejar de apiadarte de Jerusalén?, esperando escuchar palabras favorables y consoladoras. Esto sucede porque cada uno de ellos tiene por mediador al Logos y a la Sa­biduría, que conoce la voluntad del Padre. En cambio, cuando el Logos mismo obra y crea, no se dan la pregunta y la respuesta (ya que en Él está el Padre y el Logos está en el Padre), sino que basta el hecho de quererlo y entonces la obra es creada. De modo que la expresión dijo es por nosotros y sirve para reconocer su voluntad, mientras que la expresión y así fuese refiere a la obra que tiene lugar por medio del Logos y de la Sabiduría, en la cual también está la voluntad del Padre. Y la misma expresión dijo Dios puede ser reconocida en el Logos, pues dice: Todas las cosas las hiciste en la Sabiduría, y también: Con el Logos del Señor fueron dispuestos los cielos en el firmamento, e igualmente: Un solo Señor Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas y nosotros por medio de Él.

32.A partir de todo esto es posible comprender cómo los arrianos no se están enfrentando a nosotros en la contienda acerca de su herejía, sino que dan la impresión de enfrentarse a nosotros cuando en realidad están luchando contra la divinidad misma. En efecto, si la voz que dice: Éste es mi Hijo, fuese nuestra, poca cosa supondría para ellos nuestro reproche. En cambio, si se trata de la voz del Padre y los apóstoles también la escucharon, y el Hijo mismo dice de sí mismo: Antes que a todos los montes me engendró, ¿cómo no van a estar combatiendo ahora ellos también a Dios, al igual que nos cuenta la mitología que hacían los Gigantes, cuando, como dice el Salmista, tienen la lengua como espada punzante e inclinada a la impiedad? Ciertamente ni temen la voz del Padre ni tienen consideración con las palabras del Salvador. Y tampoco han dado crédito a los santos, a pesar de que uno de ellos escribe: El cual es resplandor de la gloria del Padre e impronta de su hipóstasis, y también: Cristo fuerza de Dios y Sabiduría de Dios ; otro canta: Porque en Ti está la fuente de la vida, en tu luz veremos la luz, y también: Todo lo hiciste en la Sabiduría; los profetas dicen: Y me vino la palabra del Señor; y Juan: En el principio existía el Logos; y Lucas: De la misma manera que también nos transmitieron a nosotros los que fueron testigos oculares desde el principio y servidores del Logos; y también David, de modo similar: Envió a su Logos y los curó.

Todo esto pone en evidencia a la herejía arriana por doquier, y muestra la eternidad del Logos, y que no es algo ajeno sino propio de la sustancia del Padre. En efecto, ¿cuándo ha visto alguien la luz sin su resplandor? ¿O quién se atreve a decir que la impronta de la hipóstasis es algo diferente? ¿O cómo no va a estar loco de remate el que piense, aunque sólo sea en su ánimo, que Dios puede estar privado en algún momento de Logos y de Sabiduría? Como la naturaleza humana es incapaz de comprender a Dios, la Escritura puso tales ejemplos e imágenes para que pudiésemos pensar sobre Él en la medida en que es posible, aunque sea poco y oscuramente. Y así como la creación y la providencia bastan para conocer la existencia de Dios (pues a partir de la grandeza y la belleza y de la creación del mundo se contempla por analogía al creador) y no aprendemos a base de exigir voces a estas cosas, sino que lo creemos escuchando las Escrituras; y al contemplar el orden mismo y la armonía de todas las cosas, llegamos a la conclusión de que existe un Dios creador y dueño de todas ellas, y comprendemos su providencia y el maravilloso gobierno de todas las cosas; lo mismo ocurre respecto a la divinidad del Hijo: puesto que bastan las palabras que se han citado anteriormente, está de más, o incluso más bien rebosa locura, poner en duda y preguntar al estilo de los herejes: «¿Cómo es entonces posible que el Hijo exista eternamente? ¿O cómo puede proceder de la sustancia del Padre y no ser una parte?, pues lo que se dice que proviene de algo es parte suya y lo que ha sido dividido en partes ya no es algo completo».

33. Tales son las astutas artimañas de los heterodoxos. Y aunque en lo precedente nos hayamos adelantado a refutar la falta de lógica que esconden sus argumentos, no obstante también el significado preciso de las palabras y el sentido de los ejemplos refutan la oscuridad de su infame doctrina. En efecto, vemos que el Logos existe siempre, que procede y es propio de la sustancia de Aquél de quien también es el Logos y que no hay en Él un antes y un después. Y vemos que el resplandor que procede del sol es propio de él, que la sustancia del sol ni se separa ni disminuye, sino que permanece íntegra y que el resplandor es perfecto, íntegro y no disminuye la sustancia de la luz, sino que coexiste con ella, como aquello que es verdaderamente lo engendrado de ella. Vemos también que el Hijo no es engendrado de fuera, sino que ha sido engendrado del Padre, que el Padre permanece íntegro y que la impronta de la hipóstasis es siempre semejante y vive como imagen invariable del Padre, de manera que, quien ve al Hijo, ve también en Él la hipóstasis de la cual el Hijo es impronta. Y a partir de la actividad de la impronta entendemos verdaderamente la divinidad de la hipóstasis, pues el Salvador mismo enseñaba esto cuando decía: El Padre que permanece en mí, El hace las obras que yo hago; Yo y el Padre somos una sola cosa, y también: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí.

Por lo tanto, esta herejía que combate a Cristo debe intentar primero examinar lo que sucede en los ejemplos que tenemos de las cosas creadas, y debería decir: «el sol tuvo un tiempo sin su resplandor», o que «el resplandor no es propio de la sustancia de la luz», o bien que «es propio, pero es una parte de la luz por vía de división». Y luego que a su vez debe examinar al Logos y decir que es diferente del entendimiento, o bien que «hubo un tiempo en que no existió», o que «no es propio de su sustancia», o bien que «es una parte del Padre por vía de división». También deberá reflexionar acerca de la impronta, de la luz y de la potencia, de la misma manera que ha hecho en el caso del Logos y del resplandor, y entonces que se inventen lo que les venga en gana. Pero si tal osadía se les presenta imposible, ¿cómo no van a enloque­cer sobremanera si en vano se lanzan hacia aquellas cosas que superan a las criaturas y a su propia naturaleza e intentan cosas imposibles?

34. En efecto, si incluso en el caso de las cosas creadas y corporales se descubre que las cosas que han sido engendradas no son una parte de las sustancias de las que proceden, que no han sido constituidas mediante pasión y que no menguan la sustancia de sus progenitores, ¿cómo no van a enloquecer entonces, cuando buscan y postulan partes en el caso del Dios incorpóreo y verdadero y atribuyen pasiones y divisiones al Dios impasible y que no cambia, con el propósito de inquietar los oídos de aquellos que son incautos y alejarlos de la verdad? En efecto, ¿quién, al oír «Hijo», no se representa en su ánimo lo propio de la sustancia del Padre? ¿Quién que haya escuchado, cuando era catequizado al principio, que Dios tiene un Hijo y que ha hecho todas las cosas con su propio Logos, no lo habría entendido de la misma manera que nosotros ahora? ¿Quién, una vez surgida la infame herejía de los arrianos, nada más haber escuchado las cosas que dicen, no se ha extrañado de cuanto están diciendo y sembrando además cosas diferentes y contrarias a la palabra sembrada desde el principio?.

Lo sembrado en cada una de las almas desde el principio es que Dios tiene un Hijo, el Logos, la Sabiduría, la potencia, y que es imagen y resplandor suyo. De todo lo dicho se sigue, natural e inmediatamente, que lo engendrado de la sustancia es «siempre», «procedente del Padre», «semejante» y «eterno», y en nada de ello hay la más mínima idea de «criatura» o «cosa hecha». Pero cuando un hombre enemigo, estando dormidos los hombres, sembró además aquello de «criatura», «hubo un tiempo en que no existió» y «¿cómo puede... ?», fue entonces cuando la perversa herejía de los que combaten a Cristo se convirtió en adelante como en cizaña, y acto seguido, como carentes de todo recto entendimiento, andan merodeando como los bandidos y se atreven a decir: «¿Cómo puede el Hijo coexistir eternamente con el Padre? En efecto, pasado un tiempo también unos hombres llegan a ser hijos de otros, y así el padre tiene treinta años mientras que el hijo engendrado comienza a existir entonces. Y en todos los casos, sin excepción, un hijo de hombre no existe antes de haber sido engendrado». Y también murmuran de la siguiente manera: «¿Cómo puede el Hijo ser Logos, o el Logos imagen de Dios? Pues la palabra de los hombres, que se compone de sílabas, únicamente expresa la voluntad de quien la ha dicho y cesa enseguida y se desvanece».

35. Ellos, por tanto, como quienes han olvidado las anteriores refutaciones que se han hecho contra ellos, se enredan nuevamente a sí mismos con semejantes cadenas de impiedad y meditan tales cosas, pero el argumento de la verdad les refuta de la siguiente manera: Si están considerando el caso de un hombre cualquiera, entonces que reflexionen humanamente acerca de su palabra y de su hijo; pero si se trata de Dios, que ha creado a los hombres, entonces no deberán discurrir ya humanamente, sino de otra manera que supere la naturaleza de los hombres. En efecto, tal como sea el que engendra también habrá de ser por fuerza lo engendrado, y tal como sea el padre de la palabra también habrá de ser su palabra. De este modo, un hombre que ha sido engendrado en el tiempo engendra también él en el tiempo a su hijo, y como procede de la nada también cesa su palabra y no permanece. Sin embargo, Dios no es como los hombres (y esto lo dice la Escritura), sino que es el que es y existe siempre, y por esta razón también el ser de su Logos es existir, y existe eternamente junto al Padre como el resplandor de la luz.

Por otro lado, la palabra de los hombres está compuesta de sílabas y ni vive ni actúa nada, sino que únicamente es expresión del pensamiento del que habla; y una vez que ha salido y ocurrido, ya no aparece más, pues tampoco existía en modo alguno antes de ser pronunciada. Por esta razón, la palabra de los hombres ni vive ni actúa ni es en modo alguno un hombre, y esto sucede, como ya he dicho, porque el hombre que la engendra tiene una naturaleza que procede de la nada. En cambio, el Logos de Dios no es, como alguno podría decir, algo proferido, ni un ruido de palabras, ni el Hijo es aquello que Dios ordenó, sino que es el perfecto engendrado del que es perfecto, como lo es el resplandor de la luz. Por lo cual también es Dios e imagen de Dios (la Escritura, en efecto, dice que el Logos era Dios), mientras que las palabras de los hombres no dan origen a ninguna actividad; y por ello el hombre tampoco trabaja por medio de su palabra, sino por medio de sus manos, porque éstas existen mientras que las palabras no tienen consistencia. En cambio, el Logos de Dios, como dijo el Apóstol, es el Logos de Dios viviente y activo, más tajante que toda espada de doble filo y alcanza hasta la separación del alma y el espíritu, de las articulaciones y los tuétanos, y juzga los deseos y pensamientos del corazón; y no hay creación oculta a sus ojos, sino que todas las cosas están desnudas y manifiestas a los ojos de Aquél a quien hemos de dar cuenta. Así pues, el Logos es el artífice, sin El no se hizo nada y no hay nada capaz de ser creado sin Él.

36. No hace falta preguntar: «¿Por qué razón el Logos de Dios no es igual que nuestra palabra?». Por la sencilla razón de que Dios tampoco es exactamente igual que nosotros, como ya se ha dicho. Y tampoco es apropiado preguntar: «¿Cómo procede de Dios el Logos? ¿Cómo es resplandor de Dios?». O bien: «¿Cómo engendra Dios y qué clase de generación es la de Dios?». En efecto, uno se volvería loco al atreverse a algo semejante, porque estaría considerando posible traducir para sí, en palabras, un hecho inefable propio de la naturaleza de Dios y conocido únicamente por Dios y por el Hijo. Es, en efecto, el mismo caso de quienes preguntan: «¿Dónde está Dios? ¿Cómo es Dios? ¿Y qué clase de cosa es el Padre?». Y al igual que preguntar cosas semejantes es impío y propio de quienes desconocen a Dios, de igual manera no es lícito tampoco tener semejantes pretensiones acerca de la generación del Hijo de Dios, ni utilizar para Dios y su Sabiduría la misma medida que usan para su propia naturaleza y debilidad.

Sin embargo, no por ello hay que llegar a pensar en contra de la verdad ni se debe dejar de creer en aquello que está en la Escritura cuando uno duda al preguntarse sobre estas cosas. Es mejor que los que duden se callen y crean que dejar de creer por tener dudas, dado que la persona que duda puede obtener indulgencia de alguna manera, ya que, aunque se ha preguntado, no ha pasado de ahí. Pero el que por dudar piensa lo que no se debe y pronuncia acerca de Dios lo que no es digno de Él, tiene la pena de su osadía sin perdonar. Puede, en efecto, obtener de las Sagradas Escrituras algún alivio a semejantes dudas, de modo que entienda correctamente lo que está escrito, y pensar, tomando como ejemplo nuestra palabra, que así como es propia y procede de nosotros y no es una obra externa a nosotros, de igual manera también el Logos de Dios es propio y procede del Padre, y, por otro lado, que no es algo hecho ni una palabra como la de los hombres (porque entonces habría que entender a Dios como un hombre).

Y he aquí, además, que las palabras de los hombres son múltiples y variadas, según van pasando los días, y esto se debe a que las palabras previas no permanecen sino que se esfuman. Esto sucede, a su vez, porque los padres de estas palabras, al ser hombres, tienen años que pasan y pensamientos que se suceden unos a otros, y pronuncian aquellas cosas que piensan y consideran, de modo que tienen muchas palabras pero, después que pasan, no tienen nada en absoluto, pues nada más haber dejado de hablar, la palabra desaparece por completo. En cambio, el Logos de Dios es uno sólo y el mismo, y, como está escrito, el Logos de Dios permanece para siempre, al no cambiar ni venir antes o después de otra palabra, sino siendo el mismo siempre. Por tanto, era conveniente que al ser Dios uno solo, una sola fuera también su imagen, uno sólo su Logos y una sola su Sabiduría.

37. Por todo lo cual también me asombra ver cómo, si Dios es uno sólo, éstos añaden, conforme a sus propias concepciones, muchas imágenes, sabidurías y logos, y dicen que es otro el Logos propio del Padre por naturaleza, y en dicho Logos ha hecho también al Hijo; en cambio el Hijo, según su concepción, es Logos únicamente de nombre, como sucede cuando es llamado «vid», «camino», «puerta» y «leño de la vida». También dicen que es llamado Sabiduría por nombre, pero es ciertamente otra la Sabiduría verdadera y propia del Padre, que coexiste con Él sin ser creada, en la cual creó también al Hijo, al que llamó Sabiduría, al participar en la sustancia de aquella Sabiduría. Y tales cosas no se han limitado a palabras, sino que Arrio las ha incluido en su Thalia y el sofista Asterio, como ya dijimos anteriormente, las ha escrito de esta manera: «Y no dijo el bienaventurado Pablo que predicaba a Cristo como la potencia de Dios o la Sabiduría de Dios, sino potencia y Sabiduría de Dios, sin añadir el artículo. Predicaba así que es otra la potencia propia de Dios mismo, que es innata a Él y que coexiste con El sin haber sido engendrada, la cual a su vez es generadora (pues evidentemente engendra a Cristo) y artífice de todo el mundo. A ella se refiere cuando enseña en la Epístola a los romanos: Lo invisible de Él desde la creación del mando es contemplado por el entendimiento en sus criaturas, así como su eterna potencia y divinidad. Pues así como ninguno diría que la divinidad que aquí se menciona es Cristo, sino que se trata del Padre mismo, de manera semejante considero que también «su eterna potencia y divinidad no corresponden al Dios unigénito, sino al Padre que lo ha engendrado. Y enseña que es otra la potencia y sabiduría que ha mostrado por medio de Cristo»

Y poco espues el mismo Asterio añade: «Y ciertamente su eterna potencia y Sabiduría, la cual los razonamientos verdaderos muestran que carece de principio y no es engendrada, ena entonces una sola y la misma, y en cambio serán muchas las sabidurías y potencias creadas, todas y cada una de ellas, por la Sabiduría, de las cuales Cristo es el primogénito y el unigénito. Es cierto que todas dependen de su dueño de un modo semejante y que todas son llamadas “potencias” de aquél que las ha creado y se sirve de ellas, como sucede, por ejemplo, cuando el profeta dice que la langosta, que surgió enviada por la divinidad a causa de los hombres, es es designada por Dios mismo no sólo potencia sino gran potencia, y el bienaventurado David, en muchos de sus salmos, ordena alabar a Dios no sólo en sus ángeles sino también en sus potencias.  

Aunque sólo hubiesen pronunciado esto, ¿cómo no van a ser completamente merecedores de odio? Pues si no es Hiujo en razón dfe su generación del Padre y de la eternidad de su sustancia, como ellos creen, sino que es llamado Logos a causa d elas criaturas que tienen palabra, y es denominado Sabiduría a causa de las criaturas que son instruidas en sabiduría y potencia a causa de las que tienen potencia, entonces no hay duda de que de alguna manera también fue llamado Hijo acausa de quienes han sido hechos hijos, y quizá incluso se diga tambien que tiene el ser en cuanto que es concebido en la mente a causa de quienes existen. Así pues, entonces, ¿qué es Él? Pues no podría ser ninguna de estas cosas, si lo es sólo de nombre, y entonces su existencia es algo imaginado por nosotros y está adornado con estos nombres. Pero ésta es más bien una falta de juicio incluso diabólica, o quizá más todavía, ya que pretenden existir ellos realmente mientras piensan que el Logos de Dios existe únicamente nominalmente.

¿Cómo no va ser también una de sus fantásticas historias decir que la Sabiduría coexiste con el Padre y negar que sea el Cristo y, en cambio, decir que hay múltiples potencias y sabidurías creadas y que una de ellas es el Señor, el cual es equiparado por ellos con una oruga y con una langosta? ¿Cómo no van a ser también unos malvados sí, cuando nos escuchan decir que el Logos coexiste con el Padre, se ponen a murmurar diciendo: «¿Entonces estáis hablando de dos que no han sido creados?», y en cambio, cuando hablan de «su Sabiduría increada» no ven cómo les alcanza a ellos mismos el insensato reproche, que precisamente ellos [nos] echan en cara? ¿Y cómo no va a ser también muy necia aquella otra concepción suya, la de decir que la Sabiduría increada, que coexiste con Dios, es ella misma Dios? En efecto, lo que coexiste no lo hace consigo mismo sino que coexiste con otro, del mismo modo que los evangelistas dicen del Señor que estaba con sus discípulos, pues no estaba consigo mismo, sino con sus discípulos. A no ser que digan que Dios es algo compuesto, al tener una Sabiduría mezclada con su propia sustancia o complementaria a ella, una Sabiduría que tampoco sea ella misma creada y que ellos introducen como artífice del mundo con el fin de quitarle al Logos también su función de artífice. Se esfuerzan por decir todas estas cosas para no tener que pensar acerca del Hijo conforme a la verdad.

39. En efecto, ¿en qué lugar de la Escritura han encontrado mencionado, o de quién han oído, que existiera otro Logos y otra Sabiduría aparte de este Hijo, para inventarse semejantes cosas? Es cierto que está escrito: ¿Acaso no son mis palabras como fuego?, y, en el libro de los Proverbios: Os enseñaré mis palabras. Sin embargo, estas palabras son mandamientos y preceptos que Dios ha dicho a los santos por medio de su propio, único y verdadero Logos, y de ellas decía el Salmista: Protegiste mis pasos de todo camino malvado, para que guardase tus palabras. Y también el Salvador daba a entender que estas palabras eran distintas de Él, cuando decía por boca de sí mismo: Las palabras que yo os he hablado. No hay, pues, ninguna duda de que semejantes palabras no son seres engendrados o hijos, ni son tantos los logos artífices, ni tantas las imágenes del único Dios, ni tantos los que se han hecho hombre por nosotros. Y tampoco es cierto que entre muchos semejantes uno sólo es quien ha llegado a ser hombre, como dice Juan, sino que fue anunciado por Juan como el único Logos de Dios: El Logos se hizo hombre, y también: Por Él llegaron a ser todas las cosas.

[3] Estos testimonios, por lo tanto, están escritos refiriéndose exclusivamente a nuestro Señor Jesucristo y a su unidad con el Padre (y así uno muestra que el Hijo del Padre es uno sólo, y los santos, que sabían esto, decían que el Logos era uno sólo y que era Unigénito), e indican también las obras que han sido creadas por medio de Él: todas las visibles e invisibles llegaron a ser por medio de Él y sin él no se hizo nada. Ahora bien, en la Escritura no se encuentra ninguna referencia a otro, ni en nombre ni en obra, o algún otro Logos o Sabiduría como el que ellos se imaginan y modelan, sino que únicamente es mencionado por los arrianos. Es, en efecto, una invención y suposición suya contra Cristo. Se sirven del nombre de Logos y Sabiduría, e inventándose otros, niegan al verdadero Logos de Dios y a la absoluta y única Sabiduría del Padre, y así ellos, desdichados, emulan a los maniqueos. En efecto, también éstos, que ven las obras de Dios, niegan que sea el único y verdadero Dios, y se modelan otro, del cual no son capaces de encontrar referencia alguna en la Escritura, bien sea acerca de su obra o de algún otro testimonio.

40. Por tanto, si en las Sagradas Escrituras no se encuentra otra Sabiduría que no sea el Hijo ni hemos escuchado otra cosa semejante de nuestros padres, y, por otro lado, los arrianos han reconocido y escrito que la Sabiduría que coexiste con el Padre es increada, es propia de Él y es artífice del mundo, entonces el Hijo mismo tendría que ser el que, según ellos, coexiste eternamente con el Padre. En efecto, el Hijo es también el artífice, como está escrito: Todas las cosas las hiciste en la Sabiduría.

Incluso Asterio, como si se hubiese olvidado de aquello que escribió antes, luego, involuntariamente como Caifás, cuando hace frente a los griegos, ya no menciona varias sabidurías ni tampoco la langosta, sino que en adelante reconoce que es una sola escribiendo así: «Dios es un solo Logos, mientras que son muchas las criaturas dotadas de palabra; y una sola es la sustancia y la naturaleza de la Sabiduría, mientras que son numerosas las criaturas sabias y bellas». Y poco después vuelve a decir: «¿Quiénes son aquellos a quienes corresponde la dignidad de ser designados hijos de Dios? Pues ciertamente no dirán que éstos son logos ni afirmarán que hay numerosas sabidurías, ya que no es posible, cuando el Logos es uno sólo y ha sido probado que la Sabiduría es una sola, repartir la sustancia del Logos entre una multitud de hijos y concederles el sobrenombre de sabiduría».

Nada hay de extraño entonces, cuando los arrianos luchan contra la verdad, en que también se equivoquen al hacerse tropezar unos a otros con sus afirmaciones, ya que unas veces dicen que son muchas las Sabidurías y otras veces afirman que es una sola; unas veces equiparan la Sabiduría con la langosta y otras veces dicen que coexiste con el Padre y es propia de Él; y en unas ocasiones dicen que el Padre es el único increado y en otras que también su Sabiduría y su potencia son increadas.

Se enfrentan a nosotros cuando decimos que el Logos de Dios existe siempre, pero olvidan sus propias afirmaciones cuando dicen que la Sabiduría coexiste con Dios sin haber sido creada. Así se aturden en todo, negando la verdadera Sabiduría e inventándose la que no existe, de igual modo que los maniqueos se modelan otro dios y niegan al Dios que existe.

41. Sin embargo, escuchen los maniqueos y las demás herejías que uno sólo es el Padre de Cristo, dueño y hacedor de la creación por medio de su propio Logos. Escuchen particularmente quienes adolecen de la locura de Arrio, que uno sólo es el Logos de Dios, el único Hijo propio y genuino, porque procede de su sustancia y tiene inseparablemente junto cón su propio Padre la unidad de la divinidad, como hemos dicho muchas veces al haberlo aprendido del Salvador mismo.

Porque sí no es así, ¿por qué razón creó el Padre por medio del Logos y se revela en Él a quienes quiere y los ilumina? ¿O por qué razón el Hijo es nombrado también juntamente con el Padre en la consagración bautismal? En efecto, si el Padre no se basta por sí mismo, esta fórmula sería impía, pero si se basta es lícito preguntarse: ¿qué necesidad hay del Hijo ya sea en la creación ya sea en este santo lavado? ¿Pues qué comunión cabe entre la criatura y el creador? ¿O por qué aquello que ha sido hecho se enumera junto con quien lo ha hecho a la hora de consagrar todas las cosas? ¿O por qué, según vosotros, se transmite la fe en un solo creador y en una sola criatura? Si es para ponernos en contacto con la divinidad, ¿qué necesidad hay de la criatura?, mientras que si es para unirnos al Hijo, que es una criatura, la mención del Hijo en el Bautismo está de más según vosotros, ya que el mismo Dios (que lo ha hecho Hijo) se basta para hacernos hijos a nosotros también. De otro modo, si el Hijo es una criatura, al ser una sola la naturaleza de las criaturas dotadas de palabra, ninguna ayuda podrá venir a las criaturas de parte de una criatura, ya que todas están necesitadas de la gracia que proviene de Dios.

Por consiguiente, nos hemos adelantado a decir algunas pocas cosas que derivan como consecuencia de la afirmación Por medio de El fueron creadas todas las cosas. Sin embargo, ya que el curso de nuestra argumentación nos ha llevado a hacer mención del santo Bautismo, es preciso --así lo pienso y creo yo-- decir que no se menciona al Hijo junto con el Padre como si el Padre no se bastase a sí mismo, y que no se trata tampoco en ningún caso de una afirmación fortuita. Al contrario, como es el Logos de Dios y su Sabiduría propia y, al ser su resplandor, existe siempre con el Padre, por eso es imposible que al ser el Padre quien procure la gracia, ésta no venga dada en el Hijo, pues el Hijo está en el Padre como el resplandor en la luz. Dios, en efecto, no ha cimentado la tierra en su propia Sabiduría, ni ha hecho todas las cosas en el Logos que procede de Él, ni ha establecido sólidamente el santo lavado en el Hijo como si estuviese falto de algo, sino como Padre, puesto que allí donde está el Padre está también el Hijo, igual que allí donde está la luz está el resplandor. Y así como aquello que obra el Padre lo lleva a cabo por medio del Hijo y el Señor mismo dice: «Las cosas que veo hacer al Padre las hago también yo», de la misma manera, a la hora de conceder el Bautismo, el Hijo bautiza a aquél a quien el Padre bautiza, y aquél a quien el Hijo bautiza es consagrado en el Espíritu Santo. Y de igual manera que, cuando aparece el sol, uno podría decir también que el resplandor ilumina (pues la luz es una sola y no es posible dividirla ni separarla), de igual manera allí donde se encuentra el Padre o se le nombra está también sin duda alguna el Hijo. El Padre es nombrado en el Bautismo, y, por lo tanto, es preciso que el Hijo sea también nombrado juntamente con Él.

42. También por esta razón, cuando hacía la promesa a los santos, les decía: Mi Padre y yo vendremos y haremos morada junto a él, y también: Para que igual que tú y yo somos una sola cosa también ellos sean una sola cosa en nosotros. Y la gracia que se concede es una sola, al ser dada por el Padre en el Hijo, como escribe Pablo a lo largo de todas sus cartas: La gracia y la paz de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor sea con vosotros. En efecto, es necesario que la luz exista juntamente con su brillo y que el resplandor sea visto juntamente con su propia luz. Por ello los judíos, junto con los arrianos, al negar al Hijo, no tienen tampoco al Padre, y al haber abandonado por completo la fuente de la Sabiduría, como dijo Baruc censurándoles, arrojaron de ellos también la Sabiduría que procede de ella, nuestro Señor Jesucristo (pues el Apóstol afirma: Cristo, fuerza de Dios y Sabiduría de Dios), pues dicen: No tenemos más rey que al César. Los judíos ya han recibido el castigo como pago por su negación, pues han perdido también el juicio junto con la ciudad.

Pero los arrianos corren el peligro de echar a perder también la plenitud del misterio (me refiero ciertamente al Bautismo). En efecto, si la consagración se concede en el nombre del Padre y del Hijo, y resulta que no están nombrando al Padre verdadero (por estar negando al que procede de Él y es semejante a su sustancia), y además están negando al Hijo verdadero y llaman hijo a otro que se han inventado y que ha sido creado de la nada, ¿cómo no va a ser absolutamente ineficaz y infructuoso el Bautismo que ellos confieren, cuando tiene una pretensión, que en realidad no sirve de ninguna ayuda para la piedad? Ciertamente los arrianos no lo confieren «en el nombre del Padre y del Hijo», sino en el del «creador y de la criatura» y en el del «hacedor y de algo hecho». De la misma manera que una criatura es algo distinto del Hijo, así también el supuesto bautismo que ellos confieren sería algo distinto de la verdad, por más que pretendan mencionar el nombre del Padre y del Hijo por el hecho de estar en la Escritura. Pues el que dice «Señor», sin más, no confiere el Bautismo, sino aquél que, además de pronunciar el nombre, tiene una fe recta. Y por esta misma razón el Salvador tampoco ordenó bautizar sin más, sino que dice primero: Haced discípulos, y después añade así: Bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, de modo que a partir del discipulado la fe sea recta y, juntamente con la fe, se conceda la consagración bautismal.

43. Y así también ocurre con muchas otras herejías. Al mencionar únicamente los nombres, pero no discurrir rectamente, como ya se ha dicho, ni tener una fe saludable, también es infructuosa el agua concedida por ellos, al carecer de piedad, de manera que quien es lavado por ellos es más bien ensuciado por la impiedad que purificado de ella. Lo mismo ocurre con los griegos, que aunque invocan a Dios con los labios, pueden ser acusados de ateísmo, porque no conocen al Dios realmente existente y verdadero, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. De igual modo los maniqueos, frigios y los discípulos del de Samosata, aunque pronuncian los nombres, no dejan de ser heréticos por ello.

Lo mismo pasa luego también con aquellos que piensan como Arrio: aunque lean lo que está en la Escritura y mencionen los nombres, engañan a quienes reciben de ellos el bautismo, resultando ser así los más impíos de entre todas las herejías, y poco a poco las van sobrepasando y las justifican con su verborrea. Pues aquéllas afirman falsamente algo que va más allá de la verdad y tienen una concepción equivocada del cuerpo [de Jesús], o bien diciendo que no ha recibido la carne de María, o bien sencillamente que no murió ni llegó a ser hombre, sino que únicamente se apareció como tal, pero sin serlo realmente, y así parecía tener un cuerpo sin tenerlo en realidad y parecía tener apariencia de hombre, cuando en realidad se trataba como de un sueño de la fantasía. Los arrianos, por el contrario, cometen impiedad abiertamente contra el Padre mismo. En efecto, aunque escuchan de las Escrituras que la divinidad del Padre es testimoniada en el Hijo como en una imagen, blasfeman contra ella al decir que es una criatura y van llevando a todas partes, como ocurre con el barro en una alforja, la expresión «no existía» aplicada a la imagen y la arrojan como hace la serpiente con su veneno.

[5] Además, como lo que para ellos es un dogma resulta nauseabundo para todos, toman como apoyo para el error de su herejía el patrocinio humano, de modo que al verlo el que es más simple (o incluso por temor) no comprenda lo nocivo de su perversa manera de pensar. ¿Cómo no van a ser entonces dignos de compasión quienes son engañados por ellos? ¿O cómo no va a ser justo llorar por ellos, cuando por causa de los placeres, en una ilusión momentánea, han traicionado lo que les conviene y se han apartado de la esperanza venidera? Pues al pensar que reciben el Bautismo en el nombre del que no existe, no habrán recibido nada en realidad, y al estar asociados a una criatura, no recibirán ninguna ayuda de parte de la creación. Y como creen en quien es sustancialmente desemejante y diferente del Padre, no estarán unidos al Padre, porque no tienen al Hijo propio que procede de Él por naturaleza, que es el que está en el Padre y Aquél en el cual también está el Padre, como el mismo Hijo dijo. Al contrario, esos desgraciados, al haber sido extraviados por los arrianos, se quedarán en adelante solos y desprovistos de la divinidad. En efecto, cuando mueran no les acompañará en modo alguno la fantasía de los que se encuentren sobre la tierra, y cuando vean al Señor, a quien negaron, sentado junto al trono del Padre y juzgando a vivos y muertos, tampoco podrá ninguno de ellos llamar en su ayuda a alguno de los que ahora los han engañado, pues los verán también a ellos juzgados y despreciados por las injusticias e impiedades que cometieron.

44.  Hasta este momento hemos tratado separadamente estas cosas, antes de abordar la expresión de los Proverbios, haciendo frente a las absurdas y fabulosas invenciones que proceden del corazón de los arrianos. Así, una vez que sepan que no le cuadra al Hijo de Dios ser una criatura, aprenderán a leer ellos también apropiadamente la expresión que se encuentra en los Proverbios, la cual tiene también el mismo significado correcto. En efecto, está escrito: El Señor me creó como pricipio de sus caminos para sus obras. No obstante, puesto que se trata de proverbios y han sido dichos de manera proverbial, no hay que tomar sin más la expresión quedándose así en el sentido literal, sino buscar la persona de la que se trata y de esta manera acomodar con piedad el sentido a la persona. En verdad lo que se dice en los Proverbios no se dice abiertamente, sino que se anuncia veladamente, como enseñaba el Señor mismo en el Evangelio de Juan, cuando decía: Os he hablado estas cosas en parábolas; llega una hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino abiertamente. Así pues, hace falta revelar el sentido de la expresión porque está velado, buscarlo y no tomar sin más la expresión, como si se hubiese dicho llanamente, para evitar que, al hacer una mala interpretación, nos alejemos de la verdad.

Por tanto, si lo que está escrito se refiere a un ángel o a algún otro de los seres creados, entonces dígase la expresión creó, como si se tratara de uno cualquiera de nosotros, que somos cosas que han sido hechas. En cambio, si se trata de la Sabiduría de Dios, en la cual todas las cosas creadas han sido hechas y que está hablando de sí misma, ¿qué es necesario pensar sino que al decir creó, no lo dice como algo opuesto a «engendró»? Tampoco la Sabiduría se está colocando a sí misma entre las criaturas, como si se hubiese olvidado de que es creadora y artífice, o como si ignorase la diferencia entre el creador y las criaturas, sino que está dando a entender un sentido velado (y no llanamente), como sucede en el caso de los proverbios. Aquel creó que inspiraba profetizar a los santos, la Sabiduría lo explica poco después en un pasaje paralelo con otras palabras, cuando afirma: La Sabiduría se construyó a sí misma una casa. Y es evidente que la casa de la Sabiduría es nuestro propio cuerpo, y al tomarlo, ha llegado a ser hombre. Y con toda razón dice Juan: El Logos llegó a ser carne, mientras que por medio de Salomón la Sabiduría, con cautela, no dice de sí misma: «Soy una criatura», sino tan sólo: £El Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras. Y tampoco dice: «Me creó para existir», ni: «Tengo un principio y origen propios de una criatura».

45. Así sucede también aquí, donde el Logos no está hablando, por medio de Salomón, refiriéndose a la sustancia de su divinidad ni a su generación eterna y genuina del Padre, sino que nuevamente se refería a su humanidad y a su economía salvífica, que nos alcanza a nosotros. Por esta razón, como ya he dicho antes, no dijo: «Soy una criatura», ni: «He llegado a ser una criatura», sino únicamente: creó, En efecto, las criaturas, al tener una sustancia creada, pertenecen al número de las cosas creadas y se dice también que son creadas, y la criatura es creada en su totalidad. En cambio, la palabra «creó», cuando se dice ella sola, no se refiere a la sustancia en su totalidad o a la generación, sino que puede mostrar que algo distinto llega a existir en aquello a quien la palabra se atribuye. Y entonces ya no sucede que todo aquello que se dice creado es también una criatura por naturaleza y en su sustancia.

La Sagrada Escritura conoce esta diferencia cuando dice de las criaturas: La tierra ha sido repleta de tu creación, y también: La creación gime y sufre juntamente; y en el Apocalipsis se afirma: Y pereció una tercera parte de las criaturas que están en el mar, las que tienen alma; y de igual manera dice Pablo: Toda criatura de Dios es buena y nada que se reciba con acción de gracias es despreciable; y en la Sabiduría está escrito: Y en tu Sabiduría preparaste al hombre para que dominase las criaturas que han sido creadas por ti. Ciertamente dice que éstas son criaturas y han sido creadas, como es posible oírlo también del Señor, que dice: Desde el principio el creador los hizo varón y mujer. Moisés por su parte escribe en el cántico: Preguntad a los días que fueron creados antes del tuyo, el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra, y hasta un extremo del cielo. Y Pablo, en la Epístola a los colosenses, dice: El cual es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación, porque en El fueron creadas todas las cosas, las visibles y las invisibles, ya sea los tronos, las dominaciones, los principados o las potestades; todo fue creado por medio de El y para El y Él existe antes que todas las cosas.

46. Así pues, al estar repleta la Escritura de semejantes afirmaciones, basta con las que hemos mencionado para recordar que, en el caso de las criaturas que tienen por naturaleza una sustancia creada, se dice también que son creadas. Por otro lado, que la palabra «creó» dicha ella sola no se refiere a la sustancia en su totalidad y a la creación, esto lo canta David: Que esta generación escriba para otra generación y que el pueblo que ha sido creado alabe al Señor, y en otro momento: Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, mientras que Pablo dice en la Epístola a los efesios: Habiendo abolido la ley de los mandamientos en sus decretos para en Él mismo crear a partir de los dos un solo hombre nuevo, y en otro lugar dice: Revestios del hombre nuevo que ha sido creado según Dios en la santidad y justicia de la verdad. En efecto, David no ha­blaba de un pueblo creado sustancialmente ni imploraba recibir otro corazón distinto del que tenía, sino que se estaba refiriendo a la renovación y regeneración conforme a Dios; y Pablo no estaba mostrando que dos sujetos eran creados sustancialmente en el Señor, así como tampoco estaba aconsejando que nos revistiéramos de algún otro hombre, sino que hablaba en un caso del hombre según Dios, es decir de la vida según la virtud, y en el caso de los creados en Cristo se refería a los dos pueblos que eran renovados en Él.

De la misma índole es también lo que dice Jeremías: El Señor creó una salvación nueva para que sirviera de plantación, en cuya salvación el hombre paseará. Al decir esto no se está refiriendo a alguna sustancia de una criatura, sino que profetiza la renovada salvación que tiene lugar en los hombres y que nos ha llegado a nosotros en Cristo. Esa es la diferencia entre las criaturas y la expresión «creó», cuando se dice ella sola; si encontráis algún lugar de la Sagrada Escritura en el que se llame al Señor criatura, mostradlo y combatid. Pero si en ningún lugar está escrito que sea criatura y Él dice de sí mismo en los Proverbios que el Señor me creó, entonces avergonzaos por la diferencia mencionada anteriormente y por lo que se dice de manera proverbial; y en adelante, al oír la expresión creó, no la entendáis como si el Logos fuese una criatura, sino referida a la humanidad creada que lo rodeó, pues de ésta es propio también el ser creada. Por tanto, ¿cómo no vais a cometer injusticia, si cuando oís la expresión creó de David y de Pablo no la entendéis referida a la sustancia y a la creación, sino a la renovación; y en cambio, cuando escucháis del Señor la expresión creó, incluís su sustancia entre el número de las criaturas? Además, cuando escucháis: La Sabiduría se construyó a sí misma una casa y puso como sostén siete columnas, entendéis la casa en sentido alegórico, y en cambio tomáis tan literalmente la expresión creó, que transformáis al Logos en una criatura. Y ni os ha detenido el hecho de ser Él el artífice, ni habéis temido el hecho de que sea el único propio engendrado del Padre, sino que sin más, como quienes han sido reclutados, lucháis en contra suya y pensáis de Él cosas más bajas que acerca de los hombres.

47. La misma expresión muestra, sin lugar a dudas, que el hecho de que el Señor sea una criatura es una invención exclusivamente vuestra. En efecto, el Señor, que sabe que su propia sustancia es Sabiduría unigénita y lo engendrado del Padre, y que es distinta de las cosas creadas y de las que son criaturas por naturaleza, dice ahora por amor a los hombres: El Señor me creó como principio de sus caminos, lo cual equivale a decir: «El Padre me ha preparado un cuerpo y me creó para los hombres, en favor de la salvación de los hombres». Y así como al escuchar a Juan: El Logos llegó a ser carne, no pensamos que el Logos sea todo El carne, sino revestido de carne y llegado a ser hombre, y al escuchar: Cristo se hizo maldición en favor nuestro, y también: Al que no conoció pecado lo hizo pecado en favor nuestro, no pensamos que se ha convertido todo Él en maldición y pecado, sino que recibió la maldición que pesaba sobre nosotros (como dice el Apóstol: Nos rescataste de la maldición) y cargó con nuestros pecados (como dijo Isaías) y los llevó consigo en su cuerpo sobre el leño (como por su parte Pedro escribió); de igual manera, aunque escuchemos creó en los Proverbios, no hay que pensar que el Logos sea todo Él criatura por naturaleza, sino que se revistió de un cuerpo creado y que Dios lo creó por nosotros, preparándole un cuerpo creado (como está escrito) para nosotros, para que en El pudiésemos ser renovados y divinizados.

¡Necios! ¿Qué es entonces lo que os ha engañado para decir que el Creador es una criatura? ¿O de dónde os habéis sacado este vano modo de pensar, en el que también tomáis parte? Es cierto que los Proverbios dicen creó, pero no llaman criatura al Hijo, sino lo engendrado. Y de acuerdo con la distinción mencionada anteriormente, que está tomada de la Escritura (me refiero a la distinción entre «creó» y «criatura»), los Proverbios conocen el carácter propio por naturaleza del Hijo, Sabiduría unigénita y artífice de las criaturas. De este modo, cuando dicen creó no lo atribuyen a su sustancia, sino que indican que el Hijo llega a ser principio de muchos caminos. Por lo tanto, la expresión creó se opone a lo engendrado, y la frase «principio de los caminos» a su ser Logos unigénito.

48. En efecto, si el Hijo es lo engendrado, ¿cómo decís que es una criatura? En verdad nadie dice que engendra aquello que crea, ni llama criaturas a su propia prole. Además, si es unigénito, ¿cómo va a llegar a ser principio de los caminos? Porque se sigpe necesariamente que El, que ha sido creado el primero de todos, ya no existe sólo, al tener quienes han llegado a existir después de Él. Pues ciertamente Rubén, que llegó a ser principio de sus hijos, no fue unigénito, sino el primero en el tiempo, siendo también uno en naturaleza y linaje con aquellos que existieron después de El. Por tanto, si resulta que también el Logos es principio de los caminos, entonces también Él sería como los caminos, y los caminos serían tal como es el Logos, aunque haya sido creado antes en el tiempo. También el principio de una ciudad es tal como son las demás partes de la ciudad, y estas partes, unidas al principio, constituyen una ciudad única y completa (al igual que siendo el cuerpo uno sólo las partes son muchas), y no sucede que una parte de ella pertenece al grupo de las que crean y otra al de quienes son creadas y están por debajo de la otra parte, sino que toda parte de la ciudad es igualmente cuidada y constituida por parte del que la ha creado. Por ello, si el Señor ha sido creado también de esta manera, como principio de todas las cosas, por fuerza también Él completa la unidad de la creación junto a todo lo demás, y ni se distingue de las demás, aunque llegue a ser el principio de todas las cosas, ni es Señor de las demás partes de la creación, aunque sea más anciano en el tiempo, porque junto a todas las cosas también Él tiene un Logos y un dueño que es el que hace de artífice.

¿Cómo entonces, si es una criatura según vosotros, puede ser creado Él sólo y el primero para ser también principio de todos, cuando en base a cuanto se ha dicho es evidente que no hay ni uno sólo entre las criaturas que sea único por sí mismo y que haya llegado a existir primero, sino que llega a ser al mismo tiempo, junto con todas las cosas, por más que se distinga en gloria de las demás? En efecto, no sucede con cada una de las estrellas ni los grandes astros que uno haya aparecido primero y otro después, sino que, en un solo día y con un mismo mandato, todos fueron llamados a la existencia. De esa misma manera también fueron modelados los cuadrúpedos, las aves, los peces, las bestias y las plantas. Y también así llegó a existir a semejanza el linaje de los hombres, ya que, aunque también Adán fue el único modelado de la tierra, en él se encontraban, no obstante, los principios formales de la sucesión de todo el género humano.

49.A partir de la creación del mundo que se nos muestra, contemplamos en las criaturas sus ocultos designios, ya que tampoco en ella ocurre que vemos cada una de las criaturas por separado, ni vienen unas antes y otras después, sino que todas las cosas subsisten a la vez de acuerdo con su especie. En efecto, el Apóstol no ha enumerado cada una de ellas diciendo: «Ya un ángel, ya un trono, ya una dominación y una potestad», sino todas juntas conforme a su orden: ya ángeles, ya arcángeles, ya principados, pues tal es la forma en que las criaturas son creadas. Por lo tanto si, como ya he dicho antes, el Logos fuese una criatura, por fuerza no podría existir rl primero, sino que habría de ser creado a un tiempo juntamente con las demás potencias, por más que exceda a las demás en gloria. Pues lo mismo se puede ver que sucede en el caso de las demás criaturas, esto es, que han sido creadas a un tiempo y no existe una primero y otra después, y que se diferencian entre ellas en gloria; y así unas están a la derecha, otras en torno y otras a la izquierda, y todas ellas cantan a un tiempo y asisten al Señor sirviéndolo.

Por consiguiente, si el Logos es una criatura no podría ser el primero ni el principio de los demás, mientras que si existe antes que todos (como de hecho ocurre) y sólo Él es primero e Hijo, entonces no es de ninguna manera principio de todas las cosas en su sustancia, ya que en todas las cosas el principio de todo lo demás se cuenta también entre el número de ellas. Y si no es principio tampoco es una criatura, sino que sería evidente que se distingue en sustancia y en naturaleza de las criaturas y no es una de ellas, que es imagen y semejanza del único y verdadero Dios y que también Él es único. Por esta razón las Escrituras tampoco lo colocan junto a las criaturas, sino que precisamente David increpa a quienes se atreven aunque sólo sea a pensar algo semejante, diciendo: ¿ Quién hay como tú, Señor, entre los dioses? ¿ Quién podrá ser asemejado al Señor entre los hijos de los Dios? Y Baruc dice: Éste es nuestro Dios, no pensarás en otro distinto de Él. En efecto, Éste crea, mientras que las criaturas son creadas, y Éste es el Logos propio de la sustancia de Dios y la Sabiduría, mientras que las cosas creadas, que no existían antes, son hechas por medio de este Logos.

50.Ciertamente vuestra cantinela de que el Hijo es una criatura no es verdad, sino únicamente una imaginación vuestra, y sois puestos en evidencia por Salomón, pues muchas veces lo habéis manipulado. En efecto, él no ha dicho que el Hijo sea una criatura, sino lo engendrado y la Sabiduría de Dios, cuando afirma: Dios cimentó la tierra en la Sabiduría, y también: La Sabiduría se construyó a si misma una casa. La misma expresión, al ser examinada, refuta vuestra impiedad, porque está escrito: ElSeñor me creó como principio de sus caminos para sus obras. Así pues, si el Hijo existe antes que todos y dice: me creó, no «para que haga las obras» sino para sus obras, entonces o bien la expresión creó es posterior al Hijo mismo, o bien aparecerá que es creado después de las criaturas y que, cuando es creado, encuentra ya subsistiendo antes que Él a aquellas por las cuales también llega a existir. Pero si esto es así, ¿cómo puede todavía ocurrir que exista antes que todas las cosas? ¿Y cómo es que todas han sido creadas por medio de Él y tienen su consistencia en Él? Pues he aquí que, según vosotros, las obras por las cuáles El es creado y enviado subsistían también antes que Él. Pero no es así. ¡De ningún modo! Este modo de pensar de los herejes es falso. En efecto, el Logos de Dios no es una criatura, sino creador, y es en el momento en el que se reviste de la carne creada, cuando dice de manera proverbial: Me creó.

Esto también se puede entender a partir de la misma expresión, ya que aunque es Hijo y tiene a Dios por Padre (pues es lo propio engendrado del Padre), no obstante, llama ahora Señor al Padre; no porque fuese siervo, sino porque tomó la forma de siervo. Pues así como era apropiado que llamase Padre a Dios, al ser Logos que procede del Padre (esto es, en efecto, algo propio del Hijo respecto al Padre), de igual manera también era apropiado que, al haber venido a cumplir la obra y haber tomado la forma de siervo, llamase Señor al Padre. Y el Hijo mismo enseñaba esta diferencia con un bellísimo contraste, cuando decía en los Evangelios: Te alabo, Padre, y, a continuación: Señor del cielo y de la tierra. Así dice que Dios es su propio Padre y, por otro lado, lo llama Señor de las criaturas, de modo que a partir de esto se muestra claramente que en el preciso momento en que se reviste de lo creado, es cuando llama Señor al Padre. No hay duda de que, en la oración de David, el Espíritu Santo da a entender la misma diferencia, cuando dice, por medio de los Salmos: Da fuerza a tu hijo y salva al hijo de tu siervo? En efecto, una cosa es el que es verdadero y por naturaleza Hijo de Dios, y otra los hijos de la sierva, cuya naturaleza pertenece a las cosas creadas. Por lo cual el primero, en calidad de Hijo, tiene el poder paterno, mientras que los otros están necesitados de salvación.

51. Pero si tontamente se aferran al hecho de que es llamado «hijo», sepan que también Isaac fue llamado hijo de Abrahán y el hijo de la sumanita hijito. Y con toda razón, al ser nosotros siervos y haber llegado a ser el Logos como nosotros, también llama en ese momento «Señor» al Padre, como nosotros. Y esto lo ha hecho así por amor al hombre, para que nosotros, que somos siervos por naturaleza, al haber recibido el Espíritu del Hijo, nos atrevamos, por gracia, a llamar «Padre» a Aquél que es por naturaleza nuestro Señor. Y así como nosotros, por el hecho de llamar «Padre» al Señor, no negamos nuestro carácter de siervos por naturaleza (pues somos obra suya y fue Él quien nos hizo y no nosotros), de la misma manera, cuando el Hijo, al tomar la forma de siervo, diga: El Señor me creó, que ellos no nieguen la eternidad de su divinidad y que en el principio existía el Logos, que todo fue creado por El y para Él y que en Él fueron creadas todas las cosas.

Por lo que respecta a la expresión de los Proverbios, como ya he dicho, ésta no se refiere a la sustancia, sino a la humanidad del Logos, ya que, si especifica que fue creado para las obras, se muestra cómo no quiere referirse a su propia sustancia sino a la economía salvífica que ha surgido para las obras, lo cual es ciertamente algo secundario a su ser. En efecto, las cosas que han llegado a existir y las cosas creadas han sido hechas primeramente para ser y existir, y después tienen la capacidad de obrar aquello que el Logos pueda ordenarles, como podemos ver que ocurre en todos los casos de forma similar. Así, Adán no fue creado para trabajar, sino para existir primero como hombre, y después de esto recibió el mandato de trabajar. Tampoco Noé fue creado para construir el arca, sino en primer lugar para existir y ser hombre, y después de esto recibió el mandato de preparar el arca. Esto mismo se puede encontrar también en cada uno de los casos de los seres vivos. No hay tampoco duda de que también el gran Moisés fue primero hombre, y le fue encomendada después la guía del pueblo.

Por lo tanto, también en este caso es posible pensar lo mismo, pues ves cómo no fue creado para existir, sino que en el principio existía el Logos y después de esto es enviado para las obras y su economía salvífica; y como el Hijo existía siempre antes de que las obras llegaran a ser, no había ya necesidad alguna de que fuese creado. Pero cuando fueron creadas las obras, y surgió después la necesidad de su economía salvífica para enderezarlas, en ese momento es cuando el Logos se ofreció a sí mismo para condescender y hacerse semejante a las obras. Esto precisamente es lo que Él nos ha mostrado por medio de la expresión creó, mientras que, queriendo dar a entender la misma idea una vez más, dice por medio del profeta Isaías: Así dice el Señor, que me modeló desde el vientre como siervo suyo para congregar a Jacob y a Israel junto a Él: voy a ser congregado y glorificado delante del Señor.

52. Y he aquí que tampoco en este lugar se dice que es modelado para existir, sino para congregar las tribus que ya existían antes de ser Él plasmado. En efecto, lo mismo que ocurre allí con la expresión creó ocurre también aquí con la expresión modeló, y al igual que allí es para las obras, de igual manera aquí es para congregar, de modo que aparece por todas partes que la expresión creó y la expresión modeló, que se dicen del Logos, son posteriores a su existencia. Y así como las tribus, por causa de las cuales el Logos fue modelado, existían antes de que fuera modelado, de igual manera aparece que existen también las obras para las cuales el Logos también fue creado. Cuando en el principio existía el Logos, todavía no existían las obras, como ya he dicho, mientras que cuando fueron creadas las obras y la necesidad lo reclamaba, entonces es cuando utiliza la expresión creó.

Ocurre lo mismo que si un hijo, después de haber perdido los esclavos y estando éstos, por propia negligencia, en manos de los enemigos, al haberse presentado la necesidad, fuese enviado por su padre a reunirlos y congregarlos: también éste hijo marcharía revestido con una ropa semejante a la de los esclavos y adoptaría un proceder como el suyo, para evitar que lo rechazaran, al ser reconocido por los que los retenían, y le fuese entonces impedido también bajar hasta los esclavos, que habían sido ocultados por ellos bajo la tierra. En este caso, si uno le preguntase después por qué obró de esa manera, él habría dicho: «El padre me ha modelado y compuesto de esta manera para sus obras»; y, al decirlo así, no estaría dando a entender que Él era un esclavo ni una de las obras, ni estaría hablando del comienzo de su existencia, sino del cuidado de las obras que le han sido confiadas después. En efecto, de la misma manera también el Señor, al haberse revestido de nuestra propia carne y habiendo sido conocido como hombre en su proceder, si hubiese sido preguntado por quienes le ven de esa manera y se asombran, les habría respondido: El Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras, y también: Me modeló para congregar a Israel.

Esto también lo daba a entender ya antes el Espíritu, cuando decía en los Salmos: Lo preparó para las obras de tus manos, que es precisamente aquello que el Señor mismo dice hablando de sí mismo: Yo fui constituido rey por Él sobre Sión, su monte santo. Y así como, cuando brilló corporalmente en Sión, no tuvo lugar el comienzo de su existencia ni de su reinado, sino que siendo Logos de Dios y rey eterno juzgó conveniente iluminar corporalmente su propio reinado también en Sión (para someter a su propio reinado paternal a quienes ha liberado del pecado que reinaba en ellos y a nosotros), de la misma manera es constituido para las obras; no para aquellas que todavía no existen, sino que es constituido para las que ya existen y necesitan enmienda.

53. Así pues, las expresiones creó, modeló y preparó, que tienen el mismo sentido, no indican que ése sea el comienzo de la existencia del Logos, ni que su sustancia sea creada, sino la renovación que ha tenido lugar para nosotros por el buen obrar del Logos. Por eso, aunque decía estas cosas, sin embargo también enseñaba que existía antes que ellas diciendo: Antes que Abrahán existiera, yo soy. Cuando preparaba el cielo yo estaba junto a Él, y Estaba junto a Él disponiendo ordenadamente. Y así como el Logos existía antes que Abrahán existiera, e Israel existió después de Abrahán, y es evidente que, aunque el Logos existía con anterioridad, es modelado después, y su ser modelado no constituye el comienzo de su existencia, sino que se refiere a la Encarnación, en la cual reúne a las tribus de Israel; de la misma manera entonces, al co­existir siempre con el Padre, el Logos es el artífice de la creación, y es evidente que las obras son posteriores a Él, y que la expresión creó no se refiere al comienzo de su existencia, sino que descubre la economía salvífíca que ha comenzado para nosotros y que el Logos ha realizado en la carne. En efecto, era conveniente que también Él, que es distinto de las criaturas (y sobre todo siendo su artífice), asumiese sobre sí la renovación de las mismas, de modo que, al ser Él creado para nosotros, recreara para sí todas las cosas.

De hecho, nada más decir creó, en seguida añadió también la causa, diciendo: para las obras, de manera que la expresión «ser creado para las obras» señalase su llegar a ser hombre para la renovación de todas las cosas. Esto es algo habitual en la Sagrada Escritura, ya que, cuando se refiere a la creación del Logos según la carne, pone también la causa por la cual ha llegado a ser hombre. En cambio, cuando se refiere a su divinidad, el Logos es el que habla y sus servidores lo comunican, dice todo con una expresión simple, sin especificar su sentido, y nada de cuanto dice está ligado a una causa. Pues el Logos es el resplandor de! Padre, y así como el Padre no existe por alguna causa, de la misma manera tampoco hay necesidad de buscar la causa de su resplandor. Está escrito: En el principio existía el Logos y el Logos estaba, junto a Dios y el Logos era Dios, y, sin embargo, no aparece la razón por la cual es así, mientras que cuando dice: El Logos llegó a ser carne, entonces sí que pone la causa por la cual ha sucedido así, diciendo: Y habitó entre nosotros. Y en otra ocasión el Apóstol, al decir: El cual existía en la forma de Dios, no pone la causa, sino cuando dice: Tomó la forma de siervo, pues en ese momento provee la causa, diciendo: Se humilló a sí mismo hasta la muerte, y una muerte de cruz, pues por esa razón llegó a ser carne y tomó la forma de siervo.

54. Y el Señor mismo ha dicho muchas cosas mediante parábolas, pero cuando se refería a sí mismo decía sin más especificaciones: Yo estoy en el Padre, Yo y el Padre somos una sola cosa, El que me ha visto a mí ha visto al Padre, Yo soy la luz del mundo, y Yo soy la verdad, sin poner la causa de cada una de estas afirmaciones ni dar la razón, para evitar aparecer como algo que viene después de aquellas cosas por las cuales ha llegado a existir, pues es preciso que le preceda la causa sin la cual tampoco Él habría llegado a existir. Así Pablo, separado como apóstol para el Evangelio que el Señor anunció por medio de los profetas, tenía el Evangelio que estaba antes que él y del cual llegó a ser también servidor; y Juan [Bautista], que había sido elegido de antemano para preceder al Señor, tenía al Señor que estaba antes que él. En cambio, el Señor, al no tener una causa de su ser Logos antes que Él mismo, sino únicamente el hecho de ser lo engendrado del Padre y Sabiduría unigénita, en el preciso momento en el que llega a ser hombre es cuando pone también la causa por la cual va a llevar la carne, pues la necesidad de los hombres, sin la cual no se habría revestido de carne, precede su llegar a ser hombre.

El Señor mismo indica la necesidad por la cual ha llegado a ser hombre, cunado dice: He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que todo lo que me ha dado procedente de Él no perezca, sino que yo lo resucitaré en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Y también: Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en la tiniebla. Y en otra ocasión dice: Yo para esto he sido engendrado y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Por su parte Juan escribe: Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

55. Por lo tanto, dar testimonio, tomar sobre sí la muerte en favor nuestro, resucitar a los hombres y deshacer las obras del diablo son la razón por la cual el Señor ha venido, y ésta es la causa de su venida en la carne. Pues de otro modo la resurrección no habría tenido lugar si no hubiese tenido lugar la muerte. ¿Y cómo podría haber tenido lugar la muerte si no hubiese tenido un cuerpo mortal? Esto es lo que decía Pablo, cuando lo aprendió de Él: Puesto que los hijos participan en común de la sangre y de la carne, también Él participó de manera similar de ellas, para que por medio de la muerte aniquilase al que tenía el poder de la muerte, al diablo, y liberase a quienes por miedo a la muerte estaban sometidos de por vida a servidumbre, y también: Puesto que por un hombre viene la muerte, también por un hombre viene la resurrección; y en otra ocasión: Pues aquello que la ley era incapaz de hacer, por cuanto era débil por causa de la carne, Dios lo hizo al haber enviado a su Hijo en semejanza de carne de pecado y, en lo que se refiere al pecado, condenó el pecado en la carne, para que se cumpliese lo establecido como justicia por la ley en nosotros, los que caminamos no según la carne, sino según el Espíritu.

Y   Juan por su parte dice: Dios no envió a su Hijo al mundo pava juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. Y en otra ocasión el Salvador dice de sí mismo: He venido al mundo para un juicio, de modo que los que no vean vean y los que ven se vuelvan ciegos.

Así pues, el Salvador no ha venido por causa de sí mismo, sino por nuestra salvación, para que la muerte sea aniquilada, para condenar al pecado, para abrir nuevamente los ojos a los ciegos y para resucitar a todos de entre los muertos.

Y   si la causa de su venida no es Él, sino nosotros, entonces la causa por la cual es creado no es Él, sino nosotros. Y si no es Él la causa por la cual es creado, sino nosotros, entonces no es una criatura, sino que está llamando criatura a la carne con que se revistió por nosotros. Que las Escrituras tienen este sentido es posible aprenderlo del Apóstol, ya que en la Epístola a los efesios dice: Habiendo destruido el muro divisorio y habiendo aniquilado en su carne la enemistad, la ley de los mandamientos en sus decretos, para crear a partir de los dos en Él un solo hombre nuevo. Pero si en Él los dos son creados y éstos dos están en su cuerpo, entonces es perfectamente lógico que, al llevar a los dos en Él, el Salvador sea como creado, dado que ha unido a quienes han sido creados en Él y Él estaba en ellos igual que ellos en Él. De esta manera, al haber sido creados los dos en Él, podía decir adecuadamente la expresión: El Señor me creó. En efecto, así como al recibir nuestras debilidades se dice que el Salvador estuvo débil, aunque no era uno de los débiles (pues es la potencia de Dios), y llegó a ser pecado y maldición en favor nuestro, aunque no pecó (sino porque cargó con nuestros pecados y nuestra maldición), de la misma manera puede decir ahora también, al crearnos en Él: Me creó para las obras, aunque no sea una criatura.

56. Porque si dice: El Señor me creó, siendo una criatura, como si la sustancia del Logos fuese creada, según ellos dicen, entonces no ha sido creado por causa nuestra. Y si el Logos no ha sido creado por causa nuestra, entonces nosotros no habríamos sido creados en Él, y, al no haber sido creados en el Logos, no le tendríamos en nosotros, sino fuera de nosotros, si es que hemos recibido esta enseñanza de Él como de un maestro. Ahora bien, si nosotros fuésemos así, el pecado no habría dejado de reinar en absoluto sobre la carne, al permanecer en ella y no haber sido expulsado de ella. Sin embargo, el Apóstol se opone a ellos, diciendo un poco antes esto: Pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús. Y si nosotros hemos sido creados en Cristo, entonces no es Cristo el que es creado, sino que somos nosotros los creados en Él, y la palabra creó es por causa nuestra. En efecto, por causa de nuestra necesidad el Logos, aunque era creador, soportó incluso esta palabra que pertenece a las criaturas. La palabra creó no es propia de Él, en cuanto que es Logos, sino propia de nosotros, que somos creados en El. Y así como al existir siempre el Padre, siempre existe también su Logos, y existiendo siempre, dice: Yo era aquella en la cual Él se regocijaba. Día tras día yo me deleitaba en su semblante, y yo estoy en el Padre y el Padre está en mí, de la misma manera, cuando, por causa de nuestra necesidad, llegó a ser hombre, así Él, consecuentemente, utilizó expresiones que son propias de nosotros (El Señor me creo), para que, al haber habitado Él en la carne, el pecado fuera completamente expulsado de la carne y nosotros tuviésemos el pensamiento liberado,

¿Qué otra cosa habría sido necesario decir, una vez que ha llegado a ser hombre? ¿Que «yo era hombre al principio»? Pero decir esto no cuadra con el Logos ni es verdad. E igual que esto no era conveniente decirlo, así también era adecuado y propio decir, en el caso de un hombre, las expresiones creó y lo hizo. Por esta razón, se añade entonces también la causa del creó, que es precisamente la necesidad que tenían las obras. Allí donde se añade la causa, ésta misma resuelve por completo de manera satisfactoria el sentido de la lectura. De hecho también aquí, en el caso de creó, pone la causa, esto es, las obras, mientras que en seguida, dando a entender su generación del Padre, sin precisar el sentido, añadió: Antes que todas las colinas me engendró. Y no dice el por qué (como hizo en el caso de me creó, añadiendo para las obras), sino que, sin precisar el sentido, dice: Me engendró, al igual que sucede con la expresión: En el principio existía el Logo. Pues aunque no hubieran sido creadas las criaturas, el Logos de Dios existiría, porque el Logos era Dios. Por el contrario, el llegar a ser hombre no hubiera tenido lugar, si no se hubiese dado la necesidad que tenían los hombres. Por lo tanto, el Hijo no es una criatura, pues si lo fuese no habría dicho me engendra, al ser las criaturas obras externas a quien las hace, mientras que lo engendrado no es algo externo, como ocurre con una obra, sino que procede del Padre, como propio de la sustancia. Precisamente por eso éstas son criaturas, mientras que el Logos de Dios es Hijo unigénito.

57. Respecto a la creación, como es natural, Moisés no dijo: «Al principio engendró», sino: Al principio hizo Dios el cielo y la tierra, y David no cantó: «Tus manos me engendraron», sino: Tus manos me hicieron, y aplica por todas partes la expresión «creó» a las criaturas. Pero en el caso del Hijo sucede lo contrario, pues no ha dicho «hice» sino engendré, me engendra y también: Mi corazón ha producido un Logos bello, y en el caso de la creación se dice: En el principio hizo, mientras que en el caso del Hijo se afirma: En el principio existía el Logos. En esto radica la diferencia, pues las criaturas están hechas bajo un principio y aquello que se dice de ellas (esto es, En el principio hizo} supone un comienzo de la existencia que es temporal. En el caso de las criaturas esto equivale a decir «desde del principio», como el Señor enseñó (porque conocía aquello que había hecho), cuando refutaba a los fariseos diciendo: El que los creó desde el principio los hizo varón y mujer. En efecto, desde un principio, que era el no ser, hubo un momento en que las criaturas llegaron a existir y fueron creadas. A esto se refería el Espíritu Santo cuando decía en los Salmos: Tú, Señor, en los principios cimentaste la tierra; y en otra ocasión: Recuerda a tu pueblo reunido que adquiriste desde el principio. Es evidente que aquello que ha ocurrido en los principios tiene un principio de ser creado y que Dios adquirió al pueblo reunido desde un cierto principio. La expresión en el principio hizo, al utilizar la palabra hizo, es igual a comenzó a hacer, como el mismo Moisés lo muestra después de que se han completado todas las cosas, al decir: Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque en él Dios descansó de todas las obras que comenzó a hacer.

Por tanto, las criaturas han comenzado a llegar a ser, mientras que el Logos de Dios, al no tener principio de su existencia, lógicamente no comenzó a ser ni a llegar a ser, sino que existía siempre. Las obras tienen su principio cuando son hechas, y el principio precede a las criaturas, mientras que el Logos, al no ser una de las criaturas, resulta ser más bien el artífice de aquellas, que tienen un principio. Y el ser de las criaturas se mide cuando son creadas y Dios comienza a hacerlas por medio de su Logos desde un cierto principio, de manera que se sepa que nó existían antes de ser creadas, mientras que el Logos no tiene su ser en otro principio, sino en el Padre, el cual, también según los arrianos, carece de principio, de modo que el Logos también existe en el Padre, careciendo de principio, como lo engendrado y no como una criatura suya.

58. De esta manera, pues, entiende la Sagrada Escritura la diferencia entre lo engendrado y las cosas que han sido hechas, porque muestra que lo engendrado no es un Hijo que ha comenzado desde un cierto principio, sino Hijo eterno, mientras que da a entender que la cosa hecha, como resulta ser una obra externa al que la ha hecho, ha comenzado a llegar a ser. Por eso Juan, al teologizar sobre el Hijo y conocer la diferencia de las palabras, no dijo: «En el principio ha llegado a ser», o «ha sido hecho», sino: En elprincipio existía el Logos, para que juntamente con el existía se entendiera «lo engendrado», y para que nadie piense en ellos como separados, sino que crea que el Hijo existe siempre y eternamente. [Y habiendo quedado así mostrado, arrianos, ¿cómo es que, sin haber ponderado las palabras que aparecen en el Deuteronomio, os habéis vuelto a atrever en este otro lugar a cometer impiedad contra el Señor, llamándole cosa hecha y criatura, cuando en realidad es lo engendrado? Ciertamente, afirmáis que lo engendrado y la cosa hecha se refieren a lo mismo. Pero no por ello vais a dejar de ser reconocidos también aquí como incultos e impíos.

La primera frase es la siguiente: ¿No te adquirió éste mismo, tu Padre, y te hizo y te creó? Y poco después dice en el mismo canto: Abandonaste a Dios que te engendró y te olvidaste de Dios que te alimentó. El sentido resulta ser muy sorprendente, pues no ha dicho primero engendró para evitar que ésta palabra quedase sin distinguirse de la palabra creó, y entonces los arrianos tengan una excusa para decir: «Moisés dijo que Dios había hablado así desde el principio: Hagamos al hombre, pero después de esto ha dicho en otra ocasión: Abandonaste a Dios que te engendró. Lo hace así porque las palabras son Idénticas, ya que lo engendrado y la cosa hecha son lo mismo». No obstante, tras adquirió e hizo añadió después, al final, engendró, de modo que apareciera que también el Logos tiene una explicación. En efecto, con la palabra hizo se refiere acertadamente a aquello que es conforme a la naturaleza de los hombres, es decir, el hecho de que son obras y cosas hechas, mientras que con la palabra engendró muestra el amor de Dios por los hombres que ha llegado hasta ellos después de crearlos. Y puesto que han llegado a ser ingratos ante este amor de Dios por los hombres, Moisés los reprende después y dice primero: ¿Es esto lo que das al Señora cambio?; y después añade: ¿No te adquirió éste mismo, tu Padre, y te hizo y te creó?; y después nuevamente afrima: Hacían sacrificios a los demonios y no a Dios, a dioses que no conocían. Han llegado dioses nuevos y recientes a quienes sus padres no conocían. Abandonaste a Dios que te engendró.

59.En verdad, Dios no sólo los creó como hombres, sino que también los llamó hijos por haberlos engendrado, porque engendró también se refiere aquí a «hijo», como dice también por medio del profeta: He engendrado hijos y los he ensalzado. Siempre que la Escritura quiere referirse al Hijo, no usa la expresión «creé», sino que en todas las ocasiones se refiere a Él mediante la expresión «engendré». Y esto nuevamente lo muestra Juan cuando dice: Les dio poder para llegar a ser hijos de Dios, a quienes no han sido engendrados de las sangres, ni del deseo de la carne, ni del deseo del varón, sino de Dios, siendo también aquí muy acertado el cuidado que pone en la expresión. Utiliza la expresión llegar a ser, porque ellos son llamados hijos no por naturaleza sino por una determinación; en cambio ha utilizado la expresión han sido engendrados, porque también ellos han tomado plenamente el nombre de hijo. Sin embargo el pueblo, como dice el profeta, se ha desentendido de su bienhechor. En esto consiste el amor de Dios por el hombre, en que por gracia llega a ser después también Padre de aquellos de quien es el hacedor; y llega a serlo cuando, como dijo el Apóstol, los hombres que han sido creados reciben en su corazón el Espíritu del Hijo, que clama: ¡Abbá, Padre! Y éstos son los que habiendo recibido al Logos han tomado de Él poder para ser hijos de Dios. Así, de otra forma, no habrían podido llegar a ser hijos, al ser criaturas por naturaleza, si no es porque han recibido el Espíritu del Hijo verdadero y por naturaleza. Por lo tanto, para que esto suceda, el Logos llegó a ser carne, para hacer al hombre capaz de recibir la divinidad.

Este sentido también se puede aprender del profeta Malaquías, que dice: ¿No nos creó un único Dios? ¿No es uno sólo el Padre de todos nosotros? En efecto, también aquí ha puesto primero creó y después Padre, para mostrar, también él, que desde el principio somos criaturas por naturaleza y nuestro creador es Dios por medio del Logos, y que después somos hechos hijos y que en adelante Dios, que es nuestro Creador, llega a ser también nuestro Padre. Por tanto, la expresión «padre» es propia del hijo, y la expresión propia del Padre no es «criatura», sino «hijo». De manera que también a partir de esto se muestra que nosotros no somos hijos por naturaleza, sino el Hijo que está en nosotros, y, a su vez, qué Dios no es nuestro Padre por naturaleza, sino del Logos que está en nosotros, en el cual y por el cual clamamos: ¡ Abbá, Padre! Y de igual manera el Padre mismo llama también hijos a aquellos en quienes ve a su propio Hijo, y dice engendré, porque precisamente «engendrar» hace referencia al hijo, mientras que la expresión hacer muestra que se trata de las obras. Por esta razón, entonces, nosotros no hemos sido primero engendrados, sino hechos primero (en efecto, está escrito: Hagamos al hombre) y después, al haber recibido la gracia del Espíritu, se dice también, de ese momento en adelante, que hemos sido engendrados. Naturalmente también en el canto el gran Moisés, con buen criterio, ha vuelto a decir primero adquirió y después engendró, para que cuando escuchasen engendró no se olvidasen de su propia naturaleza, que tienen desde el principio, sino que conociesen que son criaturas desde el principio, y que, cuando por gracia se dice que han sido engendrados, son como hijos, pero los que son hombres por naturaleza no dejan por ello ni mucho menos de ser cosas hechas.

60. Y que «criatura» no es lo mismo que «lo engendrado», sino que se diferencian el uno del otro, tanto en la naturaleza como en el significado de las palabras, el Señor mismo lo muestra en los Proverbios. En efecto, después de haber dicho: El Señor me creó como principio de sus caminos, añadió: Pero antes que todos las colinas me engendró. Por tanto, si el Logos fuese por naturaleza y en su sustancia una criatura y hubiese alguna diferencia entre lo que ha sido engendrado y la criatura, no habría añadido la expresión me engendró, sino que hubiese bastado con decir creó, ya que esta expresión tendría el mismo significado que «engendró». Ahora bien, después de haber dicho: Me creó como principio de sus caminos para sus obras, no ha añadido simplemente la expresión me engendró, sino que la ha ligado a la conjunción pero, como reforzando con ella la expresión creó, y así dice: Pero antes que todas las colinas me engendró. En efecto, la expresión me engendró, seguida de la expresión creó y ligada a ella, hace que el significado sea uno sólo, y muestra la razón por la cual la expresión creó ha sido dicha, esto es, porque me engendró es anterior a creó.

En efecto, lo mismo que si hubiese dicho, cambiando el orden: «el Señor me engendró», y hubiese continuado: «pero antes de todas las cosas me creó», sin duda creó sería anterior a engendró, de la misma manera, al haber dicho primero creó y haber añadido después pero antes que todas las colinas me engendró, muestra forzosamente que engendró es anterior a creó.

Además, al decir antes que todas las cosas me engendró, da a entender que Él es distinto de todas las cosas, y la verdad ha mostrado ya en los argumentos anteriores que de hecho ninguna de las criaturas viene antes que otra, sino que todas las cosas creadas han adquirido su consistencia juntas, a un tiempo y por obra de un único e idéntico mandato. Por esta razón, entonces, lo que está escrito en el caso de creó no vuelve a estar escrito en el caso de me engendró, sino que en el caso de creó está escrito principio de los caminos, mientras que en el caso de me engendró no dijo «me engendra como principio», sino antes que todas las cosas me engendró. Lo que es anterior a todas las cosas no es el principio de todas las cosas, sino que es algo distinto de todas ellas. Y si es algo distinto de todas ellas (entre las cuales se incluye también el principio de todas ellas), entonces es evidente que es distinto de las criaturas, y se comprende al mismo tiempo con claridad que, al ser algo distinto de todas las cosas y existir antes que ellas, el Logos sea creado después como principio de los caminos para las obras, por causa de la Encarnación, para que, como dijo el Apóstol, el que es principio, primogénito de entre los muertos, resulte ser el primero en todo.

61. Siendo tal la diferencia que existe entre creó y me engendró, entre principio de los caminos y antes que todas las cosas, Dios, que es el creador de los hombres en la forma en que se ha explicado, llega a ser también después su Padre, porque su Logos habita en ellos. En cambio, en el caso del Logos sucede lo contrario: Dios, que por naturaleza es su Padre, llega a ser también después de esto su creador y hacedor en el momento en que el Logos se reviste de la carne, que es creada y hecha y llega a ser hombre. En efecto, así como los hombres, al recibir el Espíritu del Hijo, llegan a ser hijos por medio de El, de igual manera también se dice que el Logos de Dios ha sido creado y que ha sido hecho en el preciso momento en que se revistió de la carne de los hombres. Por lo tanto, si nosotros somos hijos por naturaleza, entonces es evidente también que el Logos es una criatura y algo hecho por naturaleza. Pero si nosotros llegamos a ser hijos por determinación y por gracia, entonces también es evidente que el Logos ha dicho el Señor me creó al haber llegado a ser hombre para que nos llegue la gracia.

Después, como se ha revestido de lo creado y ha llegado a ser semejante a nosotros según el cuerpo, ha sido llamado justamente hermano nuestro y primogénito. En efecto, aunque ha llegado a ser hombre después que nosotros y por nosotros, y es nuestro hermano a causa de la semejanza de cuerpo, sin embargo, también en esto se dice que es «primero» respecto a nosotros, ya que estando todos los hombres pereciendo conforme a la transgresión de Adán, la carne del Señor fue salvada y liberada la primera de todas, pues llegó a ser el cuerpo del Logos mismo, mientras que nosotros somos salvados después, al resultar ser concorpóreos con su cuerpo. De esa manera el cuerpo el Señor llega a ser también nuestro guía hacia el Reino de los Cielos y hacia su propio Padre, diciendo: Yo soy el camino, y también: Yo soy la puerta y por medio de mí todos tienen que entrar. Por eso también se le llama a su vez primogénito de entre los muertos, no porque haya muerto antes (pues nosotros habíamos muerto antes), sino porque, después de haber asumido la muerte por nosotros y de haberla aniquilado, resucitó el primero de todos como hombre, al haber resucitado su propio cuerpo por nosotros. En efecto, en adelante, puesto que el Señor ha resucitado, también nosotros somos resucitados de entre los muertos a partir de Él y por causa suya.

62. Y aunque se dice también que es primogénito de la creación, sin embargo no se dice «primogénito» como igualándolo a las criaturas y como sí fuese el primero de ellas en el sentido temporal (¿cómo va a serlo, si resulta que Él es unigénito?), sino a causa de la condescendencia del Logos hacia las criaturas, por la cual llegó a ser hermano de muchos. En efecto, el que es unigénito es unigénito porque no existen otros hermanos, mientras que el primogénito es llamado así porque hay otros hermanos. Por esta razón, sin duda, en ningún lugar de las Escrituras se ha dicho «primogénito de Dios» ni «criatura de Dios», sino que las expresiones Unigénito, Hijo, Logos y Sabiduría apuntan en su sentido al Padre y a su identidad. En efecto: Hemos visto su gloria, la gloria que le corresponde como Unigénito del Padre; Dios envió a su Hijo, el Unigénito; Tu Logos, Señor, permanece por los siglos; El Logos estaba junto a Dios; Cristo, potencia de Dios y Sabiduría de Dios; Éste es mi Hijo, el amado; y Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.

La expresión primogénito, por el contrario, apunta a la condescendencia para con la creación, porque es llamado primogénito de ella, y la expresión creó apunta a la gracia que alcanzan las obras, pues para ellas ha sido creado. Así pues, si es Unigénito (como en realidad lo es), que se interprete entonces la expresión primogénito en consecuencia; pero si es primogénito entonces que no sea unigénito. En efecto, una misma persona no puede ser unigénito y primogénito a la vez, a no ser que sea respecto de cosas distintas, de modo que sea unigénito a causa de su generación del Padre, como se ha dicho, y en cambio primogénito a causa de la condescendencia hacia la creación y de hacer hermanos a muchos. Naturalmente, al ser contrarias entre sí estas dos expresiones, uno podría decir justamente que, en el caso del Logos, el hecho de ser unigénito sé impone más como propiedad, pues no existe otro Logos u otra Sabiduría, sino que e! Logos es el único Hijo verdadero del Padre. Y, en efecto, como se ha dicho en los argumentos precedentes, la expresión Hijo unigénito que está en el seno del Padre no se ha dicho junto con una causa ligada a ella, sino en sentido absoluto, mientras que la expresión primogénito tiene ligada a ella la causa de la creación que Pablo añadió, cuando dijo: Porque en Él fueron creadas todas las cosas. Y si todas las cosas fueron creadas en Él, entonces el Logos es algo distinto de las criaturas y no es una criatura, sino el creador de todas ellas.

63. Por lo tanto no se le llama primogénito por el hecho de proceder del Padre, sino porque la creación ha sido creada en Él. Y así como el Hijo mismo, por medio del cual la creación llegó a existir, existía antes de la creación, de la misma manera también, antes de que se le llamase primogénito de toda la creación, no era menos cierto que era El Logos junto a Dios y el Logos era Dios. Sin embargo, al no saber esto tampoco, los impíos van de aquí para allá diciendo: «Si es primogénito de toda creación entonces es evidente que también Él es uno de la creación». ¡Necios! Ciertamente no ha dicho que sea «primogénito de las demás criaturas» para evitar que se piense que es una de ellas, sino que está escrito de toda la creación, para que quede claro que es algo distinto de ella. De este modo, no se dice que Rubén sea el primogénito de todos los hijos de Jacob, sino de Jacob mismo y de sus hermanos, para evitar que se píense que era algo distinto de los hijos de Jacob.

Sin embargo, tampoco el Apóstol ha dicho, en el caso concreto del Señor mismo, que «llegue a ser primogénito de todos», para evitar que se pensase que llevaba un cuerpo distinto del nuestro, sino entre muchos hermanos, a causa de la semejanza de la carne. Si el Logos fuese una de las criaturas, entonces la Escritura habría dicho también que era «primogénito de las demás criaturas». Ahora bien, al decir los santos que es primogénito de toda la creación, muestra clarísimamente que el Hijo de Dios es algo distinto de toda la creación y no es una criatura. En efecto, si es una criatura, entonces es primogénito de sí mismo. ¿Cómo entonces, arrianos, puede ser anterior y a la vez posterior a sí mismo? Además, si es una criatura, y resulta que toda la creación llegó a ser por medio de Él y en Él tiene su consistencia, ¿cómo puede crear la creación y ser a la vez uno de los que tienen su consistencia en Él mismo?

Pero como semejante invención suya aparece como algo absurdo, son refutados por la verdad, ya que fue llamado primogénito entre muchos hermanos por el parentesco de la carne, primogénito de entre los muertos porque a partir de Él y con Él tiene lugar la resurrección de los muertos, y primogénito de toda creación a causa del amor del Padre por los hombres. Por este amor, no sólo dio consistencia a todas las cosas en su Logos, sino que también la creación misma, acerca de la cual el Apóstol dijo que espera la revelación de los hijos de Dios será liberada entonces de la esclavitud de la corrupción para la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Al ser la creación liberada de esta manera, el Señor será llamado también el primogénito de ella y de todos aquellos que han sido hechos hijos, de modo que, al decir que Él es el primero, las criaturas que vienen tras Él permanezcan unidas al Logos como procediendo de un principio.

64. Creo que también ellos, los impíos, han sido avergonzados a partir de semejante sentido. Pues si no fuese como hemos dicho antes, sino que quieren que el Logos sea primogénito de toda la creación como si fuese en su sustancia una criatura entre las criaturas, entonces que se anden con ojo, porque están suponiendo que también es hermano de los seres irracionales e inanimados, y semejante a ellos. En efecto, resulta que también éstos son partes de toda la creación, y por otro lado es preciso que el primogénito sea primero únicamente en el tiempo, pero ha de ser igual a todos tanto en linaje como en semejanza. Por lo tanto, ¿ cómo no van a sobrepasar todo grado de impiedad al decir esto? ¿O quién los soportará cuando digan estas cosas? ¿O cómo no iba a odiarles alguien, aunque solo fuese por el mero hecho de pensar tales cosas?

Para todos es evidente que no ha sido llamado primogénito de la creación ni por ser Él mismo como una criatura, ni por tener un cierto parentesco según la sustancia con toda la creación, sino porque el Logos, al crear como artífice a las criaturas desde el principio, ha tenido condescendencia con los que han sido engendrados, de manera que puedan llegar a existir, pues no habrían podido resistir su naturaleza pura y su claridad, que es la paterna, si no fuera porque Él, al haber condescendido por el amor de Dios Padre a los hombres, se hizo cargo de ellas y, al dominarlas, las llevó a la existencia. Y como segunda razón, porque, al haber condescendido el Logos, también la creación misma es hecha hija por medio de El, de modo que, como se ha dicho antes, llega a ser primogénito de ella en todos los aspectos, tanto cuando crea, como cuando es introducido en el mundo por nosotros,

En realidad, así está escrito: Cuando introduce al primogénito en el mundo dice: y que lo adoren todos los ángeles de Dios. Presten atención los que combaten a Cristo y que se despedacen a sí mismos, pues Dios hizo que entrase en el mundo y fuese llamado primogénito de todos, de modo que el Hijo es Unigénito del Padre por ser el único que procede de Él, mientras que es primogénito de la creación porque todos son hechos hijos. Y al igual que también resucitó de entre los muertos como primicia, de los que están dormidos, de igual manera, como primogénito entre hermanos (puesto que era conveniente que fuese el primero en todo), es creado como principio de los caminos, para que, al haber caminado sobre Él y entrando por medio de Aquél que dice: Yo soy el camino y la puerta, y participando del conocimiento del Padre, podamos escuchar también nosotros: Bienaventurados los que son irreprochables en el camino, y Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.

65.Una vez que la verdad ha mostrado que el Logos no es una criatura por naturaleza, hay que decir lógicamente a continuación por qué se le llama también principio de los caminos. En efecto, puesto que el primer camino, que era a través de Adán, fue destruido y en lugar del paraíso nos inclinamos hacia la muerte y hemos escuchado: Eres tierra y a la tierra volverás, el Logos de Dios, que ama al hombre, se ha revestido por voluntad del Padre de la carne que ha sido creada para vivificar en virtud de la sangre de su propio cuerpo aquella carne que el primer hombre hizo morir por medio de la transgresión, y para que, como ha dicho el Apóstol, renovase para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, a través de su carne. Esto precisamente lo indica también en otra epístola, diciendo: De modo que si uno está en Cristo es una nueva creación: las cosas antiguas han pasado, he aquí que han llegado a ser nuevas. Si ha tenido lugar una nueva creación, era necesario que hubiese alguien primero, anterior a esta creación, y por lo tanto, un mero hombre, hecho meramente de tierra (que es como hemos llegado a ser nosotros a partir de la transgresión), no habría sido capaz de serlo. De hecho, los hombres se convirtieron en incrédulos en la primera creación y por ellos pereció la primera creación, y había necesidad de otro que renovara la primera y conservase la nueva que ha tenido lugar.

Así pues, por amor al hombre, no algún otro sino el Señor, el principio de la nueva creación, es creado camino, y dice justamente: El Señor me creó como principio de sus caminos, para que el hombre no actuase ya más según aquella primera creación, sino que, al haber un principio de la nueva creación, y teniendo nosotros a Cristo como principio de los caminos de la misma, le acompañemos a Él, que dice: Yo soy el camino. Esto era lo que el bienaventurado Apóstol enseñaba en la Epístola a los colosenses, cuando decía: El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, el que es el principio, primogénito de entre los muertos, para ser así el primero en todas las cosas.

66. En efecto, si, como se ha dicho, Cristo es llamado primicia por su resurrección de entre los muertos y es también principio a causa de ella, y por otro lado resulta que la resurrección ha tenido lugar en el preciso momento en que, llevando nuestra carne, se entregó a sí mismo a la muerte por nosotros, entonces sería evidente que la expresión me creó como principio de los caminos dicha por Él, no se refiere a su sustancia, sino a su venida corporal. En efecto, la muerte es algo propio del cuerpo y, de la misma manera que la muerte es propia del cuerpo, así también sería propio de su presencia corporal la mencionada expresión (me creó como principio de sus caminos). Por tanto, habiendo sido creado el Salvador de esta manera según la carne, habiendo llegado a ser principio de los que son recreados y teniendo la primicia (que es la carne humana que asumió), se sigue consecuentemente que después de Él es creado también el pueblo venidero, como dice David: Que esta generación escriba para otra, y el pueblo creado alabará al Señor; y nuevamente en el salmo veintiuno: La generación que viene anunciará al Señor, y anunciarán su justicia al pueblo que habrá sido dado a luz, el pueblo que hizo el Señor. Pues no escucharemos ya más: En el día en que comáis de él moriréis de muerte, sino: Donde yo estoy vosotros también estaréis, de modo que diremos: Somos hechura suya, creados por Él para obras buenas. Además, puesto que la obra de Dios, es decir, el hombre que fue creado perfecto, ha llegado a ser deficiente por culpa de la transgresión y muerto por el pecado, y, por otro lado, no era conveniente que la obra de Dios quedase imperfecta, así todos los santos pedían por ello, diciendo en el salmo ciento treinta y siete: Señor, no desprecies la obra de tus manos.

Esta es, pues, la razón por la cual el Logos perfecto de Dios se rodea del cuerpo que es imperfecto y se dice que es creado para las obras, para que, devolviendo la deuda en lugar nuestro, perfeccionase por medio de sí mismo aquellas cosas que le faltan al hombre. Le faltaban al hombre la inmortalidad y el camino hacia el paraíso, que es lo que decía el Salvador: Yo te he glorificado sobre la tierra, he perfeccionado tu obra, la que me has dado para que la hiciera; y en otra ocasión: Las obras que me ha dado mi Padre para que las perfeccione, esas obras, que son las que yo hago, dan testimonio de mí. Las obras que aquí dice que el Padre le ha dado para perfeccionar, son precisamente aquellas para las cuales es creado, y dice en Jos Proverbios: El Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras, porque es lo mismo decir «el Padre me dio las obras» que «me creó para las obras».

67. A vosotros que combatís a Dios [os pregunto]: ¿Cuándo tomó las obras para perfeccionarlas? Pues en base a esto podrá ser conocido también el sentido de la expresión creó. Así pues, si decís que desde el principio, cuando hacía que viniesen de la nada a la existencia, es mentira, pues todavía no habían sido creadas y resulta que aparece diciendo que toma las que ya existen. Pero tampoco es respetuoso decir que fue en el tiempo que ocurre antes de que el Logos llegase a ser carne, para evitar que su venida entre nosotros parezca luego algo accesorio siendo las obras el fin por el cual tuvo lugar su venida entre nosotros. Así pues, queda en adelante la opción de decir que en el mismo momento en que llegó a ser hombre tomó las obras, pues en ese momento las perfeccionó, al haber curado nuestras heridas y haber concedido a todos como gracia la resurrección de entre los muertos. Y si le fueron concedidas las obras al Logos, cuando ha llegado a ser carne, entonces es evidente también que es creado para las obras, cuando ha llegado a ser hombre. Por lo tanto, la expresión creó no se refiere a su sustancia, como se ha dicho ya muchas veces, sino a su llegar a ser corporal, ya que en ese momento, a causa de que las obras habían llegado a ser imperfectas y defectuosas a partir de la transgresión, se dice que es creado corporalmente para que, habiéndolas perfeccionado y hecho íntegras, ofreciese al Padre, como dice el Apóstol, la Iglesia, que no tiene mancha ni arruga ni nada por el estilo, sino que sea santa y sin tacha.

El linaje humano, por tanto, ha sido perfeccionado y restaurado en Él, habiendo llegado a ser como era también desde el principio, y más todavía por una gracia mayor, porque una vez que resucitamos de entre los muertos ya no tememos la muerte, sino que en Cristo reinaremos siempre en los cielos. Esto ha sucedido porque el Logos mismo, que es propio de Dios y procede de Él, se revistió de la carne y ha llegado a ser hombre. En efecto, si hubiese llegado a ser hombre siendo una criatura, el hombre habría quedado absolutamente tal cual estaba, al no haber sido unido a Dios. Pues, ¿cómo podría una criatura ser unida al creador por medio de otra criatura? ¿O qué clase de ayuda habría podido tener lugar para los semejantes por parte de quienes son semejantes a ellos, cuando tienen necesidad también ellos de esa misma ayuda? ¿Y cómo, si resultase que el Logos es una criatura, habría sido capaz de levantar la sentencia de Dios y perdonar el pecado, cuando está escrito por los profetas que esto es algo propio de Dios? Pues ¿quién hay como tú, oh Dios, que arrancas los pecados y dejas a un lado los quebrantamientos de la ley? Dios dijo: Eres tierra y a la tierra volverás, y los hombres han llegado a ser mortales. ¿Cómo entonces habría sido posible que el pecado fuera desatado por parte de las criaturas ? Sin embargo lo desató el Señor en persona, como Él mismo dijo : A no ser que el Hijo os libere; y el Hijo que ha liberado ha mostrado verdaderamente cómo no es una criatura ni una de las cosas creadas, sino Logos propio e imagen de la sustancia del Padre, que es quien dictó al principio la sentencia y es el único que perdona los pecados.

Y ya que en el Logos se dijo: Eres tierra y a la tierra volverás, se sigue lógicamente que también por medio del Logos mismo, y en Él, haya tenido lugar la liberación y la suspensión de la condena.

68. No obstante dicen: «Aunque el Salvador fuese una criatura, Dios, con sólo decirlo, habría sido capaz de destruir la maldición». Pero eso mismo podrían también escucharlo los arrianos de alguien que Ies diga: «También, con sólo decirlo, Dios habría sido capaz de destruir la maldición, aunque no hubiese habitado en modo alguno entre nosotros». Sin embargo, hay que prestar atención a lo que es ventajoso para los hombres, y no pensar siempre en lo que Dios es capaz de hacer, porque antes del Arca de Noé también podría haber destruido a los hombres, que entonces eran trasgresores, y no obstante lo hizo después del Arca. Y podría haber conducido al pueblo fuera de Egipto sin Moisés y con sólo decirlo, y sin embargo convenía que fuese por medio de Moisés. También podría haber salvado Dios al pueblo sin los Jueces, y sin embargo convenía al pueblo que les fuese suscitado un Juez en el tiempo oportuno. Y el Salvador habría podido haber habitado entre nosotros desde el principio, o no haber sido entregado a Pilato después de venir, y no obstante vino en la plenitud de los tiempos y, cuando fue preguntado, dijo: Yo soy. En efecto, aquello que Dios hace es lo que conviene a los hombres, y no habría sido adecuado que sucediera de otra manera, y se establece una providencia precisamente de aquello que conviene y es adecuado. Vino, pues, no para ser servido sino para servir y llevar a cabo nuestra salvación. Naturalmente, podía también haber dictado la ley desde el cielo, pero vio que convenía a los hombres dictarla desde el Sinaí, y lo hizo así para que Moisés pudiese subir y aquellos pudiesen prestar más fe al escuchar más de cerca las palabras.

Además también se puede contemplar, desde este punto de vista, el buen sentido de cuanto ha sucedido, pues si por el hecho de ser capaz de ello, Dios hubiese hablado y suprimido la maldición, entonces se habría mostrado la potencia del que había dado la orden, pero el hombre habría llegado a ser tal como lo era también Adán antes de la transgresión, recibiendo la gracia desde fuera y no teniendo esa gracia en armonía con su cuerpo (pues esa es la manera en que estaba y fue colocado entonces en el paraíso, pero pronto llegó a ser peor, cuando aprendió a transgredir la ley). Siendo así entonces, si el hombre hubiese sido seducido otra vez por la serpiente, habría sido necesario de nuevo que Dios diese la orden y suprimiese de esa manera la maldición, y así habría sido necesario hacerlo una y otra vez hasta el infinito. Y no por ello los hombres habrían dejado de permanecer sometidos a la servidumbre del pecado, sino que, al estar siempre pecando, habrían estado necesitados siempre de alguien que los perdonase; y nunca habrían sido liberados, al ser por sí mismos carne y ser vencidos siempre por la ley a causa de la debilidad de la carne.

69. Además, si el Hijo fuese una criatura, el hombre no habría dejado de seguir siendo mortal, al no estar unido a Dios. En efecto, una criatura no habría podido unir las criaturas a Dios, al tener que buscar también ella alguien que la uniese a Dios. Tampoco una parte de la creación podría ser la salvación de la creación, al estar también esa parte necesitada de salvación. Así pues, para que esto no suceda, Dios envía a su propio Hijo, que llega a ser Hijo del hombre, al haber tomado la carne creada, para que el Hijo, dado que todos están sometidos a la muerte, al ser algo distinto de todos los demás, ofrezca por todos su propio cuerpo en la muerte, de modo que en adelante, al haber muerto todos por medio de Él, se cumplan las palabras de la sentencia: Pues todos murieron en Cristo; y así todos en adelante lleguen a estar, por medio de Él, libres del pecado y de la maldición causada por el pecado, y permanezcan realmente para siempre después de resucitar de entre los muertos y ser revestidos de inmortalidad e incorruptibilidad.

En efecto, al revestirse el Logos de la carne, como se ha señalado ya muchas veces, ha cesado por completo toda mordedura de la serpiente sobre ella. Y si algún mal brotaba de ella por movimientos carnales, era eliminado, y junto con ellos era aniquilada la muerte, que es consecuencia del pecado, como el Señor mismo dice: Llega el principe de este mundo y no encuentra nada en mí; y como escribió Juan: Para esto se manifestó, para deshacer las obras del diablo. Por lo tanto, al haber sido estas obras desatadas de la carne, todos hemos sido así liberados en base al parentesco en la carne, y también hemos sido unidos nosotros para siempre al Logos. Y al haber sido unidos a Dios, ya no nos quedamos en la tierra, sino que, como Él dijo, donde Él está también estaremos nosotros. En adelante, ya no temeremos tampoco a la serpiente, pues ha sido aniquilada en la carne, al haber sido perseguida por el Salvador y haber escuchado: Aléjate detrás de mí, Satanás, y de esta manera se encuentra fuera del paraíso arrojada al fuego eterno. Y tampoco tendremos que guardarnos de la mujer seductora, ya que en la resurrección ni se casan ni son entregados en matrimonio, sino que son como los ángeles, y en Cristo Jesús se dará una nueva creación, y ya no habrá ni varón ni mujer, sino que Cristo lo será todo y en todos. Estando allí Cristo, ¿qué clase de miedo o qué clase de peligro podrá darse todavía?

70. Pero todo esto no habría sucedido si el Logos fuese una criatura, ya que el diablo, que es una criatura, siempre habría podido plantar batalla contra una criatura, y el hombre, estando en medio, habría estado siempre sometido a la muerte, no teniendo por medio de quién y en quién ser unido a Dios y llegar así a ser liberado de todo temor. De donde se sigue que la verdad muestra que el Logos no es una de las criaturas, sino más bien el artífice de ellas. En efecto, también asumió el cuerpo creado y humano de esa manera, para que, habiéndolo renovado como artífice en sí mismo, lo divinizase y así nos introdujera a todos nosotros en el Reino de los cielos conforme a la semejanza con aquel cuerpo. Y, una vez más, el hombre no habría podido ser divinizado al haber sido unido a una criatura, si no fuese porque el Hijo era Dios verdadero, y el hombre no habría podido estar junto al Padre, si no fuese porque Aquél que se revistió de cuerpo era su Logos por naturaleza y verdadero. Y así como no habríamos sido liberados del pecado y de la maldición, si la carne de la cual el Logos se revistió no fuese una carne humana por naturaleza (pues no habría en nosotros nada en común con quien es distinto), de la misma manera el hombre no habría sido divinizado, si quien llegó a ser carne no fuese el Logos que procede del Padre por naturaleza, verdadero y propio de Padre. Por esta razón ha tenido lugar semejante unión, para que uniera al hombre por.naturaleza con lo que es propio de la divinidad por naturaleza, y así su salvación y divinización llegasen a estar firmemente asentadas.

Así pues, que los que niegan que el Hijo procede del Padre por naturaleza y que es propio de su sustancia nieguen también que ha tomado carne verdaderamente humana de María, la siempre Virgen. En efecto, ningún provecho mayor podría haber tenido lugar para nosotros, los hombres, si el Logos no fuese Hijo verdadero y por naturaleza de Dios, y la carne que asumió no fuese carne verdadera. ¡Pero tomó carne verdadera!, por más que se le vaya la cabeza a Valentín. El Logos era Dios verdadero y por naturaleza, por más que se les vaya la cabeza a los que padecen la locura arriana, y en aquella carne llegó a ser para nosotros principio de la nueva creación, al haber sido creado por nosotros y haberla renovado como camino para nosotros, como se ha dicho.

71. Por tanto, el Logos ni es una criatura ni una obra. En efecto, «criatura», «cosa hecha» y «obra» son lo mismo, y, si fuera una criatura y algo hecho, entonces sería también una obra. Ésta es la razón, entonces, por la cual no ha dicho: «Mé creó obra», ni: «Me hizo junto con las obras», para evitar que se piense que es una criatura por naturaleza y sustancia. Ni ha dicho tampoco que «creó las obras para hacerme a mí», para evitar nuevamente que, como sucede con la maldad de los impíos, se considere que es como un instrumento que ha sido creado por causa nuestra. Pero tampoco proclamó que «me creó antes que las obras», para evitar hacer entender que la expresión «lo engendrado» y la expresión «creó» son lo mismo y que, al igual que es lo engendrado antes de todas las cosas, así también es creado antes de todas las obras.

Al contrario, con notoria precisión ha dicho para las obras, que equivale a decir: «El Padre me ha hecho llegar a ser hombre en la carne», de modo que también a partir de una expresión semejante vuelve a mostrarse que el Logos no es una obra, sino lo engendrado. En efecto, ai igual que el que entra en una casa no es una parte de la casa sino algo distinto de ella, de igual manera el que es creado para las obras sería algo distinto de las obras en lo que respecta a la naturaleza. Pues si, como pensáis vosotros, arrianos, el Logos de Dios es una obra, ¿con qué clase de mano y sabiduría ha llegado a ser Él entonces? Pues todas las obras creadas han llegado a serlo en la mano y en la Sabiduría de Dios, y Dios mismo dice: Mi mano hizo todas estas cosas, y David canta: Y tú, Señor, desde el principio cimentaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos; y en otra ocasión, en el salmo ciento cuarenta y dos: Recordé los días antiguos y cuidé de todas tus obras, cuidando de las cosas que hicieron tus manos. Por lo tanto, si las cosas que han sido hechas son obra de la mano de Dios y está escrito que todas las cosas fueron creadas por medio del Logos y sin Él no se hizo nada, y también: Un solo Señor, Jesús, por medio del cual son todas las cosas, y en Él todas las cosas tienen su consistencia, entonces es evidente que el Hijo no sería una obra, sino la mano de Dios y la Sabiduría.

Sabiendo esto, los que llegaron a ser mártires en Babilonia (Ananías, Azarías y Misael), también refutan la impiedad arriana, al haber dicho: Bendecid, obras todas del Señor, al Señor. Han considerado las cosas en el cielo y las que están sobre la tierra (esto es, la creación) como obras, mientras que al Hijo no lo han nombrado. En efecto, no han dicho: «Bendice, ¡oh Logos!, y alaba, ¡oh Sabiduría!», para mostrar que todas las demás cosas son las que alaban y son obras, mientras que el Logos no es una obra ni uno de los que alaban, sino que es alabado y adorado junto con el Padre y es considerado como Dios, al ser su Logos y Sabiduría, y es el artífice de las obras. Y esto también lo ha dicho el Espíritu en los Salmos con una bellísima distinción: El Logos del Señor es recto y todas sus obras son leales, de modo similar a como dice en otro salmo: ¡Qué grandes son tus obras, Señor! Todo lo hiciste en la Sabiduría.

72. Si el Logos fuese una obra, también Él, por supuesto, habría llegado a ser en la Sabiduría, y la Escritura no lo habría distinguido de las obras ni habría nombrado a las obras por un lado y anunciado por otro al Logos y Sabiduría propia de Dios. Ahora bien, la Escritura, al distinguirlo de las obras, muestra que la Sabiduría es el artífice de las obras, y no una obra. También Pablo ha hecho uso de esta distinción, al escribir a los Hebreos: Pues el Logos de Dios es vivo y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetra hasta la frontera entre el alma y el espíritu, junturas y médulas, escruta los pensamientos y no hay creación alguna oculta a sus ojos, sino que todas las cosas están desnudas y patentes a los ojos de Aquél a quien hemos de dar cuenta. En efecto, he aquí que llama «creación» a las cosas que han llegado a ser, mientras que sabe que el Hijo es «Logos de Dios», como alguien diferente de las criaturas. Y, al volver a decir Todas las cosas están desnudas y patentes a los ojos de Aquél a quien hemos de dar cuenta, da a entender que el Logos es distinto de todos los demás.

Ésta es, pues, la razón por la cual Él juzga, mientras que cada uno de los demás seres creados está obligado a darle cuentas. Así pues, y estando también toda la creación gimiendo junto con nosotros para ser liberada de la esclavitud de la corrupción, muestra que el Hijo es distinto de las criaturas. En efecto, si fuese una criatura, también Él sería uno de los que gimen, al necesitar, también Él, de alguien que lo haga hijo y lo libere junto con todos. Pero sí toda la creación gime junto con nosotros para ser liberada de la esclavitud de la corrupción, y resulta que el Hijo no es uno de los que gimen ni de los que necesitan liberación, sino que es quien hace hijos y libera todas las cosas y dice a los judíos de entonces: El siervo no permanece en la casa para siempre, mientras que el Hijo permanece para siempre. Por lo tanto, si el Hijo es el que os libera, seréis verdaderamente libres, así, a partir de estas expresiones se prueba, con más claridad que la luz del día, que el Logos de Dios no es una criatura, sino Hijo verdadero y genuino por naturaleza del Padre.

Por tanto, en lo que respecta a la expresión: El Señor me creó como principio de los caminos, estas consideraciones, aunque sean breves, son no obstante suficientes --creo yo--, para ofrecer a los más versados la oportunidad de preparar más argumentos para destruir la herejía arriana. Ahora bien, puesto que los herejes, también al leer el siguiente versículo, en el que está escrito: Antes de los siglos me cimentó, lo entienden mal, pensando que estas cosas se dicen de la divinidad del Logos y no de su venida encarnada, es necesario también analizar este versículo y mostrar el error de su interpretación.

73. Está escrito: Dios cimentó la tierra en la Sabiduría. Si la tierra está cimentada en la Sabiduría, ¿cómo entonces va a ser cimentado Aquél que es precisamente el que cimienta? Pero también esto se dice de manera proverbial, y hace falta buscar igualmente su sentido para comprender que el Padre crea como artífice, y cimienta la tierra en la Sabiduría para que se asiente bien y permanezca, mientras que esta Sabiduría es cimentada a favor nuestro, con el objetivo de que llegue a ser el principio y el cimiento de nuestra nueva creación y renovación. Por eso tampoco en estas expresiones ha dicho: «Me ha hecho Logos o Hijo antes de los siglos», para que no parezca que tuviera un principio en el que ha sido hecho. Lo primero de todo que hay que averiguar es si es Hijo, y empezar por rastrear las Escrituras al respecto. En efecto, cuando los apóstoles fueron preguntados sobre esto, Pedro respondió diciendo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo, y esto es también lo que preguntó el padre de la herejía arriana en los comienzos: Si eres el Hijo de Dios. Ciertamente sabía que El era la verdad y el Señor de nuestra fe y que, si era el Hijo, entonces su diabólica tiranía iba a llegar a su final, mientras que si era una criatura, también Él era uno de los que procedían de Adán (el cual había sido engañado por él), y entonces no tenía que preocuparse de nada. Por esta misma razón se enojaban también los judíos de entonces, porque el Señor decía que era Hijo de Dios y que Dios era su propio Padre. Si hubiese sido una de las criaturas, habría afirmado: «Soy algo hecho», y sus oyentes no se habrían extrañado ni hubiesen considerado blasfemas semejantes palabras, pues sabían que también a sus padres se les habían aparecido unos ángeles. Sin embargo, como decía que era Hijo, veían que semejante característica no era propia de una criatura, sino de la divinidad y de la naturaleza propia del Padre.

74.Por lo tanto, habría sido necesario que los arrianos, aunque estén imitando a su propio padre (que es el diablo), prestasen atención, y, si hubiese dicho: «Me cimentó como Logos o Hijo», pensasen como piensan ahora, mientras que si no lo dijo así, no deberían inventarse lo que no es. Pues no ha dicho: «Antes de los siglos me cimentó como Logos o Hijo», sino únicamente: Me cimentó, para mostrar una vez más, como ya he dicho, que no dice esto por Él, sino en forma pro­verbial, a causa de aquellos que son edificados sobre Él.

En efecto, sabiendo esto, el Apóstol también escribe: Nadie puede colocar otro cimiento distinto del que está puesto, que es Cristo Jesús. Que cada uno vea cómo edifica encima. Es preciso que el cimiento sea semejante a como son las cosas que se edifican encima, para que puedan ser ajustadas armoniosamente al cimiento. Así pues, como es Logos, en cuanto que es Logos, no tiene quienes sean semejantes que puedan ser ajustados armoniosamente a El, ya que es Unigénito. Pero al haber llegado a ser hombre tiene semejantes, y se ha revestido de una carne semejante a la de los hombres. Por tanto, es cimentado en lo que se refiere a su humanidad, para que nosotros también podamos ser edificados sobre Él como piedras valiosas, y lleguemos a ser templo del Espíritu Santo que habita dentro de nosotros. Y lo mismo que Él es cimiento y nosotros piedras edificadas sobre Él, de la misma manera es a su vez la viña y nosotros estamos unidos como los sarmientos; no según la sustancia de la divinidad (pues esto es ciertamente imposible), sino nuevamente según la humanidad (pues es necesario que los sarmientos sean semejantes a la vid), ya que resultamos ser semejantes a Él según la carne.

Por otra parte, como los herejes piensan en la humanidad según los modelos humanos, conviene refutarlos por medio de esos mismos argumentos. El Logos no ha dicho: «Me ha hecho cimiento», como si tuviese un principio en el que llegó a ser, para que no encuentren en ello una excusa vergonzosa para su impiedad, sino que ha dicho: Me cimentó. Y lo que es cimentado es construido por causa de las piedras que son colocadas sobre él, y no llega a ser así sin más, sino cuando una piedra es transportada desde el monte y es colocada abajo, en la profundidad de la tierra. Mientras está en el monte es una piedra, todavía no ha llegado a ser cimiento. En cambio, cuando la necesidad lo requiere y es transportada y colocada en lo profundo de la tierra, entonces y en adelante, si la piedra pudiese hablar, diría: «Ahora me ha hecho cimiento el que me trasladó desde el monte hasta aquí». Así pues, sucede lo mismo con el Señor: no comienza a ser cuando se convierte en cimiento (pues era ya Logos antes de esto), sino que en el momento en que se revistió de nuestro cuerpo, el que recibió precisamente de María una vez que fue diseñado, y es cuando dice: Me cimentó, lo cual equivale a decir: «A mí, que soy Logos, me cubrió de un cuerpo terreno». En efecto, es cimentado de esa manera por causa nuestra, asumiendo lo que es propio nuestro, para que nosotros, ajustados armoniosamente a Él, al ser concorpóreos y estar ligados estrechamente a Él por la semejanza de la carne y habiendo alcanzado el estado del hombre perfecto, permanezcamos inmortales e incorruptibles.

75. Tampoco las expresiones: Antes de los siglos, Antes de hacer la tierra y Antes de qne fuesen hechos los montes, deben inquietar a nadie, pues con mucho sentido las unió a la expresión cimentó y creó, ya que también esto se refiere nuevamente a la economía salvífica según la carne. En efecto, la gracia que nos ha llegado a nosotros del Salvador se ha manifestado precisamente ahora, como dijo el Apóstol, y ha tenido lugar al haber llegado a estar Él entre nosotros, pero esta gracia ya había sido preparada incluso antes de que nosotros fuéramos creados, o mejor dicho, incluso antes del comienzo del mundo. ¡Y qué propicia y admirable es la causa! No era conveniente que Dios deliberase después sobre nosotros, para que no pareciese que ignoraba cuanto se refiere a nosotros. De este modo, creándonos por medio de su propio Logos, conociendo nuestras cosas y previendo por nosotros que, aunque fuéramos creados buenos, después íbamos a transgredir el mandamiento e íbamos a ser arrojados del paraíso a causa de la desobediencia, el Dios del universo, como es amigo del hombre y bueno, preparaba ya con antelación en su propio Logos, por medio del cual también nos creó, la economía salvífica de nuestra salvación, para que, aunque cayésemos engañados por la serpiente, no permaneciéramos muertos de manera irrevocable, sino que, teniendo en el Logos la redención y la salvación preparada con antelación para nosotros y resucitando, volviésemos a permanecer inmortales. Esto sucede cuando el Logos fue creado principio de los caminos por nosotros, y el primogénito de la creación llegó a ser primogénito de los hermanos y fue resucitado como primicia de los muertos.

Esto también lo enseña el bienaventurado apóstol Pablo, ya que al escribir interpreta de esta manera las expresiones: Antes de los siglos y Antes que fuese creada la tierra, que aparecen en los Proverbios, diciendo a Timoteo: Comparte conmigo los sufrimientos por el Evangelio según la potencia de Dios, que nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no según nuestras obras, sino según la propia determinación y gracia que nos ha sido dada en Cristo Jesús antes de los tiempos eternos, pero manifestada ahora por medio de la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo, el cual ha de­truido la muerte y ha iluminado la vida. Y dice a los efesios: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales en los cielos en Cristo Jesús, al habernos elegido en El, antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados ante El por el amor, y habernos predestinado a ser hechos hijos suyos por medio de Jesucristo.

76. ¿Cómo, pues, podría habernos elegido antes de ser creados, si no hubiésemos estado prefigurados en Él, como él mismo dice? ¿Y de qué manera habría podido predestinarnos, antes que los hombres fuesen creados, para ser hechos hijos, si el Hijo mismo no hubiese sido cimentado antes de los siglos, al haber aceptado la economía salvífica por nosotros? ¿O de qué manera, como añade el Apóstol, hemos sido predestinados a heredar, si el Señor mismo no hubiese sido cimentado antes de los siglos, para poder tener la determinación de aceptar, a través de la carne y por nosotros, toda la herencia del juicio que había contra nosotros y después poder hacernos hijos en Él? ¿Y cómo es que sin haber llegado a existir todavía, sino habiendo llegado a existir en el tiempo, habríamos podido recibir la gracia antes de los tiempos eternos, si la gracia que ha llegado hasta nosotros no hubiese estado reservada en Cristo? Por eso, en el juicio, cuando cada uno reciba conforme a su obrar, dice: Venid aquí, benditos de mi Padre, recibid en herencia el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. ¿Cómo entonces, y en quién, antes de que nosotros llegáramos a existir, fue preparado este Reino, si no es en el Señor, que fue cimentado antes de los siglos para que nosotros, al ser edificados sobre Él, tomásemos parte, como piedras bien ajustadas, de la vida y la gracia que vienen de Él? Y esto ha sucedido --como sin mucha dificultad llega uno a pensar piadosamente--, para que, como he dicho, resucitando de la muerte que dura poco tiempo, seamos capaces de vivir eternamente. Siendo hombres procedentes de la tierra, no habríamos sido capaces de ello si la esperanza de la vida y de la salvación no hubiese sido preparada con antelación para nosotros en Cristo, antes de los siglos.

Así pues, el Logos, al venir sobre nuestra carne y ser en ella creado como principio de los caminos para sus obras, es lógicamente cimentado en la manera en que la voluntad del Padre había dispuesto sobre Él, como se ha dicho, antes de los siglos, antes que la tierra fuese creada, antes que fueran hechas las colinas y antes que las fuentes manasen, para que, aunque la tierra, los montes y las figuras de los seres que han aparecido pasen cuando tenga lugar la consumación del tiempo presente y nosotros envejezcamos como ellos, no obstante, seamos capaces de vivir también después, al tener la vida y la bendición espiritual preparada para nosotros con antelación en el Logos mismo según su elección. En efecto, así podremos no tener una vida pasajera, sino que seremos capaces de permanecer también después, al vivir en Cristo, ya que, antes de todo esto, nuestra vida ha sido cimentada y preparada en Cristo.

77. En efecto, no era conveniente que nuestra vida se cimentase en ningún otro sino en el Señor, que existe antes de los siglos y por medio del cual han llegado a existir también los siglos, para que, al estar esa vida en Él, también nosotros fuéramos capaces de heredar la vida eterna. En efecto, Dios es bueno, y como es bueno siempre ha querido esto porque conoce nuestra débil naturaleza, la cual está necesitada de la ayuda y salvación que vienen de El. Y de igual manera que si un sabio arquitecto, al determinarse a edificar una casa, piensa también en lo necesario para que pueda volver a ser restaurada en el caso de que en algún momento, después de haber sido construida, se estropee, y con este propósito prepara con antelación el equipo necesario para restaurarla y se lo da al constructor, y así resulta que el equipo de restauración llega a existir antes que la casa; de la misma manera la restauración de nuestra salvación es cimentada en Cristo antes que nosotros existiéramos, para que también seamos capaces de .ser recreados en Él. De esta manera, la decisión y la determinación han sido preparadas antes de los siglos, mientras que la obra ha llegado a darse cuando la necesidad lo ha pedido y el Salvador ha venido entre nosotros. En efecto, el Señor mismo, en lugar de todas las cosas, llegará a estar en el cielo para nosotros, recibiéndonos para la vida eterna.

Bastan por tanto estas consideraciones para probar que el Logos de Dios no es una criatura y que la expresión tiene un sentido correcto. Pero dado que, al examinar la expresión, ésta tiene un sentido correcto desde todos los puntos de vista, lógicamente toca a continuación explicar este significado, para que así los arrianos, que son necios, sean avergonzados por todas partes. Necesitamos nuevamente de lo que se ha dicho anteriormente, porque el asunto que nos ocupa concierne al mismo proverbio y a la misma Sabiduría. El Logos no dijo que era una criatura por naturaleza, sino que en los Proverbios utilizó la expresión: El Señor me creó; y es evidente que no está dando a entender el sentido abiertamente, sino de forma encubierta; sentido que nosotros podemos encontrar si descorremos el velo del proverbio. En efecto, ¿quién, al escuchar a la Sabiduría artífice decir: El Señor me creó para sus obras, no busca inmediatamente el significado de estas palabras, preguntándose cómo es posible que sea creada precisamente la Sabiduría que crea? ¿Quién, al haber escuchado al Hijo unigénito de Dios decir: Me creó principio de los caminos, no encuentra el sentido al sorprenderse de cómo es posible que el Hijo unigénito llegue a ser el principio de muchos otros? Es un enigma, y la Escritura dice: El que tenga entendimiento entenderá la parábola, el discurso sombrío, las expresiones de los sabios y los enigmas.

78. Así pues, la Sabiduría unigénita y absoluta de Dios es creadora y artífice de todas las cosas, pues la Escritura dice: Todas las cosas las hiciste en la Sabiduría y la tierra ha sido llenada de tu creación. Y para que las cosas que han llegado a ser no sólo existieran sino que existieran bien, le pareció bien a Dios hacer descender su propia Sabiduría hasta las criaturas, para colocar en cada una de ellas, y en todas como conjunto, una cierta figura y representación de la imagen de la Sabiduría, y así las cosas que han llegado a existir aparezcan sabias y dignas obras de Dios. En efecto, así como nuestra palabra es imagen del Logos, que es el Hijo de Dios, de la misma manera la sabiduría que nos ba llegado a nosotros es también, a su vez, imagen de la Sabiduría, que es Él mismo, por la cual, al poder conocer y pensar, llegamos a ser capaces de recibir la Sabiduría artífice y, por medio de ella, somos capaces de conocer al Padre de dicha Sabiduría. Por ello la Escritura dice: El que tiene al Hijo tiene también al Padre y El que me recibe a mí recibe al que me ha enviad.

Como semejante figura de la Sabiduría ha sido creada en nosotros y está en todas las obras, la Sabiduría verdadera y artífice, al tomar nuevamente sobre sí misma aquellas cosas que tienen su propia figura, utiliza lógicamente la expresión: El Señor me creó para sus obras. En efecto, aquellas cosas que dijo la sabiduría que está en nosotros las dice el Señor mismo como propias. Y El no es creado, porque es el creador, pero, a causa de su imagen que ha sido creada en las obras, dice estas cosas como si se tratase de Él mismo. Al igual que el Señor mismo ha dicho: El que os recibe a vosotros a mí me recibe (por el hecho de que su figura está en nosotros), de la misma manera, aunque no sea una de las cosas creadas, por el hecho de que su imagen y figura son creadas en las obras, como si se tratara de Él mismo, afirma: El Señor me creó como principio de los caminos para sus obras. La figura de la Sabiduría llegó a estar en las obras de esta manera, para que, como he dicho anteriormente, el mundo conozca en ella a su propio Logos artífice y, por medio de Él, al Padre. Y esto es lo que decía Pablo: Porque lo conocido de Dios aparece en ellas, pues Dios se lo mostró a ellas. En efecto, lo invisible de El desde la creación del mundo es contemplado por el entendimiento en sus criaturas. De modo que el Logos no es una criatura en su sustancia, sino que la expresión de los Proverbios se refiere a la sabiduría que está, y se dice que está, en nosotros.

79. Pero si tampoco dan crédito a estos argumentos, entonces que ellos nos digan si hay una cierta sabiduría en las criaturas o no. Si no la hay, ¿cómo es que el Apóstol hace un reproche, diciendo: Dado que en la sabiduría de Dios el mundo no ha conocido a Dios por medio de la sabiduría... ¿O cómo, si no hay una sabiduría, se encuentra en la Escritura una multitud de sabios, y el sabio por temor se apartó del mal y se construye una casa con la Sabiduría? Y el Eclesiastés asevera: La sabiduría del hombre iluminará su rostro, y reprende a Jos inquietos afirmando: No digas: ¿Por qué ha sucedido que los días antiguos fueron buenos y mejores que éstos? Pues no has preguntado acerca de esto con sabiduría. Por el contrario, si existe esa sabiduría (como dice también el Sirácida: La derramó sobre todas sus obras junto con toda carne conforme a su don y se la suministró a quines le aman; y si por otro lado semejante derramamiento no es un signo distintivo de la sustancia de la Sabiduría absoluta y unigénita, sino de la que ha sido hecha a imagen en el mundo, ¿qué hay de increíble en que la Sabiduría misma, la que es artífice y verdadera, de la cual es figura y ciencia la sabiduría que ha sido derramada en el mundo, diga como si se tratara de ella misma, como he mencionado ya antes: El Señor me creó para sus obras)

En efecto, la sabiduría que está en el mundo no es creadora, sino la que ha sido creada en las obras, según la cual los cielos refieren la gloria de Dios y el firmamento pregona la obra de sus manos. Y los hombres, si la llevan en ellos mismos, reconocerán la verdadera Sabiduría de Dios y conocerán que han llegado a existir realmente a imagen de Dios. De la misma manera que si al hijo de un rey, al querer su padre construir una ciudad, pretendiendo que en cada una de las obras estuviera escrito su propio nombre (tanto para tener seguridad de que las obras permanezcan, gracias a la representación de su propio nombre que hay en cada una de ellas, como para que a partir del nombre se puedan acordar de él y de su padre), le preguntasen acerca de la ciudad, una vez terminada, cómo llegó a existir, diría: «Ha llegado a existir de forma segura, pues conforme a la voluntad de mi padre en cada una de ellas ha sido representada una imagen mía, pues mi nombre ha sido creado en las obras», y al decir esto no se estaría dando a entender que su propia sustancia ha sido creada, sino su propia figura por medio del nombre; de la misma manera, a causa de la semejanza con el modelo, la verdadera Sabiduría responde así a los que se sorprenden de que la sabiduría esté en las criaturas: «El Señor me creó para las obras, pues la figura que está en ellas es mía y yo he condescendido de esta manera con la creación».

80. Y tampoco hay que extrañarse de que el Hijo hable de la sabiduría que está en nosotros como si se tratase de sí mismo, si resulta que (pues no hay que vacilar en repetir lo mismo), cuando Pablo perseguía a la Iglesia, en la cual estaban la figura e imagen del Hijo, como si Él mismo estuviese perseguido, le decía: Saulo, ¿por qué me persigues? Por lo tanto, como se ha dicho, si la figura misma de la sabiduría que está en las obras hubiese dicho la expresión: Me creó para las obras, nadie se habría extrañado. De la misma manera, si la Sabiduría artífice y verdadera de Dios, el Logos unigénito de Dios, dijese ella misma las cosas que son propias de su propia imagen como si se tratase de ella misma, por ejemplo la expresión: Me creó para las obras, que nadie, olvidándose de la sabiduría que está en el mundo y que ha sido creada en las obras, piense que la expresión creó se dice acerca de la sustancia de la Sabiduría absoluta, no sea que parezca que oculta la verdad mezclando el vino con el agua. En efecto, ésta es creadora y artífice, mientras que la figura ha sido creada en las obras, como ocurre con aquello que es a imagen de la imagen.

Y dice: Principio de los caminos, porque semejante sabiduría es un cierto principio y llega a constituir como los primeros elementos del conocimiento de Dios. De este modo, empezando primero con esta sabiduría, como si uno subiese por un camino, y custodiándola en el temor de Dios, como dice Salomón (El principio de la sabiduría es el temor del Señor), ascendiendo después nuevamente con el entendimiento y habiendo contemplado con el entendimiento la Sabiduría artífice en la creación, también contemplará en Ella con el entendimiento a su Padre, como dijo el Señor mismo: El que me ha visto a mí ha visto al Padre, y como Juan escribe: El que reconoce al Hijo tiene también al Padre.

También afirma: Antes de los siglos me cimentó, porque las obras permanecen firmes y para siempre en la figura de la Sabiduría. Después, para que, al escuchar acerca de la sabiduría que ha sido creada de esta manera en las obras, uno no piense que la Sabiduría verdadera de Dios, el Hijo, es una criatura por naturaleza, se vío obligado a añadir: Antes que los montes, Antes que la tierra, Antes que las aguas y Antes que las colinas, para que, al decir «Antes de toda creación» (pues ha mostrado con estas expresiones que se refiere a toda la creación), muestre que no ha sido creado sustancialmente junto con las obras. En efecto, si ha sido creado para las obras, es anterior a las obras, y entonces es evidente que existe antes de ser creado. Luego no es una criatura por naturaleza y en su sustancia, sino, como el Logos mismo añadió, lo engendrado. Y en qué se distingue, y cómo dista por naturaleza, una criatura de lo engendrado, ha quedado mostrado en los argumentos precedentes.

81.Pero dado que añade y dice: Cuando preparaba el cielo estaba con Él, es necesario comprender que no dice esto como sí el Padre no hubiese estado preparando por medio de la Sabiduría el cielo o las nubes que están en lo alto, pues no hay duda de que todas las cosas fueron creadas en la Sabiduría y sin ella no llegó a existir nada, sino que lo que dice es esto: «Todas las cosas han llegado a existir en mí y por medio de mí, pero al darse la necesidad de que la sabiduría fuera creada en las obras, aunque yo estaba por sustancia en el Padre, por condescendencia hacía la cosas creadas estaba disponiendo armoniosamente mi figura en las obras, de manera que, al estar todas las cosas como en un solo cuerpo, el mundo no se dividiese con contiendas, sino que tuviese un mismo común parecer».

Así pues, aquellos que llegan a ser contemplativos de las criaturas por su recto pensar, conforme a la sabiduría que les ha sido concedida, son capaces de decir también ellos mismos: «Por tu disposición todas las cosas permanecen». En cambio, los que han descuidado esto escucharán: Al decir que son sabios se han vuelto insensatos, ya que lo conocido de Dios aparece en ellas, pues Dios se lo mostró. En efecto, lo invisible de Él desde la creación del mundo es contemplado por el entendimiento en sus criaturas, su potencia eterna y su divinidad, hasta tal punto que no tienen excusa, porque habiendo conocido a Dios no lo han glorificado como Dios, sino que han dado culto a la creación en lugar de al creador de todas las cosas, el cual es bendito por los siglos. Amén. Y se avergonzarán ciertamente al escuchar, en un modo similar al anterior: Porque en la sabiduría de Dios el mundo no ha conocido a Dios por medio de la sabiduría, sino que a Dios le ha parecido bien salvar a los creyentes por medio de la locura del evangelio.

Así pues, Dios ya no ha querido ser conocido por medio de la imagen y sombra de la sabiduría que está en las criaturas, como en los primeros tiempos, sino que hizo que la Sabiduría verdadera tomase ella misma carne, llegara a ser un hombre mortal y soportase la cruz, para que por la fe en Él todos los que crean puedan en adelante ser salvados. En efecto, se trata de la Sabiduría misma de Dios, la que primero se manifestaba a sí misma por medio de su propia imagen, que está en las criaturas, y en razón de la cual se dice que Ella es creada, y, a través de sí misma manifestaba a su propio Padre, y después ésta, que es Logos, llegó a ser hombre, como dice Juan, y después de aniquilar a la muerte y salvar nuestro linaje, se reveló a sí mismo todavía más y, por medio de El, reveló a su propio Padre, diciendo: Concédeles que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien enviaste.

82.Toda la tierra, pues, se ha llenado de su conocimiento, porque uno sólo es el conocimiento del Padre por medio del Hijo y el conocimiento del Hijo que viene del Padre. Y en esto encuentra alegría el Padre, y con esta misma alegría el Hijo se regocija en el Padre, diciendo: Yo era aquel en quién se complacía. Día tras día me regocijaba en su rostro. Esto muestra nuevamente que el Hijo no es algo diferente, sino propio de la sustancia del Padre. Pues he aquí que no ha llegado a ser a causa de nosotros, como dicen los impíos, ni en absoluto procede de la nada (pues Dios tampoco adquirió para sí desde fuera alguien que le produjese alegrías), sino que la frase mencionada es signo distintivo de algo que es propio y semejante. Por tanto, ¿cuál fue el tiempo en que no se alegró el Padre? Y si resulta que se ha alegrado siempre, entonces ha existido siempre Aquél en quien se alegraba. ¿Y en quién se alegra el Padre sino cuando lo ve a Él, que es precisamente su propio Logos, su propia imagen? Y aunque después de haber completado el mundo se regocijaba en los hijos de los hombres, como está escrito en los mismos Proverbios, sin embargo también esto tiene el mismo sentido. En efecto, se regocija de esta manera no porque le hayan sobrevenido unas alegrías, sino nuevamente ai ver las obras que han llegado a ser a su imagen, de manera que el hecho de que Dios se alegre de esta manera es el motivo de su imagen. ¿Y cómo va a regocijarse el Hijo sino al verse a sí mismo en el Padre? Porque esto es lo equivalente a decir: El que me ha visto a mí ha visto al Padre, y Yo estoy en el Padre y el Padre en mí.

Vuestro altanero discurso --vosotros que lucháis contra Cristo-- se ha mostrado entonces vacío por todas partes, habéis desfilado pomposamente en vano y habéis repetido machaconamente por codas partes la expresión: El Señor me creó como principio de sus caminos, malinterpretando su sentido y dando a conocer, más bien, vuestra propia invención, en lugar de lo que pensaba Salomón. He aquí que vuestro modo de pensar se ha mostrado pura imaginación, mientras que la expresión que se encuentra en los Proverbios y todas las cosas que hemos dicho antes muestran que el Hijo no es una criatura por naturaleza ni en su sustancia, sino lo engendrado propio del Padre, Sabiduría y Logos verdadero, por medio del cual todas las cosas han llegado a ser y sin Él nada ha llegado a ser.

 

 

TERCER DISCURSO CONTRA LOS ARRIANOS